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Conversos de origen judío en la Cartagena colonial. Vida social, cultural y económica durante el siglo XVII Aliza Moreno-Goldschmidt Quinta Sión. Los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogotá Enrique Martínez Ruiz
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cultural hispánico. En este contexto, algunos de ellos recurrieron a una herramienta muy particular: la ciencia del lenguaje. Este libro reconstruye y analiza el proceso de transferencia de este saber en Colombia que se desarrolló entre 1867 y 1911, para mostrar cómo el estudio científico de la lengua se convirtió en un mecanismo que permitió a sus portadores reclamar el control sobre esta. Para tal fin, el autor estudia los debates en los que se enmarcó esta transferencia, el perfil sociocultural de los actores que la impulsaron, así como los medios y espacios en los que circuló la ciencia del lenguaje. También analiza la forma como esta fue adoptada por los intelectuales gramáticos y sus repercusiones en la configuración de la cultura nacional.
Andrés Jiménez Ángel
En el tránsito del siglo XIX al siglo XX, un influyente grupo de intelectuales conservadores impulsó y combinó múltiples prácticas culturales tendientes a estudiar y promover una lengua “pura” y “uniforme”, convencidos de su potencial para (re)construir la comunidad nacional a partir de valores cristianos y de la exaltación del patrimonio
CIENCIA, LENGUA Y CULTURA NACIONAL La transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911
Andrés Jiménez Ángel
Ciencia, lengua y cultura nacional
En virtud de la excelencia, Opera Eximia, de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, presenta una sucesión de publicaciones de valiosos exponentes de la producción académica y artística desarrollada en Colombia y en algunos de los contextos más prestigiosos del mundo. La colección busca constituir un corpus textual que brinde una panorámica global del ejercicio investigativo y creativo en las diversas disciplinas que circulan en el universo editorial. El lector se encuentra frente a una colección que emerge de las exhaustivas evaluaciones y que cuenta con un proceso de alta calidad, reflejado en su propuesta gráfica y en un contenido de pertinencia indiscutible.
ANDRÉS JIMÉNEZ ÁNGEL Abogado y magíster en Historia de la Universidad de los Andes (Colombia), magíster en Derecho Europeo e Internacional de la Universidad de Bremen (Alemania) y doctor en Historia de América Latina de la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). Actualmente, es profesor principal de carrera del programa de Historia de la Universidad del Rosario (Colombia). Sus principales áreas de trabajo son las transferencias culturales, la historia intelectual, la historia de la ciencia y la historia del desarrollo. Fue becario doctoral del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) entre 2009 y 2012 y ganador de la Beca de investigación en revisión editorial y crítica de la memoria bibliográfica del Instituto Caro y Cuervo, año 2011: Rufino José Cuervo. En 2016, recibió un Grant-In-Aid del Rockefeller Archive Center. Su tesis doctoral recibió el Kulturpreis Bayern en 2015.
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CIENCIA, LENGUA Y CULTURA NACIONAL La transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911
Andrés Jiménez Ángel
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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Andrés Jiménez Ángel Primera edición: Bogotá, D. C., junio de 2018 ISBN: 978-958-781-237-4 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Dissertation der Katholischen Universität Eichstätt-Ingolstadt
Corrección de estilo: Pablo Castellanos Diseño de colección: Tangrama tangramagrafica.com Diagramación y cubierta: Carmen Villegas Impresión: Javegraf
Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 13-01 Teléfono: 320 83 20 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial editorialpuj@javeriana.edu.co Bogotá, D. C. Pontificia Universidad Javeriana, vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.
MIEMBRO DE LA
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org
Jiménez Ángel, Andrés, autor Ciencia, lengua y cultura nacional: la transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911 / Andrés Jiménez Ángel. -- Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018. 444 páginas; 16.5 x 24 cm Incluye referencias bibliográficas (páginas 397-439). ISBN: 978-958-781-237-4 1. Lingüística histórica - Colombia - 1867-1911. 2. Lingüística - Historiografía - Colombia - 18671911. 3. Filología - Historia - Colombia - 1867-1911. I. Pontificia Universidad Javeriana. CDD 417.7 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. inp
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Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Para Gabriela, MartĂn y Antonio
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Por lo demás, si nosotros, españoles americanos, queremos competir en letras con los españoles peninsulares, lo que importa es ganarles en ciencia, no en orgullo nacional. Despreciar sus institutos y sus libros, es necia altivez. Cuando sepamos tanto como ellos y lo hayamos demostrado al mundo, nuestras opiniones literarias serán consideradas, y tendremos derecho a regir a par de ellos el cetro de la lengua. Miguel Antonio Caro, “Ortografía castellana”
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Contenido Agradecimientos
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Introducción
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La lengua en el proyecto nacional conservador
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Lengua e identidad: del imperio a las naciones
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La lengua y la construcción de las naciones hispanoamericanas
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El legado hispánico y la identidad nacional: cultura, religión y tradición
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Lengua y nación
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Lengua y civilización
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Lengua y tradición La transferencia de la ciencia del lenguaje: actores, medios y espacios
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Los intelectuales gramáticos
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Bibliotecas particulares, correspondencia y prensa cultural
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Academias y sociabilidades culturales
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La ciencia del lenguaje y la construcción de la autoridad sobre la lengua
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Ciencia versus arte, lingüística versus gramática
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El control de la evolución de la lengua
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Renovación, instrumentalización y distanciamiento de Andrés Bello
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La consolidación de la autoridad lingüística y del control sobre la lengua
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El triunfo sobre la tradición española: El castellano en América
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Bello, Cuervo y Caro: la ciencia del lenguaje en la instrucción pública
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1909, 1910, 1911: obituarios, centenario y el mito de la nación de filólogos
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Conclusiones
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Bibliografía
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Agradecimientos Este libro no habría sido posible sin la generosa ayuda de diferentes personas e instituciones. En primer lugar, quiero agradecer al profesor Thomas Fischer por su confianza y apoyo incondicionales. La libertad y la autonomía de las que gocé durante la realización de la investigación detrás de este libro son prueba irrefutable de ellos. Mis agradecimientos van dirigidos también de manera especial al profesor Roland Schmidt-Riese, segundo lector y cotutor ad hoc de la disertación doctoral, por sus agudos comentarios y por la lectura cuidadosa de partes del manuscrito en diferentes etapas de la investigación. Muy útiles fueron, igualmente, los comentarios de los demás miembros de la comisión evaluadora, los profesores Friedrich Kießling y Frank Zschaler. El profesor Hans-Joachim König siguió atentamente el desarrollo de este trabajo e hizo valiosas sugerencias. No todas ellas, sin embargo, hicieron parte del resultado final. El Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) financió los siete semestres de estudios doctorales en Eichstätt, gracias a la beca que me fue otorgada entre 2009 y 2012. El trabajo de archivo en la sede de Yerbabuena del Instituto Caro y Cuervo fue posible gracias a la generosidad de su antigua directora, Genoveva Iriarte, y a la de Luz Clemencia Mejía, coordinadora de Gestión de Bibliotecas del Instituto, y de María Custodia Ríos, responsable de Procesos Técnicos de la Biblioteca José Manuel Rivas Sacconi. Gracias a las gestiones de Bogdan Piotrowski, profesor de la Universidad de La Sabana y académico de número de la Academia Colombiana de la Lengua, pude consultar la biblioteca de esta institución. Néstor Miranda, Iván Garzón, Nelson Chacón, Fabián Cárdenas, Brenda Escobar, Carlos Arturo López, Lisímaco Parra, Mariano Lozano, Alexander Denzler, Rainer Fugmann, Peter Esser y Christiane Hoth acompañaron y apoyaron, de diferentes maneras, la realización de la investigación, así como la redacción y revisión del manuscrito. Nicolás Morales, Carlos Arturo Arias, Jhon Mesa, Paola Molano y todo el equipo editorial de la Pontificia Universidad Javeriana me acompañaron de manera profesional y diligente a lo largo de todo el proceso de edición. Mi mamá y mis hermanas han sido una fuente de apoyo insustituible. A Gabriela, a Martín y a Antonio les dedico este libro. No tengo otra forma de agradecerles.
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Introducción El ascenso del Partido Liberal al poder en 1849 tras la victoria de José Hilario López sobre Rufino Cuervo Barreto, y la sucesión más o menos continua de gobiernos liberales hasta 1880 tuvieron como correlato la fuerte oposición de varios sectores del conservatismo, que veían en las reformas liberales una amenaza al orden social, político y cultural de la joven república colombiana. Con la agudización de las medidas tomadas desde 1863, durante el segundo gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera, tendientes a socavar las prerrogativas de la Iglesia, secularizar la educación e introducir un modelo político basado en las libertades individuales, la economía de mercado y una organización territorial federal, la reacción conservadora también se radicalizó. Como oposición al proyecto nacional liberal, grupos conservadores —que se diferenciaban entre sí pero que unánimemente rechazaban los principios básicos de este programa de reformas— dirigieron sus esfuerzos a dar forma a un contraproyecto nacional, cuyo objetivo era mantener o restablecer, dependiendo del caso, los elementos centrales de lo que para ellos constituía el verdadero orden amenazado por el programa liberal. Este contraproyecto, al igual que su antagonista liberal, constituía un programa integral que comprendía las esferas política, cultural, social y religiosa en una propuesta de organización política centralista, con una estructura social jerarquizada, regida por valores cristianos y heredera del patrimonio cultural hispánico. En la base de este último aspecto se encontraba aquello que, junto con la religión, debía representar el núcleo de la identidad nacional: la lengua. Más allá de los argumentos prácticos asociados a su importancia como herramienta de comunicación, la entronización de la lengua como eje de esa identidad, la preocupación por conservarla pura y uniforme, así como los esfuerzos por cultivarla y explotar sus “virtudes” constituyeron los pilares de su exaltación como una de
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las bases del proyecto cultural conservador. El prominente lugar asignado a la lengua se reflejaba en la estrecha correspondencia que este proyecto establecía entre las cualidades que definían la lengua pura y uniforme, y los principios y valores que lo inspiraban. Los discursos que fueron definiendo las líneas generales de este proyecto no se limitaban a subrayar la indiscutible importancia de la lengua como elemento constitutivo de la identidad nacional. Los atributos y las funciones de la lengua ideal (“pura” y “uniforme”) reafirmaban las jerarquías sociales, las tradiciones y los valores religiosos, y asimismo el rechazo de los cánones estéticos y los “desvíos morales” derivados de la adopción de modelos extranjeros ajenos al “genio” de la lengua y la literatura españolas. De esta manera, la lengua se convertía en una herramienta de lucha política y de control social, a través de la cual se buscaba contrarrestar los efectos de las reformas liberales, contener las amenazas a la “verdadera” civilización y volver a sentar las bases culturales del “genuino” orden social. La convicción en el potencial de la lengua como mecanismo para construir una comunidad nacional dentro de los parámetros de esa idea de civilización impulsó la promoción y combinación de múltiples empresas editoriales, literarias, pedagógicas y culturales que permitirían garantizar el control sobre este importante recurso. A través de la articulación de sociabilidades culturales, periódicos, revistas, imprentas y textos escolares, entre otras herramientas, los intelectuales conservadores que encabezaron esta ofensiva cultural crearon espacios propios para definir, promocionar y difundir los cánones lingüísticos y literarios, a partir de los cuales debía construirse la verdadera cultura nacional. La fundación de la tertulia de El Mosaico y del periódico y la imprenta homónimos a finales de 1850, por parte de José María Vergara y Vergara, marcarían el punto de partida de una empresa cultural que se extendería de ahí en adelante, fortaleciéndose y consolidándose en las décadas siguientes del siglo XIX con la cada vez más prolífica y variada producción de los integrantes de la comunidad intelectual que daría vida a la Academia Colombiana (1871), a su Anuario (1874) y a la revista Repertorio Colombiano (1878). Paralelamente, la publicación de manuales escolares de gramática, ortografía, ortología o retórica, complementada con el desempeño de labores docentes y de dirección en escuelas, colegios y universidades públicas y privadas, así como la ocupación de cargos públicos en los niveles local y nacional de la dirección de instrucción pública, permitirían a estos intelectuales ubicarse en importantes posiciones en las estructuras del sistema educativo. A esto se sumaba la representación oficial, en Colombia, de la autoridad de la Real Academia Española (RAE), derivada del estatus de académico correspondiente del que gozaron las principales figuras de esta comunidad de intelectuales y reforzada con la fundación de la primera academia correspondiente de esa corporación española en suelo americano.
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INTRODUCCIÓN
A estas herramientas, un puñado de intelectuales sumó una adicional. En 1867, Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo publicaron la primera edición de su Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano. Uno de los criterios que habían guiado la redacción de esta gramática latina, de acuerdo con su prólogo, consistió en su armonización “con el vuelo que ha tomado últimamente la ciencia filológica […]” (Caro y Cuervo I).1 Con estas palabras se hacía la primera alusión directa y explícita al estudio científico de la lengua asociado al paradigma histórico-comparativo que se había formulado, difundido y consolidado en Europa desde principios del siglo XIX y que había venido desplazando poco a poco a las demás formas de aproximarse a la lengua. La referencia a la “ciencia filológica”, la “ciencia del lenguaje”, la “lingüística”, la “filología” o la “gramática comparada”, expresiones intercambiables en los textos de estos intelectuales, se haría cada vez más recurrente tanto en libros con vocación claramente pedagógica, como en la citada Gramática de la lengua latina o las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano de R. J. Cuervo;2 también, en las monografías, los estudios lingüísticos y filológicos, los artículos polémicos, los diccionarios y las reseñas bibliográficas de R. J. Cuervo, Caro, Marco Fidel Suárez y, desde una posición política prácticamente opuesta, Ezequiel Uricoechea, un liberal convencido, que impulsó, como pocos, los estudios sobre la lengua. Más allá de simples alusiones al estudio científico de la lengua, el recurso a las herramientas teóricas y metodológicas de la ciencia del lenguaje se convirtió en parte esencial del instrumentario a partir del cual estos intelectuales produjeron su conocimiento sobre la lengua castellana, sobre las lenguas indígenas y sobre el latín, para desmarcarse así de la tradición gramatical descriptiva y normativa representada por la RAE, y perfilarse como los principales representantes del estudio científico de la lengua en Colombia y en el resto del mundo iberoamericano. Este posicionamiento se vio reflejado en la progresiva adopción de sus trabajos lingüísticos y filológicos como referentes autorizados del uso correcto de la lengua —el “bien hablar” y, por extensión, el “bien escribir”—, amparados por la supuesta superioridad del verdadero conocimiento de esta. El prestigio y reconocimiento alcanzados por estos individuos y sus investigaciones se hizo también evidente en su fructífera inserción en redes intelectuales transnacionales, cuyos nodos —figuras prominentes de la lingüística y la filología en Alemania, Francia, Suiza u Holanda— desempeñarían un papel central en la validación, desde los centros culturales europeos, del conocimiento producido por los letrados colombianos. A esto se sumó la consumación póstuma de esta gran empresa cultural y política a través de la entronización de Caro y Cuervo, los principales representantes de la ciencia del lenguaje, como héroes
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Las cursivas son mías. Ambas obras tuvieron múltiples reediciones hasta principios del siglo XX.
