suplemento Semanal

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Visor Vanesa Núñez Handal Látex página 2 Heriberto Yépez Revueltas: 1968 y 2012 página 9 Magali Tercero Happy birthday, David Hockney página 8

N.o 470

domingo 15 de julio de 2012

El siglo de las luces

Marco Antonio Campos Página 6 DANIEL MORDZINSKI

El silencio de García Márquez ? Zkfi 8YX[ =XZ`fc`eZ\ 8cY\ikf 9Xii\iX KpjqbX DXik e :XgXii j 8cY\ikf =l^l\k =\ieXe[f @nXjXb` ycd\i D\e[fqX <c\eX Gfe`XkfnjbX JXek`X^f IfeZX^c`fcf <ei`hl\ J\ieX OXm`\i M\cXjZf <ei`hl\ M`cX$DXkXj Página 4

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en librerías

El país de las últimas cosas

Te lo juro por Saló

Paul Auster Booket México, 2012 205 pp.

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uando apareció esta novela, en 1987, Auster había publicado otras dos de factura impecable: La invención de la soledad y La trilogía de Nueva York. Con El país de las últimas cosas tomó consistencia una de las presencias con más peso en su obra: la ciudad como organismo viviente cuyos códigos de conducta permanecen velados al entendimiento humano. Si de algo estamos seguros, escribe la narradora dirigiéndose a un destinatario improbable, “es de que la vida, tal como la conocíamos, ha dejado de existir”. Sospechamos, pues, un Apocalipsis… o su antesala. Por la ciudad sin nombre vagan despojos de humanidad, seres entrenados en la incertidumbre y el hambre. El golpe de desconcierto incendia nuestra rutina una vez que comprobamos la materialidad de un gobierno, un mercado laboral, un cuerpo de policía. ¿Frente a qué escurridiza realidad estamos? ¿Acaso frente a una que nunca ha existido?

La nueva república. Ignacio Ramírez El Nigromante

Arturo J. Flores Ediciones B México, 2012 225 pp.

escendiente de Ignacio Ramírez (1818-1879), Emilio Arellano prosigue el rescate, iniciado con Memorias prohibidas, de la vida y obra del brillante liberal mexicano del siglo XIX, uno de los artífices de las Leyes de Reforma. En este libro recupera hechos, ideas y polémicas de Ramírez, quien el 18 de octubre de 1836, a los 19 años, al ingresar a la Academia de Letrán pronunció el discurso titulado “No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostienen por sí mismos”, que le valió fama de ateo y blasfemo. Escritor, periodista, político, pugnó por la libertad de expresión, la educación laica y gratuita, las elecciones libres y la no reelección, lo que le valió enfrentarse con el presidente Juárez. Pero Ramírez no sólo defendió sus ideales en el Congreso y los periódicos, sino también en el campo de batalla durante la invasión estadunidense, la intervención francesa y el Segundo Imperio.

l año pasado ganó el Premio Nacional de Novela Justo Sierra O’Reilly en la Bienal de Literatura en Yucatán y parece destinada a un público afecto, por partes iguales, a la literatura, el cine y la pornografía. Te lo juro por Saló despega con la visión de una pareja de jóvenes mexicanos instalados pobremente en Los Ángeles con el loco propósito de convencer a Clint Eastwood de que dirija la película que han imaginado. Pero Hollywood tiene una regla a la medida de los cazadores de fortuna: antes de avistar el éxito, debes tragarte porciones enormes de mierda. Ya con este saber a cuestas, Michelle y Luke ingresan al bajo mundo de Hollywood, presidido por los chulos de la industria del porno. A pesar de tanta anatomía expuesta, de las asépticas sesiones de sexo grupal y los atascones de cocaína, Te lo juro por Saló es la historia de un amor puesto a prueba. Pasa por un guión.

México al chile

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nsertó el bisturí a la altura del ombligo. Con un tajo limpio y firme cortó en dirección al abdomen. Aunque no hubo tiempo para anestesiarlo, el muchacho no se movió. El cirujano hizo dos o tres cortes. Las vísceras saltaron con un sonido viscoso como de látex que a ella siempre la hacía estremecer. Los órganos vibraron unos instantes por el fluir de la sangre que, un par de minutos después, se detuvo.

El cirujano le indicó, al tiempo que se quitaba los guantes pegajosos, que cerrara el cuerpo con una costura suelta. En medicina

acida en 1850, en la antigua ciudad de Nápoles, la revista Civilità Cattolica, de talante jesuita, fue una de las puntas de lanza del antisemitismo europeo entre 1880 y 1914. Gozaba de la bendición papal y de una amplia difusión. Era, escribe Jean Meyer, uno de los muchos textos que reflejaban las conflictivas relaciones entre judíos y católicos después de la Revolución francesa. Era también un influyente medio a través del cual la Curia romana combatió al “liberalismo dominante, a la masonería, al Estado usurpador” y defendió el poder terrenal del Papa. Lo que alienta la curiosidad histórica de Meyer es la virulencia con que Civilità Cattolica volvió a poner en circulación el mito medieval de que los judíos practicaban sacrificios rituales con niños católicos. Llegó incluso a ofrecer “pruebas”. El tema no es ninguna antigualla. El antisemitismo continúa inoculando su veneno.

Zombie films. Volumen I: Europa Varios Dolmen Editorial España, 2011 144 pp.

a política tiene su chiste, o —quizá— es un gran chiste. Lo cierto es que sus actores no sueltan los papeles protagónicos a la hora de la comedia griega o los melodramas telenoveleros: la hacen de villanos, de vaciadores de arcas y hasta de príncipes de las mareas políticas. En este tenor, e inspirado en un lugar llamado Foxylandia, Fabián Giles publica México al chile. Humor y política sin censura, una parodia de quienes dan “rumbo” a este país a través de textos, ilustraciones, dibujos, fotografías, caricaturas y collages. Como ejemplo tenemos el filme de la temporada, Rats wars, cuyos papeles centrales son ocupados por Peje One Kenovi, Jar Jar Moreinkins, Conde Diegoku, Princesa Bea y el mismísimo Enrikin PenaNieter. Desde las primeras damas hasta Juanito de Iztapalapa, todos tienen un lugar —muchas veces incómodo— en este México al chile.

CUENTO nunezhandal@gmail.com

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Fabián Giles Aguilar México, 2012 117 pp.

