Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja Nº 23 – Febrero 2014
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Salón Nacional de Pintura Infantil Carlos Rodríguez, organizado por la Matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito, 2013). Bryan Flores Chicay, Gran Premio en la categoría de 9 a 10 años
SEGUNDO CUEVA CELI RAFAEL MINGA HÉCTOR MANUEL CARRIÓN RESEÑAS / CUENTO / POESÍA / ENSAYO XVII SALÓN DE NOVIEMBRE GUILLERMO HERRERA SÁNCHEZ
Suridea / Órgano informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Nº 23 – Febrero 2014 || Editor: Luis Salvador Jaramillo || Directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja: Presidente, Félix Paladines Paladines; Vocales principales: Adriana María Jaramillo Vélez, Jorge Mijail Valarezo Loaiza, Yovany Salazar Estrada, Alicia Piedad Ochoa Valdivieso; Vocales suplentes: Antonio Bayardo Cuenca Mayorga, Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo, Ligia Beatriz Cárdenas Dávila, Leonardo Eudaldo Chamba Herera; Secretario (e): Julio Espinoza Bustamante || Imagen de portada: Juan Luzuriaga, Mención de Honor Salón Nacional de Pintura Infantil Carlos Rodríguez || Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Dirección de la Editorial, Luis Córdova Espinales; Diseño: Gonzalo Antonio Vega; Impresión offset: Paúl Ramírez Guamán Distribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja – Calle Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso – Telefax 2571672 – Apartado Postal 11.01.141 – Loja, Ecuador — cculturaloja@hotmail.com – www.cce.org.ec
CONTENIDO 3 Nota Editorial 4 Inolvidable Segundo Cueva Celi. LSJ. 8 Héctor Manuel Carrión. Bernardita Maldonado. 12 Entrevista a Samuel Cavero Galimidi. Patricio Guzmán 15 Rafael Minga: Vini, vidi, vinci. LSJ. 18 Una ofrenda a sus manos, el documental de Wilson Castillo 20 Breve ensayo sobre chauvinismo criollo. LSJ. 26 El crepitar pasional de las palabras. Carlos Ferrer 28 Reseñas Suridea 30 Facilitador de libros. Galo Guerrero Jiménez
46 El hombre que crucificaba sus espasmos nasales. Epitafio Cansado 46 Ambiguo. Pamela Cecibel 48 Los inicios de la novela policial. Carlos Ferrer
UNA VEZ MÁS, NUESTROS NIÑOS
Desde el año 2011 hasta la fecha, constatamos con gran satisfacción un importante movimiento plástico infantil en Loja, pues nuestros niños han venido obteniendo los primeros lugares en el Salón Nacional de Pintura Infantil, organizado por la Casa Matriz de Quito. Para no perder el ritmo en lo que es ya casi una tradición, en 2013, Bryan Flores Chicay obtuvo el Gran Premio Carlos Rodríguez en la categoría de 9 a 10 años, María Cecilia Peña el Primer Lugar en la categoría de 11 a 12 años, y los niños Juan Luzuriaga y Luis Carrión, las menciones de honor en la primera y segunda categorías. Esta vez hicieron de jurado Nancy Cerda, Mae de la Torre, Nilo Yépez, Carlos Viver y Raúl Pérez Torres. La Casa de la Cultura, Núcleo de Loja, junto con Alicia González, coordinadora provincial del evento, se complacen en participar este nuevo logro de nuestros niños lojanos.
Arriba: Luis Carrión, Mención de Honor en la segunda categoría. Abajo: María Cecilia Peña, Primer Lugar en la categoría de 11 a 12 años.
53 Sofía. Arturo Vinicio Paladines 57 La educación superior pública a examen 58 Los cuentos de María Celeste 60 Setenta años de vida del Conservatorio Superior de Música Salvador Bustamante Celi. Lorena Terán Ludeña 62 Una sublime locura / Adiós amigo. Alejandro Carrillo Coronel 63 Una vez más, nuestros niños
31 XVII Salón de Noviembre Guillermo Herrera Sánchez 35 Literatura como divertimento. John Pérez Tapia 36 Consejos para escritores 41 El Ángel que quemó sus alas. Vicente Jaramillo Fierro Suridea —
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Alejandro Carrillo Coronel
Una sublime locura Me despierto una vez más mutilado de ella; de aquella mujer que me hace ver lo invisible, oír lo inaudible, tocar lo intangible. El delirio empieza a desfigurarse y vuelvo a esta tergiversada vida. Empiezo a sentir la combustión del tiempo. Mi cuerpo de aserrín está muy cansado, mi pensamiento está más aturdido de lo habitual. Aunque no quiero me levanto a beber cafeína y a fumar veneno. Me miro en mi quebrado espejo pero no veo mi reflejo, veo mis ojos pero no veo mi mirada, veo mis dientes pero no veo mi sonrisa. ¿Qué carajo hago con mi vida? Estoy equivocado, equivocado de vida. Pero debo seguir. —¿De qué me disfrazo hoy? —me pregunto mientras retoco mi máscara mutante. —El día que eso importe vas desnudo. Ponte lo que sea y vamos que me atraso —me respondo. Con el alma en ayuno salgo de casa y empiezo a caminar junto al diablo por las nubladas calles de éter. Paseamos por este cementerio de vivos. Ninguno dice nada, miramos al suelo, los monstruos nos miran con desprecio. El diablo con su voz ronca susurra: “Esta gente muere en la vida y vive en la muerte.” Llegamos a nuestro destino. El diablo está aburrido de todo esto e intenta persuadirme para que no vaya a clases, pero, aunque quiero, no puedo hacer eso. El diablo muy gentil me acompaña. Como siempre, se queda callado y calmado en clase, atiende y aprende, no como yo que me pierdo y se me evapora el conocimiento. La gente ahí hace mucha bulla, se alborota, no tolero el ruido, miro al diablo que tiene los ojos fijos al frente, se percata de mí, me mira
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y sonríe con sarcasmo. Al fin terminan las clases, salgo de ahí asfixiado. Necesito alquitrán en mis pulmones. El diablo camina con mucha elegancia junto a mí, con la espalda bien erguida, la frente en alto y las manos entrelazadas hacia atrás. Yo por el contrario voy encorvado, cabizbajo y con las manos en los bolsillos sin dinero. Caminamos por un parque lleno de epitafios grafiteados, el silencio me ensordece, el aire empieza a oxidarse, el cielo se desbarata, empieza a llover ese fuego que hiela
y el viento frío me quema. A lo lejos veo brillar la obscuridad de mi casa y corro para llegar al fin. Totalmente cansado y con el corazón adolorido preparo un brebaje para la tristeza. Tomo mi frasco de píldoras para dormir, saco una, saco dos, saco cinco, saco diez... Mi temblorosa mano me delata, el diablo se percata de mis intenciones y suelta una carcajada. Se serena y me dice con mucha seriedad: —Mi estimado… Los muertos no se suicidan…
Adiós Amigo Aquella madrugada él se despertó del insomnio ahogándose de tristeza, de agonía. Un nudo en el pecho, que ni los piratas de los sentimientos podrían deshacer, atrancaba su aire, sus lágrimas. Se levantó a fumar el último cigarrillo de su vida, o tal vez de su muerte, pero estaba decidido a abandonar su insípido vicio que lo revivía matándolo cada día. En la terraza de su casa invisible, acariciado por el viento, abrigado por el frío, encendió el último pedazo de placer que le quedaba en el bolsillo. Lo fumó con suavidad y delicadeza, lo saboreó con pasión entregándose al placer de cada bocanada de nicotina. Contemplaba el cielo, las estrellas, la luna... Acabando su tabaco empezó a despedirse de su gran amigo, que lo había acompañado por tanto tiempo en su soledad, en sus momentos de mortal angustia, que fueron demasiados por cierto. Inhaló el último suspiro venenoso y lo gozó con vehemencia. Dejó a su amigo caído y se fue con una sonrisa vacía.
NOTA EDITORIAL En un mundo globalizado como el nuestro, con las ventajas que supone el contacto con las diferentes culturas del planeta, es preciso tener la mente lúcida para saber involucrarnos universalmente como convine. En efecto, si bien la aldea global comporta sus ventajas, también conlleva el riesgo de pérdida de entidad de las culturas minoritarias, debido al constante bombardeo mediático de quienes tienen en sus manos los medios de comunicación masiva, que buscan implantar un arquetipo estándar de cultura, con fines meramente mercantilistas. En este sentido, es perentorio encontrar los medios para fortalecer nuestras manifestaciones artísticas y culturales, con nuestro modo particular de percibirlas, entenderlas y exteriorizarlas, para darlas a conocer como conviene. Suridea, la publicación trimestral de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja, con los modestos medios puestos a su alcance, se esfuerza por llevar a todos los ámbitos el quehacer artístico y cultural de Loja y su provincia. Concebida como una revista ágil y hasta cierto punto desenfadada, Suridea abre ventanas, propone espacios y brinda tribunas en las que literatos, artistas plásticos, escénicos y músicos puedan dar a conocer sus propuestas y someterlas a consideración del público. Ciertamente, buena parte de la actividad cultural de nuestra ciudad y provincia es aún incipiente; muchos de nuestros jóvenes artistas están aún empezando, y por ello no se puede exigir en sus primeros trabajos una perfección que está fuera de su alcance. Pero sí podemos alentar sus pasos, criticarlos constructivamente, ya que toda forma de arte implica un arduo y largo camino por recorrer, y no se puede llegar a ningún lado si no se empieza de alguna forma. En este sentido, es grato constatar que se está dando un connotado movimiento cultural en nuestro medio, y el termómetro infalible para verificarlo son nuestros niños. Cuando los niños empiezan a manifestarse artísticamente y a ganar premios nacionales, como lo hacen, es que hay todo un sustrato cultural por debajo, aun cuando las raíces no sean completamente visibles. Suridea invita a todos los jóvenes a participar en la elaboración de estas páginas, siempre abiertas de par en par para quienes lo deseen. Suridea —
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MATILDE Y MARÍA CUEVA HABLAN DE SU PADRE María: «Jamás le decíamos papá, solo ‘Cuevita’» Matilde: «Sí, le decíamos ‘Cuevita’. Y tampoco él nos llamaba por los nombres; siempre nos llamaba con algún apodo cariñoso, que él mismo nos ponía.»
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tualmente es profesor asistente en la University of Louisville, en el estado de Kentucky, Estados Unidos, donde además está cursando un masterado en música. Israel ha tocado con varios grupos, ensambles y solistas reconocidos de la región sur de Estados Unidos. Además, ha tenido la oportunidad de estudiar con reconocidos maestros de composición, arreglos, teoría musical, historia y ejecución musical. Obtuvo una licenciatura en música en la University of Louisville, USA, en 2012. Por sus esfuerzos académicos, Israel recibió dos becas completas de estudio en los Estados Unidos. Su experiencia como solista en el área musical ha hecho de Israel un educador y promotor de la cultura hispana en Kentucky, y en Loja, un exponente de la música contemporánea y jazz. Después de concluir su masterado espera realizar su doctorado o participar en el desarrollo educacional en el Ecuador o Estado Unidos. Otro nombre destacado que creció en nuestra institución es Italo Coello. Titulado en el año 2001, viaja a Argentina para continuar con sus estudios musicales, egresando en la especialidad de Música Contemporánea, Instrumento Principal Piano. Actualmente cursa el cuarto año en el Instituto Universitario de Arte en Buenos Aires en la especialidad Composición Musical. Ganador del concurso de ensambles de la EMBA, en el año 2007, teniendo como jurados a los maestros: Leo Mashlia, Vasken Bezazian y Jorge Trebino, ha compuesto la música de algunos cortometrajes ecuatorianos. En el año 2012 fue ganador del concurso «Fondo Fonográfico 2012», organizado por el Ministerio de Cultura del Ecuador. Así mismo mencionamos a Kuky Ortega, ex alumno de nuestro conservatorio, quien en el año 2005 se traslada también a Buenos Aires para continuar con su formación musical. Durante su estadía en Argentina participa en el Festival Internacional de Jazz de la Plata y en 2012 gana el concurso del «Fondo Fonográfico» organizado por el Ministerio de Cultura con su álbum «Camino del Sur». Norman Augusto Saraguro, realiza sus primeros estudios musicales en el Conservatorio de Loja. Continúa sus estudios superiores en la Universidad San Francisco de Quito en la especialidad de percusión donde recibe un reconocimiento y mención especial por su brillante y destacada trayectoria de estudios. En febrero de 2010 se traslada a Argentina, donde estudia batería jazz en la Escuela de Música Contemporánea. Participó en la big band del trompetista Gustavo Cortajerena. Viene otra generación de destacados músicos en-
gendrados en el Conservatorio de Música Salvador Bustamante Celi como Leonardo Eras Córdova y Damián Ochoa, que actualmente estudian en la Universidad San Francisco de Quito, en la especialidad de saxofón. Leonardo, graduado ya en esta prestigiosa universidad como Licenciado en Música Contemporánea, y Damián, se encuentran realizando sus estudios musicales a nivel superior en la especialidad de saxofón. En este momento, hay un gran número de ex estudiantes de nuestro conservatorio que están realizando sus estudios universitarios en la ciudad de Odessa, ellos son Raquel Ortega (violoncello), Paul Herrera (percusión), María Alejandra Herrera (violín), Efrén Rojas (violín), Daniel Castro (percusión), Manuel Andrés Rojas (violín) y Carlos Ortega (dirección coral y orquestal). Mención especial a ojos de quien escribe, merece la Srta. Johanna Chuquimarca, graduada en 2008, quien actualmente se encuentra estudiando la carrera de Dirección Orquestal en Argentina. Debemos mencionar que al momento en nuestro país solo existe una ecuatoriana graduada en Dirección Orquestal, la maestra Andrea Vela que actualmente se desempeña como Directora de la Orquesta Sinfónica de Loja. Y para cerrar esta larga relación de frutos obtenidos tras (casi) 70 años de trabajo, incluyamos algunos otros nombres de egresados que continúan formándose y formando en el extranjero como son Franklin Ruque, que reside en Venezuela, John Hernández, en Estados Unidos y Freddy Pucha quien actualmente se encuentra en Inglaterra. La lista de egresados que han alcanzado grandes logros en su trayectoria educativa es interminable, y esta institución, orgullosa, sigue adelante trabajando por el engrandecimiento musical de Loja y del país. Lorena Terán Ludeña
VICERRECTORA ENCARGADA DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA SALVADOR BUSTAMANTE CELI
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Hablar del Conservatorio de Música Salvador Bustamante Celi, es hablar de una institución que ha sembrado historia en la ciudad de Loja, otorgando durante todos estos tiempos satisfacciones a su gente, ya que de esta noble institución han salido y siguen surgiendo una serie de músicos que engrandecen a esta pequeñita ciudad llamada sin desmerecerlo «Capital Musical del Ecuador». El Conservatorio de Música en este periodo académico ha acogido a un total de 1181 estudiantes en las especialidades de Piano, Cuerdas (violín, viola, violoncello y contrabajo), y Guitarra; y en el área de Vientos y Percusión: flauta traversa, clarinete, saxofón, oboe, trompeta, trombón, tuba, corno, fagot y percusión, y la especialidad de canto. Cuenta con una planta docente de 70 maestros entre titulares y contratados en sus diversas especialidades para brindar educación musical especializada a este gran número de estudiantes. A través de los años en cada una de estas especialidades han surgido grandes talentos, hablamos de los novísimas o (nuevas) generaciones que están llevando muy en alto el nombre de nuestro Conservatorio. En este artículo queremos rendir un reconocimiento a todos ellos, ex alumnos que desde cualquier lugar donde se encuentren están dejando muy en alto el nombre del Conservatorio Superior de Música Salvador Bustamante Celi. Carlos Cuenca Ordoñez, inicia sus estudios musicales de piano en el conservatorio de Loja donde estudia piano bajo la guía de su hermano Daniel y del maestro Búlgaro Toshko Stoyanov. Luego de terminar sus estudios en el Conservatorio de Loja, continuó sus estudios de piano en la Fundación «Zaldumbide- Rosales» en Quito. Se traslada a la ciudad de Moscú para estudiar en el prestigioso Conservatorio «P. I. Tchaikovsky» bajo la dirección de la maestra Olga Eugenievna Mechetina. Terminando sus estudios en Rusia se dirige a Estados Unidos para realizar su maestría de piano y música en la Universidad de Louisville, Kentucky bajo la dirección de la Dra. Naomi Oliphant (Canada) y el maestro Lee Luvisi (USA)
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quien fue estudiante de los mundialmente reconocidos pianistas Rudolf Serkin y Mieczysław Horszowski. Como solista, Carlos ha tocado con Orquestas en los Estados Unidos, Rusia y Ecuador. En su Ecuador natal, ha tocado con las orquestas sinfónicas del Ecuador, Guayaquil, Cuenca y Loja. Se ha hecho acreedor de varios premios tanto a nivel nacional como internacional. Actualmente el pianista Lojano reside en Louisville, Kentucky en donde se desenvuelve como maestro de piano en su Academia de piano «Tchaikovsky Piano Studio». Luis Cueva Dávila, graduado en el Conservatorio «Salvador Bustamante Celi», en el año 1995, es Licenciado en Pedagogía, graduado de Máster en Pedagogía Musical en el año 2011 en Odessa Ucrania y se encuentra realizando sus estudios de doctorado en Pedagogía Musical. Al momento se desempeña como concertino de la Orquesta Sinfónica de Loja. Andrés López Astudillo, luego de obtener su título de tecnólogo, ingresa a la Universidad Nacional de Loja, donde obtiene el título de Licenciado en Educación Musical, mención Instrumento Contrabajo. Es también Licenciado en Pedagogía Musical. En Odessa obtiene el título de Magister en Educación Musical especialidad Contrabajo otorgado por la Universidad Pedagógica Ushinski, especialista en Artes Musicales en la Academia Superior de Música Nezhdanova, Odessa Ucrania. Ricardo Monteros, alumno destacado de nuestra institución, graduado en el año 1999, viaja a la ciudad de Odessa Ucrania en donde obtiene el título de Licenciado en Artes, mención composición en la Academia Superior de Música Odessa A. V. Nezhdanova. En 2010 obtiene el título de Master en Teoría y Pedagogía de la música en el Instituto Pedagógico Ushinsky de Odessa. Actualmente se desempeña como Vicerrector Académico del Conservatorio Nacional de Música de Quito. Ganador dos veces consecutivas del Concurso nacional de Composición organizado por la OSNE, 2012 y 2013, es consultor para la creación de la Universidad de las Artes del Ecuador. Israel Cuenca Ordoñez nació en Loja, Ecuador. Ac-
El martes 19 de noviembre de 2013, hubo un evento cultural, muy importante, en el Teatro de la CCE-L. ¿El motivo? El rebautizo del teatro, ya refaccionado y vuelto a la vida, que de hoy en adelante pasará a llamarse Teatro de Artes Segundo Cueva Celi. El teatro estuvo repleto y el acto se celebró con la presencia de una veintena de artistas lojanos, capitaneados por el trompetista Edgar Palacios. Naturalmente, para tan importante evento, era imprescindible contar con la presencia de las hijas de Segundo Cueva Celi, el más prolífico músico lojano de todos los tiempos, y sin duda alguna, uno de los más importantes. Si no el más. Al día siguiente del evento, charlamos con Matilde y María, las dos hijas sobrevivientes de Segundo Cueva Celi. Fueron tres, al principio: Laura, la mayor, ya fallecida, pero ahora tan solo quedan Matilde, que es la segunda, y la menor, María. Charlamos amenamente con las dos en el lobby del hotel Grand Victoria y, para no alargarles el cuento, fue una de esas conversaciones cordiales en las que uno no mira el reloj a cada rato ni se acuerda de que tiene algo importante que hacer, so pretexto de marcharse rápido. He aquí un breve resumen de la charla, lo cual nos dará una pauta de la calidad humana del célebre músico lojano, visto y contado por sus propias hijas. Matilde: «Él jamás nos llamaba por los nombres, a mí solo me decía ‘Makito’, o ‘Mitonguito’, diminutivo de mi tongo, o mi montón. Es que yo era algo pequeñita y además, rellenita. María: «A mí en cambio me decía ‘Mi Negra’. Tan solo nos
llamaba por los nombres cuando se ponía serio, que era rarísima la vez, ya que jamás se ponía bravo. Pero entonces, nosotras también, cuando nos llamaba por los nombres, no nos quedábamos atrás y le decíamos: «¿Qué quieres, Nicanor?», y con eso lo vencíamos: no le quedaba más que reírse. (María saca un pañuelo al disimulo y se seca una lágrima furtiva).
maba un riachuelo y el piano simulaba un agua cantarina; después, ya era un río, y vos oías el correr de las aguas; finalmente oías el precipitarse de las cataratas ensordecedoras… todo con el piano.» Matilde: «Componía música para nosotras, recuerdo por ejemplo el Vals del Perrito de Chopin…» María interrumpe: «Como
Las dos hermanas se interrumpen constantemente para terminar de contar lo que ha empezado la otra. María: «Cuando éramos niñas, nos describía el mundo con el piano. Recuerdo que una vez nos contaba acerca de las cataratas del Niágara. Empezaba gota por gota, con una sola tecla del piano; y luego, se for-
era profesor, tenía la música clasificada por grados, pero vino un pianista chileno, un tal De La Rosa, que se le llevó toda la obra, ofreciéndole que iba a publicarla en Chile. Jamás lo volvimos a ver…» Matilde: «Pero papá volvió a rehacer todo ese trabajo. Bueno, ya no tan completo como el primero. Era un hombre dedi-
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cado completamente a la lectura, leía libros por montones, yo no sé de dónde sacaba tanto tiempo para leer, tenía toda la colección de Selecciones, desde el primer número hasta el último, y nos señalaba los artículos que debíamos leer. Y también escribía. Alguna vez escribió un cuento con el escritor guayaquileño Enrique Avellán Ferrer, un cuento titulado Clarita, la negra.» María: «Pero también nos
Segundo Cueva Celi, 1918
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mandaba a leer muchas otras cosas y nos tomaba el resumen. Es que su papá, o sea, nuestro abuelo, el Dr. Juan Cueva García, Embajador de Ecuador en Washington, le enviaba desde allá muchas publicaciones…» Matilde: «Leíamos a Julio Verne, a La Marión, teníamos una biblioteca casera, de niñas nos compraba esos pequeños libretines de historietas, El Príncipe Valiente, Don Quijote, Tin Tin…» María: «Y también nos contaba cuentos. Nos contaba cuentos de Constancio Vigil antes de dormir.» Matilde: «Pero él escribía todo el día, era incansable. Y escribía sólo las primeras líneas de las partituras, el resto del pentagrama se quedaba siempre en blanco. ¿Por qué no acabas de escribir y dejas el resto en blanco?, le preguntábamos nosotras. Nos decía que solamente le bastaba saber cómo empezaba cada pieza para acordarse del resto. Y así era, tenía la melodía entera en la cabeza, todo estaba en su memoria.» —¿Alguna vez se enojó por sus travesuras de niñas? Matilde: «Nunca, era de un carácter tan suave que jamás lo vimos enojado, ni lo creíamos capaz de enojarse con nadie, era la paciencia en persona... Si alguna vez no estaba de acuerdo con algo, nos lo decía de la manera más suave. Por ejemplo, a mí, que era la segunda hija, se empeñaba en que me dedicara enteramente al piano, porque a lo mejor él, como músico, veía en mí aptitudes para ello, y entonces me exigía que tocara por lo menos tres horas diarias, desde las 9 hasta
las 12 del día. Pero yo a veces prefería tejer a mano y entonces mi papá se lo reclamaba a mi mamá: «Mírala, ya está otra vez allí, en el tramoyito».» María interrumpe: «Mi hermana llegó a tocar muy bien el piano, era pianista de teatro, daba conciertos con papá…» —¿Y todavía toca el piano? Matilde: «No, en realidad ya toco muy poco, y por lo general prefiero hacerlo en casa, cuando estoy sola.» —¿Extrañaron Loja cuando se fueron? Matilde: «Yo ya estaba casada, me casé con un militar y estaba siempre de un lado a otro, pero el cambio fue duro para la familia: papá jamás se enseñó en Quito.» María: «El cambio fue terrible. Yo tendría unos treinta años cuando nos fuimos, pero añorábamos Loja. Sobre todo mi papá; jamás se acostumbró; aquí en Loja conocía a todo el mundo, se sabía las calles de memoria, ni siquiera usaba bastón, pero allá ya fue otra cosa. De propietarios de casa pasamos a ser inquilinos.» —¿Y cómo fue que se mudaron a Quito? Responden las dos al mismo tiempo, pero luego habla María: «Papá fue solamente a recibir una condecoración del Gobierno Nacional, pero allá estaban Manuel Agustín Aguirre, Eduardo Mora Moreno y otros intelectuales lojanos, que le inquietaron a quedarse. Allá en Quito, cuando hacíamos cola para cobrar sus pensiones, yo le decía a mi papá, hecha la brava: «Oye, ‘Cuevita’, ¿esto en Loja? Allá todo el mundo te cedía el paso y jamás hubieras tenido que hacer colas para nada». Y
vista no ha hecho ninguna corrección de estilo, ni siquiera la más mínima corrección ortográfica, precisamente para remarcar la frescura y calidad narrativa de la pequeña María Celeste.
En una gran ciudad vivía un niño con su madre, ellos eran muy felices. Cierto día fueron a un centro comercial y el niño vio una silueta de un monstruo verde de ojos grandes y antenas. A este niño le pareció muy bonito por lo que le pidió a su madre que se lo compre. Su madre le compró esta silueta, al llegar a casa el niño corrió a su cuarto y la pegó en una de las paredes de su habitación. Su madre lo llamo para ir a comer. El niño cerró la puerta de su cuarto y acudió rápidamente al llamado de su madre. Meses después, cuando el niño regresaba de la escuela, estaba muy triste no quería hablar con nadie, se encerró en su cuarto y se puso a llorar. Entonces de pronto el monstruo verde de ojos grandes y antenas salió de la silueta y al verlo tan triste, le preguntó ¿Qué te pasa amigo? El niño le respondió aléjate no quiero hablar con nadie. El monstruito le dijo tienes que hablar conmigo yo soy tu mejor amigo. El niño dijo está bien te voy a contar. En mi escuela hay un compañero que me molesta y el monstruito le respondió dame su nombre y dirección, el niño le dio los datos y él muy presuroso fue a su casa. Lo encontró jugando videojuegos, se hizo invisible y desconectó el televisor y se le apareció enfrente del niño para pedirle y advertirle que dejara de molestar a su amigo. El niño muy asustado prometió que nunca volvería a molestar a ningún compañero. El monstruito regresó a casa con la buena noticia para su amigo. El niño se puso muy feliz. Y luego junto a su mejor amigo le contó como él le había ayudado a dar solución a su problema. Los días en la escuela fueron mucho más divertidos ya que todos se respetaban y compartían momentos felices.
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Ellos eran grandes amigos Ositino y Ositina y se llevaban muy bien. Iban a jugar juntos a los campos de su familia, ellos tenían una pequeña cueva. Cierto día Ositina le contó a su amigo Ositino que se mudaban, pues ella era su mejor amiga, pero Ositino y Ositina idearon un plan que le haría cambiar de opinión a los padres de Ositina, pero su plan no funcionó, entonces decidieron decirles a los padres de Ositina que no se mudasen a la otra selva. Los padres de Ositina dijeron ¿De qué hablan? ¡Mudarse a la otra selva! No lo haremos. Solo nos vamos de vacaciones. Así Ositino les pidió a sus padres que fueran también ellos, y así juntas las dos familias fueron de vacaciones a la otra selva y volvieron a casa y vivieron felices por siempre.
María Celeste Torres Córdova es una niña de once años y escribe cuentos. Su talento salta a la vista en las historias cortas siguientes, seleccionadas de entre otras 19 de igual calidad. La redacción de la re-
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entonces él me decía: «A pronto estaremos en Loja, mi Negra… Hay que volver a la tierra».» Matilde: «En Quito ya no era el hombre activo que fue, no conocía casi a nadie, solo a veces daba algún concierto en la radio, en HCJB o en Radio Municipal, a veces aceptaba entrevistas, pero no… jamás se enseñó en Quito.» María: «Era mamá la que quería estar en Quito. Ella se encontró allá con todas sus primas y sus amigas. La que tomaba las decisiones en la casa era en realidad mi mamá: mamá era la mama. Cuando le preguntábamos a papá alguna cosa, él nos decía: «Lo que diga Victoria.» Matilde: «Todos nuestros recuerdos se quedaron aquí. Aquí se quedó su piano, aquí se quedó su violín. El primer piano que tuvo fue un piano alemán, el segundo fue un piano americano, se lo compró en Piñas a un señor adinerado, Pardo Carrión, pero como era 1935 y no había transporte, lo trajeron a lomo de hombre. Así es, lo trajeron unos peones, por piezas. El piano que tuvo en Quito era ya un piano pequeño. El primer violín que tuvo se lo envió nuestro abuelo desde Panamá. —¿Y qué me dicen de la abuela? María: «A mi abuela, o sea, a la mamá de papá, jamás la conocimos, porque había muerto muy joven. Fue la primera administradora de correos del país, según supimos. Papá la adoraba, pese a llevar ya muerta tantos años, añoraba su memoria, incluso le compuso una canción: Madre, cuando sea grande/ ay qué niño que ten-
drás/ te levantaré en mis brazos / como el viento alza el trigal.» Matilde: «Papá nos contaba que, cuando tuvo 16 años, su papá lo llevó a Panamá para hacerlo tratar de la vista. Fueron a Colón y se hospedaron en la casa de un hijo de Eloy Alfaro.» —¿Su papá nació con el problema de la vista? Matilde: «No, mi papá nació bien, con una vista normal, pero de niño le dio el sarampión y, a consecuencia de ello, una infección en los ojos. El médico, que era nuestro tío, un médico eminente, el Dr. Juan Ruiz, le había recetado nitrato de plata, pero el boticario equivocó las proporciones y por poco lo deja ciego. Fue por ello que nuestro abuelo lo llevó a Panamá. De allá fue su primer violín. Papá era autodidacta en ese instrumento, solo recibió lecciones de piano, pero el violín lo aprendió a tocar por su propia cuenta.» María: «Anoche, en el homenaje, cuando el músico cubano tocó el violín, yo cerré los ojos porque creía escuchar a mi papá.» (Se le humedecen nuevamente los ojos.) Matilde: «Otra pasión de papá eran los relojes. Sentía frenesí por los relojes. Llegó a
tener once y todos marchaban sincronizados sin adelantarse un segundo. Cuando alguno de ellos estaba atrasando, él lo notaba con su oído de músico. Eran relojes de péndulo y tenían que dar la hora exacta los once relojes al mismo tiempo.» La conversación se prolonga, continuamos hablando de muchas cosas, pero de pronto llegan una hija de María y una nieta suya, y se unen también a la charla. Pero es tiempo de terminar ya la entrevista, porque ellas tienen compromisos que cumplir. LSJ.
Hijas y nietas de Segundo Cueva Celi
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Bernardita Maldonado
prender a leer en los márgenes, buscando lo desenfocado de lo instantáneo de la fama, buscar en los trazos febriles e intensos la escritura que desencuaderne el mundo para contarlo de nuevo, demolición de las pautas temporales para impregnar de eternidad el arte puro y el pensamiento como vías activas y transformadoras. Ese es el legado de Héctor Manuel Carrión (Loja, 1878– 1929), precursor y forjador de una generación irrepetible. Su escritura, su magisterio, su tinta conocen la violencia del aislamiento geográfico de Loja y la soledad e invisibilidad que asumió estoicamente. Después, la lápida de olvido que durante décadas ha soportado su obra, a pesar de que su hermano fuera el mismísimo Benjamín Carrión. A una distancia de 135 años de su nacimiento y a 85 años de su desaparición física, la CCE–Loja ha realizado un ingente esfuerzo por recuperar la obra de este lojano excepcional, consciente de que la lojanidad no es una característica geográfica que marca el sitio de nacimiento de una persona, sino de que la lojanidad es un estado de anhelo, un estado del espíritu en donde tienen su centro los anhelos más profundos y nobles, un centro donde no se olvida a los hombres, que sentaron las bases de una cultura con valores universales. Más tarde o más temprano, hay que restregarnos los ojos para saber si, con ellos, vemos lo que vemos, poner la mano en la llama para saber si somos lo que somos o, simplemente, para corroborar la existencia del fuego abrigando el mundo y empezar a nombrarlo desde antes, desde el ígneo balbuceo que engendró la llamarada. Invertir los signos de nuestro destino y em-
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pezar con el abismo enredado en las rodillas de nuestro salto, y no desde fuera, y con pértiga para salvarlo, empezar con la caída en la punta del ala, ahora que ya el germen del sueño de Héctor Manuel Carrión es substancia, grano nutricio, vuelo eterno en la obra de Benjamín Carrión. La ausencia de Héctor Manuel Carrión, que sembró al azar identidad y pasión en los rincones, no es nada, ni siquiera es ausencia. Sin embargo, si se disipó la noche fue gracias al vertiginoso incendio de su salto y al pabilo que su espíritu mantiene, en plena caída, o gracias a ella, porque aquel que atesora luz hasta en lo más cóncavo de lo oscuro revela. El mundo está lleno de anodinos fantasmas y debemos hallar a nuestros fantasmas esenciales, que nos tracen los movimientos de regreso a la rama enterrada, a la clave del camino, que quizá no es el camino en sí, sino las bifurcaciones. Ahí está Héctor Manuel Carrión para recordarnos que el tiempo es un grano de polvo, opacando la luz, ahí está para recordarnos que lo que él ha amado debe seguir amándose con idéntica energía. Así debe suceder, así lo quieren el espíritu y el tiempo, el tiempo que maduró mazorcas, capulíes, higueras, pues nosotros los ciegos necesitamos ver un día los milagros diminutos y ejercer nuestros pequeños salvamentos. De la obra que se ha recuperado y que la CCE publicará en un libro en 2014, hemos seleccionado en esta ocasión algunos de sus poemas con el fin de darlos a conocer a los lectores, porque solo los lectores tienen la potestad de hacer que este esfuerzo haya valido la pena. Para otra ocasión quedan sus ensayos sobre la inmortalidad de la luz, la timidez, el cactus sin espinas, el Romanticismo y sus narraciones literarias.
La Universidad Nacional de Loja ha publicado el libro del lojano Luis Gonzalo Añazco Hidalgo, La incidencia de las políticas neoliberales en la educación superior pública ecuatoriana, en el que se defiende, en cinco capítulos, que la educación superior es parte vertebral del acontecer de los países. La educación superior, según el autor, debe ser un actor social del desarrollo de los pueblos y debe contribuir a la discusión y a la difusión del conocimiento. Sin embargo, los paradigmas que ha implementado el sistema capitalista, como las políticas neoliberales, lo que persiguen es destruir la educación pública en todos sus niveles, según Añazco, favoreciendo la educación privada y convirtiendo a la educación pública en elitista. Para Añazco, la investigación tiene que ser el reto que plantee y dirija la universidad como producto y necesidad del desarrollo nacional, pero es difícil que esa investigación se produzca cuando muchos profesores son docentes por la mañana en un colegio o escuela y por la tarde en una universidad. ¿Cuándo tienen tiempo para investigar, cuándo leen? Además, el Estado no penaliza a los profesores que no investigan, por lo que muchos de ellos llevan años sin publicar ni tan solo un artículo en una revista local. Además, sigue habiendo profesores sin Ph. D. que imparten docencia, algo insostenible en el tiempo. «Los profesores universitarios debemos tener un alto nivel de reflexión crítica sobre el saber científico y tecnológico, que nos permita discernir con sabiduría lo que conviene a una sociedad y lo que puede causar grandes estragos», dice Añazco, pero lo habitual es que el profesor no participe en los eventos sociales, que le permitan trasladar ese razonamiento a la opinión pública, quedándose encerrado en su palacio de cristal. La vinculación con la sociedad es otro de los aspectos analizados por Añazco, quien sostiene
que tiene que ser el vínculo permanente que ligue a las organizaciones sociales y a las instituciones de educación superior. No obstante, algunas universidades organizan actos con el único fin de llenar la agenda sin preocuparse de facilitar la asistencia de los ciudadanos o sin promocionarlos debidamente, además de olvidar los sectores más vulnerables de la sociedad, que les alberga en su seno. La universidad ecuatoriana tiene que llevar a cabo políticas alternativas de eliminación paulatina de los sistemas burocráticos, que impiden aplicar servicios con eficiencia, celeridad e inmediatez, para lo cual, según Añazco, es necesario reformar la estructura actual que se mantiene, la napoleónica, que hoy se convierte en un obstáculo para mejorar el servicio comunitario. El encorsetado «un oficio para todo», que inunda de papeles los archivos de oficina, debe acabar de una vez por todas.
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¡oh! dolor horrible del recuerdo de su infancia, yo le enseñé los primeros pasos y fue mi nombre el que primero asomó a su boca. Pongámoslo sobre la cama, si los otros chicos despiertan, que parezca que está dormido; arrúllalo como si tú fueses la madre y espera, antes que pongas sobre su cara el lienzo, déjame tatuar mi boca sobre sus mejillas pálidas. Ahora sí, descansa; nuevos rayos anuncian la mañana, y ya se me hace tarde —deben comprender que nunca se hace esperar tanto a quien nos ama—; vámonos J, pasos leves hay sobre la alfombra, y no quiero cometer otros acto que condene aún más mi alma. Afuera la luz es tan triste, los sauces se agitan al viento y el lago es un espejo tan límpido de plata, que solo rompe esa tranquilidad un cisne de plumas blancas.
POEMA La luz opaca de los cirios Que al compás que se tuercen se apagan, Perfuman el ambiente con esencias De Divinas y tristes flores. Amapolas extinguiéndose, el campo Verde arde bajo el sol canicular, Las mismas empolvadas calles De ancianos, de viudas viejas y tristes Y de ajadas prostitutas que pululan en un bar.
Ancianas madres tras los barrotes Enmohecidos, hacen pequeños sus ojos saltones Y con miedo súbito, al hijo beodo que se tuerce Tras la voluptuosidad del sueño Ven estirarse en una estera vieja, opaca, sucia…
El sedoso aire de opresión y perfumes Exasperantes, eleva en el ambiente una fina inconciencia; Bellas flores atrayentes cual adormideras Abren el ardoroso flanco de sus cuerpos sin espera. Burdel de media noche, titubeante y enfermo, Dejadle al poeta, que es una perenne citara entristecida, Pueda en tus adentros, sobre una mesa cualquiera, Abandonar su alma al escupitajo y al volar bullanguero De las moscas que se embriagan sobre la boca del ebrio. Y que vuele su poesía contemplando, la belleza De la noche y el embrujo divino de las «almas feas». Ya nada importa para mi nostalgia, Puedo ver que las esquinas, siempre tiritan y Guardan mujeres sencillas y de alma acongojada, Llenas de hijos que esperan en un oscuro tabuco. Mientras, las muselinas cerradas, todo perfume, olor, El boudoir elegantísimo de la fina aristocracia Es un nicho de seda rosa, donde la infanta sonriente De estira de placer y cansancio, soñando complaciente Su corazón aun virgen, desconoce del mal de las horas Que ruedan por el boulevard, donde el poeta, Con su sonrisa leve, va jugando a la ruleta. Y vuelve a sus sombras infinitas A socorrerse, a inyectarse del acíbar amargo de las cosas, A mentirse con las estrellas pequeñitas Que frusleras esconden su ajada cara en las rosas.
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El canto de la tarde1 Febo va trasponiendo la andina cordillera Y surgen arreboles teñidos de oro y grana, Canoras aves trinan la sonata postrera Y el bosque con sus fuentes y flores se engalana.
El día se esconde en áureos fulgores de apoteosis, Las primeras estrellas a titilar empiezan, Y opalinos crespones, polícromos de hipnosis, La aureola vespertina ligeros atraviesan. La campanada lenta del Angelus resuena En el templo vecino, y a sus ásperos sones, Acuden los creyentes, de gozo el alma llena, A decir sus sencillas y dulces oraciones. *
En un pequeño bosque que la ciudad domina Cabe una fuente límpida, que al sol muriente arde, Oreadas dulcemente por la aura vespertina, Dos doncellas preludian el canto de la Tarde. La una con glaucos ojos, oscuros de esmeralda Con torso heleno y formas eurítmicas y hermosas, Sostiene una bandurria sobre su nívea falda, Y se aduerme a sus mágicas, cadencias vaporosas. La otra risueña y bruna, con ojos de gacela, Cuerpo esbelto y lascivo, muestra su piel divina… Suelta el negro cabello, que en suaves ondas riela Y apoyada en un árbol toca la mandolina. Cerca y en medio de ellas, hermoso como Apolo, Un mancebo recoge, tendido en la pradera, las melodiosas notas del amoroso sólo, en el sonoro hueco de su guitarra ibera.
Un poeta enfermo y triste, sacudiendo su tedio Siente que aun se extremece en su interior la Vida… E imagina que existe para su mal remedio En la mirada verde de la mujer dormida… *
Comienza la divina canción, callan las aves La brisa murmurante solloza en la espesura, Y en vibrantes arpegios de polífonas claves, Las armoniosas notas se pierden en la altura.
Y luego se difunden por el tranquilo ambiente, Despertando en el alma recuerdos y añoranzas, Sed de goce y de dicha, de amor, de amor ardiente, Ensueños y deseos, anhelos y esperanzas. El mozo hipnotizado, siente que se distiende Su cuerpo, y que se enerva con el raudal sonoro, Y en sus dormidos ojos, que la pasión enciende, Vénse brillar ardientes y tenues puntos de oro… *
Enmudecen las ninfas de la ciudad vecina Sube murmullo sordo, que intensa vida augura Y ante la negra noche, que lenta se aproxima, La tarde huye y se esconde entre la sombra obscura…
1 En la revista mensual El Alba, año 1, nº 4, mayo de 1917. Publicada en Loja y dirigida por Juan F. Ontaneda, es una revista de carácter científico y literario, fundada por exalumnos del Colegio Bernardo Valdivieso; cada ejemplar tenía un valor de 10 centavos y el Comité de Redacción estaba integrado por Ángel B. Salazar, S. Vicente Carrión y Luis F. Apolo, que hacía las veces de administrador. Reproducido en la revista lojana Inquietud, nº 2–3, marzo–abril de 1923, pp. 57–59. Reproducido en las pp. 411–413 de la antología de la revista del Colegio Bernardo Valdivieso Huellas. 1826-1996, publicada por la CCE–Loja en 1996.
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A ti2 Pienso en ti cuando el sol dora el mar Pienso en ti cuando la luz de la luna se refleja en la onda. Goethe
Pienso en ti cuando asoma en el oriente El astro que los orbes ilumina, Y luciendo en masa diamantina Aparece por fin resplandeciente. Pienso en ti cuando avanza lentamente Hasta el zenit do vivido fulmina: Pienso en ti, cuando pálido se inclina, Al trasponer las cumbres de occidente.
Y aun pienso en ti en la noche tenebrosa Cuando todos los seres olvidando Sus pasados angustias y dolores: A la quietud se entregan deliciosa: Que mi pasión frenética y ardiente; Sin fin, tu bella faz grabó en mi mente.
Glosa3 La noche con sus sombras se guarece En el abismo de tus ojos negros, Y un enjambre de amores se estremece Al borde mismo de tus labios rojos. Antonio C. Toledo En tu sonrisa sugestiva i pura Vago recuerdo del Edén florece, Y en tu soberbia cabellera obscura La noche en sombras se guarece El genio del amor idealizado En el casto pudor de tus sonrojos, Se esconde de pasión obsesionado En el abismo de tus ojos negros
En tu alba frente vivido escintila Rayo de luz que al verte palidece, Y al ardiente fulgor de tu pupila un enjambre de amores se estremece Inebriado de amor solo quisiera, Burlando tus dulcísimos enojos, El néctar saborear que se vertiera Al borde mismo de tus labios rojos.
de ese modo, tú a quien yo amo eternamente, tú por quien he cometido este hórrido acto de amor y de sumisión absoluta? Estás equivocada; estoy seguro de que nadie debió escucharme; he sido muy meticuloso en este acto de amor sublime; nadie, óyelo bien J, nadie debió escucharme, los niños dormían tranquilos y los vecinos no se inmutaron al recio grito; los perros solo gemían débilmente al compás que mis manos iban cercenando con ternura su cuello lánguido y tibio; ¡J! ¿Es este el mágico frenesí que suele correr por las manos del impío y del asesino? Cubre su seno magullado, pon sobre ella la aún tibia sábana, cuida por favor de no ha-
mos de su sangre; manjares jamás apetecidos probaremos de sus labios y que llanto más amargo que el de sus ojos dilatados y fríos! Guarda los libros que aún están desparramados por el suelo, sabes bien que son mi tesoro más preciado; pon unos cuantos cigarros en la maleta antes de salir y unos cuantos leños
cer, los niños pronto se levantarán y como de costumbre querrán saludar a su madre, y no quiero que me interroguen diciendo de quién son esas manchas de sangre. Escuchas J, es el mayor de los niños y parece que será el primero en golpear la puerta de este cuarto. ¿Cómo que tendré que matarlo? Estás volviéndote loca, jamás podría dilatar con mano de muerte sus ojos verdes como los de su padre. Pero tienes razón, si dejo que viva verá el horrido espectáculo, sangre por los rincones y como un leño más los brazos y piernas abrasadas de su madre. Dame la señal J, cuando veas que va a entrar, asestaré un golpe tan mortífero que en segui-
2 En Revista literaria, año 1, nº 1, 16 de abril de 1901, p. 13. Es una publicación quincenal del Liceo Bernardo Valdivieso con un precio de veinte centavos el ejemplar. Por entonces, dirigía el Liceo Agustín Cueva. 3 Publicado en Revista Iris nº 1, 1 de junio de 1924. Reproducido en Mediodía, nº 56, noviembre de 2007.
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cer demasiado ruido, los niños duermen al junto y temería que vieran el cuerpo degollado de su madre; mira por la ventana J, pero apenas abre las persianas, la opaca luz del cuarto es tan grata a mi nostalgia, que me apenaría mucho, si alguien viniera a incomodar esta horrible y romántica velada. ¡Tenemos como acorde las cuerdas vocales de la que yace muerta bajo la cama, el vino que cataremos lo exprimire-
en la gótica chimenea que empieza a arder; y ven, anda, ayúdame a colocar el yerto cuerpo sobre los tizones y las brasas vivas, fundirá el fuego febrilmente sus músculos y tejidos y veras J que a la mañana no será más que ceniza sobre leños ennegrecidos. Mira, ya despunta el amane-
da veremos al muchacho caer sobre sus pasos… …Míralo J, parece un Ángel dormido, que, sobre su traje blanco de lino, se ha derramado un vino tinto; espera, déjame mirarlo solo un par de minutos, parece mentira que yo haya engendrado un vástago como este chico. ¡Son apenas sus quince años y ya vestirá una mortaja! Mira sus manitas entumecidas, no podrás negar que aún en ese estado se ve tierno y sereno;
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la quieta estancia colgarán sus testas marchitas, mustios pétalos deshojándose en cansancio y en tedio. Ahora el cerrojo negro de la vida va descomponiéndose en piedad y misterio. Solo el recuerdo aclara los primeros versos y las primeras palabras; fue una noche constelada, sobre las tapias cercadas divagaba un olor venido de no sé qué divina constelación, asomó a mis labios el misterio tan triste; te hablé de poesía y tú ibas con un gesto de recia cortesía frunciendo tu gesto en símbolo de mi amarga compañía. Y esta melancolía atroz yo la miraba en el huerto sembrado de guijarros. La neblina, siempre con su color de tedio, pone en su dominio el manto blanquecino del temor y del miedo, entonces los arbustos perfumados y los rosales trémulos, al moverse con el viento semejaban fantasmas, venidos de legiones de cementerio; me mirabas distante, como quien contempla
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En el tártaro griego4
un muerto, y yo seguía tus párpados con la ilusión de verme en ellos, mas pasó la sombra sobre nosotros. —Tengo miedo —dijiste. Y yo enlacé mis brazos por tu esbelta cintura. Después, en mi cuarto, hablando con mis muertos, dejé rodar sobre el suelo mi inerte y pesada carga a los brazos fúnebres del gusano y el féretro. Diálogos sombríos con la misteriosa mujer J
La he matado; aún en contra de mi voluntad. Debes com-
prender J que mi deseo no compromete un desequilibrio psíquico o un trastorno de mi infancia. La he matado desde el minuto más antiguo de nuestra unión, desde que su carne fingió un deseo equívoco y perverso, desde que su espíritu, unió al mío sombrío, una vaga y escasa penumbra, con tintes de nueva luz. Desde ese instante ha estado bien muerta. ¿Y quién de nosotros no finge ser feliz cuando se nos pudre el deseo más febril dentro de una coraza estrecha y nauseabunda? Debo, sin embargo, confesarte que la amé, ya no naturalmente con la frescura de los juveniles años, sino con la decadencia del recuerdo que me unió a ella; quizá, todo lo que constituye nuestra mísera corrupción del alma no es más que la fiel imagen pueril de nuestra existencia; eso es todo J, ahora ya puedes juzgarme, su cadáver aún está tibio, yace bajo la cama; casi ni pude dormir, luego de verse vencida, golpeaba con insistencia las tablas, así que tuve que amortajarla, cubrirle y esbozarle la cara; no lo sé J, pero ¡no, no, no destapes aún su cara!, deja que la cubran bien las densas tinieblas que la tapan; ¿Cómo puedes mirarme
I Tántalo
Bajo dosel de frutas purpurinas Tántalo gime en el hermoso lago, Do las nereidas con ardiente halago Le descubren sus tornas ambarinas…
En medio de las aguas cristalinas Siente del hambre y de la sed el estrago Mientras escucha –delicioso y vagoEl divino cantar de las ondinas.
Frutas, aguas y náyades se esfuman En los ansiosos labios del precito; Su hambre, su sed y su pasión abruman. Y el mirage fantástico y maldito Siempre hechicero, dulce é inquietante Torna y se oculta rápido y cambiante.
II Sísifo
En lo más alto del abrupto monte Hermosísima ninfa está dormida… E inebriado de amor, Sísifo olvida El fallo oído en la barca de Caronte.
Lacerado, sudoso y anhelante Llega a la cima con la horrible roca, Burlona risa su dolor aloca Y se esfuma la bella torturante…
Rueda entonces al fondo del abismo, Cogido por la mole que le aplasta, Y aparece de nuevo el espejismo… Al rey precito, su pasión ardiente Le ciega y torna a su labor infausta, Con la roca fatal, eternamente. 4 Revista científica y literaria del Colegio Bernardo Valdivieso, nº 41, 31 de enero de 1918, año V, pp. 205–206.
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Patricio Guzmán Cárdenas
Es una de esas tantas tardes de nubes apasionadas que cruzan los paisajes fríos de Santiago de Chuco, la tierra del inmortal César Vallejo, cuando nos encontramos con Samuel Cavero Galimidi, escritor peruano de una trayectoria inmensa, Presidente de la Asociación de Escritores y Artistas del Orbe (AEADO), Secretario General del XXXIV Congreso Mundial de Poetas, Perú 2014, actual ganador del V Premio de Novela Cámara Peruana del Libro. Y así, sentados frente a una hoguera, comenzamos la presente conversación. PG: ¿Qué significa Escribir? SC: Para mí, escribir siempre ha sido un ajuste de cuentas conmigo mismo, un tremendo reto, pelearme frente al computador con mis demonios y fabular, estrictamente fabular, recrear mundos y realidades con un drama omnipresente, pues no siempre he hecho novelas con temas contemporáneos y que recrean nuestra realidad inmediata, sino más bien me he trasladado a la colonia o la
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época de los incas, también al África, Asia, Oceanía, de tal manera que, como MVLL, me siento cosmopolita y ciudadano del Mundo, cosa más difícil lograda después de tantos viajes y lecturas, donde hay que cuidar además del tiempo, el habla de los personajes, la historia y mil detalles que encierran el complejo proceso de creación. PG: ¿Cuál es su trayectoria literaria? SC: He publicado algo más de 20 libros en todos los géneros literarios pero no me siento satisfecho ni envanecido. Como pocos escritores peruanos, he publicado libros de novelas, cuentos, ensayos, teatro, poesía, biografía, autobiografía, crónicas, leyendas, en fin. Por ejemplo, tuve el honor de escribir y publicar una biografía autorizada de un poeta residente en Australia al que entrevisté bastantes veces, libro voluminoso que contiene la vida y obra literaria en vida del artista y vate uruguayo Raúl Méndez. Ahora él tiene 97 años, con plena vitalidad rumbo a su cente-
Arturo Vinicio Paladines
S
ofía duerme sobre el blando cojín. Delgada, bella; la habitación aparece con un color de ensueño, las paredes tienen un crepúsculo que da pena y las finas cortinas se tienden como césped por las ventanas a medio cerrar. Su gracia evoca las más finas cadencias, baila con el compás triste y delicado del violín, la habitación de pronto ha tomado el aire viciado de espanto de un amplio salón; las horas de soledad circundan la frente y la jovencita siente en su alegre corazón las profundas voluptuosidades del frío. ¡Algo abate de repente a la niña de ojos almendrados y cabellos de sortija! Algo, un mal imprevisto ha penetrado, indecente, torvo y sombrío. Sobre ella dos ojos enfermos miran sensitivos. Sobre ella, a través de la penumbra estrecha de su ventana, alguien ha osado sentirse poeta y la observa con un lento y triste mirar pensativo. Dan las doce y las luces empiezan a extinguirse, las sombras de otros tiempos de las
grietas han evocado fantasmas de visiones ultraterrenas y viejas; Sofía dormirá tranquila, mañana volverá a ser feliz. Mientras no la miren esos ojos perturbadores, podrá sonreír. Mañana no iré a verla, sobre el vacío aire mis pies no la encuentran. Mañana será ya el otoño y sobre las aceras mi nostalgia se comprime en una hoja de olvido. Tú la pisarás indiferente, altiva y soberana, como Ofelia que posa sus pies sobre tierra consolada; al arribar al plenilunio, mis ojeras besaran tus párpados, y lloraré. ……………
Duerme como tantas noches, en la quietecita habitación perfumada. Ha helado la sombra del tedio; y mi corazón, en su sollozo hiriente, podría con sus garras ensangrentadas malgastarte las bellas horas contándote su dolor eterno. Mi negra silueta se pierde como un niño enfermo que va en pos de la cura, por las ciénegas fétidas de la existencia; así que duerme
tranquilamente, que yo pondré sobre tus sienes el color de las bellas amapolas que con fuerza soportan el vendaval y el invierno. ¿Por qué las tiernas corolas adornan con tan bello encanto las frías geometrías del féretro? Un infante que te ama, te besa con los pétalos fríos de sus labios de muerto; y ahora ha puesto triste la quimera sus fantásticos sueños. La tumba que se abre a mis pies es oscura, ella corromperá a mil larvas cada fibra de mi cuerpo; y de mí, mañana, cuando las quietas y bellas auroras, bañadas en su claro penacho de oro, vengan con la primavera olorosa del rosal y el verde sauce a orear mi tumba, cabeceará sensitivo sobre ella una amapola mística y triste, que riega sobre la amarillenta tierra, que descompone mis huesos, un halo de fragancia exasperante y dolorosa. Entonces la noche traerá, en sus abismales cimientes, irisadas formas que sostendrá el viento; en tu boudoir en penumbra la muselina perfumada, ondeará fantasmalmente sus vestidos purpurinos y de
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que recientemente ha publicado Lumen en España, al detective Roger Sheringham, conocido por historias como El caso de los bombones envenenados (1929), El crimen de las medias de seda (1928) o El misterio de Layton Court (1925) y por su afición a la cerveza y a fumar en pipa en Londres. Berkeley era amigo de John Dickson Carr (1906–1977), exponente de las novelas problema centradas en crímenes, que habían sucedido en una habitación cerrada. … y Ellery Queen
Ellery Queen es el pseudónimo de los primos hermanos americanos Daniel David Nathan y Manford Emanuel Lepofsky, cuyos alias son Manfred Bennington Lee y Frederick Queen Dannay. Ellos eliminan las fronteras entre autor y detective al ponerle el mismo nombre a su detective, Ellery Queen. Queen es un joven autor de novelas policíacas, atlético e intelectual, lector de Proust que usa quevedos, bastón y gabán largo, que vive con su padre, el inspector Richard Queen, al que ayuda en sus investigaciones: mientras el padre recoge indicios, el hijo los interpreta. Entre sus novelas destacan El misterio de los hermanos siameses (1933), Cara a cara (1967) y Un caso difícil para el inspector Queen (1956). Claude Chabrol adaptó al cine la novela de Queen La maravilla de diez días (1948) en el largometraje La década prodigiosa (1971), que contó en el reparto con Anthony Perkins, Orson Welles y Michel Piccoli, una de las versiones cinematográficas más interesantes de Ellery Queen.
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Siguiendo la estela de Queen podemos encontrar al abogado Perry Mason, obra de la pluma del norteamericano Erle Stanley Gardner (1889–1970), popularizado a partir de la longeva serie televisiva y de las numerosas adaptaciones fílmicas. El caso consiste en la defensa, por parte de Mason, de algún cliente averiguando la culpabilidad de otro personaje. Su primera novela fue El caso de las garras de terciopelo (1933), aunque también cabe mencionar El caso de las manos heladas (1962) y El caso de la morena prestada (1946). Mason es un hombre de espaldas anchas y rostro granítico, maestro del interrogatorio, que suele trabajar con su esbelta secretaria Della Street y que reside en Los Ángeles (EE. UU.). Simenon y Maigret
En Francia, el prolífico Georges Simenon (1903–1986) se alza a los primeros puestos de las listas de libros más vendidos con su comisario Jules Maigret, miembro de la policía judicial parisina, seguro de sí mismo, imperturbable y educado, de mirada serena y gran envergadura, ataviado con pipa, abrigo o gabardina y sombrero hongo. Maigret resuelve el enigma tras
comprender la crisis psicológica que trastorna al asesino en el momento del crimen, así realiza un retrato de grises mediocres y personajes patéticos, cuyo drama suele conmover al lector. Con despacho en Quai des Orfèvres, Maigret debuta en la novela La muerte ronda a Maigret de 1931, año en que publica otras nueve novelas fruto del encargo de Joseph Kessel para la revista Détective. Posteriormente, la imprenta saca a la luz obras como Un error de Maigret (1937), Firmado: Picpus (1944), La pipa de Maigret (1947) o Maigret y el inspector sin suerte (1947). Desde 1932, muchas de las novelas han sido adaptadas al cine y a la televisión, como Maigret en el caso de la condesa (1959), dirigida por Jean Delannoy e interpretada por Jean Gabin. En la actualidad, la novela policíaca es desarrollada con talento por autores como Donna Leon (comisario Guido Brunetti), Andrea Camilleri (comisario Salvo Montalbano), Benjamin Black (pseudónimo de John Banville), P. D. James (comandante de la policía metropolitana en Scotland Yard, Adam Dalgliesh), José María Guelbenzu (Mariana de Marco) o Petros Márkaris (comisario Kostas Jaritos), entre otros.
nario y su vida es memorable, una historia digna de contarse.
PG: Relátenos una o más anécdotas que desee compartirnos. SC: Pues tengo muchas, contaré que cuando escribo, corrijo y vuelvo a reescribir, sucede que en ese ínterin si bien se va mejorando la calidad de los textos es cuando se tiene varios archivos digitales a la vez, a veces con distinto nombre, uno entonces termina atrapado por sus propios escritos y al final
no sabe cuál versión es la mejor y con la que debe quedarse. Los resultados de los concurso le dan a uno recién la razón de cuál es la mejor versión escrita cuando gana un concurso, y yo gané ya, felizmente, muchos. PG: ¿Qué significado le da a su expresión: «A mí me parieron los Andes y por eso soy rebelde, como los danzantes de tijeras de mi pueblo»? SC: Es una frase que me nació desde la soledad en Australia, país donde residí del 2001
al 2005. Viví allí prácticamente cinco años completos y fue una experiencia vital muy enriquecedora que me permitió crecer no solo económicamente sino lo que es más importante espiritualmente y como escritor gané en Australia varios premios. Actualmente llevo más de 40 galardones obtenidos aparte de las distinciones, por supuesto. Y entonces me preguntaba: ¿Qué soy yo como escritor? ¿Quién soy yo, esencialmente, como ser humano? Como debieron preguntarse muchos escritores en el exilio. Y tuve el pleno convencimiento que así como es la patria un lugar que hoy pudiste nacer aquí o allá, con los padres sucede lo mismo. Puede ser el hijo de un hombre acaudalado o de un indigente. Pero de lo que no me libré es de ciertos rasgos que imprimen mi personalidad, mi manera de ser, mis escritos, y son mi extracción y cuna serrana alto–andina de ascendencia judía. Nací en Puquio, Lucanas, un pueblo muy alejado y helado en Ayacucho, lugar donde José María Arguedas se inspiró para escribir Agua, La Agonía de Rasu Ñiti y la monumental obra Todas Las Sangres. De Arguedas me nace la vertiente de contar en mis libros, por ejemplo, con estremecimiento poético, la vida y sueños de los danzaks, danzantes de tijeras. Pero también como en Arguedas, en mis libros están presentes la violencia de Sendero, los ríos, los Apus, los campesinos perseguidos o asesinados y su tierra diezmada entre eucaliptos y sauces dolientes, entre la ternura, la angustia y el dolor. Y yo bebí, además, de la vertiente literaria de Ciro Alegría desde
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niño, habiendo además de universitario releído y estudiado todas su obras, así de otros clásicos europeos y latinoamericanos.
PG: «Hoy bastó escuchar tu onda voz». ¿En su obra existe alguna influencia del vate universal César Vallejo? SC: Es una expresión existencial, metafísica. Sí, en mi poesía hay una vertiente vallejiana de gran admiración y respeto al gran poeta universal. Es una influencia en sus escritos que no se hace vallejista, ni vallejiana, sino que se redimensiona desde la admiración por su obra y su legado poético, pero que busca abrir (en mí y en mis escritos) nuevos aportes– lazos–y vasos comunicantes, en la poesía experimental, desde mi propia creación personal. PG: Ahora que se acerca el Congreso Mundial de Poetas a desarrollarse en el Perú, díganos qué preparativos se están realizando y el significado que para toda América tiene esta distinción otorgada al Perú por
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la Academia Mundial de Arte y Cultura. SC: Hay muchos preparativos, pero estamos viviendo una especie de cisma al interior del CECOMUP que es el propio Comité desde la complejidad de lo que somos los seres humanos, con sus sueños, sus ideales, sus proyectos. Espero se solucione. Pero también desde la posibilidad de que este Congreso Mundial no sea uno más sino un hito de participación de poetas de todas las muestras de poesía mundial. El Perú sí puede organizar congresos y festivales mundiales de gran envergadura y trascendencia. Lo están demostrando los organizadores del II Festival Internacional de Poesía de Lima FipLima, del 4 al 7 de julio de 2013. Sesenta poetas de América, Asia, África y Europa, y más de 30 poetas peruanos. Los invitados del extranjero, he sabido por fuentes muy confiables, vienen pagados sus pasajes aéreos, más su estadía en buenos hoteles y la alimentación gourmet de nuestra variada gastronomía para asistir a eventos culturales masivos representativos, de más de 3000 personas, esto en Lima, aunque usted no lo crea. Por eso sostengo: todo lo imaginable es posible en el Perú. Todo depende de la unidad y el trabajo disciplinado de sus organizadores. Y ojalá converjamos inspirados en los fraternos principios de la Academia Mundial de Arte y Cultura, WAAC, en un solo río, como el que nos habla Arguedas, el de Todas las Sangres y Los ríos profundos, para luego decalar en un mar de sabiduría, de hermandad, de fraternidad y no en un delta de mezquin-
dades, de egocentrismos, vanidades y poses personales, que a veces pasa en los encuentros y congresos provocando las crisis y más bien el desencuentro.
PG: ¿Qué planes a futuro tiene en cuanto a producción literaria? SC: Tengo varias novelas, poemarios y ensayos inéditos, los corrijo, los leo, releo y reescribo alternativamente, pensando en la gran vitalidad que tiene el ser humano, que a veces se vuelve Dios–poeta, Dios novelista, Dios cuentista, Dios ensayista, y que no siempre debe buscar la inspiración, sino la transpiración, la total exudación, para así construir adobe por adobe ese complejo proceso de forjar un buen texto literario, poético o crítico, antes de publicarlo o de mandarlo a concurso.
PG: Para finalizar, un saludo para Loja, esperando tenerlo en breve con nosotros para conocer su producción literaria. SC: De Loja, ciudad hermosa, de tradición y cultura, enclavada al sur de Ecuador, tengo de ella y del pueblo ecuatoriano, gente sencilla, fraterna y noble, muy gratos recuerdos. Estuve en un Encuentro Internacional de Escritores justamente en las festividades de la Virgen del Cisne hace ya cuatro años. Pero no únicamente traje del Ecuador memorables recuerdos sino también algunos libros como El Caudillo Eloy Alfaro, escrita con prosapia y rigor historicista por Miguel Ángel Gallardo Aguirre, que nos habla de este General, quien fue presidente de su país, un gran revolucionario ecuatoriano.
vés de sus feroces ojos inyectados de sangre». Por lo tanto, su estrategia consiste en adivinar las intenciones del delincuente poniéndose en su lugar. Su objetivo no es tanto resolver un enigma y que el delincuen-
Gilbert K Chesterton
te sea detenido como lograr un arrepentimiento y que el crimen no se lleve a cabo. De baja estatura y apariencia sencilla, este sacerdote católico y amable pertenece a la iglesia de San Francisco Javier en Camberwell (Londres) y suele contar con la complicidad de su amigo Flambeau, antiguo ladrón de guante blanco. Entre sus aventuras, podemos citar El candor del padre Brown (1911) o El escándalo del padre Brown (1935).
Dos damas del crimen: Agatha Christie… En 1920 despunta la novela problema o novela enigma, gracias a las obras de Ellery Queen o la británica Agatha Christie. Por entonces, la novela policíaca se había aburguesado, primando el juego limpio entre autor y lector, es decir, que el protagonista y el lector conocieran la misma información respecto al caso a resolver, y aplicando el principio de que el criminal nunca gana. Agatha Christie (1891–1976) tiene la idea de escribir una novela problema durante su etapa como enfermera voluntaria en un dispensario. Quizá por ello en su primera novela, titulada El misterioso caso de Styles (1920), protagonizada por el orondo policía belga retirado Hércules Poirot, el Capitán Hastings y el Inspector Japp, y publicada por la editorial The Bodley Head tras modificar el final, el propietario de un viejo caserón en Essex es envenenado con estricnina. Sin embargo, no es hasta la publicación en 1926 de El asesinato de Rogelio Ackroyd (editorial William Collins & Sons) cuando Christie logra el éxito. Otros personajes archiconocidos de la dama del crimen son Miss Marple (anciana soltera que reside en Saint Mary Mead) y el matrimonio de sabuesos, Tommy y Tuppence Beresford, aunque también consigue conquistar a los lectores con novelas sin detective aficionado, como Diez negritos (1939), llevada al cine en cinco ocasiones y considerada como su novela más vendida, y con piezas teatrales como La ratonera, estrenada en 1952, fecha
desde la que viene representándose ininterrumpidamente en Londres. Otros narradores que se decantaron por la novela enigma fueron Earl Derr Biggers (1884–1933) con su sargento de policía Charlie Chan, de Honolulú, en donde trabaja en la Jefatura Superior de Policía de Bethel Street. Chan posee un peculiar lenguaje, un original método deductivo y una
Agatha Christie
agitada vida como padre de doce hijos. Bajito y regordete de ojos negros, humilde, educado, inteligente y paciente, es partidario de que los hechos encajen por sí solos y de tener la mente abierta a todas las posibilidades. Entre sus novelas podemos citar La casa sin llaves (1925), Eran trece (1930) y El criado chino (1932). S. S. van Dine, pseudónimo del crítico de arte Willard Huntington Wright (1888-1939) idea a Philo Vance, deportista, aristócrata, rico, una enciclopedia andante, un pedante esteta que vive en Nueva York. Por su parte, Anthony Berkeley Cox (1893– 1970) da vida en sus novelas,
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de sus aventuras a su amigo pasante Saintclaire. Los genios del mal
Emmusca Orczy
Gaston Leroux
leche y porciones de tarta de queso, o atando y desatando cabos de un cordel. Del francés Gastón Leroux (1868–1927) es el joven reportero de L’Epoque de París Joseph Rouletabille, bola de ruleta, otra imitación de Holmes que disfrutó de fortuna literaria en libros como El misterio del cuarto amarillo (1908), el primero de Rouletabille, o El perfume de la dama de negro (1909). Rouletabille es servicial y espabilado, fuma en pipa y cuenta como relator
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No solo de héroes vivió la novela de la época, también los antihéroes o genios del mal utilizaron la inteligencia con fines criminales y coparon portadas de libros. Raffles, personaje creado por Ernest William Hornung (1866–1921) es un cínico príncipe de los ladrones, la antítesis de Holmes, y, aunque ofrece la imagen de un modélico caballero inglés, lleva la vida de un elegante ladrón de guante blanco. Cinco años después, Maurice Leblanc (1864–1941) da vida literaria a Arsène Lupin, un perfecto caballero bohemio aficionado a las mujeres, a los duelos y al vino, apasionado del riesgo. Para él, el robo es un arte, por lo que desprecia el método deductivo. El siniestro bandido Fantomas surge de la pluma de P. Sousvestre (1874–1914) y M. Allain (1885–1969). Sus aventuras se alejan del enigma en beneficio del relato de persecuciones y del suspense. La popularidad la logra gracias al empleo de inventos recientes (autos, aviones, submarinos), su cualidad como deportista y adivino y su capacidad de transformación. Él ejemplifica el poder de la ciencia y de la
técnica en malas manos. Finalmente, el sabio chino Fu–Manchú, original de la pluma de Sax Rohmer (1833–1959), es otro de los célebres antihéroes reseñables. La novela criminal científica
Gracias a autores como Jacques Futrelle (1875–1912) y su personaje Augustus S. F. X. van Dusen, la novela criminal científica termina por imponerse. Van Dusen es conocido como la máquina pensante, un investigador pionero en el uso de métodos científicos para la investigación del crimen, caso del análisis de sangre o el empleo de la balística. En 1907, el doctor John Thorndyke, héroe creado por Richard Austin Freeman (1862–1943), hace su aparición en los escaparates de las librerías. Freeman utiliza la criminología sistemáticamente y desplaza el centro de interés del relato del delincuente al proceso investigador, siendo el entramado lógico y el enigma lo más importante. Como apunte, indicar que Freeman cuenta la historia desde el final al principio. Opuesto a Freeman se halla el inglés Gilbert K. Chesterton (1874–1936), conocido como el príncipe de la paradoja y por ser el creador del padre Brown, sacerdote bonachón y aparentemente descuidado, que hace las veces de detective aficionado empleando la intuición, la psicología y la ironía como armas deductivas. Una afirmación del padre Brown que define su manera de actuar es la que sigue: «procuro ponerme en la piel del asesino hasta el extremo de ver el mundo a tra-
Año tras año, tres grandes compañías auspician a nivel mundial un aguerrido concurso musical, el ya famoso Metal Guitar God, en el que participan los más virtuosos guitarritas de Metal Rock de todo el planeta. Estas tres compañías organizadores son Toontrack, Jackson y Jamtrackcentral, las mismas que buscan promocionar sus productos mediante el mencionado certamen, donde las cápsulas musicales triunfadores se comercializan por medio de softwares, instrumentos musicales y clases de guitarra. Además de ello, dichas compañías adquieren también los derechos de dichos solos, por si algún grupo famoso quisiera obtener con ellos algún riff que tuviera pegada en el mercado mundial de la música. Pues bien, en 2013, nuestro joven guitarrista Rafael Minga resultó primer finalista (2º lugar) entre 800 participantes preseleccionados de todos los rincones de la tierra. Rafael, con una composición
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de aproximadamente 20 segundos de duración, logró una micro pieza perfectamente estructurada, con cabeza, cuerpo y final, intercalada de silencios respiratorios, la misma que logró desde el principio ponerse por delante de otros virtuosos rivales. Curiosamente, Rafael Minga (Loja, 1977) no empezó su carrera musical como guitarrista, sino que en su niñez recibió clases de canto y piano en el Conservatorio Salvador Bustamante Celi. En realidad, digámoslo abiertamente, Rafael empezó cantando. El canto fue su fuerte y pensó que lo sería en adelante, incluso ganó algunos concursos, entre ellos el Eduardo Ruiz y el concurso
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Petronila Burneo, hasta que su niñez terminó y el cambio natural de la voz hizo que abandonara el canto e incluso también el piano. Pero el gusanillo musical estaba latente en Rafael. Un día se encontró en la calle con una hoja de cuaderno escrita a mano, en la que venía la letra de Yesterday, la mítica canción de los Beatles. Por supuesto, ni qué decirlo, a Rafael le encantaban los Beatles. Y venían además en el papel los acordes para guitarra, escritos sobre los versos. Ése fue el inicio de su afición por la guitarra. Fue cuando su propuso aprender dicho instrumento, con la ventaja de que su padre era profesor de música en la conocida Academia Santa
Cecilia, de modo que el aprendizaje fue direccionado desde el principio. Luego de ello formó un grupo con otros chicos, los sábados iban a ensayar en Catamayo, hasta que le pidió a su padre que le comprara una guitarra eléctrica. Su padre le dijo: «Muy bien, te compro la guitarra eléctrica, pero antes estúdiate el método Carulli; el día que me des la última lección, ese día te compro la guitarra». Lo que no sabía Rafael era que, su padre, por los modestos recursos económicos de la familia, quería darse tiempo para ahorrar algún dinero y comprarle la guitarra eléctrica. En todo caso, Rafael tomó dicho método y se aplicó de tal forma que a veces avanzaba hasta tres lecciones por día. En efecto, cuando ejecutó ante su padre la última lección, su padre le compró la guitarra eléctrica. Su padre también se encar-
Edgar Allan Poe
Arthur Conan Doyole
Edgar Wallace
El problema final, cuando Holmes y Moriarty caen en mortal abrazo por las cataratas de Reichenbach. La resurrección del héroe solo tuvo lugar por las presiones de los lectores y editores. Holmes estuvo inspirado en un ser real, el cirujano Joseph Bell, profesor de medicina forense en la Universidad de Edimburgo, de quien toma las observaciones y deducciones que distinguen su método detectivesco (Bell protagoniza la teleserie de la BBC de cinco capítulos Murder rooms: the dark beginnings of Sherlock Holmes, datada en 2000–2001).
un personaje innovador, puesto que su método de investigación llega a condicionar la estructura del relato. La narración, llevada a cabo por Watson, suele comenzar con una entrevista al posible cliente en el 221B de Baker Street y con una serie de deducciones, que Holmes reali-
pector G. Lestrade de Scotland Yard, el agente encargado de investigar oficialmente algunos de los casos de Holmes, rechaza los métodos de Holmes, salvo en La aventura de los seis napoleones. Holmes es un detective de curiosas excentricidades, que se cree superior a la policía (y lo es), que tiene su propio código de justicia y que dará paso a dos tendencias narrativas: las aventuras de criminales y la novela criminal científica. Pero no solo Conan Doyle disfruta de las mieles del éxito con su genial detective. Hal Meredith crea una de las réplicas más populares de Sherlock Holmes, Sexton Blake, médico criminólogo y detective privado con una mente superdotada y una extraordinaria habilidad para el maquillaje. A su vez, Edgar Wallace, autor prolífico, crea los conocidos como cuatro hombres justos, implacables vengadores de la sociedad, que se rigen por unas reglas donde la muerte es la mejor solución. Emmuska Orczy concibe al Viejo del Rincón, personaje que soluciona intrincados casos mientras permanece sentado en un salón de té, ingiriendo vasos de
EL CUERVO
«¡Vamos, Watson, comienza el juego!»
