Visor
N.o 477
domingo 19 de agosto de 2012
David Toscana Olha que coisa mais linda página 2 Mary Carmen Ambriz / Alejandro Toledo Historias del ring página 6 Heriberto Yépez La vida después de Twitter página 8 Avelina Lésper Síndrome de Diógenes página 8
AUTORrETRATO, GRACIELA ITURBIDE, pachuca, méxico, 1996 / cortesía galería lópez quiroga
Entrevista con
Graciela Iturbide Anitzel Díaz
Página 4
MILENIO
02 b domingo 19 de agosto de 2012
MILENIO
antesala especial
Olha que coisa mais linda TOSCANADAS especial
David Toscana
una mano. Un profesor de la Universidad del Estado de Río de dtoscana@gmail.com Janeiro dijo: Eu gostaria invitar você na minha universidade, ace tiempo estaba con un profesor gringo para que fale dos romances que Toscana gosta. en los Estados Unidos. Me llevó a su casa y me mostró De modo que hoy escribo esto su enorme biblioteca dedicada sentado frente a una ventana que exclusivamente a literatura da al parque de Flamengo. mexicana, pues esa era su Las universidades de Brasil especialidad. Entusiasmado, están en paro desde hace fui recorriendo los estantes y algunos meses; pero cuando se detectando algunas obras que habló con el comité de huelga, tenía ganas de leer. “el señor viene de México y va a ¿Qué te pareció ésta?, le hablar de literatura”, las puertas pregunté mientras le mostraba se abrieron. una novela. Él hizo un gesto de Brasil debe ser hoy el lugar más quien algo huele mal. Es muy interesante, bullente y vivo del aburrida, me dijo. mundo. Profesores brasileños ¿Y ésta?, saqué un ladrillón han dejado sus cátedras en de un estante superior. No te la países oxidados del primer recomiendo, me respondió. mundo para volver a su país, Seguí revisando y le mostré una pues se percibe que algo grande tercera. Pura violencia gratuita, se está cocinando y no se lo me dijo. El final es ridículo. quieren perder. Cuando salí de su biblioteca le El entusiasmo e interés del dije: Eres experto en algo que no público que asiste a los teatros te gusta. no lo he visto en otras ciudades Para darnos idea del extremo tradicionalmente teatrales, como de la especialización en las París o Nueva York. Ahora Río y universidades, cuento que una vez Sao Paulo son esos lugares donde conversaba con quien se dice el si puedo hacerla ahí, puedo mayor conocedor de Don Quijote hacerla en cualquier parte. en la academia gringa. Entre café Gran mentira que este sea y café, le hice una pregunta sobre un país de samba y futbol. Los el Quijote de Avellaneda. “No brasileños tienen hambre de lo he leído”, me contestó. “Sólo saber, tocar, probar, cuestionar, soy especialista en el Quijote de apreciar. Por eso se han volcado Cervantes”. hacia las universidades, y la Y así, son numerosos respuesta de éstas fue complicar los mexicanistas o el ingreso y la permanencia vía latinoamericanistas que saben ataques al bolsillo. poco o casi nada de los clásicos Es una lástima que ahora rusos, franceses, alemanes… Brasilia quiera gastarse Especialistas en Rulfo no leen a los una fortuna en promover a autores que leía Rulfo. ignorantes que corren, brincan, Hace ocho meses hablaba sobre forcejean, nadan y se equilibran esto en Sao Paulo, en una palestra en una barra; meterle una sobre crítica literaria, y rematé fortuna al futbol y las olimpiadas diciendo: Por eso Toscana no da mientras deciden retirarle el clases en universidad, pues los apoyo a la educación. cursos son sobre literatura de tal Cualquier asalto que se haga país o región o época o género; a las universidades por parte y yo soy sólo especialista en las del Estado no es una mera novelas que le gustan a Toscana. insensatez del gobierno. Es un Entre el público se levantó crimen contra la humanidad. v
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Al grito de guerra Velasco Piña propone una exaltación de los héroes, la unificación del espíritu mexicano para un solo fin: erradicar la violencia y vencer al narcotráfico Entrevista Dalia Zúñiga Berumen
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l retorno de las águilas y los jaguares es el más reciente libro del historiador y escritor Antonio Velasco Piña (Regina, Tlacaélel, El retorno de lo sagrado, Los siete rayos, La guerra sagrada de Independencia, El círculo negro, entre otros libros), quien plantea una guerra contra el narcotráfico y la delincuencia organizada de nuestro país al unificar el espíritu de todos los mexicanos en uno, exaltar a los héroes de la nación, y en hacer cadenas de oración sin importar la religión que se profese.
el problema. Pero todo es colateral, la principal fuerza es en el interior de la conciencia de todos los habitantes, en el momento que se eleve el nivel espiritual de la gente, se dejarían de drogar, si se deja de drogar se les acaba el negocio, lograr esa elevación de conciencia, ese es el verdadero trabajo y reto.
