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Caral, cuna de la civilización más antigua de América
from Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº5
by Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares
Texto y fotos: Miguel Labrador
Introducción
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Cuando hablamos de los imperios o civilizaciones de la América prehispánica —sin olvidar que los primeros «descubridores» se remontan a muchos miles de años atrás, cuando penetraron en el continente por lo que hoy conocemos como el estrecho de Bering— a todos nos vienen a la mente mayas, incas o aztecas; no es necesario un conocimiento profundo ni especializado para encontrar a cualquiera que haya oído hablar de estas civilizaciones. Los interesados en el tema podrían ampliar la lista con un largo etcétera.
Sin embargo, por mucho que se remontaran en el tiempo, nadie podría ir más allá de los 5.000 años; nada más y nada menos. Nos estamos situando en la misma época en que emergieron otras primerísimas civilizaciones como la egipcia, la sumeria o la china.
Una vez más, no deja de ser sorprendente la coincidencia de culturas a uno y otro lado del mundo, con tantas similitudes en un mismo momento histórico: construcciones monumentales, ritos religiosos, conocimientos sobresalientes a nivel matemático y astronómico, agricultura, domesticación de animales…
Si las que hemos citado arriba son tan relevantes en nuestra cultura es por el impacto que tuvieron en el desarrollo de España a lo largo de la Edad Moderna.
Ahora bien… ¿qué puede suponer eso en comparación con ser la cultura madre de América, su primera civilización? Justo es de ello de lo que hemos venido a hablar.
Quizá deberíamos empezar matizando tipos diferentes de desarrollo, para evitar confundir culturas con imperios. Cuando hablamos de cultura —es el caso que aquí nos ocupa: la cultura Caral— nos referimos a pueblos que, a diferencia de los imperios, como por ejemplo el inca, no se dedicaban a someter a aquellos que iban encontrando a lo largo de su desarrollo. Por el contrario, estas culturas compartían los recursos en una sociedad bien delimitada y jerarquizada, pero sin el objeto de imposición y nada o poco violenta. De este modo, diferenciamos las culturas de los imperios en que en estos últimos se produce una convivencia violenta y con sometimiento, mientras aquellas, en cambio, se basan en el intercambio y el comercio desarrollados de manera pacífica. Localización Caral se encuentra en el impresionante valle de Supe —el valle del diablo— y, a medida que uno se va separando de Lima en dirección norte, empieza a averiguar el por qué de ese nombre. La distancia que separa la capital peruana de este emplazamiento no llega a los 200 km de distancia. Sin embargo, se necesitan casi 6 horas de inclemente desierto que provoca unas condiciones de habitabilidad penosas de cara a la supervivencia. En este valle pueden encontrarse
hasta 25 asentamientos contemporáneos a Caral, a pesar de las condiciones descritas. Sin duda el secreto está en los ríos que
descienden de las altísimas montañas andinas; es exactamente en sus riberas donde la cultura se pudo asentar y, además, no muy lejos del mar, situado a unos 20km.
Carretera entrada Caral.
Pirámide Mayor.
Descripción Caral, entre otras cosas, era principalmente un centro religioso y comercial, compuesto por un impresionante conjunto de 32 pirámides de diversas etapas cronológicas. No deberíamos perder de vista que estaban diseñadas para aguantar sismos de casi 8 grados en la escala de Richter. ¿Cómo podrían?...
El avance tecnológico que permitía salvar semejantes fenómenos consistía en bolsas fabricadas con fibra vegetal, rellenas de rocas de diversos tamaños, que se colocaban en las bases de las estructuras, dando estabilidad a las mismas en casos de movimientos sísmicos, pues estos elementos eran los que absorbían la mayor parte de la fuerza que sacudía la ciudad. No en vano, a día de hoy siguen inspirando a los modernos arquitectos en localizaciones altamente sísmicas. Los artilugios de este método constructivo sismo-resistente se conocían con el nombre de shicras.
Restos de Shicras
La ciudad ejercía como capital económica, puesto que absorbía una importante actividad comercial. Se han encontrado intercambios con pueblos lejanos, incluso de lugares tan dispersos como la selva o incluso más alejados, ya que, por ejemplo, por el norte encontramos moluscos de Ecuador como el spondylus, considerado el alimento de los dioses que, con posterioridad, sería más valorado que el oro. Mucho más al sur, se ha descubierto el intercambio de un mineral llamado sodalita, empleado para la fabricación de collares, pendientes y pulseras, material que solo se encuentra en Bolivia, a unos 2.000 kilómetros. Esto evidencia que nos encontramos ante una sociedad que gozaba de un gran prestigio y que era conocida en territorios muy lejanos.
Se organizaban en una jerarquía muy definida y con muchísimos tipos de oficios, donde no faltaban las élites, sacerdotes y trabajadores tales como pescadores o agricultores. Su esplendor propiciaba un enorme intercambio de todo tipo de bienes. Pero si estos aspectos ya nos parecen importantes, no menos relevante era la religión: formidable instrumento de cohesión social. La lengua de esta civilización vendría a ser proto quechua, que incluso los incas asumieron sin ser suya. Fue así como llegó hasta épocas muy posteriores, cercanas ya a la llegada de los españoles. Otro hallazgo ilustre es el de un quipu (instrumento de almacenamiento de información consistente en cuerdas de lana o de algodón lleno de nudos). Este utensilio fue ampliamente utilizado por los incas, lo que de nuevo sugiere la importancia vital de la cultura de Caral, extendida a lo largo de los siglos. ¿Estamos ante el primer quipu de la historia?... Son este tipo de cuestiones, nada disparatadas, las que hacen de Caral un emplazamiento digno de estudio. Y para los profanos, por qué no, de visita, pues
innegable el sobrecogimiento que embebe el lugar y, por extensión, a todos sus visitantes, que no pueden sentirse sino pequeñas motas de polvo en la inmensidad de la Humanidad.
