#8 mayo
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bienvenidos,
modernĂcolas!
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Staff
Por culpa de estos: Marta Sader. Elisabeth Torres. José González. Alejandro Berlanga. José C. Valderrama. J.J. Serrano. Ana March. Edu Centeno. Cristina Gandarias. Xero Fernández. Borja Espresati. Miguel Ángel García. Lily Sánchez. Bea García. Kris León. Omar Janaan. Iñaki Serrano. Antonio Duarte. Virginia Rota. Hugo Espresati. Laura Díaz Bamberger. Claudia Morales. Mónica de Bustos. Mayra Ganzinotti. Javier Martínez. Manu Rocha. Laura Luna Rivas. Irene Jurado. Diego Armando Alías. Ángel Bermejo. José A. Gómez Caballero. Irene Quirante. Manu Navarro. Marta González. Diego M. Garau. Martha R. Barilari. Abel Silva. Ana Richart. Carmen Titos. Rocío Cebrero. Raissa Modesto. Susana Martín. Mar Bianchi. Ramiro de Heras. Borja Muñoz. Cris de la Torre. Ainara Ruíz. Rocío García. Rubén Lerma. Sara Conde. Araceli Carvajal. Ingrid Gil. Efe Suárez. Cristina Garrido. Elena García.
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Sumario
Se ha hecho esto: 6-7 Editorial. 8-9 Concierto Vega. 10-11 Concierto French Films. 12-15 Festival Metal Español. 16 Concierto María Rodés & The New Raemon. 17 Concierto Toni Zenet. 18-21 Concierto & Entrevista Second. 22-23 Festival Hip-Hop hecho por mujeres. 24-29 Concierto & Entrevista Dry Martina. 30-35 Ciclo El Mal de Tourette. 36-37 Teatro Carmen. 38-39 Concierto Zahara. 40-41 Reportaje Vuelta al mundo en autocaravana. 42-43 Concierto Chambao. 44-45 Modernicolismo Ilustrado. 46-47 Concierto Anicet Lavodrama. 48-51 Concierto Supersubmarina. 5253 Concierto Chinese Christmas Cards. 54-55 Teatro Augusto. 56-57 Concierto Pedro Guerra. 58-61 La Noche en Blanco Modernícola. 62-67 Ojodemodernícola.
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Editorial
¡Indignaos, pero no tanto! ¡Indignaos! ¡Sí, indignaos! ¡Pero no por cualquier cosa, hombre! Parece que la indignación es ya tan azarosa como una incidencia del clima: “Hoy hace sol, mañana hará indignado”. Nosotros pensábamos que la indignación era algo importante, algo reservado para grandes ocasiones. Por ejemplo: el gobierno es corruputo = me indigno. Mis hijos no pueden comer = me indigno. Y salgo a la calle, y llevo pancartas, y grito y me tiro a las puertas del Parlamento si hace falta. Pero ¿esto? esto se está convirtiendo en el cuento de Pedro y el lobo, en el que el lobo es cualquier cosa que te toca las narices y Pedro eres tú molestándote hasta la desesperación porque se acerca a quince metros de tu pueblo en las montañas. ¡Así no se puede vivir en paz! Elijámos con mimo (o con odio, según se mire) las causas de nuestro patear en el suelo. Queda muy ridículo no saber porque se está luchando, está tres pasos por encima de hablar por hablar sin saber de lo que se habla. Está a la par con lo poco que dice de tus conexiones mentales gritar simplemente porque el de al lado está gritando. ¿Es que hay un premio a la mayor indignación y nosotros no lo conocemos? Porque en ese caso ¡in-
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dignémonos, que la cosa está muy mal! Pero si, como imaginamos, ese galardón aún no se ha inventado, deberíamos hacer lo que ya nos decían nuestros padres cuando éramos pequeños: “Piensa antes de hablar”. Y también nos convendría seguir la sofisticación de la misma frase, que nuestros profesores nos repitieron hasta el aburrimiento: “Lee BIEN la pregunta antes de contestar el examen”. Pero a lo mejor es eso, el aburrimiento, lo que nos mantiene con la mecha eternamente encendida, a ver si con suerte le podemos meter la cerilla en el ojo a alguien. O a lo mejor el fracaso escolar y las videoconsolas -sabido es que son culpables, sea de lo que sea-, que han hecho de estas generaciones eternos distraidos que eso de leer atentamente lo han practicado apenas de soslayo. O quizás (puede que esto se acerque más a la clave) suceda que lo políticamente correcto son unas gafas que nos ponemos todos -llevan años de moda-. Y en cuanto vislumbramos alguna palabra que nos parece fuera de lugar (a saber: porque la hemos oído en la tele en medio de mucho debate, porque no la entendemos, porque nos da miedo), esa misma parpadea en rojo hasta que su tintineo
nos molesta, nos aturde, nos... ¡nos indigna tanto! que tenemos que escupir al mundo y romper cosas para arrancarnos el malestar. Y romper brazos para arrancarnos el malestar -o, al menos, intentarlo-. Nosotros no queremos que nos rompan nada, ni pagar por pecados que no hemos cometido. Nosotros no nos alzamos como garantes de la verdad absoluta (he aquí una exclusiva: ¡NO EXISTE!) ni mucho menos como abanderados del Periodismo con mayúsculas. De hecho, a nosotros nos encantaría saber qué es el Periodismo con mayúsculas, dado que parece que toda la humanidad, desde el más modesto de los limpiabotas hasta el más pudiente entre los ricos, tiene su propia versión de lo que el mismo debiera ser. Nosotros tan sólo intentamos hacer bien lo que nos hemos propuesto hacer: ofrecer una visión (¡una, no LA visión!) de lo que ocurre en la vida cultural de esta ciudad, intentando no faltar a la verdad (esa verdad que no es una, pero que humildemente ceñiremos a los meros hechos más objetibables). También queremos que leernos sea un momento de desahogo, de entretenimiento, de risa si la ocasión lo permite. No pre-
tendemos ofender a nadie con lo que contamos (¡Dios nos libre!), así que no quieran ofenderse ustedes por el mero placer de indignarse con lo exiguo en lugar de reservar esa inquina para grandes batallas. Y quítense esas gafas del diablo o, al menos, llévenlas con un diccionario en la mano.
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Conciertos
Aterrizo en casa media hora después de que acabe el concierto de Vega y ahora, sentada delante del teclado, solo pienso en soltar titulares ejemplificadores de la noche. “El público de Vega es como ella: mujeres con pelo corto, pantalones estrechos y camisetas anchas”. “Vega llega a Málaga para exponer sus guitarras”. “La magia de ver un concierto a través de una pantalla de Smartphone”. “Cinco caballeros bailan cabaret al son de Mejor mañana”. Pero toca explicar un poco mejor la noche. Allá vamos. En primer lugar, hablemos del público. Podemos distinguir tres tipos de asistentes: las lesbianas, los queers y los puretas, aunque es obvio que había más. Está feo simplificar y clasificar, pero agiliza explicaciones y crea imágenes mentales; además ¿quién ha dicho que esta sea una crónica políticamente correcta? Pues eso. La concurrencia (aunque la sala no estaba completamente llena, o completamente vacía, como queramos verlo) ha respondido bien a los requerimientos de la protagonista de la velada, que tampoco eran muchos. Que si venga Málaga todos juntos; que si ahora vamos a bailar un poquito, que si esas manos arriba… Lo típico, pero con acento cordobés amadrileñado.
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Sigamos con las guitarras. En serio ¿cuántas veces puede una cantante cambiar de guitarra en un mismo concierto? Cada canción con una diferente. Sinceramente, me he quedado esperando que una de ellas empezara a desfilar sobre el escenario en plan tacón-punta-mástil-puente, mientras suenan canciones tanto de Metamorfósis como del último trabajo de Vega, La cuenta atrás. No me olvido del ukelele, protagonista de la versión del tema de la banda de culto Radiohead, Creep. Otro punto fuerte de la noche: el maravilloso mundo de las nuevas tecnologías. Cómo lo odio (y más lo odiamos cuando llegamos a casa y comprobamos que la tarjeta de memoria en la que estaban guardadas todas las fotos del concierto tenía un virus…) Pero hablo ahora de esa pequeña pantalla a la que todos vivimos pegados. Es más, vivimos a través de ellas. En este caso, estar en la última fila del concierto me ha dado cierta perspectiva para comprobarlo. Muchos de los asistentes no han parado de grabar, fotografiar y compartir el momento, no con el colega de al lado, sino con el amigo del primo del vecino que está de Erasmus en la ciudad más pequeña de Polonia. Ya sabemos cómo
une Facebook. Es maravilloso disfrutar de música en directo estando preocupado de mostrar al mundo lo chachi que es el momento. Apoteósico. Como siempre, lo mejor para el final. Delante de mí había cinco señores (no muy mayores pero sí con mucha clase) que han conseguido hacerme disfrutar toda la noche. Llegaron tímidos con sus cervezas en mano, pero a medida que se sucedían canciones como Grita, 48 horas, o Para bailar, sus cuerpos iban pidiendo más y, tanto ellos como el resto de asistentes enloquecieron con Como yo no hay dos o Lolita. Gracias, individuos anónimos, por amenizar la velada. Vega es mujer de pocas palabras ( y de poco pelo). Constantemente, espontáneos del público le lanzaban piropos como “¡Qué bonica que ere coño!”, sin más respuesta que un tímido “gracias”. Ella, además de ser una guerrera de la guitarra eléctrica, es también mujer de canciones bonitas para escuchar un domingo por la tarde: Nueva York fue la canción más cantada del álbum Metamorfosis. “Si os la sabéis cantadla, porque se crea una magia súper chula cuando la gente la canta porque la siente”, dijo ella.
Llega el final de la actuación, y suena un tema dedicado a los luchadores, a aquellos que no tiran la toalla: con Réquiem todo el público se balancea al unísono. Pero también hay espacio para los diferentes, para los que están orgullosos de ser quienes son y de no hacer lo que hace todo el mundo. Para todos ellos 1906 estrellas nuevas, momento promo de Estrella Galicia -patrocinadora de la gira, evidentemente-. Nos vemos en el próximo, por supuesto, con una cerveza bien fresquita en la mano.
Texto: Claudia Morales Ilustraciones: Xero Fernández & J.A. Gómez
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Conciertos
French Films homenajea al CCP.
