Miguel Ángel Chávez Una lucha contra la adversidad Pese a su dificultad para caminar con la ayuda de un bastón y los cuidados extremos que debe tener al conducir su auto, llegó a nuestra cita con gran puntualidad para hacer esta entrevista. Aún ahora, casi seis años después de haber sufrido la embolia que cambió para siempre su vida, Miguel Ángel Chávez Díaz de León no ha podido recuperar el movimiento de la parte derecha de su cuerpo. Sin embargo, su vida es una verdadera lección para muchos y como tal nos la comparte HOY. “Nací en la Colonia del Carmen, aquí en Ciudad Juárez, el 6 de octubre de 1962” “Mis padres fueron Baltazar Chávez Marentes y Luz Díaz de León. Mi madre falleció muy joven, a los 47 años y mi padre murió hace apenas cuatro años” empieza su relato el escritor y periodista que estudió la primaria en la Escuela José María Morelos y Pabón, en la colonia del Carmen. “Somos ocho hermanos: Baltazar, Irma, Joaquín, Jorge Humberto, Fernando, Miguel Ángel, María del Carmen y María de la Concepción… Viví una infancia muy bonita y muy laboral. Desde los ocho años vendía huevo y limones en la calle, también cremas para el cuerpo que hacía y empacaba un vecino” y es por eso que con gran sentido del humor se describe como “un hombre de la calle”. “Mi historia como vendedor de huevos terminó cuando estaba en primero en la Secundaria Altavista y me gustaba mucho Irma, una chica de la escuela, pero al llegar a casa de una clienta, fue Irma quien abrió la puerta y me dio mucha vergüenza. Salí corriendo y ya ni siquiera quería regresar a la escuela, pero mi madre me obligó a volver y a mi regreso Irma me dijo que no era nada para avergonzarme y me dio un beso” nos platica Miguel Ángel.
“Trabajé como rutero por tres años, también vendí cosas en la calle y preparé hamburguesas en un restaurante llamado Mex Donald´s que estaba en la Avenida Juárez y Mejía” “En casa tuvimos como una pequeña maquila en la que armábamos mocasines y nos pagaban una peseta por cada par terminado. Lo hacíamos porque éramos una familia muy numerosa, mi papá andaba de mojado trabajando en una fábrica de colchones en Denver y mi mamá era modista porque el dinero que enviaba mi papá no alcanzaba” explica con humildad. “Me juntaba con muchos malandros de la colonia, a quienes entonces llamaban ‘pegalocos’ porque se drogaban con pegamento. Mi mamá sufría mucho y cada noche me revisaba las manos para ver si yo había consumido eso, pero jamás la probé, sólo me gustaba juntarme con ellos, pero le decía que yo era un niño bueno” comenta el periodista. “Al terminar la secundaria, como era buen atleta, me aceptaron para la Preparatoria del Chamizal, donde gané varias competencias. Posteriormente entré a estudiar Ciencias de la Comunicación en la UACH, pero en 1979 hicimos una huelga y nos tomamos el edificio porque el nivel académico era muy deficiente y sin los recursos para una buena preparación. Desde entonces soy amigo del actor Joaquín Cosío, quien estuvo en el movimiento que terminó tras un arreglo para entregar las instalaciones. Nos titulamos con un programa especial de la UACJ” expresa. “Empecé a escribir desde los 15 años, aunque sin mayores fundamentos, luego me inscribí en un curso que dio el INBA y fue cuando incursioné en el periodismo” “Buscando siempre lo mejor para mí, mi madre me recortó un anuncio del periódico que ofrecía becas para jóvenes escritores. Esa beca sólo me daba el derecho de asistir a las clases” explica el poeta. Durante los diez años que duró el curso, Miguel Ángel perfeccionó sus técnicas para escribir a la par que hacía su carrera universitaria. David Ojeda, coordinador de ese programa del INBA, fue quien le ayudó para publicar su primer libro con 20 poemas: “En este rincón duerme la duquesa”. “Fue un trabajo intenso, escribíamos mucho y hacíamos crítica entre todos los integrantes del taller al que tiempo después se integró también mi hermano Jorge Humberto. Participaron personas que hoy son reconocidas en el medio literario mexicano como Ricardo Morales, Jorge Ubaldo Delgadillo, Alonso Lastra y Rosario Sanmiguel” expresa nuestro entrevistado. “Hacíamos lectura pública de poemas en el Museo del INBA, pero sólo asistían cinco personas, si iban diez, ya era todo un éxito”