Pirámides Caral.
Caral fue una cultura avanzada, que superaba en mucho ser un mero centro ceremonial y administrativo, pues además fue un complejo astronómico que contenía recintos de observación, donde se advertía el movimiento aparente de los astros más importantes y visibles del firmamento, como pueden ser el sol o la luna. También emplearon monolitos hincados, geoglifos, huecos en piedra, etc.
Huanca(monolito).
Aunque son ampliamente conocidas las líneas o geoglifos de Nazca, cabe reseñar que muchísimo antes ya se hacían este tipo de representaciones; por supuesto, Caral fue también la precursora, la primera. Un gran ejemplo se localiza tan solo a poco más de un kilómetro: el geoglifo de Chupacigarro, una enigmática cara que aún esconde muchos secretos.
Símbolo muy común en otras culturas.
Música
En Caral han encontrado 32 flautas traversas grabadas con gran belleza, así como otros instrumentos de viento, lo que en sí ya revela una sociedad bastante relajada y que tenía sus momentos de distracción y disfrute en sociedad.
Equidad hombre mujer
En una época como la nuestra, donde no se pone en duda —al menos desde el punto de vista intelectual— la igualdad entre hombres y mujeres, se nos antoja poco menos que un imposible pensar en alguna cultura pretérita donde no haya imperado la supremacía del hombre sobre la mujer en todos los ámbitos de la vida social y familiar. No obstante, parece ser que no había distinciones de ningún tipo entre el hombre y la mujer y que ambos podían estar en el mismo plano de poder a nivel social, económico y religioso. Sin duda, como corresponde a una sociedad prominente y avanzada.
Fin de una civilización
Se sabe que la cultura de Caral termina unos 1.200 años después de su inicio; esto es, sobre el 1.800 a. C.
Aunque parece que no están comprobados los principales motivos que dio fin a una civilización como la que estamos abordando, entre las causas más probables se encuentran los terremotos, fenómenos climatológicos como El Niño o cualquier otra circunstancia de amplio sesgo desestabilizador. A pesar de su desaparición, nos queda claro que su influencia nunca abandonará esa enigmática y maravillosa zona del mundo llena de misterios, con más preguntas que respuestas, donde lo mágico se une a lo científico.
El descubrimiento y una mujer
El descubrimiento de este lugar se lo debemos entre otros a Max Hulhe y Paul Soko, si bien no se sospechaba la importancia que más tarde el mundo arqueológico le tendría que dar. Pero la persona más importante de la que somos deudores en nuestra visión de Caral como cuna de América es sin duda Ruth Shady, la científica que había escuchado hablar sobre unos montículos inciertos y, en 1994, halló una enorme colina que a la postre resultó ser una pirámide, y después una detrás de otra. En definitiva, estaba frente a una auténtica ciudad perdida. Algo envidiable, en la medida en que uno no puede llegar a imaginarse los sentimientos que deben embargar tras un descubrimiento de semejante calibre.
El hecho de no encontrar cerámica ni herramientas de metal ya hacía sospechar que el yacimiento fuese muy antiguo. Por fin, al encontrar la fibra vegetal que se utilizaba como técnica de construcción (shicras), que podía analizarse mediante el carbono-14, se obtuvo la evidencia impactante de estar ante restos de 5.000 años de antigüedad. Se rompía así un claro paradigma, ya que hasta entonces se había tenido por la más antigua de América la cultura chavín, datada en sus inicios en el 1.200 a. C.
Hasta entonces, nada hizo suponer que existiera otra cultura tan alejada hacia atrás en el tiempo. Primera civilización A pesar de poder hablar con varios expertos que han dirigido in situ excavaciones por toda la zona andina y que rechazan cualquier idea de cultura anterior a la de Caral, siempre resulta estimulante tomarse ciertas licencias —y entiéndanse así—, como pensar que otras culturas como Tiahuanaco, de la que ya escribí otro artículo para esta revista, así como otros lugares de toda la zona incaica, pudieran tener el privilegio de denominarse la cuna de América, la primera cultura de todo el continente.
Resulta evidente que semejantes ideas quedan fuera de la ortodoxia, y ya sabemos qué sucede cuando alguien se sale del denominador común. Entre tanto, nos complaceremos con las citadas licencias, pues ¿hay alguien que sea poseedor de la verdad absoluta?...
El mayor cambio de paradigma y la mayor esperanza para el ser humano Los caralinos tenían sin duda una visión integral de la vida y vivían en armonía, respetando la naturaleza, como una divinidad, para poder seguir obteniendo los recursos tan vitales para su pueblo. No sólo es el hecho de que Caral sea la civilización más antigua de América para cambiar, una vez más, la historia conocida. Lo que resulta del todo asombroso y relevante es el hecho de que no se haya descubierto ni un solo útil de ataque o defensa; tampoco estuvo la ciudad amurallada en su primera época. Todo ello nos lleva a pensar que, quizá alguna vez, en un tiempo remoto, el ser humano fue capaz de vivir en armonía y sin conflictos y no como por desgracia estamos acostumbrados debido a nuestra tremenda incapacidad y estupidez constante, pese a los logros tecnológicos alcanzados desde la revolución industrial hasta hoy. Todo parece indicar que esto fue así durante unos 1.000 años. ¿Se imaginan lo que podríamos aprender de unos supuestos pueblos primitivos? Da que pensar. Y ya hemos dicho lo gratificante que es, en ocasiones, tomarse ciertas licencias…