Modernícolas Julio - Agosto

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#10 julio

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bienvenidos,

modernĂ­colas!

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Staff

Marta Sader Torres. José González. Berlanga. José C. Valderrama.

Cristina Gandarias. Xero Fernánde

Bea García. Borja Muñoz. Cris de la Torre

Kris León. Omar Janaan. Iñaki Serrano. Anto

Irene Quirante. Mónica de Bustos. Ángel Bermej

Irene Jurado. Diego A. Alías. Abel Silva. Claudia M Navarro. Hugo Espresati. José A. Gómez Efe Suárez.

Martín. Ramiro de Heras. V

6. Editorial. 7. Publi Modernícolas Bar. 8. Concierto Matt

Hugh Laurie. 14-19. Festival Ojeando. 20. Destroy This Clu

26. Concierto + Entrevista Najwa Nimri. 27. Concierto L’Ava

32. Modernicolismo Ilustrado. 33. Exposición Animacómic. 34

FAT Festival. 44-45. Exposición Cartel Publicitario Europeo M Asun Ayllón. 50-53. 4


Sumario

r. Elisabeth Ana March. Alejandro Edu Centeno. Borja Espresati.

ez. Miguel A. García. Lily Sánchez.

e. Manu Rocha. Sara Conde. Silvia García.

onio Duarte. Virginia Rota. Martha R. Barilari.

jo. Ruben Lerma. Carmen Titos. Javier Martínez.

Morales. Mayra Ganzinotti. Laura Luna Rivas. Manu Rocío Cebrero. Raissa Modesto. Ainara Ruíz. Susana

Várvara Vedia. J.J. Serrano.

tson 2. 9. Concierto Isbert. 10-11. Roger Hodgson. 12-13.

ub. 21. Megamoraga MMC. 22-23. Concierto CocoRosie. 24-

alanche. 28-29. Concierto Corizonas. 30-31. Michael Nyman.

4-36. Concierto Anni B. Sweet. 37. Concierto Lula Pena. 38-43.

Museo Picasso. 46-47. Concierto Maceo Parker. 48-49. Teatro Ojodemodernícola. 5


Editorial

Triste/feliz septiembre. Vano, sin fruto, malogrado, ocioso, vacío verano cultural, perlado sin embargo de pequeñas sorpresas y grandes extravagancias. Entre las primeras tenemos, al principio de un julio que no presagiaba este desierto, el mágico concierto de CocoRosie y el energético Ojeando. Un poco más tarde, y ya inmersos en el secano, los conciertos gratuitos de Playa Virginia, todo un éxito de público avalado por los gestores de la Cripta -descanse en paz-, o las pequeñas actuaciones nocturnas en el recién estrenado y reluciente Muelle Uno. Entre los segundos, sin duda, hemos de incluir al Starlite, un festival de relumbrón, alta gastronomía envasada, vestidos largos y viejas glorias -sólo a veces eternascantando bajo la vigilancia del triste letrero alicaido (y de hecho, caído) del surrealista Auditorio de Nagüelles -encima y en medio de la nada-. Los ochos días de feria tampoco fueron un gran respiro para la cultura, dejando aparte las actuaciones del Málaga Crea en la Caseta de la Juventud. Nada nuevo; la gente sigue meándose en las calles, pegándose sin sentido y vomitando Cartojal. Aunque también esta esa otra gente que sale para divertirse y celebrar sin molestar al viandante, y muchos,

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muchísimos de ellos estuvieron en la caseta Modernícolas - Vive Le Rock. ¡Nos gustó! Nosotros, después de un parón casi obligado, volvemos algo tristes porque muchos de los mejores cerebros de nuestro equipo se fugan a otras latitudes, porque sube el IVA y, por ende, el precio de las entradas, porque parece que eso de levantar cabeza queda muy lejos todavía. Pero volvemos un mucho alegres, porque estamos deseando meternos en septiembre, y esto es algo que probablemente ninguno hubiera dicho antes. Pero ahora somos Modernícolas y queremos gastar bolis otra vez en los conciertos, queremos hacer tantas fotos que nos quedemos sin batería. Queremos tener donde elegir, y salir de un museo para entrar al teatro. Queremos conocer nuevos Modernícolas, y celebrar nuestro primer año como agenda cultural en la ciudad demostrando que seguimos aquí para quedarnos, con la fiesta, con la cultura y contigo. ¡Feliz septiembre pues, Modernícola!


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Conciertos

Paraíso de buenas vibraciones con Mattson 2. Son las 23:45 horas y el escenario del Cervantes está a punto de convertirse en una ola de paz. En el Terral no hay arena ni playa, pero sí un escenario donde están los hermanos Mattson bien refinados y enchaquetados, a punto de dar a luz a su música californiana por primerísima vez en tierras Malagueñas. Un público especialmente joven, muy surfero y skater, aplaude mientras los artistas empiezan su espectáculo con el tema Pleasure Point, nada más y nada menos. Justo en ese momento empieza el magnetismo musical entre ellos y el público, ese feeling seductor hacía el género alternativo surf-jazz acústico que mantuvieron sin ensuciar ni un solo momento. Los gemelos, sin apenas abrir los ojos y levantar la cabeza de sus instrumentos, estuvieron coordinados de una forma brutal durante las dos horas de concierto, dando a su público una clase de elegancia, calidad y buenas vibraciones. Los sentimos muy cercanos, aunque eso sí, tímidos. Jared Mattson consciente de su mal acento español, pero con una invencible sonrisa y cerveza en mano -por lo cual muchos lo envidiábamos- se atrevió a decir algunas frases en nuestro idioma: “Son buenos los

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espetos”, “¿Cómo estáis?” o “Gracias a todos”. Pero el minuto de oro llegó en mitad del concierto con el solo de batería de Jonathan Mattson: caras expectantes, vellos de punta, miradas fijas y gestos que evidenciaban que la imaginación nos estaba llevando a una playa paradisíaca donde solo las olas, los Mattson y nosotros merecíamos estar. Después de lo vivido anoche no me extraña que Feeling hands fuera elegido mejor disco de jazz en los San Diego Music Awards 2011. En primera persona y desde mi asiento, me hicieron especular sobre como conseguían, sin letra alguna en sus composiciones, transmitir tantas sensaciones, dándonos un billete libre a la fantasía, una inyección de positividad y una tranquilidad que ni las mejores técnicas de inteligencia emocional conseguirían. Llegando al fin del concierto, Jared confesó amar a España. Yo confieso que aquí o en California, espero que vuelvan a bañarnos en agua de rosas con su música. Texto: Silvia García Foto: José González


Conciertos

¡Qué noche más fetén!

¡Isbert ha vuelto! Y podemos dar fe de ello porque los hemos visto mientras preparaban los bártulos que usarán para tocar en uno de los lugares más encantadores de toda Málaga, más aún cuando el verano acecha y la medianoche se convierte en nuestra mejor compañera de desvaríos; hablamos, cómo no, de Los Paragüitas, el sempiterno refugio del Parque de la Alameda. La expectación se ha creado alrededor de este grupo que sortea las desavenencias matrimoniales y los compromisos de boda de alguno de sus componentes, dejando todos los aplausos para los hermanos García Gil. El ambiente está caldeado y la formación arropada por amigos, conocidos y seguidores. Nos lo van a poner fácil. Tras un desajuste en el tema de apertura, Matadero, el grupo ha arrancado con sus mejores jits para deleite del público que tararea al son de la música. Los desamores certificados, parques de atracciones cuánticos o ciudades soviéticas formaron parte de un repertorio musical con las más variopintas metáforas que alguien pudiera catar por estos lares. Hubo tiempo incluso para liderar revoluciones. Pero de las rapiditas, que dé luego tiempo a unas cañas, claro.

La formación afirma que este concierto forma parte de su segundo ensayo general, con lo que la licencia para equívocos se transforma automáticamente en risas que se contagian. Nosotros los queremos con todos sus desvaríos y lapsus musicoidale. Rompiendo esquemas, como debe ser. La canción más sonada de la noche, Es un día fetén, una revisión españolizada del conocido tema Perfect Day de Lou Reed, consigue sacar risas a todos, incluido a los componentes del grupo; un gesto de complicidad que se contagia en el ambiente y que sorprende a los que no habían escuchado este single con anterioridad. Para concluir la sesión, el célebre José Pablo García nos muestra su faceta de cantautor con sorna, despidiéndose con ello hasta una nueva aparición musical en la escena malagueña. Los veremos de nuevo, eso es seguro. Pero mientras tanto, no deje usted que se le enfríe su ración de Lexatín. Texto & Ilustración: Omar Janaan

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Conciertos

La legendaria voz de Supertramp. El Starlite Festival está a otro nivel, no hay más. Es la conclusión que sacamos del primer concierto que cubrimos del ambicioso ciclo marbellí. Al salir del parking vemos muchas personas de organización a nuestra disposición. Sacamos nuestras entradas y nos dirigimos a los autobuses -¡sí, autobuses!- que van desde la taquilla al recinto. Dentro, el caché continúa subiendo. Antes de acceder al auditorio en sí, pasamos por el Starlite Lounge: mesas de diseño desde donde los asistentes se deleitan con “pasacalles venecianos” que se transforman en cabarets de pleno derecho; todo ello mientras disfrutan de una tapa marca El Bulli y se toman un refrigerio —7,50 euros la caña—. Dicen que el paraíso existe, que sólo hay que tener dinero para entrar. Y esto es Marbella. Pero, hablando de lujos, vamos con el concierto. Muchas resacas y amaneceres han pasado desde que Rick Davies, auspiciado por un millonario holandés, encontró a Roger Hodgson, tomaron el nombre de un ilustrado vagabundo y formaron Supertramp. También han transcurrido algunas primaveras, en concreto 19, desde que Hodgson decidiera abandonar la formación británica y comenzar su carrera en solitario.

