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Editor General Álvaro Mendoza
alvaro@mercadeoglobal.com
Asesoría Periodística Carlos Eduardo González caredugo@mercadeoglobal.com
Diseño Giancarlo Rodríguez
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EDITORIAL
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Cuando perder puede ser ganar, ¡y mucho! “Es duro fracasar, pero es peor no haber intentado tener éxito” Theodore Roosevelt
¿Recuerdas cuándo cometiste el último error? ¿Hace solo unos segundos? ¿Pocos minutos antes? ¿Hace unas horas? Equivocarnos es lo que más hacemos los seres humanos a lo largo de la vida. Cada día, todos los días, cometemos errores y vivimos amargados por ellos, sin entender que no son más que valiosas lecciones de la vida.
Es producto del modelo educativo en el que crecimos y nos formamos: demasiadas prohibiciones y escasas libertades. Nos enseñan a “No hacer”, pero no nos enseñan a “Hacer”. Entonces, cuando crecemos, cuando debemos que tomar el control de nuestra vida y llevarla por el camino que conduce a nuestros sueños, no sabemos qué hacer.
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La gran cantidad de errores que cometemos cada día está fundamentada en dos hechos: miedos y malas decisiones. Los miedos surgen de esa educación castrante: “No hagas”, “No digas”, “No comas”, “No llores”, “No sufras”, “No hables”… Es una lista larga, casi interminable, que nos motiva a levantar infinidad de obstáculos para protegernos. Las malas decisiones, mientras, son consecuencia de los miedos, pero también se sustentan en la falta de conocimiento: dado que no aprendemos de los errores que cometemos, nos involucramos en un círculo vicioso del que es muy difícil liberarse. Peor aún, nos familiarizamos con el error, casi que nos encariñamos con él. El error, amigo mío, es el mejor maestro que la vida pone a nuestra disposición. Por error, ponemos un dedo sobre el fogón prendido y aprendemos que hay que tener cuidado con la candela. Por error, no resistimos la tentación de correr sobre el baldosín mojado y sufrimos una dura caída; aprendemos a tener precaución en las superficies deslizantes. El error es simplemente una señal de alerta. Como el pare (Stop) que hay en una esquina y que nos previene de un cruce peligroso. O la tos y la congestión nasal que nos indican que nuestras defensas están bajas y podemos contraer un resfriado. O el malestar estomacal que nos dice que ya comimos 6
suficiente y corremos riesgo de indigestarnos. Todo el tiempo, todos los días, recibimos mensajes que son señales preventivas. Y casi siempre las omitimos: ¡ese es el error! En nuestro negocio, quizás, empezamos a notar que las consultas en la web descienden, que el número de ventas se estancó, que los clientes no abren los emails que enviamos, y nos hacemos los de la vista gorda. ¡Error! Hace un tiempo, conversando sobre este tema con un amigo de vieja data, reíamos por lo irónica que puede ser la vida. Estamos en capacidad de escribir un corto libro relatando nuestros aciertos, pero también podríamos publicar una gran enciclopedia, de esas de antaño, con tomos enormes, enumerando la cantidad de errores que hemos cometido.
Producto de ese sistema educativo en el que crecimos, percibimos el error como una molestia. Procuramos evitarlo y, si tropezamos con la misma piedra, nos lamentamos, lloramos un poco y seguimos adelante. Irónicamente, cometemos un error más grande: no sacamos provecho de las enseñanzas que nos brinda esa experiencia.
Como tú, como cualquiera, durante mucho tiempo fui tolerante con el error y hasta llegué a entablar amistad con el fracaso. Hasta que un día vi que mi vida era un desperdicio, que no tenía pies ni cabeza y decidí dar un giro de 180 grados. Eso, de ninguna manera, significa que ya no cometa errores: lo hago, y a veces son costosos, dolorosos, penosos…
En la edición de diciembre de MG La Revista, el tema central fue el éxito. Sin embargo, tú y yo sabemos que toda moneda tiene dos caras y la opuesta al éxito es el fracaso. Que, por lo general, es consecuencia de nuestros errores. Por eso, cuando aún hay tiempo para reflexionar y planificar el nuevo año, te propongo profundizar sobre este tema.
Lo cierto es que no sé en dónde estaría hoy si en el pasado no hubiera cometido esos errores, si no hubiera fracasado como lo hice. Quizás, paradójicamente, sería un hombre fracasado. Aprendí que hay que saber convivir con el error y con el fracaso, porque son intrínsecos de la naturaleza humana, pero solo para aprovechar lo nos enseñan
Como persona común y corriente, como emprendedor y mentor y como sicólogo de profesión, debo reconocer que el error y el fracaso no han sido ajenos para mí. Pero, ¿sabes?, esa es mi gran fortuna: cuanto más me equivoco, más aprendo; cuanto más aprendo, más puedo enseñar; cuanto más enseño, más pleno y feliz soy.
Aprendí, también, que el peor error, el más doloroso de los fracasos, es que un tropiezo sea el final de tu camino. Un obstáculo, un revés, una quiebra, una pérdida, no son más que eso, accidentes en el camino. Pruebas que nos pone la vida para saber de qué estamos hechos, para que entendamos cuán valiosas son las herramientas que poseemos.
Si nos enseñaran a sacar provecho de las equivocaciones, a desarrollar la capacidad para levantarnos y seguir adelante después de un fracaso, la vida sería más sencilla y, sin duda, mucho más feliz.
Hoy, con orgullo y satisfacción, puedo decir que soy una persona feliz y exitosa. ¡Hoy! Por eso, cada día hago mi mejor esfuerzo para revalidar esos estados que me impulsan a seguir adelante. A eso llegué gracias a lo que aprendí de los errores, a que me levanté después de cada fracaso, a que no me rendí. Ese, sin duda, ha sido mi mayor éxito…
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¿Por qué fracasamos? Las 5 razones más comunes “Si no eres parte del problema, eres parte de la solución”. Esta conocida frase resume, a mi juicio de manera brillante, la diferencia que hay entre una vida feliz y otra llena de amargura y dolor. La pregunta que todos deberíamos hacernos, ojalá cada día al despertar, es ¿en cuál de los bandos queremos estar? He ahí el dilema. La vida es una sucesión de decisiones. Solo hay dos que que se salen de nuestro alcance: cuándo nacemos y cuándo morimos. Sin embargo, el tiempo que transcurre entre uno y otro momento estamos expuestos a tomar decisiones. Y cuando tomamos decisiones, por supuesto, estamos expuestos a equivocarnos, a fracasar, y a sus consecuencias. Dicho así, parece simple. Podríamos agregar que es un proceso natural. Pero, lo sabemos, no es así. De hecho, es al contrario: nos educan con un espíritu sobreprotector que nos limita la capacidad para tomar decisiones, que la distorsiona. Por el temor a los efectos, a las consecuencias, pre8
ferimos vivir en una urna de cristal creyendo que somos felices. “Es que no quiero que tú pases por lo mismo que yo, no quiero que sufras”, es la frase que sale de boca de nuestros padres y maestros para justificar su conducta. Es porque están convencidos de que su sobreprotección es el blindaje perfecto contra las equivocaciones, contra el sufrimiento, contra las decepciones, contra las traiciones.
