Nueva poesía peruana

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Nueva poesía peruana: De cómo se escribe hoy en la tierra de Vallejo. Introducción, selección de poetas y poemas: Bruno Pólack Cavassa

Es posible que sea muy pronto para teorizar sobre la trascendencia o la importancia de una nueva generación de poetas. Sobre todo cuando en estos tiempos (no solo en poesía, sino casi en cualquier arte donde se ponga el ojo) lo ecléctico dificulta notablemente cualquier análisis que pretenda ser relevante. En poesía peruana, por ejemplo, el orden por décadas, establecido por la crítica en el siglo recién pasado, es de gran ayuda para entender el devenir de nuestra tradición. Incluso, aquel que agudice un poco el ojo puede llegar a vislumbrar fácilmente el parentesco entre estas corrientes, así como las deudas impagables de cada cierto periodo de tiempo con vanguardias o poetas europeos. Pues todo esto ha terminado. Las deudas han sido saldadas y el vaso ha rebalsado. Me refiero, con ciertas licencias por supuesto, a que si antes los sudamericanos veíamos desde lo filial a las tradiciones europeas hoy las vemos desde lo fraternal. Ya no existe tal dependencia. E incluso me atrevería a decir que, en muchos casos, esto se ha revertido. Pero sobre todo que los poetas, como catalizadores de su tiempo, no han sido ajenos al boom de las comunicaciones, a la globalización, al bombardeo de información y de conocimientos. Sin duda todo esto puede ser visto como un enorme caos. Sin embargo, en el caso de esta nueva generación de poetas peruanos, lo vemos como una enorme ventaja. La prolijidad con la que se desplazan entre las referencias, tanto poéticas como de cualquier otra disciplina, sobre todo la visual: cine o fotografía, por poner solo dos ejemplos. Nada de lo humano nos debería ser ajeno. El signo es el exceso y la ruptura. La diversidad de estilos. Nada más cercano a lo propuesto por Pound cuando postula el acercarse con familiaridad a todos los temas de la humanidad. El resultado, tomando en cuenta que en el Perú salíamos a comienzos de siglo de dos décadas de inopia y oscuridad (tanto social, cultural, como políticamente), es luminoso. Esta nueva generación de poetas, ya no tan jóvenes, que en aquellos años salieron


tímidamente a la palestra en el auge de los grupos poéticos y las editoriales independientes, son ahora poetas que, si alguna característica los representa, es la seriedad con que abordan el quehacer poético y las distintas labores que realizan para su difusión. El caso que encuentro más resaltante es el de Víctor Ruiz Velazco (Lima, 1982), quien además de contar ya con una obra consolidada (incluso cuenta con un libro, Barlovento, que recopila en un proyecto unitario sus cuatro libros anteriores) es director de una de las editoriales de poesía más importantes de habla hispana (Lustra editores). Los poetas José Agustín Haya de la Torre (Lima, 1982) y Miguel Ángel Sanz Chung (Lima, 1979) también merecen mención aparte puesto que formaron, luego del conflicto político armado en el Perú, uno de los grupos poéticos mas importantes de aquel momento, Sociedad Elefante. Y es resaltante, además, porque se funda en la Universidad de San Marcos, que hasta hace poco había estado inmersa en el conflicto político. Dennise Vega Farfán (Trujillo, 1986) y Andrea Cabel (Lima, 1982) son dos de las poetas que mejor han sabido proyectar su trabajo, y junto con Teresa Cabrera (Lima, 1981), han renovado la voz femenina de la poesía peruana apartándola, en parte, de los temas del cuerpo y la sexualidad. El caso de Paul Guillén (Ica, 1976) y Jerónimo Pimentel (Lima, 1978) también es resaltante, puesto que, además de la madurez de sus propuestas poéticas, forman parte de las nuevas voces de una seria y sesuda crítica literaria en el Perú. Aquí podemos mencionar al menos dos características de esta generación de poetas, la despolitización de sus textos y el uso de referencias históricas o de corrientes clásicas de la literatura. Dos buenos ejemplos de esta segunda característica son los poetas Mario Pera (Lima, 1981) y de Diego Molina Rey de Castro (Arequipa, 1978), quienes exploran lo clásico y lo histórico desde una visión contemporánea del mundo. El trabajo de Tilsa Otta (Lima, 1982) es, sin duda, uno de los mas renovadores y lúdicos de esta muestra. Y a su vez, Luisa Fernanda Lindo (Lima, 1978) es quien, como pocos de los nuevos poetas, aborda el tema de la pasada violencia política no solo en su trabajo poético sino en su labor “performática” y teatral. A estos nombres presentados se deben sumar los de varios poetas que tienen obras igual, o quizá más atendibles, como son los casos de Cecilia Podestá, Diego Lazarte, Diego Alonso Sánchez, Miguel Ángel Malpartida y Pablo Salazar Calderón. Además, debe quedar claro que esta muestra de nueva poesía peruana no pretende ser una antología, aunque espero pueda representar de manera cabal lo viva y urgente que está siendo tratada la palabra por estas tierras. Es demasiado pronto, es cierto, pero estoy seguro que muchos de estos trabajos poéticos, de seguir el mismo derrotero, serán dignos herederos de una las tradiciones poéticas mas importantes de habla hispana que, abruma decirlo, cuenta en sus filas con nombres como Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Emilio Adolfo Westphalen, Antonio Cisneros, Martín Adán, José Watanabe y, por qué no, César Vallejo.


Paul Guillén (Ica, 1976) Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ha publicado los poemarios La transformación de los metales (2005) e Historia secreta (2008). Dirige el blog y la editorial Sol Negro. Actualmente cursa la maestría de Creative Writing en la University of Texas at El Paso. Los ahorcados A José Pancorvo

Góngora Gólgota pinta los campos con tus estrellas Pacen los carpos y amatistan los falderones La gota de mi abuelo no es el mismo ganglio Que pende de tu cuello agrietado Glándulas gladiolan los glaciares Giróvagas los glaucos edulcorados Breve estrofa del decir con la garganta Argéntea línea de la gonorrea Más gambica que los grandes almanaques Glaciar de la mente glaucomada Entonces la poesía era como glosa De gibaceo Gragea de oro líquido inhumana La poesía era como glándula dispersa Como una S enroscada a tu garganta Garfios gluten las cabezas de las ollas Los ojos bien gnómicos Una vez más la poesía era azul como la nada Los cráneos de los desposeídos giraban En la girándula Gramíneas alumbraban el horizonte El banquete final de la escollera Una sopa de sesos bien negra Satán en el rompeolas deglute los cráneos & trastorna el paso de los cometas Todo el cosmos se enrumba hacia otro tridente Todo el tiempo se agrieta Cincel negro de la penumbra La poesía era oscura como virgen La poesía era oscura como línea negra del horizonte