¿Y cómo lograrlo? Usando todos los instrumentos, la oración, la meditación, los rituales sagrados, que el espíritu trascienda, ese es el verdadero camino, ese es el instrumento, que incluye a los narcotraficanUsted plantea que el combate tes, los que están presos son los a la situación actual, está en primeros con los que se debe la espiritualidad de su pueblo hacer estas cadenas de oración, para combatir al enemigo. El para elevar el nivel de concienenemigo está adentro, más allá cia de los presos, hay gente que de que el narco es un asunto de El retorno de las águilas ya lo está viviendo, el caso de influencia extranjera, ¿cómo y los jaguares Ciudad Juárez, es heroico, ya se aplicar esta teoría en un pueAntonio Velasco Piña está dando, la oración colectiva blo que, podríamos decir, es su Punto de Lectura en las plazas públicas, gente que propio enemigo? México, 2012 no necesariamente tiene que ser Lo que se necesita cambiar es el de una religión católica, armando tipo de estrategia, la estrategia cadenas de oración de todas las de la oración, es absurdo que en una guerra como la que vivimos, la iglesia no haya religiones, hasta budista, orando conjuntamente intervenido promoviendo una permanente oración por la paz, y caminatas rituales. a favor de la paz. Cómo es posible que teniendo una gran fuerza en la devoción guadalupana, no Usted también plantea que hay que exaltar a los se haya promovido una peregrinación orando por héroes de la nación. la paz, es increíble que todos los arquetipos no se Los verdaderos héroes que tenemos son Los Niños hayan usado para promover actos de homenaje, Héroes. A mitad de los noventa hubo una campaña el tipo de estrategia que plantea el gobierno es para desprestigiarlos y aniquilar su imagen ante los ojos de todos, no era otra cosa que una estrategia totalmente equivocado. para debilitar a la nación. Se quiso demeritar su En términos menos espirituales, también habla labor, pero ellos han sido los verdaderos héroes en de cambios en el seguimiento económico del México, movidos por un sentimiento de profundo amor a la nación que ningún otro personaje de la conflicto. Imagínese el flujo de dinero, miles de millones historia ha tenido. También es urgente usar con de dólares, se mueven a través de los circuitos efectividad a las tres instituciones que ostentan el financieros y lavado dinero, los contadores pú- calificativo de heroicas: el Heroico Colegio Militar, blicos capacitados para auditorías que no se han la Heroica Escuela Naval y el Heroico Cuerpo de hecho, si se detuviera el flujo económico, se detiene Bomberos. v
MILENIO francisco a. gonzález presidente · jaime barrera rodríguez director editorial · marina miranda directora general de negocios · jorge villarreal comercialización · miguel ángel puértolas jefe de información · antonio navarrete jefe de cierre editores: jorge valdivia g. ciudad y región · moisés mora negocios · ignacio dávalos cultura · elda arroyo mp · hugo merino diseño · kaliope demerutis ocio · irene selser fronteras · horacio salazar tendencias · jairo calixto albarrán qrr y el ángel exterminador · susana moscatel hey! · juan ramos circulación · noé anaya producción ·
MILENIO diario b VISOR b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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VISOR
antesala Mesa de novedades en El Sótano sandra salcedo
El crucigrama
Escolios flickr.com
El regalo del tiempo: cartas a mis hijos Jorge Ramos Grijalbo $199 Vanish, chica de niebla Sophie Jordan Vergara & Riba $135.20 Cincuenta sombras de Grey E.L. James Grijalbo $299
Abraham Lincoln, Cazador de vampiros Seth Grahame-Smith Umbriel $320 El cuervo blanco Fernando Vallejo Alfaguara $259 Santa Anna. Ese espléndido bribón Armando Fuentes Aguirre Catón Diana $298
La bandida Magdalena González Gámez Grijalbo $249 La conjura de Cortés Matilde Asensi Planeta $298 Puro Julianna Baggott Roda Editorial $289 22/11/63 Stephen King Plaza & Janes $399
EL lector se lleva sandra salcedo
Valeria Ramírez 22 años Nutrióloga ¿Qué libro compraste? Los grupos sanguíneos y la alimentación, de Peter J. D’Adamo, Zeta. ¿Cuántos libros compras al mes? Cinco. ¿Cuántos libros lees al mes? Los que compro, siempre los leo rápidamente. ¿Por qué compraste este libro? Para actualizarme con temas de mi profesión. v
Ya viene la venta nocturna
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a librería José Luis Martínez de Fondo de Cultura Económica, cariñosamente conocida como Joseluisa, tendrá su venta nocturna el próximo 30 de agosto, con atractivos descuentos para los bibliófilos. ¡No se la pierdan!
Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx
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s temprano pero en el centro de la ciudad ya hay una plácida ebullición: los oficinistas se agencian presurosos un café, algunos jóvenes surten los comercios en carritos, las muchachas que trabajan halagan la vista y el olfato con su aliño. Ajeno a la agitación matutina, un vagabundo, acomodado con sus harapos en una banca, resuelve el crucigrama de un periódico arrugado. La imagen típica de un individuo gozando de un momento simultáneo de ocio y exigencia intelectual contrasta con la hora atareada del día y, sobre todo, con el aspecto del solucionador de crucigramas. Porque se supone que un vago puede yacer con la mirada perdida, husmear la basura, pedir dinero, molestar a las muchachas e insultar a los trajeados, pero ¿resolver un crucigrama? El solucionador de crucigramas, sin embargo, luce intensamente concentrado, sostiene con un par de dedos una pluma lista para escribir la palabra reveladora que, al parecer, tanto ha convocado. No hay tiempo para quedarse a atestiguar el fin de la escena, uno ya no sabrá si el crucigrama será resuelto satisfactoriamente o si el periódico será arrojado en un acceso de furia, en caso de que las palabras tarden demasiado en regresar a la memoria fragmentada. Desde esa segregación sumaria que se realiza a partir de la simple observación del otro, hay actividades y formas de intelección y sensibilidad que parecen insólitas en los seres marginales. ¿Cómo puede un vagabundo emprender la