Y, la verdad, esa actitud, más bien, es un blindaje contra el aprendizaje y, por ende, contra la felicidad y el éxito. Si no erramos, no aprendemos; si no aprendemos, no avanzamos; si no avanzamos, ¿para qué vivimos? La experiencia nos demuestra que el único error, el más costoso de todos, es asumir la vida con esa actitud. “Si no eres parte del problema, eres parte de la solución”. Todos tenemos sueños, ideales y propósitos, pero no todos tenemos la capacidad, ni la inteligencia, para luchar por ellos.
Entre otras razones porque es más fácil ser víctima, es más fácil tirar la toalla y culpar a otros, es más fácil decir que la vida es injusta, es más fácil y cómodo ser el problema. Lo que no nos enseñan, lo que nos negamos a entender, es que nosotros tenemos lo que se requiere para ser la solución. ¡Nadie nace predestinado al fracaso! Los errores son solo el fruto de nuestras acciones, de nuestras decisiones. Nada tienen que ver con quien nos rodea, con el país en que vivimos, con el clima, con la política: dependen de nosotros. La principal razón por la cual fracasamos es que no aprendemos, que no nos aceptamos tal cual somos, que nos obsesionamos con la perfección, en vez de trabajar en provocar la felicidad, en sustentar el éxito. Por eso, a veces, la vida se nos vuelve una sucesión infinita de errores, de fracasos y, lo peor, que son siempre los mismos tropiezos, o parecidos. ¿Cuál es la solución, entonces? Lo primordial es romper el yugo del modelo educativo que nos dieron y empezar a tomar las decisiones adecuadas, libres. Sin embargo, antes de eso es necesario saber por qué fracasamos. A continuación, te expongo cinco razones que te ayudarán a entender el origen del problema y te darán luces sobre la solución: 1) No somos perfectos: nos educaron bajo la premisa de que no debemos cometer errores, a pesar de que fallar es una característica natural del ser humano.
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Por eso, nos pasamos buena parte de la vida, malgastamos buena parte del tiempo y de los recursos que poseemos, en tratar de evitar lo inevitable: cometer errores. ¡Y eso está mal! Necesitamos ser conscientes de que todos nos equivocamos y necesitamos reconocer los errores. Ese es el primer paso para solucionarlos. Debemos conocer su origen, ver por qué se produjeron y trabajar en las causas, para controlarlas. Asumir el control de la situación con una mentalidad positiva nos da la posibilidad de aprender y no repetir el error. 2) No admitimos las limitaciones: el fracaso se da, principalmente, porque excedemos nuestras capacidades (las sobrevaloramos), porque desconocemos algunos aspectos de esa labor que emprendimos, porque nos dejamos llevar por las emociones y prescindimos de la razón. También, por los miedos que nos inculcaron de niños, que son una pesadilla. Necesitamos ser conscientes de que los personajes más grandes de la historia, aquellos que atesoraron las mayores fortunas, también fracasaron en algún momento. Quizás, más de una vez. La diferencia entre ellos y el resto de seres humanos fue su capacidad para seguir adelante, para sacar provecho de lo que aprendieron de ese episodio. 3) Eludimos la responsabilidad: esta es, sin duda, la principal razón por la cual nos cuesta aprender de los errores que comentemos, de los fracasos. En vez de mirarlos con una mentalidad positiva y tratar de aprender de ellos, nos enfocamos en lo negativo y, peor aún, solo nos preocupa hallar un culpable. Por supuesto, uno distinto a nosotros. Descargar la responsabilidad en otros es muy fácil, aunque no muy práctico. Mientras no desarrollemos la capacidad de aceptar que 10
nos equivocamos, perdemos la oportunidad de aprender lo que ese episodio nos puede enseñar. Debemos aceptar que cada acto que realizamos tiene una consecuencia: si fue algo negativa, ver qué pasó, corregir y seguir. 4) Tememos al cambio: parece increíble, pero es cierto. Hay personas que son conscientes de su equivocación, pero prefieren seguir amarradas a esa realidad que intentar modificarla. ¡Le tienen pánico al cambio, a la incertidumbre del cambio! Esa resistencia es, precisamente, la que nos desgasta, la que nos hace daño.
Quítale al fracaso el poder que tiene sobre ti: demuéstrale que eres más fuerte, que puedes aprender de él, que puedes superarlo. ¡Eso es éxito, eso es felicidad!
La vida es dinámica pura: nunca se detiene. La idea básica, entonces, es avanzar, pero cada vez que cometemos un error, que fracasamos, nos detenemos, es decir, vamos en contra de nuestra esencia, que es mantenernos permanentemente en movimiento. El error es parte del proceso, una muy importante, pero no tiene por qué volverse un obstáculo.
5) Tiramos la toalla: nos educaron para ser intolerantes con el error y el fracaso, para sentirnos mal cuando nos enfrentamos a ellos. Nos enfocamos en lo negativo y quedamos a merced de ellos, porque nos sentimos débiles, incapaces de superarlos. Nos importa demasiado el qué dirán y, por eso, muchas veces ni siquiera pedimos ayuda a otros. Lo que debemos saber es que cada error, cada fracaso, nos hace más fuertes si somos inteligentes y capitalizamos sus enseñanzas. Si tiramos la toalla, interrumpimos el proceso, desperdiciamos una oportunidad de aprendizaje que quizás no se nos vuelva a presentar. Necesitamos ser más tolerantes y más comprensivos con nosotros mismos. Conclusión: no te mortifiques por tus errores, siempre y cuando no sean recurrentes. Aprende de ellos, supéralos, agradéceles la lección que te brindaron y déjalos atrás, enterrados en el pasado, el lugar que les corresponde. Mientras, tú sigue tu vida, vive tu vida, disfrútala y actúa con inteligencia: ¡elige ser parte de la solución, no el problema!
El fracaso no es el punto final, sino un nuevo punto de partida. Es una oportunidad que nos da la vida para recomponer lo que está mal, para enderezar el camino. 11
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¿Por qué
fracasar
es necesario y valioso? ¿Sabes cuál es el problema con el fracaso? Que lo concebimos como el final del camino, como el punto final de la historia. A veces es así, sin duda, pero en la mayoría de las ocasiones es solo una escala, un alto provisional. En otras palabras, el fracaso también es una oportunidad que nos ofrece la vida y que, por lo general, no sabemos aprovechar.
¿Recuerdas cuando eras niño y querías aprender a montar en bicicleta? ¿Recuerdas la sensación de inmensa felicidad cuando la viste ahí, al lado del árbol de Navidad, envuelta en papel regalo? ¿Recuerdas ese primer pedalazo, cargado de pánico, que te hizo avanzar hasta donde tu imaginación no llegaba? ¿Recuerdas el dolor tras la primera caída?
Algo insólito si tenemos en cuenta que en América Latina 8 de cada 10 negocios fracasan antes de cumplir dos años. Deberíamos estar acostumbrados a fracasar, deberíamos haber aprendido algo del fracaso, pero no es así. Para muchos de esos empresarios, el fracaso significó el punto final de su emprendimiento. Borrón y cuenta nueva.
