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MAGALLANES
6 de DICIEMBRE de 2014
cómo vivir de la historia
Alejandro Rosas, exitoso divulgador, hace un retrato de Francisco Martín Moreno, el indiscutido récord nacional de ventas. p.6
la última de sacheri
ilustración: guillermo Quijas
Un fragmento de la novela más reciente del narrador argentino. p.8
POR QUIJAS
Y POR MAGALLANES
“Yo había dejado de robar libros. Fue hace más de veinte años: en esos días vivía con una librera, y se me hacía una traición a la familia”, Martín Caparrós
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5 de DICIEMBRE 2014
somos lectores
carta de intención
El ilustrador ilustrado
Foto: Paula vázquez
Ayer dedicamos la portada de FILIAS a cuatro moneros-ilustradores que, para evadir las etiquetas, son cuatro artistas visuales de genio, y punto: Jis, Trino Liniers y Montt. Como nos distinguimos por nuestra terquedad, queremos dedicarle la portada de hoy a otro talento excepcional de las artes visuales: Alejandro Magallanes. Maldito Magallanes: es un gran diseñador gráfico, un gran ilustrador, un gran lector de literatura. Da envidia. Lo admiramos. Les dejamos en este número un autorretrato y un texto de veras brillante de Guillermo Quijas, su editor, que se revela además como el nuevo Modigliani: suya es la ilustración de portada. Juntos han hecho de Almadía una editorial de referencia. Otra apuesta importante de este FILIAS es la de Eduardo Sacheri, uno de los grandes narradores argentinos de hoy. Les dejamos un fragmento de su nueva novela Ser feliz era esto. Nuestro amigo Alejandro Rosas, historiador de éxito, novelista, personaje televisivo, quiso escribir sobre Francisco Martín Moreno, su camarada de armas. No pudimos decirle que no, y qué bueno que así sea: el texto es de lectura obligada. Le agradecemos, además, que no pretenda cobrar por su texto. Queridos colaboradores, sigan el ejemplo. Llegamos al sábado. Mañana, la última y nos vamos.
Carlos Puig y Julio Patán
(†) JESÚS D. GONZÁLEZ FUNDADOR FRANCISCO A. GONZÁLEZ PRESIDENTE FRANCISCO D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL JESÚS D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL ADJUNTO CARLOS MARÍN DIRECTOR GENERAL EDITORIAL HUGO CHAPA GAMBOA DIRECTOR EJECUTIVO Alfredo Campos Director editorial ROBERTO LÓPEZ SUBDIRECTOR EDITORIAL NÉSTOR OJEDA SUBDIRECTOR EDITORIAL HÉCTOR ZAMARRÓN SUBDIRECTOR EDITORIAL carlos puig director editorial milenio digital Bárbara Anderson Directora de innovación editorial RAFAEL OCAMPO Director editorial de deportes MIGUEL ÁNGEL VARGAS DIRECTOR de enlace editorial pedro González director general de operaciones JAVIER CHAPA DIRECTOR general de medios impresos ÁNGEL CONG DIRECTOR de milenio digital ADRIÁN LOAIZA DIRECTOR tecnología y procesos Guillermo Franco director de ingeniería y regulación MAURICIO MORALES DIRECTOR DESARROLLO CORPORATIVO ADRIANA OBREGÓN DIRECTORa COMERCIAL Francisco somohano Director de comunicación estratégica dyana reyes directora innovación comercial VALERIA GONZÁLEZ DIRECTORA CREATIVA tomás sánchez director de mercadotecnia corporativa MARCO A. ZAMORA DIRECTOR PROYECTOS ESPECIALES FERNANDO RUÍZ DIRECTOR PRODUCCIÓN
Feria Internacional del Libro 2014 Carlos Puig julio patán Galia García Palafox Cecilia Estrada Alberto prado angélica vázquez Ixchel vélez
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Domicilio méxico: Morelos 16, Col. Centro, México, D.F., C.P. 06040 Para Ventas e Informes: T: 5140.2979 / F: 5140.2964 Domicilio jalisco: calzada del águila 81-z, Col. moderna, guadalajara, jalisco, C.P. 44190 Para Ventas e Informes: Conmutador: 3668-3100
PARA HOY
Nada tan complicado como elegir entre los cientos de eventos diarios algo que recomendar. Con esa advertencia, aquí van los que pensamos son los imprescindibles de la jornada.
El estudiante
John Katzenbach, nominado al premio Edgar, por Al Calor Del Verano, presenta El estudiante . Salón Enrique González Martínez a las 18 horas.
Complot Mongol
El ilustrador
A 45 años de la publicación de El Complot Mongol , Bernardo Esquinca y Paco Ignacio Taibo II hacen una relectura. Salón 4 a las 13 horas.
El artista gráfico Peter Kuper presenta El sistema en el Salón Agustín Yañez a las 17 horas.
Enanitos Verdes
La banda de rock argentina, famosa por sus canciones como Mil horas y Lamento boliviano, se presentará en el Foro FIL a las 21 horas.
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6 de DICIEMBRE 2014
Paparruchas. La columna de martín caparrós
INTERROGATORIO FILIAS
María Dueñas La española María Dueñas es una académica que se volvió escritora. Hasta 2009, cuando salió a la venta su primer novela El tiempo entre costuras, era profesora de español en universidades de Estados Unidos. ¿Qué tiene que tener un libro para que sea bueno? Un libro puede ser bueno por muy distintas razones, pero creo que la clave está en seducir a los lectores por algo: estilo narrativo, argumento, dinámica interna y agilidad. Que seduzca...
El buen ladrón Yo había decidido dejar de robar libros. Fue hace más de veinte años: en esos días vivía con una librera, y se me hacía una traición a la familia. En esos días todavía no pensaba que agregar ítems a mi lista de tabúes era una de las formas más tediosas del envejecimiento. Durante años lo había hecho con gusto y justificaciones apropiadas. Estaba Borges, por supuesto, que, cuando le preguntaron por los robos en su Biblioteca Nacional dijo que no era grave: –Eso significa que quieren leerlos. Y estaba Montana, que había escrito que ningún libro se podía considerar seriamente leído mientras no lo robaran, y el recuerdo de años adolescentes en que nuestra salida favorita consistía en terribles razzias por la calle Corrientes a ver quién conseguía el ejemplar más señalado. Yo me había hecho una promesa, pero acababa de leer la moderada biografía de Borges por Rodríguez Monegal, y sacado de esa lectura una conclusión boba: que no veía libro más importante que Ficciones, y que, si pudiera tener un solo libro, seguro sería ése. Allí habían aparecido los cuentos decisivos: “Tlön”, “Pierre Menard”, “El jardín de senderos”, “Funes”, “La biblioteca de Babel”. De pronto, “Ficiones” se me volvió un fetiche necesario. Y ahí estaba, en esa librería elegante, ese tomo, plácido, como si abandonado. Era terriblemente caro y, además, comprarlo no tenía sentido. (Hay filias más presentables que la biblio. En la hemofilia, por ejemplo, el sujeto se empecina en ofrecer su sangre al mundo, que no la necesita. En la filantropía trata de dar y dar a esos hombres amados lo que ellos no pidieron. La biblio, en cambio, se ubica del lado de la pedofilia: una avidez de posesión. El bibliófilo no ama los libros: necesita tenerlos. Tocarlos, olerlos, espiarlos, ordenarlos: someterlos, y apoderarse a través de ese objeto de una época, una forma, una iluminación. El bibliófilo, en tiempos de la reproducción mecánica, sostiene una batalla perdida contra la cantidad: hay docenas de ediciones de “Ficciones”, pero sólo una perfecciona la apropiación: la primera, la única.) Que estaba en ese estante, como si abandonada. Un volumen in octavo menor, tapas tan blandas y celestes, con la tipografía más discreta y la flecha de ediciones Sur. Papel rugoso, sin alardes, y el único lujo de un retrato, austero antes que feo, del autor por una señorita Wrede. Mi chaqueta era amplia y el gesto fue sencillo: conocido. Cuando salí a la calle, Ficciones en el sobaco izquierdo, llovía poco y yo me preguntaba qué será lo que prometen las promesas. Ya pasaron, desde entonces, más de veinte años, y nunca más lo hice: se diría que ahora sí cumplí la mía. Pero me siguen cayendo bien los ladrones de libros. Lo recordaba porque ayer, en la tapa del periódico que suele usarse para envolver las páginas de FILIAS, se anunciaba que tres jóvenes estudiantes de Letras Hispánicas fueron detenidos por robo de libros. “Lectores… y ladrones”, decía el titular,
¿Qué libro te hizo convertirte en escritora? Ninguno en concreto, un millón en abstracto. ¿Cuál es la parte que más te gusta de escribir? La de encerrarme a componer una historia, amasar una historia en mi cabeza y a traspasarla en un documento. ¿Cuál es tu género literario favorito? La novela.
