Honduras

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HONDURAS. ANTE LA SOMBRA DEL FRAUDE ELECTORAL Por: Laura Tlachi

El pasado 26 de noviembre el pueblo hondureño acudió a las urnas para ejercer su derecho al voto, los resultados de los comicios decidirían nuevos diputados, alcaldes y presidente. Las elecciones tenían un dejo de atípico desde el inicio, como candidato a la presidencia se votaba por el actual presidente Juan Orlando Hernández, quien contrario a lo establecido en la Constitución del país centroamericano, logró que en 2015 la Corte Suprema de Justicia lo dejara contender por la reelección. Junto con Hernández, ocho candidatos más competían por el cargo, entre ellos Salvador Nasralla, heredero del zelayismo, movimiento político cercano al chavismo surgido tras el golpe de Estado de 2009. Nasralla se posicionó como fuerte contendiente y con el 57% de las mesas escrutadas se proyectaba como ganador, sin embargo, los resultados no eran definitivos y ante la incertidumbre y el silencio prolongado del Tribunal Supremo Electoral, Hernández se declaraba ganador frente a sus seguidores y al igual que su contendiente llamaba a defender el voto en las calles. Los rumores de fraude acompañaron la jornada electoral a pesar de que los observadores internacionales avalaban la claridad y transparencia de las elecciones. Las sospechas sin embargo fueron incrementando tras la lentitud del Tribunal Electoral para dar a conocer los primeros resultados. Aunado a los retrasos las acciones del Tribunal contribuían a incrementar las sospechas. Tras un lento y suspendido conteo una “caída del sistema” paralizó el escrutinio durante varias horas. La caída del sistema hacía recordar el fraude electoral mexicano de 1988 cuando el candidato del partido oficial se llevaba las elecciones frente al candidato de izquierda. Fiel a la receta mexicana para perpetuar el poder, al reinstaurarse el sistema Juan Orlando Hernández se colocaba a la cabeza del conteo superando a Salvador Nasralla. Pero contrario a la historia mexicana, los resultados aumentaron la tensión en las calles.


El pueblo hondureño tomó carreteras, quemó llantas, levantó barricadas, protagonizó saqueos y se manifestó contra lo que consideraba un fraude electoral. Ante el aumento de protestas, el viernes 1 de diciembre el Estado decretó toque de queda cediendo a partir de las 6 de la tarde el control de las calles a los miembros de las Fuerzas Armadas en un intento por detener la violencia. El 4 de diciembre, a más de una semana de las votaciones, el Tribunal Electoral concluía el recuento de votos; el conteo proyectó como vencedor a Juan Orlando Hernández, sin que la declaración de la victoria se hiciera oficial. Los resultados aumentaron la tensión en las protestas, Nasralla desconocía el último conteo de votos, la OEA, quien fungió como observador internacional durante los comicios, pedía a los candidatos llegar a un acuerdo para la revisión de actas. Ante las manifestaciones la fuerza especial Cobras de la Policía de Honduras, se declaraba de “brazos caídos” como protesta por lo que estaba sucediendo a nivel nacional. Contrario a la tradición latinoamericana la policía hondureña se negó a reprimir al pueblo. "Si los políticos no se ponen de acuerdo en resolver sus cuestiones, nosotros no podemos prestarnos para favorecer a un candidato, nosotros nos estamos rebelando porque no podemos estar trabajando en la calle y matándonos con la gente. Los políticos tomen la determinación de solucionar sus propios problemas" dijo un portavoz. Conforme la crisis política aumentaba, las primeras declaraciones de los observadores internacionales que aseguraban había sido un proceso transparente y claro, cambiaron. El miércoles 6 de diciembre, la OEA declaró irregularidades, errores y problemas sistemáticos; en el informe presentado la Organización recomienda la verificación de más de 6000 polémicas papeletas, la revisión de la participación en los departamentos de Lempira, Intibucá y la Paz, y la publicación de los listados de las mesas electorales de otras cinco regiones. Mientras que el Tribunal Electoral inició el recuento de actas el 7 de diciembre. Pese a las recomendaciones y conteos el pueblo hondureño sigue en las calles. La lucha es por la democracia, por el respeto a la decisión tomada en las urnas, pero también es por la


necesidad de que existan instituciones eficientes y transparentes que garantice los derechos del pueblo y no de la élite en el poder. Honduras sigue ostentando altos índices de violencia, pobreza y desigualdad, el papel del gobierno saliente marcado por la corrupción deja mucho que desear y sin embargo se resiste a dejar el poder. Las manifestaciones son el resultado de un hartazgo generalizado que no se acalla con la suspensión de garantías que implica un toque de queda. Honduras se mantiene en las calles porque se hace necesario gritar ante la imposición y porque para ellos es inminente la necesidad de un cambio. Al pueblo se han sumado fuerzas policiacas quienes se han negado a reprimir porque ellos también forman parte de ese pueblo ya harto. Hoy Honduras se levanta como un ejemplo de unión y lucha para el pueblo latinoamericano, aquel al que se le han impuesto gobiernos tantas veces y su reaccionar se limita a brazos cruzados.


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