Piedra en la penumbra de la Capilla Turkana. 2004 La Comella
Relatos sobre la Comella y otros… http://laspiedrascantan.blogspot.com.es/
Al arte Animados por motivaciones naturales y apoyados en nuestro desvelo, igual que se formuló la idea de dios, bajo su sombra, también hemos “instaurado el arte". Ha sido una actividad laboriosa y enriquecedora que ha proporcionado sentido a la vida y ha despertado energías individuales y colectivas sorprendentes; las grandes obras han transformado las dimensiones humanas y han construido la historia con referentes admirables. Ha sido un modo de aprender por medio de la intuición, de dejar fluir los pensamientos en libertad y de sacar conclusiones posteriores. Estas cualidades son comunes al resto de los seres vivos, la estética es un instrumento de seducción, reclamo, defensa, poder, miedo, engaño, evasión, etc. Estos valores son vitales para sobrevivir y explican que el impulso creador es consustancial a la naturaleza. El acto creativo tiene sus causas en la mejora de la adaptación, la comprensión del medio y el acoplamiento con él. Los humanos lo hemos “creado” a nuestra imagen y semejanza, así es como podemos pensarlo, vivirlo y adaptarlo al mundo que sentimos. Es partícipe de la construcción mental y espiritual que nos avala, con él se ha resuelto parcialmente el juego de lo real y se ha instaurado los límites del gran misterio. Sabemos que la realidad es un enigma ya que no sabemos qué es pero estamos obligados a formularla; en la obra siempre se presenta como hipótesis a desvelar. Se trata de una singularidad extraordinaria y me atrevería a afirmar que es el gestor de la visión que tenemos de las cosas, una manera de interpretar que ha formulado conceptos brillantes y que ha modelado la vida en sociedad. En ocasiones nos emociona al encontrarnos reconocidos en un cuadro, en un edificio, una escultura o unos versos. Su existencia es fundamental en el encaje del imaginario personal, en la superestructura social y en la cohesión de la vida colectiva. ¡!El arte es necesario... Sus argumentos Le llamamos arte aquellas obras que hablan con la presencia de lo absoluto y su voz nos emociona, nos llena de incertidumbre, de presencias eternas, de memorias encontradas, de bellezas sublimes, de horrores indescriptibles y sobretodo, presenta el gozo de estar vivos. Nos expresa lo indecible con una vibración enigmática, impenetrable, substancial y siempre sin esclarecer nada, a su vez habla y colma plenamente nuestros desvelos. Lo hace desde la memoria, el recuerdo, la cultura, la historia y la connivencia. Lo ejecuta de manera holística y sin esclarecer como lo hace. Hay mucho de nosotros en el juego de las complicidades estéticas; si no, ¡cómo podríamos sentir interés por "El triunfo de la muerte", (Pieter Brueghel el Viejo. 1562) donde muestra la aterradora llaga que supura el alma humana? ¿Cómo podríamos parar atención en un urinario invertido igual que la cruz de S. Pedro? Pensemos en el demiurgo; Marcel Duchamp al voltear el urinario, “La fuente, 1917”. Él invierte el sumidero para convertirlo en sobradero igual que los verdugos de Pedro invirtieron la figura del apóstol para demonizar su cuerpo. Los símbolos cambian de signo y nos obligan a repensar todos los factores que intervienen en la obra; cada acción hace luz nueva al pensamiento. En realidad así pierden su función originaria para convertirse en objetos de seducción mental, en emisores de lecturas interminables... ¿Cómo podemos ver en la cruz invertida un símbolo satánico si a la vez es un gesto
de humildad, un entregarse a la muerte a la vez que renuncia a tener los “honores” de Jesús? ¿Cómo podemos ver una fuente y por ende, una obra de arte, si unos minutos antes la hemos utilizado para evacuar nuestros sobrantes y lo hemos hecho sin asomo de consideración estética? ¡A pesar del absurdo, es necesario...! Alquimia La piedra de la Capilla Turkana tuvo la misma atención, sólo que no hizo falta voltearla, ¡la dejé como estaba! Ninguna acción es más poderosa que la que proporcionan los ojos, así que considerarla como a mi mismo, materia viva, fue suficiente... Fue un acto de demiurgo; ¡alquimia primigenia! Una piedra mira por la ventana y calla, permanece eternamente en silencio y nos muestra su perplejidad. Como he dicho, físicamente no la modifiqué en nada, sólo le acaricié los ojos, la sumergí en la oscuridad, la protegí del tiempo y le di un nombre. Erguí la “piedra” y la puse en el centro, le cambié la función, la doté de cualidades humanas para que a través de ella pudiéramos ver un reverbero de luz… Es una reflexión en el desierto que no tiene futuro, ¡ya lo entiendo! pero no me canso de insistir en la misma dirección. Todo es demasiado complejo, demasiado turbio para que el mensaje llegue a latir en la mente humana. Miles de personas estamos implicados en la batalla del esclarecimiento, pero puede más la oscuridad, la estética de la penumbra. La claridad se aleja de nosotros y nos deja cargados de palabras y piedras muertas; ¡nos sentimos desamparados! Sólo llegamos a asombrarnos ante el espectáculo que despliega la luz del sol y nos dice; -‐¡nada es lo que parece!-‐ Todo se muestra íntegramente y nada se entiende con plenitud, además, hay tanto ruido en el fondo que se hace imposible llegar a conclusión alguna. Es el insondable misterio del mundo el que desborda la obra y nos deja sentados en los lindes de la perplejidad… ¡Entre sus manos asombradas dormimos...! La mirada Llamamos arte a aquello que hacen los artistas y consideramos artistas a personas que tienen la capacidad de presentarnos una mirada propia de la realidad que tratan. Las variaciones son tan extremadas que se neutralizan las unas a las otras en un encuentro confuso; se le puede considerar arte a un vestido, una comida, el diseño de una silla, la realización de una fotografía y el cuidado de un jardín y hasta una lata llena de excremento. Mierda de artista, Piero Manzoni. 1961. (Todo es válido si muestra aquello que destila la naturaleza: intuición, pensamiento y concepto en la maestría utilizada... La mirada es constructora y cómplice de la obra si el autor es capaz de presentarlo con luz propia.) En su sencillez espiritual reclama una atención inteligente; ahora es necesaria una buena dosis de información para compartir los senderos del arte. Es un instrumento valioso que ratifica lecturas simbólicas. Con imágenes apoya e ilumina lo incomprensible y con conceptos claros permite adentrarse en pensamientos insondables. Su ejecución y elaboración mental son siempre complejas, conceptualmente difusas y su difusión y aceptación son pura estrategia y oportunidad. Al margen de la experiencia acumulada, el resultado final tienen
mucho de azar, riesgo, atrevimiento, generosidad, aventura, incertidumbre... y su ejecución nos obliga a poner en acción todos los recursos del saber. Es un objeto de substitución que nos ayuda a pensar e interpretar de muchas maneras el lenguaje de la naturaleza. También a considerar la conducta “irracional”, emocional, espiritual e ideológica de las personas. El arte puede ser un acto de libertad que favorece la “comprensión instantánea” de los enigmas que presenta el mundo, pero también y especialmente es un instrumento de autoridad donde confluyen muchos intereses. La obra y el poder van de la mano y esta relación raya el absurdo en muchas ocasiones, pero el registro intelectual y espiritual que deja configura la memoria del pasado... esas son las cenizas de la historia y nos pertenecen. ¡Como lo es el puñal, las cenizas son necesarias...! El poder y el arte Como pasa en otros campos del saber, la humanidad intenta encontrar en el arte la manera de substituir la naturaleza, de doblegarla, domesticarla y neutralizarla; desea convertirla en paisaje pintoresco para tener el sosiego deseado. Vista en la obra como homóloga de la realidad, la naturaleza presenta en el alma humana el efecto de alumbramiento y actúa como analgésico y libelo del engaño. Nos fascina ser engañados por la apariencia, por lo hiperreal y deducir sin esfuerzo las variables simbólicas que desprenden, pero en realidad la obra bien trabada no es una réplica inocente, un homólogo sis sus efectos. Su voz se introduce en nosotros como un susurro y en un instante nos presenta la cara oculta del mundo. Las emociones surgen, se cruzan entre los enlaces de la información y nos revela que algo sublime habita ahí, en la obra; eso hace de una batalla de horrores, de un urinario convertido en fuente, de una lata de mierda..., un objeto de deseo. En el descubrimiento de una emoción siempre emerge la sensación de poder y también el estremecimiento del desamparo. Con la posesión de la obra se desea el control del caos y se codicia la notoriedad que proporciona estar informado en el tiempo presente. Se busca la posesión de lo extraordinario y a la vez abandonarse en él para garantizar su presencia en la historia. Para “ilustrarse”, el poder anhela la reputación de la obra, compra su complicidad, pacta la connivencia con las ideas y los intermediarios que la gestionan, todo sin el esfuerzo que implica ser ilustrado. Pero el desorden sigue ahí, amenazante e indómito y nosotros estamos obligados a poner las marcas que lo humanizan; cada día en el taller hablando y sollozando entre los campos yermos. No es un señuelo, es un compromiso al margen del tiempo…
La Comella el día de S. Jordi. 2013
Sensaciones El corazón del mundo esta presente alrededor nuestro y su ritmo se manifiesta en la naturaleza; entre las cañas del río habla y canta. Las sensaciones nacen de la tierra y en el cuerpo vibran como una campana, resuena como una cuerda tensa y las sentimos de manera diáfana; ¡el mundo nos llega plenamente! En cada una de sus expresiones es visible, audible, táctil y en nosotros se hace concepto y argumento para seguir activos; ¡la tierra nos cautiva! Respira y al hacerlo nos da aliento, es el que tomamos sin cesar mientras vivimos. Ella no se mueve con los instrumentos de la “razón”, ese es un concepto humano que no disfruta de mucha gloria actualmente; estamos ocupados con el gruñido de las banderas. No utiliza el juicio en nada de lo que hace, sólo actúa por leyes físicas, por impulsos ineludibles y parece que se mueve entre el azar y la necesidad. Su manera de hacer está motivada por tracciones vitales; son posibles y se dan y de ellas nacen y actúan todas las “vocaciones” del mundo. Ahí aparece y titila una resonancia oculta que se hace forma y sentimiento en nosotros, nos enseña la textura, la gravedad, el olor, la distancia, el dolor y también es la creadora de nuestras complejidades. En la tierra se hilvanan los avatares de manera sincrónica; ¡son inevitables! “Sin intención
alguna” bailan con todos nosotros, danzan en un trance continuo hasta dejarnos extasiados y rendidos entre cenizas. Tratamos de manera despectiva el movimiento vital de la naturaleza, más aún, menospreciamos los impulsos de su fortaleza primordial, pensamos que es incomprensible, misteriosa e irracional y la abandonamos cuando "no es rentable", o la usamos sin control cuando los beneficios despiertan todas las ambiciones. Pensamos que las cuestiones físicas son de orden menor y que pueden ser controlables y reproducibles, pero de tanto en tanto nos damos cuenta que la mayoría de nuestros actos también son irracionales y que la ley universal, la que gobierna el caos, es la que lleva el control de todo y también es la que guía parte de nuestro destino. Aunque aparentemente parece que todo se manifiesta como un hecho cultural, en realidad nunca podemos sustraernos de las seducciones de la luz y de las filiaciones a la vida; ¡somos en ella hasta la muerte! No podemos prescindir del "viento" que nos anima ni de los infinitos caminos que nos indica la dependencia del cuerpo. Él presenta su condición material constantemente y enferma o padece los cambios que imponen la leyes generales, enferma para explicarnos que no vamos bien; es su única manera de proceder para sobrevivir o morir en el tiempo dado. La naturaleza también gobierna el pensamiento, las hipótesis mentales son parte de su maravilloso patrimonio, incluso los procesos de investigación científica emulan los procedimientos que la naturaleza ha desarrollado desde el inicio del tiempo. Escultor Soy escultor de incertidumbres, en el nudo de la oscuridad del mundo me observo y en el libro de la eternidad me atraviesan las dudas como el rayo lo hizo en la roca. El misterio me cautiva, soy como el aliento de un niño que piensa y observa atrapado entre las manos. También me observo en ellas, veo como emerge la forma que ilumina mi perplejidad. En ocasiones me encuentro confundido, cada día entiendo menos lo que pasa alrededor mío. Instalar una piedra que mira por la ventana me trae pensamientos nuevos, me presenta todas las hipótesis posibles y en ellas me encuentro lentamente. Las manos me despiertan los sentidos y con ellos actúo con mayor facilidad que con la El libro de la eternidad atravesado por el rayo. Capes de memòria fosca, Almoster 1975 palabra. Puedo afirmar que en el contacto con la materia me construyo, entre ella alimento el pensamiento, especialmente con el tacto y con él acaricio un sentimiento nuevo. Al
ingerir la semilla me transformo, físicamente soy ella en el tránsito y al mirarla como la voltea el viento me emociono hasta el llanto… Escribir me cuesta mucho, es un esfuerzo considerable y las ideas que expongo son evanescentes, siento que no tienen la gravedad que me proporciona una piedra. Por ejemplo: no encuentro en la voz el pronunciamiento insondable que se desprende del barro. Escribir es un oficio que respeto profundamente; en él siempre seré un intruso y pido comprensión para con mis sombras y desatinos. Me cuesta mucho trenzar un discurso usando conceptos que nacen de la experiencia como escultor. Cada palabra he de arrebatarla de la mente, arrancarla de la cárcava oscura y engancharla en el pantalla de las virtudes. La verdad, es un trabajo que me agota, lo hago con mayor esfuerzo que el que me cuesta retirar esquirlas de las piedras… La piedra puedo dejarla sin pulir; no me molestan sus llagas, todo lo contrario, ¡me fortalecen! Me alagan sus voces azarosas, me sonríen los cortes naturales, las huellas de las herramientas, la imperfecciones de la mano. Pienso que su liviana dejadez le da un rostro legitimo, conquistado por derecho; ¡así habla la naturaleza! No se le pide a una roca del torrente que tenga las aristas tensadas y los planos diáfanos; ¡eso es artificio…! Todo lo que hago es parte del proceso natural de la idea y en la obra queda impreso el discurso y con él me explícito sin afeite alguno; trabajo como lo hace el río. No deseo provocar auras falsas, por ello prescindo de toda escenografía y en lo posible respeto el rostro que me viene dado. He comprobado que las fuerzas misteriosas de la naturaleza se expresan en contadas ocasiones y que entrar en su templo es una quimera permanente; sus silencios reclaman mi adicción. Me cautiva la imagen imprecisa que desprende, me atemoriza la terrible evidencia de su voz. Pienso que la respuesta es más fácil encontrarla fuera, donde su lenguaje es directo y claro, pero yo anhelo estar dentro, en sus cámaras oscuras. En el bosque soy follaje que se mece con el viento, en las selvas y los manglares agua, en el monte piedra que se desgrana sola… La tragedia se muestra con plena autoridad y me abraza hasta ahogarme, ¡lentamente! La dentellada de la muerte siempre es presente y lo hace sin espavientos, así queda integrada con la vida; ¡siempre es una solución justa! Dentro de sus salones dorados los desastres naturales me dejan perplejo, ante el infortunio quedo derrotado, el vértigo del infinito me sitúa ante lo irremediable y en él fenezco como lo hace el día. Los efectos beneficiosos también son fáciles de encontrar entre sus presentes, la naturaleza es generosa y me mantiene expectante, a pesar de todo solícito y amable. A ella le hablo constantemente, así me entrego a las piedras del consuelo… La naturaleza siempre encuentra un “testigo atento,” un ventrílocuo que habla por su boca el relato del origen. Tal vez fue así aquel día que me encontré ante el libro de la eternidad atravesado por el rayo. Todavía hoy me interesa interpretar de forma sensual el alud de signos que reverberan del espacio natural, el tañido emergente del presente mineral. Todo duerme entre la piel de las rocas; allí queda retenido el hálito del tiempo y susurra
para nosotros una letanía interminable. Me interesa descifrarla y presentarla en la obra, explicitar su significado como se muestra una piel extendida, un cruce de signos infinitos que se neutralizan los unos a los otros, un palimpsesto milenario. La mayoría de las veces fracaso en el intento, es una angustia que me obsesiona y me hace resistente. En ocasiones tengo que jugar con mis dedos, reírme de mis desatinos y rondar en el círculo; es la trampa fatal en la que he quedado atrapado sin pensarlo. En las acciones de Fénix he encontrado aliento de libertad, he tomado una buena dosis de esperanza y he reflexionado sobre la condición simbólica de la piedra abierta por el rayo. Aquello que pude ver en sus capas comprimidas, entre sus pliegues de tiempos singulares, tan sólo se podía ver con el utillajes de la intuición; ¡por un instante, tan sólo por un instante! Pienso que entre la voz de los secretos canta la piedra y entre las frecuencias que exhala la roca canturreo yo; ¡nos confundimos! Así descanso en ella, en lo sorprendente de sus cambios duermo; ¡es una tarea costosa y larga! El latido de los instantes se enlazan conmigo, copulan como andróginos y crean el presente continuo; ¡así lo siento! Es el momento de asumir el compromiso y plantar en la tierra el hito de la verdad; entonces me levanto y soy una piedra alzada. En él dejo líquenes verde-‐azules, piel de sapo temblona y en el nodo de las complejidades reposo plácidamente unos instantes. En ese momento advierto la dificultad y me desvanezco, ante la complejidad del mundo me desmayo, caigo como un costal de harina; ¡se me hace difícil destilar lo incomprensible! Entonces me digo: hay que pensar con claridad lo oscuro, ordenar los conceptos que emergen del caos, dar sentido a la obra en un mundo sin sentido. Tenemos que renunciar a los atajos y entregarnos al agotamiento, no resistirse a la fatiga y caer al suelo como un caso de tierra. Debemos confiar en las manos y en lo que destila la mente hasta el final del tiempo. Hay que soportar con dignidad el silencio de los sabios y en ellos encontrar los pasos serenos. A los desconfiados dejarlos en su confianza, ellos saben donde están... A veces piensas, si llegas a pensar algo; todo está oculto en el templo de hueso, en el hueco resonante donde habitamos juntos. No hay que copiar las voces oscuras, ¡hay que interpretarlas!