El buen viejo ladrón de librería, el tan vituperado, es otra cosa: atleta de la literatura, Robin Hood de sí mismo, uno que de verdad desea leer –o poseer– esas palabras
¿En qué momento de tu vida consideras que triunfaste? Considero que he triunfado, ¡hombre!, en el plano profesional, como escritora, creo que desde el principio al conseguir publicar El tiempo entre costuras. ¿Cuál es tu mayor anhelo? Que mi vida tenga armonía en todos los sentidos. ¿Qué ciudad, a la que no has ido, te gustaría visitar? Me gustaría visitar más que una ciudad, un país. Me gustaría visitar India. Si no hubieras sido escritora, ¿qué te hubiera gustado ser? He sido profesora muchos años, y estaba muy a gusto. Ahora soy escritora, y también estoy muy a gusto. ¿Qué odias de España? La puñetera crisis en la que vivimos que parece que no va a acabar nunca. ¿Qué necesitas para ponerte a escribir? Necesito tener mi ordenador delante, nada más. Y horas, sobre todo tiempo.
y la noticia contaba que su botín incluía obras de Vargas Llosa, Fuentes, Bukowski, Conan Doyle… y José Enrique Rodó. Lo cual aumentó mi admiración: un muchacho que robó Rodó se merece que la República Oriental del Uruguay lo nombre al menos ciudadano honorario. Pero la simpatía se me deshizo cuando reparé en que se habían llevado como 80 libros y, sobre todo, que los habían robado por encargo: que no eran ladrones de libros sino ladrones de una mercancía que podría haber sido cualquier otra, que solo les servía para hacerla dinero. Los verdaderos ladrones de libros son algo muy distinto. Un ladrón de libros ejerce una de las formas más nobles que conozco de hacerse con un texto: poner el cuerpo, ponerse en riesgo para conseguirlo. Exponerse a un mal momento, un calabozo incluso por unas cuantas páginas es un milagro de civilización. Frente a eso, entregar a cambio de esas páginas unas cuantas unidades de riqueza –de papel, de plástico– es tan banal. Frente al ladrón, el comprador de libros es el tedio burgués, la integración a toda costa. Y, sin embargo, se supone que todos nosotros –la FIL, los libreros, los editores, yo– lo necesitamos. Y nos desesperamos porque se roban, cada año, en esta feria, entre el 5 y el 10 por ciento de la cantidad de libros que se compran. Aunque ahora, en general, los alegres ladrones de libros han sido reemplazados por los poltrones que los bajan de Internet. No tengo nada en contra de esa práctica: creo que si alguien quiere leerme, que lo pague o no lo pague es un asunto perfectamente secundario. No escribo por dinero: que me lo den me parece una confusión maravillosa. No tengo nada en contra pero a favor tampoco: son emboscados, no se juegan nada. El buen viejo ladrón de librería, el tan vituperado, es otra cosa: atleta de la literatura, Robin Hood de sí mismo, uno que de verdad desea leer –o poseer– esas palabras.
¿A qué escritor, que ya está muerto, te hubiera gusta conocer? Me hubiera gustado conocer a Cervantes, o a Dickens.
Por Alejandra Arteaga
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6 de DICIEMBRE 2014
El argentino del día
Fotos: paula vázquez
Uno como escritor tiene un deseo de lectura, por lo menos cuando el libro cobra forma, el deseo de ser leído es muy grande”
Martín Kohan
por Alejandro Domínguez
EL ESCRITOR CONCENTRADO Martín Kohan es de aquellos escritores que pueden terminar una novela en dos o tres meses. Eso fue lo que hizo en su última novela Bahía Blanca, de editorial Anagrama. Kohan quería contar la historia de un personaje que quería olvidar algo, poner su vida en ceros. También quería reivindicar la imagen que se tiene de Bahía Blanca, una ciudad al sur de Argentina de la que dice, todo mundo habla mal. Encontró así el sitio ideal para su personaje, que a pesar de la mala reputación de su destino encontró lo que necesitaba para el olvido. Hace 21 años, Kohan publicó su primer libro en una pequeña editorial de Argentina. Tres años después logró publicar en Editorial Sudamericana, que editaba a Julio Cortázar. Cuando Random House Mondadori absorbió la editorial sus libros comenzaron a circular por el mundo. En 2007 obtuvo el Premio Herralde por Ciencias morales. Traes a la FIL una novela de amor, una novela de un lugar en particular. Un lugar alejado que no muchos conocemos pero que ustedes sí identifican bastante bien en Argentina. Bahía Blanca tiene que ver, por un lado, con la historia de amor y la desgracia amorosa, y por el otro con el no poder olvidar. Intenté construir una historia en la que el olvido fuera parte de un propósito, una premeditación y una aplicación, una constancia como generalmente asociamos al recuerdo. Bahía Blanca es una ciudad del sur de Argentina, a 700 kilómetros de Buenos Aires. Me fascina Bahía Blanca, no la ciudad en sí misma, sino por toda la mitología que se teje a su alrededor como ciudad maldita, como ciudad de mala suerte, mala fortuna, y tuve la idea de que todos esos signos negativos y adversos empezaran a resultar positivos para un personaje como el que yo inventé.
