RIGOBERTO LECHUGA
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LA PASIÓN DE RIGOBERTO
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RIGOBERTO LECHUGA
LA PASIÓN DE RIGOBERTO
gato con papada
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2021, Rigoberto Lechuga gato con papada grupo editorial, S. A. C.P.I. Cernadas de Castro, Lugar da Silva, S/N, 15214, Lousame, A Coruña
Ilustraciones. Los autores de cada cuento. Diseño de portada. Ni se conoce ni se le espera. ISBN: 981-82-1234-567-8 Depósito Legal: L-0.123-2021
Imprenta: Vaya usted a saber, S. L. Lugar da Silva, Lousame.
Printed in Spain
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¡Oh, hijo! Sé amoroso, y no esquivo1 que Dios desama2 al altivo3 desdeñoso4 Del inicuo5 y malicioso6 no aprehendas7; que sus obras son contiendas8 sin reposo9. Marqués de Santillana
Esquivo. Huraño. Que rechaza el contacto con la gente y es poco cariñoso. Desamar. Aborrecer (tener aversión), dejar de amar. 3 Altivo. Soberbio, orgulloso. 4 Desdeñoso. Que rechaza algo con desdén o con indiferencia. 5 Inicuo. Injusto, malvado. 6 Malicioso. Que tiene malicia, que actúa con maldad. 7 Aprehender. Coger alguna característica de alguien para imitarlo. 8 Contiendas. Peleas, discusiones, luchas. 9 Reposo. Descanso. 1 2
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ÍNDICE
Barreiro Blanco, Álvaro. La misión de la joya
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Bermúdez Cao, Marta. La criatura del bosque
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Boo Miguéns, Daniel. El misterio de Samu
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Fernández Rey, Pedro. Vladimir
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Gil Rodríguez, Laura. La reconciliación
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Gómez Romarís, Alexandre. El barco pirata
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Laranga Romero, Alia. Licántropa y demonio
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Méndez Méndez, Carla. El accidente
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Nimo Castro, Brais. La vida de Bruno
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Rodríguez Gómez, Hugo. Crónica de Satlack
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Sobradelo Lorenzo, Nuria. Los Sherlock
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Somoza Tomé, Martín. La travesía al gran Monte Rosa
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La misión de la joya El aventurero más famoso del planeta fue asignado para la misión de la joya; la más arriesgada de todas debido a su valor histórico y a que estaba protegida por la tribu de la selva. Juan, el aventurero, siempre había sido un gran apasionado de las aventuras. Poco a poco fue creciendo y cada vez se hizo más conocido, hasta el punto de realizar una de las peores misiones : la de la ciudad perdida. Tras acabar, le llamaron y le dieron la Misión de la joya. Con sus dos compañeros: Nacho, el arqueólogo, y el más grande del grupo y Dani, el científico más pequeño, cogieron rumbo a África. Al llegar se encontraron con Felipe, que les explicaría la misión. Él le dijo que tuvieran cuidado, que se encontrarían con tribus caníbales, trampas, etc. Después de explicarle todo les dio un cuchillo, un mapa, un todoterreno y material para acampar. Ya en el viaje estaban planeando todo para conseguir la joya. El sitio era boscoso, tenía mucho barro y caminos difíciles. Se vieron en una situación crítica. El coche se había encajado en el barro. Juan intentaba sacarlo cuando notó demasiado silencio, así que optó por darse la vuelta y resultó que Nacho y Dani habían desaparecido. Sacó el cuchillo y fue a buscarlos. Tras un rato a lo lejos vio una luz y decidió acercarse: era un fuego alrededor del que bailaban unas extrañas personas con pintura por todo el cuerpo. Al mirar para arriba vio a sus compañeros colgados en una pequeña y redonda jaula. Como las personas estaban alrededor del fuego, no se dieron cuenta de que Juan le pasó el chuchillo a Nacho y después a Dani para poder soltarse, tras lo cual corrieron y llegaron a una preciosa cascada. Se hacía de noche y no podían rodearla así que la escalaron. Al subirla no se lo podían creer: ¡habían llegado al pie de la montaña! Pero la historia no acababa aquí, aún tenían que escalarla, y las extrañas personas los perseguían con arcos y lanzas. Empezaron a ascender y los perdieron de vista. Subieron lo máximo que pudieron hasta que se hizo de noche y acamparon. Al día siguiente, escalando, Dani se quedó estudiando unas piedras y Nacho y Juan siguieron. Por la tarde decidieron parar. Mientras descansaban llegó Dani. Cada vez era mucho más pendiente y desgraciadamente Nacho se cayó de la montaña. No podían parar hasta que por fin llegaron y cogieron la joya. Cuando bajaron la montaña estaban las personas de la selva; entonces Dani pensó en tirar una piedra para despistarlos y así fue, la tiró y les dio tiempo de correr hasta el pueblo donde se encontrarían con Felipe y donde matarían a las personas pintadas. Finalmente, fueron premiados y la joya se puso en uno de los museos de Londres.
