Valencia Misionera Abril - Junio

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VALENCIA

MISIONERA

Número 150 Abril 2021


Coeditores: Arzobispado de Valencia

Director: Arturo Javier García Colaboran en este número: Juan Sanchís Juan López Geni Lloris Fernando Barrufet Blas Silvestre Fabián A. Rodríguez OMPRESS Sergio Cánovas Nohales

Imprime: Imprenta Nácher s.l.

@valenciamision

Delegación de Misiones Valencia misionesvalencia.blogspot.com.es misionesvalencia

VALENCIA

Edita: Secretariado Diocesano de Misiones. misiones-valencia@omp.es C/ Avellanas 22-4 46003 Valencia 96 392 24 12 - 644 757 662 Dep. Legal: V-229-1984

MISIONERA

Sec retariado Diocesano de Valencia


En esta misión encontrarás... En portada: Recopilamos una serie de portadas significativas de ediciones anteriores con motivo del número 150 de nuestra revista

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Desde el origen: Desde la Evangelii Nuntiandi, el delegado diocesano de misiones nos recuerda la importancia de la misión de Cristo que incumbe a todos Fundación Ad Gentes En perspectiva, en todos estos años de labor misionera, con tan tos proyectos, reconocemos los “protagonistas bienaventurados” Desde el seminario de Valencia Nos escribe Fabián, joven seminarista colombiano que cursa 4º en el Seminario Metropolitano de Valencia y pertenece a la diócesis de Ibiza A fondo Los misioneros valencianos Eugenia Lloris y Paco Almenar nos acercan a la situación que se está viviendo en la Amazonía. Hemeroteca Con motivo de esta edición especial, recogemos dos artículos de la 1ª revista que recuerdan el sentido misionero de Valencia, ayer y hoy. Misionews Nos hacemos eco de las noticias más destacadas de los últi mos meses en el amplio campo de las misiones. Para pensar y rezar A veces nos enredamos entre tantas palabras. Miremos al mundo desde la Palabra. Misión y memoria Como cada año se rinde homenaje agradecido a los sacerdotes de la OCSHA que celebran sus Bodas de Oro sacerdotales. Hablamos con dos de ellos. Cartas desde la misión El padre Fernando Barrufet nos escribe desde Neuquén, Argentina, donde fue ordenado sacerdote y ejerce su ministerio desde hace 54 años. La voz de la experiencia Juan Sanchis vuelve a escribir unas líneas para nuestra revista, en este número especial, en este año especial.

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DESDE EL ORIGEN

Tú cristiano: no te salvas si no eres misionero El papa Pablo VI en Evangelii Nuntiandi ya nos dice que es posible que un no cristiano se salve porque no ha rechazado el Evangelio, pero sin embargo no es posible que un cristiano se salve si no lo anuncia, si no es misionero. No sería inútil que cada cristiano y cada evangelizador examinasen en profundidad, a través de la oración, este pensamiento: los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza —lo que San Pablo llamaba avergonzarse del Evangelio—, o por ideas falsas omitimos anunciarlo? Porque eso significaría ser infieles a la llamada de Dios que, a través de los ministros del Evangelio, quiere hacer germinar la semilla; y de nosotros depende el que esa semilla se convierta en árbol y produzca fruto. Conservemos, pues, el fervor espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo —como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia— con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. (Evangelii Nuntiandi 80) Evidentemente Jesucristo nos envía a todos a la Misión, “Id al mundo entero” (Mc 16, 15) y así lo entienden los apóstoles. También nosotros lo hemos de anunciar. Y no es algo opcional, es algo imprescindible, es cuestión de obedecer, como Cristo obedece al Padre y aprende sufriendo a obedecer. El demonio puede tentarnos con que como Dios es misericordioso pues da lo mismo no anunciarlo, que es muy difícil en nuestros días, que no se puede, que es algo invasivo…

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¡Claro que Dios es misericordioso! ¡Te parece poca misericordia morir por tus pecados para que tú tengas vida eterna, compartiendo la vida con Él en su casa para siempre! Jesús nos muestra al verdadero Dios, nuestro amigo, que nos quiere siempre sin condiciones. Dios te salva gratis, pero no sin ti, sin tu fe, sin tu aceptación de esa salvación. En Juan 3 nos dice que el que crea no será juzgado y el que se resista a creer ya está juzgado por resistirse a la fe. O en Juan 6 el que come de este pan tendrá vida eterna. Que te mueres ya es algo tuyo, cuestión de tiempo, no hace falta hacer nada, pero si no quieres morir Dios te ofrece la fe, el Bautismo, el Pan de Vida. No da lo mismo no anunciarlo, es la misión de Jesús. Y el que te salva te pide que le ayudes. ¿Cómo va a dar igual no ayudar a Dios? ¿Cómo vas a amar a tu prójimo y no llamarlo a la fe, a que acoja la salvación de Cristo? Porque si no quiere creer puede condenarse rechazando a Jesucristo. “Quien a vosotros rechaza, me rechaza a mí y a quien me ha enviado” (Lc 10, 16) No son pocas las parábolas en las que Jesús llama a la conversión y la fe con consecuencias terribles para los que la rechazan. Lo que Dios te pide no es difícil. Jesús no te pide que conviertas a nadie, sino que le anuncies el Evangelio. Que des testimonio de tu fe, que le preguntes a otro porque no cree, y que le hagas darse cuenta al que tiene fe que ha de ser coherente o no se salva, que

