SURIDEA -Octubre 2013

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II CONCURSO DE LITERATURA JUVENIL INTERCANTONAL RUBÉN ORTEGA

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Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 22 – Octubre 2013

A 100 AÑOS DEL NATALICIO DE JORGE HUGO RENGEL Entrevistas – Música – Teatro – Cuento y Poesía – Artes Plásticas – Comentarios


Suridea / Órgano informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Nº 22 – Octubre 2013 || Editor: Luis Salvador Jaramillo || Directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja: Presidente, Félix Paladines Paladines; Vocales principales: Adriana María Jaramillo Vélez, Jorge Mijail Valarezo Loaiza, Yovany Salazar Estrada, Alicia Piedad Ochoa Valdivieso; Vocales suplentes: Antonio Bayardo Cuenca Mayorga, Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo, Ligia Beatriz Cárdenas Dávila, Leonardo Eudaldo Chamba Herera; Secretario (e): Julio Espinoza Bustamante || Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Dirección de la Editorial, Luis Córdova Espinales; Diseño: Gonzalo Antonio Vega; Impresión offset: Paúl Ramírez Guamán Distribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja – Calle Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso – Telefax 2571672 – Apartado Postal 11.01.141 – Loja, Ecuador — cculturaloja@hotmail.com – www.cce.org.ec

Con el pasar de los años, mientras han ido envejeciendo y muriendo las primeras fundadoras del coro, la academia Santa Cecilia se ha ido adaptando al paso de los tiempos para continuar brindando clases de música. Hoy atraviesa por un nuevo periodo de reestructuración, sin perder el espíritu conceptual primigenio, de modo que hoy funciona en el edificio una Cafetería Musical, además de un pequeño museo, se han retocado sus pinturas y murales, y en el segundo patio funcionará próximamente una biblioteca. En suma, la entrañable academia de arte Santa Cecilia, constituye todavía hoy un lugar donde todos pueden disfrutar del ambiente cultural de la Loja de siempre. ⊡

CONTENIDO 3 Nota editorial 4 Pinto porque soy feliz. Entrevista con Alívar Villamagua Montesisnos 7 A 100 años del natalicio de Jorge Hugo Rengel 7 Un padre ejemplar. Jorge Oswaldo Rengel Espinosa 10 Wilson Castillo y Fausto Aguirre en el mundo infinitesimal de Los Quién 12 Breve tributo a cuatro revolucionarios. Stalin Alvear 16 Sinfín: El legado musical se imparte a las nuevas generaciones. Gina Ordóñez 18 Música Rocolera e identidad ecuatoriana. Vicente Jaramillo Fierro 22 «En el nombre de la hija». Wilson R. Castillo T. 24 Poema 34 / Poema 37. Wilson R. Castillo T. 26 La emigración en tres novelas lojanas. Yovany Salazar Estrada 28 Asesinando sueños / Ideas frías. José Luis Íñiguez 30 El lector atento aprende a pensar. Galo Guerrero Jiménez

31 Exposición fotográfica f/9. 32 Eduardo Kingman y los niños. Alicia González 34 Loja sobre tablas: éxito rotundo 35 Tres piezas: Cara y Cruz. Carlos Ferrer 36 Oración / Un deseo de ensueño. Juan Aranda Gámiz 37 Reseña del Primer Concurso Literario Juvenil Rubén Ortega. Carlos Ferrer 39 La vida de Andrés. Nancy Magaly Chalán Zhunaula 40 Bolivero. Rubén Ortega 42 El pánico desbocado. Paulina Soto 45 La vaca soy yo. Marco Jiménez 53 El libro como ente sagrado. Galo Guerrero Jiménez 54 Dime poeta… Patricio Guzmán Cárdenas 55 Las quemas controladas no son nocivas. Franco Muñoz L. 58 La nueva muestra de Wilson Castillo 60 La Academia de Arte Santa Cecilia

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ron ellas a brazo partido, pero principalmente con el corazón. En efecto, con el dinero ahorrado desde 1937, cuando se fundaba el coro, sumado a un crédito del Banco de Loja para suplir la cantidad restante, lograron comprar dicho edifico y empezar su academia de arte. De modo que fue allí, en la misma casa residencial de don Daniel Álvarez Burneo, que en 1971 comenzó a funcionar la famosa Academia de Arte Santa Cecilia, la misma que representa hasta nuestros días lo más genuino del espíritu lojano, caracterizado por el amor a las artes y el generoso servicio a la comunidad. Por supuesto que en más de cuarenta años de historia ha corrido mucha agua bajo el puente, y así como la Academia ha tenido una infinidad de momentos satisfactorios, se han dado también contratiempos, pero que se han ido superando gracias al espíritu firme de damas lojanas como doña Teresa Mora de Valdivieso, quien, tras tomar las riendas de la institución luego de la renuncia de su presidenta vitalicia, doña Virginia Rodríguez de Hidalgo, ha continuado trabajando arduamente a fin de prolongar la vida de dicha institución. Bajo su tutela la casa donde funciona la academia ha sido restaurada con todos sus detalles pictóricos originales, de modo que constituye en nuestros días la prototípica muestra de la arquitectura republicana que tuvo nuestra ciudad, antes de que se echaran abajo una infinidad de edificios similares, para dar paso a las nuevas construcciones desabridas que pululan por todo lado, con suma de mal gusto e ignorancia histórica.

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La casa residencial de don Daniel Álvarez Burneo tenía originalmente tres patios, pero con el tiempo tuvieron que venirse dando las adecuaciones pertinentes. En todo caso, desde siempre, en el segundo piso de la parte de-

lantera se dieron clases de música, y se readecuó un pequeño teatro para las presentaciones de los estudiantes, así como para la enseñanza de ballet. La academia dispuso de siete pianos y por sus aulas pasaron maestros de la

talla de Marcos Ochoa, Segundo Cueva Celi, Salvador Bustamante, Alberto Ortega y Miguel Cano, entre otros, y como profesor de ballet estuvo el recordado maestro Piero Jaramillo, quien educó en el arte de la danza a varias ge-

neraciones de niños que llevaron su arte por todo el país, e incluso por el extranjero. Para completar este acervo cultural, vale la pena recordar el aporte dado por Emiliano Ortega con sus obras de teatro.

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ive en una casa de campo muy antigua, a las afueras de Loja. Para ir allá hay que salir de la ciudad, tomar un desvío por una alameda de eucaliptos, subir una cuesta fragosa (hay que poner primera marcha, de lo contrario no subes en coche) para finalmente acceder a un claro de árboles en donde se encuentra su casa. Un césped bien cuidado, plantas ornamentales y pájaros crean un clima de bienvenida. Pero lo mejor es el trinar de los pájaros. Cualquiera podría ser feliz en un lugar así. Cuando llegamos, me enseña su casa, es como ingresar en una quinta del pasado: de hecho, es una quinta antigua: paredes gruesas y viejas, pisos rústicos, tumbados altos, y el estudio con tablazón de maderas anchas y arcaicas, protegidas por planchas de vidrio. Miro de paso algunos cuadros y le pregunto si en algún momento de su vida tuvo un impacto visual que influyera en su pintura. Piensa un poco, me invita a pasar a la sala, y luego dice: «Pasé mi niñez en el campo, rodeado de flores, de pájaros, de árboles… como verás, no les

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tengo miedo a los colores, pero tampoco me clasifico en paisajes, porque pinto también figura humana; o sea, no me he dedicado a una sola temática. El haber vivido en el campo te da esa amplitud; por un lado encuentras la naturaleza, pero también están las personas, tu familia, tu casa. Tengo un recuerdo vívido de mi

madre; yo tendría talvez unos tres años, como mucho, ella me daba de comer en la boca, y a mí me gustaba esa cercanía porque así podía verle de cerca sus ojos verde esmeralda; me fascinaba el color de sus ojos. En definitiva, están los paisajes, están las personas, están las cosas; en mi pintura abarco todo eso.»

de difusión masiva. Intensificaron entonces las presentaciones con entradas pagadas, reunieron el dinero suficiente y pudieron encargar al extranjero una moderna radioemisora. Para ello, se necesitaba legalizar previamente su labor institucional adquiriendo personería jurídica, lo cual consiguieron en marzo de 1940. La emisora llegó por fin al puerto de Guayaquil, y de allí fue trasladada a Santa Rosa, pero por desgracia el país entró en guerra con el Perú en 1942 y Santa Rosa fue saqueada por el ejército peruano. La emisora, como no podía ser de otro modo, fue incautada y llevada a Chiclayo, para ser utilizada en la propaganda belicista del vecino país del sur. No obstante, terminada la guerra, las entusiastas integrantes del coro llevaron a cabo toda una interminable serie de trámites para recuperar su emisora, y al final, después de tanto insistir, el gobierno peruano terminó restituyéndoles una nueva radioemisora, más potente y moderna que

la primera, la cual se había perdido en los avatares de la guerra. La emisora principió a operar en Loja bajo la dirección artística de Ofelia Aguirre Palacio, actuando como locutoras su hermana y también Melva Carrión Álvarez. La radio Santa Cecilia cumplió una notable labor cultural hasta que un siniestro ocasionado en el edificio donde funcionaba, estropeó todos los equipos. El armario donde descansaban los aparatos, cintas magnetofónicas y algunos discos de ebonita, se conservan aún en el museo de dicha institución. Después de arduos años de trabajo, las integrantes del coro lograron reunir la cantidad de cien mil sucres (aproximada-

mente cien mil dólares actuales), con el fin de comprar un edificio propio para establecer una academia de arte. Mons. Francisco Valdivieso, consejero de la institución, les sugirió acudir a la Fundación Daniel Álvarez Burneo, presidida en ese entonces por el religioso español Santiago Fernández García, quien les facilitó la adquisición de la casa residencial de don Daniel Álvarez Burneo, insigne filántropo lojano, que estaba situada en la calle Bolívar, entre Miguel Riofrío y Azuay. El Coro Santa Cecilia adquirió dicha propiedad, de modo que hoy se puede decir sin ambages que nadie les regaló nada a estas entusiastas integrantes del coro, sino que todo lo consiguie-

Sra. Dña.Virginia Rodríguez de Hidalgo Fundadora de la Academia de Arte Santa Cecilia Suridea —

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(Artículo basado en la monografía de Teresa Mora de Valdivieso: Academia de Arte Santa Cecilia, 75 años de historia)

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irginia Rodríguez Witt, hija del célebre escritor Máximo Agustín Rodríguez, tenía dieciséis años cuando tuvo la idea de formar una asociación artística con sus ex compañeras de colegio. Estamos hablando de 1937, por entonces la institución educacional Santa Mariana de Jesús recién empezaba a funcionar y contaba únicamente con instrucción primaria. Una vez terminada esta fase, se adicionaban clases de música, costura y bordado para quienes podían costear tales es-

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tudios. Entre paréntesis, es la razón por la que tantas mujeres lojanas tocaban el piano, la guitarra, la bandolina, el arpa y otros instrumentos musicales, con lo cual amenizaban las veladas familiares. Virginia Rodríguez Witt formó el Coro Santa Cecilia con sus ex compañeras de colegio, como un modo de permanecer unidas y seguir cultivándose en las artes. El coro empezó a trabajar con entusiasmo, no solamente en veladas artísticas familiares sino en funciones públicas en diversos

escenarios, principalmente en el Teatro Bolívar, y así fue como se llevaron a cabo en dicho escenario innumerables presentaciones, e incluso la puesta en escenas de grandes obras como La Traviata. Mas, como a estos espectáculos no podía acudir todo el público, las integrantes del coro pensaron en la forma de hacer llegar su arte a todos los rincones de la provincia, y fue cuando surgió la idea de implementar una radioemisora, lo cual constituía, en ese tiempo, el más avanzado medio

Le pregunto si tiene hermanos: «Fuimos diez. Yo soy el intermedio.» Me ofrece una copa de vino, pero yo prefiero un poco de agua. Resulta que la noche anterior habíamos estado en el lanzamiento de un libro de Stalin Alvear, y nos brindaron una copa de whisky. Prefiero un vaso de agua, le digo. Él ordena a un nieto suyo que me la traiga. Contemplo una pintura abstracta que cuelga de la pared de su sala. Le digo que no entiendo esa pintura, pero que me gustan los colores, y me responde: «Me haces acordar de una cosa que me pasó hace tiempo. Cuando pintaba el mural de la Terminal Terrestre de Loja, un campesino que seguramente había perdido el autobús se había quedado viéndome pintar toda la tarde. Al final se me acerca con su alforja y me dice: ¿Usted se dedica a esto? Yo le digo sí, a esto me dedico, y entonces él me dice: viera que no entiendo el dibujo, pero los colores están bien bonitos.» De camino a su casa habíamos ido conversando de varias cosas. Pude notar que era disciplinado, estricto, puntual, vehemente, casi obsesivo. Mientras estamos en su sala, voy escribiendo sus respuestas y le pregunto si prefiere la belleza al mensaje. Me mira sin entender la pregunta y entonces le digo que hay cuadros con mensaje social, pero que son «incolgables», es decir feos, deprimentes, grotescos. Él se pone de pie y me dice: «Pero si todos estamos inmersos en el medio social, ¿qué necesidad hay de que yo pinte mi parecer? Cada quien ya tiene un

concepto de lo que le rodea, y yo no voy a plantarle mi opinión a nadie, ni creo que me corresponda. Prefiero la belleza, la belleza ante todo, no me atrevo a pintar sino solo lo que me agrada. La belleza es positiva, y yo soy positivo y quiero que la gente tenga una actitud positiva; no me gusta la sangre ni la pobreza, ni quiero involucrarme con eso. Pinto porque soy feliz.» Le pregunto si consigue siempre lo que busca, o si ha tenido que desmontar algunos cuadros. «No, claro que no. No siempre consigues lo que buscas. He tenido que desmontar varios cuadros. Pero a esos cuadros los quiero tanto como a los otros. Yo los retiro del caballete, los despego con todo cuidado, los doblo despacio, con respeto, con cariño, y luego los quemo. Jamás trato mal a un cuadro porque me sale mal, ni descargo contra él mi ira. Eso no quiere decir que esté satisfecho de los cuadros que termino, siempre pienso que pudieron ser mejores, pero me quedo tranquilo, porque di todo lo que pude.» Conversando de algunas cosas me dice que lleva pintados unos 3.500 cuadros y que está cumpliendo 40 años en el oficio; me dice también que hace veinte años daba clases en la Universidad Nacional y que un estudiante se quejó de él diciendo que era muy estricto, muy riguroso, que los estudiantes debían tener más libertad. Él le había respondido que lo único que quería era verlos convertidos en buenos pintores, y que ello se lograba con trabajo, constancia y disciplina, ya que él mismo no se consideraba todavía un artista. Pero eso fue hace veinte años,

le digo, y le pregunto si ahora se consideraba ya un artista. «No, no me considero un artista. En el mundo artístico uno siempre está caminando, nunca puedes decir he llegado.» Le pregunto si no es demasiado crítico consigo mismo, y responde: «Soy un demonio conmigo mismo. Pinto un cuadro y empiezo a verle todas las costuras. Me voy, me alejo, y el cuadro sigue en mi cabeza, pienso que le falta un color aquí, algo allá, me duermo pensando en el cuadro, al otro día me despierto y añado algunas cosas, y entonces decido si se queda o no. Es simplemente sí o no. Todos me dicen: pero si el cuadro está bonito, está bien, déjalo ahí, no lo toques. Pero para mí no está bien, veo que le falta fluidez, transparencia, debe tener espontaneidad en los trazos, debe reflejar lo que yo soy internamente, porque lo que yo hago es solo lo que me gusta.» Hacía un rato, cuando estábamos en el estudio, me había enseñado un par de paletas grandes, como cuchillos de mesa: «éstas son las únicas que uso, me dijo, todas esas otras que ves allí, ni siquiera las toco.» Le pregunto si tiene un color favorito y me responde que sí, que es el azul, por la amplia gama de colores que ofrece y porque es el color que más se acerca al infinito, ya que da la impresión de una dimensión superior. Le pregunto si admira a un pintor en particular, y dice: «Los admiro a casi todos. Siempre viajo. Cuando voy a los museos, admiro todas las pinturas y me alegro de no imitar a nadie. Tengo mi propio estilo. En China me dieron una mención

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por mi originalidad. Desde que terminé mis estudios decidí ser yo mismo, pintar por mí mismo, no seguir una escuela determinada. Tengo la suerte de vivir de la pintura, porque no hago cuadros para vender: me compran mis cuadros, que es distinto. Londres es un buen mercado, también París.» Le pregunto cuál es su mayor virtud y cuál su mayor defecto. «¿Virtud? ¿Tendré yo virtudes?», me dice. «Me considero un romántico, soy romántico, soy afectivo. Defectos tengo muchos. Soy fanático del orden, de la disciplina, de la puntualidad, soy meticuloso en la comida, me gusta encontrar las cosas donde las dejo, me gusta el silencio. Puedo ser insoportable también. A veces mi mujer me dice: ya no te soporto, y yo le digo: ¿Ah sí?, ¿ya no me soportas? En cambio yo te soporto perfectamente (se ríe). No hay argumentos contra eso. Si algo no me parece, lo digo, o simplemente me callo y me desconecto. Pero en mi casa somos bastante bromistas, nos hacemos bromas a diario. Pero sí, es verdad, a veces soy un poco insoportable.» Hablamos de la pintura en general, pero él vuelve al tema de la familia, de los hijos, de los nietos. «Para pintar ―me dice―, primero me examino a mí mismo, cómo estoy, ¿estoy tranquilo, estoy relajado, estoy bien?, solo así puedo trabajar. Si algo no anda bien, lo analizo, ¿tiene solución?, en buena hora; ¿no la tiene?, entonces no saco nada preocupándome. Solo así puedo empezar; pongo música, un cuadro tiene que fluir; es una jornada larga de trabajo y hay que predisponerse para ello.» ⊡

cuajadas en pocas imágenes, el juego ilusorio del poder que crea sombras gigantescas de personajes minúsculos. Cercei, personaje tan débil cuanto más fuerte se cree, y Sansa Stark, princesa tan o más bella cuanto más desdichada es. Trazos sepias para reflejar la luz oscura de comadrejas tan viles y cobardes como Jefrey Baratheon, el heredero del Trono de Hierro. En fin: copas, estandartes e insignias expresan el coraje, la intriga y la insania que puebla esta serie. La muestra refleja las emociones que han tenido la capacidad de permanecer en la retina del autor: lo que esconden estos personajes, lo revela en los lienzos. Enhorabuena a este joven pintor, por arriesgar su arte en un mundo globalizado y proponer su versión desde su sensibilidad de poeta. ⊡

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Cuando hace 20 años atrás, el guionista y escritor George R. R. Martín —GRRM, para los amigos— escribía las distintas sagas de Canciones de Hielo y Fuego, seguramente no se atrevió a soñar con el impacto mediático de su obra a través de la serie JUEGO DE TRONOS, producida por HBO. Esta famosa serie bizarra sucede en un mundo dividido en siete reinos, tan dispersos como ficticios, inspirados en la época medieval, todos ellos en lucha feroz por conquistar el Trono de Hierro. Ambición, coraje, codicia; guerra y sangre, señores feudales, dragones y magia antigua, muertos vivientes y tribus nómadas, juegos políticos, alianzas y traiciones, personajes angélicos y crueles tiranos, junto a los genios más retorcidos son los ingredientes de una serie que mantiene al mundo en vilo. Nada hay seguro en ella, todo gira de forma imprevista, rompiendo cualquier dirección, como en un maremoto dialéctico. Wilson Castillo, pintor, poeta y documentalista, nos entrega su propia visión de las Canciones de Hielo y fuego, pasadas por el tamiz de su sensibilidad estética. La casa Lanister, la más rica de los siete reinos, famosa por su codicia y por sus altas traiciones, está compendiada aquí en el pequeño Tyrion Lanister, vergüenza de su padre y sus hermanos, pero quizá el personaje más humanamente agradable de entre los cientos creados por George Martin. En el retrato aprehendemos su alma llevando a cuestas un fardo que jamás se lo buscó; en sus

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ojos triunfa la honestidad sobre el pequeño animalillo lujurioso y borracho con que es tenido. Siendo, como son todos, protagonistas principales, se adivina en esta muestra pictórica en quiénes de ellos se ha fijado Castillo para retratar sus almas, tan sugestivas como inauditas. Para quienes tenemos la saludable costumbre de hablar en voz alta con nosotros mismos cuando estamos solos, es perentorio encontrar el alma de cada quien en cada semblante. En esta muestra vemos miles de palabras

De las señales esenciales que encontró Benjamín Carrión para determinar las características del intelecto lojano, Jorge Hugo Rengel las poseyó todas: su expresión clara, tanto en el campo científico del derecho y la sociología, cuanto en el de la literatura; su identificación franca con las causas de la justicia y la solidaridad humanas; el ejercicio libérrimo de su pensamiento a través de la cátedra universal de sus libros y de su permanente mensaje periodístico; el frondoso acopio de conocimientos, logrado a través del estudio perseverante que no se interrumpió hasta el fin de sus días.

