Entrevista a Adolfo Mosqueda

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Nombre: Adolfo Mosqueda Cuadrado Edad: 88 años Empezó a trabajar en Minas de Almadén como peón en los hornos de mercurio el 3 de noviembre de 1952. En 1955 pasó a las zafras, al interior de la mina, cargando los vagones de mineral. Siete meses más tarde se incorporó a la plantilla de mecánicos, donde estuvo trabajando durante tres meses. Posteriormente, fue destinado a la entibación como ayudante, donde trabajó dos años; entonces empezó a notar síntomas de hidrargirismo. Durante su labor como ayudante de entibador sufre un accidente, del que según dice, está muy agradecido a la Virgen Minera. Además de trabajar como minero, desarrolló los trabajos de carnicero y transportista en un motocarro. Se jubiló en el año 1976. Para que le quedara una mejor pensión pasó por un tribunal médico en Ciudad Real, que le diagnosticó el primer grado de silicosis. Con amabilidad Adolfo se somete a mis preguntas: P- ¿A qué se dedicaba cuando entró? R- Yo cargaba vagonetas con el mineral, que luego lo quebraban para prepararlo para los hornos; y había un encargado que te vigilaba y te decía: “en cuanto cargues cuatro vagonetas te vas a tu casa”, y había algunos que se pegaban el escaldón para irse antes. P- ¿Y a continuación qué hizo? R- Pasé a la categoría de zafrero para cargar los vagones y adonde te mandaba el vigilante, y es que entonces ponían al hombre más fuerte y más eso empujando el vagón, porque entonces los vagones y las vías estaban mal y el problema no era el llenar el vagón y transportarlo, sino que en el trayecto descarrilaba con una facilidad enorme y un vagón cargado de mineral para dos hombres entrarlo en las vías era muy difícil. P- Y luego, ¿qué ocurrió?, ¿cambió de puesto de trabajo?


R- Ahí es donde quiero yo entrar, un primer oficial era primo de mi padre y a través de él entré en la mecánica, que era puesto de recomendación; todos los que entrabamos en los mecánicos es porque teníamos alguien que nos apoyaba, y yo entré en los mecánicos y estuve tres meses en el turno de noche a destajo, pero que cuando vieron que la mina no descansaba y no se ventilaba quitaron el destajo y entonces volví a los zafreros. Adolfo me explica que en el interior de la mina había tres turnos de seis horas cada uno: de 8 a 14 horas, de 16 a 22 y de 24 a 6; este último era el que se dedicaba a mantenimiento, mientras que los otros eran para la extracción de mineral. P- ¿Y ahí es donde cogió el hidrargirismo? Yo estuve dos años en la entibación y ahí es donde agarré el hidrargirismo porque estaba en los medios pisos, de hundimiento en hundimiento, porque eso de bajar a la mina y pensar que todos tienen el mismo peligro… no. Los peligros están en los medios pisos y ahí es donde agarré todo el mal, porque no salíamos de los medios pisos y al año o así o poco más es cuando empecé a temblar. Cada tres meses pasabamos un reconocimiento médico y nos ponían los brazos extendidos, y el que temblaba le ponían una cruz en la cartilla como diciendo “ojo con este”, y me mandaron al exterior a trabajar al cuarto de los mecánicos arreglando martillos. Allí estuve un mes y al cambiar de gremio se ve que ya no era lo mismo estar ahí que en los medios pisos y se me quitó el hidrargirismo… bueno que se me quitó no, se me… que me decían que no había posibilidad de echarme a la calle, pero todavía ahora la mano me tiembla un poco y tengo mucho frío, que todavía tengo ahí ropa de invierno en la cama, y el frío ese, yo no sé si será el mercurio que P- Y mientras estaba en el interior, ¿cuánto trabajaba? R- Trabajaba ocho jornales al mes de seis horas cada jornal, es decir que trabajaba cuarenta y ocho horas al mes, pero lo que estaba deseando es dar mis jornales y luego irme a mi otro oficio, porque nunca me enganché a la mina; ya me dijo mi padre: “¡no te enamores de los cuartos de la mina!; tu jornal