Látex Vanessa Núñez Handal

Jean Meyer Tusquets Editores México, 2012 344 pp.

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Emilio Arellano Planeta México, 2012 205 pp.

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La fábula del crimen ritual

legal volverían a abrirlo, dijo al tiempo que se marchaba, llevando tras de sí a las enfermeras y a los dos agentes policiales que, desde la puerta, no habían perdido movimiento y que, después de cruzar un par de palabras con el médico, se retiraron intercambiando bromas. Tras los pasos que pronto se desvanecieron en el pasillo, ella sintió que el silencio la inundaba. Entonces el cuerpo desparramado sobre la mesa le resultó grotesco. Su expresión era angustiante. Probó cerrar sus párpados, pero fue inútil. Observó el reloj. Eran casi las tres de la madrugada. Intentó pensar en nada y terminar lo antes posible. Tomó la aguja

con el hilo hilvanado. Presionó con fuerza las vísceras tibias que se le deslizaron bajo los guantes. El sonido se produjo de nuevo. Un escalofrío le recorrió la espalda. Empujó los órganos con una gasa. Ésta se empapó de sangre al instante. Se inclinó sobre el cuerpo para ayudarse con su peso en la tarea. Haló la piel con fuerza, al tiempo que empujaba las vísceras que se negaban a volver a su po-

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os autores de este libro —Javi Pueyo, Carlos Díaz Maroto, Vicente Vegas, Javier Garrido y Manuel Pérez J.— se dan vuelo inventariando el subgénero zombi en Europa, sobre todo el producido en Reino Unido, Italia y España. Pero no sólo se ocupan de largometrajes, sino también de cortos, series de televisión y videojuegos en los que la sangre artificial brota a borbotones y los no-muertos muestran excelente estado de salud. Profusamente ilustrado, el libro es una colección de críticas que traza el devenir de la industria del miedo en un continente que ha producido títulos tan exitosos como los de la saga Resident evil (GB), tan prestigiados como Rec (España) o delirantes como Las noches eróticas de los muertos vivientes (Italia). También presenta películas de culto como El resucitado (The ghoul, 1933), protagonizada por el legendario Boris Karloff, y otras joyas para los fanáticos del cine fantástico.

sición original y, cuando estaba a punto de introducir la aguja en la piel contraída, el parpadeo de la lámpara la hizo mirar de forma intermitente los ojos marchitos del cadáver que, por un momento le pareció que la miraban. Luego de un retumbo sordo la luz se apagó por completo. Sintió entonces un intenso frío. Pensó en dirigirse a la puerta, pero algo la contuvo. Hizo un nuevo

anessa Núñez Handal, nació en San Salvador, El Salvador, en septiembre de 1973. En 2001 se mudó a Santiago de Chile, y en 2002 a la Ciudad de Guatemala, donde se desempeña como tallerista de escritura creativa y catedrática de las Universidades del Valle de Guatemala y Rafael Landívar. Ha publicado diversos cuentos y fragmentos de su obra en revistas y antologías de Alemania, España, Colombia, El Salvador, Guatemala y México. Sus novelas: Los locos mueren de viejos (2008) y Dios tenía miedo (2011), ambas bajo el sello de F&G Editores, se presentaron en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

intento, pero le pareció que había escuchado algo. Decidió quedarse donde estaba y colocar por instinto sus manos sobre el cuerpo abierto. Comprobó que la tibieza comenzaba a abandonarlo para dar paso a una frialdad húmeda. Minutos interminables transcurrieron en la oscuridad y, como nadie se acercara a la sala, a tientas fue desplazándose por la habitación, mientras sus pies tropezaban con las mesillas de rodos. Su antebrazo rozó el cabello marchito del cadáver. Caminó unos cuantos pasos. Su mano sintió el frío del metal de la puerta voladiza. Buscó la ranura. La empujó despacio. Y, cuando estaba a punto de salir, se detuvo. Giró la cabeza. Aguzó el oído. Estaba segura. Había escuchado a sus espaldas, con claridad, el sonido viscoso de cien guantes estrujándose. v

MILENIO FRANCISCO A. GONZÁLEZ presidente · JAIME BARRERA RODRÍGUEZ director editorial · MARINA MIRANDA directora general de negocios · JORGE VILLARREAL comercialización · MIGUEL ÁNGEL PUÉRTOLAS jefe de información · ANTONIO NAVARRETE jefe de cierre editores: JORGE VALDIVIA G. ciudad y región · MOISÉS MORA negocios · IGNACIO DÁVALOS cultura · ELDA ARROYO mp · HUGO MERINO diseño · KALIOPE DEMERUTIS ocio · IRENE SELSER fronteras · HORACIO SALAZAR tendencias · JAIRO CALIXTO ALBARRÁN qrr y el ángel exterminador · SUSANA MOSCATEL hey! · JUAN RAMOS circulación · NOÉ ANAYA producción ·

MILENIO diario b VISOR b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Roberto Pliego Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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antesala Mesa de novedades en El Sótano SANDRA SALCEDO

Actuar como en la vida A SALTO DE LÍNEA PEQUEÑOTEATRO

Braulio Peralta braulioperalta@yahoo.com.mx

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Desatando a la mujer fuerte Clarissa Pinkola Estés Diana $328 El ascenso Amanda Hocking Destino $198 Eona: El último ojo de dragón Alison Goodman Océano / Viceversa $250 Personas Carlos Fuentes Alfaguara $229

Los libres no reconocen rivales Paco Ignacio Taibo II Planeta $128 Festín de Cuervos: Canción de hielo y fuego, libro IV George R.R. Martin Plaza & Janés $399 Todos los cuentos Gabriel García Márquez Diana $298

Diario de Sofía 2 Rose Cooper Alfaguara Infantil $120 Cincuenta sombras de Grey E.L. James Grijalbo $299 El circo de la noche Erin Morgenstern Planeta $348

EL LECTOR SE LLEVA SANDRA SALCEDO

Ana Cecilia Gómez 48 años Psicoterapeuta en El Sótano ¿Qué libro compraste? La curación espontánea de las creencias de Gregg Braden. ¿Por qué escogiste ese libro? Porque tiene que ver con mi trabajo, y lo encontré en una página de psicología en Internet que me recomienda libros. ¿Cuántos libros lees al mes? De dos a tres. ¿Cuántos libros compras al mes? Uno al mes, sobre todo de psicología y literatura.

