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Los testimonios de la resurrección son históricamente creíbles?

Mirko Testa

Varios detalles indican que si los apóstoles hubieran “inventado” la resurrección, lo habrían hecho mejor…

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El descubrimiento de la tumba vacía y las apariciones de Jesús se anunciaron en público menos de dos meses después de su muerte, cuando muchos en Jerusalén podrían haber desmentido los hechos. Como primeros testigos se menciona a las mujeres, cuyo testimonio para el Derecho judío no tenía ningún tipo de valor. Y, finalmente, unos hombres miedosos y recalcitrantes se lanzaron como un Big Bang por las carreteras del Imperio para anunciarlo, jugándose la vida.

Si todo hubiera sido un invento, ¿no podrían haberlo hecho mejor?

Partimos de la base de que la resurrección de Jesús no es un dato “científico” incontrovertible: creer en ella es siempre, en último término, un acto de fe. Ahora bien, los testimonios sobre ella, ¿son creíbles históricamente?

Mujeres…

Curiosamente, quizás el dato más fiable para considerar la resurrección como un hecho histórico, es la confesión de las mujeres – en particular de María Magdalena – quienes para el Derecho judío de la época, no tenían ningún valor como testigos.

El judaísmo de la época de Jesús estaba embebido de “machismo”. Y en ese sentido, el retrato de la mujer que surge de la Biblia no es muy confortante. Es así que en el libro de los Proverbios, por ejemplo, se pone de manifiesto su naturaleza maniática, pendenciera, lunática y melancólica.

Más aún, en las Antigüedades Judías, el historiador judío del siglo I Flavio Josefo escribe que “los tes

timonios de mujeres no valen y no son escuchados entre nosotros, a causa de la ligereza y de la insolencia de ese sexo”.

Es así que no es históricamente plausible que los evangelistas, en el intento de inventar una leyenda con garantías, hayan indicado precisamente a las mujeres como testigos privilegiados del sepulcro vacío de Jesús y de sus primeras apariciones, cuando en la sociedad judía del siglo I no podían dar testimonio.

Podrían haberles desmentido

Los apóstoles anunciaron públicamente el descubrimiento de la tumba vacía y los encuentros con el Resucitado a poca distancia de la muerte de Jesús,

cuando muchos testigos aún vivos en Jerusalén habrían podido desmentirles.

Prueba de la credibilidad de las fuentes escritas que han llegado a nosotros es que ningún evangelista, ni ninguna otra fuente del nuevo testamento, narra la forma en la que sucedió la resurrección.

Solo lo hace el llamado Evangelio de Pedro, un escrito apócrifo – que por tanto, no forma parte de la Biblia – en el que se encuentra el relato más antiguo que conocemos sobre este asunto, y que presumiblemente fue redactado en Siria, hacia la mitad del siglo II.

Los primeros seguidores de Jesús eran sobre todo pescadores, pescadores que encarnaban bien la mentalidad semítica de ese entonces. No eran visionarios, sino que necesitaban pruebas tangibles y no se conformaban con promesas vanas. Justamente en la Biblia, cuando se habla de las manifestaciones de Jesús resucitado, se remarca el carácter de experiencias concretas, de encuentros reales.

Según los Hechos de los Apóstoles, confirmados por las cartas de san Pablo a los Romanos, Corintios y Gálatas, la Iglesia primitiva predicó la resurrección

de Jesús desde el principio, menos de dos meses después de su muerte (Hch 2,24-36). Esto prueba, dado el poco tiempo transcurrido, el hecho de que las apariciones de Jesús no podían ser elaboraciones legendarias del mensaje de la resurrección, fruto de la fe.

Podemos preguntarnos: ¿cómo podían los apóstoles predicar la resurrección de Jesús entre los muertos si los habitantes de Jerusalén podían en cualquier momento mostrar el cadáver de su maestro?

¿Alucinaciones colectivas?

Las apariciones (Mc 9,2-8; Mt 28,3) suceden en circunstancias normales, no en momentos de éxtasis, ni en sueños, y no tienen esas características de gloria apocalíptica que apreciamos en otros relatos.