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Él está orgulloso de su pasado, en sus carteles reza: “The legendary voice of Supertramp”. Sabe quién es y lo que significa para el rock. Así que ponen un Take the long way home sobre la mesa, seguida de un School. Mano ganadora, sin duda. Hodgson hace recuento de las nacionalidades del público -predominan británicos y españoles- y nos invita a olvidarnos de los problemas durante las siguientes dos horas y media. “Si queréis cantar, dar palmas o besar a la persona de al lado, sentíos libres” dice antes de viajar a su primer disco en solitario, In the eye of the storm. Recupara In Jeopardy, envuelta por aullidos de hienas y risas maléficas; seguida de la melosa Lovers in the wind. El piano del británico envuelve a familias, amigos, parejas, fans de Supertramp, Carmen Lomana… incluso el viento se da por aludido y comienza a soplar con inusual fuerza. El sonido es cristalino. Los instrumentos pasa de protas a secundarios con naturalidad. Bryan Head a la batería, David J. Carpenter al bajo y Kevin Adamson a las teclas. El as en la manga de Hodgson es Aaron Macdonald, encargado de los saxos, flautas, melodicas y sintetizadores. Roger va del organo al piano y guitarra de doce cuerdas.


Siguen desfilando los temas imprescindibles de Breakfast in America, Crisis? What Crisis? y …Famous last words… Roger no tiene nada que demostrar. Se dedica a disfrutar mientras la música emana de sus poros, como las conversaciones interesantes que surgen cuando estás especialmente relajado con alguien. Tras poner a todo el auditorio en pie con The logical song nos informa de que hay un descanso de quince minutos. Continúa con el mítico álbum de la camarera en la portada. Suena Child of vision y las cabezas y pies ya no pueden evitar moverse. Hodgson no hace mucho caso al setlist, “Los músicos no saben que voy a tocar”. Así que desde el piano dirige el bloque más íntimo de la noche, formado por Only because of you y Lord it is mine. Los que han venido con su media naranja —¡o la han encontrado allí!— tienen su momento. Es cierto que Hodgson no ha sido un autor muy prolífico y no se ha dedicado a publicar un disco cada dos años. Pero cuando se pone le salen obras maestras como Death and a zoo, una reflexión sobre la libertad que comienza en lo melancólico y termina con el cantante tocando los tambores mientras el casting de Jumanji desfila por los altavoces.

Le siguen Don’t leave me now y Fool’s overture, compuesta a partir de tres canciones. Ahora sí, la voz de Supertramp nos anuncia la última, que no podía ser otra que Dreamer. Muchos se acercan al escenario a darlo todo. Al terminar Hodgson da la mano a algunos fans y desaparece. Nos deshacemos en ovaciones reclamando su vuelta, aún nos quedan energías… y, por suerte, a él también. Se muestra encantado de estar en este “lugar mágico”, y no es para menos. Give a little bit y It’s raining again finalizan dos horas de sintes agudos, órganos rítmicos, bajos definidos y baterías con tanta reverb que parecen tocadas en una piscina. La “legendaria voz” puede presumir -a diferencia de muchos coetáneos- de seguir teniendo, eso, la voz. Esto se suma a la cercanía del grupo, que sabe que el público ha hecho un esfuerzo para venir y merecen lo mejor. Calidad y calidez en envoltorio cinco estrellas. Texto: Miguel A. García Foto: Manu Rocha

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Conciertos

Hugh Laurie, cum laude del blues. Es House, y el escenario, cálido, de lámparas amarillas y naranjas, de alfombras y mesillas de noche con ganchillo y foto, tiene un aire al de su casa. Y suena a House cuando canta su blues irónico y lleno de matices. Por que ¿qué cantaría el televisivo doctor, si cantase seriamente, sino blues? Es House, sólo que el buen humor le dura más en concierto: hace el payaso y bromea con chistes tan rápidos y tan ingleses que resulta difícil no perderse nada, y ni su patria, ni su reina, ni él mismo resultan indemnes a las risas. Laurie es todo un showman y sin duda sabe sacarle partido a su voz honda y nasal. Aunque no sea técnicamente perfecta, los múltiples registros, las mudanzas de tono y color sin esfuerzo aparente, delatan su historial de actor -también de teatro- y suplen con creces cualquier duda respecto a su talento musical. ¿Pero es que las había? Que la guitarra es su ofrenda divina y el piano es su altar lo sabemos todos. Allí le rinde tributo, un tributo cultísimo, aunque desde lo humilde, a la historia del blues. Pero no solo a la de Ray Charles y Louis Armstrong, también la realidad más desconocida y remota de ese género que inventaron los esclavos

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afroamericanos allá por el final del siglo XIX. Está, por ejemplo, aquel condenado que salió de prisión embaucando al alcaide con su habilidad para la música azul. O aquel enorme compositor, “a fucking brilliant guy”, del que no se conserva ninguna grabación. Laurie se sabe todos los recovecos del género de carrerilla y comienza cada tema con “This song...” hasta resultar incluso monótono en su relato de hazañas y datos. Pero se lo perdonamos, porque ofrece un show de alto standing, un verdadero lujo bluesero que con seguridad merece el alto precio de la entrada. Lo consigue no sólo gracias a una exquisita producción en la que el fallo es impensable, si no, sobre todo, con un conjunto de músicos de primerísima línea: Jay Bellerose, que nació percutiendo elegantemente una batería y con maracas en los pies; Kevin Breit y su colección de guitarras, banjos, dobros, ukeleles y dedos infinitos; Vincent Henry, el carismático brother que toca “cualquier cosa de viento”, en palabras de Laurie -y todas igual de bien; David Piltch, el incansable pellizcador de contrabajos y Patrick Warren, el silencioso pero indispensable hombre a los teclados y el acordeón. No nos olvidamos -quién


podría- de los coros de la portentosa Jean McClain, que hace que todo suene mejor, más auténtico. Se lo pasan bien en el escenario, no paran de sonreír y de menearse con este blues que ora te hace mecerte cerrando los ojos ora te hace mover todas las articulaciones sin sentido. Tienen razones para estar contentos, pues han llenado cada concierto que han dado hasta ahora -en el Starlite faltaba un tercio para el completo-. La única pega, llamadnos picajosos, era el enorme y casi imaginario auditorio en el que nos encontrábamos, rodeados de montañas partidas por la mitad y viendo a Laurie a través de una pantalla otra vez, como una maldición. Desde la parte más baja de las butacas más altas (a unos diez metros sobre el suelo, a unos 30 del escenario) apenas podíamos atisbar los detalles de un concierto que ganaría enteros precisamente con eso, con los detalles, con la intimidad. Me imaginaba la experiencia multiplicada hasta el infinito de estar en el Cervantes (¿quizá en el próximo Festival de Jazz?), sobre todo cuando el bajo, la guitarra de Breit y la -también- guitarra y la voz de Laurie se quedaban solos

en el escenario, transportándonos súbitamente a la América profunda, a otro tiempo, a otro estado mental. No obstante, ya hemos mencionado lo exquisito de la producción y de la banda, de modo que, a pesar de nuestras melindrosas preferencias, las dos horas de concierto merecieron, y se ganaron, un auditorio en pie. Laurie, actor, escritor y comediante, se gradúa con honores también como músico con el directo de -precavido título- Let them talk. Pues eso, que hablen, que hablen, que, en este caso, lo harán más que bien.

Texto: Marta Sader Foto: Avory International

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OJEA 14


ANDO 15


Conciertos CONCIERTOS

Ojeando en la cresta del indie. Han pasado pocas horas desde que el Festival Ojeando 2012 cerrase sus puertas. Pocas horas desde que Disco Mordisco se despidiera de escenario Patio por segunda vez, o menos aún, desde que los valientes que han dado uso (¿y disfrute?) del camping ad hoc ubicado en Mordor hayan retomado su rumbo. Aún retumban en nuestros oídos John Boy y Shiny Soul, todavía almacenamos en la memoria a plazo mínimo los cortos y yankis pantalones de Zahara. Empezaremos diciendo que nos gustan este tipo de apuestas, nos gusta que un pueblo entero se vista de diversión para acoger a los amantes del estilo musical más mainstream del momento. Nos gusta que las panaderías vendan cerveza en estos días, que los hogares del jubilado sirvan de improvisado palco VIP para chicas sin entrada, y sobre todo, nos gusta ver que salvo detalles (como la escasez de servicios portátiles), la técnica, la organización y coordinación ha sido de merecedora de una nota alta. Aplaudimos además que aún con el cartel de sold out, el espacio en el escenario Patio fuera suficiente como para no tener que bailar el Follow the leader para ir de barra a barra.

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Viernes ¿Y los artistas principales? Fuel Fandango arrasaron, Love of Lesbian encandilaron y Second revolucionaron. El primer día de festival contaba en sus filas a Stone Pillow (muy cracks), Second, Niños Mutantes y Columpio Asesino, amén de la jam con la que Disco Mordisco cerraba las madrugadas. Los primeros siguen presentando Escena Primaria y después de su anterior experiencia consiguieron subirse al escenario principal por méritos propios. Complicidad en el escenario y mucho amor a pie de foso, eso son estos chicos. Y esperamos que sigan siéndolo algún que otro bienio más. Second, apuesta segura en el directo, fue el grupo que más pies levantó en la terralífica primera noche. No somos Demasiado soñadores si decimos que su futuro sigue siendo muy goloso. Con temas como Rodamos derrocharon energía desde el minuto 0, desgranando segundo a segundo una de las actuaciones más memorables de la edición de este año. Con todo ese fuego en el aire y el suelo, los Mutantes comprobaban sus cuerdas. Y sacaron menos nota de la habitual. Algo inmóviles y anodinos no terminaron de llegar al pú-


blico general. Aunque los seguidores de la banda ganaron adeptos para la causa tras cada tema con La voz. Aseados y sin fisuras, el sello de calidad que les da la experiencia y un tracklist cargado de temazos. Otra banda de carisma +15. Había muchas ganas de ver a uno de los grupos de moda del panorama indie nacional, Columpio Asesino, que se plantaba en Ojén inundados en premios y halagos. No defraudaron, pero tampoco colmaron las expectativas de los más exigentes. Su apuesta de calidad y momentos de disfrute en temas como Toro son motivos suficientes para el PA (progresa adecuadamente) -sabemos que estamos muy didácticos, pero aún nos causa efecto el haber vivido el cartel principal en el patio de una escuela-. Una primera toma de contacto, en la que además tocaron La Carpa, The Wives, Modo Bélica (atentos a ellos), Santos de Goma, Denyse y Los Histéricos en el escenario Plaza. Para la segunda jornada, el escenario sería compartido por Lux, Blam de Lam, Dame de Comer y Bud Spencer Big Band. Motivo suficiente para tomarse un respiro en el epicentro del festival, abrir unas cervezas y recargar las energías perdidas la pasada noche.