Yo admiré una virtud más en el doctor Jorge Hugo Rengel, mientras me fue dado el privilegio de escuchar su palabra de maestro: la desbordante generosidad para compartir con los demás los frutos de su inteligencia. Fui su alumno en materias de Criminología y Derecho Penal en las aulas universitarias; seguí siendo su alumno en la lectura de sus estudios literarios, de sus ensayos, de su polémica ideológica de extraordinario nivel, de su trabajo periodístico intenso y respetado, de sus pláticas tan enriquecedoras (…) Mario Jaramillo

Ante la tumba del maestro, fragmento de discurso fúnebre

Jorge Oswaldo Rengel Espinosa Viví con mis padres hasta que salí de Loja para estudiar ingeniería civil. Me casé en Cuenca y me radiqué de inmediato en Guayaquil, desde 1962. Esto explica el poco tiempo que estuve de corri-

do con mis padres. Al comienzo, sólo pasaba las vacaciones anuales, cuando estudiaba y aún no trabajaba, y después, esporádicamente, una o dos veces al año, por pocos días. Por suerte también

viví con mi padre en su departamento en Quito, entre noviembre de 1983 y agosto de 1984, cuando desempeñé la Subsecretaría Técnico–Administrativa del Ministerio de Energía y Recursos

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Naturales, siendo Ministro el Ing. Gustavo Galindo y Jefe de Estado el Dr. Oswaldo Hurtado. Entonces mi padre era Ministro de la Corte Suprema de Justicia. A más de la educación formal hasta el cuarto año de universidad, mis padres me pagaron todo. Pero más importante es la formación integral que se empeñaron en darnos, iniciando con el hijo mayor. Esta es la mayor fortaleza y la mejor herencia recibidas. Nos insistía mi padre: «No vamos a dejarles ningún bien material sino una profesión que nadie puede quitarles y les permitirá defenderse en la vida. Aprovéchenla». En mi caso soy profesional y el nivel académico me ha permitido trabajar sin problemas como catedrático universitario. Pero es más, considero que he recibido, especialmente de mi padre, una excelente y cabal capacitación. No obstante, ésta no podría haber calado tan profundo si mi madre no lo hubiera apoyado, absolutamente y con el inmenso cariño que ella regalaba. En cuanto a la formación, nuestros padres siempre estaban de acuerdo. Se me ha brindado la oportunidad de escribir sobre esta importante faceta de Jorge Hugo Rengel y lo hago gustoso de justificar la enorme gratitud que sus hijos le tenemos por haberse empeñado en darnos la preparación que también la anhelamos para nuestros hijos. Podemos decir felices que tuvimos la suerte de tenerlo como padre. Fuimos 10 hermanos pero dos murieron a pocos meses de nacer. Quedamos en el orden: Carmen, Oswaldo, Gonzalo, Iván, Augusto, Rosa, Georgina y Ramiro. Cuando nuestro padre ejercía la

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profesión tenía el despacho en la misma casa, o máximo en el edificio de al frente. Así le era fácil cuidarnos. Como mi madre casi no salía, de niños nunca pasamos solos, siempre estuvimos protegidos al menos por uno de ellos, quienes tenían como primera y básica tarea cuidar y formar a sus pequeños hijos. Ahora que las familias son cortas, de hasta 4 hijos, nos damos cuenta de lo difícil que habrá sido alimentar, vestir y cuidar 8, que éramos realmente, casi todos, duros de educar. Todo esto bajo el imperio de reglas de conducta que nuestros padres las fijaron y hacían respetar inexorablemente. Pero como tanto nos querían debieron corregirnos y lo hacían con mucha energía y perseverancia, hasta que fueron logrando cambios en nuestro proceder. Los tres hermanos mayores hicimos la primaria en la escuela fiscal Miguel Riofrío, donde también estudió mi padre. Allí estaban los niños pobres de Loja. Disponía este centro educativo, a más de dos grandes patios de juego, un extenso terreno destinado a las prácticas agrícolas, de verduras y hortalizas. Preparábamos el suelo, sembrábamos, cuidábamos y cosechábamos. Aprendimos a amar la tierra y valorar el trabajo de los campesinos. Mi padre nos decía: «Dentro de cada uno de nosotros hay un campesino. Lo notamos con solo ir al campo y acercarnos a las plantas o a los animales.» Para seguir la secundaria el plantel no podía ser otro que el colegio Nacional Bernardo Valdivieso. Allí nos educamos todos los varones. Mi padre había pensado un programa de capacitación durante las vacaciones,

que me lo hizo saber a fin de que escogiera con tiempo el oficio que yo quería tener, pues a nosotros nos formaría como a judíos, dándonos una profesión y un oficio, si no era con la primera nos defenderíamos con el segundo. Escogí ser tipógrafo y en las vacaciones del primero y segundo años, pasé aprendiendo y practicando en la imprenta del diario La Opinión del Sur. En las vacaciones del tercer curso, y yo con 15 años, trabajé en San Ramón, en el terreno escogido para construir la hidroeléctrica de Loja en la vía a Zamora donde aprendí y practiqué el oficio de cadenero (cuya labor es asistir a los topógrafos o a los ingenieros). Aprendí a manejar el machete para hacer trochas en la selva, a medir con cinta y a colocar el teodolito y el nivel. Allí trabajaban más de ciento cin-

tualmente se quiere ver en toda quema sólo aspectos negativos, el conocimiento campesino se lo está estigmatizando con la arremetida de quienes lamentablemente confunden con la quema provocada o intencional. En Ingeniería forestal las quemas controladas o quemas prescritas son necesarias e imprescindibles en el manejo forestal, desde luego realizadas por técnicos; se mejora la regeneración arbórea mediante el control de las especies vegetales competidoras y el aumento de la disponibilidad de elementos nutritivos esenciales, varias especies de árboles, especialmente heliófitas, requieren de claros grandes, relativamente libres de vegetación competidora para regenerarse con éxito (Fredericksen 1998, Fredericksen et al. 1998, Mostacedo et al. 1998). Estas mismas especies por lo general tienen también, la capacidad de sobrevivir a los incendios forestales mediante el rebrote vigoroso de sus sistemas radiculares que se mantienen intactos luego de la quema. Que en el pasado se hacían quemas controladas con gran eficiencia, prácticamente sin riesgos, muy diferentes a las quemas irresponsables de hoy, es otra cosa. El agricultor extremaba los cuidados, acumulaba en el centro de la parcela el material a quemar y más que nada estudiaba el tiempo y el momento propicio

para realizar la quema. Y sí fue una costumbre arraigada quemar el pajonal, áreas más o menos extensas dedicadas al pastoreo con el doble fin: uno para que el ganado tenga pasto con el rebrote del pajonal, porque seco no lo come y éste a través de las décadas o siglos de soportar la quema anual, no se degradó, mejor se repotenció, por las razones expuestas, y, dos para provocar lluvia. Muchos actores sociales podrán oponerse a la idea del uso de quemas controladas debido a que los incendios incontrolados constituyen una seria amenaza para la integridad económica y el valor económico de los bosques y de todo bien. Claro que uno de los aspectos más negativos de las quemas controladas es el riesgo potencial de escape de éstas, lo que se convertiría en un flagelo.

Sin embargo, cuando se utilizan bajo condiciones apropiadas y de forma segura, pueden tener varios resultados favorables y ser un instrumento silvicultural eficiente. Es responsabilidad de la persona a cargo del manejo forestal decidir cuándo, dónde y en qué condiciones usar las quemas controladas.

Conclusiones: 1. Los esfuerzos que se dan en todas las instancias para prevenir y controlar los fuegos provocados por gente desaprensiva, irresponsable, ignorante —este sí— o por pirómanos son totalmente loables, hay que apoyarlos y cada vez prepararse más. 2. El conocimiento campesino hay que respetarlo, para eso hay que conocerlo, hay mucho que aprender y cuando cesen los detractores, con seguridad se rescatará la costumbre sana de utilizar el fuego como herramienta productiva y como una aliada en el combate de incendios provocados. Por eso estoy de acuerdo con el proverbio chino que dice: “Cuando quieras aprender algo, pregunta al hombre con experiencia no al hombre con estudios”. ⊡

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ma de pastizales se destruye su sistema radicular, al contrario se revitaliza con la fertilización del suelo por la acción de la ceniza que aporta nitrógeno, fósforo y potasio especialmente, elementos tan escasos en nuestros suelos, lo que ayuda a obtener mejores rendimientos de los cultivos. La ciencia ha comprobado que tampoco hay destrucción de la microfauna del suelo, es tan poca la afectación, que se renueva rápidamente. La historia del uso de las quemas data de siglos. El campesino con su sapiencia, no por la «inveterada costumbre», o por «ignorancia», quema. Usó el fuego como herramienta o medio, entre otros motivos, para que llueva. ¿Qué hace hoy la ciencia para provocar artificialmente lluvia?: bombardea las nubes, lo que se llama siembra de nubes. Primero, desde el siglo xix se utilizó hielo seco o nieve carbónica (anhídrido carbónico CO2) por ser un gran refrigerante, que sirve como excelente núcleo de condensación (induce a la nucleación de las nubes), lanzado con cohetes desde plataformas terrestres o desde un avión; posteriormente se utilizó yoduro de plata (AgI) que igualmente actúa como núcleo de condensación de los cristales de hielo de las nubes para que se precipite en forma de lluvia. Antes del bombardeo de nubes con hielo seco o con yoduro de plata, se las bombardeaba con polvo de tierra muy fino utilizando métodos muy precarios pero de gran efectividad, lanzado de los globos aerostáticos, basados siempre en principios físicos de hidrostática e hidrodinámica de la atmosfera, ya que es bien sabido que para que haya precipitación, las nu-

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Lanzamiento de yoduro de plata con cohetes para provocar lluvia

bes deben reunir requisitos, y la formación artificial de lluvia a partir de las nubes tiene que hacerse a través de la nucleación de éstas y cuando la lluvia no se da de forma natural, hay que provocarla artificialmente sembrando en ella elementos que sirvan de «núcleos de condensación». Esto es lo que hacía el sabio campesino: bombardear las nubes con partículas de CO2 que las transporta el humo producto de sus quemas. Entonces, el campe-

sino se valía de las quemas para dos propósitos, limpiar sus campos y provocar lluvias, y claro que lo conseguía. Y por esto hay criterios peregrinos, con amenazas incluidas, que lo que consiguen es desmotivarlo. Sí es dañina y hasta un crimen de lesa humanidad, la quema indiscriminada o provocada, que destruye todo, es un delito tipificado en la ley, se hacen los mejores esfuerzos para evitarla y tiene que ser sancionada drásticamente. Sin embargo ac-

Siembra de nubes con yoduro de plata

cuenta personas en condiciones duras y peligrosas. Durante mi corta permanencia murió accidentalmente un trabajador y, el Jefe de Trabajos se enfermó con hongos en los pulmones. Así, supe desde entonces cómo era el trabajo de la gente pobre. Cuando al mes salí a Loja, qué mal me habrán visto mi madre y mi hermana mayor que se pusieron a llorar y le pidieron a mi padre terminar el entrenamiento. Él accedió pero yo debía recuperar las vituallas que dejé en San Ramón. Como fallaron mis encargados, debí viajar solo y por las vituallas únicamente. La carretera llegaba hasta punto alto de la cordillera oriental (El Trigal: 3.100 m), de allí en adelante había que avanzar por un camino de herradura de casi 16 km hasta llegar al campamento a una altura de 1.500 m. El tramo descrito se lo hacía en

5 horas. De El Trigal a Loja, igual por camino de herradura había otras 3 horas. El entrenamiento me hizo mucho bien: por primera vez gané algún dinero con trabajo duro y, conocí de cerca a la gente necesitada y lo vital que era para ella tener trabajo, de cuya remuneración dependía su familia. Mi padre, con profesión de abogado, político, estudioso lector, escritor, periodista, catedrático universitario y magistrado, tuvo una intensa vida pública desde joven universitario hasta un día antes de morir. Esto significa unos 65 años de incansable actividad intelectual y de servicio público. Asumió muchas responsabilidades cívicas, lo cual tuvo consecuencias en su hogar. Mi madre debió encargarse de nosotros en todos los aspectos, excepto el económico, que mi padre nunca descuidó; los hijos mayores asumimos algunas tareas como era normal en una familia de clase media, y observábamos el desempeño de nuestro padre, pues él mismo nos comentaba los asuntos que atendía. De manera que sabíamos la importancia y la complejidad de su trabajo y también conocimos nuevas facetas suyas: cómo cumplía oportunamente los compromisos; cómo se comportaba con las diferentes personas con quienes debía relacionarse en cada trabajo; posición socio–económica, jerarquía, formación, nivel académico, etc. Este seguimiento de su vida pública fue la mayor cantera de cosas que aprendimos de nuestro padre. Seguramente cada uno de sus hijos otorgamos diferente importancia y sacamos diferentes conclusiones respecto a cada asunto.

Por mi parte, aprendí de mi padre que la responsabilidad, si es cabal, constituye la mayor de las virtudes, ya que incluye la bondad, la lealtad, la honradez, la perseverancia, la puntualidad, etc.; que toda persona, sea quien sea, debe ser tratada de la mejor manera; que no tenemos ningún derecho a maltratar a nadie; que a las mujeres, a los niños y a los ancianos, les debemos especial consideración nada más que por serlo, pues generalmente están en desventaja. Aprendí de mi padre que todo trabajo, cualquiera que sea, dignifica; que la peor situación de una persona es no tener trabajo, más aún si tiene familia que mantener. Que la lectura, el aprendizaje directo de los libros fuera de las aulas, a más de mejorarnos en la propia profesión, incrementa nuestros conocimientos y la capacidad de entender mejor todo lo que observamos, y a tiempo surgen nuevas responsabilidades cuales son la de emprender y desarrollar cuestiones más complejas y el deber de difundir y guiar a los demás en la búsqueda de nuevos horizontes de bienestar común. De Jorge Hugo Rengel aprendí casi todo lo que a comportamiento se refiere, que se puede sintetizar algo como la posta de la vida, que los padres tenemos el deber moral de entregar a los hijos (y ellos a los suyos), nuestra hoja de vida limpia, libre de manchas y zonas oscuras, cumplida con la mayor responsabilidad, a nuestra misma persona, a nuestra familia, a la sociedad que es la ciudad, la Patria y el Mundo y, a la Madre Naturaleza. ⊡ Guayaquil, septiembre de 2.013

Suridea —

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S

uridea.— Hace días soñé con Fausto Aguirre cayendo del millonésimo piso de un alto estante de libros. Soñé que caí agarrado de una partícula de polvo que tardaba en llegar al suelo como demora la luna en devorarse un océano. Quizá fue porque esa noche yo había estado leyendo La Biblioteca de Babel, y una extraña molécula de Borges ingresó en mis pulmones y subió a mi cerebro, o quizá porque me había zampado medio litro de helado de chocolate. Al fondo de un callejón sin salida, donde unos perros dibujaban corazones y unas ratas recitaban versos, una niña me arrancó la bufanda y se la devoró como una serpiente pitón. En una pared de ladrillo, Salvador Dalí pintaba un grafiti: ¿A. F. Rojas es comunista? Yo tampoco. Aguirre leía un tratado, pero de pronto las palabras se achicaron: Juventud... ¿pueden interpretar lo que leo? Ustedes son viejos, yo soy apenas un niño. Yo me elevé sobre una cabeza de alfiler para proclamar una verdad milenaria: Un hombre puede hacer mil libros, pero mil libros no hacen a un hombre. ¿Han visto por aquí a Sancho Panza? ¿Cómo terminan quienes leen libros de caballería? Wilson Castillo.— Bueno, existen lectores y lectores. Conozco a alguien que dice haber leído más de 2.000 libros y al verlo hablar y razonar —si esto fuera cierto— le da ganas a uno de no volver a tocar un libro en lo que le resta de vida. Por otra parte, quienes nacieron para acoplarse a la lectura y la toman como placer o como conocimiento, responsablemente, al contrario de lo que pensaba Hemingway, pienso que pueden ser más felices, por el hecho de volverse más humanos. Suridea.— En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Desperté creyendo haber visto

Franco Muñoz L.

Poeta… ¿Cuándo tu amor Se transfiguró Es una acuarela De signos asustadizos En una astrología desbaratada?

¿Qué escribiste César Cuando los suicidios De las noches Mataran las frases Dejándote huérfano En el tiempo? ¿Qué sentiste Cuándo en tu país Los árboles Emigraran sus vestidos De arcos iris Para mudarse con las melancolías De aquellas tardes de franela?

¿Cuándo las lágrimas Tus lágrimas Se enterraran En las arenas De los versos perseguidos Transformándose en tu funeral Y en el adiós?

¿Qué deseabas Cuando tu mano latía Palpando la piel nevada De tu necesitada Georgette?

Dime… Poeta… donde busco esto en tus versos.

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«Es una equivocación garrafal sentar teorías antes de disponer de todos los elementos de juicio». Anónimo

L

a quema de la vegetación por parte del agricultor a través de los tiempos ha constituido parte de su vida y su desarrollo productivos. Los pueblos indígenas utilizaron el fuego, desde la antigüedad, para desmontar el matorral y establecer cultivos temporales y de colonización, así como para revitalizar los pastos forrajeros en pasturas. En el trópico se quema por varias razones, para la reducción de la vegetación competidora, la preparación de sitios destinados a la plantación o la siembra, la limpieza de campos con la eliminación de malezas o malas hierbas, insectos y enfermedades, y la reducción de la carga de materia combustible para evitar o controlar los incendios forestales (ITTO 1997). Por los beneficios anotados el agricultor utiliza la quema. No es cierto que con la que-

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POEMA QUE OBTUVO EL LAUREL «PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA» EN EL XIV ENCUENTRO POÉTICO «VALLEJO Y SU TIERRA»

¿Qué sentías Cuando las miradas De las constelaciones Soñaban… Con tus versos en paraísos prohibidos?

¿Qué palpabas Cuando envejecías lentamente En el tiempo Revoloteando las fauces De tu olvido?

¿Qué escribías Cuándo todo era inconcluso Ante los ojos ciegos De las noches Que se olvidaban De suspirar?

César Alva, Presidente del Centro de Estudios Vallejianos del Perú, con Patricio Guzmán Cárdenas

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Dime… ¿Qué creías Cuando tus letras En las horas ahuecadas De tus necesidades Se agrietaban En sus caídas? Dime… poeta ¿Qué pensabas Cuando el hambre Destrozaba tus recuerdos de niño Y fueron opacando Tus inviernos de bolsillo? ¿Qué sentías En el París ardiente Cuando la enfermedad Y el viento Te sedujera Los húmeros Y la boca del silencio Te arropara La tristeza del dolor?

un cristal como fondo de botella en el paredón de la casa de Juan de Salinas. Al acercarme vi que proyectaba un video. Escenas minimalistas: palabras, muchas palabras, ¿al director le gustan las palabras? Wilson Castillo.— Entiendo perfectamente tu percepción. Hoy pueden parecerte palabras, pero el día en que Fausto Aguirre no esté más físicamente en este mundo, se hablará de testimonio. Entiendo además el adjetivo de minimalista, es más, estoy de acuerdo con ello. Yo tengo una influencia de un cine así, como el de Bergman, quien ha sido mi maestro, el director que se toma todo el tiempo del mundo para dejarnos pensar. No estoy para divertir a nadie en el sentido lúdico del verbo, estoy para proponer un planteamiento para quien quiera recibirlo. Ya dejando de lado las formalidades, me gustan mucho las palabras, tengo sed y hambre de ellas, en especial de las que me pueden confortar. A mí siempre me han faltado a lo largo de mi vida, y las valoro, por encima de algo que es importante para la mayoría, como el sexo por ejemplo… Suridea.— Busco una cuerda para bajarme la luna. Tan solo le daré un mordisco y la dejaré en su lugar. El problema es que no sé cómo dejarla: a veces me cuesta decidirme en cuestiones tan simples como éstas: si quisiera beber en ella, tendría que dejarla en cuarto creciente, de lo contrario la pondría en cuarto menguante. ¿O es al revés, míster W. C.? Wilson Castillo.— Cuarto menguante definitivamente. Lo que me hace pensar que el hecho de menguar ayuda, y no contradice su definición. De eso conocen

mucho los japoneses, me refiero al equilibrio. Suridea.— Nombres, ¿qué hay detrás de los nombres? O, dicho de otra manera, ¿qué haces tú aquí, a media noche, mirando ese extraño video? Las gentes que llenan el teatro han venido de tierras lejanas, allende el río Zamora, más allá de San Sebastián. ¿Te importa lo que piensen de tu trabajo? Wilson Castillo.— Lo he dicho públicamente, y tú como entrañable amigo lo sabes mejor que nadie, me importa exclusivamente lo que piensa Gabriela, a quien he dedicado todo mi trabajo, porque si hago algo, significativo o no en mis quehaceres, es gracias a ella. Ahora, estamos en una ciudad con tendencia a la crítica facilona y no nos extrañamos cuando se decapita a un coterráneo, los lojanos no nos queremos ni nos estimamos entre nosotros. Yo estoy satisfecho con mi trabajo y siempre escucho con atención a quien sabe de lo que me habla, porque eso es lo gracioso, a veces te dan razones personas que entienden de cine lo que yo entiendo de álgebra. Cuando uno se dedica en serio a cualquiera de las artes debe esperar todo, tanto la crítica mordaz que no lo amilane pero si es coherente reflexionarla; y por otra parte los embelesos y felicitaciones, que

si son sinceros no le hinchen el pecho ni eleven absurdamente su mirada. Suridea.— Non fuyardes, viles y descomunales criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. En todo caso, Caballero de la Triste Figura, ¿entramos nosotros en el juego? Wilson Castillo.— Hay un grupo de folk metal, que es odiado por la mayoría de rockeros, que le dedicó un disco conceptual al libro, se llama «La leyenda de la mancha»… En general su música ha marcado mi vida, a pesar de la aversión que les tienen, son una gran banda… Excelentes músicos, hablando de gustos y no de valoraciones estéticas… Ves, hay gente que le gusta «Loja la tribu perdida de Israel» y yo no los condeno, cada quien tiene el derecho de que le guste lo que le apetezca siempre y cuando no sea un juicio de valor, para eso hay que estar muy preparados, en todos los ámbitos, incluso en el psicológico. Suridea.— La ciudad luce solitaria. Don Quijote debe estar durmiendo, no se diga Sancho Panza. Es muy tarde, quizá sea ya de madrugada, pero Aguirre aun debe de estar sobrevolando miles de libros en su pequeña partícula. ¿O ya habrá llegado a la tierra? En todo caso, jamás volveré a comer tanto helado. ⊡

