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La villa de Fitero: rituales mágicos, historia y leyendas en la cuna de la orden del cister en España
from Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº5
by Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares
Por Javier Cabrejas Fernández de Ávila
Siempre solemos pensar, que lo que hace a un lugar diferente, mágico o especial, reside en solo una circunstancia. Quizá nuestra imaginación dibuje intentando saber esa cualidad, un paisaje increíble, o bien unas ruinas bucólicas, o la monumentalidad de alguna construcción dejada por el curso de la historia, o una leyenda capaz de ser recordada por generaciones y generaciones. Pero existen mucho más cerca de nosotros, escondidos para aquellos que sean capaz de ver mas allá de lo evidente, y esperando ser descubiertos, lugares en los que se muestran todas estas características; y que esperan entre la niebla del desconocimiento, que unos ojos ávidos y con sed de saber y conocimiento descubran toda su grandeza.
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La Villa de Fitero, es sin duda alguna y por meritos propios, uno de los más destacados lugares que conjuga todas estas características y que podemos visitar.
Porque en esta Villa, nos esperan Rituales Celtas desconocidos en la península; ruinas de castillos que sirvieron de escenario a la prodigiosa imaginación y creatividad de Gustavo Adolfo Bécquer, para que con su pluma, fuera dando forma a leyendas que han perdurado en el tiempo; bellos monasterios y grandes personajes ilustres, que sirvieron de base para la aparición del primer monasterio español de una de las más grandes ordenes monásticas que vio Europa: La Orden del Cister.
Pero antes de nada, debemos de saber a dónde encaminar nuestros pasos. Fitero está situado en el extremo sur de la Comunidad Foral de Navarra, en la ribera del rio Alhama, muy cerca de frontera con la provincia de Zaragoza y Soria. Esta situación le llevo a ser durante siglos a esta villa, lugar de frontera entre reinos, entre pueblos conquistados y conquistadores, y de ahí la toponimia de su nombre, que en romance significa: “Frontera”.
Pero su historia comienza mucho antes de ser pueblo de frontera; Ya a finales de la Edad de Bronce entre los siglos XXI a.C. se fundó en un cerro situado a las afueras de la localidad, conocido hoy como “Peñahitero” o “Peña de Fitero”, un asentamiento de uno de los primeros pueblos Celtas que llegaron a la península desde Centroeuropa. Y es aquí donde comienza nuestro descubrimiento de lo mágico de este lugar.
En 2004 empezaron las excavaciones en este lugar, y las mismas revelaron la existencia de una muralla defensiva que rodeaba parte del poblado, y en el interior de la propia muralla, se descubrió que existía una enigmática habitación funeraria, que contenía unos restos, más enigmáticos aun, y que se denominaron como: “La Tumba del Príncipe Celta”.
Dibujo Yacimiento
Dentro de esta habitación, se encontraron los restos de un cráneo de un varón, junto con la parte superior de un casco de hierro, dientes de jabalí, cuernos de ciervo, y unas vasijas que estaban colocadas en el suelo de esta habitación, junto a un banco construido en adobe.
¿Por qué extraña razón, se habría enterrado solamente esta cabeza en esta habitación, dentro de la propia muralla defensiva? ¿Qué significado tenia este ritual, nunca antes visto en la Península Ibérica?
Para conocerlo me remitiré a las palabras que me dijo Manuel Medrano Marques, Arqueólogo y Doctorado en Historia por la Universidad de Zaragoza, cuando tuve el placer de mantener una gran tertulia sobre este yacimineto en la propia localidad de Fitero:
“Lo que estábamos allí viendo, era la fortaleza de un príncipe celta, algo muy centroeuropeo, que no es nada normal en la Península Ibérica, pues son gentes venidas del Danubio…Este yacimiento tiene un aspecto especial y distinto desde el punto de vista sociopolítico, correspondiendo a una estructura celta o protocelta. Esta tumba pertenecía a un señor que domina el territorio con su familia, y que tiene una estructura social muy militar. Y se realizo como homenaje de sus gentes y pobladores, a un personaje ilustre al cual se entierra su cabeza junto con su casco de hierro, que confirma el carácter guerrero del difunto y que era lo más caro que había en la época, más incluso que las joyas y más que otras armas”
Como observamos por las palabras de este arqueólogo, en este lugar nos encontramos con algo único en la península ibérica.
Lugar Real de Tumba
Pero ¿qué podemos averiguar sobre el significado de este ritual, investigando en textos de la cultura Celta?
Podemos desentrañar el significado de este ritual, mediante un libro gales llamado “Mabinogi” donde existe un relato: “Branwen, hija de Llyr”, que narra el conflicto entre pueblos célticos de Gales e Irlanda. En él se nos cuenta como el rey galés Bendigeit Bran desembarca en Irlanda con sus huestes, pero es herido con una lanza envenenada. Es entonces cuando ordena que a su muerte le sea cortada la cabeza y esta sea llevada a Gwynn Vrynn (la Colina Blanca) en Llundein (Londres) y enterrada en ese lugar con el rostro mirando al continente, para que ningún mal llegue a la isla.
