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LÍNEA GLOBAL Trump y la Covid-19, el precio de la negligencia Deisy Francis Mexidor/Prensa

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TRUMP Y LA COVID-19

EL PRECIO DE LA NEGLIGENCIA

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“Todos los años mueren miles de personas en los accidentes viales y no por eso se dejan de fabricar autos”, es el argumento de Donald Trump para levantar la cuarentena en Estados Unidos. Menospreció las advertencias y ahora cree saber más que los científi cos

DEISY FRANCIS MEXIDOR/PRENSA LATINA

La Habana, Cuba. Al parecer la Covid-19 es el primer fenómeno con el cual chocó Donald Trump desde la asunción a la presidencia en Estados Unidos, que resulta inmune a sus ataques por Twtter y el único rival en los propósitos de reelección.

Más de 2 millones de estadunidenses podrían morir por la Covid-19, afi rmó un reciente artículo del diario  e New York Times en el cual analiza algunos aspectos del impacto de la pandemia en el país a partir de la pobre e inefi ciente respuesta de la administración Trump a esta emergencia de salud.

En la misma cuerda, una opinión aparecida en la revista Foreign Policy aseguró que el desapego y la indiferencia de la Casa Blanca durante las primeras etapas del brote del nuevo coronavirus en Estados Unidos formarán parte de las decisiones más costosas de cualquier presidencia moderna.

Ambos medios de prensa resumen parte del aluvión de críticas recibidas por el ocupante de

la Ofi cina Oval en su esfuerzo por minimizar el virus durante casi 2 meses y hacer una serie de declaraciones falsas o engañosas.

El presidente Trump hizo sus primeros comentarios públicos sobre el coronavirus el 22 de enero, en una entrevista televisiva desde Davos con Joe Kernen de la CNBC, un día después del anuncio de la aparición del brote en Estados

Para Trump, la Covid-19 no pasaba de ser una simple gripe que podría desaperecer como un milagro en unas pocas semanas

Unidos.

“¿Hay preocupación por una pandemia en este momento?”, le preguntaron al presidente, quien respondió: “No. En absoluto. Y lo tenemos totalmente bajo control. Es una persona que viene de China, y lo tenemos bajo control. Todo va a salir bien”.

Negado a admitir la realidad y las cifras, el mandatario optó por esgrimir argumentos improvisados que desde la propia comunidad científi ca le rebatían. Para Trump, el coronavirus SARS-Cov-2, causante de la Covid-19, no pasaba de ser “apenas una simple gripe” que podría desaparecer “como un milagro” en unas pocas semanas, mientras los números de casos “estaban disminuyendo”.

Al propio tiempo iba a contracorriente cuando los especialistas de salud advertían sobre la falta de pruebas para los diagnósticos y él aseguraba que todo ciudadano que quisiera hacerse el examen lo tendría a su disposición.

Lamentablemente, “una vez que él (Trump) cree de manera absoluta cualquier cosa, no importa cuán mal pensada, mal informada o inexacta sea, permanece completamente anclado a esa impresión o juicio inicial”, sostuvo Foreign Policy.

De hecho, casi a la par en que el mandatario descartaba los riesgos del letal virus, Tom Frieden, quien por 8 años dirigió los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, escribió un artículo para el sitio digital Stat, dedicado a temas de atención médica, en el que contrariaba a Trump.

Frieden alertó sobre la veloz expansión del virus en un breve lapso, por lo que “necesitamos aprender –y rápido– sobre cómo se propaga”.

El cirujano general de Estados Unidos, doctor Jerome Adams, también señaló en declaraciones a Fox News que el país estaba “en un punto crítico de infl exión” y anticipó que al mirar “las proyecciones, hay muchas posibilidades de que podamos estar como en Italia”.

El director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas, doctor Anthony Fauci, ha rebatido declaraciones erradas y demasiado esperanzadoras del gobernante.

Fauci confesó que tenía un límite a lo que podía hacer cuando Trump habla de forma incorrecta durante las sesiones informativas del grupo de trabajo de la Covid-19. “No puedo saltar delante del micrófono y empujarlo”, afi rmó.

Poco después las palabras de esos y otros expertos se corroboraron: Estados Unidos es ya la nación del mundo con un mayor número de contagios y “lo peor no ha llegado”, según opinan.

El pánico a enfermar

La propagación del SARS-Cov-2 sacó a fl ote las lagunas de la legislación laboral en el poderoso y rico país del Norte y aún más, las vulnerabilidades de su estructura sanitaria, basada en un sistema de salud y pólizas privadas que no están al alcance de todos.

Un 20 por ciento de la población estadunidense o no tiene cobertura de salud o posee una limitada, lo que llevaría a millones de personas a no pedir asistencia médica en caso de contraer la enfermedad.

Además, no existe el derecho a la baja laboral por lo que las personas se ven obligadas a acudir al trabajo aun enfermos, lo que en un escenario

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como este solo aceleraría la propagación del virus y, por tanto, de los contagios.

Las autoridades sanitarias admitieron que sospechan que el SARS-Cov-2 llevó circulando unas 6 semanas en el estado de Washington, mientras se registraron los primeros casos en el país.

Aunque parezca ilógico, muchos ciudadanos en Estados Unidos prefieren no acudir a un centro de salud por los altos costos que deben pagar y que no están a su alcance.