Los ojos y el deseo Mi voluntad en aquellos días estaba anhelante, los ojos y el deseo estaban especialmente atentos a los signos que desprendía la naturaleza; ella se mostraba limpia, espontánea, generosa y cruel; ¡todo lo hacía sin ornamento alguno! Yo tenía 26 años y quería ver las cosas como son, sin abalorios ni Con el macuto a cuestas caminaba por una cantera del Garraf. 1974
afectaciones; sigo esa senda, vivo comprometido y sin aderezos. La fuerza del deseo, la voluntad por aprender me tenia cautivo pero no sabía qué hacer, sólo hacía rayas en el suelo, círculos en el aire y mirar y asombrarme ante el espectáculo del mundo… Aquel día me confundí dentro de un hueco en la tierra, una cantera había devorado media colina y en aquella herida desproporcionada estábamos todos los actores presentes. Con un despliegue oculto hablaba la montaña, los árboles oscilaban con infinitos requiebros, la luz deslumbraba hasta dañar los ojos, el viento trenzaba la piel y las rocas dejaban caer su gravedad sobre los hombros… Todos estábamos a cuerpo descubierto y todo se presentaba tejido en aquello que más tarde denominé realidad presentida o realidad estética. La herida supuraba el dolor de la tierra y me golpeó de frente. Aquel día hice un trayecto largo, ¡incalculable! Hoy pienso que di un paseo por el cielo, una zancada de gigante al definir aquello que llegó a ser importante en mi trabajo; “encontré la orientación oculta y la reconocí al instante”. En el ámbito experimental comprendí lo fundamental y desprecié lo aleatorio; “descubrí” que el arte es un lenguaje subsidiario de la naturaleza. Acepte de grado determinados valores que deseaba aplicar en la obra y algunos se han mantenido hasta hoy; la cualidad que habita íntegra en la materia y la sencillez de las formas. Intuí que buscar la luz es una pretensión fatua y que donde podemos sentirnos es precisamente en la oscuridad de los motivos y en el esfuerzo de desvelarlos. Al hacerlo así nos encontramos de frente con la cara oculta del ser; ¡ahí nos hacemos! Podríamos afirmar que en el ir haciendo nos damos... Manifiesto que he trabajado enérgicamente en esa dirección, que en algunas ocasiones he pisado la “roca madre, la caverna deseada” y me he sentido reconciliado con los momentos y hallazgos encontrados. L’anell de pedra y la Capilla Turkana son obras que me justifican, ellas dan sentido a mi desasosiego. Otras me dejan intranquilo, sé que el aliento primigenio no respira en ellas. He tenido distracciones y en algunos momentos falta de fortaleza moral; lo siento mucho, mi trabajo no versa sobre la bondad humana. En el viaje no he tenido la voluntad necesaria, tampoco buenos consejeros y los más cercanos; ¡ay, los más cercanos, nos hemos hecho daño! No me han visto o se han sentido ultrajados por mi manera de verterme al mundo. He crecido solo ya que era como una planta en el estero y tenía que crecer, ¡sin pretenderlo han pasado los años! Sin recursos he caminado en solitario, recluido en mi y sin cesar he volteado la tierra y aunque he tenido especial interés por ordenar los papeles, mi falta de formación ha dejando muchas cosas sin concluir; siento con pesar mis deficiencias, son azogue diáfano que hoy enturbia mi trabajo.
El ser, la piedra erguida En el espacio que envuelve nuestra vida siempre está presente el espejo del mundo, nunca lo vemos con claridad, está empañado con nuestro aliento y siempre estamos ocupados en cuestiones colaterales, en señuelos que nos mantienen ciegos. La fita señaló el lugar y los signos que se mostraron a los sentidos quedaron en mi mente, allí duermen y los tomo ahora para hacerlos presentes. En aquel momento yo no estaba preparado para asumir la propuesta, fui un testimonio abierto al devenir y así se fue desplegando en la conciencia poco a poco; ¡ahora es realidad en la Comella! ¡Allí, como ella, fui la piedra erguida por un instante, tan sólo por un instante! La fita grande. Sant Andreu de la Barca. 1974, 120 x 040 x040 cm. En la cueva del Garraf el hito inhiesto que mira por la ventana se encontraba en la fase inicial, era espacio vacío que clama en la mente. Me hallaba confundido, desinformado y anhelante; ¡en aquel lugar inicié un camino interminable...! Perfectamente podía dejar las cosas como estaban y dedicarme a otros menesteres; ¡todas las sendas eran posibles! Escogí el camino que he recorrido y eso hizo efectivas mis quimeras, mis incertidumbres e ilusiones. Pienso que fue un impulso providencial en el momento justo, estaba allí y quise ver el tramo que le faltaba... En la vida actuamos por decisiones no meditadas, caminamos a ciegas pero escogemos una dirección y en ella nos recreamos, nos hacemos pensamiento lentamente y fluimos en el tránsito de los días. Somos aliento transido en la obra, esta, una vez liberada, ya no nos pertenece, se hace polvo entre olvidos o en algunos casos inspiración colectiva… Sin necesidad aclaratoria, sin el juego de las palabras, el aire traía el mensaje como el sol trae los albores por la grieta sinuosa. La luz deslumbrante siempre ciega, la sinuosa destila las ideas en una comunicación profunda, esos resplandores estaban allí para ser atendidos y se hicieron ver con la misma facilidad que se hace el acto de respirar. Captar el sentido de las cosas era para mí la épica del instante; resonancia existencial que se hizo aliento presente y ha sido guía perdurable en las horas de vacilaciones… Como escultor esta experiencia fue el mejor pago recibido, la que me ha dado
fuerza y me ha ayudado a vivir. En el resto de mis ocupaciones, en mi condición de hombre que ha de relacionarse con los demás, casi siempre he encontrado dolor y desconsuelo… Todo el trabajo que he realizado fue motivado por el impulso de aquel instante; ¡vivir en aquel sentirse piedra, fita que ocupa el lugar! En aquellos segundos nació una idea, una manera de vivir, a ella me siento unido…
Cajas al acecho. Rincones para personas buenas. Piedra arenisca de Osona. 9 unidades. Medidas variables. 2013
Acecho La escultura es una verdad al acecho y como todo lo que destila misterio en la vida ha de contener una brizna de reserva, cierta naturaleza desconocida; pienso que un encuentro frontal con el secreto sería desastroso. La obra ha de ser un vehículo para recordarnos que somos naturaleza efímera; ¡el soplo de un instante! Ella lo es todo, en un segundo muestra el trayecto recorrido y ya sin voz revela el tiempo pasado. Así, en un giro repentino, se descubre y presenta todo rasgo evolutivo y también los estadios pre-‐racionales; es entonces que los presentimientos se hacen evidentes.
Entendido así el arte tiende a conectarnos con la vibración silenciosa y las verdades ocultas, con las hierofanías que describe Mircea Eliade en Lo sagrado y lo profano. La obra si está viva respira el aliento de la eternidad, es decir, se comunica con todo aquello que traspira lo esencial y nos relaciona con el mundo de manera sincrónica. En un instante formamos parte de su universo emocional y encontramos la unión con aquello incomprensible que representa. Es por ello que la expresión creadora no puede hacer evidente aquello que muestra, siempre ha de insinuarse, camuflarse entre sombras. No decir nada pero con la vocación de afirmar una verdad que se oculta a la vez que se presenta en todo su esplendor. El encuentro con el saber mistérico, la comunión con el sustrato material, se encuentra fundido con el aliento, el impulso inteligente. Él es el que seduce a la razón y con hálito inmaterial nos perturba al insinuar como se ha construido el mundo. La creación artística y las aportaciones conceptuales y formales que desarrolla, construyen puertas de entrada a realidades nuevas, y a la vez, responden a impulsos humanos que son siempre los mismos. Pienso que las buenas obras han de ser iniciáticas, por lo tanto transformadoras de la sensibilidad humana. Han de configurar espacios que nos articulen y conecten con la unidad primordial, la base de todo lo formado. Somos en la materia y en ella nos damos, en sus infinitas figuraciones nos sentimos y también formamos parte de su capacidad creadora. Nos envuelve su evolución y la fuerza regeneradora que activan las primaveras; ¡somos en el tiempo! Son ellas las que crean los lazos profundos entre la sensibilidad humana y el espíritu que destilan los sucesos, los cuales se dan libremente, se encuentran en la naturaleza en estado salvaje y sin censura. La obra transpira un soplo comunicante y atrapa con gravedad la sonrisa de una piedra; nos pone en contacto con ella sin decirnos nada. También lo hace con aquello absoluto que habita fuera del objeto, fuera de todo lo concreto, lo que queda cosido entre las formas y las palabras. Pienso yo, que las grandes estéticas nos sumergen en el orden implicado, el que queda inscrito en la cara oscura de la materia y resuena en aquello que palpita dentro de los procesos de cada sistema vivo. Todo esto aparece ante los ojos como excesivamente complejo, pero en realidad es sencillo. Constatamos que las personas tenemos la capacidad para aprender, para sorprendernos, emocionarnos, reír y llorar. Si una obra actúa sobre nosotros, si opera sutilmente y nos saca del hastío, si nos inquieta y matiza el pensamiento, algo vivo e inteligente hay en ella. Si el timbre de su voz no nos deja indiferentes o excesivamente complacidos, algo vital puede crecer entre nosotros y así devenirse en realidad nueva. Acción de escribir y negar lo que se escribe. 1992 Castellvell del Camp Destino El año 1988 después de haber leído algunos textos sobre "la deconstrucción", conceptos que Derrida dejó disueltos en el aire y que en algunos casos llegaron a contaminar el lenguaje hasta la obsesión, hice la obra "Destino". La idea era similar a algunas acciones que había realizado anteriormente, concretamente en la década de los setenta, obras que referiré en otro lugar si viene a cuento. Quise incluir en el
trabajo el valor de la acción, también el hecho de construir y el imponderable de la destrucción. Ahí quise actuar sin objetivos concretos y afianzar el concepto en la pura repetición, una trabajo inútil que me conducía al agotamiento. El concepto derridiano quedó suspendido, perdido entre el hacerse y el destruirse, era como una parálisis en movimiento. Miedo a la permanencia, -‐digo yo...!-‐ quizá elogio al olvido... mejor pensar que quedó como una espada en el aire; ¡siempre amenazante! Es el castigo que sufrió Sísifo portando su piedra ladera arriba, después verla rodar ladera abajo y volver a empezar con la dolorosa carga de siempre. Una acción desesperada en busca del destino, repetición absurda y obligada en toda la actividad humana. "Destino" es una pieza unida a las leyes de la entropía, a los conceptos de repetición, a los factores que el tiempo impone en la evolución de las cosas. Destino, como obra, niega el relieve que juega el presente sobre los acontecimientos futuros y presenta la acción sometida al flujo ciego del instante. La obra tiene dos tiempos, la razón elabora el concepto y lo centra en la palabra destino, la mano, con un palo largo ejecuta la acción y graba en la playa la palabra. "Destino", Seguidamente el tiempo actúa, pasa una ola y la acción del agua borra el contenido. Como una condena se vuelve a escribir una y mil veces la misma palabra sobre la línea de costa, "Destino", "Destino"..., igual que Sísifo, empujando la misma piedra, el resultado es siempre el mismo, el tiempo nos condena al olvido a una memoria oculta, borrada, a una existencia sin referentes. En éste caso se trataba de asegurar mi destino en la línea móvil, en el horizonte de los cambios, manteniendo activo el principio de incertidumbre. Escogí el lugar en la playa de Tamarit, entre la tierra y el agua, justo donde se forma la más virulenta de las leyes, la de las permutaciones, donde las fuerzas débiles también son disueltas en el caos y todo queda sumergido en un remolino de aliento, de agua y tierra. Escribía una y otra vez la palabra "DESTINO" y el agua la borraba al instante. Nunca tuve la conciencia tan clara de la fragilidad del ser humano y sobretodo, de la fugacidad de la existencia. ¡Que placer ver en piedra Las siete sillas de Mérida¡ Por lo menos sé que me sobrevivirán, pero, algún día, también quedaran absorbidas por el remolino resplandeciente de Ahná; ¡Todo es cuestión de tiempo¡
Mi macuto de Barcelona, Bronce, 1990, 100x0,27 x0,12 cm. Castellvell del Camp.
Ángeles Han pasado unos cuantos años desde que realicé las obras sobre los Ángeles; ahora descansan tristes en los estantes. Examino algunas anotaciones que hice sobre el barro y me asombro de las coincidencias, también me sonrojo de algunas expresiones; ¡qué tiempos más alocados y preciosos! Estos pensamientos y la edad me han movido a escribir algunos comentarios para la elaboración de una compilación moral que creo debo hacer; ¡ahora me propongo ordenar los papeles! Las obras las siento activas y desprenden infinidad de señales que me resultan familiares, pero lo que ya ha pasado lejano está. No deseo describirlas ni sentir aquel tiempo como algo cercano, enganchado a mí, tan sólo intento dejar alguna anotación para que las motivaciones revoloteen entre ellas. Son reflexiones motivadas a partir de una idea y esta deseo formularla. En ocasiones las personas enrarecemos de manera misteriosa y cuando eso pasa lo irremediable cae sobre nosotros, entonces aparecen nubes agoreras ante los ojos, no se pueden sortear, no se pueden ignorar y hay que hacerles frente. De esta idea nace la serie: Ángeles o destilación de animales invisibles, pensamientos que me ayudaron a vislumbrar los misterios del pensamiento y el complejo trasiego de la vida. Ahora me propongo mantener fresca la memoria de aquellos días y favorecer el coraje para seguir en el trabajo hasta que el final llegue. El grupo de obras que toman éste nombre son básicamente relieves en bronce, se trata de esculturas de formatos variados que se presentan frontales en la pared. Con el mismo nombre también hice acciones y de sus ejercicios se abrió un camino directo hacia el trabajo posterior, Las ocultaciones. La serie de los ángeles pertenece a un período expresivo, rico en descubrimientos conceptuales y técnicos y en cierto modo violento. Fue iniciada después de “Señales en la piel” y terminada al valorar como motivos estéticos los objetos de desecho, “Cultura de restos”. De hecho entre los ángeles ya se incorporan elementos y objetos populares; tetrabriks, alpargatas, bolsos, maletas, escobas, tejas, palos, etc. elementos que tomarán independencia simbólica posteriormente. Las series se han encadenado unas con otras y en cierta manera los conceptos han sobrevivido ocultos, como las muñecas rusas, fundidos también los unos dentro de los otros.
Proyecto a la tolerancia, Eduardo Chillida, Tindaya, Fuerteventura. 1993
Tindaya La montaña nos habla con su voz justa, lo dice todo entre el siseo del aire, el perfil reseco del horizonte y la espesura del bosque; ¡no se equivoca nunca! Si fijas la mirada en uno de sus detalles sientes como la potencia de la piedra ha dejado disuelto un estampido en el lugar; la roca se ha abierto por la mitad y nos explica su pasado. Es así, con la voz pequeña suena fuerte y es la que sirve como regulador de escala y en ocasiones utilizamos para compararnos. Las dimensiones siempre son relativas: un hueco en la roca nos habla de como la gravedad del collado cae sobre nosotros y las fuerzas fuertes y débiles fluyen y nos comprimen el corazón... Un momento gozoso es suficiente para colmar un deseo largamente presentido y cuando esto sucede todo queda bien pagado. Hiciste caminos intransitables, buscabas sin compensación alguna, escuchabas los clamores del silencio y al final escuchaste un murmullo revelador; ¡mereció la pena! En momentos así se comprenden cosas que parecen increíbles, imposible que lleguen a suceder pero suceden; aparecen entre las manos como soluciones clamorosas. La experiencia confirma que hay contenidos subyacentes que solo se pueden entrever con las herramientas de la intuición y esta sabe conectar y sacar conclusiones poéticas y brillantes. Una llamada intuitiva puede estar cargada de saber y a su vez disponer de todas las garantías de éxito. Eso es lo que pasó en Tindaya mucho antes de que Eduardo Chillida diseñara su “cubo de la tolerancia”. En épocas remotas, cientos de pies fueron cincelados en la roca y quedaron como huellas que miran el sol, como registros humanos que contemplan la eternidad…
Las cuevas son lugares telúricos, espacios donde se concentra la gravedad de la piedra y el tiempo se comprime hasta desaparecer. En algunas se hace presente el silencio y se alimenta el ánimo de los ausentes, en otras la mente queda enajenada y pletórica de pasado. Pero en todas ellas se crea un estado inquieto que invita a la reflexión. En la ya citada del Garraf me hubiera gustado aplicar el ejemplo que utiliza David Bohn para dar marcha atrás a la máquina del tiempo y así desvelar la imagen del origen delante de los ojos. Solo pensar en esta posibilidad ya es un logro haberme encontrado con aquel hueco de invocaciones. Pienso que el deseo por regresar al estado mineral es una atracción permanente; subir farallones, escalar abismos, entrar en los corredores subterráneos, alinear piedras y llenarlas de sentido es la respuesta a esa llamada. En ocasiones lo hacemos para sentirnos inmersos en la dimensión material y advertirnos enfocados por esa mirada. Desconozco las causas que hacen que esto sea así, seguramente es para comprendernos mejor localizándonos en lo tangible y concreto. Verse envuelto en piedra, sumergido en la avalancha de signos que reverberan en el espacio, es un encuentro extraordinario y poder experimentar y descifrar la situación en un instante es algo que sólo se puede sentir en contadas ocasiones y en lugares muy concretos. Todo esto es parte del material del escultor y lo que reunió Eduardo Chillida en el proyecto de Tindaya; la montaña de piedra de Fuerteventura en Canarias. Un proyecto que no se realizará por exceso de celo y falta de convicción vital. La obra tenía todos los argumentos expuestos y podía haber representado un centro espiritual del mundo moderno. Una galería que desembocaba en una sala abierta al cielo y desplegada al horizonte. A la posibilidad de transitar la materia se unía la cavidad en la roca y la apertura a la luz del cielo. Hago mención especial el ascenso por el corredor hasta entrar en la cámara y también los tragaluces por donde entrarían los rayos del sol y el espejo de la luna. Aunque la encuentro sobre-‐ dimensionada y el efecto de empequeñecimiento perderá su efectividad por la pureza de las formas y la pérdida de referentes, encuentro que también allí la comunicación con las fuerzas débiles serán directas, de piel a piel, de materia a materia. La mirada ya no será necesaria pues no habrá nada que mirar excepto la luz que se cuela y es motivo resplandeciente entre sombras. El olfato y los demás sentidos serán secundarios ya que no tendrán nada que anudar a excepción del hueco que deja la piedra y la compresión del lugar, gravedad de la montaña que se dejará sentir sobre los visitantes. La cueva del Garraf no necesitó ingenieros, permisos ni promociones, la hicieron las manos del tiempo y allí estaba pletórica y esperando mi llegada cuando la encontré. De la experiencia conseguida alcanzo a comprender y aceptar el proyecto de Tindaya; sólo me sobran las dimensiones; Un cubo de 50x50x50 m. que tiene acceso por un corredor de 200 m. de longitud; ¡pienso que es demasiado, una "mega-‐inspiración que devora la obra"...! Me sumo a la realización si se hace con proporciones asumibles y humanas: 10x10x10 m. sería más ajustado y ya serían proporciones de espanto tratándose de que han de descubrir el corazón de la montaña.