rece, que se confiese, que vaya a Misa, que perdone a su hermano, que comparta, que no robe… Sobre todo, que tome el camino de la conversión volviendo a Dios, reconciliándose, escuchando la Palabra para cambiar su vida. El demonio sí sabe y cree que, si nosotros hacemos el anuncio, y nos descaramos por Cristo, Dios podrá, por la fuerza del Espíritu Santo, hacer que nuestro anuncio dé fruto, como lo dio el día de Pentecostés el de Pedro a los que eran tan difíciles de convertir que incluso matan a Jesús el Mesías. Nosotros anunciamos y el Espíritu Santo lo hace todo, Jesús no te pide resultados, sino tu ayuda. ¿No crees que la merezca?

Arturo Javier García Delegado diocesano

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FUNDACIÓN AD GENTES

¡Bienaventurados! Cuando nos dijeron que esta Valencia Misionera cumplía 150 números, pensamos: ¿dónde estaba la Fundación Ad Gentes hace 150 números? Normalmente aprovechamos estas páginas para presentaros alguno de nuestros proyectos: ¿qué proyectos teníamos en marcha hace 150 números? Habida cuenta de que la revista nació en 1984 y de que D. Agustín García-Gasco, el Arzobispo que erigió la Fundación Ad Gentes llegó a nuestra diócesis en 1992 y nuestra Fundación no nació hasta 1998, pues… Nosotros llevamos compartiendo los últimos veintitrés, que tampoco está tan mal. Durante estos años compartidos, hemos podido experimentar la vida que late en la obra misionera de nuestra iglesia local, la misma que se expresa en estas páginas y que se extiende a lo largo y ancho de nuestro planeta gracias a que hoy, como hace dos mil años, muchos han escuchado la Palabra del Señor cuando dijo: “id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15).

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Esa vida misionera se traduce en que cada vez más personas conocen la voluntad de Dios de llevar a los hombres a la felicidad. Justamente esa promesa de la felicidad, expresada en las Bienaventuranzas, es el centro de la predicación de Jesús, recogiendo las promesas hechas al pueblo elegido y perfeccionándolas en orden a la posesión del Renio de los cielos. Las encontramos en el comienzo del Sermón de la Montaña (Mt 5,1-12a), donde se nos dice que seremos felices, indicándonos la condición para ello y, finalmente, dándonos una promesa. El motivo de la felicidad no está en la condición (“pobres de espíritu”, “afligidos”, “hambre y sed de justicia”), sino en la sucesiva promesa, siempre que la condición se reciba, desde la fe, como don de Dios. La realidad de dificultad y aflicción es vista en una perspectiva nueva y experimentada según la conversión: no es bienaventurado si no se ha convertido, porque no podrá apreciar y vivir los dones de Dios (Francisco, Ángelus del 29 de enero de 2017). ¿Hemos visto nosotros a esos pobres de espíritu, a esos mansos, afligidos, hambrientos y sedientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, buscadores de paz, perseguidos, injuriados…? Pues, ¿cómo no habíamos de verlos, mirando treinta y siete años de vida misionera desde las páginas de esta revista?


Reconocemos como pobres de espíritu a aquellos que han asumido los sentimientos y actitudes de los pobres que saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios. Cómo no ver a esos pobres de espíritu en nuestros misioneros dispersos por el mundo, compartiendo en sus comunidades, pidiendo, a veces, para pan, como nos pedía una religiosa valenciana en Kenya durante esta pandemia. Reconocemos mansos a aquellos que viven desde la dulzura en medio de los conflictos, como ese misionero valenciano que en medio de la reciente crisis nicaragüense se vio envuelto hasta en tiroteos sin perder el horizonte del mensaje de salvación y reconciliación de Jesús. Afligidos como los que reconocen el dolor interior del propio pecado que abre a la relación con Dios y el prójimo, en tantos cristianos que acuden a las confesiones masivas en la parroquia de ese misionero valenciano en Lima, donde están horas en los confesionarios atendiendo la necesidad de reconciliación del hermano. Reconocemos esa hambre y sed de justicia y esa misericordia en aquellos que entienden que una justicia sin entrañas de madre es cruel y una misericordia sin justicia es disipación, y así están al pie del cañón, como esa misionera valenciana en la Amazonía, dando la cara y la vida por los hermanos migrantes y por los pueblos originarios, llevando a Jesucristo a cada rincón de la casa común. ¿Cómo no ver la limpieza de corazón en aquellos que viven con la pureza y sencillez que permite descu-

