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Cómo codificar la información

Nuestra mente es capaz de recordar información de diferentes maneras. Unas veces la información está fresca en nuestra mente y sólo hemos de realizar el acto de voluntad de recordar esta información para que fluya sin más problema. Otras veces no está presente, pero se recupera de forma espontánea, o por un proceso de deducción, por una asociación fonológica o una asociación de imágenes mentales. Pero de todas las opciones de recuerdo, la que puede ser mejor controlada por nosotros es la que se elabora en base a la asociación.

Todo el aprendizaje que puede realizar el ser humano está relacionado con la asociación. Si no tuviéramos la capacidad de asociar, nuestro aprendizaje sería muy limitado. En cualquier orden social se dan claves para que las personas realicemos determinadas conductas. Por ejemplo, las calles y carreteras están llenas de señales de diferentes tipos que nosotros asociamos con lo que conviene hacer en cada caso. La capacidad de realizar aquel comportamiento concreto con toda la información necesaria, se encuentra almacenado en nuestra mente, pero sólo la señal que aparece ante nosotros es capaz de desencadenar todo el mecanismo completo de comportamiento.

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Cómo codificar la información

Si nuestra intención es recordar la información cuando nos interese, es evidente que tendremos que hacer algo especial con ella para que nuestra mente la procese, de tal manera que sea accesible sólo con desearlo.

Sería poco útil recordar una información importante fuera de lugar y tiempo. No podemos dejar al azar, o a otros factores que están fuera de nuestro control, el recuperar de nuestra memoria inactiva aquella información que necesitamos en un momento determinado.

Las estrategias que se presentan a continuación reúnen algunos aspectos fundamentales para conseguir el recuerdo voluntario. A través de ellas se podrá suministrar la información a la mente de forma significativa, agrupada y asociada.

Establecer un sistema de claves

La habilidad para descubrir las claves de una información es una de las cuestiones esenciales para asegurar una buena recuperación.

En toda idea hay una palabra que resume el sentido a su mínima expresión. La palabra puede estar contenida en el texto y será muy fácil identificada después de haber comprendido la idea.

¿La agresividad es una respuesta a la frustración?

Es una noche calurosa, estamos en los dormitorios de una casa universitaria. Cansado y sediento, después de dos horas de estudio, le pides unas monedas a un amigo y te diriges hacia la primera máquina dispensadora de refrescos. Justo cuando la máquina hace desaparecer las monedas, ya tienes la sensación de saborear la bebida burbujeante, fría y vigorizante. Pero cuando oprimes el botón no obtienes respuesta. Lo oprimes otra vez. Ahora oprimes el botón de devolución de monedas y ni siquiera te devuelve tu inversión monetaria. Tienes la sensación de que la boca se seca.

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Golpeas los botones de nuevo. Les pegas con toda tu fuerza y terminas sacudiendo la máquina y empujándola. Arrastrando los pies te vuelves a tus libros, con las manos vacías y el bolsillo también. ¿No sería bueno que tu compañero de cuarto también tomara precauciones?

Las palabras clave de esta narración son: Sediento, máquina de refrescos, monedas, golpear, frustración.

Es necesario, pues, hacer un pequeño esfuerzo de reflexión sobre cada idea seleccionada como importante, para reducirla a una palabra que contenga todo el sentido de la idea. Es evidente que si quitásemos las palabras que hemos señalado como claves, esta narración perdería todo su sentido y pasaría a ser un conjunto de frases incomprensibles.

Éste es el punto de referencia más importante para poder hacer la selección de las palabras clave. Dos sencillas reglas nos ayudarán a hacer una selección correcta.

a) Se debe analizar la frase desde la siguiente perspectiva: de estar o no estar contenida en el texto la palabra que se ha seleccionado como clave, ¿seguirá teniendo sentido la idea en la frase? La respuesta a esta pregunta nos dará una prueba evidente de la importancia semántica que tiene la palabra dentro de la idea. b) Se debe comprobar la potencia asociativa que tiene la palabra. Esto se puede hacer centrando la atención en la palabra y comprobando cuán rica es su capacidad de evocación para el lector, en cuanto a que le proporciona la representación mental de la idea o el resto de detalles que contiene la misma.

En general, las palabras clave suelen ser sustantivos o verbos fuertes. Es posible que al hacer el análisis de una frase seleccionada como importante por la idea que contiene, nos encontramos que no podemos señalar ninguna palabra como clave según la descripción que se acaba de hacer.

En este caso habrá que ser un poco creativos y adjudicar la palabra que sea capaz de cumplir el requisito de contener en su significado todo el sentido de la idea que nos interesa resumir. Ésta sería una palabra concepto. Podría ocurrir en casos especiales, que tuviéramos que seleccionar una expresión concepto, cuando una sola palabra no fuera suficiente para contener el sentido de la idea. En ningún caso se usarán expresiones de más de dos o tres palabras, pues entonces perderían todas las ventajas que se les atribuyen como claves de recuperación.

Si volvemos al ejemplo de la narración anterior, la última palabra seleccionada como "clave", es una palabra "concepto": frustración, que correspondería a la siguiente expresión: Arrastrando los pies te vuelves a tus libros, con las manos vacías y el bolsillo también.

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