¡Auch! Te raspaste las rodillas, te provocaste un hematoma que llevaste contigo durante unos días y, lo peor, tu orgullo quedó magullado. Y ahí tocamos el punto álgido del asunto: el ego: lo que nos molesta de fracasar es el famoso qué dirán. Más que el dolor físico, más que las heridas, lo que verdaderamente nos importa es la opinión de otros.
Fracasar, nos guste o no, nos duela o no, es parte del proceso. NO es el proceso. Es un nuevo comienzo en un punto intermedio, por eso es que necesitamos aprender de esas experiencias negativas, dolorosas, incómodas. Todo aquello que viviste antes del fracaso es aprendizaje, es valioso, seguramente es positivo para tu futuro.
Por eso mismo, en la mayoría de las ocasiones desaprovechamos esa oportunidad de aprendizaje que es el fracaso. Lo más difícil no es el fracaso, pues somos conscientes de que es algo natural, intrínseco del proceso, sino la aceptación del mismo. ¡Sí, que otros se enteren de que fracasamos! Esa carga moral y emocional es la que no sabemos soportar.
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“Fallé más de 9.000 tiros en mi carrera. Perdí más de 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y lo erré. He fracasado una y otra y otra vez en mi vida y, por eso, he tenido éxito”. El dueño de estas palabras es ni más ni menos que Michael Jordan, una de las estrellas del baloncesto mundial, leyenda indiscutible de todos los tiempos. ¿Michael Jordan fracasó? La pregunta genera comezón, pues se trata de uno de los modelos de éxito, de perfección más impactantes de los últimos 40 años. Aún retirado de los tablados, aunque no pudo concretar una carrera como beisbolista, Jordan es sinónimo de éxito. Pero, él reconoce que fueron muchas las veces que fracasó, afortunadamente.
Nos enseñar que tenemos límites, pero también que podemos superarlos; nos enseña que somos falibles, pero también que tenemos el poder de recuperarnos y superar esa dificultad. La española Mila Cahue, doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, sostiene que “los grandes maestros pulen su arte (el que sea) a base de cometer errores y corregir. Es absolutamente hilarante pensar que uno se va a convertir en maestro de nada sin equivocarse”. Cahue es la autora de los libros Amor del bueno y El cerebro feliz.
Y digo afortunadamente porque, aunque hay corrientes de pensamiento contrarias, soy de los que piensan que el fracaso es la mejor oportunidad de aprendizaje.
Si fracasas es porque lo estás intentando, porque has avanzado. Es un mensaje que te envía la vida para que corrijas algo, para que liberes una carga, para que saques tus fuerzas. 15
Fracasar, por más doloroso que resulte, significa abrir una puerta a opciones ilimitadas: a la oportunidad de madurar, al autoconocimiento, a la tolerancia, a la curiosidad, a la aceptación de la crítica, al descubrimiento de nuevas opciones. El problema es que el modelo educativo en el que crecimos nos enseñó que el fracaso está mal, que no sirve.
3) Corrige: la única razón por la cual los
Robert Kiyosaki, uno de los autores más influyentes de la actualidad, dice que “El fracaso es la derrota del perdedor y la inspiración de los ganadores”. Entonces, de lo que se trata de saber es en cuál de los bandos estás. ¿Perdedor o ganador? El perdedor encuentra en el fracaso una cómoda zona de confort que disculpa su pobreza, la económica y la mental.
4) Ayúdate:
muchas veces, fracasamos más de una vez por la terquedad de querer hacerlo todo solo. Aprovecha lo que aquellas personas que ya pasaron por lo mismo, y lo superaron, pueden enseñarte. Especialmente en los negocios, acudir a un mentor no solo acorta la curva de aprendizaje, sino que también minimiza los efectos de un fracaso.
Una de las razones por las cuales esto ocurre es que no hay un libreto, no hay una fórmula exacta, no hay fórmula mágica para aprender a capitalizar los fracasos. Tú, y solo tú, debes diseñar tu propio sistema, el que te resulte efectivo, el que garantice el aprendizaje y facilite la superación del obstáculo. Aquí te comparto cinco alternativas:
5) Persevera: solo fracasa aquel que lo in-
1) Acepta: una frase de la sabiduría popu-
La diferencia ente el ganador y el perdedor está en la forma en que cada uno enfrenta el fracaso. El ganador saca fuerzas para aprender de esa experiencia y ese conocimiento en el futuro; el perdedor asume el rol de víctima y encuentra mil y una disculpas para no avanzar. El ganador supera sus miedos; el perdedor se queda a vivir con ellos.
2) Analiza: con una mano en el corazón,
La próxima vez que fracases, te invito a que seas más tolerante, más inteligente. No te castigues innecesariamente, no renuncies a tus sueños, no te rindas: acepta, analiza, corrige, ayúdate y persevera. Pronto descubrirás que ese tropiezo fue una oportunidad valiosa que te hizo más fuerte y, sobre todo, te acercó a tus sueños.
lar reza que el primer paso para solucionar un problema es reconocer su existencia. Acepta el fracaso, entiende que es una parte vital del proceso, algo natural. No tiene sentido que te autoflageles por algo que no puedes evitar, que además se presenta en tu vida como una oportunidad. Acepta y aprende. investiga las causas del fracaso. No busques un culpable, porque eso de nada te servirá. Identifica los hechos, situaciones o decisiones que provocaron el fracaso, y corrígelas. Estar consciente de esas razones es la verdadera enseñanza, porque es lo que te permitirá ser más precavido, evitarlas la próxima vez. 16
errores se repiten una y otra vez, por la que fracasamos varias veces, es porque no tomamos las medidas requeridas. El aprendizaje radica en cambiar los hábitos o las acciones que nos condujeron al fracaso. Corregir es de inteligentes y es el primer paso para reanudar la marcha y avanzar hacia tus sueños.
tenta, el que corre el riesgo de ir a perseguir sus sueños. Esa, más allá de las dificultades que se presenten, es una gran ganancia que debes aprender a valorar. Si caíste, levántate, sacúdete, sonríe y sigue adelante. Recuerda que el fracaso no es el punto final de la historia, sino una escala, algo provisional.