Al cabo de esos diez años, ya Miguel Ángel tenía publicados tres libros, había recibido su título universitario y viajaba por todo el país a los talleres literarios y presentaciones que Bellas Artes realizaba. Inmerso en estas actividades, Miguel Ángel conoció a su esposa Laura Mesina. “Fue durante una lectura de mi segundo libro, ‘Este lugar sin sur’. Ella fue invitada por un amigo suyo que nunca llegó, desde que la vi quedé impactado por su belleza y aún sigo impactado después de 20 años de matrimonio” dice enamorado. “Nos hicimos amigos y por fortuna cedió ante mis cartas, versos y poemas de amor. Mi libro ‘Vhala blues para saxofones’, que contiene poemas eróticos, está totalmente dedicado a ella” evoca. “Me gusta la poesía festiva, me divierto mucho escribiendo y en todos mis libros se ve reflejada Ciudad Juárez” Continuando con su formación académica, Miguel Ánge tomó el Diplomado en Periodismo Político de la Universidad Complutense de Madrid. Casado, padre de dos hijos (Mijaíl -nombre que le puso en honor al padre del anarquismo, Mijaíl Bakunin- y Gala Isabel, cuyo nombre refleja la gran admiración que el escritor siente hacia la obra de Salvador Dalí) y con una carrera brillante y ascendente como escritor y periodista, Miguel Ángel confiesa que vivía como el superhombre que nunca se enfermaba ni cuidaba su salud pese a que sabía que tenía problemas de hipertensión al manejar 210/180 de presión arterial. Su mundo y su vida cambiaron la mañana del 30 de noviembre de 2005, cuando le sobrevino la embolia de la que aún no termina de recuperarse. “La embolia me dio porque manejaba presión alta y cuando me la atendí ya era demasiado tarde” “Estuve tres semanas en coma y cuando desperté, estaba ubicado en la edad de 15 años y mi única preo-cupación era ir a la secundaria. Le debo mucho a mi esposa, que fue quien se aferró a sacarme adelante con las terapias. Lentamente fui recuperando la memoria, pero aún hoy tengo borrado todo lo que pasó en mi vida entre 2000 y 2003. He recuperado aproximadamente un 85% de mis capacidades físicas y mentales” relata. “Tras mi embolia, aprendí de nuevo a ir al baño, a caminar… La enfermedad me dejó impedido durante un año que estuve en cama y al que yo mismo llamo mi Año Sabático. Mi esposa me compró una cama, pero yo le dije que sólo quería un camastro porque pensaba que si estaba en la comodidad de la cama, ahí me iba a quedar y no buscaría una rehabilitación” explica con voz pausada. “Isabel Varela, mi suegra, fue quien me cuidó durante mi convalescencia y le estoy muy agradecido. Dos años después, mi esposa me dijo que yo era escritor y
trabajaba como periodista. Ella me llevó uno de mis libros, ‘Los Ángeles también van de cacería’ y no me gustaron mis poemas” recuerda Miguel Ángel. “Para hacer la crónica ‘El Dulce Encanto de mi Embolia’, escribía una línea y me cansaba, había días que no podía avanzar nada, pero otros días amanecía con más ánimo y escribía más” “Eran las 5:15 de la mañana. Me levanté al baño, oriné y me volví a acostar. Sentí un ligero hormigueo en la pierna derecha; era una sensación parecida a la que uno tiene cuando se le duerme una pierna o un brazo porque se está durmiendo sobre él. Me volví a levantar. Eran las 6:30; di un paso y rodé por el suelo. Desde ahí quedé sorprendido por lo que pasaba. Me quise incorporar y no pude. Me di cuenta de que me quería apoyar en el brazo derecho, y sí lo hice, pero en mi mente: el brazo estaba pegado a mí, pero no me obedecía” empieza el relato de su crónica. Continúa relatando “Asustado, volví a intentar levantarme y descubrí que la pierna derecha recibía la orden de levantarse; nada más la recibía, porque de hecho la pierna ya no era mía. Me dio más miedo. Le grité a Laura mi esposa, que estaba en la cama. Se despertó y me dijo que me levantara del piso; recuerda que le hablé como borracho. En unos segundos, ella se dio cuenta que algo me estaba pasando. Algo grave. Ya no hablo; balbuceo muy lentamente, pero me oigo con la voz de siempre…” “Aunque son sólo cuatro cuartillas y media, tardé casi ocho meses escribiéndola porque sólo puedo usar mi mano izquierda” Esta crónica se publicó en la revista Día Siete, publicación que circula en 24 periódicos de todo el país, por eso la leyó mucha gente “y recibí muchos correos diciéndome que les había gustado. Personas enfermas como yo, me dijeron que les sirvió para impulsarlos a seguir adelante” relata Miguel Ángel. A Alejandro, el editor, le iba enviando los párrafos que escribía y cuando le dije que ya estaba lista, la publicó sin siquiera editarla. Algunos meses después, otro periodista la metió al Concurso y un día mientras estaba comiendo, me avisaron que había ganado el Premio Nacional de Periodismo 2008 en la categoría de Servicio a la Comunidad. “Le eché muchas ganas a mi terapia y aunque no pude recobrar el movimiento de mi lado derecho, sí pude volver a caminar” Agradecido con la vida por esta segunda oportunidad y por los cuidados prodigados por su esposa, su suegra y su cuñada Marta Mesina, confiesa que “mucha gente que me ve por la calle se acerca a mí para preguntarme qué me pasó y me invitan a platicar con parientes suyos que están enfermos y que se encierran en casa por vergüenza para que nadie los vea”.
