Paula Albors La Luna Art

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miguel morales ruiz



paula albors D e c o n s t r u c t i o n Ve n u s


Paula Albor y los iconos de la transgresión

Hay transgresión , crítica, ironía, sensibilidad y belleza en estos collages de Paula Albors, que Albert Leighton relaciona con el mito de Venus; pero que a mi me parece que se podrían interpretar como prototipos de mujer cosificada y reducida a objeto sexual.


Mujeres, que como afirma Paula ‘muchas veces son ellas mismas las que contribuyen a su cosificación movidas por la presión de la industria de la moda y los cánones publicitarios’ El Trabajo de Paula Albors siempre me ha sorprendido. Y es que, Paula irrumpe frente a los estereotipos de la mujer -reducida a objeto de placery con sus tijeras y su imaginación , lo pone todo patas arriba. No creo que ningún hombre se hubiera atrevido a realizar estos collages, con la misma crudeza, ironía y sensibilidad de Paula Albors.


No; ningún hombre se habría atrevido; pero, en cambio, cuando los dardos proceden de la mano de una creadora como Paula Albors: es decir son una crítica desde dentro, nada sospechosa, entonces la lectura que podemos hacer es muy distinta. Porque Paula Albors no crea desde el anti feminismo, ni ningún otro -ismo, sino que denuncia la degradación a la que se ve, abocada, muchas veces, la mujer en una sociedad como la nuestra, reducida , a poco más que banalidad y sexo.


Como Valle - Inclán, en sus esperpentos, o Alfred Jarry en Ubú rey, Paula Albor engendra unas criaturas conceptualizadas y paródicas, que también se podrían emparentar, con los trabajos de street art que realiza Haculla, Cuando, desde sus carteles y graffitis pegados a las fachadas de New York, arremete contra la estética servil de las top models. Pero la transgresión de los iconos de Paula Albors es mucho más audaz y creativa que la de las imágenes caricaturizadas del neoyorquino Haculla.

Miguel Morales Ruiz
































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El poder simbólico del mito de Venus ha resultado tan atractivo que son muy pocas las épocas históricas que ha podido renunciar a la necesidad de representarlo. Quizá sea en la Posmodernidad donde, por las razones constitutivas de su propio ideario, ecléctico pero escéptico, se haya apagado esa necesidad de representación del mito. Es precisamente en la Posmodernidad donde el rito suplanta definitivamente a un mito que apenas suscita interés por nadie. La deconstrucción comenzó siendo un producto de la filosofía, después pasó a ser un dogma universitario y acabó siendo una moda que la sociedad recibió con los brazos abiertos, pues permitía continuar con los ritos aun habiendo renunciado a cualquier fundamento, a cualquier mito. En este sentido la corrección política siempre estaría ahí para echar una mano a ese pensamiento descreído, superficial y juerguista. Y es en este sentido y en este contexto donde Paula Albors hace su particular reivindicación del mito de Venus. Las Venus de Paula Albors son Venus reconstruidas. Sus Venus no son pues el signo de una desmembración, aquella en la que ha sumido nuestros cuerpos la asimilación del credo posmoderno, sino el intento de una de una reconstrucción. Lo que hace con sus Venus es, precisamente, mostrar lo que verdaderamente hay debajo de la apariencia engañosamente normal: diosas que reivindican una identidad particular y concreta, pero a las que les resulta imposible hacerlo sin acudir a la recomposición, a la cirugía, a la reconstrucción. En efecto, ahora sólo es posible una verdad dispersa, ambigua, múltiple, y por eso sus Venus se encuentran configuradas a base de retazos. Las Venus de Paula Albors son diosas que han tenido que pasar por el quirófano para poder ser de nuevo. Y ha sido el bisturí/cútex de la artista la que ha insuflado vida a unos fragmentos que vagaban por múltiples publicaciones de variopinto pelaje. Son Venus reconstruidas a partir de los detritus proporcionados por la deconstrucción.


En todo caso cabe decir de esas Venus reconstruidas que, aun con toda la seriedad de la que son merecedoras, no se encuentran exentas de un cierto sentido del humor. Como por cierto ya le pasara a aquella fantástica criatura recompuesta por el Dr. Frankesntein, pues toda reconstrucción realizada a base de “variadillo” presupone una locura, esa locura a las que nos conminó el ideario descreído de la Posmodernidad. No hay posible vuelta atrás: ahora ya no queda otra que aceptarnos tal y como somos, y aceptar que somos el fiel reflejo de nuestros dioses y diosas, dioses y diosas cuya identidad es, por tanto, tan dispersa como la nuestra. Albert

Leighton



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