brir la providencia del Señor en los sucesos de la vida cotidiana? ¿No fue providencia del Señor el cúmulo de carambolas que permitió a un misionero valenciano llegar, en plena pandemia, desde Valencia a su parroquia en Chile, con el país cerrado a cal y canto, sin transportes públicos… y sin vehículo propio? ¿Y qué decir de los que buscan la paz? ¿De los que trabajan por la justicia? ¿Cómo no reconocer a tantos y tantas que huyen de fundamentalismos y fanatismos que alteran la verdadera naturaleza de la religión, que huyen de poner el foco en problemas estructurales o globales que permiten grandes discursos tantas veces teóricamente densos y vivencialmente vacíos, y se centran en el próximo, en el hermano, en el más débil, para restaurar la dignidad dañada? ¿Cómo no verlos en tantas misioneras de distintas congregaciones, desgastándose por los más pequeños, aquellos a los que desde el seno de su madre conoce el Señor y sin embargo los hombres no reconocen como sujetos del primero de los derechos humanos, el derecho a la vida? Tantos y tantas santos y santas de Dios por el mundo nos miran desde estos 150 números de Valencia Misionera que es imposible no decir, como decía el título del libro con el que se celebraban en 2008 los cincuenta años de presencia misionera de nuestra Archidiócesis en Copiapó, que “hemos visto florecer el desierto” (cfr. Is 35, 1). Quiera el Señor que lo sigamos descubriendo como hasta ahora a través de sus misioneros y misioneras y, ojalá, a través de estas páginas de nuestra Valencia Misionera.

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DESDE EL SEMINARIO DE VALENCIA

La vida misionera en un Seminario Diocesano Dentro de la comisión de misiones de nuestro Seminario Metropolitano de Valencia, somos conscientes (o al menos lo intentamos) de la importancia de la misión en la Iglesia, tanto la de primera Evangelización (ad Gentes) y también en los lugares donde se ayuda mediante el servicio misionero a mantener la fe. Mis compañeros, no solo los del comité, sino el Seminario en general, vemos como una experiencia enriquecedora, la oportunidad de ir a misión, y esto gracias a la gestión que realiza la delegación en nuestra Archidiócesis. Pero somos conscientes de la realidad en la que nos encontramos, que ha dificultado no solo el realizar una actividad misionera, si no el plantear con seguridad una siguiente, en un determinado espacio de tiempo. Pero desde el comité sabemos, que ayudar a la misión, no se limita en ir a un lugar, sino en orar por ese lugar. Para ello, teniendo de base, las campañas misioneras Domund, Valencia

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Misionera, Manos Unidas y la de las Vocaciones (también nativas), vamos a ir recordando la labor misionera de la Iglesia y de sus misioneros. La última actividad que realizamos, fue en relación con la campaña de Manos Unidas, en la que proponíamos redactar una carta a un misionero, para que nuestra vinculación con la misión, tomara un rostro y lugar concreto. En este sentido, creo que la tarea de un comité de misiones en un Seminario, no se debe limitar a recordar a los seminaristas que esta realidad eclesial existe, sino también que la misma Iglesia nos recuerda que no es tarea de ellos (los misioneros) sino de todos. La tarea es la de crear espacios, donde seamos cada vez más conscientes de la universalidad de la Iglesia y nuestro compromiso con ella desde nuestra realidad concreta, vinculándonos en el conocer, y en el orar, tanto personal como comunitario, con el rezo del Santo Rosario, una vez al


mes, y la adoración al Santísimo Sacramento, una vez al trimestre. Sin olvidar también nuestro aporte económico, para ir así cultivando con quienes compartimos la llamada a la vocación sacerdotal, no solo una conciencia misionera, sino puede que también a una disponibilidad a esta realidad de la Iglesia en un lugar en concreto, al menos en un primer momento que se conozca y en especial que no se olvide, que todos de una manera u otra, estamos llamados a formar parte de ella. Esto es lo que experimento e intento vivir en el día a día en el seminario. Pero, ¿quién es el que os está compartiendo todo esto? Soy Fabián Andrés Rodríguez Bonilla, seminarista de Cuarto curso de la diócesis de Ibiza, pero recibo mi formación aquí en Valencia; tengo 24

años, y me gustaría compartir una pequeña experiencia misionera, cuando empezaba mi formación sacerdotal en el Seminario diocesano de Bucaramanga, en mi país natal, Colombia.

