Por tal razón, el libro que tiene en sus manos aventura una múltiple respuesta a la pregunta “¿Qué es la muerte?”. Hemos recogido aquí las voces de algunas disciplinas —literatura, antropología, sociología, psicología, medicina, filosofía y teología—para las cuales resulta insoslayable esta pregunta. Su lenguaje sereno y claro, aunque académico, quiere satisfacer a aquel lector que siente inquietud respecto al tema. Los tonos narrativo, descriptivo, analítico, metafórico y hermenéutico que se encuentran en sus siete capítulos reconocen la riqueza que encierra el problema de la muerte y exploran su significado como realidad existencial, símbolo, memoria, complejidad o sacramento.
“… En la actualidad, la muerte, junto con la enfermedad y el dolor, no son objetos de reflexión personal, ni se considera de buen gusto que sean incluidos como tema de conversación. De ahí el valor de este libro que ilumina, desde diversas disciplinas, las preguntas sobre el misterio de la muerte que tanto nos preocupa, aunque queramos ignorarla”. [Del Prólogo, P. Jorge Humberto Peláez, S. J.]
Así como la muerte posee un valor educativo porque nos enseña que nuestro sentido no está en el tener y que el amor es lo único que queda después de la muerte, así también esta obra tiene una pretensión educativa: que el lector se haga más amigo de la muerte, aunque permanezca el miedo hacia ella.
La muerte. Siete visiones, una realidad
Los seres humanos sabemos que vamos a morir. ¿Fortunio o desgracia? Sin duda, algunas personas quisieran vivir sin pensar en esta condición. Más aún, la sociedad actual expele la muerte y, en consecuencia, ha cifrado una conspiración para silenciarla.
La muerte siete visiones, una realidad José Luis Meza Rueda edi tor
José Luis Meza Rueda Leonardo Garavito Goubert Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz Roberto Solarte Rodríguez Nubia Esperanza Torres Calderón Samuel Vanegas Mahecha Eugenia Villa Posse
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José Luis Meza Rueda (director)
Leonardo Garavito Goubert Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz Roberto Solarte Rodríguez Nubia Esperanza Torres Calderón Samuel Vanegas Mahecha Eugenia Villa Posse
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Facultad de Ciencias Sociales Facultad de Filosofía Facultad de Medicina Facultad de Psicología Facultad de Teología
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © José Luis Meza Rueda © Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz
Corrección de estilo Juan David González Betancur
Primera edición: diciembre de 2011 Bogotá, D.C.
Diagramación Isabel Sandoval
isbn: 978-958-716-502-9
CTP e impresión Javegraf
Número de ejemplares: 300
Diseño de cubierta Isabel Sandoval
Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7a n.º 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima, Bogotá, Colombia Teléfono: (57-1) 2870691 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, D. C.
MIEMBRO DE LA
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA
RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org
La muerte : siete visiones, una realidad / director José Luis Meza Rueda ; Leonardo Garavito Goubert…[et al.]. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2011. -- (Colección creación literaria). 214 p. ; 24 cm. Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-716-502-9 1. MUERTE. 2. MUERTE EN LA LITERATURA. 3. MUERTE - ASPECTOS SOCIALES. 4. MUERTE - ASPECTOS PSICOLÓGICOS. 5. MUERTE - ASPECTOS RELIGIOSOS. 6. ACTITUD HACIA LA MUERTE. I. Meza Rueda, José Luis, Dir. II. Garavito Goubert, Leonardo, 1955-. III. Rodríguez Ruiz, Jaime Alejandro. IV. Solarte Rodríguez, Mario Roberto. V. Torres Calderón, Nubia Esperanza. VI. Vanegas Mahecha, Samuel. VII. Villa Posse, Eugenia. VIII. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. CDD 128.5 ed. 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ech.