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MercadeoGlobal.com/8reglas
s e n o i c c 10 aitar o superar
v e a r pa o s a c a el fr Lo más aterrador del fracaso es su efecto paralizante. ¡Sí, el pánico que provoca que elijamos estar quietos en vez de actuar, de intentarlo otra vez! ¡Sí, le engaño que fabrica la mente y que nos impide seguir luchando por nuestros sueños, por lo que en vedad deseamos! ¡Sí, el obstáculo que nos desvía de la misión por la que vinimos a este mundo! El fracaso es el hábitat en el que el miedo nace, crece y se multiplica, de las formas más variadas que puedas imaginar. Se traduce en esas voces internas que te atormentan, que claman porque no te muevas, que te dicen que estás mejor así, que no lo vuelvas a intentar. Aunque suene un poco duro o dramático, ¡es como estar muerto en vida! Así fue, precisamente, como me sentí en algún momento, cuando el fracaso tocó a mi puerta, se la abrí y permití que entrara en mi vida. Era como si un fuego interior consumiera mis entrañas sin que 18
pudiera evitarlo. Hasta que llegó ese momento en el que dije ¡No más!, el punto bisagra, y tomé la decisión de darle un vuelco radical a mi vida. No fue cuestión de un abrir y cerrar de ojos, algo de un día para otro, sino un largo y a veces doloroso proceso de aprendizaje, de autoconocimiento, de crítica honesta y, por supuesto, de trabajo, de mucho trabajo. Un camino que, has de saberlo, todavía no termina: todos y cada uno de los días de mi vida debo hacer un esfuerzo por avanzar. Esa, amigo mío, es la otra cara de la moneda. Gracias a mis padres, a mi familia, a mi esposa y a mis hijas, a mi equipo de trabajo, a mis socios y a ti, cada día me levanto con la firme convicción de mantenerle cerrada al fracaso la puerta de mi vida. Gracias a estos maestros de vida, doy lo mejor para cultivar la capacidad de sortear las dificultades.
Eso no significa, de manera alguna, que esté blindado contra los errores y el fracaso. Soy un ser humano común y corriente y estoy expuesto a ellos, lo sé. Significa que tomé la firme decisión de no volver a fracasar (mientras esté a mi alcance) y que, entonces, me enfoco en las diez acciones que, he comprobado, me sirven para eludirlo. Antes de que las abordes, es menester hacer unas precisiones: no es un libreto perfecto, no es una guía, no es una poción mágica, no es una fórmula secreta. Se trata, simple y sencillamente, de cuanto he aprendido en el camino, del legado recibido de mis padres y mis mentores, un cúmulo de experiencias que, ojalá, te sean de mucho provecho:
1) Edúcate: el conocimiento no te garantiza que no ha-
brá fracasos, pero sí te dará herramientas y empoderamiento que aquellos no se conviertan en el final del camino. El conocimiento te hace más fuerte, amplía el horizonte de tu mente y te capacita para enfrentar esos miedos que aparecen cuando el fracaso toca a nuestra puerta.
2) Planifica:
la mayoría de los fracasos proviene de la improvisación. El fracaso, en otras palabras, no es más que la sucesión de pequeños errores que se transforman en un gran error. Planifica, diseña sistemas efectivos, traza objetivos a corto, largo y mediano plazo y saca el mejor provecho de los recursos que posees. Planificación es sinónimo de éxito.
3) Trabaja en equipo: pensar que
todo lo podemos hacer solos es simplemente el primer paso para ir directo al fracaso. El mundo moderno impone la unión de las fuerzas, la diversidad de visiones y la combinación de recursos. Despójate del rol de superhéroe y trabaja en equipo, ojalá con personas mejores que tú que te exijan al máximo.
4) Revisa y mide: muchas veces,
comenzamos un camino y solo nos detenemos cuando llegamos al objetivo previsto o cuando nos detiene un obstáculo. 19
Esa es una estrategia equivocada, pues la premisa de un sistema eficiente es revisar y medir en puntos intermedios para darnos cuenta de lo que, eventualmente, no funciona como debiera.
5) Corrige y mejora: consecuen-
cia directa de lo anterior. Si algo está mal, corrígelo y haz que funciones según tus previsiones. No temas al cambio: es posible que tengas que ir por un rumbo distinto, aunque el destino sea el mismo. No olvides que se hace camino al andar, que ningún libreto es perfecto y que la vida es dinámica pura, constante.
6) Asesórate:
busca un mentor que ya haya pasado por ese camino que ansías recorrer y, sobre todo, que haya superado esas dificultades, que haya sufrido esos fracasos. Esta es la forma adecuada para acortar la curva de aprendizaje y para blindarte de esos errores comunes que te llevan al fracaso. No aprovechar esta opción es una verdadera torpeza.
7) Crea redes: hoy, el éxito y la feli-
cidad en la vida dependen de quiénes te rodean. Así de simple, así de contundente. Rodéate de personas que tengan los mismos valores, las mismas aspiraciones, los mismos sueños que tú. Desarrolla la habilidad para relacionarte con otros y establecer vínculos estrechos que se traduzcan en compartir beneficios.
8) Asiste a eventos: invierte en
ti. No basta con tomar algunos cursos, con leer muchos libros, con seguir en redes sociales a los gurús digitales. Asistir a eventos presenciales te brinda beneficios que no conseguirás de otra manera, porque el contacto directo con los demás no tiene sustituto. Eso sí, elige los que, en 20
verdad, te aporten conocimiento.
9) Ten paciencia: la paciencia es
el arte de saber esperar, de entender que la vida no es fácil y que el camino está lleno de dificultades. Sin embargo, no es una espera estática: para que la paciencia tenga efectos positivos, debes estudiar, actuar, buscar alternativas. Ser pacientes es evitar caer en la ansiedad e improvisación que te llevan al fracaso.
10) Sigue probando: no te de-
tengas, no te rindas por nada del mundo. Si por este camino no funcionó, ejecuta las 9 acciones anteriores y sigue probando. Recuerda que no hay fórmulas mágicas y que cada día es una nueva oportunidad. ¡No la desaproveches! El fracaso no es tu destino, así que sigue probando, que tarde o temprano tendrás éxito. Lo peor que puedes hacer ante el fracaso es, irónicamente, no hacer nada. Quedarte quieto es darte por derrotado, concederle la victoria al fracaso y echar esa hermosa y única oportunidad que es tu vida al bote de la basura. Supongo que, por supuesto, no es lo que quieres. Entonces, date otra oportunidad, demuéstrale al fracaso cuán fuerte eres.
so a c a r f r e El prim el ; e t n e d i c es un ac el ; r o r r e n u segundo, o N . o t i b á h tercero, un u vida se t e u q s a t i o perm n e u q o g l na e a t r e i v n co a e d n e r p A deseas. e t a c ó f n e triunfar, . z i l e f r e s en
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ENTREVISTA
Emilio González
Valor y valentía para emprender y triunfar El valor y la valentía de una persona no se miden por sus ideales o sus sueños. Por lo general, todos tenemos ideales y sueños altruistas, enfocados en hacer el bien, en alcanzar la felicidad, en aportarle algo positivo al mundo. El valor y la valentía de una persona se miden, más bien, por los efectos de esos ideales, de esos sueños. Una de las razones por las cuales muchos seres humanos, en especial los que tenemos sangre latina, nos sentimos frustrados cuando llegamos a la edad madura es porque nos quedamos viendo cómo nos pasa la vida. Sí, siempre estamos a la espera de ese momento perfecto para dar el primer paso, y lo que hacemos es perder oportunidades. Durante algún tiempo, Emilio González fue uno de tantos latinoamericanos afectados por esa mentalidad. “Desde niño tuve muy claro que quería ser feliz ayudando a los demás. Al crecer, confirmé y reforcé 22
esa convicción”, asegura. Ideales y sueños loables, que hablan de su calidad humana, de la generosidad de su corazón, de la educación que recibió. Sin embargo, como a muchos otros, a Emilio permanecer allí, abrazado a esos ideales, a esos sueños, lo llevó a la temible zona de confort. Y en ella permaneció un tiempo, cómdo, sin
mayores problemas, sin demasiadas dificultades. Hasta que la lectura de las obras de Robert Kiyosaki y del español Raimon Samsó lo hizo espabilar, sacudirse. “Ese fue el primer clic, hace unos años. De ellos leí por primera vez conceptos como libertad financiera e ingresos pasivos, que se convirtieron en mi objetivo. Mi principal motivación era alcanzar el control de mi vida y de mi destino, no solo en lo personal, sino en el ámbito profesional”, cuenta. Un primer paso, pero uno muy importante. Sin embargo, había que avanzar, había que comenzar ese proceso de transformación, de formación, para que esos ideales y esos sueños no se quedaran en postulados y se hicieran realidad. “Lo más difícil fue salir de mi zona de confort, cambiar el chip mental que tuve durante muchos años”, confiesa. Era hora, entonces, de empezar a trabajar.
