2 minute read

El catrín

Dania Ximena Terán Gómez Esc. La Gran Tenochtitlán • Mpio. Salamanca

Hace mucho tiempo, en la gran hacienda de Cerro Gordo, rondaba por los alrededores un elegante y bien vestido personaje, al cual apodaban «el catrín». Él siempre vestía traje negro, con un gran sombrero y un pequeño bastón que usaba para caminar.

Advertisement

Algunas personas lo podían ver y otras no, ya que él elegía para quiénes ser visible y para quiénes no, como si se tratara de un extraño fenómeno sobrenatural. Mucha gente que lo veía tenía mucho miedo, pero poco a poco fueron acostumbrándose, dejando el miedo atrás.

A ese hecho se sumaba que todas las personas que lo veían, tiempo después encontraban un inmenso tesoro dentro de sus pequeños y humildes hogares. Ésto fue lo que le pasó a dos habitantes de Cerro Gordo: Guadalupe y Álvaro, a quienes les tocó la suerte de ver al catrín y de encontrar en su pequeño hogar un gran tesoro.

Todo comenzó en una oscura y fría noche de invierno, cuando Guadalupe, después de una larga y dura jornada de trabajo, decidió sentarse afuera de su pequeña casa, sobre una gran piedra. Cuando de repente, apareció ese hombre misterioso con mirada de fuego y semblante blanco como la luna, de su boca y nariz salía humo, pero lo más sorprendente era que no tenía ningún cigarrillo encendido. El hombre misterioso le dijo:

—Yo soy aquél a quien apodan «el catrín»—. Guadalupe se asustó mucho, sintió que su alma le abandonaba el cuerpo, la piel se le puso como de gallina, no supo cómo reaccionó, pero entró a su casa más rápido que un rayo, sin volver la vista atrás. Lo mismo fue lo que le pasó a Álvaro.

Con el tiempo, los dos se fueron acostumbrando poco a poco a verlo, hasta que una tarde, nuevamente se les apareció al mismo tiempo a los dos, en diferentes lugares. A Guadalupe se le apareció en la hacienda y a Álvaro en el campo, ya que él se encontraba

trabajando, y les pidió a los dos el mismo favor, confesándoles que llegó a tener un hijo fuera del matrimonio, quien tenía muchos problemas económicos, pero gracias a ellos podría hacerle llegar gran parte de su fortuna. Al llegar a sus casas, Álvaro y Guadalupe encontrarían una inmensa riqueza en monedas de oro, tendrían que dividirlas en dos partes, una para ellos, y la otra sería entregada al hijo del catrín.

Guadalupe sí cumplió con la parte del trato, mientras que Álvaro, cegado por la avaricia, no realizó la encomienda y cayó sobre él una maldición de perderlo todo, volverse loco y rondar por las calles de la comunidad diciendo que el catrín lo perseguía y lo atormentaba.

Guadalupe se hizo rico y disfrutó de su gran fortuna, mucho tiempo después murió, pero heredó su suerte a sus hijos y esposa, quienes todavía siguen viviendo en la hermosa y grande hacienda de Cerro Gordo.

También los hijos de Álvaro heredaron el castigo, ya que cuentan que ven y escuchan cosas extrañas, que no viven en paz, que hay algo que los atormenta.

Por eso, yo te digo que si un día ves al catrín y te pide un favor a cambio de una gran fortuna, tú decidirás. Ya te conté la leyenda, ahora decide si quieres correr la suerte de Guadalupe o de Álvaro.

This article is from: