Elecciones en Estados Unidos 2016 - Roberto Viesca

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ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS: LA NO TAN SORPRENDENTE VICTORIA DE DONALD TRUMP Por: Roberto Viesca Dorantes

La dinámica democrática en Estados Unidos refleja una incesante lucha de poder entre élites que determinan las relaciones políticas del país. La democracia estadunidense está creada para la supervivencia de los poderosos y la consolidación de las élites, que en efecto, han llevado a grandes dimensiones la estructura interna y externa de aquél país. Desde los Padres Fundadores, Estados Unidos marca una tendencia clasista sobre quién domina el ámbito público y político de la nación consagrada hasta en su Constitución. La revelación del triunfo electoral de un personaje que advertía constante y reiteradamente su pensamiento y camino político, significa que el pueblo estadunidense sigue estancado en la noción de los WASP (White, Anglo-Saxon, Protestant / Blanco, Anglosajón y Protestante) en un dominio ideológico conservador puritano y extremadamente ensimismado. El puritanismo estadunidense es una doctrina que avala la noción del “progreso” como una forma de capacidad que promueve un “determinismo divino” consagrado por la relación de “pueblo elegido” o “Destino Manifiesto” como prueba de poder controlar las relaciones hombre-Dios y a la propia Naturaleza. Surge entonces, un orden teológico-político donde el camino a seguir en el progreso es la “salvación” en el “esfuerzo individual” (egoísmo) concentrado ideológicamente y coadyuvado por el sistema liberal-capitalista. Esto es, que el estadunidense promedio conservador y poco letrado, se considera a sí mismo, elegido de Dios para dominar a la Naturaleza y al “otro bárbaro no blanco”, por ello, las muestras incesantes del rechazo racial contra los inmigrantes mal llamados “latinos” o “hispanos”. Los “brownies” como nos hacen llamar, no somos aptos para el “darwinismo social” y representamos la “involución humana”


de la sociedad tecnopolítica y globalizada. Todo ello representa el ahora virtual presidente Donald Trump. La democracia en Estados Unidos no existe como tal. Se puede ganar por voto directo como ha sucedido con Hillary y a la vez, se puede ganar por número de distritos electorales que hacen “llevarse” el Estado completo para beneficio. La democracia es una falacia estructural y sistémica apoyada por neoliberalismo y por las grandes élites del complejo técnico-militar de Estados Unidos. Todos temen si Trump es un peligro o no. Para el que escribe estas líneas, tanto Trump como Hillary son muestra irrenunciable de un proceso ideológico-político de conservar a Estados Unidos como la potencia dominante, sea bajo el complejo técnico-militar, bajo los métodos de diseño académico controlados por la dualidad anglo-americana y por el control financierista de las relaciones económicas desiguales que impera en un mundo donde existe más dinero virtual que real. En estas condiciones, lo que se apoderó del votante fue el miedo. Miedo al migrante, al “otro”, a lo desconocido, al “invasor”. El juego maniqueo perfecto de la política estadunidense que se apoya en el miedo a lo musulmán como un medio que define los principios de defensa interna y que externa la incongruencia de su política exterior. Si América Latina es criticada por cosechar en su seno a personajes mal llamados populistas como Chávez, Morales, Correa, Mujica o “Lula” da Silva, el Imperio también necesita de un populismo exacerbado y controlado por el miedo como lo llevó a cabo Trump. Este personaje ilustra el estadunidense promedio que es definido como conservador, mayor de 40 años y poco letrado. Es decir, éstas elecciones arrojan un resultado donde la muestra estadística marca como referencia que el pueblo estadunidense en su gran mayoría, es un pueblo ignorante y retrasado.


La xenofobia, el racismo, el machismo y la desigualdad impera en el seno de aquel país y es lo que representa Trump, como lo que representa Hillary, una ex Secretaria de Estado capaz de intervenir en países como Libia o Iraq usando a la

OTAN y concediendo ante los embates de ISIS. Ambos representan un peligro cada quien en su esfera de poder. Ahora el stablishment político tendrá que rehacer un proyecto dentro de cuatro años. Como internacionalista, el panorama futuro que se prevé para Trump vira en 4 ejes esenciales: 1) El primer escenario es Europa. A Trump no le interesa mantener a flote a la OTAN por cuestiones de seguridad interna y de financiación, por lo que Europa se encontrará sola ante el Oso ruso que se asoma vorazmente al Este y que, a pesar de ello, Europa sigue dependiendo tanto del gas y del petróleo que les pueda proveer los rusos. 2) El segundo escenario estará en Asia Pacífico. El TTP no es interesante para el ahora electo presidente, por lo que, China consagrará su espacio territorial y marítimo a lo largo del Estrecho de Malaca y del Mar de China para el control comercial que había estado en continuo desarrollo en países como Vietnam, Singapur o Malasia. Incluso Japón podría ser un actor vulnerable ante el apoyo ruso a China y el olvido estadunidense hacia el archipiélago. 3) El tercer escenario vira hacia Rusia y Medio Oriente. Debido a las “buenas relaciones de Trump con Putin por intereses en el intercambio de armas, (dado que Trump favorece a la Asociación Nacional del Rifle) podría dejar el poder de mando en Medio Oriente contra Isis a Rusia y determinar las relaciones y el futuro con Europa. 4) Las relaciones con América Latina serán tan iguales y poco afectivas como ha venido siendo. América Latina no está en la agenda de Estados Unidos


salvo Venezuela, que interesa por tener las mayores reservas de crudo en el mundo. Por otro lado, el viraje hacia la derecha en Argentina o Brasil, mostrarán una posible mayor injerencia diplomática y política en el seno de las relaciones tanto políticas, económicas, culturales y sociales. El estado de las elecciones, por tanto, muestra que la victoria de cualquiera de los dos candidatos es un parámetro para demostrar la descomposición del Imperio y de la crisis de su élite política controlado en cierto grado por los lobbys. Reiteradamente he expresado en este y en otros espacios, que la necesidad de una real democracia, donde el pueblo no sólo vaya a emitir un voto que defina a su representante, sea la panacea del mundo avanzado, sino que, haya una relación vis-a-vis entre gobernados y gobernantes. La democracia mundial tiene que redefinirse y ser entendida en los ámbitos internos occidentales. La democracia no es posible en pueblos musulmanes o hinduistas o budistas. No es así porque sean inferiores en sus costumbres políticas, sino porque su esencia cultural marca una tendencia distinta, y eso, es lo que Occidente no entiende. Hay que pensar los casos semi-democráticas del Brexit, el NO en Colombia, el triunfo de Mauricio Macri, la imposición senatorial de Michel Temer o el triunfo de Trump. Todo ello demuestra que la democracia “occidentalizada” no han servido para cumplir la función de una sociedad de bienestar y bien ordenada. La ideología prevalece sobre la razón, y la economía sobre la igualdad. Así nuestro mundo el día de hoy.


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