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Stalin Alvear

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esde lo testimonial y literario, las memorias son un purgante, un hacerle desembuchar al pasado parte de lo que engulle y entierra. Siendo inexacta, la evocación es mucho menos adulterada que la historia tradicional. A finales de los sesenta nos internamos en la selva y en inci-

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Galo Guerrero Jiménez

pientes caseríos de la provincia de Zamora Chinchipe. Digo esto porque eran puntos estratégicos para la investigación que Jaime Galarza Zavala dirigiera respecto a las condiciones de vida de los campesinos de esa provincia y de la de Loja. Fue en agosto de 1969 cuando la iniciamos con decenas de brigadistas. En base a los informes de los responsables de

cada brigada Jaime Galarza escribió Los campesinos de Loja y Zamora Chinchipe. Los pormenores técnicos, científicos, humanos y logísticos, fueron afrontados por Jaime como si fuese un académico especializado, mérito insoslayable de quien no tenía educación formal. Su PhD ha sido la vida de un desprendido combatiente. En esa encrucijada descubrimos descarnadas y gratas realidades. Lo que más impresionaba —aparte de la extrema pobreza en la que vivían— era la inteligencia de la gente del campo, su bondadosa campechanía. Al contarnos historias fantasiosas o reales, la verbalidad de estos paupérrimos tribunos se apropiaba de nuestra atención y de los anocheceres. A menor aislamiento geográfico, su ser

Los intelectuales, los académicos, los profesores, los estudiantes, los artistas, los científicos y toda persona altamente pensante, profesional o no, que ha hecho del libro, o más bien dicho de la lectura, un medio de vida, porque desde él puede proyectar su humanismo y su cultura, debe seguir defendiendo la cultura del libro no como un mero objeto de comercialización —que es lo que hace mucha gente para ganarse la vida, pero no para proyectar vida desde el libro—, sino como un espacio, quizá el más importante del ser humano, para que el libro se democratice, se popularice y se difunda como objeto sagrado de lectura, y no como mera letra muerta. Es decir, desde el valor que el texto tiene, dada la más alta consideración que el libro se merece, bien sea desde su presentación física o virtual, pueda estar a la mano, o en la mano de todos quienes llegan a pensar que el texto escrito no es una mera mercancía que se toma para utilizarlo de vez en cuando, para cumplir una tarea o un deber, sino para que haya un pleno desarrollo convivencial de un lector que sabe, desde lo más profundo de su interioridad, que el texto posee un aire sagrado, porque invita a compenetrarse de su realidad desde la más alta valoración humana. Se trata de un lector que sabe lo que está leyendo; es un entendido que con su actitud lectora consagra el valor que el texto tiene. Cuando el libro circula, es decir, cuando se lo difunde no debe ser al estilo de una mera comercialización como lo hacen, por ejemplo, aquellos vendedores que van a una institución educativa para vender un lote de libros, a través del profesor de aula o de las autoridades educativas, como si

estuvieran vendiendo salchichas o cualquier otro producto del mercado. Claro, al vendedor lo que le interesa es vender, a veces sin que tenga ni idea del carácter sagrado del texto. A él, al vendedor, eso le importa un comino; lo que desea es que el producto se venda, no que se lea. Como sostiene Gabriel Zaid: «El comercio del libro parte y se aparta del templo» (2010, p. 45). Los vendedores, los libreros, los distribuidores, las editoriales y hasta los bibliotecarios y profesores poco conscientes del valor sagrado que el texto tiene, lo que hacen del libro es una simple mercancía, en la que como cualquier otro producto comercializan el libro desde un simple bla bla para que el lector compre el libro por el mero hecho de comprarlo, de manera que lo mismo les da que el comprador o adquiriente del libro, lo lea o no. El texto que está de boca en boca de entendidos que saben lo que él contiene (y aquí entran todos los buenos lectores, sean libreros, profesores, estudiantes, empresarios, vendedores…), lo divulgan, lo comercializan en el buen sentido de la palabra, lo hacen público desde la cultura de la lectura, con ese carácter sagrado, con sabor a templo, porque saben de lo que están conversando y del valor que él tiene; pues, lo hacen con la mayor seriedad, con el mejor formalismo y con lo más excelso de su ser de personas; configuran un diálogo, lo revelan a los demás; se trata de una conversación que atrae porque saben difundir un saber, el del texto, no al estilo del que comercializa para simplemente vender, sino al estilo del que sabe difundir la nobleza que el libro respira, no para degradarlo sino para consagrarlo. ⊡

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en los componentes emocionales del relato, descubiertos por el lector por medio del diálogo y del propio comportamiento de los personajes, sin apenas descripciones. Su primer gran detective, el mencionado Continental Op, está inspirado en el que fuera jefe de Hammett en la agencia de detectives Pinkerton. Pese a haber publicado en 1927 El gran golpe, una novela centrada en el análisis de una víctima de la sociedad, a Hammett no le llegó la celebridad como escritor hasta 1929, año en el que publica Cosecha roja y La maldición de los Dain, aunque es El halcón maltés (1930) el libro que le consagrará definitivamente y en donde nace Sam Spade, el detective que, junto al Nick Charles de El hombre delgado, va a llevar a Hammett al parnaso. La novela negra tiene en James Cain (1892–1977) otro de sus precursores. La violencia y la autenticidad del lenguaje son las características más destacadas de su narrativa. Sus protagonistas son personas corrientes que, por motivos personales, se convierten en asesinos, víctimas irremediables de la injusta organización social. Sobre sus personajes gravita un fatalismo que los impulsa al asesinato y que determina que, en el momento de matar, los acontecimientos se vuelvan contra ellos. Así, cuanto más inteligentes parecen, más se esfuerza

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el destino o la propia conciencia en condenarlos. También destaca como novelista William Irish (1903-1968), pseudónimo de Cornell Woolrich, ya que es considerado el creador de la novela de suspense, caracterizada por el procedimiento de hacer surgir obstáculos, que parecen infranqueables. Estas trabas provocan en el protagonista una espera angustiada y es esa espera lo que constituye el suspense. Su producción literaria está ambientada en Nueva York y en ella se respira el clima de pesadilla, en el que viven envueltos los personajes. Sus temas más habituales son la muerte (el proceso de la muerte del amor) y el mal, que acecha al inocente. En su particular carrera contra el tiempo y la muerte, la víctima será fatalmente perseguida por un conjunto de fuerzas destructoras, que harán inútil su obsesión por salvarse o por vengar al ser amado. A partir de los años 40, la no-

vela negra va a tener una tendencia predominante, la psicología criminal, así como numerosos subgéneros, como la crook story (basada en la vida de delincuentes profesionales), la police procedural (relativa a la policía y a sus métodos de investigación no siempre lícitos) y la penitentiary story (narrada por presos, se centra en la vida en prisión). Es Patricia Highsmith la figura femenina más destacada de la psicología criminal y de la crook story y su obra destaca por centrarse en la génesis del crimen, que suele partir de una gran idea, y por la importancia que le concede al comportamiento del delincuente, mezcla de instinto y razón; todo ello enmarcado en ambientes cotidianos y con un ritmo lento, que contribuye a crear una atmósfera de violencia verbal y psicológica. Su obra es un aguafuerte complejo, frío y corrosivo de las relaciones humanas, en especial las de la pareja, siendo el inquietante delincuente Tom Ripley (A pleno sol) el protagonista más habitual. Del ¿quién lo hizo? de la novela policíaca tradicional y del ¿cómo lo hizo? de la novela enigma se pasa al ¿por qué lo hizo? de la novela psicológica criminal, corriente que en la actualidad sigue teniendo exponentes. ⊡

dicharachero se propagaba primoroso. Ninguna penuria lo entristecía, salvo el navajazo del adiós. De regreso, aún se oía el saldo de unos ecos y el silbido de las despedidas. Si esas campesinas tenían dos huevos para cambiarlos con sal, nos los brindaban. Esa generosidad congénita conmovía a los brigadistas. Aquella justa sociológica, política y humana nos puso a prueba a todos y en distintos sentidos. El aprendizaje de esta brutal realidad, reforzó —con la objetividad de lo vivido— nuestras posiciones ideológicas. La mayoría de los brigadistas éramos jóvenes que no habíamos salido de la ciudad de Loja. Quizá también por eso tal experiencia fue sorprendente y aleccionadora. En edad, el benjamín de aquel contingente fue Jorge Mora Enríquez, colegial principista que fuera apresado con su grupo por el ejército en Gualaquiza. Morita, como le decíamos, era hijo de Jorge Mora Carrión, Rector de la Universidad Nacional de Loja, personaje que desde su cargo apoyó ésta y tantas otras causas. Sus clases de sociología me siguen rondando, así como su ejemplar y digna militancia izquierdista. Fue, en resumen, un rector impecable. Me olvidaba de Alfredo Valarezo Loaiza, otro adolescente y valioso brigadista. Jaime Galarza nos dio el primer ejemplo cuando indígenas shuaras, al ser visitados, le brindaron un jarro de chicha de yuca mascada, brindis que él aceptó y tomó de inmediato. Que él no probaba eso ni muerto manifestó Ulises Gómez Navarro, amigo chileno que procedió a escabullirse junto conmigo. Luego de una espera considerable, el ham-

De izquierda a derecha: Alfredo Jaramillo A., Jaime Galarza Zavala, Stalin Alvear y Rodrigo Álvarez Celi. (Acto de solidaridad con Cuba)

bre arreciaba. Al verlo a Jaime saborear un convite cada quien se arrepentía de su flojera, ya que de acuerdo a tradiciones inmemoriales, no aceptar esa bebida significaba un desaire. Jaime tampoco lo había hecho antes, pero su recia formación pudo más que nuestra endeble comodidad citadina. Su liderazgo se manifestó hasta en ese detalle. En algún punto del Oriente, la dueña de una fondita humilde nos daba de comer. Al ver que yo pagaba, al chileno le llamó la atención porque él y yo ignorábamos qué papel cumplían los

bolsillos. Lo hacía porque Jaime me encargó que manejara un dinero como tesorero. Sin que sea una responsabilidad de importancia, sentí algo en mi interior. En respuesta, anotaba el más mínimo gasto, talvez con un exceso de prolijidad. La pulcritud moral de Jaime debe haberme motivado. «No es delito comprar dos mediecitas de cantaclaro», me dijo Jimy González una noche. Propuesta respaldada por unanimidad. Ulises me pidió que le adquiriera cuatro espelmas. Al preguntarle para qué las quería,

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contestó: «Esta noche voy a ser crucificado». Según las efigies asignadas a Jesucristo, Gómez Navarro guardaba un parecido con el hijo del carpintero: era alto, delgado, de barba algo rojiza, desaliñado pero simpático. A su correa —o a la soguilla que hacía sus veces— le abría cada día un hueco, quizá por las caminatas o porque no se comía mucho. Por la noche y en la fonda aquella, durante una hora Ulises permaneció pegado contra la pared, sosteniéndose sobre una silleta, cual santo desolado, casi

nuestra amistad se estrechó al máximo, noté que políticamente Ulises se inclinaba más al cristianismo de izquierda que a la tendencia socialista. Como recorrer a pie tantas haciendas tornábase extenuante, el chileno refunfuñaba cuando al preguntarle a un campesino dónde quedaba algún lugar, éste le respondía «a la vueltita nomás». «Y dónde queda esa cabrona vueltita», le gritaba, mientras mis carcajadas se repartían en las hondonadas. Al hablar de literatura, la conversación se volvía interminable.

De izquierda a derecha: Hernán Ribadeneira, Stalin Alvear, Manuel Agustín Aguirre y Enrique Ayala Mora.

desnudo y en pose de sacrificio. Pareciéndose de veras a Jesucristo, antes y con un esferográfico rojo había dibujado unas manchas de «sangre» en sus rodillas y en las palmas de sus manos. La luz debilucha de esas velas resplandecía en su perfil y en sus ficticias gotas de sangre. Ese Cristo en serio desclavado, dolorido sin estar o talvez estando, lejos de causar risa dejó una estremecida y absorta sensación. No he podido quitarlo de mi mente. Como

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Tenía en esa línea una preparación interesante, cercana a la de un buen profesor. Personalmente, me encantaba su don de improvisador. De lo que recuerdo decía que una palabra gastada podía sonar bonito siempre que contribuyeran las aledañas. Hilvano lo más aproximado. Lo recuerdo lanzándose de un farallón a un hondo del río de La Palmira, hacienda que, como trofeo, conservaba los restos de un cepo: símbolo de la crueldad terrateniente.

Sentados en la orilla y a través de un destartalado transistor oímos que Ho Chi Min había muerto. Por su ejemplo y en esa extendida soledad le dedicamos un recordatorio. Premonitoria muerte ya que después de poco se dio el golpe de Pinochet. Ulises dejó un hogar relativamente acomodado e influyente para incorporarse a las luchas de entonces. Su padre era director de Puro Chile, periódico de circulación nacional que apoyó a Salvador Allende hasta el final, es decir, hasta la hora de su muerte. El papá de Ulises había logrado asilarse en Argentina. Escribiendo unos textos para una reedición ampliada de Antes que me olvide, por internet me entero que desde el 11 de septiembre de 1973, día acordado por el traidor Pinochet para dar el golpe, Ulises estuvo preso ocho años en una cárcel inmunda. También llego a saber que por su temple definido y revolucionario lideró —incluso en esas condiciones— a la población carcelaria, reclamando no derechos, sino un trato menos bestial, aunque eso le causara encierros en celdas destinadas para el ablandamiento. Por una gestión clandestina de la Vicaría de Solidaridad de Santiago de Chile, pudo exiliarse en Francia hasta el 8 de mayo de 2011 día de su fallecimiento. Por ser un militante disponible, su destino no le fijó patria. Como un pequeño homenaje transcribo un párrafo del artículo de Nelson Rodríguez Sandoval, periodista chileno: «Ha muerto un gran tipo. Una persona íntegra. Un gran compañero, con quien me tocó vivir días difíciles, derrotas

las cuatro, con sus movimientos que más parecen un acto sexual en el aire, mientras la solista canta para dormir juntitos, abrazaditos. Se anuncia la terminación de la peña con el agradecimiento a los presentes y corro a pararme en la puerta para esperar a que salga esta mujer que me tiene con la cabeza cuadrada. Unos más borrachos que otros salen tambaleando y yo en la vereda del frente, parado hecho el tonto para que no vayan a pensar que espero algún descuidado para robarle y me manden a dormir en un calabozo. ¡Dios mío! Salieron todos menos ellas. La puerta se cierra y nada. En esa incertidumbre se abre una puerta pequeña y sale Carmelina, un señor la espera con la puerta del auto abierta, ella sube y parte. Quiero gritarle ¿dónde quedó Sonia?, sin embargo detengo el grito con la esperanza de que no demora en salir. Y en verdad, sale guapísima. ¡Sonia, mi amor, soy tu esposo!, y me acerco a su vereda. Ella me mira incrédula, se da cuenta que no soy ningún otro que su Bolívar y me da la espalda con un gesto de desprecio, un auto se acerca y ella sube. ¡Sonia, tus hijos…! Y no puedo decir más, el auto y mi esperanza pierden de vista. El ahorro para la vaca, también. —La vaca, soy yo. ⊡

Carlos Ferrer

Al mismo tiempo que la novela enigma alcanzaba su apogeo con personajes como Hércules Poirot (Agatha Christie), se producía un fenómeno que iba a revolucionar las claves del género: el nacimiento en EE. UU. de la novela negra, principalmente de la mano de Dashiell Hammett (1894–1961) y su investigador Continental Op, paradigma de un tipo detective privado novedoso para la época, el hard–bolied o duro de roer, casi tan violento, cínico y marginado como pueda serlo un delincuente. Su ascensión va a ir ligada a la miseria y a la creciente violencia de la sociedad norteamericana de los años 1920, que sufrió la Ley Volstead o «ley seca». Las revistas literarias baratas (15 centavos de la época) y de gran tirada, como Black mask, contribuyeron a propagar la corriente hard–bolied, en la que la acción trepidante se enmarca en la cruda realidad norteamericana. Los escritores abordan la cotidiana realidad criminal con temas como el gangsterismo, el crimen político o la piratería financiera. El tratamiento realista de la temática criminal, coetáneo del realismo de Hemingway, John Dos Passos, Steinbeck y William Faulkner les lleva a los escritores a incorporar a la novela negra técnicas de origen periodístico, un ritmo rápido de diálogos concisos repletos de expresiones de argot, una perspectiva behaviorista (objetivismo absoluto) y unos personajes y ambientes propios de la cultura urbana (detectives brutales y desenvueltos, aficionados al whisky y a las mujeres fatales), que surgen como respuesta literaria a toda esa violencia. No obstante, a Hammett le corresponde el mérito de aglutinar los factores, que hicieron posible el nacimiento de la novela negra. El insólito vigor y la autenticidad casi documental de su obra se deben, sin duda, al hecho de haber trabajado como detective privado. El secreto de su éxito reside más en sus personajes y su lenguaje que en la historia misma. Su originalidad estriba en el tratamiento behaviorista de la narración,

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Colón hacia la 18 de Noviembre. En esa manzana se dejan ver restaurantes. «La Tulpa», dice un letrero, suena a cocina, aquí comeré. ¡Vaya llevando!, dice un señor a la entrada, y me entrega una volante. La recibo por no dejarlo con la mano estirada. Un arroz con menestra, sin carne, por favor, para reducir el precio. Mientras espero el plato, miro la hoja volante: «Gran peña bailable, con música rocolera y bailarinas a todo dar». ¡Buenazo! Ni de broma para ir a ese baile, ni estando con ella. Las cuatro bailarinas lucen casi desnudas en la fotografía, ¡qué flacas!, ¿será que la flacura es signo de belleza? ¡Dios mío! ¡Esta se parece a Sonia! ¡Esta otra a Carmelina! Me acerco a la lámpara de la cajera para ver mejor y la similitud aumenta. ¡Imposible tanta semejanza! El arroz con menestra, sabe a tormento. Tengo un nudo en la garganta que no sé cómo quitarlo. En mi tierra ya estuviera en la cantina embruteciéndome más, porque el alcohol, en vez de aliviar las penas, las agrava y conduce a estúpidas acciones. La incertidumbre me consume. No sé si regreso a vigilar el cuarto o tomo un taxi para que me lleve al lugar de la peña. Más de la mitad queda en el plato, el hambre también necesita paz. Salgo indeciso. ¡Señor taxista!, ¿puede llevarme a esta dirección? ¡Con mucho gusto, señor, suba! «Hora: 20:00h». Comenzó hace más de dos horas, pero seguro que durará hasta la madrugada si es como en Perú, actos como este duran hasta el otro día. ¡Servido, señor! ¡Gracias! No hay duda, ahí está el letrero enorme, luminoso y el ritmo de

