Algunas notas sobre la dehesa de Castilseras en el primer tercio del siglo XX
La relación entre las minas de Almadén y la dehesa de Castilseras se remonta siete siglos atrás, cuando todavía ambas formaban parte de la Encomienda de Calatrava, si bien la citada Orden Militar no explotaba los yacimientos de azogue por sí misma sino que arrendaba su aprovechamiento a mercaderes catalanes y genoveses. En el año 1523 y mediante una bula papal, Su Santidad Adriano VI dejó vinculados a perpetuidad los bienes de la Orden de Calatrava a la Corona de España y solo dos años después comenzaría un largo período (1525-1645) durante la mayor parte del cual dichos bienes fueron arrendados mediante varios asientos a la casa-banca Fugger.
A mediados del siglo XVI surgieron ya los primeros conflictos entre los arrendatarios de la mina y los vecinos de Almadén, pues aquellos temían que escaseara la madera para la fortificación de las labores subterráneas, mientras que labradores y ganaderos no respetaban la prohibición de entrar en Castilseras. Esta disputa entre los intereses de los Fugger, que eran también los de la Corona, y los vecinos de Almadén fue en aumento, ya que la producción de azogue crecía con el paso de los años a la par que se incrementaba el vecindario de Almadén, lo que implicaba la necesidad de mayores suministros para su población. Otras dehesas de Chillón, Capilla y Abenójar hubieron de ser aplicadas a la mina de Almadén, pues en Castilseras había todavía madera menuda y leña, pero faltaban los grandes maderos necesarios para la entibación de las explotaciones1.
El descubrimiento de la mina del Castillo a finales del XVII aumentó la necesidad de madera y bueyes para la mina. Ya no eran suficientes las dehesas aplicadas a la misma, entre ellas Castilseras, sino que fue necesario recurrir a otras varias de Almodóvar del Campo, cuyo alcalde mayor estaba en litigio permanente con el superintendente de la mina de Almadén. En 1708, la Factoría de Carretas de Su Majestad disponía de 98 bueyes y 40 carretas, cantidad claramente insuficiente para traer leña y madera a la mina, y para llevar el azogue a Sevilla. Fue preciso arrendar muchos más bueyes y carretas, a la par que se incrementaba la producción de mineral y el envío de azogue a la América Colonial durante el siglo XVIII. A mediados de la centuria, más de 3.000 bueyes, en su mayoría procedentes de Almodóvar del Pinar (Cuenca), pastaban gratuitamente en varias dehesas del Alcudia a cambio de estar al servicio de la mina.
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Para fortificar las labores subterráneas se cortaban por entonces un millar de buenas encinas al año y de cada
una de ellas se sacaban de cuatro a seis grandes maderos.