RSE EN ÉPOCAS DE COVID-19 Por: María Margarita Rey Drago1 En todas las oportunidades en que me han preguntado por RSE, siempre solía señalar que la RSE era un cambio de paradigma cultural y económico profundo, del que en nuestro país y en nuestra región, no hacía demasiados años se había comenzado a trabajar seriamente. De todas las definiciones que existen y pueden considerarse válidas, me gusta por su sencillez la que indica que la RSE es la habilidad o disposición de una empresa, para responder a las inquietudes y demandas de sus públicos interesados, en forma madura y responsable. Hoy en día no se discute ya el valor -como eje central- de la ética atento a que en todo lo que el hombre hace y ha hecho a través de su historia sobre la tierra se ha guiado por la búsqueda de una mejor forma de vivir. Tampoco se discute ya la diferencia entre una empresa filantrópica y una socialmente responsable. Los cambios que se produjeron entre 1950 y 2000 en todo el mundo, por cuestiones sociales y económicas, generaron un sentimiento anti empresarial que obligó a las empresas a ajustar sus políticas para lograr una buena opinión pública y la comprensión de sus consumidores y paulatinamente, se comprendió la idea de generar credibilidad, construir sólidas relaciones internas y externas y gestionar adecuadamente potenciales conflictos. Toda esta nueva concepción parecía estar encaminada a pasos básicos, bastante claros. Las bases del mundo en que vivíamos, parecían no generar dudas, así como los distintos sistemas políticos, las inequidades existentes, los manejos comerciales de los sectores más poderosos, pero siempre sobre la creencia que habíamos avanzado hasta un estadio en que principalmente el desarrollo científico y tecnológico-, nos brindaba las herramientas para afrontar lo que en cada caso requerían las partes interesadas, con los matices políticos, económicos y humanos que conocíamos. Documentos internacionales muy trabajados guiaban a las empresas en el camino de ser socialmente responsables, cada una dentro de sus posibilidades y valores, comenzando por el Pacto Global de Naciones Unidas. Sistemas de gestión certificables o no, nos brindaban elementos y sólo era cuestión de ponerse a trabajar sobre temas conocidos y problemáticas más o menos complejas, también conocidas, para generar ideas superadoras. Y llegó el 2020, con los saludos y augurios de un año pleno de sorpresas y avances para todos. Obviamente las sorpresas eran buenos deseos y los avances se suponía que eran sobre terreno conocido. En lugar de ello, el bebé 2020 vino con un regalito invisible debajo del brazo, sorpresivo, inesperado y absolutamente revolucionario en todas las facetas de nuestra vida: un virus que el hombre no puede ni dominar ni acorralar para destruirlo, que viaja a la misma velocidad que nuestras tecnologías o tal vez más y que echa por tierra muchos paradigmas políticos, religiosos, económicos y sociales, porque no tiene límites en su avance y se convierte en pandemia, donde todo el planeta está en el mismo nivel de desconocimiento, imprevisión, asombro, desesperación y dolor. Nadie está exento. Tampoco le afecta el clima, está cómodo en todas partes y avanza inexorablemente. La pandemia paraliza la economía mundial, todo se subvierte y la expresión “barajar y dar de nuevo” tiene un sentido absoluto. 1
Es Abogada por la Universidad de Buenos Aires, cuenta con una especialización en Gestión Ambiental y Desarrollo Sostenible. Posee un posgrado en Managment Ambiental y es auditora em Gestión ambiental. Ha dictado cursos, seminarios y conferencias tanto en la Argentina como en el exterior. Fue y es asesora en empresas privadas, en programas de Naciones Unidas para el Desarrollo. Posee certificaciones ISO: 45001, 14001, 14040 y 9001. Directora Académica del Programa Ejecutivo en Responsabilidad Social Empresaria y Desarrollo Sostenible, UCES, sede CABA. Docente designada para integrar el equipo de TUV Rheinland Akademie SA