¿El entorno de la ciudad es lo que ayuda un poco al personaje? Sí, y de hecho pude construir mi idea de la ciudad a partir del tipo de personaje que iba imaginando y al mismo tiempo la mitología de una ciudad como Bahía Blanca me ayudó a construir el personaje. Ese personaje que quiere ponerse como en una especie de grado cero, ese grado cero de la ciudad con la que él tampoco tiene demasiada relación. ¿Para lograr este entorno, te fuiste a Bahía Blanco un tiempo, entrevistaste gente que vive allá o es tu propia imagen de la ciudad? Es mi imagen de Bahía Blanca. Jamás investigo, incluso, me ha tocado o he querido escribir cosas relacionadas con la historia argentina y momentos históricos del siglo XIX donde había mucho por investigar y no lo he hecho. Me dispongo siempre a trabajar, más que con la precisión de cualquier información histórica o vivencial que uno pueda recoger, con los sentidos y con los lugares comunes que se tejen sobre algo. Me pareció más interesante recoger y reelaborar los dichos sobre la ciudad, las creencias alrededor, la fama que se genera. ¿En Bahía Blanca pensaste en un personaje que querías situar en ese lugar o en el lugar en el que querías situar un personaje? Bahía Blanca surge como una especie de cruce de dos ideas que en principio surgieron como ideas distintas. En algún momento se me ocurre la idea de un personaje que quiere olvidar y dándole vueltas durante no sé cuánto tiempo, en algún momento se cruzó con otra idea que era mi fascinación por Bahía Blanca, por la ciudad por la que todo el mundo tiene prevenciones y tuve la tentación de darle vuelta a eso y de hacer una especie de reivindicación paradojal de la ciudad. El personaje me permitió diseñar la Bahía Blanca que yo
precisaba y lo que uno sabe sobre Bahía Blanca me permitió pensar bien el personaje. ¿Escribes muchas cosas a la vez o te concentras en un solo texto? Uno solo, porque tengo además una característica que tampoco puedo leer varios libros a la vez. Me doy cuenta que en libros de cierta extensión, como es el caso de Bahía Blanca, no me llevan más de dos o tres meses escribirlos. Esa característica me da la pauta del grado de intensidad y el grado de concentración que supuso la escritura de esa novela, evidentemente tengo un nivel de dispersión muy bajo, si no no podría escribir en tan poco tiempo. ¿Cuando empiezas un texto ya tienes las cosas pensadas? Muchísimo, comienzo a escribir con un grado de elaboración previa evidentemente muy alto porque cuando comienzo a escribir fluyo de una manera continua. Es imposible pensarlo todo, pero evidentemente los núcleos principales que van a permitirme la articulación de la novela ya están pensados. ¿Ha sido complicado salir de Argentina y que te lean en otras partes? Uno como escritor tiene un deseo de lectura, por lo menos cuando el libro cobra forma, el deseo de ser leído es muy grande. De alguna manera vas manejando un castellano más o menos neutro que pueda ir y venir sin problemas y a veces con temáticas que están pensadas especulativamente para ese traspaso de un libro de país en país. Yo personalmente creo que es más honesto escribir sobre lo que uno desea, trabajar sobre las ideas que uno tiene, elaborar el lenguaje del modo más acentuado posible y luego las diferencias de horizonte van a ser diferencias de lecturas, no pérdidas de lectura.
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6 de DICIEMBRE 2014
POEMA DEL DÍA
así de quedo y sumo así de anchura así de henchido así de consentir así acoger ese toque su claror porque nido porque alas porque su mansedumbre porque arrimo porque arribo y hallo Saúl Yurkievich (1931-2005) Tomado de la antología Lugar de errancia
#FiliasMilenio @canijalagartija En camino a la FIL a ver si alcanzo a @goliveros y a @quericomambo !!
@HanniaNovell Que maravilla aquí #FIL #Guadalajara me encontré a alguien que admiro @perezreverte
@Sallyviaja En la #FILGuadalajara2014 en el lanzamiento del libro “Jugando con Tili” con ilustración de @alejandraaceves
@EileenTruax La fuerza de ocupación de México no es un ejército extranjero; son sus propios dirigentes: @DiegoFonsecaDF en el @ eipudg en #FIL2014
@Taibo2 Hoy 5pm recibiremos el #PremioCarlosMontemayor El Obispo Raúl Vera y su servidor. Entrada libre #YaSuperenlo @OdiloTID Nos vamos de la #FILGuadalajara2014 con buenas sensaciones. Se ha notado la presencia española :-) @unelibros @AkulkaN Ya en Guadalajara, lista para la @FILGuadalajara. Volver a esta tierra es volver a mi hogar :) @UnChango_ Estoy en la #FIL2014 firmando libros y pues a la gente no le gusta que le rayen sus cosas.
Foto: paula vázquez
@martinsolares Vine a la FIL para hablar de literatura con Eduardo Rabasa y Diego Fonseca (12h30). Y con Eduardo Parra, LJ Boone y Ana García Bergua: 17h.
ENRIQUE SERNA
La doble vida de Jesús: el libro que se adelantó Antes de casos como Tlataya y Ayotzinapa, Enrique Serna ya había escrito La doble vida de Jesús, un libro que retrata la política infiltrada por el narcotráfico. “La actualidad que ha cobrado el tema de mi novela es un poco circunstancial porque en los últimos dos años había la engañosa sensación de que la criminalidad había disminuido, pero luego vinieron la matanza de Tlatlaya y la tragedia de Iguala, y entonces volvió a quedar en el centro de atención nacional e internacional la complicidad entre el crimen organizado y el poder político”, dice el escritor mexicano. Jesús Pastrana, el protagonista de La doble vida de Jesús, es síndico del ayuntamiento de Cuernavaca que quiere convertirse en presidente municipal a través de la firme convicción de ser recto, legal y justo. En medio del camino, se le atraviesa el narco, que ha infiltrado en todo los niveles de gobierno, y el amor escandaloso de Leslie, un travesti, que podría ser una piedrita en su carrera política. Serna dice que pensó en la historia a partir de una pregunta: “¿qué pasaría si yo fuera un político honrado, que tratara de abrirse camino en estos momentos, que aspirara a hacerse alcalde de la ciudad donde vive, Cuernavaca?, y a qué me enfrentaría en ese largo camino, primero, con las luchas interna de mi partido, con la estructura de poder paralela del narcotráfico y a qué me llevaría todo eso”. En medio de las balaceras, narcomantas, sobornos, amenazas de muerte, decapitados, los secuestros está el amor prohibido de Jesús Pastrana con Leslie. “Este personaje viene arrastrando un sentimiento de culpa desde la adolescencia cuando no se atrevió a defender a un amiguito gay, que además le gustaba. Entonces, ese acto de cobardía, es algo que a él lo condenó a un destino inferior, y mi novela narra un proceso de reivindicación”.
@lydiacachosi Sí, soy yo la del pasamontañas. Hablamos de la #LeyAntimarcha y cómo enfrentarla. #YaMeCanse2 @ruleiro Se acaba de revelar en la #FIL2014 la lista de #Mexico20, los mejores escritores menores de 40 del país. #Dicen. @Lauentuiter Pues no sé si en México se lee, pero sí se compran libros. En una hora comienza la venta nocturna en @FILGuadalajara pic. twitter.com/6vi5K5ikRG @sergioaguayo Más allá de presunciones, #Remolino permitirá entender mejor qué pasa y cómo llegamos. Ed. impresa en @FILGuadalajara
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6 de DICIEMBRE 2014
Martín Moreno: los arrebatos de la historia Por Alejandro Rosas
“Es como trazar una raya en el agua”, dijo en alguna ocasión Francisco Martín Moreno refiriéndose a la ardua tarea que tiene el articulista de periódico: se sube a la vorágine del presente, a la coyuntura, a la polémica y apenas unas horas después el tema ha sido rebasado por los acontecimientos. Sin lugar a dudas, “nada hay más viejo que el periódico de ayer”. Así lo entendió Francisco Martín Moreno antes de lanzarse al ruedo de la novela histórica a mediados de la década de 1980. Llevaba más de 10 años como editorialista en distintos periódicos, actividad que combinaba con la burocracia sin mucho afán: era funcionario público de la Secretaría de Hacienda, lugar en el que estaba más por obligación que por devoción. Hasta ese momento, se veía a sí mismo como un traidor a su propia causa. A sus 33 años, la vida lo había llevado por los derroteros de una situación que le permitía tener un statu quo confortable y de gran aceptación entre su familia y amistades, pero en su fuero interno estaba completamente insatisfecho. A su mente venía una y otra vez un consejo de Henry Miller que se le tatuó en su conciencia desde que lo leyó: “les digo a los jóvenes que escuchen sus voces internas y que las respeten antes de que se conviertan en un don nadie con éxito”. La historia lo llamó siempre, las letras fueron invariablemente su compañía y tenía la pasión por contar historias, así que decidió darle un giro de 180 grados a su vida, y al igual que lo hicieron los personajes históricos que no tardaría en novelar, Francisco rompió sus propias cadenas, quemó sus naves, dio un paso al frente y se abrió paso hacia los intrincados caminos de la literatura. De ese salto al vacío nació su primera novela, México negro, publicada en 1986. Novela histórica o historia novelada En momentos en que se resquebrajaba el sistema político priísta por las sucesivas crisis económicas que afrontó el país durante la década de 1980, la desmitificación de la historia encontró terreno fértil en una sociedad que ya no estaba dispuesta a creer en nada que viniera del gobierno, menos aún su narrativa de la historia. En ese contexto apareció México negro. Su inusitado éxito se debió a la pluma ágil del autor, al suspenso y al misteriosa trama de la historia de ficción, pero también a que se atrevió a mencionar que la sacrosanta y muy nacionalista Revolución Mexicana no había sido tan nacionalis-