Noviembre 22 / 2011
Prohibida la reproducción total o parcial de este material sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
Contenido
Prólogo............................................................................................ 15 Jorge Humberto Peláez, S. J. Introducción.................................................................................... 19 José Luis Meza Rueda Capítulo 1
Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz Muerte y literatura: cinco aproximaciones...................................... 29 A modo de introducción......................................................................... 30 La literatura como artefacto de presentificación y de simbolización. El caso de la muerte........................................... 31 La novela El infierno de Amaury: presentación de una experiencia cercana a la muerte............................................. 34 El infierno en la novela de Jaime Alejandro Rodríguez...................................... 34 Ese preámbulo: la vejez........................................................................................ 36 Las experiencias de Amaury................................................................................ 41
Carta a los muchachos que ya no son tan muchachos (a propósito de la “muerte” de la literatura)....................................... 44 Actitudes ante la muerte. Crónica de un olvido imperdonable............. 50 Degradée (un cuento corto sobre la muerte)......................................... 52 A modo de conclusión. La literatura, una forma compleja de la trascendencia............................................................. 54
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Capítulo 2
Eugenia Villa Posse Muerte y cultura.............................................................................. 57 Introducción............................................................................................ 57 La muerte................................................................................................ 57 La muerte en Occidente......................................................................... 60 Miedo a la muerte................................................................................................. 63
Entierros humanos.................................................................................. 66 Muerte y religión................................................................................................... 69
Creencias y ritos...................................................................................... 71 Muerte y preparación del cadáver....................................................................... 72 Velorio y prácticas de entierro............................................................................. 76 El culto a los muertos........................................................................................... 81
Consideraciones finales.......................................................................... 88 Capítulo 3
Samuel Vanegas Mahecha La muerte, asunto íntimo en sociedades individualizadas.............. 91 Un ligero recorrido por las transformaciones de la actitud ante la muerte................................................................ 92 La actitud contemporánea ante la muerte.............................................. 96 A manera de reflexión final.................................................................. 108 Capítulo 4
Leonardo Garavito Goubert Cambios, retos y contradicciones en torno a la muerte. Una mirada desde la medicina.................... 111
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Introducción........................................................................................... 111 De la muerte natural a la muerte medicalizada.....................................113 Redefinición de la muerte...................................................................... 117 Entre prolongar la vida y retrasar la muerte......................................... 121 Hacia una verdadera ortotanasia.......................................................... 125 A modo de conclusión: El buen morir del hombre como responsabilidad médica...................................... 132 Capítulo 5
Nubia Esperanza Torres Calderón Sobre la muerte en vida o la degradación psíquica....................... 137 Espérame, Mariana............................................................................... 139 19 de agosto de 2006.......................................................................................... 139
Justificaciones para el planteamiento freudiano de la pulsión de destrucción o de muerte........................................ 143 Desde la vida…..................................................................................... 148 Capítulo 6
Roberto Solarte Rodríguez Horizontes para comprender la muerte: una reflexión filosófica de lo imposible......................................... 157 La muerte en la Filosofía....................................................................... 157 Tres posiciones que determinan la reflexión filosófica sobre la muerte................................................................. 159 La inmortalidad del alma en Fedón.................................................................... 160
La crítica de Aristóteles a esta concepción....................................................... 163 El ser humano mortal en la perspectiva del cristianismo................................. 172
Otra mirada sobre la muerte................................................................. 179
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Capítulo 7
José Luis Meza Rueda Morir la muerte, vivir la vida: misterio, realidad y plenitud........... 183 ¿Qué piensa el hombre contemporáneo acerca de la muerte?............ 184 ¿Qué dice la teología cristiana acerca de la muerte?........................... 189 Concepción bíblica de la muerte....................................................................... 190 La resurrección de Cristo, clave de fe para comprender la muerte.......................................................................... 193 Plenitud y consumación: nuestra resurrección.................................................. 195
¿Qué podría decir una teología interreligiosa acerca de la muerte?......................................................................... 198 A manera de conclusión....................................................................... 209 Epílogo
Un cuento hindú acerca de la muerte............................................ 213
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A Ana Julia, por haber sabido amar la vida y jugar con la muerte.
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¡Salve, Osiris, Padre mío! He venido a cuidarte para que así tú cuides de mi cuerpo. Estoy intacto como mi padre Khepri, esto es, soy uno que se parece a Aquél que no muere nunca. ¡Ven pues! Da poder a mi aliento por medio del tuyo […] y hazme duradero, pues has hecho de mí un poseedor de sepultura y me has hecho acceder al País de la Eternidad… “Fórmula para no dejar que el cuerpo perezca”,
del Libro de los muertos, cap. 154
En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán […] Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida… Juan 5, 24-29
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Prólogo
C
uando rastreamos las primeras pisadas de los seres humanos sobre la tierra, los ritos funerarios aparecen como una de las expresiones culturales más antiguas. Cada pueblo ha recordado a sus difuntos de acuerdo con su particular cosmovisión y ha manifestado sus creencias sobre lo que nos espera al traspasar el umbral de la muerte. Visualizo esta infinita variedad de manifestaciones religiosas y culturales sobre la muerte como si estuvieran dispuestas en una enorme sala de exposiciones: diseños de las tumbas, objetos con los que enterraban a los difuntos, ritos, cánticos, procesiones, oraciones, etcétera. Pues bien, existe una ruptura entre esas tradiciones milenarias que testimonian que la realidad de la muerte ocupaba un lugar importante dentro de esas comunidades y la cultura contemporánea que rechaza toda referencia a la muerte. La sociedad desearía que los seres humanos abandonaran el mundo de los vivos en puntillas, discretamente, sin impresionar a los niños y sin que los adultos se sintieran amenazados. La negación de la muerte –que implica, igualmente, la negación de la enfermedad y el dolor– genera problemas muy serios porque no estamos preparados para afrontar estas realidades ineludibles. Tenemos que reconocer que no estamos dispuestos para estas situaciones que son parte integral de nuestra condición humana. Cuando sentimos que flaquea la salud, entramos en pánico; los familiares no saben cómo actuar y qué medidas tomar; los profesionales de la salud, de quienes se esperaría un claro liderazgo en estas situaciones, no han desarrollado unas competencias básicas que los capaciten para un acompañamiento integral de los pacientes y de las familias.