Con motivo a la preparación del día de Navidad (Novena de aguinaldos), el párroco de mi destino de pastoral de aquel año 2015, me había destinado a acompañar un sector de la parroquia que se encontraba a una distancia considerable del Templo parroquial y que les era imposible una presencia diaria o por lo menos semanal a las celebraciones litúrgicas. Recuerdo con bastante alegría esos nueve días. Mi tarea se centró en un primer momento a recorrer los caminos en busca de casas, en donde una por una, tocaba a la puerta y me recibían con una sonrisa, dejado entrar a un extraño a sus casas y recibirlo con la mayor de las hospitalidades que su gran corazón les permitía y así compartir la experiencia de fe, que cada familia vivía desde su casa. Pero la misión no se limitaba a esos pocos minutos, el momento más importante era el compartir que realizábamos todas las noches, donde la comunidad se reunía alrededor del Belén. Estas oraciones eran una bendición, las realizábamos cada día en una casa diferente y en un sector diferente, me impresionaba ver la alegría de la comunidad ya no solo abrir las puertas al misionero o la comunidad, sino al niño de Belén, a quien le pedíamos y le cantábamos cada noche “Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto! (Gozos)

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A FONDO

Desde el pulmón de la tierra... Paseamos con él y estuvimos escuchando los desafíos del vicariato, sobretodo la falta de recursos humanos, pero hay una experiencia de mucha humanidad y trabajo. Abrió su agenda, para estos itinerantes, que llegábamos de Iquitos en dirección a Puerto Maldonado. Un viaje que nos duró aproximadamente un mes. Un mes lleno de rostros, experiencias, desafíos, y que, guardamos en nuestro corazón y en la mochila de la vida. Cuando caminábamos por el pueblo muchos le saludaban. Es conocido y tiene tránsito por todas las casas y ambientes. Cuando durante la pandemia, todos desaparecieron o se escondieron por miedo y sin recursos, el Hermano Juan, no dejó de pasear, acercarse, saber las necesidades y atender en la medida de sus posibilidades a todos. Efectivamente se contagió, pero no dejó de servir. Conocimos sus esfuerzos por dedicarse a la educación, foco de atención y dedicación desde hace siglos Actualmente cuenta con: 1. La escuela internado, de 1929 aprox. Fue el centro de la Educación de la Amazonia peruana. De aquí nace lo de Atenas del

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Ucayali, como centro de irradiación de la educación, gracias a la labor de un gran número de franciscanos. Cuentan que, se organizó la educación de mujeres. Una construcción que continúan adaptando y mejorando gracias a los esfuerzos y pequeñas ayudas que van recibiendo. Lo poco bien invertido puede ser mucho. 2. El ambulatorio, con médicos que trabajan por horas. Para ayudar por el Covid compró concentradores y balones de oxígeno. La Iglesia católica, llegó, como en tantas otras ocasiones, donde los Gobiernos no llegan, ni asumen su responsabilidad. 3. El recinto de las pastorales sociales. Tiene un proyecto de micro-créditos (no ofrecen más de 3.000 soles, pues tiene un 60% de morosos), que facilita el crecimiento y desarrollo de las familias. 4. La ODEC (Organización de Educación Católica), ubicado en la residencia del Obispo. 5. Pedagógico. No hay profesores ni una línea de acción del Gobierno para la interculturalidad. Esperan desde hace años otra escuela con preparación universitaria. 6. Tecnológico. Dedicado a la formación de los indígenas de las comunidades. Con estudios gratuitos de formación profesional. También cursos y planean nuevas instalaciones para acoger el curso de enfermería tan necesario allí. 7. La escuela “María Inmaculada” de las hermanas dedicada a la formación de las mujeres,

desde la llegada de las Franciscanas Misioneras de María, en 1919. Actualmente, experimentan dificultades para conciliar las condiciones y exigencias del Gobierno. Todo esto nos lleva a pensar en la necesidad de contextualizar y buscar los caminos para que la educación continúe siendo significativa y respondiendo a los desafíos del mundo actual, en dialogo con las culturas. En este tiempo tan especial, en que se recomienda “quédate en casa”, podemos encontrar la casa a kilómetros de distancia. La pandemia nos aisló en otras tierras, permitiéndonos conocer lugares donde nos sentimos en casa, como Requena, que también es terreta. A todos aquellos que lean estas páginas, solo deseo que tengan deseos de abrirse a buscar su casa, su lugar en este mundo, nuestra Casa Común, lejos o cerca, donde podamos ser testigos, como Juan lo es, de que todos somos hermanos. Juan, espera que otros quieran unirse a este desafío. Nosotros volveremos el próximo año, para sumar, conocer y apoyar. ¿Te animas? Hacer del mundo nuestro hogar y de la tierra que pisamos nuestra casa, es tarea de todos. La tierra es nuestra casa común. Comencemos esta itinerancia, primero interior, para

