Almaden e Idria

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ALMADÉN-IDRIA A finales de junio de 2012, la UNESCO declaró a las localidades mineras de Almadén e Idria Patrimonio de la Humanidad. En la reunión celebrada en San Petersburgo, el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO aprobó la candidatura titulada Patrimonio del Mercurio. Almadén e Idria. Es bien sabido que las minas de mercurio de Idria o Idrija, enclavadas en Eslovenia, son las segundas en producción mundial, después de las de Almadén, pero pocas personas conocen las relaciones comerciales y tecnológicas que a partir del siglo XVII mantuvieron ambos centros mineros.

En marzo de 2013, la Escuela de Ingeniería Minera e Industrial de Almadén ha tenido a bien dedicar el contenido de su XIII Semana Industrial y Minera al estudio del patrimonio de ambas cuencas mineras. Este artículo comenta brevemente algunos aspectos tratados en las diversas conferencias y añade otros menos conocidos. Se trata pues de exponer no solo la contribución de Idria a la creciente necesidad de mercurio de Almadén para abastecer a las minas de plata del Imperio español en la América Colonial, sino también el intercambio de conocimientos científicos en lo concerniente a la fabricación de bermellón y al procedimiento de tostación del cinabrio. Además, se describe cómo ya en pleno siglo XX, ambos distritos mineros contribuyeron al cártel Mercurio Europeo, organismo creado por España e Italia para la comercialización mundial de mercurio.

El yacimiento de mercurio de Idria fue descubierto, al parecer, en la última década del siglo XV y perteneció a una pequeña compañía minera hasta que sus propietarios, debido al incremento de los gastos de explotación, decidieron venderlo al archiduque Carlos, hijo del emperador Fernando I, en 1578. La mina pasó así a ser propiedad de la Corona austriaca, un caso ciertamente similar al de Almadén. Relata Ramón Carande, en su libro Carlos V y sus banqueros, cómo los Höchstetter, que monopolizaban el comercio del azogue de Idria desde 1525 y también el de Bohemia desde 1527 (cuando el archiduque Fernando se convirtió en rey de Bohemia), pretendieron hacerse con el arriendo de las minas de Almadén para evitar su competencia en los mercados de Italia, y cómo a pesar de apadrinarlos el emperador austriaco, no lo consiguieron. Las pérdidas sufridas por los Höchstetter en el negocio de los azogues les acarreó la ruina y provocó que la producción de Idria descendiera considerablemente a partir de 1528. La quiebra de Ambrosio Höchstetter liberó a los Fugger, que en esos años tenían el asiento de las minas de Almadén, de su más peligroso rival. Anton Fugger contraatacó y estableció en la región del Tirol tres


fábricas metalúrgicas hacia 1527, adquiriendo en estos negocios un dominio que se prolongó, al menos, hasta 1546.

A mediados del XVI la competencia del mercurio de Idria se hizo más fuerte, lo que provocó la queja de los factores de los Fugger ante Carlos I en abril de 1549. Cuando Fernando I de Habsburgo sucedió a Carlos I como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, recibió información sobre el favorable mercado del azogue para las minas de Idria, que por entonces, en 1558, estaban en manos de los Hewart, los cuales siguieron siendo sus dueños hasta 1564.

El descubrimiento del procedimiento industrial de la amalgamación de los minerales de plata con azogue, ensayado en Pachuca (Nueva España) en 1555, provocó la urgente necesidad de enviar cada vez más mercurio a América; los administradores coloniales suplicaron a Felipe II que se saque buena abundancia de azogue de Almadén, que se traiga de Alemania y Hungría, y de otras partes donde lo hubiera y los mercaderes lo puedan traer. En 1561 se llegó a plantear un convenio con el emperador Fernando I para importar mercurio de sus minas, pero al final no se aceptó la propuesta y se optó por vender por segunda vez una licencia a comerciantes particulares para traer azogue a Sevilla y poderlo reexpedir después a las Indias. Como consecuencia de esta reactivación del mercado del azogue, las minas de Idria incrementaron su producción, pero sus dueños, que por entonces continuaban siendo particulares, no pudieron hacer frente a los gastos de extracción y fundición, como ya hemos dicho, y acabaron vendiendo las minas a la familia imperial. Se estima que en el segundo tercio del siglo XVI la producción anual media de Idria fue de unos 1.000 quintales de azogue y 50 de bermellón, mientras que Almadén produjo aproximadamente el doble en el mismo período.