Para manifestar mi complicidad añado variantes y requiebros imaginarios. En el centro del cubo realizaría un agujero para que absorbiera los susurros y los aullidos de dolor. Un hueco para que germinaran los gritos espantados desde el centro de la tierra y salieran pletóricos los lamentos por la galería subterránea. Serían ágiles plegarias que se remontarían hasta la luz del sol. Nube de restos exánimes que encontrarían su lugar y ahuyentarían a los curiosos. Estas situaciones tienen connotaciones de tumba; el hipogeo es un corredor de difuntos y en la roca resultan vientres activos. Los pintores del paleolítico supieron ver la importancia de las cuevas, ellos fueron testigos de estas impresiones, su sensibilidad no tenia la necesidad de argumentar nada, solo dejarse ir en el secreto y plasmar la obra allí donde tenía que estar, donde encontraba sentido la observación de la realidad. Las pinturas rupestres y todas las grandes escenografías que se han realizado para entrever el “tremendo espasmo del mundo” se han consumado bajo este poder. El hueco en la roca deja que los signos de la materia se expresen libremente; es materia ausente que habla y por ello tienen poder invocador. Un hueco en la roca es un gran espacio de reflexión, es un nicho socavado en la piedra que se hace lecho espiritual. Me decanto por la metafísica del lugar donde la gravedad de la materia se deja sentir y el hombre queda aislado del mundo exterior, lejos de los problemas cotidianos, de los escollos frecuentes y el temor permanente; así, entre los muros del monte queda unida, religada la gravedad del ser... El espacio creado en la Capilla Turkana es muy parecido; tambien en él el ser se siente diminuto, empequeñecido pero no humillado. La obra se hizo con manos humanas, con recursos limitados, con humildad y sin aparato mediático. Realizarla resultó el regalo de un tiempo jadeante y feliz. Aunque las motivaciones estaban definidas, fue una aventura incierta y ahora me complace más que ninguna otra obra, me justifica todo el trabajo y el dolor padecido. Ella sola me reconcilia con el mundo y me absuelve de mis insignificancias y de las ofensas cometidas. Como queda explicado en la cueva del Garraf, toda la trama emocional se puede encontrar en estado natural; no es necesaria la obra pero es de agradecer cuando alguien te enseña a mirar los matices del mundo. El espacio abierto en la roca es siempre un vacío que se presenta diáfano y queda misteriosamente paralizado. Es como una casa deshabitada donde han quedado los muebles impresos en la pared, intactas las cosas en sus ausencias, presentes en la libertad de los rincones. Lo acontecido siempre aparece como presencias fuera del tiempo y emociona contemplarlas. Todo en la quietud aguarda ser observado, sutilmente advertido, eternamente a la espera de que se inicie el extraño ciclo y con él empiece una nueva vida. En estas escenografías el tiempo queda suspendido en el aire, congelado en una parálisis térmica. Se puede pensar que son espacios que retienen y presentan la memoria del pasado; allí siempre nos atrapa el misterio del origen.
Cueva del Garraf. 1974
La cueva del Garraf Meses después de la acción que realicé en el agujero-‐cueva que hallé junto a la carretera del Vendrell a Valls, tuve un encuentro sorprendente; fue algo tan extraordinario que me transformó profundamente, tanto que no he podido olvidar después de quasi 40 años. La hallé por casualidad; seguía presentimientos activos y movía reflexiones sobre las cavidades, los espacios naturales, las ausencia y presencias de las cosas; ¡estaba entusiasmado! Buscaba estos escenarios para afianzarme es pesquisas que empezaba a descubrir y que fueron fundamentales en mi formación; la naturaleza fue mi biblioteca requerida y todavía hoy es mi base de operaciones. Caminaba por las montañas del Garraf y la encontré: ¡me estaba esperando! Era una cueva de buenas proporciones, bien iluminada y muy cerca de la cantera cuya imagen publiqué en este blog hace unos meses. Era un lugar dolido y descarnado; mirarlo hacía daño en la base de los sentidos, especialmente en los
ojos. Estremecía verlo: la piedra la arrancaban de manera violenta dejando gigantescos socavones en la montaña. La extraían para fabricar cemento y por aquellos tortuosos caminos los camiones trajinaban sin cesar aquellas rocas heridas. La cueva era un refugio natural que en aquella ocasión se usaba para resguardarse de las explosiones en las canteras. Cuando tenían lugar, las piedras caían del cielo como proyectiles, volaban con fuerza y arrancaban los árboles dejándolos destrozados y secos. Se trataba de un espacio proporcionado, abierto de forma natural que recordaba un Mitreo, un pequeño templo sin atributos aparentes. Al fondo, la roca había dejado unas placas con formas circulares y señales muy sugerentes. Todo el espacio era poseído por una magia especial, una luz vagabunda reverberaba por todas partes y producía un relieve suave y gris. El techo estaba formado por una losa de piedra consistente y limpia, era una pequeña parte de la veta que navegaba horizontalmente por toda la montaña. El suelo estaba formado del barro acumulado y pisado por el tiempo y proporcionaba una sensación limpia, orgánica y blanda. A los lados había algunas piedras planas y de medianas proporciones, alineadas y paralelas a los muros. El silencio de la montaña se dejaba caer con una densidad especial, como si el aire hablase entre los árboles o produjera un zumbido, un canto repetitivo que quedaba materializado en polvo, partículas que también terminaban convirtiéndose en roca. Como he dicho, el fondo de la cueva formaba un relieve suave que podía leerse perfectamente, como si el código que había impreso en la roca se pudiera traducir de forma directa e instantánea. Cada uno de los pequeños accidentes tenía su sentido, la textura de la pared cobraba un valor diferenciado y aunque el significado no quedaba claro, la necesidad de razonarlo era una provocación y a la postre todo era misteriosamente comprensible, todo estaba en su lugar con unas proporciones ajustadas. Fue entonces cuando tomé conciencia del lenguaje de la materia, de su manera de explicarse y caí en cuenta que todo tenía un sentido preciso y precioso, todo configuraba una muestra placentera de la unidad y allí estaba presente; ¡en aquel lugar se dejaba oir...! Al principio la respiración era húmeda y la piel del cuerpo remarcaba más que nunca su cualidad de frontera, hacía de superficie sensible, como la de un tambor en descanso. Resultaba una membrana misteriosa que registraba y batía las presencias del lugar en aquel instante. Me sentía confundido, por un lado ajeno a aquella circunstancia que tenía el poder de despertar sentimientos, ideas y fantasmas en el pensamiento y por el otro, me gustaba sentir aquella paz llena de signos, era una calma que me invitaba a continuar sumergido en aquel estado en tránsito. En ocasiones miraba el lugar desde fuera, como si fuera un objeto que se puede contemplar en todas las direcciones. Lo observaba atentamente y en ocasiones lo miraba desde dentro, yo estaba y me sentía contenido en él, vivía el espacio con deleite y notaba una presencia que se unía a todo lo que ocultaba. En ese espacio había algo que transformaba los sentidos, los hacía voluptuosos, ágiles, vibrantes y perceptivos. El silencio se podía escuchar, los olores del aire se podían clasificar; fósforo, calcio, agua, hierro, cieno, hierbas secas… Recuerdo que en aquellos instantes el gusto desapareció, la punta de la lengua quedó paralizada, pegada al paladar y los ojos captaron la luz difusa de la roca; ¡era como un baño de eternidad! Todo el espacio quedó paralizado, como el escenario de un teatro que espera eternamente que se inicie la función, el tiempo no existía y a no ser por las
piedras cuidadosamente alineadas, se podría pensar que yo era la primera persona que había entrado allí. Me sentía en un espacio sagrado, un lugar que retenía y presentaba los misterios del mundo, la ténue voz del origen. Los signos del tiempo se habían acumulado en aquel lugar hasta saturarlo y yo era un testimonio necesitado de aquella experiencia. La vivencia de aquel espacio fue la muestra más clara de lo que Mircea Eliade define como hierofanía. Allí estaba impreso todo lo acontecido; era el libro de la eternidad y era presente algo más que la pura materia. Aquel lugar misterioso estaba saturado de señales, signos que desprendían significados imprecisos y quedaban disueltos en el aire. Su observación me transformó para siempre; poco a poco llegó a constituir el motivo que he perseguido en cuestiones estéticas. Aquello que encontré por azar siempre he deseado descubrirlo en la escultura... El pozo de las vanidades Pienso como los galápagos, entre zancadas torpes y lentamente… Hoy me tiemblan las manos y por temor a ofender a alguien matizo lo que escribo, aunque en esta ocasión deseo inquietar con la propuesta y remover conciencias en el fondo del pozo. Se que mis opiniones sirven de poco ya que no estoy en condiciones de afirmar nada, la vanidad también me ha mordido y no deseo salvarme solo. Soy escultor y probablemente con la obra busco la permanencia; ¡que pretensión! El hecho de hacer lo que hago en una período tan volátil ya me condena; me siento inculpado por acción y omisión, por lo tanto no entraré en las cajas de los hombres buenos… Confieso que he trabajado sin descanso pero eso no me exime y para atender mis desvaríos he realizado El pozo de las vanidades; en él me acomodo con pesar y espero tiempos mejores. Entretanto me mimetizo en su boca como lo hace el camaleón ante las hojas verdes y cuando puedo salto a su alma vacía para depurarme; así me incluyo entre sus oscuros habitantes. Cegado por la luz impura de los días, cansado de esperar un poco de consuelo, me invisto de sombras y me ahogo en sus lodos lentamente. No puede ser de otra manera, soy fruto de esta época y también estoy contaminado hasta la médula. Disfruto de los perversos latidos de internet, estoy sumergido en el universo digital y observo el mundo desquiciado con cierta complicidad, esa es toda mi culpa, de lo contrario me habría ausentado hace tiempo. Me inculpo, ¡eso es todo! pero vivo en la perplejidad y oculto aullidos y susurros desesperados. Si dudáis de mis palabras reparad con atención como me ha ido la vida, ha sido dura, pero no dudéis de lo que sintáis delante del pozo de las vanidades. Es un abismo donde cabe precipitarse y está ahí por una razón primordial; nuestro mundo sufre un aturdimiento grave, se hunde con todos nosotros y lo hace por sobredosis de presunción... Como muchos otros pienso que la sociedad actual ha colapsado, en casi todos los aspectos sociales está en crisis terminal; ¡vivimos días de ocaso! Le flaquean los huesos y eso afecta todo el sistema, repercute en la moral, la economía, la estética, las cuestiones sociales, la ética y hasta desfallecen las ganas de luchar. Ya no puede seguir con los mismos patrones de conducta y tiene que modificarlos todos. Mantener el ritmo que se ha establecido es un suicidio, es lanzarse en pleno al pozo
de las vanidades y esperar a finiquitarlo todo en un instante. ¡Bien, allá abajo nos encontraremos! Sabemos que los recursos son limitados, que el capital se ha hecho más depredador que nunca y el poder se ha convertido en un objetivo en si mismo; ¡no tiene solución y hay que empezar de nuevo! Ahora el sistema liberal no puede regularse así mismo, tiene metástasis y los sistemas de Capilla turkana y autorretrato. 2003 La Comella. revisión y regulación han perdido el control; las reformas son paliativas para morir con el dolor calculado pero no son la solución. Creo que hay muchas personas honestas que están trabajando como siempre, que su ejemplo no es visible y de ellos nacerán alternativas para el bienestar social. Su trabajo no llega a los medios ya que ahora lo que vende es la catarsis depuradora, se anhela el “entre peor mejor”. Los medios también sobreviven en la algarabía y empujan hacia el escándalo permanente. Son la voz del amo y lo reproducen y amplifican hasta la saciedad. Forman parte implícita de los grupos de poder; difaman, mienten, ensucian los veredictos y crean los eufemismos con los que se combate en la calle y se crea opinión y militancia. El parlamento ha desaparecido, ahora se hacen juicios públicos y pronto se hará necesaria la guillotina en las plazas; hay sed de “justicia”. El pozo de las vanidades espera depurarnos lentamente; uno a uno iremos cayendo en su estómago, así hasta que nos trague a todos… Atajos El hombre quiere ser inmortal y lucha contra el terrible rostro que le impone la naturaleza; teme el final del trayecto y se estremece al entregar la vida. Es así que el temor se encarna entre signos evidentes; la enfermedad, el fracaso, el dolor, la soledad, la derrota y la muerte lo acosan, lo provocan hasta irritarlo, entonces reacciona y no le queda otro remedio que aceptar los envites y convertirlos en gestos épicos. Ante este escenario tiene que ordenar la mente y recurre a los símbolos, las metáforas y todo el despliegue de los juegos de la creación; ellos se expresan “con oscura-‐claridad” en la obra. Son signos que tintan el pensamiento y como un dios menor iluminan la mente y le regalan la sensación de que la vida tiene sentido. Así ante los ojos se desvela una realidad nueva en la cual la muerte ya no existe, la escondemos detrás de la palabras de piedra; ¡con la obra conseguimos vencer al cuchillo del tiempo! Sorprendentemente amanece el valor
en su alma, el coraje le llena el cuerpo de un impulso invencible y la esperanza aparece entre las cosas que hace. En ellas se muestra misterioso y alguna cosa lo anima cuando se siente transformador de la realidad, quizá demiurgo, o bien el mago que busca desvelar los secretos de la vida. El hombre trabaja a un ritmo de producción diferente al que le ha asignado su condición animal es por ello que crea los atajos para llegar más lejos en menos tiempo. La ciencia y el arte son las herramientas intelectuales para llegar a la esencia de las cosas, así lo hace en un tiempo creado por él y revisado por él. Es más, él desea liberarse de su esclavitud de manera simbólica, desea regresar al paraíso por las abreviaciones y los atajos. Toda la historia de la humanidad esta motivada por las ventajas del atajo, y todos los inventos de la ciencia, la evolución tecnológica y las creaciones artísticas no tienen otro objetivo que la lucha contra el tiempo. Triunfar sobre él es esquivar el dolor y la muerte, triunfar sobre él es doblegar su poder absoluto y emular en todo lo posible el poder creador de la naturaleza; ¡queremos ser las hábiles manos de Dios! No hace falta aclarar que se trata de un desvarío, del cual salimos para caer en otro no menos conflictivo. Vivimos entre los sentidos, doblegados por las sensaciones, interferidos por las emociones y solamente podemos enfocar el mundo por un instante; ¡tan sólo por un instante! De esta realidad obtusa no despertamos nunca, de este sueño con perfiles de escultura de niebla, solo podemos sacar una conclusión: todo es incierto, revisable, hipotético, abierto, y generador de perplejidad. El arte es otra mirada más, otra puesta en escena de los destinos humanos. En algunos casos ni siquiera es eso, es el reflejo tibio de una vaguedad mental, un suspiro sin intención que se pierde en el fondo. Muchos de los intentos son lamentos perdidos que se marchitan en los estantes… Los secretos que oculta el mundo, los misterios que regala, se hacen obra en el hecho de pensar y darles forma. Esclarecer aquello que miramos es una actividad siempre revisable, así cada generación ha de volver al principio e iniciarse en el olor de la tierra, beber las gotas de rocío y masticar los tallos tiernos. Tiene que ver y sentir como la luz se cuela entre las ramas, la humedad eleva el contraste, aumenta el brillo de las partículas en suspensión, se hace visible el aire, se encoge la noche en el hueco del pecho y se dilata el día con los clamores del sol; ¡todo, ha de repensarse todo! El arte es un juego simbólico que imita lo divino, para ello pone en acción los saberes del ser humano y lo hace con la voluntad de testimoniar la “verdad”. La obra tiende a querer ser la expresión de lo verdadero fuera del marco de las circunstancias. Es un propósito sin reflexionar, crudo como lo es el flujo de la vida. En la acción manifiesta la voluntad de vivir con verdad, es sólo un intento y lo consigue en contadas ocasiones. La duda es el estado permanente y eso si que lo alcanza con facilidad. Es lo que estoy intentando hacer aquí para comunicar una idea, tengo que apuntalar los conceptos con todos los soportes a mi disposición. Lo hago por el atajo y me muevo como puedo para llegar hasta vosotros. Lo hago con la convicción y el deseo de esclarecer las incertidumbres que me acompañan.