“Mi padre y mi tío Joel eran quienes me llevaban a las terapias, hasta que un buen día mi papá dejó de ir porque se enfermó, pero no me querían decir. Cuando me enteré, me dejaban ir al hospital, pero mi hermana pidió que no me dejaran subir porque creían que iba a recaer en mi enfermedad” dice pausadamente. “Sin embargo, la última noche que mi padre estuvo con vida, en la madrugada me dieron muchas ganas de verlo y le pedí a mi esposa que me llevara al hospital, así pasé dos horas con él y ese mismo día falleció” relata con tristeza. Su ánimo de salir adelante se refleja en cada una de sus palabras y con gran humildad nos confiesa que una crítica de Nueva York tradujo al inglés su obra “Este lugar sin sur” y ahora busca una editorial americana para publicarlo. “Sigo participando en lecturas de poemas en diferentes lugares del país donde la gente piensa que las calles están desiertas y los juarenses estamos encerrados en nuestras casas y debajo de nuestras camas por la violencia que se vive” Gracias a sus viajes, ha logrado hacer cambiar un poco esa percepción que en el resto del país se tiene de Ciudad Juárez, pues en cada lugar la gente le pregunta por la real situación y él relata cómo los juarenses seguimos trabajando día con día para salir adelante. El Zócalo de la Ciudad de México, Morelia y muchas otras ciudades lo han recibido y reconocido su obra y su extraordinaria recuperación física después de haber estado en coma por tres semanas. Todo esto pese a que sus movimientos siguen siendo limitados y que actualmente sólo realiza una actividad diaria fuera de casa porque se cansa con gran facilidad. “Mis mejores horas del día son las de la mañana, ya en la tarde empiezo a batallar más para hablar y para moverme. Aprendí a manejar carro de nuevo, aunque al comienzo sólo lo hacía alrededor de la casa en la que vivimos. De repente, en la noche la pierna y brazo derechos empiezan a convulsionar, como queriendo reaccionar. Una vez me dio una convulsión general mientras iba manejando y me asusté mucho” dice con voz pausada. “Llevo una dieta estricta que yo mismo me fijé porque no puedo comer sal y eliminé la carne roja, sólo como pollo y pescado” “A veces me canso de la comida de la casa, así que en la calle me como un burrito o comida china. En casa, Laura procura tenerme aguas, ensaladas y frutas, sólo me tomo una soda a la semana. Antes de la enfermedad me gustaba mucho la carne, los tacos, la discada” confiesa el periodista. “Me sigue gustando mucho el cine y voy regularmente a Cinemark, donde ya los empleados me conocen. Me agradan las películas en las que sale Joaquín Cosío y el cine mexicano de la Época de Oro con actores como Emilio ‘Indio’ Fernández, Pedro Armendáriz padre, Jorge Negrete y Tin Tan” comenta.