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Conciertos

Sábado El sábado, el día grande del festival, respetó nuestros mermados cuerpos brindándonos un buen soplo de aire fresco, lo mismo que es La Cena para la escena indie local. Guitarras cálidas y mucho movimiento en el vivo (y coleando). Nos quedamos con las ganas de preguntarles que desayunan para llegar tan fuertes a la última comida del día. Los agradecidos Zahara, con su bella Khaleesi al mando, se desvirgaban en Ojén con un trocito de América, América. Tres estados enteros merecerían el cambio de registro cuando se acompaña de sus músicos. Mucha más energía en un show non-stop, que le da toda la libertad que la embelesante líder del conjunto necesita para sus bailes entre lo sensual y lo hipnótico. También la estuvimos molestando, como podéis ver en el vídeo, por aquello que dicen sobre los moscones y las cosas dulces. Hagamos una parada y bajémonos del taxi de los nervios: ya llegan Love of Lesbian. Con los asistentes entregadísimos y clavando tema a tema su repertorio, crearon un clímax indestructible. Entre sujetadores y gafas de amor bisexual transcurrió una

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actuación magnífica presentando Si tu me dices Ben yo digo Affleck. Gritos femeninos, masculinos, animales e incluso alguno de ultratumba en cada himno de la banda: de Allí donde solíamos gritar y Algunas plantas a la novata Belice. Demasiado buenos para no quitarse el sombrero. Pero aguanta chico, espera chica, que todavía nos aguarda el mayor pico de intensidad del finde de indie, un all-in al disfrute. Fuel Fandango y sus rosas compraron el asfalto, metro a metro, con su particular visión de la electrónica, la copla y el rock. Con una formula nueva, revolucionaria y exitosa, como un bosón de Higgs o los yogures de Hacendado. Ale y Nita (y Carlos) son demasiado para la apatía y las malas vibraciones, una descarga de buen rollo y diversión que ya hemos comprobado en varias ocasiones pero que nunca dejará de gustarnos y reengancharnos. Juegan con el factor sorpresa del punch de Monkey o The engine, y como el niño que ve una película por enésima vez, nos vuelven a emocionar. De simpatía van sobradísimos, tanto el perro como la patita. “Que le follen a la tristeza”, pensarán ellos. No voy a escribir el típico párrafo de despedida para justificar el final del texto, lleno de

lineas de sentido inocuo en las que no se dice nada y que solo sirven para cerrar el artículo. No, no lo haré. Porque me voy a defecar en todo el que diga que en España no hay buenas ni nuevas propuestas musicales. A ellos les comunico que no serán llamados al reino de los festivales, sino que serán devueltos a los dominios de los 40 Principales. Paz y guerra, y unos cuantos besos, ojeadores.

Texto: José González Foto: Borja Espresati

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Conciertos

Pistolas de agua, bikinis, dubstep y esperas.

Ropa de baño: hecho. Localizar a un colega con coche: hecho. Grabar un CD mix con temazos: hecho. Refrigerio: hecho. Hielo: en camino de deshacerse. Todos los Destroy comienzan de igual modo, con la fiesta no oficial de las calles aledañas. Esta vez se había reunido menos gente desde primera hora; es normal teniendo en cuenta que muchos no han terminado los exámenes. ¿Ropa de baño? ¿A estas cosas de los polígonos no se va con los calcetines por encima del chándal? ¡No! ¡Esto es una Bikini Party! Y como los destroyers son muy considerados, por ir en bañador o bikini nos obsequiaron con una bebida, ¡alcohólica, of course! Fue muy gracioso ver a las chicas descamisarse en la cola para conseguir su Jägerbomb; así, sin un besito ni nada. Por fin estábamos dentro y comenzó el show. Photocall, saltos y los primeros DJ calentando motores. Desde Málaga contamos con Paxda y Sidechairnes; también se sumaron los austríacos Robsi. De todas formas, como en la última fiesta, la máxima locura llegó con Wallem Brothers y Hellboys. Los subgraves nos reventaban el pecho, volaban más flotadores que en un concierto de Airbag y

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saltábamos para que nos impactaran desde el escenario con subfusiles de agua. Una noche perfecta, para los que pudimos entrar. De nuevo, la cola era nivel aeropuerto y las personas iban pasando los controles sin pausa, pero sin prisa. Nosotros estábamos dándolo todo, pero algunos desistieron después de tres horas de cola. Eso me contaron unos amigos a la mañana siguiente, porque mientras ellos no podían entrar, nosotros no podíamos salir -si queríamos volver después, claro-. Sobre las tres de la mañana, cuando fuimos a coger oxígeneo, mis amigos se habían ido, aunque todavía había gente fuera gritando: “¡Queremos entrar!, ¡queremos entrar!”. La próxima pega de día, para que la gente se lleve las toallas y esperen tomando el solecito.

Texto: Miguel Ángel García Foto: Manu Rocha


Conciertos

Lucha -literalmentepor el derecho a la fiesta. Texto: Miguel A. García Ilustración: Xero Fernández Lo primero: no estuvimos allí. No tenemos el don de la omnipresencia, y entre el Ojeando y el Terral nos quedamos sin efectivos para la Megamoraga Final. Pero estamos trabajando la omnisciencia y hemos hablado con los implicados sobre lo que ocurrió el sábado. ¿Qué es eso de la megamoraga? Muy simple: gente que quiere bailar, bañarse, beber -y lo que no sea beber-, reirse y estar con la gente. Los organizadores se encargan de la promoción y ponen la música gratis. Estas fiestas empezaron en 2009 como una reunión entre amigos, pero ahora atraen a cientos de personas a la Playa de Guadalmar. Detrás de esta movida están, entre otros, Memory Call. Se definen como “un colectivo dedicado al entretenimiento musical”. Son jóvenes que, como muchos de nosotros, estudian, trabajan o lo intentan. De vez en cuando organizan raves para divertirse bajo el lema “Fight for your right to party!”. Lo que ninguno esperaba es que este lema se volviera tan real. Público y DJs de varios lugares de Andalucía y España llegaron tras anochecer a la playa. Los organizadores nos cuentan que ya habían instalado el equipo de sonido orientado hacia el mar y medido los decibelios desde las casas más cercanas, y afirman que el sonido casi no llegaba. Todo transcurría con normalidad, es decir, con toda la normalidad con la que puede transcurrir una fiesta ilegal de electrónica. Cerca de las dos, la policía recibió una llamada, presumiblemente desde una casa cercana, y pasadas las tres de la mañana aparecieron en la fiesta. Dos policías de paisano subieron a la cabina y dos miembros de Memory Call se acercaron a identificarse. Estaban hablando cuando cinco agentes locales irrumpieron ordenando que se retiraran los aparatos, intentando llevarse equipos por valor de 6.000 euros. Tras una discusión con los organizadores, optaron por coger un ordenador portátil y salir sin mediar palabra. El disc jockey corrió detrás de ellos, suplicando que no se llevaran su herramienta de trabajo. Aquí vino el primer golpe: presuntamente, le asestaron con la porra en la cabeza. Los asistentes comenzaron a lanzar botellas y piedras a los agentes y a sus múltiples vehículos -más de diez- y estos respondieron con porras y bolas de goma. Finalmente, la Policía decidió retirarse. El resultado, del que tenemos constancia, ha sido de nueve puntos en la cabeza del DJ, cinco policías heridos leves, destrozos en los coches policiales y un portátil confiscado. Algunos de los organizadores se encuentran inmersos en proceso ju-

dicial por lo ocurrido y han comparecido este lunes para contar su versión de los hechos. Está claro que la fiesta era ilegal: el permiso que tenía el colectivo Memory Call era de moraga, que se solicita a través de la página web del Ayuntamiento y permite reuniones de 20 personas máximo. Tampoco permiten

equipos de miles de watios ni barras. Pero resulta preocupante que se tenga que llegar a la violencia -por ambas partes- en algo tan aparentemente sencillo como cortar una fiesta. Esperamos que se solucione todo de la mejor manera posible y que podamos seguir luchando por nuestro derecho a la fiesta, pero sin llegar a las manos.

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Conciertos

CocoRosie sin respiración. Emoción. Si hemos de elegir una sola palabra para describir el concierto de CocoRosie en el Terral es esa y no otra. Una emoción eléctrica que recorría la superficie de la piel arriba y abajo, arriba y abajo, sin tregua. Había también algo de nudo en la garganta. Como de no saber si reír o llorar. Había mucho de ojos fijos. De no querer moverse ni perderse nada. De querer quedarse dentro de CocoRosie para nunca jamás. Emoción, milagro de show étnico, operístico, electrónico. Ellas, tan libres como suponíamos, o incluso más. Vestidas con bata rosa y gorro rasta, con mono reflectante y arpa, para desvestirse después en vaqueros y tirantes, y leggins de encaje y body festivo, respectivamente. La primera es Bianca (Coco). La segunda, Sierra (Rosie). La primera es tímida, tan tímida que casi siempre canta su canción casi quebrada de espaldas, mirando a su hermana, el polo positivo. Pero cuando se suelta, se mueve con un ritmo inusitado, atractivo. La segunda es un auténtico prodigio en el escenario que sonríe, canta, sonríe y se come al público con la sonrisa y con su voz de soprano. Cambia del piano al arpa, del arpa al armonio, del armonio al baile elástico con cuerpo de gimnasta, y embauca

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con la felicidad de una niña pequeña que le presenta a sus padres un teatrillo casero. Sobre las tablas, cinco músicos indios ataviados con ropajes tradicionales, sonrisas y paz, un intérprete de beatbox con misteriosa máscara y dos músicos más que se intercambian la trompeta, el teclado, el bajo y la guitarra terminan de conformar una colorida y bizarra escena que no desmerecería en las últimas -y novedosísimas- temporadas del Teatro Real. Con calma, pero proyectando una energía que conmueve, ensamblan la electrónica con el exotismo hindú de forma coherente y eficaz. Lo hacen en un escenario tan luminoso como resultaron ser las interpretaciones de los -por lo general- oscuros e inquietantes temas de las Casady. De hecho, las visuales, con mujeres de pelo largo vestidas de negro que caen a cámara lenta, que giran sobre sí mismas, con tazas que se estrellan contra el suelo, parecían vestigios de las “otras” CocoRosie -las frágiles, las de maullidos tristes que escuchamos en los altavoces de casa- y no de “estas” CocoRosie: las raciales, las poderosas, las infinitamente radiantes, en una línea que probablemente permanezca en el nuevo disco.