A lo largo de los siglos XVII y XVIII

hubo diversos asientos con comerciantes

alemanes e italianos para la provisión de azogue de las minas de Idria. Ya en 1614 hubo un intento de adquirir 2.000 a 2.500 quintales anuales durante diez años a razón de 50 ducados el quintal, pero no se llevó a efecto. En 1620 se concertó otro asiento con Federico Oberolz, un alemán residente en Génova, para el suministro de 16.000 quintales de azogue en cuatro años a razón de 40 ducados el quintal. Este asiento fue prorrogado por tres años más, con el compromiso de entregar 4.000 quintales anuales al mismo precio y condiciones anteriores.


Oberolz vino en quiebra en 1628 y le sustituyó como abastecedor de azogue de Idria el comerciante genovés Antonio Balbi, al cual la Corona de España le adeuda ya en 1630 nada menos que 226.160 ducados, más los intereses, por el azogue entregado. Balbi exige el pago de la deuda y a cambio se compromete a proveer 6.000 quintales de azogue a razón de 40 ducados el quintal ente 1631 y 1633. Entretanto, el virrey del Perú solicita de forma angustiosa el envío de más azogue para las minas de plata, por lo que se urge a los Fúcares para que incrementen la producción de Almadén, pero estos dicen que no pueden; también se procura adquirir azogue de China, vía Filipinas, mas este intento también fracasa.

Almadén, en manos de los Fugger, e Idria podrían producir más azogue si la Corona pagara puntualmente sus deudas, cosa que no sucede nunca, por lo que el Consejo de Indias pide a Su Majestad en noviembre de 1632 que lo haga urgentemente, puesto que de los unos y otros se ha entendido que como se les pague con puntualidad el azogue que dieren, proveerán cuanto se les pidiere. La Corona de España da prioridad a la guerra de Flandes y en 1634 todavía se le adeudan a Balbi 61.333 ducados. Aun así, Balbi continuó el suministro de azogue de Idria en los años siguientes a razón de unos 2.000 quintales anuales y 40 ducados el quintal En 1641 se firmó un nuevo asiento con Balbi para el abastecimiento de 16.000 quintales de azogue de Idria en cinco años y a dicho precio.

Al problema de que la Corona española era incapaz de pagar en efectivo y al momento, lo que provocó el ocaso de los Fugger y su salida de nuestro país, se sumaba la complicación del transporte del azogue de Idria hasta América. Como no podía ir directamente, había que descargarlo en Cádiz y llevarlo a Sevilla, Guadalquivir arriba, para empacarlo adecuadamente y después transportarlo de nuevo a Cádiz para su embarque. La decadencia de las minas de Almadén y Huancavelica (Perú) en la segunda mitad del XVII hizo imposible prescindir del azogue de Idria. En 1689 era el virrey de Nueva España el que clamaba por el envío inmediato de 6.000 quintales y la Corona ordenó a la Casa de la Contratación que consiguiera más azogue de cualquier parte que sea posible y a cualquier precio.

El panorama cambió completamente a principios del siglo XVIII con el descubrimiento de la mina del Castillo, una zona de mineral virgen situada al este de la que se venía explotando con anterioridad. La producción de azogue de Almadén se multiplicó por dos veces y media entre la segunda mitad del XVII y la primera mitad del XVIII, pasando de 103.113 quintales a 260.913. En la segunda mitad del XVIII la producción


siguió en aumento, alcanzando los 655.378 quintales, es decir, más de seis veces la cantidad de igual período de siglo anterior. Por tanto, no es de extrañar que cuando el comerciante holandés Adrián Aldewelert propuso a la Corona española la venta de azogue de Idria, el fiscal de la Superintendencia General de Azogues informase que Almadén ya producía lo suficiente y existía el repuesto necesario.

No obstante, la necesidad de azogue era tan grande en el virreinato de Nueva España que Carlos III autorizó en 1785 un contrato con el conde Greppi1 para la provisión de azogue de Idria. La cantidad a suministrar sería de 36.000 quintales, a razón de 6.000 quintales anuales en el período de 1785 a 1791. Además, si la producción de Idria lo permitía, también se adquirirían otros 24.000 quintales adicionales. El precio era de 53 pesos fuertes por quintal, es decir, 424 reales de plata; los mercaderes no querían cobrar en reales de vellón y mucho menos en billetes reales, pues no se fiaban de su valor. En 1788 se trasladó Greppi a Madrid para solicitar una prórroga del contrato y un aumento del precio del quintal de azogue, que pasaría de 53 a 60 pesos.