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estar en nuestra casa, en nosotros mismos, y desde ahí abrirnos a todos esos espacios comunes, donde entramos en comunión con los demás, porque en el fondo todos buscamos lo mismo: el sentido de nuestra existencia. Por otro lado, la frontera entre el estado de Acre (Brasil) y Madre de Dios (Perú) escenario de emergencia social y humanitaria constante desde el cierre de la frontera por la pandemia, el pasado mes de febrero recibió la llegada de cientos de migrantes que, quedando bloqueados en el puente que une ambos estados, generó una “situación dramática” con la “Republica del Puente” que duró hasta el 8 de marzo, pero la “República de los Migrantes en Camino” sigue y seguirá existiendo en las miles de personas que se ven forzadas a emigrar por otras crisis. Oscar González, misionero menorquín escribe: “Los migrantes nos cuentan sus historias y encontramos, entre ellas, tres denominadores comunes. El primero es sobre su llegada, en dos oleadas: tras el terremoto de 2010 que devastó Haití;

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y antes del Mundial de fútbol de 2014. También la pérdida del trabajo por la pandemia y la crisis económica. Para capitalizar su viaje lo han vendido todo. Por último, lo que todos quieren del Perú: “Pasar”. También el misionero jesuita valenciano Francisco “Paco” Almenar, misionero en la Amazonía desde hace más de 25 años, escribía: “La mayoría son haitianos, pero también hay africanos y hasta de Bangladés y Paquistán. Hay bastantes niños pequeños y de pecho, y varias mujeres embarazadas y hasta en silla de ruedas”, y muchos de ellos “son gente cualificada, pero a causa fundamentalmente del desempleo por la crisis sanitaria quieren atravesar el Perú para llegar a otros países, como México, o a su lugar de origen”. Y continuaba “llevamos días con noches de lluvia debajo de plásticos en esta situación precaria, con violencia y personas heridas. El 16 de febrero, ante la pretensión de cruzar a Perú de manera forzosa, la policia dispersó al grupo con crudeza golpeando a hombres, mujeres embarazadas y hasta niños recibieron golpes. Tras esto, declaraban: “Queremos salir de la Republica de Brasil, la Republica del Perú no nos quiere, así que vamos a fundar la Republica del Puente”. La pequeña población de Assis acogió en sus escuelas, ahora albergues, a 670 migrantes. El personal de la Asistencia Social del ayuntamiento no para de atender, organizar, sacar recursos de donde no hay, para alimentar a este gran grupo y dar asistencia sanitaria. Por su parte, el Equipo Itinerante,


acompaña a los migrantes “haciendo de mediadores en el conflicto” y repartiendo alimentos y agua. Igualmente, “proporcionando lonas para cubrirse, pero nuestros recursos son limitados”, señala. Óscar escribe: “no dejamos de atender y acudir al puente y a los albergues para acoger, mostrar solidaridad, escuchar, ser presencia gratuita en medio de esa realidad. Y continúa: “Ahí en ese espacio, sin cruzar la frontera ni viajar miles de kilómetros, hacemos nuestra itinerancia interior. Esa itinerancia que empieza al escuchar las historias de vida de tantas personas que huyen de la miseria, de la explotación o al oír el empeño por alcanzar un amanecer para él y su familia. (...) Para recorrer esa itinerancia es preciso aprender a cruzar nuestras propias fronteras mentales o afectivas, sin hacer juicio, sin mirar desde nuestros propios lentes, sin condenar… pero si con la mirada y la palabra que acoge, si con la sonrisa cómplice, con el juego divertido con los niños y niñas, así se van configurando los lazos que unen a la humanidad. Itineramos junto a los migrantes, las manos dadas, la emoción a flor de piel, la ternura en los ojos, la sonrisa pronta, la confianza construida, la alegría al vernos otro día y saludarnos puño a puño y poner después el propio puño en el corazón en señal de respeto. Todas las personas somos hermanas.”

Esta pandemia ha demostrado que las fronteras han servido para crear y fortalecer las redes de tráfico de personas Y al mismo tiempo han dejado entrever el racismo e hipocresía de las sociedades. Lo que paga un blanco o mestizo (también a la policía) para cruzar un río o desplazarse en autobús, para un negro vale mucho más. Así se van quedando días y viendo fracasar los planes, mientras que los migrantes que no son negros, en un par de días resuelven el trámite de cruzar ilegalmente. Damos las gracias a los migrantes por sensibilizaros, por poder ver en vuestros ojos la resiliencia, por esa vitalidad y esa alegría que emanan, por esa determinación, aprendimos con vosotros. Les deseamos tanta fuerza en el camino, como la que estos días nos han transmitido, para que lleguen donde deseen. Siempre habrá fronteras del corazón que deberán cruzar. Almenar pide oraciones “para que pronto pueda haber una solución a nivel mundial para estos casos límites”. Geni Lloris, apunta que “es necesario que todos seamos conscientes de lo que pasa y actuemos” y asegura: “No pienses que lo que puedes donar es muy poco porque lo que a ti te parece poco para ellos puede ser enorme”, expresa. “Las ayudas que siempre nos han llegado vienen de pequeñas contribuciones de muchos. Todos podemos hacer algo, y juntos llegamos más lejos”.