actividad compleja e inútil de resolver un crucigrama? ¿Es posible imaginar los diálogos de un banquete platónico entre mendigos y trastornados? La vagancia es una forma tajante de alienación social que puede observarse como fatalidad o como renuncia voluntaria, como secuela de la desgracia o como búsqueda de la iluminación. Deshacerse de las posesiones y las ambiciones, renunciar a las responsabilidades y lazos sociales, demoler los signos convencionales de identidad y seguridad implica una tragedia, o una vía mística y artística, y no es extraño encontrarse en la caterva histórica de vagabundos a aspirantes a santos o estetas radicales. Suele decirse que el vagabundo restituye un estado de naturaleza en las junglas urbanas, que profesa con su desgarrador ejemplo contra la prisa, la acumulación y la higiene burguesas o que la existencia nómada, la frugalidad y la desposesión extremas implican modalidades invaluables de aprendizaje, conocimiento y comunión. Por supuesto, en la vida real del vagabundo urbano afloran formas lacerantes de explotación, exclusión y sufrimiento, pero, un poco encapsulados de su circunstancia, perviven en la memoria literaria contemporánea algunos vagabundos y semi-vagabundos entrañables (desde François Augiéras hasta ciertos beats y, en México, desde Juan Martínez hasta Mario Santiago y Samuel Noyola) que brindan al hecho inconmensurable de la errancia menesterosa un hálito romántico y poético. ¿Con qué palabra completarían ellos el crucigrama? v
VISOR
Fotos: graciela iturbide, Cortesía galería lópez quiroga
Mandrione, Roma, Italia, 2007
Cementerio católico, 2007
Graciela Iturbide
“A mí me gusta la soledad,
por eso soy fotógrafa”
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acida en 1942, en la Ciudad de México, Graciela Iturbide es la fotógrafa viva más influyente de nuestro país. Cazadora de imágenes inverosímiles, curiosa e intuitiva, se formó en el estudio de Manuel Álvarez Bravo a principios de la década de 1970. De hecho, puede decirse que no sólo adoptó sino que continuó y revitalizó su legado. Su ojo ha privilegiado la vida cotidiana de los pueblos indígenas, en especial de las mujeres. Resultan más que célebres su serie sobre Juchitán y sus retratos de los seris de Sonora. Conversamos con ella sobre sus inicios en la fotografía, sus fantasmas oníricos, sus pasiones personales y sus nuevos proyectos. La fotografía se caracteriza por capturar un instante, por hacer de un instante una historia. ¿En qué consiste tu proceso? ¿Disparas ante la sorpresa o tomas fotografías y luego te sorprendes en los contactos? Trabajo sorprendiéndome con lo que veo. No voy con un tema. Puedo traerlo dentro de mí, pero lo que encuentro, me sorprende. Si no me sorprende no sirve de nada. Después, cuando haces los contactos, vuelves a sorprenderte con muchas cosas que pasaste por alto. Es el caso de “La mujer ángel”, la que carga consigo un aparato de radio. Yo llegué a mi casa y dije: "¿A qué hora tomé esta foto?" No me acordaba; es más, ni la había visto… …Y es una de tus fotos que más llaman la atención. Yo sigo dos procesos: que el ojo se sorprenda cuando ve algo, estar lista para eso que muchas veces da resultado, y después los contactos. Cartier-Bresson decía que el momento decisivo consistía en tomar la foto. Yo creo en el momento en que tomas la foto y en la manera en que eliges tu contacto. O sea: hay dos sorpresas pero la primera es la más importante. Para muchos artistas la cámara es como su firma. ¿Qué cámara utilizas o cuál es la que más te gusta? ¿Qué formato prefieres? Mis favoritas son una Rolleiflex vieja y una Mamiya. Durante mucho tiempo usé Leicas porque viajo mucho y son las más ligeras. Pero como ahora veo cuadrado, prefiero la Mamiya y mi Rollei viejita. Me gusta el formato 6 x 6; he dejado a mis Leicas un poco olvidadas. ¿Cómo logras que tus sujetos se sientan cómodos cuando los fotografías? Establezco una relación de complicidad. Vivo en sus casas y de esa manera puedo conocerlos. Las fiestas se prestan para trabajar pero
nunca tomo una foto sin avisar. A la gente sencilla no le gustaba tanto que le tomara fotos porque creían en el mal de ojo; se supone que les iba a robar el alma. Ahora, con la tecnología, ellos mismos se hacen videos y se toman fotos, de modo que ya no resulta difícil. ¿Qué consejo le darías a un fotógrafo joven? A esta pregunta, Annie Leibovitz respondió que el mejor consejo era que el fotógrafo joven se quedara en su casa y comenzara fotografiando amigos y familiares, gente que aguantara tus exigencias. ¿Qué piensas al respecto? No hay muchas fotografías de Graciela Iturbide, de su familia y sus amigos. No las he publicado pero aquí tengo como cinco cajas de la familia Rocha. También publiqué un libro infantil, Asor, donde mis tres nietos van a recorrer un mundo de sorpresas. Hay cosas raras, como en los países a los que he viajado: la sirena bífida, casas abandonadas. Armé todo un libro con mis nietos al principio y mis nietos al final. Yo les aconsejaría a los fotógrafos que trabajaran con pasión y disciplina, que fotografíen lo que quieran mientras lo hagan con pasión: objetos, gentes en los pueblos… Depende de cada personalidad, pero tienen que aventarse. El fotógrafo Larry Siegel me dijo alguna vez que debía tomar uno o dos rollitos diarios para empezar a practicar. Para mí, la fotografía es un pretexto para conocer el mundo, la cultura del mundo, la vida, y un poco a mí misma. ¿Eres fotógrafa viajera o viajera fotógrafa? Soy fotógrafa viajera. Nunca viajo sin mi cámara; es más importante el trabajo que mis vacaciones. Mi cámara es mi pretexto. ¿También revelas? Este lugar era mi laboratorio pero como ahora viajo mucho lo convertí en mi archivo. Tengo dos asistentes en México que revelan muy bien. Voy a exponer en la Tate Gallery y en Bélgica me están produciendo las impresiones. En una época, cuando expuse en
En vista de que en unas semanas expondrá parte de su nuevo material en el Museo Amparo de Puebla, conversamos con nuestra gran artista del ojo. La cámara, confiesa, es su pretexto para conocer el mundo Anitzel Díaz
el Getty, un impresor muy bueno me ayudó con las impresiones. Extraño el proceso pero no tengo tiempo de meterme al laboratorio. La mayoría de tus fotos no tienen título… Muchas sí. En el ensayo sobre las cabras, una lleva “Carmen” por título —la del cuchillo, que me recuerda la ópera Carmen— y otra “El sacrificio”porque aparece una cabrita a la que están degollando. Yo no acostumbraba titular mis fotos hasta que Álvarez Bravo me dijo: “Tienes que darles título porque así la gente las distingue”. A él le pasó una cosa muy curiosa. A todas les ponía título y sin embargo tiene una que se llama “Sin título”. Es su nombre. Mis últimos trabajos no llevan título, sólo uno, “Sogno”, una mujer que va pasando sobre un texto escrito con gises que dice tal cual, Sogno (el sueño). En Roma acabo de fotografiar a una niña que está agachada, y a quien llamo la niña araña, pero la foto aún no tiene título porque apenas se va a exhibir. ¿Sueñas con las imágenes? Te voy a explicar un sueño que tuve. Yo me había separado y todos, todos, todos mis negativos se quemaban. Era maravilloso porque la señora de las iguanas y la mujer ángel salían del negativo caminando, como si fueran personas. Me encantó porque sentí que estaba salvando a la persona, no a la foto. Esta imagen que tienes de la muerte… este hombre sobre el suelo…, ¿te ha perturbado en sueños? Sí, ya no la publico, después de una exposición en Suiza que viene de la Fundación Mapfre, en España, donde se encuentra la secuencia entera. No son fotos buenas pero cuando yo iba de camino a enterrar al angelito, acompañando a sus padres, apareció la muerte en medio del camino y la fotografié. Yo pensé que era un sueño, que no era realidad, que era mentira y que iba a revelar las fotos y no iba a salir. En Suiza la secuencia llamó mucho la atención porque se trataba de la muerte. Yo perdí una hijita y me dio
