alba
#32 nomastique/menuma pamphletarium
Ciudad de México enero 2015
menumamedia.net info.nomastique@gmail.com
Nomastique # 32, enero de 2015, es una revista digital en línea, editada por H. Pilar Morales Lara, calle Prolongación San Isidro No. 151, cubículo E-044, col. San Lorenzo Tezonco, del. Iztapalapa, México, D.F. C.P. 09790, tel. 58 50 19 01 ext. 14344, http://issuu.com/menumamedia/docs, info. nomastique@gmail.com. Editor responsable: Susana T. Santoyo. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo: 04-2014-072214201400-102, otorgada por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. ISSN: En trámite. Responsable de la última actualización de este número: Susana T. Santoyo. Fecha de la última modificación: 16 de enero de 2015. Nomastique es una revista digital en línea, de periodicidad mensual. Nomastique es una plataforma de creación artística. El contenido de los textos e imágenes es responsabilidad y propiedad de sus autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de esta revista, siempre y cuando se cite la fuente y no sea con fines de lucro.
Y los perseguirรก, en efecto, toda una noche; pero se interpondrรก la oscuridad para defenderlos hasta que se aproxime el alba.
John Milton
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Metamorfosis Alma Vanegas
A dentelladas se escurre la noche. Polvo de gis pĂĄlido decolora las Ăşltimas cenizas. Agujas luminosas traspasan todos los cristales. Dejo de ser el ciego con ojos macerados. Agujas punzantes hilvanan mi retina. Amanece.
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Orlando
Keri González A lo mejor no hubo esa tarde. Quizá todo fue autoengaño. José Emilio Pacheco
El duelo fue largo, más largo de lo necesario, más penoso
de lo merecido. Fue lo que pensé aquella madrugada.
El taxi que me llevaría al aeropuerto llegaría pronto
y todavía tenía que elegir los libros que llenarían casi la mitad de una de mis maletas, esta ocasión sería un viaje largo, quizá sin retorno.
Subí las escaleras una vez más y me hinqué frente
al librero viejo de aquella habitación que me acogió
incondicionalmente por tantos años. Al mover una de las novelas que leí durante el tiempo del posgrado, un
sobre de papel amate se deslizó de sus páginas, me llamó la atención por su diseño peculiar, inmediatamente
tuve una corazonada. Leí, curiosa, las dos hojas escritas por los dos lados… -“Increíble”, me dije. De la nada, sus palabras se habían fugado del que hubiera pensado
era el libro menos sospechoso. Cerré los ojos, como exprimiéndolos, para ver si acaso salía una última lágrima, pero al comprobar que estaban completamente
secos descubrí que su verborrea ya no tenía ningún poder sobre mí. Incluso, me reí al leer de nuevo
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algunas frases que consideré de muy mal gusto por lo
pretenciosas. Después, de la manera más placentera, rompí la carta en pedacitos y la eché al bote de basura.
Al continuar con la tarea de mi apresurada elección de obras literarias, vi al Orlando de Woolf, titubeé unos
segundos, pero al final me decidí a entresacarlo, casi a la fuerza, de entre las pastas de Madame Bovary y La amortajada. Decidí que ya era hora de leerlo, así que lo metí inmediatamente en mi bolsa de mano.
El taxi llegó. Mientras recorríamos aquella larga avenida que enfilaba diligentemente muchos de los lugares que me vieron crecer, me di cuenta que por primera vez el
sentimiento de nostalgia no salía a chorros, al contrario,
encauzaba mi mirada hacia adelante. El taxi se detuvo, cuando el semáforo se puso en verde, frente a mí, el sol comenzó a salir tímido de entre las montañas.
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La velocidad en la Tierra (fragmento de obra de teatro)
Gibrán Portela
Los tiburoneros bajan a sus presas de las lanchas y las amontonan sobre el muelle. Hace unas horas respiraban,
tal vez alguno de aquellos animales estaba a punto de
decirle a su novia que la quería cuando un brutal arpón le atravesó por la mitad, piensa Catalina mientras
camina por el viejo malecón. Su barriga ha crecido un poco, no demasiado, la vida se está formando dentro de
ella y el mar se ve tan calmo, el cielo tan rojo, Catalina lee de nueva cuenta otra carta de Dámaso.