Estábamos reunidos en el CCP, de una parte, los que guardaban luto por la última cita musical de los martes, y de otra, los que enfriabamos cervezas para celebrar la presencia de una banda, que, aunque poco conocida aún para la gran masa, tiene un desparpajo y solidez fuera de toda duda. French Films son auténticos. Cinco chicos de diferentes estilos y presencia física, como si de unas Spice Girls del indie se tratasen, enfrentados a la idea del aburrimiento. Una banda de contrastes y de esas que sin saber porque te contagian de sus -para tus oídos- desconocidos temas. Los finlandeses ya se pasean por las ondas de Radio 3 como ‘Peter through his house’ y son carne de festival para el 2013. Un indie rock muy modernito y algo playero, a pinceladas post-punk, a ratos muy synthpop o new wave, dudando entre ensuciar o limpiar sus acordes. No podemos decir que imprimen un sello personal a sus creaciones, porque andan por la vida con un solo álbum -todavía-, pero si os podemos decir que tienen mucho rollo en el directo. Saben mover los pies, mover al público y repetir un nice tras cada canción con sabor a verdad. Golden Sea o You Don´t Know son temazos
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muy pegadizos y provocaron más de un tarareo y silbido ya finalizado el concierto. Poco antes de que los norteños comenzaran su espectáculo, Los lagos de Hinault se apuntaron a la despedida en Ollerías, incluso Martín Moniche -al que desde este párrafo saludamos- nos brindó unas palabras. Carlos Ynduráin, sin su compañera Matilde Tresca -retenida en África por algún asunto de visado, suponemos- se presentaba en Málaga con un “ingeniero de curvas que además toca muy bien el bajo”, de nombre, Joseph Conrad. Y creednos, no lo hacía nada mal. Aunque el repaso express a los cortes de su disco de debut no fue suficiente para hacernos entrar en calor. Poco calor para algunos, tornado en quemaduras de primer grado para otros. Pero no seamos injustos: defender una actuación con la formación al 50% y con un Erasmus que ha aprendiendo contrareloj los temas en dos ensayos para poder sustituir a Matilde, es muy meritorio. Estamos seguros de que French Films será uno de los mejores grupos internacionales que pise suelo malacitano en este 2012 y que en poco tiempo, cuando la banda colapse los escenarios y campings playeros del Levante español, los afortunados que estuvieron
anoche el CCP podrán restregar a quién le apetezca que ellos lo sabían e intuían. Porque estos finlandeses no solo viven de saunas y tecnología, sino que también comen de la buena música con grandes dosis de energía. Y como de su idioma natal no tenemos ni puta idea, pediremos ayuda a Google translate para deciros una última cosa: toivottavasti tulet pian takaisin!
Texto & Foto: José A. González
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WAITING FOR SUNSET.
V3CTORS.
VITA IMANA.
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Conciertos CONCIERTOS
El metal español no está muerto. El público se mantiene aferrado a su cerveza en la barra de la Eventual esperando una sangrienta velada de metalcore, una noche para liberar energía. Cuando Waiting for Sunset sube al escenario, la potente Shattered Memories recuerda al público que han venido a un concierto -aunque solo los más fieles de la banda almeriense acuden a la llamada-. Es con el tercer tema, Six Feet Under, cuando el público abandona el ritmo de consumición en la barra y se amontona frente al escenario. El potente bombo de la batería acompañada con una clara línea de bajo hacen que el público despierte del letargo y empiecen las ollas de la muerte. El final de su turno sirve de fácil excusa para presentar un nuevo tema titulado Monster, que, conjurado por los screams del vocalista de la banda te hechiza, sacando lo más bestia de uno mismo. In My Head, con la que se despiden, deja un claro mensaje: no se van a ir de tu cabeza en un tiempo. El relevo lo daría V3ctors, encargados de saciar las hordas sedientas de volumen que esperan frente al escenario. Su djent de calidad mezcla voces agresivas y melódicas al mismo tiempo. Con When
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The Bullets Whisper -uno de los cinco temas del EP con el que debutaron en este mismo año-, el público recupera las ganas del sano y divertido arte del ‘empujón de concierto’. V3ctors también presentaron un nuevo corte, Extraction, que nos da una idea de lo que será su primer LP y del que nos sorprendió la gran acogida que tuvo entre el público a pesar de ser la primera vez que se escuchaba. Una ración de bises dejarían preparado para servir el plato principal de la noche: Vita Imana encendía motores. Los madrileños bajaban hasta nuestra tierra para presentar su nuevo larga duración, titulado Uluh, y qué mejor forma de hacerlo que entre compañeros de género. Animal -no hace falta decir que es uno de los temas más bestias del álbum- abría el apetito con una batería de infarto y unas cuerdas reclamando sangre desde lo más profundo y visceral. Al ritmo de Paranoia Javier Cardoso -voz- empezó a organizar el primer ‘wall of death’ de la noche para Vita Imana. Ambos bandos se abalanzan unos sobre otros, al ritmo frenético que dicta el tema. Aunque afirma que el metal nacional está dando muchísimo que hablar -ya lo demostraron en el Wacken-, el frontman de los madrileños lamenta la
escasez de bandas de metal nacionales. De hecho, Vita Imana será la única banda española presente en el Sonisphere de este año. Y para dejar bien claro que aunque sean pocos son guerreros, empiezan a Romper con todo, mientras sin pensarlo salta al foso y se cuela en el corazón de la batalla que habían formado los supervivientes entre el público. Durante Godwana, Javier se lanzó de nuevo al público para pedir colaboración con los insanos screams del tema. Vita Imana se despidió anoche de Málaga predicando que habrá Un nuevo Sol y que quieren ser esa gota que colma el vaso. Dejaron a la noche indefensa, invalida ante la alta dosis de decibelios recién suministrada, quedando patente que el metalcore goza de buena salud en nuestro país.
Texto y Foto: Hugo Espresati
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Conciertos
Risas, ruiditos y miradas cómplices. Lo que hay que oír. Así comenzábamos con María Rodés y Ramón Rodriguez, un tête a tête, bis a bis o un como lo queráis llamar. Miradas cómplices de principio a fin, e incluso -me atrevo a añadir-, miradas paternalistas llenas de orgullo de él hacia ella. El Desorden de canciones se sucedía durante el concierto: unas cuantas de The New Raemon (entre las que sobresalió como siempre Te debo un baile -la tocó sin que se lo pidiéramos! ¡qué raro!-) y otras tantas de María. Si Ramón olvidaba la letra de Lo bello y lo bestia y salía airoso del apuro con gracia natural, María nos involucraba en un continuo tutorial de cómo ser un público colaborador. Primero, nos pidió que hiciésemos sonidos acuáticos para que La nana del agua volviera al momento de su nacimiento: el lavabo. Luego, unas palmas, cuando se requerían, y unos silencios a la orden del maestro de ceremonias, Ramón. Y finalmente, palillos por parte del público y sonido de trompetas sin trompetas por parte de ella -había falta de presupuesto en la canción soulera-. Desde luego, estábamos volcados, quizás algo obnubilados por la voz de María, clara e
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inocente. Sin embargo, no todo en esta chica es serenidad, también tiene momentos de estrés y nos lo hizo saber con Busy y su ritmo incesante de guitarra. Y ¡qué guitarra! porque estéticamente, era un descapotable de los cincuenta surcando las costas californianas. Era ya tarde -vale, tampoco tanto- pero con A las tantas palpábamos un final no deseado. Este dúo musical, a veces cómico, sacó más de una sonrisa entre canción y canción o incluso durante las mismas -léase imitación de Manos de Topo por parte de Ramón- y se hizo querer antes, durante y después del concierto. Seguramente, muchos resolvieron internamente la pregunta planteada por Bragas Voladoras en Facebook sobre quién de los dos era más follable, si Mariquiya o Ramonchu. Solo diremos que, la otra noche, nos follaron el Almma. Texto: Irene Jurado Foto: José González
Conciertos
Zenet, canciones para la eternidad. Subió Zenet al estrado con chaqueta de terciopelo, pantalones de traje y sombrero, saludando a todo el que encontraba a su paso. El público que lo esperaba parecía el de cualquier fiesta de fin de curso: padres, abuelos y niños, ningún joven. Y también estaban tan emocionados como suelen estar los familiares en estos eventos, hasta el punto de que escuchaba más cómo cantaba -molestaba- la señora de detrás de mí que al propio Zenet. Cierto es, no obstante, que el sonido dejaba bastante que desear aquella noche en La Cripta. “¡Mucha gente para tan poca cueva! Íbamos a hacer esto entre amigos y entre amigos ¡una leche! Pero bueno, Bambino cantaba en sitios más pequeños y sin micrófono”, conformó Zenet. Tema a tema se hacía evidente cómo se le metía al malagueño el swing en las venas y le salía por los pies, que tan pronto bailaban twist como charlestón, y por los brazos, que se movían con elegancia y cierto teatro mientras cantaba, y por la lengua, alternativamente fuera y torcida en una mueca simpática y chulesca. Porque chulo es un rato este Toni, y ese es parte del encanto que enardecía a su público.
Otra parte habría de ponerla necesariamente su banda, ora pianissima como la bossanova más dulce ,ora fragorosa hasta hacernos saltar el corazón con los emocionantes duelos entre la trompeta y el scat de Toni. Pero hablábamos del encanto, y eso lo genera necesariamente el estado del alma de quienes estaban en escena, que interpretaban cada canción como si fuera la primera vez, gozándola, sonriéndola. El repaso a los temas más emblemáticos de los dos discos de Zenet tuvo un extra en Entre tu balcón y mi ventana, cantada a dúo con Javier Ojeda. El artista, ataviado con una camiseta de publicidad, rompió la atmósfera elegante de la banda al incluir no sólo su atuendo, sino una coreografía desmesurada y gritos ¿funky? en el tema -sin embargo, espléndidamente interpretado por su voz-. Pero el verdadero pico se alcanzó al final de la noche con Soñar contigo, lo cual no hizo más que confirmar la definitiva inclusión de este tema en el cancionero de la eternidad. Texto: Marta Sader Foto: Borja Espresati
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Conciertos
El cielo se abre para Second.
Sol, Hostal Oasis, nubes grises, lluvia, proyecto entonces de trasladar el concierto al Vive le Rock y, de nuevo, Hostal Oasis. Definitivamente, las nubes se rompen y dan paso a un cielo despejado y una noche íntima, vibrante y luminosa. Incluso la luna es más grande que de costumbre -la súper luna más enorme de todo el año coronaba el escenario-. Con este telón de fondo, y aún con las pruebas de sonido, fotógrafo y redactora subimos hasta la azotea. Sean Frutos, cantante del grupo, se acerca a saludarnos: la noche promete distancias cortas, y parece que la cosa se va cumpliendo. En un ambiente elegante, lleno de sillones blancos y luz también blanca, se empiezan a pedir con prisa las primeras cervezas y los platos de degustación prometidos. Mañana es domingo, nunca mejor dicho, y con ese tema empieza todo. Vuelan los primeros flashes. La gente se acumula en la terraza y muchos -sobre todo muchas- se apiñan alrededor de Second. Los asientos mojados no servirán demasiado, aunque parece que tampoco hay mucha intención de usarlos. Pero a pesar de la lluvia y de los contratiempos iniciales, llega Demasiado soñadores, recordando que “ya no cuenta lo de antes, solo importa lo que
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viene”. Vuelan ahora los primeros coros, que se harán aún más fuertes en Muérdeme. “Hay que darle un mordisco fuerte, muy fuerte a esta noche”, pensarán todos los que pisan fuerte la terraza, los que bailan y corean los temas y a veces cierran los ojos con la sensación de estar viviendo algo distinto. Frenamos un poco con las más pausadas Conocerte y En pequeñas cosas. Y piensas en esas pequeñas cosas que hacen que todo esté siento mucho más especial: tejados, estrellas, antenas que reciben música, alzar la vista en un concierto y que el techo sea el cielo. Llega la enérgica Psicopático y Sean tampoco puede evitar bailar. Nando -al bajo- pide un cigarro. El público no deja de cantar ni una sola canción. Javi, Fran y Jorge -teclados, batería y guitarras- siguen en sus puestos. Entre ellos se miran, y nos miran, sonríen. Suena N.A.D.A. y después Sean, por cumplir a rajatabla sus letras, cumple el “caminando por el borde” de Demasiado soñadores y se sube al borde de la terraza con Autodestructivos, al inicio de la canción. No hay vértigo. No por su parte. Tras un parón para tomar aliento, seguimos con A las 10, aunque el reloj desafíe la me-
dianoche, y con dos obligatorias: Rincón exquisito, que saboreamos al unísono, y con Rodamos, que nos reserva los bailes finales. Pero si parecía que ya todo había acabado, nos movemos y el grupo también. Sin micros, y acortando más aún la distancia, nos sentamos frente a ellos para palpar despacio la dulce Más suerte. “Quizás tenga más suerte y me regalen otra vida en la que pueda conocerte”. Nosotros no queremos otra vida, nos conformamos con que esta nos regale más días así. Más días, o noches, de Second.
CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! ¿Detrás de quién no os importaría quedar segundos? Detrás de David Bowie. ¿Qué segundo de vuestra existencia os gustaría repetir? El concierto del Teatro Circo. Tocar con esa mini-orquesta y aquella energía. Me gustaría que ese segundo pasara muchas veces por mi vida. ¿Qué os haría saltar por el balcón de un segundo piso? La gente que viene a tu vida presentándote unas expectativas que luego no cumple. Si los viéramos aparecer por nuestro piso y fuera un segundo, saltaríamos (risas). ¿Algo qué no compraríais de segunda mano? Un micrófono, me gusta estrenarlos, que mi saliva sea la primera.
Texto: Kris León Foto: Borja Espresati
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Entrevistas
“Dicen que el directo es nuestra mayor virtud” Entrevista: Borja Espresati & Miguel Á. García Tres tonos y descuelgan el teléfono. Después de atravesar una maraña de de cables, satélites y antenas escuchamos un “¿Sí?”. Es la voz de Sean Frutos, cantante de Second. El grupo pasará este sábado por el ciclo de conciertos Live The Roof —¡si el hombre lluvia lo permite!—. Tres días después saldrá a la venta su CD+DVD, 15, en el que dan un repaso a todos sus discos en un directo en el Teatro Circo de su Murcia natal. Probablemente escuchar un “sí” de Frutos haría derretirse a más de una y más de uno. Pero nosotros somos profesionales, disimulamos nuestra ansiedad y comenzamos la entrevista. ¿Quién es el Pepe y quién el Messi del grupo? Y sed sinceros, que llamamos a los chicos de Cat People. Me pondré yo de Pepe que soy el que más caña da. Y Messi sería Jorge que es que trae más ideas al local de ensayo. Con la de grupos de gran éxito que han surgido en vuestra tierra —Varry Brava, Neuman, Cat People…— podríais montar una selección murciana. ¿Qué ha pasado? ¿Lo típico que se dice de los bares, o alguna sustancia rara en el agua? Se ha ido gestando desde hace bastante tiempo. A mediados de los 90 ya había un movimiento importante en Murcia, muchas salas que lo apoyaban y los grupos íbamos a conciertos unos de otros. Y ahora se ha potenciado un poco más con festivales importantes como el SOS, que es este fin de semana, o el Lemon Pop que lleva toda la vida. Murcia es una ciudad que ha hecho excelencia dentro de la música indie nacional. Con tanto recorte actualmente, cómo lo veis más difícil, ¿ahora o cuándo empezasteis? Está mucho más difícil salir ahora, también es verdad que internet facilita la salida a grupos nuevos y no hace falta tener un sello como antes, que si no lo tenías no estabas en ningún sitio. Pero al mismo tiempo hay muchísimos más grupos y es difícil diferenciarse. Danza Invisible son buenos amigos vuestros y acaban de celebrar su 30 aniversario, invitando a muchos artistas. ¿Con quién os veis celebrando el vuestro? Espero que con los grupos contemporáneos, con los que hemos hablado antes de Murcia por ejemplo. En el aniversario de Danza invisible no pudimos estar —nosotros te lo contamos—, pero fue un éxito y nos alegramos mucho de que se reconozca la trayectoria de este grupo que no es sólo lo que la gente conoce. Tienen otras canciones, como Sin aliento, que nosotros versionamos.
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El 8 de mayo sale a la venta 15. ¿Qué podremos encontrar en este nuevo trabajo? Es un disco que recopila una selección de canciones de toda nuestra discografía tocadas en directo en un concierto que hicimos en el Teatro Circo con toda la fuerza que tenemos en directo. No me gusta decirlo a mi, pero la gente que nos escucha dice que es nuestra mayor virtud. Queríamos que quedara reflejada en un disco, porque en estudio no tiene la misma fuerza. Ha quedado como nosotros esperábamos, incluye algunas canciones nuevas, como El eterno aspirante, y el resto las hemos cambiado. Así que hay material para los que nos seguían y para los que quieran apuntarse. ¿Alguna anécdota durante la grabación? Cuando estábamos ensayando el día anterior el productor se cayó del escenario. Le suelen pasar este tipo de cosas, pero al final nunca es nada grave. En el momento nos preocupamos, cuando estás con la tensión se te nubla la mente. Suponemos que no es lo mismo grabar un directo que un disco de estudio... No. Había que prepararlo todo bien y grabarlo todo de una toma. Lo que queríamos conseguir es que al estar tocando no pensáramos en lo que teníamos que hacer y sólo disfrutar. Lo ensayamos mucho y creo que lo conseguimos. No sé si tenéis conocimiento de la plataforma que se ha montado en Facebook para haceros TT (#second15directo) el día del estreno, y meteros en la lista de los más vendidos a lo largo de la semana... Sí, lo conocemos y lo hemos compartido. Hay mucha gente que se toma Second como algo propio y estamos muy agradecidos de que existan personas que nos tienen tanto cariño, y nosotros también a ellos. La verdad es que no es nada forzado, nosotros no vamos diciendo nada, es una iniciativa que sale de ellos. ¿Qué habéis hecho para ganaros ese cariño que os demuestran? Creo que hay mucha gente que sigue al grupo y cree que debería ser mas conocido, y busca como solucionarlo difundiendo nuestra música como ellos saben. Para nosotros el boca a boca es la forma más importante promoción. Que alguien le diga a otra persona: “Oye escucha este disco”. Ya que no tenemos apoyo de los grandes medios, este tipo de música se difunde así. La última vez que vinisteis nos deseasteis un buen futuro a los Modernícolas, y parece que así ha sido. ¿Cómo se presenta el de Second? Bien, hemos grabado este disco y hecho balance de nuestra trayectoria. Ahora estamos preparando canciones nuevas, queremos evolucionar y no aburrirnos en esto de la música, ser diferentes en cada disco. Tenemos muchas ganas de investigar hasta dónde podemos llegar. ¿Hacia dónde van las nuevas canciones? Es muy difícil definir la evolución, pero la hay. Estamos utilizando una combinación de notas diferente a lo que
hemos hecho hasta ahora. En estos primeros momentos de composición estamos siendo muy libres y no tenemos ningún tipo de prejuicio. No habéis parado y ahora empiezan los festivales. Parece que eso de ser Demasiado soñadores funciona. ¿Un sueño para la lista? El sueño ahora mismo está cubierto: poder vivir de lo que nos gusta. Sobre todo que vayamos a algún sitio y que haya gente que quiera a acercarse a escuchar nuestras canciones, con eso estamos colmados. No sentimos que tengamos que desear nada mejor para el grupo. Sabiendo lo mal que lo está pasando mucha gente nos sentimos afortunados.
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Conciertos
Las mujeres se apoderan del rap.
Los ritmos de Lady Freedom DJ se oyen desde los alrededores de la Sala Vivero y caldean el ambiente para Eskarnia, que llega con minifalda y chaqueta rosa. Es la única rapera de la noche que irá acompañada por otra mujer a los platos, la mencionada Lady Freedom, con la que se pone de acuerdo sobre la marcha porque apenas se conocen (pero terminarán la noche con planes de videoclip juntas). Eskarnia tiene un estilo singular, interpreta sus canciones con simpatía y un contacto muy cercano con el público; algo tendrá que ver el hecho de que sea actriz y creadora performance. “Que se vaya el euro y me devuelvan la peseta”. Eskarnia ejecuta la crítica social, canta diálogos a diferentes voces tirando de filtros y humor, hace guiños al público y destila sensualidad, desgarro, drama y lucha. La mc transita con naturalidad por todas emociones y habla de su propia experiencia: “No es amor, es necesidad… no es amor si me obligas a escoger”. Dedica el siguiente tema a su madre que “se merece un descanso” (“todos nos merecemos un descanso de los ruidos, de las prisas, de querer solucionar lo que no tiene solución”) para desembocar en una agresiva oda final a la fiesta (En el
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bunker). “¡Qué corto!”, gritan. “Como un orgasmo corto. ¿Lo preferís más duradero? Yo también”, responde, siempre cómplice y socarrona, y se retira al grito de: “¡Otra! ¡Otra! ¡Otra!”. Viviane da Silva ya viene cantando por el pasillo. Lleva ropa cómoda, gafas, pelo suelto. Con su acento entre malagueño y brasileño pide al DJ: “¡Suéltalo Rayka!”. Habla del Amazonas, de Brasil, de balas perdidas que tarde o temprano te pillan, de favelas, guetos, respetos y “puto dinero”. Viviane dice que las mujeres no somos rivales con celos y envidias entre nosotras y lo demuestra pidiendo ruido para las compañeras porque “ser rapera no es ir del brazo de un hombre y subir al backstage para que te inviten una copa”, es enfrentarse al escenario como lo hacen ellas. La brasileña también tiene un tema para su madre, Terra abençoada, un canto a la naturaleza y a su tierra en su idioma natal. No deja aparte sus circunstancias vitales, no sólo es poeta, es madre y mujer y De la cuna a la calle trata de lo más bello que tiene: la sonrisa de sus hijos. Agradece a Rayka, el que más ha confiado en ella y con quien está
grabando su último trabajo, y termina con un tema que exorciza las envidias de quienes intentan poner la zancadilla en su camino pero no pueden con Da Silva: “No me ofende ni quien quiere ni quien puede”. La “andalú-iraní” Golfa Pérsica trae un rap más duro. “¿Tenéis ganas de caña? ¡Caña de lomo hay aquí!”. Menciona las desigualdades y cuestiona si también hay que sufrirlas en el rap. Con una melodía con aires de Medio Oriente canta a los que han tenido que salir o huir de su país para buscarse un futuro mejor. Rodeándola están los miembros de su grupo, Adoblepletina, dándole soporte todo el tiempo y pidiendo el aplauso: “No os cortéis, esta muchacha ha venido de muy lejos”. Desplante sale arrasando desde el pasillo pidiendo calor. “Esta energía mola”, dice una chica a mi lado. La cantante, con ropa negra ceñida, tatuajes y larga melena, es fuerte, enérgica, directa; llena el escenario. “Yo lo que sé es que delante de una verdadera mujer te mareas” y su compañero Siko a los coros, metido en el papel, desfallece. La barcelonesa llama a su ‘hermana Da Silva’ y juntas cantan con orgullo Queremos
respuestas (“La voz del pueblo a través del poder de la palabra, a través del poder de la mujer”). Finalmente, Sicario se suma a la fiesta; es el esperado colofón para una noche con cinco raperas que saben muy bien lo que hacen. Tienen diferentes estilos, hay para todos los gustos, pero les une algo: le echan ovarios, incitan a quien las oye a acompañar esta vida con rimas llevando la frente bien alta.
Texto: Carmen Titos Foto: Borja Muñoz
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Conciertos
Dry Martina pone el Cervantes a bailar.