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En pocas palabras, la muerte, la enfermedad y el dolor no son objetos de reflexión personal, ni se considera de buen gusto que sean incluidos como tema de conversación. De ahí el valor de este libro que ilumina, desde diversas disciplinas, las preguntas sobre el misterio de la muerte que tanto nos preocupa, aunque queramos ignorarla. Durante más de treinta años, como sacerdote católico y como doctor en Teología Moral, mi vida se ha movido en el fascinante microcosmos de una excelente universidad que cuenta con una reconocida Facultad de Medicina y un Hospital Universitario. En ese contexto, he visto los mil rostros con que se presenta la muerte. He visto cuándo la muerte se ha acercado a la cama del enfermo que la acoge en paz, rodeado del amor de su familia. También, he sido testigo de la negación obcecada de unos familiares que se empeñan en creer que todo va a culminar felizmente y que, en razón de esta negación, impiden al enfermo que resuelva asuntos personales de gran importancia, por ejemplo, la reconciliación con un hijo, disponer de sus bienes o ponerse en paz con Dios. Me he llenado de admiración ante la entrega de médicos y enfermeras que, buscando siempre lo mejor para sus pacientes, han usado responsablemente las posibilidades que ofrece la tecnología, sin emprender procedimientos heroicos pero inútiles. Ellos han sabido poner en práctica el sabio consejo: “si puedes curar, cura; si no puedes curar, alivia; si no puedes aliviar, consuela”. En las salas de espera, junto a las unidades de cuidados intensivos, se manifiestan los sentimientos más nobles así como los más bajos: amor, angustia por la suerte del ser amado, sentimientos de culpa, rivalidades, ambiciones ante la posibilidad de heredar. La proximidad de la enfermedad, del dolor y de la muerte toca las fibras más íntimas y permite que afloren los sentimientos que hemos incubado durante años, los más nobles y los más ruines. Este libro, escrito por reconocidos especialistas en Ciencias Sociales y Humanas, puede ayudar a educar para asumir la enfermedad, el dolor y la muerte. ¿Cómo concibo este aporte educativo? Cuando me refiero a “educar para asumir la enfermedad, el dolor y la muerte”, no estoy pensando en cursos presenciales o virtuales, con un determinado número de horas durante las cuales se desarrollan
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Prólogo
unos módulos y al final se entrega un certificado de asistencia. Definitivamente no. La manera de prepararse para afrontar estas realidades ineludibles es desarrollar un proyecto de vida cargado de sentido. La convicción de que la vida vale la pena se nutre de los valores éticos y espirituales. Si nuestra vida está inspirada por el amor comprometido y responsable, el trabajo honrado, la solidaridad con los pobres, la conciencia de ciudadanía y la búsqueda espiritual, el pensamiento de la muerte no será motivo de angustia. Esta será vista como el momento en que se cosecha lo que se ha sembrado a lo largo de los años. En este horizonte, la expresión “educar para la enfermedad, el dolor y la muerte” carece de connotaciones lúgubres. En última instancia, se trata de educar para construir una vida feliz, llena de sentido, nutrida por los valores, que tiene como norte el sentido trascendente de la existencia. Después de plantear este enunciado general, demos un paso adelante para referirnos a algunas situaciones concretas que tienen que ver con los profesionales de la salud y los ministros religiosos, por el protagonismo que ellos tienen en estas situaciones de enfermedad, dolor y muerte. Las facultades de Ciencias de la Salud tienen una enorme responsabilidad en cuanto a la formación científica, ética y humana de los futuros profesionales de Medicina y Enfermería. La formación de estos estudiantes no puede reducirse a lo puramente técnico, sino que debe usar todas las estrategias pedagógicas para formar profesionales de la salud que sean capaces de comunicarse con los pacientes y familiares, interpretar sus angustias y comprender su contexto vital. Por eso, la estructura curricular de estas carreras debe dar un espacio generoso en la formación humanística. En sus prácticas clínicas, los futuros profesionales deberán recibir de sus maestros la sabiduría que les permita decidir cuándo intervenir y cuándo cesar toda intervención extraordinaria, en el caso de que su único efecto sea prolongar inútilmente una vida que no tiene posibilidades de recuperación. En ocasiones, los médicos que trabajan en las unidades de cuidados intensivos realizan procedimientos muy complejos que no tienen