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de portada un poco la obsesión de retratar angelitos muertos, y sentí que la muerte me decía: “Hasta aquí, Graciela, basta”. La foto forma parte de un libro pero es horrible; ya está guardadita. ¿Documentas o narras la realidad? Documento para narrar; uno guarda en el inconsciente lo que quiere tomar. Todo es documento, hasta lo abstracto es documento. Lo que pasa es que hay que tener una personalidad, un lenguaje fotográfico. La parte misteriosa, en mi caso, es muy fuerte. Claro que salgo a la calle a documentar pero también a narrar lo que veo, lo que puedo ofrecer a los demás. ¿Has conocido a alguien que merezca la pena que seas su mentora, así como lo fue Manuel Álvarez Bravo para ti? Maya Goded, pero afortunadamente es muy independiente. Lo que pasa es que durante un tiempo conviví con Álvarez Bravo como asistente. No fue mi maestro de fotografía, fue mi maestro de la vida. Con él escuchaba música, aprendí literatura, el arte popular. Aprendí de su personalidad poética. Lo extraño porque era un hombre muy fino, muy delicado, que me enseñó más de la vida que de la fotografía. Él me decía: “Graciela, hay que ver mucha pintura para hacer fotografía”. Yo le dije alguna vez: “Maestro, y ¿cómo se revelan los rollos?” Yo ya sabía pero quería que me lo explicara mejor. “¿Sabe qué, Graciela, compre un rollito de Kodak, lea las instrucciones y hágalo así y le va a quedar perfecto”. Me enseñó a ver, a reflexionar. ¿Cómo lograste que te tomara como asistente? Me dio permiso de asistir a sus clases. Me vio muy entusiasmada y vio una foto que había tomado y le encantó. Dos días después, me dijo: “¿Y no quieres ser mi achichincle?” Dije: “Obvio que quiero ser su achichincle”. Fue la casualidad, el mundo, la vida maravillosa. ¿Por qué la fotografía y no la literatura, el cine…? Dejé el cine porque conocí a Álvarez Bravo. Yo quería ser escritora pero me casé muy jovencita y del cielo cayó la fotografía. Me gustaba desde niña, tomaba fotos porque mi padre era un aficionado de la fotografía y yo me robaba las fotos que encontraba en mi casa. Pero idealmente quería ser escritora. Decides dedicarte al arte a los 27 años. ¿Cómo llegaste a ese camino? En mi casa no me dejaron estudiar literatura; nunca fui a la universidad. Tuve tres hijos seguiditos y en cuanto ya estuvieron más grandes escuché en la radio que había una escuela de cine y me inscribí. Mi familia es muy conservadora pero rompí con todos sus patrones. Ellos estaban aterrados; la mujer tenía que ser para la casa y para cuidar niños. Hay personas que tocan tu vida y otras que sólo pasan. ¿Tienes algún recuerdo en especial de alguien que hayas fotografiado? Evidentemente, el de Álvarez Bravo, a quien le tomé muy pocas fotos porque no se prestaba para ello. Recuerdo al general Torrijos porque trabajé mucho tiempo en Panamá; también a García Márquez y a Vargas Llosa, pero sobre todo a Toledo, porque es mi cómplice. Incluso inventa poses, lo cual es maravilloso. Es mi sujeto de fotografía preferido. Álvarez Bravo y Toledo tienen curiosamente algo en común: su sencillez, su inteligencia. ¿Consideras que tu fotografía es feminista o femenina? Femenina. Yo soy feminista pero jamás he hecho un trabajo feminista. Fui a Juchitán y fotografié a las mujeres porque vivía con ellas, me querían y protegían. No soy feminista ni política en mi trabajo, aunque estoy politizada. Fui una feminista inconsciente al romper con mi familia y la tradición pero en mi fotografía soy yo, Graciela Iturbide. ¿Hay alguna imagen que se te haya escapado? ¡Ay, sí! Yo estaba tomando una foto que se llama “El viaje”, que capta a una bicicleta que transporta pollos con las patas para arriba. En ese momento pasó una pareja ya grande que acababa de casarse en Tlaxcala. Parecían llenos de polvo y estaban acompañados por una mujer salida de una película de Viscontti. La escena era tan maravillosa que no pude fotografiarlos; únicamente los miré. En Juchitán, muchas veces estaba platicando con las señoras y no podía decirles
Ostia, Roma, 2007
“Espérame, ahorita vengo, voy a tomar una foto”, porque era una falta de respeto. Tengo muchas fotos que se me han ido pero que conservo en mi mente. Ojala algún día aparezcan de nuevo.
inmigrantes esperaban a que pasara el pollero para pasarlos por los túneles… y era tal desesperación… Algún día quiero hacer un libro sobre la frontera.
¿Qué sientes al ser fotografiada, al encontrarte del otro lado de la cámara? No me gusta: como ser un cazador cazado. Ahora bien, hay gentes que me han fotografiado y su trabajo me ha gustado. Filmar, eso sí. Fui actriz cuando estudié cine. Hice una película y recibí un premio a la mejor actriz del año.
En una foto del baño de Frida hay un par de pies en la bañera. ¿De quién son? Míos. Me acababa de operar —por eso están horrendos— y me acosté en la tina porque Nicolás Echevarría estaba filmando un documental sobre mí. Dije: “Nicolás, esto es un sacrilegio”. Me pasé todo el día diciendo “Ay, perdón, Fridita, perdón por acostarme en tu tina”. Estas fotos aparecen a color y en blanco y negro… Hay un portafolio de siete fotografías a color, numeradas, pero me gustan más en blanco y negro. Como decía Octavio Paz: la realidad es en blanco y negro. Lo que pasa es que como fotógrafa estoy deformada y sólo veo la foto en blanco y negro. Acerca de la exposición y catálogo del Museo Amparo, ¿cómo se desarrolló el concepto, cómo empezó y cómo evoluciono? Surgió cuando me invitaron de Puebla y mostré las fotos recientes e inéditas que había tomado. Hay gente en una parte, hay paisajes en otra. Tomo la arquitectura como paisaje y en medio hay contactos de mi antiguo trabajo. La exposición se inaugurará en septiembre en el Museo Amparo. La foto que más me gustó del catálogo aparece también en Babel: una niña se peina sentada en una silla mientras su padre aguarda de pie. ¿Es una escena de la película? Se trata de unos extras que estaban ahí por si acaso recibían un llamado. No vayas a creer que eran parte del elenco. Estaban esperando a ver si se necesitaba un extra y cuando los vi me sorprendieron y los tomé. El señor pasaba por ahí y se quedó mirando cómo se peinaba la niña, y yo me quedé mirando a los dos. Yo ya había hecho toda una historia en mi cabeza sobre un padre y una hija… la espera del padre… No, no, no. Todo lo hago de manera intuitiva. Los vi y dije: “¡Madre mía, este señor y esta niña peinándose por si la llaman!” Entonces tomé la fotografía.v