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La criatura del bosque
Unos meses antes todo era normal. Estaba en clase y el profesor había decidido ir a una excursión días atrás y bueno… nos fuimos al bosque. Era una expedición en la cual se suponía que debíamos examinar las plantas, animales, etc… Al principio fue una salida divertida, pero como al desgraciado que soy me dejaron. Abandonaron a un niño pequeño e indefenso en un bosque y para colmo se estaba haciendo de noche. Pero eso no es todo. No solo dejaron a un infante en medio de la nada, sino a dos; lo cual me hace replantearme la falta de interés de los profesores en los alumnos… La niña con la cual me habían dejado tampoco ayudaba a mis muy pocas oportunidades de sobrevivir. Tenía el típico aspecto de estudiante oscuro y gótico que llevaba bazookas o metralletas en la mochila. El tipo de persona que si la miras a los ojos durante más de un minuto te mueres. Ambos estábamos caminando por un pequeño sendero entre los frondosos y oscuros árboles, desorientados y sin saber a dónde íbamos, pero seguíamos caminando, ¿por qué? Ni yo mismo lo sé. Tenía miedo de hablarle, temía que si le preguntaba a dónde nos dirigíamos me arrancara los sesos y se hiciera una ensalada de sesera. A parte de la incómoda caminata que estábamos teniendo, sentía una mirada penetrante siguiéndome, y mi compañera (cuyo nombre era Enora, por cierto) ni me miraba, simplemente se limitaba a seguirme paralelamente. Esa mujer me daba escalofríos. Pero si ella no me observaba, ¿quién era? De repente los dos escuchamos un crujido de una rama siendo pisada. Sé que ella también lo escuchó porque se paró en seco y miró a los lados, extrañada. Luego, como por arte de magia, sentimos una presencia increíblemente alta y oscura a nuestras espaldas. Al darnos la vuelta encontramos a un hombre… Bueno, sí y no. Sabíamos que era un hombre por la silueta, pero eso era todo lo que podíamos descifrar, ya que entre la penumbra de la noche y la sombra de los árboles no veíamos prácticamente nada. Entonces, ese individuo nos extendió lo que parecía ser una garra, como si nos estuviera invitando a agarrarle de la mano. No tuvimos más opción que hacerlo. A ver quién era el valiente que le decía que no a un ser oscuro que nos triplicaba el tamaño. Tan pronto como los dos lo cogimos, él nos guio a través del bosque hacia una intensa luz. Cuando sentí que me soltaba abrí los ojos (ya que los había tenido que cerrar debido a la luz) y pude ver que estaba en mi habitación, parado en medio y con cara de conmoción. Esa noche no pude dormir. No sabía qué había pasado, no sabía quién era esa persona. No sabía nada. Mi madre se mostró indiferente, diciéndome que el día anterior había vuelto de la excursión con TODOS mis compañeros. Lo que implicaba que Enora también estaría de vuelta. Al día siguiente, en la escuela, Enora me observaba con duda y sospecha. Creí que era una señal 15
para hablar con ella. Yo, un niño normal de pelo marrón con aspecto débil, además de miedoso, hablando con una niña que bien podía ser la hija de Satanás, la próxima princesa del inframundo. Pero bueno, volviendo a lo importante, le dije todo lo que me había pasado/imaginado. Mi sorpresa fue cuando me dijo que también le había pasado (imaginado) justamente eso. Fue entonces cuando nos pusimos de acuerdo para ir a aquel bosque ese mismo día y encontrar a aquella extraña criatura que nos había ayudado, para conocerla y darle las gracias de paso. A día de hoy no hemos podido encontrar a ese ser, pero me he hecho muy amigo de Enora y los dos vamos a menudo al bosque, con el objetivo de encontrar a esa criatura, aunque siempre terminamos jugando o haciendo otras cosas. Sigo queriendo darle las gracias, pero creo que nunca más lo volveremos a ver. Y supongo que dos niños no deberían aceptar la ayuda de extraños en un bosque de noche. Solo espero que si más niños se pierden, ese ser les ayude.
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El misterio de Samu Este de aquí es Samu, un niño que aparenta ser normal y corriente, pero no lo es; le oculta a sus compañeros y profesores que es superdotado, ya que su madre no lo quiso adelantar de curso, haciendo así que se quedaran él y sus 500 de IQ en una clase de estúpidos. Era un lunes por la mañana y, como siempre, Samu se dirigía a la escuela andando. Nada más llegar tenía que subir una cuesta para poder ir a la entrada, a su izquierda estaban los autobuses y el estacionamiento era enano, no cabía ni una mosca. Al entrar estaba el pasillo mohoso, tan húmedo que si pusiéramos diez deshumidificadores durante veinte años seguiría igual; además desprendía un fuerte olor a estiércol y las tuberías de las estufas estaban muy oxidadas. La clase era mugrosa, con los pupitres pintarrajeados y con la madera podrida; las ventanas estaban tan sucias que eran opacas y el profesor de Historia tenía una calva que, con la más mínima luz que se reflejaba en su cabeza, cegaba al instante. Todos los días era lo mismo: llegaba a clase, no hacía nada y fingía ser un idiota, pero lo que él no sabía era que en ese momento le iba a pasar algo que cambiaría su vida por completo. Ese lunes, Samu estaba en clase de Historia, una de las asignaturas más sencillas; él tenía planeado no atender en nada de lo que se decía, pero de repente se escuchó gritar a una persona desde el pasillo. Cuando miraron por la ventana, vieron a un grupo de personas armadas y vestidas de negro, con unos pasamontañas y unas botas con una suela de diez centímetros. Todos sus compañeros se asustaron, pero a él le daba igual, ya que sabía cómo librarse de esos terroristas fácilmente. Espiando a través de la puerta vieron que se dirigían al despacho de la directora y escucharon que estaban buscando a alguien para llevárselo. En ese momento se preguntó si irían a por él, ya que era superdotado; luego, pensó que vendrían a robar los ordenadores y todas los objetos de valor para luego venderlas; al final escogió la segunda opción, ya que era lo más lógico para él, y además nunca le había dicho a nadie su secreto. Sus compañeros intentaron escapar, pero antes de bajar vieron que en la puerta había una persona vigilando, por lo que retrocedieron e intentaron huir por la ventana. Cuando iban a saltar, se dieron cuenta de que allí también había personas vigilando, entonces aceptaron que estaban atrapados en su propia clase. Tres horas más tarde, Samu quitó una de las placas del falso techo y aprovecharon todos para escapar por allí. Nada más entrar en el agujero muchos compañeros tenían miedo y asco porque estaba todo lleno de telarañas; además, los barrotes quemaban y estaban pegajosos, había un líquido negro y notaban patas peludas caminando por allí junto con algo esponjoso que parecía tener vida. Mientras escapaban, sus compañeros pensaban cómo Samu había descubierto por dónde salir si era el más tonto de la clase y el que nunca sabía responder a las preguntas que le hacían en el aula. Luego de unos diez minutos yendo por el falso techo, llegaron al salón del teatro. Cuando bajaron, lo primero que intentaron fue llamar a la policía para que les vinieran a ayudar, pero no había cobertura. Miraron por si ya se habían ido, para escapar de la escuela. Lamentablemente seguían allí. 19
