POEMAS DE CELEDONIO ORJUELA DUARTE
Bombero No es hermoso ser niños, es hermoso pensar de viejos en cuando éramos niños Cesare Pavese Para Otto Agustín Orjuela Rojas
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Cómo nos gusta el agua cuando niños verla a borbotones en las mangueras de las máquinas. Yo quería ser como esos malabaristas que la giraban en sus piernas en señal de arrojo. Muy tarde vine a ver las crestas de las olas y sus monstruos. Desempeñé el oficio de bombero en mis figuraciones por el fuego. En la infancia quería ser bombero un bombero auténtico. Mientras otros hablaban de Roy Rogers o Santo, “El enmascarado de Plata”. De las lecciones de historia o geografía. Yo quería ser bombero lo repetía en mis sueños coloreando con lápices la estación de las máquinas del bombero Celedonio. Así, me veía entre mangueras y cascos ideales destrozando el fuego. Despertaba con la fiebre de mi heroicidad mientras el sudor salía de mi cuerpo. En las tardes me daba cuenta que apenas era un niño que retorna de la escuela con la mochila en la que venía la harina de los panes. Ahí llevaba mis cuadernos mientras jugueteaba en los desagües con mis zapatos de caucho. Imaginaba un río caudaloso en mis dominios como bombero de mi pueblo. O bien me trepaba de pie en la cola de la máquina bajo nubes que cubrían el territorio. Distribuía el agua con arrojo vencedor ante el fuego y el grito ¡bebo sangre de toro en las mañanas! Sobre el asfalto imaginaba la ciudad en la que sería capitán de bomberos y mi poder la manguera más soberbia la más brava de las serpientes la que me graduó de capitán. Llevaré a mi rancho noticias jubilosas
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solo valentĂa de esperanza. La verdad solo iba por los acantilados de mis calles creyendo ser bombero.
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Un niño en medio de cenizas El niño se levanta de las devastaciones de los que orinaron las cenizas. Mira los pájaros inquietos quiere desencadenarse de los ojos del luchador sus ulcerados pies empujan un cuerpo agonizante en medio de la brasa. Ya no está el niño ni el paisaje, Sólo alucinación Palabras de combate escritas en las puertas caídas, terciaron sus cananas y se adentraron en las selvas.
Viejos Son los primeros en levantarse abren las cercas hablan del verano y las cosechas. Cuando la muerte los visita por unas horas todo se transforma todo es más caliente en la Ribera como si quisiera lastimar a los que permanecen. Los niños juguetean en el mar de sus acequias con los papeles que serán barcos. Las barbas de los muros hablan del tiempo como una reprobación. La polvareda de calles alborotan el caserío. Tosen los ancianos que aún van a los jornales a recoger el grano que se pierde en el verano. Las ancianas guardan en sus senos el menudeo de los días. Es entonces cuando el olor a café sube la escalera.
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Piedra Silenciosa presencia en las huellas del caminante. Reposo de fábulas. Sobre tu extensión el hombre dibuja el tiempo. El fuego apenas te oscurece. Cambiar asunto de los hombres que violentan tus arterias. Hermana de las aguas, a veces mensajera de la muerte, tu impasible designio morar entre los hombres extraña a su propia destrucción, a toda lágrima. Te lucen en la piel de las muchachas. Piedra de la luna o de la Amazonia O del Ariari para ti todos los nombres. Asceta
La casa Mi casa está en el patio de los otros en las habitaciones que no jugué en las ventanas por donde no entró el tiempo en el agua del vecino en el sigilo de la huida. La infancia llena de bosques leños que arden desde siempre en una casa que se lleva el viento. Mi casa está en las montañas un aleteo de pájaros festeja mi llegada se atiza el fuego y se habla con las sombras.
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Ángeles Como ángeles desarraigados jugábamos descalzos en las calles polvorientas afables compañeros de ensoñaciones y reclamos. Temprano el alma descalza cantó a la muerte a la desnuda llaga y a los huesos. Más allá el murmullo de la vida el clamor de las ciudades viajeros de rutas trazadas en barrancos. Estado larval de silvestre permanencia en humildes casas de madera. Oscuridades se pudrían desde el nacimiento. Los otros… Vestigios de un pelado ramaje en el asfalto.