ta: fue financiada por las más importantes compañías petroleras del momento. Francisco Martín Moreno tomó el camino de la historia novelada por una obsesión con la divulgación del pasado mexicano. Ante la disyuntiva de acercarse al ensayo académico que podía llegar a un grupo muy reducido de lectores o bien tratar de difundir su obra ante un público lector, amplio, Francisco optó por la segunda opción: la historia novelada, a partir de un meticuloso estudio de la historia que puso al servicio de la literatura. El autor logró llenar las lagunas que presenta de manera natural la investigación histórica, con la imaginación y la ficción del novelista, pero fue más lejos; no insertó sus historias en un periodo específico del pasado, sino que le dio voz a los propios héroes y villanos, los convirtió en protagonistas de sus novelas. Sin duda, hay rigor en la investigación histórica y licencias en su narración. Francisco supo acercarse con acierto a los temas incómodos de la historia nacional, a los grandes héroes y temibles villanos. Y señaló con dedo flamígero las lacras políticas y sociales que, a su juicio, han impedido el desarrollo del país y su consolidación. A lo largo de su vasta obra, aparecen como constantes la corrupción, la impunidad, el autoritarismo, la pobreza, la desigualdad; su aversión profunda hacia la iglesia católica y los vicios que la acompañan desde tiempos inmemoriales; las traiciones de personajes como Santa Anna, el “tirano” Porfirio Díaz, el “chacal” Huerta y la posibilidad de redención si la sociedad de organiza, se une y exige. Su serie México negro (1986), México sediento (1998), México mutilado (2004), México ante Dios (2007) y México acribillado (2008) es un diálogo permanente con México. Tiempo de arrebatos Al igual que sucedió con México
negro, la aparición de la serie Arrebatos carnales (tres volúmenes, 2009, 2010 y 2011) revolucionó de nuevo el campo de la historia novelada. Obra de gran éxito que vendió cientos de miles de ejemplares, provocó una interesante polémica, pues Francisco Martín Moreno entró hasta las alcobas de los protagonistas de la historia y como gran voyerista con buena pluma le entregó a los lectores escenas de pasión y amor para demostrar que el sexo y la patria también conviven. Al igual que lo hizo en sus anteriores novelas, Francisco investigó cuidadosamente a sus personajes, de tal modo que el sexo y los placeres sensuales fueron sólo el pretexto para contar noveladamente aspectos esenciales de la vida política nacional: el ejercicio del poder, la ambición, la pasión personal, los odios ideológicos, las decisiones al calor de la cama. Arrebatos carnales fue un primer intento, vía la ficción histórica, de acercar al lector mexicano a una categoría de la historia que lleva mucho tiempo en boga en Europa: la historia de la vida privada. Historia familiar Luego del éxito de Arrebatos carnales, Martín Moreno se alejó por un tiempo de la historia mexicana; lo hizo para tomarse un respiro; para recuperar la cordura intelectual luego de confrontar la ficción con la realidad actual que supera a cualquier novela. Y como suele suceder, decidió sacar a orear el cadáver que toda familia guarda en su clóset. De esa forma, durante varios meses se abocó a la tarea de investigar y reconstruir su propia historia familiar. Así, en 2014 publicó En media hora la muerte, un salto de la historia nacional a la universal desentrañando el pasado de su familia paterna y materna, pero particularmente sus secretos. Su más reciente obra significó un crossover: hoy su novela está siendo traducida a varios idiomas. Con buen ánimo, indudable amor por México y pasión por la palabra escrita, Francisco Martín Moreno se acerca a los 30 años de novelista –los cumplirá en 2016. Autor polémico, querido por unos y cuestionado por otros –sobre todo por la academia–, su aportación sin duda será invaluable: es parte de la generación de autores que le devolvió al lector el placer por la novela histórica.
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El libro que empezó en México y terminó en Brasil Por Alejandra Arteaga La parte inventada, de Rodrigo Fresán Editorial: Random House.
Campo de guerra, de Sergio González Rodríguez. Editorial: Anagrama
“De uno de los autores más inclasificables, un argentino que vive en Barcelona pero ha escrito sobre México. Es una historia sobre un escritor y todo lo que representa para él el oficio. Trata de el esfuerzo superlativo por hacer la súper novela latinoamericana. Con un estilo inconfundible, la mayor parte de su obra proviene de su admiración por la literatura norteamericana”.
“ Una especie de ensayo sobre la geopolítica, que permite que la violencia se extienda a todo el país. El trabajo de González Rodríguez es tan legendario que ha inspirado muchísimo respeto al grado que en 2666, Roberto Bolaño lo sitúa como uno de sus personajes.de Estados Unidos”.
Háblame de amores, de Pedro Lemebel Editorial: Seix Barral “Un libro fundamental para descubrir de dónde viene este boom de la crónica. Un escritor chileno que ha sido poco leído, pero en el género de la crónica es excelente. Él es homosexual y tuvo un movimiento artístico en Chile que se llamó Las Yeguas del Apocalipsis. Hace crónica sobre la dictadura chilena”.
Bolsa del autor: Carlos Velázquez El autor de El karma de vivir al norte, recorrió con FILIAS los stands de la Feria Internacional del Libro para encontrar sus libros favoritos.
Comando, de Johnny Ramone. Editorial: Malpaso “La autobiografía de Johnny Ramone es como una canción de los Ramones, tiene una furia, es como tres minutos de puro punk directo. El libro narra el paso de Johnny por la banda. Mientras todos los otros miembros se dedicaron a autodestruirse y a drogarse, Johnny fue el hombre que luchó para que la banda siempre estuviera unida”.
Cuando el escritor brasileño Sérgio Rodrigues tenía 24 años vino a México para cubrir como periodista deportivo el mundial de futbol de 1968. Era su primer cobertura y la experiencia, la afición de los mexicanos, los partidos, el desempeño de Brasil lo inspiraron. “Yo necesitaba escribir de una narrativa de ficción que tratara de futbol”, dice. Así surgió El regate, que el autor presentó en la FIL. “Estuve en México, para el mundial del 86, estaba empezando mi carrera, y fue una experiencia muy rica. Y creo que el hecho de que yo pasé por todo eso, que viví la variedad de futbol internacional como periodista, es responsable de la decisión de escribir una novela, que más que una decisión es algo que yo tenía que hacer”, indica. Era un joven periodista, dice, cuando se quedó dos meses y medio en Querétaro, para cubrir el mundial. “Es el mundial de Maradona, es un mundial mágico, un mundial muy importante en la historia”. “Fue personalmente una expe-
riencia muy rica porque no tenía mucha información de México, y me encantó de inmediato. Es increíble que México y Brasil son profundamente semejantes: los países, que son muy ricos y al mismo tiempo muy pobres, y que a la gente le gusta la fiesta, la alegría, como una forma de soportar los problemas”, dice. Aunque su libro habla del futbol de Brasil, Sérgio Rodrigues dice que ese, el del balompié, es un tema que puede unir a México con su país. “Hay una simpatía”, dice, “y creo que el futbol tiene mucho que ver con eso”. El regate cuenta la historia de Murilo Filho, un cronista deportivo que se enfrenta a una enfermedad terminal, y su hijo Neto, un corrector de libros de autoayuda que no ve desde hace más de 20 años. En medio de esta historia, danzan los miles de niños brasileños que pugna por una oportunidad en el deporte nacional: el futbol. Rodrigues dice que la idea de escribir El regate fue la necesidad “de escribir una narrativa de ficción que tratara de futbol y de los años de gloria en Brasil, en especial de 1958 a 1960”.