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una posibilidad real de éxito. Lo hacen, no tanto pensando en el bienestar integral del paciente, sino presionados por su ego que se cree cuasi omnipotente y no acepta los límites impuestos por la naturaleza. Por eso, los profesionales de la salud, además de su entrenamiento estrictamente profesional, necesitan una cuidadosa formación para poder actuar, de manera humana, frente a la enfermedad, el dolor y la muerte, que son la realidad cotidiana en su ejercicio profesional. Otro colectivo que necesita una educación especial para acompañar en la enfermedad, el dolor y la muerte es el de los ministros religiosos (sacerdotes, pastores, rabinos, etcétera). Con frecuencia, las homilías que se pronuncian en las exequias no son otra cosa que una colcha mal cosida de frases genéricas, lugares comunes y expresiones acartonadas de dolor, que no logran hacer click con los sentimientos de los familiares y amigos. Desperdician así una magnífica oportunidad para anunciar la buena nueva del sentido de la vida y de la muerte, en una perspectiva trascendente, a personas que suelen vivir alejadas de la práctica religiosa y que solo van a los templos para despedir a sus amigos. Finalmente, estoy seguro de que el lector encontrará ricos aportes en la variedad de enfoques que ofrecen los autores de este libro. Tales aportes le permitirán afinar su visión acerca de la muerte y le ayudarán a asumir responsable y gozosamente el don maravilloso de la vida. Jorge Humberto Peláez, S.J. Cali, marzo de 2011
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Introducción José Luis Meza Rueda Director de la obra
El hombre no es eterno por muy rico que sea… Sal. 49,12
Dios no ha hecho la muerte, ni se complace en el exterminio de los vivos. Sab. 1,13
L
os seres humanos sabemos que vamos a morir y, aunque compartamos en un alto porcentaje nuestro genoma con otros seres vivos, estos últimos ignoran que son mortales. ¿Fortunio o desgracia? Sin duda, algunas personas quisieran vivir sin pensar en esta condición, ni vivir ninguna situación que se las recuerde. E. Duque afirma que la sociedad actual expele la muerte y, en consecuencia, ha cifrado una conspiración para silenciarla. Queremos esconder la realidad de la muerte para distraernos en una vida llena de cosas superfluas y banales. Adicionalmente, cada vez más existe un rechazo fragante al duelo, llegando incluso a su supresión. Frente a la muerte de alguien, ojalá cercano, hemos acuñado formas de hablar que le restan trascendencia: “pues nada, la vida sigue…”, “mañana será otro día…”, “este sentimiento ya pasará y la vida volverá a la normalidad…”. Sin embargo, allá en lo profundo, una voz clama y reclama por el deseo de vivir el dolor de la muerte y encontrarle significado. La conciencia de nuestra condición finita nos invita a aprender a
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vivir con la idea de la muerte, pero de un modo que nos dé pistas para comprenderla y aceptarla, aunque no resulte fácil. Qué es la muerte es una pregunta que salta una y otra vez a medida que recorremos el camino de la vida. Ahora que me encuentro en la adultez media, no han sido pocas las ocasiones en las que he sido partícipe de la noticia de la muerte de familiares, amigos y allegados y, en sus velaciones, exequias y entierros, no ha faltado quien recuerde la pregunta con cualquiera de sus variantes: ¿qué pasa cuándo morimos? ¿Por qué Dios se lo llevó? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Qué será de nuestra vida sin él o ella? Estas y otras preguntas están demandando una respuesta que le dé sentido a la muerte. Pero, no solo a ella sino también a la vida. Ricoeur afirmaba a este respecto que la muerte, lejos de ser un acto meramente biológico o médico, nos lleva a encontrar un sentido que guía nuestra libertad y nos indica si hemos apreciado la vida en su verdadero valor, si hemos alcanzado lo que nos propusimos y si hemos vivido con autenticidad. Una de las intenciones más importantes de este libro es proponer diferentes claves de lectura al fenómeno de la muerte. Las voces reunidas aquí, si se quiere, desde una plataforma académica muy propia de una cosmovisión occidental, quieren brindar una respuesta que restablezca la dignidad de la muerte. No podemos negar que otros estudiosos del tema y de sus fenómenos concomitantes, como Elisabeth Kübler-Ross e Isa Fonnegra, han sabido devolverle a la muerte su dignidad. En estados de enfermedad y declive, tenemos derecho a saber que viviremos pero, igualmente, que moriremos. La muerte, como existenciario antropológico, merece ser pensada más aún cuando se sabe de su proximidad. Si bien el sofisma de Epicuro que reza “la muerte no tiene por qué preocupar al hombre, pues, mientras este sea, ella no será, y cuando ella sea, aquel no será” puede aliviar en algo la ansiedad ante la muerte, no debería llevarnos a desatenderla y encontrarle sentido. K. Rahner señala que “la muerte es lo más trágico de la vida humana” y, dentro de una lectura substancialista negativa, podríamos entender esta afirmación como la principal agresión a la vida. En otras palabras, si la vida es ser, la muerte es dejar de ser. En palabras de A. Iniesta, “la muerte es el mal absoluto que nos roba de una vez y para siempre todo lo que tenemos y todo lo que somos”. Tal comprensión
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Introducción