Un flashback poco claro, pero muy potente, me recuerda el día exacto en el que Dry Martina entró en mi vida. Eran los días de la Feria y en las calles de Málaga todavía se podía escuchar música en directo. Como un oasis en el desierto, la voz de Laura Insausti y su troupe me salvó de las interminables sevillanas y de los empalagosos triunfitos que sonaban por los baretos. Acelero mi línea de tiempo y me deparo con Dry Martina en los carteles, en el dial, invadiendo la Red, en el escenario del Teatro Cervantes, en definitiva, un grupo que ya se ha consolidado como marca y estilo. ¿Y cómo puedo afirmar esto con tanta seguridad? Bueno, el público que llenó y ¡bailó! en el Cervantes el pasado sábado es mi mejor argumento. Pasaban de las once cuando seis músicos invadían el patio de butacas. Al mejor estilo New Orleans, el cortejo capitaneado por el trombón de Jaime Fernández en compañía del grupo Town Bones destilaba Shake your body (down to the ground) hit de los Jackson´s Five. ¡Esto es saber empezar una fiesta! En la tarima les esperaba Laura Insausti, la voz del grupo. Plataformas en los pies, collar de corales en el cuello y un look salido direc-
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tamente de los años 50 nos deja entrever su personalidad y, por rebote, sus influencias musicales. Era el indicio de que allí se iba a respirar jazz, dixieland, rockabilly, un mix con el que Dry Martina ha logrado crear su seña de identidad, el retropop. “Queríamos mucho tocar aquí en este fin de gira” , así nos daban la bienvenida y poco a poco nos iban presentando los temas de su último disco y primera embestida en el mundo de la autogestión. Para esta puesta de largo en el Teatro Cervantes, Dry Martina se ha valido de interesantes participaciones especiales. El órgano de Luis René y la voz de Suzette Moncrief (Free Soul Band) preparaban el ambiente para el Momento perfecto, la canción que da nombre al disco y que deja clara la pasión de Dry Martina por la música que se vale por sí misma. Esta música donde el trabajo de los músicos se siente en cada nota. El contrabajo de Gerard, “Lere”, las guitarras de Rafa Insausti (el hermano de Laura) o la batería de Javier Forero nos hacen viajar en el tiempo, a una época en que los sintetizadores todavía no eran parte del vocabulario cotidiano. Compañeros, colegas de trabajo, amigos. Los chicos y la chica de Dry Martina transmi-
ten la imagen del buen rollo. El repertorio es español casi al 100% excepto por Mambo italiano y Just a gígolo, perlas de la era crooner con las que Dry Martina se dio a conocer en las infinitas noches del ZZ Pub. Tal vez por recordar aquellos tiempos en que eran los amigos los que llenaban sus conciertos, Laura Insausti invita al baile. ¿Cómo decir no a esta malagueña de voz aterciopelada y pasos de diva? Seguros de que no hemos perdido nuestro swing, nos levantamos todos y dejamos para la posteridad las imágenes del día en que el Cervantes se fue de baile.
Texto: Raissa Modesto Foto: Virginia Rota
CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! Lluvia, té, chocolate, manta y una película que acompase la nostalgia: Desayuno con diamantes, Adivina quién viene esta noche, Bullit... cualquier peli del cine americano de los 60. La obra de arte que hace que te chirríen los sentidos: Todas las esculturas de rotondas. Un escritor que no es escritor ni es nada: Cualquiera que escribe dos folios seguidos tiene todos mis respetos. Una bebida para morir con dignidad: Podría morir de indigestión de Rusos Blancos. ¿Destino o casualidad? La casualidad es mucho más divertida.
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Entrevistas
“Podríamos morir de indigestión de Rusos Blancos” Entrevista: Virginia Rota Dry Martina, los malagueños con swing liderados por Laura Insausti, tocarán este sábado por primera vez en el Teatro Cervantes. Hablamos con ellos del fin del mundo, de combinados alcohólicos y del secreto de su éxito: la carrera de fondo. Habéis danzado entre los bares más conocidos de la ciudad, y algunos tenemos la sensación de que vais a pisar el teatro más importante de Málaga casi sin avisar. ¿De qué color tenéis el alma ahora que quedan apenas tres días para inundar hasta la última butaca del Cervantes? Hace más de un año y medio que no tocamos en Málaga porque queríamos volver con algo nuevo que ofrecer. Hemos estado girando por España y cerramos el tour de presentación en el garito más grande de nuestra ciudad con nuestro disquito, por fín, bajo el brazo. Es un orgullo y también una responsabilidad, pero sobre todo una celebración. Duty Free, a finales de los noventa, destripando rock en inglés; Miss Moneypenny, Free Soul Band, que aún no ha dejado de sonar… y una reinvención de Laura para convertirse finalmente en el alma de Dry Martina. Ha corrido mucho desde entonces: ¿qué habéis aprendido de este mundo en el que tanto cuesta conseguir unos minutos para mostrarse? Hemos aprendido más o menos cómo funciona el negocio de la música, lo que queremos y lo que no, que el do it yourself no es tan difícil y que es mucho mejor cuando controlas al cien por cien tu proceso. Efectivamente, es difícil mostrarse con tanta sobreoferta de propuestas musicales, pero es importante elegir cómo y dónde quieres promocionarte; no vale todo. También hemos entendido que no hay prisa y que cada cosa tiene su momento. Queremos disfrutar del camino. ¿No es una osadía titular Momento Perfecto a una creación musical en los tiempos en los que estamos? Hemos tardado en saber lo que queríamos y en cómo hacerlo, pero ya estamos encauzados, nos encontramos en un momento estupendo como grupo y también nos parece que es tiempo de arriesgarse más que nunca. No creemos que lo mejor sea quedarse en casa esperando que pase el temporal. Se acaba el mundo, los humanos nos lo hemos cargado absolutamente todo. El caos amenaza con destrozar lo destrozado. Y entretanto, Dry Martina tiene en mano micro y altavoces para calmar a un planeta desolado.
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¿Cuál de las canciones de vuestro nuevo álbum expelerá el pánico? Queremos creer que la gente que viene a nuestros conciertos se van siendo un poco más felices, que en ese ratito, llueva, nieve o suba la prima de riesgo, se olvidan de todo. Ojalá una canción tuviera poder para calmar las aguas o cualquier otra cosa, pero preferimos las historias personales que nos llegan, por ejemplo, una pareja que se conoció en un concierto nuestro y ahora están casados, y esperando descendencia. Si doy una patada al suelo salen mil bandas musicales, unas más dispuestas que otras a saltarse el guión para poder estar en boca de todos como estáis vosotros esta semana. ¿Qué ingredientes habéis ideado para manteneros en las arenas movedizas de la industria discográfica sin hundiros? Absolutamente nada, no hay fórmulas, llevamos trabajando muchos años y así queremos seguir.Y si se puede, ir a mejor. Valoramos las carreras largas y sospechamos de los pelotazos. Después de la experiencia, no queremos dejar en manos de otros lo que puedes hacer tú. Dicen que no se vive de sueños, pero yo siempre he pensado que los sueños hacen que saquemos fuerza de debajo de la tierra para seguir caminando. Soñemos, seamos avaros… ¿Qué sueños tiene Dry Martina? Ya somos soñadores al pretender vivir de la música, también era un sueño tener un disco en el mercado, y otro, actuar en el Cervantes. Vamos pasito a pasito y siendo realistas, soñamos con ir conquistando metas haciendo lo que queremos, pero sobre todo, soñamos con ¡la paz mundial! (risas). Como siempre, los hay que hablan bien y los hay que echan pestes de Dry Martina. Unas palabritas y una canción dedicada para los que nunca fueron amigos de vuestro swing descarado… ¿Pestes? A nosotros tampoco nos gustan los que van oliendo mal por ahí (risas). No encajamos con los indies, ni tampoco entre los mainstreams, y a todos ellos les dedicamos It don’t mean a thing if it ain’t got the swing.
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Teatro
ESPECIAL CICLO EL MAL DE TOURETTE. Poesía para no parar de reír. Fue una lástima que te perdieras el show de Accidents Polipoétics, porque, como el mítico circo de nuestra infancia, alegraba el corazón. Y lo hacía a través de un espectáculo que podía perfectamente considerarse un monólogo de humor -de esos que llenan los teatros y salen en la tele-, pero que era distinto simplemente porque Xavier Theros y Rafael Metlikovez tienen un metrónomo (tic-tic-tic) escondido en la garganta. También tienen la voz de un recitador profesional (o de cura antiguo, o del mejor hombre del tiempo) y un séptimo sentido para la musicalidad, porque ¿qué son los poemas sino otra forma de música? Pero no nos equivoquemos, ellos no son trovadores, ni meros lectores de poesía: son el poema que ha cobrado vida y tiene piernas para meterse entre las butacas, y brazos para asustarte mientras dicen la palabra “miedo”. Son el poema que existe en su plano más mortal y hace de la aliteración, la metáfora o la anáfora una realidad tangible, un estado físico. Sus historias líricas son una escala de emoción ascendente que deja lo mejor -la sor-
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presa, la admiración, la carcajada, el estallido- para el final. Lo que cuentan se toca y se mastica, se mete dentro de la carne para hormiguear hasta que incluso los muertos hacen risa. Y no risa tonta, porque sus palabras tienen el aplomo de la reflexión, caminan erguidas porque se saben literatura, porque han nacido del constamente preguntarse de los buenos poetas. Escuchándolos se entiende que Accidents Polipoétics son una especie de sabios que, en lugar de publicar tediosos ensayos con el resultado de sus estudios de lo cotidiano, sintetizan sus descubrimientos en un par de frases que lo resumen todo. O, lo que es lo mismo, en acertados aforismos que insinúan la pregunta para arrojarte de súbito la verdad sobre la cara. Además, ellos han decidido escapar del mundo inalcanzable de los sabios a los que son similares para hacer el todavía más difícil: saltar a los escenarios y enfrentar su obra directamente al público, inventando por el camino nuevas formas de transmitir. Y así, la poesía, que tan mala prensa tiene, logra a través de sus voces la complicidad con el
público, cuando no la risa incontrolable, hasta el punto de que este acaba de pie ovacionando lo que parecía imposible sobre el papel. Nosotros aplaudimos no sólo los 20 años de Accidents Polipoétics innovando sobre los escenarios, ni su talento, sino en especial su valentía. Y, sobre todo, la de los organizadores del ciclo, porque hay que tener mucho coraje para montar un espectáculo de este calibre en estas tierras y en estos tiempos, en los que parece que escapamos de todo lo que suene a literatura.
Texto: Marta Sader Ilustración: Efe Suárez
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Teatro
Las Musas bajaron el martes al Teatro Cánovas imploradas por los poetas, actores y danzantes que allí se encontraban y les agraciaron con el síndrome de Tourette en todo su esplendor. Inspirados, llenaron la noche de tics disformes que trajeron desde un hipertrofismo absurdo hasta el lirismo de una bella narración. El público (que ocupaba una mitad amplia del aforo) lo puso fácil: cuando se acabo el vídeo de promoción del ciclo ya aplaudían entregados esperando su espectáculo. El primer número de la noche es Camilo de Ory, así, él en sí mismo. Su vídeo de presentación nos sumerge en una sensibilidad patética que los aforismos nacidos de actualizaciones de Facebook va engrosando. Con ellos recorre lo que quiera, desde planteamientos históricos (“Me pregunto si los filósofos animistas llevaban pompones”) hasta la clásica reflexión sobre el paso del tiempo (“Joven no es el que eyacula sobre sino hacia”). Nos regaló también una pausa publicitaria donde unos tullidos se alegraban por la adquisición de una genial silla de ruedas todoterreno. Quizás es fácil reírse de los lisiados, así que él extiende la risa a todo lo que se menea para no discriminarnos.