“Mi película favorita es la francesa ‘Betty Blue’, de los años 80, pero también me gustan otras como ‘París Texas’ y ‘Lisboa’, entre las mexicanas ‘María de mi corazón’, con Héctor Bonilla, es de mis preferidas” agrega. “José Alfredo Jiménez, El Charro Avitia y Luis Pérez Meza son mis cantantes preferidos, me gusta muchísimo la música mexicana” Cuando habla de lecturas, comenta “mis primeras lecturas fueron el Memín Pingüïn, Kalimán y Fantomas, que rentaba cuando estaba chico en la colonia del Carmen porque no tenía dinero para comprarlos. Ahora leo mucho y varios libros a la vez y desde siempre me han gustado todos los libros de Pablo Neruda”. Actualmente, Miguel Ángel tiene pendientes de publicar dos nuevas novelas, “Policías de Ciudad Juárez” ya está terminada, la segunda aún está inconclusa. Dice que desde 2007 hasta la fecha sólo ha escrito un poema corto que dice: “Por las noches las ráfagas de AK-47 se empotran en mis sueños y espantan a mis musas… No es justo” “La lección que me dejó la embolia es que hay que seguir adelante en todo, no dejarnos caer por ninguna dificultad. Aprendí que nunca me debo dar por vencido, aislarme ni convertirme en una carga para mi familia. Pienso que no tenemos ningún derecho en ser una carga pesada para nuestros seres amados y con una actitud positiva la podemos aligerar” concluye Miguel Ángel con positivismo. A LOS JÓVENES “Fíjense metas y alcáncelas, no se estanquen nunca. Siempre hay que seguir las inquietudes. En mi caso, yo me planteé que quería ser escritor y lo logré porque siempre lo tuve en mente. Dediquen tiempo a su trabajo, pero nunca descuiden su familia, su hogar ni su formación como individuos” Libros publicados: “Poemas completos de libros inconclusos” (2009) “Los ángeles también van de cacería” (2006) “Vhala blues para saxofones (1989) “Este lugar sin sur” (1987) “En este rincón duerme la duquesa” (1984) Libros colectivos publicados: “La guerra por Juárez” (El sangriento corazón de la tragedia nacional) Temas de hoy. (2010). “Todos hasta atrás” (Crónicas – 2006)
“Entre líneas III” (Libro de los premios del Pellicer Frost de Ciudad Juárez - 2000). Premios Recibidos Premio Nacional de Periodismo 2008 en la categoría de Servicio a la Comunidad por la crónica “El dulce encanto de mi embolia”. Premio Binacional de Poesía Frontera-Ford “Pellicer Frost 2000 con el poemario “Crónicas de los Hombres y Tierras del Norte” Mención Honorífica “Premio Chihuahua 1999 con el libro “Los ángeles también van de cacería” Premio de Poesía “Octavio Paz” (1979) otorgado por los clubes sociales de Ciudad Juárez con cinco poemas juveniles.
Miguel Ángel Chávez Díaz de León: habla el poeta Este lugar sin sur, el mítico poemario en el que Miguel Ángel Chávez Díaz de León da una identidad al País de En Medio –el que existe entre México y Estados Unidos–, cumple 20 años de su primera edición. En esta entrevista, el poeta habla de la raíz de su inspiración en las tierras del Norte y de su obra, a propósito de su nuevo libro, Poemas completos de libros inconclusos, y de su Poesía Reunida (1984-2009).
Antonio Moreno Montero Monday, 20 de July de 2009
Para el compositor Jacobo Moreno
2009 (ni cabalístico ni capicúa) es el año editorial para el poeta Miguel Ángel Chávez Díaz de León, después de 25 años de trabajo creativo: Ediciones Sin Nombre editará próximamente Poemas completos de libros inconclusos, y la Universidad Veracruzana, en coedición con el Ichicult (Instituto Chihuahuense de la Cultura), está por imprimir su Poesía Reunida (1984-2009). La obra del discípulo de David Ojeda, en aquellos primeros y vertiginosos años de los 80, la conoce solamente un puñado de lectores. Así es la norma en un país de poetas. Ojeda coordinó por varios años el taller literario que tomaba lugar en el Museo de Arte e Historia de Ciudad Juárez. Ojeda se convertía cada semana en Odiseo y Ciudad Juárez, en la Ítaca de su destino, porque se desplazaba en autobús desde San Luis Potosí para asistir al taller donde le esperaban, sedientos, Miguel Ángel, Jorge Humberto Chávez Díaz de León, Joaquín Cosío y Ricardo Morales, entre otros. Así floreció una generación literaria que sigue imponiendo magisterio. En la presentación del primer poemario de Miguel Ángel Chávez publicado en 1984, Ojeda advierte una voz sólida, cuajada temática y formalmente. Su trabajo manifiesta una postura insolente, un humor oscuro, una burla terrible que
