El economato minero de Almaden en su primera epoca

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EL ECONOMATO MINERO DE ALMADÉN EN SU PRIMERA ÉPOCA

Los economatos tienen su origen en el proceso de industrialización que se extendió por Europa en el siglo XIX y eran establecimientos destinados a las personas pertenecientes a un mismo colectivo en los que se ofrecían diversos productos a un precio más reducido que en los mercados habituales.

Había economatos para

militares, mineros, etc., e incluso para presos.

En Almadén había empezado a funcionar algo parecido varios siglos antes, al igual que ocurrió con las viviendas obreras. Estas comenzaron a proliferar en las industrias y minas importantes a mediados del XIX, mientras en Almadén las viviendas adosadas a su plaza de toros son de mediados del XVIII. Pues bien, hacia 1575 los mineros de Almadén empezaron a sufrir problemas de aprovisionamiento, de modo que algunos mineros llegaban tarde al trabajo o faltaban a él porque habían de ir a las tiendas y comercios de la villa, donde encontraban muchas dificultades para comprar alimentos, bien porque no encontraran qué adquirir o bien porque los comerciantes no se lo vendían hasta que los vecinos de la villa se hubieran proveído de los mismos.

Como en aquellos años las minas estaban arrendadas a los Fúcares, estos tomaron cartas en el asunto y consiguieron que la Corona autorizara en un local al pie de las minas la venta de carne, pescado, pan, vino y otros alimentos para los operarios, fijando también el precio de los diversos productos a la venta. Además, para que los precios fueran razonables, permitieron, por ejemplo, que el abastecedor de la carne tuviera derecho a que su ganado pastase en las dehesas propiedad de la villa. De este modo, los proveedores de los mineros adquirían los mismos derechos que los que surtían a los vecinos de Almadén.

En época mucho más reciente el Consejo de Administración creó un auténtico economato minero con el objeto de proporcionar a los obreros y empleados modestos de sus minas los artículos de primera necesidad de uso corriente a precio reducido, siempre con arreglo a las costumbres locales y de acuerdo con las disponibilidades económicas. Al principio el economato era deficitario y así cuando se hizo balance de su gestión el 24 de agosto de 1927, las pérdidas ascendieron a 8.772,76 pts, pero el ejercicio económico de 1928 ya resultó satisfactorio, por lo que se nombró gerente en propiedad a D. Luis Sánchez Vidal. En el año 1930 el Consejo reconocía que la situación del economato era próspera y que las ventas aumentaban de día en día.


El personal que lo atendía pertenecía a diversos gremios de la mina, si bien sus haberes se satisfacían con cargo al economato, puesto que el Consejo había acordado en 1928 recargar con un 5% el precio de venta de los artículos para abonar las nóminas de los trabajadores del mismo. Como esta situación era anómala, decidió cambiarse, de modo que se ofreció a estos trabajadores la posibilidad de reintegrarse a su puesto de trabajo en la mina o bien pasar a formar parte de la plantilla del economato. En cuanto a su funcionamiento, se resolvió dotarlo de una mayor autonomía, aunque reconociendo expresamente la facultad del interventor de las minas para fiscalizar las operaciones contables.

El economato tenía su propio reglamento y estaba regido por un comité mixto formado por representantes de la dirección de la empresa y de las asociaciones obreras, y a partir de 1932 por dos señoras elegidas entre las mujeres poseedoras de libretas, teniendo todos estos cargos dos años de duración. En el citado año de 1932, el Sindicato Minero solicitó al Consejo la concesión de un crédito al economato con objeto de dar facilidades a los obreros para la adquisición de zapatos con motivo de las próximas ferias. El Consejo aprobó dicho crédito, señalando un límite individual para cada obrero de 50 pts. y dos meses como período máximo para el reintegro de la totalidad del anticipo.

El hecho de que cada vez hubiera en el economato más productos diferentes de los considerados estrictamente como de primera necesidad, generó la protesta de los comerciantes de Almadén, quienes en 1935 acusaron ante el Consejo al economato por vender artículos de lujo, permitiéndose comprar a los obreros por más del 75% de sus jornales y haciendo uso de las libretas personas ajenas a la Mina. El Consejo atendió sus demandas y prohibió la venta de artículos que no tuvieran el carácter de primera necesidad, así como la venta a personas que no fueran empleados de las minas. Además, ordenó que no se concedieran más créditos a los beneficiarios por valor superior al 50% de sus haberes mensuales.