El embajador de España en Viena inicia gestiones cerca de la Corona austriaca en 1789 para eliminar intermediarios y adquirir directamente el azogue. Las ganancias de Greppi son exorbitantes y su contrato se mantendrá hasta 1791, pero no será renovado. Hacia 1790 las minas de Idria producen anualmente unos 14.000 quintales de azogue, de los cuales unos 3.000 se venden a otros países y otros 1.000 se transforman en bermellón; quedan pues 10.000 para enviar a España. El convenio entre las Cortes austriaca y española tendrá una duración de seis años a partir del 31 de diciembre de 1791 y la cantidad fijada es de 6.000 quintales anuales, si bien subirá hasta 10.000 si la producción de Idria lo posibilita. El azogue será empacado a la manera de Almadén y transportado hasta Trieste, en el mar Adriático, donde se embarcará para llevarlo a Cádiz. El precio será de 53 pesos fuertes el quintal.

Este comercio terminó en 1797, cuando Napoleón Bonaparte intentó aliarse con la República de Venecia y esta se negó; ofendido, Napoleón la invadió y puso fin a trece siglos de independencia. Aunque en principio Venecia fue cedida a los austriacos, un enfrentamiento posterior hizo que pasara a su poder en 1805, integrándose así en el reino de Italia. Napoleón se apoderó también de la vecina Trieste y de las minas de Idria, de modo que el ministro de Hacienda español informó a Godoy que había que

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El conde Pablo Greppi, milanés, estuvo al cargo del consulado de la Corona austriaca en Cádiz entre

1774 y 1791. Sus contactos con las Cortes de Viena y Madrid le permitieron acceder de forma privilegiada a los negocios impulsados por ambos Estados.


intentar comprar todo el azogue posible a los nuevos dueños para evitar el colapso de la minería de plata americana.

Unos años antes, en 1796, Diego de Larrañaga y Francisco de la Garza, dos brillantes cadetes de la Academia de Minas de Almadén, habían sido comisionados para trasladarse a Centroeuropa con el fin de perfeccionarse en las técnicas mineras. Uno de los establecimientos que visitaron fue el de Idria, donde se mostraron especialmente interesados en la fabricación del bermellón y en los hornos de tostación del mineral para la obtención de azogue.

El bermellón había dejado de elaborarse en Almadén desde la marcha de los Fugger, allá por el lejano 1645. Ahora, a finales del XVIII, se producía en Sevilla, utilizando, eso sí, el mineral de mejor calidad de Almadén. El fabricante sevillano, que guardaba celosamente el método utilizado, obtenía buenos dividendos con la operación. El bermellón de Idria estaba considerado el mejor de Europa y era muy usado para la confección de pintura artística en ciudades como Ámsterdam. A Larrañaga y de la Garza no se les permitió ver el proceso de fabricación del bermellón, por lo que hubieron de conformarse con adquirir algunas muestras del mismo. A su vuelta a casa, los cadetes proponen a la superioridad la elaboración de bermellón y lacre en Almadén, y una Real Orden de 16 de septiembre de 1802 así lo decreta.

La fabricación de bermellón en Almadén tropezó con graves dificultades técnicas, pues el comerciante sevillano que lo venía elaborando en España, tampoco quería mostrar el proceso de su obtención. Por ello, a principios de febrero de 1804, se autoriza a enviar a Sevilla 200 arrobas de cinabrio para fabricar bermellón, mientras continúan los experimentos en Almadén. En 1806 se remite de nuevo cinabrio a Sevilla para producir 1.500 libras de bermellón y a finales de mayo de 1807 se mandan otros 100 quintales de cinabrio, de modo que no fue hasta 1808, seis años después del decreto de autorización de su fabricación en Almadén, cuando terminaron los ensayos y la factoría empezó a funcionar. El bermellón y el lacre2 continuaron elaborándose en Almadén hasta que a finales de la década de 1830 quedó demostrada su falta de rentabilidad y la Real Fábrica de bermellón y lacre acabó cerrando en 1841.