Gran parte del atractivo de Holmes reside en su inmunidad frente a las debilidades y pasiones del hombre corriente, además de su compleja y controvertida personalidad (egocéntrico y vanidoso), su característico atuendo (abrigo, gorra y lupa) y sus extraordinarias dotes para el violín, el disfraz o el boxeo. Igualmente, su implacable rigor en su método de trabajo le convierte en
za a partir de la simple observación del visitante. Esta entrevista sirve para presentar el enigma. Acto seguido, se pone en marcha la investigación diciendo Holmes a su fiel ayudante: «¡Vamos, Watson, comienza el juego!». Una vez verificadas sus teorías y resuelto el caso, tras rocambolescas peripecias, Holmes explica brillantemente el misterio ante un Watson atónito, que es el reflejo del deslumbramiento del lector. El ins-
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Carlos Ferrer
E
l género de la novela policial cristalizó gracias a los cuentos de Edgar Allan Poe (1808–1849) que tienen como protagonista al primer detective literario de la historia, el caballero Auguste Dupin. Poe vio el crimen como una forma de misterio, que podía resolverse mediante un método basado en el positivismo científico (los fenómenos se relacionan mediante nexos lógicos) y en el determinismo filosófico (los actos humanos obedecen a leyes previsibles). Este método, aplicado a la na-
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rrativa, dará pie a obras como Los crímenes de la calle Morgue. El camino iniciado con Poe no tuvo continuidad hasta que E. Gaboriau con El caso Lerouge (1863) y W. Wilkie Collins (1824–1889) con La piedra lunar (1868) sustituyeron la figura del detective aficionado por la de un eficaz detective profesional, valiéndose de la aventura como generador de intriga. De Wilkie Collins además cabría destacar la creación de personajes prototípicos de la sociedad victoriana, el carácter ejemplar o moralizador
de la mayoría de sus obras, su capacidad para construir una trama ingeniosa, inspirada tanto en delitos como en hechos misteriosos y su rigor en la plasmación de aspectos médicos y legales. Su sargento Cluff es un claro antecesor de Sherlock Holmes. En este éxito tuvo mucho que ver las publicaciones periódicas sensacionalistas de bajo precio, que abordaron las preocupaciones de la vida en las grandes ciudades. En una de ellas, una dime–novel o novela de diez centavos, nacerá el detective Nick Carter, un justiciero guardián del orden que consagra su vida a la lucha contra el crimen tras el asesinato de sus padres por unos gángsters. Sus hazañas están repletas de acción. De la mano de Arthur Conan Doyle (1859–1930) y en una publicación popular como The Strand Magazine, se dará a conocer el más famoso detective de todos los tiempos: Sherlock Holmes. El triunfo de Holmes fue de tal magnitud que eclipsó a su autor y fue considerado como un personaje de carne y hueso. Hasta tal punto que Conan Doyle le mató en el relato
gó de enseñarle solfeo. Rafael tenía por entonces 15 años, se graduó del colegio a los 16 y empezó una etapa difícil de su adolescencia, que se vio agravada por el divorcio de sus padres. Rafael se fue de la casa y allí tuvo que vérselas para ganarse la vida. Fue en ese momento que tuvo que optar definitivamente por la música, como un modo de procurarse el sustento diario. Tuvo que aprender a tocar el requinto, ya que le ofrecieron un puesto en la Rondalla Municipal; tocó con grupos, con tríos, formó parte de grupos de rock, tocó con Kenny Goodman, tocó con el perro y el gato, formó parte de grupos de música nacional, folclórica, romántica, tocó de todo, y aquello le fue dando un amplio espectro que luego le serviría para perfeccionar su versatilidad ejecutoria. Hoy por hoy, Rafael Minga tiene dos títulos; es licenciado
en Educación Musical por la Universidad Nacional de Loja, y licenciado como Guitarrista Pedagogo, por la UTM. Pero el grueso de su bagaje lo ha ido adquiriendo en el camino, ya que Rafael es prácticamente autodidacta. Entre otras cosas, tuvo que aprender por sí solo composición y transporte, para hacer de arreglista en un estudio de grabación; hoy mismo acaba de regresar de España, donde ha ido a hacer algunas experiencias con músicos de flamenco. —Si tuvieras que elegir entre el piano y la guitarra, ¿con cuál te quedarías? R. M. Definitivamente con la guitarra. Además de la versatilidad y facilidad de transportación, te ofrece un abanico de posibilidades que difícilmente te lo da otro instrumento; o sea, hay guitarras para todo, guitarras de todo tipo, para jazz, para flamenco, para rock, para música clásica. —¿Cuántas guitarras tienes? R. M. Creo que nueve o diez. —En todo caso, ¿con qué tipo de música te quedarías? R. M. Si me dieras a elegir, no me gustaría quedarme definitivamente con ningún tipo de música. Me gusta tocar de todo. Ahora mismo estamos preparando un recital de flamenco, posiblemente para marzo o abril. Me gusta el jazz, toco con Ítalo Coello, eventualmente toco con Kenny, a veces toco música romántica… es decir, no
me gustaría casarme con nadie, ¿comprendes? —Además del premio económico, sé que recibiste una guitarra. ¿Qué guitarra fue? R. M. Una Ibañez Prestige, mástil delgado. —¿Te consideras un autodidacta? R. M. No lo sé…, no me parece. Somos el producto de todo lo que hemos recorrido, la suma de las personas que hemos conocido en el camino, incluso de aquellas que nos han rechazado, que nos han dado la espalda. Es decir, se aprende de todo en la vida. —Aún así, ¿cómo ves el camino recorrido? R.M. A mí me tocó crecer entre el declive del arte y el avance de la tecnología. Cuando era chico, la información musical nos caía a cuentagotas. Ahora abres la llave y el chorro de información por internet te deja boquiabierto, tienes toda el agua que quieras. —¿Planes para el futuro? R.M. Pues, el concierto de flamenco que he mencionado, y también estoy metido con un libro sobre los inicios de la nueva música en Loja, quiénes fueron los precursores de las nuevas corrientes musicales, con qué recursos contaban por entonces, etcétera, porque muchos creen que las cosas se han dado así por así, y eso no es cierto. Como dije, crecemos sobre los hombros de los otros, somos la suma de todo.
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Así se titula el ultimo documental de Wilson Castillo, dedicado a la memoria del pintor Eduardo Kingman. El documental, constituido en tres capítulos, presenta una esencial semblanza del eximio artista lojano y su obra. Quienes han visto los documentales anteriores de Castillo, saben que éste apuesta casi siempre por la reflexión sin prisas, para lo cual recurre a cámaras fijas y fondos estáticos, antes que a imágenes móviles que corran el riesgo de resultar volátiles y no decir absolutamente nada. A Castillo no le atrae el arrebato escénico, ni muestra especial interés por filmar en exteriores; influenciado por Bergman, sus tomas, por lo general domésticas, hacen que el espectador se vea abocado a interiorizar lo que escucha, y la cámara fija se transforma en una herramienta para reforzar las ideas. Sin embargo, en el documental que hoy nos ocupa, Castillo ha cuidado mejor los detalles en comparación con su trabajo anterior acerca de Fausto Aguirre, el cual no recibió buenas críticas. En la primera parte del documental sobre Kingman, aparece el hijo del pintor,
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Juan Sebastián, comentando anécdotas curiosas acerca de su padre, a la par que aporta breves juicios sobre el arte y la obra del pintor lojano. A más de hacer de introducción, este primer segmento pone de fondo algunos tópicos que se desarrollarán más adelante, en la segunda y tercera parte del documental. La estatidad fotográfica de esta primera parte se palia con dobles tomas que actúan como close ups simultáneos. En la segunda parte del video, que es sin duda alguna la más interesante y mejor lograda de todas, la crónica y percepción de José Carlos Arias marca un ritmo claro y fluido, inserto en una estructura narrativa que se complementa con las imágenes al cien por cien. El cuidadoso tratamiento estético, el ritmo y color de cada toma, hace que todo gire con velocidad perfecta alrededor de la obra del eximio artista lojano. Aparte de ello, los detalles de fondo, la iluminación, la fotografía y el sonido, confieren al trabajo una singular frescura, que acompaña muy bien con el carácter preciosista del video. Los fondos no se repiten, ni hay lugar para la monotonía, pues la disertación de José Carlos Arias no se improvisa y la música cumple a perfección su papel de estimuladora de resortes emotivos.
Pero hay sobre todo, en esta segunda parte, un trabajo de animación elemental hecho sobre la base de unos pocos dibujos de William Brayanes, que otorga vivacidad y carácter didáctico al trabajo. Y la heroína de esas minuciosidades es una artista lojana que ha colaborado con Castillo en algunas ocasiones anteriores. Su nombre es Ashly Curay, y su talento empieza a notarse desde el inicio, en la misma presentación del video. Ashly, diseñadora, pintora y artista plástica, es quien da al trabajo de Castillo la finura estética que permite al director exponer su visión sobre Kingman de una manera acertada. En la animación de la que estamos hablando, el contorno de un cuadro (empezado y nunca acabado) permite a Castillo exponer, a través de la voz de Arias y la animación de Ashly Curay, un trabajo de muy buen ver, que podría exhibirse en cualquier sitio. Por el contrario, la tercera parte del video se ve afectada por la improvisación y dubitación de algunos de los artistas plásticos invitados, quienes presentan sus obras a partir de bases conceptuales de Kingman, pero de una forma que podrían ser perfectamente prescindibles, sobre todo cuando la música trae sin querer el buen sabor de la segun-
Esta telepatía intemporal me coloca en tu cerebro como si fuera un parásito. Imagíname como un blancuzco gusano blanco en tu cavidad craneal. Soy tu cerebro en forma de un gusano regordete que espera salir inmediatamente. Mis pelos urticales te producen las más variadas y deliciosas sensaciones óseas. Me muevo un poco, para acomodarme a tu posición. Quiero meterme a través de tu foramen magnum hasta la garganta, donde tendré la difícil decisión de invadir tu esófago o salir por la boca. Elijo salir. Siento tus dientes entre cada una de mis acuosas ampollas ambulantes. Con mis pelos voy acariciándote por dentro. Y puedes ver cómo salgo lentamente por tu boca. Mis patas pasan por encima de tu lengua. Me estiro y me encojo para ir ganando espacio. Es imprescindible sentir el roce de mis pelos en tus labios, y mis patas saliendo por tu boca. Palidecerás cuando veas mi puntuda cola agitándose de un lado a otro, como si fuera a clavarse en algún sitio de la garganta; como si buscara el sitio ideal para clavarte mi urogonfo. Como si el hecho de acariciarte con mi cornículo, fuera peor que tener agusanado el cerebro.
Pamela Cecibel
Como cualquier individuo, víctima de las circunstancias, tengo en la cara los matices de la decepción. Pasan los días sin que yo pueda sentirlos, una semana más. Me he obsesionado con algo lleno de absurdidad. Al despertar todo es igual, he llegado a convertirme en autómata de mi propia existencia, hay momentos en los que intento huir de esta realidad. He creado un universo alterno, paralelo, mío. Siento las notas tan sutiles de sus palabras en mi mente, su recuerdo sigue impecable. Siento gota a gota la lluvia sobre mis miedos, me sumerjo en el mar del abandono. No sé de dónde escuché aquello, pues suena dulcemente en mi cabeza. Mi piel se estremece, mis ganas se acortan, mi respiración se agita, lo he visto de nuevo. No ha sido necesario ponerle punto final, no ha sido necesario colocar una coma, no es necesario decir adiós, ni poner pausas sin motivo, tampoco queda pedir perdón. Lo miro y tiemblo de nuevo, nada ha cambiado, nada es igual, todo es contradictorio. ¿Qué es el todo hoy? Un suspiro más que me quita un poco de vida, un anhelo insuficiente y tantos fracasos de más. No hay luna esta noche, no hay alegría ni calor. Me aturde tanto ruido en mi cabeza, los gritos desesperantes de mi insatisfacción, mi cerebro nada hace, sólo provoca un tanto de dolor. De nuevo mi reflejo me muestra lo que soy, lo que trato de ocultar, lo que ya no puedo disfrazar. Poco a poco me desmaquillo y muestro aquel desastre ambiguo y la desolación. Desmaquillo la alegría, las sonrisas, la apariencia tan ilógica que creé. Me miro en el espejo, mi reflejo habla, me dice: «Dónde has quedado, qué eres que no te reconozco, qué has hecho contigo. Huye, aún puedes huir». Pienso en escapar, lo he pensado desde niña. ¡Oh! mi infancia, el aroma de mi casa, mezcla de cigarrillo y licor, mezcla de dulce y dolor. Vuelve a mí aquella fragancia, me transporto lentamente a esa época, tan irreparablemente triste. Lágrimas a veces, risas tal vez. Me he quedado absorta. No hay más que decir.
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Epitafio Cansado
Gracias, necesitaba conversar con alguien. Esta es una cápsula temporal, escrita específicamente para conversar contigo a lo largo del tiempo. Como las hojas de cuaderno en los salones de clases, que guardan instantes en forma de huellas. Seguro que esas hojas observan, angustiosas, debajo de las faldas de las chiquillas, mientras ellas y ellos las llenan de instantes sucios. Quiero vivir durante toda la tierra. Hoy precisamente, es el instante 28 años, cinco meses, dieciséis horas. No te veo, pero me da igual, lo importante es que estamos aquí en cualquier parte del Universo y en cualquier parte del tiempo. En París o en Roma, en Ecuador o en una de las bibliotecas universitarias de Marte. Yo, por el momento, estoy en la quinta de la calle Zoilo Rodríguez, en Loja. Ejerciendo el misterioso oficio de engendrar un encuentro distante, en diferentes tiempos y en un presente infinito.
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Estoy exaltado. Siempre me emocionan los ejercicios retrospectivos. Me gusta la idea de compartir contigo ese lugar que es íntimo para ti: tu casa, tu cuarto, tu computador, hasta el espacio que usan tus dos zapatos en las calles y en todos los lugares públicos. Hagamos un experimento visual: Tomamos por el filo una hoja de papel y la miramos a través de un microscopio. Tendrás todas las fibras, cruzadas como un inmenso muro de troncos blancos. Tomamos un aparato de los que sirven para cortar troncos como estos, y cortamos uno por uno, hasta talar toda la hoja. Nos quedan dos caras con un corte casi perfecto. Yo te veo sosteniendo una hoja de papel en una mano, y en la otra una motosierra. Sin atinarle. No lo hagas, para qué arriesgar las manos. ¿Te has soñado oliendo las estrellas, el Sol, la Ingle de Orión, la Vía Láctea? Vemos ahora una mesa de madera delante de un fondo
verde. Un dragón rojo se acerca flotando y la tritura con los dientes. Tú eres el dragón, siéntete como si estuvieras dentro de tu propia boca. Mira desde adentro el instante cuando la mesa entra y las patas se clavan en tus encías, cuando tu boca se cierra y adentro oscurece. Sientes la explosión de la madera y las astillas brincan por todo lado, algunas te caen en la cabeza y otras en las manos, porque tú sigues adentro. Si quieres ver cómo quedó la mesa, solo tienes que meterte los dedos a la boca y sacar los pedazos que puedas. Todo el mundo tiene la sensación de ver la mesa de la misma forma que se ve un trozo de pan masticado y ensalivado. Tengo una duda: ¿Cuál de los dos es el personaje? Dirás que yo, porque no me tienes al frente o porque estoy muerto. Yo tampoco te veo, sin embargo, conversamos. Somos dos habitantes de un universo paralelo, unidos en el mismo instante entre dos tiempos diferentes.
da parte, que no concuerda ni facilita la digestión de esta tercera. Si bien es cierto que Kingman no fue un innovador en el sentido estricto de la palabra, ya que su trabajo estuvo muy influenciado por los muralistas mexicanos Siqueiros y Rivera, sin embargo, para Castillo es un pintor de una fuerza honesta y poderosa, de modo que la intencionalidad política de sus cuadros no desdice de su persona, ya que si hay algo que deteste Castillo es la inconsistencia de los pintores políticos, que pintan únicamente para sus bolsillos: pintan niños pobres o indios para construirse a sí mismos, e incluso para enriquecerse. En todo caso, es un documental que es preciso mirar, ya que en conjunto deja una muy buena impresión. No en vano el director se pasó ocho meses realizándolo, lo cual prueba con hechos que aquello de ser artista no es para nada un trajín farandulero como algunos piensan, sino todo lo contrario; pues, aparte de dirigir y editar, Castillo ha compuesto en este año diez canciones, se ha mantenido constante en sus colaboraciones para la revista virtual Freelance, ha hecho varias curadurías, continúa al frente del Cine Club Lumiere, ha realizado una exposición de fan art sobre la Guerra de los Tronos y está terminando de pulir un poemario, además de preparar 50 cuadros más para su exposición del próximo año. Y, por si alguien ya lo ha olvidado, en cuanto a recoger valoraciones , a Wilson tan solo le interesa la opinión de su musa, Gabriela Pacají. LSJ.