PRELUSIÓN Por largo tiempo traté de imitar tus metros y tu estilo ramas de un sauce que se quiebran y lloran pero ahora veo que desde tus vestales resurge una esfera plana y que angelicalmente escuchas una voz muerta y agrietada es porque has hablado con tus manos y has roto los pergaminos que encerraban tu sabiduría Has preferido encerrarte dentro de una mandrágora y desde allí decirnos que el tiempo es otro y que tú también eres ya otro nosotros venimos a ti para escuchar la historia que no conocemos tus palabras suenan líquidas con la lluvia tus ojos ven sombras que no podemos ver sólo queremos un guía en este camino no venimos a salmodiarte como si fueras un dios terrestre es sólo que escuchamos el llamado y emprendemos una travesía por los cuatro costados de nuestra herida humana tu vagina es la herida que queremos sanar con nuestras voces el pez nos mira distante desde la arena del fondo y brinda con nosotros por nuestra futura recua y espanto Ahora, prosigue a descubrir nuestras formas y colores es una anunciación del espanto de vírgenes en vela y del negror de los rostros ángeles extasiados rondando por los callejones esta plazoleta no tiene nada de ti Acaso hablaré en el vacío de tu rostro o buscaré tus pasos detrás de tu cabellera de fuego o haré muchas cosas para encontrarte y no comprenderte tantos rostros y no poder comprender a ninguna La vida es un vidrio desquiciado que nos entrega sus fragmentos por minutos y nos hinca los pies La sangre sobre el pedrusco del camino nos indica nuestro sexo nuestro olor a animales muertos y la fiebre que vino a rondar al séptimo día


ALGUNA VEZ pensaste en la colina de tu infancia que hoy volviste a visitar Alguna vez pensaste en esos poemas de Eguren traducidos al checo Alguna vez pensaste en que yo vendría por ti Muchas veces como un ciervo blanco sobre un arroyo de jade Muchas veces como un rayo de cieno en tus ojos Muchas veces como una mano que se quiebra Pero permanece junto a ti Otra voz que no cesa de pronunciar tu nombre

CATLEYA (LLRL) ¡Que se distienda como luz de estrella, Y sea luz cuajada que dormita En la satisfacción de la catleya!... Martín Adán: Diario de poeta

Cuál es esa flor que habita en tus ojos Y se niega a mostrarse Cuál es esa flor que en tus pestañas Florece como pétalos violetas Cuál es esa flor que miro Todos los días Y no puedo alcanzar ¿Esa flor vive dentro de ti O dentro de mí? Si tan sólo pudiera tocarla El cielo se abriría para los dos Tanta dicha es imposible De imaginar


Mario Pera (Lima, 1981) Escritor, diseñador y abogado. Ha publicado los poemarios Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011). Mantiene inédito el ensayo Los apellidos: origen, evolución y significado. Ha sido editor del sello Magreb.

Prima nocte Hoy cae el canto esparcido sobre las arrugas de la palma de tus manos. Hoy el crepúsculo declama un melancólico poema mientras se desploman dos iglesias, y tus sueños se ocultan bajo la garúa estival. Esta noche la luna intenta acallar su tristeza aullándole con desenfreno al lobo, mientras el leñador reclama a la tierra otro retoño que decapitar y ayuda a su hacha a lamer la ácida sábila del árbol caído. En la serenidad del agua del estanque se refleja y croa un sendero sombrío, sobre el que fornica un embrión siete veces ahorcado por su madre con el cordón umbilical. Finalmente, hoy cae a tierra, como una manzana al madurar,


la prima nocte, y aplasta al día.

Raison d'être Si es la esquina donde duerme el sauce escindido o el ángulo herrumbroso donde sueña la Muerte dime, entonces, quién canta allá afuera y obra su muerte a cincel. Proyección orwelliana: un perro negro se acerca al sepulcro un hilo desciende de su boca y lanza una amenaza: fulano de tal murió por ser incapaz de vivir una vida común (de rutina) y porque no le impidieron vivir. Desterrada silba una canción de cuna en tono maternal cadencia en que la Muerte nos cobija como una garza dentro de sus alas eternamente hambrienta mientras el perro negro balancea su sombra sobre la tierra del sepulcro que como última ofensa termina por cubrir la semilla.


Después del caos Jardín tejido en la amplia incertidumbre Edén desecho a golpe de palabras enfermas y epitafios. Un cuervo habla de cenizas por la mañana de amenazas que chillan como grillos en la cabeza o de preces pálidas que recoge la hoguera clerical. Sin embargo en el sucio jardín la vida evade la sangre de la hoja que rancia cae en la grietas del árbol. Saber que en el mugroso vergel un viento pasajero permite robar un último atisbo al cielo un delirio nube negra que restriega su forma desgajada sobre mis ojos de siervo del abismo. Caravana de casullas y estolas adiestradas adoban con embustes los cerebros. He caminado esta calle solo y me enorgullezco absolutamente solo he jurado que no soy el vino agrio de mi especie que todo mi mareo no es más que la oscilación de mi alma caída en un cuerpo que nació exhausto. Ceremonias de la infancia que urden en la fe una celda. Poesía incrustada en un duelo sin memoria ni resurrección salmo de una sirena muerta que hernia la Creencia. Rehacer la fe y la eternidad sobre los muros desordenados del Edén esa es mi pequeña labor.


Teresa Cabrera (Lima, 1981) Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el poemario Sueño de pez o neblina (2010). En el 2006 obtuvo el segundo premio en los Juegos Florales de la Facultad de Ciencias Sociales de su universidad.

cementerio de nueva esperanza aún podía verse que las piedras fueron repasadas con la tosca brocha que barrió la tierra de los túmulos pálidos colores para honrar esta carne impedida para el gallinazo, que ciego ronda los cercos con su vuelo insidioso, a la usanza de su ancestro hasta donde el cerro se desloma llevó el deudo a un arpista para que tiña con su oficio el viento correspondiente a su difunta y al redil de mosquitos en el agua de las flores de todos los nombres aquí escritos ninguno es ya mano de mujer o su aroma de lejía que limpie la sal de la frente y traiga el tazón de café, o varón que deje halo, caricia que alcance y envuelva como un paño, para nadie nada de lo que hacemos perdura más que quien nos ama pero la vibración que parte de la caja del arpa sobrevive y acude al sueño de los incrédulos atraviesa el polvillo de cemento, la ciudad, la cáscara infame del alacrán y es la nota feble, la más amarga la que persigue y recuerda que allí están siempre el cerro y el deslome en muerte lo mismo que hubo en vida.