¿De dónde obtienes los títulos y autores que compras? Periódico, sobre todo el área de cultura; amistades y cursos de psicología a los que asisto.

n camerino para dos actrices: vestidos, pelucas, zapatillas… El tocador. Dos espejos: uno frente al otro. Violeta camina hacia el camerino. Piensa, habla consigo misma. Va rumbo a uno de los espejos. Se sienta. Apaga el cigarro. Toma el peine y retoca su cabello. Mira directo hacia los espectadores. Susurra sin que entendamos lo que dice. Empieza a maquillarse en el momento en que aparece Rebeca. Camina directo al otro espejo, frente a Violeta. Se miran, no sabemos si con afecto u odio. Las dos compiten por el aplauso del público. Rebeca: El teatro es un pozo de encuentros con uno mismo. No hay manera de dejarnos vencer por el presente. Tenemos que recurrir a la historia que somos para continuar en la escena. Violeta: Me niego a ser pasado. Tú porque te has dejado vencer, pero yo no, me parece que… Rebeca: Pecas de arrogancia. No eres una niña. Ya no estamos para los cineastas ni directores que buscan a nuevas generaciones. Admítelo. No somos protagónicas. Nos usan de reparto y… Violeta: ¡Somos actrices! Nacimos para eso y de eso nos vamos a morir. Que no me digan que no sabemos actuar. Somos parte de una estirpe que viene de atrás, muy atrás. Nada es nadie sin pasado, sin historia, sin público… Rebeca: Las actrices de antes actuaron cuando la televisión no existía. Cuando el teatro era el corazón de los actores. Ellas no tuvieron que lidiar con este soez mundo del espectáculo. Hoy cualquiera puede pararse a decir que puede interpretar un personaje que no tiene ni trama ni historia ni nada y que lo único que piden es una nariz respingada o un cuerpo de sílfide. No encajamos en ese traje. Violeta: No se trata de sólo ser bella. La belleza es un asunto interior. Luché por ser actriz y estuvieron a punto de partirme la madre porque querían que fuera estrellita al lado de Vicente Fernández o Valentín

Trujillo. Busqué a como diera lugar a los directores serios para actuar, ¡para actuar!, no para posar en traje de baño. Pero te aclaro, no me arrepiento de hacer cine comercial: tenía que vivir y hacer público. Rebeca: Y también tuviste que desnudarte. No mientas, Violeta, posaste y te gustaba... Violeta: Qué querías: o trabajaba o me llevaba la chingada. No podía pasar mi momento de juventud, lo sabes…Tú también saliste desnuda en El apando, acuérdate. Y te veías muy campante. Y la verdad, te veías muy bonita… Hasta que engordaste. Rebeca: Violeta, eso… Eso… me ha costado trabajo. Violeta: Rebeca, no te pongas así. Sabes que lo comprendo y… Rebeca: No comprendes nada. Todos somos resultado de nuestros fracasos, pero no todos lo aceptan. Una actriz sin conflicto es un vegetal. Recuerda al maestro que siempre dijo: así como están de mal, así los quiero. No hay nada mejor que un actor con sus problemas, con sus vidas, tal como son…Actuar como en la vida. No puedo menos que aceptar el resultado de lo que soy. … (Los minutos que siguen, los usarán para hacerse añicos, una a la otra…) Coda Me evadí de la realidad por tanta mierda de política sin destino cierto. V


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de portada

El silencio de García Márquez Más allá de cualquier polémica, desde hace tiempo los íntimos de Gabriel García Márquez daban por hecho que no volvería a escribir. Aunque goza de buena salud, como ha sucedido con otros miembros de su familia, la memoria se le escapa sin que nadie pueda evitarlo. Como homenaje a su obra, que le valió el Nobel de Literatura en 1982, hemos invitado a un grupo de escritores para que hablen del retiro y del libro favorito de quien hizo de la escritura un medio para ser querido* ESPECIAL

¿Qué más quieren? Héctor Abad Faciolince

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ay autores que escriben grandes novelas en la juventud y luego viven de la renta de su prestigio sin volver siquiera a acercarse a lo excelso (como es el caso de Fuentes); otros son autores tardíos, de una sola gran obra en la vejez (como Cervantes); los más grandes (como Shakespeare, García Márquez o Borges) hacen lo mejor de su obra en la madurez. Para el caso, Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera. Pero para entender estas obras maestras de la madurez conviene mucho leer La hojarasca, porque aún escribe con la guardia baja, y la tardía Memoria de mis putas tristes porque la senilidad baja de nuevo las cautelas. Estas obras de la juventud y la vejez de García Márquez me fascinan porque dicen mucho sobre el escritor que será y sobre el escritor que fue: ahí están en estado puro sus pequeños vicios y sus más grandes virtudes. La noticia de que no volverá a escribir se sabía desde hace años. Es más, Monsiváis contaba que García Márquez había invitado a cenar a sus amigos más íntimos, a finales del 2006, para contarles y en cierto sentido celebrar que ya no volvería a escribir. Si un autor ya no puede escribir con la maestría de antaño, dejar de escribir no sólo es una liberación, sino la decisión más sabia que puede tomar. Incluso después de toda su fama —después del Nobel— García Márquez siguió escribiendo libros geniales. ¿Qué más quieren? No se le puede pedir más a una mente que no es eterna. La primera vez Alberto Barrera Tyszka Todavía recuerdo nítidamente la primera vez que leí a García Márquez. Estaba yo adolescente y me tropecé con un cuento titulado “Un día de estos”. Es un relato breve y sensacional, donde toda la rabia contenida de un pueblo, sometido por el poder, se pronuncia de manera magistral en la silla de un dentista. Para mí fue una revelación. De ahí salí corriendo a leer todo lo que pude. Leí La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba... hasta llegar a Cien años de soledad que era, para ese entonces, un libro bastante reciente, casi una novedad. Me quedé con la fascinación por esos primeros libros del Gabo. Por la reinvención de nuestra ruralidad, por esa apuesta por transformar el costumbrismo latinoamericano en un delirio universal. El tsunami de Cien años de soledad Martín Caparrós Probablemente, Relato de un náufrago es, entre los libros de García Márquez, el que más me impactó. Sin duda una de las mejores crónicas que se han escrito en América Latina. Pero claro, quién leería ese libro si no hubiera sido por el tsunami, Cien años de soledad, una novela tan inteligente. Hace ya mucho que García Márquez no escribía —y algunos años que dejó de publicar— y me ha sorprendido mucho el barullo que se armó con su supuesta

incapacidad. Creo que esto nos permite pensar el funcionamiento del periodismo: cómo algo que ya lleva años sucediendo se transforma de pronto en actualidad y noticia porque alguien lo comenta ante un grupo de estudiantes, o algo así, y los medios lo reproducen y hacen de esa realidad antigua algo que ahora nos sorprende y debería interesarnos. Siempre será leído Alberto Fuguet Los libros de García Márquez que más me impactaron en su momento fueron sus crónicas periodísticas.