En 1936, cuando ya gobernaba en España el Frente Popular, 106 obreros de las minas, vecinos de Chillón, solicitaron que se estableciera en su localidad una sucursal del economato, por los grandes trabajos y penalidades que suponen para ellos el tenerse que trasladar diariamente a Almadén para adquirir los artículos de primera necesidad. Aunque no sabemos si el proyecto se llegó a realizar, lo cierto es que el Consejo aprobó su solicitud y encargó al comité ejecutivo del economato que estudiara


la mejor manera de llevarlo a cabo. Pocos imaginaban que unos pocos meses después la guerra civil trocaría en escasez el relativo bienestar de años anteriores. Aunque las minas de Almadén fueron declaradas industria de guerra, los artículos de primera necesidad empezaron a faltar. De nada valía que se les aumentara el sueldo a los mineros, si las estanterías del economato estaban casi vacías.

En enero de 1938 la situación había empeorado y el Consejo decidió ayudar a los comedores de asistencia social para que todos los almadenenses y los refugiados de los frentes de batalla tuvieran un plato de comida caliente que llevarse a la boca. El economato minero suministró a crédito algunos artículos y el Consejo le concedió a cambio un préstamo de 200.000 pts. para la adquisición de trigo y harina. Como la Comisaría de Abastos no mandaba a Almadén suficientes alimentos, se recurrió a la Dirección General de Minas, que era la que se encargaba del abastecimiento de las cuencas mineras, de modo que había un plus de alimentación para ellas. El envío correspondiente a marzo de 1938 constaba de: 56 kg. de alubias, 66 de azúcar, 20 de bacalao, 20 de café, 50 de de garbanzos, 46 de lentejas, 400 de arroz y nueve cajas de carne en conserva de 24 kg. cada una.

Los datos de contabilidad del economato minero son bien expresivos, pues sus ventas fueron bajando a medida que transcurría el año 1938. Comparando con 1937 mes a mes, las ventas de marzo del 38 excedieron a las de 37 en 9.960 pts.; en abril ya fueron inferiores en 33.227 y en julio continuaron a la baja. La situación empeoró en octubre de 1938, cuando la ofensiva franquista en Extremadura provocó la llegada de muchos refugiados a Almadén. El Ayuntamiento pidió ayuda al Consejo para esta causa humanitaria y éste donó 6.000 pts.

No son de extrañar por tanto los elogiosos términos que figuran en el informe que envió en marzo de 1937 el presidente del Consejo, D. Marino Saiz, al ministro de Hacienda, D. Juan Negrín: En esta hora de máximas dificultades, Almadén, modelo de civismo y símbolo de lo que debe ser una retaguardia consistente, labora con máximo afán por el triunfo de la guerra y organiza su vida interna sobre una vigilancia de plena consciencia y un elevado sentido de humanidad que lo ennoblece y dignifica.

El final de la guerra civil no supuso ni mucho menos la solución del grave problema de desabastecimiento para el economato. En 1939 se recurrió al general jefe del Ejército del Centro para adquirir azúcar, jamones y tocino, garbanzos, aceite y conservas de pescado, pero resultó que fue el economato el que tuvo que suministrar 500 kg. de


maíz al Cuartel General del Ejército para su ganado. Una vez más, el problema no era el dinero, pues las ventas de mercurio aumentaban año tras año, ahora que la segunda guerra mundial estaba a las puertas, sino la falta de alimentos estrictamente necesarios como legumbres, patatas, aceite y azúcar.

A medida que pasaban las semanas llegó a faltar el pan durante varios días y, mientras, el economato se vio obligado a abastecer a las tropas acantonadas en Almadén, nada menos que 1.200 hombres, con 700 kg. de garbanzos y 400 de patatas. Por su parte, el alcalde solicitó 10.000 panes a la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, pero pasaron varios días y el pan no llegó ni por carretera ni por ferrocarril. El cupo de pan que oficialmente tenía Almadén era de 1.000 kg. diarios para los obreros de las minas y 2.750 para el resto de la población.

Tanto el Consejo como el gerente del economato realizaron continuamente gestiones y en abril de 1940 el Servicio Nacional del Trigo comunicó que había concedido cinco vagones de este cereal de los que se encontraban en el puerto de Huelva; también se necesitaban de forma urgente 30.000 kg. de aceite. En mayo faltaron también garbanzos, judías blancas, arroz, tocino, bacalao y patatas, de los que el economato no había podido servir nada a los mineros en los últimos diez días. En las gestiones para conseguir trigo colaboró el Sr. Silveira, dueño de la fábrica de harinas de Almadén, quien tenía contratadas y pagadas operaciones de suministro en Salamanca, Zamora y Valladolid. Además se esperaba que se concedieran a Almadén algunos vagones de trigo de los que se preveía que llegarían en breve a los puertos de Sevilla, Alicante y Huelva, pues la situación continuaba siendo agobiante.