mañanita de san juan (… cuando damas y galanes / van a oír misa mayor)

me aferro al pasamano y arropo con cautela mi boleto que no se pudra amasado con petróleo suela de zapato bajo el asiento que le toca a mi espinazo en el reino | de los vivos ay, mal repartes, señor, tus dones entre los siervos de la gleba: mejor fuera esos bultos arrimados que el menjunje ocioso de este cuerpo con pena por el pan de yema y la quinua (que no abundan) aroma que me trisca los nervios y a punto de ser fardo, de cartón, de rafia y yute vacío de los confites del amor descargado en la confusión de algún mercado donde hubiera, sí, canastones rebalsando pan de yema y escudillas hasta el filo, desbordadas me despierto humano nuevamente cardando mis tripas con este pensamiento sin labor esta punción de la carne que recita que no es del inconsciente – tan farsante sino del yeyuno la venganza la frustración que aflora, el sueño recurrente el paraje baldío entre chorrillos y san juan.

cuando pensé en renunciar a tu cuerpo no toqué fondo sino un falso fondo que no sabía que tenía su sonido hueco me persigue en sueños sueños en los que un ciego agorero golpea una caja y recita fórmulas algunas veces el ciego es un charlatán sube y baja los cerros para envenenar el agua con su baba


esquiva las motos destapa velozmente los cilindros y las vecinas se acusan entre ellas otras veces es un profeta engreído recién afeitado que dormita bajo toallas tibias perfumadas de eucalipto y rastro de jabones hay noches en que entro a la barbería a robar la caja el contenido secreto del sueño mas a punto de abalanzarme sobre el guardián me pregunto qué será de mí en la vigilia qué será de mí si acepto ese pensamiento entonces tumbo el recipiente dejo caer unas tijeras o aúllo y en el alboroto busco en los espejos mi cuerpo mi propio cuerpo pero como un abandonado.

tus sueños no son necesariamente de amor sino de gente que camina por pasadizos y arrastra el pantalón la basta por los charcos y se deshilacha no escuchaste las noticias sino un silbido largo un viento que hizo temblar las calaminas el aliento enfermizo la salpicadura del mar haciendo crujir maderas podridas no escuchaste la llovizna la ubre amarga las goteras te hipnotizan un pozo infinito un vientre una mano violenta sobre tus muslos que te advierte que es de mal agüero soñar con agua detenida un número imposible una caída repentina


el destello de un detente un diente molido que te ahogue o una voz negra brillante como la crin de un cuervo prefiere siempre miedos conocidos, no se単ales las se単ales pasean due単as por el puente sin entregar su pliego al que gobierna: no han de entrar nunca a la ciudad.


Víctor Ruiz Velazco (Lima, 1982) Poeta y editor. Estudió Literatura en la Universidad Federico Villareal y una maestría con mención en Estudios Culturales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado los poemario Aprendiendo a hablar con las sombras (2005), Dèlibàb, enemigo del viento (2007), Liebe, la muerte en el otro (2008) y Barlovento (Paracaidas, 2012). El 2011 obtuvo el primer puesto del Premio Nacional de Creación Literaria “José Watanabe”. Desde el 2004 dirige Lustra editores.

Ozymandias Ozymandias era pobre y malicioso. Nadie lo detuvo. Y construyó un reino de la nada. Sobre el viento (A orillas del Nilo, al sur de Assuán, en el alto Egipto). Shelley era joven y arrogante. Buscaba la verdad de las cosas. Amó profundamente el mar; y sabía poco de Historia. Ozymandias entregó su vida al desierto. Creó una ciudad imponente y divisó las ruinas de su gloria, desde una leyenda tatuada en mármol. Si Shelley hubiera conocido a Ozymandias, no habría perdido la vida en el mar. La habría perdido en medio de un sueño —entre espejismos— abrazado por el sol y las visiones de su futuro al lado de Byron. O tal vez peleando con los hititas. Esperando que su cuerpo fuera encontrado por Johann Ludwig Burckhardt, en 1912. Treinta metros bajo el Nilo. Cerca, muy cerca de la muerte. Es verdad, Ozymandias supo de Shelley antes que Mary descubriera su gran bestia interna. Vio su cuerpo flotando sobre el lago Násser como una pregunta de la que no pudo escapar hasta el final de sus días.


Ozymandyas era pobre y malicioso, ya lo dije. Pero justo con la vida, la muerte y las grandes pasiones que hacen libres a los hombres.

Ojo de agua Lo que miramos con asombro no es más un regalo de los dioses, es solo agua bombeada de pozos y acequias que recorren la campiña de Ica en su terco camino hacia el mar, y que, empozada aquí, usurpa el lugar de un milagro. En su calma belleza, solo el viento de la noche perturba la imagen de la luna y las estrellas moviendo tenuemente sus aguas como un pensamiento que nos persigue y no nos deja dormir. Libres ya de sirenas y voces lejanas, nos encontramos a salvo esta noche.

Las estrellas tampoco están. Y a pesar de su ausencia podemos verlas: iluminar la oscuridad del universo con su fuego inicial es su único propósito… Dejar caer una gota de agua en el desierto y permanecer para siempre como ave o flor, es este el verdadero milagro.


Sentencia Que aquello que tenga nombre se muestre y que sea lo que su nombre dice que es y no su contrario. Que sea siempre un olor, un canto, y más que eso sea una voz que nos guíe hasta el cuerpo. Que aquello que tenga nombre se muestre antes de ser conjurado. Incluso antes de ser pensado o soñado por un dios pálido o la imagen de un dios proyectada en un hombre igual de pálido y carente de oficio. Que aquello que tenga nombre se muestre, precisamente ahora, por ejemplo. Y que sea parecido a algo tan bello como una flor cayendo desde lo alto como un cuchillo de hueso. Y que no nos corte el aliento.


Jerónimo Pimentel (Lima, 1978) Estudió Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú, profesión que ha ejercido en medio como Caretas y El Comercio. Ha publicado los poemarios Marineros y Boxeadores (2003), Frágiles Trofeos (2007), Pequeños Poemas para Caras Largas por Armando Chang (2007), La Forma de los Hombres que Vendrán por Matías P. Delgado (2009) y La Muerte de un Burgués (2010). Forma parte del comité editorial del sello de poesía Álbum del Universo Bakterial.