Desde Textos costeños a Entre cachacos, pasando por un libro que me pareció alucinante: Relato de un náufrago. También me cautivó Crónica de una muerte anunciada. La razón es clara, creo: todo funcionaba, todo era real, podía conectar con lo escrito sin el filtro del realismo mágico que, personalmente, me alejaba del relato. También recuerdo muy bien El amor en los tiempos del cólera. Es tremendo que ya no pueda escribir. No tanto por los demás sino para el propio escritor. Un autor mayor no necesita en todo caso escribir y dejar obras póstumas. García Márquez hace rato que es y será García Márquez. Pocos autores han logrado justamente la posibilidad de retirarse voluntariamente. Quizá no siga escribiendo pero seguirá siendo leído, que es lo importante.


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de portada ESPECIAL

García Márquez bajo el castaño Fernando Iwasaki Leí Cien años de soledad allá por 1977, cuando cursaba quinto de secundaria y la novela de García Márquez era lectura obligatoria en mi colegio, junto con otros títulos de Ribeyro, Arguedas, Carpentier y Vargas Llosa. Recuerdo que uno de los ejercicios que el profesor Juan Ochoa nos mandó hacer, consistía en armar el árbol genealógico de los Buendía, que en la edición conmemorativa de la Real Academia Española (2007) aparece entre los estudios preliminares. Otra pregunta del control de lectura fue sobre los fantasmas que aparecen por la novela, y así de memoria recuerdo que escribí sobre Melquiades, Prudencio Aguilar y Pietro Crespi. Y todavía me acuerdo que había una tercera pregunta sobre la influencia del Antiguo Testamento en Cien años de soledad. La cuarta la he olvidado para siempre. ¿No es maravilloso que todavía tenga frescas en mi memoria tres de las cuatro preguntas de un examen escolar de 1977? No encuentro mejor manera de demostrar por qué Cien años de soledad es un libro memorable. Ya en la universidad leí las demás obras de Gabriel García Márquez y debo admitir que ninguna me deslumbró tanto, aunque considero que Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y sus Cuentos completos son otros títulos imprescindibles para mí. Por desgracia, en mi propia universidad los detractores de Vargas Llosa nos instaban a preferir los libros del colombiano porque el autor de Conversación en La Catedral había traicionado a la Revolución Cubana, y así descubrí que la política, la ideología y la militancia son incompatibles con el placer. Todo aquello se me antoja muy infantil ahora, pero entonces —entre los 18 y los 20 años— me parecía de una enorme trascendencia. Sigo pensando que Cien años de soledad es una de las mejores novelas que he leído y sé que al reconocerlo no apoyo ninguna causa en general ni denigro a nadie en particular. Debo haber leído la novela de García Márquez unas seis o siete veces, y es uno de los escasos títulos que he comprado para cada uno de mis tres hijos, porque considero que deben tener su propio ejemplar. Precisamente por eso, porque se trata de un libro leído y requeteleído, he recordado que José Arcadio Buendía, el fundador de Macondo, terminó sus días debajo de un castaño “porque José Arcadio Buendía estaba ya fuera del alcance de toda preocupación”. Borges decía que al destino le agradan las simetrías y las repeticiones, y así Gabriel García Márquez se ha sentado absorto bajo el mismo árbol que José Arcadio. Me haría ilusión que García Márquez pudiera contemplar la suave lluvia de minúsculas flores amarillas de nuestra admiración. La leyenda más pura de la literatura latinoamericana Élmer Mendoza Encontré a García Márquez un día en que fui a conocer el hielo. Lucía una mariposa amarilla en el hombro y soportaba un gallo que pretendía regalarle a un coronel retirado. Lo vi petrificarse ante un tipo que sostenía sus tripas con sus manos mientras observaba a un viandante que cargaba una maleta llena de cartas. De una pequeña casa blanca, un hombre enjuto dejaba caer telegramas sobre la mujer más bella del mundo y otro se iba a cenar a una isla.

García Márquez es la leyenda más pura, rica, variada y verdadera de nuestra literatura: sufría hambre en París y se compró un departamento; nos enseñó la palabra vaina y le proporcionamos Pedro Páramo; se convirtió en Kid Pambelé por dos segundos y lo noqueó uno de los Pizarro; nos dio pie para querer a un colombiano y nos enamoramos de Shakira; nos instruyó cómo contar historias grandes y le matamos a Hemingway. Por más que esto es una gran leyenda y nosotros surrealistas: qué remedio. Un abrazo fuerte, maestro, y cuídese de la mujer de la larga cabellera. Una obra única en la literatura universal Elena Poniatowska A García Márquez lo conozco desde antes que publicara El coronel no tiene quien le escriba para la Universidad Veracruzana. Pertenezco a su grupo de amigos anterior a su fama. Me cuesta trabajo pensar en algún libro que me guste más que otros, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, son extraordinarios; en general, su obra es única no sólo dentro de la literatura latinoamericana sino universal. En lo personal, creo que el hecho de que no vuelva a escribir no es tan grave porque él siente que ya dijo lo que tenía que decir. ¿Por qué exigirles a los autores que ya escribieron sus mejores libros que sigan escribiendo? Leerlo una y otra vez Santiago Roncagliolo García Márquez fue uno de los primeros autores que leí, y el primero que leí mucho. Algunas de sus imágenes son sencillamente inolvidables: un ángel desplumado en un patio, una puta que se acuesta con todo un ejército, el amor platónico de un mujeriego... Creo que ha dejado bastante, porque todas sus novelas se pueden leer una y otra vez. Y lleva algunos años tratando de descansar. Sin duda alguna, se lo ha ganado. El mejor prosista de la lengua española Enrique Serna De entre toda la obra de García Márquez me quedo con El coronel no tiene quien le escriba. En esa novela todavía estaba anclado en el realismo y era menos exuberante que en sus aclamadas obras posteriores, pero a mí me conmueve por la calidez humana del protagonista. Con su retiro de la escritura la lengua española pierde a su mejor prosista y eso debe dolernos a todos. Me temo que en mucho tiempo no volverá a surgir un escritor con ese poderío verbal.