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culturales nacionales que encarnaban la orientación de la cultura hegemónica promovida desde el Estado. Este trabajo reconstruye y analiza el proceso de transferencia cultural de la ciencia del lenguaje en Colombia entre 1867 y 1911. Su objetivo es mostrar cómo el empoderamiento cultural de este grupo de intelectuales, que se irradiaría indirectamente a toda la comunidad intelectual comprometida con la conservación de la pureza y la uniformidad de la lengua, se derivó de la adopción de un objeto cultural extranjero, ajeno a la tradición cultural hispanoamericana, que les permitiría reclamar un lugar privilegiado en el control de uno de los principales instrumentos para la construcción de una cultura nacional. El éxito de la estrategia de legitimación y validación de las pretensiones de control sobre la lengua, así como la enorme influencia que tuvieron las figuras y los trabajos de estos intelectuales en la configuración de la cultura colombiana —incluso más allá del periodo analizado— obedecieron a la conjunción de múltiples factores, asociados principalmente con el perfil social y cultural de los portadores de la ciencia del lenguaje; con las particularidades del campo cultural colombiano en este mismo periodo; con el acertado uso de los medios existentes para poner en circulación ese objeto cultural llamado ciencia del lenguaje; con las transformaciones en el sistema educativo y el lugar estratégico que los intelectuales conservadores ocuparon en él; y con la compatibilidad entre la ciencia del lenguaje y el programa político y cultural conservador.
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Radicalismo, Regeneración y la ciencia del lenguaje La relación entre el periodo de la historia política colombiana conocido tradicionalmente como la Regeneración y el auge de los estudios sobre la lengua ha venido siendo subrayada por la historiografía y por los estudios culturales y literarios desde hace al menos dos décadas. Algunos autores han llegado incluso a afirmar que la preocupación por el cuidado de la lengua constituyó el rasgo definitorio del prototipo del intelectual de finales del siglo XIX (G. Sánchez 20). Esta premisa, llevada a convención historiográfica desde su explicitación por parte del historiador británico inglés Malcolm Deas (“Miguel Antonio Caro y amigos...”), no es del todo equivocada, pero merece algunas aclaraciones. Los cuarenta y cinco años que abarca la presente investigación corresponden, sin coincidir completamente, a un periodo de enconados enfrentamientos políticos, militares y culturales, inscritos en un complejo proceso histórico que se inicia con el apogeo del radicalismo liberal y termina con la transición hacia la llamada hegemonía conservadora del siglo XX.3 Las oscilaciones en 3 Para las visiones de conjunto más recientes de los periodos conocidos como el Radicalismo y la Regeneración, véase las compilaciones de Rubén Sierra Mejía (Miguel Antonio Caro y El
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INTRODUCCIÓN
el balance del poder político derivadas de la presencia más o menos hegemónica de liberales y conservadores en el gobierno nacional tuvieron un impacto importante en las dinámicas de la recepción y apropiación de la ciencia del lenguaje, con efectos complejos que vale la pena subrayar. Mientras que el ascenso y el apogeo del radicalismo coincidió con los años de formación y consolidación de la comunidad de intelectuales que impulsó el estudio de la lengua —una etapa caracterizada por una prolífica actividad intelectual—, la producción de los principales exponentes de la ciencia del lenguaje en Colombia fue considerablemente menor a partir de 1886, es decir, durante el apogeo de la Regeneración. Entre 1867 y 1886 se publicaron, entre otros trabajos, las primeras tres ediciones de la Gramática de la lengua latina de Caro y Cuervo (1867, 1869 y 1876), cuatro ediciones de las Apuntaciones críticas de Cuervo (1872, 1876, 1881 y 1885), su Muestra de un diccionario de la lengua castellana (1871) —en coautoría con Venancio González Manrique—, sus “Estudios filológicos” (1874) y cuatro ediciones de la edición anotada de la Gramática de la lengua castellana de Andrés Bello. En este periodo se publicaron igualmente el “Tratado del participio” (1870) y las Obras de Virgilio (1873-1876) de Caro, el Alfabeto fonético de la lengua castellana (1872) de Uricoechea y los tres primeros tomos de la Colección Lingüística Americana (1871, 1877, 1878), editada por este último. A lo anterior se sumaron la fundación de la Academia Colombiana y de la Revista de Bogotá; la celebración, desde 1877, de las reuniones anuales de esta academia, así como la publicación de los discursos académicos y otros escritos de los intelectuales gramáticos, en el Anuario de dicha corporación y en los primeros volúmenes del Repertorio Colombiano. Por otra parte, la implementación de las reformas liberales en materia educativa terminó jugando a favor de la promoción del estudio y el cultivo de la lengua española por varias razones. En primer lugar, los intelectuales gramáticos ocuparon posiciones importantes en la estructura de la instrucción pública a nivel nacional y local, tanto en la docencia y la dirección de colegios y universidades, como en las direcciones nacional y regional de tal instrucción. Esta posición privilegiada repercutió en la amplia difusión no solo del conocimiento lingüístico y filológico que ellos mismos producían, sino también de los discursos sociales, culturales y políticos asociados a la exaltación de la lengua como eje identitario. Su circulación también se vio beneficiada por la ampliación de la cobertura del sistema educativo, derivada de las reformas educativas liberales (a nivel escolar y universitario), que constituyeron la punta de lanza del proyecto liberal en materia cultural. El dinamismo que caracterizó esta primera etapa de vida de la comunidad intelectual que impulsó los estudios sobre
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radicalismo colombiano) y los ensayos de Diana Ceballos (“Desde la formación de la República...”), Carlos Uribe Celis (“¿Regeneración o catástrofe?...”) y Luis Javier Ortiz (“La Regeneración en Colombia...”).
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la lengua, se inscribió en el marco general de la exitosa contraofensiva conservadora frente al radicalismo liberal, a través del hábil aprovechamiento de los nuevos espacios y medios culturales que los mismos liberales habían promovido en su defensa de la libertad de prensa, la libertad de opinión y la libertad de asociación (Loaiza, “La expansión del mundo del libro...” y Sociabilidad, religión y política). Esto explica por qué es necesario remontarse hasta 1867, año en el que Caro y Cuervo, en medio del apogeo radical, publicaron su Gramática de la lengua latina, el primer texto que alude explícitamente a la ciencia del lenguaje y se presenta a sí mismo como portador de ese nuevo saber. El estancamiento en la producción de los intelectuales gramáticos durante la Regeneración estuvo estrechamente asociado a la participación activa de muchos de ellos en la política estatal, especialmente en los casos de Caro y Suárez. Esto afectó igualmente el funcionamiento de la Academia Colombiana —cuyas reuniones irían perdiendo periodicidad hasta quedar suspendidas entre 1890 y 1910—, así como el de otros espacios de sociabilidad cultural. ¿Por qué extender entonces el alcance de esta investigación hasta 1911? Primero, porque la ralentización del ritmo de producción no afectó a todos en el mismo grado. El ascenso de la Regeneración, su apogeo y la transición a la hegemonía conservadora coincidieron con la consolidación de R. J. Cuervo como principal exponente de la ciencia del lenguaje en el ámbito hispanoparlante, con la consecuente relativización de la tradición gramatical española y del monopolio de la RAE cimentado sobre ella y con la reivindicación de la legitimidad del castellano americano. Este triunfo de la ratio, que pretendía encarnar Cuervo, sobre el ars, representado supuestamente por la gramática descriptiva y prescriptiva, si bien nunca significó la ruptura total con la cultura española, contribuyó enormemente a empoderar la producción cultural colombiana, un empoderamiento que se reflejó en el desplazamiento de los textos de la RAE y de Juan Vicente Salvá en favor de los textos de Caro, Cuervo y Suárez como parámetros de definición del bien hablar y el bien escribir. En segundo lugar, ese desplazamiento no habría tenido lugar sin la existencia de nuevos textos para la enseñanza que sirvieran de espacio y de vehículo de simplificación, difusión y vulgarización de los trabajos de los principales portadores de la ciencia del lenguaje. Justamente en la década de 1880, gracias al crecimiento del mercado editorial asociado con la ampliación de la masa de lectores y a la expansión del sistema de instrucción pública, que mantuvo su estructura hasta el siglo XX, se escribieron y publicaron aquellos manuales escolares que, como la Gramática práctica del antioqueño Emiliano Isaza, difundieron los productos directos de la recepción y apropiación de la ciencia del lenguaje en todo el sistema educativo. Esto consolidó la autoridad lingüística de sus autores como principales vigías y cultores tanto de la lengua pura y uniforme, como de los valores culturales, sociales y políticos asociados a esta. La adopción de dichos
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INTRODUCCIÓN
manuales como textos oficiales para la enseñanza del castellano, en todos los niveles de la educación pública, significó su inclusión como elementos constitutivos de las estrategias de los gobiernos conservadores para modelar política, cultural y socialmente a los futuros ciudadanos bajo los principios que inspiraban su proyecto de nación. En tercero y último lugar, el particular trienio 1909 (muerte de Caro), 1910 (primer centenario de la Independencia) y 1911 (muerte de Cuervo) selló la entronización de la lengua como eje de la cultura nacional, de la mano de la glorificación oficial de los dos principales representantes de la ciencia del lenguaje, en el marco de la coyuntura centenarista y de las conmemoraciones oficiales de la primera gran fiesta nacional del siglo XX. A esto se sumó el doctorado honoris causa otorgado por la Universidad de Berlín a Cuervo, una distinción que formalizó el reconocimiento que habían venido recibiendo el bogotano y su trabajo por parte de la comunidad de lingüistas y filólogos europeos desde finales de la década de 1870. La necesidad de matizar la convención historiográfica que ha asociado directamente a la Regeneración con el interés particular en la lengua se extiende igualmente a la imagen tradicional de la cultura del periodo que se ha construido en las últimas décadas. Como lo han señalado algunos historiadores colombianos desde diferentes perspectivas, entre ellos Marco Palacios, Óscar Saldarriaga y Carlos Arturo López, la definición del proyecto nacional conservador que se construyó durante la hegemonía liberal y se institucionalizó en la Regeneración como un proyecto confesionalista, centralista y tradicionalista, esencialmente antimoderno, impide comprender la compleja tensión entre lo tradicional y lo moderno presente en los aspectos políticos, sociales, económicos y culturales de lo que terminó siendo el proyecto regenerador.4 La recepción de la ciencia del lenguaje constituye un ejemplo sugestivo de la particular articulación de elementos asociados con cada uno de los extremos de esta dupla. Si por un lado la defensa de la pureza y uniformidad de la lengua castellana solamente puede entenderse en el marco de la reacción integral conservadora a las medidas más modernizadoras de las reformas liberales —separación Iglesia-Estado, libertades y derechos individuales, adopción oficial de textos canónicos del utilitarismo y el sensualismo, etc.—, los mecanismos a los que recurrieron los intelectuales
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4 Sierra Mejía, editor de una de las obras de referencia más conocidas sobre Caro, formula de manera diáfana este lugar común: “Su análisis [el del pensamiento de Caro] nos situó —así lo conjeturamos y así lo afirmamos— en una tradición de pensamiento que durante varias décadas mantuvo al país aislado del flujo de ideas modernas con las que verdaderamente se pudiera responder a los problemas que planteaba el mundo contemporáneo” (“Prólogo” 8). En esa línea se inscriben varias contribuciones de la misma compilación. Véase las opiniones críticas de Palacios (La Regeneración ante el espejo liberal) y Saldarriaga (“Miguel Antonio Caro...”). López ofrece una revisión más detallada de esta convención historiográfica, centrándose en el pensamiento de Caro (Miguel Antonio Caro y el acto de escribir 33 y ss.).
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conservadores para alcanzar su propósito no siempre se extrajeron de repositorios antimodernos. Manteniendo una posición ambigua frente a la tradición gramatical española —referente natural del hispanismo cultural en materia lingüística—, los principales portadores de la ciencia del lenguaje en Colombia atribuyeron un mayor grado de validez y certeza a la aplicación de los postulados teóricos y metodológicos del paradigma histórico-comparativo de análisis del lenguaje inspirados en los modelos imperantes en las ciencias naturales modernas que al criterio de autoridad sobre el cual se sostenía la tutela cultural de la Academia española. La pionera adopción del instrumentario de la ciencia del lenguaje por parte de Uricoechea, Cuervo, Caro y Suárez, y el empoderamiento cultural resultante de dicha apropiación —un empoderamiento, insistimos, sin propósitos explícita y unívocamente subversivos— muestran cómo el recurso a referentes modernos podía integrarse armónicamente en un programa político profundamente conservador. A esto se sumó el recurso estratégico a las nuevas formas de sociabilidad cultural y al aprovechamiento del potencial de los medios impresos, que contribuyeron a fortalecer la oposición conservadora durante el radicalismo liberal y a reafirmar su posición dominante desde mediados de la década de 1880.