encuentra sus objetivos en el hombre de todos los días, añade, sin dejar de reconocerle su juventud de potro. Entre los poemarios En este rincón duerme la duquesa (Praxis/Dosfilos/UAZ: 1984) y Los ángeles también van de cacería (Puente Libre: 2006), no media más que una poesía rabiosa, anecdótica y al mismo tiempo está al servicio de la inmediatez de las cosas; de allí su vitalidad, puesto que no deja de encarar la realidad para nutrirse de ella. No obstante, no sufre de sorderas con respecto de nuestra tradición poética. Su poesía está marcada por los colmillos de Borges, el erotismo coruscante de la piel en vilo, heredado de Sabines; y la festividad de la calle, de Efraín Huerta. Si los temas de la mujer y la ciudad son fundamentales y le dan sentido a todos sus libros, el fervor del desierto está presente in abstentia. Se implican mutuamente, y de manera reiterativa, en Este lugar sin sur (Boldó I Clement: 1988), quizá uno de sus mejores libros, a la par de Vhala Blues para saxofones (Boldó I Clement: 1991); son extraordinarios frescos de sensibilidad musical y estado de ánimo que destacan, a la manera de Charles Simic, la grandeza y admiración por lo simple y las cosas pequeñas, despreciadas por la rutina y la ceguera cotidianas. Este interés, evidente en tales poemarios, le proporciona estabilidad y sentido al mensaje poético, mediante un lenguaje forjado en versos cuidadosamente cincelados. Prevalece en Chávez Díaz de León (1962) la necesidad de que sus experiencias subjetivas y objetivas exploren y concentren la mayor posibilidad poética de la vida humana. Su trabajo lo capta a partir de escenas urbanas, de lecturas iniciáticas y demoledoras, incluyendo la realidad circundante y, por extensión, los sucesos históricos notables de la Revolución Mexicana y de la migración contemporánea del sur hacia el norte en las últimas décadas del siglo XX que alcanza rasgos épicos; sin exceptuar los diálogos sostenidos textualmente con Juan Rulfo y Jesús Gardea, ni la evocación de los amigos entrañables y a los cófrades del vanguardismo europeo, como tampoco la presencia-ausencia de los amores posibles e imposibles. Hace siete meses, por azar o accidente, y con cierta pena por la extemporaneidad, leí por primera vez Este lugar sin sur, un título totémico para la poesía mexicana y que será señero de entre sus cincos libros compilados en Poesía Reunida (19842009). Mi llegada un poco tarde al libro significa y demuestra, de alguna manera, la ralentización del proceso y la circulación entre la poesía, los lectores y la crítica literaria en nuestro país. Este año se cumplen 21 de indiferencia (me atrevo a afirmar que éste lo han leído solo poetas y amigos del autor). Es un gran libro, escrito por un poeta mayor, y gira en torno a un tema capital: el nomadismo del hombre dentro de un mapa que ya conoce, pero no cuando está al revés o fragmentado. El poemario es pionero en lo que respecta a la literatura fronteriza porque reúne sensibilidad, imaginería, códigos y mitos fronterizos. Para hablar de Este lugar sin sur, como de su traducción a la lengua inglesa hecha por Sharon Montano, y de las publicaciones próximas, Chávez Díaz de León me
recibe con desenfado en su casa de Juárez, una fría mañana de principios de enero de 2009. Desde la ventana me observa llegar. Me da la bienvenida y, de inmediato, esboza una leve sonrisa al momento de decirle que finalmente he encontrado una grabadora. Habla como camina: pausadamente. Usa un bastón para caminar y sus movimientos son desafiantes como las ideas que esgrime sobre su poética. Un hombre que ha vencido la muerte en el primer episodio de la batalla no deja de ser un acto de heroísmo. Estuvo semanas en estado de coma por culpa de un derrame cerebral en 2006; pero resucitó y poco a poco empezó a inmiscuirse nuevamente en la vida cotidiana; a utilizar las palabras-su antigua herramientapara nombrar las cosas, recuperar la memoria y describir los sentimientos como si estuviera en una etapa pre-adánica. Pone a mi disposición café, tequila y whisky. Antes de iniciar la conversación, como salidos de una chistera, aparecen Perro y Pío, sus mascotas, una cacatúa y un cardenal de un rojo granadino que parece irreal. Encuentro con Borges Tenía como trece años; una tarde, caminando por el centro de Ciudad Juárez, vi en el aparador de Librolandia el Libro de arena, de Jorge Luis Borges. Era pequeño, publicado por Alianza. En la portada destacaba la arena. Y lo compré, finalmente. ¿Por qué? ¿Quién sabe? Lo leí y me asombró la presencia del tiempo. Así me convertí en lector. Después llegaron a mis manos libros de Neruda, de Efraín Huerta, de Machado y libros incendiarios como los de Bakunin, Malatesta y Marx. Mi encuentro con Borges fue accidental. No tenía ninguna noción de la literatura ni sabía quién era él. Pasó más de un mes para que yo comprara El libro de arena. Pero antes, llegaba y me paraba frente al aparador y lo veía con nostalgia y asombro como si fuese un animal, la misma actitud que seguramente manifestaba el mismo Borges-niño cuando visitaba el zoológico y se paraba frente a la jaula del tigre. La calle La calle me reveló