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El padre que mira a su hijo Ese hombre que viene de la calle, es su padre, se le ve aún erguido había cumplido con lo suyo. Ama a una muchacha que viene a visitarlo, no le dice nada. Él también fue un poco así, con fardo de futuro. En algún tiempo partirá y ya no será su padre. En vano algunos lo recuerden. Cada uno carga su propia piedra. El muchacho va de prisa a sus asuntos procurando la palabra en todos los lugares, moradas que inventa. El hombre que mira sus hallazgos, es su padre, ve la foto de su hijo en la habitación quizá no volverá. “Siempre están partiendo en esta mudanza babilónica habitada en la quimera”. Entre tanto continúa dictando sus clases de latín
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Visitas La mujer que veo en la prisión de singular manera escucha con las otras el canto, lo desmañado del hombre en los poemas que leo. Dispone a las demás para escuchar a los que pasaron y no pasaron los límites. Nazim, a veces, Sabines. Alivian esas voces, dice la mujer de fina educación. Llegué a decirles de Wilde, María Mercedes, Fray Luis, Villón… La mujer de equivocados asuntos dispone la clase las ausentes se revelan en el aula. Se juntan Vallejo, Camoens, Cervantes, Genet y otros ocupantes. Al partir me abraza despojada me dice en un susurro, por aquí por estos lados Mutis, Porfirio, lo demás transcurre sibilino.
Encuentro Te acaricio como se acaricia un libro abierto hacia el misterio. Venías de la algarabía de la noche fondeadero de acetatos aprisionados en el tiempo de gominas y vanguardias; mis manos se emancipan en tu piel de adormidera, trovadores de abandonos, tus besos se atesoran en sequías, confusa muchedumbre de caídas.
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Bogotá Yo me vine a esta ciudad tiempo después del Bogotazo era tan dominical como mi pueblo La habito desde entonces viéndola regarse en la sabana poblándose de migrados que llevan la barbarie en su memoria y su propia muerte en la mirada Traje conmigo unas ganas inmensas de huir de las masacres Ya van muchos años viéndola cambiar a pesar de los fragores a esta Bogotá tumultuaria Pueden entrar al griterío a mil a mil Memorias de mis putas tristes a diez mil a mil a mil lo que escoja lo que seleccione Un desmirriado payaso con megáfono ofrece el menú del día de todos los días Afíliese al desorden callejero al olor de frituras rancias piña mamey chontaduro cucas cucas caucanas Irrumpan el anonimato de sus calles Si tienen nombre no está en la mente de sus inquilinos Ciudad huérfana embozada en rejas y cercas eléctricas sabuesa Bogotá de noches profundas
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que obligan a estas manos frías y moradas un anisado Nadie se detiene en la ciudad pocos la enaltecen Búscala en las tabernas los parques los zaguanes las universidades a la zaga de las muchachas En los sones y guajiras los bailes cerca de los atrios en lugares efímeros Las chicas opulentas lucen y presumen lo importado turistas en su casa dos o tres próceres en los parques abandonados Las chicas los ignoran Esas dos ciudades la de ahora la de prisa que va hacia ninguna parte La del sur postal de viento y de fatigas los migrantes poco pueden hacer por cambiarla La del norte no dialoga van y vienen de los bancos hacen edificios que se levantan cegadores inmensos ventanales exhiben lo que se compra y se bota El detritus
Cuando yo viene me gustaba sosegarme en unos barrios que estaban en el centro Ventanas angostas ladrillos rojos necesario El tejado del chalet donde viví parte de mis sueños Espacios reposados de austeridad Ahora es el desorden de la resistencia de los que llegan a poblar la sed de sus usanzas Miren los rostros de mi gente aquí no hay Atahualpas Aquí casi nos arrasan nos dejan ciegos por eso su delirio
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Ahora que la veo obstinada como las otras tan llena de negocios Y oscuros trajes Me doy cuenta de que a pesar de los disfraces sigue siendo tan dominical como mi pueblo
La costurera Mide los realces en sus contornos morenos bajo cielos grises y acento nefasto. Adereza el traje de la joven como un veneno del que saldrá espuma a los hombres que despide somnolientos. Serás maraña de espinas en presencia de un dios famélico. La costurera avista su muerte en cantoneros delirios. Sobre ruinas vagarás en redes y campos minados tomarás la forma de una virgen despojada de dotes. Palpa las estampas de las sedas que la joven luce en nómadas noches.
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Ellas Por aquí por estos lados donde transita mi soledad. No encuentro con quien conjurar la magia de mi canto. No está Lulú no están Francisca ni Salomé no están las angustiadas las filisteas no hay una Dalila que irrumpa en mi aposento con sensualidad y sangrienta crueldad. Sólo golpean a mi puerta Marías que sirven de botín a esta gula Carmen mi gitana.