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Hispanismo(s) colombiano(s) Buena parte de los debates sobre la configuración política, social, económica y cultural de la nación giraron en torno al lugar que debía ocupar el legado español en las jóvenes repúblicas hispanoamericanas. En sus manifestaciones más radicales, las discusiones enfrentaban a dos extremos: aquellos que consideraban que el futuro, la prosperidad y el progreso de las antiguas colonias dependían de una ruptura radical con el legado hispánico, en oposición a aquellos que veían en la herencia colonial el pilar de la identidad histórica de las nuevas naciones. En Colombia, la llegada de José Hilario López al poder abrió el camino para la oficialización de la posición de un grupo renovado de liberales —los llamados Gólgotas—, empeñados en poner fin a las estructuras coloniales que, para ellos, impedían el desarrollo y progreso de la nueva república colombiana. Este fue el contexto en el que se llevó a cabo la defensa sistemática del legado hispánico como parte de la reacción conservadora a las reformas introducidas paulatinamente por parte de este y otros gobiernos liberales. El hispanismo colombiano de la segunda mitad del siglo XIX sigue constituyendo un filón poco explorado. La atención al elemento hispanista en los principales representantes del conservadurismo, como Sergio Arboleda, Miguel Antonio Caro, Marco Fidel Suárez o el “segundo” Rafael Núñez, se ha limitado
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INTRODUCCIÓN
—con excepción de algunos trabajos sobre la obra de Caro5— a resaltar la valoración positiva del legado español como parte del ideario de estos individuos, sin entrar a hacer un análisis detallado del papel que ocupó el hispanismo en el pensamiento de cada uno de ellos. Por el contrario, se ha tendido a simplificar y generalizar los presupuestos en los que se habría materializado la apreciación predominantemente positiva del legado español por parte de los intelectuales conservadores. Con respecto a la generación que impulsó el estudio de la lengua y la literatura española entre finales de la década de 1860 y principios del siglo XX, la imagen que se ha transmitido desde la historia y los estudios literarios es la de un hispanismo homogéneo cuya pretensión central habría sido la adopción de los modelos españoles para la construcción de una cultura nacional subordinada a la peninsular, y la alineación política con la España de la Restauración.6 Estas interpretaciones de la reivindicación de la hispanidad por parte de los intelectuales conservadores han partido, por lo general, de un análisis de los textos y discursos más conocidos de Caro —la figura más representativa del hispanismo conservador colombiano del siglo XIX—, dejando de lado otras consideraciones sobre el legado hispánico formuladas por él y otros escritores afines al proyecto nacional conservador, como José María Vergara y Vergara, Carlos Martínez Silva, Diego Rafael de Guzmán o Rafael Pombo.7 La imagen de un hispanismo carente de matices, derivada de la exclusión u omisión de referencias concretas a la España del siglo XIX y la herencia española en Colombia y América en escritos y discursos de otros intelectuales diferentes a Caro, se ha visto reforzada por la identificación que se ha hecho del hispanismo colombiano con la vertiente más radical del movimiento hispanoamericanista español de finales del siglo XIX. El historiador Felipe Gracia, en su libro Hijos de la Madre Patria, remite literalmente a la definición que da Isidro Sepúlveda de panhispanismo, haciéndola extensiva a las posiciones de los intelectuales y políticos conservadores que, en su opinión, dieron forma al proyecto nacional conservador que triunfó con la Regeneración. Al respecto, escribe:
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El panhispanismo es presentado [por Isidro Sepúlveda] como la vertiente más conservadora, basado en la religión católica, la reivindicación del pasado colonial español, el sostenimiento de un orden social jerarquizado y el reconocimiento de la 5 Entre los más recientes, véase Antolín Sánchez (“El hispanismo de Miguel Antonio Caro...” y “Miguel Antonio Caro y el hispanismo”) y Rubiano (Prensa y tradición). 6 En su conocido artículo “La Atenas suramericana”, Carlos Rincón se refirió a los elementos políticos que inspiraban las funciones y actividades de la Academia Colombiana, en los siguientes términos: “[e]n la década de 1880 la invención de tradición buscó establecer un nexo identificador indisoluble entre el país, la España de Felipe IV y la Restauración que siguió al derrumbamiento de la Primera República española” (138). 7 Véase, entre otros, los trabajos de Erna von der Walde (“Limpia, fija y da esplendor...” y “Lengua y poder...”).
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hegemonía moral para España: “Para el panhispanismo América constituía un objetivo de definición nacionalista, un recuerdo de la grandeza pretérita, un espejo de su propia identidad. América importaba en tanto mantuviera la herencia del pasado colonial, se identificara en el presente con la España coetánea y aceptara el protagonismo dirigente de la antigua metrópoli. América radicaba su importancia para el panhispanismo en tanto fuera una prolongación española y, reflejada en el vasto continente, España pudiera afirmar en él su identidad”. Sepúlveda identifica sus bases intelectuales y políticas con los escritos de Menéndez y Pelayo y las declaraciones políticas de Segismundo Moret, así como los discursos con los que se inauguró la Unión Iberoamericana en 1885. A esta corriente se suscribieron la mayoría de los autores colombianos estudiados en este trabajo: Caro, Cuervo, Suárez, Reyes, Acosta, Caicedo Rojas, Casas… con las notables excepciones de personajes como Caicedo Torres y José María Samper que por sus escritos estarían situados en el hispanoamericanismo progresista. (52)
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Esta interpretación, además de pasar por alto las grandes diferencias que, como se verá más adelante, existían entre al menos los dos primeros intelectuales colombianos mencionados por Gracia con respecto al ascendiente cultural español, simplifica la compleja articulación entre lo nacional y lo hispánico. También asume sin reservas la identidad entre la revaloración conservadora del pasado colonial en Colombia y los discursos que justificaban y legitimaban la reconquista cultural de América por parte de España. No cabe duda de que los puntos de convergencia entre el hispanismo colombiano y el hispanoamericanismo español eran múltiples y que ambos se retroalimentaron y complementaron de diferentes formas. Todo esto fue fruto de la articulación del hispanoamericanismo español y el reacercamiento a la “madre patria” por parte de las élites conservadoras al que se refiere Gracia con cierto detalle en su libro, a partir de las alusiones de Frédéric Martínez a la referencia europea en el nacionalismo regeneracionista (Gracia 151 y ss.; Martínez, “El nacionalismo cosmopolita...” 454 y ss.). El reacercamiento desembocaría en la suscripción del Tratado de Paz y Amistad en 1881 y en una activa participación de España en las relaciones internacionales colombianas, en el marco, por ejemplo, del caso Cerruti.8 Sin embargo, las diferencias en los contextos políticos y culturales donde el hispanismo colombiano y el hispanoamericanismo español fueron formulados y promovidos, así como los muy particulares intereses nacionales detrás de esa promoción, en cada caso hacen imposible, de entrada, afirmar la subsunción del primero en el segundo.9 8 9
Véase Tamburini (“La Cuestión Cerruti y la crisis diplomática...”). Gracia reconoce parcialmente este hecho sin relativizar, sin embargo, la alineación de los intelectuales latinoamericanos con el hispanoamericanismo español (61).
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INTRODUCCIÓN
Los recientes estudios sobre la hispanidad y el hispanismo ofrecen puntos de apoyo para una reevaluación de aquellas interpretaciones que los han concebido como objetos monolíticos constituidos por elementos fijos que se integran en una estructura invariable. Trabajos como el de Mabel Moraña han mostrado que la reivindicación del referente hispánico presenta rasgos particulares que varían en función del contexto en que surge, y que la defensa de la hispanidad no se lleva a cabo en el vacío, pues, por el contrario, se inserta en unas coordenadas históricas concretas que le dan un sentido particular en cada espacio y periodo. Para Moraña, las múltiples y variadas manifestaciones del hispanismo obligan a tener en cuenta sus diferentes configuraciones y funciones a lo largo de la historia española e hispanoamericana: [L]a extensión y transformación de las prácticas culturales e ideológicas asociadas con el hispanismo sugieren la imposibilidad de confinar el análisis a un periodo o una modalidad específicos. Indica la necesidad de explorar, desde perspectivas transnacionales y multidisciplinares, las diferentes formas en las que el hispanismo ha funcionado como fuerza política dominante, como modelo cultural interpretativo y de representación y como paradigma epistemológico, a lo largo del desarrollo de las historias culturales de Hispanoamérica y de España.10
Consideraciones afines han inspirado compilaciones recientes dedicadas a la historia de la hispanidad y el hispanismo en América Latina. El dossier “La hispanidad en América: la construcción escrita y visual del idioma y de la raza”, publicado en el número 50 de 2013 de la revista Iberoamericana, reúne trabajos sobre Colombia, México y España en los siglos XIX y XX que muestran los diversos intereses detrás de la promoción del hispanismo y el hispanoamericanismo en espacios y momentos concretos, así como las diversas formas en las que fue concebida y formulada la defensa del legado español (Fischer y Jiménez, “La hispanidad en América...”). Para el caso mexicano, la socióloga Beatriz Urías resalta, por ejemplo, una posición abiertamente anticlerical por parte de los intelectuales hispanistas, claramente opuesta a la de los intelectuales conservadores colombianos preocupados por las amenazas que se cernían sobre la Iglesia y la religión católicas a través de la reformas del radicalismo liberal de las décadas de 1860 y 1870 (“Un mundo en ruinas...”). Amparo Graciani, por su parte, ilustra
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10 “[T]he extension and transformation of cultural and ideological practices associated with Hispanism suggest the impossibility of confining the analysis to a specific period or modality. lt indicates the need to explore, from multidisciplinary and transnational perspectives, the various ways in which Hispanism has functioned as a dominating political force, as an interpretative and representational cultural model, and as an epistemological paradigm, throughout the entire development of Spanish America’s and Spain’s cultural histories (“Introduction: Mapping Hispanism” IX; la traducción es mía).
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detalladamente los matices en el hispanismo español y en el de las diferentes repúblicas latinoamericanas que participaron en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929 (“Presencia, valores, visiones...”). A pesar de la persistencia de las tradiciones interpretativas en la historiografía colombiana sobre el hispanismo señaladas anteriormente, en los últimos años se han publicado algunos trabajos que apuntan a una renovación de los marcos de análisis, subrayando la diversidad de sus manifestaciones e incluyendo textos y autores que hasta el momento habían ocupado un lugar secundario en la literatura sobre este tema. Los ensayos recogidos por Enver Torregrosa y Pauline Ochoa en Formas de hispanidad reflejan el propósito de los compiladores de mostrar “la multiplicidad de formas como se interpreta la experiencia cultural de la hispanidad. […] Por ello preferimos hablar de ‘hispanidades’ y no de ‘hispanidad’, con un marcado acento en lo plural” (11). El trabajo de Iván Padilla Chasing —profesor de literatura de la Universidad Nacional de Colombia— titulado El debate de la hispanidad en Colombia en el siglo XIX. Lectura de la Historia de la literatura en Nueva Granada de José María Vergara y Vergara (2008), por su parte, ofrece un análisis de la defensa de la hispanidad en la obra más importante de este polígrafo conservador. Padilla complementa el estudio de esta gran síntesis de la historia cultural neogranadina recogiendo la polémica de su autor con Manuel Murillo Toro en torno a la “cuestión española”, así como algunos discursos pronunciados en la Academia Colombiana, como el de Diego Rafael de Guzmán, que muestran la compleja articulación entre lo americano —lo colombiano— y lo hispánico que se encontraba en la base del contraproyecto nacional conservador. El problema de la lengua fue el que tal vez mejor encarnó esa polivalente articulación entre legado hispánico y cultura nacional. Para los intelectuales gramáticos lo que estaba en juego era la reorientación de esa cultura a partir de un referente, en su argumentación, más auténtico, derivado de la identidad histórica de una antigua colonia que no podía renegar de sus raíces sociales, culturales y religiosas. Rescatar y reivindicar lo hispánico, en su discurso, equivalía a rescatar y reivindicar una parte esencial de la identidad colombiana. La insistencia en la preocupación por conservar pura y uniforme la “lengua de Castilla” no se agotaba en el acatamiento sin reservas de las directrices y las pretensiones monopólicas y hegemónicas de la RAE como brazo institucional de la reconquista cultural española. La adopción de la “lengua de Castilla” como encarnación de la lengua pura que había que preservar debe entenderse como parte integral de la estrategia de estos intelectuales para construir y promover una cultura nacional diferente, alternativa al proyecto impulsado por el radicalismo liberal. En tal adopción, lo hispánico constituyó un modelo que fue adaptado, armonizado e instrumentalizado en función de los intereses y las aspiraciones de
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INTRODUCCIÓN
sus promotores, intereses y aspiraciones asociados, antes que nada, con las polémicas en torno a la nación colombiana. Esta tensión entre lo nacional y el legado hispánico se reflejaba en las diferentes posiciones de los intelectuales gramáticos frente al ascendiente cultural español, particularmente en lo que tenía que ver con las pretensiones monopólicas de la RAE en materia lingüística. El abierto aunque sutil rechazo de Uricoechea, el progresivo escepticismo de Cuervo y la aparente sumisión absoluta de Caro, posiciones a las que nos referiremos a lo largo de este trabajo, dan fe de los matices y las variaciones en la actitud frente a España. La indiscutible complementariedad entre la política de reconquista cultural impulsada por la RAE desde Madrid, de un lado y, del otro, el interés por el cuidado y estudio de la lengua y el exitoso proyecto de crear una academia de la lengua en Colombia —un proyecto que, como se verá más adelante, solamente en su fase final se haría bajo el auspicio de la RAE—, no tuvieron como correlato la adopción acrítica del referente cultural español. Por el contrario, como se anotó antes, la transferencia de la ciencia del lenguaje apuntaba a la construcción de una autoridad lingüística propia a partir de marcos conceptuales y referencias culturales ajenas a la tradición española. Esto nunca llevó a una subversión abierta. Tampoco a actitudes “separatistas” radicales. Ese empoderamiento cultural, llevado a cabo por medios mucho más sutiles y efectivos que en otros países suramericanos, les permitiría a los intelectuales gramáticos posicionarse como cultores legítimos de la lengua española, tanto en el espacio cultural hispanoparlante como en el ámbito europeo, sin el desgaste de las polémicas americanistas del Cono Sur.
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Transferencias culturales y referencia europea Como lo han mostrado los trabajos de François-Xavier Guerra, Annick Lempérière y Frédéric Martínez, entre otros, la referencia extranjera desempeñó un papel fundamental en los procesos de formación de las naciones latinoamericanas.11 El recurso a modelos europeos, particularmente franceses, ingleses y alemanes, fue una estrategia prácticamente omnipresente en los discursos, las prácticas y las estructuras que fueron dando forma a las jóvenes repúblicas. Su influencia puede rastrearse en la configuración política e institucional del Estado, la creación de sistemas de instrucción pública, la articulación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, las ideas políticas, la actividad científica y la producción cultural en general. En este sentido, los modelos extranjeros fueron herramientas clave en la construcción y defensa de posiciones políticas, todas ellas inscritas en la compleja cuestión nacional en torno a la cual giraron los 11 Guerra (Modernidad e independencias), F. Martínez (“El nacionalismo cosmopolita...”) y Lempérière et ál. (L’Amérique Latine et les modéles européens).
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debates más importantes en las antiguas colonias españolas durante, al menos, todo el siglo XIX. La indiscutible relevancia que también tuvo en la historia colombiana la importación de ideas, objetos, instituciones y prácticas políticas y culturales obliga a mirar de cerca los procesos a través de los cuales esos elementos circularon desde sus espacios europeos de origen hasta los contextos de recepción en territorio americano, lo cual, a su vez, implica comprenderlos como fenómenos complejos que involucraron, en cada caso y contextos particulares, actores, espacios, canales, propósitos e intereses determinados. El concepto de transferencia cultural —en la línea de interpretación derivada de la propuesta del grupo interdisciplinario francoalemán liderado por el germanista francés Michel Espagne y el historiador alemán Michael Werner— remite a una forma particular de abordar la circulación de objetos culturales entre diferentes espacios, que reivindica el carácter procesual de la adopción y apropiación de dichos objetos y subraya el papel activo del receptor. Esto implica un distanciamiento de esquemas de interpretación difusionistas, para dar cuenta del papel que juegan los actores que impulsan el proceso de transferencia, así como de los motivos y propósitos que explican la decisión de apropiarse de un objeto cultural determinado, de los medios a través de los cuales circulan las ideas, de los objetos y las prácticas, y, sobre todo, de las diferentes transformaciones, adaptaciones, adecuaciones y los ajustes que se operan sobre el objeto transferido a lo largo del proceso de recepción.12 Concebir la transferencia como proceso obliga a establecer diferentes niveles de análisis que permitan identificar las distintas etapas en las que esta se lleva a cabo. Más allá de la reconstrucción —bastante problemática— de una secuencia cronológica y lineal de momentos, estas etapas corresponden a los subprocesos, a veces sucesivos, a veces simultáneos, pero siempre inseparables, que constituyen esa transferencia. Bernd Kortländer propone un esquema tripartito de análisis que divide el proceso en selección, transporte e integración (“Begrenzung—Entgrenzung...” 6). Más recientemente, Hans-Jürgen Lüsebrink, una de las cabezas de los estudios sobre las transferencias culturales francoalemanas durante el siglo XVIII, planteó un modelo similar estructurado también en tres niveles: procesos de selección, procesos de transmisión y procesos de recepción (Interkulturelle Kommunikation 132-133). El análisis del primer conjunto de procesos, tanto en Kortländer como en Lüsebrink, apunta a la identificación de los motivos que llevaron a la elección de un determinado objeto cultural. El segundo nivel (transmisión, transporte) se concentra en los 12 Para las primeras formulaciones de los fundamentos del análisis de las transferencias culturales, véase Espagne y Werner (“Deutsch-französischer Kulturtransfer...”, “La construction d’une référence...”, “Deutsch-französischer Kulturtransfer als Forschungsgegenstand...” y “Présentation”).