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HEMEROTECA

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MISIONEWS

“San José: el sueño de la vocación”

Este es el título del mensaje que, con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que en España se celebra junto a la de Vocaciones Nativas, el Papa publicó en la Solemnidad de San José. Este año dedicado especialmente al santo, el Pontífice recuerda esta “figura extraordinaria, y al mismo tiempo tan cercana a nuestra condición humana” que “con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios”. Y, a cuyo ejemplo, todas las vocaciones tienden “a generar y regenerar la vida cada día”. Además, el mensaje recoge tres palabras clave que San José sugiere para toda vocación: sueño, servicio y fidelidad. “Todos en la vida sueñan con realizarse” y, como San José demuestra, esto es sacrificar los “propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios”. El servicio, marca el itinerario de San José, “que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo”. Era “la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra”. Por eso, es “modelo para todas las vocaciones, que están llamadas a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas”. La vocación, al igual que la vida, “sólo madura por medio de la fidelidad de cada día”, y esta es el secreto de la alegría, “la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo”. Una alegría que el Papa desea para todos los que “han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en sí misma un testimonio” en esta época.

Verano Misionero 2021 ¿realidad o ficción? Durante muchos años, decenas de jóvenes de nuestra diócesis han participado en las experiencias conocidas como #VeranoMisión, en las que viven durante uno de los meses del verano en territorios de misión, junto a los misioneros que les acogen y la realidad en la que allí se encuentran. Los efectos que estas experiencias han tenido en las pasadas ediciones son enormes, ya no solo para los territorios de acogida, con la labor durante el voluntariado y posterior con envío de ayudas directas, creación de movimientos en su favor... sino sobre todo para con los jóvenes que las han vivido, quienes aseguran que les ha transformado y así lo reflejan en sus vidas, con el despertar de una gran sensibilidad misionera. En este contexto de pandemia mundial, las condiciones son complicadas en todos los sentidos, pero la necesidad es muy grande y la respuesta positiva de los misioneros a acoger a voluntarios, si finalmente las condiciones lo permiten, nos ha hecho comenzar el proceso de confección de grupos. Este unido a las formaciones mensuales que venimos realizando desde septiembre, nos prepararán para estar listos si, Dios mediante, podemos vivir un nuevo #VeranoMisión.

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#oremosXmisioneros

Sabemos la importancia de nuestras oraciones para sostener la labor misionera de la Iglesia. Es una de las obras que como misioneros por nuestro bautismo y desde nuestras iglesias locales podemos hacer para con nuestros hermanos en los territorios de misión. Hoy, de manera especial, queremos pedir oraciones por los misioneros enfermos y aquellos que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad, para que encuentren fuerza y consuelo en Cristo, que no nos abandona (Cfr. Mt 28, 20). Uno de estos casos, es el misionero franciscano José Luis Coll. En marzo recibimos la nocicia de que el misionero valenciano, natural de Ontinyent, que se encuentra en Contamana, en el Vicariato Apostólico de Requena (Perú), se encuentra mejorando de una enfermedad que le obligó a salir de su misión por su tiempo para encontrar asistencia médica. Este Vicariato, pretende ser visitado por un grupo de seminaristas el próximo verano. También es receptor de las ayuda de la campaña misionera de nuestra diócesis, especialmente desde que nuestro arzobispo Antonio Cañizares, brindase la ayuda de nuestra diócesis para con este Vicariato y el de San José del Amazonas.

“En Sínodo para llevar a Cristo al mundo” El próximo domingo 9 de mayo celebramos la Campaña de Valencia Misionera. Los objetivos de esta los recogemos “intactos“ en su 1º convocatoria de 1984 (véase pág. 15). Este año, nos acercamos a la conclusión del Sínodo diocesano, cuyos frutos misioneros esperemos sean abundantes para nuestra diócesis y, así, para toda la tierra. Como viene siendo habitual últimamente, esta celebración coincide con la fiesta de nuestra patrona, la Virgen de los Desamparados, bajo cuya intercesión ponemos a los misioneros valencianos. Además, un año más separamos la Campaña de la Jornada de Valencia Misionera, la cual celebraremos el sábado 26 de junio, en un día por y para la misión.

