Filias 01 12 14

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@Milenio

#FiliasMilenio

Aguilar Camín reseña a

Castañeda (y viceversa)

1 de DICIEMBRE de 2014

un fragmento del premio herralde 2014

La mexicana Guadalupe Nettel en entrevista con FILIAS y un adelanto de Después del invierno. p.08

dos inéditos de andrés neuman

El notable narrador, aforista y poeta argentino nos regala dos poemas. p.05

nuestro argentino del día: Gusti p.04 “Esta noche, en un acto que se supuso populoso, un viejo amigo debía presentar un libro raro...” Martín Caparrós sobre Amarres Perros y la presentación que no fue.


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somos lectores

carta de intención

RESEÑAS ENCONTRADAS

Foto: cÉsar ÁlvareZ

En las semanas previas a la FIL, dos mexicanos recibieron sendos premios literarios: Jorge Zepeda el premio Planeta y Guadalupe Nettel el Premio Herralde. De Zepeda nos ocuparemos el miércoles. Hoy celebramos a Guadalupe Nettel, de quien presentamos una entrevista realizada en España poco después del anuncio del premio y un fragmento de su novela premiada, Después del invierno. Buenos amigos desde hace años, Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín aceptaron nuestra invitación para hacer reseñas del libro del otro. Son lecturas privilegiadas por lo mucho que se conocen -un hecho de particular relevancia dado que se trata de libros de memorias-, y por lo mucho que en el camino de escritura hablaron de lo que iban haciendo. Junto con los premiados libros de Zepeda y Nettel, los de Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda forman, tal vez, el cuarteto más esperado de la temporada editorial. Cada uno a su manera es testimonio de la salud y diversidad de la producción literaria mexicana. Además, dos notables escritores argentinos colaboran hoy con FILIAS: Martín Caparrós, con la segunda entrega de su columna “Paparruchas”, y Andrés Neuman, que nos regala dos poemas inéditos. Una vez más, bienvenidos.

FE DE ERRATAS En el número de Filias publicado el sábado 29 de noviembre se identificaba a Cristóbal Pera como Director general de Penguin Random House México. Su cargo correcto es Director editorial de Penguin Random House México. Una disculpa a él, a la casa editorial, y a nuestros lectores.

(†) JESÚS D. GONZÁLEZ FUNDADOR FRANCISCO A. GONZÁLEZ PRESIDENTE FRANCISCO D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL JESÚS D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL ADJUNTO CARLOS MARÍN DIRECTOR GENERAL EDITORIAL HUGO CHAPA GAMBOA DIRECTOR EJECUTIVO Alfredo Campos Director editorial ROBERTO LÓPEZ SUBDIRECTOR EDITORIAL NÉSTOR OJEDA SUBDIRECTOR EDITORIAL HÉCTOR ZAMARRÓN SUBDIRECTOR EDITORIAL carlos puig director editorial milenio digital Bárbara Anderson Directora de innovación editorial RAFAEL OCAMPO Director editorial de deportes MIGUEL ÁNGEL VARGAS DIRECTOR de enlace editorial pedro González director general de operaciones JAVIER CHAPA DIRECTOR general de medios impresos ÁNGEL CONG DIRECTOR de milenio digital ADRIÁN LOAIZA DIRECTOR tecnología y procesos Guillermo Franco director de ingeniería y regulación MAURICIO MORALES DIRECTOR DESARROLLO CORPORATIVO ADRIANA OBREGÓN DIRECTORa COMERCIAL Francisco somohano Director de comunicación estratégica dyana reyes directora innovación comercial VALERIA GONZÁLEZ DIRECTORA CREATIVA tomás sánchez director de mercadotecnia corporativa MARCO A. ZAMORA DIRECTOR PROYECTOS ESPECIALES FERNANDO RUÍZ DIRECTOR PRODUCCIÓN

Feria Internacional del Libro 2014 Carlos Puig julio patán Galia García Palafox Cecilia Estrada Alberto prado angélica vázquez Ixchel vélez

dirección editorial dirección editorial editora editora Diseño Diseño Diseño

Domicilio: Morelos 16, Col. Centro, México, D.F., C.P. 06040 Para Ventas e Informes: T: 5140.2979 / F: 5140.2964

PARA HOY

Nada tan complicado como elegir entre los cientos de eventos diarios algo que recomendar. Con esa advertencia, aquí van los que pensamos son los imprescindibles de la jornada.

MAGRIS Y LOS MIL JÓVENES

La serie Mil Jóvenes tendrá hoy al ganador del Premio FIL, Claudio Magris, en una plática en español e italiano. En el Auditorio Juan Rulfo a las 17:30.

CARLOS FUENTES INÉDITO

ANAGRAMA DE FIESTA

El último libro que escribió Carlos Fuentes es sobre el cine. Su viuda, Silvia Lemus, lo presenta en el Auditorio Juan Rulfo a las 18:30.

El editor Jorge Herralde, con Sergio González Rodríguez, Juan Villoro y Guadalupe Nettel, platica de los nueve lustros de Anagrama. Salón E. a las 20 horas.

PEDRO AZNAR EN CONCIERTO

Todoterreno musical, compañero de andanzas de Pat Metheny y Charly García, Aznar rinde tributo a Spinetta, padre fundador del rock argentino. Lleguen temprano.


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Paparruchas. La columna de martín caparrós

Sin amarres

Parece fácil: cualquier adolescente semilampiño granujiento cree que tiene viejos amigos. Vanidades: tardará 30 o 40 años en entender cuán relativo es uno de esos términos, cuán absoluto el otro. Esta noche, en un acto que se supuso populoso, un viejo amigo, Jorge Castañeda, debía presentar un libro raro. Se llama Amarres Perros y es un

ejemplo descollante de un género que el castellano practica poco pero mal: las memorias. Hace millones de años un notable intelectual español, José Ortega, fundador de Alianza Editorial y de El País, intentaba convencerme de que no lo hacíamos porque, a diferencia de la Gente del Norte, nosotros sí nos contamos nues-

Castañeda se trata bien tratándose mal: se critica despiadado con un cariño inquebrantable”.

tras vidas los unos a los otros –y, en el peor de los casos, siempre nos queda la opción de contársela a un cura. Unas memorias son menos un texto que una puesta en orden, la respuesta a la pregunta triste, solitaria y final: quién fui. En sus Amarres, profusos, prolijos, Castañeda empieza siendo un muchacho privilegiado que exhibe sus privilegios y se pregunta qué hacer con ellos, y termina por ser un señor que consiguió llegar al centro del centro sin dejar de sentirse siempre un poco al margen. Castañeda es franco, cínico, cándido, inteligente, despechado, presumido; en sus Amarres, Castañeda se trata bien tratándose mal: se critica despiadado con un cariño inquebrantable. Y exhibe, entre otras cosas, una franqueza rara sobre su relación con el poder, sus apetitos: “He seguido fascinado por los juegos de poder y cada acercamiento al poder me despierta el placer de siempre. Extraño el juego y, en los muy esporádicos y efímeros instantes cuando lo he vuelto a ver de cerca, lo disfruto”.