Para Rinaldo Fabris, biblista y teólogo: “Las apariciones no son esperadas, no son buscadas. No son fruto de la elaboración de un luto, o una visión, sino una intervención exterior. Además, son diferentes de las apariciones de Dios en el Antiguo Testamento; del Dios inefable, indecible, invisible de Abraham, Isaías o Jeremías”.

Y no podían tampoco ser alucinaciones colectivas, pues de lo contrario sería imposible explicar lo que le pasó a Pablo en el camino de Damasco, algunos años después de la aparición a Pedro, que muy probablemente sucedió en Galilea.

¿Robaron el cuerpo?

La noticia según la cual Pilato respondió a los sumos sacerdotes y a los fariseos que confiaran a los guardias del templo la seguridad del sepulcro de Jesús, no es un relato con intención apologética para acallar las voces de que la resurrección era fruto del robo del cadáver de Jesús por parte de sus discípulos.

Expresa Mateo que las autoridades judías difundieron la “versión” de que la tumba estaba vacía porque los discípulos habían robado el cuerpo (Mt 28,11-15) para proclamar su resurrección, una contra-información repetida en el siglo II – a la cual se opone Justino en su diálogo con Trifón – y retomada en el siglo XVIII por Reimarus.

la de sus discípulos como pláne, impostura. Y la palabra la vuelve a usar Pablo cuando rebate las acusaciones contra los cristianos procedentes del mundo judío, como en 2 Cor 6, 8: ‘que seamos considerados como impostores (plánoi), cuando en realidad somos sinceros’.

Es curioso notar que durante los siglos, hasta nuestros días, la polémica judía contra los ‘galileos’ cristianos, se sirvió sobre todo de la acusación de impostura y acusó al rabino Jesús de ser un impostor. Fabris explicó a Aleteia que “la tradición cristiana de la tumba vacía nunca fue desmentida en el mundo judío. Sencillamente, se le da una explicación distinta”.

Escándalo para los judíos, increíble para los paganos

La idea de un Mesías resucitado de los muertos era escandalosa e inconcebible en el contexto judío del que provenían los discípulos de Jesús, y no podía derivar de los mitos de muerte y renacimiento de dioses y héroes de la cultura greco-romana.

En su obra “Dicen que ha resucitado”, Vittorio Messori afirma: “Es muy lógico, muy coherente, incluido el hecho de que el Crucificado sea definido por los miembros del Sanedrín como plános, impostor, y

Para los judíos, pensar en la resurrección del Mesías era un escándalo. Lo que sí existía era cierta esperanza de resurrección al final de los tiempos, recogida por algunos profetas (Is 26,19; Dan 12,2-3) y

por los Macabeos (libro que los judíos no reconocen como canónico, 2 Mac 7,9-14; 12,44).

Los judíos creían (no todos) en la resurrección de los muertos como destino de todo el pueblo de Dios, quizás de todos los hombres, pero no en la resurrección actual de una persona. Los mismos apóstoles, como judíos devotos, creían que la resurrección sucedería para todos al final de los tiempos.

De hecho, muchos explican la separación del cristianismo respecto del judaísmo indicando que los seguidores de Cristo se dejarían “contagiar” por mitos paganos, de dioses muertos y resucitados, como Isis y Osiris en Egipto, Adonis y Astarté, Atis y Cibeles en Asia Menor.

Con todo, para un pagano, la idea de la resurrección estaba asociada más bien a un “renacimiento”, no a una vida eterna totalmente distinta, sino a una “nueva creación”. Y ese renacimiento se reservaba a los seres divinos o semidivinos, no era accesible para un hombre “cualquiera” condenado al suplicio más infamante que se podía sufrir en el mundo grecorromano.

Este artículo se basa en una de las Q&A de Aleteia realizadas en 2012, por Mirko Testa (responsable de la edición italiana de Aleteia) con la contribución de los biblistas Rinaldo Fabris (ya fallecido, autor entre otras obras del Diccionario Bíblico Histórico-Crítico), Bruno Maggioni y Giuseppe Ghiberti.

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