Poco diálogo, sólo algunos “gracias”, algunos “buenas noches” en español; el torrente de comunicación estaba a otro nivel, a uno más espiritual, sin pretender que esto suene místico. Pero de qué modo explicar si no la incontinencia emocional, la exaltación casi palpable de un público que llenó el teatro y aplaudió ansiosamente desde el minuto uno, de un público casi sin respiración que se levantó en tromba ya antes del bis, que tiró flores, que vitoreó anhelante hasta patalear. Y después, por los pasillos, ese sobresaltado rumor de fin de fiesta, las caras como de niños que abandonan su primera feria, la -levemente desagradable- sensación de entender lo irrepetible de aquella noche con CocoRosie.

Texto: Marta Sader Foto: Hugo Espresati

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Conciertos

Algo se perdió co Nawja Nimri.

Ser la amiga de la guapa; oler el chocolate caliente que sale… de la casa de la vecina; quedarte debajo de la sombrilla: estar sentado en una discoteca. No es que sean la peor posibilidad del mundo, pero es vivirlo sin mancharte. Algo así es llevar una propuesta electrónica a un teatro decimonónico. El Festival Terral trajo el sábado a Najwa Nimri en concierto. Su espectáculo es su voz, los sonidos de SupercineXcene (Raúl Santos) y un juego visual proyectado al fondo. Estamos completamente en penumbra (no disparen al fotógrafo del artículo, es que no pensó en la posibilidad de necesitar cámara con infrarrojos) y una noche de electro se ha colado entre las butacas del Cervantes. Desde el comienzo Najwa aparece como una sombra sobre el fondo de líneas de luces, “¡Enfocad al público, que quiero verlo!” pide la actriz sin dejar de cantar y la luz ilumina el patio de butacas. Será lo máximo que veamos durante el concierto; ella y Raúl van a permanecer en la más completa oscuridad todo el tiempo. Desilusión para los que fueron a ver su cara de finas rasgaduras. De esta inhabitual forma nos presentó su nuevo disco, Donde rugen los volcanes, de can-

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ciones pop con referentes electrónicos y frases de poesía hipnótica como el bucle: “¿De qué me sirve tú sin mí? ¿Pá qué yo sin tí?“. Es la primera vez en la gira que están en un teatro, hasta ahora sólo han merodeado por las discotecas, así que ella también anda descubriendo. “Esta es la primera vez que voy a escuchar mi voz -nos cuenta antes de comenzar Oigo el zumbido- de hecho, es la primera vez que hablo”, yo se lo agradezco porque tiene una voz suave y profunda que se pierden los discotequeros. Sin embargo, intuyo que algo me perdí yo. Aunque Najwa defina las canciones de su nuevo disco como sintéticas, es en el directo donde esa síntesis computacional es la esencia misma, intensificado además con los efectos de SupercineXcene que marca también el pulso con la batería. Pero esa esencia presupone una amplificación de los sentidos en el roce con otros cuerpos que se mueven, y entrevén a Najwa cuando se tumba y reboza sobre el escenario, y entrevén a Najwa o a quien quieran haciendo lo que uno quiera imaginar. Es el sueño de la noche que se rompe al sentarte en cómodas sillas. Aún así esta chica tiene una voz preciosa, y quizás el


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estar semi-escondida al modo Gorillaz le ayudó para mecernos sin vergüenza e intentar meternos en su volcán. Algunos se han ido animando a levantarse y dejar que la música les balancee pero, a pesar de las insistentes invitaciones de Najwa, los asientos de terciopelo nos llevan a otro trance diferente de la “hipnosis-patada” que ella ideó para hilar su música. Así que (por un momento) nos complació y nos dio a probar Sweet dreams en su boca de liviandad profunda. Al final, ella gana: toda la (poquita) gente de la platea está de pie. “La próxima vez avisamos con más tiempo para que esto se llene, coñ…”. Y es que éramos unos cien los que pedimos el bis con aplausos. Pero las luces se encendieron y Najwa había desaparecido, esta vez completamente. Ella también debió intuir que, allí, algo se perdía. Texto: Laura Luna Rivas Ilustración: José A. Gómez

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Entrevistas

“Antes el tiempo era dinero; ahora el tiempo es arte” Entrevista & Foto: Virginia Rota Si buscas “polifacética” en el DRAE -ahora que permite hacer consultas lematizadas-, probablemente aparezca la foto de Najwa Nimri. Con ascendencia navarro-jordana, tiene cinco discos en solitario y ha actuado en numerosas películas. Ahora está presentando Donde rugen los volcanes en su primera gira por teatros. Estuvimos viéndola o, mejor dicho, oyéndola en su concierto del Teatro Cervantes. Ahora nos responde a algunas preguntas sobre su forma de ser y trabajar. Cuatro veces candidata a los Goya, otras dos veces candidata por la Unión de Actores, otra por los fotogramas de plata…. Un premio Jean Carmet y un Ondas ¿Son importantes los premios, Najwa? Creo que el reconocimiento sí es importante, mientras que los premios no tanto. ¿Qué queda de esa Najwa que no se atrevía, en los comienzos, a subirse al escenario, a abrirse al público? ¿Qué queda de la Najwa que tardó varios años en presentar en directo su primer trabajo y que ahora se sube al Teatro Cervantes frente a 1104 butacas? Pronto comprendí que si no subía al escenario a desarrollar lo que antes había ideado en el estudio mi música no crecería. El número de butacas no es importante, como tampoco lo es el de entradas vendidas, siempre que sepas cuál es tu propuesta hacia el público. En tu trabajo anterior, Till it breaks, hablaste de la muerte; ¿piensas en ello? ¿Qué hay después? ¿Qué crees que nos espera cuando se termine todo esto? No tengo ni idea, no pienso realmente en ello a día de hoy. Creo que me interesa más centrar mi energía en el día a día. Cualquiera que haya leído o visto entrevistas tuyas, nota enseguida tu ironía y tu capacidad asfixiante para desviar las preguntas que no quieres contestar a otro punto en el que sientas más cómoda. ¿Forman parte las entrevistas de esas desventajas que trae consigo el mundo en el que se encuentra el arte? No siempre desvío la atención para sentirme más cómoda. Tiene que ver más bien con un deseo de dirigir la atención a lo verdaderamente importante que, en mi caso, es lo que hago como artista, no como persona. Per Barclay ha inundado un contenedor de plástico con 7.000 litros de aceite de girasol tintado en negro. Ahora mismo su obra ocupa prácticamente la totalidad de la sala central del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. ¿Crees que se ha perdido un poco la esen-

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cia del arte? ¿Crees que todo es arte o que ahora todo pretende ser arte? Buf… Creo que antes el tiempo era dinero, y que ahora el tiempo es arte. Andy Warhol dijo que en el futuro todo el mundo sería famoso durante quince minutos. Tengo la sensación de que se está convirtiendo en verdad y que muchas personas dedican esfuerzos sobrehumanos para aparecer en la caja tonta, mientras tú huyes de ese mundo. ¿Por qué la gente quiere ser famosa? Realmente, no tengo la más remota idea de lo que quiere la gente o lo que deja de querer. Hace tiempo que me despreocupé de ello. A día de hoy, famoso es casi cualquiera… No me interesa demasiado el tema, la verdad. Lo vivo como algo ajeno. Te preguntaría a qué rugen los volcanes, pero los Modernícolas hemos estado en el Teatro Cervantes de Málaga para descubrirlo en directo. ¿Cómo es abandonar los garitos para subirse al escenario de un Teatro? En un teatro, y este va a ser el primero en el que actuemos en lo que llevamos de gira, encuentras los matices musicales que no te da una sala.

CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! Un lugar del mundo para sentirse ajeno al mundo. El desierto del Gobi. La peor película que hayas visto nunca. Alguna de Nicolas Cage. Un defecto de París Hilton. ¡Sólo uno! Su perro. Enamorada de… …ti. El truco para ser feliz. No intentar prolongarlo.


Conciertos

L’avalanche nos invita a esperar junto al mar. Un cuentacuentos en forma de concierto a escasos metros de la orilla del mar. El Muelle Uno acogió el 13 de agosto una nueva noche musical en la Plaza de Las Palmeras. Alexandre Lacaze, único componente de L’Avalanche, llenó el pequeño escenario improvisado que habían montado. Palés de madera eran los asientos para los asistentes, cubiertos de cojines y telas. Su guitarra, que luce en grandes letras el nombre de su hija, Alice, es su única compañía en el escenario. Nos cuenta historias de marineros que reposan en el fondo del mar y enamoradas que los esperan, mirando durante años a través de las cortinas de una ventana que no da buenas noticias. Algunos problemas de sonido solventados rápidamente y dos micrófonos para conseguir efectos diferentes y disfrutar de Fantomes Des Marins, su último disco, inspirado en la pequeña Alice. Disfrutamos de una noche bilingüe, canciones en francés y explicaciones en castellano, algunas antes de empezar, otras intercaladas. Un espectáculo que solo puede experimentarse en vivo. Letras intimistas acompañadas se la dulce y aterciopelada voz de

Lacaze. Aunque no entiendas sus palabras, eras consciente en todo momento que salían del alma, que estaba compartiendo algo muy personal contigo y podías sentir esa conexión. A veces esperanza y a veces dolor. La desesperación del mar inundaba tu interior escuchando sus acordes y te preguntabas si algún día podría pasarte algo así, si serías capaz de esperar mirando al mar. Y así pasó la noche en la que el canto de sirena atrapaba a los viandantes que se acercaban a escuchar y que después no se podían marchar, o eso parecía, porque cada vez éramos más.