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INTRODUCCIÓN
canales, los medios y los caminos recorridos por el objeto transferido. Por último, la integración de este objeto en el contexto de recepción, su apropiación activa y su adaptación a las condiciones particulares del espacio que lo termina acogiendo constituyen el núcleo del tercer nivel de análisis. Los tres niveles de análisis integran diferentes objetos, sujetos y espacios involucrados en la transferencia del objeto en un complejo sistema de relaciones con diferentes expresiones a lo largo de dicho proceso.13 La identificación de los motivos y propósitos que ayudan a explicar la elección de determinado objeto (primer nivel) hace necesario preguntarse por las intenciones, los intereses y las preocupaciones de los actores que ponen en movimiento el proceso de transferencia. Esto, a su vez, hace imprescindible la reconstrucción de su perfil social, político y cultural, imposible de identificar sin referencia al contexto histórico más general en el que dichos actores operan y que, al mismo tiempo, contribuyen a construir. Más allá de una referencia general a las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales, lo que está en juego es la identificación de las cuestiones asociadas directa o indirectamente con la transferencia de ese objeto cultural y la posición que los actores involucrados en dicha transferencia asumieron frente a ellas. Son ellas (las cuestiones y la posición frente a estas) las que dan sentido a la intención de importar un objeto cultural ajeno y de hacerlo propio. El análisis del subproceso de transmisión o transporte (segundo nivel) es tal vez el que mejor pone en evidencia la imprescindible integración de los diferentes elementos humanos, materiales y espaciales asociados con el proceso general de transferencia. Uno de los grandes aportes de los estudios sobre las transferencias y los intercambios culturales ha sido la renovada atención que han recibido los portadores de los objetos transferidos, los medios a través de los cuales se lleva a cabo esa transferencia, así como los espacios donde los objetos importados circulan. Con respecto a los actores,14 la historiografía de las transferencias culturales, apoyándose en los aportes de la llamada historia cultural, ha resaltado el papel protagónico desempeñado por viajeros,15 traductores,16 bibliotecarios,17 diplomáticos,18 profesores y estudiantes universitarios,19 y libreros,20 entre otros. Estos análisis integran, por lo general, consideraciones
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13 Sobre la importancia de la dimensión histórica de las transferencias culturales como procesos que se extienden en el tiempo, véase Turgeon (“De l’acculturation aux transferts culturels” 18-19). 14 Para una reflexión global sobre el papel de los mediadores (Mittler) en las transferencias culturales, véase Espagne (“Die Rolle der Mittler...”). 15 Grosser (“Reisen und Kulturtransfer...”). 16 Espagne (“Übersetzer in Paris...”) y Leonhard (“Von der Wortimitation...”). 17 Greiling (“Hofbibliothekar und frankophiler...”). 18 Höpel (“Preußischer Diplomat zwischen...”). 19 Charle (“L’élite universitaire française...” y “The intellectual networks...”), Stichweh (“From the Peregrinatio Academica...”) y Karady (“Student Mobility and Western...”). 20 Freedman (“Zwischen Frankreich und Deutschland...”).
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sobre los espacios correspondientes a cada uno de estos grupos de mediadores —bibliotecas, librerías, universidades e imprentas—, en cuanto “instancias de intermediación” (‘Vermittlungsinstanzen’) que también han sido objeto de análisis independientes.21 A esto se suman los estudios sobre las redes, tanto las que integran actores y espacios existentes, como aquellas que crean nuevos espacios de intercambio y transferencia.22 Todo esto se ha complementado con trabajos sobre los medios y canales que transportan los objetos culturales transferidos, sean estos libros, cartas, revistas o periódicos.23 La integración (último nivel de análisis) apunta a identificar y comprender las transformaciones sufridas por el objeto transferido en el proceso de adaptación al contexto receptor. Se trata, en palabras de Lüsebrink, de analizar la “integración y apropiación dinámica de los discursos, los textos, los objetos y las prácticas transferidas en el horizonte social y cultural de la cultura de destino y en el contexto de los grupos de recepción específicos” (Interkulturelle Kommunikation 133). Qué usos particulares dieron esos grupos a los elementos transferidos; qué significado se les atribuyeron; qué funciones cumplieron en los contextos particulares en que operaron, y cómo se insertaron en la “coyuntura de la cultura receptora” (“La construction d’une référence...” 970) son algunas de las principales preguntas que deben plantearse en este contexto. El énfasis de los análisis de las transferencias culturales (inscritos directa o indirectamente en la línea formulada inicialmente por Espagne y Werner) está, pues, en los espacios culturales de recepción más que en los contextos de origen. “Los intercambios culturales”, señalaban estos dos autores en la presentación del primer volumen publicado en el marco de sus estudios de las transferencias culturales francoalemanas, “no pueden ser interpretados sino a partir de la comprensión global de la coyuntura del país de acogida (accueil) […]” (“Présentation” 6). Contra una concepción que parte de la irradiación automática de la cultura de un espacio a otro, este esquema de análisis pone al receptor en el centro de atención, para así subrayar los complejos mecanismos que están detrás de la circulación de los objetos culturales. Con esto se hace hincapié en las mutaciones que sufren dichos objetos, hasta cobrar un sentido concreto en el espacio cultural que los hace suyos. En consecuencia, la apropiación viene acompañada 21 Véase, por ejemplo, sobre las librerías: Lehmstedt (“Über den Anteil...”); sobre las casas editoriales: Nohr (“Von Amberg bis Zweibrücken...”); o sobre clubes políticos: Schönpflug (“Der Straßburger Jakobinerklub...”). 22 Véase Espagne (“La dynamique d’un réseau...”) y, sobre todo, las contribuciones reunidas en Charle et ál. (Transnational intellectual networks) y en el acápite “Redes de intercambio cultural transnacional” (‘Netzwerke des transnationalen Kulturtransfers’) de North (Kultureller Austausch: Bilanz 291-344). 23 Confróntese, entre otros, Lüsebrink et ál. (“Kulturtransfer im Epochenumbruch...”), Angelike et ál. (“Frankophone Zeitungen...”), Espagne (“La dynamique d’un réseau...”) y los ensayos reunidos en Mölk (Europäische Kulturzeitschriften um 1900).
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de procesos de mestizaje e hibridación que permiten la recontextualización del objeto transferido; esta, a su vez, opera sobre los actores que impulsan el proceso de transferencia: Las transferencias culturales conducen inevitablemente a fenómenos de mestizaje. Los objetos transferidos sufren recontextualizaciones culturales: presentan otras formas, adquieren nuevos usos y cambian de sentido. Transformarlos es una manera de marcar una apropiación y, al mismo tiempo, los objetos transforman a aquellos que los manipulan. La toma de posesión de objetos nuevos conlleva no solamente reconfiguraciones culturales sino también reclasificaciones y redefiniciones de los individuos y los grupos dentro de la sociedad. (Turgeon 16)24
El análisis de la referencia europea en América Latina ha presentado innovaciones afines a estas propuestas desde la década de 1990, en gran parte gracias a los trabajos del grupo de investigación Lo Político en América Latina, dirigido por Guerra y conformado por los historiadores franceses Georges Lomné, Frédéric Martínez y Denis Rolland.25 Preocupados por ir más allá de la pregunta por las “influencias” y cuestionando la idea de “imitación pasiva”, Guerra y sus colegas han mostrado cómo el recurso a modelos políticos y culturales europeos determinó la construcción de las identidades nacionales latinoamericanas, poniendo de relieve la variedad de elementos importados. También han puesto de presente la complejidad de las estrategias utilizadas por las élites políticas y culturales, para servirse de los referentes europeos y darles un sentido particular en el contexto de “las situaciones propias de cada país en un momento dado” (“Introduction” 14).
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24 La importancia del receptor ya había venido siendo reivindicada desde finales de la década de 1960 por la escuela de Konstanz, encabezada por Hans Robert Jauß y por varios exponentes de la llamada “estética de la recepción”. Su punto de partida fue la crítica a la exagerada atención que recibían las obras literarias como encarnaciones de valores estéticos objetivos, una crítica aparejada de una reivindicación del papel activo del lector y de la lectura como el proceso a través del cual las obras adquieren sentido (Jauß, Literaturgeschichte als Provokation; Warning, Rezeptionsästhetik). Un llamado similar se ha venido haciendo, también desde finales de los años ochenta del siglo pasado, en la historiografía de la ciencia, en particular desde aquella subespecialidad llamada “ciencia e imperio”, a partir de una aguda crítica al modelo difusionista imperante en la historia de las ciencias europeas, encarnado en el influyente ensayo del británico George Basalla titulado “The Spread of Western Science”, de 1967. Al respecto, véase este escrito de Basalla; además, Petitjean et ál. (Science and Empires), Chambers (“Locality and science...”), Lafuente et ál. (Mundialización), Chambers y Gillespie (“Locality in the History of Science...”) y MacLeod (“Introduction”). Para un balance historiográfico reciente, véase Hodge (“Science and Empire...”). 25 Véase, entre otros, Lomné (“Révolution française...”), Guerra (Modernidad e independencias), Lempérière et ál. (L’Amérique Latine et les modéles européens), Martínez (“El nacionalismo cosmopolita...”), Rolland (Mémoire et imaginaire y L’Amérique latine et la France). En la misma línea se inscriben los trabajos de Olivier Compagnon (Jacques Maritain et l’Amérique du Sud y “L’EuroAmérique en question...”).
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La historiografía sobre Colombia ha prestado muy poca atención a los procesos de transferencia, recepción y apropiación de objetos culturales extranjeros, a pesar de haber sido un elemento constitutivo de las estructuras y las dinámicas políticas, culturales, sociales y económicas a lo largo del siglo XIX. Los historiadores de la educación han mostrado cierto interés por los modelos extranjeros que inspiraron, por ejemplo, las reformas educativas de ese siglo. Sus trabajos, sin embargo, se han limitado a señalar las características del modelo y la forma como se adoptaron en los respectivos planes del estudio, sin entrar a analizar los procesos concretos a través de los cuales se produjo la importación de la escuela lancasteriana en los primeros años de vida republicana o se introdujo la pedagogía de Pestalozzi como piedra angular de las reformas liberales de los años setenta del siglo XIX.26 El trabajo pionero de F. Martínez, que muestra con detalle cómo los modelos políticos europeos fueron adoptados y adaptados en diferentes momentos por determinados sectores de las élites políticas colombianas a lo largo del siglo XIX, representó una importante contribución y puso de presente el potencial explicativo de la línea de análisis encabezada por su maestro Guerra para el contexto colombiano (Martínez, “El nacionalismo cosmopolita...”).27 También es afín a la propuesta teórica y metodológica de Guerra el trabajo del historiador colombiano Juan Camilo Escobar y del sociólogo Adolfo León Maya sobre la recepción de la Ilustración italiana en la Nueva Granada a través de la llamada “ruta napolitana”. Los trabajos del historiador colombiano Óscar Saladarriaga Vélez, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, constituyen tal vez la más notable excepción en lo que tiene que ver con los procesos de circulación, recepción y apropiación de saberes extranjeros en Colombia. Sus investigaciones sobre la pedagogía pestalozziana y el neotomismo son el resultado de un esfuerzo por comprender y evidenciar las complejidades de la integración y adaptación de modelos extranjeros a estructuras y dinámicas locales, a partir del concepto de “apropiación”, en el sentido que Olga Lucía Zuluaga le atribuyó al término.28 “Apropiar” significa, de acuerdo con Zuluaga en una línea de análisis muy cercana a las transferencias culturales, inscribir, en la dinámica particular de una sociedad, cualquier producción técnica
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o de saber proveniente de otra cultura y generada en condiciones históricas particulares. Apropiar evoca modelar, adecuar, retomar, coger, utilizar, para insertar en un 26 Véase, entre otros, Müller Ceballos (“La primera organización...”) y, más recientemente, Báez Osorio (Las escuelas Normales). 27 La tesis doctoral, parcialmente traducida al castellano, fue presentada y defendida en 1997. 28 Sáenz et ál. (Mirar la infancia 1-133) y Saldarriaga (Del oficio de maestro 13-36 y Nova et Vetera).
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funcionamiento. (Sáenz et ál. XIV)
La historiografía sobre la ciencia también ha contribuido a romper con esquemas de análisis difusionistas derivados de la insistencia en el eterno atraso de las ciencias en Colombia y en la inferioridad y la subordinación del conocimiento producido en el país. Las críticas de la socióloga Olga Restrepo a estos esquemas interpretativos y su reivindicación de lo “local” como estrategia para superar las valoraciones derivadas de los conceptos de centro y periferia, así como los recientes estudios sobre el darwinismo y el positivismo en el siglo XIX permiten apreciar un creciente interés en los procesos de recepción y apropiación de los saberes en Colombia.29 El presente trabajo pretende ofrecer un aporte a esta creciente historiografía, a partir de un estudio de la recepción de la ciencia del lenguaje en Colombia, recurriendo a las herramientas teóricas y metodológicas para el análisis de los procesos de transferencia cultural. Esta propuesta permite integrar, de manera complementaria, diferentes niveles de análisis relacionados con los múltiples aspectos propios de esos procesos. Desde el punto de vista de su desarrollo en el tiempo, esta perspectiva analítica hace posible dar cuenta de los distintos momentos en los que se desarrolla la transferencia, concibiendo el objeto transferido como algo que va adquiriendo sentido en función de las particularidades de cada una de esas etapas. Las transformaciones que va sufriendo ese objeto, a su vez, no pueden comprenderse sin tener en cuenta las trayectorias de los actores que impulsan la transferencia, los cambios en las condiciones materiales que la determinan y los debates en los cuales se inscribe. Por otra parte, el énfasis en el papel activo de esos actores en la importación/exportación de un objeto cultural supone un esfuerzo por entender la relación entre los discursos que legitiman la recepción del mismo y las prácticas a través de las cuales esa recepción tiene lugar. El análisis de estas últimas, por su parte, es inseparable del estudio de los medios y espacios que hacen físicamente posible la transferencia. Por último, el análisis de procesos de transferencia cultural supone también dirigir la atención a procesos de retransferencia derivados de intercambios bidireccionales entre el espacio receptor y el espacio de origen del objeto cultural transferido. En esta medida, la propuesta analítica de las transferencias culturales va más allá de la reivindicación de lo local o del llamado general a poner de relieve los aspectos que determinan y dan sentido a la apropiación
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proceso donde lo apropiado se recompone porque entra en una lógica diferente de
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29 Sobre la recepción del darwinismo, véase Restrepo y Becerra (“El darwinismo en Colombia. Naturaleza...”), Restrepo Forero (“El darwinismo en Colombia...” y “La mundialización del darwinismo...”) y Chacón (Orden social y evolución y “Polémicas evolucionistas...”). Sobre el positivismo se escribieron varios trabajos de grado en el grupo de investigación Saberes, Poderes y Culturas en Colombia de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, dirigido por Óscar Saldarriaga.