Un asunto de fe Xavier Velasco ¿Dónde acaba la crónica y empieza la novela? Alguna vez me vi enredado en una de estas discusiones bizantinas, en torno a Crónica de una muerte anunciada . “¡Es que ésa no es novela!”, insistía airadamente mi interlocutor, “¿o acaso no delata desde el título que es una crónica?”. ¿Es decir que, según esa lógica, La canción del verdugo tendría que haber estado en las listas del Billboard?, intenté avasallarlo, mas para entonces ya el alegato se balcanizaba, en un involuntario homenaje al novelista que a final de cuentas nos había engañado a los dos. Tal vez con otro autor la distinción sería más sencilla, pero en García Márquez invención y memoria no suelen distinguirse, menos aún se dejan separar. De eso se trata, al cabo. Si la novela es buena, uno debe jurarse que cuanto lee es verdad y el autor no hace sino consignarlo con el esmero de un avezado cronista y la autoridad de un testigo presencial. ¿Qué otra versión habría de prevalecer, sino la que mejor supo contarse? Desde los ojos del lector fervoroso que he sido ante las páginas del autor de El otoño del patriarca, no me molesta al fin creer en ésa, mi favorita, y otras de sus novelas como auténticas crónicas. Cosas que sucedieron y el autor no ha hecho sino ir y venir con el chisme. ¿Qué tanto no habrá visto el novelista entre los numerosos mandamases a los que el hombre tuvo a tiro de piedra, pretendiendo no ser un entomólogo al servicio de la literatura? En todo caso, el autor se ha ganado el derecho a engañarnos: sólo nos queda discutir entre crédulos. Una obra perfecta Enrique Vila-Matas Mi libro favorito es El coronel no tiene quien le escriba. Obra perfecta, miniatura que resume todo el mundo de García Márquez, sin afectaciones ni exageraciones estilísticas: el García Márquez más puro, quizás. Un relato absolutamente memorable. Aunque es triste desde hace tiempo se sabía que no volvería a escribir. Lo lamento mucho. Otros se alegrarán, pero todos esos lo harán desde el infierno de la envidia, desde su propio y jodido terrible infierno de la nada. v *Excepto los textos de Fernando Iwasaki, Santiago Roncagliolo y Xavier Velasco, los demás son parte de una encuesta realizada por Héctor González Jordán.


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ESPECIAL

El siglo de las luces Cincuenta años han pasado desde la publicación de una de las novelas fundadoras de la nueva literatura latinoamericana. Su fuerza estilística y su profundidad histórica la convierten en candidata ideal para una nueva relectura ENSAYO Marco Antonio Campos América Latina y Europa

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n su ensayo “Problemática de la actual novela latinoamericana” (Tientos y diferencias, México, 1964), Alejo Carpentier dictaminaba que en América Latina había novelas pero no una novelística. Parecía no darse cuenta de que numerosos novelistas latinoamericanos, entre ellos él mismo, ya la estaban creando, o ya la habían creado. Si ya existían novelas notables o notabilísimas en nuestro subcontinente desde las décadas de 1910, 1920 y 1930 (Los de abajo, La sombra del caudillo, La vorágine, Don Segundo Sombra, Doña Bárbara), es quizá desde el decenio de 1940 que empezaba a darse un río caudaloso de novelas magistrales que continuó corriendo hasta los años ochenta. Ya la década de 1940 no era la hora de la narrativa del nativismo, del regionalismo o del nacionalismo, salvo que pudieran ser leídos, como él lo quiso y lo hizo, en cualquier lugar del mundo. Como nadie, Carpentier internacionalizó la temática, la geografía y los mares del Caribe. En algo, según mi punto de vista, llevamos delantera poetas, escritores y artistas latinoamericanos a los europeos: en general solemos conocer, hasta donde es dable, su tradición y la nuestra; muchas menos veces ocurre el caso contrario. Nos vemos en algo o en mucho en ellos, los conocemos, pero difícilmente acaece que sepan bien a bien quiénes somos, más allá de los habituales clichés y cuadros esquemáticos. No hay prácticamente novelista latinoamericano de renombre que no haya tenido a lo largo de su obra un vivo y continuo diálogo entre Europa y América Latina; pensemos rápidamente en Borges, en Bioy Casares, en García Márquez, en Fuentes, en Vargas Llosa; Carpentier no fue la excepción. La cultura europea y vivir en Europa les hizo entender más

profunda y profusamente a sus propios países. Se está y se vive en Europa pero a la vez se tiene una mirada más honda del país donde se nació y creció y del que nunca se termina de salir. “A veces es necesario alejarse de las cosas, poner un mar de por medio, para ver las cosas más de cerca”, dice en Venecia el rico platero novohispano (Concierto barroco). Veinticinco años de su vida Carpentier los pasó en Francia. En su primer periodo parisiense (1928-1939), a través de Robert Desnos, casi a su llegada, conoció a los surrealistas, de quienes aprovecharía pródigamente la lección pero a quienes, desde 1949, en el prólogo de El reino de este mundo, hasta sus últimos días, ironizaría con desdén por su artificialidad y escasez imaginativa —como en general sobre las novelas, el teatro, la poesía y el arte supuestamente imaginativos de franceses e ingleses—, para a su vez vindicar con fervor lo que llamó lo real-maravilloso o, como suele llamársele también, realismo mágico. Para Carpentier lo real-maravilloso es netamente americano y “se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy”. En suma, como dice al final del prólogo, quizás en una tesis temeraria por exagerada: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?”. Sin embargo, sus novelas, después de El reino de este mundo, contienen una prosa de prodigio, pero sólo pasajes o momentos de lo real-maravilloso americano. Aún más: Carpentier nunca se acabó de alejar en la mayoría de sus narraciones, hasta su última novela (La consagración de la primavera), de la geografía y la cultura europeas.