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un pasillo que se escapa por la puerta entreabierta. Entro hecho el mojigato para esconderme en el público, trato de ir hacia la tarima para ver de cerca a las bailarinas y no cometer una torpeza confundiéndola con otra. Ella jamás piensa que estoy aquí, además debe estar muy ocupada como para que ponga atención al público. Me siento en una mesa y pido una cerveza para disimular mientras canta el señor de la tarima. ¡Ha sido la presentación del maestro Walter Rodríguez!, grita el animador que brilla con su traje de metal. El hombre hace la venia y deja el escenario. ¡Es momento de presentar a las chicas sexis! Una hermosa mujer toma el micrófono y canta un reggae muy conocido en mi país; luego asoma una columna de mujeres casi desnudas, las de la foto. La sensualidad de los movimientos despierta y arranca aplausos a los asistentes. No hay duda, ahí está la mía, mi paisana también. Quiero gritarle ¡Sonia, estoy aquí! Para que no se vaya al camerino cuando termina el bloque de canciones, pero no; haría el ridículo en medio de tanta gente y en tierra ajena. Vuelve el maestro Walter Rodríguez con su guitarra llena de pasillos; el público aplaude en abundancia para agradecer por Nuestro Juramento, el hombre parece que ha escuchado cantar a Julio Jaramillo y la cerveza fluye como agua; el wiski llueve. ¡Ahora les ofrecemos música sexi con chicas más sexis! Anuncia el animador. Otra hermosa mujer toma el micrófono y las cuatro bailarinas parecen lombrices sacadas de la tierra torciendo el cuerpo con movi-

mientos sexuales. No desprendo la mirada de la tarima y por momentos parece una pesadilla, no puedo creer que haya venido de Cajamarca en busca de mi esposa y estar tan cerca y tan lejos que no puedo estrecharla entre mis brazos. Un señor del público llama a Sonia, ella baja de la tarima y le atiende. ¡Dios mío!, casi está sentada en sus piernas y con escasa ropa. Regresa a la tarima y sigue bailando. Otro señor llama a Carmelina, le atiende y sube a la tarima. No sé qué están tramando. ¡Salud Bolívar! ¡Sírvete pata! Cuando se termina el bloque musical, las dos mujeres bajan, los hombres las toman de la mano y desaparecen por un zaguán. Quiero seguirlos, pero qué puedo hacer, seguro que más allá hay guardias de seguridad y no me dejarían pasar. ¡Es tiempo de presentar al preferido en la rocola, al cantautor ecuatoriano Segundo Rosero! Los aplausos inundan la sala cuando escuchan diecisiete años cruzan por tu vida y el hombre hace llorar a los borrachos que le acompañan con sus voces destempladas. Me limpio los ojos empañados por el llanto para ver si asoman las mujeres. Las dos bailarinas que quedaron en el escenario también se fueron, quizá regresen las cuatro cuando don Segundo Rosero deje el entablado. El hombre que fue con Carmelina regresa al salón, se sienta en su mesa y sigue libando, luego viene el otro, se ubica en su mesa y continúa la fiesta. ¿Y las peruanas? Es la última canción del rocolero, luego vendrá otro bloque de reggae, entonces las bailarinas regresarán. Claro, ahí están

dolorosas y de quien aprendí algunas claves de sobrevivencia indispensables en aquellas duras jornadas». Por la misma vía me entero de que Ulises Gómez, aparte de todo lo demás, fue director de la película El último viaje, logro de cineastas chilenos y suecos. La acogida de este film en París había sido muy comentada. Este dato que me ha sorprendido, justifica mis criterios sobre su personalidad que ya en aquel tiempo se perfilaba brillante. Como mi persona, y por unos meses, Ulises colaboró colateralmente con Orientación, periódico dirigido por Jaime Galarza Zavala por encargo de Manuel Agustín Aguirre, otro irreductible luchador y rector de la Universidad Central del Ecuador. El talento y la valentía de Galarza Zavala brillaron muy altos, tanto que en mayo de 1970 el gobierno dictatorial de Velasco Ibarra ya preparaba el asalto del ejército a la universidad así como la prisión vejatoria contra su eximio rector. Un claro aviso fue el dinamitazo a la imprenta universitaria. De los conocidos, Orientación fue un periódico de gran cate-

goría y de riesgosa frontalidad. La historia de los pueblos latinoamericanos lo ha de recoger como prototipo. Sus paradigmas fueron Manuel Agustín Aguirre, Rafael Galarza Arízaga (padre de Jaime) y Jaime Galarza, por supuesto. No es desproporcionado opinar que Orientación se parecía a lo que debió ser el periódico de Marat, durante las barricadas y las horas tormentosas de la Revolución Francesa. Si para alguien este criterio resultase exagerado, valdría preguntarle si el cerebro del Doctor Manuel Agustín, debió pedirle favor al de un europeo. Un editorial o crónica de uno de los periódicos empresariales de ese tiempo azuzaba contra el compañero Ulises Gómez. Decía algo como que un desgarbado y peligroso subversivo extranjero hacía de las suyas en la capital de la república. Un grupo de compañeros le ayudó a salir del país. Me olvidaba adicionar tres situaciones: 1) Una primera etapa de Orientación fue dirigida por el Doctor Rafael Galarza Arízaga, luchador de antigua data e intelectual relevante. Problemas de salud lo distanciaron. Por deci-

sión de Manuel Agustín Aguirre, Rector de la Universidad Central del Ecuador, Jaime Galarza Zavala tomó la posta. 2) Luego de aquel dinamitazo y en una imprenta particular, se supo que en un mismo día y clandestinamente se hicieron dos ediciones de Orientación, lo cual insinuaba su grado de aceptación. 3) Por un limitado tiempo y alojados en la residencia universitaria, estuvo en Quito un grupo de compañeros que colaborábamos logísticamente con las luchas de Jaime. Su familia y aquel equipo lo acompañamos al famoso debate que sostuviera en un canal televisivo con el ingeniero René Bucaram. Galarza defendiendo sus valientes y patrióticas denuncias expuestas en El festín del petróleo y el ingeniero Bucaram justificando a las empresas petroleras internacionales. Aunque esa labor haya sido modestísima, nos sentíamos orgullosos de aquello y, en mi caso, de retirar los artículos del Doctor Galarza Arízaga para el aludido periódico, también por la oportunidad de mantener una fraterna e ideológica amistad con el Doctor Aguirre Ríos. Otro compañero llevaba a la imprenta los editoriales de nuestro gran paisano. El Ecuador, como Estado, debe reconocer en Jaime Galarza Zavala al máximo pionero de las luchas contra las transnacionales petroleras. Que ahora quede para la inversión social un amplísimo porcentaje de las regalías; si bien ha sido una valiente y soberana acción del presidente Correa, sin los antecedentes de Jaime, a lo mejor, hubiese sido más difícil. ⊡ Loja, junio – 2013.

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El Sistema Integrado Filarmónico infanto–juvenil – SINFÍN, es un proyecto que promueve la formación musical en niños de 6 a 16 años en la ciudad de Loja, liderado por la Dirección General de Relaciones Interinstitucionales y su Unidad de Gestión Cultural de la Universidad Técnica Particular de Loja. Esta propuesta apunta tanto al desarrollo social como personal del niño, empezando a cultivar el arte musical desde temprana edad. El Instituto Técnico Superior Beatriz Cueva de Ayora, en estos cuatro años mediante un convenio firmado con la UTPL, fue el lugar donde se desarrollan los talleres de iniciación musical, expresión corporal, taller vocal, instrumentos folclóricos, lutería (construcción de instrumentos musicales), coro, violín, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, oboe, pre–orquesta, ensamble, montaje y puesta en escena. Pedagogía y destreza

La formación que se le da al niño está enfocada en la motiva-

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ción, confianza, limpieza de oídos, escucha creativa, comunicación activa y alegría inspiradora, sumados los valores humanísticos y cristianos que promulga la UTPL. Desde octubre de 2009 se viene trabajando con la educación musical a temprana edad para el niño, preparándolo de una forma agradable y efectiva para el aprendizaje de las tareas escolares, sumado a las habilidades corporales, motrices, psicosociales, emocionales y artísticas que desarrolla con la práctica musical. El maestro Winfred Mitterer es el director de SINFÍN y al equipo se suman los instrumentistas y talleristas de la Camerata Arkos y Coro Universitario, grupos de arte de la universidad. «Hemos sentado en este tiempo las respectivas técnicas instrumentales y vocales para poder enfrentar con solvencia sus presentaciones futuras» indica Mitterer. Comenta además, que la intención también es que los niños pierdan el miedo a la hora de interpretar las piezas musicales frente al público, desarrollar la concentración a la hora de acoplarse a otros ins-

trumentos y fortalecer su autoestima al sentirse capaces de producir sonidos agradables al oído con sus instrumentos. La metodología que utilizan es un tanto inversa, es decir, el niño aprende desde el instrumento no desde la teoría, como convencionalmente se realiza. Conciertos, la recompensa al esfuerzo

El proyecto inició con 212 niños, después de tres meses se realizó una representación de la primera fase denominada: Expedición SINFÍN, en enero de 2010. En julio de ese año realizaron su primer concierto en el cual se evidenció el éxito alcanzado en la formación musical de estos niños. Por lo que se abrió una segunda temporada en agosto de ese año para dar la oportunidad a que más niños se introduzcan en el mundo de la música.

jos, ya hace más de un mes. Dijo que el 25 de diciembre no trabajarán, entonces vendrá a visitarnos, porque de puertas adentro, tienen la comida y dormida todo el tiempo pero no pueden salir más que el domingo y un día no alcanza. ¡Falta medio año! Debo guardar la calma, esperar y cuidar a mis hijos, para que cuando venga los encuentre grandotes. No sé cómo soportar la soledad, esta amiga fiel que no me desampara y ¿qué mala compañera? Luisito y Verónica me acompañan con esa compañía de hijos, ellos con sus travesuras, sus juegos de niños disipan la imagen de mi esposa por instantes; no obstante, apenas se duermen vuelve la necesidad de mi flaca, el solo tocar las canillas heladas de soledad, me tirita. Ahora que siento en carne propia la separación de la pareja, comprendo la desesperación que debe reinar en quienes pierden al compañero o compañera de toda la vida; mejor no vale pensar en esa posibilidad que carcome el alma; porque Sonia me ama de verdad y antes de decidir su viaje nos prometimos fidelidad hasta la muerte, para felicidad de nuestro hogar; y nos fijamos una meta: trabajar y ahorrar para comprar una casa. Con casa propia implementaremos un negocio y daremos educación a nuestros niños. Por ellos, consideramos que todo sacrificio se justifica. Cuando venga Sonia le plantearé la posibilidad de que yo también vaya a Loja o a cualquier parte de Ecuador para trabajar los dos, hasta eso, los niños ya irán a la escuela. ¿Qué importa que se hagan «monos»?, ventajosamente ya se ha borrado la enemistad de Huáscar y Atahualpa, ha pasado la amenaza de

la guerra y los pueblos procuran eliminar las fronteras para que seamos ciudadanos universales. Los recuerdos trotan con la velocidad del olvido. El último día que tuve a mi flaca fue cuando partió a Ecuador. ¡Qué distante lo veo y más lejano aún el de su regreso! Cada amanecer trae un galope de tortuga, la esperanza de volar del avestruz, la incomunicación del siglo dieciocho y hasta los niños pronuncian menos la palabra mamá y su nombre. Cada vez que veo a un cóndor surcando el aire andino sin fronteras ansío su libertad, quiero asirme a sus sueños y volar como nube de septiembre para llegar con la travesura del viento a la cocina de Sonia, a su almohada; para vigilar su pensamiento. ¿Y si no trabaja puertas adentro, como sospecho? Este sector es Carigán y aquí está Tambochasqui. ¿Cuánto debo señor taxista? Dos dólares. Ahora, a preguntar por el domicilio del doctor Luis Antonio Quizhpe Achupallas. Encuentro la casa y el hombre con toda firmeza, aquí las domésticas trabajan de lunes a viernes y de ocho a dieciocho horas. Entonces, ¿a dónde va sábado y domingo? Con la incógnita dando vueltas en la cabeza, voy en busca del cuarto de Carmelina. Otros dos dólares para el taxista. ¡A la calle Colón, frente al parque Bolívar, señor! Tendré que preguntar los nombres de los arrendatarios en todas las casas, menos mal que solo es una hilera. En el tercer piso vive la señorita Carmelina Wilca. Subo las escaleras al trote, en cuanto la encuentre, le daré un abrazo, entregaré los dulces en gratitud por ayudarle a mi mujer; luego le pediré que me

ayude a llegar donde Sonia, no hay duda que ella conoce. Todas las puertas cerradas. Golpeo la primera, nadie. Golpeo la segunda, nadie. En ese cuarto vive la señorita Carmelina, informa una señora, ¡Gracias! Golpeo despacio, más duro; repito, pero nadie. Llamaría a Carmelina, pero si no hay nadie en el cuarto. Bajo las escaleras, ¡señora!, soy familiar de Carmelina, y debo entregarle una encomienda que enviaron sus papás, permítame esperarla aquí. Espérela nomás, señor. ¡Gracias! Regreso al tercer piso y me siento a cuidar la puerta. Algún momento llegará. No sé qué pasa con Sonia. Los primeros meses no fallaba con doscientos dólares, bajó a ciento cincuenta, luego a cien. Parece que es un ausentismo graduado, ¡pronto bajó a cincuenta y por último a cero!, ¿será que no tiene trabajo o pretende abandonar a los hijos? Cuando falló en la visita que nos ofreciera para Navidad, entendí que algo funesto se venía y creo que aún no vivo lo peor. Escuché en las radios ecuatorianas que el 25 de diciembre es feriado y ella lo supo a tiempo, por eso me anticipó su visita; pero llega Navidad y nada le importan los hijos. Con los últimos ahorros para la vacona, vengo en busca de mi esposa, ¿quién sabe si regreso sin dinero y el corazón hecho pedazos? Espero que no. Que el supuesto descuido sea por falta de trabajo; porque con ella soportaré la pobreza, para estar solo, prefiero la tumba. Mis hijos, jamás perdonarían que por dinero hayan perdido a su madre. Son las diez de la noche. Voy a comer algo, a más de la angustia, no soporto el laberinto de intestinos vacíos. Camino por la calle

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olla, a probar si se han ablandado las arvejas para agregarle un poco de guineo. Cuando Carmelina vino a visitarnos, contó que la sopa de guineo con arvejas es una comida preferida por los lojanos e hizo para enseñarnos. Estuvo deliciosa, claro no tanto porque haya sido preparada por ella, sino por el quesillo que le puso. Nosotros también hemos hecho esa sopa, pero sin el ingrediente que le da exquisitez. Ahora comeremos esta sopa con hojas de culantro. Carmelina cuenta que allá, la acompañan con aguacate. Queda de chuparse los dedos, dijo, y uno, para no bajarse. Quizá Sonia encuentre chamba de puertas adentro, para que coma la comida de los patrones, la sopa de arveja con guineo y aguacate. ¡Solo falta que de repente venga, así de gorda, mi flaca; ¡Hay Dios mío!, cómo deseo que le vaya bien. Enciendo el televisor para que los niños se entretengan mirando la televisión, cargo mi mochila de herramientas y salgo en busca de algo para arreglar. Golpeo la puerta de mi vecino, sale la esposa con la cabeza envuelta en

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una toalla, le saludo y anuncio mis servicios: arreglo paredes, baños, grifos, duchas, instalaciones eléctricas. ¡Gracias!, dice don Milton González Tafur al asomarse a la puerta. El hombre ha salido detrás de la esposa para saber por qué llaman. Cuando necesite sus servicios le llamaré, vecino. ¡Muy amable, don Milton, Dios le pague! Estos ricachones son así, prefieren tener una gotera permanente en el baño a gastar en un grifo nuevo; echar un balde de agua al inodoro antes que pagar el arreglo de la boya. Acá, cerca, vive don Edgar Daniel Navarro Serrano, quizá él me dé una pega. Aplasto el timbre y contesta la empleada doméstica. No quiero decir nada porque la cocinera no toma decisiones; sin embargo ante la voz de la mujer y su pregunta: ¿qué necesita?, suelto mi razón: arreglo baños, grifos… El dueño de casa no se encuentra, regrese más tarde, señor! ¡Gracias, señorita! Y continúo con la mochila al hombro, llena de esperanza en Sonia. Aquí, cualquier jornalero se come la camisa, en Loja, pagan bien y lo que es más, en dólares, que transformados a soles, abultan. Mira, Carmelina, creo que me conviene trabajar puertas adentro, para ahorrar el cuarto y la comida. No, flacuchenta, yo co-

mencé así, pero pronto me di cuenta que no resulta. Si te comprometes las ocho horas, tienes las noches y los fines de semana, esa ganancia te da para el cuarto y tus cosas, el salario de cocinera lo mandas a tus hijos. ¿Qué ganancia? ¡No seas tonta! Si te parece podemos pagar este cuarto a medias, para ahorrar la mitad. ¿Pero no traje cama, confiando en que me darán en el trabajo? Duermes en el piso hasta que compres una. Bueno, por ahora, pata, ayúdame a buscar una pega de cocinera, niñera, lo que sea. Enseguida saldremos, pero antes debemos sacar unos dos certificados de trabajo. ¿Quién puede darme? Nadie te va a dar, Sonia, los haremos nosotras. Mira, en el basurero encontré un papel que dice: «Padrón Electoral de los Miembros de Número de la Casa de la Cultura Benjamín Carrión Núcleo de Loja», ¿no crees?, ¡personas de prestigio! ¿Y qué hago con ellas? Mira, escaneamos este certificado que me dio mi jefe y en vez del nombre de él escribimos este de aquí: Dr. José Toribio Imbaquingo Neto; luego este otro, Dra. Gloria Herminia Álvarez Cacay; y en vez de mis nombres, escribimos los tuyos. ¡Qué genial! Sí que eres lista. ¡Apue!, pata, si no te avispas… ¡Listo, vamos a un cyber! ¡Dios mío!, no sé cómo agradecerte por el milagro que has hecho con mi flaca. ¡Me envió doscientos dólares! Trataré de ahorrar cincuenta cada mes para comprar una vacona, entonces no saldré a buscar trabajo sino a vender leche y mis hijos tomarán leche todos los días, y sopa de arvejas con guineo y quesillo. Si pudiera visitarla. ¡Qué ansia de verla!, para que abrace a mis hi-

Desde entonces se han venido desarrollando algunos recitales donde los niños han demostrado sus habilidades y las destrezas del instrumento que tocan. No solo han tenido presentaciones en nuestra ciudad sino también en algunos lugares del país, como Portoviejo, Huaquillas, Zamora, Manta y Bahía de Caráquez, deleitando al público asistente con sus representaciones y el carisma que estos niños tienen en escena. Además la Orquesta Infantojuvenil realiza conciertos didácticos con la finalidad de no solo presentar lo que han aprendido, sino demostrar que las técnicas aprendidas son exigentes pero no imposibles de aprender y de esta manera motivar a más niños y a sus padres a unirse a este grandioso proyecto. Así mismo en Cuenca se realizó el V Concurso Internacional de Música Clásica: jóvenes talentos,

organizado por el conservatorio de música Fronteras Musicales Abiertas – FROMA, en el que participaron dos niños de violonchelo, tres de violín, grupos de cámara: coral de flautas y quinteto de vientos madera. Mitterer comenta «esta fue una grata experiencia y constituye la primera de categoría internacional para los niños, desde su presentación en la primera ronda estos niños para mí ya son ganadores, porque requiere valentía para enfrentar al jurado, al público, tocar de memoria, dominar el escenario». El coral de flautas obtuvo el segundo lugar y el quinteto de vientos madera el tercer lugar en grupos de cámara, mientras que la niña Martina García Segarra obtuvo el primer lugar y el niño Nicky Baculima Bustamante, el tercer lugar en la categoría de cuerdas frotadas. Actualmente integran SINFÍN aproximadamente 200 niños, los cuales perteneces a la Orquesta Sinfónica Infanto-juvenil en sus niveles inicial, básico y avanzado; la Orquesta de Instrumentos Andinos; el Coro de niños SINFÍN; además de ensambles y grupos de cámara. Winfred Mitterer indica que «el proyecto es una manera de sumarse a los esfuerzos para la formación musical de la niñez y

juventud, ofreciendo un formato que prioriza el canto coral y el estudio de los instrumentos andinos». Lo que se busca por medio de la nueva generación de artistas, es acrecentar el nivel artístico de la ciudad de Loja, mediante la propuesta de expresiones musicales por elencos sinfónicos orquestales, corales y de instrumentos andinos, fomentar el estudio de las especialidades instrumentales correspondientes al reparto estándar sinfónico orquestales y finalmente incentivar y difundir el patrimonio musical de autores nacionales y universales. ⊡

Gina Ordóñez gdordonez@utpl.edu.ec Unidad de Gestión de la Comunicación de la UTPL

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Vicente Jaramillo Fierro

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El contenido del presente estudio puede resultar controversial si consideramos que la(s) identidad(es) en las sociedades modernas se construyen a partir de interacciones comunicativas entre los grupos que constituyen tales sociedades. Reproducimos al respecto lo que escribe Fernando Tinajero en su artículo La paradoja de nuestra identidad: «Las identidades sociales no son sellos indelebles que la naturaleza haya impreso en el alma popular, sino caracteres transitorios que expresan la forma que asume la vida social en determinadas condiciones históricas […] las identidades, aunque conservan ciertos caracteres de larga duración, se modifican y configuran nuevas fisonomías sociales, políticas y culturales». Así, las manifestaciones culturales, dinámicas como la vida misma, sometidas en las sociedades modernas por los intereses económicos, las nuevas tecnologías, las estrategias del mercadeo, etc., configuran nuevas formas de entender y valorar los productos culturales que tradicionalmente constituyeron aspectos identificativos de pertenencia a un país.