Sobre el poder y sus juegos trata buena parte del libro. Y, en su franqueza –blasé, desabusé, dirían sus franceses–, incluye algunos de los párrafos más reveladores sobre el pensamiento político contemporáneo entendido como el pensamiento de los políticos contemporáneos: “Me preguntó si yo podría dejar atrás los rencores y agravios; él estaba dispuesto a hacerlo. Repliqué con un argumento que ya he esgrimido en estas páginas, y que cada día me parece más válido: hay pleitos políticos y pleitos personales. Los segundos casi nunca se superan, aunque se puedan colocar a un lado; los primeros siempre tienen solución, ya que no están en juego ni el alma ni el corazón: sólo el poder”. Su regreso a Alfaguara podía ser un caso que probara esta afirmación. En Amarres, Castañeda cuenta cómo la editorial española destruyó, por posibles presiones del gobierno de Vicente Fox, toda la edición –15.000 ejemplares– de un libro suyo de campaña, Somos Muchos. Y cuenta que, poco después, se encontró con el gran patrón de Prisa y dueño de Alfaguara, Jesús de Polanco, y le regaló uno de los pocos ejemplares salvados de las

llamas con una dedicatoria manuscrita: “Te entrego una copia del único libro que has mandado quemar en tu vida”. Lo cuenta en un libro publicado por Alfaguara –donde su editora de entonces era Marisol Schultz, que ahora dirige esta Feria: hay mundos donde nada se pierde. O a veces sí. Esta noche debía presentarse Amarres Perros: se suspendió. Castañeda, ya en Nueva York, no quiere contar qué pasó. Hay versiones, rumores; al final, como casi siempre, lo que queda es un libro.


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El argentino del día

Fotos: césar álvarez

Dije que no soy un gran lector y decir eso en una feria de libro era como tirar una bomba, pero es la verdad”.

GUSTI

por Eugenia Coppel

El hombre que dibuja su vida “A veces con los hijos pasa como con el dibujo: no te sale como lo imaginabas”, escribe el ilustrador argentino Gusti en las primeras páginas de Mallko y papá, el que hasta ahora es su libro más intimista. Después de darle muchas vueltas, Gusti se decidió: en Mallko y papá narra con dibujos cómo es la vida cotidiana cuando se tiene un hijo con síndrome de Down. Gusti nació en Buenos Aires (1963) aunque lleva más de 30 años fuera de su país. Ha hecho animaciones para la televisión y ha ilustrado decenas de libros infantiles. Ahora vive en Barcelona y asegura que de argentino sólo le queda el acento. ¿Cómo fue el proceso de hacer un libro tan personal? Cuando nació Mallko yo estaba hecho un nudo, no lo acepté. Mi otro hijo, Teo, que entonces tenía ocho años, me dijo que a él le daba igual si era rojo, verde o azul, que él iba a ser su mejor hermanito. Estuve un rato intentando hacer un libro pero no me salía; lo veía poco auténtico. Hasta que empecé a tomar apuntes de las cosas que hacíamos todos los días, pero dibujando. No pude organizar una historia lineal porque no soy escritor, soy dibujante. Así que me escudé con la idea de que es un libro Down.

Mallko hace lo mismo que los otros niños, quizá con ciertas dificultades pero hace lo mismo. Si no le pones prisa, él va a llegar a hacerlo. ¿Por qué dices que este es un libro sobre la “di-capacidad”? Es un juego de palabras. Si dices “habilidades especiales” o “capacidades diferentes” también le estás poniendo una etiqueta. Es muy difícil encontrar un término. Son personas que tienen una discapacidad mental, pero si uno remarca la discapacidad también tendría que marcar las capacidades. Me gusta “dicapacidad” porque es casi lo mismo pero de pronto también reafirma los valores que tienen y no sólo las minusvalías. ¿Qué te enseñan tus hijos en el oficio de dibujar? Ellos dibujan y no se plantean si está bien o mal, dibujan para pasárselo bien. No necesitan hacer del dibujo una cosa egocéntrica, es una herramienta de comunicación. Y muy poderosa. El dibujar conecta con el niño que somos todos y tenemos que aprender mucho de ellos. A chicos como Mallko hay que prestarles atención. No son tan intelectuales pero en algún punto van a la esencia de las cosas. Tienen esa capacidad de decirte: tienes un grano aquí que te queda horrible.

¿Dibujar la historia de Mallko te ayudó a aceptar su condición? El dibujo es mi gran herramienta de sanación. El lápiz para mí es sagrado: puede servir para escribir cualquier tontería o para cambiar el mundo. También soy una persona muy espiritual. Voy mucho a la selva, hice un libro de pájaros. Ahí conocí las plantas de poder y todo lo solucioné en una ceremonia con ayahuasca. Dije: “Si en un minuto me cambió la vida (cuando nació Mallko), en un minuto la quiero poner en su sitio”. Y en una noche, de ser una persona gris y apagada pasé a estar contento, comprometido, aceptando. Pero es un proceso.

Y tú, ¿cómo decidiste dedicarte al dibujo? Mi mamá dice que nací con un lápiz bajo el brazo. A los dieciocho no sabía si me quería dedicar a la música, pero siempre dibujé. Trabajo de dibujante, pero en el fondo estoy todo el día dibujando.

¿Cómo es Mallko? Hay que quitarse los tópicos de que son angelitos. Ellos tienen un don visible: a diferencia de un esquizofrénico, a un chico Down lo reconoces y siempre estarías dispuesto a ayudarlo. Entonces se produce lo que se llama discriminación positiva. Tanto lo ayudas que lo conviertes en un inútil y eso tampoco es bueno. Creo que hay que tratarlos igual. En el libro quería contar que nuestro día a día es normal. Solemos pensar que si un hijo viene con un problema nos va a complicar la vida y en el fondo no te la complica. La vida se hace al ritmo que tú quieras.

Alguna vez confesaste que no eres un gran amante de los libros… Dije que no soy un gran lector y decir eso en una feria de libro era como tirar una bomba, pero es la verdad. A mí hay un montón de cosas que me gustan, no soy un tipo que está todo el día con un libro. Claro, cuando me gusta uno me lo leo y lo disfruto, pero me gusta más ir a la selva a ver animales o estar en la naturaleza, o estar en la calle, más que estar leyendo. Mis historias surgen de la vida cotidiana y tienen un punto de surrealismo. Lo que dibujo siempre es una reinterpretación de lo que vivo.

¿Prefieres hacer libros o dibujos animados? Los dibujos animados me encantan y además soy muy fan. Pero es un trabajo en equipo; no lo puedes hacer solo. Y está bueno porque sumas muchos talentos. Pero lo que más me gusta es dibujar en libretas, dibujar a la gente.