Pero, a la vez, la pandemia pone al descubierto todas las miserias humanas, de distinto tipo, en los diferentes países y nos pone a prueba a cada uno de nosotros, los habitantes del planeta inquiriéndonos también a nosotros sobre el estadio de nuestra responsabilidad social. Volvamos al concepto de RSE: la habilidad o disposición de una empresa, para responder a las inquietudes y demandas de sus públicos interesados en forma madura y responsable ¿Pudo o puede la empresa por sí sola afrontar el desafío? Obviamente que parecería que no. Lo público y lo privado parecen estar obligados a trabajar juntos para lograr respuestas “maduras y responsables”. La dicotomía “público o privado” ¿Sigue siendo válida? ¡Cuántos tembladerales causa sólo este pensamiento! ¿Podemos sacar ya conclusiones visto lo ocurrido en los países que sufrieron antes la pandemia? ¿Tenemos suficientes datos? ¿Podemos confiar, dados los distintos regímenes e intereses políticos en que los estados brindan las cifras de sus contagiados y muertos o por motivos oscuros las dibujan? Todos los días los científicos nos sorprenden con conclusiones diversas de este nuevo virus, cuya evolución pareciera que los desorienta y tal vez sea ése el objetivo del mismo. La duda empieza a ocupar todos los campos. La incertidumbre nos invade y como en un cuento de García Márquez, la mejor solución que se toma es recurrir al aislamiento, la cuarentena. Como si leyéramos una crónica de las pestes que asolaron en la antigüedad y en el medioevo, o leyéramos sobre la fiebre amarilla en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX, o de la gripe española en el comienzo del XX. Y aparece el realismo mágico de García Márquez porque se suponía que todo eso era ya imposible. Otras situaciones que habían alertado al mundo, en tiempos más o menos recientes, el HIV, el ántrax, el ébola, el SARS, el MERS, la influenza N1H1, sólo habían requerido un tiempo para contenerlas a grupos de personas, o a espacios geográficos. Ahora todo es distinto…. Hasta que llegue una vacuna segura y efectiva. Pero ¿qué ocurre en el mientras tanto? Y en especial, qué ocurre con las empresas y su gente en el mientras tanto. Sólo ciertos servicios esenciales continúan su funcionamiento y el resto debe paralizarse. Pero los servicios esenciales en lo sanitario muestran toda su desnudez y sus carencias, ya que, hasta el momento en muchos lugares del mundo, no parecían servicios esenciales si lo buscábamos reflejados en sus presupuestos. También las situaciones sociales críticas en muchos lados, ayudan al Coronavirus en su tarea de enseñanza, costosa, porque enseña con la muerte y el sufrimiento. Qué enseña: 1. Que todos los seres humanos somos iguales 2. Que en casi todos los países del mundo hay intereses políticos y económicos que dejaron de lado alguna de las necesidades básicas de sus habitantes 3. Que algunos gobiernos y políticos utilizan también esto tan terrible para llevar agua a sus molinos. 4. Que la investigación científica no puede estar en un segundo plano en las políticas de Estado. 5. Que la educación de los pueblos, para que comprendan la gravedad del desafío, es fundamental y en muchos otros lugares o en los mismos, tampoco el presupuesto en educación o en infraestructura es suficiente, para brindar condiciones dignas de vida, al menos con servicios sanitarios y agua potable, y de capacidad de razonamiento para discernir. Se dice que lo que el Estado no hace puede suplirlo el privado. No vamos a discutir si esto es así o no, pero lo que es indiscutible es que, en este momento, las empresas para responder a las inquietudes y demandas de sus públicos interesados tienen un rol fundamental y muy difícil, que es otro cambio de paradigma cultural.
Tienen que incorporar nuevas formas de trabajo a distancia para poder continuar, eso implica que tendrían que proveer a sus empleados de las comodidades tecnológicas e informáticas necesarias para que puedan trabajar desde sus casas, que deben asegurarles la conectividad, que deben -en caso de que estén obligados a concurrir a sus sedes- proporcionarles transporte seguro, porque el público, en muchos lados, entre ellos en nuestro país, no lo es. Claro que ese trabajo a distancia requerirá del Estado con nuevas regulaciones, pero eso llevará más o menos tiempo si un país no lo tiene. Habrá que volver a realizar un pacto contractual con los empleados y trabajadores de todo tipo, para que la empresa continúe fidelizando a su capital humano, ya que no todos, pasada la pandemia, podrán o querrán seguir con el home office o el trabajo remoto. Las relaciones laborales seguramente cambiarán. La forma de ejercer el liderazgo deberá también adaptarse a esta nueva situación y en ello la comunicación con las partes interesadas internas será vital. Pero también lo será con las externas, sean los accionistas, sean las autoridades. Unos exigirán, a los otros habrá que demandarles cambios. Esta modificación en la forma de trabajo también requerirá de las empresas nuevos acuerdos con sus aseguradoras y en muchos casos afrontar situaciones confusas, difíciles de resolver. También el Estado debe estar presente en este punto. Con relación a los trabajadores, las empresas