a los sectores marginales, a los campos, a la frontera con bultos de ropa, medicamentos, golosinas, chucherías, frutas; para cambiar con monedas, con pollos, cuyes. Sonia saldrá a media noche de Piura, para llegar de día y ahorrar una noche de posada. Lo primero que hará es buscar a Carmelina y si no la encuentra, se irá al parque Jipiro, ahí va a descansar la gente que trabaja, por eso los domingos dicen que se llena ese parque y por eso se fue hoy, para mañana deambular por el parque a ver si encuentra algún paisano y consigue ayuda. Allá trabajan muchos peruanos y puede que alguien le extienda la mano. Llegamos al cuarto, Luisito y Verónica juegan con el carro de plástico y la muñeca de trapo; por un instante parece que han olvidado la orfandad, yo no. Preparo sopa de fideos con papas, cebollas y culantro para calmar

el hambre de los niños a la hora de la merienda, yo no quiero comer. No sé por qué, pero desde que salí de la terminal, tengo un nudo en la garganta que no puedo digerir. Es un estorbo que llena el estómago de incertidumbre, de nostalgia. ¡Ay! Dios mío, si los gobernantes probaran una pisca de pobreza, no hubiesen pobres en el mundo; porque, conociendo su sabor no quisieran volver a probarla ni que sus congéneres se alimenten con ella y trabajaran en lo que ofrecen, gastaran su energía en crear industrias para que se ocupe la mano de obra, en centros artesanales para que trabajen las mujeres, los jóvenes; construyeran viviendas a bajo precio con largos créditos; entonces los pobres avanzáramos a comprar una casa y muchos trabajáramos aunque sea de peones; pero no, ellos se gastan el tiempo y el dinero en peleas estériles que no producen más que ira en quienes encendemos el televisor y no escuchamos más que los ataques politiqueros en vez de soluciones para salir de la pobreza. Si los políticos probaran una pisca de miseria, tuviésemos un país en desarrollo, con los hombres y mujeres ocupados en actividades positivas, cuidando de los hijos, educándolos para el mañana. Si los políticos fuesen más humanos, los hombres y mujeres no salieran de su tierra en busca de vida y estuviésemos en el lugar de nuestro nacimiento, bajo el mismo techo, comiendo de la misma olla; pero no, ellos viven otro mundo, un mundo de opulencia; donde nada les importa la angustia de los niños huérfanos con padres vivos, el dolor de las madres y padres solitarios, por la desintegración

familiar y el desbarajuste social, que será el costo que pagará la nueva sociedad. Ahora madrugo, preparo el desayuno, doy de comer a los niños y preparo el almuerzo. Corro a lavar la ropa. A las ocho de la mañana salgo a las volandas en busca de qué hacer: arreglar un baño, instalar un grifo, componer una ducha, o cualquier ocupación pequeña que me dé unos cinco o diez nuevos soles y regresar con los resuellos encontrados a ver a mis hijos para servirles el almuerzo, hacerlos dormir con el cuento de que mientras duerman su mamacita irá a darles un beso. Mientras los niños duermen, corro al locutorio de la esquina y marco 59 30 72 54 55 70 con la esperanza de escuchar la voz de Carmelina o la de Sonia. Le contaré que los niños lloraron al despedirla, que la extrañan, pero que están bien, que salí en busca de una pega y me gané tres soles instalando unos focos; le preguntaré sobre la posibilidad de trabajo. Sin embargo, el aparato suena en un abismo solitario. Repito los números 5 9 3 0 7 2 5 4 5 5 7 0, por sí metí mal el dedo con la cabeza saturada de nostalgia que tengo, pero no escucho nada más que el timbre en un mar de silencio. Asiento el auricular y regreso a ver a mis hijos, con el pesar, la incertidumbre. Quizá no hay quien conteste porque salieron a buscar trabajo. La extensa noche levanta sus alas de gallinazo y se va, quizá el nuevo día traiga algo de claridad a este mundo de tinieblas. Ya tengo el desayuno listo para los niños, los levanto para que coman y mientras ellos cucharean, arreglo el cuarto, lavo la ropa y vuelvo a la cocina a ver la

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Vamos a pagarle los fiados con la esperanza de que la veterana quede contenta y vuelva a fiarme; porque si no envías dinero hasta un mes, no sé de qué viviremos el resto del tiempo aquí con mis dos hijos tiernos; porque con ellos no podré trabajar ni de ayudante de albañil y tú sabes, lo duro que es no encontrar qué echar a la olla. Por lo menos pagamos las mensualidades atrasadas del televisor, entonces, si la situación se pone espinosa, vendes el televisor. No dudaré en hacerlo, el problema será, ¿quién me lo compra?, si toda la gente anda alcanzadita para la comida del día, no se puede gastar en cosas que no son indispensables. Llega el día de la partida, voy con Luisito y Verónica a la terminal para despedirla. Un beso amargo, muy amargo es el inicio de una larga espera. No voy hasta Piura porque mi compañía solo aumentaría el gasto. ¡Mami no te vayas!, Solo se va a Piura, Luisito, pronto vendrá tu mami. ¡Mami llévame! Suplica Verónica. Los niños lloran inconsolables cuando reciben los adioses de su madre mientras el bus se aleja, yo también lloro, quizá más que ellos; con la diferencia de que tengo que aguantar el llanto en mi interior para tranquilizar a los niños con fingida calma. La mamita se va a Piura para comprarles chocolates, pronto vendrá, trayendo caramelos. Ahora vamos a esperarla en casa. ¿En qué casa?, si no tenemos casa, dijeran los niños si estuvieran un poco más grandecitos. Recuerdo que vivimos en un cuarto de adobes de la casa de los suegros, quienes al ver que no teníamos vivienda, nos ofrecieron. La vaca que vendimos también fue apor-

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te de ellos. Te regalo esta vacona, dijo don Samuel, para que vendas la leche y Sonia se pasaba el día pastando al rumiante en los parterres de las avenidas hasta que el alcalde la encerró con ternero y todo, hasta que juramos no volver con el animal a la calle; desde entonces comenzamos a robar hierba en los solares desocupados, en las lotizaciones no construidas, en las orillas de las quebradas; jamás se nos ocurrió vender la ganadería. Ella vendía unos diez litros de leche al día y yo sacaba unos veinte nuevos soles de jornalero; pero vino la crisis como una ola de tristeza. Llega el nuevo gobierno, los nuevos impuestos también. Ya no saben qué gravar, solo falta que nos instalen un medidor de aire en los huecos de la nariz para medir la cantidad que respiramos y cobrarnos por los centímetros cúbicos que gastamos al día; porque, seguro que no consumimos igual cantidad, sobre todo los deportistas, los pregoneros, periodistas, los cantantes, los gordos, los altos, deben gastar más. Los ciudadanos se han empobrecido de manera que la construcción es limitada, todo mundo evita comprar, todo mundo quiere vender. No consigo más de dos jornales por semana, botando escombros, limpiando jardines. Hace dos años que vendimos el último ternero y ocho días de lo que vendimos la vaca; porque el alcalde, valiéndose de la cantaleta de que hay que vacunar al ganado para tener leche segura, mandó a un veterinario para que inyectara a todas las vacas ambulantes y le puso una ampolleta esterilizante, la vaca no volvió a parir, aunque el toro diga que en la repetición está el gusto; entonces decidimos

venderla al matadero, que Sonia vaya a trabajar en Loja, yo quedaría cuidando a los niños. Los políticos son seres humanos sin alma, sin conciencia. Cuando necesitan los votos del pueblo ofrecen todo, con sonrisas hipócritas besan a los niños descalzos, se compadecen de las madres menesterosas, llevan médicos y medicamentos gratuitos a las aldeas marginales, regalan comida a los barrios rurales; por eso la gente prefiere los tiempos de campañas electorales a los de aplicación de las propuestas. Porque cuando llegan al poder olvidan lo que ofrecieron; se acomodan de lo lindo en los cargos públicos con sus familiares y amigos y el resto de pueblo, que dio los votos, resulta una carga insoportable para el Estado que es necesario eliminar. Entonces vienen las medidas gubernamentales con la lluvia de impuestos, eliminación de subsidios y restricciones para el trabajo. No se puede vender ni ofrecer un servicio en la ciudad sin permiso, permiso que es el pago de un impuesto por lo que aún no se gana. Por eso la gente pobre, para sobrevivir se lanza

El planteamiento que intentamos desarrollar corresponde a la siguiente interrogante: ¿En qué medida la música llamada «rocolera» o «música de rocola» constituye una forma de identidad de los ecuatorianos? La música rocolera no tiene relación ninguna con el género rock. La denominación deriva de rocola (de Rock–Ola, marca de una máquina tragamonedas que con el tiempo se convirtió en sinónimo de la máquina), el aparato tragamonedas que por los años setenta y ochenta tocaba discos de 45 revoluciones por minuto, conocido también como victrola, traganíqueles, vellonera, o wurlitzer. Esta música que se manifiesta principalmente en los géneros bolero y pasillo canta generalmente al despecho y la traición de la pareja, y no es exclusiva de Ecuador, ya que se da en otros países aunque con distintos nombres, como música vellonera, carrilera, cebollera y música de amargue o bachata. Sin embargo, mientras que en otros países latinoamericanos este tipo de músicas de bajo prestigio, no se incluyen entre las canciones llamadas nacionales o representativas, en Ecuador tienen particular connotación, de manera particular el pasillo, por cuanto este género es considerado «símbolo musical de la identidad nacional ecuatoriana». Tampoco existe en el país un acuerdo sobre la música rocolera. Los estudiosos de las ciencias sociales llaman música rocolera a la música popular ecuatoriana de bajo prestigio social o como la música que se tocaba o se toca en la rocola. Mientras tanto, los productores musicales, cantantes y público en general clasifican a

dos los géneros de la música antillana (boleros), peruana (valses) o ecuatoriana (pasillos), forman parte de la música rocolera. Se da esta denominación a aquella música sentimental que generalmente está asociada con la cantina y las decepciones amorosas.

la música rocolera como aquella que se utiliza para escuchar, beber y recordar las circunstancias emocionales producidas por las rupturas de la pareja. Según la musicóloga guayaquileña Ketty Wong en su ponencia El pasillo rocolero en el imaginario de los ecuatorianos «La música rocolera emerge en un período de grandes transformaciones sociales, políticas y económicas en el país, generadas principalmente por la migración campesina a la ciudad, el descubrimiento del petróleo en la región oriental, el crecimiento urbano y la industrialización y modernización del país. Este estilo musical aparece inicialmente en la región costeña como un repertorio de boleros antillanos y valses peruanos que cantan a la decepción amorosa en la relación de pareja». Pero la misma autora observa que no to-

DANIEL SANTOS

Períodos de la música rocolera en el Ecuador La musicóloga Wong establece tres períodos en la evolución de la música rocolera: los precursores, período de transición y los clásicos de la rocola. Los precursores. (Década 1950–1960) Dos artistas del canto popular, con un indudable carisma que atrajo a muchísimos seguidores, Daniel Santos (1916– 1992) y Julio Jaramillo (1935– 1978) son los precursores de la música rocolera. Considerados como «gente del pueblo» porque los identificaban o asociaban con el comportamiento llamado de la gente común: la búsqueda del éxito, la vida bohemia y la fama

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cuando el estilo ya se había establecido. Esta asociación se debió a que sus canciones se volvieron tan populares que se constituyeron en parte del repertorio de entonces, y que era escuchado en las rocolas, junto con las canciones de Los Panchos y otros célebres cantantes del momento. Quizá la denominación de cantor rocolero fue sobre todo una etiqueta comercial, puesto que entonces el nombre de rocolero no tenía las connotaciones un tanto negativas que se le asignan ahora. Además, en las canciones cantadas por Julio Jaramillo se observa con mucha claridad una circunstancia un tanto ambigua, consecuencia de su popularidad. El público común incluye sus canciones en el repertorio de la llamada «música nacional», asociándolas principalmente con el pasillo, género que Jaramillo grabó muchas veces. Tal es el caso del bolero Nuestro juramento, del antillano Benito de Jesús, que se lo confunde con el género pasillo, y más aún, se le da la autoría a Julio Jaramillo. Período de transición. (Década del 70) En esta década aparecen nuevos compositores de música popular ecuatoriana (Abilio Bermúdez, Naldo Campos, Nicolás Fiallos, Fausto Galarza y Cristóbal Vaca) y cantantes costeños (Kike Vega, Juan Álava, Chugo Tovar, Máximo León y Roberto Calero) que empiezan sus carreras cantando pasillos de los compositores de los 70, canciones que no eran entonces catalogadas como música rocolera. En la misma década, Discos Cóndor, empresa disquera de Guayaquil, promueve ya la producción musical de los 70 con portadas de imágenes de la rocola y la canti-

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de mujeriegos, los convirtió en íconos populares, sobre todo por sus canciones que hablan de los desengaños y traiciones de las parejas. Con la fama lograda ante la gente común, se convirtieron en los iniciadores del estilo rocolero. Particularmente, a Julio Jaramillo, con la fama de «Ruiseñor de América», se lo asoció a la música rocolera después de su muerte, en la década del 70,

na. Así aparecen Los bravos de la rockola y el álbum Entre tragos, en donde se manifiestan los propios cantantes de las canciones bebiendo en una cantina junto a varias botellas de cerveza. En este período se evidencia ya el estilo rocolero y el impulso que las empresas disqueras le dan, ya no solamente al pasillo, género con que se inician estos compositores y cantantes sino a otros géneros latinoamericanos como el bolero y el vals. Los clásicos. A finales de los 70 e inicio de los 80, cantantes

serranos comienzan a cantar pasillos en el nuevo estilo dejando establecido definitivamente el estilo conocido como el pasillo rocolero. Roberto Zumba, Claudio Vallejo, Segundo Rosero, Teresita Andrade, Ana Lucía Proaño y Juanita Burbano cantan los nuevos pasillos, y son reconocidos en la opinión pública como los «artistas del pueblo». En esta etapa queda ya definida la diferencia entre el pasillo de inicios del siglo xx, nominado por Ketty Wong como «pasillo tradicional», para diferenciarlo del pasillo rocolero, que es el pasillo preferido por los cantantes citados. Además de Julio Jaramillo, que como se mencionó, ha sido reconocido como cantante de la rocola, tres personajes de la música popular de los 70 y 80 definen el estilo rocolero. Ellos son Naldo Campos, Segundo Rosero y Aladino

(Enrique Vargas Mármol). Naldo Campos es un músico, intérprete de la guitarra y el requinto, compositor y arreglista oficial de FEDISCOS y de empresas disqueras nacionales e internacionales; Rosero y Aladino son también figuras reconocidas en el ámbito del canto popular, creadores de pasillos y boleros, con textos y melodías de carácter coloquial, casi siempre referidas al aspecto negativo de las relaciones amorosas, como la infidelidad y la ruptura de la relación. El pasillo tradicional y el pa-

Marco Vinicio Jiménez Figueroa

Vendimos la única vaca. Novecientos cincuenta nuevos soles. Pagamos doscientos por la comida en la tienda de doña Pancha, para quitarle la cara de lunes que pone cada vez que voy por unos Marco Vinicio Jiménez Figueroa, nació en Malacatos, Loja, Ecuador, en 1961. Licenciado en Ciencias de la Educación, especialidad Pedagogía, y en Lengua y Literatura. Magíster en Docencia y Evaluación Educativa. Premio internacional de narrativa Todas las Sangres 2013, V Edición, por el cuento La vaca soy yo en Lima, Perú. En la actualidad es miembro del Taller de Literatura Pa’labrar, miembro del Consejo Hispanoamericano de Artes y Letras y miembro de número de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja; y profesor de Lengua y Literatura en la Unidad Educativa Bernardo Valdivieso.

huevos, arroz, azúcar; todo fiado, hasta fin de semana, señora Panchita, hasta fin de mes señora Panchita; y ella sabe que no llega el fin de semana, menos el de mes. Y es de verle la alegría, la sonrisa arrugada en las comisuras de los labios, cuando escucha. ¡Vengo por saldar la cuenta, señora Panchita! Ya estoy quedando como calzón de indio, fía y fía. Y ella sonriente, no se preocupe don Bolívar, usted, un hombre honrado. Toma un cuaderno sucio, roto; pasa las hojas ajadas de tanto hojear. Se detiene en una B que delimita el orden alfabético de los deudores y busca con cuidado mi nombre. Se detiene en una página con columnas largas y suma. Espero en silencio para no distraerla. La lista es larga, pero con gastos de poco valor, una libra de sal, medio litro de aceite, una funda de fideos, una caja de fósforos, un sobre de canela; porque hemos tratado de sacar a crédito lo menos posible y claro, comer como pájaros; porque el salario de ayudante de albañil, cuando hay, no da para

más y menos todavía, desde que la vaca cerró la llave. Tú llevas doscientos, no puedes ir con menos; porque quien sabe si encuentras trabajo en una semana. Hasta Piura cuesta veinte y de ahí a Loja, serán cincuenta, más la comida, quizá llegues con cien, que convertidos en dólares, quedará una bagatela. Si no encuentras chamba, tendrás que hacer remiendos para vivir en una casa posada hasta que puedas ganar algo. No Bolívar, no seas pesimista, tengo la fe puesta en la Virgen de El Cisne, ella nos ayudará para que trabaje y salgamos de la miseria; luego en Carmelina, tú la conoces, sabes con qué pobreza salió y al poco tiempo vino, no con riquezas, pero en otro pelo. Claro, que ella te ha ofrecido ayudar por lo que ya conoce la ciudad; pero las dudas, no faltan, Sonia. Otra parte de la vaca se queda en la tienda de doña Meche.

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mantenerlo limpio de espíritus extraños. Ahora, toda la esencia de demonio allanaba sus órganos a través de su boca, perforando su cuerpo por dentro, acabando con su vida. Trató de ver hacia la ventana, buscando el bálsamo de la luz de las estrellas y entrevió un rostro conocido que miraba la escena con el rostro lívido por el espanto. Era su esposa, que lo había seguido hasta allí. Tuvo el impulso de saltar para protegerla, pero le fue imposible. Anita veía horrorizada la escena, y rompió el cristal con un golpe extraviado. El ruido llamó la atención de la diabla, que regresó a verla con furia. Anita sintió cómo esos ojos brillantes y amarillos, encendidos igual que el infierno, le invadían el cerebro. Y luego invadían cada célula de su ser, sus huesos, su médula. Se apretó la cabeza con las manos, en un esfuerzo por sacar a la hechicera de su cuerpo, pero no pudo. Rodó las escaleras, pero a pesar del dolor, se levantó enseguida y echó a correr, presa de una angustia insoportable. Sentía un veneno amargo dentro de sí, un embrujo fatal, la presencia del pánico desbocado. Siguió corriendo, gritando desesperada, sin advertir los carros que derrapaban en su camino, tratando de sacar de su mente la infernal visión. Pero no importaba a donde mirara, seguía viendo en su mente los ojos amarillos y sintiendo la persecución del supay. El mundo de repente, se volvió inmenso. Corrió y corrió como una loca, por un tiempo que le pareció un siglo, hasta llegar sin saber cómo a la puerta de su casa, que atravesó dando tumbos en las paredes. Llegó a su habitación y se es-

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condió bajo la cama, aterrorizada por la visión amenazadora del mundo exterior. Y se quedó allí, inmóvil, sin atreverse a cambiar de su posición fetal. Unos rostros asustados se asomaron a su mundo al cabo de una eternidad. Ella trataba de decir sus nombres, pero no los recordaba. Oía sus palabras y trataba de relacionarlas con algo en su mente, pero no podía. —…tres días, por eso yo ya... —…solito, el guagua, pobrecito, qué desgracia… —…así son los hombres, hay que estar de suerte… —¿Y no quiere salir? —No, no, no entiende… —Dolores —dijo Anita, cuando al fin pudo articular palabra. Y fue todo lo que le quedaba de

comprensión del mundo exterior. Su hermana que había venido de Guayaquil, donde estudiaba, para encontrarse con aquel desastre. El pequeño Esteban que lloraba de hambre porque no había comido en tres días, su cuñado desaparecido y su hermana que había perdido la razón. Los vecinos Carrión se apiadaron del niño y ofrecieron ayudar con los gastos de educación, en razón de lo bien que se llevaban sus hijos con Esteban, desde que eran bebés. Anita poco a poco recuperó la conciencia, pero no pudo superar su pánico. No pudo volver a salir de su casa jamás. Y su hijo, Esteban Saritama, se quedó con una terrible culpa que cargar sobre sus hombros. Aunque se calló y no dijo nada. ⊡

sillo rocolero. Aunque podría creerse que el pasillo rocolero constituye una evolución del pasillo canción de las primeras décadas del siglo xx, algunos investigadores de la evolución del pasillo ecuatoriano (Pablo Guerrero G. y Juan Mullo S.) establecen que el pasillo rocolero tiene una tipología propia, posiblemente relacionada con las condiciones marginales de grandes sectores de la población latinoamericana. En Ecuador, el estilo corresponde a la situación de marginalidad de grandes grupos humanos que emigran desde los campos costeños y serranos hacia las ciudades de Quito y Guayaquil, con oportunidad del boom petrolero que se inicia en la década del 70 y la «modernización» de las dos grandes ciudades. Estos grupos de emigrantes rechazaban de alguna manera a la sociedad dominante y sus preferencias musicales del pasillo canción tradicional, para preferir las canciones tropicalizadas que provenían de la región del Caribe. Puede aceptarse también el hecho de que si estas condiciones de marginalidad de un gran sector de la población ecuatoriana han sido la tónica general de la historia social del Ecuador, el pasillo canción tuvo también su propio referente en los cantantes populares, aunque su presencia en la sociedad no se hace evidente por no considerarla digna de la aceptación del grupo social dominante. Esto vendría a ratificar lo que señala Fernando Tinajero en la cita que transcribimos, de que las identidades sociales no son sellos indelebles, sino caracteres transitorios que expresan las formas que asumen las sociedades según sus circunstancias

históricas, y que por consiguiente pueden ser modificables aunque mantengan parte de su naturaleza original. Conclusiones. Una visión «túnel», sin ningún análisis puede llevarnos a la conclusión de que la música rocolera constituye en el imaginario de los ecuatorianos una versión degradada de nuestra música popular considerada nacional, particularmente en el ámbito del género pasillo. Solo un análisis que considere los aspectos histórico, sociológico,

musicológico e incluso económico y comercial puede llevarnos a establecer criterios de comprensión del fenómeno rocolero. Desde el punto de vista musical, este estilo «banaliza» la música tradicional, porque mientras la interpretación de un pasillo de los años 20 a los 50 requería una verdadera vocación interpretativa, exigida además por el público, las canciones de rocola solo exigen espectacularidad, a fin de que el o los protagonistas logren llenar los coliseos o los estadios. Ahora bien, desde el punto de vista sociológico, las sociedades evolucionan o involucionan, y por tanto, hay que aceptar esa dinámica que se impone la socie-

dad, aunque no sea justamente la calidad el resultado de tales transformaciones, porque es imposible que se dé la calidad en la masificación. El análisis sociológico conlleva también considerar el fenómeno migratorio que ha afectado una gran población ecuatoriana. La migración rompe los esquemas establecidos en el ser social, y, por consiguiente, es presa fácil de quienes comercian con las emociones, siendo una parte de la vida emocional la música. Los intereses de comercialización de la musical no reparan en presentar las canciones rocoleras como «la música de mi pueblo». Al respecto, Esteban Michelena señala: «Si bien es cierto que hay una música que habla de eso que se parece a mi vida, también hay música dentro de este género que no repara en la posibilidad, lejana en verdad, de hacer realidad eso de la dignidad, del derecho a crecer, a despojarse de una actitud retardataria y chillona. El establecimiento goza viendo un pueblo que canta y festeja a la derrota, que acepta el estado de las cosas, que cree en la irremediabilidad del destino». Lejos de representar estas músicas la identidad nacional, proyectan hacia afuera una imagen pobre de la cultura y arte nacionales; pues, si bien existe una apreciable comunidad ecuatoriana que se identifica con la música de la rocola, no constituye de ninguna manera la generalización de que la identidad ecuatoriana, la de un país pluricultural esté representada en el estilo rocolero. Bien señala el antropólogo Alfredo Santillán: «Esta música no refleja la identidad de los ecuatorianos, la construye». ⊡