Al cabo de un rato, dos de sus compañeros, Óscar y Raúl, estaban hartos y decidieron hacer un plan para salir del colegio. Lo que pensaron hacer era fingir que la persona de la puerta era el nuevo guardia de seguridad. Al final lo que ocurrió fue algo así: Oscar: ¡Milagro! Ya contrataron a los nuevos guardias de seguridad, estoy harto de que haya un montón de peleas y que nadie las pare. Terrorista: ¿Eh? ¿Cómo? Raúl: ¿En serio, no lo sabes? Hace un mes unos niños se pelearon y uno acabó minusválido, desde entonces la escuela estuvo buscando a unos guardias de seguridad con permiso de armas para poder intimidar y que no se volviera a repetir. Terrorista: ¿Es una broma? ¿Acaso se os cayó un ladrillo en la cabeza cuando erais bebés? Oscar: ¿Por qué lo dices? Terrorista: Porque estoy armado, tengo un pasamontañas y en cualquier momento os podría matar. Raúl: Pero ya te hemos dicho que la directora estaba buscando a gente con licencia de armas. Terrorista: Ahora por tontos os vais a llevar un castigo. El terrorista le quitó el seguro a su arma y les disparó a los dos en la cabeza. Todos los alumnos estaban aterrados ya que vieron como mataban a dos de sus compañeros, pero a Samu le daba igual, porque ponerse así cuando saben que son terroristas es una completa idiotez. En cambio, en el despacho de la directora estaban los terroristas buscando en la lista de los alumnos a Samu, porque querían que les ayudara en una cosa. Cuando encontraron su nombre y una foto fueron aula por aula buscándole, hasta que acabaron en el salón del teatro. Al ver que se acercaban, los compañeros de nuestro protagonista se escondieron detrás del telón y en los vestuarios. Cuando llegaron, los terroristas no le encontraban y se cansaron, por lo que fueron a buscar un perro con cara de que te comería de un bocado, con la boca llena de babas que le caían al suelo y que parecía que no le habían dado ni una pizca de alimento en un mes. El perro encontró a todos sus compañeros uno por uno y los fueron atando para que no pudieran escapar. Como sabían que les quedaba al que buscaban y su mascota no lo hallaba, decidieron traer a su líder para que lo hiciera él personalmente. Samu, escondido, vio cómo el hombre iba golpeando unos barrotes, haciendo un sonido metálico que se acercaba a él poco a poco; desprendía un olor insoportable, parecía que estaba podrido por dentro. Si te asomabas a verlo, podías observar su abultada cabeza calva y sus pegajosas manos, que se adherían a cualquier cosa. En un momento dado, el líder de los terroristas se puso a hablar diciéndole: Líder: Sé que estás aquí escondido, Samu. Venimos a por ti, necesitamos que construyas algo para nosotros. 20
Samu: ¿Para qué me queréis si no se absolutamente nada de nada? Líder: Sabemos que eres superdotado. ¿Por qué crees que vamos a por ti si no? En ese momento Samu se quedó paralizado, ya que nunca le había dicho nada a nadie y era imposible que se supiera. Líder: Si te preguntas cómo lo sabemos es porque aparece en el boletín del Estado. Solo te aviso de que se me está acabando la paciencia y tendré que hacerlo por las malas. Samu: Da igual lo que hagas, tú mismo lo dijiste, soy superdotado. Ya el hombre, cansado, le preguntó a sus compañeros de clase dónde estaba y les dijo que si se lo decían les dejaría libres. Sin dudarlo ni un momento dijeron que estaba encima del falso techo. Al final, lo capturaron y le dijeron que se iba a ir con ellos, pero como Samu era muy listo, lanzó una moneda a una tubería, que estaba obstruida, e hizo que todo el lugar se llenara de humo pudiendo escapar. Fuera estaba todo lleno de policías que encerraron a los terroristas. Después de un juicio rápido acabaron condenados a cadena perpetua no revisable.
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Vladimir Vladimir era un varón de 35 años, muy musculoso, que pesaba 150 kilos y vivía en una ciudad del Planeta Megacolisseum llamada Duermetelandia. Todos los días dormía la siesta desde las 3 hasta las 5 de la tarde, y después a las 11 de la noche se volvía a dormir hasta las 11 de la mañana; es decir, dormía 18 horas al día, y aún por encima, cuando le tocaba despertarse, recitaba su frase favorita: - ¡Déjame dormir más!.- Esas 6 horas que le quedaban de día, iba al gimnasio a ponerse mamadísimo, como decía él; en conclusión, no comía, no cenaba, no desayunaba… Llevaba una vida anormal. Vlaidmir tenía trabajo, iba de las 11 de la mañana hasta las 2:30 y al gimnasio 6 horas; de 5:15 a las 11. Ganaba poco dinero, pero se alimentaba de lo que podía; porque tenía que pagar el gimnasio, que le costaba la mitad de su presupuesto. Su sueño desde pequeño era ganar la competición de quien se acostaba antes, que consistía en dormirse en el menor tiempo posible y, justamente ese año, en el 666 d. C. le invitaron por fin, después de hacer unas cuantas réplicas por no poder participar. El día del concurso se tuvieron que presentar todos los participantes: Vladimir dijo sus cualidades principales, pero cuando llegó lo de muy musculoso en vez de decir eso gritó: -¡Estoy mamadísimo!-. Todo el mundo le creyó, porque al ver cómo estaba su cuerpo se notaban mucho sus músculos. Cuartos de final: Vladimir jugóa contra Ricardo el Gladiador un hombre que se parecía a Gladiator y al que le gustaba todo lo relacionado con los coliseos: el chaval se apuntó porque pensaba que era de pelear, y acabó perdiendo por haberse dormido antes de la competición. Vladimir se durmió en 2 segundos, un nuevo récord. Semifinales: Zacarías Flores del Campo; amante de las flores VS Vladimir: Había tantas flores en el campo de batalla que Zacarías no pudo resistirse a jugar con ellas como si fuesen marionetas. Y Vladimir consiguió otro récord, 0,99 segundos. Vladimir se clasificó para la final, y le tocó contra Josema Món “el hibernador”, una persona que seguía las costumbres de un oso: Vladimir no estaba preocupado en absoluto, ya que al estar en primavera no tendría sueño, ya que había dormido durante todo el invierno. El partido se complicó, ya que Josema Món consiguió un gran récord, 0,50 segundos: todo el mundo estaba eufórico pero llegó el turno de Vladimir, el que se durmió en 0,25 segundos y fue el ganador de la competición, que le exclamó a todo el público: -Easy peasy lemon squeezy-. Ganó la competición; pero un día se le complicó la vida debido a unas facturas que tenía que pagar, al no tener casi dinero por el gimnasio; durante varios meses tuvo problemas; se fue quedando sin fondos, y no quería dejar de hacer ejercicio; por eso acabó muriendo de hambre. F en el chat por Vladimir.