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EDITAR EN MÉXICO HOY: Paola Tinoco

El arte de echar a perder El primer libro que edité era perfecto. Reuní textos de calidad de escritores que en ese momento despuntaban en las letras latinoamericanas y algunos de ellos, ocho años después, tienen grandes novelas y premios importantes. Se lo mostré a Jorge Herralde en uno de sus viajes a México, ansiosa de que viera mi pequeño gran logro y, luego de echar un vistazo a los nombres de los escritores y darle una hojeada, me preguntó quién había hecho ese libro. Pensé que bromeaba y le recordé que le estaba enseñando la primera antología que había editado. No veo tu nombre por ningún lado, dijo. Se lo mostré en la página legal y preguntó por qué no había puesto mi nombre en la portada. Respondí que lo importante eran los escritores que participaban, no yo. Guardó el libro. La modestia no sirve para nada, agregó, y seguimos caminando. No haber puesto mi nombre en la portada de la primera antología que edité es algo con lo que pude dormir, pero nunca olvidaré el segundo gran error. Estaba muy entusiasmada con editar una nueva antología y me dejé llevar por la emoción de mi coeditor. Así que los dos fuimos en busca de grandes textos que pudieran dar forma a un li-

bro cuya finalidad era mostrar el estilo narrativo de los escritores de una zona del país. El resultado fue horroroso: la emoción del mecenas del proyecto lo llevó a invitar a gente que admiraba por motivos lejanos al talento narrativo, y no tenían calidad o en algunos casos, ni siquiera tenían un cuento. El que tenía los dineros para la elaboración del libro era él y yo cedí. Corregí, limpié, podé, hice lo necesario para dejar presentables algunos de los cuentos. Elegí a otros escritores que me entusiasmaban e hicimos una mezcolanza de relatos con fragmentos de novelas fallidas. El libro se convirtió en un mamotreto criticado por haber dejado fuera a una gran cantidad de escritores de la zona. La calidad no importaba, pues, sino figurar en el índice. Y eso fue lo que yo hice también, hay que decirlo: quería ser la editora de ese libro aunque fuera un Frankenstein. Sin embargo, una no se desentiende de sus hijos aunque hayan nacido con taras. Hacer libros es un arte peligroso, dice Roberto Calasso en La marca del editor, porque para practicarlo, el dinero es indispensable. Tanto así que el gusto por publicar libros ha llevado a la ruina a más de una persona acaudalada que,

presa del atractivo prestigio que otorga ser editor, pone su fortuna en una de las más riesgosas empresas: una editorial. Ya se ve en qué acabaron los discursos de algunas editoriales independientes en México en los últimos 12 años, aquellas que comenzaron diciendo que no publicarían nada que fuera “comercial” (como si los libros no fueran un producto comercializable) y que no dependerían de nadie para publicar lo que les diera la gana. Luego el discurso se suavizó. No se trataba de no pedir ayuda a instituciones sino de seguir su línea editorial, lejos de los libros de autoayuda. Nada de qué avergonzarse, pero queda lejos de la prédica altiva de ser autosuficientes y no pedirle frías a nadie. Incluso publican títulos fuera de la línea de sus catálogos, con tal de mantenerse en pie. Dos errores que siguen viéndose en el mundo editorial mexicano: dejarse llevar por la opinión de quien pone el dinero (como me pasó en principio), o pecar de modestos y hacer cualquier cosa con tal de seguir teniendo el pequeño pero bien vestido coto de poder que significa una editorial. Representante de Anagrama-Colofó

POEMA DEL DÍA Por Andrés Neuman

LA SENSACIONAL MUJER OVILLO Todo en ti tiene vocación de ovillo. En cuanto te concentras un instante algún otro interés accidental te tira de la punta de los ojos. Te gusta acurrucarte en cualquier ángulo, haces cosas extrañas con las piernas que despliegan debates entre sí. Donde tomas asiento, el sol suelta pelaje. La reina del rincón. Amor desordenado.

ZOOLOGÍA DE BOLSILLO Se opone el gato por definición. Trajinaba la araña su análisis sintáctico. Los pájaros están adelantándose. La salamandra duda de su muro. Se hace el extranjero el pez frente a la caña. La hormiga se declara en huelga trascendente. Los feligreses ladran campanitas. El lobo cotidiano escribe un desenlace, su estómago digiere mi poco de piedad. Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). Narrador y poeta. Estos dos poemas son inéditos.


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#FiliasMilenio

columna de ariel gonzález

Editores

@jmyazpiik “Buenas! Vámonos para la FIL.

Publicar a un premio Nobel –cuando ya lo es– resulta fácil. Lo difícil es hallar un premio Nobel cuando nadie cree que lo será y prever, anticipar o al menos adivinar que lo puede ser o que merece serlo. Tienen validez aquí el buen juicio y el talante crítico, pero también la corazonada, atributos todos del buen trabajo editorial. El editor explora y apuesta sobre esta clase de destino que aguarda a algunos autores; pocos, muy pocos en realidad, y que ejemplifican lo más complejo de esta búsqueda. Pero el hallazgo de un Nobel se cuece aparte, claro está. Son tantos y tan fundamentales los que no lo han obtenido, que es inútil pensar en la labor del editor ceñida exclusivamente a esa clase de reconocimiento. El día a día es en realidad un reto mucho mayor: la exigencia de encontrar no al Nobel, pero sí al gran autor para el mejor lector (y de manera constante), es infinitamente más grande. De eso saben mucho los editores de sellos como Turner, Anagrama, Acantilado, Sexto Piso, Salamandra y una afortunada multitud de pequeñas empresas que en los últimos años son responsables en buena medida de la renovación literaria en diversas latitudes.

@almagoch Q mejor pretexto para visitar la siempre bella #perla tapatia, que la @FILGuadalajara, “el último gran festejo cultural que nos queda” #FIL @liebano Ser escritor no significa entender mejor la política: Claudio Magris al recibir el Premio FIL de literatura @CinthyaR1973 #FILNinos en donde las historias se hacen realidad @lawrenceschimel At #FIL2014 I got a copy of my brand new kidzbook, ¿COMO SE DICE? published by @grupoamanuense :) #somoslectores Alí Rendón (@espectronico) En mi ensayo previo a la lectura por la paz, de la tarde en la #FIL con los amigos de @Almadia_Edit y @Canal22 @DIEGOORTIZ55 Soy todo un literato que compra libros en la #FIL #SomosLectores @rtovarydeteresa “Con Claudio Magris acordamos hacer una nueva edición en italiano de “Noticias del Imperio” de Fernando del Paso.”