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Antes que nada, un poco de historia a vuelo de pájaro. Mercadillo fundó la Inmaculada Concepción de Loxa con la intención de convertirla en un gran puerto intro terram, que sirviera de acceso a los fabulosos emporios del oro. Una especie de ciudad bisagra, si se quiere. No nos confundamos con la fundación de la Zarza: aquello fue tan solo el frustrado intento de erigir un fuerte militar para vigorizar las posiciones de Gonzalo Pizarro contra la Corona, antes de que Mercadillo lo pensara dos veces y se aliara
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más bien con el rey de España. De no haberlo hecho así, hubiera terminado con su cabeza rodando por el suelo, igual que la de Gonzalo Pizarro. De modo que la fundación de Loja obedeció a otros motivos. En efecto, junto con las grandes minas de Popayán (Nueva Granada), los codiciados filones de Zaruma y Zamora constituían los más grandes yacimientos auríferos encontrados por los españoles. De estos lugares salió todo el oro que maquilló el rostro del Imperio Español y la economía de Europa. En términos prácticos, el mítico país de El Dorado no fue sino el gran callejón que hoy conocemos como provin-
cias de El Oro, Loja y Zamora Chinchipe, además del norte peruano, incluida la entrada al río Amazonas. Y la capital de este gran corredor, ni qué decir, era Loja: para eso la fundaron, y el rey Felipe II estaba tan contento con los informes que le enviaban de aquí que hasta le diseñó un escudo de armas y le confirió el título de Muy Noble y Muy Leal ciudad. «Y para que Loxa fuese más honrada y estimada, y quedase dello perpetua memoria, le mandásemos a señalar por armas un escudo en campo rojo, que en medio de él esté una ciudad de oro y salga della una gran bandera blanca con nuestras armas reales en ella, y tras ella gente de guerra que la sigue, y la dicha ciudad esté cerrada por dos ríos de azur y plata». Veamos por qué tanto entusiasmo del rey: «Las ciudades de Zamora y Nambiza (Nambija) están lastradas en oro como hierro en Vizcaya (Información de Bravo de Santillán en 1558). El asien-
tes que celebraron en el mismo hospital su llegada, y pocos días después la bienvenida al pequeño hogar de la pareja. Qué de ilusiones y proyectos ante esa pequeña vida que, como ya se dijo, significaba para sus padres el final de aquella pesadilla vivida por la presencia continua de la muerte en la familia materna. Para la madre, el hijo lograba mitigar la ausencia de su hermano recién fallecido; para el padre, un proyecto de vida maravilloso, su primogénito, su ilusión abrigada por muchos años y hoy hecha realidad. Miró su rostro de facciones finas, sus ojos de color café claro, sus manos largas que lo harían vanagloriarse ante sus compañeros maestros que lo felicitaban, de que su hermoso niño sería algún día un artista del piano, mucho mejor que su padre. Y pasaron algunos días, una semana, siete días de felicidad, pero también siete días fatídicos, porque cuando se creía que la vida del pequeño ángel avanzaba, esta lo había estado abandonando. Era como si el que-
rubín encarnado tuviera que pagar cara su decisión de venir a la Tierra por amor a los seres humanos, y asumir una de las más terribles contingencias de estos seres: morir. Luego de una larga noche de dolores incomprensibles y sin respuestas médicas sobre el origen de su repentina enfermedad, al término de la semana más feliz para sus padres, y la más fatídica para su tierno hijo, este falleció. Con la postrera bendición, cuando su corazoncito cansado dejó de latir, sus padres le pronunciaron por primera vez el hermoso nombre que le habían
elegido: PABLO LEONARDO. ¿Fue su nacimiento prematuro, la irresponsabilidad del médico que lo atendió, la inexperiencia de sus padres, o acaso el destino —si este existe— la causa de su prematura partida? Si las respuestas a estas interrogantes no le volverán a su querido hijo, su ángel encarnado, sus padres han preferido no buscarlas. Como testimonio del paso fugaz de este luminoso querubín por la tierra, que por amor quemó sus alas, su padre le dedicó unos versos que constituyen a la vez su lápida:
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sacrificio había hecho inmensamente felices a varias parejas humanas que comenzaron a llamarlos sus hijos y prodigarles todos los cuidados que se da a los bebés. Los angelitos, o más bien los exangelitos pudieron entonces disfrutar personalmente el amor maternal que tanto habían admirado al descender a la tierra, y la verdad es que eso los hacía sentirse muy bien. Eso sí, les llamó mucho la atención las discusiones de sus padres por encontrarles el nombre adecuado, discusión en la que casi siempre ganaba la madre por su insistencia en que su bebé llevara el nombre de su padre, de su abuelo, su hermano, su esposo, su tío, o quién sabe quién más. Surgieron interesantes nombres de santos, héroes, científicos, artistas, trabajadores de la tierra, políticos, etc. Los nombres preferidos eran Luis, Miguel, José, Gabriel, Leonel, Pedro, Pablo, Vicente, Leonardo, Carlos, David, Antonio, Manuel, Alonso,
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Bolívar, Gonzalo, Sebastián, Ángel, Jaime, Santiago, Salvador…, etc., etc. Y si se toma en cuenta las combinaciones que los padres hacían de estos nombres, es fácil imaginar qué miles de nominaciones podían darse a estos querubines encarnados. Su reciente y perdida naturaleza de espíritus puros les hizo comprender que un nombre les
daba individualidad e identidad y eso los puso muy felices, pues hasta entonces sólo habían sido nominados con el genérico de querubines. Y hablando de querubines y nombres, viene al recuerdo una pareja de jóvenes esposos, que ilusionados por iniciar su familia y amándose intensamente, tuvieron la presencia espiritual–corporal de un querubín de los venidos a la Tierra, encarnado en un hermoso bebé, muy parecido a sus padres. Y hay que recordar también la larga espera, dolorosa como el Calvario y gloriosa como la Resurrección, de la madre, madre trabajadora, que padeciendo la reciente muerte de cuatro de sus hermanos, aún llevaba fresco en su corazón y en su vestido negro el signo reciente de la pérdida de su último ser querido. Por eso es que el nacimiento de su bebé, su querubín encarnado, fue para la pareja como el final de una pesadilla y la vuelta a la realidad, una realidad que se presentaba llena de augurios dichosos, como cuando después de una noche de dolores e incertidumbres, se espera ansiosamente la claridad del nuevo día porque de él se espera el remedio. Sus padres no han comprendido hasta hoy por qué se precipitó su nacimiento, pues aún no había cumplido los nueve meses de gestación; y para crear mayor incertidumbre, el médico que atendió el período de embarazo de su madre se ausentó a Europa cuando faltaban solamente dos meses para el alumbramiento. Lo cierto es que el infante nació en un hospital del Seguro Social, en medio de la alegría de sus padres y parien-
to de estas minas de oro es un pedazo de tierra la mejor que hay hasta llegar al cerro de Potosí, por ser riquísimas en betas de oro, de donde se ha sacado y se puede sacar millones de años grandísima riqueza en oro, y en cada uno de muchos años se ha sacado a más de doscientos mil pesos y a Su Magestad (sic) le ha venido solo los quintos reales en cada uno de ellos, pasados de cuarenta mil pesos (Relación anónima). No hay tierra más rica de oro en todas las indias que esta Gobernación, aquí el oro es como la plata en Potosí» (Información del Contador Hernando de Aranda, 1580). Los conquistadores vinieron por el oro; su método fue el decomiso de todo el metal encontrado, y luego, la búsqueda de los yacimientos auríferos. De modo que Loja nació con los gastos pagados, y una vez muerto Mercadillo, su cronista y brazo derecho, Juan de Salinas, luchó por erigir la Gobernación de Yaguarzongo independientemente de los virreinatos de Perú y Nueva Granada, a fin de establecer una especie de corredor autónomo desde el Pacífico hasta el Atlántico, con Loja como capital, donde él fuera el amo y señor, sin rendirle cuentas a nadie, sino únicamente al rey de España. Los territorios del Corregimiento de Loja, por su geografía particular, siempre tuvieron carácter de frontera (por aquí le tumbaron 10.000 hombres a Guanca–Auqui), y Salinas intentó hacer de este territorio–frontera una gobernación autónoma, pero no se lo permitieron. Aún así, Salinas tenía ya previsto un gran puerto de hondo calado en el Pacífico
(donde hoy es Puerto Bolívar) y también los dos primeros puertos pluviales en el Marañón Amazonas (Zarameriza y San Francisco de Borja) fundados por él y sus sucesores, los intrépidos Vaca de Vega y de la Cadena. El propósito era tener al alcance tanto el Pacífico como el Atlántico, por medio de este territorio estratégico, rico sobre toda ponderación, y uno de los de mayor biodiversidad del planeta. Diez años antes de la fundación de Loja, oliendo el perfume del oro, Mercadillo ya había intentado llegar a las ingentes riquezas de Zamora subiendo por el oriente peruano, pero sus hombres le armaron un boicot debido a las dificultades del viaje, ya que Mercadillo no estaba dispuesto a dar marcha atrás porque era más terco que una mula vieja y por donde metía los pies sacaba también la cabeza. Por ello sus hombres lo tomaron prisionero y lo regresaron encadenado a Jauja, donde lo entregaron a la Santa Inquisición, acusándolo de blasfemo y hereje. Pero los Inquisidores, naturalmente, no encontraron materia grave en las acusaciones contra Mercadillo y lo soltaron con la misma viada, pues malhablados había hasta en las mejores familias. En aquella ocasión Mercadillo se quedó a 18 kilómetros de descubrir el famoso río Amazonas, mucho antes de que lo hiciera Francisco de Orellana. En efecto, un explorador de avanzada de Mercadillo llegó hasta el Machifaro, o lo que Jiménez de la Espada identificaría más tarde como el Marañón Amazonas. O sea que nuestro malhablado capitán Mercadillo hubiera sumado a sus hazañas
el descubrimiento del famoso río y todas sus riquezas en oro, si sus hombres no le armaban tanto relajo. Diez años después, en 1548, Mercadillo y Juan de Salinas se ubicaron ya en el sitio ideal para acceder a las minas de oro, el valle de Cuxibamba, donde fundaron la Inmaculada Concepción de Loxa, como diciéndose para sus adentros «de aquí no nos mueve nadie». Acto seguido, Mercadillo fundó las
villas de Zaruma y Zamora, y una vez muerto Mercadillo, Salinas desplegó una formidable labor de conquista erigiendo las cinco ciudades del oro: Valladolid, Santiago de la Montañas, Logroño de los Caballeros, Santa María de Nieva y Sevilla de Oro, todas fundadas por expediciones salidas de Loja. «El oro se nos adhiere a las botas», escribía un español por ese entonces. Pero, todo esto, ¿tiene algo que ver con la cultura lojana?
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Veámoslo más despacio. Pío Jaramillo habla de una inmigración selecta, pues el rey de España no iba a mandar por aquí a cualquier chiquilicuatro, a poblar sus villas más ricas. En efecto, según se colige de los textos históricos, los doscientos hombres que acompañaron a Mercadillo no eran tan ignorantes y burdos como los que le armaron el boicot anterior, puesto que el nombre elegido para la ciudad evocaba un tema teológico conocido y discutido únicamente por gente de amplia cultura, ya que, oficialmente, el dogma de la Inmaculada Concepción no sería preconizado por la Iglesia sino trescientos años más tarde. Es como si en estos días un grupo de gentes establecieran un caserío con el nombre de Boson de Higgs. Se deduciría sin riesgo alguno que los fundadores de tal caserío serían personas muy ilustradas, ya que hoy por hoy pocos conocen el tema del Boson de Higgs, ni saben de qué va el asunto, aunque talvez después de cien años el tema sea conocido incluso por los niños de escuela. La primera ciudad de Loja fue una ciudad española de ca-
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sas andaluzas y castellanas de ventanas enrejadas y aceras de piedra blanca, pues su ingente riqueza en oro podía costear todo eso. Pero la etapa del oro finalizó por el aniquilamiento brutal de los indios, que murieron incivilmente aplastados por los trabajos de las minas. Solo los frailes los defendieron. Sin éxito, claro. Pocos saben que fueron los doctrineros quienes denunciaron las atrocidades ante el rey, obligándolo a redactar una Nueva Ley de Indias, más justa y más humana, aunque jamás se la pusiera en práctica. El cojonudo obispo franciscano fray Pedro de la Peña, por ejemplo, pasó por estas tierras fulminando maldiciones contra los codiciosos españoles: «¡Las minas de Zaruma… traslado del infierno, de Ginebra y de Mahoma…!» (Ginebra se consideraba la sede de Satanás, por ser la capital del calvinismo, gestor del futuro neoliberalismo, y Mahoma, el símbolo del fanatismo cruel e inhumano). Como dato curioso, cuando las tribus amazónicas destruyeron Sevilla de Oro, Zamora y Logroño, mataron a todos los españoles, se llevaron a las mujeres, pero respetaron
la vida de los frailes, porque sabían que ellos los defendían. No obstante, Loja tuvo un segundo periodo de prosperidad por la explotación de la cascarilla, descubierta a pocos kilómetros de la ciudad, que se constituyó en la cura para el paludismo y salvó millones de vidas en el mundo entero. Esto atraería la atención de ilustres científicos y botánicos, que vinieron a pasar largas temporadas por estas tierras, contagiando de su afición por el estudio a los jóvenes más listos. La ciudad era por entonces la más rica, noble y floreciente de todo el reino español, según lo atestigua el P. Juan de Velasco. Pero dos terremotos (1749 y 1751) terminaron con su imagen próspera y la mayoría de las familias de reconocida nobleza abandonaron la ciudad y se fueron a otros lados. Sin embargo, vino una tercera etapa de producción agrícola y ganadera y de un vigoroso comercio en que la Gobernación de Loja hizo las veces de intermediaria entre lo que hoy son las repúblicas del Ecuador y Perú. Apareció lo que se conoce como el Arrierismo Lojano, inmensas «compañías de transporte pesado», con millares de mulas que cumplían una formidable labor de comercio entre el norte y el sur, entre este y oeste. No olvidemos que por entonces no existían los países que conocemos ahora ni sus fronteras, sino que todo era España, desde el Cabo de Hornos hasta el sur de los Estados Unidos: California, Texas, Kansas y Florida, etcétera: todo era el Imperio Español. En resumen, Loja fue próspera, y es un hecho fehaciente que la prosperidad económica fa-
comprendieron que el Creador, en su infinita sabiduría, había suscitado a las madres en la tierra para que la creación no fuera un proyecto acabado, sino que continuara y se renovara gracias a esos seres excepcionales. Fieles a las condiciones que el Creador les había impuesto, los querubines, aunque estaban muy cerca de los humanos, eran invisibles a sus ojos, por lo que pudieron conocer muy de cerca sus formas de vivir, sus alegrías, sufrimientos, y sus particulares maneras de amar. Les sorprendió sobre todo que el amor que tanto buscaban los humanos, muchas veces o casi siempre les producía dolor, por lo que aprendieron asociar el amor con el dolor y el llanto.
Descubrieron también la muerte, porque con frecuencia, el dolor de los humanos los llevaba a una total aniquilación de su vida, lo cual a su vez traía aparejado más dolor de quienes los amaban. Los querubines se esforzaban por comprender las dimensiones del amor humano, porque ellos, como espíritus puros que eran, no conocían ese sentimiento. Esta inquietud los llevó a considerar el rompimiento de las condiciones establecidas por el Creador, como única forma de experimentar los sentimientos humanos, aunque esta determinación les significaba perder la condición de espíritus puros, quedarse sin alas y, consiguientemente, no poder regresar con el Creador. Largas fueron las deliberaciones de los querubes, porque tal decisión significaba quedarse para siempre en la tierra y participar de la vida de amor, dolor humano e incluso la muerte. Pero en su pureza espiritual, también comprendieron que el amor redime y libera, y que en los planes del Creador la muerte significa vida, porque ellos, al estar tan cerca de Él, conocían que el proyecto de la creación comprendía tres momentos supremos, fundamentales y necesarios: Vida, Muerte, Vida. Por decisión unánime, resolvieron entonces contagiarse del amor humano, lo cual los llevó a condescender con los seres humanos y, en consecuencia, volverse visibles y mortales. Contagiados de ese amor, los querubines pudieron experimentar todas las contingencias humanas: amar, sufrir, llorar, sentir hambre y dolor, nacer y morir. Comprendieron también que la visibilidad les exigía to-
mar un cuerpo humano y para ello debían nacer como nacían los bebés que ya conocían y que tan íntimamente estaban relacionados con sus madres. Así lograron asociarse a aquel proceso de la vida humana en el que el amor crea nuevos seres, que al ser deseados y amados, aprenden a su vez a amar y continuar el maravilloso proceso de la creación, o dicho de una manera más sublime: el amor crea el amor. Así, cuando las parejas humanas (hombre y mujer) llegaban a amarse intensamente como para perderse individualmente y constituirse en un solo ser, los querubines se convertían en una presencia espiritual–corporal y nacían de la dichosa pareja; pero entonces se les quemaban las alas, porque el fuego del amor humano quema; no así el fuego del amor divino que es infinitamente creador. Y así, muchos querubines, convertidos ya en seres humanos por la maravillosa acción del amor, aparecieron en la tierra, y aunque recordaban y añoraban su primigenio estado de seres puros y no poder mirar cara a cara al Creador, se sentían satisfechos porque su
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días y berrinches como ese de comerse los sabrosos frutos prohibidos del Paraíso, querer construir una torre tan alta que llegue hasta el cielo para ponerse a la altura del Creador, o aquel otro de mandar a fundir un ternero de oro para adorarlo, negando la adoración debida a quien los había colmado de tantos favores comenzando por la Creación? La verdad es que los querubines, ángeles chiquitos, tan transparentes como los espíritus más puros, ante tanta bondad divina para con esos seres malagradecidos que eran los hombres, quisieron conocer la tierra, para lo cual solicitaron permiso al Creador, y Él, que tanto los amaba como ama a todo lo creado por sus manos, les concedió lo solicitado. Solamente debían cumplir algunas condiciones que parecieron a los querubines muy fáciles de cumplir. La primera consistía en no dejarse ver por los humanos; la segunda en no condescender con ellos, es decir mantener la categoría de espíritus puros; y la tercera, no contagiarse del amor humano porque se les quemarían las alas, se convertirían en humanos mortales y no podrían ya vol-
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ver al Cielo. Un grupo de querubines, los más arriesgados, aceptaron las condiciones, pero otros prefirieron quedarse en la presencia del Creador, porque allí se sentían más seguros, y además tenían varias funciones que cumplir como mensajeros divinos. Los audaces angelitos se despidieron del Creador con un enorme beso cuyo eco se escuchó en todo el universo: era un beso de agradecimiento por haber sido creados tan puros y únicos, pero a la vez era un beso de despedida, como si la presciencia divina les inspirara que muchos de ellos no regresarían. Es muy fácil imaginarse cómo sería su descenso a la tierra, sino imaginémonos si nuestros bebés y niños pudieran volar, liberados de la gravitación universal. Lo cierto es que nuestros querubines se despidieron de su Creador con una coreografía jamás vista ni imaginada por ningún ser humano: primero lo rodearon con un círculo de alas brillantes que luego se convirtió en varios semicírculos de colores variados como el arcoíris, para formar una gran cascada luminosa que fluía desde los pies del Creador y se conectaba como un chorro envolvente con todos los planetas del universo, inundando de luz toda la bóveda celeste, para finalmente descender a la Tierra y retomar la forma inicial de los puros y deslumbrantes querubines que habían partido. Ya en la tierra y fieles a su misión, los querubines buscaron a los seres humanos, esos personajes que les habían inspirado tanta curiosidad a causa de sus continuas rebeldías con el Creador. Los sorprendió la inmensa multitud de seres que
poblaban la tierra y cómo el dolor, la muerte y el dominio de los hombres por otros hombres había convertido la tierra en un verdadero «valle de lágrimas». Por otra parte, les sorprendió que hubiera seres bondadosos que los humanos llamaban madres o simplemente mamás o mamacitas, que atendían con inmenso cariño a unos seres pequeños e indefensos llamados bebés, que los alimentaban con un alimento líquido de su propio cuerpo y los protegían durante las 24 horas del día del frío y del calor, y según su edad, les iban enseñando cómo enfrentar la vida, y sobre todo cómo aprender a amar, porque en eso aquellas madres sí que eran especialistas. Como seres puros que eran, los querubines
vorece las actividades del ocio, ya que la abundancia de bienes puede sufragar el cultivo de las artes, porque quien está con el estómago vacío no puede pensar en otra cosa que en satisfacer sus necesidades más básicas, mientras que el que está en una posición holgada puede darse el lujo de sentarse a pensar y filosofar y perseguir a las musas. Las actividades del ocio, que entonces constituían básicamente la lectura, la escritura, la pintura y la música, eran propias de sociedades que podían, directa o indirectamente, permitirse tales quehaceres. En las casas había libros, porque las arcas lo permitían, y donde hay libros hay cultura. En ninguna de las etapas mencionadas, Loja permaneció aislada; todo lo contrario, sus habitantes se movían como un pez en el agua en los vastos territorios fundados por Salinas y los Vaca de Vega (Gobernaciones de Yaguarzongo, Mainas y Jaén), territorios de agricultura, ganadería y comercio, territorios tan independientes y libres como lo fueron desde el inicio, cuando nuestros aborígenes paltas se movían por el gran corredor de los Andes Bajos, desde el Pacífico hasta el Amazonas. El aislamiento de Loja y su decadencia no vino sino con la República, cuando fue condenada entre cuatro paredes y le cortaron las alas de su libertad histórica y económica. Entonces, de la noche a la mañana sucedió que pertenecíamos al Departamento del Azuay y que ya no podíamos pasar al Perú, porque éramos sus enemigos, y el constante bombardeo mediático terminó convenciéndonos después de años de que en