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La reconciliación Era un día como otro cualquiera en la vida de Eda Yildis, una chica de 19 años, morena y de ojos azules. La verdad, era que tenía un poco de prisa, porque había quedado con su pandilla de amigos. Ya estaba lista para salir de casa, así que cogió las llaves mientras se despedía de su madre y se fue. Nada más llegar a la calle, vio a un mensajero que parecía mayor, mirándola todo el tiempo, e intentando sacarle una foto. Eda no le dio importancia ya que pensaba que se la estaba sacando a una niña que estaba detrás, así que siguió. Habían quedado en el mejor bar, y allí estaban todos. Al cabo de unos minutos charlando y tomando algo, se fueron a dar un paseo, pero notaba que Elena, una de las amigas más bajitas del grupo, no paraba de consultar el móvil con atención y de mirarla a ella disimuladamente. A la una y media del mediodía, se fueron pero ella decidió seguir a Elena, que fue por un camino distinto del habitual. Cuando se dio cuenta, estaban cerca de la casa de Clara, una chica alta, pero no tan morena como Eda. Ellas eran enemigas debido a que en la infancia, Clara, se metía con ella, por no ser alta (un motivo absurdo, pero que no se olvida) Después de dos minutos esperando a que pasara algo, salió Clara y ellas se pusieron a murmurar sobre algo que no lograba escuchar. Eda se enfadó mucho por el simple hecho de que estuvieran juntas, pero se calló para que no descubrieran que estaba allí. Por la tarde tenía clase en la universidad a la que asistía Elena. Aprovechó el único momento en que su amiga se fue al baño para cogerle el móvil que había dejado en el bolso. Rápidamente entró en los mensajes para buscar a Clara. Solo miró por encima, le sacó una foto y dejó el móvil en el mismo sitio. Por la noche, después e cenar, investigó la foto, y resultaba que Clara quería caerle bien, por eso Elena y Manuel (el mejor amigo de Eda, un chico muy agradable) se reunían con Clara. Eda no podía creérselo, y empezó a pensar si perdonarla, cuando de repente se quedó dormida. Al día siguiente por la mañana, el mismo mensajero del día anterior, que parecía sacarle fotos, timbró con un paquete de Clara con una nota preguntándole si la perdonaba, y decidió que sí porque, aunque le había insultado, la echaba de menos y ya había pasado mucho tiempo. Por la tarde, quedó con los mismos amigos, y allí estaba Clara. Las dos corrieron rápido para darse un abrazo y se explicaron todo, pero Eda no sabía que el mensajero resultaba ser el padre de Mario, otro amigo del grupo…
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El barco pirata Un vagabundo llamado Enrique tenía un amigo llamado Antonio. Enrique era un hombre sin techo donde vivir y sin dinero, después de que Antonio, su mejor amigo, le sacase toda su fortuna. Enrique era un hombre alto, con pelo largo de color negro, bien cuidado y que siempre se ponía traje. En cambio, Antonio era muy gordo, bajo y con el pelo sucio, además usaba la misma ropa varios días seguidos. Era antipático y a menudo estaba de mal humor. Siempre envidiaba las cosas que tenía su amigo. Un día, Antonio llevó a Enrique al bar del puerto donde se jugaba a las cartas y se apostaba dinero. Pero era una trampa para poder quitarle todo lo que tenía. Y así pasó. Enrique se quedó sin casa, sin dinero, sin su deportivo y sin las joyas. Tenía ganas de llorar por lo que le había pasado, porque ahora tendría que vivir debajo de un puente y se puso muy triste por la traición de su amigo. Enrique no quería estar más en ese lugar, así que decidió coger un barco que se dirigía a Cuba esa misma noche, por lo que se coló en la bodega sin que el capitán y los tripulantes lo vieran. Era un sitio muy desordenado, había mucha humedad, tenía un olor muy desagradable y había tres espadas tiradas. Estuvo durante días en la bodega, solo le motivaba pensar en que al llegar a Cuba podría ganar algo de dinero. De repente, al mediodía del segundo día de viaje, el barco empezó a tambalearse hacia los lados. Nunca imaginó lo que estaba pasando, pero en un instante vio un agujero y por él descubrió un barco pirata que estaba atacando al barco en el que estaba Enrique. Entonces escuchó a los tripulantes pedir socorro porque no sabían qué hacer. Enrique cogió una de las espadas para matar a los piratas, se tiró al mar y subió al otro barco. Poco a poco fue matando a los piratas por la espalda. Nadie se imaginó que de repente un hombre matara a los piratas si no lo habían visto. Cuando el capitán vio a Enrique le dio una recompensa por lo que hizo. Enrique se quedó el barco de los piratas y se convirtió en un héroe.
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Licántropa y demonio Solo sé de mis padres lo que ellos me contaron antes de ir a un lugar mejor. Recuerdo que él era un licántropo mientras ella era la reina; de hecho, yo misma vi con mis propios ojos cómo la quemaban en la hoguera mientras mi padre trataba de protegerme, en vano. Él acabó recibiendo una flecha que le atravesó el corazón al tiempo que el rey explotaba a carcajadas. Yo me llamo Tira, y me estuve ocultando durante 7 años, pero me acabaron descubriendo. Hasta empezaron a atacarme pensando que era una asesina. Un día estaba tan tranquila imaginando que mis padres podrían haber sobrevivido (lo cual era imposible, yo les vi morir) cuando se cortaron mis pensamientos al ver un leve resplandor que procedía de una flecha que no tardó en ser disparada. Por suerte, la pude esquivar a tiempo. Entonces, me di cuenta de que había más de una persona a mi alrededor. Eran tres y empezaron a perseguirme con antorchas; justo no habían probado con eso antes. Traté de evitarlos tanto como pude, pero tuve que defenderme cuando me acorralaron. - ¡Recordad que el rey solo pide su cabeza!- exclamó el más robusto ensamblando una espada. - ¡Eso ya se verá!- grité mientras le arrancaba la mano con la que portaba el arma. Soltó un grito de dolor, mientras miraba su muñeca ensangrentada con una mueca de espanto. - ¡Te arrepentirás, maldito monstruo! -Perro ladrador poco mordedor- fueron las últimas palabras que solté antes de mandarlos a paseo (no aguantaron ni dos minutos). Aunque aún tenía muchas dudas ¿cómo me detectaban siempre? ¿Era yo el problema? ¿Por qué tenía que vivir en el bosque?… Se me puso la mente en blanco al recibir una flecha en la pierna. Solo pude ver una silueta encapuchada ante mí antes de quedarme inconsciente. Cuando desperté estaba en una especie de cueva, aquel chaval jugaba con unas piedras que desprendían humo azul. - ¿Quién eres?- Mi única respuesta fue:- Kura-. De repente se levantó y se quitó la capucha, pude verlo sin estar loca. ¡Era un demonio! - Ni se te ocurra gritar, si lo haces nos acabarán descubriendo y moriremos bajo tierra- me advirtió. Tragué saliva, en ese momento tenía el corazón en un puño, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, solo le prometí:- Estate tranquilo, porque tal y como te veo, ¿no estamos en la misma situación?Él solo sonrió como si confiara en mí desde siempre. Un escalofrío me recorió el cuerpo, su voz me perturbaba cada vez más. Ese tono de radio rota me iba a volver loca. Cuando se dirigió a un templo me vino una vieja imagen a la mente, era donde habían cazado a mi padre. Entonces, se agachó solo para curar a un lobo que estaba herido. -Creía que los demonios eran malvados come almas- era lo único en lo que podía pensar y lo que hice fue sentarme al lado de aquel… ¿AKUMA? Él empezó a hablarme sobre cómo había llegado al bosque. -Se supone que ahora mismo debería estar en el inframundo devorando almas, pero un traidor me 29