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FRAGMENTO
Ser feliz era esto De Eduardo Sacheri BUDÍN DE NARANJA Si hay algo que Sofía odia es que le tengan lástima. Esa miradita de la gente cuando se les nota que están pensando “Pobre chica, mirá lo que le pasó”. Lo odia. Los odia. Le dan ganas de decirles, de gritarles, “¡¿Por qué no mirás para otro lado?! ¡Si te doy lástima pensá en otra cosa y listo!”. Pero no lo hace. Se queda callada o cambia de tema o pregunta algo para distraerlos de esa compasión que ella no quiere, que no le sirve, que no le interesa. Ahora mismo, por ejemplo, la señora que tiene sentada al lado, en el micro que va a Buenos Aires. Se nota que se muere de ganas de sacarle conversación desde que salieron de Villa Gesell. Pero como Sofía se pasó toda la primera mitad del viaje con los auriculares puestos, con la cabeza apoyada en el vidrio y los ojos en la ruta, no le dio mucha opción de ponerse a charlar. Pero las señoras chusmas no se desaniman así nomás. Insisten. Son pacientes. Recién cuando llevan cuatro horas de viaje, sentadas a treinta centímetros una al lado de la otra, Sofía contra la ventanilla, la otra junto al pasillo, la señora se anima a preguntarle por qué viaja sola. No se lo pregunta de frente. No. Las señoras chusmas, cuando son chusmas profesionales, nunca preguntan de entrada lo que quieren saber. Dan rodeos. Arrancan con una excusa cualquiera. El primer error es de Sofía, porque cuando su Ipod se queda sin batería lo guarda en la mochila junto con los auriculares. Mal hecho. Debería haber fingido que el aparato seguía funcionando. Pero se distrajo, pensando en que la batería esa dura un suspiro. ¿Son todos así o el suyo es el único que es una porquería? Da lo mismo, porque la señora chusma ha visto su gesto de guardar las cosas. Y entonces aprovecha su oportunidad. Primero comenta algo del aire acondicionado que tiene frío. Y Sofía, que sabe para dónde apunta, contesta apenas “Claro, claro” y sigue mirando por la ventanilla. Pero después la mujer saca un táper y le ofrece budín de naranja. Sofía duda. Está a punto de negarse, pero la mezcla del olorcito del budín con el hambre que tiene le hace decirle que sí. Y mientras mastica y disfruta cómo la masa se le desgrana en la boca (Sofía tiene la teoría de que, en general, las señoras chusmas cocinan como los dioses, sobre todo cosas dulces), entiende que el precio del budín es empezar una conversación. Tampoco va a entregar su derrota tan fácil. No, señor. Por eso, para ponerle las cosas un poco más difíciles, se mantiene mirando por la ventanilla, haciendo durar todo lo que puede el último bocado de budín. Claro que llega un momento en que es más saliva que budín, y prefiere tragárselo. —Y decime, nena… ¿Por qué estás viajando sola? Sofía la mira. De reojo, observa también el táper que la señora mantiene abierto, como una tentación, casi como un soborno, sobre la falda. Una conversación larga puede significar que le toque alguna de las tres rodajas de budín de naranja que quedan todavía. Entonces acepta hablar. Improvisa. Le dice que sus papás están separados, y que ella vive con su mamá, que es maestra, en Villa Gesell. Pero que todos los años, dos veces al año, viaja a Buenos Aires a visitar a su papá. En febrero y en vacaciones de invierno. Que su papá es empresario. Que tiene una fábrica de… ventanas, dice, porque la señora —a la que se nota que le gustan los pormenores— se lo pregunta de repente y el cuento que Sofía va redactando en su cabeza no había llegado hasta ahí. Una fábrica de ventanas de aluminio, aclara, porque justo clava los ojos en el costado del micro y se le ocurre que las supuestas ventanas que supuestamente fabrica su supuesto papá son de aluminio, como las del ómnibus. Que tiene un hermanito más chico, de cuatro años, que se llama… Nicolás. Nicolás, se llama su hermanito. Eso es algo que tiene que mejorar. Siempre que inventa un nombre de hombre el primero que le viene a la cabeza es Nicolás, porque es un nombre que le gusta, aunque no conoce a ningún Nicolás, que ella sepa. — ¿Y tu hermano no lo visita a tu papá? —interviene la señora, ofreciendo el táper. Responde que no, pero se corrige rápido para decir que sí. Claro que lo visita, pero esta vez no porque… se agarró varicela. Eso. Tiene varicela, tuvo, mejor dicho, varicela, y su mamá prefirió que se quedase en Gesell, para recuperarse del todo. Y su papá estuvo de acuerdo, por supuesto. Aunque lo extraña. La segunda porción de budín le gusta todavía más que la primera. —Igual no hace mucho que se separaron… —comenta la mujer— si tu hermanito tiene cuatro años… Sofía hace cuentas: es rápida, la vieja, para los números. Pero la lengua de Sofía también es rápida, porque improvisa enseguida que sí, que a ella le parece que fue como un último intento de sus papás para salvar su matrimonio, para seguir juntos, que el nacimiento de… Nicolás tenía que ver con eso. Pero que no había podido ser. Chasquea la lengua y menea un poco la cabeza, como para apuntalar la idea del fracaso matrimonial de su papá y su mamá, pero justo se da cuenta de que así va a producir en la señora esa sensación de lástima que quiere evitar porque no se la banca, y cambia el switch y adopta un tono alegre para aclarar que de todos modos las cosas están bien, que sus papás entienden perfectamente que su separación no tiene que significar una guerra, que se comunican todo el tiempo entre ellos, y que los cuatro en la familia se
mueven sabiendo que lo único que se ha roto es el matrimonio de sus papás, porque todos los otros vínculos siguen vivos, sanos y fuertes. Termina de decirlo y se da cuenta de que le salió igualito a una piscóloga de esas que invitan en los programas de la tarde que se tuvo que aguantar el otro día mientras tomaba la merienda en la casa de su vecina Graciela, que son justamente los programas de la tarde que las señoras chusmas usan para saber en qué anda el mundo, y a juzgar por la cara de comprensión supersatisfecha que pone la mujer, Sofía se da cuenta de que ha salido bien parada. Y entonces, el milagro: la señora extiende otra vez el táper, y ella pone cara de “ya me comí dos porciones, no debería abusar de su generosidad”, pero la señora la anima aproximando todavía un poco más el recipiente y ampliando la sonrisa, de manera que piensa “Ma sí” y acepta una tercera porción de budín de naranja. Claro, nada en la vida es perfecto, y por eso, antes de que pasen diez minutos o quince kilómetros, la señora no puede con su alma y comenta “Pero qué pena, de todas maneras, una nena como vos teniendo que viajar sola”. Sofía tiene que sonreír, resignada. Habrá que hablar un poco más. Pero paciencia, que una señora capaz de preparar un budín así de exquisito puede ser densa, pero no mala. Además ella tiene un truco para no tener que seguir hablando: el “reportaje”. La mejor manera de que alguien te deje tranquilo y pare de molestar con preguntas es hacerlo hablar de sus cosas. El noventa por ciento de la humanidad adora hablar de su propia vida, de sus propias cosas. Lo único que hace falta es darles la oportunidad. Y la señora del budín pertenece a ese noventa por ciento, porque cae de cabeza. Dos, tres preguntitas así nomás y se pone a contar de su vida, de sus cosas, de sus nietos. Y Sofía puede distraerse con lo que se le dé la gana, siempre y cuando tome la precaución de tirar un “ajá” de vez en cuando, o de mover la cabeza como diciendo que sí, que claro, que seguro que la nieta más chiquita es superdotada porque de lo contrario no se explica lo vivaracha que es. Eso sí. Mientras pone cara y sonrisa de estar escuchándola, no puede evitar pensar “¿Así que te doy lástima con esta historia que te conté? Ni te imaginás la lástima que te daría si te contara la verdad”.
