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ESTAR EN NUEVO URECHO

Nuevo Urecho es un lugar donde dos ambientes diferentes se encuentran, una tierra rica y fértil, con memoria prehispánica de antiguos asentamientos Chichimecas y Tarascos. Urecho tiene memoria, raíces y tradición. Reflejo de la amabilidad y hospitalidad de sus actuales pobladores, que llevan sus vidas tranquilas, la mayoría en convivencia con el ambiente en sus hermosos huertos de traspatio o en las huertas circundantes a la población. Estar en Urecho es sentir el abrazo de la cadena de montañas que lo rodean, su clima tropical marca un punto de cambio ya que se encuentra justo en medio de dos ambientes. Por una parte, sus vecinos de Ario de Rosales con sus bosques mixtos de pino-encino que albergan un clima templado y, por otra parte, en su colindancia sur con la Huacana hay un contraste en la vegetación y la temperatura de la selva seca que alberga la localidad. Urecho es muchas cosas que si tratase de describirlas desde un punto histórico, biológico, psicológico o geográfico estaría limitando todo lo que representa. Pues tuve la oportunidad de palpar con todos mis sentidos su tierra, su gente, su ambiente. Es cierto que las ciudades bombardean de mensajes a las localidades más rurales, que de cierta manera el falso progreso los incentiva a desapegarse de la tierra, de lo natural, de sus tradiciones e incluso de su herbolaria.

Esos mensajes de urbanización, con perspec- tiva de éxito a través de acumulación de recursos materiales principalmente económicos y de reconocimiento social, han llevado a las nuevas generaciones al desconocimiento total de los recursos naturales que los jóvenes locales pueden asistir y aprovechar. Tal es el caso de los cafetales orgánicos que son mantenidos por los padres o los abuelos de dichos jóvenes. Para mi fue impresionante saber que en Urecho se producía a pequeña escala y con agricultores independientes el café. Aún mayor el impacto en mí fue poder concientizar que en la mayoría de los hogares mexicanos el liquido de color negro que nos incentiva a despertar en la mañana y nos proporciona energía era cultivado ahí, en un lugar no tan lejano de la ciudad, por personas con una visión diferente a las industrias; que optaron por aprovechamiento no por explotación, hacerlo de manera amigable con el ambiente, sin químicos para acelerar el proceso y respetando el ciclo productivo de las plantas.

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Tuve la dicha de compartir con los agricultores cafeteros pláticas, comida, experiencia y ser parte del corte de la cereza del café, así como de conocer el proceso que lleva a un fruto a convertirse en una bebida y es parte de nuestro día a día.

Con esa experiencia se amplió el panorama de mi mente, no solo es tener café en un recipiente de vidrio etiquetado; es beber parte de una planta, sentir la acidez o dulzura de los nutrientes que la alimentan, la cantidad de agua que absorbió durante su desarrollo, sentir todo aquello en su olor, su sabor, en la consistencia de ese precioso líquido. La obtención de un producto tan cotidiano como el café, es tan maravilloso y tan poco valorado en las ciudades, es tan común que no alcanzamos a ver el esfuerzo humano para llevar a cabo su producción, no vemos el trabajo del agricultor, ni las condiciones de vida que lleva. Tampoco apreciamos los nutrientes de los suelos que permiten el crecimiento de la planta, fruto y semilla, no apreciamos a los otros árboles que no tienen un uso comercial, pero a los cafetos les brindan protección ante las condiciones adversas del ambiente, frente a los fuerte vientos, la lluvia, la radiación solar o la erosión.

No alcanzamos a percibir como algunos animales como las aves o los mamíferos se alimentan del fruto y distribuyen la semilla ayudando a que las plantas lleguen a otros sitios; como a su vez las plantas de café ayudan a retener el agua de la lluvia y llevarla a los mantos acuíferos, de los cuales obtenemos nuestra agua potable, cómo esta maravillosa planta atrapa en sus raíces los gases de efecto invernadero que calientan nuestra tierra y nos ayudan a disminuir la temperatura en ese sitio. Cómo una planta ayuda a mejorar la calidad de vida de las personas, de forma económica y en el consumo de muchas familias.

Después de sentirlo y vivirlo así, una taza de

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