¿Cómo se llama la película? Los nuestros de Hermosillo, de 1969. Me pidieron que siguiera en la industria, pero meterme a ese mundo… jamás. A mí me gusta la soledad, por eso soy fotógrafa. ¿Los autorretratos son una puesta en escena? Los autorretratos provienen del inconsciente pues ahí no me da miedo fotografiarme con todos mis problemas. “Ojos para volar”, donde aparezco con un pájaro muerto, tiene que ver con un estado de ánimo. El de las serpientes se debe a que estaba en psicoanálisis y sentía que me salían serpientes. Bueno, dije, pues hagamos la foto, esa sí más pensada. Hace mucho que no tomo autorretratos. ¿Cuándo empezaste a exponer tu trabajo? Hace mucho tiempo, Álvarez Bravo invitó a cuatro de sus asistentes y expusimos en Washington. Expuse por segunda vez en la Casa de la Cultura de Juchitán con el material sobre el pueblo. Después lo hice en la Casa del Lago. La serie de Juchitán ha viajado por todo el mundo. Ya no lo soporto… Alguna vez leí que en México la norma está siempre cuestionada y que hay oportunidades de sobra para tomar imágenes bizarras y estrafalarias, que abundan al punto de haberse convertido en cliché. ¿Qué hace que tu obra escape a esto? México no es un país surrealista. Breton, que era un dictador, vino, lo dijo y nos lo creímos. En un catálogo, Breton incluyó a Álvarez Bravo como fotógrafo surrealista. Yo alguna vez le pregunté a Álvarez Bravo si era surrealista y me contestó: “Qué más da, Graciela, no importa”. México es un país maravilloso con muchas cualidades. La cámara me ha dado la oportunidad de conocerlo bien. Pero México es también muchos países. En Juchitán te hacen bromas eróticas, te invitan a quedarte en sus casas; los seris son muy lindos pero son gente del desierto. He trabajado en la frontera, en el Cañón de Zapata, donde los
06 b domingo 19 de agosto de 2012
MILENIO
en librerías especial
Poética de un combate literario Los antologadores de Historias del ring dan cuenta de las razones y los impulsos detrás de los cuales estuvo su decisión de reunir a una constelación de estilistas y fajadores CREACIÓN Mary Carmen Sánchez Ambriz y Alejandro Toledo Primer round odo comenzó fuera de gimnasios y cuadriláteros: en una esquina neutral del departamento-biblioteca en donde vivimos, un día decidimos empezar a colocar ahí aquellos títulos preferentemente literarios que tuvieran que ver con el boxeo. Como con la pirinola, dime qué pones tú y te diré qué pongo yo. Y a ver qué sale. Lo primero en caer, seguro, fue algo de Cortázar: el tomo dos, peso pluma (alto y delgado), de La vuelta al día en ochenta mundos, en donde aparece “El noble arte”, ese texto en el que recuerda el escritor cómo en 1923 el pueblo de Banfield donde vivía siguió por la radio aquel combate de pesos pesados en el Polo Grounds de Nueva York entre Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo, el llamado “toro salvaje de las pampas”. Lo de la radio es literal, pues era uno solo, único, el aparato que había en Banfield, y alrededor de él se congregó el pueblo entero. Tenía Cortázar nueve años de edad y lo habrá impresionado la postal auditiva de un Dempsey despedido por entre las cuerdas en el primer round y que cayó sobre las máquinas de escribir de los reporteros, así como el regreso a la lona del campeón impulsado (no muy legalmente) por treinta manos. En el segundo asalto Dempsey resolvió el complicado duelo. La memoria de esa jornada de su infancia se le presentó a Cortázar en 1952 y lo llevó a escribir, entre mate y mate, el relato “Torito”, incluido en Final del juego (1956). Mas no era, en nuestro caso, el final sino el comienzo del juego: una forma de empezar una antología. La relación de Cortázar y el boxeo no terminaba ahí pues había que considerar, también, “La noche de Mantequilla” (de Alguien que anda por ahí, 1977), que algún reseñista ha echado de menos en Historias del ring. Un solo autor aportaba tres libros. De otro, el estadunidense Jack London, tuvimos que ubicar con rapidez “Por un bistec” y “El mexicano”, y luego, años más tarde, nos topamos con sus crónicas de aquella pelea de 1910 entre su tocayo Johnson y J. J. Jeffries… ¿Cuántos relatos escribió Hemingway sobre pugilistas? ¿En dónde pusiste Del boxeo, de Joyce Carol Oates? Lo de Garibay sobre el Púas, claro, no podemos olvidarlo. Hay un ensayo de Novo, sí. ¿De Novo? No lo creo. Está en una de las recopilaciones del Fondo de Cultura Económica. ¿De Novo, Salvador Novo? Sí. Y en Cosecha roja, de Dashiell Hammett, hay una pelea buenísima, de un boxeador con ambiciones al que la mafia pide que pierda y no puede, se resiste, vence y muere… Así, la esquina neutral del departamento-biblioteca que habitamos se fue poblando de grandes combates literarios.
T
Historias del ring Ediciones Cal y Arena México, 2012 441 pp.
Segundo round Se sumaron jabs, uppercuts y ganchos al hígado. Apostamos por el boxeo bien escrito, zigzagueante, entrañable y furioso, que salpica sudor y sangre. Retamos al boxeo de sombra, aquel que practican los escritores al enfrentarse a la página en blanco y —literalmente— librar una batalla; el famoso cross a la mandíbula del que habla Roberto Artl, golpe literario con el que se busca derribar con efectividad al lector. Decía Cortázar que la novela debe vencer por decisión y el cuento por nocaut. Si para Hemingway el periodismo era una forma de calentar el brazo —en metáfora beisbolera, para poder enfrentar después los juegos mayores—, en la disputa por la palabra otros autores aceptan los rounds necesarios con los que vencerán a la página en blanco… o serán vencidos por ella. Tercer round Como suele ocurrir, hacer una antología tiene sus riesgos, pues hay que conjuntar un buen cartel. Viene al caso una frase de André Gide de la que el joven Xavier Villaurrutia se apropia: “Hace falta perderse para recobrarse”. En Historias del ring no se agotaron los autores, al contrario: nos hizo falta espacio. El primer engargolado daba para un libro, quizás inmanejable, de ochocientas páginas; atendiendo a una sugerencia de Rafael Pérez Gay, nuestro editor en Cal y Arena, la dejamos en cuatrocientos (como los cuatrocientos golpes del filme de Truffaut), con una tipografía agradable y el aire necesario para que el lector respire. Lo otro, lo que quedó fuera, da perfectamente para un segundo libro tan bueno como el primero.