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de objetos culturales. Ofrece una guía detallada y concreta de las cuestiones centrales asociadas al estudio de la circulación de esos objetos, sugiriendo, al mismo tiempo, las preguntas que deben guiar su análisis y los aspectos particulares a partir de los cuales puede responderse a ellas. Dentro de estas coordenadas este libro busca dar respuesta a cuatro grupos de preguntas: 1.
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¿Cuáles fueron los debates que sirvieron de marco a este proceso de transferencia cultural? ¿Qué intereses estuvieron detrás de la elección del objeto y de su transferencia? 2. ¿Cuál fue el perfil social, político y cultural de los actores que impulsaron ese proceso? ¿Cuáles fueron los espacios, medios y canales que le sirvieron de escenario y vehículo? ¿Cuáles fueron sus características y cómo incidieron estas en la dinámica del proceso de transferencia? 3. ¿Qué elementos concretos de la ciencia del lenguaje europea fueron significativos para la construcción de la legitimidad científica de sus portadores en Colombia? ¿Cómo fueron integrados en los marcos existentes para el estudio de la lengua? 4. ¿Qué repercusiones tuvo la transferencia de la ciencia del lenguaje en la posición que ocupaban sus portadores en el campo cultural hispanoparlante y colombiano? ¿Qué nivel de inserción y difusión alcanzaron los trabajos de estos intelectuales? ¿Cómo repercutieron la inserción y la difusión de dichos trabajos en el establecimiento de la lengua y de su estudio como pilares de la cultura nacional?
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Historia de las ciencias del lenguaje, historiografía lingüística e historia de la ciencia A pesar de las profundas transformaciones que ha sufrido la historiografía de las ciencias en los últimos cincuenta años, una historia de la ciencia del lenguaje se inscribiría, instintivamente, en la tradición historiográfica disciplinar de la lingüística y la filología. A diferencia de la medicina, la biología, la química o la física, quienes se han encargado de manera casi exclusiva de escribir la historia de esas ciencias son los lingüistas y los filólogos. De hecho, la escritura de esa historia constituye, desde hace varias décadas, una especialidad dentro de los estudios lingüísticos y filológicos con el nombre de “historiografía lingüística” (‘linguistic historiography’, ‘linguistische Historiographie’, ‘historiographie
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linguistique’), con asociaciones,30 congresos31 y publicaciones32 propios que dan fe tanto del grado de institucionalización de esta especialidad, como de la continua atención de la que goza la historia de las ciencias del lenguaje en la comunidad de lingüistas y filólogos.33 El monopolio de los lingüistas y los filólogos en los estudios históricos sobre sus respectivas disciplinas y subdisciplinas encuentra su correlato en la ausencia de trabajos sobre ellas en la historia de las ciencias escrita por historiadores. La renovación de la historiografía de la ciencia —que se inició hacia los años 1960 y que ha seguido dando impulso a una subespecialidad cada vez más importante dentro de la disciplina histórica— parece no haber tenido los mismos efectos sobre la lingüística o la filología que tuvo sobre las ciencias naturales y la medicina. De esto da fe la ausencia de contribuciones dedicadas a estas disciplinas en los textos introductorios a la historia de la ciencia34—o más llamativo aún— en los tomos de la Cambridge History of Science (tal vez la obra de referencia más completa sobre la historia de las ciencias y su historiografía) sobre historia de la ciencia moderna.35 La “colonización” de la historia de las ciencias por parte de los historiadores, así como la cada vez más generalizada aceptación de los presupuestos teóricos y metodológicos sobre cuya base se viene escribiendo la historia social y cultural de los más diversos saberes y disciplinas, han tenido un impacto limitado en la historia disciplinar de las ciencias del lenguaje.36 Las críticas a una visión de la ciencia que la concibe como una empresa histórica lineal, progresiva y acumulativa, y a la preocupación por exaltar los grandes hitos, personajes e instituciones como protagonistas de su historia, críticas que desde la década de 1960 removieron las bases de la historiografía tradicional de las ciencias, no tuvieron, en las ciencias del lenguaje, el mismo impacto que en otras disciplinas.37
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30 Por ejemplo, la Société d’Histoire et d’Épistémologie des Sciences du Langage (SHESL), la The Henry Sweet Society for the History of Linguistic Ideas (HSS) o la North American Association for the History of the Language Sciences (NAAHLS). 31 Desde finales de los setenta, la International Conference On the History of the Language Sciences (ICoHLS) ha sido celebrada en catorce ocasiones. 32 La colección Studies in the History of the Language Sciences, editada por Koerner, ha publicado, en sus cuarenta y seis años (1973-2018), 126 volúmenes. La revista Historiographia Linguistica, que empezó a publicarse un año después, acaba de sacar a la luz el primer número de su volumen 40. 33 Confróntese Koerner (“The Development of Linguistic Historiography...” 2814-2815). 34 Confróntese, por ejemplo, Heilbron (The Oxford Companion to the History). 35 Porter y Ross (The Cambridge History of Science: 7), Porter (The Cambridge History of Science: 4); Park y Daston (The Cambridge History of Science: 3). 36 Esto sin desconocer la atención que han recibido los conceptos centrales de la obra de Thomas S. Kuhn desde los años 1970, como lo muestran algunos trabajos de Koerner (“Towards a Historiography...”, “The Chomskyan ‘revolution’...” y “Linguistics and Revolution...”). 37 Una no muy afortunada excepción es la tesis doctoral de la fallecida socióloga polaca Olga Amsterdamska (Schools of Thought), un estudio sociohistórico del desarrollo de la lingüística en el
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La más reciente empresa historiográfica sobre las ciencias del lenguaje, la History of the Language Sciences. An International Handbook on the Evolution of the Study of Language from the Beginnings to the Present, una ambiciosa colección de tres tomos dirigida por Sylvain Auroux (París), E. F. K. Koerner (OttawaBerlín), Hans-Josef Niederehe (Tréveris) y Kees Versteegh (Nimega) —cuatro de los principales exponentes de la historiografía lingüística europea—, constituye un ejemplo patente de la persistencia y fortaleza de una tradición historiográfica disciplinar que se sigue reproduciendo con enorme éxito como parte integral de los estudios lingüísticos.38 Esto no excluye los aportes derivados de esfuerzos importantes por parte de algunos lingüistas y filólogos por cuestionar los lugares comunes y renovar la aproximación histórica a sus disciplinas. Los trabajos de los ya mencionados Auroux y Koerner, o los de Hans Aarsleff y Anna Morpurgo Davies, dan testimonio de una preocupación por reevaluar algunos presupuestos fundamentales de una historia estrictamente disciplinar y por renovar el estudio del desarrollo de estos saberes incorporando aportes de otras disciplinas.39 Entre estas reflexiones vale la pena destacar las observaciones de Koerner sobre la relación entre lingüística e ideología, subrayando la estrecha relación que ha existido entre las teorías lingüísticas y la fundamentación, promoción y difusión de discursos políticos. A partir de tres ejemplos —la ideología de la “lengua materna”, la clasificación y la tipología de las lenguas, y la búsqueda del “Urheimat” indoeuropeo—, Koerner muestra cómo las teorías formuladas para responder a las preguntas asociadas a estos problemas no pueden comprenderse completamente sin remitir a los debates sobre la pureza y la superioridad siglo XIX. Amsterdamska, siguiendo de cerca la línea de su maestro, el sociólogo norteamericano Robert K. Merton, veía en el proceso de expansión del sistema universitario alemán y en las luchas entre “escuelas de pensamiento” por ocupar los espacios institucionales que se iban abriendo a la lingüística —cátedras, seminarios— los principales factores para entender las diferentes fases de la evolución de esta disciplina, en particular el proceso de consolidación de los neogramáticos en el último tercio del siglo XIX. Este trabajo no tuvo muy buena acogida en la historiografía lingüística. Koerner ha señalado acertadamente las limitaciones de un análisis que solo se dedica a los aspectos institucionales, dejando de lado otros elementos que habrían permitido una contextualización más satisfactoria (“Persistent Issues In Linguistic...” 13 y “Linguistics and Ideology...” 40). 38 Estos son los títulos oficiales de los tres tomos, en inglés, francés y alemán, respectivamente: International Handbook On the Evolution of the Study of Language from the Beginnings to the Present, Manuel international sur l’évolution de l’étude du langage des origines à nos jours, Ein internationales Handbuch zur Entwicklung der Sprachforschung von den Anfängen bis zur Gegenwart. Ilustrativas de esta orientación son también las obras Concise History of the Language Sciences, de Koerner y Asher, así como A Short History of Linguistics, de R. H. Robins, cuya cuarta edición de 1997 ha seguido reimprimiéndose hasta 2013. 39 Auroux (La révolution technologique e Histoire des idées linguistiques), Koerner (“The Anatomy of a Revolution...”, “The Concept of ‘Revolution’ In Linguistics...”, “Linguistics and Revolution...” y “The Development of Linguistic Historiography...”), Aarsleff (From Locke to Saussure) y Morpurgo (“Language Classification...” y Nineteenth-century linguistics). Con respecto a las convenciones historiográficas constitutivas de la historia disciplinar oficial de las ciencias del lenguaje, véase el capítulo “La ciencia del lenguaje y la construcción de la autoridad sobre la lengua”.
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lingüística y racial en el siglo XIX y durante el Tercer Reich.40 Estas consideraciones se inscriben en las propuestas teóricas de varios antropólogos, filólogos y lingüistas que desde la década de 1990 han insistido en el carácter político de las teorías lingüísticas y la filología, cuestionando la imagen de unas ciencias objetivas y neutrales que se habían venido construyendo desde el siglo XIX.41 Dichas investigaciones han mostrado la importancia de las ciencias de lenguaje en la legitimación del purismo y el nacionalismo lingüístico en diferentes contextos históricos y geográficos como herramientas para la construcción e imposición de determinadas imágenes de lo nacional a través de la exaltación —“científicamente comprobada”— de las virtudes de una determinada lengua.42 Para el caso colombiano, la escasísima producción historiográfica sobre las ciencias del lenguaje presenta rasgos semejantes. Los tres breves esbozos históricos que se han escrito sobre los estudios sobre la lengua en Colombia han obedecido a propósitos claramente disciplinares y se restringen esencialmente a mostrar los periodos más importantes en el cultivo de saberes asociados con la lengua, subrayando los principales autores y sus obras.43 Por otra parte, ni la lingüística ni la filología fueron incluidas en el ambicioso proyecto interdisciplinar sobre la historia social de la ciencia en Colombia, auspiciado por Colciencias entre 1983 y 1993 (Vasco et ál.). Esta situación se mantiene hasta el día de hoy, a pesar de la ampliación temporal, espacial y material de la historiografía social de la ciencia colombiana y del indiscutible protagonismo que tuvieron la filología y la lingüística en la historia cultural colombiana en la segunda mitad del siglo XIX. Con lo anterior no se quiere sugerir que la historia de los saberes asociados con la lengua haya sido completamente ignorada por la historiografía reciente. Uno de los primeros en llamar la atención sobre la importancia de la gramática y la filología en este periodo fue el ya mencionado Malcolm Deas, en su popular e influyente ensayo: “Miguel Antonio Caro y amigos: gramática y
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40 Koerner (“Linguistics and Ideology...”). Las reflexiones de Koerner sobre la lingüística nazi se basan en el trabajo de Christopher Hutton (Linguistics and the Third Reich), quien publicó, siete años más tarde, otro estudio sobre la misma problemática (Race and the Third Reich). 41 Joseph y Taylor (Ideologies of Language e “Ideology, Science and Language”), Woolard (“Language Ideology...” e “Introduction: Language...”), Woolard y Schieffelin (“Language Ideology”), Schieffelin et ál. (Language Ideologies. Practice and Theory), Baumann y Briggs (Voices of Modernity) y Lange et ál. (Linguistics, Ideology and the Discourse). 42 Véase Jernudd y Shapiro (The Politics of Language Purism), Thomas (Linguistic Purism), Brunstad (“Standard Language and Linguistic Purism”), Messling (“Philologie et racisme...”) y Messling y Ette (Wort Macht Stamm). Para la historia del purismo en Europa, véase Burke (“Langage de la pureté...”) y, en el ámbito hispanoparlante, Ludwig (“Desde el contacto hacia el conflicto lingüístico...”). Para la relación entre las ciencias del lenguaje y el purismo lingüístico, véase Kucharczik (Der Organismusbegriff). 43 Martínez (“Para la historia de los estudios...”), Torres Quintero (“La lingüística y la filología hispánicas...”) y Ardila (“Lingüística colombiana...”).
