COREA, UNA MIRADA DESDE OCCIDENTE Por: Anabella Cingulani Corea, es un país muy parecido al mío, la Argentina. Tiene un tamaño mediano, pocas ciudades grandes, mucho campo en donde hay montañas, sierras, se desarrolla a agricultura intensiva y tiene unos 10 millones más de habitantes solamente súper concentrados en ciudades como Seúl, su capital, Busan (o Pusan), Yeosu, etc. Eventualmente y pese a contar con valores agregados como las multinacionales LG y su hijo pródigo Samsung, pasa desapercibida frente a los otros gigantes de la región, como son China y Japón, y en menor medida Singapur y Taiwán. Pero Corea es un país muy distinto. Inédito y misterioso para la mayoría de los que habitamos el Cono Sur. Lo primero que te llama la atención es el orden. Nadie hace nada incorrecto. Nadie cruza la calle con semáforo en verde. Hay muy pocos cestos de basura en Seúl y, aun así, la calle está limpia. La prisa está en el aire. Cruzan ordenadamente absortos por sus teléfonos móviles. Pero no hay bocinazos, ni grandes frenadas dentro del populoso tráfico. Advierto que es un tema meramente cultural. Hace más de 50 años que están acostumbrados a hacer lo que deben, con ingentes presiones, pero sin queja alguna. Es una sociedad que no se queja. La recuperación post dominio japonés ha sido impresionante y agradecen a aquellos ancianos que han puesto su cuerpo para tal fin, soportando las peores épocas de miseria y esclavitud. Es gente extremadamente amable, respetuosa y sensible. Argentina ya tenía su primera línea de subterráneos cuando Corea era rural y pobre y distaba mucho de tener un horizonte promisorio, más que un destino arrocero. El crecimiento en 50 años aproximadamente ha sido exponencial. Pero tiene sus costos: altas horas de jornada laboral, presiones extremas, competitividad profesional extenuante, alcoholismo y adicción al tabaco. Hay una contradicción intrínseca a esta sociedad: es muy individualista pero a la vez el reconocimiento al otro es supremo a la hora de hablar de la "ancianidad": en los extremos de cada vagón de subte hay dos filas de asientos enfrentadas exclusivamente para ancianos, mujeres embarazadas y personas con necesidades especiales.
Para ser sinceros, es casi exclusivamente para los mayores de la sociedad, ya que en mi estancia muy pocas fueron las embarazadas que ví. Otra curiosidad es que esta sociedad tan productiva y competitiva ha relegado la tarea del ama de casa a un segundo plano. No hay madres o padres que busquen a sus hijos al colegio. Más que por ganas, es una cuestión