Pero, en la vida no es tan fácil aquello de diciendo y haciendo. Menos, cuando debes enfrentarte a tus miedos, a esas limitaciones que con tanto esmero cultivas en tu cabeza, con esas amarras con que atas tus sueños. “Uno de los errores más graves que cometí fue demorarme en iniciar, a la espera de que las condiciones fueran ‘más adecuadas’”. A cuántos de nosotros nos ha ocurrido lo mismo. Aplazamos una y otra vez, y otra, y así indefinidamente, en espera del momento perfecto. Y a algunos se les pasa la vida en eso y solo cuando la parca llega por ellos se dan cuenta de que, al fin de cuentas, no hicieron nada. Afortunadamente, Emilio se sacudió, se liberó de ataduras y ¡actuó! “Definitivamente, el mejor momento no es cuando el mundo, o tu mundo, sea perfecto. El mejor momento para comenzar es… ¡hoy!”. Y un hoy cualquiera, Emilio comenzó a andar, a hacer camino. Entendió que no podía esperar a conocerlo todo en un mundo globalizado como el actual en el que todo cambia con rapidez, especialmente el conocimiento. “Hubo momentos complicados, unos más que otros, pero me ayudó mucho tener claros mis objetivos, mis expectativas, mis convicciones. Y, sobre todo, comprender que el sacrificio tiene recompensa”. Y fueron múltiples sacrificios, esfuerzos, tropiezos y dificultades las que debió sortear Emilio desde que asumió la responsabilidad de su vida. “Aprendí que es un cambio para bien, en especial porque las satisfacciones superan a las dificultades…, ¡y por mucho!”. Echó mano del ejemplo de honradez, visión y tenacidad que sus padres y sus tíos le dieron
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cuando era niño y también de la cultura de Monterrey, la ciudad donde nació y creció, que se destaca por su fuerte espíritu empresarial e industrial. “Lo importante son la perseverancia y la tenacidad, no detenerse ante los obstáculos y dificultades, que siempre aparecerán, y avanzar. A veces, no a la velocidad que uno quisiera, pero siempre seguir adelante”. A eso le agregó algo de la sabiduría popular que aprendió en el gimnasio: “¡No pain, no gain!” (Sin dolor, no hay ganancia). Sacrificar el tiempo de descanso y esparcimiento fue el precio que Emilio pagó, de muy buena gana, para salir de su zona de confort y comenzar a vivir la vida que en realidad deseaba para él y su familia. “¡Vale la pena!, ¡Valió la pena!”, asegura con convicción. La mentalidad correcta, sumada al enfoque y a la perseverancia, transformaron su vida. Dio el primer paso, un gran paso, pero falta mucho por recorrer. En el trayecto, por fortuna, encontró personas que lo marcaron con sus enseñanzas. “Los sigo desde hace tiempo y he aprendido mucho de emprendimiento, marketing digital y negocios. A Gus Sevilla y Álvaro Mendoza los considero visionarios y gurús en sus respectivos campos de acción”. Ingeniero Administrador de Sistemas de profesión, con una maestría en Administración de Tecnologías de Información, a Emilio siempre lo apasionaron la tecnología, la mercadotecnia y el fascinante resultado de la unión de estos dos oficios. Y también lo impulsa “la posibilidad de ayudar y apoyar a otras personas con mi trabajo y conocimiento”. 24
Esa vocación de servicio, ese espíritu empresarial, esa determinación por impactar positivamente la vida de otros fueron, precisamente, las características que distinguieron a Emilio en Comando Secreto, el primer grupo élite de emprendedores latinoamericanos que estuvo reunido en octubre pasado en Punta Cana (República Dominicana).
Eso y sus ganas de aprender, su mente abierta al conocimiento, su disposición a sacar provecho de las experiencias. Aunque durante un tiempo estuvo frenado esperando ese momento perfecto, desde que comenzó no se ha detenido. Hoy, felizmente para él, ha recorrido una buena parte del camino y se prepara para lo que está por llegar.
“Me brinda mucha satisfacción poder apoyar con mis conocimientos y experiencia a otras personas que, de otra forma, quizás no podrían alcanzar sus sueños. Soy feliz ayudándoles a consolidar y crecer sus negocios a través del marketing digital”, dice. Ese, justamente, es su gran orgullo: “Haberme atrevido a dar ese primer paso”, agrega.
“He emprendido junto con mi esposa un negocio en la industria restaurantera en el que, entre otras cosas, yo dirijo el marketing digital. Así mismo, brindo mis servicios de cursos y consultorías en esa área”. Esa es la forma en que Emilio utiliza las tecnologías de la información y la automatización para impactar positivamente la vida de otras personas.
El primer paso, solo uno, nada más, le permitió transformar su vida. Y se echó a andar, y ya nada lo detiene. “Uno nunca debe estar conforme. Siempre hay que perseguir nuevos sueños e imponerse mayores retos. Alcanzar un peldaño solo sirve para impulsarse a avanzar al siguiente”, concluye. El valor y la valentía de cambiar perfección por acción… www.emiliosolutions.com https://facebook.com/emiliosolutions contacto@emiliosolutions.com
Descubrir tu esencia, aquello que te apasione y para lo que la vida te haya regalado dones y cualidades, y dedicarte a servir a otros con esas herramientas es la misión de tu vida, dice Emilio.
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ENTREVISTA
César Hernández
Una vida de película, con final feliz
El poder de la imaginación es ilimitado, lo sabemos. Ese, sin duda, es un gran privilegio del ser humano. Sin embargo, la vida, a veces, nos demuestra que la realidad también ofrece posibilidades y oportunidades infinitas, inclusive mejores que aquellas que la mente nos regaló. El caso de César Hernández, emprendedor dominicano, es muestra de ello.
“Lo que más me impactaba de esta estrella del cine era su manera tan natural de interpretar sus personajes y la forma en que lograba transmitir su mensaje a través de sus representaciones”. Fue reflejado en la magia actoral de Washington que César descubrió lo que quería ser cuando creciera, que para su fortuna conjugaba trabajo y pasión.