En septiembre de 1940 hubo carencia de gasolina, de modo que los alimentos y materiales que llegaban a la estación de ferrocarril de Almadenejos no podían traerse a Almadén, habiendo de sustituir los camiones por carretas de bueyes. Un mes después, el Gobierno Civil de Ciudad Real informaba que a pesar de su interés en gestionar la provisión de víveres para Almadén, era misión imposible, pues todas las provincias estaban en déficit de aceite, lentejas, garbanzos, pan, judías y arroz, e incluso jabón. Menos mal que la Comisaría General de Abastecimiento envió jabón y siete vagones de judías. Además, ha prometido conceder al Economato minero un cupo extraordinario directo en concepto de mayorista de garbanzos, lentejas, arroz y judías. Hay que tener en cuenta que en el establecimiento minero trabajaban por entonces 2.154 obreros, más 100 facultativos y administrativos, a los que había que


añadir 85 presos políticos que redimían penas por el trabajo en las labores subterráneas.

En noviembre de 1940, el gerente del economato propuso al Consejo que se adquiriera una gran partida de cerdos sacrificados para que cada operario pudiera comprar uno y lo pagara en varios plazos, pero el Consejo creyó más conveniente dar a cada obrero el importe el cerdo y que ellos lo adquirieran por su cuenta. De este modo, el Consejo resolvió anticipar al economato la cantidad de 500.000 pts, fondo del que cada obrero podría solicitar 400 pts para adquirir un animal, debiendo justificar que el crédito se había empleado con ese objeto y devolver el dinero antes del 1 de enero de 1941. El crédito del Consejo no debió gastarse completamente, porque en abril de 1941 se ofreció otro préstamo de 100 pts para la compra de embutidos, descontando a los solicitantes 25 pts quincenalmente: se funda esta propuesta en el temor de que por la proximidad del tiempo caluroso se puedan estropear los embutidos que en gran cantidad ha adjudicado al Economato el Sr. Gobernador de Ciudad Real.

El Consejo intentó en todo momento que el economato suministrara víveres solamente al personal de las minas, pero el alcalde consiguió que el resto de la población también se surtiera de él. En diciembre de 1940, el Ayuntamiento solicitó al Consejo que para dar facilidades a la Delegación de Abastos, autorizara a la población que siguiera surtiéndose de artículos del economato minero, al igual que venía haciéndolo anteriormente: funda su petición en que no es posible cumplir la medida acordada por el Consejo de que se separe el suministro del Economato del resto de la población, porque han de confeccionarse libretas nuevas de Abastos y se carece de papel; y además porque es necesario organizar un servicio de tiendas en la plaza de abastos para la distribución de artículos, lo que requiere algún tiempo.

El año 1941 empezó como terminó el anterior, con una situación agobiante. El 18 de enero comunicaba el gobernador que se había mandado a Almadén un vagón de arroz y de pasta de sopa, y otro de azúcar y judías, y anunciaba un próximo envío de garbanzos y bacalao. El 7 de abril se comunicaba desde el Gobierno Civil que en breve se destinaría a Almadén nuevas remesas de verduras y siete vagones de arroz y tal vez garbanzos, para hacer frente a la interrupción de los suministros que se anuncia hasta la próxima cosecha (dos o tres meses).


En el vecino Almadenejos la situación era todavía más angustiosa, pues el mismo Consejo reconocía que el 10% de la población era indigente. Sobre un censo de 1.320 personas, 35 adultos y 97 niños comían a diario gracias a la cocina de la hermandad de Auxilio Social. Menos mal que algunas obras acometidas por el Consejo remediaron un poco el enorme paro obrero existente. Entre ellas estaba el arreglo de los caminos que conducían a Almadén y a Alamillo, llenos de hoyos producidos por las bombas de la aviación. Otros parados fueron contratados para los trabajos de desagüe de la mina de mercurio, conocida como la Concepción Nueva, situada a unos 800 metros al oeste de la localidad. En ella el Consejo esperaba encontrar mineral de buena ley por debajo de las antiguas explotaciones que habían sido abandonadas en 1861, lo que desgraciadamente no ocurrió. Hay que tener en cuenta que en los años de la segunda guerra mundial el mercurio tenía un gran valor para todas las potencias implicadas en ella.

Estos años de posguerra han quedado en la memoria colectiva como los años del hambre, aunque en Almadén la situación no llegó a ser tan catastrófica como en otros lugares. Las malas cosechas de los primeros años cuarenta, causadas por la pertinaz sequía, como decía Franco, provocaron una gran escasez de cereales en toda España. En nuestra región y en las vecinas también influyeron negativamente las grandes plagas de langosta de los primeros años de la década de 1940. Solo los acuerdos con Argentina, ya en 1947, permitieron aliviar la situación. En ese año nuestro economato minero disponía ya de un moderno frigorífico para conservar los alimentos perecederos y tenía al frente un nuevo técnico comercial, D. Manuel Alcaraz Gerardo, al que le esperaba como primer reto conseguir la independencia de la Central Reguladora de Abastos, la cual adquiría artículos para el economato sin consultar previamente sus necesidades, obligándole después a hacerse cargo de la mercancía. Pero como siempre decimos en estos casos, esa ya es otra historia.

© Ángel Hernández Sobrino


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