FÍSICA Estoy sentado en una silla pero técnicamente estoy sentado en el vacío. Puedo ver el color. El color es el sol disolviéndose en el marco de mi ventana, la ventana misma, los edificios de fondo que permiten la puesta. Es extraño, como si unos pocos hitos clavados en tierra bastasen para dibujar la ruta y forrarla de asfalto. Si cierro los ojos me invade una constelación: negro sobre blanco, blanco ondeado, polvo espacial. Si hubiera nacido menos erguido sería un poeta de paisajes oscuros, invisibles, y podría describir con detalle el sentimiento exacto que embarga a un hombre cuando Dios tensa sus fibras en el aire. ¿Figura el abismo en una paleta? Lo que veo es una fracción de lo que creo. De lo que creo sólo veo octavos, y oigo un octavo más, y siento un último octavo que me permite tentar una imagen eléctrica. No hay puntos medios, sólo ceguera más o menos desperdigada en el camino. Pronto no habrá nada que podamos afirmar y cualquier cosa que escojas será el centro del mundo. No importará que le falte religión, ni que sea una tontera atea más, de esas que el planeta arroja, cada cierto tiempo, a los brazos de Caronte. Cuando escojas habrás encontrado lo más importante: una pista de despegue, un pétalo en la boca.


OTRAS CELEBRACIONES La casa, la casa, la casa. ¿Cuántas formas de dejarla? Aún recorro sus pasillos y huelo el alcohol Medicinal, el sudor de museo austriaco detenido en el tiempo, Incapaz de inventarse a sí misma en su risa de cafetín. En esos pasillos la tierra daba vueltas como un cometa perdido; Una cena inventada donde construimos edificios asombrosos. Vaya mansiones, vaya oportunismo, vaya desdén. Quien colecciona réplicas de muebles y recuerdos chinos No puede mirar al cielo y suspirar como un rey cuyo sosiego Sólo es interrumpido por la sombra de la horca. Así era este techo indeclinable, Su vida impuesta en las cortinas roídas, las salas maravillosas Y las grandes fiestas en las que perros jugaban con abejas. Pero en sus armarios, en sus pasadizos secretos —detrás de los cubiertos, en el borde filoso de finas copas—, El olor a vermouth maceraba el marco que encuadraba nuestra familia. Salíamos en lienzos, robustos y patéticos, con las espaldas firmes Y los huesos levantados, escondiendo ropa interior barata, Nuestra teórica promiscuidad. Y luego de posar por horas, de mostrar galantes los aspavientos aprendidos —diminutos labios de suficiencia inglesa—, Corrimos por zaguanes inmensos a tocar desesperados las viejas armaduras, Las lanzas medievales, los pianos sin cuerdas, una ascendencia fosilizada En yeso y carmín. Más allá, zorros y lechuzas lanzaban su sabiduría salvaje Y encontraban la legislación correcta, la puntuación idónea De una catástrofe que sabe a fantasmas hambrientos. Nunca salimos. Y así, encerrados en Palacio, nuestras alabanzas se derritieron Como las figuras de cera de una pesadilla mutua. Nadie nos visitó más. Y cuando la bulla de otras celebraciones Irrumpía en nuestra morada, tú te agitabas y hacías de mi calma Míseras monedas que insultaban a un Dios insobornable. Sapos lamiéndose la nuca, un cuento de hadas sin final; Dando brincos de júbilo y desoyendo advertencias paternas Bajaste las escaleras como una princesa herida. Una dama observando el poniente no suele tener frío. Pero al caballero, acechando desde la cocina, sólo le queda Echar cuenta del servicio, y luego del servicio vecino, y luego mirar. La casa, la casa, la casa. ¿Cuántas formas de dejarla? En esta novela sólo brillan estrellas molidas.


ORIGAMI Digamos que conté las escaleras. Digamos que las conté y en un arranque Sospeché que ese número encerraba un significado. Digamos que descifré la epifanía, Desarmé el sentido y me nutrí de él. Digamos que me lo comí todo, y que ese alimento Permitió mi andar altivo por aquella avenida. Digamos que eso fue lo que pasó.

a B. V.


José Agustín Haya de la Torre (Lima, 1982) Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fundador del grupo poético Sociedad Elefante. Ha publicado los poemarios Canto de la herrumbre (2006) y Nocturno del alba (Lustra Editores/AECID, 2008). Actualmente cursa un doctorado de Literatura en la Universidad de Salamanca y es redactor de la revista Periplo.

Encuentro de dos imanes Cárdeno y ocelote: pienso en la humedad de los lagrimales de los escualos y en la invención del mito de lo fragmentario y su devenir en la realidad. Y nombro el mar y se agiganta. Y nombro el mar y se agiganta. Y nombro el mar que se agiganta y descubre su perfil de presencia antigua y su ola de tempestad que reluce, cuando acaricia el extravío y las extremidades del vuelo del ave que trasunta las orillas y vivifica la desocupación de la estatua: amanecen fósiles eriales creándose el vacío. Es el mar y su polaridad… Y la unción de las sílabas que nombran su cariz orlada cuando se quema la sangre y se unge ese contemplar el mundo en un grano de arena: lo que tañe la roca y bruñe la niebla, así se disuelvan. Sueño con los tóxicos del vientre de las medusas y con los yunques de los herreros y sus hierros hirvientes donde se forjan los ornamentos de las pezuñas y las puntas de los cuchillos, intentando disuadir el desgaste de la materia; e invento el desvarío y lo asocio y lo restituyo en la maleza de su mención. E insisto en estos fragmentos y en el ensayo vario de su cepa que altura la palabra: mar de toda profundidad y señor de lo oscuro, mar de las cavernas y señor de lo oscuro, mar primigenio del cieno y bulbos del señor de lo oscuro, de los rayos solares que atraviesan la superficie y emigran bajo tus aguas en vigilia de lo sagrado: nombra en tu nacimiento lo pronunciado por el fuego de la salamandra, esculpe ese andar vertical y haz que mane la contracorriente cuando se pierda la última fuerza en alianza de contrarios. Desinencias de la unidad binaria.


