La morada del combate

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Premio NACIONAL Juan Rulfo para primera novela 2004

la morada del

combate

Ver贸nica Mart铆nez Lira





la morada del

combate

Ver贸nica Mart铆nez Lira


Premio Nacional Juan Rulfo para primera novela 2004 Jurado: Beatriz Espejo Ignacio Padilla Héctor Perea Convocan: El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, en coordinación con el Gobierno del Estado de Puebla y con el Gobierno del Estado de Tlaxcala, por medio del Instituto Tlaxcalteca de Cultura.

Coordinación editorial: Verónica Martínez Lira Concepto editorial: Editorial Espejo de viento Edición: Verónica Martínez Lira Diseño gráfico editorial: Frontespizio Diseño de portada: Frontespizio. Ricardo Salas, Begoña Sáinz Abascal y Cristina Santoyo La morada del combate Derechos reservados © Editorial Espejo de viento ISBN 970-24-0749-4 Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del contenido de la esta obra en cualesquiera formas, sean electrónicas o mecánicas, sin el consentimiento previo y por escrito del editor. Primera edición: 2005 Segunda edición electrónica: 2014


A Hildegarda Hay una casa en la tierra que retumba con voz clara: La morada del combate.



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ÂżPodrĂĄ la nada cambiar mi nombre empezando por la Ăşltima letra?1


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La primera vez que firmé una carta con el nombre de Hildegarda2 experimenté la sensación de estar escribiendo un libro. ¿En qué parte pondré la llegada inesperada de la mariposa negra, el viaje o la aparición de la diosa del Ridículo?


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¿Qué ocurre? Están leyendo un libro. ¿Qué libro? La morada del combate. ¿De qué trata? Es la historia de un nombre. ¿Quién eres tú? El guardián de la morada. ¿Cuál es tu destino? Protegerlo. ¿Puedo entrar? Espera. No sabré lo que es un combate si no me dejas entrar. Ya estás adentro.


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He soñado con una obra que no pertenezca a género literario alguno y sin embargo los contenga todos, que no responda a ningún nombre y los habite todos, que sea el punto de reunión de muchos libros, que pueda ser leída en fragmentos y cada uno de éstos sea el inicio de un libro.


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cafetería la delicadatensión

Imagino una torre circular de tres pisos. Una biblioteca. Una cafetería. Un taller de caligrafía. Una mujer que escribe cartas. ¿Dónde? Frente al mar. ¡En los muros de la torre, a manera de ventanas, palabras esculpidas en distintas lenguas y colores! Nunca había visto ventanas así. ¿Cómo las abrirán? ¿Cómo se verán los reflejos de las palabras iluminadas por el sol? Entro. Las letras están por todas partes: entre los libros, en las manos, bajo mis pies, sobre los ojos; algunas abiertas, otras cerradas; unas rojas, anaranjadas, amarillas, azules, violetas. Las personas hablan un dialecto de colores.


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En medio del recinto, una pila de agua de la cual brota un chorro. Escucho: Los libros hablan entre sí. En La delicadatensión se entreoye un murmullo imperceptible entre ellos. De los libros visibles podemos remontarnos a los ocultos.3 En el segundo piso: una mesa redonda, cinco cojines y un mueble de madera de sándalo; tinta, pinceles, agua y hojas de papel arroz. Asida de los libros del pasamanos, llego al tercer nivel. Encuentro a Hildegarda frente a su escritorio haciendo una carta. Sobre su rostro, el reflejo de su nombre.



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Después de firmar la primera carta mandé a hacer unas tarjetas de presentación y las repartí a medio mundo. Desde entonces he escrito su nombre más veces que el mío.


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Hildegarda

Todo se resuelve con una carta

hildegarda@delicadatension.com




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¿Qué piensan los personajes?

Si el mundo existe es porque este libro existe. Nos levantamos con la página que abre, nos acostamos con la página que cierra.


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¿Qué le dicen los personajes al narrador?

[La distancia es la luz, mientras tú consideres que no hay fronteras.] Así, los personajes somos la distancia entre tú y el relato. Estamos ligados por vínculos tan sutiles que a veces se distancian a pesar nuestro. Si nuestros vínculos son eternos es porque son divinos. La vida de un escritor cobra sentido a través de lo que escribe. Lo que perdura se resume, a veces, en una frase o un verso que se transmite de generación en generación. Si una frase o un verso sobreviven a la obra, ello no es mérito del autor, sino del lector. El escritor se borra con la obra.


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¿Cómo son los personajes?

Hildegarda Una vez escrito, no hay libro que no sea libros, palabra que no sea palabras, ni nombre que no sea nombres. Necesitaba un rostro. Hildegarda me dio el suyo. Y con él, la esencia de la inspiración. Deja a un lado –me dice ella– esas tristes imágenes de ti misma y, de prisa, ve a la última, esa de la cual sólo tienes un vago recuerdo. Todas las razones para vivir –dice ella– se hallan escritas en estas páginas; La morada del combate no es sólo un cuaderno con notas en el interior de una caja con cartas, sino una novela de correspondencia. La novela –dice ella– no es sólo un género literario, sino una conciencia del mundo. La mayoría de la gente –dice ella– es incapaz de reconocer que su patria espiritual es el mundo entero.