sí, que no te llame nadie la atención en tu jornal, defiende tu jornal, pero no quieras más perras de la mina que las de tu jornal; ¡no te enamores de los cuartos de la mina, que te salpicarán el hocico!” P- ¿Y qué oficio tenía fuera de la mina? R- Carnicero, era carnicero, pero antes era transportista con un motocarro siete años, ganando las perras a espuertas, pero como empezó a haber competencia me metí a carnicero y ahí me ganaba las perras igual de bien. P- Y la silicosis, ¿cuándo la contrae? R- Sí, cuando me fui a jubilar en el 76 pasé un reconocimiento médico en un tribunal médico en Ciudad Real para reclamar una pensión extra y me dieron el primer grado de silicosis porque tengo los bronquios en malas condiciones, que esos son los que me están fastidiando. P- ¿Y sufrió algún accidente en la mina? (enseña una maqueta hecha por él que representa el lugar del accidente) Esto sería por el 57 o por ahí… Y estando aquí arriba, en la capa esta, en el palo que es el que sujeta para que no se caigan los codales, resulta que ahí estaba pegado a la pizarra sebosa y esa pizarra era la que se descomponía en cuanto le daba el aire, porque se hundía y se hundía y tardamos dos años en conquistar este hundimiento, dos años y llegó a decirle Don Luis Pancorbo a Don Ricardo Martín Gallego que rodeara la caña y que dejara el hundimiento, y le dijo don Ricardo: “eso no es de ser minero, eso tenemos que conquistarlo como sea”… Se tardaron


dos años en conquistarlo, allí se quedaron hombres muertos, un zafrero que se mató y un entibador que cuando salía, se hundió el techo y le pilló una pierna que se la tuvieron que cortar y demás… Aquello era un desastre. P- Pero realmente, ¿cómo fue el accidente? R- Mira, mira… (Adolfo descuelga un cuadro de la pared en el que enseña el relato del accidente)

…pero verás, los mineros, con aquella rudeza de vida, no teníamos tiempo de ir a iglesia ni de ir a na’, pero sin embargo la Virgen Minera… (se emociona, se le quiebra la voz) la Virgen Minera ¡era mu distinto a toa’ la fe de fuera! ¡Dentro, cuando estábamos en la mina, estábamos pendiente de ella y cuando pasábamos por donde estaba, si estábamos solos, rezábamos, pero si había gente nos daba vergüenza y no rezábamos, pero íbamos y le hacíamos así con el casco… “ave que voy pa dentro”! (hace un gesto como saludando con el casco). ¡Eso era la fe de los mineros a la Virgen! ¡Que yo no la he perdido! ¡Porque es que no teníamos más amparo en la mina que la Virgen y el casco


que llevábamos puesto!, lo demás era lo que Dios quisiera o lo que la Virgen quisiera. Como veías tantas cosas difíciles entonces, de salirte a fumar un cigarro a la galería y que se hundiera el sitio donde estabas, y decíamos, “ya está , la Virgen”… Me indica Adolfo que en Almadén, a diferencia de las otras minas españolas y europeas, la patrona de los mineros no es Santa Bárbara sino la Virgen de la Mina, de la que hay una imagen en el interior de las explotaciones desde hace más de cien años. P- ¿Presenció la muerte de algún compañero? R- Eso fue cuando entró Franco, que se le apañó medio piso para que lo viera desde un mirador que llamábamos el mirador de Franco (la visita fue en 1955). Estábamos limpiando y había una cantidad de madera que teníamos que llevar a otro piso para que quedara apañado, y estaban en una caldera los alarifes haciendo el desescombro porque nos metían mucha prisa. Tenían una cuba desde el 14 piso que bajaba con los materiales y la cuba se descolgó… le dio a tres, pero al que más fue a Antonio Paco de los Santos que cayó pa’ bajo, y su primo que lo vio dijo: “¡Mi primo!” y se tiró a por él. Cuando bajamos, los dos estaban muertos. P- Desde la perspectiva de sus ochenta y ocho años, ¿qué puede decir acerca de su vida laboral? R- Bueno, la cosa empezó a cambiar a partir de los sesenta, porque es que lo peor fue la posguerra, porque yo era un pobre hombre trabajador, sin educación, por haber soportado una guerra, porque nosotros teníamos once años cuando empezó la guerra y se cerraron las escuelas. En esos tres años de guerra, se llevan a mi hermano al frente y no hacen na’ más que llevárselo y a los dos meses matarlo, así que mi madre me dijo: “tú haz lo que quieras, porque para hacer sacrificios y que luego pase como con tu hermano; si quieres, vas a la escuela y si no, no vas” y yo no sé cómo pudimos aguantar, aquello no era vivir… na’ más que lucha, trabajo y esfuerzo.


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