El ser La existencia es una quimera imprecisa, poliédrica y apasionante donde quedamos atrapados en un agujero, salimos de él para caer en otro del mismo tamaño; ese es el posible recorrido que nos regala la vida. Habituarse a 12 Cajas para guardar testimonios de hombres buenos. Piedra arenisca de Osona. 110x080x085. 2013 él es conocer los señuelos del mundo y quizá prepararse para conocerse uno mismo. Desde ahí observamos, desde ese hueco contingente miramos y en ocasiones vemos alguna cosa y nos hacemos la pregunta sobre el ser. Es la única cuestión que tiene sentido preguntarse y es la que más cuesta formular ya que no tenemos referentes estables para mirarnos, no disponemos de la distancia apropiada para vernos, nos faltan experiencias y no podemos abarcarlas, ni podemos ampliar el ángulo de visión que tuvimos al salir por la ventana del asombro. En el lenguaje coloquial el "yo soy" aparece como una realidad intangible que incorpora los sentidos pero no los especifica, al hacerlo ya esta haciendo un tratado dialéctico que enmascara la pregunta. La verdad es que el ser se estremece en su agujero hasta la desesperación, de esta manera queda fuera del círculo mineral y prescinde de sus atributos materiales. En realidad se está buscando entre incertidumbres y en su ofuscamiento aparece como una vaguedad disuelta entre recuerdos, una sombra incierta que desmaya el pensamiento. El yo soy no explicita donde estoy; puede ser en la mente, en la glándula pineal, en el corazón o extendido por todo el cuerpo… Del lenguaje se deduce que estamos contenidos en la misma palabra, ella es la que nos señala y una vez nombrados, implícitos en el verbo, quedamos envueltos por la armadura biológica que soporta el alma y ahí encontramos al “sujeto”… Es entonces que se revela su espíritu en forma de palabras, vocablos que lo describen, gestos que lo identifican y acciones que lo presentan y es así como por el boquete sonoro aparece el periscopio del “sujeto”. Así se muestra entre los radiantes reflejos del concepto y desde allí actúa beligerante y cargado de razones; tantas que apabullan, se hacen impertinentes, crueles, déspotas, presuntuosas, etc. Lo que sons argumentos no le faltan, siempre aparece cargado de derechos, normas, mandatos, principios... pero sólo se trata de una percepción equívoca, él sólo puede ver la luz de su agujero y proyectarse en sus propósitos. Entre sus demandas encontramos los motivos mentales que destilan sus observaciones, sus acciones y deseos; el sujeto queda explicitado entre sus súplicas y estas emergen permanentemente. Su imagen lo es todo para el propósito establecido, por ello la depila, la maquilla, la
procesa con cirugía plástica y ahí queda su registro. Tenemos dispuesto al ser entre el público, queda conformado para ser visto por fuera pero su rostro queda oscuro e indefinido por dentro. Entre sus voces aparece el nombre y con él se identifica hasta convertirlo en una estrella rutilante. Así parece ser, el ser se dibuja entre las tres puertas ciegas de la identidad, el nombre, el rostro y el alma; en el espacio que forman estas entidades resuena una pregunta fundamental, un eco que vibra hasta atontarnos; ¿quienes somos? En el ardid quedamos atrapados, somos hijos de una verdad espiritual que se desliza por la red, es un ser enmascarado que hace juicios en masa y condena sin cesar. Como un ángel anunciador se deja sentir de manera furtiva y vierte opiniones como lo estoy haciendo ahora. El nuestro es una sombra y se presenta ubicua, se cuela por los circuitos electrónicos y aparece en millones de pantallas a la vez, es un ángel que se destila entre nosotros y nos hace pregonar su voz. En ese medio ingrávido, el “yo soy” no explicita qué somos y menos aún cómo somos, no dice nada de las manos, pies, cabeza, tronco etc. El “yo soy” es un ente virtual, una presencia sin cuerpo o con él pero electrónico, hecho de dígitos obedientes que construyen un holograma del sujeto. Se trata de un "ente" presentido en la distancia que se excita y sufre como en Mátrix pero no es real, es una idea que se activa en el sistema digital y cobra independencia total del referente del cual ha surgido. Ahí el ser queda confundido con la red y forma parámetros de información bien o mal configurados, unidades que se reforman, se mantienen y retroalimentan continuamente. En ocasiones nos vemos disueltos en el aire, somos existencias errantes prendidas en ideas puras y objetivadas en el espejo de los nombres y los verbos. No obstante afirmo que todo eso es ficción, en realidad somos entidades ubicadas en cajas materiales activadas biológicamente; el cuerpo y más concretamente el rostro. Toquemos la “realidad” por un instante, sin el rostro la existencia del yo sería imposible, el ser desaparecería detrás del nombre y sólo quedaría su palabra, la cual, al no tener rostro, emularía la voz de Dios... ¡Ya no tiene remedio! Nos hemos formado la idea de que podemos prescindir de aquello que somos: naturaleza que crea conciencia y cultura. El ser es un instrumento político que se lanza con una honda contra el alma cristalina del otro. Pero no siempre es así, en ocasiones habitamos entre suspiros, asomamos los ojos por los límites del horizonte y vemos algo más que lo que enseñan los medios y dictan los ventrílocuos del poder. Vemos con estupor como somos humillados al tratarnos como a niños, entonces constatamos el horror que provocan sus promesas y la herida tan profunda que abren sus palabras. De esta manera sufrimos la extenuación de la mente, el equívoco de las hipótesis, la esclavitud del tiempo, la humillación y enfermedad del cuerpo. El ser malvive dentro del desengaño total; es el espíritu de la “sociedad avanzada” que se marchita entre jadeos terminales. A qué esperamos para la insurrección; revoquemos el sistema y proclamemos el regreso jubiloso a la tierra. Vosotros la generación índigo sois la esperanza, dibujáis el perfil de los nuevos emigrantes y tenéis el caminar quebradizo como vuestros antepasados. Sois
criaturas preciosas llamadas a trazar el devenir pero tenéis que hacer la pregunta desde el agujero que os ha tocado; ¿quienes sois? Ahora grito con las manos en la boca haciendo de megáfono y al resonar la voz por valles y montañas os digo con los pulmones llenos de esperanza. -‐Emparejaos con la fuerza natural, regresar a los campos, reconstruir la casa de los abuelos, tened hijos libres del cáncer y de pensamientos enfermos de rencor! Abrazaos al impulso de la vida y sentíos felices con el regalo del tiempo, tomad las dadivas de la tierra y bebed con placer el amable calor del sol…-‐ Ahora que lo veo lúcido y enmudezco por las causas que nos han llevado a la desolación; lo pienso tres veces y no encuentro a quién podemos reclamar los males cometidos… ¿dónde quedan los seres que anhelaban ser buenos? ¡Hay que seguir ocultando! ¡Aún somos lactantes!; niños de pecho cargados con rencores, ceñidos con bombas en la cintura, adornados con causas grandes, hermosas y justas. ¡Qué vamos a hacer ahora! Agitada el alma con los cantos de cuna, anegadas las mejillas de lágrimas, la juventud se ha quedado ciega y su boca demanda el pezón de la madre para secarlo. Pienso que aún no están destetados y la hambruna es crónica, la maleta flaca, las distancias largas. Niños de sal con proclamas en la boca, con cuchillos en las manos y pistolas en la voz, hoy esperan el momento de la liberación. Son torres baldeadas que caen lentamente y al precipitarse se desmoronan en el vuelo. En ocasiones, en la caída libre dominan la gravedad y entonces aprenden a volar; ¡es un milagro que el ser se dibuje así! Después toman el aliento de otra verdad, excavan el suelo para encontrar lo inexplorado y al llegar a lo desconocido y pronunciar su nombre, sienten sus murmullos, sus quejas y plegarias, entonces llegan a considerar aquello como parte de sí mismos; …sentimos como ellos, estamos encarnados en la roca y vivimos anhelantes; ¡no todo está perdido…! Más tarde tomaremos café, quizás el sol saldrá por el horizonte, ¡el yo desaparece entre nieblas o encendido como siempre! El engaño En ocasiones pensamos que la naturaleza es sólo un concepto lejano, una sustancia molesta, peligrosa e impertinente que crece entre el verde. Que se trata de una realidad superable, una rémora del pasado que estamos en proceso de eliminar con los progresos de la ciencia; sus dependencias nos empujan. Cada vez más nos parece una circunstancia extraña, prescindible y controlada por nuestros artefactos, pero en realidad sabemos lo suficiente como para temerla ya que no tenemos el control de su poderosa voz e intuimos que los artilugios nos están traicionando en el cómputo general. Lo más significativo es que estamos envenenando el aire, el agua, la tierra… estamos haciendo de nuestra casa un albañal pestilente y para paliarlo hacemos manifiestos y nos agrupamos junto a los verdes que no han plantado una lechuga en toda su vida. Pero la naturaleza sigue
ahí agonizante y tiene instrumentos poderosos para sobrevivir y lo hará. Sin enterarnos de sus latidos renqueantes, de sus murmullos y jadeos, esta maniobrando sutilmente para encontrar su lugar y con esta operación nos lleva lentamente hacia el ocaso. Ya estoy notando como se abre una sima insondable bajo mis pies; ¡es pavorosa! Sin decir nada actúa lentamente y la tierra, su tutora, está girando el destino para sobrevivir y probablemente prescindir de nosotros; ¡es muy probable que los humanos no tengamos cabida en su próximo proyecto! En ocasiones pensamos que no podemos evitarlo, es lo que estoy haciendo ahora con esta visión ensombrecida. En otros contextos los argumentos se animan hasta el éxtasis y guiados por la ilusión concluyen que nos acercamos a una Icaria hipotética donde la felicidad y abundancia será el estado natural; aparece como el paraíso de antaño. Los adictos a la ilusión deducen que la evolución tecnológica nos llevará a sobrevivir en otros planetas, que las energías serán inagotables y que nuestra civilización se extenderá por el universo conquistando todas las herramientas de la creación... Con la complicidad de las palabras quedamos sometidos entre la malla invisible del lenguaje, el engaño es nuestra herramienta de sustitución. Sumisos entre promesas y deseos, dóciles ante los sueños, mansos y manejables ante los beligerantes y poderosos, ¡fenecemos en el engaño! Quedamos enlazados a los miedos, encadenados al consumo, mutilados ante el trabajo, acomodados ante los señuelos del mundo moderno, prisioneros de las imposturas y cautivos por los delirios que hemos sembrado… Las palabras nos traicionan en la boca, antes de salir ya nos han engañado y después envenenan lentamente la tierra. Son ellas las que nos falsean, presentan y representan. Las campañas de salvamento son cánticos celestes que no consuelan el dolor acumulado ya que suenan como si fuésemos ajenos al mundo y él está ahí mortecino y anhelante. Cuando digo “mis manos” ilumino una idea errada, presento algo que esta fuera de mi y no formo parte de ellas. Cuando decimos nuestro planeta lo poseemos como a una manzana, pero no nos sentimos responsables de él, implícitos en él, dolidos junto a él. En nuestra mente, en el lenguaje, lo podemos cercenar como una mano gangrenada. No nos sentimos partícipes de los ecosistemas que habitan en ella y la pensamos como algo exótico, inclusive ajeno a nuestra propia naturaleza. Ya vasta de hablar, ya basta de voluntariosos que dan mil vueltas a la tierra para salvarla y lo que hacen es extender sus excrementos, ya basta de "proteger" el planeta, los hielos eternos y las selvas amazónicas firmando manifiestos. Hay que poner las manos en el barro, para hacer algo hay que volver los ojos a la tierra, sembrar los campos con respeto, limpiar los bosques, ordenar el patrimonio natural y hacerlo con humildad, con el anhelo debido para beber sus regalos. Tomar de ella una manzana, una sencilla cereza y hacerlo con amor… Pienso que el pacto, la alianza, la forma del anillo y lo que ello conlleva es hoy más necesaria que nunca…
El embarazo
Fénix o l a ciudad del sol. El vuelo del. 2009-‐2010
La luz era tan potente, tan sensual y cargada de aldehídos de jazmín que sentí desfallecer, el cuerpo y la mente se encontraron en la oscuridad en un enlace eterno. No se cuanto tiempo pasé en el vahído pero al despertar mi curso normal había desaparecido. Ahora me sentía en estado de gracia y tenía fermentos de luz en el vientre. Seguí las acciones entorno al sol y le dije: ¡Buenos días amor, Buenos días! La emoción me embargaba, las lágrimas caían libres por mi mejilla y el gozo era de orden sublime, ¡inexplicable…! Al marchar a casa tuve mareos y sensación de cambios metabólicos, sensaciones nunca antes experimentadas. Estuve atando cabos toda la tarde hasta que llegué a la conclusión de que me había quedado en cinta. Tal había sido mi estado de entrega en la ciudad del sol que el resplandor de la mañana se había colado como
una gracia divina igual que pasó con María, o bien, había movilizado las células madre y se había desencadenado un proceso extraordinario… Eso pensé de soslayo, pero el instante era de emoción sublime y para evitar caer al suelo o en el pozo del absurdo, me tuve que apoyar en las evidencias y aceptar la situación… Seguí con mi estado de gracia… Al día siguiente fui a la farmacia y con cierto secretismo pedí al farmacéutico. ¿Sería tan amable de venderme un predictor para hombres? Me miró perplejo y me contestó: –No tenemos de eso; todavía no están inventados – Me dio la espalda y se fue… Una dependienta me miró furtivamente con ojos de amor… ¿Os lo podéis imaginar?
Las cuevas del llorito
Las cuevas del llorito Casi no se sabe nada del origen de la cantera; en su día extrajeron de allí los bloques de piedra como el que saca libros de un estante. Fue un trabajo importante ya que aquella actividad provocó un socavón en la roca que impresiona verlo, sobretodo por que algunos trozos del techo han caído y han creado un cierre natural que da al conjunto aspecto de gruta. Años después de esta industria, quizá siglos, en la guerra civil varias familias encontraron refugio en las Cuevas del Llorito, todavía se encuentran rastros de aquella convivencia dolorosa y amenazada. Los muros están repletos de recordatorios, frases y nombres, algunos bien grabados en la roca y muchos hacen referencia a encuentros furtivos. Un lugar saturado de resonancias, epitafios, nombres y cenizas de fuegos muertos. Todo respira temor, son mensajes inteligibles y voluntarios que se cruzan en una historia interminable. El lugar es un museo de recuerdos, una biblioteca repleta de relatos que anima a descubrirlos. Ahora están abandonadas y quizá se corre el peligro de desprendimientos, no obstante es el refugio de mendigos y cubículo apasionado de parejas abiertas al riesgo. Si te atreves a ir por la noche verás algo extraordinario: con las luces húmedas de la luna llena aquel mundo se alienta y toma vida. Entre susurros se escuchan voces y risitas maliciosas; ‘hay que estar atentos! Se oye la voz melosa de una ex revolucionaria diciendo: −prohibido, ¡no tocar! También se puede apreciar como
se remanga y con la mano izquierda tacha su sexo con un pintalabios. En otra secuencia, solapada en el tiempo, se aprecia como un hombre la cabalga igual que se hace con una montura sin estribos: Seguidamente se crea una reyerta que les quita la vida; ¡es un instante! Su marido les abre el vientre en canal con una navaja, después se entrega alegando que trató a su mujer de manera impúdica. Se escuchan risas calladas o acompañadas con el llanto, la situación crea hilaridad hasta extremos cómicos. De la mujer son perceptible los gemidos, sobretodo cuando el viento se cuela entre las piedras. Del hombre quedan marcas en la piedra… En Las cuevas del llorito, todo esta bendecido por el tiempo, cargado de melancolía, de encuentros pasionales y llantos desesperados.
Lavarme la cara con las aguas del mar negro. Constanta. 2013
Con el rostro purificado con aguas del mar negro, sollozo cada día bajo el huevo radiante del sol. En la paz de sus horas pienso en vosotros y juego inocente con el Leviatán del mundo. Como un niño confiado hurgo entre sus dientes. Devoro sus restos con hambre endémica.
Absorbo su saliva como el calostro del primer día. En sus manos me siento caporal de criaturas de barro. Sobre sus hombros, mi mano es lienzo de rocío. De mi boca hoy surge una duda incontestable… Quién conduce los días que me sumergen en el dolor. Qué condena puso la semilla asombrosa en mis ojos. Qué terror me estremece con estampidos de roca. Qué misterio me cubre con tu voz taciturna. La duda me guía, con ella zigzagueo por la senda. Herido, cansado, sólo el caminar me consuela. Al descansar siento la espalda calentar la tierra, como se llagan los pies, se rinden a la fatiga. Siento tus puños golpear con los ojos cerrados. Hieren a ciegas, no buscan la fuente del corazón. Tus manos me destrozan sin dejar señales permanentes. Mis oídos oyen silbidos endémicos; ¡son quebradas de río! Mis manos acarician un cuerpo de ensueño, ya inexistente. Aquí, en estas aguas donde Ovidio sufrió el destierro. Donde el pensamiento es marchito, silencioso y lejano, al alba enjuago mi pesar y purifico las heridas. Aquí el monstruo me rinde tributo, soy miliciano sin causa; hoy me muestra el camino sereno, ¡alfombrado de crisantemos!
Rumania. Monasterio, Curtea de Arges. Construido por Manole y patrocinada por el rey Basarab I. 1520
Manole y Ana El homenaje al escultor Brancusi ha sido un regalo del destino en un momento oportuno; él fue para mi un referente en la primera fase como gestor de la materia y después un creador respetable que no he dejado de admirar. En la invitación que se nos hizo para honrar su memoria no había condicionantes, yo he planteado el tema como un recordatorio a su trabajo y a sus ideas y no me he visto obligado a ninguna otra consideración. Nada era cuestión obligada, los convocados tenían libertad de acción y podían hacer aquello que creyeran más oportuno. Personalmente lo tenía bien pensado y era una obra para ser gestionada en poco tiempo y con escasos recursos; ¡no ha podido ser! A cambio he realizado una pequeña obra en mármol con la forma de estuche o piedra fundacional y a al vez un sillar para futuras ideas. En su interior deposité unos versos escritos sobre una plancha barro y aunque no son un secreto, no viene a cuento hablar de ello. Eran palabras dirigidas a él y sólo Brancusi tiene acceso a su pleno contenido… ¡quiero pensar que sólo él puede entender el “tono interior” de mis palabras…!