Texto: Mireya Harillo Foto: Borja Espressati


Conciertos

Celebrando Woodstock en el Viejo Oeste. Hippies woodstocknianos, con su naturismo y sus marchas a favor de la libertad, la paz y el amor. Y sus psicotrópicos. Y por ende, los años setenta, con esas tipografías regordetas y coloridas que siempre están de buen humor, con sus chicas de erotismo risueño y sencillo. Y ahora, el Viejo Oeste, con sus indios muertos, sus duelos de honor, sus ranchos. Esa es la imaginería que resume la música de los Corizonas, como quedo patente en las geniales proyecciones que acompañaban su directo. Una auténtica y precisa delicia de rubias desnudas y psicodelia que también se ocupaba de los “políticos ladrones y mentirosos: ¡a tomar por culo!” Quien pronunciaba el grito de guerra era Javier Vielba, vocalista de Arizona Baby y ahora de Corizonas, predicador de su ceremonia de country-folk-rock en el Cervantes. Y no sólo adivinamos su condición por su atuendo, también fueron sus brazos en alto que no hacía más que invocar a los dioses, sus arengas al público (“¿Creéis en algo? ¡Hay que creer en algo!”) y su gospel tejano: “I’m gonna run to the river and wash my sins, run to the river and pray…”

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Además de Run to the river sonaron también todas (bueno, quizá se dejaron alguna) las canciones de The News Today y sí, todas-todas del nuevo siete pulgadas I wanna believe en un show que duró dos horas exactas y que llenó las tres cuartas partes del patio de butacas. En ellas se sentaban hombres en su mayoría, que llegaron por goteo por esa costumbre de que los conciertos siempre empiezan tarde (¡pero no en el Cervantes, amigos!), y que mantuvieron la temperatura fan más bien templada hasta la canción antes del bis. Porque con la divertidísima Piangi con me y la rítmica Run to the woods los ánimos se desataron y los culos se levantaron, como merecían la fuerza de su estribillo y esa trompeta triunfante sin la cual Corizonas perdería gran parte de su encanto. Después de un jaleo también templado para el bis, y una vez que las impresionantes melenas de anuncio de los Arizona volvieron a escena (capilarmente hablando, sólo el carismático Fernando Pardo de Los Coronas puede hacerles frente), se inició la carrera hasta el final que prometía ser trepidante pero que se quedó en “sostenida”. Únicamente con la emblemática Shiralee, de Arizona Baby, volvieron los asistentes a animarse.


Es inevitable pensar que faltaba la cerveza y sobraban los asientos para el delirio generalizado. Pero que nadie se engañe: allí estábamos disfrutando. Aquello era buena música, muy buena música “tradicional” y con empaque, con intérpretes que, además de la técnica, tenían la actitud. Corizonas defiende un proyecto imaginativo y divertido a la vez que serio mientras que ellos, con su característico humor vallisoletano, se toman muy poco en serio a sí mismos y se permiten bailotear y disfrutar sobre el escenario como si fueran niños en un cumpleaños. E incluso a llevar a su terreno el heavy de Black Sabbath -a la vez que las proyecciones muestran un concurso de baile afroamericano setentero- y salir victoriosos. ¿Alguien da más?

Texto: Marta Sader Foto: Borja Espresati

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Conciertos

El carrusel minimalista de Michael Nyman.

En los primeros 15 minutos del concierto de Michael Nyman me parecía estar asistiendo a una clase de solfeo de un adolescente. Sí, claro, podría deberse a la poca cultura que acarreo en cuestión de conciertos de piano, pero ¿es eso cierto? No, claro que no: Chopin es un clásico en mi tocadisco y mi compositor predilecto. No voy a decir que soy una crítica avezada, pero tampoco me pilla demasiado fresca. Las notas sonaban estridentes, caían como gotas de una tímida lluvia discordante, demasiado espaciadas unas de otras. Tristes. Me hizo pensar que era como presenciar la vuelta a casa de un viejo pianista que, demasiado borracho, se sienta frente al piano y lamenta una soledad profunda como un precipicio, y la coordinación apenas le deja presionar una o dos teclas a la vez, mientras la oscuridad se cierne a su alrededor. En efecto, en la oscuridad del escenario sólo está iluminado el piano y, como estoy en el gallinero, también veo iluminada la calva de Nyman, lo que lo hace parecer un viejo desvalido, encorvado, doblado sobre un dolor que cae pesadamente sobre las teclas, que estira las notas, que no las deja ir para luego regodearse en los silencios.

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Se enciende el proyector; el título del primero de los cortos que él mismo ha rodado, a los que llama Cine opera, reza Caminar lento, en inglés. Nyman sigue tocando. Se suceden imágenes que bien podría haber tomado yo misma con mi cámara casera, con idéntica resolución y pulso tembloroso, de personas mayores caminando que hacen un titánico esfuerzo por dar cada uno de sus pasos. En parques, en escaleras, a la entrada de un mercado, en la acera, viejitos enclenques avanzando. El piano de Nyman no deja de gotear tristeza y cierta nostálgica dignidad. Termina un corto, le sucede una pieza de piano y comienza otro corto. La temática de las imágenes es similar en casi todos los vídeos. Detalles cotidianos que se transforman en simbólicos representantes de la mirada del compositor, que pasa del sutil detalle, por efecto de la repetición, a la grandilocuencia de una idea, de una sensación o de una emoción. Sucede así en el titulado Amor tren, donde vemos dos enormes piezas de hierro, parecidas a dos clavos inmensos y contrapuestos, en lo que claramente es el enganche de dos vagones de tren.


El tren está en marcha y la tierra se desliza incesante mientras estas dos enormes piezas de hierro, o mejor dicho, sus cabezas, parecen vivir una especie de romance dócil y grácil, en el que apenas sí llegan a rozarse. Se acercan, se alejan, se balancean dulcemente, a un ritmo distinto que el furioso de la tierra. El piano envuelve la escena con una música abisal, desgarradora y épica, que me hace sentir el impulsos amorosos de esas dos cosas de hierro. Efectivamente, la música de Nyman parece poder estrujar las imágenes y hacerlas gotear música, emoción. Cuando interpreta The promise, una de sus composiciones más célebres, el ritmo del concierto cambia y ya no veo a Nyman; el piano se acrecienta en una torrencial marea sonora, y apenas pienso en las imágenes. Mis sentidos quedan presos de las marea cíclica de pulsos constantes, de la armonía consonante que sujeta el estómago y me hace girar sobre los sentidos, hipnotizándome. La base del minimalismo se explaya y martilla, con la repetición incesante de frases y figuras musicales, las imágenes. El ambiente se preña de una enfermizo ir y venir, de un mareo por momentos digno de

feria, mientras somos imbuidos por el influjo del inglés. Un compositor sólo apto para no cardíacos, que abría así el Festival Terral 2012. Con el teatro Cervantes repleto y al completo aplaudiendo sin parar y tras varios bises, Nyman, levantando y oscilando su dedo índice como cuando un goleador marca un gol -gesto que repitió en cada aplauso que recibió de pie- nos deja satisfecho, con el febril vahído de haber asistido a una noria vídeo-musical.

Texto: Laura Luna Rivas Foto: Borja Espresati

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Modernicolismo Ilustrado

“En casa del ilustrador... ¡gato!” Entrevista: Marta Sader “Revenío”, “mandao, “puercarrona”. María Corredera quizá no lo sabe, pero suena más malagueña que la feria. A lo mejor por eso le ha dado por llenarnos la portada de simpático muñequitos de agosto, omitiendo, no obstante, ciertos comportamientos más bien escabrosos de aquellos que habitan las calles durante esa semana. Pero ha fundado una editorial infantil llamada Loving Books -cuyo primer libro, Oh Málaga, está arrasando en la ciudad-, así que no esperábamos nada que no estuviera a la altura de la clase, el cariño y el entusiasmo con la que María cocina sus particulares galletas danesas -en forma de ilustración- en www.galletasdanesas.blogspot.com. Tu portada ilustra lo que para ti es la Feria de Málaga: gafapastas con trajes de gitana, ratas saliendo por las alcantarillas, muchas sonrisas, chicos descargándose en la calle y ¡alcohol! La idea original era hacer un retrato realista de una flamenca moderna (más o menos), una suerte de cartel de la feria retro con gafas de pasta, piercings y gin tonics, pero me fui de viaje, me lié y al final decidí no marear a los colaboradores (fotógrafa, modelo, vestuario, etc) Así que le di vueltas a la idea, convirtiéndola en esta amable visión de la feria en un formato Minecraftesco. Me divierte meter personajitos porque puedo incluir a amigos míos...De todos modos, algún día haré el cartel primigenio, se lo he prometido a la modelo, aunque yo no soy muy ferianta, la verdad. En mi adolescencia lo di todo, y no sé si es que la feria está empeorando o yo me estoy aviejunando, pero ahora la veo muy puercarrona, y ni hablemos de los temazos del verano, que también tienen un mandao. Además de ilustrar también has fundado la editorial Loving Books junto a Alejandro Villén. ¿Qué prefieres, ilustrar o editar? Me gusta más ilustrar, soy de poca iniciativa y prefiero que me digan lo que tengo que hacer y comérmelo yo sola que tomar toda la responsabilidad de un proyecto y estar pendiente de mil cosas. No sé qué es más difícil, supongo que depende de las capacidades de cada uno; hay a quien se le da muy bien dirigir un equipo y puede sacar muy buenos productos, pero ese no es mi fuerte y prefiero ser una pieza del Lego. Decíais en una charla Alejandro y tú que es bastante difícil acceder, como autores, a una buena editorial, y que los porcentajes que éstos reciben son irrisorios. ¿Qué crees que se podría mejorar en ese ámbito? La verdad es que ahora que conozco parte de los intrín-