Con las pistas que nos proporciona este texto podemos concluir, que a través de este ritual, se buscaba la protección y potenciación del grupo humano. La defensa del pueblo que realizo este homenaje a quien sin duda alguna fue un guerrero ilustre cuyos valores, tenían la convicción que trascendían la muerte. Así mismo se buscaba con este ritual, convertir en héroe a un personaje que además de protección infligía ánimo, si su pueblo sufre un ataque.
En cuanto a los dientes de jabalí, el jabalí fue un animal emblemático para los celtas por su coraje y valor, pues ataca incluso estando herido, además de que defiende a su familia hasta el último momento, siendo por ello símbolo de las cualidades de héroes y guerreros.
La cornamenta de ciervo posee también una simbología muy clara: son elementos de realeza, de gente distinguida dentro del estamento guerrero. Los ciervos eran venerados por su velocidad, su virilidad y sus abultadas cornamentas, que evocan la imagen de los señores y reyes de los bosques en el mundo celta.
No sabemos, si realmente este enigmático ritual celta, cumplió su objetivo con los pobladores de este asentamiento…aunque el mismo siguió habitado hasta la llegada y conquista de estas tierras por el Imperio Romano.
Pero nuestro recorrido por este lugar mágico continua. Pasaron los siglos y estas tierras de frontera fueron viendo pasar a diferentes pueblos; Después del Imperio Romano, llegaron los Visigodos y tras estos la conquista musulmana de esta zona, cuyo asentamiento más destacado fue el poblado y castillo de Musulmán de Tudejen o Tudilén (al que viajaremos un poco más adelante para sumergirnos en sus leyendas).
Restos Castillo de Tudejen
Siglos después, ya en la Edad Media, el gran Alfonso I “El Batallador” reconquista la zona en 1.119. Y desde este momento y ha manos de dos personajes celebres Don Alfonso VII Rey de León y Castilla y Raimundo, es cuando Fitero, escribirá su nombre para la posteridad en los libros de historia…aunque como en ocasiones suele ocurrir, la historia conocida y oficial, guarde escondida entre la niebla, misterios que solo el inquieto y el perseverante puede descubrir. La Historia Oficial, nos cuenta que en 1.140 Don Alfonso VII Rey de León y Castilla, informado por sus consejeros de la rápida expansión de una nueva orden monástica con una nueva ideología y que abanderaban el espíritu cruzado, llamada la Orden Del Cister, decide ofrecer a esta orden un lugar,(en los territorios denominados El Castellón-Fitero, a la vera del rio Alhama y cerca del Castillo de Tudejen, conquistados por su reino años antes) para fundar el primer monasterio de esta orden en la península ibérica. Y así decide traer a varios de estos monjes cistercienses, conocidos también como “Monjes Blancos” del monasterio francés de Scala Dei, encabezados por su Abad, Raimundo, que mas tarde seria conocido como Raimundo de Fitero, y que fundarían el Primer Monasterio de la Orden del Cister en España, que se llamaría Monasterio de Santa María la Real.
Este ilustre personaje conocido como Raimundo de Fitero, seria después el fundador de la Orden Militar de Calatrava, que junto a la Orden del Temple tuvo gran presencia en la Península.
Lo que hemos descrito, es lo que nos cuenta, la historia oficial, sobre el primer asentamiento de la Orden del Cister en España y sobre quien fue su primer Abad. Pero ¿realmente fueron así estos hechos? Permítanme discrepar…porque en esta historia se omiten unos detalles, que para mí son fundamentales, y que es necesario conocer.
La historia no oficial, y que compartimos varios historiadores e investigadores, nos trasladaría en un principio a unos veinte kilómetros de Fitero, al conocido Monte Yerga en tierras de lo que actualmente es La Rioja. Aquí un pequeño grupo de eremitas había fundado una pequeña ermita en honor Nuestra Señora de Yerga, en lo alto de este monte. Tiempo después llegarían a esta localización un grupo de monjes Cistercienses, venidos del monasterio francés de Scala Dei, para cumplir el cometido del Rey de León y Castilla Don Alfonso VII, de fundar el primer monasterio del Cister en España. Pero este grupo de unos doce monjes tendría por abad a Don Fray Durango y no a Raimundo de Fitero, el cual solo venia en calidad de Prior. stos monjes llegados a estas tierras, decidieron asentarse, pese a las duras condiciones climatológicas, en lo alto del Monte Yerga, donde aprovecharon la ermita de Nuestra Señora de Yerga y empezaron a construir varias estancias para su vida monacal. Pero tras un duro invierno de nieblas constantes y fuertes vientos característicos de esta zona, decidieron trasladarse a otro lugar más resguardado en el valle, y así fundaron el Monasterio de Niencebas, del cual ya si fue su abad Raimundo de Fitero.