Contra lo que suponen las apologías más descabelladas de la era digital (bajo la premisa falsa de que todo está disponible, sin mediaciones, en la red), la figura del editor se hace cada vez más indispensable. Albert Camus decía en alguna parte que pensar es elegir; y en el universo de las letras el primero que está obligado a pensar (en el autor y el lector, a partes iguales) es el editor. Su aventura indica el principio de un proceso sin fin: la lectura es solo el tránsito que inaugura innumerables caminos que modifican sueños, vidas, sociedades enteras. No es extraña entonces la idea de Roberto Calasso, que ve la edición como género literario; el primero, el inicio de ese universo que luego se concentra en una feria del libro como la de Guadalajara. El chispazo que enciende el mundo editorial se produce en unas cuantas cabezas que modelan con sensibilidad y talento publicaciones, colecciones, series, libros acaso llamados a ser únicos. Por supuesto, editores malos hay muchos, pero como dice mi amigo Alfredo Campos Villeda, gracias a ellos podemos identificar a los fundamentales. De éstos se sigue nutriendo lo mejor de la FIL.

@AlfaguaraMex “Cortázar y Carlos Fuentes en el libro de Luisa Valenzuela, ahora #ViveFIL en http://www.megustaleerenlafil.com/ @megustaleermex” @JoseCarreno “Presentamos el relanzamiento de la colección Breviarios del @FCEMexico en la @FILGuadalajara “

Foto: césar álvarez

@Marisol Schulz “Por razones completamente obvias a partir de este momento me desconecto de twitter durante toda la @FILGuadalajara.”

Juan Villoro lejos de Aguascalientes.

Por qué los japoneses le van al Necaxa Juan Villoro no puede dejar de irle al Necaxa porque sería como cambiar de infancia. “ Como decir ‘yo ya no soy el niño que fui’”, dijo ayer en la presentación de su libro Balón dividido. Ahora ser del Necaxa, dice, es raro, pero fue un equipo con muchos éxitos. Su afición por el equipo rojiblanco surgió en su colonia, de pequeño, cuando todos los niños de su calle eran necaxistas y él quería pertenecer a ese grupo. “En los 40 y 50 era un equipo muy simpático. En alguna época le llamaban el equipo de los últimos diez minutos, porque daba unas volteretas sorprendentes y había sido legendariamente el equipo de los once hermanos. Fue un equipo que se negó a jugar futbol profesional. Siguieron siendo amateurs cuando los otros ya eran profesionales”, dice. Villoro se pregunta por qué la afición necaxista es ahora japonesa: el equipo ahora juega en

Aguascalientes, donde está una planta de autos de ese país. Además, los colores son los de la bandera japonesa. “De pronto me encontré en un estadio rodeado de japoneses y yo dije ‘pero qué está pasando aquí”, contó. De los jugadores de la selección, dice que su principal problema es el psicológico. Recuerda que eso le contó Javier Aguirre antes del Mundial de Sudáfrica, pero al preguntar quién era el psicólogo de la selección, le dijeron que no tenían. Si el Piojo Herrera le pidiera a Villoro ser el psicólogo de la de la selección, “en el mundo de la imaginación, porque el Piojo no me lo va a pedir, les diría a los jugadores que entender que tienen un problema no es un defecto moral, que todos pasamos por problemas psicológicos y reconocerlos no los haría vulnerables ni afeminados”. Dice que el problema de los mexicanos es que “si triunfamos nos volvemos culpables del éxito”.


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Una novela viajera La última edición del Premio Herralde quedó en manos de la mexicana Guadalupe Nettel. Les ofrecemos una conversación de la novelista con FILIAS y un fragmento del libro ganador, gentilmente facilitado por la editorial Ana-

Siempre soñó con ganar el Premio Herralde de Novela, uno de los galardones más prestigiosos de la literatura en lengua española y cuyo palmarés va de Álvaro Pombo a Sergio Pitol, pasando por nombres como Roberto Bolaño, Javier Marías, Enrique Vila-Matas o Félix de Azúa. Ahora Guadalupe Nettel (ciudad de México, 1973) ha sido reconocida con el premio que otorga la editorial Anagrama por Después del invierno, una obra en la que el jurado destacó “su estilo incisivo, a veces humorístico y a veces conmovedor, mediante el cual muestra los mecanismos de las relaciones amorosas, así como sus diversos ingredientes”. La novela narra la historia de amor entre Claudio, un cubano que vive en Nueva York y trabaja en una editorial, y Cecilia, una mexicana que vive en París y es estudiante. Durante un viaje de Claudio a París sus destinos se entrecruzan. Así, mientras Claudio y Cecilia describen con minuciosidad su día a día en París y Nueva York, ambos dejan traslucir las neurosis, pasiones, fobias y las reminiscencias del pasado que dictan sus miedos, dando cuenta de cómo se conocieron y de las circunstancias que los llevaron a gustarse, a quererse y a detestarse de manera intermitente. ¿En qué medida esta novela insiste en situarse en los márgenes de los procesos de realidad que podrían afectarte como escritora, como es la realidad mexicana? En esta novela en particular no hablo nada sobre México porque está situada fuera del país. Se trata más bien de la realidad de los que viven fuera y tienen que adaptarse a otro país, a otra cultura. Y esa adaptación trastoca y redefine muchísimo las personalidades de los personajes, porque ahora que vivimos en un mundo donde todos viajamos, nos vemos contagiados por otro tipo de ideas y de costumbres. En ese sentido también mi propia literatura se ha visto afectada por esos cambios, pues tengo historias situadas en diferentes ciudades, con problemáticas que atañen a esas ciudades. ¿Esa marca que ha dejado tu experiencia como emigrante se refleja más en el plano de las historias que en el plano formal de tu escritura? En este caso tiene que ver con la trama, pero también con el lenguaje, que se ve influenciado. Uno de los narradores de Después del invierno usa muchos modismos cubanos; no todo el tiempo, pero sí intenté que su lengua estuviera llena de las palabras cotidianas de un cubano que no vive en Cuba. Lo mismo pasa con la narradora mexicana. Así que elaboro un juego voluntario del lenguaje y del léxico. En cuanto a la trama, el hecho de ser cubano o mexicano hace que se lea el mundo de una manera particular, pues se tiene que reflejar desde los ojos de alguien que creció en un país determinado y que se siente un tanto extraño. ¿Hubo en la concepción de esta novela algún punto que hayas trabajado especialmente? Por primera vez en mi obra, es una novela en la que hablan dos narradores y toda la novela es un diálogo, aunque no se hayan conocido todavía. Es una forma de contrapunto, pero no es nada experimental ni ambiciosa en ese sentido, y no me planteé un reto formal tremendo. En cuanto al estilo, hay un poco más de búsqueda por esa diferencias del lenguaje y por cómo el español se va llenando de influencias. ¿En este momento de qué tradición te sientes más deudora? Me siento deudora de muchísimas tradiciones. Pero en especial podría decir que Josefina Vicens me encanta y creo que ha influido no solo en mi manera de escribir, sino de pensar. También Julio Cortázar, siempre lo he dicho.