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gulis editoriales (cada día aprendo cosas nuevas a la par que sorprendentes) me he dado cuenta de cómo se reparte el dinero en el negocio. Lamentablemente, el equipo creativo, el que forman el autor e ilustrador, se lleva el porcentaje más bajo, mientras que otros eslabones de la cadena, como la distribución, se llevan mucho más. Sin distribución no hay negocio, pero sin contenido tampoco. Has trabajado en Edge Entertainment dibujando tarjetas de juegos. ¿Cómo fue la experiencia? Estuve trabajando en un juego de cartas, Toledo 1085, de J.J. Domínguez-Cruz. Fue una experiencia genial porque la compartí con dos amigos, Antonio Bravo y Esther Sanz (buenísimos ilustradores y mejores personas), ¡no se puede estar mejor! También fue mi primer trabajo

profesional (o como decimos los ilustradores en petit comité, cobrando), con sus directores de arte, sus pruebas de imprenta, sus reuniones tomando cervecillas, sus contratos en idiomas extranjeros… Además, la estética de las ilustraciones era en plan románico, ¡un caramelito! Para guinda, el juego ha sido un éxito, lo han traducido al alemán, y es realmente entretenido. Muy recomendable. Y a ti ¿te gustan los juegos de mesas con cartas? Yo hasta hace poco no pasaba de la pocha o la escoba (sin menospreciar), pero de un tiempo a esta parte he tomado contacto con los juegos de rol, tablero y cartas y la verdad es que algunos son muy divertidos. En otros países están mucho más extendidos entre la población “normal”, no sólo entre los frikis, y aquí están empezando a popularizarse. De los pocos que conozco hay algunos que me gustan especialmente, como Munchkin, Catán, Smallworld, El misterio de la abadía o el Arkham Horror. CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! Te hiciste ilustradora porque... Va a sonar muy revenío, pero de pequeña me encantaban los libros ilustrados y quería transmitir las mismas sensaciones a otros niños en el futuro. El sueño de tu vida es ilustrar... El libreto de [la opereta argentina] Lo que me costó el amor de Laura, por ejemplo. Lo más raro que has dibujado nunca: Un zorro vestido de El Zorro con las patas escayoladas. Un Bobesponja jugando al fútbol con patines. Un atún tuno (¡humor!) Un dibujo que debería hacerse realidad: Esta pregunta me da un poco de miedo... Imagino personajes de fantasía o colores antinaturales campando a sus anchas por nuestro espectro electromagnético. Es lovecraftiano, admítelo. En casa del ilustrador... ¡Gato!


Exposiciones

Cultura comiquera en estado puro. La fuerza me acompaña. Y esta vez no es por mi trigésimo noveno intento de convertirme en Jedi concentrándome para mover la taza de turno, sino que detrás de mí un asistente con careta de Darth Vader mira atento camisetas oficiales de animes. Lo siento por él, no es el traje más currado del Animacómic, el primer salón y festival que rinde homenaje al cómic, la animación y al manga en la calurosa Málaga. La Fortaleza de la Soledad elegida para tal evento era el Palacio de Ferias y Congresos, que dedicaba su pabellón y salas de conferencias a los numerosos asistentes. Tales lugares contaban con la afluencia de públicos muy distintos, lo cual supone tanto un acierto como una desventaja para la organización. Lo positivo era contar con charlas tan interesantes como la Vida y pesadumbre del dibujante de José Luis Munuera o Guión en el cómic de Álex Ogalla, lo cual conferían al salón un ámbito más cultural que el de la mayoría de los festivales dedicados al cómic. Sin embargo, al entrar en el segundo pabellón, dedicado a la zona de expositores, encontramos falta de venta de cómics –e incluso de mangas- en pro de merchandising.

George Lucas ya lo vio hace años, el merchandising es una fuente prodigiosa de dinero para toda productora/editorial/distribuidora de camisetas freak que se precie, ergo son éstos los expositores que rodean el escenario -que contó con conciertos como con concursos de adivinar la frikada o el tradicional karaoke- y los espacios de videojuegos -dónde un invicto jugador de Marvel vs. Capcom estuvo a punto de batir algún que otro récord-. Queda algo de espacio para el dibujo, la creación y la exposición de obras, como las interesantes Save & destroy o las ilustraciones de Raúl Guerra. Animacómic hace, pues, una aportación más que interesante al mundo de los festivales de cómics y mangas españoles, con miras a ser una pequeña Comic Con en el panorama de las artes gráficas nacionales. Reunió a asistentes de toda España, y tal hazaña, siendo además la primera edición, merece más que un simple reconocimiento. Texto: Várvara Vedia Ilustración: Efe Suárez

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Conciertos

Go Anni Go! Go go! Parece que Anni B. Sweet saliera por primera vez al escenario cada noche, no se mueve a más de dos pasos del micrófono y tampoco lo usa mucho, excepto para cantar -que en su caso no es poco-. No hace aspavientos. Sólo permanece ahí, con el mástil de su acústica apuntando al cielo, algunos acordes y… ¿la verdad? Las canciones tan personales tienen esa ventaja, no pretenden convencerte de nada: lo sientes o lo dejas. Aparece sola como en su anterior concierto en Málaga. Locked in verses suena a inicio suave, nos está preparando para despegar. La banda entra mientras ella toca y se van introduciendo en Gone if I close my eyes, como lo hace un líquido ocupando cualquier recipiente, desplazan cada molécula de aire de forma natural. Me encantan las salas, pero un concierto en el Teatro Cervantes es otro rollo -que se paga en la entrada-. El subidón llega con Getting older. Los graves se transmiten por la madera hasta nuestros estómagos y las piruetas vocales de la malagueña nos dejan boquiabiertos. Se suceden los temas de un setlist formado principalmente por canciones de su nuevo disco Oh, Monsters!, aunque también hay espacio para algunas de su primer disco: el, como

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dijo ella, breve “momento alegre” de A sarcastic hello, y Motorway. La tímida Anni B. Sweet explica algunas composiciones: “Esta comienza hablando de un paisaje y termina hablando de una persona”, se refiere a la oscura Catastrophe of love. Cuando llega Remember today prefiere no pronunciarse, dice que lo cuenta mal, aunque al final se arranca y nos explica que es una canción que hizo a otra canción que soñó, pero que al despertarse no recordaba. No nos engañemos, aunque no hable mucho, le da vueltas al coco. El segundo momento happy de la noche llega con Ridiculous games 2060, ¿habrá cobrado Sir Paul McCartney derechos por esta canción? El sonido de la banda exquisito, Jesús Montes y Juan Diego Gonsálves en la sección rítmica; los pianos, sintes y programaciones de Moisés Gómez; ¡y qué vamos a decir de Manuel Cabezalí de Havalina!, uno de los guitarristas con más personalidad y expresividad del Estado. El final del concierto se acerca y Monsters irrumpe arrollando todo con su final de peli de Tarantino -¡mención especial para el trompetista!-. Tras la huida de rigor, Anni vuelve


y remata la velada con un combo infalible: canción vieja, nueva, versión y rareza. Tras Oh I Oh Oh I y Someone else, se queda sólo con Cabezalí para hacer la imprescindible y predecible Take on me. Ninguna como Shiny days para despejar cualquier duda sobre su versatilidad vocal y, de paso, despedirse de su ciudad. Antes de terminar queremos aclarar que cuando anunciamos el concierto dijimos que Pájaro Jack serían los encargados de caldear al público de Anni. Estaba publicado en las cuentas de Facebook de ambos grupos y lo dimos por cierto. Por desgracia el folk-pop de los granadinos no estuvo presente, aunque la songwriter malagueña se sobró para encandilarnos en el Terral 2012. Composiciones elaboradas y un sonido de banda brutal: olvídate de los cantautores con orquesta sinfónica detrás, las nuevas generaciones vienen pisando fuerte.

Texto & Foto: Miguel Ángel García

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Entrevistas

“Estoy trabajando en temas en castellano” Entrevista: Miguel A. García Hay músicos que juegan al despiste y a tratar de reinventarse contínuamente. Ani B Sweet no es una de ellos. Desde su nombre, todo te da pistas de lo que vas a escuchar: canciones dulces, letras en inglés y mucha elegancia. Ella sabe cuales son sus puntos fueres y los explota con mucha cabeza. Tras cerrar el Festival de Cine de Málaga con su guitarra acústica, Anni B. Sweet vuelve más eléctrica y acompañada que nunca. La songwriter malagueña nos contesta a unas preguntas sobre su pasado, presente y futuro. De proyecto de arquitecto a constructora de canciones. ¿Echas algo en falta de lo que podría haber sido tu otra carrera profesional? Creo que no, tampoco pienso mucho en ello. La arquitectura te quita mucho tiempo al igual que la música, pero no hay punto de comparación, me siento mucho mejor con la música. Quizás lo que más eche de menos es el dibujo. ¿Prefieres los conciertos acústicos, como el del Festival de Cine de Málaga o estar arropada por la banda? Me gustan ambos, son muy diferentes. Cuando estoy sola, en acústico, puedo permitirme el improvisar y dejarme llevar por ese momento. Pero cuando estoy con la banda es genial sentir como todos esos instrumentos te envuelven y no sólo lo compartes con el público, sino también con los músicos que están contigo en el escenario, que en mi caso son personas muy especiales para mí. No podría elegir. En los conciertos con la banda hay determinadas canciones que las interpreto yo sola con la guitarra. ¿Cuál fue el primer grupo que te llegó hasta el punto de decir “Yo quiero hacer esto”? ABS: Pink Floyd, Bob Dylan, Nick Drake y Elliott Smith fueron quienes más me marcaron. ¿Cuándo vuelve a los escenarios de provincias La Orquesta Poligonera? Y entre nosotros, ¿quién es el más gamberro en el backstage? (risas) No sé cuando volverá La orquesta Poligonera. Yo lo echo de menos, fue muy divertido. El más gamberro es… ¡todos! ¿Estás trabajando ya en nuevas canciones o es demasiado pronto? ¿Qué dirección crees que tomará lo nuevo de Anni B Sweet? Estoy trabajando en temas en castellano. Aún no sé cómo será el tercer álbum, ¡la vida da muchas vueltas! Quizás vuelva al formato acústico… es pronto para saberlo.

