“LA DEUDA EXTERNA EN EL NEOLIBERALISMO TARDÍO” Sobre Burgos, Martín;1 y Manic, Estanislao2. Por: Luisa Fernanda Herrera3 Se hace interesante empezar este escrito con una afirmación que en el pasado reciente (estamos hablando desde mediados de los años 70’s hasta la actualidad con la administración del presidente Macri) puede mencionarse como lapidaria y es la que en su texto, sin tapujos, Burgos y Malic pronuncian de la siguiente manera: “Endeudarse para alcanzar el Desarrollo aún parece ser una posibilidad solo alcanzable en los libros de texto. El contexto internacional no parece ser el propicio para iniciar un ciclo de endeudamiento, si es que alguna vez lo fue”. (Burgos & Malic, 2017, págs. 13, 14) Los organismos internacionales de crédito y las calificadoras de riesgo son hoy por hoy, y, de hecho, lo han sido desde su origen, actores preponderantes en medio de esta nube que se dio a conocer hasta nuestros días como Deuda Externa, y aunque en la actualidad los países de América Latina ya no adeudan a la banca transnacional en niveles estrafalarios como sucedió durante los años 80’s, siempre la búsqueda de la reestructuración de la deuda va a ser un camino de piedras, por lo que la insustentabilidad de esta política económica es su principal característica. (Burgos & Malic, 2017, págs. 13,14). Son la acumulación y la fuga de capitales, las cosas para las que las distintas administraciones argentinas buscan financiarse a través del endeudamiento externo, un 1
Es licenciado en economía de la UBA, magister en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, Francia. Es coordinador del Departamento de Economía del Centro Cultural de la Cooperación y codirector de la Revista “Estudios de Economía Política y Sistema Mundial”. Fue docente de Finanzas Públicas en la UBA y actualmente es docente de Economía en la Universidad de Ezeiza. 2
Es licenciado en Economía (UBA), integra la Cátedra Nacional de Economía A. Jauretche. Investigador en CEFID AR y CESO - Docente UP. 3
Antropóloga y politóloga de la Universidad Icesi (Cali, Colombia). Actualmente, investigadora en la Consultoría Mente Inter-Nazionale (Buenos Aires, Argentina). Maestrando en Políticas Públicas para el Desarrollo con Inclusión Social-FLACSO-Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: luluberstein@gmail.com
Vicio que se aprendió desde aproximadamente los años 70’s; y, una forma de financiamiento por la que optaron los países de Latinoamérica. Que implicó varias cosas: la primera, es el sistema financiero internacional quien marca la pauta de qué hacer; la segunda, quien presta (para el caso de América Latina, Estados Unidos) no está interesado en la búsqueda del desarrollo del deudor; y tercero, el deudor vive, respira y trabaja en pro de pagar lo adeudado. (Burgos & Malic, 2017, pág. 1). Evidente fue que la deuda externa escapó a la existencia de tal o cual régimen político, ya que sin importar que fuera una dictadura militar o una democracia, fue la parte y el todo en el modo de proceder de los países periféricos durante los años 70’s y 80’s. En el caso argentino, la deuda externa tomó las características de un arma de doble filo, ya que el país no podía pagar lo que adeudaba (no tenía cómo), ni tampoco podía tomar la decisión de dejar de pagar porque quienes quedaban en la cuerda floja, eran los bancos de los EE.UU, (algo impensable). (Burgos & Malic, 2017, pág. 4). Las privatizaciones características de los años 90’s y los 2000’s, una derivación real y efectiva de las reformas Neoliberales iniciadas en los años 70’s, evidentemente, no solo dieron un mayorcísimo poderío a las empresas multinacionales sino que también conllevaron a una desindustrialización, es decir, a usar el endeudamiento externo para otros menesteres, más no para el desarrollo industrial, desarrollo y economía real que ya empezaba a ser reemplazada por la economía o conglomerados financieros. (Burgos & Malic, 2017, pág. 5). Fueron las movilizaciones populares y el no pago de la Deuda Externa los dos catalizadores que permitieron el surgimiento de una economía orientada al mercado interno-localnacional, y a la redistribución del ingreso durante la década de los años 2000’s. El default de la deuda fue una posibilidad durante este tiempo puesto que los acreedores ya no eran los bancos estadounidenses, sino organizaciones que habían comprado todos aquellos bonos argentinos expedidos con el fin de saldar cuentas. Argentina entonces fue uno de los casos en los que la reestructuración de la Deuda Externa funcionó. (Burgos & Malic, 2017, pág. 7).
“El desendeudamiento fue un proceso posibilitado por el Default y la reestructuración de la deuda externa, que terminó siendo un desendeudamiento forzado ya que no era una política perseguida por el gobierno. El Kirchnerismo entonces puede caracterizarse por la escasa injerencia de los acreedores internacionales sobre la política económica” (Burgos & Malic, 2017, pág. 10) La Deuda Externa aún sigue existiendo, en menores dimensiones claro está, pero es un fantasma que siempre está ahí, merodeando la casa y que de tanto en tanto deja de ser invisible e intangible para aparecer y asustar. Después de todo, durante el 2016, la Deuda Externa Pública vino a cubrir el déficit fiscal que envolvía al país gaucho, pero no desembocó en un aumento de las inversiones realizadas por el gobierno de cara a la sociedad. Y, de todos modos, el endeudamiento público es ya una decisión tomada. (Burgos & Malic, 2017, págs. 12-13).