guadalupe nettel

foto: archivo

Carlos Rubio Rosell

FRAGENTO DE DESPUÉS DEL INVIERNO Mi departamento está sobre la calle Ochenta y siete en el Upper West Side de la ciudad de Nueva York. Se trata de un pasillo de piedra muy semejante a un calabozo. No tengo plantas. Todo lo vivo me provoca un horror inexplicable, igual al que algunos sienten frente a un nido de arañas. Lo vivo me amenaza, hay que cuidarlo o se muere. En pocas palabras, roba atención y tiempo y yo no estoy para regalarle eso a nadie. Aunque algunas veces logré disfrutarla, esta ciudad, cuando uno lo permite, puede llegar a ser enloquecedora. Para defenderme del caos, he establecido en mi vida cotidiana una serie muy estricta de hábitos y restricciones. Entre ellos, la absoluta privacidad de mi guarida. Desde que me mudé, ningunos pies excepto los míos han cruzado la puerta del departamento. La sola idea de que alguien más camine por este suelo puede desquiciarme. No siempre me siento orgulloso de mi manera de ser. Hay días en que anhelo una familia, una mujer silenciosa y discreta, un niño mudo, de preferencia. La semana en que me instalé, hablé con los vecinos del edificio –la mayoría inmigrantes– para dejar claras las reglas. Les pedí, de una manera correcta, con un dejo de amenaza, que se abstuvieran de hacer el menor ruido después de las nueve de la noche, hora a la que suelo volver del trabajo. Hasta este momento, mi orden ha sido acatada. En los dos años que llevo aquí, nunca se ha hecho una fiesta en el edificio. Pero esa exigencia mía también me obliga a asumir ciertas responsabilidades. Me he impuesto, por ejemplo, la costumbre de escuchar música únicamente con audífonos o susurrar en el auricular si llamo por teléfono, cuyo timbre mantengo inaudible igual que el contestador. Una vez al día, reviso a un volumen casi imperceptible los mensajes, por lo demás bastante escasos. La mayoría de las veces los recados son de Ruth, aun si le he pedido, en varias ocasiones, que no me llame jamás y espere a que sea yo quien lo haga. Compré este departamento por una buena razón: su precio. Durante la primera visita, cuando la vendedora de la agencia inmobiliaria pronunció la cantidad, sentí un hormigueo en el estómago: por fin me sería posible hacerme de algo en Manhattan. Mi sentido del ridículo –siempre vigilante– me impidió frotarme las manos, y la alegría se concentró finalmente en la zona intestinal. Nada me gusta tanto como adquirir cosas nuevas a un precio bajo. Sólo una vez terminada la transacción, constaté un poco decepcionado que no tenía vista a la calle. Las dos únicas ventanas debían de medir como mucho treinta centímetros cuadrados y ambas daban a un muro. Pensar en la casa me es desagradable y a pesar de ello me ocurre todo el tiempo. Lo mismo sucede con esa novia que se inmiscuyó en mi vida sin que yo pudiera evitarlo. Ruth es cuidadosa y obstinada como un reptil, capaz de desaparecer siempre que mi bota está a punto de estamparla en el suelo y también de esperar a que quiera verla. En cuanto me sereno, vuelve a deslizarse hasta mí, suave y resbalosa. Decir que es inteligente sería exagerar. Su habilidad, desde mi humilde opinión, tiene que ver más con su instinto de supervivencia. Hay animales adaptados para vivir en el desierto y ella pertenece a esta categoría. ¿Cómo justificar, si no, que haya resistido mi carácter? Ruth es quince años mayor que yo. Sus ojos siempre parecen al borde del llanto y eso les confiere cierto tipo de atractivo. El sufrimiento silencioso la beatifica. Las arrugas, comúnmente llamadas patas de gallo, le dan un aire semejante al de los iconos ortodoxos. Ese martirio reemplaza su ausencia objetiva de belleza. Una vez a la semana, sobre todo los viernes, salimos juntos a cenar o vamos al cine. Duermo en su casa y templamos hasta el amanecer, lo cual me permite limpiar el sable y satisfacer las necesidades de la semana. No negaré las virtudes de mi novia. Es atractiva y refinada. Pasear con ella es casi ostentoso, como pasear del brazo de un escaparate: bolso Lagerfeld, espejuelos Chanel.


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La ley del padre Jorge G. Castañeda

FOTO: MARTÍN SALAS

Héctor Aguilar Camín, Adiós a los padres.

JORGE G. CASTAÑEDA.

Quizá lo único más difícil de superar que un padre omnipotente, ganador, presente y avasallador, sea lo contrario: el padre ausente, derrotado por el tiempo, aplastado por la familia y la fortuna, humillado por su propio padre, víctima de su propia tragedia y de la que le infligieron las tribulaciones de la existencia. Para un hijo adolescente, hay algo peor: ese padre, desaparecido a los 13 años, devuelto por las vicisitudes de la vida 35 años más tarde, y cuya presencia inicial fue más devastadora que su ausencia posterior o su reaparición final. Poder contar la historia, y hacerlo desde la felicidad y placidez de un entorno familiar, amistoso, profesional y político inmejorable, es una hazaña. Si además todo eso se consuma a través de un prosa pulcra y sucinta –cierta o verdadera, diría Hemingway; de oraciones breves, pediría Fuentes; impersonal, sostiene Aguilar Camín–, con un vocabulario infinito mas no procedente de los diccionarios de sinónimos, nos hallamos ante un texto excepcional. Es el caso de Adiós a los padres, título en homenaje, supongo, a Papa, y quizás al Patrimony de Philip Roth, autor querido y disecado por Aguilar Camín. Chapeau. La biografía familiar incluye espléndidos pasajes sobre la ciudad de México y supongo que también sobre Chetumal, aunque ignoro de qué manera se pueda explayar un escritor sobre semejante pueblo arrabalero, así como detalles directos y subliminales de la vida política mexicana tanto de provincia como de la capital. Más que nada, encierra historias entrañables y páginas envidiables sobre el terrible dolor de un adulto en el umbral de la vejez, que revisa las heridas y los obsequios de su madre, su tía, sus hermanos y, de refilón, de Ángeles, su pareja. Los abuelos de Héctor no alcanzan la incidencia procreativa y analítica de los de Sartre en Les Mots, pero algo hay de eso: el hueco del padre invisible lo llena siempre alguien, en el caso de Aguilar la relación de Godot, su padre, con Don Lupe, el suyo, que lo despoja de mucho y es perdonado por poco, sin que nunca se sepa de qué o por qué. Aguilar Camín comprende que la vida es más complicada: el abandono a los 13 años puede causar menor daño que los signos del fracaso y la impotencia a los cinco. Como lector, conversador y estudioso magistral que es de los seres humanos, no puede ignorar que nadie PODER CONTAR LA es transparente para sí mismo. GraHISTORIA Y cias a su notable inteligencia, entiende HACERLO DESDE que la verbalización de la historia perLA FELICIDAD Y LA sonal es un acto analítico por excelenPLACIDEZ ES UNA cia, y que por tanto necesita de una HAZAÑA. escucha que lo procese y se lo devuelva. Nadie podrá hacerlo de la manera tan descarnada y concisa como lo hace Aguilar, pero eso no significa que no deba hacerse. Allí hay otro libro, por lo menos. No se si Héctor salde cuentas con sus demonios a través de este texto, ni que hubiera pensado su madre –para quien escribía siempre– de haberlo leído. La ley del padre sí se trasladó a la tía; el rencuentro con el padre pareció una reconciliación; la angustia por la debilidad extrema de la paternidad de Godot se zanjó con la fuerza de una paternidad propia y admirada por todos, incluyendo a su hijo y sus dos hijas. ¿Con eso se conjuran los fantasmas? Quién sabe, pero qué suerte disponer del talento, la audacia y el valor de intentarlo así, para el deleite de sus lectores y el cariño de sus amigos.