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Habla bajito, repite palabras en un leve tartamudeo y va subiendo los papeles hasta taparse por completo la cara cuando se deshace del patetismo. Así de tímido trae su poesía que llena lo banal de humores y fantasía. Pero de nada le sirve el esfuerzo por esconderse: al final una chica se masturba con su cara. Qué podemos esperar de “estos tiempos en los que los besos nunca son primeros besos”. La Musa de la poesía lírica cogió el testigo y se presentó en forma de agua que gotea desde el fuero interno, alegremente, en una bella y elegante historia desde el cuerpo de dos actores que transportan (Miguel Zurita y Elena de Cara) y un relato con reminiscencias de Wong Kar-wai. Bajo la batuta de Nacho Albert consiguen la mágica ilusión de revivir otro tiempo, 1945, en otro lugar, Hiroshima, en menos de una hora. Yo intento no ser ñoña, pero es que el público aplaudió de pie. Partes del cuerpo asoman por el pasillo. La descomposición en compases y melodías comienza con la épica de la odisea del espacio pero aquí son tres actrices de carne y hueso que discuten, bailan y chirrían platos porque algo buscan, pero no saben muy
Una búsqueda por Hiroshima en silla de ruedas.
bien qué. Así que comienzan la búsqueda en lo pequeño, extienden los gestos cotidianos para ver si en los suspiros que los acompañan, a lo mejor ahí, ahí se escondía la vida. Luego van a volar y explorar nuevos lugares como el alto de una montaña o el beso inmenso a un desconocido del público -que deja a su amigo entre flipando y celoso-. O como bailar desnuda cantando bajo la ducha pero en el bar del hall, o como restregar el olor a cebolla por los suelos y enfollonarte los pelos, los tuyos, los de tu compañera y los de un espectador greñudo para acabar descansando sobre la mesa camilla y que el tapete del mantel de la abuela te abrigue. Era la escena. Eso era lo que buscaban estas Musas que aúnan poesía y teatro. Allí se desparramaron en la primera noche de espasmos libres, y fue bien ocupado. Aún quedan “malas” noches para que vayáis a a escuchar a más ínclitos, extravagantes, divinos y raros autores. Texto: Laura Luna Rivas Foto: Omar Janaan
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Teatro
Elphomega, rapero con atril y poeta con flow.
Si tuviera que elegir un poeta que representara el universo de la generación que nació en los ochenta, el nombre aparece claro: Elphomega. Porque la poesía transmuta junto con la vida, se deforma y se reforma con el tiempo, toma caminos inesperados para seguir siendo lo mismo, no se aisla. Por ello, a nadie debería parecerle rara mi elección, ni la de los programadores del ciclo de poesía escénica El Mal de Tourette de meter al rapero en el cartel. El malagueño -barba, gafas de pasta, tela vaquera en la camisa y los pantalones, botas tipo Panama Jack- recibe una ovación apenas sale al escenario, al igual que la ha recibido hace unos instantes su reconocidísimo dj Doc Diamond. El lugar parece enorme para ser llenado tan solo por los movimientos de este tipo ex-tímido de gorra plana, pero sólo se está acomodando; tema a tema, Elphomega busca su hueco con movimientos cada vez más libres para acabar acoplándose perfectamente a la cadencia de la música que crea para él en directo Jesús Suárez. Azul místico abre un repertorio en el que los tracks de Phantom pop, su último disco,
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prevalecen sobre un setlist en el que también hay lugar para temas de álbumes anteriores como Rock right now o Sexydoscopio, que se acompañó de sucias guitarras eléctricas tocadas por Somos Laguna. El grupo de Juanlu Gutiérrez, Francis Barrionuevo y Paloma Peñarrubia, con el que Elphomega compartía cartel, estrenaba esa noche en el Cánovas su poderoso espectáculo audiovisual no apto para todos los públicos. Ellos afirman que no buscan un estilo concreto ni una “estructura comercial o tipificada”, de modo que lo que hacen es más bien música experimental. Sin embargo, nuestro oído tradicional intuye en ciertos instantes melodías y sonidos que, desarrollados, podrían sonar a temazos indie, pero que aquí funcionan como una suerte de pasajes emocionales con los que se mezclan ruidos, loops y la voz ahora susurrante, ahora desgarrada, de Paloma (una pena que apenas se entendiese lo que decía). Especial mención merece además el impecable juego de luces, que no es sino una parte más e indivisible del show. Pero volvamos a Elphomega, que rapea acerca de Batman, de Stephen King, del capi-
talismo o de su infancia con el mismo flow elegante, con el mismo número de asociaciones inesperadas. El tipo es verdaderamente bueno con las imágenes, y recuerda en cierto modo al Vicente Gallego de La luz de otra manera cuando evoca tardes pesadas de sol o le escribe a lo que ve en un viaje en taxi. Es sólo que Sergio Albarracín está más vivo que Gallego, tiene más ojos que el común de los poetas y un caudal inagotable y siempre sorprendente de ideas y recursos. El atípico concierto continúa, a punto de llegar a su fin; estamos todos sentados en nuestras butacas, siguiendo el ritmo con los pies o la cabeza, aplaudiendo incluso en medio de los temas. Nuestro anfitrión es consciente de las poéticas circunstancias e ironiza cuando saca unos papeles para recordar la letra de un tema que compuso hace un par de días (y que gustó mucho): “Aquí sí podemos sacar el atril, porque somos muy guays. Esto en el Viña Rock no lo puedes hacer”. Sería una de las pocas frases que dijera a lo largo de la noche, y aún así hacía tiempo que se había metido al público en el bolsillo. Ya dijimos que empezó un tanto inseguro, pero
el bis -Stardust- lo cerró saltando sobre el escenario, coreando versos con los asistentes por fin en pie, rematando fulgurantemente un show hecho de atmósferas siderales (impresionante Doc Diamond) que supuraba intensidad con cada nuevo track. Y sí, echamos de menos gritar y sudar, pero también estuvo bien mirarlo tranquilamente desde la orilla literaria; ya nos desquitaremos de tanta academicismo el próximo 8 de junio en la Eventual.
Texto: Marta Sader Ilustración: Efe Suárez
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Teatro
Abuelas que saben que te vas a estrellar.
Los imbéciles, que se me parecen, siempre esperan la llegada de un espectáculo como si fuera a hacerles volar un poco. Son imbéciles porque a veces pasa que te puede estrellar durante tu vuelo y sales sangrando y cabreado del teatro, así que esas otras veces en las que apenas te levantan del suelo pues tienen sus ventajas. Esto es como ver el vaso medio lleno aunque sabes que te vas a quedar con sed, mientras que el que lo ha visto medio vacío ya se ha espabilado para conseguir más agua. Y esta digresión, amigo lector, sería el primer paso para dejar de ser un imbécil. A lo que iba: era viernes y traían Carmen al teatro. Era un espectáculo que combinaba flamenco y danza contemporánea, era la historia de la ópera de Bizet en la historia de un ensayo, era teatro dentro del teatro y era la noche en la que saldrían chispitas. Y aunque así tenía que ser, mi abuela me hubiera vuelto a gritar desde la puerta: ”Quien mucho promete, poco cumple… ¡y las putas usan coloretes, las señoritas se pellizcan los mofletes!”. Yo voy bien pintada y tampoco he escuchado el primer consejo que parecía más sabio y calmo, así que me encamino feliz al teatro.
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Llegamos. Al comienzo bien, hay flamenco y ballet (algo contemporaneizado, pero venga, no es tanta la traición). Comienzan a bailar y muy bien, la música, los pasos, todo a su tiempo. El bailarín que hace de director del ensayo ficticio habla por un micrófono… no se le entiende nada de nada, pero sigue bailando: bien. Y todo parece como muy bien: hay muchos colorines, una pelea de gatas y la música está en el punto más álgido durante todo el tiempo. Y el flamenco también. Y claro, tanto nervio hace sospechar. Seguimos y Ricardo Castro planta un zapateo de una duración imposible y todos aplaudimos emocionados cuando termina… pero no, no termina, sigue un rato largo después de la ovación y le ovacionamos otra vez, pero tampoco termina y el tipo continúa y hay más ovación y esto ya roza el histrionismo. La pelea de gatas era la lucha de Carmen, flamenca, y la esposa del director de la compañía (ahora enamorado de Carmen) que baila contemporáneo y si lo llamo así es porque, quizás, la maestría hubiera creado una combinación sencilla y bella, pero aquí luce lo obvio y resulta en una lucha banal de yo-te-doy-tú-me-das: pelea de gatas. Y si Carmen de Bizet te deja con ese regusto
insulso de un flamenco añejo que ni conecta con las raíces ni imagina nuevos caminos, mal vamos. Cuando compras tu entrada, compras el derecho a mirar lo que han preparado y a entrever lo que tú quieras. Yo entreví muy buenos bailarines (era evidente, y sus aplausos se llevaron), pero una dirección que no salía del esperpento y encima se empeñaba en disfrazarlo de mucho arte. Y no era mucho, era lo que fuera pero mal lucido. No he dicho nada de la cantaora y la música en directo por no tener que decir también sobre la mediocridad de la ópera grabada; podría describir algunos bailes preciosos pero tendría que indicar que les faltaba fuerza final. Y esto es no tener ganas de hacerte volar. Y si ellos ni despegan, a mí ni me interesa.
Texto: Laura Luna Rivas Foto: Virginia Rota
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Conciertos
Una ‘rajavenas’ con mucho sentido del humor. La tarde comenzó con el horizonte desdibujandose sobre el mar. Llegamos al Parador de Gibralfaro y la línea que separa el cielo y la tierra desapareció para no robarle protagonismo a Zahara. Y la chica pop no defraudó, más bien todo lo contrario: consiguió arrancarle carcajadas a todos los asistentes. En más de un momento pensé: ¿concierto o monólogo? La ubetense, como ella misma ha comentado en sus conciertos, es una “cantautora rajavenas”, pero su frescura y su humor son dos características indiscutiblemente presentes en sus actuaciones. De hecho, la espontaneidad y las anécdotas escondidas tras las canciones junto a la voz dulce y provocativa consiguieron embelesar a todos los que allí estábamos. Sirva como ejemplo la introducción al tema Leñador: “El oficio de compositora es muy solitario. Estás tú con tu canción, mirándola, pero sin saber si está bien o mal… Así que le mandé una canción a mi antigua discográfica y me dijeron: “Está bien pero ¿nos la puedes mandar entera?” Y claro, yo, que estaba tan ilusionada con mi canción corta, concisa y clara pensé: “Voy a mandársela a mi madre para que me suba el
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ánimo” y ahí es cuando mi madre me contesta “es muy bonita pero… ¿de qué habla?” Y ya seguí hundiéndome, así que se la mandé a mi padre y él me contestó: “Zahara, hija ¿qué estás fumando últimamente?” La pareja tóxica acompañó al público a lo largo de la noche, compartiendo temas como La mujer mayúscula y el mar, Del invierno o General Sherman o Cómo San Bello volvió de la luna. El concierto estuvo dividido en dos partes, tal y como ella misma dijo, la primera triste y melancólica y la segunda casi alegre. En la última disfrutamos con temas como Me lo merezco o Mariposas, canción con la la cantante abandonó el micro y nos animó a todos a cantar con ella la frase final: “¿Cómo pudo suceder?” Zahara es buena compositora, buena guitarrista y, sobre todo, buena maestra de ceremonias. Zahara es tierna, es graciosa, es tímida pero apenas le queda vergüenza. Es un espectáculo con dos patas. Cuando acabó el concierto, la sensación de haber disfrutado tanto de buena música como de buenas palabras en un ambiente familiar y en un espacio precioso me hizo sonreír. Tener la oportunidad de ir al Parador de Gibralfaro para
escuchar a una gran artista, poder verla actuar delante de unas vistas de Málaga preciosas, y que además te ofrezcan comida gratis, es como tocar el cielo: música+zampar+it’s free! Los chicos de Live the Roof se dejaron la piel para ofrecernos el mejor sitio y las mejores condiciones para poder disfrutar del momento. Pero la noche sólo acababa de empezar: lo mejor vino después en el Modernícolas Bar. El resto, es historia.
