Poemas de Jorge Ariel Madrazo
J.A.Madrazo (Buenos Aires, 1931). Ha publicado una docena de poemarios. De 2012: Ayer decías mañana. Inéditos: Cantiga para ella y la antología Algunas escenas del mundo (Ediciones La Cabra, México). En narrativa: Ventana con Ornella y La mujer equivocada. También: Quarks (microficciones) y la novela Gardel se fue a la guerra (2011, Primer Premio Eduardo Mallea Gobierno Ciudad de Buenos Aires). En Ensayo: El Anticristo (Madrid, Círculo Latino, 2004) y Breve historia del bolero (Caracas, 1979). Poemas suyos fueron traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y macedonio. Invitado a numerosos encuentros internacionales. En traducción: En 2005 obtuvo el Primer Premio Ibby Internacional por sus versiones de libros de relatos de Jack London. Integra el Consejo de Redacción de la Revista de Poesía y Reflexión «Trilce» Concepción, Chile.
Shakesperiana
Cuesta imaginar dos moscas haciendo el amor. Esta historia por demás sentimental -de ésas de llorarocurrió frente a mis pupilas, en el insolente sol venezolano cuando el macho Drosophila melanogaster
(“amante del rocío de vientre negro”) el pretencioso mosco del banano, sonó sus alas en un vibrato irresistible, primero en Do sostenido, muy luego en La mayor (y la hembra cayó, hechizada, en sus brazos. O, mejor: en sus sedosas patas)
Lástima: tal pasión habría de durar sólo dos semanas (breve vida feliz)
El mosca Romeo murió en el primer acto la mosca Julieta lo sobrevivió dolce ragazza innamorata apenas una hora llorándolo a mares.
Shakespeare, más indeciso que Hamlet, no se decide a escribir la tragedia.
*
Ammarcord
En esta noche que aún no existe (acaso vaya a suceder mañana), desde el callejón malamente iluminado por una única, jadeante, intranquila luz
desde un hueco del tiempo tapizado de truenos
avanzan, uno a uno, lerdos, distrayéndose por cualquier bobada, parecidos a párvulos:
tus muertos.
Créense, tus muertitos, tan vivientes ¿Cómo avisarles del error?
Tía Teresa, anciana, enciende dorado velador de opalina, radio vecina esparce su espectral teatro del aire y Madre niña empeñada en bordar aquella erguida, alerta garza en punto cruz. “Jorge, pequeño, alcanzále su guiso al mendigo
que hace su buen rato araña la puerta”
Y estará al caer, con la balanza que llamabas “romana” el turco, gran visir de vidrios y botellas.
Y Padre aún no regresó de ese enigma: la “oficina”
Vuelven a la carrera Maya, Selva, compañeras 15 años abrazándote en ideal en amor en rojas llamaradas en el ejército del Ebro que una tarde el río cruzó ay Carmela y ay y el cantar sube la cuesta
Pero ¿por qué está de pronto todo tan silencioso hoy? ¿Tan borrosa la consabida
huella?
¿Y nadie te responde? ¿Y todos los mayores faltaron hoy a clase, en esta rara noche que (quién sabe) ocurrirá mañana?
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Geranio y Sologuren
Esa tarde o mañana ¿acaso anochecer? javier sologuren acogió en sus pupilas el geranio de párpados de nácar y tan lento paseaba bajo el sol su íntima soledad sologuren
tan geranio hablaban aquellas
sus pupilas dulce tan su mujer en la tarde o mañana (¿anochecer acaso?) que la indolente o cavilosa orgía de nácar del geranio fue tal vez el poema mejor que sologuren balbuceó en esa hora y en
la hora de nuestra muerte cuando nácares del geranio (de sologuren ojos) serían un temblor entibiando la tarde (¿la noche acaso la mañana?) un poema serían, la idea del “geranio”
su perfume sería esa mañana (o tarde) tal vez en medellín.
[Con el poeta Javier Sologuren, en “el patio de los geranios”, Medellín, 1993]
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Naranjas marinas
al poeta Héctor Miguel Ángeli y su “Frutas sobre la mesa”
Era roja bandeja colmada con naranjas (¿naranjas, he dicho? ¿naranjas?). No eran claras frutas sobre la mesa, acaso sólo esas naranjas anaranjando el mar es decir: desholladas a orillitas del mar por una luzmuchacha que te aguardaba con sus ojos de naranja seduciendo al oceáno estuprador, veedor de vaporosas faldas por lo cual cuatro manos con sal ya se entremezclan, y una naranja flota como barquito insignia
y el mar caribe riela su friso de naranjas No son, no son las claras frutas sobre la mesa.
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Almar
LO que tus ojos miran, con ansia tantita y obseso afán por no olvidar, jamás,
eso deseante que absorta, así, mirás eso que tan mirás devuelve tu mirada:
es un doble mirar que se ensimisma o se ensimira Y el alma que allí surge nadie podrá mirarla
*
Dura lex
Las jibias (las de Montale), extrañísimos calamares, ámanse luego que el macho persuade a la hembra mediante obsesivos frotes sexuales y fingiendo un inédito
sin morir en vida.
tono añil.