llevó a un portal y aquí me dejó- su voz ronca y profunda no me dejaba escuchar mis pensamientos. - Entonces, ¿eres un demonio?- pregunté, queriendo saber cada vez más sobre el tema. - Semi – demonio. Mi madre es humana, al menos, lo era- corroboró sin apartar la vista del animal. Mientras, en el castillo… - ¡¿Dónde está esa maldita licántropa?!- gritaba el rey, asustando a los sirvientes. - Todavía no la hemos encontrado, su hermosura real- afirmaba Hermes, que no dejaba de piropearle. - ¡No intentes elogiarme!, pero gracias, me viene muy bien. (Muchos de los sirvientes pensaban ¡Qué bipolar!-) De repente una voz terció en la discusión. -La encontré- fueron las palabras de Claudio, de la Quinta Avenida. - ¡Te he advertido miles de veces que no me interrumpas!- hiperbolizó el rey. - Está en el bosque- respondió - ¡Por fin podré cazarla y poner su cabeza en mi pared- festejó - ¡Por fin!-, la aniquiliaré- repetía el rey Juan. - Se dice aniquilaré- subrayó Claudio. Tras esas palabras, Juan cogió su espada, y en un rápido movimiento de muñeca sin contemplaciones le cortó la cabeza al caballero. - ¡Venga, hay que atraparla, pero traedla sin vida si no queris que siga matando a más gente! - Pero si tú no has matado a nadie- afirmó Kura - Te puedo asegurar que no- esa fue mi respuesta antes de sentir un filo delante del cuello y una voz en la nuca que me susurró: - Game Over, lobita-. No pude sentir nada al notar que el rey me rodeó el cuello con una soga y tiró de ella hasta que me desmallé. Desperté encadenada de cuello y extremidades. Por otra parte, podía oír los gritos de sufrimiento de mi amigo. Conseguí liberarme, pero al llegar me topé con la horrible escena. Estaban torturándole y la sangre que desprendía llegaba hasta las paredes. Así, desangrándose y gritando cada vez más se quedó afónico. Yo estaba paralizada, pero escondida, sin poder soltar un grito porque se ahogaban en mi garganta. De pronto, uno de esos tres bastardos cogió un hacha y cortó de cuajo la cola de lagarto. Kura ya me había visto, pero por telepatía me dijo que me marchara, sin embargo yo no le podía dejar allí. Perdí el control, empecé a atacarlos hasta que acabé con sus miserables vidas. Cuando volví en mí misma vi que tenía a mi amigo sentado detrás de mí. Me alegró poder verle bien. Un recuerdo invadió mi conciencia, -Venga, Tira-. Escuchaba voces: -Ya voy-. Era todo apacible, como cuando estaba con mi padre yendo a ver a mi… -¡MAMÁ!- Eso fue un grito repentino cuando cambió de pronto la escena. Ahora la veía arder mientras mi padre gritaba de dolor con una flecha atravesándolo, ¡no lo aguantaba más! Pero me acordé de un hombre, de la sensación que sentí, lo que me enloqueció por primera vez a mis 5 años. Ese hombre, me había cuidado aunque no lo pidiera nadie, me había dado de comer, me había acompañado… Y me había enloquecido. - Aquí estás- exclamó el rey al verme -asesina insensata-. - ¿Asesina?, no soy yo la que asesinó sin más a mi madre, yo no maté a cientos de licántropos inocentes, yo no convertí a mis hermanos en alfombras, y no hice ninguna masacre solo por 30
diversión. Mira, asesina mejor vas y se lo dices a tu abuela porque el único asesino insensato lo tengo frente a mis ojos. Él no dudó en atravesarme el estómago con su espada, pero yo mientras me desangraba de pie donde me había dejado, no tardé en asesinarlo con las manos desnudas. Ahora bien, no me conformé con eso y lancé el cadáver por la ventana. También destrocé una casa parecer había destrozado a voluntad la casa del verdadero asesino, el traidor del infierno, el que me volvió loca. Pude observar que a su izquierda estaba… ¡MI MADRE! De un orbe que tenía ella en las manos salió el alma en forma humana de mi padre, el que al verme me dijo:- ¿Al final has podido, eh?- después de me que dijera eso asentí con la cabeza, pero lo que me sorprendió de verdad fueron las palabras que él mismo le dirigió a Kura. -Muchas gracias hijo, si no la hubieses encontrado quién sabe cómo estaría ahora. ¿Había oído bien? ¿Era su hijo? ¿Tenía un hermano? ¿Quién de los dos era el mayor? ¿Papá era un demonio? No entendía nada de nada, de nada… pero estaba feliz, y eso es lo que cuenta..
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El accidente
Hola, soy Leila y me gusta mucho el surf. Lo practico casi todos los días. Pero hoy voy a contar lo que pasó el día que casi pierdo la vida haciendo dicho deporte. Hoy me levanté, y como casi todos los días me preparé para ir a la playa a practicar surf. Ya me había hecho el café de por la mañana, que olía muy bien. A decir verdad, empecé a practicar surf porque me sentía muy vacía por dentro y tenía demasiados complejos para mis 18 años. Fui a muchos tipos de terapia, pero ninguno funcionaba, solo el surf llegaba realmente a distraerme del día a día y de todos los estereotipos que me exigía a mí misma. Después de realizar la rutina de todas las mañanas, lo que incluía vestirme, tomar café y marcharme, ya estaba en la playa y debía esperar a mi mejor amiga, Lorena, porque practicábamos juntas el deporte. Sin embargo, pasados 30 minutos me mandó un mensaje en el cual ponía que ese día no podía venir porque su novio estaba enfermo y debía guardar reposo, lo cual debo admitir que me pareció un poco mal, pero decidí no darle importancia y seguí con lo que tenía que hacer surf Cogí mi tabla de surf y entré al mar, algo que no debí hacer nunca, e intenté proseguir con mi tarea. El mar siempre para mí había tenido un olor a helado, fresco, vivo… Empecé a nadar e intenté concentrarme, pero me costó. Siempre había ido con Lorena y ese día me estaba empezaba a encontrar muy sola y muy mal. Con todo, seguí porque eso era lo que me motivaba (o eso pensaba). Seguir, era lo que me automotivaba. Estuve nadando durante media hora, pero ya no sabía dónde estaba o qué hacía. Ese día no miré la