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Wilson R. Castillo T. Director del Cineclub de la CCE-Loja

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ntiendo muy bien cuando la crítica nacional se cebó con la película tildándola de «anacrónica». La dicotomía política entre una izquierda llena de héroes sobredimensionados frente a un conservadurismo obstinado, hacinado en una aislada ciudad, está explotado hasta la saciedad. Por cierto que Tania Hermida deja muy claro sus intenciones desde los primeros minutos del metraje, haciendo alusiones políticas —por todos reconocibles— a través de los nombres de sus personajes y su relación directa con nombres histórico–políticos. El antagonismo entre el libre pensamiento y la tradición ultra–católica ha sido visto y resuelto, tanto estética como temáticamente, a lo largo de la Historia del Cine. Entonces, ¿por qué merece la pena ver En el nombre de la hija, de Tania Hermida? A continuación le propongo algunas razones que trataré de exponer de la manera más lógica y coherente. Primero, el reparto actoral, no pudo ser más que acertado, en especial los personajes infantiles. Todos

—Lárgate —le dijo con su último rastro de orgullo. Gonzalo siguió arreglando sus tereques, pero cuando se puso un hermoso abrigo de cuero negro, largo hasta las canillas, su esposa saltó como fiera. —¡Ese es el abrigo de mi papi! ¡Ese no te lo llevas, cabrón! —le gritó halándolo de una manga para quitárselo. —¡Cálmate, cálmate, mujer! ¿Qué estás loca? ¡Suéltame! —aullaba, luchando por liberarse de las garras desesperadas de Anita. Al final, pudo más la indignación de bruja de la mujer, y el hombre tuvo que salir corriendo sin nada más que lo que tenía puesto. Una vez afuera, Gonzalo se detuvo en una esquina para recuperar la compostura. Le dio un puñetazo a la pared del vecino, y le dejó un hermoso hueco decorativo. Luego se lamió los arañazos de la mano para calmar un poco el ardor. Se sentó a esperar a que la luz del interior de la casa se apague. Podía irse sin ropa, sin un centavo en el bolsillo, sin nada. Pero no podía irse sin el bastón mágico. Dio la una de la mañana cuando las luces se apagaron y la casa quedó en sepulcral silencio. Gonzalo tenía mucho más que una vida secreta, tenía una responsabilidad con el mundo que yacía en su conciencia como parte de su naturaleza. Habría preferido decirle a su esposa lo que él era, pero le resultó imposible. El ser huérfana le había afectado los nervios. ¿Cómo decirle que él luchaba con demonios? Y Sadia era tan diferente, tan sofisticada, tan comprensiva. Tan insoportablemente sensual. Era irresistible hasta tener que llegar al punto de quiebre al que

había llegado. Ella sabía todo de él y lo animaba cada día a seguir adelante. Era tan solo ese sentido de respeto hacia su juramento de matrimonio lo que lo había detenido de poseerla. Pero ahora el juramento estaba roto. Gonzalo trepó al techo de la casa con facilidad. La casa vecina era un poco más bajita y formaba una rendija en la unión de los tejados de ambas casas. El hombre se deslizó hacia el hueco que formaba el techo de teja de la casa y el tumbado. Allí tenía guardado un cofre de madera lleno de pequeñas botellas de vidrio que contenían diversos preparados de hierbas que él usaba como hechizos, y también reposaba allí el bastón mágico. Lo tomó y saltó del tejado con agilidad de gato. Sintió un escalofrío al mirar hacia atrás y tuvo el impulso de volver. De ver al pequeño Esteban, de hacer las paces con Anita. Pero luego un imperceptible humo llenó sus ojos, y se volvió, encaminándose al cuarto de alquiler donde vivía Sadia. Vivía por La Tebaida Alta, en la casa de un amigo policía. La ciudad yacía a sus pies, titilando tímidas sus luces anaranjadas. Gonzalo tuvo la sensación varias veces de que alguien lo seguía; pero al volverse, nadie se veía en el horizonte. Observó el atrapasueños para ver si le decía algo, pero la piedra marrón en su centro estaba apagada y calmada. La pluma guía, azul y verde de su cresta, flotaba tranquila, ondeando al son de sus pasos. Abrió la reja negra que guardaba un largo pasillo, y luego subió por unas gradas que rodeaban la parte posterior de la casa hasta una menuda habitación que te-

nía una suave luz encendida. Allí estaba ella. Sadia vio su sombra llegar a través de la ventana, con una mirada hechicera, y una sonrisa de satisfacción al adivinar lo que había sucedido. Se relamió los labios al adivinar su triunfo. Abrió la puerta temblando de emoción y recibió en sus brazos a Gonzalo. —¡Al fin, amor! Al fin podremos estar juntos, ¿verdad? —le preguntó buscando la respuesta en el fondo de su alma. Gonzalo besó sus labios con fruición. Luego arrojó lejos su bastón mágico, su camisa, sus pantalones y se arrojó sobre la cama, sintiendo a Sadia enredada a su cuerpo como una pitón en un abrazo mortal. El cuerpo de la mujer era algo increíble. Esculpido por los dioses, bronceado de luna, elástico como los tentáculos de un pulpo. Cuando la penetró creyó que se hundía en una piscina de ambrosía, y cuando ella produjo una rotación de 180° para cabalgarlo, pensó que había llegado a un cielo hecho de miel, hasta que sintió una terrible punzada en el corazón. Lo peor del fortísimo dolor era la certeza de que había cometido un error. Sin poderse mover contempló cómo su amada Sadia se convertía en un horrible supay. Sus hermosos ojos verdes se encendían como brasas doradas, sus orejas se alargaban y sus dientes se convertían en afilados colmillos. Su piel se tornaba en áspera lija. La diabla le clavó la lengua en la boca, hurgándole las entrañas. Gonzalo sintió una terrible asfixia. Recién se daba cuenta de la terrible trampa en que había caído. Su cuerpo de guardián tenía una debilidad. Debía

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Anita juró que era la última vez que el maldito la engañaba. ¿Acaso pensaba que era idiota? Venía hecho el bravo a pelear con pretextos estúpidos, solo para negarse a dar ninguna explicación y largarse a la calle otra vez. Tenía un hijo al que casi no veía últimamente y no se le daba nada. Había cambiado tanto. De verdad que parecía otra persona. Ella se cansó de llorar en silencio, imaginándose lo que era obvio, y decidió encararlo. Escuchó la puerta moverse levemente, tratando de no hacer ruido, pero era una casa vieja, de tapia y bareque, de tejas del siglo pasado y gruesos tablones delatores, y ella conocía sus pasos sigilosos a fuerza de oírlos tantas veces. Pero Gonzalo, en esta ocasión, en lugar de desvestirse rápidamente y fingirse dormido a su lado haciendo las veces de costal de papas, se quedó mirándola en el umbral de la puerta. Anita supo que esta vez iba a ser la definitiva. —Tenemos que hablar —le dijo secamente. Ella no contestó nada, solo lo miró con rabia infinita y se tragó los insultos que

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se había repasado durante cinco horas de espera. —Verás Anita, vos ya sabes, te has dado cuenta que lo nuestro de unos meses acá no funciona —dijo midiendo las palabras—, créeme que he tratado por todos los medios de arreglar las cosas, pero… —¿Arreglar las cosas? —interrumpió ella con furia—. ¿Y cómo? ¿Desapareciendo todas las noches? ¿Largándote con otra? ¿Y dónde dejas a tu hijo? ¿Ah? El pequeño Esteban vino a la apesadumbrada mente del hombre. Su hijo, para quien él era su héroe. Su pequeño que no tenía culpa de nada. —¿Ya te olvidaste del problema que tuvo hoy? —le incriminó la señora—, le pegó a otro niño y casi lo mata. Lo mandó al hospital… —Sí, ya sé lo que pasó, yo estuve allí ¿te acuerdas? —dijo Gonzalo reaccionando con ira—, pero más de lo que ya he hecho, no puedo. Yo le aconsejé, le prohibí que se pelee y que le pegue a otro, y de todos modos lo hizo. Y…, bueno; de todos modos ahora

es tu problema. —¿Qué quieres decir? —preguntó Anita con angustia. —Me voy —contestó cortante. La mujer sintió como se le detenía el corazón en el pecho al ver como su marido abría el closet, y en una enorme mochila ponía su ropa y sus pertenencias en un desconcierto de colores. Respiró hondo y reprimió las lágrimas que trataban de escapar de su desesperación. —Pero, Gonzalo; espera, explícame al menos qué pasó…, estábamos tan bien y de repente cambiaste. —A mí me parece que fuiste vos la que cambiaste —respondió mirándola con desprecio. Ella buscó en sus ojos un rastro de amor, de interés, aunque sea de misericordia, pero no lo encontró. No pudo evitar desbordar sus ojos en una cascada. —¡Ah! —suspiró él, sintiendo algo de pesar—, tienes razón, fue de repente. Ni yo mismo me explico lo que me pasó con ella. Fue como si me hubiera hechizado, y yo… solo sé que la amo. Anita se limpió las lágrimas con un gesto.

no solo cumplen con su trabajo sino que además su interpretación es tan natural, evocadora y decididamente convincente. Hay que ver que lo único que juega en su contra es el guión políticamente forzado y —a decir de su directora— autobiográfico. Hay partes en las que se vuelve insostenible por este antagonismo que huele a pasado aburrido y superado. Estos fanatismos, como principios ideológicos, en un mundo que debe caminar hacia el humanismo y la tolerancia ideológica, no terminan de convencer. En todo caso insisto en la soberbia actuación de los actores de menor edad, en un país cuya filmografía no tiene buenos antecedentes de participaciones infantiles memorables. Pero, de nuevo, si bien todos los actores están a plenitud, son eclipsados de manera forzada por la actriz principal Eva Mayu Mecham Benavides, que domina todo, que se impone a fuerza, lo que me recuerda el carácter «izquierdoso» de la película. Lo dicho, cuando se enfrenta el arte contra principios ideológicos rancios, esperamos que salga airoso el primero, pero no siempre sucede así. Por cierto, hablando en este apartado de actores, Pancho Aguirre nos presenta una actuación más cercana al teatro que al cine, por cómo fue filmado y planificado, en todo caso él es un referente actoral indiscutible en Ecuador pero seguro que éste no quedará como un papel sobresaliente en su carrera. Yo vivo en un lugar muy apartado de la geografía nacional. Aquí se conservan muchas tradiciones que, a unos cuantos kilómetros hacia arriba o abajo, puede sonar a cuento chino, pero

es verdad. Aún se mantienen dogmas, creencias, silogismos arcaicos en todos sentidos: culturales, políticos y sociales. Aquí el evento de la globalización, — como apertura de pensamiento e intercambio de culturas para una convivencia mundial— parece desvanecerse, como si al llegar aquí se evaporara. Entonces entiendo el punto de partida de Tania Hermida, si uno vive en un lugar así, tiene el derecho de retratarlo, esto es una cosa y otra muy distinta es cómo se lo hace. La trampa está no en hacer un retrato bucólico–político, sino en lo que subyace en el fondo, que es desde cualquier punto de vista,

muy desfavorable. El meollo del asunto está en lo pretenciosa que se vuelve la actriz central —alter ego de la directora—, y en su discurso tan complaciente ante figuras ultra idealizadas de izquierda, más aún cuando es de vista y paciencia de todos, que los héroes ideológicos que tanto citan fueron tan o más corrompidos que muchas figuras de derecha. Por eso la gente, el público, no come cuentos, en este momento donde se busca precisamente el humanismo y la tolerancia. La cinematografía es impecable, una fotografía sobria, muy natural en la parte objetiva de la película y muy apreciada también en las partes oníricas que resaltan, que se dejan ver, pero que no justifican el resto de la película que he explicado anteriormente. En todo caso, sí la recomiendo ver puesto que es la oportunidad que tiene Ud. para considerar objetivamente lo que ha leído. La película no solo peca de pretenciosa sino de complaciente con una tendencia política que no simpatiza precisamente con la libertad de opinión, por lo que, con todo respeto señora Hermida, no puedo estar de su parte… ⊡

Cine Foro Lumière Conducido por Wilson Castillo T.

Todos los días miércoles desde las 07:30h Auditorio Pablo Palacio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Loja

ENTRADA GRATUITA Suridea —

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Wilson R. Castillo. T Adelanto del libro «Vacío de Lluvia» dedicado a Gaby Pacají Ruiz

Acaba de llover. El asfalto se viste de gris y corbata y se marcha con un aroma profundo a madrugada. Yo me he sentado a la orilla de mi cama, que ahora es un navío salvador de estrellas que brillan en la negra noche del vacío.

Y me pregunto mientras sostengo mi sombrero —para que no vuele con mis anotaciones—, si este hombre que aparece en tus sueños va sembrando por la noche canciones… Que al despertar escuchas como amaneceres que se unen a las notas de tus dulces pasos. El músico popular te dice: ¡Tú eres la musa majestuosa que nos salva del fracaso!

A veces, en estas horas graves donde el aliento es una delgada respiración, es tu nombre el que vuela con las aves, es tu nombre el secreto que guarda la composición.

¿Habrá un instante en que me adivine en él? Sentado aquí en esta fría y desolada madrugada me siento más sobrio que aquel que ha dejado de beber y piensa que su alma se ha ido despacio como una lenta fugada. Pero adónde ha ido te preguntarás. Porqué en las noches se va como un instante, se afila como halo y se peina aún más antes de ir a ver tus ojos constantes. Bueno, porque tú eres música, mi amada. Cada gesto, cada palabra que pronuncias toma formas y sonidos en la madrugada que tu dulce despertar anuncian.

Y con el paso del día van tomando instrumentos, les van colocando un alma y una intención, que es muy sencilla en estos claros momentos: cantarte, musa de musas. Madre de nuestra inspiración cuya imagen no se ha retratado en monumentos sino en sonidos y silencios que inspiran —como en esta madrugada—, al corazón!

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las cosas a su sitio después de la limpieza, por primera vez, lo hablé seriamente. Me escuchaba nervioso, parecía un poco asustado, y hasta preocupado. Quise perdonarlo, pero para que no repitiera la falta, lo puse en la penitencia, ante la presencia de los perjudicados, lo hice que se parara o sentara, para el caso daba lo mismo, en sus dos patas, y que permaneciera de frente a la pared. Discretamente lo vigilaba para que cumpliera el castigo. Cuando se cansaba de tan incómoda y humillante posición, pretendía bajarse, pero me miraba de reojo. Inmediatamente asumía humildemente su papel de castigado. Lo que mejor hacía, y nos divertía, era devolver las cosas que se le ordenaba traer. Así se podía decir que colaboraba y hasta en veces hacía mandados, como un niño pequeño. Por la mañana, especialmente, venía con los calcetines, con el jabón, con la peinilla que de antemano habíamos colocado a propósito para que los alcanzara y me los trajera. Pero lo que más le gustaba era devolver pelotas pequeñas y el disco de plástico, que como

un bumerang lanzaban los muchachos para jugar: «mira, Bolivero, donde cayó y pásamelo». Y era de verlo, ágil y listo regresaba, satisfecho de haber podido cumplir. Se expresaba con un movimiento acompasado y nervioso de la cola. Pero así son las cosas. Ese día, me habían invitado a una pesca. Era una bella costumbre de antaño, un poco bárbara, cuando los ríos de la provincia todavía tenían su fauna, que no había sucumbido ante la contaminación, y el barbasco. Se escogía un remanso en el cual podía haber algo, se lanzaba el cartucho de dinamita y luego de la explosión empezaban a flotar los pescados muertos, uno, dos, diez o más, según la suerte de los pescadores. Habíamos escogido el lugar de antemano. Nos instalamos, con todo lo necesario: gaseosas, cervezas, trago, comida, una guitarra, un radio portátil, y otras cosas más. Improvisamos un fogón. El sitio era un paraíso; junto al río los árboles, límpido el cielo, que cruzaban los pájaros de todo color y tamaño, sorprendidos por nuestra presencia. Estábamos felices. Llegó la hora de la verdad y tomé todas las precauciones, amarré a Bolivero en un arbusto, y quedó a buen recaudo; les pedí a todos que se alejaran un poco del remanso escogido, encendí un cigarrillo y prendí la mecha de la dinamita, decididamente la arrojé al agua, una vibración de círculos concéntricos en una casi imperceptible ola, me anunciaba que había dado en el centro. Pero, el momento menos pensado, ante el asombro de todos, vimos que Bolivero entraba al remanso nadando animadamente, para alcanzar el cartucho de dinamita. Me quedé estupefacto, cuando lo miré que satisfecho lo traía en los dientes. Cuando alcanzó la orilla, un griterío me hizo saber que todos se retiraban en estampida. Me quedé al último, porque no tenía valor para correr. Bolivero me buscaba afanosamente y no tuve otro remedio que treparme en el primer árbol que encontré. Desde arriba pude verlo íntegro, por última vez. Con la dinamita en los dientes, meneaba la cola despreocupado y satisfecho. Plum el estampido. Y terminó todo. Sólo alcancé a pronunciar una despedida poco elocuente: «para lo que quedaste, Bolivero». ⊡ Landangui, noviembre 18 de 2003

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Rubén Ortega Hay una incomprensión con las pequeñas cosas. Primero por ser cosas y luego por ser pequeñas. Me siento en esta mesa estrecha y aun así te pienso a cada instante donde me pesa hondo el pensamiento. Nunca podré olvidarlo. Se metió en mis recuerdos como una espina o como una puñalada. Me queda la cicatriz y me gusta enseñarla contando lo sucedido. Me reclamaba matrimonio, porque la verdad es que ya estaba un poquito pasada de moda, de años y de peso. Pero, yo me hacía el sordo. Un día me amenazó sarcásticamente, diciéndome «si este año no me bajas de la percha, me boto», yo no le hice caso, sonrientes los dos seguimos en lo mismo. Hasta que una tarde, regresé a casa y me encontré con un extraño regalo, que me entregó la empleada, diciéndome «esto le ha mandado su comadre». Lo tomé con ambas manos para sacarlo del cartón y advertí que estaba perfumado y limpio, traía un papelito en el que pude leer «Quizá logres que te quiera. Conmigo no pudiste. Se llama Bolivero». Todo me parecía tan extraño. Lo acaricié, y empecé por afeitarle los bigotes y cortarle los rizos que tenía sobre los ojos, para que pudiera ver sin molestias. Trabamos amistad de inmediato. Lo instalé lo mejor que pude, le obsequié un almohadón usado, hice alguno que otro arreglo para que estuviera a gusto y en el plato de plástico que le fue asignado le puse un poco de leche, que bebió con agrado, me dio las gracias moviendo la cola incipiente.