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PARA PENSAR Y REZAR

“Hay otro que da testimonio de mí, y sé que e

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e es verdadero el testimonio que da de mí” Jn 5, 32

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MISIÓN Y MEMORIA

Oro de orar

“De mis 50 años de sacerdocio que se cumplen en este 2021, el Señor me ha concedido siete de ellos para que los dedicara a las Misiones. Fueron en Santa Clara, Cuba, entre el 2003 y el 2010. Mi amigo y paisano, Félix Ferre, misionero él por los cuatro costados, fue la mediación de la que se sirvió el Señor. Había viajado dos veranos anteriores allí para impartir unas conferencias sobre Bioética, mi trabajo de por entonces, que se convirtieron en la semilla que fructificaría para dar pie a esos siete años. Mi agradecimiento a Félix continúa vivo y más ahora que lo tengo cerca en Ayelo de Malferit a pocos kilómetros de nuestro pueblo Bocairent. He de confesar que mi trabajo misionero tuvo su particularidad. El Obispo de Santa Clara, Moseñor Arturo González me solicitó que, dada mi especialidad en Bioética les echara una mano

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para asesorar a sacerdotes diocesanos y titulados sanitarios en los problemas éticos en torno a la vida desde su inicio en el vientre materno hasta su final. Me entregué a la tarea y disfruté con profesionales cubanos en Santa Clara, Sancti Spiritus, Cienfuegos, la Habana y Santiago de Cuba. Una misión no directamente misionera pero que gracias a Dios dejó su sello. El fin de semana tenía a mi cargo una capilla de misión a las afueras de Santa Clara con lo que completaba el retrato de mi presencia en la para mí ya siempre querida ciudad villaclareña. En su momento la Universidad Católica de Valencia asumió el alumnado que a los tres años conseguía el título oficial del Estado español de Máster en bioética. De Santa Clara se extendió a la Habana y a Santiago de Cuba. En la actualidad los mismos cubanos primeramente formados siguen con la tarea agradecidos a la UCV por su generosidad y competencia. Los que nos jubilamos nos alegramos por la continuidad y el buen hacer y damos paso a los nuevos profesores y titulados. La obra bien hecha debe continuar con la mano de Dios que todo lo sostiene”. Blas Silvestre, 2021


Tras conversar con Miguel Ángel Vives, acordamos recoger del libro Una liciérnaga camina por Chiloé, algunas líneas sobre su experiencia misionera. El libro que se puede leer en internet, recoge también impresiones y recuerdos que diversas personas conservan del sacerdote y escritos del propio Miguel Ángel en misión. “¿Cómo surge su viaje a Chiloé? Me decidí ir a Chile por acompañar a mi amigo Alfonso Bonafont, que tenía muy claro que los sacerdotes españoles deberíamos ofrecernos para ayudar a las Iglesias de América. Íbamos a ir a Calama, pero al nombrar a Monseñor Juan Luis Ysern Obispo de Chiloé, cambiamos el destino. Allí coincidí con varios sacerdotes valencianos. Llegué en noviembre de 1974 y estuve hasta junio de 1980. ¿Qué le llamó la atención de Chiloé? El cariño y la hospitalidad de las personas hacia los sacerdotes. Su folklore, sus comidas, su devoción a los santos y sus fiestas, sus mingas, en donde se une fiesta y solidaridad. Me pareció un lugar bendecido por Dios, extraordinariamente bello, y no solo por sus paisajes, sino sobre todo por sus gentes. ¿Cómo fue su experiencia? Inolvidable. Al principio viví en Castro y atendía la zona de Rauco y Nercón. Después pasé a vivir en Achao, atendiendo las islas de Mechuguque, Voigue, Tac... y

acabé en Quenac sirviendo a las islas que pertenecían a su distrito y las islas Desertores. Después de 40 años, hay nombres y detalles que se van desdibujando, pero llevo a Chiloé en el corazón, forma parte de mi vida terrenal y espero también de mi vida celestial, nuestra patria definitiva. He sido muy feliz y la alegría recibida me está acompañando y espero me acompañe siempre. A su vuelta ¿dónde le destinaron? A mi regreso de Chiloé me destinaron como párroco de Alcántara de Xuquer y Beneixida durante 7 años, tras lo que marché de nuevo a misiones, esta vez a Zimbabwe, donde estuve por 7 años en la misión de Kana, en plena sabana africana, y en donde también fui muy feliz. Después regresé otra vez a Valencia. Desde entonces he estado varios veranos atendiendo a Parroquias en el Bronx, Nueva York, y Alamogordo, Nuevo México.

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CARTAS DESDE LA MISIÓN

Desde Neuquén Recibo desde hace años Valencia Misionera y también Paraula. Siempre es una riqueza leer los testimonios de otros hermanos. Neuquén es una Diócesis nueva: Fue creada por Juan XXIII en 1961. Esta Diócesis, que abarca toda la provincia, es muy grande y poco poblada: 94.000 km2 de extensión y no llegamos a un millón de habitantes, más de la mitad concentrados en la capital y cinco poblaciones. Y el resto en pequeños pueblos y comunidades mapuches. Yo conocí al primer Obispo, D. Jaime de Nevares, en el 65, pocos días después de la clausura del Concilio. Me invitó y decidí venirme a Neuquén. En este mes cumpliré 54 años desde que aterricé en Buenos Aires. Soy el tercer sacerdote ordenado en esta Catedral. Cuando comenzó la pandemia nos encerraron en casa y nos marcaron días y horarios para salir de modo justificado, de acuerdo al documento de identidad y a la edad. Pusieron controles a la entrada de la ciudad y se requería un permiso especial de circulación que había que solicitar al gobierno. En los primeros meses no permitieron la celebración de la Eucaristía con fieles, así que cada Parroquia buscó formas de