Surcan los espermios la íntima frontera. Líricamente se adoran procrean.
Así los animales, su sabio frenesí. Sólo el humano ama
y le estalla el planeta.
*
Cebolla y otros dioses
Deseo aquí alabar los dioses cotidianos la sartén donde fríe la cebolla su nácar chantaje lagrimal o aquella compotera de niñez que
torna a caer y el pisoniño lame con tan subversivo fulgor
Hoy me dispongo a cantar las mínimas identidades ignoradas por mi subjetivo ser predador (criminal humanito de prescindible errancia)
Y mientras les cantás cantan las cosas
Cantan las cosas en pálida noche en alba impura
canta la hormiga su párpado cantan la naranja el café la celosía
cantan como si algo se hallara en su sitio, como si el sitio
se hallara en algún sitio
Todo canta.
*
Bolero
Ella tan de puntillas y credencial de súcuba La puerta -qué intranquilale propuso: adelante
por lo cual esas velas traspasando la noche y un champán indiscreto
como vieja fregona
Nadie pregunte ahora qué sucedió más luego El secreto lo guarda cierta letra no dicha
Nadie quiera saber qué letra es esa letra Yo lo sé más lo escondo No lo diré no-nunca
Uno no dice el aire que le muerde la nuca, ni dice qué dolores hacen volar al mundo
Nadie pregunte nunca por tu amor incendiario tu mirada de ayeres tu vocación de espuma.
*
Amiga
Juran los malpensados que ella flamea alas y no brazos, nada ortodoxas alas es verdad pero de tal levísima sustancia que al correr a estrechar con dulzura a mi amiga y rogarle: “Ven, fiel mensajera de la delicadeza”, tintineó ella sus manitas —¿sus alas, acaso?— y se elevó hasta disolverse más luego en la lluvia.
Jamás diré cuánto la extraño. Desorientado, en la alta noche ya no sé qué es peor:
si oir que no me ama o saber que ahora pertenece al aire.
*
Cuando Ella se desviste
Cuando ella se desviste su desnudez moja las hojas de palma de la noche jugos que ningún dios concibió raro pimiento de la fertilidad.
Cuando se desviste deja tras sí variados bienes íntimos: zarcillos de plata de Grecia perfumes a cedro del Líbano. Cuando torna a vestirse se desnuda de su mismísimo yo su almacarne abrasadora.
Su desnudez hamaca los derribos del aire. Su cuerpo murmura más que el otoño.
*
Lluvia
Alas de colibrí sus ojos álgebra de oros en la multitud
alas febriles que ayer te levitaban
déjante hoy lluvia inútil caer.
*
¿Café?
Esta taza de café ¿es, tal vez, Una común taza de café? ¿No es Más bien un breve ídolo circular Completamente incomún Incendiándose en un fuego no visible
Entre tu mirada y la mía? Esta
Rara taza de café ¿No será un salvavidas que nos amarre Al transcurrir Mientras alrededor Seres llamados personas Gesticulan, ríen, aman Se toleran muy amablemente En torno a recipientes de vino o café?
¿Cómo decir cuanto no digo? El café habla por propia boca Y la noche de pico de cuervo Desciende con todas sus guitarras Y quizás te diría palabras Pero sin pedir permiso las susurran En mitad de la noche adolescente
Esta taza Este rojo mundo de café.
*
Como tu nombre
LA noche tibia, lo irreal posible Quietud le implora a todo movimiento Palomas anidáronse en tu ámbar En tu escote de alas y burbuja Las copas fuimos de lo celebratorio Manos en lazo callando el tan deseo Y aquella noche debió haber sido nuestra Como un rayo de sol en la llanura Como indeciso ónix o pabilo
Mas está bien así quietita el ansia Serpientes horadándanos los pechos Muy amasado pan amor oculto Como un vagón de tren a ningún lado Como rojez de ojos sin motivo Como tu nombre que pronuncio quedo.
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Mientras él duerme
Mientras él duerme Putamuerte
hurga sus papeles su poema mejor desbarata a hurtadillas mastúrbase por razones de delirio o ansiedad
Putamuerte incantata donna deliziosa le concede (y él lo ignora) unos momentos más de vida: el poema deberá ser concluso Putamuerte anhela develarlo masturbarse anhela en esas entrelíneas (o entretelas)
¿Para qué serviría el poema si no alcanza a derrumbar de goces a la muerte?
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Velas
“Ninguna hilera de velas, por deslumbrante que ella sea logrará jamás ser
un amanecer”
-dijiste, alzándote del sillón (de cuero) con ese aleteo inquieto de los dedos que tanto, ah, conseguía intranquilizarme: temblores aleteos titilación como si una vela
amenazada por el viento fueras como si una hilera de tímidas velas
como si el invocado amanecer mismito fueras como si un lloroso o jamรกs
bien comprendido
furioso (quizรกs) amanecer.
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