deberán continuar asegurándoles la capacitación continua, por medios digitales, por ahora y tal vez, adoptar esa forma de capacitación como más común en el futuro. Pero eso implica el desafío de incorporar a la digitalización, antes de lo previsto, a gran cantidad de trabajadores que parecían no necesitarla. La comunidad como parte interesada, no es ya, ni lo será, aunque pase la pandemia y llegue la vacuna, porque si esto sucedió, puede volver a suceder, sólo la comunidad cercana e incluso sólo la que puede ser afectada por la actividad de la empresa o la que puede tener dudas al respecto. La comunidad a la que deben responder ahora las empresas para ser socialmente responsables es la ciudad o pueblo en que está radicada y también puede traspasar las fronteras de provincias, regiones o países. El virus pudo y generó grandes cambios de conducta. La empresa debe poder satisfacer esta inquietud. Así es como, además del hecho que todo el sistema de gestión tenía sus políticas de calidad, de ambiente, de SST, de alcohol y drogas, de transparencia y ética, etc, ahora deberán tener políticas o protocolos sanitarios que permitan la apertura o continuidad en el mientras tanto y la no repetición de factores que faciliten la llegada de un nuevo virus. ¿Alguien puede asegurar que esta situación surreal que nos trajo el 2020 no volverá a repetirse? ¿Sabemos cuándo, así como la viruela, la tuberculosis, la poliomielitis y tantas otras enfermedades o están erradicadas o contenidas, cuándo podremos decir lo mismo del COVID19? ¿Y qué otro cambio generará para la empresa? Todos los que estamos en temas de seguridad y salud ocupacional o en el trabajo, según la terminología de la nueva ISO 45001:2018, sabemos que las empresas se preocupan por la ausencia de accidentes laborales. ¡Cuántas veces hasta encontramos al ingreso de una planta un orgulloso cartel que indica la cantidad de días que llevan sin accidentes! Nunca vimos un cartel de os días que llevan sin ausentismo por enfermedad Pero, en general, se busca prevenir sólo una parte del concepto: los accidentes laborales y esto cuando confecciono matrices legales para SST, me ha valido discusiones arduas y algunas derrotas, hago hincapié en que las siglas significan seguridad y salud en el trabajo. Una empresa socialmente responsable debe ocuparse de la salud de sus trabajadores e incluso de su entorno laboral y familiar, pero no sólo en cuanto a enfermedades profesionales que le pueden causar consecuencias económicas. Este virus dejó al descubierto que muchas otras enfermedades comunes, tratables, deben ser controladas por las empresas, porque esas comorbilidades atentan contra la salud de sus trabajadores y de toda la comunidad.
Cambio de paradigma cultural también. Yo trabajador debo incorporar que la empresa se preocupe de mi salud personal, que no es intromisión en mi vida privada si soy hipertenso y me controla la presión, o si soy diabético y se me exige el control de la glucosa y así en muchos casos. Porque si bien ser hipertenso, cardíaco, obeso, diabético, o padecer de otras patologías parecen ser una cuestión personal, y está en el ámbito privado cómo cada uno decide cuidar su salud, la empresa debe ser consciente de los riesgos que esas enfermedades agregan a una pandemia. Y debe incorporar estos conocimientos a su público interno y en lo posible externo. Baste ver que las personas jóvenes que fallecen a causa del coronavirus, en la mayoría de los casos tienen enfermedades preexistentes, con las cuales pueden trabajar, pero en estas circunstancias, si no las controlan, corren riesgos y ponen en peligro su hábitat laboral, doméstico y en definitiva, a toda la comunidad, ya que todo aquello que afecte la solidez de las defensas, ayuda al coronavirus. La comunidad como parte interesada entonces, se amplía considerablemente en el esquema de partes interesadas de las empresas. Y esto obviamente importa también a otra parte interesada, que es a la vez responsable, pero para la empresa cumple el primer rol, que es el Estado, que debe velar por la salud de sus habitantes. Podríamos seguir encontrando cambios de paradigmas culturales que deben afrontar las empresas socialmente responsables durante y luego de esta pandemia. Sólo he hecho un pantallazo de modificaciones que vendrán hacia algunas partes interesadas como los accionistas e inversores, los trabajadores, los sindicatos, las aseguradoras, el alcance de los sistemas de gestión SST, la relación con el Estado. Tratar la capacidad de respuesta de la empresa para reinventarse en colaboración con su gente, daría para muy largo.