fortalecería nuestra resistencia a aceptar la muerte y buscar, por todos los medios, la manera de permanecer con y en la vida porque en ella está la totalidad de nuestro ser. Como consecuencia, conspiramos, reprimimos y negamos vitalmente la muerte para poder vivir. Nos encerramos en nosotros mismos para evitar la muerte e imaginamos que participamos en algo con valor duradero para creer que trascendemos la muerte al crear un sistema de héroes. Por el contrario, si dejamos de concebir la muerte como lo opuesto a la vida, y la concebimos como una experiencia de la vida misma, ya no habría resistencia, aunque persista algo de miedo frente a la muerte. H. Nouwen dice que, en general, nosotros no queremos morir aunque tengamos que afrontar la muerte. Por eso, lo mejor es entablar amistad con la muerte para reconocerla plenamente como una realidad que forma parte intrínseca de nuestra humanidad. Sin embargo, aunque podemos reconocer que la muerte ha formado siempre parte de nuestra vida, sigue siendo la mayor incógnita de nuestra existencia. Tal cuestión no debería paralizarnos en la búsqueda de sentido, aunque su elaboración sea incompleta y no satisfaga del todo a quien se hace la pregunta. No es gratuito que el libro que tiene en sus manos aventure una múltiple respuesta a la pregunta de qué es la muerte por parte de algunas disciplinas que, por su naturaleza epistemológica, les sería insoslayable. Todas ellas se inscriben dentro de las Ciencias Sociales y Humanas y, por lo tanto, la muerte les resulta un problema que, para el caso de los autores invitados, les cuestiona, les inquieta y les apasiona. Cada uno de los profesores investigadores que exponen aquí sus ideas ha tenido la oportunidad de reflexionar acerca del tema de la muerte durante años dentro del marco de su ejercicio profesional sin dejar de lado la vida misma. Este ha sido de uno de los factores que ha ayudado para que este proceso editorial se hubiera realizado con cierta celeridad. En mi caso, debo reconocer que el tema de la muerte me ha inquietado desde hace mucho tiempo. De hecho, como teólogo, he incursionado en la antropología teológica y la escatología para encontrar respuestas a la pregunta por la muerte. Sin embargo, hace poco más de un año, en una de celebración exequial, un amigo muy cercano me pedía que le explicara qué es esto de la muerte, pero me ponía como condición que la respuesta debería ser comprensible para él, una
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persona con formación universitaria pero desconocedor de aquellos lenguajes metafísicos que, a cambio de aclarar las cosas, solo generan un enredo interno y abocan al sujeto a volver a verdades dogmáticas y doctrinales. Este suceso suscitó en mí el deseo de convocar a otros profesores de diferentes disciplinas que compartieran mi inquietud. Debo resaltar que, por el trabajo que realizo en la Pontificia Universidad Javeriana, no me fue difícil comprender que, si quería dar “una” respuesta a la pregunta, debería ser desde diversos flancos. Así, a través de algunos departamentos, me puse en contacto con los profesores que en esta obra fungen como autores. Me resulta significativo recordar que ninguno de aquellos a los cuales cursé la invitación me dijo que no. Al contrario, la respuesta fue positiva e inmediata. Pronto vino una reunión de todo el grupo para revisar la propuesta y, al final, acordamos que sería un libro dirigido a aquel público que, teniendo una formación profesional, estaría interesado por el tema de la muerte y, aunque las diferentes exposiciones integraran términos, ideas y expresiones especializadas, debería ser pedagógico en su exposición. Su lenguaje habría de revelar un tono sereno y claro. Buscar este justo medio sería una señal de respeto al lector para no subestimarlo de ningún modo, pero tampoco para aburrirlo con ideas muy densas. Adicionalmente, se le pidió a cada autor que en el desarrollo de su exposición –ya fuera en un tono narrativo, analítico, reflexivo, fenomenológico, etcétera– debía reconocer la riqueza que encierra la muerte y explorar su significado como experiencia, símbolo, memoria, realidad vital o sacramento. Por supuesto, le corresponde al lector juzgar si logramos este cometido a medida que avance en sus páginas. Este libro tiene siete capítulos, cada uno a cargo de un profesional y estudioso de las siguientes disciplinas: Literatura (Jaime Alejandro Rodríguez), Antropología (Eugenia Villa), Sociología (Samuel Vanegas), Psicología (Nubia Esperanza Torres), Medicina (Leonardo Garavito), Filosofía (Roberto Solarte) y Teología (José Luis Meza). Cada capítulo se desarrolla bajo tres movimientos: primero, una problematización a manera de introducción; segundo, una profundización desde los elementos propios del saber en el cual se enmarca el capítulo y, tercero, un cierre a manera de conclusión y prospectiva. Desde ahora, el lector puede suponer que se trata de miradas parciales en
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Introducción