Por lo tanto, el primer emplazamiento de la Orden del Cister en España, no sería el Monasterio de Santa María la Real de Fitero como aparece en los libros de historia, ni tampoco sería el Monasterio de Niencebas, del que a día de hoy no queda ningún resto ni el lugar exacto de su localización. El primer emplazamiento de la Orden del Cister en España, estuvo situado donde hoy se encuentran las ruinas de su iglesia en el Monte de Yerga y su primer abad fue Fray Durango.
Pero dejemos que sean los historiadores y académicos, quien en algún momento de la historia cambien los libros en honor a la verdad, y descubramos el tercer motivo que nos ha llevado a esta mágica localidad de Navarra, y que nos lleva ahora al siglo XIX, donde el gran poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer recorre estas tierras, e impresionado por su belleza, su encanto y el misterio de muchas de sus ruinas, crea en varias de estas localizaciones, dos de sus leyendas más famosas: El Miserere y La Cueva de la Mora.
Gustavo Adolfo Bécquer, por Valeriano Bécquer, 1862. Museo de Bellas Artes de Sevilla.
La primera de estas leyendas, El Miserere fue publicada en el diario madrileño El Contemporáneo en el número 402 del 17 de abril de 1862. En ella, Bécquer nos traslada una abadía en Fitero, el Monasterio de Santa María la Real. Allí en su abandonada biblioteca encuentra unos empolvados cuadernos de música que resultan ser un Miserere, con unas extrañas anotaciones:
“Crujen, crujen los huesos, y de sus medulas han de parecer que salen alaridos…; Las notas son huesos cubiertos de carne, lumbre inextinguible, los cielos y su armonía… ¡fuerza!... ¡fuerza y dulzura!” Bécquer pregunta a uno de los monjes de donde provenía este pergamino este le empezó a contar una vieja leyenda donde lo insólito y lo sombrío se aúnan para contar la historia de un músico que buscando inspiración para crear un miserere cántico de un salmo del Antiguo Testamento-, que le ayude a redimir las culpas del pasado, recalará en la abadía de Fitero; allí le hablarán del extraño suceso que ocurre cada Jueves Santo en las ruinas del viejo monasterio en la cima de la montaña –en un cóncavo peñón, de donde nace una cascada, que forma el riachuelo que viene a bañar los muros de esta abadía-, y donde aseguran se ven brillar luces y se oyen los cánticos lúgubres de un miserere entonado por los monjes ya fallecidos, que vuelven del purgatorio envueltos en los jirones de sus antiguos hábitos a implorar misericordia cantando un extraño Miserere.
Capilla Monte Yerga
¿Y os imagináis cuales son las ruinas de este antiguo monasterio a las que se refiere Bécquer? No pueden ser otras que las ruinas del primer emplazamiento de la Cister en España, las ruinas del monasterio en la cima del Monte Yerga.
No puedo sino recomendar al lector, que acuda a la representación teatralizada “El Miserere de Yerga” que de esta leyenda y en las propias ruinas del monasterio, tiene lugar cada verano, y a la que acuden miles de personas.
Representacion Miserere de Yerga
La segunda de las leyendas, La Cueva de la Mora fue publicada también en el Contemporáneo en el número 626 del 16 de enero de 1863. En ella Gustavo A. Bécquer nos traslada a su estancia en los famosos baños de Fitero, y a los paseos que por los alrededores realizaba. Y nos habla de los restos abandonados de un castillo árabe, celebre en los tiempos de la reconquista, por haber sido escenario de grandes y memorables hazañas, y de una cueva abierta en la peña viva y medio oculta por frondoso y espesos matorrales. Para saciar su curiosidad sobre si alguien había penetrado en el interior de esta cueva, pregunta a un aldeano quien le cuenta una leyenda sobre un ánima que habita dentro de ella. Esta leyenda tiene lugar durante la Reconquista y nos cuenta la historia de un caballero cristiano que se enamora de la hija mora del alcaide del castillos, mientras él está allí retenido. El Caballero es recatado, pero decide volver en busca de su enamorada.
Y de nuevo, esta leyenda tiene lugar en uno de los lugares destacados de la historia de Fitero. En esta ocasión, es el castillo de Tudejen, que durante la conquista árabe de la península fue un bastión casi inexpugnable, por su situación en lo alto de un risco. De este castillo defensivo, se conservan todavía, los restos de la torre de homenaje y de un edificio con techo abovedado. Y en muy cerca y escavada en la roca se encuentra la cavidad que inspiro a Bécquer para la creación de esta leyenda.
Cueva de la Mora
Hasta aquí, este recorrido por la Villa de Fitero, por su historia y por sus leyendas. Solo me queda animar al lector a que descubra esta mágica tierra de frontera, a que visite cada uno de los lugares aquí mencionados, para, sabiendo estas pequeñas parte de su historia, observar con su mirada estos lugares y descubrir su magnífica construcción, su belleza paisajística o el encanto de las ruinas que aún perduran pese al paso implacable del tiempo, y que pese a ello, no les resta ni una ápice de la magia que estos lugares poseen.
Bibliografía:
El Patrimonio Arqueológico de Fitero (Navarra) – Manuel Medrano Marques.
El Monasterio de Yerga: El Cister en Autol – Victor Ruiz Soldevilla.