Estilo y duende El tema impone el estilo, contesta Alejo Carpentier a Emmanuel Carballo en una de las tres entrevistas que le hizo el crítico mexicano entre 1958 y 1962 (Protagonistas de la literatura mexicana, UNAM, 1986). Todo escritor con una obra dilatada tiene varios estilos, pero su prosa, una de las más bellas de la lengua española, llega a una maestría inigualable en El siglo de las luces. Uno lee y vuelve a leer páginas enteras y no deja de admirar la bellísima perfección. Pese a la exuberancia del lenguaje en buena parte de su narrativa, a su vasto vocabulario, Carpentier jamás pierde la precisión, pero ciertamente cae en ocasiones en un exceso —un agobio— de adjetivaciones, de descripciones y de enumeraciones en párrafos que no parecen conocer el punto y aparte. A pesar de esta suerte de paréntesis o de interrupción narrativa, en sus novelas mayores Carpentier no pierde la secuencia y la viveza de la historia principal ni deja a los protagonistas cardinales a la deriva. Sea dicho de paso: estos apartes, leídos de manera aislada, parecen poemas en prosa, minificciones o episodios históricos marginales muy logrados. En su obra narrativa los variados ritmos del lenguaje se vuelven una tabla armónica, una gran caja de resonancias. Geografía carpentieriana Hijo de francés y rusa, nacido en Lausana, Suiza, en 1904, y llegado muy niño a La Habana, fue en su obra, sin embargo, como José Lezama Lima y Gabriel García Márquez, un hombre que llevó el mapa del Caribe delineado en el alma. Tuvo asimismo una dilatada formación en música clásica y popular, en arquitectura y urbanística, y un arduo conocimiento de culturas de otros países, en especial la francesa y la española. Desde luego, de las islas caribeñas Cuba fue su principal escenario. Aparece parcial o totalmente en sus narraciones, en especial las ciudades de La Habana y de Santiago, pero aparecen también Haití (Saint-Domingue), en El reino de este mundo y en una parte de El siglo de las luces, y la isla de Nuestra Señora de Guadalupe, uno de los escenarios centrales de El siglo de las luces, cuya capital de entonces, Point-à-Pitre, era “la ciudad más rica de América”, y asoman la Marigalante, la Désirade, “la montañosa Dominica”, Nevis, con las nubes sobre sus colinas, y Santa Lucía, “con su puntiagudo picacho”, y del Caribe continental son escenarios vitales Venezuela, la Guayana francesa y Surinam. Ciudades y pueblos


domingo 15 de julio de 2012 b07

literatura ESPECIAL

mexicanos son fondo o mención en Concierto barroco (1974). En esa breve novela el principal personaje, el Amo, es un rico platero dieciochesco, vecino del entonces pueblo de Coyoacán, fervoroso aficionado a la música, que en su viaje a Europa no halla en su paso por La Habana ni en ciudades españolas, o no las quiere hallar, las maravillas mexicanas. Concierto barroco no tiene la intensidad de anteriores novelas; es un experimento lúdico, un espléndido divertimento. Aun en el penúltimo capítulo Carpentier nos hace reír a carcajadas, a través del Amo, con los disparates históricos que hay en la ópera Motezuma de Antonio Vivaldi, a la cual le toca asistir al platero en pleno carnaval veneciano. A las recriminaciones del platero novohispano por el sartal de equivocaciones, Vivaldi le contesta: “La ópera no es cosa de historiadores”. En El arpa y la sombra (1979), por medio de los recuerdos de Pío IX, describe sucinta e intensamente la pampa argentina y el paso de la cordillera de los Andes hacia Chile. Historia o ficción En la nota final del libro advierte que siguió en la novela una rigurosa historicidad. A partir del contexto de la Revolución francesa, del contexto histórico caribeño de la época y de lo que se sabe de la vida de Victor Hugues, Carpentier construyó la novela. ¿Pero cuánto hay de ficción? ¿Cuánto puso Carpentier de su imaginación y de su cultura? Si desde Cervantes, para comprender el mundo en la novela, como dice Milan Kundera, se requiere de un lenguaje de relatividad y ambigüedad, un altísimo ejemplo es El siglo de las luces. La bellísima naturaleza La isla de Nuestra Señora de la Guadalupe lleva el nombre de la que es a la vez la virgen extremeña y la virgen mexicana. Separada la isla por un breve istmo (Point-à-Pitre), está escindida en dos partes: la Alta y la Baja Tierra. Las descripciones de Carpentier de los paisajes marinos en torno de las Antillas menores donde se halla la Guadalupe (Barbuda, María Galante, Dominica, Nevis, Santa Lucía, Martinica) son de las más bellas de nuestras literaturas: el fuego verde y azul de maravillas únicas e irrepetibles bajo el cielo azul o el cielo estrellado. Son tan emotivas, contienen tan alta poesía, como las descripciones que hace su protagonista principal a partir de las navegaciones por el Orinoco y sus andanzas por la intrincada y azarosa selva venezolana en Los pasos perdidos. Si un buen número de las islas mayores y menores del Caribe quedarán como escenarios de gran literatura es gracias a Carpentier. Respecto al escenario de El siglo de las luces, el autor contestó a Emmanuel Carballo algo que completa lo antedicho: “Aspiré a presentar una especie de vasto panorama del mundo del Caribe. Me explico. Generalmente se habla del mundo antillano como de una unidad. Quien conoce la Granadina o conoce Nevis, o la Guadalupe, o Haití, cree que conoce todas las islas del Caribe. Quien descubra por cuenta propia este mundo realizaría una gran hazaña: es uno de los mundos más extraordinarios de hoy día. No hay en él dos islas que se parezcan”. En sus novelas mayores se da una unión de viva y continua armonía entre civilización y naturaleza. ¿Quién que ha descubierto eso puede seguir viendo el mundo de igual manera si ya vivió el sueño? Personajes Los tres personajes sobre los que gira esencialmente la acción son el ex panadero marsellés Victor Hugues y los primos cubanos Esteban y Sofía. Sobre ellos corre el círculo de la historia, y a su vez en el círculo se desarrollan nuevos círculos donde se desenvuelven personajes secundarios y numerosísimos incidentales y fugaces. Los hermanos Carlos y Sofía y el primo Esteban vivían en su casa de La Habana al margen de la sociedad y del mundo como en un jardín de niños encantado. Si el tumultuoso y volcánico Victor Hugues termina en Cayena políticamente enfangado, dirigiendo un batallón de ratas, es él quien les abre el mundo a los primos Esteban y Sofía cuando por un feliz o desdichado azar, como quiera verse, llega muy joven de Puerto Príncipe a aquella casa habanera, quizás en 1791: a Esteban, a través de la política y los viajes; a la bella muchacha, ex monja clarisa, hundiéndola en la lava ardiente del deseo y del sexo y en la idea germinal del cambio social y político. Más: ambos primos, al llevar a cabo su primera navegación de La Habana a Santiago, al sentir en toda su amplitud el paisaje marino, reconocen que es gracias a él que se miran por primera vez jóvenes. Es curioso: si Hugues hace a la recatada Sofía sentirse una verdadera mujer, ella, acaso sin saberlo demasiado, hace lo mismo en la antigua soledad familiar con su primo. Al enfermizo Esteban lo bañaba desnudo y Esteban llevará toda la vida esos recuerdos en el corazón y la piel sin que la flecha dé nunca en el blanco. Para Alejo Carpentier, los primos Esteban y Sofía representan, aquél, al intelectual inicialmente entusiasmado pero que se decepciona cuando la realidad no es como él pensaba que sería, y ésta, la Praxis, es decir, “que analiza menos, pero que entiende lo que ocurre”. No del todo. Los personajes suelen ir más allá de lo que el autor cree o se hace a la idea de que son. Olvida Carpentier que Sofía, al dejar todo e ir a buscar a Hugues a la Guayana y al salir en mayo de 1808 a defender Madrid como una más contra los invasores franceses —lo mismo que Esteban—, la inspira un repentino pero vivo espíritu romántico. Los dos personajes femeninos por excelencia de la obra de Carpentier son Rosario, con un carácter que combina firmeza y sumisión y un cuerpo en el