“Cuando era pequeño, mis padres me preguntaban con frecuencia qué quería ser de grande. En mi inocencia, siempre les respondía que deseaba ser actor de televisión”, cuenta. Su modelo era el actor y director estadounidense Denzel Washington Jr., que a comienzos de los 90 descolló en Malcolm X, un papel que le trajo respeto y aclamación.
Por eso, tan pronto terminó los estudios secundarios se inscribió en la Universidad Tecnológica (UTESA), de Santiago, la ciudad donde nació, para formarse como comunicador social. “Me enfoqué en la producción y tuve la fortuna de producir varios espacios para la televisión local. En esta misma área descubrí mi pasión por el cine”.
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Una de las experiencias lindas de la vida es hacer lo que a uno le gusta, cuando esa pasión es también su trabajo. Es, sin duda, un privilegio y también un compromiso, y así lo entendió César. “Participé en varios cortometrajes como actor y después pasé atrás de las cámaras, como productor en proyectos inspirados en los problemas cotidianos”. Entonces, supo que la vida le había encomendado una misión, una maravillosa: “Me di cuenta de que necesitaba dar más de mí a la sociedad y transmitir mis conocimientos a esas generaciones que tenían hambre de aprendizaje”. Ingresó al Instituto de Cine de Santiago, como coordinador de los talleres de formación en las diferentes áreas del cine. Ese interés por formar a los jóvenes en las labores de edición, actuación, fotografía e iluminación tuvo una recompensa inesperada: “Llegamos a producir unos 15 cortometrajes que fueron premiados en diferentes festivales de cine de todo el mundo”, explica. Había conseguido una trascendencia importante, gratificante, pero ese no era su techo. “A través de los años, me di cuenta de que el mundo está en constante cambio, en crecimiento y desarrollo. También aprendí que la tecnología nos ha brindado una nueva perspectiva de la forma en que vemos, hacemos, manejamos y organizamos nuestro diario vivir”. Fue, entonces, cuando posó su mirada en un nuevo y poderoso universo: internet. “Ninguna dificultad puede abatir a aquellos que tienen fe en su misión”, una frase de Mahatma Gandhi que encontró en la red, lo inspiró a continuar su camino enfocado en desarrollar nuevos proyectos como emprendedor. Con la convicción y la confianza que lo caracterizan, César se le midió al reto, no sin antes enfrentar un abanico de miedos. “Sabía que tenía que asumir riesgos en este nuevo camino, y no me refiero solo a los que son tangibles, sino a otros más fuertes como el miedo al fracaso, a las críticas y la necesidad de aceptación, males que nos atacan con frecuencia a los emprendedores”. 29
Fue en este punto en el que la realidad superó a la imaginación y se produjo la magia. “El miedo a lo desconocido fue mi mejor aliado. Sin esperarlo, aquellos conocimientos que había acumulado como comunicador social y como productor de cine se fusionaron a la perfección con la tecnología”. Un nuevo mundo, uno ilimitado, se abrió ante sus ojos y comenzó una aventura de experiencias, conocimientos y momentos incomparables.
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Uno de ellos fue formar parte de Comando Secreto, el grupo élite de emprendedores latinoamericanos guiado por Álvaro Mendoza y Gus Sevilla, en Punta Cana (República Dominicana). “Fue una experiencia gratificante porque adquirí conocimientos no solo de los expertos, sino de mis compañeros que compartieron sus logros y sus dificultades”. Allí, como uno de los dos pioneros locales, César nos reveló facetas distintas a las del emprendedor, el comunicador o el
César Hernández encarna una interesante mezcla de aptitudes y habilidades surgidas de la comunicación, la creación de historias, la sensibilidad y la vocación de servicio.
productor. Una, la del aficionado al deporte: era el que se levantaba temprano a correr un poco, a rodar en la bicicleta o a nadar. “En mis tiempos libres, practico actividades al aire libre como yoga, bicicleta, tenis, inclusive la lectura”. La premisa es que esos ratos sirvan para desfogar esa energía acumulada por alguien que es hiperactivo y que, también, le aporten el equilibrio mental y físico necesario para cumplir sus sueños. Allí, a través de sus participaciones, reveló su sensibilidad, cualidad que se refleja en su interés por aportar al desarrollo profesional y humano de otros. Ese es lo que lo obsesiona actualmente: articular ese bagaje acumulado como en el pasado comunicador social y productor con las infinitas posibilidades que brinda la tecnología. “Hoy en día, me considero una persona innovadora más segura de sí misma y enfocada en avanzar en este negocio tan gratificante”, afirma. Es consciente, sin embargo, de que falta mucho por recorrer. Avanza con la convicción de saber que los múltiples errores del pasado, las dolorosas pérdidas, fueron una invaluable fuente de aprendizaje, lecciones que forjaron su carácter como persona y profesional. Avanza, también, convencido de ser cada día mejor, de brindar lo mejor de sí mismo. “Mi experiencia y conocimiento han crecido y estoy ciento por ciento seguro de que es mucho lo que puedo conseguir en este universo cibernético. La mayor satisfacción ha sido llevar a cabo mis proyectos y negocios con éxito; eso no tiene precio”, dice. Por eso, hace su mayor esfuerzo para fortalecerse a través del aprendizaje y la experiencia.
tar en constante aprendizaje, no solo de lo concerniente a nuestro negocio en particular, sino de cuanto ocurre en la economía de cada país, de lo que afecta a otras personas”. Porque, claro, este proceso de crecimiento carecería de sentido si se desconecta de la realidad. La vida de César Hernández es un cortometraje que está a medio camino, una historia que todavía no escribió su final. Una historia muy valiosa, sin embargo, que le permite dar un consejo a los emprendedores novatos: “Que tengan paciencia y perseverancia con sus metas y objetivos. Que nunca agachen la cabeza y sigan enfocados en sus sueños”. Él, mientras, procura canalizar sus energías y ponerlas al servicio de la misión que le encomendó la vida: ser el productor de experiencias agradables, enriquecedoras y positivas que inspiren a otros y que les permitan alcanzar sus sueños. Ese, sin duda, es el mejor argumento para que el cortometraje de su vida sea laureado y aclamado.
, o t e r c e S o En Comand ue q ó r t s o m e d César nos s á m s e r o d de n e r p m e r e s o o i c o g e n n que tener u n u a o d a t c estar cone ién b m a t : r o d computa ar t u r f s i d r e b hay que sa la vida.