donde saltan las opciones que cada autor ha hecho para dar cuenta de la pregunta por la muerte. En consecuencia, estas lecturas se comportan como provocaciones alrededor del tema y, por lo tanto, podrían suscitar nuevas preguntas. En el primer capítulo, Jaime Alejandro Rodríguez ofrece cinco aproximaciones literarias acerca de la muerte. En primer lugar, la ilustración de dos intenciones literarias clásicas: la presentificación, es decir, siguiendo a Gumbrecht (2004), la capacidad que tiene la literatura en cuanto dispositivo mimético de hacer presente la experiencia humana. Para ello, se comenta lo que hace Tolstoi en su pequeña obra maestra La muerte de Iván Illich. El otro modo literario es el simbólico, es decir, la capacidad literaria de sugerir otros significados de la muerte. Para este propósito, se comenta brevemente el cuento de Borges titulado “La muerte y la brújula”. En una segunda aproximación, se explica el modo simbólico de la literatura utilizado en la novela El infierno de Amaury (2006), la cual puede considerarse a la vez como presentificación de la llamada experiencia cercana a la muerte y como alegoría de la transición cultural actual (muerte de una era, nacimiento de otra). La tercera aproximación tiene la forma de una epístola en la que se cuenta lo que algunos han llamado “la muerte de la literatura”. En seguida, se ofrece, en el modo de crónica, una diferenciación entre las actitudes ante la muerte de dos pueblos latinoamericanos: el colombiano y el mexicano. Finalmente, se presenta un cuento breve que tiene la muerte como temática. El segundo capítulo es una bella expresión del trabajo investigativo realizado por la antropóloga Eugenia Villa durante más de veinte años. Su escrito hace un reconocimiento a la gran variedad de cultos, ritos y creencias con que los seres humanos de todas las épocas y lugares han buscado explicar y manejar el tema de la muerte. El capítulo consta de dos partes. La primera se refiere a la muerte, al miedo a la muerte, al entierro humano y sus significados para conocer la evolución de la cultura humana y entender las relaciones entre muerte y religión. En la segunda parte, se hace una amplia relación del tema de la muerte desde la agonía, la muerte, los procedimientos con el cadáver y el culto a los muertos en distintas culturas humanas. Ambas partes
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muestran cómo el hombre1 de todas las culturas y de todos los tiempos ha desarrollado gran variedad de ritos y creencias para explicar y manejar la muerte: procedimientos con el cadáver, ceremonias de despedida, culto a los muertos y el más allá. Las sociedades arcaicas tienen integrada la muerte en su vida cotidiana. Cuando muere alguien, se avisa a toda la comunidad y se procede con los rituales sagrados de preparación del cadáver, velorio y consumo de alimentos, procedimientos con el cadáver (inhumación, incineración, embalsamiento, inmersión, etcétera). Todos los grupos humanos tienen la idea de un más allá al que se llega después de un largo y penoso viaje para el cual el muerto es preparado. El culto a los muertos se encuentra en todas las culturas, lo mismo que un día especial para honrar a los muertos que en ese momento se hacen presentes. Sin embargo, de otra
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Parecería un desconocimiento trasgresor el que, frente a los aportes hechos por el lenguaje de género y el camino recorrido por los movimientos feministas, este libro haga una recurrencia en el uso de la palabra “hombre” bajo el supuesto de una reducción en su significado y una exclusión de la parte femenina del género humano. Nada más lejos de nuestra intención. Al contrario, queremos recuperar el significado primero, profundo y englobante de la palabra “hombre”. Panikkar expresa con claridad las razones de su uso: “Como intento en mis otros escritos, cuando escribo “hombre” me refiero al puruṣa, anthrôpos, homo, Mensch y no permito que el varón monopolice la palabra. Soy demasiado sensible a los orígenes derogatorios y hasta denigrantes a veces de las palabras usuales para designar a las women, mulieres, etc. La mayoría de lenguas, a diferencia del inglés, no confunde el género con el sexo. Utilizar la diferencia sexual como lo más importante en el hombre traiciona una ideología particular como la que traicionaría si dijéramos “ricos y pobres”, “blancos y negros” para abarcar a la raza humana. No debemos fragmentar nuestra personalidad innecesariamente. Tampoco convence utilizar expresiones que nos convierten en simples miembros de una clase, como “humanos” y “ser humano”, eliminando con ello nuestra dignidad única y no clasificable. En rigor, ni hombre ni Dios tendrían que ser del género masculino, pero permanece el hecho de que este último ha monopolizado tanto lo humano como lo divino. La palabra “humanidad” nos resulta demasiado abstracta, y la expresión “género humano” conlleva una ideología darwinista (como si el hombre fuera una especie) que nos parece inaceptable. Decir “hombre/mujer” o “él/ella” no haría más que acentuar esta escisión mortal de la cultura moderna. Por todo esto y en espera de un utrum, de un nuevo género que incluya el masculino y el femenino sin ser neutro (neutrum: ni uno ni otro), uso la palabra “hombre” para referirme al anthrôpos. La palabra hombre no es un monopolio del varón; acaso debiera ser del género epiceno (ἐπικοινός)” (Panikkar, 205, p. 24). Así las cosas, usamos la palabra “hombre” para referirnos al existenciario humano en toda la potencialidad de su diseño (masculino y femenino) y, como si se tratase de una voz profética, queremos hacer un llamado para liberarla del cautiverio semiótico en el cual se encuentra, al menos, en la lengua española.