Alejo Carpentier

que llamea una sensualidad de fuego suave (Los pasos perdidos), y la voluntariosa y rebelde Sofía. Por diferentes diagonales, Esteban y Sofía conocen el deslumbramiento cegador de la Revolución, la creencia de que podía haber un mundo más humano y habitable. Luchan un tiempo por ello, pero tarde o temprano viene el descreimiento a consecuencia del reino del terror impuesto por las cabezas de esa Revolución: Esteban, en su paso por París y el país vasco francés, y luego en la Guadalupe, bajo el gobierno de Victor Hugues, comisario de la Convención, y más tarde en la Guayana, también bajo el gobierno de Victor Hugues, primero como agente del Directorio, y luego como agente del Consulado en la Guayana francesa; y Sofía, después de quedar viuda, cuando va a buscar a Hugues a la Guayana y vuelve a ser su amante, pero acaba por alejarse horrorizada y asqueada cuando el Investido de Poderes busca aplastar por medios terroríficos e inmundos la rebelión de los negros —“azotados hasta morir, descuartizados, decapitados, sometidos a torturas atroces”— para implantar de nuevo la esclavitud por vía de la Ley napoleónica del 30 Floreal del Año X. Si ambos descubren la luz cegadora de la Revolución por Hugues, es por Hugues que conocen la sombra del espectáculo perversamente degradado de la misma Revolución. Lo que era de principio la llegada de un mundo más igualitario, libre y fraternal, se vuelve la sustitución de una tiranía por otra tan o más cruel que la anterior. De una suerte de dios que los despertó al mundo, Hugues termina por ser para los primos un demonio fatigado, despreocupadamente cruel, a quien poco o nada le importa de qué color es la ideología a seguir. Luego de la gran desilusión (Sofía logra sacar de la cárcel española de Ceuta a Esteban, adonde lo había mandado la policía monárquica de Cuba), los primos vivirán la vida retirada en Madrid, en la calle de Fuencarral. El retiro de los primos tiene un último fuego de rebeldía, el último llamado del espíritu romántico, durante las jornadas de mayo de 1808, cuando el pueblo madrileño se levanta

contra la ocupación de las tropas francesas, y salen a defender España, o creer que la defienden, para acabar desapareciendo de la escena del mundo. Rondarían ambos entre los 35 y los 38 años. Si el ex francmasón Victor Hugues es el personaje ciclónico, quien, como en un péndulo, varía de la generosidad a la brutalidad, de la incorruptibilidad a la venalidad, de la búsqueda de la igualdad al exterminio de los súbditos, como lector uno se siente más cerca, siente más entrañables a Esteban y Sofía. Uno no puede, sin melancolía honda, luego de que abandonan para siempre el Caribe, imaginarlos en el Madrid de principios del XIX ricos pero solitarios, unidos más allá de la relación carnal, en una rutina apagadamente exacta. Si en la rebelión de negros de 1789 en Haití no hubieran incendiado el almacén y la panadería de Victor Hugues, quizás el joven marsellés hubiera vivido una vida larga y comedida en Puerto Príncipe. La destrucción de su casa y almacén lo lleva a irse a Francia, acompañado de Esteban, a hundirse hasta el cuello en los hechos que en ese momento tienen en vilo a Francia y a Europa y que incendiarán el Caribe francés y español. Hugues, diría Luis Harss, es el “epítome del hombre de acción” (Los nuestros, Buenos Aires, 1966). El dios de la Revolución para Hugues fue Maximilien Robespierre, el Incorruptible, el gran puro, pero que, como ningún dirigente posterior a la caída de la monarquía en 1789, ejerció el terror hasta que el terror lo alcanzó: él mismo fue guillotinado. A Hugues lo envía la Convención francesa, que en ese momento gobierna, a combatir a los ingleses a la Guadalupe, quienes buscan controlar todas las islas de las Antillas; el Investido de Poderes logra derrotarlos, pese a su inferioridad en armas y soldados, en una rara y eficaz combinación en la que entran la estrategia militar, la fiebre amarilla y, si somos creyentes, un milagro de la Virgen del Perpetuo Socorro. Para gobernar la Guadalupe, real y simbólicamente, por un lado lleva el espíritu de las leyes, que aplicaría según su humor, y por el otro la guillotina, que utilizaría profusamente en sus primeros años. v


08 b domingo 15 de julio de 2012

MILENIO

varia DAVID HOCKNEY

ESPECIAL

José Revueltas en Lecumberri, 1970

A bigger splash (detalle)