Historias entrañables y páginas envidiables sobre el terrible dolor de un adulto en el umbral de la vejez, que revisa las heridas y los obsequios”


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Bienvenido impudor Jorge G. Castañeda, Amarres perros. “No digo que tenga razón, digo que soy así”. Estas líneas de Paul Valery pueden resumir el espíritu desbordante, convincente y envolvente con que ha sido escrita lo que muchos juzgarán la autobiografía precoz o pretenciosa de Jorge G. Castañeda. Precoz por razones de calendario, porque a los sesenta años en que Castañeda empezó a escribir este libro, se es un infante para efectos del género. Pretenciosa, por razones de madurez de la mirada: porque a los sesenta años apenas empieza el ciclo de cavilación melancólica y necesidad testimonial que acompaña a la autobiografía y que le otorga la gravedad necesaria: el equilibrio, los matices, la sabiduría y la densidad de lo vivido que en principio son consustanciales al género. La autobiografía es un género de viejos, de vidas cumplidas. En la figura pública y las actitudes personales de Jorge G. Castañeda es posible encontrar muchos rasgos, pero no el de la vejez. Castañeda es, en todo caso, un joven diferido que todos los días expulsa de su vida al viejo que se asoma. Las mismísimas razones por las que Castañeda dice haber emprendido esta tarea de viejos tienen un rasgo de soberbia y dureza juvenil. Las escribe ahora, dice, porque ahora puede hacerlo, porque tiene el tiempo, la juventud y la memoria suficientes, cosas que no puede garantizar del Castañeda viejo que lo espera adelante. El joven se anticipa al viejo entonces y hace la tarea. Estamos frente a un libro raro, a su manera único en nuestro linaje literario y biográfico. Es un libro sobre la vida cumplida que desborda ganas de vivir: vigor, desfachatez y frescura juveniles. En esas fuentes abreva el libro la mayor de sus virtudes: su ritmo nervioso y sostenido. Tiene el espíritu primaveral de un galope, más que la parsimonia otoñal de un paseo. Amarres perros cumple con los requisitos del género pero, como se ve, no es una autobiografía común y corriente. Para empezar no avanza cronológicamente, de los primeros años de la vida a los últimos, sino que va saltando, con agilidad y sorpresa, del pasado al presente, de los hechos a las reflexiones, de la academia a la política, de la vida personal a la historia, de la vida pública a la vida privada y, por momentos, a la vida secreta. El primer capítulo del libro, por ejemplo, empieza con el nacimiento del autor en 1953, fruto del encuentro de una madre judía lituana, viuda y políglota, Oma Gutman Rudinsky, y de un padre mexicano divorciado, miembro reciente del servicio exterior, que se ha buscado antes la vida como empresario y como heredero de un mítico latifundio chiapaneco, Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa. La narración retrocede entonces a la historia de Oma y sus estudios en Europa. Avanza luego hacia el viaje del autor en el año 2010 a la ciudad lituana de origen de su madre. Regresa al barrio de Actipan de la Ciudad de México de los cincuenta del siglo pasado, donde la nueva familia Castañeda Gutman pasa sus primeros años, y el autor su irrenunciable infancia mexicana. Avanza hacia el traslado de la familia a Nueva York en los años sesenta. Regresa a los años veinte, a la historia de la familia paterna que incluye un vínculo extraordinario con el general Felipe Ángeles y con la vida de su familia en el exilio. Avanza nuevamente a la ciudad de México de los cincuenta y a la exploración de la historia de un personaje conocido de la familia en aquellos años, el entonces famoso jefe de la estación de la CIA en México, Winston Scott, en cuyo torno se desenvuelve la historia mexicana del asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald. Oswald viene al DF y va a la embajada cubana con la intención de ir a Cuba y conversar allá, quizás, de sus planes magnicidas, más tarde cumplidos. La pequeña pero eficiente máquina del tiempo de Castañeda avanza entonces nuevamente al año de 2010, y reconstruye aquel momento de Oswald en México con las investigaciones y libros posteriores en torno a uno de los misterios no resueltos del crimen: ¿supo Fidel Castro que un tipo llamado Lee Harvey Oswald quería matar a Kennedy y nunca informó a los servicios de inteligencia americanos de ese riesgo, en venganza por los atentados que esos servicios le habían montado a él? Amarres perros es un libro largo, de 10 capítulos extensos y más de 600 páginas. Pero es también un libro ágil, ligero y legible. Como su título indica, sus guías conductoras son los enganches pasionales de la vida, no sus itinerarios racionales o sus recuerdos serenos. Castañeda avanza sobre sus filias y sus fobias con disciplina militar. Nada de lo que usualmente se esconde en estos libros escapa a su escrutinio, su reflexión, su revisión sin-

cera, entusiasta o enconada. Empezando por el personaje central de la historia, que es él mismo. Quizá lo verdaderamente raro, único, de este largo y divertido libro, es la absoluta falta de autocomplacencia de un autor que a la vez se reconoce en el texto, una vez y otra, como hombre vanidoso, mitómano y pagado de sí. No es un libro autocelebratorio sino una alegre y honesta travesía por las pasiones centrales de su vida: la política y la academia, los viajes, los amigos, las mujeres, la vida intelectual, la vida pública y una intensa, inteligente, bien resuelta, vida personal. Castañeda no se ahorra nada: ni amores ni pleitos, ni aciertos ni equivocaciones, ni triunfos ni derrotas., ni amigos ni enemigos. Su punto de partida y su ethos sostenido es que la vida abre puertas incluso cuando las cierra, si no es que precisamente entonces. Hay en efecto a lo largo de este libro un optimismo cardinal, unas contagiosas ganas de estar en el mundo, de participar, de pensar y de hacer, de pelear y construir, de viajar, ver, probar, vivir. Me impone el nombre que voy a decir, pero creo que desde Vasconcelos nadie ha escrito en México sobre su propia vida con el desparpajo, la claridad, la honradez, el bienvenido impudor, de Jorge Castañeda Gutman.