En el apartado dedicado al cuento tuvieron que eliminarse piezas como “La noche de Mantequilla” de Cortázar, “Clase de box” y “El jorobadito” de Roberto Artl, “El Rayo Macoy” de Rafael Ramírez Heredia, “Los que vieron la zarza” de Liliana Heker, “Prometeo” de Julián Ríos y “Rocket Man” de Thom Jones. Este último autor es un boxeador estadunidense en retiro; ha sido considerado en su madurez un narrador propositivo con miras a convertirse en un peso pesado de la ficción. La parte consagrada al ensayo permaneció casi intacta. La novela no corrió con la misma suerte. Habíamos seleccionado un capítulo o round de Con la muerte en los puños de Pedro Ángel Palau y algo curioso de Los 40 chatos de Antonia Mora; salieron acaso por ser textos que tratan más de la vida de los peleadores fuera del cuadrilátero que de sus aventuras pugilísticas. También separamos unos fragmentos de Segundos afuera, novela del argentino Martín Kohan acerca del combate entre Dempsey y Firpo que tanto emocionó a Cortázar. En cuanto a la poesía relacionada con el pugilismo hay pocas piezas, pero bien contadas, de Apollinaire, Machado, Nicolás Guillén... Al saber del proyecto de la antología, Eduardo Lizalde pidió que considerásemos un texto suyo y ofreció ese poema hermoso y violento en donde propone a los amantes “dar lo absolutamente imprescindible,/ obtener lo más,/ nunca bajar la guardia,/ meter el jab a tiempo,/ no ceder,/ y no pelear en corto,/ no entregarse en ninguna circunstancia/ ni cambiar golpes con la ceja herida”. Con respecto a la sección de crónicas y reportajes teníamos la cobertura periodística de London en torno a la pelea Johnson vs. Jeffries, una conversación amplia de Sergio Guzmán con Carlos El Cañas Zárate… Uf, ya no, no cabía. ¿Dónde, pues? El límite no fue de tiempo sino de páginas. Y quedó al fin una buena representación mexicana que debe ser valorada: la entrevista de Ramón Márquez con Mohamed Ali antes no coleccionada en forma de libro, los encuentros de Ricardo Garibay con el Púas Olivares y de Héctor de Mauleón con el fantasma del Chango Casanova, más Garmabella dándole voz al Ratón Macías… y unos momentos frenéticos del relato imprescindible de Norman Mailer sobre aquella pelea mítica Ali-Foreman. Cuarto round Creció Mary Carmen con los periódicos deportivos que llevaba a casa su abuelo materno; éste fue necaxista y en las canchas lo conocieron, en los años cuarenta, como Rodolfo El Churro Ambriz. Ella no lo vio jugar pero sí leer las páginas de futbol y boxeo, costumbre que le fue heredada. El pugilismo lo conoció Mary Carmen por la letra, y esa ha sido su experiencia. No ha visitado gimnasios ni arenas; tampoco se desvela los sábados por ver una pelea. Lo suyo es el boxeo literario, que disfruta. Alejandro vivió cierta afición en la infancia, esa que se creaba los sábados por la noche alrededor de la pantalla del televisor. Asistió algunas semanas al gimnasio del Centro Cultural Miguel Hidalgo y Costilla (en la Unidad San Juan de Aragón), mas nunca subió al cuadrilátero. En los años noventa se convirtió en cronista deportivo y fue asiduo a gimnasios como el Margarita, el Romanza y el Nuevo Jordán. Sus entrevistas con el Ratón Macías, Finito López, Daniel Zaragoza, Julio César Chávez, Óscar de la Hoya y otras figuras están recopiladas en el libro De puño y letra (Ficticia, 2005), que abre con un diálogo entre Jaime Sabines y Laura Serrano, “la poeta del ring”. Acudió al boxeo libresco porque al presenciar una pelea no tenía palabras para describir lo que ahí estaba ocurriendo (como dice Nicolás Guillén, confundía el jab con el uppercut) y pensó que autores como London, Hemingway o Mailer le proporcionarían los elementos necesarios para realizar una crónica decorosa. Fracasó una noche al presenciar en Las Vegas un combate por el cinturón de los pesos pesados de menos de un minuto y sólo cuatro golpes; hubiera tenido que escribir, literalmente (y con límite de tiempo), la crónica de un instante. Al final ambos comprendieron, como lo muestra Historias del ring, que la palabra es una buena herramienta para fijar la feroz fugacidad del pugilismo. v
domingo 19 de agosto de 2012 b07
VISOR
en librerías
El cero y el infinito
Visado para Shangai
Arthur Koestler Debolsillo Mexico, 2012 312 pp.
C
omo en todo sueño romántico, la gran mayoría que siguió la utopía comunista creyó que ésta iba a volverse realidad sin más conflictos que los derivados de la lucha en contra de los enemigos (“los cerdos capitalistas”, para emplear una expresión de uso común de ese ámbito). Sin embargo, la idealización se hizo añicos cuando se supo que en la URSS muchos militantes que hicieron posible el sueño de una nueva sociedad fueron eliminados por “corromper” o “traicionar” los principios del Partido. Este episodio es contado por Arthur Koestler (1905), escritor nacido en Hungría, en su novela El cero y el infinito (Darkness at noon, en inglés, 1941). Como cuenta Mario Vargas Llosa en el prólogo, Koestler vivió “de cerca los acontecimientos más notables de nuestro tiempo”. Si “artísticamente” sus novelas son cuestionadas por su dependencia a la “realidad”, se mantienen vigentes por su fuerza moral.
Qiu Xiaolong Tusquets Mexico, 2012 381 pp.
V
isado para Shangai es más que una novela de policías y ladrones. Al inspector jefe Chen Chao se le encarga encontrar a una ciudadana desaparecida (de gran importancia para el Partido), pero a la vez debe mostrarle a una agente del FBI el rostro más amable de China y de sus costumbres. El problema es que la China actual está más cerca del crimen violento y de las mafias que del kung-fu. A través de descripciones preciosistas y fragmentos de poesía tradicional china, Qiu Xiaolong nos permite vislumbrar las dificultades y bondades de un país como el gigante asiático. Sin perderse en disquisiciones estériles o en una defensa encarnizada del régimen socialista, Xiaolong explora los recovecos de las tríadas (mafias) y propone una historia de intrigas y misterio. Esta novela forma parte de la serie que tiene como protagonista al inspector Chao, de la cual Tusquets ha publicado cuatro títulos.
Las golondrinas de Montecassino
Fluye el Sena Fred Vargas Siruela España, 2012 135 pp.
N
om de plume de la historiadora y arqueóloga Frédérique Audoin–Rouzeau, Fred Vargas ha adquirido celebridad en la novela negra y previsiblemente ha creado un personaje que le sirve, digamos, de alter ego: el comisario Adamsberg. Fluye el Sena reúne tres casos en los que éste es protagonista: “Salud y libertad”, “La noche de los brutos” y “Cinco francos unidad”. Por su extensión, el primero de ellos es el más ambicioso y en el que más queda delineado el modo de actuar de Adamsberg. Un viejo sastre ha devenido vagabundo porque a la gente ya no le interesan trajes a la medida, pero lo curioso es que ha decidido instalarse justo enfrente de la comisaría para disgusto de Danglard, el auxiliar del comisario. Danglard pide que lo echen, pero el cerebral Adamsberg le dice que no se impaciente y que tarde o temprano sabrán el porqué de su decisión. Las cartas de un asesino coincidirán con este hecho.
Historia política del pantalón
Helena Janaczek Tusquets Barcelona, 2012 355 pp.