Texto: Claudia Morales Foto: Hugo Espresati
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Sociedad
¿Trabajo? ¿Casa? ¡Mejor dar la vuelta al mundo! Seguramente alguna vez soñaste con dejarlo todo y lanzarte a la aventura, mochila al hombro, like a rolling stone. Seguramente, alguna vez viajaste sin demasiada programación, dejándote guiar por la vida y te diste cuenta, que los mejores destinos son aquellos que nos llevan hacia nosotros mismos. Ni los hoteles de lujo, ni la arquitectura, ni los museos guardan comparación a la inconmensurable felicidad de experimentar la libertad, de experimentarse. La mayoría sueña con poder disfrutar de este lujo, pero es un lujo al alcance sólo de las almas más aventureras, capaces de renunciar a lo superfluo con el fin de alcanzar lo grande. Este es el caso de Fleur y Fernando, una joven pareja que lleva de camino a sus sueños la compañía de Aïsha y Noah, sus hijas de 5 y 1 año, y que este pasado 1 de Mayo han comenzado un viaje en autocaravana nada menos que alrededor del mundo. Fernando era empleado de la administración pública. Ocupaba un escritorio repleto de papeles, su vida era una espiral de rutina que cada vez más, lo arrastraba fuera del mundo, de su mundo. Fleur es su compañera, francesa de nacimiento pero malagueña de
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adopción, maestra inconformista y amante de la naturaleza. Ambos renunciaron a todo aquello que muchos se empeñan por conseguir: casa, trabajo, posesiones materiales. Lo vendieron todo, no sin muchos quebraderos de cabeza, dijeron adiós a sus seres más queridos y se lanzaron a la aventura. La primera fase del viaje los transportará desde Mijas hasta Kazajistán. Cada kilómetro rodado, “despacito y con buena letra”, los ha llevado hasta ahora a los pirineos con rumbo a Italia. Luego, si así lo dispone el destino, vendrán Nepal, India, Malasia, Indonesia, Australia, Nueva Zelanda, Polinesia, Nueva Guinea, Filipinas, y ya más tarde, América y Africa. “¿No tenéis miedo?”, debe ser la pregunta que más han tenido que escuchar de sus allegados, y de los muchísimos medios que se han hecho eco de la iniciativa. Fernando responde que “lo que le daba realmente miedo era permanecer con ese trabajo y esa rutina que llevábamos sin conducirnos a nada”. La principal dificultad que vislumbran en el viaje es “la burocracia para entrar y salir en determinados países”. ¿Por qué tanto interés de los medios en esta historia? Fleur responde: “Porque vivimos
en una sociedad en la que prima la estabilidad y la rutina, y romper con todo sorprende”. ¿Pero no decíamos que era el sueño de la gran mayoría? ¿Por qué entonces no hay más gente que decida levar anclas? “Es difícil dar el paso. En todos estos meses de preparativos, creo que lo más difícil ha sido tener el valor para romper con todo, porque arrastrábamos un bagaje de valores impuestos que no nos correspondían pero que estaban anclados en nosotros”. De camino, educarán a Aïsha, porque dentro de un año su educación “formal” se convertirá en obligatoria, con el método de “educar en casa o a distancia” que cada vez cobra más adeptos fuera de España. Probablemente, esa educación “formal” no podrá jamás reemplazar en importancia la enseñanza que estos padres están dando a sus hijas, a las que están enseñando el mundo. Y no a través de un manual, sino de los sentidos: a saborearlo, a tocarlo, a experimentarlo fuera de los muros de una casa. Y lo más importante de todo: les están enseñando a vivir sus sueños. Ambos coinciden al afirmar que la vida que estaban viviendo “no era la nuestra” y es
por eso que surge el nombre del blog en el que nos mantendrá informados de sus peripecias, Viviendo nuestra vida, con más de cien mil visitas. En él cuentan con detalles los preparativos y sus experiencias de viaje. Si quieres colaborar con su proyecto puedes donar dinero, clickear en la publicidad de su web o comprar algunas de las fotos que, a precios muy bajos, pondrán a la venta.
Texto: Ana March Ilustración: Mayra Ganzinotti
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Conciertos
Chambao 100%, sin aditivos ni conservantes. No era el fin del mundo, por lo menos, no el del mundo de Lamari, nuestra Mari, la niña que lleva la fuerza del mar y el viento metida en la voz. Y así lo demostró anoche con la Sala París 15 a reventar, donde nos metió en la piel lo mejor de Chambao, el álbum homónimo que marca el regreso después de dos años alejada de los escenarios de la ya mítica cantante malagueña. Con canciones descontaminadas, cien por cien Chambao, sin aditivos ni conservantes, Lamari nos entrega diálogos directos desde su corazón que cobran forma de mariposas sonoras, cascabeles musicales que se retuercen y estiran en su garganta y nos sacuden el cuerpo hechas agua, espejo, emoción. Porque Lamari mira a las estrellas de su universo, dialoga con la vida permanentemente y, hundiendo los dedos en el barro de su mundo, logra profundas incursiones en la constelación personal de cada uno. Así, nos entrega canciones que son ceremonias, exorcismos de dolor, de amor y una trascendente pasión por la vida. Arranca el concierto con Al Aire y se llena de pronto ese silencio de dos años con una
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canción, la primera que ha escrito después de “la cura de sí misma”, que impregna la París 15 de simbolismo. Poco a poco va despegando la sala, a la vez que Lamari se va dejando sentir más y más firme en el escenario, acompañada por sus “niños guapos y buenos”: Toni Cantero, Sierra, Roberto Cantero, Toni Rimero, Juan Heredia, Coki Jiménez y Amir John-Haddad. Suenan viejos éxitos como Detalles, Despierta, Papeles Mojados, Ahí estás tú o Caprichos de colores, que se mezclan con las canciones que ya han lanzado a la banda directa al tercer puesto de ventas: La verdad mentira, Lo mejor pa ti, Desde mi balcón. Mientras, el público, compuesto en su mayoría por treintañeros expectantes, fue dejándose emocionar, bailando y coreando las letras de todas ellas, con las caras iluminadas por ese indudable cariño que los malagueños profesan a la cantante. Antes, el grupo malagueño Maktub se había hecho cargo de descorrer el telón imaginario de la sala para sorprendernos con la impresionante voz de Ismael Tamayo. Además, se nos brindó la oportunidad de volver a escucharlo en un impecable dúo con Lamari que, ya en los bises, arrancó enardecidos aplausos del público. Y parece que, a partir
de ahora, esta banda que recoge el testigo de las mejores de nuestra ciudad escuchará muchos más. Ayer celebramos diez años de Chambao, el inicio de la gira internacional que los llevará a lo largo de latitudes españolas para viajar hacia Israel, Londres, Varsovia, Tetuán y Sofía y el regreso después de dos años sin cantar en directo. La fiesta se hizo pokito a poko, desplegando las alas con un arrollador directo en el que la banda hizo volar a las casi 2000 personas que asistimos. Y así, desde la ciudad que los vio nacer, despega con toda la fuerza del mar y el viento a sus pies Chambao.
Texto: Ana March Foto: María Lara Márquez
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Modernicolismo Ilustrado
“Tuve un sueño en el que me liaba con Will Smith” Entrevista: Marta Sader Lord Varys tiene sus pajaritos, y yo tengo mis sabuesos. Están especializados en encontrar a los mejores ilustradores a ambos lados del Guadalmedina y en contarme sus historias. Este mes me han traído como ofrenda a un portadista de excepción, don Juan Arenas, que lo mismo te dibuja su interpretación de una peli como lo deja todo para dar la vuelta al viejo mundo en 90 días. A continuación, remito el informe del sujeto en cuestión: “Vive en calle Carretería, aunque no sale mucho -ojo a ese “aunque” de mi informador- (es un poco hikimori). Cuando trabaja, lo hace en una granja (haciendo cosas de granjeros, supongo) -tengo unos sabuesos de lujo-. En ‘Cosasqueborrar’ hay algunos de sus trabajos, aunque no está demasiado orgulloso de ellos porque hizo la web cuando todo el mundo tenía que tener blog o no era persona. Tiene el pelo largo y un aro en la nariz, y una vez sacó unas camisetas que se llamaban Carihuelication y estaban chulísimas”. Y yo, formándome un puzzle mental -y bastante incoherente- con estos pocos datos, me tiro al ruedo: Eres ilustrador pero ¡trabajas de granjero! (Risas). Sí, de monitor en una granja-escuela. Les enseño a los críos las cositas del campo y de la granja, les suelto royos hippies sobre la naturaleza, les cuento historias y les canto los hits del momento, es muy divertido. Sigamos con más hechos reseñables de tu biografía: Hiciste unas camisetas con el nombre de Carihuelication (¿era por la Carihuela?) y, con el dinero que sacaste por venderlas te fuiste de viaje por Europa. Tell us more! Sí ¡era por la República Independiente de la Carihuela! Yo tenía una camiseta que me hice en el curro (donde conocí al sabueso que os ha dado esta información) en la que ponía en letras mayúsculas, simples y claras: “CARIHUELICATION”. Muchos me preguntaban por ella, porque en la Carihuela la gente es muy Carihuélica, ríete tú del arraigo al barrio de las maras latinoamericanas. Paralelemente, yo estaba en un momento en el que necesitaba reciclarme, entonces, hice lo que muchos hemos deseado alguna vez: romper con todo. La idea era comprar una autocaravana vieja, ponerla a punto, preparar el motor para que en vez de diesel consumiera aceite usado de freidora, y hacer un súper viaje por toda Europa con un amigo, dejando curro, casa y vida para irnos a probar fortuna por ahí. Para dejar el trabajo y emprender el viaje necesitaba dinero, así que en cuestión de tres meses hice de todo para
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sacar pasta, y Carihuelication fue la iniciativa estrella. Me hice unas fotos con mi camiseta e infesté una famosa red social de publicidad. En cuestión de unos días, lo que yo consideraba ‘una especie de colecta entre amigos’ se convirtió en un boom y vendí muchas más de las esperadas. Como tuvo éxito, registré la marca y a día de hoy tengo en proyecto nuevos diseños que saldrán muy pronto. El viaje, fiuu... resumiendo, contaré que lo que prometía ser un periplo de tiempo indefinido por toda Europa con combustible gratis y rodeados de suecas en hermosos lagos, se tornó a una ruta de tres meses por la costa mediterránea española, con estancia obligada en un barrio de Bilbao de más de un mes (tuvimos avería en Tarragona y el seguro nos llevó a Bilbao) rodeado de... digamos que no eran suecas. Tras hacer la carrera de mecánica en Bilbo ya era tarde y los planes del viaje al Edén no cuadraban, así que volví a Málaga sin alternador, ni marcha atrás, ni quinta; despacito y con buena letra (risas). ¡Parece que las caravanas se han convertido en el paraíso en la Tierra! (¡echa un vistazo a las páginas 4041!) Pero ahora, hablemos de hechos remarcables de tu posible futuro: ¿En qué empresa te gustaría trabajar como ilustrador? ¿No buscaban ilustradores en Mayoral? ¡HOLA! (risas). Pues lo bueno de ser ilustrador es que, en muchas ocasiones, puedes trabajar desde casa, la libertad del freelance consagrado es envidiable. Pero por otro lado, los estudios creativos son un lugar ideal para evolucionar e ir superándose uno mismo, ya que la mejor forma de absorber conocimientos es rodearte de expertos. En España, Barcelona es la ciudad donde parece que hay más posibilidades, y de lo que he podido ver por internet, Vasava es la que más me llama la atención. Algunas de tus ilustraciones son denuncias sociales. ¿Crees que los dibujos pueden hacer algo por cambiar el mundo? Por supuesto, al igual que el cine, la literatura, la música, el teatro... hasta la televisión. En mi trabajo suelo anteponer la estética al mensaje, lo que no quita que alguna vez me haya salido la vena revolucionaria y lo haya plasmado, pero no creo que sea mi fuerte. Delego ese honor en quienes tienen el talento para hacerlo. Vivir de la ilustración en Málaga ¿es posible? “Los más viejos del lugar cuentan que un día hubo un hombre que vivió en Málaga de la ilustración” (risas). Esperemos que sí, todos sabemos que es complicado, pero hay que ser positivo. Imagínate que has nacido en la Edad Media, donde la ilustración tal y como la conocemos, como que no se lleva mucho. ¿A qué te hubieras dedicado? Pues a Rey, por lo del derecho de pernada (risas). No, en serio, esto lo tengo clarísimo, sería artesano. Me encantan las manualidades.