FOTO: OCTAVIO HOYOS

Héctor Aguilar Camín

HÉCTOR AGUILAR CAMÍN


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la pÁgina de jesÚs alejo

Una industria editorial de contrastes Las mañanas no pueden comenzar tan tarde en la FIL Guadalajara, por más que el cuerpo resienta el intenso trabajo de la noche anterior… Perdón, del día anterior. Pero si el programa se integra con alrededor de tres mil actividades culturales, distribuidas en 19 salones, además del pabellón del país invitado o de los actos que cada casa editorial prefiere hacer en sus stands, habría que imaginar las dificultades para cualquiera que desea darse una vuelta por la Expo Guadalajara y apostarle a tener un pálido panorama de lo que sucede. Entre toda la oferta se dan actos dirigidos a ciertos sectores que, se supondría, no inciden en lo cotidiano del encuentro, aun cuando al final sí suceda. Entre esas actividades estuvo la presentación de la Declaración Internacional de los Editores Independientes, impulsada por la Alianza Internacional de Editores Independientes, creada en 2002 y que en la actualidad está conformada por alrededor de 400 editoriales y colectivos de editores así, independientes, de 45 países. “Las independientes Se trata de un documento con 80 no fuimos avisadas recomendaciones, desarrollado a lo de esa posibilidad, largo de dos años en ocho mesas de con lo que ya se les dio una ventaja trabajo regionales –en distintas partes enorme”. del mundo–, que apuestan por impulsar políticas públicas para garantizar la bibliodiversidad, desde la amenaza que significa Amazon para los editores independientes hasta el impulso a la edición en lenguas locales y nacionales. Más tarde se dio a conocer el lanzamiento de la plataforma www.librosmexico.mx, cuyo objetivo primordial es impulsar los esfuerzos de las editoriales, los libreros, los bibliotecarios y los lectores, a través de un espacio en el que se fomente el libro digital e impreso, pero también el hábito de la lectura. Una herramienta que fue reconocida en un primer momento, aunque después llegaron las quejas porque una de las posibilidades que ofrece es subir las novedades de las editoriales y se comenzó con las de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta, del Fondo de Cultura Económica y de sendos grupos trasnacionales, Planeta y Penguin Random House, mientras que las independientes “no fuimos avisadas de esa posibilidad, con lo que ya se les dio una ventaja enorme”, comentaba una voz que, sin embargo, no se quiso alzar tanto. Así las cosas en una industria editorial en la que no todo es miel sobre hojuelas, aunque siempre haya rostros sonrientes.

Recetario para escribir una novela Cuando falleció Carlos Fuentes, una de las primeras decisiones de la FIL fue darle su nombre al Salón Literario, el espacio del diálogo en torno a la creación, a las historias, a los libros, a los fantasmas y obsesiones que recorren los caminos de los escritores. Y quizá sin planearlo de esa manera, la apertura del espacio se dio con dos personajes que tuvieron una relación bastante estrecha con el autor mexicano, amigos se podría decir de manera coloquial: Nélida Piñón y Sergio Ramírez, quienes a lo largo de casi dos horas mantuvieron una conversación que bien pudo llamarse “Recetario para escribir una novela”, porque se enfocaron en reflexionar sobre las raíces de la creación literaria, no sin antes reconocer a Fuentes como “un mexicano universal que nos ayudó a ser universales”. Una conversación que giró alrededor de los mitos y los fantasmas que acompañan a cualquier ficción literaria; un diálogo acerca de su manera de entender a la vida y la literatura, aunque muchas veces sean realidades que se entretejen: “literatura y vida son inseparables en mi vida”, confesaba Nélida Piñón, la escritora brasileña que ya obtuvo el Premio Juan Rulfo, cuando así se llamaba. “En especial me siento heredera de la tradición, no puedo imaginar la literatura sin el sentimiento de la continuidad”, decía mientras recordaba la importancia de los mitos en la construcción literaria, incluso convencida de que son subterfugios sin los cuales una

Carlos Fuentes entre amigos.

historia literaria sería muy poco: “el mundo urbano no es un gran creador de mitos, el gran creador de mitos ha sido siempre el mundo coral”. Sergio Ramírez no se quedó atrás en sus palabras, bajo la certeza de que los escritores son herederos de la memoria del pasado y de los mitos: “uno viene armado con esos mitos en la cabeza”, aunque lo que termina por encender de mejor manera la imaginación es la historia de cada país, que se convierte en la historia personal del escritor. “El gran deleite de la escritura es poder ir a esos territorios personales y encontrarse con la maravilla de que al reproducirse ese territorio el lector se encuentre en él.” Palabras, conceptos, ideas de una conversación tras la cual ambos recibieron de Silvia Lemus la medalla Carlos Fuentes, instaurada por la FIL para continuar con el reconocimiento a un personaje fundamental en la historia de la feria.

Recordando a José Emilio Pacheco Ahí estaba Cristina, sentada en la primera fila, con la mirada de quien aún no se acostumbra a la ausencia. Arriba, en la mesa, estaba Laura Emilia. Seguramente hubieran preferido no estar en ese lugar, por la razón de la convocatoria: recordar a José Emilio Pacheco, pensar en su ausencia, en el hueco dejado en las letras, en el periodismo, entre sus colegas y sus amigos. De ahí las palabras de Vicente Quirarte: “Perder a José Emilio es uno de los mayores desastres que le han ocurrido a México. No hay lector que no se haya formado con sus palabras: todos nos hemos enamorado de Mariana,

todos hemos explorado ese lejano país llamado infancia, todos hemos vivido el esplendor y la decadencia de la capital mexicana”. Una sesión para evocar conversaciones: Álvaro Uribe y José Emilio en una lejana estancia en París; Rafael Olea Franco en ese diálogo permanente que el investigador tiene con la obra. En todos, la coincidencia de que la mejor manera de referirse a José Emilio Pacheco es a partir del profundo sentido de su literatura, pero también de su vida: un escritor y un hombre que sigue presente, aun cuando no sea en su forma física. La obra ahí queda.