Revueltas: 1968 y 2012

Happy birthday, David Hockney

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

sperar un patriarca rojo, barbado y benefactor no es creer en Marx sino en Santa Claus. Ante el ping-pong PRIPRIAN-PRI, el guadalupanismo de AMLOVE y la izquierda fresa (PRI Light) de Ebrard es necesario fortalecer el marxismo mexicano. La semana pasada escribí sobre el cincuentenario del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, libro en que pedía un partido marxista-leninista para dirigir al proletariado mexicano (que no ha desarrollado conciencia de clase). Ahora apuntaré cómo posteriormente Revueltas corrigió esa postura. Ser testigo del dogmatismo y corrupción de los partidos de izquierda y los logros del movimiento estudiantil de 1968, así como las lecturas teóricas durante su encarcelamiento en Lecumberri, le mostraron a Revueltas que el camino no debía ser autoritario. Fue así que esbozó un marxismo horizontal. Para evitar tanto la mera demo-izquierda pro-capitalista como el verticalismo de partido y el culto a la personalidad típicos de muchos comunistas, Revueltas insistió en dos principios. El primero fue la “autogestión”, que definió “como la actividad viviente, inexcusable, de las masas estudiantiles en el cuestionamiento social y político del país”. La autogestión significa que los grupos se organicen por sí mismos, sin necesidad de dirigencias únicas y, sin embargo, esta autogestión

tenga claras metas de creación de conciencia colectiva hacia un orden económico, político y social justo. Revueltas creía que la autogestión académica era sólo el laboratorio a partir del cual se podía organizar una sociedad entera. El movimiento estudiantil inspiró esta estrategia pluralista, que le llegó a parecer más deseable que una izquierda controlada por un partido político unívoco. El segundo principio marxista del último Revueltas fue la “democracia cognoscitiva”. “La democracia cognoscitiva constituye, precisamente, la democracia del conocimiento; el acceso del mayor número a las esferas del conocimiento, pero ante todo la confrontación de tendencias, la impugnación de situaciones, la lucha de ideas”. Cerca del final de su vida, Revueltas creía que para preparar y detonar una sociedad comunista no hay que imponer una dictadura del proletariado (que sustituya a la dictadura de clase), sino alentar nuevas formas de organización sin dirigentes centrales. No un gobierno doctrinario o una oposición dependiente de un partido sino diseminación de pedagogías autogestoras, que expandan nuevas formas de vivir en sociedad, y donde el saber sustituya a la ideología. El desafío del marxismo en México es superar su relajo, no tener pies ni cabeza. Ser populista, “moderado”, carismático o, simplemente, subordinarse a candidaturas o fines inmediatistas. El marxismo en México no debe comenzar de cero ni, mucho menos, preRevueltas. v

Magali Tercero http://magalitercero.arteven.com

Luces de la ciudad Cada ciudad tiene una luz distinta. Cada artista reacciona de forma distinta ante la luz y ante las ciudades. David Hockney, nacido en 1937, quien cumplió 75 años el 9 de julio, habitó buena parte de su juventud bajo la luz vertical de Inglaterra: la luz casi plateada de los días claros y la luz levemente gris de los días lluviosos. El llamado precursor del pop art, junto con Richard Hamilton, se vio inundado de una luz de color oro cuando viajó a California a fines de los años sesenta. Ahí nadó bajo el sol y en consecuencia, así parezca pueril a quien no dialoga con el color, cambió su paleta pues la luz californiana hizo surgir una serie de telas coloridas. De hecho, Hockney —además de pintor, muchas veces irónico, es un gran grabador y fotógrafo— se hizo famoso a los 20 años de edad. Los iphones de Hockney ¿Cómo llegó a los 75 años? Llegó, y me asombra, usando iphones e ipads a los cuales instaló la aplicación Brusches para dibujar con pinceles virtuales. Hoy día la emplean muchos artistas 50 años menores que él. Desde 2009, ha realizado paisajes, naturalezas muertas y retratos. Así surgió Fleurs fraîches (Flores frescas), exhibida en el Royal Ontario Museum: 100 dibujos realizados sobre 25 ipads y 20 iphones. Durante el proceso —la generosidad es otra característica suya— envió muchos de estos dibujos a sus amigos. Por supuesto, lo hizo vía su iphone. ¿Jugar o pintar? Arribó también —a esta edad que en México es la edad promedio de muerte de los varones— con una sólida relación de pareja con un hombre al que lleva algunas décadas. Pero sobre todo, diría yo, llegó pintando paisajes inéditos, exuberantes, inmensos y plenos de alegría de vivir. La Royal Academy de Londres lo invitó y ahí vimos arte monumental por su tamaño. Hockney trabajó panel por panel y luego fotografió cada pieza y jugó con el orden de los bastidores hasta decidir la apariencia

final de la obra. Pero su intención, a diferencia de nuestro muralismo, era jugar. Eso es lo maravilloso de él. Que en su séptima década esté dispuesto a jugar y jugar y a no hacer nada que no le cause placer, como ha dicho en un documental reciente transmitido por televisión. Un gran chapuzón De A bigger splash (Un gran chapuzón), pintado en 1967 sobre una tela de 320 x 247 cm, a la muestra A bigger picture, presentada en la Royal Academy hasta abril pasado, no sólo creció el tamaño de sus cuadros, pues con 150 de ellos cubrió casi todas las paredes de la antigua galería (excepto por 50 realizados en el iphone). “Lo que quiero, dijo, es hablar de las grandes cosas. Esta exposición se trata de eso”. Por supuesto, su obra también creció en profundidad, en alcance de la mirada del artista sobre los paisajes de su natal Yorkshire, a donde se mudó para hacer la muestra. Cuando vi el documental me fascinó la imagen del viejo artista parado día tras día —fuese primavera, verano, otoño o invierno—, frente a un paisaje de Yorkshire, decidido a penetrar ciertos misterios de la naturaleza. Cada estación trajo nuevos elementos para sus telas, y pudo superponer formas primaverales u otoñales y oponerlas a la parquedad de formas del invierno inglés. Los árboles fueron el tema tanto como los túneles vegetales que forman las copas de los árboles centenarios al entrelazarse sobre el camino de tierra más cercano a su casa de infancia. Feroz polémica Cuando se inauguró la exposición David Hockney quiso echarle una indirecta sumamente directa a Damien Hirst, el multimillonario y muy discutido ex Young British Artist. Y provocó una feroz polémica en los diarios ingleses. Lo hizo con una frase impresa en el cartel de la Royal Academy: “Todos estos trabajos están hechos personalmente por el artista”. Se refería, claro, a las decenas de asistentes que tiene Hirst. El que quiera conocer los detalles visite este sitio: http://www. elmundo.es/elmundo/2012/01/03/ cultura/1325608978.html. v


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