Cuando supe que mi comadre preferida se había escapado y que conmigo había terminado definitivamente, como reacción de adolescente, tomé en serio mis responsabilidades, y desde el día siguiente empecé a educarlo. Era vivísimo, demasiado inquieto, pero al mismo tiempo afectuoso y dócil. El primer ejercicio consistió en entrenarlo para que pudiera sentarse y hasta caminar en dos patas. Al fin logré que lo hiciera. Y cuando recibía mimos y

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aplausos por esa primera hazaña, se sentía halagado. Luego vinieron otros ejercicios y nuevas gracias. Pero también tuve que inventarme un castigo. Un día, cuando ya tenía más de dos años, y andaba en ajetreos con sus amigas del barrio, se había subido en la mesa del comedor y después de haberse comido todo lo que quiso, echó el resto al suelo. Teníamos invitados para el café en la tarde. Cuando nos encontramos con ese desastre, antes de volver

Ya me voy a buscar un jarro verde para que mis ojos se hundan en él y se tiñan. Quiero comprenderlos como a ese sonido que parece provenir de la afeitadora que va cortando el rastro de la mala noche de ayer.

Aquí, aún en este espacio existen otros más pequeños. Hay una zona de vida que abastece los estancos y va sellando las credenciales para presentarnos despiertos al último exilio donde nos han llamado. Ya me han ganado el corazón o lo rifaron el último domingo en ese inquietante bingo, donde me parece que había ido a buscar una tarjeta que lleva escrita una sonrisa de paz.

En todo caso me faltaba la respiración y esa bocanada de nube casi me atraganta por un instante. Hay que ver esa colilla de tabaco que amanece sonriendo de par en par con su brillo que al parecer se apaga de inmediato y necesita sólo mi aliento para revivir. Luego de volver a casa, en el trayecto, tengo la certeza de no haber perdido la ilusión. Tarareo la última canción registrada y pienso en ti como si no existiera esta ausencia incómoda entre ayer y hoy.

Por cierto, tengo una película en el reproductor que tiene una pausa de tres días, —sin ser precisamente una de Bergman o Tarkovski—. Es una que cuenta la historia de un ecuatoriano que se cree Houdini. Aún no creo que sea así. En este lugar del mundo si uno logra escapar no debería volver a ponerse las esposas. En todo caso acompaño el movimiento de los travellings con mi cabeza a ver si más allá del marco del televisor puedo encontrarme con alguna respuesta.

Me pregunté si hay una pequeña fruta que lleve un nombre curioso es la mandarina. ¿Mandar, o ser mandado, con la confianza de asentir y ser comedido como un pretérito instante que nadie recuerda? Entonces pensé una letra para una canción urbana:

Desengaño, ausencia de engaño. Lavado de ojos, sobre posición a espejismos 2.0. Mirada diagonal al dolor en la calle, futuro despoblado con alimentos.

A veces una canción esconde la auténtica intención de darle sentido a unas consonantes tristes. ¿No te parece? La vida se va, aunque camine más lento, y en estas pequeñas cosas, que se convierten en armatostes, llevo mi alma en pequeños retazos vivos que armonizan un autorretrato al puro estilo de los 30 de los monstruos de la Universal… Algo dejas en este mundo para que se quede con tu nombre, y en esa imagen que me contiene, ahora te pienso infinita…

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Yovany Salazar Estrada ysalazarec2002@yahoo.es

Nancy Magaly Chalán Zhunaula (Unidad Educativa Samana, Saraguro)

La migración constituye un fenómeno sociológico consubstancial a la génesis y desarrollo histórico de la civilización; sin embargo, cobra connotaciones especiales en algunos lugares geográficos como la ciudad y provincia de Loja, en donde la tradición migratoria ha sido muy significativa desde sus orígenes más remotos; puesto que, como lo manifiesta el Dr. Félix Paladines, nuestros ancestros paltas, se los considera «como originarios de la Amazonía (…) que, tramontando la cordillera de los Andes, se asientan en los territorios de la actual Loja». A las crisis económicas que, cíclicamente, han estado presentes a lo largo de la historia de Loja y el fenómeno de la sequía se agregan otros factores causales de la trashumancia de los lojanos: inequitativa distribución capitalista de los bienes materiales y simbólicos, sistema de hacienda, inadecuada implementación de la reforma agraria, injusto comercio que convierte al productor campesino en un «eterno perdedor», engorroso y usurario crédito estatal, escasa o nula asistencia técnica; y pobreza de la población que, en su momento más crítico, llegó a bordear el 80%. A estas causas socio económicas y materiales, hay que adi-

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cionar las culturales, antropológicas, psicológicas, que se han ido forjando con el correr de los tiempos como la denominada filosofía del desarraigo, con la que el lojano, en palabras de Trotsky Guerrero Carrión, se «aferra a su querencia tolerando años agrícolas malos, crisis económica y malos gobiernos pero, al mismo tiempo, con el don de dejar lo que más quiere si está convencido de que debe marcharse». En que, como lo ratifica el Dr. Félix Paladines, en el lojano: «el ansia de caminar mundos, de despertar frente a nuevos paisajes, como que está escrita en la sangre de la gente de esta provincia. Es su tatuaje que se llevará pero en el alma». Porque el lojano siempre tuvo un corazón abierto a la aventura, a ver lo que hay más allá, aun a costa de arriesgar su seguridad y tranquilidad. Su felicidad no es estar en el mismo sitio sino conocer, ver mundo, ver la vida, arriesgarse. Por ello «al hombre de Loja lo en-

contramos siempre con las botas de siete leguas, siempre en una actitud trashumante, siempre como el río: yéndose y renovándose». Estas causas explican el hecho de que los lojanos siempre fueron propensos a la emigración, interna, interprovincial e interregional, principalmente hacia la costa (El Oro), la Amazonía (Zamora Chinchipe y el nororiente), otras provincias de la sierra (Pichincha y Santo Domingo de los Tsáchilas), grandes ciudades del país (Guayaquil y Quito). Y, por las modificaciones de la economía global y las reformas en la legislación migratoria de los países receptores, en los años finales del siglo pasado y primeros del presente, Loja volvió a ser pionera en la provisión de migrantes, principalmente a España, Estados Unidos de Norteamérica, Italia, Francia, Gran Bretaña y otros estados nacionales del Hemisferio Norte, cultural, educativa, económica, científica, tecnológica e industrialmente, más desarrollados. Desde otro campo disciplinario y asumiendo la perspectiva sociológica para el análisis de la dimensión artística de la cultura existe plena conciencia que, por principio, las artes, en sus diversas expresiones y las letras, en sus distintos géneros, no cons-

Andrés era el sexto hijo de una familia de siete hijos. La familia estaba conformada por cuatro mujeres y tres hombres. Él era un muchacho que no podía gozar de libertad, ya que sus hermanas mayores siempre le decían que tenía que ayudar en los quehaceres de la casa. Cuando él quería realizar otras actividades, siempre le terminaban gritando por no obedecer. La mayor parte del tiempo, sus padres trabajaban y él solo los veía a la hora de la cena o, a veces, en las tardes. Cuando le veían, solo le saludaban y nunca le preguntaban cómo le había ido o cómo avanzaban sus estudios. Andrés no podía expresar lo que sentía por sus padres, nunca les daba un abrazo, ni les decía cuánto los quería, porque tenía miedo de que lo rechazasen. Tampoco ellos decían nada, a veces su padre le abrazaba y le decía te quiero, aunque solo cuando se embriagaba, pero él se sentía feliz de todos modos. Todos los días se despertaba con la intención de abrazar a sus padres y decirles que los amaba, pero siempre le vencía el miedo y no lo hacía. Así, Andrés terminó el Bachillerato a los 17 años, siempre controlado por sus hermanas en cualquier actividad que él realizaba. En esos tiempos, Andrés se volvió muy rebelde y terminaba discutiendo con sus hermanas,

cuando ellas le controlaban o le estaban diciendo qué hacer todo el tiempo. El padre de Andrés decidió mandarle a estudiar a la Universidad de Cuenca. Él se sentía muy ilusionado, porque pensaba que al fin iba a poder hacer lo que quisiera, sin que nadie le estuviese gritando y controlando. Andrés fue a estudiar a Cuenca, pero no aprovechaba sus estudios, sino que se dedicaba a beber, fumar y a estar con chicas, despreocupándose totalmente de sus estudios. Mientras, sus padres pensaban que él estaba estudiando mucho, pero ni siquiera lo llamaban para saber cómo le iba. Terminó el semestre y perdió el año universitario. Sus padres y hermanas le regañaron mucho por lo sucedido e incluso su padre le llegó a golpear. Así vivían, sus padres nunca se sentaban a hablar con Andrés para preguntarle lo que sucedía, solo le regañaban y pensaban que eso era el remedio para que él estudiase. Pasaban los años y Andrés comenzó a sentir resentimiento hacia sus padres y hermanas, pensaba que nadie lo quería e incluso quiso quitarse la vida a causa de la soledad y tristeza que sentía. Por ello decidió irse de la casa. Así, Andrés se fue a otra ciudad, donde empezó una nueva vida. Comenzó a trabajar de albañil y se quedó donde un ami-

go llamado Pablo. Él era un buen amigo, desde el momento en que Andrés le llamó, le brindó todo su apoyo. Pasaba el tiempo y Andrés no sabía nada de su familia, aunque no había ni un solo día en el que no dejase de pensar en sus padres y hermanas, en las noches en que sus padres lo abrazaban cuando era niño. Igualmente sus padres sufrían su ausencia. Por fin se dieron cuenta de que con sermonearle y golpearle no solucionaban el problema, más bien causaban dolor y resentimiento en su hijo. Por ello, decidieron buscarle para pedirle perdón por todo el daño que le habían hecho. Por su parte, Andrés también se dio cuenta de que vivir sin sus padres era muy difícil, que, aunque le regañaban, lo hacían por su bien y no por fastidiarlo. Cuando sus padres le encontraron, le pidieron perdón por todo. Andrés, sin resentimiento, los perdonó y por fin pudo expresar lo que sentía por ellos. Les abrazó y les dijo que no soportaría perderlos. Sus padres también la abrazaron y, desde entonces, se propusieron que, cuando sucediera algún problema, siempre dialogarían para ver cómo solucionarlo sin sermones ni golpes. Así llegaron a la comprensión y vivieron muy felices por el resto de sus vidas. ⊡ Suridea —

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explorar las tinieblas del alma. Escribir prosa es mirar un mundo potencial, hacerlo visible, materializarlo con palabras, porque el narrador es un indagador que otea y que examina, que se familiariza con lo extraño y que se sorprende con lo evidente. La obra Una obra, que conserva en su grafía los rasgos del tiempo en que fue creada, solo puede vivir en la consciencia del otro. La literatura es un fármaco de la memoria y del conocimiento porque permanece, es el alivio de la memoria, desde el presente de su creación hasta el futuro en el que interviene el lector. La literatura no inventa tiempo ni tiempos, sino que los recrea o los rescata del espacio inmóvil en que están. Ese espacio no es otro que la memoria. Pero lo que se mueve en la literatura no es el tiempo, sino la memoria, los recuerdos, convertidos en fragmentos de nuestra propia identidad, el mosaico de lo que un día del pasado, del presente o del futuro ha sido, es o será nuestro propio yo. En una buena narración debe haber acción, diálogo y reflexión y en repartir equitativamente estos tres aspectos reside buena parte del oficio del narrador. Una

narración no será literariamente significativa si no sabe arrancarle a lo que plantea algún modo de trascendencia, sobre todo por la eficacia de su estilo. De igual modo, debe combinar en su dosis justa la complejidad, la sutileza y la emoción. La ficción convencional y anodina nace muerta, busca entretener, llenar un tiempo, no genera preguntas, ni conmueve ni estimula al lector, y la lectura acomodaticia y banal no cala sin reflexión ni voluntad de estilo. Por ello, la variedad léxica suele ser el complemento que da valor añadido a las narraciones, convirtiéndolas en interesantes o atractivas La vida de Andrés puede ser la vida de cualquier lojano, asfixiada por la incomunicación, por la falta de afecto, por la inoperante figura paterna y la fría figura materna. Una vida monótona sin abrazos en la que el cariño de los seres más cercanos brilla por su ausencia. A causa de los estudios universitarios en otra provincia, la distancia ya no será solo emocional, sino también real. Esta solitaria libertad generará un punto de inflexión en el protagonista, que cambiará su existencia para siempre, y un resentimiento que solo podrá ser superado desde la comprensión

Obras premiadas:

Primer lugar: La vida de Andrés, por Nancy Magaly Chalán. Unidad Educativa Inka Samana. Saraguro Segundo lugar: Carlitos, por Noemí Concepción Bravo. Unidad Educativa Gonzanamá. Gonzanamá. Tercer lugar: Laguna sagrada, por Eulalia María Paqui. Unidad Educativa Inka Samana. Saraguro.

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y el perdón. Entre un padre y un hijo siempre debe estar la mano tendida, porque los errores tienen solución sin necesidad de sermones ni golpes. La vida de Andrés es un retazo de la vida de tantos jóvenes lojanos, que bien podrían haber protagonizado este relato, en el que la frontera entre realidad y ficción permanece desdibujada y tenue. Por su parte, Carlitos es la historia de Abraham e Isaac, la de un hombre generoso y querido por todos, a quien un hombrecillo desconocido pone a prueba. El amor a su hijo, el más inteligente de todos los que había engendrado, está cuestionado. Pero el padre supera la difícil prueba gracias a su bondad y a la fortaleza de la palabra dada y recibe como recompensa un futuro idílico para su hijo, como si de un azucarado cuento de hadas se tratase. Un final feliz corona una historia mesurada. Finalmente, Laguna sagrada cuenta aquello que le sucedió a Luis Sarango en una comunidad lejos de la ciudad, rodeada de montañas y extensos pastizales, donde la codicia aguarda agazapada a la espera de su nueva víctima, del incauto al que pueda inocular el veneno de la avaricia. En un ambiente enigmático y misterioso y con una presencia turbadora de la madre naturaleza, el relato se resuelve con acierto gracias a que el protagonista rectifica su conducta y se deja guiar por la razón y su comedido corazón, superando viciadas tentaciones. Felicidades a los premiados por su reconocimiento público y a la Casa de la Cultura por haber creado este premio literario, ojalá de mucho futuro. ⊡

tituyen hechos aislados del contexto socio histórico y cultural de la sociedad, en la que se desenvuelven los creadores. Esto significa que los cultores de la literatura y, dentro de ellos, los novelistas no construyen sus universos ficticios basados, solamente, en su genio creador, en su poderosa imaginación, en sus técnicas narrativas, sino que, también y, sobre todo, lo hacen teniendo como base referencial los hechos y acontecimientos culturales, sociales, históricos, económicos, políticos, antropológicos del mundo real, en el que viven e interactúan o de lo que han llegado a tener conocimiento, mediante las lecturas de diversos soportes de información, las experiencias de vida, los viajes, lo que se hace público, a través de los medios de difusión colectiva y las tecnologías de la información y la comunicación o lo que se asimila mediante las múltiples formas de interacción humana. Sensibles a esta realidad de la cultura literaria y su valoración se ha considerado pertinente iniciar con el complejo proceso de lectura crítica, analítica, interpretativa, valorativa y contrastiva de las fases o etapas del proceso migratorio y de los principales rasgos identitarios del sujeto migrante recreado en tres novelas representativas del canon literario lojano de todos los tiempos: El éxodo de Yangana de Ángel Felicísimo Rojas, que recrea épicamente la migración de los lojanos hacia la Amazonía ecuatoriana como la nueva tierra de promisión; La seducción de los sudacas de Carlos Carrión Figueroa (aún inédita) y Trashumantes en busca de otra vida de Stalin Alvear,

que representan magistralmente las causas y consecuencias, preparativos y trayectorias, dolores de las despedidas y aspiraciones de imposibles retornos, arribos y desilusiones, sueños y pesadillas, esperanzas y desengaños, integraciones y exclusiones, realizaciones y sensación de incompletitud, certezas y ambivalencias, éxitos y fracasos, memorias y olvidos, nostalgias y utopías de los sujetos protagonistas de la última estampida migratoria de lojanos y ecuatorianos hacia el extranjero, principalmente, con dirección a España. La migración en la novelística lojana, el trabajo que hoy se hace público está muy lejos de pretender agotar el estudio de la producción literaria lojana que aborda el fenómeno sociológico de la migración, interna e internacional, porque de los restantes géneros literarios aún no se ha dicho absolutamente nada e incluso quedan pendientes dos novelas de reciente publicación: El Inmigrante del polifacético escritor calvense Gonzalo Merino Pérez, que relata la historia de una familia migrante de Guayaquil hacia Estados Unidos de Norteamérica. Y El Retorno del narrador pozuleño Aquiles Jimbo Córdova, que recrea la vida de una familia lojana que se ve obligada a emigrar hacia la capital de la república, huyendo de la amenaza de la secular sequía y en busca de una mejor condición de vida. Por reconocer y hacer posible la publicación y presentación de este esfuerzo inicial deseo agradecer, de corazón, a todos quienes conforman la Institución rectora de la cultura lojana. De similar manera lo hago con los integrantes del Consejo Directivo

de Investigación de la Universidad Nacional de Loja, por haber tomado la decisión de aprobar la ejecución del Proyecto, que fuera presentado por un equipo de docentes y estudiantes de la Carrera de Lengua Castellana y Literatura, en torno a La representación del proceso migratorio y del sujeto migrante en la narrativa ecuatoriana, cuyo apoyo institucional nos está permitiendo avanzar en este complejo proceso de valoración de las obras narrativas de la literatura ecuatoriana, que se han elaborado teniendo como temática central el problema de la migración. Un especial reconocimiento, asimismo, a mi familia, por su permanente apoyo y, de forma muy especial, a mi esposa: Dra. Marlene Elizabeth Castro. ⊡ Loja, 04 de julio de 2013

Yovani Salazar Estrada, Doctor en Ciencias de la Educación (1993) y en Lengua Española y Literatura (2000). Magíster en Docencia Universitaria e Investigación Educativa (1998) y en Estudios de la Cultura, Mención: Literatura Hispanoamericana (2004). Profesor de la Universidad Nacional de Loja, en áreas de expresión oral y escrita, investigación lingüística y literaria, teoría, crítica y análisis literario.

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Carlos Ferrer

José Luis Íñiguez

Seleccionado del Concurso Internacional «Érase una vez...un microcuento» y publicado en la antología del mismo nombre. España, 2013.

Los imaginó con horror. Los parió sin dolor y sin derramar sangre. Los maldijo con mirada tétrica y cuerpo trepidado. Los agarró con fuerza y los lanzó (Se detuvo un momento. Era sólo un descanso). Fue cuando entonces los recogió con iras y los aplastó. Ellos no pudieron quejarse. Quedaron inertes, inmóviles. Es así como asesinó mientras dormía, todos sus sueños. Loja, marzo de 2013

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José Luis Íñiguez Granda (Loja, 1996). Estudiante de secundaria, escritor, orador y promotor cultural. Obtuvo el primer puesto en el IV Concurso Provincial de Cuento Ecológico 2010 y el primer puesto en el Concurso de Oratoria por las Bodas de Oro del Orfanato Dorotea Carrión, 2012. Su trayectoria cultural y literaria ha sido reconocida por el Concejo Municipal de Loja; Consejo Municipal de Newark, New Jersey, EE.UU; Centro Social Loja de New Jersey, EE.UU; Cámara de Comercio Ecuatoriana Americana de New Jersey, EE.UU; e Instituto Educacional Miguel Ángel Suárez. El Consejo Nacional Todas las Sangres de Perú lo condecoró con la Orden José María Arguedas en el Grado de Gran Gestor y Promotor Cultural. Es articulista de tres diarios de la localidad y sus creaciones se han publicado en los libros Rumbo al estío, Cuentos Ecológicos y en las antologías Cada loco con su tema (México) y Érase una vez… un microcuento (España). Además, en las revistas Pa’labrar de la CCE–L, Konceptos, De frente, Q’bien!, Clinicasa y Vicio Perfecto (Perú). Ha participado en encuentros nacionales e internacionales de escritores y actualmente se desempeña como presidente y director de prensa/difusión del Consejo Internacional Todas las Sangres Capítulo Ecuador.