S
i hemos de creer en las palabras de la narradora de esta inquietante novela, Europa entera es hija de la II Guerra Mundial: útero, fosa, vertedero, a ella van a dar y de ella provienen todas las historias, todas los paisajes y destinos pasados, presentes y futuros. Para apuntalar esta sospecha, Janaczek elige un episodio decisivo de la historia italiana: la batalla de Montecassino, librada entre febrero y mayo de 1944. Que haya sido extraordinaria se debe no tanto a que marcó la derrota del ejército nazi en el frente meridional sino a que fue protagonizada por “hombres sorbidos de los rincones más remotos del planeta”: neozelandeses, indios, canadienses, nepaleses, argelinos, nipo-hawaianos, brasileños, judíos palestinos, polacos, sobre todo polacos. Seguimos el rastro original de muchos de estos actores anónimos hasta la estación postrera de Montecassino, epicentro del dolor humano.
Revista de la Universidad de México
Christine Bard Tusquets México, 2012 381 pp.
E
n la introducción, la autora escribe: “El pantalón es el marcador del sexo-género más importante para la historia occidental de los últimos dos siglos”. Símbolo de la masculinidad y el poder, durante mucho tiempo estuvo prohibido para las mujeres, por lo que sólo era usado, en un acto de rebeldía, por aquellas que luchaban por la igualdad de sus derechos ante los hombres, quienes en el siglo XIX simplificaron su manera de vestir, renunciando a los terciopelos, encajes, medias y colores llamativos para utilizar trajes tan simples como austeros. La historia del pantalón es una historia política de la cultura material, afirma Christine Bard. Una historia que este libro recorre desde sus antecedentes hasta nuestros días, haciendo énfasis en las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, cuando las mujeres se apropian definitivamente de esta prenda que las hace sentir más cómodas y libres.
Núm. 102/ Agosto 2012 312 pp.
E
l número comienza con una entrevista inédita con Carlos Fuentes, realizada por el italiano Massimo Rizzante. El escritor habla de su vida, de sus lecturas, de sus maestros, de la crítica literaria, de Balzac, quien se convirtió en su guía cuando llegó a París en 1950, sin conocer a nadie: “leyendo sus novelas encontraría mis referentes”, dice Fuentes. “Dediqué semanas a leer a Balzac con tal intensidad que cada día terminaba en los lugares de la ciudad mencionados por mi maestro”. Alfonso González escribe de los encuentros y desencuentros de Octavio Paz y Carlos Fuentes; Emmanuel Carballo acerca del bolero, el futbol y la lucha libre; Édgar Esquivel recuerda a Arturo Azuela, y Adolfo Castañón, José de la Colina y Angelina Muñiz-Huberman comentan la obra cuentística de Arturo Souto. Rosa Beltrán, Aline Petterson y Sandra Lorenzano son otros de los autores convocados en la presente edición.
Una mujer y una pistola Los paisajes invisibles Iván Ríos Gascón www.ivanriosgascon.wordpress.com especial
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n un artículo demoledor contra las ponzoñosas feministas antiporno Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon, Camille Paglia escribió que “la pornografía permite que el cuerpo viva en gloria pagana, la lujuriosa y desordenada plenitud de la carne”, pero Linda Lovelace, la víctima suprema del feminismo fatal de las señoras Dworkin y MacKinnon, se murió convencida de otra cosa, de que el cuerpo es una celda lúgubre y diabólica de la que todos tienen llave, menos uno mismo. Hace cuarenta años, Gerard Damiano rodó Garganta profunda, la película emblemática del porno chic: con un costo de 25 mil dólares, ganó decenas de millones y durante un tiempo estuvo prohibida en 23 estados de la Unión Americana. Además del éxito acarreado por la censura, Garganta profunda ocupó un espacio estratégico en las guerras culturales de los años setenta pues, como explica Paglia, la tentación prohibicionista resultó más saludable para una generación que pretendió romper con normas y tabúes, aunque los monstruos radicales se aprovecharon de la carne de cañón en el intento de imponer su utopía totalitaria, libre de riesgos y dominada por las peores estructuras del Estado. Quizás es por eso que Gerard Damiano, Linda Lovelace y Harry Reems, protagonizaron un episodio de consecuencias delirantes, donde progresistas y puritanos explotaron todos los recursos para liquidar las desavenencias políticosociales que se prolongaron hasta la década de 1980, con la coartada de la defensa y el combate de un género que, paradójicamente, surgió casi al mismo tiempo que las fantasías fílmicas de Georges Méliès. Haciendo un recuento de los daños, podría decirse que la cruzada antiporno encabezada por Dworkin y MacKinnon anotó más puntos que los liberales, pues no sólo consiguió mandar a la pornografía al gueto de las salas marginales y las sex shops (Garganta profunda marcó una época porque se proyectó en cines de todo
Linda Lovelace
tipo). Acosaron a Damiano, encarcelaron un par de años a Harry Reems, al que de nada le sirvió la defensa pública de Norman Mailer, y abdujeron a Linda Lovelace, le lavaron el cerebro para que asumiera el papel de mártir en su campaña paranoica y luego la defenestraron del platillo volador. La coda del asunto no pudo ser menos irónica: ni Damiano, ni Lovelace ni Reems, se enriquecieron con esa cinta que, a la fecha, sigue generando utilidades y fue referencia esencial de personajes como Gore Vidal, John Waters, Erica Jong, Wes Craven o Carl Bernstein. Damiano murió en 2008 en Fort Myers, Florida. Reems vivió una larga temporada en el infierno de las drogas y el alcohol, pero encontró la salvación en el cristianismo. Por su parte, Linda Lovelace publicó las autobiografías Ordeal y Out of bondage, abandonó a su primer esposo y proxeneta, Chuck Traynor, y pasó sus últimos días en la miseria de una casa rodante. El cuerpo, siempre lo pensó aquella mujer que hizo hazañas con su boca, es una celda de la que todos pueden tener la llave y el control, menos uno mismo, a pesar de que el leit motiv de Garganta profunda sea el derecho femenino del placer. En 2001, un año antes de morir, posó desnuda para la revista Legs Show. Quizá por fin se había apoderado de su calabozo o tal vez no, solía decir que se envileció por miedo a una pistola. Extraño: para Jean-Luc Godard el cine era una mujer y una pistola. v
08 b domingo 19 de agosto de 2012
MILENIO
varia Song Dong
especial
Toothpaste
La vida después de Twitter
Síndrome de Diógenes
archivo hache
Casta diva
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
D
