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El valor del trabajo

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El niño golpeado

El niño golpeado

Felipe era un hombre de piel morena, nariz ancha y ojos rasgados: un indígena oaxaqueño. Él se caracterizaba por su gran fortaleza y dedicación hacia su familia, por quienes trabajaba sin descanso para que nada les faltara; sin embargo, la escasez de trabajo en su pueblo lo orilló a viajar a la ciudad y dejar a su familia.

Felipe se despidió de su esposa e hijos diciéndoles que esa partida era temporal y que aunque le causaba una profunda tristeza tener que separase de ellos, tenía la certeza de que le iba a ir muy bien. Abrazó a Rosa, su esposa, quien lloraba por el temor de no volverlo a ver pronto; sin embargo, le dio ánimos y le aseguro que ellos estarían bien mientras él estaba ausente. Sus hijos lo rodearon con tristeza, pero confiaban en su padre y en sus palabras. Se comprometieron a dar lo mejor de ellos en la escuela y esperar pacientes su regreso.

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Ya en la ciudad, Felipe comía poco, para que el dinero que llevaba le rindiera, pero a pesar de sus esfuerzos, el dinero se le terminó. A pesar de esto, él no perdió la fortaleza y el ánimo de salir adelante. Algunas veces pedía en los restaurantes que le dejaran ayudarles a cambio de comida.

Pasaron un par de semanas y Felipe no encontraba trabajo. Una tarde, estaba tan desesperado y hambriento que había resuelto regresar a su pueblo. Su angustia se reflejaba en su rostro y una pareja le preguntó qué le sucedía. Él les platicó su situación y ellos lo invitaron a su casa a comer; al terminar le propusieron que trabara con ellos de jardinero y él acepto.

Felipe trabajaba arduamente atesorando cada peso ganado para regresar a su pueblo en mejores condiciones y poder darle a Rosa y a sus hijos la vida que deseaba para ellos.

Con el tiempo, el matrimonio que contrató a Felipe vio en él a una buena persona y admiraron su responsabilidad y honradez. Ellos pensaban que Felipe era una persona de grandes capacidades y lo alentaron a ir a una escuela para adultos, donde lo enseñaron a leer. Felipe era el mejor y aprendía todo muy rápido.

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Isabel y Alejandro, el matrimonio benefactor, platicaron a Felipe que ellos habían tenido un hijo pero había muerto de pequeño y que nunca lo habían olvidado, pero trataban de vivir felices recordándolo. Como ellos extrañaban a su hijo, entendían lo importante que era que la familia permaneciera unida y alentaban a Felipe para que al terminar la escuela volviera con su familia para que nunca se separaran; sin embargo, entendían que tenía que llevar dinero para poder realizar sus sueños. Por ello, le recomendaron ser paciente.

Entre Felipe y el matrimonio día a día crecía una amistad muy bonita y sincera; más que una amistad era un afecto muy especial.

Un día, Isabel le dijo a Alejandro que cuando Felipe regresara a su pueblo quería que fueran a conocer a su familia. Cuando se lo propusieron a Felipe, él les dijo que sería un gran honor y un privilegio para su familia.

Dos días después partieron. A los tres se les salía el corazón de su palpitante pecho por la emoción. Finalmente, llegaron a su destino.

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Rosa no podía creer que en el marco de la puerta se dibujaba una silueta: era Felipe. Corrió a abrazarlo y gritó a sus hijos que salieran a recibir a su papá. Felipe presentó a sus acompañantes, quienes fueron aceptados con gran júbilo por toda la familia.

En el tiempo que estuvieron en el pueblo, Isabel enseñó a Rosa a preparar pan para que lo fueran a vender al pueblo y con el fruto del trabajo de Felipe pusieron una pequeña panadería.

Además de trabajar en la panadería familiar, Alejandro todas las tardes, al cobijo de un árbol, enseñaba a leer y a escribir a la gente del pueblo.

Felipe veía todo lo que pasaba a su alrededor y daba gracias a la vida por la oportunidad y por haber puesto gente honesta en su camino. Era inmensamente feliz y sentía una gran fortaleza en su alma, que era resultado de su esfuerzo y perseverancia.

Natasha Pamela Granja Monjaráz Segundo grado de secundaria Telesecundaria 833 11ETV0833K San José Iturbide

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Agradecemos la colaboración de Yuritzi Isabel Zamudio Arroyo en el diseño de las ilustraciones para esta edición

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