Que siempre haya un lecho Para Carlos Almeyda Que siempre haya un lecho para una mujer desnuda con su gracia y su carne infusa en olores hasta las proximidades profundas. Mujer sola con la noche herida de mutismo a la espera del soñador que llega en su pesada bestia negra.
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Niños Los niños de Diego Rivera posan sus ojos en la tierra como un reclamo la cuna que jamás puede ser negada En otro lado de la escena la adolescente bailarina de Degas se arregla una de las sedas que sostiene en los hombros como si acabara el espectáculo El niño de Picasso quizá un fauno con sus cuernos alerta y los tallos en los labios proyecta una danza que florece Da Vinci-niño sale por entre las nubes de un cielo que arrulla la lluvia presagiando un hombre más perfecto El fauno en laberinto con su cabellera de serpiente en medio de relámpagos encuentra la noche rural Aparece en baile de los niños
Se le ve con la bailarina de Degas elevarse por un cielo rojo de Chagall
Calles Hay ciertos semejantes de una edad imprecisa se mueven en la ciudad presumen cortes de cabello intimidantes Ropajes que vienen de las prisiones los alardean por las calles Hay una sensación de fortaleza reto confusión de los desterrados de un país furtivo Mercaderes de cosas inservibles baratijas que llegan a los puertos Pronto será basura que ronda las alcobas Ellas aún jóvenes simulan vender pero más bien provoca mirarlas llegan a avivar a los mecánicos con sus vestidos descubiertos y su andar de hola halando un coche de madera como un carromato con sus termos ofreciéndole café a un buey cansado que solo quiere sus encantos Así una de mis calles
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La muerte en su carroza Cada vez que llego al pueblo me recibe la muerte en su carroza antes eran haladas por caballos azabaches detrás la romería en sus menudos pasos ventilan el deterioro de las cosas Se elogia al recién ido sus virtudes en el baile el amor por sus cinco hijos que lo acompañan en la última danza Como en una escena de Truffaut sus tres mujeres madres de sus hijos están presentes vestidas en faldas negras amigables ellas creyeron en el ritmo de su sangre Se comenta que después del funeral habrá baile en casa de los Rojas
Colibrí El colibrí danza en una seducción que lo contiene Llega a lo que no ha tenido lugar su danza pareciera detenida en la eternidad
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Celdas Cerca de la paz ignorada Llegan en busca de sones esa música sensual jadeante salta bebe aprieta homicida de la noche Más sones todavía muchos más sones más sudores que huelan a suburbio a frituras rancias Criaturas desventuradas de la noche canturrean la canción de los ladrones Velan en las celdas a sus amados muertos
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CELEDONIO ORJUELA DUARTE Líbano Tolima, Centro de Colombia. Estudió literatura en La Universidad pedagógica Nacional. Tallerista en algunas localidades de Bogotá, al igual cárceles de Colombia; conferencista de la Casa de Poesía Silva de Bogotá. Invitado al Festival de poesía de Medellín, al Internacional de Bogotá, El patio azul de Perú, Abbapalabra en México, el Internacional de Costa Rica. Caracol Tijuana. Autor de los libros Precario Equilibrio (Ed. Tercer Mundo, poesía 1996). “Visiones: Un inventario de afectos literarios” (Ensayos: Premio Fondo Mixto de Cultura del Tolima, 1998), “Mujeres y otros cuentos de riesgo” (compilación de cuentos, 1997, Ed. Magisterio), “Ofrendas y tentaciones (compilación de cuentos,1998. Ed. Magisterio), “Presencias”(poesía 2004. Ed. Biblioteca Libanense de Cultura), “Dónde estará la melodía, (Novela 2005. Biblioteca Libanense de Cultura, reimpresión El Zahir editorial, 2011). “La memoria a la orilla de los actos”, (poesía, 2007, Ed. San José de Costa Rica). Colección Casa de Poesía. Sin puntos Cardinales. Once pensadores desde el presidio. Ensayos 2011(Ed. Biblioteca Libanense de Cultura)16
Sus reflexiones sobre algunos poetas del mundo, han aparecido en diferentes revistas nacionales y extranjeras. Fue colaborador del desaparecido Magazín Dominical del diario El espectador. Actualmente es el subdirector del periódico de libros Lecturas Críticas.
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