Suena el río que canto enfurecido trae… Suena el río que canto enfurecido trae Baja violento desde las punas y no contempla naturaleza ya que todo como niebla cubre Como roca desconocida y aciaga la tierra hace temblar Matan el orbe Orgullosos muestran sangre de puya sobre sus manos y un abra de vísceras llaman humanidad Seres vacíos En el renacer quedarán perdidos y recordados serán como las heladas que a la tierra no permiten parir Cuál es el sesgo de la montaña la talla el rocío y color del agua reflejada en el cielo Si el sosiego es yugo insatisfecho un diario arrear y arrear y arrear Recuerdas cuándo florecía el clavel Cuándo los peces de los lagos la noche iluminaban Recuerdas al ave cuerpo de serpiente ojos de felino que henchía su pecho y nos cuidaba o simplemente al colibrí dando vueltas sobre las flores como eligiendo la más bella Ya la luna no deja de llorar La noche enfría como cada hijo y flor y campo que muere La Tierra vida más ya no trae Entre nosotros infértil es todo Mano sobre mano que tallo tuerce que boca parte que deshoja cuerpo para expandirse Huérfanos de relaves y aguas servidas somos Y no se sabe de quién es el espíritu pues los gentiles nos han abandonado Y el día enfría y el agua sedientos nos vuelve y el fuego abrigo más ya no trae

La piedra no escucha forjar

dice


endurece la piel y nos niega golpea en cada caída con más y más furia pues la lluvia sobre ella ya no resbala y avanza silenciosa como animal que a su presa ve de lejos y la hace callar

De este tiempo renacerán sólo demonios un poco más de nosotros mismos de ellos nos embebemos sin arar caminos pues sólo damos herrajes a todo Sirvientes nos hemos vuelto a un goce desconocido pues los dioses no pueden hablar y si lo hacen decidimos olvidarlos o verlos como nos vemos olvidados

Regreso al sepulcro De mi vientre enhiesto De mis manos en posición yugular Del nimio parpadeo sobre tus senos De querer decir silencio para mí y no poder callarlo reiteradamente De mi voraz muerte harta de nacer De mi sexo en jaque De mi hipermetropía cuaternaria De mi juntapalabras y mis no De mis cálculos en los riñones Del silencio vívido y recurrente De mi inquebrantable creencia en la poesía De mi cadáver y sus fauces vertiginosas Del silencio que no llega y se torna desesperado y del cual no puedo hablar Del vacío intestinal de mi ansiedad De la vacuidad de las gentes y su nunca escuchar De mi vejez prematura que huye ya de un geriátrico De la condena a vivir y dar constancia al suicidio y al suicida Del silencio que acontece y no De mi reiterada creencia en la poesía De mi amor desenfrenado de los colmillos que no tengo del elefante que fui


De mis extremidades que a veces no proyectan mi sombra De mi constante adjetivizaci贸n y querer silencio y silencio De s贸lo escribir y echarme a morir Y decir Amor


Tilsa Otta (Lima, 1982) Estudió Dirección de cine y fotografía. Ha publicado los poemarios Mi niña veneno en el jardín de las baladas del recuerdo (2004) e Indivisible (2007). Además es parte de las antologías Me gustas tú. Adolescentes en la poesía peruana y Chicha. La nueva poesía peruana. Ha realizado cortometrajes y videos experimentales.

Un poema largo Odio la violencia Así sea hermosa y moderna Le temo a la ciencia Cuando hace realidad mis peores sueños Observo mi cuerpo mutante Atractivo al instante Perecible y perenne Pero vuelvo al momento En que me digo al espejo Con el acento neutro De ninguna parte Que sólo el futuro Perdura Ahora En estos tiempos Cuando apago el despertador Y lo oigo Eso es todo lo que odio También es poco a lo que temo No podría ser un poema largo Nada podría serlo

Cómo me gustaría conservar un poco de inocencia para que me la quitaras, y un corazón dentro del pecho para que lo rompieras. Pero ya no hay nada que puedas hacer por mí.


Me hizo el amor aplastándome contra la pared hasta convertirme en un super poster de una chica desnuda con el que inmediatamente se masturbó. El amor duele pero el sexo no debería. Totalmente ausente. No debería. De pronto partí y los dejé a todos solos. ¿Debo pedir perdón? ¿Quién está con ustedes? Los nervios producto de la ingesta desmedida de sustancias rosas condicionaron mi experimentación. Dije lo que sentía realmente pero estaba tan ebria que ya no lo recuerdo. Nunca más lo recordé. Ya no lo sé, no sé lo que siento. Eso me deprimió por un tiempo, por un tiempo muerto, muerto de risa, eso me deprimió por un tiempo muerto de risa. Era un amor ausente. Recuerdo sin embargo que me besaste sin consideración alguna por mis vidas pasadas, ya que yo amaba a una joven desaparecida. Me quería de la misma forma y se transformaba. Quise ganarme su corazón y compré la lotería pensando que todo se puede comprar si en lugar de dinero tienes un boleto de ida. Me marché sintiendo que merecía el amor de los dioses y lo tenía, lo llevaba puesto en el verano de repuesto. Conté unos chistes que en realidad eran mi vida y alguien comentó que la existencia es una prenda de cuero que se pega al cuerpo y cuando bailas te hace transpirar, pero es cool y no pasa de moda. Porque alguien siempre hablará de la vida y confesará que la tiene, que la tiene, que la tiene. Que es suya porque es tuya porque es nuestra. Y no podemos dejarla, y no podremos dejarla. Profetizo y enfatizo y en medio de tus ojos soplo un ligero vaho que te quita la virginidad. Ya no eres un niño ni una niña, tampoco has muerto. Debes salir por algo de comer hasta que descubras que siempre estuvo dentro de ti y probarás tu esencia, no podrás parar y luego estarás indigesta. Realidad. ¿Qué me quieres decir con eso? ¿ese es tu argumento? ¿tú y cuántos más? ¿tú? ¿y? ¿cuántos más? ¿has oído cantar a un grillo al anochecer? ¿tú y cuántos más? Es una ilusión tu infancia, tú apareciste cuando yo te conocí y ya. Tú apareciste cuando yo te conocí y ya eras grande, por eso me enamoré de ti, porque eras nuevo, recién salido del horno y olías a centeno, a centésimas de segundo, a milímetros de mi boca y me quemaste la lengua cuando te di el primer beso de tu carrera. Ahora un tatuaje temporal en el lóbulo frontal redirecciona mi pasión. Desperté en una oscuridad nueva, distinguí un deseo fugaz y le pedí una estrella. Comprobé que mentirme era romántico por temporadas, decía palabras dulces y luego cucharitas y luego un platito. Decía que si me amaras yo podría escribir tu nombre en el cielo para que brillara como el sol, pero no se ocultaría. Tu nombre nunca se ocultaría y sólo eso lo diferenciaría del sol.

