El cuaderno del Ángel

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“Cuaderno del ángel” de Lucía Estrada

Luis Arturo Restrepo

“La sombra de mi alma es el cuerpo. El cuerpo es la sombra mi alma” Clarice Lispector.

Cuando el poema se presenta con toda su claridad, y este es su caso, no se trata de interpretar sino de dialogar. El poema no es un duro objeto para golpear en la razón del lector, ni tampoco un acertijo con intenciones confusas; se trata más bien de un alivio, de un puente que el poeta tiende entre su realidad y la del mundo. En medio estamos nosotros, invitados sin más a recorrerlo una vez nos asomamos impertinentes sobre sus palabras. Ahí está el dilema: volver los pasos hacia el poeta o hacia la realidad del mundo que nos ha sido dada, sin embargo, algo es claro ahora: la mirada con la que retornamos se impondrá sobre lo “otro” que somos, y la vida, ese pequeño instante que nos alberga, nunca más será la misma. Lucía Estrada lo sabe, como lectora atenta del poema y de un mundo que ha aprendido a habitar con la palabra, por eso advierte a todo aquel que tiene su libro en las manos: “cuando se publica un libro, va en él un fragmento de nuestra búsqueda, un pedazo frágil de nuestro deseo, la posibilidad de que tu mirada pueda ampliarse en otros ojos, en la escritura silenciosa de otro tiempo que también es el tuyo.” El plural en el que escribe nos convoca a nosotros y la incluye también a ella. Una vez en el libro, somos parte indivisible del fragmento, una fracción de tiempo en las palabras que pronunciamos pero que se eternizan en lo que de ahora en adelante se hace el mirar. *** Cuaderno del ángel, el nuevo libro de Lucía Estrada, sorprende al lector desde tres dimensiones que se hacen una sola en la poesía: veinticuatro poemas, un ensayo sobre Rilke y cuatro dibujos y una


pintura de David Robledo. El conjunto de poemas viene a continuar el diálogo que Lucía ha iniciado con ella misma y con nosotros, sus lectores, y que hoy se manifiesta en este, su sexto libro. El ensayo presentado al final es un guiño de complicidad, un agradecimiento y un homenaje a lo que las palabras de Rilke representaron y siguen representando para Lucía en lo que ella ha llamado “el misterio de la palabra como fundamento de un destino que no sabemos a dónde conduce, pero que se revela como sentido último de lo que somos”. Por último, o en medio, o primero, según llegue el libro a las manos del lector, están los dibujos de David Robledo dándole continuidad a esa búsqueda, a ese amor por las preguntas mismas, como decía Rilke, y que se materializan en un amasijo de líneas que traslucen las formas, así como el poema trasluce en él mismo el misterio. *** Siento en este libro el eco plausible de un llamado a gritos que nos hace Rilke como condición necesaria para entrar en el poema y encarnar su escritura: “Dejar entrar una realidad que desborda la formación de la mirada.” Se trata entonces de desaprender el mirar, saltar por una ventana desconocida, de una casa desconocida, impuesta ingenuamente sobre un mundo que creemos conocer. El desaprender la mirada implica la huida de todos los esquemas, de todas las representaciones que han hecho nido en nuestra cabeza y que sólo han llevado a la servidumbre de las formas como única posibilidad del vivir. En los poemas de Lucía Estrada y en los dibujos de David Robledo entendemos que la realidad inmediata no cabe más, que aquellos objetos que creíamos cercanos, sólo nos alejan más de la esencia que inquiere la poesía. Por eso en ellos el cuerpo se fragmenta para llegar a la totalidad: la lengua, la boca, las manos, el corazón, los ojos y el rostro, van quedando página tras página atados a una permanente vigilia en donde lo carnal trasciende sus límites y le permiten al cuerpo estar de pie frente a lo incierto hecho sombra, con la tranquilidad de que “delante de ti nada perderá su claridad”, como bien lo advierte Lucía Estrada en uno de sus poemas. Las manos están ligadas al tacto como reconocimiento; la boca a su silencio y la lengua a repetir las palabras gastadas por la herrumbre; los ojos, el rostro y el corazón son el deseo, la persistencia ante la vida y la muerte para que “tomen cuerpo en nosotros y nos obliguen a mirarlas de frente, sintiéndolas en cada uno de nuestros miembros como sustancias indivisibles en cuyo centro se descifra la existencia.” (Lucía Estrada). *** En este punto recuerdo una pequeña-inmensa frase con la que la poeta rusa Marina Tsvietáieva enfrenta la limitada mirada del realismo soviético: “en vez de una CONCEPCIÓN DEL MUNDO tengo una SENSACIÓN DEL MUNDO.” Y he aquí la posición del poeta frente a su entorno y lo (i)limitado de su entender. No hay en él un comprender, ni siquiera intenta buscar una justificación


al mundo. Lo único que le queda es acercarse, asomarse a él con un vago presentimiento para soportar este “inmenso sufrimiento tan parecido a la dicha”, como decía Héctor Rojas Herazo. En Cuaderno del ángel la “sensación del mundo” de la que habla Tsvietáieva se enmarca en un claroscuro en el que la palabra, sustancia íntima de la poesía, nombra todo aquello que nos circunda para revelar la esencia verdadera de las cosas. El juego propuesto por Lucía Estrada entre la luz y la oscuridad se inicia en el poema III, en donde dice: Todo era posible bajo esa luz del invierno en la que señalaste un jardín cerrado, un estanque vacío esperando por mis ojos. Era preciso mirarlo con atención antes de que se diluyera en la sombra.

Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces del jardín venían desde adentro, y las formas encontraban en sí su correspondencia.

Algo dijiste del vacío, y a lo lejos, la fuente brilló en su penumbra.

Esto es lo que soñamos: hundirnos en la transparencia y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente lo que para nosotros ha perdido su misterio. Aquí están todas las cosas recién descubiertas, y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo, cada vez más verdadero.

La penumbra ilumina mientras la luz, en su movimiento incesante, crea la transparencia, así para Lucía, “lo invisible, es decir, lo que no se nos ha revelado todavía, pero cuya latencia acecha en nosotros mismos”, es lo que nos acerca al desciframiento del mundo. ***


Los fuertes contrastes, sin embargo, prevalecen en Cuaderno del ángel como condición inexorable de lo que somos y de lo que nos rodea: la oscuridad y la luz, el alma y la sombra, la vida y la muerte, se conjugan entre la dualidad del mirar y el misterio, o más bien, en la realidad del poeta que es la de mirar el misterio. Aquel que tras cada página se advierte en el libro: Pero hay un arriba y un abajo, decimos, y somos parte del secreto.

Lo que nos mantiene es no saberlo con certeza, intuir que somos las columnas y el corazón único de ambos reinos.

He ahí la incertidumbre, la misma que nos permite mantenernos atentos, de pie frente a la precaria realidad, para advertir con Lucía Estrada que “Una piedra encontrada en el camino puede ser / la imagen de la eternidad”, y que como tal, somos parte de un secreto que nos sobrepasa, que tan sólo nos queda la intuición ante la incapacidad del comprender y que, ante las escasas respuestas conseguidas en el poco tiempo que duramos, nos enfrentamos a su vez a la medida de nuestros cuerpos asfixiados en un laberinto de espejos. Al final, el llamado que nos hace Lucía desde su Cuaderno del ángel es el mismo para todos: la vida es una ofrenda y no hay mayor retribución con ella que el ofrendarla: sólo la palabra, y en ella la escritura como sombra de lo que somos, nos permite “permanecer y estar atentos a cada señal de la poesía.” ***

Medellín, febrero de 2012


I

BAJO LA LENGUA el silencio gotea su herrumbre. Amarga y oscura, la hierba de su verdad prevalece.

Todo fue dicho desde antes, y en el exilio de la boca, mi voz repite su condena.

III

EL AIRE SE ABRIÓ LENTAMENTE con el sonido de las campanas, y en los cuartos, cada cosa ocupó su lugar y su nombre.

Todo era posible bajo esa luz de invierno en la que señalaste un jardín cerrado, un estanque vacío esperando por mis ojos. Era preciso mirarlo con atención antes de que se diluyera en la sombra.

Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces del jardín venían desde adentro, y las formas encontraban entre sí su correspondencia.


Algo dijiste del vacío, y a lo lejos, la fuente brilló en su penumbra.

Esto es lo que soñamos: hundirnos en la transparencia y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente lo que para nosotros ha perdido su misterio. Aquí están todas las cosas recién descubiertas, y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo, cada vez más verdadero.

Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren para conducirnos a otro silencio, y cómo cavamos en él aunque las cuerdas de la voz se hayan debilitado.

El estanque se cubrirá de agua. Puedo presentirla. Es oscura y asciende hasta tus ojos llenándote de extrañeza. Pero delante de ti, nada perderá su claridad. Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte, que allí también encontrarás presencias luminosas. Será entonces como si nunca te hubieras apartado del camino: “El resistir lo es todo”. 1

1

Rainer Maria Rilke


XXI

CUÁNTO SILENCIO cabe en las manos de un hombre cuando las palabras huyen confundidas como guerreros vencidos antes de la batalla.

Acaso el corazón comprenda estas cosas y abra “en la hora más silenciosa de su noche” 2 un lugar para la muerte.

Blanco es el instante que nos representa.

Manchas oscuras que suben hasta los labios para decir no, para invocar por última vez el nombre de una verdad que ya no nos pertenece.

2

Rainer Maria Rilke


Lucía Estrada (Medellín – Colombia, 1980)

Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos (Medellín, 1997); Noche Líquida (Colección del Ministerio de Cultura, San José de Costa Rica, 2000), Maiastra (Ed. El Tambor Arlequín. Medellín, 2004), Las Hijas del Espino (1º Edición: Cobalto Ediciones. Medellín, 2006// 2º Edición: Hombre Nuevo Editores, 2008), El Ojo de Circe (Antología - Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia, 2006) y El Círculo de la Memoria (Selección de poemas – Lustra Editores -Lima, 2008; 2º Edición: Festival Internacional de Poesía, San José de Costa Rica, 2009). Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005); La Noche en el Espejo (Fundación Gilberto Alzate Avendaño – Bogotá, 2010) y Cuaderno del Ángel (Sílaba Editores – Medellín, 2012). Textos suyos han aparecido también en varias antologías y publicaciones del país y del exterior. Durante cinco años fue parte de la organización del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Con su libro Cuaderno del Ángel obtuvo la Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008, y en 2009 fue nominada por la UNESCO al Premio Internacional de Poesía “Ponts de Strugas” de Macedonia. Ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con su libro La Noche en el Espejo. Actualmente hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, Granada-España y del Comité de Coordinación Cultural de la Corporación Otraparte.


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