Leer literatura es haber leído y cuanto más leemos, mejor sabemos hacerlo y mayor es nuestro deleite. Leer permite vivir más, vivir otras vidas, explicarte el mundo y explicarte a ti mismo. Leer es un acto simbiótico, porque los lectores suman su imaginación a la del autor al adentrarse en su universo, al participar de las vidas de los personajes y formarnos, a partir de sus palabras y descripciones, una imagen mental de ellos. Por la imaginación accedemos inesperadamente a la realidad, esa nostalgia del presente, porque la imaginación es el recuerdo de lo que nunca sucedió. El lector mira el mundo cuando se convierte en personaje: cuando participa de esa realidad del otro que le transmite la ficción. Leer consiste en saberse otro: en ser otro y en creerse no más ni menos real que ese otro. La lectura es el resultado de un acto que va de la orilla del autor a la del lector, a través del cauce que traza la escritura y con el lenguaje como punto de unión. La lectura es lo que te permite hacerte dueño de un lenguaje, que no sólo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones. La lectura se lleva a cabo no para obtener mayor aceptación social, sino para superarse, para desarrollar nuestras potencialidades, para llegar a ser un hombre más pleno. Hay que leer para encon-

trar el camino, para construir el camino, para andar el camino, para hacer un alto en el camino, para olvidar el camino, para rehacer el camino. El libro El libro es la forma directa de llegar a uno mismo: de comunicar con lo otro, de ser lo que se es y de serlo solo con los demás. El libro nos hace sabedores de nuestro propio ser y cómplices de nuestra propia nada, el libro nos lleva a un lugar donde nos esperamos solo a nosotros mismos. El libro es lo que queda tras haber recorrido tantas veces el mismo lugar, como un surco, una herida en la tierra, una huella reiterada de unos pasos afanosos. El lector El lector no es nadie sin la indiscreción básica que le lleva a leer una página tras otra en busca de un texto literario, que agite su espíritu. Lejos de bailar al ritmo de la moda, un buen lector se adentrará en los autores consagrados de todas las épocas y naciones, en lo mejor que se ha pensado y dicho en el mundo, aunando así pasado, presente y futuro. Pasado porque recoge a través del lenguaje escrito otra voz diferente a la propia, pero que solo adquiere vida mediante el yo del lector; presente porque sin él no habría posibilidad de experimentar otro tiempo, el tiempo en el que fue escrito el texto

literario y al que hace referencia; y futuro porque el no tenerlo implicaría la negación del presente. Y es que el presente lo es, porque cada latido que lo constituye es esperanza del latido que viene. La palabra La palabra y el lenguaje son un instrumento creador, una excelente embarcación para seguir la ruta, para intentar unir a los seres humanos en fecundos senderos de racionalidad. Las palabras nos sacan de nuestra monótona y asfixiante soledad. Nuestras palabras son fruto de muchos hombres y el papel en blanco solo devuelve lo que una vez fuimos. El destello de la nada. El grato regusto de lo singular. El escritor Cada escritor, forjado sobre su propia memoria, integra, a través de ella, las experiencias colectivas y asume, a través del filtro de su individualidad, todo aquello que, después, se transformará en obra literaria fruto del latir letraherido de su autor. El hombre que escribe deja fluir su pensamiento al ritmo que marca el tiempo de su soledad y, en ese tiempo, el lenguaje marcha por las líneas de la escritura. Escribir consiste en establecer una conversación destinada a derrotar la soledad, la tristeza y la angustia que, en ocasiones, acompañan al individuo, porque la literatura es una linterna que nos permite

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José Luis Íñiguez

Juan Aranda Gámiz

Finalista del Concurso Internacional de Cuento Breve «Cada loco con su tema» y publicado en la antología del mismo nombre. México, 2013.

Si otra historia pasada fue mejor, y si el cielo se abrió de madrugada o si tú fuiste canción; si el pájaro se mueve con ardor, s si hay vida en la mirada o para ti no queda emoción. Oigo que no lo digo y digo por no escuchar, compasión; pienso que no camino y camino para no pensar, oración. Creo que no sueño y sueño por no creer, vocación; veo que no siento y siento para no ver, oración.

Asiento que no lo miro y miro para no asentir, desilusión; vivo que no lo sufro y sufro por no vivir, oración.

Si algún día fue de los dos, y si la calle está cansada o si el brazo gastara munición; si la despedida no es un adiós, y la sombra sonara a balada o en las manos no hubiera sumisión.

Si hoy tiene más horas que ayer, y si el regalo sonara a partida o el deseo no pasara por el corazón; si los pasos pudieran leer, y tu esperanza estuviera abatida o tu almohada tuviera otra sensación. Si la vida no fuera aventura, y si la puerta no te dejara ver o si la luz no tuviera pasión; si el pan se olvidara de la levadura, y si en nadie pudiera creer o si solo hubiera una nación. Si la calle estuviera solitaria, y si el cielo azul fuera un antojo o si el niño no sintiera los brazos;

Juan Aranda Gámiz. Nació el 27 de julio de 1958 en Málaga, España, médico de profesión, reside en Loja y es autor de libros como Más vale prevenir; La diabetes, un libro para todos; Medio ambiente, nuestra gran verdad.

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si el bolsillo cantara alguna plegaria, y si el mar solo fuese rojo o si los saludos dibujaran trazos.

Si los ancianos te hablaran de antaño, y si una mujer te enseñara la soledad o si un vagabundo te diera su cama; si encontrase herido al nuevo año, y si los lamentos tuvieran verdad o si el pájaro no volviera a su rama. Si la sonrisa fuera emoción, y si el verso se desgranara o si la lágrima tuviera algún color; si en la ternura hubiera oración, y si la palma no se arrugara o si el susurro tuviera un hervor.

Si todos uniésemos el corazón, y si una voz fuera suficiente o si la hora del reloj latiera; si alguien pudiera traer la inacción, y si el mundo pudiera decir lo que siente o si el poeta regalara los versos que sintiera. Si un niño entendiese su pasión, o un abuelo nunca fuese confidente o la pared dejara de ser un embargo; si el color no fuese una ilusión, y el hambre un color invidente o si el dolor solo fuese por encargo.

Si un dibujo tuviese corazón, y una caricatura fuese tu espejo o una palabra operase tu destino; si un paso descargase su ambición, y un beso nunca se hiciese viejo o si todos tuviésemos el mismo camino.

Otra noche ha caído y todos con sus huesos entumecidos esperan dormir. La ciudad descansa plácida con suelo muy húmedo, producto de una chiflada y terrible situación climática que la azota. La lluvia nos visita prolongadamente en este mes de junio —seguramente para julio será igual—, y además, nos deja profundos dolores en nuestros frágiles huesos. Todo individuo, por más agraciado que sea, se queja del maldito frío; el achachay no deja de relinchar en mis oídos y el pareciera tener nariz de perro, ha sido la frase célebre en lo que va del mes. Y claro, refutar esto, sería torpeza. He sentido todo un potaje de frío, heladez y justo ahora, estoy con nariz de perro. Empero, no creo ser justificación para dejar de escribir cosas descabelladas, puesto que una bufanda andina que hace más de un año la traje de Perú, cuando visité Machu Picchu; una chaqueta holgada, de luto y con estrepitosa capucha que desordena mi perfecto peinado de intelectual; dos pantalones gruesos que me cubren las piernas y me hacen más relleno de lo que soy; un par de medias que me llegan casi hasta las rodillas; y zapatos de uso diario, me acompañan cual perro fiel a su mayordomo. No me he colocado

guantes en este rato, porque con ello, se me hace imposible escribir. Además, si me los colocara, pareciera un maniático ladrón o un fastidioso detective de barrio. Y es que sin duda, la pereza ha sido desayuno, almuerzo y cena de todos los días de junio. Me he levantado, y al salir al primer patio de mi casa, un luctuoso ambiente ha turbado mis ojos y ha hecho trepidar mi cuerpo. He aparecido ante el mundo como un gallo mojado, tiritando y casi muerto de frío. Y esa no era intención mía. Como el ambiente está de velorio, he decidido ser un vagabundo, mejor dicho, un completo y arruinado vago que no desayuna, descansa todo el día y que posee la pírrica norma de saborear un hirviente y delicioso almuerzo preparado por su madre, pero luego de tanta arrogancia e insistencia. Al llegar la tarde, por el frío, aparte de ocioso, me convierto ahora sí en ermitaño completo. Paso encerrado en mi pieza y nada me distrae, más que tener los ojos abrochados y soñar que un sol radiante vislumbra mi querida urbe y me brinda ese calor para, con entusiasmo, emprender las tareas diarias. Algo parecido con lo que sueñan los cubanos: ¡Librarse del socialis-

mo!, ¿o de los Castro? ¿No les parece? Al despertar, sigo en cama cual desvalido que morirá dentro de unas horas. Y si soy desvalido, vagabundo y vago, es porque todos —al igual que yo— nos hemos convertido en hijos del maldito, mejor diría yo, del tortuoso frío que nos vapulea. Es indiscutible que en junio y julio, todos, sin excepción, nos convertimos en hijos del frío. Y aquellos que sin sentir frío cometen todo lo que hago cuando me sobreviene el frío, no son hijos, sino peritos del frío. Es decir, especializados en vaguería humana. ¡Vean! Hasta el frío tiene sus profesionales. Yo no lo sabía, sino hasta que escribí este folio de ideas frías. Y si son frías, es porque son locas. Y si son locas, no sé por qué las han leído, peor sabré, por qué las he escrito. ⊡ Loja, junio de 2012

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Galo Guerrero Jiménez

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olo un lector atento es capaz de generar procesos de construcción y reconstrucción mientras al pasar la vista por cada una de las letras y de las palabras de un párrafo, logra desentrañar los infinitos sentidos que puede tener un texto. En este caso, son el cerebro y el corazón los que cumplen un papel esencial de conformidad con los fundamentos psicoexperimentales y la información lexicológica, gramatical y pragmática que el lector posea a la hora de descifrar los símbolos gráficos que reposan en el texto escrito. Estos elementos tienen la habilidad de despertar en un lector atento las capacidades intelectual y espiritual suficientes para que entren en juego toda su madurez emocional y su talante creativo, y pueda disfrutar cognitiva y afectivamente de las interpretaciones que el lector sepa descifrar del texto leído.

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El lector atento es un lector activo que piensa; pues, se convierte en un asiduo procesador de la información y de los elementos no dichos en el texto. En este sentido, el texto es una realidad compleja. No basta solo con extraer, comprender y analizar la información que el texto tiene; más que la información, son los elementos que no constan en el texto los que enriquecen cognitiva, afectiva y actitudinalmente al lector atento que sabe comprender literal, inferencial, crítica, valorativa, proactiva y recreativamente cada elemento que paulatinamente va descubriendo en el texto leído. Lector que logra descubrir los elementos no dichos en el texto, es el lector que aprende a pensar y a gozar intelectual y emocionalmente, y que por lo tanto puede disfrutar de una infinidad de mundos que el texto leído le genera. Como dice Graciela Montes: «Cada lector hace su lectura de la obra y hay tantas lecturas como lectores. Cuando un lector lee un libro, el texto resuena a su manera; se produce un diálogo, una dialéctica de imágenes y resonancias que hace que esa lectura sea única» (citado por Delgado, 2011, p. 22). Eso de que el texto resuene a su manera en cada lector atento, es lo que le lleva al disfrute personal, al encuentro con lo más excelso de sus emociones y de toda su idiosincrasia humana. Al respecto, Francisco Delgado Santos sostiene que «la lectura nos acompaña, nos lleva a vivir vidas diferentes y a convertirnos en los héroes de nuestras aventuras textuales; nos permite conocer diferentes opciones de vida, para que podamos escoger lo que deseamos hacer nuestro; nos señala, como en un espejo, las interioridades de nosotros mismos, nos enseña a vivir y nos permite ensayar el más alto y firme de los vuelos: el vuelo en libertad» (2011, p. 23). Claro que este disfrute, este gozo por la lectura no es accidental; viene después de mucho esfuerzo, de una larga disciplina en el estudio de una lectura atenta, activa, proactiva, y de un trabajo continuo de interpretación personal, sobre todo de los textos «dulces» que son los que más humanismo portan porque recogen y procesan artísticamente ideas y sugestiones al estilo de lo que alguna vez dijo Francis Bacon, citado por Camila Henríquez Ureña: “ «Leed no para contradecir y refutar, ni para creer y aceptar, ni para hallar palabras o discurso, sino para pensar y considerar» (Compilación de Waldo González, 2009, p. 19). ⊡

Desde mi butaca

Carlos Ferrer Puebla de las mujeres de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero es una producción correcta de teatro aficionado, que el público disfrutó y aplaudió. Solo hubo algún detalle a corregir, pero que no empaña el logrado producto final: el hecho de que la copla que le corresponde a la enamoradiza Juanita la Rosa no fuera cantada, como es de esperar de toda copla. La compañía teatral de la UTPL ya ha demostrado anteriormente su pericia sobre las tablas, por lo que no debería abandonar la vía de los grandes autores (Molière) por la de los dramaturgos de poca altura literaria como los trasnochados Álvarez Quintero, que ya ni siquiera en su Andalucía natal son representados. El teatro debe ser un escenario de ética y estética, un alimento espiritual y emocional y el de los Quintero, pura evasión y entretenimiento, no es ni uno ni lo otro, no pretendió serlo en su momento, conformándose con teatralizar lo más intrascendente y cotidiano y recreando la epopeya y la iconografía de una clase media, cuyos referentes hoy ya se han perdido y cuya situación resulta lejana. Esta compañía puede y debe exigirse más, posibilidades tienen de alcanzar cotas más altas. Por su parte, Psiquiatría adulterada es un paso atrás para Es-

caleta Producciones. La obra acumula escenas, a excepción de las de Mefistófola y dios, de interés escaso a causa de la acumulación de tópicos tediosos, como los que representa, por ejemplo, el personaje de la Agraciada Narcisa, una mujer banal y pretenciosa que no puede salvar la esforzada interpretación de Maritza Apolo. Tampoco, por citar otro caso, el empeño de la actriz Florita Gutiérrez puede salvar de la quema a su personaje, que nada en aguas de nadie porque no tiene que contar nada más que unos devaneos poco estimulantes para el espectador. La pieza encadena escenas con la consulta de un peculiar psiquiatra como eje vertebrador, pero el humor y la reflexión brillan por su ausencia, fruto de una dramaturgia que parece creada al paso. La carencia de un ritmo sostenido (cuidado con los silencios) y de una tensión dramática in crescendo terminan por pasar factura a una pieza poco madurada. Los responsables de la compañía deben tener presente que su prestigio está en juego en cada representación y que el prestigio perdido ya no se recupera. Finalmente, Prohibido suicidarse en primavera del dramaturgo español conservador Alejandro Casona (1903–1965) es una comedia que puso en escena

el grupo Seres Extraños siguiendo la adaptación de su director, Eduardo Hidalgo. El teatro de Casona es una melancólica fantasía, dirigida a un público que no desea alusiones a aspectos críticos de la sociedad de su tiempo y que se halla cómodo presenciando comedia con emotivas sorpresas emocionales. Lo que atrae de Casona es precisamente su poder de emoción y las dosis bien administradas de amor, Dios, muerte y bondad, los pilares de la dramaturgia de Casona. El autor español eligió la senda de la fantasía poética, logrando la armonía entre los elementos fantásticos y los reales, idealizando pasiones e impulsos en una atmósfera extraordinaria, repleta de ensueño. Una senda en la que se ensalza la capacidad del hombre para inventar un paraíso a medida, fuera de la realidad social imperante, como sucede en esta obra escenificada por Seres Extraños, fechada en 1937. La representación del 6 de septiembre estuvo empañada por el molesto soniquete de fondo del concierto del Parque Central, ya que el teatro de la CCE no está insonorizado. A pesar de ello, la citada compañía logró montar una representación digna y correcta, en la que solo desentonaron la sobreactuación del actor que interpretó al personaje de Hans y el gesto reiterativo del «dedo acusador» del actor que hizo el papel de Juan. Para finalizar, recomendar en la medida de lo posible la elección para futuras puestas en escena de obras de Jordi Galcerán, Juan Mayorga o Miguel del Arco, mucho más representativos de la literatura dramática española para el público de hoy que Casona o los Quintero. ⊡

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LOJA SOBRE TABLAS: ÉXITO ROTUNDO

Fue anunciado previamente con una conferencia de prensa. En la semana del 5 al 10 de agosto, Loja revivió el espectáculo que le corre ancestralmente por las venas. De lunes a viernes, y algunos días incluso con dos funciones diarias, ocho jóvenes com-

pañías de teatro, conformadas por chicos y chicas que no pasan de los 25 años, llenaron el auditorio de la Casa de la Cultura con un público ávido y receptivo que disfrutó y aplaudió con entusiasmo la mayoría de las obras presentadas. Naturalmente, esto es solamente el despertar del teatro en Loja, tras una larga etapa de adormilamiento, y, como todo despertar, requiere de un espacio para desperezarse y espabilarse completamente antes de poner en juego su potencial renovado.

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Tras esto vendrá la ardua etapa de perfeccionamiento, no solamente actoral, sino también de aquel ítem tan importante como aparentemente secundario, a saber, todo lo que tiene que ver con tramoyas, utilería, decoración de escenarios, sonido, luces y efectos especiales, sin lo cual no se puede garantizar un espectáculo de primera. No obstante, en líneas generales, la performance histriónica de los actores ha sido muy de aplaudir, ya que muchos de ellos vienen de cursar estudios en países como Argentina y Bolivia. Aparte de actores experimentados como Alain Chaviano, causaron buena impresión Eduardo Jaramillo, Eduardo Hidalgo, Irvin Aguilar y otros más. Pero el gestor principal de esta iniciativa ha sido el doctor Félix Paladines, presidente de la CCEL, quien, tras muchas reuniones con las distintas compañías de teatro, ha logrado poner en marcha, conjuntamente con ellas, esta encomiable iniciativa que se ha visto plasmada en el Primer Festival de Artes Escénicas, Loja sobre Tablas. Abrió la semana la Compañía de Teatro de la UTPL con la obra Puebla de Mujeres; al día siguiente se mostró Jugando en Escena, a cargo de Jin Gin Teatro Films. La compañía de Teatro Antifaz, por su parte, puso sobre las

tablas Fragmentos. El miércoles 7 de agosto, la compañía Trabuco estrenó la obra Vuelve el Pájaro a su Nido, y Escaleta Producciones presentó Psiquiatría Adulterada. La Comedia, por su parte, puso en escena Amores por Internet, y la compañía Seres Extraños presentó Prohibido Suicidarse en Primavera. El festival se cerró con Recontando Pasos, obra presentada por Colectivo de Actores Circenses. El teatro no admite pasos en falso, ni menos improvisación de argumentos y peor aún de libretos. Si se quiere poner en escena una obra por semana, como se piensa, se deberán escoger con cuidado las obras a presentar, que deberán suscitar interés, de lo contrario difícilmente podrá formarse un público ni crear una escuela respetable, aparte del tiempo que se requiere para montar cada obra. Y otra cosa, si las entradas van a ser pagadas, como en justicia corresponde que lo sea, deberá tomarse en cuenta la calidad de las obras a montar, de lo contrario el público no vuelve. Hay obras inmortales, consagradas, clásicos que no pasan de moda, que además de entretener forman públicos, y habrá que tomarlas en cuenta a la hora de elegir entre algo nuestro, improvisado y escrito sin oficio, o una obra de un autor reconocido. ⊡

Una importante muestra fotográfica se llevó a cabo en Loja, en la sala de exposiciones del teatro Casa de la Cultura. Desde el primero hasta el 29 de agosto se expuso parte del trabajo de Alicia González, Rommel Ortega, Luis Alfredo Cosíos, Hernán Garrido, Sergio Sánchez, Edison Toapanta, Johana Japón y Iovana Jaramillo, todos ellos talentosos artistas plásticos. En la muestra fotográfica de Alicia González brilla ante todo la naturaleza, la belleza de lo minúsculo, desbordante de vida. Rommel Ortega transforma lo cotidiano en extraordinario, así como Cosíos muestra la naturalidad del ser humano con sus encantos

y defectos. Hernán Garrido es un singular paisajista con una habilidad especial para comunicar paz y sosiego a través de sus imágenes. Sergio Sánchez propone una mirada fugaz de lo que fue y ya no es, del instante en que sucede un hecho que se queda para siempre en la retina. Edison Toapanta, por su parte, con su cámara y su motocicleta recoge la riqueza patrimonial de la arquitectura vernácula en fotografías de acabada belleza, así como Johana Japón nos transporta al infinito a través de la belleza azul de su fotografía celical, y Iovana Jaramillo traduce en imágenes la cotidianidad de lo colectivo

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Una experiencia inolvidable, así prefiero llamar a los momentos vividos en las dependencias de la institución rectora de la cultura y destinada al fomento del arte y difusión de la cultura de los pueblos: la Casa de Benjamín Carrión en Loja, que ha procurado varios espacios para que niños, jóvenes y profesionales sean actores culturales que se expresen con total libertad. Intento imaginar el rostro de beneplácito y alegría de dos hombres grandes de Loja, al mirar a los niños y niñas soñar, jugar y expresarse en formas y colores, en iconos y garabateos propios de su inocencia. Al citar a dos hombres grandes de la cultura lojana, me refiero a Benjamín Carrión —nombre grabado perennemente en el sentir cultural ecuatoriano y lojano principalmente— y a su Casa de la Cultura en cuyas instalaciones los niños rindieron justo homenaje a otro gran hijo de esta tierra y reconocido artista plástico: Eduardo Kingman Riofrío. Los niños y niñas de Loja tuvieron un acercamiento a la vida y obra del gran maestro de la plástica ecuatoriana y lo plasmaron rindiéndole

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homenaje en la conmemoración del CENTENARIO DE SU NATALICIO y en el marco del Concurso de Dibujo y Pintura Infantil FORMAS COLORES E INOCENCIA 2013, evento que se ha constituido en un espacio gratificante para niños y niñas, por cuanto es el punto de encuentro propicio para expresarse a través de formas y colores. En esta oportunidad, durante los días 3, 4 y 6 de junio se realizó esta fiesta de arte infantil que reunió a setenta y seis niños y niñas de diferentes establecimientos educativos de la ciudad de Loja. Es muy satisfactorio poder evidenciar el crecimiento que este espacio ha tenido, contando cada vez con un mayor número de participantes, demostración también del apoyo que estos niños tienen en sus establecimientos educativos y en sus familias. De esta forma la Casa de la Cultura sigue plasmando la teoría de la «pequeña nación, pero grande culturalmente», de Benjamín Carrión.

Acto de premiación

Alicia González COORDINADORA

Pintura de un niño ciego

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