una serie de mundos y, más que nada, una vitalidad. Orientaba mi vida a hacia ella. En el barrio donde yo crecí, no valía mucho la escuela sino los golpes, el saber pelear y defenderse. A través de la calle fui descubriendo nuevas posibilidades para mi existencia, para hacer algo conmigo; y a la vez, me fui preocupando por las emociones, por el amor y los sentimientos. Fue cuando empecé a escribir en automático. Escribía mis textos sin ninguna ayuda. A partir de mis lecturas, me formé una idea personal de lo que era un texto literario, lo que era un poema. Luego estudié y analicé todas las corrientes literarias. Leí mucho sobre el surrealismo y también sobre el nadaísmo colombiano. Fueron para mí influencias muy raras, por un lado. Y por otro, estaba Borges, Neruda, Efraín Huerta y Jaime Sabines. Eran voces poéticas que me retumbaban y yo quería imitarlas. La poesía me entusiasmó primero como lector y después como ejecutante. Un paisaje
Además del libro de Borges, me marcó profundamente un paisaje. Esto fue muy importante en mi vida. A seis metros, dabas la vuelta en la esquina de mi casa y se veía El Paso, Texas. En esa vista sobresalían las casas de uno de los sectores más exclusivos de esa ciudad. Cuando estalló la Revolución Mexicana, las familias acaudaladas de Chihuahua se instalaron allí, lo que es actualmente la zona histórica. Cada vez que salía a la calle, lo que veía primero era esa visión opulenta de los Estados Unidos (a 20 cuadras de distancia de mi casa), que contrastaba radicalmente con mi barrio. Ese paisaje me oprimía el corazón. Me pesaba. Veías de este lado un Juárez estático. Estaba el Barrio Alto a mis espaldas, completamente diferente, desolado. Era un páramo, pero no miserable. La convocatoria del taller literario En el periódico El Fronterizo, el más importante de aquella época, apareció publicada una convocatoria literaria. Se convocaba a jóvenes con deseos de iniciarse en el trabajo creativo. Los elegidos se harían merecedores de una beca otorgada por el INBA. Yo asocié beca con dinero. En ese momento no me importó tanto la literatura como el dinero. Yo asistí para inscribirme. Me dijeron que tenía que llevar dos poemas como muestra. Elegí mis mejores poemas con la intención de ganar dinero, los cuales salieron premiados. Cuando me explicaron las condiciones de la beca y en qué consistía un taller literario, comprendí que esto no era un juego ni una cuestión de dinero, sino una cuestión de ponerse a trabajar en la escritura. Así descubrí lo que significaba dedicarse a la poesía. Entendí y me di cuenta que la poesía es un oficio que exige mucho rigor. Al regresar de esa reunión en el INBA, cuando iba en el autobús, me di cuenta que mi vida estaba a punto de cambiar radicalmente. Yo pensaba que mi vida iba a estar ligada siempre al barrio porque me veía como uno de sus líderes y también como un gran delincuente, porque tenía habilidades: sabía pelear con los puños y con la navaja. La llegada de David Ojeda El taller se inauguró en 1980 y lo coordinó durante diez años el poeta David Ojeda, de San Luis Potosí. Formaba parte de un programa nacional que tenía el INBA para formar escritores en provincia. En aquel tiempo, como lo sigue siendo ahora, la provincia estaba muy olvidada. Aunque había grupos dedicados a la cuestión cultural, hacían su labor, pero yo sabía que no me podían servir porque carecían de rigor y formación. Por un lado, estaban detenidos en el tiempo y los grupos estaban integrados por personas de muy avanzada edad. Por el otro, había grupos que eran muy radicales. Escribían poemas panfletarios. Contaban con rigor pero creían que nadie les podía ayudar. Lamentablemente, ellos se han quedado en el olvido. Como que no aceptaron que un taller les pudiera ayudar. Aparte, un taller literario era una cuestión novedosa; sin embargo, muchos escritores locales vieron con malos ojos la llegada y la inauguración del taller.
Ojeda viajaba en autobús desde San Luis Potosí. Así, pese a las 18 horas de viaje, él nunca faltó a las reuniones. Esos viajes de ida y vuelta se sostuvieron por 3 años. En los siguientes dos años, sus viajes los hacía cada mes. El taller tuvo una vigencia, con Ojeda a la cabeza, de diez años. La de Ojeda como escritor, fue una gran ayuda para mí. El taller literario del INBA inaugura el resurgimiento de una generación de escritores que marcó las producciones editoriales del norte de México. Empezamos a publicar en revistas como Tierra Adentro y nuestro trabajo fue incluido en algunas antologías. Era un gran logro publicar un poema en revistas del centro de México. Allí publicaron Ricardo Morales y Jorge Humberto Chávez. Hasta ese momento, yo era un escritor que todavía le faltaba un poco de trabajo. Después de poco tiempo, despegué igual que los