Algunas cifras difundidas por la prensa dan cuenta que al menos 28 millones de personas –de una población que supera los 327 millones–, no tienen ningún tipo de cobertura médica y de esa cantidad 4.3 millones son menores de edad.

También plantean que otros 40 millones poseen una cobertura limitada, lo que supone en total el 20 por ciento, aproximadamente, de la población de Estados Unidos, según la organización Public Citizen.

Un estudio de hace 2 años, realizado por la Universidad de Chicago, arrojó entonces que cerca del 40 por ciento de los estadunidenses encuestados evitaron un examen médico recomendado o un tratamiento debido a los precios.

Entretanto, el 44 por ciento de los entrevistados en ese momento dijo que prefirió no recibir asistencia pese a estar enfermos por la factura que les llegaría después.

A ello se suma que las leyes estadunidenses carecen de beneficios para casos de bajas laborales pagadas. Una investigación de 2010 de la Universidad de Pennsylvania argumen

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tó que durante la epidemia de la denominada gripe porcina (marzo de 2009), tres de cada 10 trabajadores continuaron ejerciendo aun enfermos.

El pasado 20 de febrero, 46 congresistas liderados por el demócrata de Illinois Jan Schakowsky enviaron una carta a Trump para reclamarle que el gobierno federal garantice que los tratamientos y posibles vacunas para el coronavirus tengan un precio razonable y asequible.

“Los objetivos [de lograr una medicación o vacuna con un precio asequible] no podrán lograrse si se les concede a las farmacéuticas la potestad de fijar los precios y determinar su distribución ni poniendo el interés en el beneficio por encima de la salud pública. Los estadunidenses tienen que beneficiarse de los resultados de la inversión pública”, subrayó la misiva.

Tememos que en especial las personas con ingresos medios y bajos no sean adecuadamente protegidas contra la epidemia del coronavirus, expresaron los legisladores.

Un país paralizado

La Covid-19 muestra parte de su real dimensión. Paralizó la actividad económica y confinó a millones de estadunidenses al aislamiento dentro de sus hogares a medida que continúa extendiéndose, todavía sin control.

Por ejemplo, el furor de la impugnación que consumió al Capitolio durante casi 1 año se disipó en medio de esta tormenta política mucho más urgente.

Cualquier rastro del juicio político al que fue sometido Trump desapareció del Congreso,

de los titulares de prensa y hasta de la campaña electoral.

Para algunos miembros de la fuerza demócrata la doble amenaza existente, a la salud pública y a la economía, hace tambalear las elecciones del 3 de noviembre. El escenario creado por la Covid-19 trae malas nuevas para el republicano presidente. Es casi seguro que la economía nacional caiga en recesión cuando arranque el segundo trimestre del año. Los pronosticadores predicen la más rápida contracción desde la Gran Depresión.

Por lo tanto, los republicanos, que esperaban centrar sus ataques electorales en la impugnación de Trump, recibieron un cambio en las reglas en apenas un abrir y cerrar de ojos y tendrán que lidiar con el desastre económico alimentado por el virus, motivo de preocupación para los votantes.

Una encuesta nacional de los demócratas en la Cámara Baja realizada a mediados de marzo –justo cuando las escuelas y las empresas comenzaron a cerrar sus puertas ante la propagación del brote pandémico–, reveló que el 50 por ciento de los electores entrevistados opinó que la economía de Estados Unidos empeora.

El sondeo arrojó a su vez que el 28 por ciento de los interrogados consideró que su propia perspectiva económica se agravó, mientras el 49 por ciento aprobó la forma en que la fuerza azul estaba manejando la respuesta a la Covid-19 en el Congreso.

La puntuación que en ese asunto recibió Trump fue inferior (45 por ciento) y los republicanos (42 por ciento).

El nuevo coronavirus puso en jaque al país. De momento la campaña electoral casi cesó. La recaudación de fondos disminuyó. No hay eventos proselitistas. El impulso de Joseph Biden después de vencer en primarias cruciales quedó como el final de una novela por entregas, en espera del próximo capítulo.

La congresista de Illinois Cheri Bustos está consciente de que “nadie sabe cuánto tiempo durará esto”, y que para nada es cuestión de “que el coronavirus afecte a los demócratas y no a los republicanos”.

Algunos de sus colegas plantean en privado que la actual crisis desatada por el SARS-Cov-2 servirá para abrir un necesario y fuerte debate sobre la atención médica.

El enfoque nacional en cuanto al alto costo de las pruebas para la Covid-19, las vacunas y otros asuntos de la salud podría encajar con el mensaje de los demócratas de cara a noviembre, señalan observadores.

Trump anda inquieto con el panorama que se alza ante sus narices. Quiere reabrir la economía para las fiestas de Semana Santa. A su juicio el país no puede permanecer cerrado. Nadie entiende cómo sucederá eso si ahora mismo Estados Unidos es el epicentro mundial de la pandemia.

Pero la realidad indica que el presidente anda presionado por los problemas que afronta su pilar de campaña y la proximidad de los comicios. A fin de cuentas, todos los años –estima– mueren miles de personas en los accidentes viales y no por eso se dejan de fabricar autos.

Salta a la vista que en esta continua desconexión de Trump, la forma en que desperdició los dones de previsión y la pérdida de tiempo con la emergencia, la sufren ya los estadunidenses, en especial los más vulnerables.

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