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Atrapa SNTE colores, texturas y sabores de México
os colores de las artesanías creadas con ingenio milenario , las texturas de las telas bordadas por manos sabias y los sabores de la comida inspirada en dioses, son parte de las tradiciones que los maestros de educación indígena lograron atrapar en un libro con vida propia, formado a partir de su convivencia diaria en las comunidades donde cumplen su compromiso de enseñar aprendiendo. “Tradiciones: colores, texturas y sabores del SNTE” es el texto compilado por el Colegiado de Asuntos Indígenas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. La obra fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por los maestros Paulino Canul Pacab y Julio López, del Colegiado Nacional de Educación Indígena, Evelia Sandoval, Directora de la Fundación del Centro Cultural del México Contemporáneo e Isabel Jacinto, integrante del Comité Nacional de Vinculación Social. Los profesores explicaron que durante año y medio los maestros indígenas de las Secciones Sindicales de todo el país se dieron a la tarea de visitar las propias casas de sus alumnos para conocer los ingredientes y preparación de las comidas típicas de la región, como el salpicón de tepezcuintle, de Quintana Roo; el mole de hongo, de San Luis Potosí; el guakabakii, de Sonora o los testales, de Nayarit. Se enteraron de los procesos y materiales de los telares de Chiapas, de los bordados en chaquira de Nayarit y la confección de los trajes rarámuri de
Chihuahua. En el libro también se documenta el vestuario facilitado por la maestra Emma Rubio, quien en toda ocasión porta orgullosa los trajes típicos de México. Su guardarropa está integrado sólo por prendas auténticamente confeccionadas por manos de indígenas que en cada diseño dejan parte de su filosofía, de su vida y hasta de sus muertos. Es así, con el apoyo de su Sindicato presidido por Juan Díaz de la Torre, que se hace visible el trabajo de los maestros indígenas del SNTE, quienes todos los días libran una batalla para mantener vivas las tradiciones de nuestro México y sus 364 variantes de lenguas indígenas, 22 de ellas en peligro de extinción. Además de la versión impresa, “Tradiciones: colores, texturas y sabores del SNTE”, estará en breve disponible online en la página web del SNTE, www.snte.org.mx
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Desmitificar la educación
ue un libro escrito con frases hechas, para deshacerlas. Así se resume el contenido de “Mitomanías de la educación argentina. Crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas”, escrito por Emilio Tenti Fanfani y Alejandro Grimnson, presentado en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Los maestros del SNTE trabajan en la prevención de la violencia en las escuelas
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a maestra de secundaria Ana Luisa Padrón Rodríguez, experta en prevención de violencia escolar, advirtió que la única forma de combatir este problema es través del trabajo compartido entre maestros, padres de familia y sociedad en general.
“Cada quien debe asumir su rol dentro del contexto que le corresponde, tanto en la casa como en la escuela. La violencia se debe atender desde la educación preescolar”. Durante su participación en El Ágora, espacio de expresión que el SNTE abre para sus maestros en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2014, la profesora de la Sección 26 de San Luis Potosí señaló que la violencia física, verbal y psicológica se aprende desde el hogar y los niños y jóvenes la replican en la escuela. “Ellos desquitan en los centros escolares las frustraciones que traen desde su casa. Ahora los papás y las mamás tienen que trabajar y desatienden a sus hijos”. Ante los asistentes, quienes escucharon con atención su presentación titulada: “Didáctica de la prevención de la violencia en las familias”, la maestra Ana Luisa Padrón recordó que en respuesta a esta problemática, el SNTE, con el apoyo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, puso en marcha el “Protocolo de actuación para una escuela libre de violencia”, con el objetivo de prevenirla y erradicarla.
En el stand del SNTE, Tenti Fanfani explicó que para entender los desafíos de la educación, no sólo en su país, allá en el sur del continente americano, sino en términos de la globalidad, fue necesario desmitificar el tema. Ponerle freno a la añoranza de quienes todavía afirman que para superar una crisis se debe volver a los programas pedagógicos de antes, a los sistemas de formación de docentes del pasado. El libro editado por Siglo XXI, advierte a quienes sostienen que lo de ayer fue mejor, que únicamente generan expectativas muy altas, imposibles de cumplir. “Esa lógica de la añoranza sigue siempre como un fantasma. Es triste tener la utopía en el pasado, y la utopía hay que ponerla en el futuro. También hay frases hechas sobre el maestro. Se espera que sea una especie de sabio, de súper científico que se las sabe todas; que conoce de psicología. Que es un héroe, un santo y hasta mago. Esas son expectativas altísimas imposibles de encontrar en una persona”. Al presentar al autor, María Antonieta García Lascuráin, Coordinadora del Consejo de Relaciones Internacionales del SNTE, señaló que la realidad que expone el libro puede ser aplicable a toda América Latina
y a buena parte de los maestros del mundo. Luego de elogiar el desempeño académico de Emilio Tenti, dijo que “podemos citar muchas frases de él, pero me quedo con aquella que afirma: hay que definir al docente como un artista ejecutante y a su trabajo como una performance”. Emilio Tenti Fanfani es Profesor titular de la Cátedra de Sociología de la Educación en la Universidad de Buenos Aires. Antes de dar por terminada su presencia en El Ágora del stand del SNTE, dijo a quienes viven en la añoranza que “la buena escuela y los buenos maestros existen. El problemas es cómo los convertimos en la norma y la generalizamos”.
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Alejandro Magallanes: AutobiografĂa.