previsión del tiempo. De pronto empezó a llover y yo no sabía dónde estaba. Intenté llegar a la costa, pero cuando estaba a unos 300 metros ya casi no tenía fuerzas, aun así conseguí llegar a la orilla en un último esfuerzo y me desmayé. Lo que yo no sabía era que me había mordido un tiburón en la pierna derecha y a raíz de esa mordedura entré un coma. Durante 17 meses estuve dormida y todos los días me visitaba mi mejor amigo, Jack que venía todos los días a pesar de que estaba estudiando su carrera universitaria de Derecho. Me hablaba de lo que pensaba hacer cuando yo me despertara como ir de viaje, ir de pícnic y sobre todo pasar muchísimo más tiempo conmigo, todavía más de lo que lo hacíamos antes. También venía mi mejor amiga todos los días. La pobre se lamentaba cada día de no haber venido conmigo a surfear ese 26 de mayo de hacía un poco más de año y medio. Yo nunca le guardé ningún tipo de rencor, aunque ese día, la verdad, estaba un poco enfadada. El 5 de agosto de un año y medio después desperté y vi a Jack a mi lado, pero en ese momento no lo reconocí. Con paciencia, me fue hablando de cómo nos conocimos y cómo conocí a Lorena. Días después informaron a mi familia de que había despertado pero que no me acordaba de muchas cosas y que solo con terapia me iría recuperando poco a poco. Empecé a ir a terapia tres veces por semana. Al poco tiempo ya no me acordaba de mis complejos, ni de mis depresiones y Jack se mudó conmigo. La verdad es que iba todo estupendamente y mi vida empezó a mejorar, ya que 6 meses después me recuperé de todo y me acordaba de todo, incluso sabía quererme a mí misma. Por fin había encontrado la verdadera felicidad. 33
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La vida de Bruno Bruno es un hombre listo, rápido, fuerte, con una cicatriz y un diente de diamante. Mide metro cincuenta y su cabello y sus ojos son de color marrón. No tiene trabajo ni amigos. Es un chico poco sociable, bastante tímido y tiene la autoestima tan baja que siente que no sirve para nada. Una noche, después de estar todo el día buscando trabajo, al pasar por la iglesia vio cómo alguien entraba en ella y se asustó mucho. Pensaba que podía ser un espíritu maligno, y eso era lo que más miedo le daba en el mundo. Además, en el pueblo se rumoreaba que había un espíritu que salía por las noches. Una semana después de aquella noche, consiguió trabajo en el supermercado de la aldea de sus padres. Era una aldea pequeña donde todos se conocían y se ayudaban. Todas las noches, cuando bajaba a su pueblo para volver a casa, pasaba por delante de esa iglesia por si volvía a ver a aquel señor tan extraño. Después de varios meses trabajando, una señora de la aldea le ofreció una casa. Bruno aceptó, así no tendría que bajar todas las noches a su pueblo. En la vivienda había varias espadas. Él era un apasionado de ellas y le encantaba observarlas. Una noche, el muchacho bajó a su antiguo pueblo a ver si veía algo por la iglesia. Esta vez iba a ir preparado, pues cogió una espada por si se tenía que defender. Cuando llegó a la iglesia se agachó a esperar. Pasado un rato apareció ese hombre extraño y Bruno se armó de valor y entró detrás. Cuando el individuo se dio cuenta de su presencia quiso escapar, pero él le dijo su frase favorita: - ¡Bravo, bravo, bravo! -en tono sarcástico. El ladrón se quedó petrificado y Bruno consiguió retenerlo con la espada. Por suerte, unos guardias civiles, que en ese momento pasaban por allí, al escuchar un ruido, entraron y se llevaron al hombre extraño. Después de interrogarlo descubrieron que no existía tal espíritu maligno, sino que era aquel señor el que tenía al pueblo atemorizado. Cuando todo el mundo se enteró de lo sucedido, todos le dieron las gracias a Bruno y eso hizo que ganara confianza en sí mismo.
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Crónica de Satlack Episodio 1: La tribu Recuerdo aquel día como si hubiera sido ayer, el día que cambió mi vida. Estaba oscuro y había luna llena, un camión con dos prisioneros rompía el silencio de la noche. En mi tribu decían de un hombre “solo necesita una flecha para matar a una persona”. Y así fue. La flecha se disparó y antes de que nadie se diera cuenta el conductor estaba muerto. Entonces, otra flecha se disparó y también el copiloto murió. Dos de mis soldados bajaron del árbol en el que estaban y fueron a mirar el botín. Como ya dije, solo había un hombre y una mujer. El hombre era corpulento, tenía el pelo largo y una gran barba, ambos de color negro. La mujer llevaba una larga coleta de color azul y dijo -Soy la princesa Jenefer, del reino prohibido-. El soldado más alto contestó -Y yo el hermano del rey-. Hablaba con un acento extraño y pronunciaba mal, así que más bien sonó así “Jik gor ter irnamo dek jrey” y de un fuerte golpe los dejaron a ambos inconscientes. A ambos. Episodio 2: El rey Cuando se despertaron, se encontraban en una gran sala con varias mesas. Todavía estaban atontados por el golpe y lo veían todo borroso, pero cuando se les despejó la mente observaron que estaba todo lleno de sangre y sobre las mesas había cadáveres humanos siendo devorados por extrañas personas. No debían de medir más de un metro pero había dos que destacaban; uno alcanzaría los dos metros. Era el soldado que los había dejado inconscientes, y el otro destacaba por lo extraño de su aspecto: medía tres metros, su piel era totalmente blanca y una flecha de hierro oxidada le atravesaba de lado a lado la pierna. Lo más raro era su cara; no poseía labios, nariz, orejas o párpados; sus ojos eran totalmente blancos, y sus dientes estaban podridos e increíblemente afilados. Entonces dije -Soy Antón, de Galicia, ¿dónde estamos?- Y el hombre de tres metros contestó -Estás en la isla Lokir, y yo soy Satlack, rey de los caníbales. Episodio 3: Recuerdos Entonces recordé lo que sabía sobre esta isla. Era el año 2077. ¿La gente ya recorría el espacio en naves espaciales? Pues no, se había desarrollado un sistema de teletransportación que era soltado en el espacio y cuando se caía en un planeta se enviaba a un grupo de personas para que construyera una colonia. Cuando esta era construida se enviaba a más gente para que la colonia se agrandara, como en este planeta llamado Geodos. Se encontraron dos tipos de formas de vida; los manimals y otra que solo había en la isla de Lokir: los caníbales. Antes vivían en una montaña pero nosotros, los humanos, los diezmamos y los pocos supervivientes huyeron a la selva. El más peligroso era Satlack. Decían que podía matar a un hombre de un solo golpe y que las balas perforaban muy poco su carne y piel; que en vez de sangre solo había polvo y que pocos segundos después de que la bala le diese, sus heridas volvían a cerrarse.