verdad éramos sus enemigos, cuando antes íbamos hasta Lima como Pedro por su casa. Lo mismo hubiera ocurrido si nos hubieran anexado al Perú: hubiera terminado resultando que el Ecuador era nuestro enemigo cuando antes subíamos hasta Quito sin ningún tipo de trabas. Pero una vez fundada la República, los polos de poder de Quito y Guayaquil no pusieron mucho empeño en construir carreteras por el sur, aduciendo que podían meterse los peruanos. Tal razonamiento
se parecía al chiste del mono y la escalera: los primeros humanos inventaron la escalera a fin de subirse a los árboles, pero su corta inteligencia no les permitió inferir que la escalera también podía servir para bajar, de modo que se lanzaban desde las copas y los monos les ponían cocos debajo, para que los rompieran con sus cráneos al caer. Así, no construir carreteras por temor de que se metieran los peruanos era no descubrir que las carreteras podían
servir también para llegar más pronto a defender la frontera. Los fundadores de Loja y sus primeros vecinos fueron en realidad gente culta, como lo sostiene Anda Aguirre en su libro Primeros vecinos de Loja. De hecho, Juan de Salinas era un hombre ilustrado, un cronista que manejaba tan bien la espada como la pluma, sus muchas probanzas así lo demuestran, cuando se queja ante el rey en un elegante estilo barroco, cuando implora prebendas y cuando injuria a sus contrarios. Y así como Juan de Salinas, también don Diego Vaca de Vega y su hijo Diego Vaca de la Cadena, gobernadores siguientes, además de blandir la espada eran también literatos. Don Diego Vaca de Vega, en efecto, además de conquistar los grandes territorios de Maynas, también era poeta y de los buenos, según lo afirma Luis Alberto Sánchez en su libro de investigación Literatura Colonial. Y su hijo, don Pedro Vaca de la Cadena, para remate, era asimismo otro versificador insigne, autor de Los Actos y hazañas valerosas del Capitán Diego Fernández de la Serpa. De modo que aquí, en Loja, para bien o para mal, estuvo presente desde el inicio el espíritu poético, y quizá sea esta una de las posibles explicaciones de nuestro amor por la letras. Para bien o para mal. Pero en 1851 hubo otro gran terremoto y, ahí sí: ¡mesa! Nos quedamos en estado de corral, como lo afirma un viajero de esos días. Los que aún no se habían ido, empacaron sus baúles y se largaron, y la silueta urbana se desdibujó a pasos rápidos. A principios del siglo XX éramos un pueblo con una
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imagen muy lamentable, como lo demuestran las fotografías de ese tiempo. Pero nos quedaron los libros y el amor por las artes, como vestigios lejanos de una gloria pasada, sepultaba bajo el polvo de los siglos. No obstante, franciscanos, dominicos y agustinos instruían a nuestros jóvenes en las Artes del Trívium (gramática, retórica y dialéctica) y del Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música), y entonces apareció justo por aquí, como no podía ser de otra manera, uno de los primeros colegios en la costa del Pacífico, el Colegio de Loja, regentado por jesuitas, y después el famoso colegio La Unión, fundado por Miguel Riofrío, nuestro primer novelista. Por otro lado, la casa lojana contribuía de manera eficaz a favorecer la creación literaria. La casa lojana, heredera de la disposición arquitectónica de las casas andaluzas y castellanas, herederas a su vez de la casa romana, posee en su estructura el ambiente adecuado para leer, meditar, pensar, escribir o componer música. La domus, o casa familiar romana, tenía una disposición rectangular para albergar a toda la familia, formando un recinto en torno al patio central. Allí se ubicaba el tablinum, que era el dormitorio de los padres, y por supuesto, alrededor del patio estaban las habitaciones de los hijos. El patio daba también a un jardín posterior llamado hortus. La domus poseía igualmente una especie de cuartosantuario, llamado lar, el cual, con la cultura cristiana, terminaría transformándose en una capilla doméstica. En suma, la casa lojana pro-
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porcionaba un ambiente de recogimiento imprescindible para las actividades del ocio. Las casas determinan en cierto modo el carácter de las personas, aunque podría decirse también que son las personas quienes determinan el carácter de las casas. Pero la casa la complementan los libros, la biblioteca doméstica. En las casas reposaban los libros que tienen que ver con nosotros, los libros
que conformaron, desde aquellos tiempos, nuestra devoción por la cultura. En la casa de Benjamín Carrión, por ejemplo, había muchísimos libros; fue allí, en la casa paterna, donde los hermanos Carrión recibieron las primeras impresiones de Baudelaire, Rimbaud, Flaubert, Stendhal, Balzac, etcétera. Dicen que la madre de A. F. Rojas le conseguía libros de Poe. Quizá también Pablo Palacio tuviera acceso a muchos libros, ya que empezó a escribir desde muchacho; tras ello solo le bastó golpearse en la cabeza para empezar a escribir como un genio, lo cual nos enseña que quienes esperan escribir con maestría acaso necesiten tan solo un buen golpe en la cabeza. En suma, nada reemplaza a estos primeros ambientes, que es donde nacen nuestras percepciones estéticas. Las casas levantinas, por ejemplo, abiertas, alegres y llenas de luz, tienen una gran diferencia con las casas vizcaínas del norte de España, cerradas, oscuras y austeras. De esta diferencia se desprende en gran parte la disparidad de genios que nacen
Vicente Jaramillo Fierro
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rase un tiempo sin tiempo en el que los ángeles habían sido recién creados, por lo que el Creador no les había asignado aún ninguna función específica; y eran tantos como tantos eran los seres humanos a los que deberían cuidar, claro, aparte de servir principalmente de trono y transporte a la Divinidad. Igual que en la Tierra, las categorías también se aplicaban a los ángeles y por eso formaban nueve coros o categorías: Querubines, Serafines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Poderes, Principados, Arcángeles y Ángeles, que, como ya dijimos, su actividad dependería de la función que el Creador les asignara. Mientras eso ocurría, miles, digo miles para que se crea que se podían contar, pero en realidad debían ser millones los querubines, o más bien dicho los ángeles chiquitos, los preferidos del Creador, que re-
voleteaban en la bóveda celeste jugando como juegan los bebés de los humanos. Solamente que, a diferencia de éstos, que apenas pueden moverse como indefensos gusanitos en los primeros meses de vida, los angelitos, en ese tiempo sin tiempo, podían hacer toda clase de piruetas en el espacio, volar de espaldas, ponerse de cabeza abajo y rosar con sus alitas la sacratísima barba del Creador, formar un halo inmenso en torno a Su gloriosa cabeza, construir el triángulo Trinitario o construir una inmensa estela que rompiendo el principio de la gravedad —porque en el cielo esas categorías no existen—, caer de abajo hacia arriba — siempre que pueda aceptarse esa especie de absurdo como diríamos los humanos, acostumbrados como estamos a tratar de poner en desorden el «orden establecido». Cuando se creó el universo y los seres humanos, los querubines, que constituían el primer coro celestial y que por
tanto estaban más enterados de los planes divinos para con los hombres, sintieron curiosidad —otra forma humana de explicar el interés por el conocimiento y por tanto de la ciencia— por saber de los seres humanos, pues se preguntaban: ¿cómo es que el Creador se interesa tanto por estos seres que tantos dolores de cabeza le han causado con sus rebel-
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pes de observar si son entre sí consonantes o asonantes. 7. No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo. 8. Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea. 9. No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino 10. No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento. Finalmente, unos modestos consejos de Suridea:
1. No vayas a pegar estos consejos en el respaldar de tu cama. 2. Jamás te quejes ante nadie de lo difícil que te resulta escribir, eso solo lo hacen los escritores mediocres. 3. No intentes dártelas de escritor haciéndote fotografiar frente a una máquina de escribir, pues la gente va a creer que: a.) Aún no te has enterado de
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que existen las computadoras modernas; b.) No eres más que un farsante; d.) Que eres un gilipollas redondo; d.) Pretendes que todos piensen que escribes directamente a limpio, que casi no necesitas corregir porque eres es un verdadero genio. 4. Al contrario que Hemingway, no andes comparando tus pelotas con las de nadie. 5. No se te ocurra decir que la piratería te está perjudicando; todos van a pensar que lo dices solamente para que crean que eres un autor muy leído. 6. Tampoco se te ocurra decir frases como: «Yo no sé porque andan diciendo todos que en este país la gente no lee, si mi libro ‘Nosecuantitos’ ya va por no sé cuántas ediciones.»
7. Para causar gran impacto entre los lectores, aparece mal vestido, desnutrido, con una barba de días (si eres mujer, sin maquillaje), ojeroso, así todos creerán sin equívocos que eres un intelectual consumado. 8. No hagas caso del consejo anterior y fotografíate bien vestido y peinado, usa una buena corbata, así nadie se dará cuenta de que, como escritor, te comes la camisa. 8. Mejor no escribas, dedícate a la política. Webgrafía:
www.elmalpensante.com www.culturamas.es www.palabrasobrepalabra.es http://verbalina.com/contacts.html www.ciudadseva.com
y crecen en cada uno de estos ambientes, pues nadie pondría en duda el contraste entre el alicantino Azorín y el vizcaíno Baroja, entre la chispeante vivacidad del uno y la parca frialdad del otro, sin duda por los ambientes distintos en que ambos nacieron y crecieron. Después vienen, por supuesto, los entornos más amplios, el paisaje natural y el paisaje construido, todo ello va estableciendo lo que en lenguaje sociológico se denomina «Lugares» y «No lugares», es decir, espacios que nos dicen mucho o que no nos dicen nada, que son capaces de crear emociones o también de suscitar reacciones, según la experiencia que se tenga de ellos. Un ambiente claro y austero, con un clima de eterna primavera, en un entorno de campiñas solariegas, podría tener mucho que ofrecer al alma de los poetas. De modo que la casa lojana favoreció sin duda alguna el quehacer literario. Lástima que de estas casas ya no queden sino muy pocas, la ignorancia histórica y la codicia han terminado con todas ellas. Desde
estos ambientes gentiles, la justa fama de Loja se extendió a todas las regiones del Reino Español, no solamente por sus riquezas en oro, sino por su refinada cultura. Dejemos que nos lo diga Clodoveo Jaramillo Alvarado: «Desde los primeros tiempos de la Colonia, Loja ha sido la cuna privilegiada de inteligencias de primer orden. Los siglos xvii y xix son el exponente de una época en la que el espíritu creador se plasma en obras de clara ideación y singular belleza, en las cuales la influencia del medio es definitiva». Si bien es cierto que la ambición colonizadora y la tiranía feudal hicieron grandes estragos, no es menos cierto que la aparición de mentes brillantes puso su sello ya desde el principio. De hecho, cuando Bolívar visitó Loja, se quedó diez días por aquí tratado a cuerpo de rey, y aprovechó la quietud de la casa lojana para pulir su Delirio sobre el Chimborazo. Es aquí, donde acabaría gestándose una nueva generación de intelectuales, en un periodo que empezó con Miguel Riofrío y que florecería en el siglo xx con el boom de Benjamín Carrión, Pablo Palacio, Ángel Felicísimo Rojas, Alejandro Carrión y Pío Jaramillo Alvarado. Pero antes, ya estuvieron por aquí Alonso de Rojas, José Félix de Valdivieso, Ramón Samaniego, Belisario Moreno, Vicente Paz, Máximo Agustín Rodríguez y otros. Aún hoy, el Centro Histórico de Loja, levantado sobre el recuerdo de la ciudad colonial, guarda en sus viejas casas los ambientes que propiciaron su notable actividad literaria. De modo que se podría entender
por qué razón afirmaba Pío Jaramillo Alvarado que el ambiente cultural de Loja tiene su raigambre desde la más remota época colonial. De modo que, al ver el movimiento cultural del Centro Histórico, se podría pensar que quizá el origen de todo ello estuviera aquí ya desde muy antiguo. Pero todo lo anterior es historia. Loja, hoy cada vez más populosa, se va tornando siempre más provinciana y engreída, solo pervive un chauvinismo poco permeable, anquilosado y vidrioso, que no da lugar a la crítica honesta, la cual siempre será constructiva. No podemos permitir que nos
quede tan solo el trabajo banal de aplaudirnos mutuamente, pensando que todo lo que hacemos es gran arte, que somos la capital de la cultura; de ser así, nos iremos quedando siempre atrás en cine, música, literatura, y tan solo nos quedará nuestra ingenua percepción pueblerina y la costumbre de continuar ingresando a nuestros modestos eventos culturales con una bolsita de canguil en la mano, y de ni siquiera saber cómo comportarnos en un concierto de música clásica. Y pobre del que nos llame la atención. LSJ.
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Carlos Ferrer
LA CCE–LOJA PREMIA LA NOVELA LA MANTIS RELIGIOSA DE CARLOS CARRIÓN La Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja, ha renovado el tradicional premio de literatura que convocaba no solo por fuera, cambiando el nombre de Ángel Felicísmo Rojas por el de Miguel Riofrío para evitar coincidencias con el organizado por el Núcleo de Guayas, sino también por dentro, porque la editorial Libresa se encarga de editar y distribuir en todo el país y en el extranjero la novela ganadora. Además, la próxima edición tendrá carácter nacional, no regional como hasta ahora, sin incrementar por ello el presupuesto destinado al certamen. Ello implicará una mayor difusión, pero también una mayor exigencia en la organización del mismo. Esta primera edición del certamen, el jurado, integrado por Jorge Dávila Vázquez, Carlos Ferrer y José Vicente Peiró Barco, galardonó por unanimidad la narración La mantis religiosa del escritor lojano Carlos Carrión, obra que forma parte de la heptalogía La seducción de los sudacas. El segundo clasificado fue el lojano Luis Salvador Jaramillo con el libro de cuentos El espantapájaros. Al galardón se presentaron 21 originales, lo que supuso un considerable incremento respecto al año anterior. Carlos Carrión consigue con acierto ponerse en la piel de las dos protagonistas, Loli y Bibi, quienes junto con Antonio, el escritor de éxito,
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conforman un trío de personajes barridos por los vientos del deseo, azotados como marionetas y espoleados por los caprichosos e indomables huracanes de los instintos recónditos del corazón. No son personajes planos, sino de profundidad psicológica que conforman un puzle narrativo de interés para todo lector, que Carrión, escritor de largo aliento narrativo carente de literatura vacua, resuelve con un sutil desenlace. El prosista lojano se sumerge en las zonas profundas del ser humano con un lenguaje de alto voltaje emocional, donde convergen la mirada y lo contemplado y donde la belleza es un relámpago que cruza el territorio de una intimidad de seda y perfume. Una invitación a activar la imaginación del lector mediante un caudal erótico de llamas devoradoras enmarcado en una cotidianeidad desconcertante. El cuerpo es un territorio donde se marcan las señales del deseo y los bellos cuerpos son las epifanías de ese deseo. Esta novela, cuya escritura tiene el dinamismo de una partitura y una belleza expresiva fruto de su acertada articulación sintáctica, es una reveladora alegoría de las razones recónditas que mueven el comportamiento del ser humano en las distancias cortas. Su narrativa nunca pierde un profundo temblor, el grado de misterio que la habita, la realidad que se manifiesta o
y audaz. La brevedad es hermana del talento. 5. Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto. 6. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve. 7. Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento.
8. Es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera. 9. Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero, después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado. 10. Te aconsejo: a) ninguna
monserga de carácter político, social, económico; b) objetividad absoluta; c) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; d) máxima concisión; e) audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; f) espontaneidad. 11. Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada. 12. Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir. 13. Nada es más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad. 14. Escribir para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona resfriada. 15. No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo. Horacio Quiroga
1. Cree en un maestro (Poe, Maupassant, Kipling, Chejov) como en Dios mismo. 2. Cree que su arte es una
cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo. 3. Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia 4. Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
5. No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas. 6. Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocu-
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Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral. 5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura. 6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así. 7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval! 8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges. 9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas. 11. Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas. 12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el me-
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jor cuentista que ha dado este siglo. Ray Bradbury
1. No empieces escribiendo novelas. Toman mucho. Empieza escribiendo una cantidad endemoniada de cuentos, al menos uno por semana. Toma un año para hacerlo. No es posible escribir 52 malas historias al hilo. 2. Puedes amarlos, pero no remplazarlos. Ten esto en mente cuando inevitablemente intentes, consciente o incons-
6. Vive en la biblioteca. No vivas en tu «maldita computadora». 7. Enamórate del cine. Preferiblemente del viejo. 8. Escribe con alegría. «Escribir no es un negocio serio». Si una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchala y comienza una nueva. «Quiero que envidien mi alegría». 9. No planees ganar dinero. Tu mujer debe hacer un voto de pobreza para casarse contigo. 10. Enlista 10 cosas que amas y 10 cosas que odias. Luego escribe sobre las primeras y «mata» las segundas, también escribiendo sobre ellas. Haz lo mismo con tus miedos. Escribe cualquier cosa vieja que surja en tu mente. Nunca se sabe lo que hay en ti hasta que lo pruebas. Recuerda, cuando escribes, lo que estas buscando es que una sola persona llegue y te diga: «Te amo por lo que haces». O, en su defecto, buscas a alguien que llegue y te diga: «No estás tan loco como la gente dice».
que se esconde y el lector asiste al respirar de cada palabra, capaz de captar los más mínimos detalles, porque esta prosa transmite lo que palpita a su alrededor, su salvaje exuberancia y su extrema fragilidad. Y es que el lenguaje no es un instrumento al servicio de algo, sino su mismo polen creador, y su escritura no se pliega a otro molde que el exigido por su propio discurrir. Un libro puede dejarnos heridas que no cicatrizarán, porque en ellas se determina el recuerdo de un mundo que no nos pertenece, pero que hemos tomado como propio porque es el único que puede albergar este peculiar y apasionante triángulo amoroso. Este libro hipnotiza nuestra voluntad y conquista nuestro corazón, en parte a causa de Loli, joven inmigrante que vive en Madrid una aventura sentimental nunca imaginada, que queda atrapada en una tela de araña de fragancia lujosa y tejida con satén. Loli se abrasa en cada sensación y en cada aroma, en la visión de cada fúlgido instante y en la fantasía que pá-
Anton Chejov cientemente, imitar a tus escritores favoritos. 3. Examina la «calidad» de los cuentos. Lo recomiendan Roald Dahl, Guy de Maupassant, Nigel Kneale y John Collier. 4. Ocupa tu mente. Sugiero una serie de lecturas nocturnas: un cuento, un poema (pero Pope, Shakespeare y Frost, no la «basura» moderna) o un ensayo. 5. Deshazte de los amigos que no creen en ti. ¿Se burlan de tus ambiciones de escritor? La sugerencia es que los despidas sin retraso.
1. Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir. 2. Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo. 3. Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo. 4. No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado
gina a página anida en su interior. El lector descubrirá dos historias en una: la vida de Loli y su relación con Antonio que se enreda y desenreda, se ilumina y se ensombrece por momentos. Loli deja de ser una errante en busca de un sustento para ser el jade de la ijada de Antonio. Ella encuentra la redención a su condición de emigrante en el amor, porque, para Loli, España era un paraíso hostil hasta que acaba convirtiéndose en un lugar de ensueño más dulce que la miel, en un jardín de complicidades que puede cambiar su vida para siempre. Una subyugante escritura nutre la coherente cartografía de tres personajes anudados entre sí a partir de un capricho insatisfecho y que idealizan los instantes en los que comparten alcoba hasta el punto de que ya nada es como antes y el futuro está a expensas de una cita, un beso, una caricia, unos ojos que miran y consienten, unos labios que aprisionan una piel entregada, un gemido que corona el glorioso botín cobrado, una copa de sabroso licor como efímero recuerdo. Nada es previsible en este texto densamente lúdico, el espejismo de la perfección romántica campa a sus anchas en lo que es una prospección en las profundidades del yo sin tregua, con el ritmo despiadado de una narración, que imprime una cadencia a la prosa opuesta a la levedad. Estamos, por lo tanto, ante uno de los mejores textos de Carrión de los últimos tiempos, un texto que va a obligar al lector a avanzar en su lectura pausadamente, posponiendo sin remisión toda ocupación hasta saciar su curiosidad. Es el triunfo de la novela con nombre de mujer, la victoria de unas suaves sábanas deshechas, revueltas, que combaten contra la nada que habita en el otro, el éxito de un narrador que hace tiempo que lo merecía.