En cuanto a los hornos, hacia 1750 se habían introducido en Idria los de aludeles o Bustamante, a imagen y semejanza de los usados en Almadén. Como parece que el 2

El lacre está compuesto de goma laca y trementina, a las que se añade bermellón para que adquiera su

característico color rojo.


sistema de condensación de tubos de cerámica no les convenció, lo sustituyeron por cámaras de grandes dimensiones, a la vez que aumentaron también el tamaño de los hogares donde se calentaba el mineral. Larrañaga y de la Garza tomaron buena nota de estas modificaciones y cuando el primero fue nombrado director de Almadén en 1803, ordenó construir un par de hornos similares a los de Idria. Los hornos, bautizados como San Carlos y San Luis, comenzaron a funcionar en 1806 y al igual que los de aludeles se edificaron adosados para que la pérdida de calor fuera menor. Respecto de cuáles dieron mejor rendimiento hay opiniones para todos los gustos, pues mientras Bernáldez y Rúa Figueroa (año 1861) se inclinan por los de Idria, Escosura (año 1878) prefiere los de aludeles. Aquellos se basan en argumentos científicos y este en otros de orden económico, de modo que se mantiene la incógnita.

Las minas de Idria continuaron su explotación durante los siglos XIX y XX. En la centuria de 1900 llegaron a alcanzar los 400 metros de profundidad y trabajaban en ellas más de 1.300 mineros. El récord de producción lo alcanzó, al parecer, en 1913 en 23.780 frascos, mientras que Almadén llegó a producir 85.000 en 1941. La producción global de Idria es de unos tres millones de frascos, lo que la convierte en la segunda productora mundial de mercurio, solo por detrás de Almadén, cuya producción asciende a unos ocho millones.

Los caminos de Almadén e Idria volvieron a cruzarse en 1928. Por entonces, la región de Idria pertenecía a Italia, que se la había anexionado en el tratado de Versalles, año 1918. De este modo, Idria y sus minas pasaron a formar parte del territorio italiano en el período entre las dos guerras mundiales. A la finalización de la segunda, su territorio se integró en la República Federal de Yugoslavia, hasta que Eslovenia adquirió la independencia en 1991. En 1928, España e Italia formaron un cártel del mercurio para controlar la producción, distribución y venta de este metal en el mundo. De este modo, más del 80% del mercado mundial fue gobernado por esta organización, hasta que en 1950 Italia vendió en secreto 50.000 frascos a Estados Unidos, lo que provocó la denuncia de España y la disolución del cártel.

España poseía las minas de Almadén y algunas otras pequeñas explotaciones en Asturias, León, Badajoz y Granada. Por su parte, Italia contaba con las minas de la región de Toscana, a las que había que sumar Idria. A la vista del potencial de ambos países, se fijó un porcentaje de ventas del 55% para España y 45% para Italia. La oficina de ventas del cártel se situó en Lausana (Suiza) y el coste de la misma se sufragaba con el 1% de las ventas de mercurio. Al principio fueron años difíciles, pues


coincidió con la crisis mundial de 1929, y las ventas del consorcio en 1930 ascendieron solo a 33.845 frascos, distribuidos así: España, 18.615 frascos; Italia, 15.230, de los que 3.763 provinieron de Idria. La situación había mejorado considerablemente en 1933, pues Mercurio Europeo vendió 61.852 frascos, con el siguiente reparto: España, 36.361 frascos; Italia, 25.491, de los que 6.568 correspondieron a Idria. La guerra civil española supuso una interrupción del convenio, pues el Gobierno italiano reconoció a la Junta de Defensa Nacional y no al Gobierno de la República.

Al término de la guerra civil, el cártel vuelve a funcionar y las ventas de 1939 ascienden a 82.182 frascos. El comienzo de la segunda guerra mundial eleva la cotización del mercurio, por lo que, en palabras de D. Jesús Marañón, presidente de Mercurio Europeo, el año 1939 ha sido uno de los más prósperos para los productores de mercurio. Italia entra en guerra el 10 de junio de 1940, pero el cártel decide continuar su actuación conjunta. Como consecuencia de la situación bélica, las minas de Idria dejan de producir, o al menos todo el mercurio italiano procede de los distritos mercuríferos de Monte Amiata y Siele. El cártel continuará las ventas después de finalizar la segunda guerra mundial, pero ya sin el concurso de Idria, por lo que cerramos aquí este asunto.

Epílogo A lo largo de estas páginas hemos visto un resumen de las intensas relaciones comerciales y técnicas que durante siglos han existido entre Almadén e Idria. Ahora, con ambas minas clausuradas, se ha iniciado una conexión cultural, no menos apasionante, que ha conducido a ambos distritos mineros a ser declarados patrimonio mundial por la UNESCO. Vaya nuestro agradecimiento para cuantos han colaborado en su consecución y nuestro deseo de que este nexo de unión secular entre ambas ciudades mineras perdure en el futuro.

© Ángel Hernández Sobrino


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