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ALEMANIA Y SU OTRO MURO Mario Muñoz Lozano/Prensa Latina
from Contralínea 673
ALEMANIA Y SU OTRO MURO
MARIO MUÑOZ LOZANO/PRENSA LATINA
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La Habana, Cuba. Icono del sepelio del bloque socialista europeo, el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín fue celebrado este noviembre con bombo y platillo en Alemania, cercenada aún por una frontera económica y social entre sus dos lados.
Y aunque anhelado y aplaudido por “tirios y troyanos”, el derrumbe de la pared no significó el billete de lotería ganador para la gran mayoría de los habitantes de la difunta República Democrática Alemana (RDA), donde muchos debieron contentarse con las migajas del vencedor.
Al menos hasta ahora, la romántica historia del país donde hermanos de ambos lados de la cerca al fin se reencuentran, reconcilian y ayudan –al estilo del idílico final de El Príncipe y el Mendigo, la novela de Mark Twain–, no parece andar por el mejor de los caminos.
A 30 años de los acontecimientos, las encuestas reflejan que la población alemana cree que hay más cosas que separan que las que unen al Oeste y el Este del país, aunque también advierten que muy pocos sueñan con la reconstrucción del muro.
Según un estudio del Instituto Demoscópico YouGov, el 27 por ciento de los alemanes entrevistados opinó que pesan más las diferencias y solo 18 por ciento consideró que son más las cosas en común.
El sondeo señaló que tan sólo el 43 por ciento de los alemanes en el Oeste y 35 por ciento en el este consideran que se logró conformar una nación tras la reunificación entre la extinta RDA y la República Federal de Alemania (RFA).
Por otro lado, sólo una minoría, el 13 por ciento de los participantes en el estudio, quiere que vuelva el muro.
En declaraciones a la emisora RBB, el presidente del Bundestag (Parlamento alemán), Wolfgang Schuble, reconoció que la rápida reunificación entre las dos Alemanias fue para las personas en la ex RDA “increíblemente difícil”.
Como ministro de Interior de la entonces RFA, Schuble fue uno de los encargados de negociar el tratado de reunificación y en la entrevista aceptó que la adaptación resultó más difícil “de lo que quizá incluso creímos nosotros mismos al principio”.
Al parecer, el político alemán desconocía o subestimó los importantes y reconocidos beneficios sociales y de seguridad que asistieron a la población de la antigua RDA durante su época de construcción socialista.
País de contrastes
Sin duda, el contraste entre el Este y el Oeste de Alemania es una asignatura aún no aprobada y tal realidad sigue apreciándose en todos los ámbitos, aunque su gobierno se empeñe en destacar que las diferencias se van apagando poco a poco.
“La situación en el este es mucho mejor que su reputación”, declaró satisfecha a finales de septiembre la canciller federal alemana, Angela Merkel, cuando presentó un informe anual sobre la unidad del país.
Sin embargo, los números hablan: en 2018 el producto interno bruto (PIB) de las cinco regiones de la antigua RDA solo representaba el 74.7 por ciento del nivel del Oeste de Alemania.
Desde 2010, la diferencia en el desarrollo de ambos territorios se redujo en apenas 3.1 puntos. Detrás del ligero avance están la aparición de un tejido de pequeñas y medianas empresas y el dinamismo de Berlín, Leipzig y Dresde.
La competencia es difícil para el este, que no cuenta con grandes empresas como Volkswagen, Siemens o Bayer, cuyas sedes están en el Oeste, asegurando fuentes de trabajo y beneficios para decenas de miles de personas.
Ninguna empresa del Dax, el índice de acciones de las 30 compañías más grandes de Alemania que cotizan en la Bolsa de Fráncfort, tiene su sede en las regiones del Este.
En 2018, los estados federados de la antigua RDA seguían detrás de los del Oeste en términos de sueldo. Según la agencia federal para el empleo, el salario medio de un empleado del Oeste era de 3 mil 339 euros brutos al mes, mientras que en el Este la cifra era de 2 mil 600 euros.
También en el Este la productividad es menor, el 82 por ciento de la que se registra en el Oeste.
Acostumbrados al pleno empleo estatal de la ex RDA, en la década de 1990 y hasta el 2005, los alemanes del Este experimentaron y padecieron, por primera vez, el fenómeno del desempleo, con tasas que superaron el 30 por ciento en algunas ciudades.
Luego descendió, en parte por el declive demográfico: muchos alemanes del Este huyeron al Oeste “más rico y próspero” en busca de trabajo y mejoras en sus condiciones de vida, explica un analista.
En parte, por la estrategia del gobierno de aumentar el empleo a tiempo parcial en estos territorios: 30.5 por ciento en el Este, frente al 27.6 del Oeste.
En agosto de 2019, el nivel de desempleo era del 4.8 por ciento en el Oeste y del 6.4 por ciento en el Este.
El Este envejece más
En una Alemania envejecida, donde la edad media creció de los 40 años de 1990 a los 45 en 2018, la situación demográfica de la antigua RDA ha disparado las alarmas.
Desde 1991, la población del Este pasó de 14.6 a 12.6 millones de habitantes, mientras que en el Oeste (incluyendo Berlín), subió de 65.3 a 69.6 millones.
Y es lógico, las familias emigran cuando no tienen presente o futuro por delante, y crecen y progresan más en la medida que mejoran sus condiciones de vida para hacerlo, lo que no ha sucedido así en los territorios del Este alemán.
No es menos cierto que ciudades del Este como Dresde, Jena o Leipzig han logrado reconocidos índices de dinamismo económico. Pero su situación no es la generalidad. Muchas no logran evitar el éxodo y el envejecimiento que azotan a estas regiones.
La evidencia es pública. Los carteles anunciando tiendas, mercados y edificios en venta asolan las zonas más concurridas de no pocas urbes del Este.
En algunas localidades como Suhl, en Turingia; o Fráncfort del Óder, en Brandeburgo; la población descendió más del 30 por ciento en 3 décadas, lo que tuvo repercusiones en los servicios públicos y en las infraestructuras.
Según los demógrafos, la emigración masiva de jóvenes al Oeste o al extranjero a principios de la década de 1990 derrumbó la tasa de natalidad en el Este y las consecuencias afectarán esas regiones y al país durante varias décadas.
La estrategia de acogida de cientos de miles de refugiados y migrantes en Alemania desde 2015 no ha conseguido invertir esa tendencia en el Este, sobre todo porque la mayoría eligió quedarse en el Oeste.
Y crece la derecha
De las diferencias al interior del país se aprovechó bien la derecha. Y a muchos no sorprendió que el joven partido ultra Alternativa por Alemania (AfD), creado en 2013, obtuviera sus mejores resultados en el Este, donde consigue ya entre el 20 y el 30 por ciento de los votos, mientras en el Oeste obtiene 10 como promedio.
En las elecciones de junio pasado fue necesario que todas las formaciones se aliaran –lo que se ha dado en llamar el cordón sanitario–, para impedir que el AfD ganara Gorltiz, su primera ciudad importante.
Ante el declive de los partidos tradicionales y de la izquierda, el Este alemán también se ha convertido en la casa del movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida), que con un discurso antiinmigrante y de derecha reúne a miles de manifestantes cada lunes en Dresde, desde hace varios años.
Politólogos aseguran que las causas de ese fortalecimiento de la derecha están claras en los resultados de las encuestas: para el 74 por ciento de los habitantes de los territorios de la ex RDA existen “diferencias muy grandes” entre las dos partes del país, lo que los convierte en “ciudadanos de segunda”.