Palabra para Brancusi, Marmol griego, cobre y baro. 28x28x30 cm. 2013
En la primera idea quise recrear una de sus obras más sencillas, humanas y conocidas, “el beso”. Lo quise hacer de manera diáfana y directa; un hombre y una
mujer se daban un beso mientras yo, con piedras y calma realizaba un muro circular hasta llegar a cubrirlos totalmente. Como segunda lectura de la obra y encarnada en la tradición rumana, aparecía la balada tradicional que evoca al constructor de catedrales y mausoleos. Se llamaba Manole y lo más destacable en su vida fue la tragedia que tuvo que experimentar, el sacrificio personal que asumió para la consecución de su obra. Explica un poema popular de Rumania que allá por el 1500, Manole estaba construyendo la catedral de Arges; centro de la gran extensión de tierras de Valaquia. Parece ser que el edificio caía al ser levantado y tuvo ordenes directas del rey Basarab I de que el edificio tenía que ser el más bello y sólido de Rumanía. Para soportarlo y darle mayor belleza y gloria a la construcción recurrió a los medios mágicos y religiosos de las tradiciones antiguas; los sacrificios humanos. Fue entonces cuando se oscureció el páramo de su destino y a su vez se hizo la luz en beneficio de la belleza de la obra. Manole tuvo que realizar la mayor ofrenda que cualquier persona pueda hacer ante los designios de la vida. Reunió a los albañiles que trabajaban allí y entre todos acordaron que la primera persona que al día siguiente se acercara a la obra la emparedarían entre los muros maestros; sería un sacrificio para la glorificación del templo y beneplácito de los dioses. Aquella noche los albañiles avisaron a sus familias para que no pasaran por allí en la hora indicada; el maestro dejó en manos del destino lo que había de suceder. Al día siguiente fue su mujer la primera persona que se acercó con una sonrisa en los labios. Ana estaba en cinta y traía la noticia, fue así como el destino puso ante Manole el lienzo doloroso del deber y la tragedia. Le explicó a Anna lo que tenían que hacer para la glorificación del templo y la fortaleza de la fe, debían asentar los muros sobre la base del amor y el sacrificio. Ana lo entendió, estuvo dispuesta y confió en la petición de su marido. Manole llevó acabo el plan y emparedó a Ana en uno de los muros donde todavía se lee la inscripción que cita el acto generosos de su mujer… En la creencia popular, en el imaginario de los poetas y la liturgia de entonces, esta fue la manera de sacralizar el lugar y fortalecer los cimientos de la construcción. La verdad es que nadie puede substraerse de los sucedido, Ana quedó en el espíritu del lugar, los muros aguantaron las cargas y presentaron unos lienzo decorados con exquisitos ornamentos, arabescos caprichos de gran belleza que respiran la manera femenina. Todavía hoy se pueden contemplar en todo su esplendor y se destila en el aire el sacrificio y entrega de los dos amantes. El edificio recuerda un mausoleo ricamente enjoyado con un expresivo retorcimiento en dos de los torreones, quizá muestra de un extraño proceder entre dos enamorados que aún besan la eternidad... Ana fue sacrificada por la belleza del templo y también como ejemplo de que nada grande y admirable puede surgir sin dolor. Los poetas de la época lo narran de muchas maneras pero en todas dan a entender que el sacrificio de Manole y Ana son los que hacen de la obra un hecho singular e inmortal.
Pensador de la Comella. Su cerebro es chiquito pero su belleza es asombrosa... 2013
Pensar La pantalla donde nacen y mueren las imágenes de nuestro mundo es de naturaleza mental y las proyecciones puede tener su origen en tiempos remotos; mirad con atención este ejemplar de dinosaurio. Pienso que el pensamiento pre-‐ consciente contiene memoria generada por los primeros paramecios y cada especie ha almacenado su versión y ha cultivado su propia experiencia... Ya lo he dicho en otras ocasiones, pensar no es nada extraordinario, de hecho, lo difícil es no pensar y estar vivo. Hay que hacer un esfuerzo considerable para detener el proyector mental y pasearlo por el más absoluto vacío, moverlo como el que recrea una palabra y la escribe sobre la superficie del agua. En la pantalla mental de todas las personas se proyectan de manera imparable las imágenes furtivas, los pensamientos fragmentados, vagabundos y erráticos. En mi caso estas imágenes tomaron forma en la serie que realicé sobre los ángeles y ahora las presiento en el diminuto cerebro de un pavo real. Lo observo cuando camina y desliza el cuello en el aire de manera sigilosa. Tambien cuando lanza sus terroríficos graznidos, es entonces cuando me inunda un sentimiento primitivo
que me llega a comprimir el pecho. Hoy han traído uno de colores metalicos y fluorescentes, esta herido pero ya campea libre en el corral. Sus lamentos rasgan el aire y me llagan a mí; tal es la herida que guardamos desde tiempos remotos. Ante su grito de guerra las gallinas, con su gallo "gallito" y peleón a la cabeza, han quedado amedrentadas; silenciosas y agrupadas en un rincón han buscado refugio. El temor es una proyección del pasado y nace en un lugar de la mente que permanece dormido, pero al ser invocado despierta con un estremecimiento paralizador; esta es también parte de la realidad sumergida en la mente humana. Movidos por estas ideas se desplegaron en el taller los ángeles; eran los años 1986 y... Se presentaron como ideas erráticas y se mostraron como vivencias directas. En algunas ocasiones quedaron escritas o formalizadas como objetos, en otras como formas sinuosas, incisiones hirientes, relieves expresivos, textos o detalles que quise iluminar antes de que se perdieran en el ocaso de mis neuronas. Eran pensamientos azarosos que se interferían con los sentimientos y se confundían con la percepción de la realidad. Hoy pienso que son las imagenes de esa pantalla mental y constituye un “material de relleno”, el “espacio ocupado por los sueños” que se abre paso entre los períodos de conciencia. En realidad ésta actividad es de un valor extraordinario para el arte y para el desarrollo de la imaginación ya que navega libre y funde en escenas en movimiento todas las facetas del ser. Éstas imágenes son las que nos permiten vivir un viaje paralelo al fluir continuo del tiempo y, con el paso de los días, son ellas las que procesan las variables que presenta el azar. Algunas resultan ejemplares y demuestran que disponemos de "el saber” de manera aleatoria y cuando aparece se muestra como un flujo disuelto entre las manos. Así constatamos que tenemos un conocimiento intuitivo que disfruta de una mirada propia y se enriquece con las percepciones especiales que operan al margen del pensamiento racional. Tambien que en algunas circunstancias todos los signos se invierten y entonces quedamos paralizados por una fuerza desconocida... (quizá son los ángeles o la destilación de los animales invisibles que se hacen presentes...) Los paisajes de la mente son más perdurables que los que captan los sentidos, pues pueden convertirse en obsesiones, en actuaciones que segregan energía propia y determinan la manera de expresar el mundo; ¡es el limo de la razón que se activa! Es sueño fósil que emana en la creación y se despierta excitado en una realidad nueva. Es tan libre y autónoma su existencia que inclusive prescinde de las manifestaciones y la voluntad del autor...
Quiebra de la palabra. Bronce, 120x032x017 cm. Castellvell, 1990,
Quiebra de la palabra. Es una quimera alargada que se arrastra y babea sin cesar; ese es el jugo de su existencia. Destila un lubricante que le permite ir ligera siendo pesada y lenta. Avanza con "pasos" deslizantes (parecen contracciones), genera actitudes intocables y silenciosas que crean cierto temor, hasta provocan repugnancia. He de anotar que su baba deja una estela plateada a su paso y ese resplandor recuerda ligeramente los temidos caminos del cielo. No es un animal, tampoco una planta, es una idea que persigue la claridad de manera obsesiva y día tras día soporta la gravedad del ser. Quizá es una muestra más del desamparo en que vivimos; ¡no sabría que deciros…! Dentro de la serie figura como el ángel sombrío; tenía que aparecer y tomó esa forma imprecisa propia de los animales destilados. No podía ser de otra manera entre mis manos: siento que todo esta investido con cierto sigilo trágico, orientado por una estela de dolor que invita a arrastrarse como una manera inapropiada de avanzar pero útil cuando es la única disponible. Tiene un pequeño pozo en el centro y una línea que contornea el hueco como otras obras de la serie. El agujero no esta vacío, el barro ha sido substraído con el dedo formando una espiral levógira. En este caso parece ser que el ángel representado, e inspirado, es un caracol. Se arrastra por la pared y su caparazón se parece a una silla de montar. ¿Espera un jinete o ya lo lleva en la montura? Como toda la serie es de factura expresiva y brutal; en el cuello y cabeza se dejan ver las huellas de los dedos y los puños en el modelado y en la parte de la cola se describe el caer de la lluvia de manera copiosa. Quiebra de la palabra y el signo aparece sigilosa y la presiento como el portal de las ocultaciones. No es importante, no emociona, no templa su estado calmado, sólo pende como un badajo entre nosotros. Las espirales levógiras han sido la representación de la inversión de las fuerzas, o la asunción de las potencias contrarias y las dextrógiras las que marcan la dirección del tiempo. Así lo dejé escrito en: (Susurros en un agujero) Deambula por los campos sembrando su palabra redentora y vengativa. Sueña con invertir la noche en día, con invertirlo todo. Con girar a la inversa las espirales de las caracolas, de los tornados, de las galaxias... ¡así conspira!
Túnel de Tarradets. lugar donde realicé Ocultación XIV 1990
Ideas ocultas El universo de las ideas tiene su propia dinámica y formula una realidad que sólo se gestiona en la mente. El mundo de las ideas, identidades y sentimientos es una realidad humana y sin proponérselo forma el fruto intencionado de la historia. ¿Qué es la historia? -‐Pregunta E.H. Carr-‐ y responde ¡! Es un relato cargado de dolor, de agravios y momentos heroicos que siempre son el resultado de una situación manipulada; en cualquier caso la voz de “la verdad” siempre la hacen los poderosos y los historiadores e intelectuales la ajustan a los deseos del los llamados a gobernar. El hombre es consciente de no ser portador de todas las verdades y siente que aquello que supura la otra realidad es demasiado complejo para entenderlo, por tanto es mucho más fácil que esta se ajuste a la que ha "manufacturado" el pensamiento. El político que aspira al poder se inviste con la autoridad de la verdad, es un iluminado que interpreta los deseos implantados, un Mesías que presiente que con la palabra no puede contener la hemorragia de los acontecimientos, pero puede suturar-‐los y esconderlos bajo las membranas de la
memoria. Él es llamado y se inviste como guía de los hombres. Sabe de buena mano que la historia sigue siendo un relato lleno de ocultaciones y por tanto usa el señuelo de las palabras con tanta convicción que llega a creerse sus propias mentiras. Sus seguidores también lo saben pero han de mantenerse firmes y ser cómplices, es parte de la estrategia social. Saben que si denuncian las perversidades de los suyos se pondrán en el lado de los contrarios; ¡esa es la máxima que calla y secuestra las voluntades! La intención humana no va pues dirigida a desvelar la verdad, no desea despertarla no sea el caso que descubra su error y se tenga que humillar ante las fragrantes razones de sus enemigos. No puede escuchar la razón del otro ya que al hacerlo se debilita y si lo comprende y acepta quedará definitivamente derrotado. El objetivo es pues recrear la invención una y otra vez en la acción política. Hace falta martillear el presente con una idea hasta perforar la membrana mental y hacerla "comprensible". Es el argumento fiable para el éxito en la nueva situación, de esta manera sólo hace falta esperar a que se convierta en idea diáfana y obsesiva. No existe mayor fuerza humana que el quebrantamiento de la razón movido por la obsesión. La historia es un relato de nuestra invención y el pasado se iguala a las cajas del misterio; se quiera o no, siempre contienen aquello que ocultamos dentro. La historia es la "caja chistera", una argucia que el PODER manipula para sacar oportunamente el conejo que con su graciosa pelambre, con su mirada inocente y docilidad embelesa. Sus generosas orejitas hacen reír y envuelven los debates políticos con ilusionismos y encantamientos que alegran a los tertulianos. Convencido de la bondad del nuevo paradigma, el iluso se hace Mesías y desde aquel instante dispone del poder de la convicción. Acomoda las tres palabras clave del nuevo modelo y así llena su repertorio de verdad; palabras que se devienen mágicas y con ellas derrotará dialécticamente a todo interlocutor que se le oponga. Sus tres palabras derriban, secuestran, obnubilan, ahuyentan, niegan, ocultan, disminuyen, silencian y proponen a cada instante que son la voluntad de la masa, a la cual intencionadamente y eufemísticamente se le llama "pueblo". La acción política consiste en modelar los sentimientos hasta ocupar todo el repertorio simbólico, los sentimientos, las voluntades, los argumentos y la acción permanente del pensamiento. Pero cuando una situación se hace obsesiva y se dibuja una solución política no permutable, cuando el fanatismo se acerca al estado de neurosis colectiva y no queda espacio para la negociación, podemos pensar que la sociedad vive una polarización; ¡una existencia ensombrecida! Ahí nace el fracasado de la política y entran en juego nuevos metodos para la solución al conflicto... En el razonamiento sobre los ángeles llegué a conjeturas dramáticas y curiosas. Pensé que toda la realidad está dibujada por proyecciones mentales, por comunicados amañados y teñidos durante ciclos muy largos; ¡era la década de los años ochenta! Entonces pensé que eran influencias "angelicales", susurros de animales invisibles, respuestas a canciones de cuna, quizá a sueños que se encuban en la niñez, posiblemente identidades que se forman entre el desprecio al otro y sentimientos no compartidos pero adoptados para no ser rechazado. Todas ellas son influencias proyectadas por los grupos de poder, esa es su tarea y su objetivo es siempre conservar sus prebendas bajo cualquier circunstancia. Bajo esa estrella diseñada, requerida y preservada en los envases de la verdad se expresa lo que llaman "pueblo" Pero esa voluntad colectiva actúa "libre" y dispone
de muchos referentes que pueden cambiar de polarización en un instante. Solo aquellos que no disfrutan de otro argumento que aquel que le han dado, sin otra verdad donde apoyarse que la que es "socialmente" permitida, seguirán fiel hasta el final y terminará en el bunker durado. De esta manera esa masa moldeada se precipita vertiginosamente por la pendiente de los deseos impuestos. Para este fin, el político, el creador de la historia, hace servir la ocultación, las fisuras legales, los argumentos fronterizos, los guiños a terceros y el simulacro permanente. En el verso público sirve todo, los actos se contraen con eufemismos, se sacan los temas de contexto, se denigra al oponente dejando clara su falsa posición y sobre todo se ridiculizan sus argumentos. Los problemas sociales, las demandas sosegadas pero “reales”, se desvían del debate, se abandonan en la sombra lo más lejos posible y si se puede se borran del presente. Es un acto natural en todas las contiendas, una táctica propia de la condición humana que opera con las conductas del contrario. Pienso que es una estrategia que obscurece el pensamiento, anula la "verdad racional" haciendo ver que se quiere iluminar. Es una manera de proceder que estimula los sentimientos y los pone en carne viva. Una política que hace que el dolor ciegue y las consignas y la imposición de las mismas aparezcan como la única solución; es así como se presenta el rostro diáfano de la historia y el conflicto como el motor del cambio.
Vaca trampa hecha por Dedalo. Pasífae, enamorada del toro de Creta, la utiliza para ser cubierta por él.
Ovillo de Ariadna unido al cordón umbilical de un niño, alusión al laberinto que une la vida a otra vida..
Laberintos rotos y unidos por una bañera. Fuga de espermas que rebosan el recipiente.
El laberinto clásico Pienso que una de las series de las pinturas que expone Joan Cacals ilustra de
manera voluntaria el laberinto de Creta y los acontecimientos que acompañan a Dédalo, su constructor, pero las obras están mal distribuidas y eso hace que el discurso quede roto, confuso e inexistente. Apoyado en la evidencia de los símbolos más importantes que describen el laberinto clásico, Joan utiliza una serie de recursos que le permiten describir y representar los personajes y lugares que intervinieron en aquella historia. Para ello hace servir la técnica de la pintura mural, trabajado de los fondos por separado y sobre ellos superpones los elementos narrativos. Pienso que es importante el ordenamiento de toda la historia y lo que ella representa para él en el presente, de lo contrario no se entenderá nada y se trata del relato y del hecho histórico más significativo de la cultura Minoica, hechos que tuvieron gran repercusión en la cultura mediterránea y en la obra del Joan… Como él no dejó ninguna indicación escrita en el soporte de la obra, nada sobre que hacía y cuando lo hacía, ese era su carácter, es obligado leer lo que presenta. No podemos equivocarnos mucho de las intenciones del autor si partimos de la constatación repetida y variada de la imagen del laberinto y de los símbolos que presenta. Además encontramos otros elementos del relato ordenados de manera libre pero presentes, por lo que creo que el resto de símbolos también han de estar tratados entre las obras que guardan en el almacén... También puede pensarse que igual no terminó el relato, o bien, que algunos pasajes no le interesaron; eso puede crear lagunas, faltas en la comprensión, pero pienso que lo más importante está bien descrito en la obra. Maneras de proceder. Primero realiza el fondo con un rico cromatismo acercándose a los colores que hay sobre los muros del palacio de Ecnosos, colores planos que el tiempo ha desgastado. Sobre este fondo coloca los símbolos realizados con plantillas, también los signos que describen a los personajes, especialmente las obras de Dédalo. En algunos casos las plantillas le permiten replicar una imagen de manera que el nexo de unión narre la historia. Esa leyenda actualmente queda por esclarecer ya que las obras están desordenadas. Pensemos que una pajarita de papel explica la habilidad del papiroflexa y el conocimiento del geómetra. En ella está el artífice de la forma y también la forma básica de todas las aves. Así esa sencilla forma puede representar a una perdiz, si son cuatro forman una nidada en el momento de nacer. El correr de los perdigachos fue uno de los temas que se bailaban en creta y se sabe que Dédalo, el artífice del laberinto, construyó antes una pista de baile para Ariadna cuando era niña. Podemos entender en la obra que el ilustrador se vale del recurso de la repetición y la replica para aumentar el numero y ordenar la lectura. Así lo hace también con muchas otras cosas, alas, hombres y barcos. De la misma manera los laberintos y otros elementos del cuadro son reproducidos con la técnica de estarcido. Para entender el cuadro, por ejemplo la aparición de los barcos, se ha pensar en lo acontecido en la historia. Tenemos que unir el símbolo a la circunstancia de que Minos consiguió reunir en aquel entonces la mayor potencia naval del mediterráneo… Pronósticos. Pienso que es necesario que aparezca en la serie la figura de un hombre o dos, Dédalo i su hijo Ícaro. La imagen de una niña y una mujer, Ariadna de niña para la
cual Dédalo hizo la pista de baile y su madre Pasífae; diosa de la fertilidad asociada a la luna. Puede aparecer en su lugar la luna y en el caso de Ariadna un ovillo de hilo unido al laberinto y a la salvación; una alusión al nacer y emerger a la luz. Es muy probable que aparezca también la figura de una vaca; segundo trabajo asombroso que realiza Dédalo a petición de Pasífae. No es una vaca real, es un señuelo con el cual ella puede copular con el toro de Creta y quedar en cinta. Este es el grueso del relato ya que de ese embarazo llegará a nacer el Minotauro. Creo recordar que la obra en cuestión está en la exposición del museo, es la que presenta el laberinto como soporte para la cabeza de una vaca, a su vez, en el aire flotan y corren vientos como espermas dorados. Han de aparecer ranas, escorpiones, lagartijas, culebras y bichos malignos. Son los que salen de la eyaculación de Minos cuando le es infiel a su mujer; causa de la maldición que Pasífae le adjudicó. Tiene que encontrarse explicada la historia de Ícaro, las alas, la isla de Icaria, un hombre muerto en el suelo, los brazos que soportan las alas, Teseo y la espada, un hombre de aspecto monstruoso, el minotauro, creo que este también está en el museo. Es un gorila o un hombre negro, aunque también aparece en uno de los dibujos de la última época, el que presenta en oscuro un hombre de espaldas y un cruasán en el suelo que lo convierte en cuernos ocasionales… Con relación a la persecución que Minos hace sobre Dédalo hasta llegar a las tierras de Cócalo, tiene que aparecer un molusco y una hormiga. Es el ardid, el engaño que Minos elabora para atrapar a Dédalo. Sabe que solo él puede resolver el enigma de cómo pasar un hilo por el laberinto de una caracola. Dédalo cae en la trampa y ayudado por su ingenio enlaza el hilo a una hormiga y esta atraviesa los oscuros y retorcidos corredores sin problema alguno; así atrapan a Dédalo, el cual cayó víctima de su propia vanidad.
