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En la vejez seguiré dando fruto

¿Cómo surge la vocación?

Desde pequeñito con mi abuelita íbamos a visitar la casa san Vicente Ferrer y después a la Mare de Deu, rezando el Rosario, y siemrpe dentro de la Iglesia. Yo, viendo películas de misioneros, quería serlo, quería ser como el padre Damián, como los jesuitas crucificados... pero me di cuenta de que “no valía”.

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Una vez ordenado, pedí salir a misiones y se me pidió esperar. Me quedé en la Diócesis y todos los veranos dos meses iba a las misiones a ayudar a los misioneros. Estuve en Nicaragua, Honduras, El Salvador, Costa Rica…

Después de jubilarme me dijeron si estaba disponible para irme a Brasil a trabajar por las misiones. Estuve ocho años en Brasilia y ahora llevo un año en Rio de Janeiro.

¿Cuál es su misión allí?

En Brasilia estoy en el Seminario de formador, dando clases de Latín, con el propedéutico y dando algún curso de Derecho Canónico a los más adelantados. Luego también atendiendo la pastoral diocesana, con confesiones, misas... voy donde me llaman.

¿Cómo es la fe del pueblo brasileño?

Pues tienen una religiosidad natural, muy profunda, que todavía sirve como trampolín para poder evangelizar. Pero tal como van los acontecimientos, no va a durar mucho ese ‘status’.

Estoy entre la gente más pobre, los que no tienen nada que defender, donde se encontraba el Señor. Así cumplo su Palabra, y ellos son pobres de todo: moral, cultural… y acogen el Evangelio con el corazón.

¿Por qué es importante la misión hoy en día?

Es importante desde la experiencia personal, porque solo desde ahí se puede anunciar que Jesucristo llena la vida hasta el punto de poder dar- la; por eso Él dice en el Evangelio “he venido para que tengáis vida en abundancia”. De ahí que la misión es el lugar privilegiado en el que repartir a los demás esa plenitud que el Señor concede a aquellos que van a cualquier parte a anunciar el Evangelio.

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