“Pienso que la mayor motivación que un emprendedor puede tener es aquella de es31
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REFLEXIÓN
Philip Mulryne Colgó los botines y se puso la sotana
El día después es algo a que todos nos atormenta. Una desagradable sensación que obedece, sin duda, a ese miedo que le tiene el ser humano a aquello que desconoce, que no puede controlar. Y el futuro, el mañana, lo desconocemos por completo, más allá de que vivimos imaginándolo, de que creemos que se va a dar tal y como lo concebimos. Sucede, por ejemplo, cuando terminamos una relación amorosa. Saber que esa persona ya no está a nuestro lado, que siguió el curso de su vida, que ya no es parte de nuestros planes, de nuestro proyecto de vida, nos llena de incertidumbre. Aunque se trate de una relación tóxica, dañina, nos aferramos a esa persona con tal de evitarnos el dolor. Sucede, por ejemplo, cuando somos despedidos del empleo en el que llevamos algún tiempo. Un día, sin previo aviso y por unas razones que nos cuesta entender, nos dicen 34
que debemos empacar nuestros enseres e irnos. ¿A dónde? ¿A hacer qué? ¿Y los planes que habíamos trazado, los sueños que habíamos forjado? ¿Qué hacemos con ellos? Sucede, por ejemplo, cuando sufrimos la pérdida de un ser querido. En especial, si es alguien con quien tenemos un vínculo fuerte y cercano, alguien que forma parte muy importante de nuestra vida. El vacío es inmensamente doloroso y su ausencia nunca se llena, siempre se siente. Es una situación para la cual nunca nos hemos preparado. Sucede, por ejemplo, cuando enfrentamos grandes dificultades en nuestro negocio, como una quiebra. Tanto tiempo, tanto trabajo, tanto sacrificio, tanto esfuerzo, tantos recursos invertidos en un abrir y cerrar de ojos se van al bote de la basura. Y ahora, ¿quién podrá ayudarme?, pensamos. Nos cuesta conciliar el sueño, pensando en el día después. A mediados de 2009, a Philip Mulryne le llegó el día después. Luego de una carrera que comprendió 161 partidos oficiales en la Liga Premier inglesa, colgó los botines. Frecuentes lesiones, que lo aquejaron durante varios años, lo llevaron a tomar la decisión. Punto final a una vida que había llevado desde que, a los 14 años, ingresó al Manchester United. Aunque vistió en 27 oportunidades la camiseta de Irlanda del Norte, su país, Mulryne no fue un jugador destacado. En las filas de los ‘diablos rojos’, al mando del mítico sir Alex Ferguson, entre 1996 y 199 coincidió con jugadores como David Beckham, Ryan Giggs, Ole Gunnar Solksjaer o Peter Schmeichel, figuras mediáticas y leyendas deportivas.
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A finales del año pasado, sin embargo, ocupó las primeras planas tanto de los principales diarios deportivos como también de los religiosos, especialmente, de los católicos. ¿Por qué? A comienzos del mes de julio, se ordenó como sacerdote después de recibir la bendición del obispo de Dublín (Irlanda) Joseph Augustine Di Noia. ¡Increíble! Tras estar durante 17 años en el ámbito del fútbol, al que algunos llaman religión mundana, pasó a las filas de la religión católica, en la orden de los dominicos, y ahora juega en el equipo de Dios. Una transformación insólita, poco habitual, que le permitió descubrir su verdadera vocación y, sobre todo, confirmar que el mejor oficio es servir. “Siempre fui creyente, pero durante los 13 años que fui futbolista me alejé de la práctica de mi fe, aunque todavía rezaba con regularidad. Creo que Dios me invitó a convertirme en sacerdote. Respondí que sí, sabiendo que su plan para mi vida sería por mi bien y el de los demás. Hace unos años aparecieron los primeros indicios de mi vocación religiosa”. Tras abandonar las filas del MU sin disputar un solo partido oficial, recaló en el modesto NorwichCity,enelqueactuóen161ocasiones. 36
Después, su carrera entró en el ocaso, agobiado por las lesiones, y entre 2005 y 2008 solo jugó seis partidos con Cardiff City, Leyton Orient y King’s Lynn, de las divisiones menores del balompié inglés. Y se retiró. “No niego que la vida que ofrece el fútbol me produjo mucho placer. Pero, a menudo estos sentimientos eran fugaces y efímeros. Mi fe y mi vida como sacerdote me brindan una mayor satisfacción y una felicidad que es mucho más que un sentimiento emocional: es la felicidad de saber que Dios me ama y recorre el camino conmigo”, asegura. En el vestuario, Mulryne tenía fama de ser un tipo simpático, amigable, aunque un poco indisciplinado. De hecho, una vez se voló de la concentración de la Selección y se fue a tomar cerveza. También se hizo mencionar por su romance con la bella modelo Nicola Chapman, que participó en el controvertido reality show llamado Parejas de Futbolistas.
El día después, cuando tomó la decisión de dejar el fútbol, Mulryne se dedicó a las obras sociales. “El tiempo que estuve ayudando a alcohólicos y en un centro para personas sin hogar cambió mi vida. Reconocí en estos hombres rotos a personas que tenían una dignidad tremenda. Me mostraron el egoísmo que existía en mí como futbolista”, dice. En esa labor humanitaria, Mulryne se dio cuenta de que “cuanto más nos entregamos a los demás, somos más verdaderamente humanos, y recibimos más cuando damos nuestro tiempo para ayudar a los demás. Ver a Jesús en estos hombres, lo que me enseñaron, fue lo que me cambió”, afirma. Entonces, dejó los pantalones cortos y se midió la sotana. Ingresó al seminario diocesano Saint Malachy, en Belfast; estudió filosofía en la Universidad de Queens y teología en la Universidad Gregoriana y en 2012 se unió a la Orden de Predicadores (dominicos). En 2016 se hizo diácono (el paso previo a ordenarse como sacerdote) y renunció a sus bienes materiales para asumir su voto de pobreza. De niño, cuando jugaba en el equipo de su parroquia, el St. Oliver Plunket, creyó que su destino era ser futbolista. Allí fue descubierto por los cazatalentos del Manchester United y compartió vestuario con una constelación de figuras mediáticas. Aunque atesoró riqueza y disfrutó la vida
como cualquier joven, no encontró la verdadera felicidad en ese mundo. Dentro de su corazón, había otra pasión que bullía, una que le indicaba que su misión aquí iba más allá de darle patadas a un balón, pasarla bien y darse a los placeres mundanos. Siguió ese camino y encontró su verdadero lugar, uno en el que se siente feliz y, lo mejor, donde puede ofrecer su conocimiento y experiencia al servicio de otros. Lo más irónico es que Mulryne sigue vinculado al fútbol: fue nombrado capellán del equipo del Newbridge College, cerca de Dublín. “Las estructuras y el modo de vida disciplinado en el que vivo como religioso me ayudan a centrarme en lo que Dios me ha pedido”, asegura. El día después, ese al que tanto miedo le tenemos, fue el más feliz para Philipe Mulryne. A veces, cuando llega ese momento, nos agobia el miedo y ese sentimiento nos impide darnos cuenta de que la vida sigue, de que hay nuevas y mejores oportunidades. Es un mensaje que nos dice que vamos por el camino equivocado y nos señala el correcto. Ese día comprendemos que el mejor negocio del mundo es servir a otros…
“Echo de menos aspectos del deporte como la atmósfera en el club, la camaradería que hay en un equipo y, por supuesto, el fútbol en sí que me encanta y aún amo”.