ejé Facebook por saltar a Twitter, que es mejor. Uno podría dejar de hacer todo con tal de estar mejor informado. Por eso decidí dejar de seguirlo a diario. No porque no sea interesante, sino porque lo es demasiado. Pero en Twitter sobre todo se aprende de las sutilezas de las relaciones interpersonales. Ahí la gente escapa de su contexto inmediato por otro presuntamente más amplio. Esa intercomunicación está regida por la fantasía. Un ser humano no cabe en 140 teclazos. Un tuit siempre es una máscara. Eso no es malo, al contrario, es un modo de mostrar un aspecto de su personalidad total. Los tuiteros somos altamente contradictorios. Seguimos cuentas que nos molestan y luego nos quejamos de sus tuits. Pero si nos bloquean, ¡nos quejamos de nuevo! Twittter es otro rincón más de la gran comedia humana. Me eduqué como un ser del libro. Luego me sedujeron el blog y las redes sociales. Pero a dos décadas de consultar diariamente internet, definitivamente, creo que el libro es superior por un sencillo hecho: está desconectado. A Kierkegaard en Twitter le dirían: @SorenKierkegaard ke pedo contigo??? #NoTeJorobes! Un libro casi elige a sus lectores; Twitter refleja la rebelión de las m@sas. En este país, el libro es la locura del 1%, e internet, la del 33 por ciento. Twitter refleja las tendencias mayoritarias de la población usuaria. Eso provoca trending topics y trolls; intolerancia al disenso y retuits
políticos. Twitter posee los vicios y virtudes de una democratización desde el caos vial, virtual y viral. A muchos periodistas Twitter les molesta. Nos creemos una opinión especializada, privilegiada, jerárquicamente superior —gran mito— y súbitamente encontrarnos en un mar de opiniones que tienen el mismo estatus, ah caray. Le ocurrió a López Dóriga, Loret de Mola, Denisse Maerker, Aguilar Camín o Krauze. Twitter dejó claro que el peso de una opinión no depende de su inteligencia sino sencillamente del medio que la sustenta. Como en Twitter todos somos cuentas compartiendo la misma pantalla, las supuestas diferencias caen. Además por mera ley estadística muchas veces es más sagaz lo que tuitean los mejores críticos de estas cuentas mediáticas que sus propietarios. Como remate, estos tuiteros tienen compromisos empresariales o precauciones profesionales y los tuiteros promedio, en cambio, todo el tiempo del mundo. En internet, las opiniones mediáticas ya sólo sirven para dos cosas: para ser leídas por simpatizantes e incautos, y para comidilla y tomatazo en redes sociales. Twitter es un fascinante desafío: cómo opinar de modo relevante en la época en que todos podemos hacerlo en cualquier momento. Muchos dejamos la TV por el email, pero luego lo dejamos junto al chat, messenger, blogs, MySpace e incluso Facebook, así que evidentemente tuitear también desaparecerá. ¿Qué sigue? v
Avelina Lésper www.avelinalesper.com
E
l síndrome de Diógenes es un desorden psiquiátrico que se caracteriza, entre otros síntomas, por la acumulación compulsiva de basura y objetos. La persona pierde la capacidad de tomar decisiones, no puede discriminar entre un objeto y otro, y satura su vida con cosas inservibles. Con increíble sincronía el movimiento de arte povera inició en 1966, justo cuando el doctor MacMillan registraba esta enfermedad a la que en 1975 el doctor Clark nombró síndrome de Diógenes. Lo que para la ciencia significaba una patología, para el arte se tradujo en una rebelión en contra del sistema de creación artística y la sociedad. El artista chino Song Dong acumuló con su madre alrededor de 10 mil objetos durante cinco décadas: envases vacíos de refresco, tubos de pasta de dientes, hasta colchones. En 2009 convirtió el atrio del MoMA de Nueva York en un monumental vertedero. Según los textos curatoriales esta instalación “explora nociones de transitoriedad y de lo efímero” y denuncia “la nostalgia y la necesidad de sobrevivir en China”. Gabriel Orozco, en su exposición del Guggenheim de Berlín, cubrió el suelo de la sala con botellas de plástico y de vidrio vacías, chicles masticados, boyas marinas rotas, pedazos de pasto artificial, pelotas, y un largo etcétera, aproximadamente mil 200 objetos con estatus de basura que recolectó en las playas de Baja California y en las calles de Nueva York. El texto curatorial de este montón de desechos afirma que “es la expresión de la necesidad humana de crear orden en el mundo y percibir los significados en las constelaciones de objetos” y que “es la tensión entre naturaleza y cultura”. La manía hacinadora de Orozco se quedó corta frente a la de Song Dong que lo supera por 8 mil 800 objetos. Lo que aporta la evidencia científica es que, según un documento de la Universidad de Virginia, la lista de objetos más recurrentes para ser acumulados por los que padecen este síndrome son recipientes vacíos, botellas, revistas, partes mecánicas, objetos descompuestos, periódicos, es decir, el corpus artístico de Song Dong y Orozco, entre miles de artistas de la pepena.
La acumulación de objetos no es creación y mucho menos arte. Desde que nuestra especie habita en este planeta somos proclives a atesorar cosas, ya sea con sentido fetichista, como las reliquias religiosas y los sepulcros, o como el fanático que colecciona estampas de beisbolistas. No es arte, es una manía que centra su valor en la cantidad: entre más cosas, la colección adquiere más valor. Las obras, con estas descomunales reuniones de basura, también centran su valor en la cantidad. Ante el pánico al espacio vacío y la falta de talento para habitarlo con una obra que sea capaz, en su contundencia estética, de poseer y transformar su entorno, pretenden que miles de objetos sustituyan a esa obra magna que están imposibilitados de crear. Que los mismos objetos se presenten con discursos curatoriales tan disímbolos demuestra la arbitrariedad de imponer ideas artificiales sobre cualquier cosa para darle sentido de arte. Ya no digamos la absurda pretensión de que estos vertederos de lujo suplanten a la escultura, porque en su elemental visión si tiene volumen es escultórico. Lo que es interesante destacar es por qué una conducta que en una persona, sin el marketing de artista, es una enfermedad psiquiátrica, en un patrocinado institucional es arte. O el arte está equivocado o la psiquiatría se aventuró a diagnosticar una enfermedad cuando debería escribir un texto curatorial. Si para Dong y Orozco sus objetos tienen valor de arte, también lo tienen para una persona que se niega a tirarlos al vertedero, justamente porque los sobrevalora, los acumula. La mirada poco educada de alguien sin capacidad discriminatoria, que atesta su casa de cosas, es la misma que la de aquellos que se llaman artistas; coinciden en reunir los mismos objetos. No existe un criterio estético que haga distintos a los artistas de alguien que padece una enfermedad que le acarrea gran sufrimiento. La diferencia es la sociedad que tenemos, que sí está enferma, y que glorifica una conducta que en otro estigmatiza y llama patología. Para unos el pabellón psiquiátrico y para otros el museo. v