Llicorella, serie " el gesto y la mano" 1986 ¿?
No-‐do. De la serie: memoria de la infancia. 2ª época...¿?
Vestigios. A mediados de los ochentas una serie de artistas irrumpieron con fuerza en el panorama estético de la provincia de Tarragona. Casi de súbito empezaron a proponer alternativas estéticas que partían de conceptos nuevos, atrevidos, poéticos, misteriosos y modernos. Valores que muchas veces competían frontalmente entre ellos y desplazaban a los creadores precedentes de manera despiadada. Entre todos ellos había una serie de factores comunes y a su vez un aislamiento voluntario. ¿Era para evitar influencias y aparecer con entidad propia? ¿para preservar las emociones y las maneras de hacer? ¡No! Era la expresión palpable de las “estrategias fatales” que Jean Baudrillag expuso en la época. Era una competencia intelectual feroz en la cual también entraba el voluntad y la calidad de la obra. Las tensiones estéticas no llegaron a detectarse pero las personales y la falta de comunicación entre el colectivo fue la característica básica de más una década. Ahora, ya todos “consagrados” y derrotados por el mercado, parece que empezamos a mirarnos a la cara; ¡no todos! Entre los intereses compartidos se encuentran varias motivaciones; el pasado remoto, la memoria, los vestigios de la cultura, los símbolos, los signos y los arquetipos. El interés por el pasado se manifiesta básicamente en los materiales que se utilizaban y en la manera de trabajarlos. Las licorellas de Joan Casals son un ejemplo palpable.…
Imágenes sobre el tema en la exposición: Dipòsits de la memòria en la Torre vella. Salou. 2007
Laberinto Estos días me he propuesto hablar de un tema especial para recordar los trabajos que realizó Joan Casals. Ilustraré los conceptos con imágenes que él creó y el viernes, cuando haga la presentación en la galería Antoni Pinyol, los que tengáis interés en el tema podéis reflexionar y exponer las objeciones, o bien, hacer las preguntas que creáis oportunas. Pienso que debatir es mejor que hacer un monólogo sobre un tema tan apasionante como es el laberinto. La figura del laberinto es la representación gráfica de la complejidad, es una imagen simbólica que nos ayuda a entender la opacidad del mundo. Su morfología despierta cierto temor, siempre tenemos la sensación de que nos vamos a perder en él, pero en realidad el miedo es a entrar y encontrarte con la solución concluyente del trayecto, que puede ser muy bien el final de la vida. Pero el final no tiene que ser forzosamente la muerte, para el iniciado, el que busca un sentido profundo del trayecto, el centro del laberinto es el comienzo de una nueva etapa, que a su vez se abre esplendorosa a un nuevo laberinto. Toda actividad humana está conducida por situaciones desconocidas, tortuosas, impredecibles y a su vez esperanzadas. Tomamos las decisiones guiados por intuiciones y atravesamos trayectos peligrosos, heroicos y asombrosos cuyo desarrollo final desconocemos. El laberinto nos invita a iniciarnos en el misterio y a esclarecer los enigmas que se presentan ante los ojos. Nos capacita para penetrar en la gruta de lo desconocido, para tener el arrojo suficiente y caminar en los límites de la “imprudencia”, así somos capaces de satisfacer nuestras necesidades de asombro y vivir el riesgo como estímulo para avivar las emociones. Intuimos que adentrarse en sus oscuros pasajes sirve para descubrirnos a nosotros mismos y en realidad, siempre salimos de él fortalecidos. En consideración, la imagen del laberinto es un espejo que refleja los agitados corredores de la mente y estos buscan una salida en la luz que proyecta el azogue que hay detrás.
Imágenes sobre el tema en la exposición: Dipòsits de la memòria en la Torre vella. Salou. 2007.
Formas gráficas del laberinto. Los laberintos clásicos tienen dos formas de representación, los unidireccionales, los que no tienen nodos de confusión y los de múltiples vías. El primero se trata de paseos más o menos tortuosos o placenteros, estos siempre nos llevan al centro y nos sacan de él sin recovecos ni peligros. El iniciado sabe cual es el resultado. Representan un mundo ordenado donde el tiempo es continuo; día y noche, nacer y morir. Estos puntos quedan unidos por el trayecto de la vida y se puede entender como “el viaje”. La llegada al centro es cumplir el destino, la iniciación del neófito es llegar al final y sentir el comienzo de una situación compleja pero predecible, ordenada. Los de múltiples vías presentan el tiempo bifurcado, cuarteado entre las direcciones que se abren en el camino. El trayecto del iniciado puede tener recorridos diferentes, paisajes que nunca volverá a ver y algunos que vuelve a ellos de manera obsesiva, parece como si estuviera atrapado en una situación irreversible y no pudiera salir de aquella atracción terminal. En esta figura también se encuentran senderos que se disuelven solos y caminos muertos que suponen el tiempo perdido. Allí se puede experimentar el pánico, el miedo al quedar atrapado en una situación sin salida. Dolor físico al sentir en el pecho el terror hasta desfallecer y decaer hasta la rendición antes de empezar de nuevo. Estos son los laberintos de mazes, o perdederos, los que mejor representan la realidad psicológica y los que ilustran la complejidad de la mente humana, Su cualidad nos prepara para hacer servir el libre albedrío y a su vez nos advierte de los errores que podemos cometer. Dentro de las variables formales del laberinto están los cuadrados, los rectangulares, los ovalados, los rotos, los que no te perderías ni aunque quisieras y aquellos que no hace falta entrar; al mirarlo ya sabes que no tiene salida. De hecho, los dos últimos no son laberintos, los dos rompen la estructura del viaje y se convierten en figuras decorativas, en paradojas divertidas que solo sirven como entretenimiento. Los laberintos mentales son los más difíciles de transitar y desgraciadamente todos estamos transitando experiencias que parecen no tener salida. Pero no puede ser así, el laberinto siempre tiene salida, puede que sea la misma que has entrado, pero es una salida. Si el concepto que representa no tuviera salida, si se cerrara la entrada una vez dentro, estaríamos perdidos y el razonamiento quedaría ocluido... perderíamos la razón…
La vida es un laberinto difícil de transitar pero hay que hacer el trayecto y llegar a la muerte; ese es el gráfico más sencillo de entender. Pero la versión difícil es cuando tienes que disponer de tu libre albedrío, cuando tomamos una bifurcación y en ocasiones tenemos que retroceder. Quién es capaz de predecir lo que conlleva la decisión de tomar un camino, cuándo estamos preparados para saber si nuestra decisión es la más acertada… Cuándo estamos en condiciones de saber si el tramo más corto es el acertado, o por el contrario, si el más largo es el que da sentido a la vida…
Laberinto de entrada y salida bajo la lluvia. Joan Casals.
Epílogo El universo entero se puede ver como un laberinto, una imagen de proporciones colosales que se revela lentamente en los laberintos del conocimiento. El clamor de sus aspas nos hablan y giran arrastrando galaxias enteras, bailan en una encrucijada de posibles encuentros, de salidas viables. El laberinto universal es una imagen creadora, abierta y luminosa; tiene una salida, un final, si no tuviera salida colapsaría y quedaría dormido para siempre.
Memoria histórica
Mi sombra sobre la antigua prisión de Córdoba, donde murió mi tío Francisco Vázquez Gallego el 1939.
Toma de tierra de donde murió mi abuelo Rufino Vázquez Mesa. 1936 Medellín 2013
Mi abuelo Rufino Vázquez Mesa fue uno de los milicianos que consiguieron resistir a la “columna de la muerte”, su gesta fue inútil y murió en el frente de Medellín. Tras su muerte no hubo comunicado a la familia, ni entrega del cadáver; sólo llegó el silencio. Los compañeros del frente que sobrevivieron llevaron la noticia cargada de contradicciones; nada quedó claro y jamás se supo como pasó; una nube de miedo y silenció cayó sobre Extremadura y de aquel nublo negro salimos huyendo hasta hoy. Hace años que decidí recuperar su memoria y quería hacerlo sin levantar quimeras y menos confundir los sentimientos. Sólo quería tomar una muestra de tierra del lugar donde murió y ponerla en una urna. Eso es todo y suficiente para colocar su recuerdo en el columbario familiar. Su memoria estará con los suyos y su dignidad personal también. Sobre el tema de mi abuelo ya publiqué un relato más extenso el 2011. Mi tío Francisco Vázquez Gallego murió en la cárcel y nadie supo decir nada ni afirmar de qué. Después de la guerra regresó a casa con tuberculosis y mi abuela hizo todo lo posible para curarlo. Cuando estaba recuperado vinieron a buscarlo y lo acusaron de pasarse al bando enemigo; fue encarcelado y conducido a Córdoba donde murió en poco tiempo. Aquí la historia se pierde, algunos dicen que empeoró la tuberculosis, otros que murió de hambre y otros que fue ejecutado. Como sea, su memoria quedó entre los muros de la prisión y los restos de su cuerpo tintaron cada partícula de aquella tierra. De allí tome estos días unas muestras y ahora estoy dispuesto a honrarlas igual que si fuera él mismo. Queridos, yo dispongo mi voluntad, construyo la obra y gestiono el pensamiento, para eso modelo entre los dedos el poder de los demiurgos... Nota, si alguien tiene información más precisa, ruego me la haga saber.
Relato dedicado a Adelina María. Inspirado en Irina, la amante de Safo.
Irina Irina era una máquina voraz, una autentica trituradora de sentimientos amorosos. Tenia un carácter brioso y no soportaba que le contradijeran en nada y menos que la mirasen con respeto; eso la debilitaba y humillaba. En ella todo era combatir para sentirse viva... Aunque caminaba aguerrida y con esbeltez, exhibiendo su porte, se sentía confinada en su melancolía, prisionera pero complacida dentro de su cuerpo delicado y bello. En él permanecía extasiada los días completos, se sumergía entre el flujo de la horas en un sueño jugoso y placentero; ¡era como ninfa Calipso, una cazadora del amor! Tenía bien asumido que su cuerpo era el estuche de su alma y esta era un perla valiosa que podía manipular a capricho los sentimientos de los amantes. Lo sentía así y lo expresaba con plenitud en todo lo que hacía. Sobretodo lo observaba en los amorosos ojos de sus víctimas, todos cedían ante el cimbreo de su cintura y el movimiento de sus senos templados. Sus conquistas formaban un edén personal, un cuadernillo de memorias que alumbraba su mente hasta dejarla embriagada de felicidad; al leerlas y recordarlas se sentía poderosa, sensual, irresistible y mujer… No obstante era tal el ímpetu de su carácter, su divina carga de estrógenos, que algunos hombres la temían, y como Ulises, huían ante aquella poderosa demanda femenina, aquella vanidad y lujuria exuberante que sólo se podían llenar con paraísos de papel impreso. Todo se ha de decir, también huían ante la posibilidad de quedar ridículos, anulados en el lecho, empequeñecidos ante sus demandas insaciables. Así pasó el tiempo hasta que Irina contempló el devenir de su destino, muchas veces sintió en el pecho como los pretendientes huían y con su marcha dejaban un vacío insondable y aumentaba en su pecho la amargura de la soledad. Constató que con ella sólo tenían éxito los diminutos, los que buscaban protección materna, los que pedían un pecho para amamantarse y un cuerpo para descansar su alma de niños. Así pasó un tiempo precioso para Irina, hasta que se sintió cansada, derrotada y enferma. No obstante seguía con su narcisismo obsesivo, le dominaba aquella adicción al notar su temple excelente y a la vez sufrir los ahogos permanentes de la mujer que se marchita sola. Ante el espejo, en la soledad del lecho, también como Safo se contemplaba y embelesaba como las ninfas. También como la poetisa se acariciaba con suavidad deslizando los dedos entre un tanga diminuto. Era un ejercicio diario y lo hacía con devoción permanente…
Safo y Faón (Jacques-‐Louis David, 1809)
Divina Lucía En los buenos tiempos se mordía los labios con placer y llegó a pensar que en ella se encontraba todo lo necesario para vivir feliz. Pensó que los hombres eran pececitos de colores que navegaban pareados entre sus muslos y cuando no los deseaba eran báculos prescindibles. Ahora se plisaba sola, se consumía entre pasiones insatisfechas. En realidad se sentía como un manantial agotado, exento de vida, e igual que las gárgolas se lamentaba en soledad. Al comienzo, cada día dedicaba varias horas en maquillarse, cuidarse y disfrutar con sensualidad sus propios sentidos. Mirarse a los ojos era sumergirse en un lago de vanidad y acariciarse los senos un placer sublime que nadie como ella podía proporcionarle. Ante aquella imagen especular se miraba y veía la sonrisa del amor y del placer eterno. En ella quería encontrar la profundidad del cielo y buscando, buscando, descubrió el abismo donde precipitarse. Poco a poco fue envejeciendo y aunque hallaba en su rostro la paz eterna y la plenitud de la vida, se sentía cada vez más agotada, vencida y temerosa, sobretodo cuando observaba como su piel se decantaba hacia el matiz pálido de los lirios secos. Para seguir arrastrando su piel por el mundo tuvo que rebautizar su alma y se hizo llamar Safo, como la poetisa de Lesbos; la que no tuvo empujes suficientes para enamorar a Faón y por ello se arrojó a los acantilados. Con su nuevo nombre adquirió un nuevo poder y volvió a ella la capacidad de seducción, constató como sus conquistas aumentaron exponencialmente pero, ¡ay dolor del corazón!; dos águilas revoloteaban su mente y en aquella situación no podía ser acariciada por nadie, se sentía ocupada y a la vez hueca como un viejo baobab. Entonces se derramó en si misma hasta inundarse de ego; ¡su auto-‐estima floreció por un instante! Poco después pensó que su saliva era un elixir que le ayudaba a mantenerse bella como una Náyade y la recogió en franquitos de perfumería y cajitas de bronce. Cada día observaba que no podía vivir fuera de
aquellas delicadezas y sensaciones acuosas; ella era la fuente eterna de su placer personal y el eje cardinal de su pensamiento. Así se habituó a vivir en un mundo lleno de sus propias certidumbres y sintió como en ella descansaba todo. Se arrullaba con su aliento y paseaba las manos suavemente por los muslos, así se complacía hasta sentir en silencio la voz de su feminidad. Con los deditos húmedos, extendidos y sinuosos, se colmaba hasta notar el gemido prolongado del placer unisexual del andrógino. En su regocijo, en su contemplación, empezaba y terminaba todo lo que había en su mente; también en eso era el reflejo fiel de los placeres soberanos… 1.-‐ En uno de sus versos Safo relata estos hechos, pero la verdad es que ella murió ya muy mayor. Continuación: El embarazo. Cómo que no había un predictor para embarazos masculinos, qué marginación era esta en un mundo que se llenaba la boca con la palabra igualdad, democrácia, derecho, equidad. ¡Igualdad, igualdad en un mundo diverso e injusto… !Ahora veran…! Convoco a todos los hombres para que hagan una revolución en toda regla. Pidamos todos a una nuestros derechos reproductivos y que inviertan lo que se tengan que invertir para solucionar esta desigualdad social que ningunea a los hombres y los sitúa en el nivel de los perros... Pero que se han creido esta cuadrilla de cretinos que nos gobiernan; ¡será posible! Acción para averiguar si mi embarazo era o no positivo. 2009 Que investiguen día y noche y fabriquen el predictor aunque no sirva para nada; ¡es una cuestión de derecho y de justicia social y con ello basta! ¡Vaya hombre! no había un jodido predictor para mi caso en todas las farmacias del mundo, en cambio se puede encontrar pastillas para ahuyentar mosquitos hasta en los supermercados. Era desesperante y para más incordio, no…, no sabia si el truco de la ranita podía servir… Después del disgusto marché a mi casa y decidí conducir el asunto yo solito. Me informé lo mejor que pude sobre embarazos espirituales, tentaciones, estados ilusorios y demás necedades que tienen que ver con el asunto. Busqué consejo en los textos de los adivinos, los demiurgos y chamanes, hasta los nigromantes me ayudaron en las pesquisas más ocultas. Tomé las palabras de Estrabón el cual afirmaba que consultar a los muertos era el mejor sistema de adivinación, lo hicieron servir los pueblos persas y ya era práctica habitual en