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Entonces, él señaló a la mujer que estaba a mi lado: Jenefer y me di cuenta de quién era. Era la princesa de los manimals. Estos eran una raza que vivía en este planeta, híbridos entre humanos y animales. Episodio 4: La pérdida En ese momento dio varios pasos hasta estar más cerca de él y dijo. -He venido aquí a propósito, aunque me hicieron prisionera dos veces. Hay un hombre llamado Primogénito que quiere hacerse con el control de la isla. Huyó de las mazmorras del castillo de metal y quiere acabar con vuestra raza, os pido que nos ayudéis. Y así fue como iniciamos esta aventura. Llevábamos varias horas en un coche con Satlack y Hist, el hermano del rey, cuando oímos un grito y todo pasó a cámara lenta, una lanza atravesó a Hist terminando con su vida. Entonces Satlack bajó del coche. Algo que no mencioné es que Satlack andaba a cuatro patas. Solo se oyeron gritos y los dos cerramos los ojos. Cuando los lamentos cesaron, todo estaba lleno de sangre y partes de cuerpos. Él bajó a su hermano y lo enterró. Episodio 5: Primogénito Ahora esta historia pasará por unos momentos al villano de esta aventura, pero antes haré una breve introducción de lo que pasó. Desde el enterramiento de Hist, viajamos durante unas semanas, nos atacaron varias tribus. Puede que la hermana de Satlack se haya fugado con el hermano de Jenefer y puede que hayamos hecho explotar una manada de yaks gigantes y ahora pasemos con el tramo de villano. Por cierto, está escrito desde su punto de vista porque le pedí a el que lo escribiera, así que adiós.
Era una noche oscura y lluviosa. Bueno, como Antón me ha pedido que le dé un toque menos dramático y este es su libro supongo que tendré que hacerle caso. Bueno, más que un libro es una historia si fuera un li... Vale, parece que tampoco puedo dar mi opinión ¡Ah! No pudo hacer nada. Por cierto, solo escribo esto para mostrar mi disgusto. Empecemos. “Bueno señor, aquí está”, le dijo el subordinado al darle un papel. Mientras este lo leía se apoyaba la mano en la barbilla. Cuando terminó la lectura, arrugó el entrecejo y apretó los labios. Yo le tendí la mano y pregunté -¿Puedo pasar?-. Él me contestó -¡Consideremos ahora que un asqueroso nómada pasa a la ciudad. Me matarían! Y ¿cuál es la finalidad de su visita a la ciudad?-. -La finalidad de… es… -Se refiere a que se va a marchar ya- me interrumpió el subordinado. -¡Exacto!-, dijo el guarda entre risas. En ese momento yo le golpeé y él atravesó la pared. Esa noche iba montado en una camioneta y acelerando conseguí entrar en la ciudad.
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Episodio 6: La batalla Cuando al fin llegamos a la ciudad no era como me lo esperaba. Había muchos edificios en llamas y gente muerta. Le pediré a Satlack que escriba esta parte, así que después seguiré con el relato.
Vale, fue un error dejarle escribir, pero según él ese es el idioma de su tribu, así que escribiré lo que vi. Cuando entramos nos sorprendimos y nos horrorizamos al ver a Primogénito tenía el traje destrozado. Toda su piel era de un tono que parecía totalmente quemado. Su pantalón roto dejaba ver sus piernas, las cuales eran puro musculo y no era que las tuviera fuertes, sino que en ellas solo había hueso y músculo; pero lo más asqueroso eran sus ojos: solo eran unos globos oculares transparentes y dentro de cada uno había un gusano flotando en un líquido de color rojizo. Satlack no esperó. Fue directamente a por él. Cuando iba a asestar el primer golpe le paró el brazo sin mucha dificultad y después lo agarró del cuello, levantándolo en el aire. Por cierto, ¿alguna vez habéis visto a un perro a dos patas? Pues Satlack estaba en la misma pose. Bueno, sigamos. La diferencia de fuerza era abrumadora así que trazamos un plan rápidamente: lo atrajimos hasta una puerta de esas que tienen pinchos abajo y bueno, ya os imagináis lo que pasó, quedó totalmente ensartado. Pensamos que había muerto pero dijo -Podéis ganar la batalla pero no podréis ganar una guerra de inmortales-. Epílogo Al final todo salió bien. Ahora Satlack es marinero, su hermana es la nueva reina de los caníbales y Primogénito está en la cárcel.
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Los Sherlock Hace unos años en la ciudad de Minsk había un grupo de niños a los que les gustaba mucho investigar: se llamaban Los Sherlock. Buscaban misterios que resolver por toda la ciudad. Los cuatro eran muy diferentes, una de las pocas cosas que tenían en común era que adoraban investigar. Uno de ellos se llamaba Adrián, le encantaba la música y era a lo que se quería dedicar, pero su padre quería que participase en el negocio familiar: la inmobiliaria Minsk. El otro niño del grupo se llamaba Jack; él vivía en una caravana con su padre alcohólico ya que su madre los había abandonado cuando era pequeño. Se quería dedicar a la escritura y todos los días escribía varias historias inventadas. Una de las niñas se llamaba Emma, a ella le encanta el fútbol, era la mejor del colegio; quería se abogada, pero sus padres querían que fuera la niña perfecta. Por último, Vania, era la típica niña rica y que aparentaba tenerlo todo, una vida perfecta. Se quería dedicar a la moda, pero sus padres querrán que ella se a la alcaldesa de Minsk. Ellos se conocían desde la guardería y siempre habían estado juntos y se prometieron estarlo, pero ahora que habrán acabado la primaria todo cambió. Jack, Adrián y Vania se mudaron a diferentes ciudades cada uno y su promesa se rompió. Hará seis meses que había empezado el curso y los chicos decidieron volver a su ciudad natal para terminar la secundaria, pero ya nada era lo mismo. Faltaban tres meses para que el curso se acabase y no se hablaban, cada uno tenía nuevas amistades. El lunes, a la hora de volver a la escuela después de un largo fin de semana, a todos les olía raro así que se pusieron alrededor del cuarto de la limpieza, que era de dónde venía el olor. De repente llegó el conserje, abrió la puerta y cayó el cuerpo del director con un balazo en la cabeza. Los chicos se miraron entre sí, era la primera mirada que había desde que había empezado el curso y era por un cadáver. Habían pasado tres días desde lo sucedido, los jóvenes decidieron verse en el antiguo autocine. Era un lugar viejo, abandonado y oscuro, pero allí tendrían privacidad. Después de hablar sobre lo ocurrido decidieron que este sería el último misterio de Los Sherlock. Tras dos semanas de investigación seguían sin encontrar nada y hacía ya una semana que habían empezado la escuela. Había muchos sospechosos así que decidieron buscar sobre el pasado del director y encontraron un vídeo en el que se veía cómo el director se reía de los alumnos. Entonces fueron a hablar con sus antiguos alumnos, pero todos tenían una coartada salvo uno. El padre de Emma, un hombre tranquilo, amable y que parecía que amaba a su familia. Lo que parecía ser el hombre perfecto. Nadie se lo podía creer, trabajaba en una oficina en la que escribía para el periódico de la ciudad. Los chicos se dirigieron a ella y se encontraron al hombre colgando del techo por una soga y con una carta en su escritorio. Jack llamó a la policía mientras los demás leían lo que ponía en la carta: “Yo asesiné al director, él me había tratado muy mal y se merecía morir, y sí soy un asesino, pero prefiero morir a ir a la cárcel. Este había sido el último misterio de Los Sherlock, pero había sido el mejor.