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Niños “touch” en el stand del SNTE

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aleria no lo sabe. No lo imagina y seguramente, la verdad, no le preocupa. Se encuentra parada frente a la gran pantalla interactiva y disfruta verse reflejada. Cuando se coloca en el recuadro marcado en el piso, lo primero que evidencia es timidez, porque hay muchos niños que la observan alrededor y sus papás, esos adultos que siempre están a la expectativa, no le quitan la mirada de encima. Como que esperan algo de ella, alguna gracia, una travesura, pero no los va a complacer, la verdad. Lo piensa un poco y respira. Al sentirse más tranquila se despoja lentamente de esa rigidez que le han impuesto los ojos ajenos; entonces ensaya su mejor sonrisa y de inmediato todos ríen con ella. ¡Qué linda! Sucede entonces el milagro. La tensión desaparece y Valeria exhibe en su sonrisa los frenos que le están ayudando a perfeccionar la colocación de sus dientes. Como no hay nada más que ocultar, empieza la interacción. La pantalla proyecta un juego, un vestidor virtual donde niños y adultos pueden seleccionar ropa y uniformes que caracterizan a diversas profesiones como maestro, doctor, enfermera, policía o bombero y también ambientalista. Hay opciones para hombres y mujeres. Valeria, a sus 9 años, elige la bata de doctora, la que tiene un estetoscopio colgado en los hombros. A distancia mueve su mano derecha en el aire para selecciona el tamaño preciso. También hace descender la imagen para ubicarla donde debe ser. Que quede a la perfección en su imagen virtual, para tomarse una fotografía que luego podrá descargar desde la página electrónica del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Este es uno de los atractivos que el SNTE ofrece en su stand de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, para dar a conocer la obra editorial que han escrito los maestros de todo el país y promover el uso de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Valeria y otros visitantes también disfrutan de diversos juegos digitales en grandes pantallas, como memorama, canicas y rompecabezas.

Al ceder el turno a otros niños, dice que no lo sabe, nadie le dijo que el stand es de los maestros. Para ella es una grata sorpresa. -Me gusta que sea de los maestrosdice- porque me caen bien y con ellos aprendo mucho. A unos pasos, su papá la observa sonrojado. Valeria no lo sabe y seguramente, la verdad, no le preocupa lo que comenta: -Lo que son las cosas ¿verdad? Yo tuve que estudiar muchos años para aprender a tocar una pantalla y mírenla, para ella todo es sencillo. Papás y maestros nos seguimos preparando para acompañar de la mejor manera a nuestros niños, que como Valeria, nacieron “touch”.

ExpEriEncia para llEvar

En su stand de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, los maestros del SNTE aprovechan la visita de cientos de alumnos y padres de familia para difundir materiales impresos que pretenden mejorar su calidad de vida y la del planeta. En breves y prácticos cuadernillos, entre otros temas abordan temas como el cuidado del medio ambiente, la violencia familiar, maltrato infantil, abuso sexual, adicciones, cultura física, valores y hasta cómo hacer un proyecto de vida. Entre los materiales favoritos de los niños se encuentra “El arte de reutilizar y reciclar”, en donde aprenden a transformar un pantalón viejo de mezclilla en una moderna bolsa de mano, cubiertos usados en portarretratos y hasta fabricar su propio papel para tarjetas y envolturas. En la publicación “Encuentra el valor”, los alumnos aprenden, a través de fábulas y cuentos, los valores que hacen a los ciudadanos vivir en armonía y paz, como la honradez, la justicia, la perseverancia y la solidaridad, entre otros. Temas que en ocasiones pueden ser difíciles de abordar por los padres, como la prevención del abuso sexual infantil, también son explicados de forma directa y práctica, para lograr un efecto positivo. Estos y otros textos fueron escritos profesionalmente por especialistas, tomando en cuenta la experiencia que los maestros enfrentan todos los días en las aulas.


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Follet y su método para escribir novelas adictivas El escritor galés es famoso por publicar miles de páginas que se venden por millones alrededor del mundo. FILIAS revela el secreto de su éxito. Tomen nota.

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millones de ejemplares vendidos

nunca se ha quedado pasmado ante la famosa hoja en blanco. Escribir despacio. Cuando termina de escribir un capítulo vuelve a leer todo para asegurarse que cada frase es clara y fácil de entender. “Escribo muy despacio para que ustedes puedan leer muy rápido”, dijo. Entregarse todos los días. Como periodista se acostumbró a escribir diariamente y en medio del bullicio de una sala de redacción. Hasta la fecha sigue con esa disciplina, escribiendo a diario, incluso en aeropuertos y aviones. Confiar en el encanto femenino. En sus novelas siempre habrá mujeres valientes, inteligentes y sexys, asegura Follet. La razón es que en sus años universitarios recibió una fuerte influencia del movimiento feminista. Pero las mujeres también tienen roles preponderantes en sus historias porque son personajes que enamorarán a los lectores y con quienes quisieran acostarse.

Foto: césar álvarez

Por Tania Lara El propósito del año 2007 del escritor galés Ken Follet fue escribir la historia de cinco familias durante el siglo XX en el transcurso de siete años. El plazo se cumplió en 2014 y el resultado es una trilogía de más de tres mil páginas que culmina con el regreso del autor a Guadalajara para presentar El umbral de la eternidad. Follet presentó La caída de los gigantes, el primero de la trilogía, también en esta feria, en 2010. Su editor Cristóbal Pera presume que los volúmenes de esta serie han vendido más de 12 millones de ejemplares en el mundo. El tan esperado libro abarca los años 1961 a 1989, exactamente el periodo en el que estuvo erguido el Muro de Berlín. En la presentación del libro, el novelista compartió algunos de los secretos que usa para escribir historia que sus lectores devoran de principio a fin. Quedarse callado. Para imaginar a personajes tan distintos como una familia rusa y otra alemana, Follet investiga mucho sobre los episodios históricos y las costumbres de esos tiempos. No sólo lee mucho: también viaja a los lugares donde ocurren los hechos, como la fábrica rusa o la mina en Gales, y habla con la gente. “Para escribir sobre mujeres, todo lo que tienes que hacer es quedarte callado y escucharlas. Ellas te dirán todo sobre su vida, sus hijos, su marido”. Mucha planeación. Antes de escribir el primer capítulo de cada libro, Follet hace un sumario de varias páginas con una planeación de qué hechos suceden en cada capítulo y qué personajes estarán involucrados. Dice que en 38 años como escritor,

LIBROS EN BRAILLE. En este stand se venden los libros en Braille de todas las editoriales.

Tocar para leer En un pasillo de la FIL hay un stand lleno de colores y texturas: son libros en código Braille que permiten leer a los que no pueden ver y que acaso también los pueda entender cualquiera que los hojee. Ahí se venden esos libros blancos con pequeños relieves cifrados para quienes usan las manos para leer. Editoriales nacionales e internacionales se unieron para exhibir sus libros en Braille en un solo stand donde se atiende no sólo a los invidentes o débiles visuales, sino a

cualquiera que quiera aprender esa técnica. Hay libros de historia, cuentos para niños y libros escolares en dos versiones: los de Braille, para los que no pueden ver, y los de macrotipo, libros del doble de tamaño con tipografía más grande y colores intensos que hacen más fácil la lectura a los débiles visuales. No todos los libros de Braille son de hojas blancas: tienen colores, dibujos, formas, diferentes texturas y hasta texto para que se comparta con quienes sí pueden ver. Por Alejandra Arteaga


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