otros. Con Ojeda empezó a darse una relación muy intensa. En esa primera generación participaron Ricardo Morales Lares (un excelente poeta); Alonso Lastra (un excelente mecánico); Joaquín Cossío (una celebridad en el cine); Marco Antonio García (dedicado a al teatro); Jorge Humberto Chávez Díaz de León (el poeta mayor); posteriormente se incorporaron Rosario Sanmiguel y Willivaldo Delgadillo, narradores extraordinarios. El grupo sesionaba en las instalaciones del INBA. Antes de iniciar con las actividades del día, Ojeda nos hablaba de las novedades editoriales y los chismes literarios. Una vez iniciada la sesión, el trabajo colectivo era cosa seria. Trabajábamos tres horas intensas. Teníamos muy fija nuestra meta en el taller, que era la de formarnos como escritores, para de allí buscar las publicaciones. En este rincón duerme la duquesa (1984) Tenía la finalidad de mostrar que algo estábamos haciendo en Juárez y demostrar que un grupo de jóvenes estaba tratando de escribir. La duquesa es un símbolo que siempre ha sido constante en mi poesía, para nombrar a la mujer como una dama. Es una celebración a ella, que es el centro de mi poesía. Es el erotismo y es la mujer como temas. Este lugar sin sur (1989) Quise poner en perspectiva el descubrimiento de una ciudad y la reivindicación de la calle. Mi ciudad la veía latiente, pero acechada por la violencia y el peligro. Para un nuevo lector de este libro, estoy seguro que pensará que lo escribí hace medio año; y no, lo escribí hace 21 años, cuando la ciudad estaba en calma. Pero pensaba que se estaban gestando algunos demonios. Veía una ciudad pujante en la industria, en la economía, pero desolada. La ciudad se estaba descomponiendo y apuntaba hacia muchos lados. Al mismo tiempo que la veía con muchas riquezas y muchas situaciones agradables, resaltaba su lado terrorífico. Y como todas las urbes tienen un lado oculto, era muy consiente que yo estaba descubriendo ese lado. De ahí las referencias a la calle. En muchos poemas está como motivo temático. Los poemas celebran la calle y alude a
determinados espacios sagrados como las cantinas; pongo de relieve los monumentos de la ciudad, los escritores que me marcaron y, sobre todo, hablo de la mujer. Es el libro más cercano a mi corazón y es el que me define como poeta. La idea de nombrar un lugar carente de un punto cardinal surgió porque consideraba que mi ciudad y mi región eran escenarios desolados, hasta cierto punto. Es un lugar común, pero en aquel tiempo estábamos muy alejados de las políticas culturales del centro del país. Y estábamos también muy marginados de Estados Unidos. El Paso, Texas era una ciudad olvidada, como en un limbo. Precisamente, ese limbo viene a ser una frontera de la nación más importante y de un país que siempre va a estar en vías de desarrollo. La frontera siempre la veo como un lugar sin sur. Es como decir un lugar sin esperanza ni futuro. A mí me encanta la ciudad y la celebro; pero me dicen mis lectores y mis amigos que la maltrato mucho en mis poemas. El vivir en una frontera te da vitalidad y desesperanza. Ese no pertenecer y sí pertenecer a algún lado. No eres parte de algo sino de aquí nada más. La frontera es pertenecer a este lugar que no tiene puntos cardinales, más que este punto, que es el de aquí. Uno construye su propio sol, su propio sur y su propio norte. Geográficamente estamos en un punto muerto. La ciudad no es hermosa pero si te metes a sus entrañas, descubres lugares maravillosos. El viajero puede llegar a Ciudad Juárez y toparse con una ciudad gris, violenta. El que vive aquí, y logra sobrevivir por tres meses, se da cuenta que la ciudad tiene un encanto que puede estar en su gente, en ciertos lugares, en su pasado. En estas calles se dan el principio y el final de la Revolución Mexicana. Igualmente se dan hechos que tienen que ver con la Reforma de Benito Juárez. Y si nos situamos hasta hace pocos años, aquí se genera un movimiento político que derrocará al PRI de la presidencia nacional. Ciudad Juárez es un punto muerto que da mucha vida. No puedes comparar una frontera con otra. Ciudad Juárez, donde yo vivo, es una región muy misteriosa. Vhala blues para saxones (1991) La poesía no puede estar para lamentaciones ni quejas. Por eso es un libro festivo, ligado de alguna manera con mi situación amorosa. Cuando lo escribí, me sentía con mucha vitalidad y quería que fuera un libro irónico, irreverente, rebelde y con humor. El título se lo debo a mi aprecio por el jazz y el blues; en cuanto a Vhala, es el seudónimo de mi esposa. Hay dos poemas que hablan de Vhala como si fuera un ser mitológico y misterioso. El título se refiere a la mujer en general. Pero obviamente, yo tenía la intención de nombrar a mi esposa e implícitamente a todas las mujeres.