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parte, nos hace caer en cuenta que para el hombre de hoy la muerte se ha convertido en un tabú, no se habla de ella, ha sido escondida en hospitales, sacada a las funerarias y localizada en jardines o parques cementerios que ha perdido gran parte de la arquitectura y estatuaria de los cementerios urbanos. Samuel Vanegas, en el tercer capítulo, reformula la pregunta base en términos de cómo adviene la muerte en la sociedad actual para que sea más consecuente con el trabajo de la Sociología. A partir de esta cuestión, se hace un abordaje de los modos actuales que consideran la muerte como algo “no natural” y se sostiene que esto es resultado de la emergencia de la “soberanía del individuo” en las sociedades contemporáneas. Hacer una mirada al largo proceso histórico que ha configurado al ser humano también significa constatar que la actitud ante la muerte ha cambiado. Al observar distintos grupos humanos en un momento determinado, permite descubrir distintas maneras de asumir la muerte y, en consecuencia, constatar que no es algo dado sino elaborado. De hecho, hoy evidenciamos un salto: la muerte ha pasado de ser algo que se afrontaba colectivamente a un asunto que pertenece, en el mejor de los casos, a la intimidad de pequeños grupos pero, en lo fundamental, a individuos. Derivadas de esto, se hacen algunas consideraciones acerca de las razones sociales que acarrean el sufrimiento personal ante la muerte. El cuarto capítulo revela de forma valiente la reflexión del médico Leonardo Garavito, en la cual concluye que la práctica clínica y las posibilidades tecnológicas de la medicina han cambiado los procesos naturales de salud y enfermedad, hasta el extremo de modificar el final de la vida y el propio morir del hombre. La medicalización de la vida y de la muerte en el contexto de la nueva sociedad del conocimiento ha generado en no pocas ocasiones más preguntas que respuestas y ha abocado a la sociedad, al paciente y al médico a situaciones clínicas antes imposibles, a caminos sin salida e, incluso, a que se pierda el horizonte del verdadero sentido de la medicina. En el ejercicio médico, se ha redefinido la muerte bajo expresiones objetivas que declaran científicamente que un sujeto está muerto: “la cesación de la función cardiorrespiratoria”, “la pérdida irreversible de la función cerebral” o “muerte cerebral”. Además, en el legítimo afán de preservar la salud y la vida, la práctica
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médica, no solo ha favorecido la calidad y la expectativa de vida del hombre, sino que también ha alejado la muerte natural, creando limbos donde se confunde la prolongación de la vida con el retraso de la muerte. La equivocada negación de la muerte, tanto para la sociedad como para la medicina, en un mundo donde todo pareciera posible, favorece prácticas que se alejan de lo prudente. Por lo tanto, hoy más que nunca, es necesario buscar el balance entre lo posible y lo real. La responsabilidad de la medicina implica un papel en el buen morir del hombre, sin privarlo de las posibilidades de curación o recuperación siempre que las haya, dentro de un contexto de proporcionalidad, basado en el respeto por la persona y su autonomía. Desde una perspectiva psicoanalítica, Nubia Torres propone en el capítulo quinto que la vida psíquica del ser humano está sometida al influjo de pulsiones primarias y fundamentales en constante movimiento y contraposición, generando producciones diversas que van de la salud, la creación, la vitalidad y el conflicto a la enfermedad, la apatía, el aburrimiento y la pérdida de sentido. De forma particular, se hace énfasis en la última polaridad pulsional descrita por Freud referida a lo que se ha denominado “pulsiones de vida” y “pulsiones de muerte”, polaridad implicada constantemente en todos los procesos vitales en los que la autodestrucción tiene un lugar central y en el que la heterodestrucción sería un camino de alivio de la tensión interna. Más todavía, desde el aporte de A. Green con respecto a la muerte psíquica, podríamos comprender la razón por la cual en el funcionamiento de los seres humanos aparecen sentimientos de indiferencia, futilidad y sinsentido a cambio de otros sentimientos verdaderamente nobles. En un esfuerzo por entender la dinámica del sujeto frente a la muerte, la autora formula algunas hipótesis que se constituyen en claves para pensar asuntos insuficientemente esclarecidos sobre el funcionamiento individual y social de los seres humanos en un contexto como el nuestro. En el capítulo seis, Roberto Solarte lleva a cabo una revisión sistemática y sintética de tres hitos pretéritos de la filosofía que asumieron la muerte como uno de los problemas de reflexión acerca del ser humano. El autor parte de Fedón de Platón, texto fundante de la tendencia filosófica que piensa la muerte como una separación del alma, elemento en el cual se encuentra la verdadera identidad de la persona. Luego,
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considerando a Aristóteles, desarrolla una reflexión opuesta que considera la mortalidad en la definición de la vida humana. Finalmente, pasa al legado de Agustín de Hipona, quien da una respuesta diferente al problema de la muerte al articular la respuesta platónica con la tradición cristiana a la cual le subyace una concepción unitaria de la persona. Los tres acercamientos dejan en claro una idea de trascendencia del ser humano más allá de la muerte, idea que permanece en la reflexión filosófica cristiana contemporánea como queda bien ilustrado con P. Ricoeur, para quien la muerte es una apertura a lo Esencial: “Y esto Esencial se prefigura en la compasión, en el acompañamiento, en la amistad, es decir, en una estructura yo-tú de salida. Esto esencial es lo que acontece cuando vivencio mi morir”. La mirada teológica se hace presente en el último capítulo bajo mi propia pluma, al intentar una respuesta a una de sus tematizaciones más recurrentes precisamente porque la pregunta ante la muerte ha estado siempre presente en la historia del cristianismo. “El máximo enigma de la vida humana es la muerte”, proclama el magisterio de la Iglesia (GS, 18) y, por ser un misterio (“realidad profunda”), la teología ha intentado comprender esta experiencia, siempre de forma inacabada aunque tenga la certeza de que con la muerte no acaba todo. En la primera parte, inspirados en la invitación de Congar a preguntarnos cómo vive día a día el cristiano el misterio de la muerte y su celebración, hacemos una aproximación a la manera como el hombre de hoy está pensando y sintiendo la muerte, ya que, a nuestro modo de ver, existe una diferencia entre la fe propuesta y la vivida. Más aún, al parecer, la comprensión cristiana de la muerte está un tanto distante de la conciencia del hombre contemporáneo. En la segunda parte, traemos a colación algunos desarrollos de la teología cristiana muy propios de la escatología, la cristología y la antropología teológica que establecen el sentido de la muerte en referencia constitutiva con la muerte-resurrección de Jesucristo. Por último, arriesgamos una respuesta al misterio de la muerte desde una perspectiva interreligiosa, ayudados de una metáfora muy propia de R. Panikkar. Con todo, como en el trasfondo de todo el capítulo, permanece la pregunta rahneriana: “¿qué dice sobre nosotros la muerte, que nos mira siempre?”. Su exposición quiere aportar algunos elementos para comprender nuestra condición humana.