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Lo más destacado de nuestro (tu) blog
Popeye el marino
Cómo pasó de segundón a ser una celebridad Si la vida fuera tan sencilla como la imaginamos, sin duda, perdería buena parte de su encanto. La capacidad para sorprendernos, para brindarnos valiosas lecciones surgidas de las situaciones más elementales, es parte de su magia. Y parte, también, de ese bagaje que los emprendedores necesitamos para mantenernos enfocados en lo que deseamos. Si tienes 40 años o más, estoy seguro de que en tu niñez pasaste buenos ratos frente al televisor divirtiéndote con las aventuras, y también con las desventuras, del singular personaje del que te voy a hablar. ¿Recuerdas a Popeye, el marino? ¡Sí, el de la pipa, el ceño fruncido y la espinaca! Toda una leyenda de las tiras cómicas, algo inolvidable. 28
A pesar de su popularidad, de que está a punto de cumplir 89 años, es poco lo que sabemos de su historia, de su verdadera historia. Una secuencia de eventos que se dio de una manera diferente a la que imaginamos tradicionalmente y que, además, representa una serie de lecciones formidable para nosotros los emprendedores.
El primer aprendizaje es que no se necesita un rol protagónico para trascender. ¿Sabías que Popeye surgió como personaje secundario en la historia Thimble Theater, creada por E.C. ‘Elzie’ Segar para el Evening Journal, un diario neoyorquino?
Su primera aparición fue el 17 de enero de 1929 y, desde entonces, se afincó en el corazón de los lectores. Thimble Theater narraba las aventuras de Ham Gravy, su novia Olivia y su hermano Castor y había sido creada ¡10 años antes! La trama estaba inspirada en las películas de Charles Chaplin, que Segar vio mientras trabajaba como proyeccionista de cine. Popeye surgió porque Castor y Ham necesitaban quién condujera un barco para una expedición. La idea era cazar una gallina mágica. Semanas más tarde, logrado el objetivo, cuando regresaban a casa, Popeye recibió un accidente y la gallina le otorgó una fuerza sobrehumana en agradecimiento a los cuidados que le había proveído. Otra vez en tierra firme, se esperaba que el personaje desapareciera, pero ocurrió algo inesperado.
Este es el segundo aprendizaje: eldestino de nuestras creaciones lo determina el público, el cliente. Así, cuando Segar intentó hacer a un lado a su personaje secundario, se dio cuenta de que era el
gran protagonista de la historia. ¡Sí!, el marinero fortachón y cascarrabias se había ganado el corazón de los lectores y pedía pista al éxito. No hubo más remedio, entonces, que darle gusto a la gente: Olivia dejó a Ham y se convirtió en la novia de Popeye. Ese fue, además, el momento en que surgió la épica rivalidad con Brutus, eterno pretendiente de Olivia, que le dio vida a la historia. Thimble Theater se transformó en una de las tiras cómicas preferidas de la época y trascendió.
Aquí tenemos una tercera lección: en esa década del 30, la oferta de tiras cómicas era enorme, la mayoría de gran calidad. Disney tenía a Mickey Mouse, Pato Donald y Goofy, verdaderas superestrellas; Warner Bros., a Bugs Bunny y Pato Lucas; y Fleischer Studios, a Betty Boop. A pesar de la competencia, Popeye surgió, se consolidó y logró reinar. A veces, muchas veces, los emprendedores nos amilanamos por la competencia que hay en el mercado. Y, sí, en ocasiones es un factor decisivo. Sin embargo, cuando tenemos un producto de calidad y, sobre todo, diferente y que satisface las expectativas del cliente, no importa cuán bueno sea lo que produce la competencia. ¡El cliente es el que elige!
Surgido en un ambiente social turbulento, Popeye también fue un ácido crítico de la situación social, de la desigualdad, de la pobreza. Esa fue una de las razones de su éxito.
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Al comienzo, Popeye era una mezcla de bondad y maldad. Golpeaba a cualquiera, incluida a Olivia, sin que mediara provocación. Sin embargo, a medida que la tira cómica ganó adeptos en el público infantil, se suavizaron esas características agresivas. Cuarta enseñanza: ningún producto, por exitoso que sea, es inmodificable; cambia, todo cambia. Otra curiosidad de la historia es que Mike Fleischer, propietario de Fleischer Studios con su hermano Dave y gestor de la exitosa Betty Boop, era fan de Popeye. Entonces, llegó a un acuerdo con King Features Syndicat, dueño del marinero, para probarlo en compañía de su estrella. Betty Boop presenta a Popeye el marino fue un superéxito, de inmediato. Sí, estrenada en el verano de 1933, la caricatura eclipsó a Mickey Mouse y se convirtió en la preferida de los lectores. Quinta lección: un buen producto siempre puede unirse a otro de su condición y generar una alianza estratégica invencible. La unión de fortalezas es una excelente opción cuyos beneficios tienen que estar por encima de los egos. Falta, sin embargo, un ingrediente muy importante de la historia: la famosa espinaca, la que le daba una fuerza sobrenatural a Popeye. Por aquella época, el mundo sufría las consecuencias de la Gran Depresión, de 1929, que condujo a la quiebra a millones de personas y empresas por doquier. Literalmente, en algunos lugares no había qué comer. Si bien en las grandes ciudades la situación no era excesivamente dramática, en el campo, que concentraba la mayor parte de la 40
población, la gente moría de hambre. El Gobierno, entonces, sacó una carta desesperada: sustentado en el estudio de un químico alemán, que resultó ser una mentira, le atribuyeron grandes cualidades nutricionales a la espinaca. El estudio decía que, por cada 100 gramos del vegetal, 30 contenían hierro, que es fundamental en la alimentación. Entonces, se lanzaron campañas para incentivar el consumo de este producto, que incrementó sus ventas hasta en un 33 por ciento.
Luego, con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, la situación se repitió y la solución, también.
Así, Popeye saltó de las páginas de los diarios (llegó a ser publicada simultáneamente en 638) a las pantallas de la televisión y el cine.
Después, en los años 80, se supo que el estudio era un fiasco: la presencia de hierro era solo del 3 por ciento, solo que los autores cometieron un error al marcar la coma del decimal. Lo cierto es que este error ajeno sirvió para acrecentar la leyenda del marinero y para que los niños, poco adeptos al consumo de verduras, consumieran espinaca.
Segar falleció de leucemia en 1938. Sin embargo, su magistral creación le permitió hacerse inmortal. El testigo lo tomó Bud Sagendorf, su yerno, y luego fue el turno de Tom Sims. Poco a poco, Popeye se alejó de su versión inicial (algunos dicen, incluso, que se desdibujó), aunque irónicamente ganó popularidad y se convirtió en un ícono cultural.
La sexta enseñanza es la importancia de la innovación. A comienzos de los años 30, se desarrolló el rotoscope, un proceso en el que los dibujos se transformaban en una película animada con movimientos muy reales.
Séptima y última lección: un buen producto, como Popeye, es capaz de multiplicar su éxito. Juguetes, disfraces, pipas musicales, tarjetas, discos, libros, gorras y hasta cepillos de dientes se venden en el mundo con la imagen del marinero más famoso de la historia. Uno que apareció como un segundón y se dio mañas para transformarse en celebridad…
No es necesario cursar una maestría para obtener aprendizajes valiosos y útiles. En las situaciones sencillas también hay un rico conocimiento: Popeye es clara muestra de ello.
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