La presencia del humor es constante y eso se lo debo a Efraín Huerta. Pensé que era necesario hacerle un pequeño homenaje. Escribirlo fue muy divertido para mí. Como homenaje a la mujer, exploro la sensibilidad femenina. Especialmente, es un homenaje a todas las mujeres de la vida galante que conocí cuando tenía un restaurante en la Avenida Juárez. Ese trabajo me hizo convivir con el ambiente de los bares, de las prostitutas, de los chulos, de la gente que traficaba con personas para pasarlas al otro lado. No están presentes en mi poesía, pero sí la cuestión del ambiente nocturno y de congales de Ciudad Juárez. Hay un poema titulado “El congal, señores, nos pertenece ahora”, el cual está dedicado a mis amigos del taller literario. La convivencia con las prostitutas me dio una lección de vida importante: primero, el respeto que a ellas les tengo, y, segundo, la valentía por lo que ellas hacen. Debo confesar que nunca entablé con ellas una relación amorosa sino de amistad profunda. A esa zona de la ciudad llegaban muchísimas prostitutas que venían del sur y de otras partes del país. Yo tenía en mi restaurante casetas telefónicas para hacer llamadas de larga distancia, cuando todavía no existían los celulares. Las conversaciones con sus parientes subían de tono. Ellas respondían a los reclamos de sus familiares porque las habían descubierto: no trabajaban en una maquiladora sino eran bailarinas en un bar. Ellas salían llorando de la caseta y se quejaban conmigo. Así fue como se me ocurrió hacerles un favor. Yo les dije que iba a destinar un teléfono exclusivo para ellas, como si fuera el teléfono de una maquiladora imaginaria. Para mis amigas cercanas, la idea les pareció fenomenal. Ellas tenían que decir que trabajaban para Maquiladora Ciudad Juárez y yo sería el recepcionista. Se corrió la voz de la línea telefónica y empezaron a llegar muchas mujeres. Entonces yo tuve que hacer una lista con los nombres artísticos de las muchachas: Janeth, Julissa. Nombres acostumbrados en ese ambiente, cuando en realidad los nombres que más abundaban eran Manuela, María, Carmen y Luisa. Contraté a un mensajero para que al momento de recibir la llamada, que eran muchas, las buscara en el lugar de trabajo o en el hotel donde vivían. Como recepcionista, yo contestaba: “Maquiladora Ciudad Juárez, ¿en qué le puedo atender?” De inmediato me pedían hablar con alguien y yo les decía que no podía contestar porque estaba en su línea de trabajo. Les sugería que llamaran en su hora de receso u hora de comida. En ese momento mandaba al mensajero. Ellas descansaban mañana y tarde. Por eso llegaban a la caseta todas greñudas a contestar las llamadas de sus familiares. Llegué a juntar una lista de 98 mujeres. Eso fue maravilloso porque me abrió las puertas a conocer el mundo venturoso de la nocturnidad. Los ángeles también van de cacería (2006) Surge de un poema extenso. Hay que tomar en cuenta de que duré diez años sin escribir. En 1993 dejé de escribir porque mi trabajo en el periódico me quitaba
mucho tiempo. Me dedicaba a la escritura periodística, en especial exploté el género de la crónica y la columna política. Es un libro muy centrado en un tema muy específico. Y de nuevo, celebro a la mujer como sujeto erótico. Con la escritura de este poemario, cierro un ciclo de mi vida. Los ángeles de este libro son obscenos. Es una poesía directa en contra de la moral y del conservadurismo. Lo escribí pensando en el recato y las gazmoñerías de las políticas del foxiato. Es una postura en contra de una política cerrada y dura. Armé el libro pensando en ángeles profanos. Poemas completos de libros inconclusos (2009) David Ojeda seguía insistiendo, desde hacía mucho tiempo, que le diera un libro para publicar. Por mi parte, había hecho intentos fallidos al momento de querer armar uno, pero me dejaba insatisfecho la tarea de buscarle unidad temática al conjunto de poemas. Un día hablé con David y le propuse organizar un libro a partir de los intentos que yo había hecho. Exigió que le explicar al detalle. Que cada capítulo sea un libro inconcluso. Poesía Reunida (1984-2009) La idea de compilar toda mi poesía, me cayó como una bomba. Es algo extraordinario descubrir que hay cierto reconocimiento hacia mi trabajo y de que en Ciudad Juárez se hace una buena literatura. Definir la poesía La defino como una declaración de principios. Es un lenguaje personal que vas armando en el transcurso de la vida. Existe también la posibilidad de no definirla sino de hacerla y crearla. Escribir poesía es como si te arrancaras flechas del cuerpo para liberarte de cierto dolor. Yo pienso que el poeta es un hombre herido. A lo largo de su vida va sanando sus heridas, pero siempre al lado de la mujer. Creo también que la mujer ayuda al poeta a sanar de ese dolor porque le da alivio en todos los sentidos. Por eso me llevo mejor con las mujeres que con los hombres; con los hombres ni para jugar béisbol. La mujer es mitad diosa mitad bruja, de ahí su capacidad de creación y destrucción. Es un oasis que siempre hay que buscarlo para beber de sus aguas. Cuando no lo hagamos, estaremos perdidos. De la misma manera que defino la mujer, defino la poesía. Son ellas las que nos pueden salvar.