ALMADÉN, PATRIMONIO MINERO MUNDIAL
Almadén es la mina. El pueblo fue creciendo poco a poco hasta el siglo XVII, y más rápidamente a partir de entonces, en torno a las labores mineras. Cuando estas se desplazaron hacia el este como consecuencia del descubrimiento de la mina del Castillo a finales del XVII, hubieron de realizarse pozos entre las viviendas de los mineros. Tal es el caso del pozo de San Miguel y del torno de Castro, construidos en medio de la población. La villa de Almadén se asienta así sobre una colina alargada en cuya parte occidental se hallan los cercos de piedra y ladrillo que rodean las instalaciones mineras, mientras que el pueblo se fue extendiendo sobre aquella en dirección este. Almadén ha sido la mina de mercurio más importante del mundo y conserva en su subsuelo labores mineras de los siglos XV, XVI y XVII, pero en superficie su gran momento fue el siglo XVIII. Bajo los Borbones, en la época de la Ilustración, diversos edificios, como la Plaza de Toros, la Casa Academia de Minas o el Real Hospital de Mineros, nos muestran la importancia de su patrimonio histórico y artístico. Son obras arquitectónicas modestas, dirigidas por los propios maestros mineros y caracterizadas por el empleo de materiales constructivos tradicionales en la comarca. A la mampostería de cuarcita se unen el ladrillo cocido, las maderas de encina y madroño, la teja árabe y la forja; pero esta sencillez constructiva no está en absoluto reñida con la belleza de sus fachadas y la racionalidad de los espacios interiores. Además de los edificios ya citados y de otros varios que se distribuyen por el casco urbano, no debemos olvidar las construcciones que se encuentran en el interior de los cercos mineros. Allí se conserva, ya restaurado, el conjunto de las instalaciones mineras y metalúrgicas, entre las que destacan la máquina y el castillete del pozo de San Aquilino, los edificios de talleres y compresores, los hornos de aludeles y el almacén de mercurio. Estas construcciones de los siglos XVII al XX nos ayudan a comprender la historia de Almadén, materializando la memoria del trabajo. Y como límite con el paisaje exterior de cerros y escombreras, el gran cerco de piedra y ladrillo que rodea todo el complejo metalúrgico y que, debido a la pendiente del terreno, cae formando una curva de catenaria, muralla que se cierra sobre sí misma. Para comunicación con el exterior, las puertas de ladrillo, de las que destaca por su prestancia la de Carlos IV, llamada así por haberse construido en 1795, durante el reinado de dicho monarca. Y al otro lado de las puertas, el camino empedrado por el que bueyes y mulas iniciaban el largo itinerario para llevar el mercurio hasta Sevilla y, de allí, a las minas de plata de la América Colonial.
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Pero Almadén es también su término municipal. Fuera ya de los límites de la población aparecen los caminos históricos que se dirigen hacia Madrid, Sevilla y La Mancha. Todavía se conservan en algunos tramos los empedrados, que evitaban que se hicieran intransitables en épocas de lluvia, y los puentes de mampostería y ladrillo para salvar los arroyos y el río Valdeazogues. Pero el agua que causa problemas al viajero, es también un valioso capital en una comarca tan escasa de ella. Pozos, manantiales y aljibes eran bienes preciados en los alrededores de Almadén, no solo para que hombres y animales pudieran beber, sino también para que el establecimiento minero funcionara, porque Almadén es la mina y casi todo ha girado siempre en torno a ella. Almadén atestigua así su importancia en la historia y economía españolas. A su patrimonio industrial, que conforma hoy en día el Parque Minero de Almadén, hay que añadir el histórico-artístico disperso por la población y su término municipal. Edificios como la Plaza de Toros, el Real Hospital de Mineros, la Casa Academia de Minas, los hornos de aludeles o la puerta de Carlos IV son en palabras de D. Antonio Bonet Correa, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, obras dignas de ser colocadas tan altas dentro de la escala de valores arquitectónicos como las de un templo o un palacio neoclásico de la misma época. Para los ilustrados del siglo XVIII, como Campomanes o Jovellanos, el bien supremo residía en la utilidad pública y nada debería ser más bello y cuidado que las obras de las artes útiles, destinadas a fomentar el bienestar y la felicidad del género humano. Almadén es, por tanto, uno de los mejores modelos del patrimonio industrial español, pues no solo goza de magníficos ejemplos arquitectónicos o técnicos, sino que evidencia el patrimonio humano, ese que no se ve, patrimonio inmaterial e invisible de sus hombres y mujeres.
© Ángel Hernández Sobrino
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