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La existencia de Hildegarda no me libera del dolor, pero sĂ­ del sufrimiento. Donde no hay riesgo no puede escribirse ni una sola de las letras que componen su nombre.


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La mariposa negra

Tengo la sospecha de que un libro puede contener todas las palabras, los gestos y las miradas, pero el ser sólo existe en el espejo de innumerables facetas donde se refleja el mundo. Es domingo. Éire se peina frente al espejo. La luz toca el bisel del azogue y una gama de colores se proyecta en su mano; el espectro sube y baja pulsando los nudillos de sus dedos como si fueran las teclas de un acordeón. Los ojos no pierden brillo ante la palidez de la enfermedad; la sonrisa congelada y la carencia de vigor la hunden en un estado de abstracción profunda. Exhausta, se recuesta nuevamente en el lecho. Éire escucha las chicharras, el ruido lejano de los autobuses que pasan por la carretera. Cierra los ojos.


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Piensa: Algo debe ocurrir que yo no puedo hacer que ocurra. Intenté curar mis rencores y resentimientos. Fallé y fallé hasta el agotamiento físico, hasta la enfermedad. Necesito una respuesta. Los ojos diamantinos frente al espejo son el punto de partida del día; la enfermedad avasallante, el punto de partida de la noche. El rostro. Los gestos. Los pensamientos. Recuerda el verso de aquel soneto de Shakespeare: El amor no cambia cuando encuentra el cambio. ¿Qué amor? Palabras. Voces. Las ideas surgen misteriosamente. Ensordece. Éire es un nombre revelado por las letras que lo forman.


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Porque él ha hecho grandes méritos. Pero, ¿cuál es el verdadero nombre de Polifilo? No queremos que lo sepas. ¿Por qué? Es mejor mantener ocultas las cosas divinas.15


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Éire entra en el libro que contiene el sueño de la humanidad. Los secretos de la belleza se aclaran frente a ella. Escucha una voz: En el principio era el Verbo… En él estaba la vida, y la vida era la luz.16 ¡Entra en el sueño gentil, corazón amante de la sabiduría!


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88 Verónica Martínez Lira

El libro de las respuestas

De la visión interna surge un misterioso poder que actúa sobre los hombres y los conquista sin que ellos adquieran conciencia de cómo ocurre.33

Allí donde se nota la intención, se pierde la verdad. El sabio hace, sencillamente, sin segundas intenciones.

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Si te retiras cuando las posibilidades de acción ya no existen, eludirás la humillación, te protegerás y obtendrás éxito. El noble procede a despedirse con toda amabilidad y agrado. Aun en su fuero interno la retirada resulta fácil, ya que de este modo no necesita violentar sus convicciones.35


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El final

No cierres el libro. No deseo cerrarlo. He ojeado todas las páginas sin toparme con la palabra esperanza. ¿Tuve que perder la esperanza para decidirme a escribir? Ya no hay forma de ampliar las frases, de añadir otras, de quitar párrafos, de agregar capítulos, de escribir una historia diferente. ¿Y cuál es el misterio de este libro llevado hasta su conclusión? A veces me pregunto: ¿No fue concebido este libro antes, mucho antes? Todas las preguntas estaban ya aquí, conociendo las respuestas. Ahora me doy cuenta de que ya estaba escrito. ¿Es usted un narrador?, me preguntó una vez un amigo. ¿Cómo serlo cuando la historia se construye


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con material y ladrillos de otros libros, con cemento y yeso de personajes? ¿Cómo serlo cuando la vida se presenta en el campo de batalla del amor? Suena paradójico, me respondió. El silencio sabe, como el escritor, de la angustia de la palabra fin. Yo pensaba: querido y amado libro, ¿quién te aguardará al final? ¿Quién te hojeará? ¿Quién te descifrará? ¿Quién te amará? Estoy tan sola en el mundo, tan sola que aunque deseara que fueras mío no llevas mi nombre. Al vencedor –me dijeron– le daré una piedra blanca en la que hay escrito un nombre nuevo que sólo conoce quien lo recibe.56 Me sorprendió el final.


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106 Verónica Martínez Lira

Se produjo un libro en su eterno comienzo, en su rigor y en su libertad. Sólo existe el mundo a través del libro abierto. Ya está acabado. La realidad habita La morada del combate. Punto.


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La mejor manera de volar es en un sobre.


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He soñado con una obra que no pertenezca a género literario alguno y sin embargo los contenga todos, que no responda a ningún nombre y los habite todos; que sea el punto de reunión de muchos libros, que pueda ser leída en fragmentos y cada uno de éstos sea el inicio de un libro.

Verónica Martínez Lira nació en la ciudad de México. Estudió en el Núcleo de Estudios Teatrales, en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México y en el Centro Nacional de las Artes. Fue alumna del taller de dramaturgia de Hugo Argüelles. Es autora de El perro de los huevos de oro (cuento, 1995), Hugo Argüelles: Aura de dragones (semblanza, 1996), Kenonamikan (teatro, 1999), Libros diario, diario libros (relatos, 2001), El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra (investigación, traducción y dirección editorial, 2003). La morada del combate es su obra más reciente, ganadora del prestigioso Premio Nacional Juan Rulfo para primera novela 2004.


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