Sumeria. Odiseo consultó a los nigromantes antes de descender al Hades y pensándolo bien, mi asunto era mucho más serio, más que la causa de Ulises y no digamos si más o menos importante que la sandez de si el destino de una guerra cambiaba o no el curso de la historia… En África confían en el palo mayombe, las piedras de la verdad y otras zarandajas por el estilo. Como sea, a su veredicto se entregan ciegamente y creen en él como en la palabra de Dios. Hasta es conocido el caso de la bruja Endor. Ella fue descrita en el antiguo testamento (Samuel 28), donde ésta invocó al espíritu de Samuel en presencia de Saúl. No sigo, esta información ya la tienen en las enciclopedias y ahora aún más cómodo en la Wikipedia. Tambin queda descrito en la entrada El fundidor de los limbos. Después de las consultas me costó decidirme, tenía dudas y cierto temor, se dicen muchos despropósitos y algunas cosas resultan peligrosas. Por ejemplo la manipulación de ciertos arbustos; también se habla sobre las hernias, las salidas del vientre y roturas en fragmentos diminutos como pasa con las serpientes azotadas con una caña… ¡sobre mágias y curanderías es un no parar! Al final decidí consultar al hueco de las cañas como era advertido; ¡era la vía más clara! Tomé el camino más corto hasta llegar al río Francolí, allí encontré un espeso y hermoso cañaveral. Ya centrado en mi faena, seguí las instrucciones recomendadas y les enseñe los genitales… las cañas me contestaron al instante… -‐¡No ests en cinta…!-‐ ¡Insólito… no! Así tuvo que ser, era la solución a un problema de orden sobrenatural, quizá místico, posiblemente cuántico…
Y compré la tierra… Tras un año de negociaciones, de regateos y engaños, compre La Comella. Era tan fuerte la tentación que pude resistir las contradicciones de ser “terrateniente”. Parece una futilidad pero a mi forma de entender, poseer tierra conlleva responsabilidades que no se pueden excusar. Quedas atrapado en una red invisible donde los sentimientos se confunden con el lugar y tu estás en el centro. No entiendo como es que miles de hectáreas están abandonadas; ¿no se remueven las conciencias de sus propietarios? Tampoco comprendo como es que estas tierras no han pasado por ley a manos de jóvenes parados para que las trabajen. ¿…? Un documento lleno de poesía y de sabiduría que nos informa del comportamiento de los hombres primitivos hacia la tierra, es el que Una malla invisible te rodea, te atrapa y tu estás en el centro. nos dejó el gran Seattle, jefe de los indios Duwamish. El documento contestaba a la propuesta que le hizo Franklin, Presidente de los Estados Unidos de América, sobre la necesidad de comprarle el territorio de su pueblo. Dice… -‐Nosotros somos una parte de la tierra, y ella es una parte de nosotros. Las olorosas flores son nuestras hermanas, el ciervo, el caballo, la gran águila, son nuestros hermanos. Las rocosas alturas, las suaves praderas, el cuerpo ardoroso del potro y del hombre, todos pertenecen a la misma familia. Meditamos sobre vuestra oferta de comprarnos la Tierra. No es fácil, porque esta Tierra es sagrada para nosotros. El agua cristalina, que brilla en arroyos y ríos, no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados...-‐ Estas palabras hace años que las tengo presentes y todavía me turban. Aquí no había arroyos ni agua cristalina, había roca, bosque seco y sed endémica. Y compré la tierra, y lo hice sabedor de que también compraba parte de su historia, la que duerme en su suelo, incluidas las tragedias que citaré más adelante…
Cisterna: escultura para recoger 500.000 litros de agua de lluvia. Hormigón, hierro, pintura, 17x7x460m. 2007
Recoger la lluvia. Cuando la sed aprieta los ojos se encienden de desesperación, lo aprendí cuando niño en las estribaciones de las Bardenas reales, (Navarra). Allí, cuando del mismo charco compartíamos el agua con los buitres. En ocasiones, estos regurgitaban en la charca y una gruesa capa de espuma carroñosa la cubría totalmente. ¡De allí teníamos que beber! La recogida del agua y su posterior almacenamiento ha sido uno de los trabajos más costosos en la reconstrucción de la Comella; ¡ahora queda resuelto! El agua se acumula en tres aljibes que están comunicados entre si, después se distribuye por conducciones que abastecen el riego del jardín, las bocas para sofocar incendios y el huerto. El más grande de los depósitos contiene 500.000 litros de agua de lluvia. Entre mis intenciones estaba el hacer esta obra y la diseñé como una escultura para la vida, la ritualicé como una experiencia estética y la oculté como una obra más... En ella apliqué todo aquello que sabía hacer, me entregué al proyecto de manera total y en el momento de terminar la pintura, de simular en el muro el cantar del agua, realmente sentí la emoción que se experimenta al caer de la lluvia, esta sí, ponía el tilde a la "Sequía". La obra supuso un reto personal ya que muy pocos creyeron en él... Ahora estoy satisfecho del esfuerzo realizado, siempre que llueva el agua estará garantizada y el verdor de los árboles lo expresarán cada día. Si el cielo se seca y se niega a lavarnos las manos, también puse remedio. Hice hacer dos pozos de 180 metros de profundidad, no salió el caudal que diagnosticaron los zahories, sólo se encontró el agua del salvador, justo para apagar la sed y lavarse la cara. A uno de estos fracasos le llamo “El pozo del dolor”: el otro no tiene nombre y espera la solución del tiempo. Encontré un tercero en el bosque, estaba tapado con una losa y tienes unos 20 metros de profundidad; ¡estaba seco! Lo convertí en una obra que todavía esta en proceso y lo nombré “El pozo de las vanidades”. Agua
Autorretrato con charcos
Agua Eran las doce del mediodía y el sol ardía, literalmente se desplomaba sobre la plaza cuando visité por primera vez la masía. Hacía tanto calor, ¡tanto! que las gotas de sudor caían y se evaporaban en el aire. Fue entonces cuando sentí la sed vital y algo que va más allá de la deshidratación misma; algo desabrido y seco que inunda la garganta y desconsuela. Entonces pensé. -‐Esta tierra y yo necesitamos agua…! -‐
Miré, busqué por los rincones de aquel caserón y no hallé nada, su presencia era la ausencia total y sólo encontré la necesidad perentoria de beber. -‐¿Cómo puede ser? ¡Una casa tan grande! ¿Cómo han podido vivir aquí tantos años sin agua?-‐ Fue desolador ya que era la condición básica para empezar a caminar juntos, intentar una aventura larga y comprometida como así ha sido. Al tiempo, unos meses después, busqué en el interior entre corredores oscuros y la encontré. Estaba dentro de la masía, en el subsuelo de una de las salas. Allí oculta habían hecho una cisterna que recogía el agua para beber. Venía de los tejados y llegaban a acumularse unos 60.000 litros. Con esta cantidad había sido suficiente para las necesidades básicas de personas y animales durante siglos; ¡ahora eran totalmente exiguos! Raíz
Raíz Cuando llegué a La Comella las raíces de los árboles eran someras, garras retorcidas, parecían costillares en carne viva y hacía daño verlas. Al no poder penetrar en la roca caminaban horizontalmente, entraban y salían de la tierra cosiendo el suelo. Eran raíces sufridas, como son las mías, raíces de emigrante que siempre están dispuestas a empezar de nuevo, a indagar nuevos lugares para sobrevivir. Esta fue una de las causas que me unió a este trocito de tierra para siempre; su vitalidad y su gozo al conseguir vivir de la precariedad. Sobre las raíces se han hecho alusiones muy jugosas; Paul Klee decía que por ellas, las raíces, entra el poder de la creación, por el tronco se conduce el pensamiento y los sentimientos y en las ramas y hojas se extiende expresa el árbol; así es la obra, la constatación visible de aquello que no vemos. Los que hacen alusión a la raíz como metáfora y, ellos son el árbol completo, suelen ser incisivos y malévolos. Utilizan el truco de enraizar la rama vieja para obtener brotes nuevos, son los que se llaman poseedores de la tierra y en ella gravan su nombre; ¡a veces con sangre! Cosa curiosa en el mundo de las palabras, aquella tierra ya no es la que alimenta a la raíz, es la raíz la que devora a la tierra.
Tierras La tierra se hace árida cuando se abandona y estamos tan acompañados de campos yermos que los desiertos nos llaman a la puerta y lo encontramos natural; ¡ya estamos resignados a perderlo todo!
Como ya expliqué, la roca estaba desnuda, sensual y abandonada. Daban ganas de tumbarse sobre ella, dejarse caer bajo el sol, doblarse en la indolencia y aguantar hasta el otoño. También perderme entre excusas como han hecho con la mayoría con las tierras; hoy ya son parte del abandono colectivo, como lo están las casas de campo, los pueblos y las montañas. ...No quiero seguir por ahí... ¡eso hace daño!
El sol ardiente lo abrasaba todo, teñía la piel de ocaso y en verano los incendios lo cubrían de dolor y ceniza. Cuando llovía, el agua ya corría antes de tocar el suelo y a su vez hacía una torrentera violenta. Con precisión barría el bosque en un instante; ¡allí no quedaba nada! Las plantas angustiadas sólo la veían pasar, pero era sólo un segundo de gozo y con eso tenían bastante. En un instante lo expresaban con súbito verdor y el poder de la vida presentaba una realidad dura pero asombrosa. A las dos horas todo volvía a estar seco, sufrido y mortecino. La Comella era una roca caldeada en verano que esperaba las lluvias de otoño, pero en realidad no estaba muerta, estaba tomando el sol y para restaurar la vida reclamaba un lecho fresco y confortable; ¡tierra y agua para recuperar la dignidad! La naturaleza es poderosa y paciente, ella sabe colarse entre las grietas en búsqueda de humedad. Es inteligente y sabe aprender a volar o nadar para crear su espacio vital. Aquí se retorcía entre la roca, se contorsionaba para recoger nutrientes disueltos entre las piedras; era su sufrida manera de sobrevivir. Para paliar la miseria de un estado casi terminal se tuvieron que traer camiones de tierra de varios lugares, miles de metros cúbicos se extendieron sobre aquella corteza de pobreza y abandono. Había que crear humedad y cuerpo firme en el suelo, crear un soporte para que las raíces pudieran alimentarse y el pié del árbol pudiera aguantar las envestidas del viento. Se puso en marcha una maquinaria pesada, costosa y compleja. Para socorrerla elaboré una leyenda que me pedía lo que buenamente podía hacer; ¡nada más que eso! Hice traer tierras de allá donde fue posible: más de 7.000 m3 han venido a auxiliarla. Algunas eran de la futura prisión de Tarragona, es tierra que opta por la libertad y toma otros destinos. Otras vinieron de "El mas de las almas" de Reus. Una coincidencia asombrosa; ¡los símbolos siempre dignifican el lugar! Tierras de promisión, lechos de libertad y espíritus animados que hoy respiran y alimentan un bosque nuevo.
La roca de la Comella
La roca de la Comella La plaza era un espectáculo en silencio, ¡espléndido! Desierta y sucia, llena de escombros. En aquel momento su desamparo era evidente y su pasado, su gloria, invitaba en soledad. El cielo vestía alguna nube sobre el azul mediterráneo, y la claridad iluminaba los detalles con precisión generosa. La luz era limpia, transparente, descriptiva y misteriosa, dibujaba los detalles hasta instalarlos en los ojos. El viento del mar acompañaba el momento y traía un zumbido casi imperceptible a los oídos, era aliento vivo que invadía los sentidos hasta saturarlos. La roca del suelo emergía aquí y allá, se calentaba al sol y se vestía con líquenes diminutos. ¡Así encontró la Comella el día de todos los santos! En aquel lugar de abandono y de historias temerosas, el duende inicial fue conduciendo el pensamiento a una locura dulce, a una seducción que le cambiaría la vida para siempre. Era un canción añorada que reproducía un sueño casi olvidado, una letanía que repicaba los sentidos día y noche. Decía esa voz… -‐¡Hay que restaurar el paraíso! -‐ Sin saberlo, una aventura cargada de trabajo y fatiga acababa de nacer y con ella se podía doblegar el destino de un enterrador de secretos. En aquel momento nació el compromiso de hacer de aquella roca ardiente un jardín, un lugar para que la vida resplandezca junto a los requiebros del pensamiento. Entonces respiró hondo, miró el suelo y se puso a cantar. En esta tierra abandonada fundaré mi hogar, y sobre esta roca enjuta cultivaré un jardín esperanzado. Con estos muros derruidos levantaré un fortín y caminaré sus senderos hasta que aguanten los huesos. Dormiré como la hierba sus sueños placenteros y cantaré junto a los árboles que han de nacer. Al final del proceso, también sollozaré sobre el pasto seco.
Pistón, lo mató un perro asesino que apareció por la Comella. 2004
Argos. Ya he relatado como murió y la importancia de su presencia. 2004
Maco, el vigilante actual. Se ha liado con una perra salvaje y se va con ella. E stá enfermo y tiene que tomar sus dosis diaria. Lo tenemos atado para que no marche.
Clara. Vino, estuvo un año y marchó sin dejar rastro.
Los animales En aquella vaguada ardiente empezaron a aparecer animales curiosos. Un día encontré una tortuga en el espacio que después vino a ser el taller, pensé que era un aviso claro y determinante. Interpreté que el tiempo sería mi aliado y que el mundo asociado a la simbología de la tortuga era el libro de las revelaciones. Cogí el animal y lo liberé lejos de la casa, dentro del bosque espeso; nunca supe nada más de ella. Cuando Escud y pistón el año de la nevada. Aunque tenían refugio estaban todo el día bajo la nieve. empecé a limpiar el corral de las cabras apareció una serpiente negra de buenas proporciones, me limité a mirarla y ella también me miró. Nos miramos con recelo y se marchó de manera sigilosa. Tampoco la volví a ver más ni
han aparecido señales de su existencia. Interpreté que las sombras de la noche quedaban en franca retirada y el negro sería el color de mi destino. Aquel negro sería el que más tarde aplicaría en las pátinas de las esculturas de bronce. Al romper los precintos de ladrillo que tapaban las ventanas, vi como una manada de murciélagos pendía del techo; lejos de la asociación que se le da con demonios y vampiros, yo los vi como puertas a la inteligencia y dominio de la oscuridad. De todos los habitantes de la casa los dragones eran los naturales del lugar, vivían bajo las piedras, las grietas y tejas y allí los dejé. Todavía corretean entre los libros y hasta pasean por encima del ordenador; son mis animales de compañía y nunca me han roto ni ensuciado nada; se comen los mosquitos y pienso que me liberan de la malaria. Interpreté su presencia como la más curiosa de las paradojas, la fealdad puede ser el origen de la belleza, el sigilo y la discreción la base de lo terrible... Lo que más me seduce de estos pequeños animales es el señuelo de su rabo, como pasa con las lagartijas. Cuando están en peligro se desprenden de la cola, esta empieza a saltar de manera aparatosa para llamar la atención mientras ellas se escapan. Creo que es una muestra de inteligencia superior en un hecho tan simple y sencillo. Tenerlas a mi lado es aprender de los secretos del mundo. Ya más cercana la fecha para entrar a restaurar la casa, una perra salvaje parió una camada de cachorros en el bosque y uno de ellos me lo quedé: le llamé Pistón. Cuando tenía un año lo degolló a mordiscos un perro asesino que apareció por la masía, era negro y parecía noble; lo ahuyenté a pedradas; tuve miedo que hiciera lo mismo conmigo... Unos vecinos me regalaron a Escud, un animal amable que se escapaba a la carretera y tuve que atarlo. Al tiempo apareció otro, negro como la noche, le llamé Argos, como el perro de Ulises. Era un animal precioso y el que más he querido. Un día vino con síntomas avanzados de intoxicación; ¡lo habían envenenado! Lo salvé y al tiempo le picó un mosquito y cogió leishmaniasis. Murió calvo, lleno de garrapatas y pulgas y con toda la tristeza del mundo enganchada a los ojos. Le hice un entierro como a un guerrero ya que era el animal más alegre que he conocido y el que mejor defendió la Comella, él será el que cuente el resto de los relatos con el seudónimo de Chacal. A su memoria dejo los avatares de amor que se despertaron en esta tierra. Su caso me afectó mucho, lo enterré en un lugar donde ahora he puesto las cajas de los hombres buenos. Su muerte provocó en mi una metamorfosis extraña, tanto que le escribí un libro con el nombre de “El Chacal en el desierto”. La figura del narrador, yo, se convirtió en un animal rastreador, solitario y enamorado de la soledad. Encadenados Uno se llama Escud, es del color de la paja. Tengo dos perros esclavos, grandes, atados con cadenas. ¡también ellos añoran su libertad! Si los suelto se marchan a la carretera; jugando persiguen a los que hacen footing, los tira de la bicicleta con un estrépito teatral.
El otro se llama Argos y es negro como el olvido, con solo verlo babear espanta y si te mira de frente ves el rostro de maligno. ¡Es bueno como él solo! Cuando les suelto se vuelven locos de alegría y al momento, dos lenguas largas y rosadas cuelgan como banderas hasta el suelo. ¡Escud, Argos! Les llamo y, al instante se arriman a la cadena, ¡al grillete! Ya son adictos a su destino; como los hombres lo son a la muerte por la patria. Murieron los dos, a Argos le hice una tumba. Ya no quedan restos, han formado una alameda verde. Hoy un manada de conejos pasturan mansamente sobre ellos y yo, en aquel lugar he instalado las cajas de los hombres buenos.
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La Cartepillar 428 en la excavación de la cisterna. Con esta máquina hacemos la mayoría de los trabajos de la Comella.
La Ford 505 aporta material para hacer la Capilla turkana.