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Amada Catalina: El frío ha comenzado, el paisaje cambia con cada legua avanzada, aún no llegamos al norte del mundo, pero hace frío ya, nos han dado ropa hecha de piel de foca. Día a día voy controlando mucho mejor mis mareos, el mal de mar. Todas las noches estás en mis sueños, cada día que avanza estoy más lejos de Alvarado pero más cerca de ti. Aquí te dejo un pequeño dibujo que hice, para que sepas dónde estoy, para que sepas desde dónde te pienso. Por siempre tuyo Dámaso. Catalina mira el mar, intenta mirar lejos, lo más que puede, para ver si sus ojos de casualidad alcanzan el barco de Dámaso. Lo que no sabe Catalina es que no todos los horizontes son el mismo, y que si sigue mirando en esa dirección, si sus ojos le permitieran irse lejos, lo más lejos, llegaría a África, luego a China y luego a México de nuevo, pero nunca, nunca, nunca al Polo Norte a donde su querido Dámaso se dirige.
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Alba o ensayo de la demencia Guido Vázquez Entonces la imagino y siento como si despierto la estuviera soñando o como si dormido ella siempre estuviera conmigo.
Abro los ojos y la veo ahí, ahí está. Aprovechando el frío que azota me le descuelgo a besos, le prendo uno en la frente, en
la boca, en las mejillas rozadas por el viento helado. Tomo
sus manos y las caliento con las mías, con urgencia, como si de eso dependiese mi vida y de paso la suya; la abrazo,
imagino que tomamos café, aunque ella prefiera el té, más
bien, ella me hace imaginar que tomamos café cuando lo que pasa, es que ella acaricia con la boca el borde de una taza de té de jazmín y me convida uno de manzanilla.
La miro, hablamos por horas, ocasionalmente fija sus ojos
en los míos y yo no puedo sostener su mirada, termino agachando la cabeza, sonrojándome como un niño, desviando la mirada, encontrando patrones atípicos en el estampado de
las paredes. Ella cambia el tono de su voz, se acerca al sillón, se recuesta en mi hombro, hablamos más, te amo me dice, y el frío corre por la habitación, finjo que no escucho, aunque
me muera por decirle que la amo desde ayer que la soñé, que la amo desde que alguien en el trabajo menciono que había encontrado a la chica de sus sueños, y yo por inercia
pensé en ella, desde que supe que buscaba a alguien. Pero
no, tomo su mano, la aprieto sobre mi pecho, cambio el tema bruscamente, me miro las manos, y no hay mucho que decir. 13
Te amo, repite, su voz hace eco en la habitación, la frase
hace eco en todos los rincones de mí, y en el sobresalto dejo
escapar una sonrisa pequeña, mal fingida, bien intencionada.
Corro a abrazarle, la aprisiono entre mis brazos, siento como cada herida en mi va sanando, la beso desesperadamente, y
no hay lugar en sus mejillas, nariz o boca que no tenga un beso mío, le beso despacio la frente, me acerco a su oído, yo también te amo, respondo.