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emigrante españa imigrante amores CARLOS CARRIÓN primer premio poesía narrativa soledad violen Suridea —
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De ladridos y palabras Roberto Almendáriz. De ladridos y palabras. Eskeletra Editorial. Quito, 2013. 132 pp. La literatura da cuenta del mundo inventándolo por medio de la imitación del flujo verbal de la memoria. La ficción se convierte en una necesidad y por medio de ella descubrimos nuestras propias relaciones profesionales, sentimentales y hasta familiares, pudiendo llegar a ser un bálsamo, porque el poder de la ficción provoca una sensación de verdad en lo que solo es un sueño, un anhelo, un producto de la imaginación. Un mundo sin pájaros. Un regreso después de doce años. Celebraciones. Un bautismo. Un cuento que acaba antes de empezar. Con tono de fábula,
conocemos la breve historia del escritor que solo escribía descripciones y nada más que descripciones, aunque la vida latiera a su lado y presenciara todas las emociones del mundo, porque la escritura es una descripción para el autor de Descripciones de las cosas del mundo. El cuento “Breve biografía del duende”, un duende alquimista, culto, clandestino, de infalible olfato, bebedor consumado de vino consagrado, es un relato caleidoscópico, donde las leyendas de la infancia se convierten en realidad a la vejez, siendo el duende el débil hilo conductor. El cuento “Almotásim y el Necromicón” parece por momentos más un ensayo que un relato y desentona del conjunto.
Prometeo encadenado
Esquilo. Prometeo encadenado. Eskeletra Editorial. Quito, 2013. 74 pp.
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Este del debutante Almendáriz es un libro de relatos que no abre nuevos caminos, con personajes planos de fórmulas samaniegas o esopianas de escritura descafeinada y finales sentenciosos. El libro ni remueve por dentro ni hace sentir la emoción a flor de piel y los cuentos están recorridos por un sistema venoso, cuya savia se compone de una fantasía de cristal, viuda de su propia sombra. No todos los lectores podrán evitar el bostezo y solo los más jóvenes podrán disfrutar de estas páginas de estilo sencillo, de prosa llana desprovista de altura literaria sin mayor pretensión que pasar el rato sin exigencias. Entre los errores, aseverar (p. 30) que Dante Alighieri es grecolatino y no italiano o escribir la redundancia “sonrisa en el rostro” (p. 51).
Esquilo es el más antiguo de la tríada de grandes trágicos griegos, completada por Sófocles y Eurípides. Nació cerca de Atenas hacia el año 526 a.C. y murió en Sicilia en el 456 a.C. Escribió y puso en escena unas ochenta tragedias, de las cuales se han conservado siete. En su epitafio escribió los siguientes dísticos elegíacos: “En esta
tumba yace Esquilo, hijo de Euforión/, ateniense, muerto en Gela, la rica en trigo/ de su valor que hable el afamado bosque de Maratón/ y el Medo de larga cabellera, que bien lo ha probado”. El dramaturgo Esquilo agrupaba sus piezas en trilogías dotadas de coherencia argumental; sólo nos ha llegado una completa: La Orestía (Agamenón, Las Coéforos, Las Euménides), ya que la pieza de Prometeo encadenado forma parte
dio. Levántate de vez en cuando para dar una vuelta a la manzana y dejar que los sentimientos se diluyan. Hay una única cosa que no soporto y no soportaré: el falso sentimentalismo. 6. Sé conciso y directo. Usa un lenguaje simple y sencillo; palabras cortas y frases breves. Esa es la forma de escribir en la época moderna y resulta la mejor manera. Recuerda: no dejes que fluyan la pelusa, las flores y la verborrea. 7. Empieza cuando crees que has terminado. El tiempo para empezar a escribir un artículo es cuando crees haberlo terminado y estás satisfecho. En ese momento empiezas a percibir con claridad y lógica lo que realmente quieres decir.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local. 8. La enumeración caótica. 9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales
Jorge Luis Borges
En literatura es preciso evitar: 1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc. 2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson. 3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens. 4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares. 5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector. 6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust. 10. El antropomorfismo. 11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero. 12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos. 13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película. 14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin: 16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio. Roberto Bolaño
1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. 2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince. 3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes. 4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges.
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debería aclarar. La edición de Eskeletra, publicación de teatro clásico poco habitual (el teatro no se lee y la cultura grecolatina está orillada por estos la-
res), se completa con una breve introducción y una propuesta de actividades acerca del texto para escolares.
Eliécer Cárdenas. El enigma de la foto partida. Eskeletra Editorial. Quito, 2013. 142 pp.
sonajes bien perfilados aunque maniqueos y un final a la antigua usanza que agradará a todos los lectores. La prosa de Cárdenas se lee de un tirón y genera una necesidad de saber lo que va a suceder después de cada página. Mirar la realidad es un ejercicio intelectual permanente y un desafío incesante y novelar es poner un poco de luz a la oscuridad, que habita e nuestro interior. El autor cuencano desvela el revés de lo real a través de la extrañeza, que presentan unos entornos nada cotidianos, desnudando al texto de los accidentes y rellenos, potenciando la sorpresa y la sugerencia y conjugando lo inesperado con el ingenio. Algo que el lector agradece. No obstante, a lamentar la escritura de títulos entre comillas y no en cursiva (p. 9, 12, 26…) y “la una suma de dinero” (p. 64).
El enigma de la foto partida
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or si algún joven escritor (o ya no tan joven) esté realmente interesado en seguir el camino de las letras, he aquí algunos consejos que podrían servir para empezar a labrar su epitafio, mientras se edifica un nombre en el solitario mundo de las letras. Empecemos con los consejos más básicos: Lo primero es conoser vien la hortografia. Cuide la concordancia, el cual son necesaria para que Vd. no caigan en aquellos errores. Y nunca empiece por una conjunción. Evite las repeticiones, evitando así repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente. Use; correctamente. Los signos: de, puntuación. Trate de ser claro; no use hieráticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las mejores ideas. Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocándose, abusando de los gerundios. Correcto para
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ser en la construcción, caer evite en trasposiciones. Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes. Si Vd. parla y escribe en castellano, o.k. ¡Voto al chápiro!… creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas. Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un párrafo lo es. ¡Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones. Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribáis. No utilice nunca doble negación. Es importante usar los apóstrofo’s correctamente. Procurar nunca los infinitivos separar demasiado. Relea siempre lo escrito, y vea si palabras. Con respecto a frases fragmentadas. Ahora, veamos qué nos recomiendan Mark Twain (el más práctico de todos), Borges, Roberto Bolaño, Bradbury (a quien no hay que prestar demasiada atención), Chejov y finalmente Horacio Quiroga. Mark Twain
1. Empieza por los acontecimientos. Primero dale forma a los hechos, luego podrás distorsionarlos tanto como quieras. 2. Escribe correctamente. Emplea una gramática correcta. Usa la palabra adecuada, no
su prima segunda. En cuanto a los adjetivos, si tienes alguna duda, cárgatelo. Dios solamente exhibe sus truenos y rayos a intervalos, por eso nos llaman la atención. Esos son los adjetivos de Dios. Si tú muestras
demasiados rayos y truenos, el lector se cansa poco a poco. 3. Sé paciente y perseverante. No esperes tener el libro a la primera. Trabaja, edita, reescribe. 4. Olvídate de los adverbios. Escribe la palabra «jodidamente» cada vez que vayas a escribir la palabra «muy». Tu editor lo borrará y el texto será como debería ser. 5. Pon distancia de por me-
de otra trilogía no conservada, que completarían Prometeo liberado y Prometeo encendedor del fuego. Este Prometeo encadenado, que se desarrolla en una montaña de la Escitia, lo redactó Esquilo hallándose en Sicilia y, en ella, el protagonista no acepta someterse a yugo ni a deidad, puesto que es el arquetipo de la grandeza moral que desafía a la omnipotencia del tirano Zeus en defensa del débil. El astuto Prometeo les entregó a los hombres una centella de fuego de la forja de Hefesto, a pesar de la oposición de Zeus. Eso le supuso que fuera encadenado a una roca junto al Cáucaso, donde cada día un águila le devoraba el hígado, regenerado por la noche para mayor tormento. Prometeo es considerado uno de los promotores del desarrollo de las artes y de que los hombres dejaran atrás su primitivo estado de ignorancia. La traducción es la de Fernando Segundo Brieva y Salvatierra (1845-1906), aunque en la edición se omita, como es habitual en Ecuador por razones que algún día alguien
Un periodista que fue y no lo es. Una guerra que no es la suya, pero que termina por serlo. Una patria, Ecuador, a la que no puede volver pero a la que acaba regresando. Un nombre, Gabriel Torres, una edad, 21 años. Blasco Ibáñez, Marcel Proust, París, México, Nueva York. Un diario de un senegalés agonizante. Un retrato a lápiz de una hermosa mujer subyugante y misteriosa. Una perdida foto partida en cuatro pedazos que contiene la clave. Estos son los ingredientes de la nueva novela de Eliécer Cárdenas, que siguen las reglas del best-seller y que no defrauda, aunque resulta menor dentro de su laureada y dilatada trayectoria. De conquistador de corazones a conquistador de trincheras, de vigilado por sospechoso de espiar a enviado allende los mares como si se tratase de un agente secreto, el protagonista de esta novela de aventuras vive el ambiente parisino de la I Guerra Mundial y el Ecuador postalfarista, acompañado por una mujer de armas tomar y con la sombra del enigmático Caballero Equis a su espalda. Una entretenida novela de aventuras, que bien podría llevarse al cine por la sucesión infatigable de acontecimientos, unos per-
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Galo Guerrero Jiménez
sí como con tanta facilidad se lanza un chisme a los cuatro vientos y su noticia se la difunde y se la comenta a quien más a quien menos, así debería ser la difusión y el comentario de un libro. «Chismosear» un libro al que más pueda es sinónimo de cultura y sobre todo de fortalecimiento de nuestra endeble educación. Todo «letrado» debería ser un gran facilitador de libros. Tal como el bibliotecario está dispuesto a facilitar un libro porque alguien llega a preguntar por él, los «letrados» tendrían que ir más allá de la acción del bibliotecario; es decir, «un letrado» no tiene que esperar que le pregunten por un libro; él tiene que difundir el libro, que comentarlo, que valorarlo, que apreciarlo, que «chismosearlo» con la alegría que le caracteriza al verdadero chismoso que con lujo de detalles cuenta al otro sobre la «mala» conducta de su vecino, de su amigo o de su enemigo. Nadie debería quedarse al margen del libro. Si somos «letrados», es decir, sin importar el nivel de educación escolarizada que hayamos logrado alcanzar, todos estamos llamados a difundir el libro desde nuestra particular mirada de lectores normales que deberíamos ser, sobre todo si queremos salir de la pobreza material y espiritual a la que los pueblos se van acostumbrando por no tener metas ni ideales de compromiso para ser mejores individual y colectivamente. Todo grupo humano está llamado a salir de su postración: a educarse, sobre todo, y el libro es el mejor condimento humano no solo para que aprendamos a vivir disfrutando desde una historia bien escrita, sino para, al aprender a conocer el mundo desde el libro, sea factible la fluidez de las mejores ideas, la intención de los
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John Pérez Tapia
mejores pensamientos, y el desarrollo de la inteligencia intelectual y emocional para que desde el universo de la reflexión y la creatividad personal, se pueda juntar un colectivo de creadores altamente capacitados para la mejor expresión de lo humano, de manera que pueda brindar lo más granado de su inteligencia para resolver los graves problemas humanos que por falta de educación, de oportunidades de trabajo y de visión para enfrentar el mundo, aún persisten. El facilitado de libros, por lo tanto, es aquel mediador, motivador y promotor que al hacer conocer el valor de un libro, trasmite el gusto de leer: «Así como un psicoanalista debe psicoanalizarse, un facilitador de libros, sea padre de familia, maestro, bibliotecario, trabajador social, librero o crítico, podría meditar en su propia trayectoria» (Petit, 2008, p. 11) para que el libro, tal como el chisme, se difunda, por supuesto, no para hacer daño, sino para con la alegría de compartir lo leído, sea posible una atenta lectura para disfrutar y aportar modestamente desde su «apropiación intelectual» y desde su condición de persona para hacer posible que un libro esté en la mano y en el cerebro de todo «letrado» que de boca en boca, igual que el chismoso, participa de la particular novedad que el libro posee. Si usted revisa un periódico encuentra la reseña de un libro, si va a la biblioteca encuentra un nuevo libro, si sabe buscar adecuadamente en Internet y si visita una librería encuentra un libro, si escucha atentamente a su profesor, o a un locutor o comentarista de televisión bien culto, le hablará de un libro; en fin, si está atento a todas estas circunstancias, de hecho puede convertirse en un buen facilitador de libros, es decir, de lectura.
En literatura no se puede decir que el papel lo soporte todo. Si hablamos de literatura, desde la más perturbadora, verbigracia la William Burroughs, hasta la más decorosamente pulida (cada quien proponga sus autores), no hay manera de justificar un libro con aquello de que el papel lo soporta todo. En literatura no es tan solo el papel ni las manos que lo sostienen, ni los ojos que lo leen ni la mente que lo razona. Es la sensibilidad que lo penetra, que descubre el universo inmerso en cada página, que le da vida, lo recrea y lo vuelve a leer una y otra vez, hasta que las páginas empiezan a desmoronarse. Hay lecturas que se nos caen de las manos y hay otras que nos obligan a continuar hasta terminar con el libro. Dime lo que lees y te diré quién eres, dijo alguien alguna vez con acierto, y otro, con más propiedad acotó: dime lo que relees y te diré quién eres. Hemingway quería llegar a escribir de tal forma que quien lo leyera deseara volver a leerlo una y otra vez, al contrario del gran Dostoievski, que, según el mismo Hemingway, una vez leído no provocaba volver a leerlo nunca más. ¿Y por qué? Porque Dostoievski lo decía todo, según Hemingway, atiborraba al lector con demasiados datos, con demasiadas palabras, no sabía cuándo parar. Hemingway pensaba que, para querer ser leído de nuevo, no había que decirlo todo, que había que dejar al lector completar cada imagen, cada cuadro, cada escena; y sobre todo, cada relato, de modo que cuando el lector volviera a leerlo, lo entendiera cada vez mejor. De allí nace su teoría de que un buen cuento debe ser como un iceberg, que deja ver tan solo la punta, mientras el grueso de la masa permanece oculta bajo el agua. También Borges, que detestaba a Hemingway («Hemingway por fin entendió que era un mal
escritor, y por eso terminó matándose, lo cual hasta cierto punto lo redime»), amante en su juventud de Dostoievski, un día se encontró leyéndolo sin saber por qué lo hacía. De hecho, Borges terminó repudiando la novela como género literario, además de aborrecer los métodos del realismo, ya que prefería revelar en pocas palabras lo que él mismo había tardado años en comprender. En este sentido, alguna vez afirmó que Cien años de soledad pudo haber sido un buen cuento en lugar del largo libro que el autor había llenado con tantas cosas para convertirlo en novela. En cuanto a aquello que se ha citado al principio: Dime lo que relees y te diré quién eres, al final Borges solo toleró como cercanos a León Bloy, Chesterton y Stevenson, a quienes leyó y releyó hasta la muerte. Es más, el Borges erudito sostenía que la vasta Biblioteca era inútil, y que en rigor, bastaría un solo volumen. Pero en literatura, como en la música, uno puede amar cierto género y detestar otro, venerar a un autor y despreciar a otro, lo cual no quiere decir que el aborrecido sea necesariamente un mal escritor, ni tampoco que el escritor amado sea forzosamente un genio, aunque para el lector en cuestión sí lo sea. Cortázar, por ejemplo no admite posibilidades intermedias, o es apreciado o repelido, pero en cambio hay muchos otros autores que difícilmente pueden descender de su categoría de elegidos, como por ejemplo Artl o Mark Twain, ya que precisamente han sido puestos en tal sitial por la mayoría de lectores.
SI HABLAMOS DE LITERATURA, DESDE LA MÁS PERTURBADORA, VERBIGRACIAHASTA LA WILLIAM BURROUGHS, LA MÁS DECOROSAMENTE PULIDA (CADA QUIEN PROPONGA SUS AUTORES), NOLIBRO HAY MANERA DE JUSTIFICAR UN CON AQUELLO DE QUE ELLITERATURA PAPEL LO SOPORTA TODO. EN NO ES TAN SOLO Suridea — 35 ELSOSTIENEN, PAPEL NI LAS MANOS QUE LO NI LOS OJOS QUE LO LEENES NILA LASENSIBILIDAD MENTE QUE LO RAZONA. QUE LO PENETRA, QUE DESCUBRE EL UNIVERSO INMERSO EN CADA PÁGINA, QUE LE DA VIDA, LO
MENCIONES: María Verónica Aguirre Castro, con su obra Recuerdos. Diego Paul Villavicencio Ordoñez con la obra Causa y Efecto. Diego Salvador González con Recuerdos de una partitura.
ACTA DE SELECCIÓN
Loja a 25 de Octubre de 2013 El jurado conformado por Victoria Camacho, Patricio Palomeque y José Calos Arias valoran en primer lugar las condiciones en las que hemos podido trabajar sin ninguna interferencia. Agradeciendo a la organización de la Casa de la Cultura y en especial a Alicia González, que ha valorado el proceso que nos ha permitido optimizar nuestro trabajo. Después de una preselección de 28 obras, y una larga deliberación, el jurado decidió que los premios fueran los siguientes: 1. Manuel Serrano con la obra Sin título 1, dimensiones 1,68 x 1,26, por su estructura compositiva en la que hace un alarde dibujístico en una particular orgía con personajes humanos y animales que demuestran dominio del dibujo, una forma de pensamiento dónde fluyen las pasiones y represiones, con zonas de vacíos que balancean su obra logrando el equilibrio. 2. Juan Lasso Ruiz con la obra Reserva: mundos perdidos, visitantes extraños, discursos oficiales. Dimensiones 1,85 x 1,68
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Victoria Camacho
m. Valoramos el dominio de la pintura, pero sobre todo un lenguaje pertinente con el momento actual, la composición con un manejo excelente de la perspectiva. 3. Pablo Gabriel Alvear Sarmiento con la obra Salón de respiro, dimensiones 1,20 x 1,40 m. Es una obra sumada en un ambiente psíquico con preocupaciones oníricas con un excelente desempeño de los elementos interiores dónde nos demuestra su oficio y su sentir. Además de estos tres primeros premios, decidimos hacer las siguientes menciones: María Verónica Aguirre Castro, con su obra Recuerdos. Diego Paul Villavicencio Ordoñez con la obra Causa y Efecto. Diego Salvador González con Recuerdos de una partitura. El jurado reunido en la Ciudad de Loja a 25 de Octubre de 2013, está sorprendido por el nivel de los participantes, así como por el empeño de la Casa de la Cultura por mantener e impulsar este tipo de Salones. Pensamos que este Salón se puede abrir a otras manifestaciones artísticas contemporáneas para que siga creciendo la Cultura como expresión de una Ciudad que se piensa y se interpreta.
Patricio Palomeque
José Carlos Arias Suridea —
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PRIMER PREMIO Manuel Serrano Obra Sin título 1. Dimensiones 1,68 x 1,26 m
SEGUNDO PREMIO Juan Lasso Ruiz Obra Reserva: mundos perdidos, visitantes extraños, discursos oficiales. Dimensiones 1,85 x 1,68 m.
TERCER PREMIO Pablo Gabriel Alvear Sarmiento Obra Salón de respiro. Dimensiones 1,20 x 1,40 m.
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