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mantener la comunidad: Unas con la trasmisión de las Misas por Facebook, otras el rezo del Rosario diario, la Palabra del día por WhatsApp, reuniones de comunidad por zoom... Actualmente nos permiten la asistencia de hasta treinta personas con los cuidados de “tapaboca”, gel, distanciamiento y ventilación del Templo. Para la fiesta de la Virgen nos permitieron hacer la procesión con una caravana de coches: Pudimos pasar por tres Capillas donde nos esperaban hermanos de esas comunidades en la acera y pudimos hacer un momento de oración. Por el virus murieron dos padres salesianos de más de ochenta años. Diez sacerdotes diocesanos lo contrajeron y a algunos les quedaron secuelas. En tres parroquias tuvimos que dar alojamiento durante varios meses a hombres en situación de calle hasta que consiguieron donde ir a vivir o que el gobierno se hiciera cargo de ellos. Y estamos viviendo agravado el problema de la desocupación. Que nuestro Señor os bendiga y la Mare de Deu nos tenga a todos bajo su amparo.

Fernando Barrufet


LA VOZ DE LA EXPERIENCIA

CON CORAZÓN DE PADRE. 2021 AÑO JUBILAR DE SAN JOSE Al cumplirse 150 años de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia por el Papa Pío IX, nos ha escrito una Exhortación Apostólica el Papa Francisco, titulada Patris Corde –Corazón de Padre- para compartirnos unas reflexiones sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana: hombre decisivo en el plan de Dios, que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta, que nos enseña a vivir con toda generosidad “en una segunda línea, sin protagonismos”, pero importantes en la historia de la salvación. Al Papa Francisco le gusta hablar de “los Santos de la casa de al lado”, de los que viven humilde y sencillamente su fe cristiana, amando al Señor y con corazón fraterno hacia los demás, sin armar ruido, sin quejas, aceptando las dificultades diarias sintiéndose en la presencia de Dios: para todos es un ejemplo el Patriarca José. El hombre de la acogida. Cuando José oye al ángel que le dice: “No temas acoger a María en tu casa”, sin pedir explicaciones se levanta y acoge a María sin mayor información sobre su Maternidad. Se fía de Dios por encima de sus pensamientos y proyectos. Esa acogida determinará su vida, se sentirá vocacionado a acoger a su esposa, al niño a quien le pondrá el nombre de Jesús, aceptando ser su padre legal, vivir para Ellos, cuidarlos. Corazón de padre. Cuando llega una criatura a un hogar, despierta los mejores sentimientos de amor, de ternura. Así tendría lugar en el nacimiento de Jesús. Era Hijo de Dios, pero aparece “habiendo dejado su rango, para ser uno de nosotros”. Necesitaría todas las atenciones, cuidado, cariño. Ahí estaba José atento a las necesidades de María en su maternidad y, no teniendo lugar en la posada, manejando las pajas del pesebre para que fuera la mejor cuna para el Hijo. El Papa Francisco nos dice que Dios nos ama con ternura: si nos descubre nuestras pobrezas es para que nos podamos reconciliar con nosotros mismos, para que acudamos y nos confiemos a Él, que siempre nos ofrece el perdón. Por contrario el diablo se aprovecha de nuestras debilidades parra arrastrarnos al pecado, a la desesperación. José se pone en camino. Los evangelios no nos guardan palabras de José, pero nos hablan de sus actitudes, de su disponibilidad. Parte con María a Belén para inscribir al Niño, al Templo para presentarlo según lo pedía la Ley; cuando Herodes teme que pusiera en peligro su trono, se levanta de noche, toma en brazos al Hijo y con Maria marcha a Egipto donde encuentra las dificultades de cualquier familia emigrante: sin hogar, sin pan ni trabajo. Regresarán un día a Judea, a Nazaret donde instalaría su taller de carpintero. En todas esas andanzas, Dios no le facilita las cosas, apela a su responsabilidad, a su creatividad. Nosotros pensamos que esos caminos serían de rosas, pero tal vez en algunos momentos con lágrimas y oraciones pediría como Jesús en Getsemaní “no se haga mi voluntad sino la Tuya”. Sabía José que Dios estaba a su lado, aunque de forma invisible como nos sucede a nosotros. Y cuando en Jerusalén se pierde el Hijo, aprende su última lección “que no le pertenecía, que Jesús tenía que ocuparse de las cosas de su Padre”. Podemos aprender mucho del testimonio del Patriarca José. Pidamos, especialmente en este Año Jubilar, que nos enseñe a ser cristianos, a estar al lado de Jesús y María.

Juan Sanchis Ferrairó

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Secretariado Diocesano de Valencia

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