El frío se cuela por las partes de la ventana en donde el
mastique ha cedido, la calefacción hace un rato que no funciona. Abro los ojos, la luz de sol se cuela por la ventana,
su luz hace un intento por inundar mi alcoba, la ciudad igualmente se va insertando gradualmente en mis paredes,
se filtran los pasos de la gente que va a prisa, los claxons, los ecos del panadero, el ruido de los tacones de las secretarias,
de los ancianos que se asoman a barrer su banqueta con todo
y ese sentido falso de propiedad (pues ya no es su banqueta, es de la ciudad, no como población, si no del monstruo que uno ve cuando llega de provincia). Despierto un poco
más anciano, un poco menos vivo. Camino hacía el espejo,
limpio con destreza la baba seca, las legañas, observo la profundidad de las ojeras, y en el espejo se refleja la cama
en donde ella nunca estuvo, de pronto ya no la recuerdo, la re imagino y siento como si despierto la estuviera soñando o como si dormido ella siempre estuviera conmigo. 14
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Alborada
Daniel Fierro
Inhala, exhala. Una raya, otra raya. Siente el golpe frío. Abre los ojos, exhala despacio. Asómate por la ventana, mira la calle y piensa en
tirarte. Ríete. Más fuerte. Más. Sacude los restos de la mesa y límpiate la nariz. Asómate de nuevo y piensa en la sensación de libertad
durante doce pisos antes de hacerte mierda en el concreto. O sobre un
auto, ese auto blanco. Ríete. Enciende otro cigarro. Sal de ahí. Baila. Mírala moviéndose, mira cómo se balancean las tetas debajo de esa
camiseta negra y acércate, baila, sonríe, deja de mirarle el culo, deja
de mirarle las tetas y mejor busca a Adriana. ¿Dónde mierda está Adriana? Búscala. Termina la copa de vino barato y búscala. En la
cocina. Baila. Saluda a ese pendejo, es tu asistente. No hables. Sírvete más vino pero busca a Adriana. Y cuando busques a Adriana no pienses en Cristina; está lejos, no está aquí. No busques a Cristina,
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camina y busca a Adriana y baila y salta y sonríe y habla y toma a esa chica de la cintura y bebe más y besa a Adriana que aparece de pronto y te abraza y baila y bailan y ríen y no pienses en Cristina y bebe más y fuma de nuevo pero no enciendas ese cigarro que ya traes uno en la boca ni arrojes la copa ni empujes a Carlos ni regreses al cuarto.
Inhala. Exhala. No traes más coca. No tienes el número del dealer en el
pinche iPhone. Ni el de Cristina. Ni el de Leonor ni el de Claudia ni el de Elena ni el de tu madre ni el de tu hermano. Inhala. Sal. No importa
la luz, sal de ahí. Toma a Adriana de la mano despídete de quien puedas y sal, rápido, pide el elevador y escúchala quejarse con esa
voz que hace cuando ha bebido más de la cuenta y bésala o inténtalo al menos y cuando llegue el elevador trata de jalarla y si se resiste
déjala y usa las escaleras y enciende otro cigarro. Fuma despacio.
Estas solo. Regresa por ella o no, mejor baja solo todos los pisos. No estás tambaleando, intenta caminar más rápido. Corre. Más. Escapa. Busca el auto. Usa la llave, ábrelo, súbete, enciéndelo, lárgate. Escapa.
Maneja. Rápido. Pon a Blur en el estéreo, abre la ventana, apaga el puto
teléfono. ¿Dónde tienes más merca? En casa. Tal vez deberías buscar una puta, lo más parecida a Cristina. No traes efectivo. Detente en
el siguiente cajero automático. Apaga el auto. Camina. Teclea el NIP.
Elige disponer en efectivo. Teclea seis mil pesos. Escucha el sonido de la máquina sacando el dinero. Voltea. Míralos. Obedécelos. Saca los mil más que te permite el banco. Dáselos. El iPhone y las putas llaves
del puto auto. Pídele un cigarro al gordo. Toma dos. Levanta las
manos. Deja que te revisen. Que se lleven todo, no importa. Sonríe. Endurece el abdomen. Rápido. Inhala, recupera el aire que el golpe
no estuvo tan fuerte. Levántate. Sacúdete. Camina. Inhala. Enciende
el último cigarro. Cristina está lejos. Lejos. Y no quiere saber más de
ti. No volverá. Inhala. Inhala. Exhala. Contempla el alba mientras caminas a casa.
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Imagen Ana Santilli Lago https://www.flickr.com/photos/ananoana/ portada y página 17 Andrea Martínez http://and-martinez.tumblr.com/ páginas 3 y 11 Daniela Libertad http://www.danielalibertad.com/ páginas 5, 8 y 15
Texto Alma Vanegas
página 6
Keri González https://twitter.com/Kerisimissima páginas 7 - 8 Gibrán Portela
páginas 9 - 10
Guido Vázquez https://twitter.com/Stroboss páginas 13 - 14 Daniel Fierro páginas 15 - 16
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