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poder en Colombia”.44 Óscar Saldarriaga, desde otra perspectiva, ha señalado con insistencia la importancia de estas disciplinas en la configuración de los saberes en el último tercio del siglo XIX, resaltando igualmente el lugar central que ocupó la referencia a la ciencia del lenguaje en los debates filosóficos de ese periodo.45 Deas, sin embargo, centra su análisis en la importancia que los principales dirigentes conservadores del periodo dieron a la lengua, sin entrar a hacer consideraciones sobre el papel concreto que el conocimiento lingüístico y filológico desempeñó en ese contexto. Los textos de Saldarriaga, por su parte, mencionan de manera sugestiva pero solamente de paso el recurso a la ciencia del lenguaje como parte de una “ruptura epistemológica” traducida en la “apropiación de las ciencias experimentales sobre el hombre —como la biología, la filología y la economía política— que habían surgido en Europa hacia comienzos del siglo XIX”, en un esquema de análisis inspirado por Las palabras y las cosas de Michel Foucault (“Miguel Antonio Caro...” 8). Desde los estudios culturales y literarios, siguiendo la línea interpretativa del emblemático libro del uruguayo Ángel Rama, La ciudad letrada, Erna von der Walde ha subrayado en varios textos el recurso estratégico a los “saberes letrados como legitimadores del poder” de las élites letradas (“Limpia, fija y da esplendor...” y “Lengua y poder...”). También desde los estudios literarios y apoyándose en el concepto de análisis de la “ciudad letrada”, el español José María Rodríguez García ha mostrado con lujo de detalles los usos políticos de la poesía, la filología y la traducción por parte de los letrados conservadores en el último tercio del siglo XIX (The City of Translation). Ninguno de ellos, sin embargo, se ha ocupado con detalle del papel concreto que desempeñó el estudio científico del lenguaje en la construcción de ese proyecto conservador, hispanista y confesional. En el contexto de esta investigación, hay que mencionar dos trabajos pertinentes sobre las ciencias del lenguaje en Colombia en el siglo XIX, que han sido publicados fuera de este país por autores extranjeros, todos ellos representantes de la lingüística y la filología románicas: José del Valle, profesor de lingüística hispánica de la City University of New York (Estados Unidos), Stefan Pfänder, profesor de lingüística románica de la Universidad de Friburgo (Alemania) y Juan Antonio Ennis, profesor de literatura española en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (Argentina).46 Ambos artículos se centran en la figura de Rufino José Cuervo y en la polémica en torno al futuro del castellano que este colombiano sostuvo con el escritor español Juan Valera, entre 1899 44 Véase también Deas (“Miguel Antonio Caro and Friends...”). 45 Saldarriaga (“Gramática, epistemología y pedagogía...”, “La ‘cuestión textos’ de 1870...” y “Miguel Antonio Caro...”). 46 Valle (“Lingüística histórica...” [traducción de la versión inglesa de 2002]) y Ennis y Pfänder (“La unidad de la lengua...”). Pfänder publicó en 2006 un estudio de la correspondencia entre Rufino José Cuervo y August Friedrich Pott (“Sprache: Variation und Wandel...”).
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y 1903. Dichos trabajos muestran la importancia retórica del recurso a la ciencia del lenguaje en la argumentación de Cuervo, un aspecto que retoma, amplía y profundiza esta investigación en los capítulos tercero y cuarto.
Lengua, ciencias del lenguaje y nación La historiografía sobre el nacionalismo de las últimas tres décadas ha puesto de relieve reiteradamente la importancia de la lengua en la construcción de las identidades nacionales y del Estado nación.47 Los trabajos pioneros de Ernest Gellner (Nations and Nationalism), Benedict Anderson (Imagined Communities), Eric Hobsbawm (Nations and Nationalism) y Anthony D. Smith (National Identity) subrayaron el importante papel que la promoción de la lengua desempeñó en los discursos nacionalistas como uno de los elementos constitutivos de la identidad nacional, mostrando cómo la invención, preservación e imposición de lenguas nacionales uniformes estuvo en la base de los procesos de construcción de los Estados nación a lo largo del siglo XIX y en algunos periodos del siglo XX, tanto en Europa y América Latina como en Asia.48 La importancia concedida a la lengua como un instrumento para la construcción de las identidades nacionales se reflejó en los recurrentes esfuerzos —tanto de parte del Estado como de las élites culturales y políticas— por encontrar mecanismos que permitieran su control y difusión entre la población en todo el territorio nacional. Las estrategias para la promoción de las lenguas nacionales han sido múltiples y variadas, comprendiendo la creación de academias, la elaboración de gramáticas y diccionarios, la construcción de cánones literarios o la regulación de la enseñanza de las lenguas nacionales y extranjeras en los establecimientos de educación básica, secundaria y universitaria. En este contexto, como lo han resaltado repetidamente tanto la historiografía lingüística como la historiografía sobre el nacionalismo, el protagonismo de la filología y las ciencias del lenguaje fue innegable. El rescate y la reconstrucción de textos antiguos sirvieron de base para la construcción de historias de la lengua y la literatura nacionales que permitían mostrar las supuestas glorias de una tradición milenaria de la cual el presente debía enorgullecerse, exaltándola, nutriéndola y perpetuándola para las generaciones futuras. Ese minucioso
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47 Para una revisión de la historiografía sobre la relación entre lengua y nación hasta 2009, véase Kamusella (The Politics of Language XIII-XX). 48 Desde entonces diferentes artículos, ensayos, monografías y compilaciones dedicadas a las relaciones entre lengua y nación han ampliado el enfoque y profundizado en el análisis de las diferentes manifestaciones que ha presentado dicha relación en la historia europea. Véase, entre otros, Hobsbawm (“Language, Culture...”), Baggioni (Langues et nations en Europe), Perkins (Nation and Word), Barbour y Carmichael (Language and Nationalims), Boyer (“Langues(s) et nationalisme(s)...”), Joseph (Language and Identity), Burke (“Lenguas e identidades...”), Vick (“Language and Nation...”) y Kamusella (The Politics of Language).
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rastreo histórico del patrimonio cultural nacional habría hecho posible igualmente la identificación y exaltación de los rasgos distintivos de las lenguas nacionales, extraídos del análisis histórico-comparativo que inspiraba las filologías modernas y convertidos pronto por la retórica nacionalista en pruebas de su excepcionalidad y su superioridad.49 En el ámbito hispanoamericano, los debates sobre la lengua giraron alrededor de problemas muy diferentes. A pesar de la presencia de comunidades indígenas y afrodescendientes con lenguas y dialectos propios, el proceso de “castellanización” que acompañó a la conquista, colonización y administración de los territorios americanos, hizo de la española una lengua común prácticamente indisputada, compartida tanto por las élites criollas y españolas como por la gran masa de población mestiza, y hablada también por aborígenes y esclavos. Esto fue posible gracias a su difusión a través de las instituciones educativas, las misiones y la burocracia colonial. Lo anterior explica por qué en los procesos emancipatorios la lengua no fue objeto de debate (Mar-Molinero 18 y ss.). Una vez alcanzada la independencia, las discusiones asociadas con aquella nunca involucraron la sustitución del castellano por otra lengua. Las polémicas que se abrieron en el Cono Sur con las propuestas de reforma ortográfica de Andrés Bello en la década de 1820 y que se extendieron hasta la segunda mitad del siglo XIX, giraron en torno a la conservación y el seguimiento de las normas gramaticales fijadas por la RAE o el rechazo de estas como mecanismo para la emancipación cultural de las nuevas repúblicas.50 La posición de rechazo tuvo como principales portavoces a aquellas élites liberales convencidas de que la ruptura absoluta con el legado hispánico constituía un requisito incondicional para el progreso de las antiguas colonias. La conveniencia de conservar las normas de la RAE, por su parte, era defendida con particular insistencia por aquellos sectores conservadores que veían en la lengua castellana uniforme y pura una encarnación de los principios y valores que inspiraban el orden social, político, moral y cultural sobre cuya base se debía erigir la comunidad nacional. La naturaleza de estas disputas era congruente con la de las discusiones en torno a lo que debía ser la nación. En ellas la cuestión no era tanto defender o construir naciones a través de discursos o movimientos nacionalistas. No existió, salvo en muy contadas excepciones, un movimiento para defender los intereses de la nación y su independencia política frente a otra.51 Lo que estaba en juego era la posibilidad de imponer un determinado modelo de nación. Las 49 Perkins (Nation and Word), Gumbrecht (“‘Un souffle d’Allemagne ayant passé’. Friedrich...”), Gardt (Nation und Sprache), Baumann y Briggs (Voices of Modernity), Stukenbrock (Sprachnationalismus), Gauger (“Nationalism As a Factor...”) y Shippey (“Philological Triumphs...”). 50 Ennis (Decir la lengua 117-143), Alfón (“Los orígenes de las querellas...” 61-77), Brutto (“La fundación de una lengua...”) y Guzmán (“La reflexión sobre la(s) lengua(s)...”). 51 Véase Barbour (“Nationalism, language, Europe” 4).
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posiciones en torno a los atributos de la lengua que contribuirían a construir la identidad nacional eran indisociables de dos cuestiones: el lugar que debía ocupar el elemento hispánico en esa nueva identidad nacional y la pregunta por los referentes que guiarían la construcción del Estado nación. Los intelectuales gramáticos veían en el legado hispánico la única base legítima para la construcción de la identidad nacional, una pretensión inseparable de la reivindicación y defensa de la religión, la tradición y, por supuesto, la lengua. La importancia política de esta, como instrumento modelador de la identidad nacional, hacía necesario el hecho de recurrir a herramientas que garantizaran su control. La ciencia del lenguaje sería una de las más importantes en el marco del proyecto cultural conservador.
La ciencia del lenguaje ¿En qué consistía exactamente la ciencia del lenguaje, ese objeto transferido desde Europa hasta Colombia por parte de un puñado de intelectuales colombianos en la segunda mitad del siglo XIX? La historiografía tradicional de las ciencias del lenguaje ha venido construyendo —casi desde el momento mismo en el que esa ciencia empezaba a posicionarse— y reproduciendo un relato estándar del surgimiento (a principios del siglo XIX), desarrollo (a mediados de esa centuria) y consolidación (a partir de la década de 1870, primero en el espacio universitario alemán y luego en el resto de Europa) de tales ciencias. Siguiendo la clásica estructura secuencial y progresiva de las historias disciplinares, dicho relato cuenta cómo el paradigma histórico-comparativo para el análisis de la lengua rompió con la tradición de la gramática general de los ideólogos franceses, sustituyendo la especulación filosófica por el análisis sincrónico, diacrónico y comparado del material empírico extraído de textos de diferentes momentos de la historia de las lenguas en cuestión. Ese estudio histórico-comparativo de las lenguas habría hecho posible encontrar, sobre bases afines a las de las ciencias naturales, las leyes que permitían explicar la evolución de las lenguas y comprender las diferencias y semejanzas entre cada una de ellas, a partir de la evidencia empírica acumulada, sistematizada y analizada cuidadosamente. Con esto, al tiempo que se recreaba la historia heroica del triunfo de la verdadera ciencia sobre la mera especulación, se subrayaban las virtudes metodológicas de una ciencia empírica, objetiva, neutral, universal e histórica, superior en todo a las aproximaciones a la lengua existentes hasta ese momento. A esto se sumaba la exaltación de las grandes figuras que habían dado forma al paradigma históricocomparativo y protagonizado su victoria. La historiografía lingüística de la segunda mitad del siglo XX inscribió esta versión en un contexto histórico más amplio, asociando la emergencia del estudio científico del lenguaje con el romanticismo posrevolucionario y con los
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movimientos nacionalistas europeos empeñados en la construcción de elementos unitarios de cohesión. Esta correlación de factores culturales y políticos, sumada al posicionamiento de la ciencia del lenguaje y de las filologías nacionales —germánica, románica, inglesa, eslava— en las universidades europeas, completaba este gran relato de la formación de la lingüística y la filología modernas.52 Los elementos que permiten delimitar el objeto cultural que los intelectuales colombianos efectivamente transfirieron al espacio cultural colombiano, se desprendieron en gran medida de esta historia oficial reproducida en las fuentes a través de las cuales tuvieron contacto directo con la ciencia del lenguaje. La circulación del popular texto de Friedrich Max Müller, The Science of Language, y de las traducciones al francés de la Vergleichende Grammatik de Franz Bopp y la Grammatik der romanischen Sprachen de Friedrich Diez, garantizó la difusión del relato oficial entre los portadores y promotores de este saber en Colombia. Al igual que los filólogos alemanes y franceses, estos colombianos defendían la superioridad del análisis científico de la lengua, enfatizando sus cualidades metodológicas y teóricas, y se presentaban a sí mismos como representantes de ese saber privilegiado en el país. La apropiación e instrumentalización de este relato oficial, de esa fable convenue, por parte de los letrados colombianos, constituyó así uno de los rasgos distintivos de la transferencia de ese objeto llamado ciencia del lenguaje. El contexto en que lo hicieron, sin embargo, era completamente diferente al de la lingüística y la filología europeas. En primer lugar, en la lucha por la legitimación del análisis históricocomparativo del lenguaje, el principal contrincante no fue la gramática general de los ideólogos franceses.53 Durante la mayor parte del siglo XIX, los estudios sobre la lengua en Colombia, como en el resto del ámbito hispanoparlante, se guiaban por la tradición descriptiva y normativa española (encarnada en la RAE y Juan Vicente Salvá), así como por la Gramática de la lengua castellana de Andrés Bello, a partir de mediados de esa centuria. Los esfuerzos de los intelectuales conservadores colombianos por constituirse en cultores y vigías de la lengua castellana, enarbolando las banderas de la ciencia del lenguaje, apuntaron, por una parte, a relativizar —con grados de intensidad diferenciados entre los intelectuales— la validez de las normas de esa corporación, y, por otra, a la cooptación y actualización estratégica de las ideas del polígrafo venezolano. La instrumentalización de la fable convenue desempeñó un papel central en esta empresa y fue complementada con el recurso a otros elementos constitutivos de la ciencia del lenguaje: la filologización del uso y la concepción organicista de la lengua. La primera hacía posible relativizar la autoridad lingüística de la 52 Véase la nota 48. 53 Aunque sí fue objeto de duras críticas por parte de los intelectuales gramáticos (capítulo “La ciencia del lenguaje y la construcción de la autoridad sobre la lengua”).
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academia española, historizando a los grandes exponentes de la tradición literaria que servían de modelo al “buen uso” trasvasado en reglas gramaticales. De modelos universales y atemporales pasaban a constituir casos concretos de la evolución de la lengua en un momento y espacio determinados, datos filológicos brutos que había que ordenar y sistematizar para encontrar las leyes detrás de la evolución y la variación de la lengua. La convicción en la existencia de tales leyes y la perspectiva privilegiada que ofrecía la ciencia del lenguaje para identificarlas y comprenderlas, se derivaban, a su vez, del carácter orgánico de las lenguas, que evolucionaban siguiendo una lógica interna que solamente los científicos del lenguaje, para el caso colombiano Caro, Cuervo, Suárez y sus pares, estaban en capacidad de descifrar. En segundo lugar, el propósito no fue tanto la imposición de una lengua nacional uniforme por encima de las lenguas o dialectos que coexistían en el territorio nacional. El objetivo era, ante todo, la construcción, promoción e imposición de un modelo ideal de lengua que encarnara los fundamentos políticos, sociales y morales que inspiraban el proyecto nacional conservador, en frontal oposición a los principios detrás de las reformas del radicalismo liberal. Más allá de las ventajas prácticas de la conservación de la unidad y pureza de la lengua, lo que estaba en juego era el dominio de un vehículo privilegiado para transmitir los valores morales y las virtudes ciudadanas promovidas por los intelectuales conservadores. Las críticas al afrancesamiento, el rechazo de la neologización o la defensa del “genio” de la lengua no eran simples caprichos estéticos de letrados encerrados y aislados detrás de las murallas de una ciudad letrada. Las dimensiones de su apuesta eran mucho mayores: la meta última era la construcción de una cultura nacional particular, acorde con principios conservadores, una empresa en la que a la lengua, al lado de la religión y la raza, le correspondía un papel protagónico. En tercer lugar, el desarrollo de la ciencia del lenguaje en esta república suramericana se llevó a cabo por fuera de los espacios institucionales de la instrucción pública, y sus principales representantes fueron todo menos científicos profesionales. La combinación de actividades económicas, políticas o militares con el cultivo de la lengua, las particularidades de la circulación de los escasos textos extranjeros, el trabajo colectivo, el autodidactismo, las peculiaridades de los espacios de sociabilidad cultural y de las publicaciones en las que se cultivó la ciencia del lenguaje determinaron las dinámicas de su recepción y apropiación, dotándola de elementos propios, ajenos a los que presentaba en el continente europeo. Esto permite comprender algunas facetas del desarrollo particular del saber científico sobre la lengua en Colombia, así como las razones que ayudan a explicar el lugar protagónico que le correspondió en la configuración de la cultura oficial durante las últimas décadas del siglo XIX y los primeros diez años del siglo XX.