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Con la publicación de este libro, culmina aquel proceso que inició con una invitación a sus autores. Con seguridad, el trabajo de cada uno de ellos alrededor del tema proseguirá así como se estaba llevando a cabo mucho antes de él. La muerte se convirtió en un pretexto para encontrarnos, dialogar, compartir pareceres, escribir, leernos mutuamente y, al final, tener esta obra colectiva. Por todo esto, guardo hacia cada uno de ellos un profundo agradecimiento. Gracias por la seriedad, entrega y generosidad que tuvieron. Gracias también por la paciencia al corregir una y otra vez sus manuscritos y atender a mis innumerables correos electrónicos. Igualmente, gracias al P. Jorge Humberto Peláez, S.J, quien aceptó con sencillez y disponibilidad la tarea de hacer el prólogo, creyendo en lo que habíamos hecho. Y, finalmente, no puedo dejar de agradecer a la Pontificia Universidad Javeriana, a los decanos de las facultades de Medicina, Ciencias Sociales, Psicología, Filosofía y Teología, que patrocinaron este proyecto, y a Nicolás Morales, director de la Editorial Javeriana, quien también acompañó profesional y financieramente el proceso editorial para que llegara a feliz término. No faltará quien considere que el contenido de cada capítulo y el conjunto de todos ellos apenas hacen un esbozo. Tendrá toda la razón. Como ya lo hemos dicho arriba, las diferentes lecturas quieren ser una provocación ante el problema de la muerte. Si bien, no pretenden generar confusión, si quieren inquietar al lector para que continúe en búsqueda de otras posibles respuestas. Así como la muerte posee un valor educativo porque nos enseña que nuestro sentido no está en el tener y que el amor es lo único que queda después de la muerte, igualmente, esta obra tiene una pretensión educativa: que el lector se haga más amigo de la muerte, aunque permanezca el miedo hacia ella. Nosotros no queremos morir, aunque tenemos que afrontar nuestra muerte –sí, “entablar amistad” con ella– con todo el realismo posible. Ahora bien, aunque debemos hacer amistad con ella, es decir, reconocerla plenamente como una realidad que forma parte intrínseca de nuestra humanidad, la muerte sigue siendo nuestro enemigo. Aunque debemos hacerlo, nunca estamos preparados para ella. Aunque debemos buscar el sentido de la muerte, nuestra protesta contra ella revela que nunca seremos capaces de encontrar un sentido que pueda eliminar nuestro miedo (Nouwen, 2009, 78).
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Por tal razón, el libro que tiene en sus manos aventura una múltiple respuesta a la pregunta “¿Qué es la muerte?”. Hemos recogido aquí las voces de algunas disciplinas —literatura, antropología, sociología, psicología, medicina, filosofía y teología—para las cuales resulta insoslayable esta pregunta. Su lenguaje sereno y claro, aunque académico, quiere satisfacer a aquel lector que siente inquietud respecto al tema. Los tonos narrativo, descriptivo, analítico, metafórico y hermenéutico que se encuentran en sus siete capítulos reconocen la riqueza que encierra el problema de la muerte y exploran su significado como realidad existencial, símbolo, memoria, complejidad o sacramento.
“… En la actualidad, la muerte, junto con la enfermedad y el dolor, no son objetos de reflexión personal, ni se considera de buen gusto que sean incluidos como tema de conversación. De ahí el valor de este libro que ilumina, desde diversas disciplinas, las preguntas sobre el misterio de la muerte que tanto nos preocupa, aunque queramos ignorarla”. [Del Prólogo, P. Jorge Humberto Peláez, S. J.]
Así como la muerte posee un valor educativo porque nos enseña que nuestro sentido no está en el tener y que el amor es lo único que queda después de la muerte, así también esta obra tiene una pretensión educativa: que el lector se haga más amigo de la muerte, aunque permanezca el miedo hacia ella.
La muerte. Siete visiones, una realidad
Los seres humanos sabemos que vamos a morir. ¿Fortunio o desgracia? Sin duda, algunas personas quisieran vivir sin pensar en esta condición. Más aún, la sociedad actual expele la muerte y, en consecuencia, ha cifrado una conspiración para silenciarla.
La muerte siete visiones, una realidad José Luis Meza Rueda edi tor
José Luis Meza Rueda Leonardo Garavito Goubert Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz Roberto Solarte Rodríguez Nubia Esperanza Torres Calderón Samuel Vanegas Mahecha Eugenia Villa Posse