La excavadora Quedamos de madrugada para que la policía de trafico no pusieran problemas con el traslado de aquel paquidermo. Sus bramidos se sentían de lejos y describían con precisión las curvas de la carretera. Poco a poco aumentó el volumen y delató su cercanía, a los pocos minutos llegó hasta la entrada de la finca con los primeros rayos del sol. Justo cuando se encendían las ramas secas vi llegar una pala excavadora pintada de amarillo, lanzaba humo y berridos al cielo con estrépito. Una vez más aullé de entusiasmo en medio de aquel páramo y llené con un mugido el hueco de una noche en vela. Las dunas verdes del bosque se estremecieron al ahuyentarse las sombras y la luz del alba me presentó una pieza clave en todo el proceso posterior; una excavadora Ford 505 en la fase final de su vida. Tenia una rueda delantera con las lonas deshilachas y visibles y por el vientre caían las gotas de aceite hasta dejar un reguero en el asfalto. En aquel momento no pensé en nada y en cierta manera me sentí reconfortado al contar con una “máquina” para hacer el trabajo, pero si alguien hubiera contemplado la escena, si hubiera evaluado la faena que tenía que hacer con aquel artefacto, se habría puesto a llorar de desolación. Pienso que se habría desecho en lagrimas viendo aquel espectáculo de locura; un hombre mayor, con aquella reliquia y en aquel lugar de abandono. La Ford 505 no tenía bulones en la retro y le habían puesto trozos de rea (hierro grueso para armar el hormigón). Con el uso, el acero de la rea se había comido los casquillos y todo quedaba desajustado. La bomba del agua perdía por la junta y el radiador era un manantial que brotaba caliente como las termales. Pero no todo el mal se hizo presente al instante, el tiempo marcó los procesos, la noche se igualó con el día y el cielo y la tierra formaron una sola imagen. La máquina era brava, empezó a berrear entre matojos, zarzales, endrinos, lentiscos o pistachos salvajes. Todos saltaban por los aires a mordiscos, el corazón de aquel animal de acero era fuerte y valiente como el mejor de los guerreros. Las piedras de varias toneladas rodaban por la pendiente y los pinos temblaban de dolor con los golpes descontrolados de su brazo de hierro. Entonces noté que las heridas de los árboles eran también mis heridas. Con deficiencias en el manejo y lágrimas en los ojos pasé los primeros días, así fue hasta que comprendí que era el precio a pagar por el trabajo iniciado; para arreglar aquella selva había que hacer mucho daño. Nunca imaginé nada tan duro ni me sentí tan exhausto y abandonado. Al ver como sangraban aquellas heridas decidí tomar nota de cada una de ellas y empecé a fotografiarlas con cuidado para no dejar enemigos sueltos. El cansancio de las jornadas dio paso a la brisa fresca del atardecer y después al reposo merecido en el sueño. Así pasaron más de mil días y mil noches, al final, el agotamiento, la soledad y el desconsuelo apagaron cierto brillo en la mirada, pero la primera parte de la obra estaba acabada. El verano del 2000 tuve un infarto y varias anginas, todo terminó cuando me
hicieron una operación milagrosa, una angioplastia. Entraron por una arteria de la pierna, cerca de la ingle y llegaron al corazón con un alambre de acero. Trabajo de fontanero para instalar un Sten reparador allí donde la tubería se había infartado. ¡Lo pasé mal, por algún lugar tenía que salir el abatimiento. Movido por estos contratiempos escribí un libro que le llamé “Crónicas de un infarto y seis anginas de pecho”. Uno más de los trabajos que duermen en los cajones… En aquel tiempo ya vivíamos en la Comella y delante de la casa se podía ver “La torre del mujaidin”, una obra coronaba con una escalera que ayudaba a ascender por los caminos de la ilusión. En aquella tierra de abandono se había iniciado un proceso, pero estaba en la primera fase y sólo el amor y la pasión por una idea podía hacer de aquel desierto un emisor de señales vivas, un jardín esperado. La máquina aguantó la campaña; la pobre chorreaba aceite por las junturas y murió de manera súbita al romperse el sistema de transmisión. Se portó magnífica; cuando le pedía fuerza berreaba como un cerdo en la matanza, pero arrancaba las piedras y liberaba los caminos con una facilidad de espanto. Ella me hizo palista y casi mecánico, a ella le dediqué estos versos. Mi adición es el trabajo: en mover las piedras de lugar y abrir las entrañas de las piedras me entretengo todas las horas del día. Para arañar la tierra tengo una pala excavadora y con las uñas corto las raíces de los pinos y los brezos, también siego los hilos verdes de las zarzas con los eternos secretos que duermen en el suelo. Todo esto y mucho más puede descubrir mientras proyecta berridos al cielo y mácula con partículas de aceite la tierra perfumada y fresca que con los dientes descubre y fertiliza.
La hierba
La hierba La vida regala momentos apacibles, sencillos, amables como son los resplandores
de la hierba. Cada instante puede ser un momento mágico, poético, íntimo y encontrar el motivo que culmina con asombro. Entonces sientes que es el triunfo de las emociones, los sentidos se avivan, la mirada se hace incisiva y la mente maquila con hermosura. Si quieres ver más allá de lo evidente, el verde se hace sutil y el suelo puedes verlo como el manto que cubre las almas. La tierra es una mortaja fértil que hace de la vida un lecho mullido, y ellas, las almas, dan luz a los que sobreviven; ¡como mínimo nos nutren! Cuando sale el sol también ilumina matojos humildes y describe una belleza inigualable en ellos; ¡no hay joya que le iguale! Si miras con atención, con mucha atención, ves como el sol las alimenta y las hace crecer ante los ojos. Más tarde la luz se hace poderosa y la mirada se hace imprecisa hasta quedar ciega de tanta luz. La roca abrasa los pies y, al mismo tiempo, lanza mensajes poderosos; entonces hay que cubrirse ante él y buscar las sombras. A la sazón duermes y sueñas, sueñas y sueñas… ¡El horizonte no es el fin! -‐Esto llegué a pensar antes de ser el nuevo narrador de esta historia, un animal que emerge del sueño y me encarna (Sustituye) por unos instantes-‐ Debajo de aquel sol abrasador, sin sombra bajo los pies, tomé conciencia del ingente trabajo que había que hacer. Entonces, perdidos los ojos detrás de la última ventana, encaramado en la muralla, aullé una vez más y me cambié la piel, ¡dejé de ser un hombre para ser un perro oscuro de proporciones considerables! Con la última reserva de aliento pensé que no podía perderme dentro de aquella metamorfosis singular, que debía evadirme por los ojos y salir del pensamiento convencional. Entonces miré las hierbas encendidas y empecé a purgarme, las comía dulcemente, hebra a brizna, brizna a hebra... Pensando en aquellos deliciosos manjares que me ofrecía la tierra, deduje que el enemigo no estaba fuera, estaba dentro y se llamaba indolencia. No serían las tierras secas mi mortaja, tampoco la ausencia de aire mi agonía. No faltaba agua en las entrañas de aquella tierra. Pensé que todo el mal dormía en la falta de esperanza, en el cansancio espiritual. Entonces miré atentamente unos matojos secos encendidos por el sol y pensé que ellos vivían y si los conejos lo hacían yo también podía hacerlo. Tenía que solucionar estos temas para acoplarme al lugar. Allí había de todo, solo tenía que ordenar y pactar con la tierra. En el instante de cambiar de piel pensé que ahí se ocultaba el nudo de todo el conflicto; ¡en el acoplamiento! Era verdad que el sol quemaba, que el hueco de la garganta se hacía roca, que secaba los ojos y endurecía la piel, pero al caer la tarde el horizonte cortaba el paisaje, encendía el azul del cielo, alumbraba los brotes verdes y de un momento a otro el mundo se hacía precioso. Ese era el instante que esperaba para darme un baño de recuerdos y perderme en un festín de melancolía. Por este motivo era tan importante dejar señales claras, anotar los recuerdos, marcar los caminos, las imágenes y los deseos. En cada paso dejaba una señal, una invocación y en cada recuerdo un enlace con el siguiente, así hasta formar un camino en la memoria que permitiera reconstruir lo vivido. Un año tardó la travesía y en el momento que menos lo esperaba, el notario leyó las escrituras, se firmó y se puso en orden los papeles; todo listo para un testamento nuevo.
La Comella
El nombre Antes de comprar la casa la hice tasar por un técnico: Ramón Egoscozabal, amigo y arquitecto, me dijo literalmente y al momento que no la comprara. La compré saltándome los consejos de casi todos los que opinaron sobre el asunto y tambien lo que dictaba el sentido común. Cuando empecé la reforma de la casa tenía 51 años y el proyecto de la Comella ya era una realidad en mi mente. Lo primero que hice fue cincelar su nombre en
piedra; pensé -‐para que aguante-‐ Con ello quería cambiar el destino del lugar y poner nombre a una realidad nueva. Desde siglos atrás, a la masía se la conocía como Mas Morató y coincidía letra por letra con el nombre y apellidos del último propietario. Como ya se ha dicho, el personaje en cuestión murió de manera violenta en el interior de la casa y era una historia que pensé era mejor olvidar. Decidí cambiar aquel nombre ya que estaba unido a una persona cuya circunstancia estaba nublando el lugar. Todo estaba denigrado, maldecido y había que empezar de nuevo. Tampoco quería señalar el lugar con otro nombre personal que pudiera estarlo o bien que el capricho del tiempo lo llegara a borrar. El topónimo de la zona era y es La comella del moro; por motivos evidentes decidí quitarle “del moro” y dejarlo en: La Comella. El nombre designa una pequeña depresión en el terreno, un plano entre lomas que suele contener tierra fértil y recibe amablemente los rayos del sol. Las hierbas de las comas son alimento básico de rumiantes, pastos humildes que llegan a emocionar. El próximo día presentaré estas joyas diminutas...
Atardecer en el bosque. La Comella
Atardecer en el bosque. La Comella
Atardecer en el bosque. La Comella
Atardecer en el bosque. La Comella
Atardecer en el bosque. La Comella
Atardecer en el bosque. La Comella
El bosque Al principio no sabía el origen de aquel abandono, no conocía el misterio de su estado, no tenía motivos para implicarme, ni malos recuerdos para olvidarla; sólo tenía una cavidad insondable en el pecho que me hacía caminar sin rumbo en aquel territorio desahuciado. Empecé a buscar información, primero por curiosidad, después con desesperación. Al final encontré un cartel colgado en la puerta del almacén; el único lugar que se mantenía intacto. Se indicaba que se vendía y se informaba de un nº. de teléfono. Una sonrisa interior me inundó el rostro y al instante, una brizna de aliento arranqué del aire; ¡era un camino nuevo! Entonces el cielo se paralizó y yo empecé a caminar dando vueltas por el bosque. Varios días deambulé por aquel escenario selvático lleno de zarzas, enredaderas trepadoras y árboles muertos. El verdor del bosque se combinaba con el tono rojizo de la tarde y las ramas secas se encendían con la luz crepuscular. Era un espectáculo asombroso, nada más bello que aquellos árboles vestidos de oro. Aquel nuevo escenario era reconfortante, cada minuto que pasaba me invitaba a adentrarme en una aventura apasionada, en un espectáculo cargado de motivaciones al ver la naturaleza salvaje como las fuentes del misterio. Pero allí también habitaba el peligro, dos años antes, más de dos hectáreas del bosque se habían quemado y eso se sumaba a las tragedias pasadas. Pero los aspectos negativos ya no tenían peso en mi ánimo y la luz exterior, el aire del mar y el cielo
resplandeciente me acompañaban en aquellos paseos por el bosque. Desde aquel momento no he dejado de vivir los impulsos de esta tierra, ni de esperar motivos de aprobación para hacer lo que se ha hecho. Caminar por sus senderos ha sido y es una manera de fortalecer el ánimo en el trayecto de mi vida. Una manera de tejer un telar interior que me ha obligado ha utilizar hilos de fortaleza. ¡A pesar de todo lo que me ha ocurrido, tengo esperanza! El pacto con la tierra ha sido una costura en la roca y se ha materializado con una de las obras más singulares; “L’anell de pedra”. Sólo aquel casón lleno de sombras me preocupaba; restaurarlo era una labor ingente y en el trabajo físico estaba sólo. Había que remontar las piedras, hacer las vallas, reforzar los muros, arreglar los tejados, traer los servicios, rehacer las fachadas, reconstruir los lavabos, hacer el taller y montar las instalaciones; ¡todo, había que hacerlo todo! Al principio tuve miedo al fracaso y busqué complicidades, después pensé que era un tema personal y el inicio de una nueva etapa de mi vida; ¡llegaría hasta donde pudiera llegar! Un proyecto aventurado se abría ante mi y me ponía a prueba una vez más.
La Masía antes de restaurar. 1997
Un año entero estuve negociando con los Sres. que había detrás de aquel Tel. Cerrado el trato, antes de firmar en el notario, me subieron el precio. Por un momento dudé, pensé en poner una cruz encima de los pasos dados; después decidí continuar. Pensé que somos sustancia débil y el espíritu lo construimos con
recuerdos. Mejor seguir adelante y quedar unido a un proyecto que ya era parte importante de mi pensamiento. Tragedias El otro difunto también fue sonado en Tarragona, se había colgado del cuello y lo hizo mirando un coche lujoso y recién estrenado. Lo dejó aparcado en medio de la plaza; un mercedes 190 D de color negro. En los últimos momentos de su vida no le quedó otro remedio que sacarle la lengua a R. un vecino que no se cansa nunca de repetir el encuentro y de recoger el tributo merecido por denunciar lo sucedido a la policía. Parece como si tuviera cierto interés en remarcar los detalles del acontecimiento, quizá para hacerme ver el infierno donde había caído, o quizá, para gozar levemente de su infortunio y recoger mi amistad como consolación a la imagen tenebrosa que permanentemente guardaba en su pensamiento. A los tres años de los hechos relatados, el lugar esta infectado de serpientes negras, de ratas, avispas y dragones. Por el suelo corrían y hasta se hacía difícil caminar, había que hacerlo entre matojos que crecían salvajes y chumberas que llenaban el aire de espinos. Los montones de escombro y las jeringuillas de los yonquis obligaban a mirar con mucha atención, todo aquello despertaba los más ocultos sentimientos. Por una puerta de madera remendada y herida por los perdigones que habían disparado sobre ella los cazadores furtivos, se podía llegar hasta una higuera de grandes proporciones. Hermosa y solitaria, era una nota verde que sobresalía por los tejados. Sin querer presidía aquel lugar lleno de espanto como el árbol del paraíso preside nuestro pensamiento. En la parte posterior de la casa, la reja de una ventana había sido reventada con una palanca; por ella se podía ver la oscuridad del interior. Poco a poco se configuraron las sombras enganchadas a la pared y el hollín producido por un coche que habían quemado allí mismo. Todo ayudaba a crear la escenografía de la tragedia. Nada hay más hiriente en el alma que el aspecto de abandono y de temor que emerge de una casa tapiada, más aún si conoces su historia. Al mirar atentamente el espacio empecé a ver con imprecisiones y experimenté como se dibujaba y revelaba todo aquello. ¡Era asombroso! Todo se presentaba ante los ojos con pereza, como un despertar lento. La luz se adecuaba a la mirada y aclaraba la escena. Los detalles aparecían con un registro especial y aquello que provocaba temor, poco a poco se convirtió en una Epifanía. El suelo era de pavimento de tierra y cemento en mal estado y todo estaba sucio hasta la repulsión, pero una sucesión de arcos de piedra se fundían en la oscuridad, entonces el asombro me cautivó de forma súbita. Todo estaba allí, cubierto de botellas rotas, papeles, azulejos adornados con flores de los setenta y desolación impresa de los noventa, pero tenía un aspecto robusto y un pasado gloriosos. Una
serie de arcos de piedra daban paso a diferentes salas y en una de ellas se insinuaba la forma de un hogar de buen tamaño. En un rincón cercano a la ventana, una prensa de aceite se conservaba en perfecto estado. Seguía allí debido a que su peso lo impedía. Por el momento ninguna mano humana podía arrancar las raíces ancladas en una masa de hierro y hormigón que la hacían heredera de aquel lugar. Ella era el testimonio de una actividad laboriosa. En el rincón opuesto a la prensa, donde dicen que encontraron al propietario maniatado y ya frío, un espacio se iluminaba violentamente, el sol se colaba por una claraboya y mostraba los estragos de una cocina económica arrancada, puertas rotas, wáters y lavabos hechos trizas, tuberías dobladas y arrancadas y sobretodo cables quemados. Asomé la cabeza por aquella obertura como una alimaña, como una más de las bestias que habitaban allí, aúlle como ellas y en aquel instante el horizonte de un posible suceso transcendió la historia de aquel lugar y la mía. En mi mente se creó una laguna encendida de pasiones, sueños elaborados con los años que ahora presentía que se podían cumplir. En un segundo, todo aquello se convirtió en el camino que daba sentido a la vida. Miré varias veces aquellas salas oscuras, miré la firmeza del suelo sobre el que se sustentaba la casa, miré los forjados y los gruesos muros de piedra y entonces no quise ver más, sin querer, ya miraba la oscuridad sin ver los límites. No pensé nada: si dijera algo sensato mentiría. Sólo intuí que todos los posibles caminos estaban incluidos allí. También advertí mi soledad y lo avanzado de mi edad; tenía 50 años y me había quedado sin taller. Aquella parecía la única oportunidad que me daba la vida para ordenar el trabajo realizado; aquel lugar era la Icária esperada, la tierra prometida. Había perdido el taller de Castellvell y allí aparecía un hogar nuevo, un objetivo claro, un farallón para defender, una "patria" donde luchar y también morir. Publicado por Rufino Mesa Vázquez en 09:24 0 comentarios Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir con TwitterCompartir con Facebook jueves, 17 de octubre de 2013 Y compré la casa
Estado de la masía antes de la restauración. 1997
Y compré la casa… Justo en el centro de aquel espacio solitario y seco, el escenario que describí el otro día para explicar el tema del agua, se levantaba una casa de piedra mal encalada. Era grande en todas las direcciones, con las puertas y ventanas tapiadas; como una pirámide que no desea revelar su secreto ni a las preguntas del tiempo, ni a los clamores del sol. En aquel lugar desolado, repleto de escombros, jeringuillas y preservativos, se alumbró una esperanza. En aquel escenario de dolor vestido con retales de malos presagios y el humo de un incendio intencionado, dos hombres habían muerto violentamente... y yo compré la casa… El caso todavía era fresco en el pensamiento de todos y los vecinos exponían los detalles como el que recuerda una aventura cargada de asombro, como el que quiere exponer una señal familiar, un signo de cercanía, casi de propiedad sobre aquella ruina que mostraba en su rostro herido un pasado antiguo y glorioso. Decían, con detalles escabrosos que inducen a sospechar cierto placer narrativo, que el propietario de la casa fue atado a una silla con una brida de plástico y después atravesado por varias cuchilladas en el pecho. Los motivos están todavía sin esclarecer, son secreto de sumario y los culpables andan sueltos como sueltos quedan todos los cabos de esta historia. Los vecinos relatan cuestiones de faldas, deudas de juego, malas compañías y una mujer que le bebió el entendimiento con sales de Andalucía. Alguien asegura que lo vieron momentos antes de su muerte mientras sacaba dinero de uno de los bancos del barrio de S. Pere y S. Pau, otros, sencillamente decían que tenía el destino marcado, que era un desgraciado aunque tenía estudios superiores. El misterio se agranda hasta límites insospechados cuando relatan el modo de vida que llevaba la víctima y su madre; los dos dormían en un colchón en el suelo y comían casi de la caridad o de vender fragmentos de tierra de una finca que, en su día, dominaba las cumbres del santuario del Loreto.