CUESTIONARIO MODERNÍCOLA! ¡Rápido, la primera película que se te venga a la cabeza! Mallrats. Es mi peli fetiche. Un sueño recurrente: Tuve un sueño en el que me liaba con Will Smith. Gracias a Dios no es recurrente. La pestaña que siempre está abierta cuando navegas por internet: Grooveshark. Por mucho que frikee de todo, y algunas páginas a diario, la música es imprescindible, así que esa pestaña nunca se cierra. De mayor quieres ser... Clint Eastwood. 15M: ¿sí, no o a veces? Estoy tan desinformado que no puedo posicionarme, supongo que ellos, dentro de su desinformación, estarán más informados que yo. Y aunque por mi desconocimiento no pueda gritar sus peticiones, sí que me gusta saber que hay gente que se preocupa por cambiar el mundo y no en mirarse el ombligo (me incluyo). Porque ahí sí que estoy de acuerdo: hay que cambiarlo.
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Conciertos
Canto a la Generación de las Tres Crisis.
Los 80 fueron musicalmente infames: los astros anglosajones del rock cayeron en picado y Phil Colins, después de cargarse Genesis, inició su carrera en solitario. Mientras tanto, en España teníamos nuestra propia The Factory de Warhol, aunque quince años tarde y con regusto a bocata de calamares. Por suerte, los que nacimos en esa década pudimos salir adelante sin demasiadas secuelas gracias a la bendita inconsciencia. Vale, quizás lo estoy llevando al terreno personal; será porque me recorren sudores fríos cada vez que saco la ropa de verano y veo aquella blusa de mi madre verde radioactivo, con lunares rosas y las hombreras de Vegeta cosidas por dentro. Pero, estés de acuerdo conmigo o no, es cierto que sobrevivimos. Y aquí estamos: ante unos padres a los que les cuesta decir que lo tuvieron más difícil y unos hijos que… ¿qué? El que en realidad podría contestar a esto es Benjamín Villegas, líder del grupo Anicet Lavodrama e ideólogo del Ensayo sobre la generación perdida. Dicho ensayo es un disco/proyecto audiovisual, financiado mediante crowdfunding, que cuenta la vida de un treintañero que vive con la crisis pegada a la oreja toda la semana. Es decir, la historia
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de muchos de nosotros -de todos, si quitamos el detalle de la edad-. La semana pasada, Anicet aterrizó en el Velvet para presentar su trabajo con el espectáculo The Clark Kent Show, nombrando así al primero de los iconos que le servirían a Benjamín como “gancho” para que escuchásemos nuestra biografía. Mientras el cantante rasguea su acústica y explica las canciones de lo que próximamente será un disco editado, nosotros escuchamos con una mano en la barbilla, y hacemos un signo de aprobación cuando cae la versión de La gran ola de calor de Elphomega, que acaba de actuar en el Teatro Cánovas -y, por cierto, está entre el público y ¡en la camiseta que luce Benja en la entrevista que le hicimos un poco antes!Ya has conocido a Benjamín (se llama así por el personaje de X Men). Ahora regresa al Velvet, donde el lúcido artista continúa con su viaje conceptual de infancia, adolescencia y juventud, pero de pronto detiene la canción: “Eh, tsh. Rubia, te canto a ti”, dice dirigiéndose a un grupito de chicas más pendientes de sus copas y del top cinco de cotilleos semanales que del escenario. Y claro, si estás a medio metro del cantante se
nota un pelín. “No podéis estar hablando en un concierto de folk catalán”, les espeta con todo el arte este hijo de malagueños -ahí lo dejo-. Luego se compara con los grandes: “Esta canción me quedó un poco Beach Boys, así que le di un toque más Bob Dylan” o “Vamos a terminar el concierto como Led Zeppelin, repitiendo un tema”. Y así fue: Cráneo Rojo estuvo encargada de cerrar el show, haciéndonos cantar como groupies, rubia incluida, aquello de: “Todos quieren ser el capitán, nadie Steve Rogers”. Al igual que hicieran los chicos de Supersubmarina el sábado, Anicet Lavodrama estuvo en el Modernícolas Bar para terminar la noche y demostrar que es tan interesante como sus proyectos sugieren. Y después de mucho hablar, sólo nos quedan dos cosas seguras: los mojitos seguirán siendo más atractivos que los cantautores y Phil Collins seguirá torturando a los más peques en las películas Disney, pero, aún así, esperamos que las próximas generaciones lo tengan más fácil que nosotros. Mientras tanto, ha sido un placer, Benjamín.
Texto: Miguel Ángel García Foto: José González
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SU PER SUB MA RI NA. 48
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Conciertos
Supersubmarina se d huevos en Málaga. Dicen que el indie ya no es indie desde tiempos recientes, que se ha convertido en otra etiqueta más para definir lo que unos tocan y otros imitan. Los indies ya firman con multinacionales y editoras de destrucción masiva. Los hay que ponen el grito en el cielo por la corrupción de los principios de un estilo que ha perdido su significado, y también los hay que aplauden que las nuevas corrientes mainstream no provengan -al menos no exclusivamente- de radioformulas y grupos de pinta y colorea. Supersubmarina alberga una pizquita de ambas cosas. Los de Baeza se han ganado a pulso llenar salas, contagiar estribillos y si, firmar con una grande del sector musical. Forman parte de esa nueva marea que muchos llaman indie-pop. Son jóvenes y son listos. Su música funciona y sus fans son fieles a ella: anoche en Málaga quedo patente que suman nuevos adeptos de forma exponencial, siendo una de las bandas que mejor manejan la fidelidad de sus oyentes, los de radio submarina. José Chino, Jay, Pope y Juancha presentaban Santacruz en sala Paris15 ante un público aproximado de 600 personas. Desgranaron, por primera vez en Andalucía, los temas de
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su nuevo trabajo. Como si de una película de Al Pacino en los 80 se tratase, el concierto fue de menos a más, del frío al calor y del encendido a la electroviralidad. Temas como LN Granada, Kevin Mc Alister o Niebla provocaron las puntuaciones más elevadas en el marcador de euforia del sábado. Momentos idoneos para desatar la pasión desenfrenada de alguna pareja e intentar inmortalizarse el cuerpo serrano con los artistas de fondo. Y de las clasicas... A las nuevas. En mis venas o Canción de guerra ya serán fijas en el setlist de la banda, que siendo objetivos, cuenta sus temas por himnos del movimiento más comercial del género, en la linea de los ‘granaínos’ Lori Meyers. No nos escondimos en la sala, saltamos como uno más y gritamos otro tanto, para justificar nuestras ganas de pasárnoslo bien. Supersubmarina “se dejo los huevos”,y su público, la garganta y otro par de genitales (si, las chicas le echaron el doble). Seguirán presentando Santacruz en una sofocante gira que también les llevará a los grandes escenarios de festivales como el Arenal Sound -por suerte para muchos moder-
deja los nícolas- o el Low Cost. El LP huele a éxito seguro, que no pactado, y la carrera de los jienenses parece que seguirá en su linea meteórica. Ya os comentamos en nuestro twitter que estuvimos con ellos en el Modernícolas Bar, y nos parecío la mejor manera de cerrar una noche que comenzó fresca y acabó por calentar la carne, el vidrio y el metal.
Texto: José González Foto: Borja Muñoz
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Conciertos
Chinese Christmas Cards vs. las butacas. Camisa blanca, pantalones de pinza cortos, zapatos náuticos, guitarra eléctrica y corbata negra. Así apareció Mario Gutiérrez de Chinese Christmas Cards en el Centro Cultural Provincial. Un cruce entre el guitarrista de ACDC y cualquiera de los Lori Meyers, muy acorde a la temporada de comuniones primavera 2012. “No sé como soportáis este calor, en Barcelona no hace tanto. Lo primero que he hecho al llegar ha sido ponerme los pantalones cortos”. Joan Sala, la otra mitad del grupo, se refugió tras una muralla de sintetizadores para contonearse a los lados discretamente mientras ejecutaba melodías “chiclosas” que harían palidecer la partitura de Funkytown. Suponiendo, claro, que los folios tuvieran esa capacidad. Cumplieron lo prometido. Tocaron todos los temas del disco, que son seis, tampoco era difícil presagiarlo. Y para hacerlo más ameno —y alargar el show— agregaron intros instrumentales-épico-arcadefireanas a la mayoría de las canciones. Que, si bien estaban muy trabajadas, desentonab… Puede que 52
desentonar no sea el verbo, realmente es un problema de expectativas: esperaba un show a más revoluciones por minuto. En directo muchos grupos tienen a acelerarse, pero aquí en ocasiones parecía al contrario, como en el comienzo de Dreams, que se convirtió en balada por unos instantes. Escuchamos algún molt be por el fondo. “¿Hay algún catalán en la sala?”, preguntaron. A mi izquierda había una fila de pies metidos en All Star del 39 que se movían frenéticamente. Estaban pegados a cuerpos de jovencitas “poppies” con gafas de pasta y camisetas de rayas. Ellas saltaban sobre sus asientos, pero el auditorio no se levantó hasta el último momento. Mario bromeó sobre ello: “Es nuestro primer concierto con público sentado, pero a partir de ahora los vamos a hacer todos así”. Luca Mompean, el batería de la gira, merece una mención especial a la energía: cuando no estaba llevando el beat de las canciones agitaba los brazos en el aire con ansias de echar a volar. El contrapunto perfecto a los teclados, guitarras y programaciones.