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En el marco de estas consideraciones, es necesario llamar la atención sobre un punto importante con respecto al origen del objeto cultural denominado ciencia del lenguaje. Con contadas excepciones, la retórica laudatoria de los méritos y las virtudes de la perspectiva histórico-comparativa para el análisis de la lengua utilizada por los intelectuales gramáticos no apelaba al origen “alemán” como elemento legitimador de la apropiación del estudio científico de la lengua. Esto pudo deberse al lugar siempre marginal que ocupó el referente germano en el conjunto de modelos que en uno u otro momento sirvieron de parámetro a las élites colombianas del siglo XIX, a diferencia de los modelos franceses, ingleses y españoles. La influencia considerablemente menor que tuvieron los estados alemanes y, más tarde, el segundo imperio alemán en la cultura colombiana fue un reflejo de la importancia secundaria de las relaciones políticas y económicas entre Colombia y Alemania durante el siglo XIX.54 Solamente en el marco de la política educativa de los liberales radicales, particularmente en la construcción del sistema de escuelas normales para la formación de maestros, recibió una atención privilegiada que se tradujo en la contratación de la Misión Pedagógica Alemana por parte del gobierno del presidente Eustorgio Salgar.55 Así, pues, el recurso a la ciencia del lenguaje, identificada desde su complejo surgimiento con el espacio cultural germanoparlante, no hizo parte de la orientación sistemática hacia una cultura a la que casi la totalidad de los intelectuales colombianos tuvo acceso solamente a través de traducciones inglesas y francesas o de referencias en textos publicados en estas lenguas. El contacto mediato con la literatura, la filosofía y, por supuesto, la filología y la lingüística alemanas tuvo, como se verá en el capítulo tercero, una incidencia directa en el proceso de transferencia que está detrás de la recepción de estas dos formas particulares de aproximarse al lenguaje, combinadas en la llamada ciencia del lenguaje. Para concluir estas consideraciones sobre la ciencia del lenguaje como objeto cultural transferido, vale la pena aclarar la terminología escogida para referirnos a él a lo largo de este trabajo. Al igual que en el espacio cultural europeo, en la Colombia del siglo XIX fueron múltiples las expresiones utilizadas para aludir al estudio científico de la lenguaje enmarcado en el paradigma histórico-comparativo. Cuervo, Caro, Uricoechea o Suárez podían referirse a dicha ciencia de múltiples formas, incluso en un mismo texto, utilizando una terminología variada: “ciencia del lenguaje”, “ciencia filológica”, “lingüística”, “filología”, “gramática comparada”. La primera de estas expresiones alude de manera más directa e inequívoca que las demás alternativas al atributo que más se empeñaron en 54 Fischer (Die verlorenen Dekaden 57-65, 202-207). 55 Véase Müller Ceballos (“La primera organización...”), Báez Osorio (Las escuelas Normales) y Loaiza (“El maestro de escuela...”). Sintomático de este interés fue la abundancia de artículos sobre el sistema educativo alemán en la prensa oficial de la instrucción.
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resaltar tanto sus representantes en Europa como sus portadores en Colombia: su carácter científico, en un esfuerzo por asimilarla a las ciencias naturales y ponerla por encima de otras formas de abordar el estudio de la lengua.
Los intelectuales gramáticos Los principales actores de los procesos de transferencia cultural son aquellos individuos cuya iniciativa les da el impulso necesario para garantizar el mínimo de continuidad que requieren para desarrollarse en el tiempo. Sin embargo, más allá del por lo general reducido número de impulsores que conscientemente dan vida y cierta dirección a la recepción y apropiación de objetos culturales, las dinámicas propias de los procesos de transferencia terminan involucrando un número más amplio de individuos, cuya actuación afecta, de una u otra manera, su evolución. Esto obliga a establecer con claridad el perfil social, cultural y político de todos aquellos que directa o indirectamente toman parte en las diferentes etapas de este proceso, para así identificar y estudiar los factores que codeterminaron los ritmos y las dinámicas de la transferencia. Para el caso de la recepción de la ciencia del lenguaje en Colombia, los principales impulsores de ese proceso fueron Cuervo, Caro, Uricoechea y Suárez, en cuanto portadores directos de ese saber. El protagonismo de cada uno de ellos, sin embargo, varió en función del nivel de recepción. Como se verá más adelante, la circulación transatlántica de los textos canónicos de la ciencia del lenguaje y del conocimiento lingüístico y filológico colombiano se debió ante todo a la efectiva intermediación de Uricoechea y Cuervo. Caro, junto con Cuervo, desempeñaron un papel protagónico en la vulgarización de ese saber, a través de la Gramática de la lengua latina y las Apuntaciones; Suárez, por su parte, contribuyó significativamente a la revitalización e instrumentalización de las ideas gramaticales de Andrés Bello. Con respecto, por un lado, a la difusión de los trabajos de estos tres colombianos en la prensa cultural, las revistas y los periódicos de la instrucción pública, así como en los libros de texto que progresivamente fueron adoptando sus postulados como referentes gramaticales, y por otro, a la transmisión de los valores políticos, sociales y morales asociados a la lengua, es importante precisar que fue la participación de sus pares la que determinó la exitosa inserción social y política de los resultados de la aplicación de ese saber. Fueron ellos también los encargados de reproducir y reafirmar la retórica sobre la superioridad de la “moderna filología”, que encarnaban Cuervo o Caro, y es únicamente en el marco de la gran empresa cultural que todos ellos contribuyeron a impulsar que puede comprenderse plenamente la recepción y apropiación de la ciencia del lenguaje en Colombia.
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A todos estos individuos nos referiremos en este trabajo como intelectuales.56 Primero, porque el término intelectual alude directamente a la producción de bienes simbólicos, es decir, al frente de trabajo que este grupo de individuos siempre combinó con otras actividades económicas, políticas o militares, un frente que constituye el interés prioritario en el marco de esta investigación. En segundo lugar, definir socialmente a todos ellos a partir de una categoría contemporánea obligaría a hacer una elección entre periodistas, escritores, poetas o maestros, por mencionar apenas algunas de las expresiones de la época. Esa elección ocultaría el ejercicio paralelo de múltiples actividades culturales que caracterizó al intelectual colombiano del siglo XIX. Para hacer énfasis en el interés común por el estudio de la lengua y en su convicción compartida de la importancia de preservarla pura y uniforme, nos referiremos a ellos colectivamente como los intelectuales gramáticos. Sobre este punto es imprescindible hacer, de entrada, una aclaración. Más allá de afiliaciones partidistas o de la militancia en una u otra facción dentro de los dos partidos dominantes, la gran mayoría de los intelectuales gramáticos tuvo una orientación política, social y cultural conservadora, orientación cristalizada en las coordenadas generales del proyecto nacional que la mayor parte de ellos impulsó activamente. Sin embargo, la exitosa promoción del programa cultural conservador estuvo estrechamente ligada a la participación de intelectuales liberales que, por razones de amistad o intereses culturales convergentes, contribuyeron a la formulación y difusión de dicho programa en uno o varios de sus frentes. En el marco de este trabajo, Uricoechea constituye un ejemplo claro de este aspecto. El papel protagónico que desempeñó este bogotano en la circulación del conocimiento lingüístico y filológico a nivel transatlántico se derivó, ante todo, de sus lazos de amistad con Miguel Antonio Caro y, especialmente, Rufino José Cuervo, lazos fortalecidos por intereses intelectuales comunes. La dimensión política del proyecto cultural conservador, así como su pronunciado hispanismo no fueron en nada afines a sus opiniones personales. Sin embargo, no contarlo entre los intelectuales gramáticos en razón a estas diferencias ideológicas implicaría desestimar su aporte a la transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia y transmitiría una imagen equivocadamente homogénea de dicha comunidad intelectual.
Estructura del libro Este trabajo está dividido en cuatro capítulos, en función de los cuatro grupos de preguntas formulados anteriormente. El primero está dedicado al lugar que se le 56 Esto sin perjuicio del recurso a expresiones alternativas, como letrados, para efectos estilísticos.
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asignó a la lengua en el marco del proyecto nacional conservador de la segunda mitad del siglo XIX. El capítulo abre con algunas observaciones sobre la errática política lingüística de la Corona española durante la Colonia, subrayando la ausencia de un verdadero imperialismo lingüístico durante la mayor parte de ella. Solamente hasta el siglo XVIII, con el ascenso de los borbones, la promoción e imposición del castellano como lengua imperial en los territorios peninsulares y de ultramar se convirtió en política oficial. Un espíritu afín inspiraría los esfuerzos de las nacientes repúblicas tendientes a hacer de la lengua un factor de cohesión nacional y regional durante los primeros años de vida independiente, pero no fue sino hasta mediados del siglo XIX, paralelamente al ascenso del liberalismo en varios países de América Latina, que se plantearon los debates alrededor de la unidad de la lengua asociándolos con las polémicas en torno al lugar que debía ocupar el legado hispánico en el marco del proceso de construcción nacional. Para el caso colombiano, la promoción de una lengua pura y uniforme por parte de un significativo grupo de las élites políticas y culturales conservadoras se enmarcó en una contraofensiva a las reformas liberales de los gobiernos radicales de los años sesenta y setenta del siglo XIX, cuyo frente cultural reclamaba la centralidad que el legado hispánico estaba llamado a ocupar como eje de la identidad histórica colombiana. El celoso cuidado de la uniformidad y pureza de la lengua se constituyó así en un frente de lucha contra todas aquellas amenazas al orden social, político y religioso que, para estos intelectuales, traían consigo el “aplebeyamiento”, la “neologización” o el “afrancesamiento” de la lengua. En este contexto, el primer capítulo busca poner en evidencia, a partir del análisis de los discursos académicos y otras publicaciones de los intelectuales gramáticos, la articulación de la defensa de la lengua con la promoción de los principios sociales, políticos y culturales que, en el discurso nacional conservador, estaban en la base de la verdadera civilización: una sociedad jerarquizada, fundada en la tradición y los valores católicos y orgullosa heredera de la gran misión civilizatoria hispánica, cuyo cuidado quedaba a cargo de aquellos pocos privilegiados capaces de conocer a fondo —y defender— el “genio” de la lengua. Una vez delineado el marco general en el cual se inscribió la transferencia de la ciencia del lenguaje como estrategia para la defensa y promoción de lo que los intelectuales gramáticos consideraban uno de los pilares de la cultura nacional, el siguiente capítulo ofrece una aproximación detallada a los actores que impulsaron este proceso, a los medios y a las prácticas que hicieron posible la circulación de la ciencia del lenguaje, así como a los espacios en los que esta tuvo lugar. La primera parte del capítulo se ocupa de los intelectuales gramáticos, aquella pequeña pero muy activa comunidad en cuyo seno se desarrolló la recepción de la ciencia del lenguaje en Colombia. Las observaciones correspondientes se centran, primero, en el perfil social y cultural de estos letrados, subrayando
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dos factores fundamentales para comprender la exitosa inserción de este saber: la pluriactividad social —combinación de política, negocios, guerra, educación y cultura— y la plurifuncionalidad cultural —concentración en un solo individuo de funciones de escritor, editor, impresor y librero—, distintivas del intelectual decimonónico. El análisis se centra, además, en la importancia del autodidactismo, el diletantismo y la poligrafía como prácticas que determinaron —posibilitando y limitando— la producción y difusión del conocimiento lingüístico y filológico en Colombia, en ausencia de estructuras que promovieran institucionalmente el estudio científico de la lengua y que hicieran posible también la integración del conocimiento científico en el gran contraproyecto nacional conservador. De los intelectuales y sus prácticas pasamos a los medios en los que circuló este conocimiento tanto hacia Colombia y dentro de este país, como hacia otros países de América y Europa: libros y revistas, por un lado, y la correspondencia y las redes epistolares, por otro. A los espacios, concretamente a la Academia Colombiana y otras formas de sociabilidad afines, está dedicada la última parte de este capítulo. Las consideraciones sobre cada uno de estos aspectos apuntan a establecer cuáles eran las condiciones de posibilidad de la recepción, apropiación y producción del conocimiento científico sobre la lengua en la Colombia de la segunda mitad del siglo XIX. El tercer capítulo analiza detenidamente las diferentes estrategias de los portadores de la ciencia del lenguaje para presentarse a sí mismos como representantes de un saber privilegiado sobre la lengua y a sus trabajos como encarnaciones de las virtudes asociadas con él. Son dos los objetos de la primera parte del capítulo: la hábil adopción de Cuervo, Caro, Suárez y Uricoechea de la historia disciplinar de la aún joven ciencia del lenguaje, de esa fable convenue construida por sus mismos promotores para exaltar los grandes hitos del desarrollo de un saber sobre la lengua, superior a todos los existentes; y la inserción de estos cuatro intelectuales en la fable convenue como extensiones americanas de ese gran relato histórico. La segunda parte se ocupa de los esfuerzos de estos intelectuales por relativizar la importancia del “buen uso” como fundamento de la autoridad de la RAE en materia lingüística, a través de su filologización, es decir, de la reinterpretación de los clásicos de la literatura española como muestras del desarrollo de la lengua castellana en momentos históricos concretos que debían ser comprendidos en su contexto de producción, poniendo en suspenso su carácter canónico y modélico. Esta filologización del buen uso estuvo acompañada de otra estrategia orientada a la contención de otro tipo de uso, el uso popular, fuente del “aplebeyamiento” de la lengua. Recurriendo al argumento de la superioridad del conocimiento derivado de los principios teóricos y metodológicos de la ciencia del lenguaje, estos intelectuales advertían sobre los riesgos de la degradación de la lengua derivados de la errada atribución de autoridad lingüística a este uso; simultáneamente, se autoerigieron como los únicos que estaban legitimados
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para determinar su eventual validez, condicionada a su correspondencia con las leyes del desarrollo y de la construcción de la lengua. La convicción en la existencia de determinadas leyes que regían la evolución de las lenguas, así como la concepción organicista del lenguaje en la que tal evolución se enmarcaba servirían de herramientas para reafirmar las pretensiones de control sobre la lengua de los intelectuales gramáticos. La identificación y comprensión de los elementos configurativos de la lengua y de su desarrollo en el tiempo, según alegaban estos intelectuales, estaban reservadas a aquellos provistos del instrumentario teórico y metodológico necesario para establecer qué podía entrar a ensanchar el “torrente de la lengua” o qué, por el contrario, terminaría contaminándolo. El capítulo termina con un análisis de los mecanismos a través de los cuales Cuervo, Caro y Suárez buscaron posicionarse como referentes en materia lingüística y cultural en el ámbito colombiano e hispanoamericano. A partir de una ambigua revaloración de la obra de Bello, estos tres colombianos lograron, por un lado, reivindicar los principios políticos que inspiraron el pensamiento del venezolano, y, por otro, presentarse como sucesores suyos y exégetas excepcionales de su obra gramatical, al reinterpretarla y actualizarla a la luz de los principios de la ciencia del lenguaje. El capítulo final está consagrado a los efectos de la recepción de la ciencia del lenguaje en tres ámbitos. El primer apartado aborda la polémica entre Rufino José Cuervo y el español Juan Valera en torno al futuro del castellano en la era poscolonial del espacio iberoamericano. Sin perder de vista los argumentos que uno y otro esgrimieron para defender su posición frente a esta cuestión, el análisis apunta a mostrar cómo Cuervo logró capitalizar el reconocimiento que los miembros de sus redes de correspondencia en Europa y América hicieron de sus trabajos lingüísticos y filológicos, para descalificar definitivamente la tradición gramatical española, desestimar las pretensiones de sus voceros sobre el control de la lengua y rechazar la tutela cultural de la antigua metrópoli. Los dos apartados siguientes se enfocan en la integración de los productos de la recepción y apropiación de la ciencia del lenguaje en el ámbito colombiano, y su adopción como parte de la cultura hegemónica durante los gobiernos conservadores de finales del siglo XIX y principios del XX. En primer lugar, esa integración se llevó a cabo como resultado de la difusión de esos productos en el sistema educativo, a través de la impresión de los trabajos de estos intelectuales gramáticos como parte de las publicaciones oficiales de la instrucción pública a nivel nacional, a partir de la década de 1870; en un segundo momento, más significativo para nuestro análisis, dicha integración se dio gracias a la inclusión de los trabajos mencionados, en cuanto referentes del “bien hablar” y “bien escribir”, en los principales manuales para la enseñanza del castellano, adoptados como textos oficiales por la dirección de la instrucción pública. Estas dos vías de acceso a un sistema educativo en expansión harían posible la popularización y vulgarización de los
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trabajos filológicos y lingüísticos de los intelectuales gramáticos, más allá de los círculos intelectuales de la capital. Lo anterior también garantizó la difusión de los principios políticos, sociales, culturales y religiosos asociados a la lengua pura y uniforme en el discurso nacional conservador. En segundo lugar, la coyuntura centenarista y el fallecimiento de Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo servirían de contexto para la consagración de la lengua como elemento constitutivo de la identidad nacional y de los principales portadores de la ciencia del lenguaje como héroes culturales y encarnaciones del ideal cultural conservador.