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¿Tienes alguna manía antes de subir a un escenario? ¿Y al bajarte? No lo considero manía, pero me gusta que estemos un rato antes en el lugar en el que tocamos todos juntos, mis amigos de la banda y yo; y al bajar, igual. Me tranquiliza mucho. Que te produzca Guillermo Galván de Vetusta Morla y tener a Manuel Cabezalí de Havalina en tu banda debe de ser un lujo. ¿Qué puedes contarnos de ellos? Que son bellísimas personas y, además, tienen mucho talento. Aprendo mucho de ellos.

CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! ¿Bocata de calamares o campero completo? Campero completo Una gran película para un domingo mediocre Moon, de Duncan Jones La gallina cruzó la carretera porque… ¿…Quería viajar y ver algo nuevo? Lo más raro que has visto en Japón Arañas del tamaño de mi mano en un columpio La peor canción de tu songwiter favorito ¡Mi songwriter favorito no tiene malas canciones!.


Conciertos

La noche que dialogamos con Lula Pena.

El dúo musical que conforman la cantautora portuguesa Lula Pena y el multiinstrumentista Mû es, sin duda, lo más cerca que uno puede estar de la belleza. Incursa oscuridad, que tiñe las butacas permitiendo atisbar gestos de las personas del público que tengo delante. Hay un hombre prácticamente acostado en su asiento, con los ojos cerrados y los dedos de la mano derecha haciendo golpecitos sobre su rodilla al son de la voz de Lula. También la mujer que está sentada a mi derecha hace movimientos con sus manos al son del fado. Varios son los que balancean el cuello como anestesiados por la energía densa que se escapa del escenario e incluso veo una lágrima que se evade de entre los ojos de una mujer que seca rápido con el dorso de su mano. Ya lo dijo Carminho: “El fado es un diálogo entre almas”. Tras cada aplauso las luces se ponen en pie y rompen -quizá afortunadamente- con esa burbuja mágica en la que nos encontrábamos sumergidos. Luego se apagan, y Lula vuelve al baile de su peculiar voz. Mû nos deleita con los sonidos que producen instrumentos como el simbi, el tonkorongh o el agua que él mismo revuelve con sus manos;

atreviéndose finalmente con su voz, que se asemeja a un llanto hueco y desolado. “Resulta que estamos fascinados con Málaga, quiero llevármelo todo a mi casa, pero como no puedo tendré que volver más -dice Mû en un perfecto castellano una vez terminado el concierto-. Es un gran honor poder hacer música con esta señora de talento sobrenatural”. Algo que, sin duda alguna, corroboramos durante aproximadamente tres minutos con nuestros aplausos y silbidos. Lula no habla, se calza las sandalias y se mantiene a cierta distancia del proscenio, moviendo su muñeca en círculos como ya había hecho repetidas veces durante el concierto. Entonces el fantástico multiinstrumentista nos cuenta que Lula Pena sufre una tendinitis, y que por ello no puede quedarse toda la noche tocando. Es entonces cuando todo el público se alza en pie y comienza a aplaudir a la que, de aquí a poco, será una de las grandes leyendas del Fado Portugués. Texto: Virginia Rota Foto: Borja Espresati

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FAT 39


Conciertos

What the fat? Just rap! Frente a las puertas del Centro Cívico se agolpan jóvenes fans esperando en las adversas codiciones que ofrece Málaga en agosto. A mi lado hay un chico que comenta a sus amigos: “La primera canción que escuché de rap era del Zatu”. La espera llega a su fin, las puertas se abren, y aunque al chico que estaba junto a mi le quede un rato para ver al MC de SFDK, los malagueños Skilleaders ya están en el escenario inaugurando la tarde-noche de conciertos. Nos presentan temas propios como Quitando el polvo o Give me rock! y se despiden con toda una declaración de intenciones: “Siempre de pie hasta la hora de irme”. Por suerte la hora de irnos aún no ha llegado. Toma el relevo Murianafobia, un MC malagueño que nos presenta su trabajo Egotrip acompañado por El Mono. Se meten al público en el bolsillo con El color del odio 2 y Nunca falla, canciones donde lo que no falla son las menciones a su barrio, Carranque. Tras un pequeño descanso, hace su aparición el nerjeño Shabu One Shant con su peculiar ereggae que hace aumentar el número de féminas entre la audiencia. Comienza su intervención con el tema Como un bandolero de su primer disco, al que siguen canciones

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de otros trabajos como Mama África. Shabu llama al escenario a su colega Juho para interpretar Hot sun y a ritmo de “Éste sol y esta flama hacen que te tires a fumar marihuana” algunos agitan cigarros sospechosos. Así se despide Shabu, de momento. Son casi las nueve cuando recibimos a Little Pepe con camiseta del Málaga CF incluida. Se presenta al ritmo de Biribay . Hay problemas de sonido que apenas sufrimos, ya que el malagueño no necesita música para contentar a sus fans, y se marca varias rimas sin acompañamiento alguno. Continúa con Sigue tu vida del álbum De Málaga hacia el mundo, “Dedicada a todos los que perdieron un amor” dice el singjay. De su repertorio destaca Al que lleve la cuenta -dedicado con cariño a nuestros políticos a grito de “Rajoy hijo de puta”- Ven a mí y Me miran raro. Antes de abandonar el escenario, interpreta Nada cambia junto a sus dos compañeros de Pinnacle Rockers, Ijah y Shabu. Ya ha anochecido y es el turno de Elphomega. El MC con gafas de pasta y camisa de cuadros irrumpe en el escenario entre la humareda mientras todos corean “¡Elpho!, ¡Elpho!” Suenan las primeras notas de Sacrificio, uno de sus temas más conocidos y una


crítica al materialismo; le siguen Azul místico y La gran ola de calor junto a Shabu. Entre el público muchos piden que cante Sol de sábado, lluvia de domingo y cuando lo rapea se vuelven locos. Después de repasar su trayectoria musical llega el final con una nueva colaboración de Shabu. Suena Stardust y muchos gritan “¡Temazo!”. El público se apiña alrededor del escenario sin intención de despegarse de él. “¿Queréis oír a Hablando en Plata? ¿Tenéis ganas de Rayka, Narko y Capaz? ¿Queréis oír al puto Sicario?” resuena por los bafles y la respuesta es evidente. Salen al escenario Hablando en Plata Squad con una fuerza arrolladora interpretando Te voy a hundir de su doble LP Libertad/Hambre. Rayka se sube en los altavoces laterales para estar más cerca de sus seguidores y se produce la histeria colectiva. Llega el momento de recordar un clásico y Capaz nos pide que nos pongamos en cuclillas: “Es un ritual”. Comienza Reyes del horrorcore y la valla que separa la primera fila del escenario está a punto de caer. Continúan con Justicia ciega. “¡Ahora vais a cantar este puto tema conmigo!” dice Capaz, aunque no hace falta porque todo el mundo está entregado. Está claro que los que hace una dé-

cada nos prometieron jodernos lo piensan seguir cumpliendo por mucho tiempo. El FAT está a punto de llegar a su fin, pero antes queda el postre. SFDK suben al escenario dispuestos a darlo todo, “Estamos hasta la polla de cantar las mismas canciones de siempre” afirman antes de interpretar Ellos van a ver, extraída de su disco Lista de invitados. Zatu no cree que podamos aguantar su ritmo, pero tras casi seis horas seguimos a tope y podríamos estar muchas más. Siguen con la pegadiza Pruébalo, muchos se cuelan en el foso y si pudieran, subirían al escenario con ellos. Suenan más temazos como El liricista en el tejado de 2001, Odisea en el lodo o la historia del pequeño héroe de barrio de pacotilla, El niño güey. El clímax llega de la mano de otro personaje de barrio, y Dónde está Wifly es coreada por todos los presentes. “What the FAT?”. Tras casi siete horas de puro rap ésta es la frase que viene a nuestra mente. El Festival de Arte y Tendencia se despide. Como diría Rayka, “¡Málaga manda!” Texto: Ainara Ruiz Fotos: Bea García

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Conciertos

La universidad del hip-hop.

Al final va a resultar que SFDK, cabezas de cartel del FAT Festival, tienen algo de pitonisos. Hace algunos años escribieron: “Hay un nuevo curso gratuito vigente en la Diputación. Echa tu solicitud, se llama bailes de salón”. No os asustéis, “bailes de salón” no era más que una metáfora para referirse al arte de rapear. En cualquier caso, parece que Diputación debió de tomar nota y programó varios talleres de iniciación a cómo pintar, rimar, scratchear, crear bases y bailar al estilo hip-hop. Graffiti Juan Antonio HR, más conocido como Sustorm, es filósofo de formación, aunque ha sido su devoción por el graffiti lo que le ha llevado por instituciones de todo tipo compartiendo sus conocimientos. En una primera hora muy teórica, Sustorm hace un recorrido por lo que él llama la “historia oficial” de esta forma de expresión tan denostada: desde los trenes de la costa este de Estados Unidos hasta los muros de Europa. Para los dedos inquietos, el mejor momento llega justo después, cuando salen al jardín del Centro Cívico para plasmar sus ideas en las pare… ¡Oh, wait! Parece que la crisis del ladrillo ha sido ingeniosamente solventada con unos plásticos enormes. Ahora sí,

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botes y boquillas para todos. Rima y expresión Elphomega nos desvela los entresijos de su universo. Con un portátil y mucha calma, el malagueño explica su forma de componer, los tipos de letras de rap (descriptivas, narrativas, anímicas, de ficción...) y las formas de inspirarse. Parece una clase de literatura, si no fuera porque ninguno de los cincuenta asistentes pasa notitas al de al lado. Elphomega repite a sus alumnos-exprés que deben evitar caer en lo obvio, en el egotrip por el egotrip. Para él es mejor dejar respirar a la música y buscar sus punch lines, para que sea otro, y no él, quien diga: “Elpho es el mejor”. Los aprendices resuelven sus dudas sobre como rematar los textos, aunque siempre hay tiempo para alguna pregunta sobre cómo es rapear junto a Violadores del Verso. Turntablism La primera jornada llega a su fin con otro de los cuatro elementos del hip-hop: el DJing o turntablism, lo que conocemos como “hacer scratches”. Y es otro malagueño de excepción quien lo imparte, el Sr. Narko de Hablando en Plata, que también produce y acompaña en directo a Elphomega. Comienza mostrándonos algunos


de sus vinilos y pinchándonos el audio del primer scratch documentado, allá por los años cincuenta, que nada tiene que ver con los de hoy. A continuación, nos enseña a manejar los platos como nos enseñan a caminar: primero gateamos con el “baby scratch” —mover el disco hacia delante y hacia atrás— y, poco a poco, nos demuestra cómo hacer combinaciones más complicadas de faders y ritmos. No hay medios ni tiempo para una parte práctica. Producción musical C. Tangana y Judah explican sus trucos a la hora de producir temazos. De Madrid y Galicia respectivamente, nos cuentan como llegan, desde la nada, a crear una buena base. Bueno, desde la nada no, casi siempre comienzan por conseguir un buen sample, y mejor si no tiene demasiados elementos para poder modelarlo a gusto. A partir de aquí todo es coser, cantar, añadir percusiones, unos cuantos sintetizadores y muchas cosas bonitas. Los asistentes preguntan qué programas usar, los problemas legales que pueden tener con los samples o cómo conseguir el sonido “de disco”, pero en una hora no da tiempo a todo.