La sorpresa vino cuando, tras interpretar Welcome to life y despedirse, todo el público se puso en pie y comenzó a aplaudir durante varios minutos y a “taconear” exigiendo un bis. Uno de los de verdad, de los que no van apuntados en el setlist. Mario y Joan comprobaron los acordes de Love Manhattan, una de las nuevas canciones en las que están trabajando. Nos hicieron prometer que lo que pasara a partir de ahí quedaría entre ellos y el público. Así que sólo diré que finalmente despegamos el culo del asiento. Muy bien está lo que mejor acaba.
Texto: Miguel Ángel García Foto: Manu Rocha
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Teatro
La amable jugarreta de envejecer. Lo primero que se me viene a la cabeza cuando salgo de ver Augusto en el Teatro Cánovas es que me va a costar digerirla. Es una sensación extraña que con muy pocas o ninguna otra obra de teatro me ha pasado hasta ahora, como de rumiar una y otra vez todo lo visto para sacarle el sentido que supongo pretende transmitir Teatro del Velador con ella. Pero el caso es que en esta ocasión se me hace muy ambiguo, porque he asistido a una obra muy dura en su argumento pero más que gentil en su planteamiento, y puedo decir a ciencia cierta que tengo miedo de equivocarme en mis aventuras. Y es que el montaje que presenta esta compañía es una propuesta que nos hace entender la vejez desde una doble perspectiva, pero con un punto en común: la sensación de vuelta a la infancia en los años más avanzados de nuestra vida, para bien y para mal. Por un lado, muestra la putada que supone perder la autonomía pero no la conciencia; el sentirse de nuevo como un niño pequeño desvalido y dependiente de segundas personas; que se mea encima y no sólo se siente culpable porque asimila que lo que ha hecho le han dicho que está mal, sino también avergonzado porque sabe que no puede
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remediarlo. En el otro extremo, apuesta por entender los últimos años de nuestra vida como un periodo en el que ocuparse de uno mismo al fin por todas; de sentirse de nuevo como un niño que se ilusiona en sus primeras veces, observando objetos como un violín con ávida fascinación; o que sabe jugar, siendo capaz de convertir un perchero en una persona. Esto se hace más que evidente a través de los protagonistas de la obra, un viejo payaso que acaba en el asilo de un bedel poco ortodoxo en su regencia. El primer personaje pretende dibujar acontecimientos muy dolorosos desde el histrionismo más cómico. De ahí que en una misma escena, parte del patio de butacas se riesen a pierna suelta mientras otra parte se angustiasen hasta el tuétano, simultáneamente. Al segundo, sin embargo, le toca acarrear con las consecuencias que derivan de los actos cometidos por su partenaire, castigándole severamente si fuera preciso… pero también siendo comprensivo con sus involuntarios límites. Quien en su propia persona haya sufrido la “desgraciada” experiencia de tener que “cargar” con una persona mayor en los últimos días de su vida,
puede empatizar totalmente con ambas partes de la ecuación, sintiendo los arrebatos de dignidad del payaso y la impotencia en la tristeza del bedel. Y por encima de todo, a modo de pacto tácito, la mutua y silenciosa resignación ante la situación. Respecto a la producción, cabe resaltar una magnífica y preciosa escenografía, con algunos elementos que quizás sobran pero que tampoco estorban. El ritmo quizás es pausado y va a trompicones, pero yo lo entiendo como una redundancia hacia la lentitud propia de la senectud. Algunos sentimientos o conceptos abstractos están ingeniosamente solventados, como reflejar la desidia propia de un encierro a través de la megafonía del asilo, cuya voz recuerda a la de un campo de concentración. Pero es sin duda en el trabajo expositivo donde Augusto se muestra imperial: la dupla protagonista hace gala de una técnica interpretativa exquisita, basada en la expresión corporal casi en su totalidad –aunque se ayudan de un lenguaje propio ininteligible para recalcar los estados de ánimo-. Se encogen, se estiran, se quedan rígidos hasta umbrales casi imposibles, se tropiezan con naturalidad… En definitiva: metamorfosean en los 70 minutos
que dura el espectáculo en la forma o edad de sus personajes, hasta el punto de que en el propio saludo de rigor no apostaría a que quienes se han quitado la peluca y las gafas son los mismos que acabo de ver actuando, a pesar de que sólo han cambiado eso y las posiciones de su cuerpo.
Texto: Edu Centeno Foto/Collage: Diego A. Alías/Elena García
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Conciertos
La música viste camiseta, vaqueros y zapatillas. Pedro Guerra sale al escenario con una camiseta, unos vaqueros y unas zapatillas. Coge su guitarra y se sienta en su taburete. A su lado, un piano con el que su sempiterno compañero Luis Fernández acompañará las melodías que salgan de los dedos del tinerfeño. Con más o con menos instrumentos, al escucharle sobre las tablas uno tiene la sensación de que por su música, su repertorio o su estilo nunca pasa el tiempo, y que la persona que está delante de ti cantando es el mismo de siempre -salvo en el detalle en que ahora ya no sale descalzo a sus conciertos-. Por más que han pasado los años y los discos, la esencia sigue intacta; la raíz, inalterada; el artista, puro. Tras un inicio en el que repasa canciones de antiguos trabajos, llega el momento de presentar las nuevas, pertenecientes a su último disco, El mono espabilado. Para ello, algunas veces en tono humorístico y otras de manera más seria, explicaba entre tema y tema de dónde vino la inspiración a la hora de componerlos: cuentos infantiles, clásicos de la literatura universal, versos per56
didos, directores de cine a los que admirar, mitología griega… y muchos más. Pasamos así por Caperucita Roja, El baúl de Billy Bones, Asteroide Tarkovski, La maestra o Mi locura. Otras melodías más antiguas no precisaban de presentación, aunque alguna que otra sí que la tuvo, como cuando dedicó la canción Contra el poder a “aquellos perroflautas que han tomado la calle para gritar: ¡basta ya!”. El cantautor también celebraba que la actitud crítica y reivindicativa de algunas de sus composiciones de antaño siguieran teniendo -más- vigencia hoy día, como por ejemplo El circo de la realidad. Especialmente entrañable fue cantar Contamíname, tras explicar entre risas que fue el tema que “abrió las puertas de la fama a Ana Belén y Víctor Manuel”. Con un repertorio compuesto por un total de 28 canciones, era inevitable que algunas de sus mejores o más íntimas creaciones quedaran fuera. Sin embargo, en todo momento guardó el equilibrio entre pasado y presente, sin permitir que faltasen los himnos más característicos de la talla de Deseo, Debajo del puente o
Daniela. Recordó también alguna poesía de su disco mano a mano con Ángel González y además regaló canciones aún inéditas que guardan las líneas de su actual etapa. Es curioso y de agradecer el hecho de que todo lo interpretado fuesen composiciones propias de dentro de su discografía, ya que no tocó nada ajeno a pesar de haber grabado recientemente dos compactos completos versionando temas de otros artistas. Un detalle que muestra el respeto de Pedro Guerra por aquellas personas que pagan una entrada para escucharle a él en todo su esplendor. Respecto a las sensaciones creadas, ir a un concierto de Pedro Guerra equivale a entrar en un remansito de paz en el que el mundo exterior deja de existir durante las dos horas que dura su recital. La tranquilidad y onirismo que transmiten sus canciones, e incluso su propia forma de hablar, trasladan tu conciencia a una ficticia realidad que queda suspendida sobre el tiempo. La sobria puesta en escena e iluminación -con focos que dibujan líneas rojizas y
azuladas- potencian esa idea, y avalan el hecho de que lo que importa en el mundo de la música es -paradójicamente- hacer simplemente música y crear emociones a través de ella, no de efectismos baratos. Así es como lo entienden sus seguidores, que llenaron el patio de butacas y los palcos del Teatro Cervantes, mostrándose como un público quizás demasiado maduro y ya tímido como para arrancarse a cantar a viva voz junto al tinerfeño.
Texto: Edu Centeno Foto: Miguel Ángel García
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LA NOCHE QUE REVENTAMOS EL OCÓN.12/05/12.
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Conciertos
Sabéis que nunca mentimos. Somos gente guapa, limpia y educada, como dicen nuestros amigos de Haddonfield. Con estos precedentes afirmamos que el sábado pasamos otra noche inolvidable de histeria colectiva, una de las cada vez más frecuentes veladas en que dejamos el papel de contarte lo que pasa para SER lo que pasa. Además, a juzgar por la última vez, no se nos da tan mal, ¿no? Te situamos: La Noche en Blanco, estabas caminando cerca del Parque, buscando la cola más corta para poder ver algo. Mientras intentabas abrirte paso entre empujones culturales —que no por ello molestan menos— escuchaste dulces acordes que tiraban de ti de forma magnética. Diego Lara es el novio que toda madre querría para su hija —¡y el amante que muchas desean secretamente para sí!—. Nos hizo colocar la barbilla sobre nuestras palmas abiertas y suspirar a ritmo de sus canciones, como Justo al verte y Volver, y versiones como la Zamba del olvido de Drexler. Quizás lo que escuchaste fueron melodías pop, con voces elegantes y arreglos espaciales. The Incredible Shouting Market son una de nuestras apuestas locales. Trajeron sus
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temas nuevos, mucho más brillantes, tanto que ya suenan a éxitos —y además acaban de ser seleccionados para el I Concurso Wild Weekend, ¡felicidades!—. O tal vez te acercaste por el olor a goma quemada que dejaron unas zapatillas sobre el escenario. Hablamos de Aeroplano 21, su enérgico y Estereofisticado sonido, sus guitarrazos y panderetas voladoras. Los ganadores del Primer Concurso Purapasta no paran en ningún sentido, y podrían ser un grupo llena estadios sin despeinarse —luego no digan que no les avisamos—. Y los que todavía no andaban por allí, corrieron a saltar, sudar y subirse al escenario — literal, ¡mira las fotos!— cuando The Stelliumy y Les Castizos pusieron los tonos más electrónicos. Los primeros nos ofrecieron un set que mezclaba bases, sintes y dos voces, con temas propios y alguna versión. Y cuando parecía que en el Eduardo Ocón no cabía ningún alfiler, los djs más salvajes de la ciudad atrajeron a una muchedumbre hambrienta de los mejores temazos que coreó Bob Marley, gritó con Oasis y estalló con la electrónica más explosiva. A ellos les da igual el género, lo único que quieren es hacerte
saltar y sorprenderte con cada hit mezclado a dos manos. Hasta los más pequeños, cerca de la una de la mañana, se subieron a pinchar con ellos. No sabemos cuál fue tu motivo para venir, pero lo importante es que estuviste allí. Por eso, y por el apoyo que nos das día a día, y por agotar —literalmente— las existencias del Bar Modernícolas en la post-fiesta, ¡gracias! Y gracias también al Ayuntamiento de Málaga, que nos cedió el espectacular equipo técnico y humano que lo hizo posible. ¡Nos vemos en la próxima!
Texto: Miguel Ángel García Foto: José González
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