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La culpa fue de la iguana Por Guillermo Quijas Pancho Hinojosa dice que los escritores quieren publicar en Almadía para ver qué portada les hace Alejandro Magallanes. ¡Gran frase! Mucho se dice que los niños que fuimos se van perdiendo en el camino del crecimiento y la madurez. Que cuando adultos ganamos en profundidad, pero perdemos en frescura. Por ello siempre es una fortuna conocer a personas que no solamente mantienen de su niñez el espíritu despeinado, sino que además es el motor de su trabajo cotidiano, de su vida. “Nunca he creído eso de tener un niño interior, de hecho me parece un poco triste cuando se dice. Pienso que las únicas personas que tienen un niño adentro son las mujeres embarazadas”, me dijo Alex hace tiempo. Su comentario no es banal. A veces uno se pasa los días buscando ese niño interior como si fuese un ente lejano, o perfectamente oculto detrás de los escombros del corazón, cuando la verdad es que ese niño somos nosotros mismos, siempre en la superficie, y sin embargo casi siempre también contenido por un extraño sentido del ridículo. Conocer a Alejandro ha sido para quienes trabajamos en Almadía una dicha y un reto. Lo primero porque es un espíritu libre, generoso, siempre abierto a nuevas experiencias, siempre inquieto; pero a la vez reflexivo, crítico, y sobre todo autocrítico. Lo segundo porque sus ideas, siempre frescas y a veces bastante temerarias, nos obligan a romper nuestros propios moldes. Alejandro Magallanes estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde además de tomar sus clases habituales de diseño se coló muchas veces como oyente en las asignaturas de Artes Visuales, reacio a aceptar la absurda rivalidad que, según cuenta, existía entre ambas carreras. Pero su amor por el diseño y el arte en general le viene de casa, una casa llena de libros donde la lectura no era materia obligada, era un placer. Así recuerda una anécdota: “A mi hermano le gustaba mucho leer, y a veces, cuando le decía que jugáramos a algo, me hacía esperar a que acabara un capítulo. Así que por esperarlo yo me ponía a leer con él”. En Almadía conocimos a Alejandro gracias a Martín Solares, quien lo invitó a colaborar en 2006, cuando la editorial comenzaba a lanzar sus primeros títulos. Al comienzo nos planteamos que cada libro fuera ilustrado por alguna obra de pintores oaxaqueños. Sin embargo, Alex nos hizo ver que cada uno debía de tener una portada creada especialmente para él. Era poco probable, por los tiempos de edición y producción, que los pintores pudieran elaborar expresamente una obra para cada lanzamiento. También nos sugirió que los libros tuvieran una cualidad táctil en su portada, que se sintiera la textura. Cuando le conté cómo nació la idea de la editorial, inspirada en gran parte en la historia familiar de mi abuelo, Alex nos propuso que cada libro fuera como un regalo para el lector; que cada ejemplar tuviera dos portadas, una con un papel “sabroso” al tacto, con un suaje o una ventana que diera una impresión y que al quitarla descubrieras otra imagen. El reto fue pensar todo esto de forma que los libros no se encarecieran, que era una de nuestras prioridades. El primer libro que diseñó fue el volumen de cuentos Los culpables, que se ha convertido en el texto más vendido de Almadía. Su icónica iguana fue convertida por Alejandro en el cimiento de la identidad gráfica de la editorial. Una característica muy interesante de su trabajo es el juego que realiza entre el dibujo y la palabra. En sus diseños se combinan maravillosamente las posibilidades del alfabeto aplicadas a la imagen. Ejemplo de ello es el dise-
Las manos de Alejandro pertenecen a quien sigue siendo un niño, que no necesita de extrañas técnicas para hacer aflorar su trabajo”
ño que hizo al Diccionario del caos de Fernando Rivera Calderón, o a sus propios libros: Libro, Pasado en limpio o ¿Con qué rima Tima? Esta conciencia de ser un constante explorador le ha permitido desarrollar una propuesta profundamente original, donde se combinan sus dibujos, su caligrafía de zurdo y el tratamiento a otros materiales. Las manos de Alejandro pertenecen a quien sigue siendo un niño, que no necesita de extrañas técnicas para hacer aflorar su trabajo. Él es el niño-artista-explorador que se manifiesta en cada cosa que hace. Su humor es incombustible y en la vida misma, y todo lo que le rodea, siempre encuentra un buen pretexto para convertir cualquier objeto en un artefacto de la risa. Sé que no soy objetivo. No puedo serlo. Hemos pasado de ser colaboradores a forjar una amistad que no está exenta de admiración hacia él. Dicen por ahí que “nombre es destino”; si esto es cierto, en Alex bulle el espíritu de uno de los más grandes exploradores de la Antigüedad y el de uno de los más grandes navegantes del Renacimiento. Macedonio uno, portugués el otro. Alejandro Magallanes va jugando como lo hacía antaño en su casa llena de libros, en la escuela donde le dijeron muchas veces que dibujaba feo, en sus distintos proyectos profesionales. Camina por nuevos territorios, y quienes somos testigos de sus viajes somos afortunados porque vamos con él descubriendo nuevos mundos, nuevas tierras; es decir, nuevas posibilidades de leer, de mirar, de reflexionar y, por qué no, de reír. Su obra, a veces desnuda y sencilla, a veces oscura y compleja, pero nunca simple, es un reto para los sentidos. El reto al mirar la obra de Alejandro Magallanes es preguntarse también cómo mira uno el mundo. Quizás eso nos lleve a la conclusión de que miramos rápido y mal. Un vistazo no siempre es la mejor manera de apreciar el arte. Como espectador uno tendría que esforzarse un poco más, porque de esta forma se cierra el círculo de lo que el artista nos propone. Y al aceptar el reto, nuestra idea de cómo mirar cambia, y entonces nuestra vida también.
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La vida en libros robados Los números suelen definir el éxito o el fracaso de alguna encomienda. Eso es cierto en casos donde los ingresos económicos, las participaciones y las ventas señalan qué tan bien resultó una acción en particular. Pero no siempre sucede así en el ámbito del arte y la cultura, cuando menos no debería suceder así, más allá de que se vean bien en el documento de entrega de resultados. La cifra mágica de asistentes a la FIL ronda las 700 mil personas, más o menos las que han ingresado los últimos años, y pareciera que los esfuerzos para llegar a esa cifra se sustentan en los niños y jóvenes que, sobre todo jueves y viernes, acuden a la Expo Guadalajara como si regalaran algo… a lo mejor una buena calificación. Los autobuses, por docenas, convierten el de por sí complicado tránsito de las calles aledañas al centro de exposiciones en una tortura; las puertas de ingreso de pronto se ven superadas por los cientos de uniformes de distintos colores y grados que están a la espera de entrar a recorrer los pasillos de la feria, los cuales en algunos momentos son imposibles de transitar, a menos que se cuente con la capacidad de sortear los obstáculos como si fuera uno a obtener un premio. En algunas editoriales prefieren cerrar el paso a sus stands porque llega a saturarse a tal grado que ni pueden ofrecer bien sus obras, ni los mismos visitantes pueden detenerse a hojear algunos de los libros… aunque también desaparecen muchos de ellos, por más que lleguen a contratar hasta unos vigilantes más en esos días. Robar libros tenía una cierta aura de magia en otros tiempos, aunque en la feria es uno de los problemas más recurrentes de los editores, aun cuando no siempre gusten de hablar de números al respecto. Pero nunca antes –al menos la memoria no lo atrapase había dado tanta difusión al robo de ¡80 libros en la FIL! El jueves fueron detenidos tres sujetos con ese número de ejemplares en sus mochilas, valuados en 18 mil pesos, de a 225 pesos cada uno. Les tomaron imágenes y hasta aparecieron en la televisión como muchos otros delincuentes, asesinos, narcotraficantes. “Nuestra vida podría contarse a través de los libros robados”, escribió hace pocos días Rafael Pérez Gay en su columna de MILENIO Prácticas indecibles, aunque su historia era la de volúmenes sustraídos de bibliotecas. La historia de esos tres chavos ya quedó marcada… en especial por los títulos que llevaban. Por lo menos sabían cuáles sí se venden.
Robar libros tenía cierta magia en otros tiempos”
AMOR EN TIEMPOS DE MENOPAUSIA En 1972 apareció el primer libro de poesía de Gioconda Belli, Grama. Seis años más tarde obtuvo el Premio Casa de las Américas por Línea de fuego y entre 1982 y 1987 se publicaron otros tres poemarios, siendo hasta 1988 cuando se lanzó su primera novela, Mujer habitada. Se reconoce escritora y en especial es poeta, aun cuando no sea tan difundida su obra poética, sino la novelística. Su novela más reciente lleva por título El intenso calor de la Luna, de ahí que no dejara de llamar la atención el hecho de encontrarse con un salón lleno para escuchar la palabra en verso de la escritora nicaragüense, en una sesión que se convirtió en un recorrido por sus temas literarios, en especial por sus obsesiones. Poemas que llegaron a producirle problemas en su vida pública y hasta en la privada: “Mi esposo me llegó a decir que no publicara nada sin antes leerlo él”, confesó la escritora nicaragüense en una lectura que, al mismo tiempo, se convirtió en una reflexión acerca de las dificultades que enfrentan las mujeres con la creación literaria. “Mis primeros poemas fueron un escándalo. Cuando llevé mis primeros poemas pensé que me felicitarían por haber salido en un periódico, por ser “como la nueva voz de la poesía nicaragüense, y de repente los veo a todos con caras fúnebres: una tía, que era la más tía de todos, me dijo: ‘Cómo es posible que hayas hablado de todas esas cosas’. No había dicho nada que fuera escandaloso, pero realmente fue muy interesante para mí.”