Sobre las fuentes
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El acervo documental sobre el cual se construyó este trabajo integra diferentes tipos de fuentes. Los capítulos primero, tercero y la primera parte del cuarto se basan esencialmente en publicaciones de los intelectuales gramáticos relacionadas con las preguntas en torno a las cuales gira cada uno de dichos capítulos: la relación lengua-nación en el proyecto nacional conservador, los elementos de la ciencia del lenguaje de los que se sirvieron Uricoechea, Cuervo, Caro y Suárez para legitimar sus pretensiones de control sobre la lengua y los efectos de la apropiación de la ciencia del lenguaje, respectivamente. La mayor parte de estos escritos fue consultada en sus ediciones originales, publicadas como volúmenes individuales o por entregas en periódicos y revistas. En algunos casos se recurrió a las compilaciones de las obras de Caro, Cuervo y Suárez, editadas durante el siglo XX, particularmente aquellas reunidas en la colección Clásicos Colombianos del Instituto Caro y Cuervo. A excepción de las obras de Miguel Antonio Caro y de algunos pocos textos de Rufino José Cuervo y Marco Fidel Suárez, ha sido muy poca la atención que estos escritos han recibido en la historiografía sobre Colombia.57 Su inclusión en el marco de esta investigación constituye, en este sentido, un aporte significativo de este trabajo. Un lugar importante ocupan también los manuales escolares y universitarios para la enseñanza de la gramática de autores colombianos, publicados en la segunda mitad del siglo XIX. El segundo capítulo combina una gran variedad de fuentes, cuya integración resultaba imprescindible para lograr reconstruir los diferentes elementos asociados con la circulación de la ciencia del lenguaje. Buena parte de este capítulo está construida sobre el análisis de la correspondencia de estos intelectuales, en especial la de Rufino José Cuervo, quien construyó una de las redes de correspondencia más amplias y densas del siglo XIX en Colombia. Además de los veintisiete tomos del Archivo Epistolar Colombiano, editado desde 1965 por el Instituto Caro y Cuervo, y de los cinco tomos de Rufino J. Cuervo. Cartas 57 Dado el objeto de esta investigación se ha conservado la ortografía de las fuentes citadas de sus ediciones originales.
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de su archivo, publicados por la Biblioteca Nacional de Colombia entre 1941 y 1947,58 también se revisaron, para esta investigación, algunas piezas de la correspondencia de Caro, que forman parte del Archivo Miguel Antonio Caro, de ese mismo Instituto. De igual forma, se incorporó lo que se conserva del Epistolario de Uricoechea con González Manrique, recopilado, anotado, editado e impreso por cuenta del romanista alemán Günther Schütz (Aspectos biográficos). Hasta donde se tiene noticia, este es el primer trabajo que analiza de manera sistemática los epistolarios de estos intelectuales como elemento clave para identificar y comprender las estructuras y dinámicas de los procesos de transferencia cultural en Colombia, en un esfuerzo por aprovechar los aportes teóricos y metodológicos de estudios recientes sobre redes epistolares.59 Lo mismo vale para gran parte de las publicaciones periódicas culturales que complementan la documentación de este capítulo, como el Repertorio Colombiano, el Anuario de la Academia Colombiana, El Zipa y El Pasatiempo. A ellas se suma un buen número de publicaciones periódicas europeas especializadas en filología y lingüística, como Romania, Bulletin Hispanique, Revue Hispanique y Zeitschrift für romanische Philologie, revistas en las que se publicaron tanto trabajos de Cuervo como comentarios y reseñas sobre obras suyas. La primera parte del capítulo cuarto, como se anotó, se basa principalmente en textos publicados en revistas y periódicos, específicamente aquellos escritos por Rufino José Cuervo en el marco de la polémica con Juan Valera entre 1899 y 1903. Esta documentación se complementa con referencias a la correspondencia de Cuervo a la que aludimos anteriormente. El segundo apartado se construyó a partir de dos grupos de publicaciones estrechamente asociadas con la historia de la educación en la segunda mitad del siglo XIX. El primer grupo está constituido por las principales publicaciones periódicas oficiales de la instrucción pública colombiana tanto a nivel escolar como universitario. Se trata de Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia (18681880), Anales de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia (18801885), Anales de la Instrucción Pública de la República de Colombia (1886-1992) y Revista de la Instrucción Pública de Colombia (1893-1916). El segundo grupo se compone de aquellos textos escolares y universitarios colombianos que permiten reconstruir el proceso de adopción de los trabajos de Cuervo, Caro y Suárez como autoridades gramaticales. Este material comprende más de cincuenta títulos
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58 Rufino J. Cuervo. Cartas de su archivo contiene varias piezas que no pasaron a formar parte de los Epistolarios de Cuervo, editados en la Archivo Epistolar Colombiano. 59 Véase Albert (Correspondre jadis et naguère), Beaurepaire (La plume et la toile), Kempe (“Gelehrte Korrespondenzen...”), Berkvens-Stevelinck, Bots y Häseler (Les grands intermédiaires culturels), Fohrmann (Gelehrte Kommunikation), Krauße (Der Brief als wissenschaftshistorische), Beaurepaire, Häseler y McKenna (Les réseaux de correspondance à l’âge classique), y Dauser, Hächler, Kempe, Mauelshagen y Stuber (Wissen im Netz).
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de manuales, compendios y catecismos escritos durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX para la enseñanza de la gramática castellana en los diferentes niveles de la formación escolar y universitaria en los establecimientos educativos colombianos. A este grupo de fuentes pertenecen igualmente algunos tratados de retórica, poética y métrica que ilustran la difusión del trabajo lingüístico y filológico colombiano en el sistema educativo desde su misma base. Esta documentación se complementa con las referencias a las disposiciones legales contenidas en el Diario Oficial y en las mencionadas publicaciones periódicas oficiales de instrucción pública del periodo. Por último, la parte final del capítulo dedicada a la coyuntura centenarista se basa en una revisión de la Revista del Centenario —órgano impreso oficial de la Comisión Nacional del Centenario encargada de la planeación y organización de la conmemoración de los primeros cien años de vida independiente de la república colombiana—, así como del libro conmemorativo correspondiente (Primer centenario de la independencia de Colombia) y del tomo II del Anuario de la Academia Colombiana. * * *
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El presente libro es una versión corregida y revisada de la disertación doctoral escrita entre 2009 y 2014, año en el que fue depositada y sustentada, como parte de los requisitos para obtener el título de doctor en Historia de América Latina en la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt. No cito ni me refiero al libro Gramática, educación y modernización en Colombia 1847-1910, de Eleucilio Robles Reales, publicado en 2014 por la Universidad Pedagógica Nacional, dado que, lamentablemente, no supe de su existencia sino hasta el año 2017, cuando ya el proceso editorial se encontraba bien avanzado.
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Bibliografía Fuentes primarias Archivos y bibliotecas Archivo Miguel Antonio Caro, Bogotá, Colombia (MAC) Archivo Rufino José Cuervo, Bogotá, Colombia (RJC) Fondo Soledad Acosta de Samper, Bogotá, Colombia (SAS) Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia (BNC) Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia (BLAA) Biblioteca de la Academia Colombiana de la Lengua, Bogotá, Colombia (BACL) Biblioteca José Manuel Rivas Sacconi, Bogotá, Colombia (BJMRS)
Archivos digitales Internet Archive: https://archive.org/web/ Bibliothèque numérique de la Bibliothèque Nationale de France: http://gallica.bnf.fr/ Biblioteca Digital Hispánica de la Biblioteca Nacional Española: http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es Digitale Bibliothek der Bayerischen Staatsbibliothek: http://www.digitalesammlungen.de/ Biblioteca Virtual de la Biblioteca Luis Ángel Arango: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/indice
Periódicos y revistas Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, Colombia Anales de la Instrucción Pública en los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, Colombia Anales de la Instrucción Pública en la República de Colombia, Bogotá, Colombia Anuario de la Academia Colombiana, Bogotá, Colombia Bulletin Hispanique, Burdeos, Francia Diario Oficial, Bogotá, Colombia El Ateneo. Órgano oficial del Ateneo de Bogotá, Bogotá, Colombia
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El Monitor, Medellín, Colombia El Mosaico, Bogotá, Colombia El Pasatiempo, Bogotá, Colombia El Pestalozziano, Socorro, Colombia El Zipa, Bogotá, Colombia La Escuela Normal, Bogotá, Colombia La Miscelánea, Medellín, Colombia Papel Periódico Ilustrado, Bogotá, Colombia Repertorio Colombiano, Bogotá, Colombia Revista de Bogotá, Bogotá, Colombia Revista de Instrucción Pública, Bogotá, Colombia Revista del Centenario, Bogotá, Colombia Revue Hispanique, París, Francia Romania, París, Francia Zeitschrift für romanische Philologie, Berlín, Alemania
Fuentes impresas Recopilaciones, libros y folletos
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Ciencia, lengua y cultura nacional La transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911
Este libro se diseñó con las fuentes Whitman y Vista Sans SC y se terminó de imprimir en Javegraf, en el mes de junio de 2018.
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OTROS TÍTULOS DE ESTA COLECCIÓN
Conversos de origen judío en la Cartagena colonial. Vida social, cultural y económica durante el siglo XVII Aliza Moreno-Goldschmidt Quinta Sión. Los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogotá Enrique Martínez Ruiz
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cultural hispánico. En este contexto, algunos de ellos recurrieron a una herramienta muy particular: la ciencia del lenguaje. Este libro reconstruye y analiza el proceso de transferencia de este saber en Colombia que se desarrolló entre 1867 y 1911, para mostrar cómo el estudio científico de la lengua se convirtió en un mecanismo que permitió a sus portadores reclamar el control sobre esta. Para tal fin, el autor estudia los debates en los que se enmarcó esta transferencia, el perfil sociocultural de los actores que la impulsaron, así como los medios y espacios en los que circuló la ciencia del lenguaje. También analiza la forma como esta fue adoptada por los intelectuales gramáticos y sus repercusiones en la configuración de la cultura nacional.
Andrés Jiménez Ángel
En el tránsito del siglo XIX al siglo XX, un influyente grupo de intelectuales conservadores impulsó y combinó múltiples prácticas culturales tendientes a estudiar y promover una lengua “pura” y “uniforme”, convencidos de su potencial para (re)construir la comunidad nacional a partir de valores cristianos y de la exaltación del patrimonio
CIENCIA, LENGUA Y CULTURA NACIONAL La transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911
Andrés Jiménez Ángel
Ciencia, lengua y cultura nacional
En virtud de la excelencia, Opera Eximia, de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, presenta una sucesión de publicaciones de valiosos exponentes de la producción académica y artística desarrollada en Colombia y en algunos de los contextos más prestigiosos del mundo. La colección busca constituir un corpus textual que brinde una panorámica global del ejercicio investigativo y creativo en las diversas disciplinas que circulan en el universo editorial. El lector se encuentra frente a una colección que emerge de las exhaustivas evaluaciones y que cuenta con un proceso de alta calidad, reflejado en su propuesta gráfica y en un contenido de pertinencia indiscutible.
ANDRÉS JIMÉNEZ ÁNGEL Abogado y magíster en Historia de la Universidad de los Andes (Colombia), magíster en Derecho Europeo e Internacional de la Universidad de Bremen (Alemania) y doctor en Historia de América Latina de la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). Actualmente, es profesor principal de carrera del programa de Historia de la Universidad del Rosario (Colombia). Sus principales áreas de trabajo son las transferencias culturales, la historia intelectual, la historia de la ciencia y la historia del desarrollo. Fue becario doctoral del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) entre 2009 y 2012 y ganador de la Beca de investigación en revisión editorial y crítica de la memoria bibliográfica del Instituto Caro y Cuervo, año 2011: Rufino José Cuervo. En 2016, recibió un Grant-In-Aid del Rockefeller Archive Center. Su tesis doctoral recibió el Kulturpreis Bayern en 2015.
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