La Creencia, un recurso inevitable por Iván Montoya
L
a evolución humana siempre ha estado ligada al conocimiento profundo de nuestro entorno y de nuestra vida, saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, supuso el punto de partida de nuestra singular cosmovisión, y el desafío de entender e interpretar nuestra existencia. Sin duda, un anhelo quimérico y fragmentado por las complexas conjeturas que sustentan ésta visón de la realidad, y que terminaron convirtiéndose en obligadas doctrinas por las que muchos hombres perdieron su vida. Las cruzadas del comienzo del segundo milenio, las conquistas, el imperialismo, las dictaduras, la Yihad, y un sinfín de enfrentamientos en pos de imponer creencias y pensamientos.
ANTROPOLOGÍA y TRADICIONES POPULARES
Pero a pesar del tiempo transcurrido, de los siglos y milenios y de nuestra evolución, está visión anacrónica en algunos casos continúa siendo un puzle confuso y sin solución. La realidad que nos rodea no siempre es posible comprenderla, a veces, su magnitud y complejidad escapan a nuestro entendimiento y racionalidad, impidiéndonos avanzar en el conocimiento. Pero cuando esto ocurre, cuando falta la pieza adecuada para la comprensión, y cuando puede sobrevenir el colapso de nuestra mente, un singular método de autoprotección de nuestro cerebro se pone en funcionamiento para resolverlo. Nuestra materia gris trata por todos
los medios de obtener y someter a nuestros principios entendibles las respuestas irresolubles de nuestro intelecto, cuyo propósito es obtener sencillas respuestas plausibles sobre las que cimentar y tensional los vacíos de nuestro entendimiento, es decir, nuestro cerebro a través de la técnica basada en el “el principio de las creencias” produce su artificial argamasa para cohesionar realidad y ficción. Fantasía, imaginación, y teorías religiosas o mitológicas suelen ser el ingrediente principal de los dogmas, que una vez fijada como explicación en nuestro esquema mental pasa a la zona de creencias, ubicación a priori no negociable para la persona Y por ello, no es casualidad que las primeras culturas atribuyesen un dios
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