FOTO:PAULA VÁZQUEZ
la pÁgina de jesÚs alejo
GIOCONDA BELLI
Acompañada de su compatriota Sergio Ramírez, la ganadora de los premios Biblioteca Breve y el Sor Juana Inés de la Cruz por su novela El infinito en la palma, Gioconda Belli es una de esas voces literarias que no esconde su interés por contarse a sí misma y a su género, pero como una protagonista. Y “Como un sujeto sexual, porque la mujer siempre se ha visto como un objeto sexual: hay mucha poesía erótica sobre las mujeres, pero cuando nosotros la escribimos es escandaloso”, dice Gioconda Belli, quien a su más reciente novela, “El intenso calor de la Luna”, la define como “una historia de amor en tiempos de menopausia.
pARA RECOSTARSE A LEER La idea es que parezca un jardín donde los libros se aparecen. Hay mesas, bancas, espacios para recostarse entre las publicaciones. Y aun cuando la gente camine con las prisas de quien se ve empujado por el de atrás, hay quienes no desaprovechan la invitación para acomodarse a disfrutar de unos minutos de relajamiento del trajinar por la feria. Se trata de un centro de lectura instalado por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, que en siete días de actividades ya logró superar las 30 mil visitas, personas que después de recorrer cada uno de los rincones de la feria, se encuentran con la oportunidad de sentarse mientras disfrutan de las diferentes opciones de lectura que se ofrecen dentro de ese espacio de fomento al libro y al hábito de la lectura. El espacio forma parte de los proyectos del Programa Nacional Salas de Lectura, en el cual se ofrecen alrededor de 600 libros en papel y sopor-
te digital, acervo en lenguas de México, talleres, charlas y demás actividades para todo público. Charlas y lecturas en voz alta a cargo de autores como Olga Grjasnowa, Martha Riva Palacio, Alejandro Rosas y María Teresa Orozco López, la presentación del libro Lilí nieta, Lulú abuela, de Nacho Casas, así como sesiones de los talleres Encuaderna tus sentidos y Del papel al soporte digital. Pero quizá lo más importante es que apuesta a convertirse en un punto de encuentro entre el libro y los lectores, en especial niños y jóvenes. El programa Salas de Lectura tiene vínculos con alrededor de 7 millones de personas al año, a través de centros de lectura, pero también de paralibros, librobicis o las salas de lectura, cerca de mil 800 en el país. Una esquina un tanto olvidada, pero al que siempre agradece uno llegar, en especial después de las horas de recorrido por la feria.
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crónica
Por Juan Pablo Becerra-Acosta
Foto: paula vázquez
A la búsqueda del Quijote perdido…
Lo abrió y quedó maravillado por el suave papel arroz y las delicadas ilustraciones. A lo largo de varias jornadas sólo dejó de leer El Quijote para comer y dormir”
UNO DE LOS SEIS STANDS DE LIBROS VIEJOS DE LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
Se leía en la tercera página del voluminoso tomo editado por Aguilar en 1968: “Miguel de Cervantes Saavedra. “EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA. “Edición con 136 ilustraciones reproducidas de diversas ediciones nacionales y extranjeras, y cuatro láminas fuera de Texto”. El librazo, forrado en piel café, tenía reproducciones, en finísimo papel arroz, de ilustraciones (pasajes de la novela) publicadas originalmente en antiguas ediciones, incluso del siglo XVII, apenas unos años después de que fuera publicado el libro original (en 1605 se imprimió la primera parte). Por ejemplo, una lámina de la primera edición ilustrada en Ámsterdam en 1669. Era una reliquia editorial. El hombre, cincuentón, no cabe en sí: por quinientos pesos acaba de adquirir un libro similar. Lo halló en un stand de tomos viejos, uno de los seis que hay en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Es un volumen muy parecido al que extravió en marzo de 1989. El libro que ha buscado durante más de 25 años… ********* Marzo de 1989. El joven veinteañero, borrachísimo, duerme profundamente en su butaca del tren Bruselas-Madrid. El asiento de al lado va vacío, así que se ha estirado a sus anchas, luego de que durante la noche consumiera media docena de benjamines, pequeños botellines de champaña. Con un grupo de mochileros estadunidenses había estado perorando acerca de que habría que vivir al estilo del existencialismo de El extranjero de Albert Camus. Había salido a las 11:13 de la estación Midi de Bruselas, había arribado a las 12:35 a la estación Nord de París, había tomado el Metro para dirigirse a la estación Gare de Lyon y tomar el tren de las 14:07 rumbo a Barcelona --no sin antes proveerse de su alcohol en una
tiendita--, llegó a la catalana estación Sants a las 20:33, donde descendió y abordó otro tren que salió a las 22:20 rumbo a Madrid. Eran las 7:21 de la mañana siguiente cuando el tren se detuvo en la madrileña estación Chamartín. Dieciséis horas y cuarenta y nueve minutos le había llevado el periplo. Un verificador de boletos lo despertó minutos después, mientras revisaba que los vagones hubieran quedado vacíos. La cabeza le latía, le punzaba: estaba crudísimo. Se limpió los labios, se puso de pie, cogió su maleta y bajó del tren. Se echó a andar hacia la estación de taxis, se fue rumbo al hotel que había reservado, desayunó copiosamente, y durmió hasta la tarde. No tenía ánimo de salir así que se dispuso a comer algo frugal para luego leer un rato. Abrió la maleta y buscó su libro. Entró en pánico. Luego de largos minutos de repaso mental sobre lo ocurrido durante su farra ferrocarrilera, cayó en cuenta: lo había dejado en el tren, en la bolsa del respaldo del asiento frente al suyo. Pidió ayuda a la telefonista del hotel, quien lo comunicó a la oficina de objetos perdidos de Renfe (Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles) en Chamartín. Describió a quien tomó la llamada su libro. Le pidieron que llamara poco más tarde. Así lo hizo, pero nada… -Hombre, si el libro es así como dices, con esas ilustraciones y todo, forrado de piel, nadie lo va a devolver. Si fueran unas pesetas las que dejaste, vale, pero algo así, se aquilata, chaval… Había llorado desconsoladamente por algunas cosas en su vida, pero nunca por un libro. *********** Meses atrás, Sebastián Apodaca, muy deprimido, sin encontrarle ya sentido a la vida en un momento de desesperación (“Me llegué a poner en la cabeza un revolver .357 magnum con balas expansivas, pero en el último momento tiré la pistola al piso…”), había decidido dejar de vivir en México por razones que ahora no quiere detallar. Enfiló por carretera rumbo a San Antonio, Texas, donde vivía su madre, quien trabajaba en el Instituto Cultural de México, muy cerca del Álamo. El lugar tenía una pequeña biblioteca. Un día, curioseando en los pasillos, se aproximó a un estante y vio el libro. Lo abrió y quedó maravillado por el suave papel arroz y las delicadas ilustraciones. A lo largo de varias jornadas sólo dejó de leer El Quijote para comer y dormir. Al terminar la primera parte, lo cerró. Por la mañanas se asoleaba, nadaba, y por las tardes iba a un gimnasio. Semanas después se sintió fortalecido, imaginó cómo iba a ser el resto de su existencia, y viajó a Europa. -Ese libro me salvó la vida. Y mira, tantos años después, luego de buscarlo sin suerte, vengo a encontrar uno muy similar donde menos imaginé. No es idéntico, porque este es de una edición mexicana de 1991, no tiene papel arroz, la piel es azul en vez de café, pero me ha dado mucha alegría. Y un día voy a encontrarlo. O voy a hallar uno exactamente igual… A la búsqueda del Quijote perdido. Cosas que pasan en la FIL…
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