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La travesía al gran Monte Rosa Como empieza la historia de Heidi, así empieza la historia de Hans. Era un hombre robusto, pero lo que más destacaba era su cabello de ondas doradas y una marcada barba tirando a pelirroja. Tenía una mirada profunda de ojos azules como el mar en verano. De esa angelical presencia no se deducía que su profesión era dura: se dedicaba a talar árboles en el bosque. Era uno de los mejores leñadores del entorno, y como distracción, tallaba figuras en la madera. Hans vivía en un lugar montañoso situado en la parte más elevada del Monte Rosa en los Alpes Suizos. Casi todo el año estaba nevado, salvo en verano, aunque había zonas que igualmente eran inaccesibles, ni siquiera las cabras podían llegar a ellas. Era un paisaje hermoso, pero a la vez abrumador. Hans vivía en un castillo heredado de sus antepasados terratenientes. Esta vivienda le servía para realizar sus trabajos, ya que en ella había un taller donde tenía todas sus herramientas. Su día a día era salir por aquellos caminos empinados y frondosos bosques de grandes e infinitos árboles picudos, que parecían la típica estampa navideña del perfecto árbol que todo el mundo quiere en su casa. En ese gran castillo vivía con su preciada y querida esposa Ladina. Ella se dedicaba a elaborar quesos con la leche de sus cabras. Pero el frágil estado de salud que había sufrido la pobre mujer en los dos últimos años, la imposibilitaba para realizar de forma satisfactoria su oficio. Su marido, después de un duro día de trabajo, llegó tarde para la cena y observó que no se veía ninguna luz en el castillo. Desconfiado apresuró su paso y al entrar por la puerta, pronunció el nombre de su esposa: -¡Ladina! ¡Ladina! Pero nadie contestó. Subió corriendo buscándola y la encontró en la habitación boca abajo en la cama. Le miró el pulso y notó que tenía las pulsaciones bajas. No dudó en llevársela en su carro de caballos para que la viese el médico del pueblo. Fue un camino duro y tortuoso que le supuso aproximadamente media hora, aunque le había parecido una eternidad, porque ya en su destino el doctor no pudo hacer nada por salvar la vida de Ladina. Estaba agonizando. El médico sólo pudo aconsejar a Hans para que aprovechara los escasos minutos que le quedaban para despedirse de su querida esposa. Entonces él, llorando en su regazo, se despidió, y ella susurrando de forma muy débil le dijo: -Cuando me muera, esparce mis cenizas en el Gran Monte Rosa, como manda la tradición-. Dicha tradición consistía en incinerar a la difunta persona y arrojar sus cenizas en el Gran Monte Rosa. Pasados unos días Hans se propuso cumplir con los deseos de su esposa y se preparó para el gran viaje. Se vistió como mandaba la tradición, con unas gruesas, peludas y cálidas pieles. También cogió algunas mantas para no pasar frío por la noche, pues era época de nevadas. Además, se armó con un rifle y su querida hacha, por lo que pudiese pasar. El primer día de esta travesía fue bastante complicado debido a las abundantes nevadas y la dificultad que esto suponía para avanzar caminando. Ya pasadas dos semanas desde el comienzo de esta aventura decidió parar, y con ayuda de su hacha, construir una especie de refugio para poder descansar y reponer fuerzas y provisiones. 43
Tardó unas horas en hacer el refugio y al terminar decidió salir a cazar con ayuda su rifle. Después de unas horas caminando divisó a unos cuantos metros un ciervo que estaba pastando. Se acercó con sigilo y lo abatió de un tiro certero en el entrecejo . Hans dejó al ciervo allí mientras iba a recoger algo de leña para encender un fuego en su recién construido refugio, pero al volver se sorprendió, puesto que una manada de lobos se estaba comiendo al ciervo que él había cazado. Para no tener problemas, Hans se fue por donde había venido creyendo que ese día tocaba ayuno. Pero, al aproximarse a su refugio observó otro ciervo merodeando por los alrededores, así que le dio caza. Después prendió un fuego, que además de calentar su austera estancia le sirvió para cocinarlo y comer un poco de carne. Luego, se fue a dormir entre las mantas que se había traído. Al día siguiente se levantó, cogió un poco de agua en un río cercano y prosiguió con la travesía. Pasado ya casi un mes, sus provisiones eran escasas, así que volvió a hacer una parada para repetir la hazaña de la acampada anterior. Pero esta vez ya no era necesario construir un refugio porque se encontró una gran cueva. Ah, pero daba la casualidad de que allí, en esa misma cueva vivía la manada de lobos que anteriormente se había zampado su comida. Decidió que debía salir de allí para construirse un nuevo refugio, pero ya era demasiado tarde porque los lobos ya lo tenían acorralado. Hans, rápida y ágilmente, sacó su rifle y disparó a uno de ellos matándolo al instante, pero los cánidos enfurecidos se abalanzaron sobre él. Hans tenía cinco lobos encima, así que sin pensarlo, y haciendo uso de su descomunal fuerza, se quitó a los animales de encima y a tiros los mató. Lo que Hans no se imaginaba era que uno de aquellos seis lobos no se había muerto, sino que estaba malherido. El lobo malherido se abalanzó de nuevo sobre él y le dio un mordisco desgarrador que lo dejó inconsciente durante horas. Cuando se recuperó del desmayo se vendó la herida con unos trozos de pieles. Luego hizo un fuego para calentarse, comer y descansar para recuperarse. Hans se despertó con los primeros rayos de luz que asomaban en el cielo. Ese era el primer día de primavera, eso significaba que ya casi llevaba embarcado en su aventura dos meses, y eso también significaba que ya no nevaría más y el trayecto sería más fácil de recorrer. Se levantó y se dio cuenta de que ya no quedaba mucho para llegar a la cumbre del Gran Monte Rosa. Pasaron otras dos semanas y llegó a la ansiada cima de la montaña con el deseo de cumplir su promesa, cogió el frasco que contenía las cenizas de su difunta mujer y las arrojó por el gran acantilado que se encontraba a sus pies. Se arrodilló y gritó con todas sus fuerzas: - ¡Sé libre mi querida mujer, sé libre! Tras el gran logro que había conseguido regresó a su casa, a su pueblo, donde pasó el resto de sus días.
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