Aunque tu inocencia es comprobada te sentencian a cadena perpetua En el lugar donde fuiste encerrado encuentras el amor de tu vida La realización personal El trabajo de tus sueños Sueños sin ningún trabajo Y ya no quieres salir de ese lugar


Diego Molina (Arequipa, 1978) Abogado y poeta. Ha publicado los poemarios Expresotranseuropeo (2004) y Homesick (2008). Ha sido editor de las revistas de creación y crítica literaria Evohé y Fórnix, así como de la revista de problemática nacional Ideele. Yo Nací el mismo día que William Borroughs A las 3 de la tarde En un carnaval azul Nunca estuve desnudo en un almuerzo Ni juzgué ni fui arbitrario Siempre eólico nunca parecido al fuego Me retuerzo de no poder incendiar Las palabras Era un carnaval sin luna y sin rostros El mío también era confuso y Embetunado Bajo una corona de hojalata con tomates Recibí mi reino de paradojas Y de cruces beat Sobre el hombro destrozado Y caminé en romería hasta la superficie A la misma hora, el mismo día Ms. Moore se estiraba en Nueva York Su madre espantaba los cuervos Mientras ella esperaba A Muhammed Alí Al costado de su virginal lecho. Ese día, Irlanda perdía Otra independencia En la cuna de Sir Robert Peel Mientras la matanza en Chechenia Empezaba Y los húngaros planeaban una traición. Por la noche se amansaban las nubes En la ciudad en decadencia Hecha de máscaras góticas y luminosas Que confiesan cada minuto Como rompecabezas El rey Jorge se declaraba insano Frente a la turba Finalmente agradecida Ante el gran arrabal desnudo Del 5 de febrero.


Lullaby (Habitación al sur) Cristo pasea sin cuidado por la cocina Espera que le haga un té Y que le entregue sus clavos Siempre digo que no los tengo Pero están en mi mesa de noche Cuando todos se van Atravieso con ellos mis manos Y espero algún tipo de señal Nunca llega pero intuyo Que cuando él haga su propio té Mis llagas serán de su agrado Allen Ginsberg medita en el techo Se ha tratado de lanzar varias veces Pero no lo dejo Él siempre me dice: Camina como si estuvieses entre los muertos Yo no le creo Para mí es al revés Johnny Cash se pierde en el comedor Se sienta y se para con mucha angustia Fuma mucho desde que recibió Algún premio Canta raspando la madrugada No me deja dormir Pero siempre atento Conozco a los espíritus esquizofrénicos de los que me habla Mientras alguien muere en Reno Por solo verlo morir Cuando voy al desierto Me uno con sus historias Empujándome desde las dunas Me he cortado con las ramas secas Yukio Mishima limpia la habitación Deja su cabeza sobre la cama Y se mueve como un ideograma cansado Es obsesivo como un viejo perro faldero Se pasa el día y la noche Ordenando mis máscaras Mientras se atraviesa Las flechas por el cuerpo Quiere que me rinda A sus actos de adoración Ya le dije que no puedo El budokan no me lo permite Egon Shiele duerme en la sala


La deja hecha un desastre Ha pintado una niña en el suelo Estirada y perturbadora Con ella fornica en las madrugadas Él es muy joven pero muy nervioso No me mira cuando paso Porque me ve agotado De recoger sus cosas y guardarlas En mi ropero Francis Bacon se esconde en el corredor Me pide hacerme un retrato Yo nunca lo dejo Por si sale muy exacto Odia mi educación Enfermedad civilizada Maquillaje animal Él lo quiere mostrar Yo nunca le dejo Sidartra Gautama desayuna en el baño Nunca duerme y ya no medita Como antes Se la pasa borrando las huellas De mis perversiones A veces Le pido que justifique mis actos Es paciente como el peñón Frente a las olas.

Nosotros y ellos Cada piedra contiene un efecto mariposa en potencia: En un terreno sin horizonte, Cubierto de piedras y polvo, Juegan los niños de Huancavelica, Islamabad, Casablanca, Laredo, Kabul y Kandahar. Ruedan, sangran y corren en sus mentes hinchadas, (un terral dentro del crepúsculo, entre chacales). Desde lejos, todo tiene el color del silencio, en mundos imaginados y sonámbulos, no saben si son el buitre –o la carroña- son dueños de pocos símbolos que reparten sin cuidado. Su escenario es el mismo, su Universo es el mismo, sus deseos son los mismos. (Círculos concéntricos).


Por un instante, en una implosión del vacío en las constelaciones del Sur, son lo mismo y- sin oírse- se comprenden y se acogen. Las religiones, los signos de sus culturas, las kalishnikov, la esperanza omnímoda, aguardan al final del mañana. ¿Serán, acaso, pedazos de columnas que mantienen en equilibrio a esta deformada torre? (…) En los parques de Kioto, Arles, Milwaukee, Londres, Viena, Munich Niños de marfil entre las hojas doradas de otoño y rejas art nouveau Vestidos en uniformes de terciopelo, (Burroughs los observa desde un hotel) Ruedan, juegan Play Station, Tenis, y alucinan en sus mentes torrenciales. Desde lejos, colores intensos de la alegría, no saben si son los conspiradores –o las víctimas-, un horizonte claro en las tierras del utilitarismo, que los aguarda y que ellos recrearán en juegos futuros. Bajo la Osa Mayor, precisan la seguridad que los mantiene libres. Sus cuerpos hablan en noches blancas, pareciera que nadie escuchara Excepto quienes los habitan. Mas un murmullo los acoge en del aliento del ángel de la historia, Hasta que se transparenten en códigos azules alimentados de ansiedad. ¿Serán, acaso, los arcos que le dan estilo a la deformada torre?


Andrea Cabel (Lima, 1982) Licenciada en Literatura hispánica por la Universidad Católica del Perú. Ha publicado los poemarios Las falsas actitudes del agua (2006) y Latitud de fuego (2011). Por su primer poemario ganó el concurso Esquina de papel, auspiciado por el Centro Cultural de España. Actualmente cursa el Doctorado en Artes y Ciencias del Departamento de Español de la Universidad de Pittsburgh.

Patafísica las reglas de las excepciones resplandecen soledosas y tristes, perdiéndose entre el tiempo, mirando a lo lejos, a los átomos que caen libremente, como las gaviotas tras las olas, precisas, puntiagudas en una ceremonia de tiempo blanco, en un baile luminoso que solloza pájaros vivos cualquiera salpicando llamas puras de viento, espuma, detonando agrestes, solitarios, como mi corazón cuando se hunde en la noche los átomos y los pilares del cielo, el amor entero rozando los ojos abiertos la luz transfigurada y la maravilla de robarte como si fueras mariposa en primavera, pincelada azul escarlata, cielo estrellado, melancólicas manos de río, distancias y miradas.


Fragilidad En lo alto del cielo, como una nada visible, una nube Pequeñísima es un olvido blanco del universo entero. Fernando Pessoa

cuando envejecemos, dijiste, la piel se tersa y nos hacemos plumas, placer. se borra la marca de nuestro centro, de la materia que nos convierte en respiración y pecado. nada de culpa. la altura es un vértice flexible, la longitud de las lágrimas cuando persignan una cruz, un sur de vacío y extensa cama de aire y libertad. tu pelo mojando el río, las estrellas cruzando los sueños de una luz por la noche. buscas semillas para crear sonidos, para mantener tus pies sobre la tierra, sobre los hijos de la tierra, sobre nuestros muertos que sonríen a lo lejos. contigo las ventanas pierden contextura, contigo mi alma destruye su ropa y llora.