B-Boying David Ventosa es el encargado de impartir el taller final, dedicado al baile. Es el más interactivo de todos: Nada más comenzar, David pone a todos en círculo y los hace presentarse y contar su experiencia con el b-boying. El grupo es heterogéneo, gente que lleva años practicando y otros que no han hecho un paso de baile ni en la discoteca del pueblo. Por suerte, el salmantino tiene tablas, ha representado a España en las principales competiciones internacionales de b-boying y ha trabajado con el Cirque du Soleil, por nombrar un par de datos de su currículum. Tras un calentamiento hace dos grupos según la experiencia y comienza a explicar movimientos que, a ojos de este ajeno a la materia, parecen ejecutados por el mismísimo Flash. Esto es lo que ofreció el el “master en hip-hop”, con una media de treinta asistentes por taller. Quizá peca de lo que pecan la mayoría de enseñanzas superiores: de ser demasiado teórico. Pero ojalá cunda el ejemplo. Que el hip-hop sea contigo. Texto: Miguel A. Otalora Fotos: Miguel A. Otalora

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Exposiciones

Entre la publicidad y el arte.

El cartel como mero documento que informa sobre un acontecimiento o un producto sin más no cabe en esta crónica. Aquí se trata de entender que la publicidad de finales del siglo XIX fue el comienzo de la expresión artística que hoy conocemos, del arte contemporáneo desde las primeras vanguardias hasta el concepto más puro y, sobre todo, una de las mejores escuelas de grafismo, pintura y composición hacia la que mirar para aprender de los grandes maestros. Si cierro los ojos y trato de recordar lo que vi en el Museo Picasso paseando entre carteles enormes y tantísimos colores y conceptos, lo primero que se me viene a la mente es un nombre: Toulouse-Lautrec. El cabaret de París, el Moulin Rouge de finales del siglo XIX y toda aquella magia que vemos en las películas representadas en litografías realizadas por lo que hoy clasificaríamos como un “diseñador mal pagado”. Espectáculos, propaganda, exposiciones, teatros, viajes, maquinaria, publicidad, moda… un sinfín de motivos por los que llevar a un artista ante un folio en blanco para plasmar ideas de manera fácil y atractiva. Autores como Ramón Casas, Cassandre, Rodchenko,

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Bayer o Baumberger consiguieron, con esas ideas convertidas en realidad en forma de litografía, comunicar un mensaje concreto y, al tiempo, hacer historia con su arte. Lo hicieron a través de juegos cromáticos, tipografías realizadas a mano, llamativas composiciones, pastillas de texto rompedoras y, especialmente, una ilustración pura capaz de llegar al espectador y hacerlo partícipe de lo que ve y de lo que vive en las calles. Se trata, como dice Fernand Léger, de un “arte del escaparate”, de las artes gráficas al servicio del público y, lo que es más, las vanguardias y todos los movimientos artísticos que se sucedían uno tras otro, al alcance de todos, a los pies de la sociedad. Hoy, vivimos en el todo vale y el criterio que permite a los artistas hacer las cosas bien parece no tener demasiada importancia. Porque miras atrás y te das cuenta de que no hemos avanzado tanto como creemos… y te colocas ante una obra de Lautrec y, simplemente, te das cuenta de que no sobra ni falta nada en lo que, a simple vista, parece un cartel sin mucho más que aportar y, sin embargo, se trata de uno de las mayores obras que pueden presumir de ser publicidad artística.

Texto: Martha R. Barilari Ilustración: Xero Fernández

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Conciertos

¿Quién no estuvo en Maceo Pa

¿Quién no estuvo en Maceo Parker? Porque allí estaban las niñas, los niños, el joven, el anciano y los extranjeros a tutiplén; allí había 1170 personas que no dejaron ni media entrada libre. De hecho, cual concierto de una superstar, algún fan se colocó en la puerta del Cervantes con el cartel de “I buy tickets”. Sold out para la banda de funky más mítica. Con tanta humanidad, no hicieron falta ni cinco minutos para que la gente se levantara por los pasillos a bailar. Todos los músicos vestían de chaqueta cual clásicos jazzmens, y todos eran instrumentistas geniales. Lee Hogans al trombón y Marcus Parker -sobrino de Maceo- a la batería van a seguir, probablemente, los pasos del maestro: él fue durante años saxofonista en la formación de James Brown hasta que comenzó su andadura en solitario en los noventa. Y mientras los genios le pululan alrededor, Maceo canta, da una clase magistral sobre la diferencia entre el jazz y el funky, se marca una coreografía cuasi mímica, dirige a sus músicos con constantes movimientos de manos y sopla, sopla el cuerno. Hasta se atreve

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con la flauta travesera. Esto es un espectáculo de los grandes, una fiesta dirigida por el sumo sacerdote incansable que no deja de lanzar citas de amor góspel: “Thank you for all those who likes music, life… funky music!” entre ritmos ora souls, ora caribeños. Porque Maceo habla muchísimo y el público le responde con aplausos y frases de amor. Esta Big Band va revelando sus sorpresas sin perder la vuelta. Una de las voces femeninas más potentes que se hayan podido escuchar por estos lares, Martha High, pregunta en un elegante estilo afro-americano “Are there ladies in da house?”, pero su voz ya se basta y se sobra para llenar todos los entresijos. El otro corista, Corey Parker, llega al centro bailando y trae ritmos hip-hoperos y un movimiento fresco. Ya están todos de pie, por los palcos y el patio de butacas, en el escenario coordinan sus pasos a derecha e izquierda, una joven con sombrero baila dándolo todo como el viejo que a su lado no deja de mover el culo. Este es el momento en el que Maceo comienza a predicar su particular binomio funky-amor: “I see love over there, and there! and there!” mientras señala con su dedo a cada parte del teatro.


arker?

Casi dos horas de concierto, todos los componentes presentados, aplaudidos y hasta coreados, todo los asistentes en pie ovacionando a Maceo, se despiden y encienden todas las luces. La gente pide el bis, lo exige, casi diez minutos de reloj cansándose en el reclamo, algunos ya comienzan a irse, el público grita “oé, oé, oé” con más ganas de fiesta. La van a tener. Si alguien sospechaba que nos agotaríamos aplaudiendo, Maceo debió pensar: “Se van a agotar… ¡pero de funky!”. Así que el tipo sale con gafas oscuras homenajeando a su admirado Mr. Ray Charles y nos ofrece un par de temas tranquilos. Puro espejismo. A partir de ahí la energía remonta, la banda sale al completo, ya todos cogen el micro y hacen sus pinitos al cante y nos ofrecen… ¡la segunda mitad del concierto! ¡Un bis magnificado! ¡Una megacanción monofrásica de hora y media con “We love you!”! The Maceo Parker Band, pues, o cómo montar una inmensa sala de baile en un teatro que otros no han conseguido levantar ni con sonidos más discotequeros. El Terral, aún encerrado, sigue trayendo aires de alegre inmensidad.

Texto: Laura Luna Rivas Foto: Virginia Rota

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Teatro

Al borde de un ataque de nervios. ¿Qué le pasa a esta mujer? ¿Está loca? ¿Se ha tomado una anfeta? ¡Ah no, calla! Es que su hijito ha hecho la primera caquita… ¡y hay que celebrarlo! Pero bueno, ¿ahora por qué llora? ¡Esta chica está fatal! Menos mal que siempre podemos echarle la culpa a las hormonas para justificar nuestras neurosis cotidianas. Eso, y que estábamos viendo un monólogo de Asun Ayllón. Aunque, seamos sinceras, ¿quién de nosotras no se vuelve histérica, de vez en cuando, por una tontería? Esta canija malagueña gana kilos encima de un escenario, delante de una cámara o en una azotea si se tercia. En un espacio tan reducido como la terraza de una casa particular, y con apenas treinta personas –con lo que tiene que intimidar actuar así, tan cerquita– esta chica nos ganó a todos, con un monólogo ágil, fresco y muy divertido. Asun habla con todo su cuerpo y retuerce el gesto de una forma tan expresiva que parece una chica de Maitena que se hubiera tirado a las calles a pegar chillíos, como la Martirio. A mí lo que me encantó fue la sinceridad de su guión. Por fin una mujer hablando de mujeres, alejada de cierto discurso mal llamado feminista, cuyo único objetivo es

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machacar a los hombres. Puso de manifiesto lo ridículas que nos volvemos al tener un hijo. ¡Seríamos capaces de enmarcar su primera tarjeta del paro como si fuera un máster en economía! No intentó solucionarnos estas histerias recomendándonos –como hacen otros– que nos colocáramos una túnica naranja, nos dejáramos crecer el pelo en las axilas y nos fuéramos a la India a cantar “Ooom” –aunque a veces no nos falten las ganas– sino que, a su manera, nos decía que no hay que avergonzarse de esa montaña de contradicciones que nosotros llamamos “nuestra arrebatadora personalidad”. Nos desnudó a todos, despojándonos de nuestra identidad virtual en internet, donde el mundo es perfecto –y si no, para eso está Photoshop– y nos recordó que la autenticidad está en otra parte. Incluso en los pañales de nuestro pequeñín. Texto: Susana Martín Foto: Virginia Rota


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