Miguel Ángel Sanz Chung (Lima, 1979) Estudio Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue cofundador del grupo poético Sociedad Elefante. Ha publicado los poemarios La voz de la manada (2002), Quién las hojas (2007), Paciente 164 (2008), y el díptico La casa Amarilla/La casa abandonada (2011).

I Nada queda ya en la rama que se parezca al verano, nada que tan siquiera semeje el más tenue deseo. Y aunque más allá del campo y las avenidas tampoco existe nada, parece inminente abandonar la copa para perderse entre los bosques, las ciudades, y buscar por todos los caminos. Es tan comprensible, casi inevitable, que una hoja se interne en la noche y deambule de un lado para otro por cualquier paraje o sendero. Es tan necesario, totalmente ineludible, que encuentre cobijo debajo de un banco y se aferre -casi con violenciaa otra hoja extraviada, para alimentar juntas, con la misma ansiedad, el primero de sus deseos; porque afuera en el parque, a sólo unos pasos, en medio de la plaza, un alcornoque mira a un cerezo como una fuente mira a una estatua, como un cerco mira a una casa, como una montaña mira a otra montaña, sin disgustarle siquiera,


sin complacerle tampoco, exactamente con la misma atención que merece la niebla, o un ligero cambio en el viento, o un atardecer algo precoz en un cielo, tal vez, despejado.

(Del poema Quién las hojas)

SALÓN El fuego dura lo que dura la leña lo que dura la lengua agitándose bajo la araña que cuelga del techo Pero el humo permanece para siempre echa raíces bajo los muebles crece como enredadera y se trepa por las paredes cubre los libros con un velo imperceptible y los hace suyos los hace de la asfixia y de la muerte Viene el humo como niebla pasajera manto húmedo que acompaña a la madrugada en medio del bosque Pero la nube negra llega para quedarse con su tormenta con sus relámpagos con sus estruendos llega para ensañarse con mi frente con mi voz que escupe semillas secas flores de plástico marchitándose en la punta de mi lengua Bajo los ojos de humo bajo las bocas como calderas en el centro del universo sobre el parquet del suelo comencé mi aprendizaje de ovillo de insignificante cochinilla de tierra que atraviesa los parques preparado siempre para la esfera para entregar el lomo y morderme el vientre para decirme si mis ojos no se topan con sus ojos la vida pasará desapercibida A ese humo inevitable que me creció de la nariz hacia dentro que de cuando en cuando me araña los pulmones y la boca del estómago le he encontrado otro humo que le silencia que hace guardia a las puertas del infierno He apilado todos mis papeles por millares y cuando el alma me lo grita los incendio Ya no escatimo fuego sobre el mundo


en medio de mi hogar la fogata se enciende cuando quiero Ya sé que el aire no da para tanto y que el oxígeno se acaba con el tiempo pero en mis manos el hedor se ha vuelto aroma y la muerte será placentera

LAVANDERÍA La canción se cuela por el hueco de la ventana y penetra con su estilete mis oídos Es el canto de las ninfas quejándose en el fondo del lago Y yo asomo la nariz a través del espejo para rescatar sus espíritus Sin saber nadar traspaso las puertas para enfrentarme a abisales ajenos La canción de la sirena inunda el universo y a mí se me caen los brazos sobre las montañas de trapos Ahí están mis manos sumergidas en la boca de la bestia jugando con sus dientes dando vueltas en el remolino de su garganta Ahí están mis dedos escurriéndose a través del rodillo exprimiendo las lágrimas sobre los baldes agrietados Si pudiera te gritaría que prefiero el bullicio del agua cayendo como un torrente en el lavabo al calor de tu voz tocando cada nota del desamparo ¿Es que acaso no te has visto las manos inflamadas mientras las golpeas una y otra vez contra la piedra? ¿Es que no ves tus propios dedos retorciéndose como raíces bajo el agua? ¿A dónde miran tus ojos si no a su cuerpo que se consume? ¿A dónde los has enviado mientras te pierdes cantando a la cuna con mortaja? ¿No ves que de este lado tu cuerpo ya me pesa demasiado? Tus tobillos se me resbalan de las manos y a ti no te importa levitar sobre mis ojos que te gritan Ya no vuelvas si decides quedarte en esa estrella No traigas otra vez el mismo rito desquiciado


EL MAINEL Yo persisto. Con terquedad desvío la mirada más allá del vidrio y me permito divagar entre las tiendas, la playa, los últimos paseantes del malecón, los barcos que se alejan del puerto en plena madrugada. Y persevero. Vuelvo cada noche para contemplar esta visión, con la misma insistencia con que regreso al recuerdo de los parques, de las calles atestadas de gente, de los salones de las casas ajenas. Y reclamo. Algo tiene el mundo escondido que aún me pertenece, una deuda que hasta hoy se resiste a pagar. Porque todas las respuestas no pueden terminar en la sombra del mainel sobre el suelo; la poca luz que atraviesa la penumbra no puede llegar siempre para morir sobre el parquet. Algún día la verdad aflorará lejos del piso, lejos de mis constantes caídas de rascacielos, de mi fervor por las rodillas hincadas y los nudillos percutores. En cualquier instante inesperado descubriré que no existe revelación tras los quejidos, que no hay sentencia justa tras los dientes apretados. Lo último y definitivo no puede ser este rostro torturado que brota tras el frote de la frente. Algo he extraviado más allá de este lugar. Y persisto. Sin convicción ni fortaleza lo intento. Pego los ojos al vidrio y le otorgo una nueva oportunidad.


Luisa Fernanda Lindo (Lima, 1978) Escritora y artista multidisciplinar. Licenciada en Literatura por la Universidad de Buenos Aires. Ha publicados los poemarios Postpop (2009) y Simulacro (2010). Sus trabajos escénicos y performáticos más recientes han sido: Maculada (CCE, 2011) y Ficción (obra ganadora de la 2da Convocatoria de Ayuda a la Producción y Exhibición de las Artes Escénicas Perú 2011 otorgado por el CCE Lima y AECID, 2011).

Masking Tape He salido a la calle. No reconozco las formas, mis ojos se han empecinado en desubjetivar lo conocido. Intento verme reflejada en la única puerta de vidrio que yace intacta en la avenida, y de pronto me encuentro con mi rostro envejecido y degradado. Intento un gesto con los labios, algo que asemeje una sonrisa pero mis ojos se posan en mis ojos y logro verlo. Mis ojos me odian y no dejan de ver a mis propios ojos, que son testigos del terror. Ahora, las imágenes se suceden unas tras otras, imparables. Quiero detener mi mirada, pero todo cursa en el reflejo de la puerta de vidrio atravesada con cinta adhesiva de punta a punta. Una gran equis, una gran negación. Esta puerta, esta puta puerta de vidrio, desenmascara imágenes que no quiero ver. Todo se repite una y otra vez,

una y otra vez, se repite todo. Y ya no logro distinguir el principio del final, porque todo se vuelve lo mismo. Todo es la unidad del terror reflejado en una puerta de vidrio que no explotó, y aunque me aleje, ella seguirá reflejándolo todo una y otra vez, una y otra vez todo. Quiero regresar al lugar de donde salí, pero no hallo otra puerta. La canción que de niña cantaba cuando tenía miedo, sale finita de mi boca, la tarareo sin parar, rápido, rápido, cada vez más rápido, para no dejar lugar a otro pensamiento, hasta que me quedo sin aire y siento mi corazón a punto de explotar. Empiezo a llorar, lo veo reflejado en la puerta de vidrio. Me he convertido en un animal frágil, desconocido. Mauro me dijo un recuerdo lindo es algo que


aparece en mi cabeza y en vez de dejarlo pasar lo agarro un rato y lo vuelvo a pensar. Lo vuelvo a vivir y me deja sonriendo. Yo sólo quiero olvidarlo todo, devenir larva humana.

Pasos para una democracia Paso 1: Tome cinta adhesiva y cruce su ventana, con una gran equis de punta a punta. Paso 2: Compre velas, fósforos y mantenga la puerta cerrada con llave. En lo posible no salga de casa. Paso 3: Si viaja en colectivo, trate siempre de cambiar su itinerario de regreso a casa. Si viaja en auto, no se detenga. Paso 4: Esté atento a si alguien sospechoso lo sigue. Camine siempre mirando a los costados, y un poco hacia atrás. Si siente la presencia de un desconocido, acérquese a cualquier puerta y haga como si tocara el timbre. Paso 5: No ande distraído con su bolso en el hombro, crúceselo. Siempre crúceselo, recuerde: crúceselo. Paso 6: Verifique su auto antes de subirse a él, de preferencia tenga un espejo para registrar que no contenga elementos extraños adheridos en la parte inferior. Paso 7: Si encuentra un paquete sospechoso en la calle, no se acerque. Llame a la policía Paso 8: Si un desconocido toca a su puerta, no lo atienda. Llame a la policía.


Paso 9: Si se siente observado por extraños, llame a la policía. Paso 10: Ponga rejas en su casa. Paso 11: Ponga rejas en su ventana. Paso 12: Compre trabas y alarmas para su auto. Paso 13: Coloque cercos eléctricos. Paso 14: Recuerde: vivimos en una ciudad segura. Paso 15: No hable con extraños. Paso 16: No dé sus datos personales. Paso 17: No deje a sus niños solos. Paso 18: No deje que sus niños jueguen en las calles. Paso 19: No salga. Paso 20: Ante todo mantenga la calma.


Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986). Autora de los poemarios Euritmia (2005) y Una morada tras los reinos (2008) con el que ganó el Premio Poesía Joven del Perú - 2008, convocado por Lustra editores y el Centro Cultural de España en Lima. En el 2011 publicó la plaquette Hippocampus.

ignoro lo que pende en mí si un rayo un búfalo muerto o un jardín de estacas a punto de clavarse le huyo a la noche al sol de los paganos me alimento con el pan que nadie quiere me embriago con el silencio que el hombre ignora duermo sobre el ombligo de una acémila muerta que es mi nombre escarbo su pelambre aromada por desollados frutos de pureza no poseo un rostro definido mi piel está hecha del cuero de muchos animales mis órganos son los frutos de alguna mandrágora venenosa mi historia es el tartamudeo de cada dios inexistente mis ojos son humo y humo azul mi lengua todo canto que llega a mis oídos se convierte en plaga no conozco padres soy la consecuencia de varios apareamientos probablemente la marea que sube y baja en mi cabeza es producto de aquél entre un salmón y una loba no sé dónde permanecer si en la tierra en el agua o en la atmósfera que tiene la expresión de un enorme ahogado que licua el universo mi nombre está detrás de todos los nombres pergeñando sus vestidos


tratando de descifrar cómo dignamente deben morir las especies como yo no sé si por mi rostro corre azufre o las resonantes palabras de los muertos por tantos siglos antes de los siglos algo parecido a la sed y la ondulación de la abeja me ha desgarrado la nuca animal de ceniza esteparia sangre coágulos de cieno mal zurcido mi sombra ha abandonado los espejos y desaforada ríe en el dintel de las cosas el sol de aluminio ha caído anidándose en mis vísceras la eternidad y sus hierros se han desplomado sobre mis hombros el hombre de lata golpea y golpea su ciego tambor bacante busca entre sus despojos un charco limpio para alzar un torrente de fuegos de sílfides de escamas intenta anudar las corrientes en un solo verbo con manos impropias hasta para amar a las piedras no ha de herirme no ha de verme aunque lo embista con una antorcha viva en sus ojos pero sus hilos como máquinas jadeos de un ángel desvanecido al ras de mis talones el reptil que adivina el paisaje y delinea la frontera las escalas los descensos el cebo atorado en la garganta la soledad desde la primera culpa el obituario he de retirarme de aquí como un ciego que arroja el bastón


he de cubrir con cal mis señales saltar sobre esas cabezas soleadas que no voltean la noche ese amor de caucho removiendo la polvareda

(Del poema Una morada tras los reinos)

LOA AL REINO si por cada mano que toco mil mareas se abren varan un cráneo sagrado un tallo explota centenas de raíces un pie encuentra inabarcables caminos una boca envuelve las lenguas del silencio si por cada palabra que elevo se licuan las tormentas se coagula mi memoria como una isla iluminada de palmeras y peces de corazones lechosos los ahogados izan sus cuerpos nuevamente vivos sin recordar lo que fueron si por cada mar que estalla en el ruedo de tu carne asciende una bandera en mis ojos yo te abro mi vacío lleno de cobalto de aves enfermas dueñas de las palabras más sencillas de este mundo si por cada llaga regresa el eco la muerte con implantes de rosa tu aire macerado de espinas entonces te ofrendo mis huellas esta sana manera de saberme culpable…


Bruno Pólack Cavassa (Lima, 1978) Autor de los poemarios Las ruedas del beso de Reinaldo Arenas (2003), El pequeño y mugroso Pólack (2007) y Poemas médicos (2009). Ha sido editor de las revistas Evohé y Fórnix. Es miembro del comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Lima.


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