Molino de letras N° 80

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Molino de Letras

San Malcom entre las aves

Eusebio Ruvalcaba 4

La vie en vert / Morning

Blas Torillo 5

A veces creo

Yoni Miguel Castillo Tzec 6

I, II y III

Liliana Muñoz Sandoval 7

Poemas Náuticos

Raúl Orrantia Bustos 9

Dueto para una canción que sueña con caballos en luz Gildardo Montoya Maya Islas 12

Salvador Alba Waltz por un sex

Atenaida Olivares 29

Ligeia Balladares Saavedra (1927-2012) No abandonen nunca la poesía Gildardo Montoya Castro 34

Enrique González Rojo Arthur: toda una vida en la poesía

Arturo Trejo Villafuerte 38

Jacinta

Cuento de Karim Balzaretti Heym 16

Desconcierto

Jorge Cano Ureña 21

Fake prizes

Cristina García Ramírez 24

Más sabe el diablo… Montana Cristina 26

La pintura mural en Turquía: algunas pinturas al fresco y al mosaico en Estambul y Capadocia Juan Manuel Zepeda del Valle 41

Chinola Kid: narcotráfico, vaqueros y heroísmo puro

Jorge Iván Garduño 49

Molino de Novedades Editoriales

Arturo Trejo Villafuerte 51

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Molino de Letras

Directorio Director fundador Moisés Zurita Zafra

Dirección

Juan Jorge Díaz Rivera

Edición

Patricia Castillejos

Consejo Editorial

Ignacio Trejo Fuentes Eusebio Ruvalcaba Rolando Rosas Galicia José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte Miguel Ángel Leal Menchaca Marcial Fernández Marco Antonio Anaya Pérez Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Marcelo González Bustos Alberto Chimal

Colaboradores

José Luis Miranda Anguamea Gildardo Montoya Castro Samantha Martínez Maya Rosa María Rodríguez Cortés Raúl Orrantia Bustos

Editor responsable: Fortunato Moisés Zurita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 042011-062209030200-102, ISSN: 2007-5650, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por Imprensel, Av. Tláhuac No. 6631 Local 4 Col. La Conchita, Zapotitlán, C.P. 13360, Tláhuac, D.F. Tel 1312-7132. Este número se terminó de imprimir el 1 de septiembre de 2013 con un tiraje de 3 000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. Esta revista es producida gracias al Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2013, del Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes.

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En el padrón Nacional de Revistas de Arte y Cultura del CONACULTA: http://sic.conaculta.gob.mx/

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Aura Franco

Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado Mendoza Álvaro Luna Castillejos Amaranta Luna C.

Servicio social

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molino de letras, Año 14, No. 80, noviembre– diciembre 2013, es una publicación bimestral editada por Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle Miguel Negrete 336 L. 15 C. 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@hotmail.com

Tel. (01 595) 9556977 Cel. 5519546810

Portada: Serpiente de agua Acuarela sobre papel y algodón. 40 x 50 cm. Autor: Salvador Alba Rodríguez


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d i t or i a l Ya nadie quiere ni salir “Vivir en México es lo peor”, decía una rola del ahora mítico Tri, antes de que la Yoko mexicana hiciera su aparición y el buen Alex Lora dejara a la primera agrupación de rock mexicano que alcanzó notoriedad en un mundo donde sólo el inglés la rifa. “Y es que nuestros impuestos están trabajando y cada día hay que pagar más”. En aquellos años del rock y en que este país se iba a un largo periodo de crisis económica —que no termina nunca— nadie imaginó, ni en sus peores pesadillas, dónde andaríamos entrada la segunda década del siglo xxi. Muchas decenas de miles de muertos por la violencia registrada, a mano armada y esas cosas, pero otras tantas decenas de miles de muertos por la crisis económica. Acaso el clímax de toda esta debacle sea el iva en el alimento de las mascotas, mientras las grandes empresas pagan insultos en vez de impuestos cada año. “Cierren puertas y ventanas”, nos recordó el buen Rockdrigo González al final del siglo xx. Sólo falta que como en la época santanista se cobren impuestos por cada rendija por donde se filtre la luz a nuestras humildes chozas. Tenemos que pagar iva por las croquetas que comen nuestros acompañantes perrunos, gatunos y demás fauna urbana mientras este país se da el “lujo” de tener al hombre más rico del mundo.

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talón de Aquiles San Malcom entre las aves Para Gildardo Montoya

Todas las noches llega a las siete en punto y cierra los ojos. Se suceden entonces cuatro, cinco, diez canciones de José José. Todos lo miramos de soslayo. Nadie se atreve a despertarlo. La copa está por terminársele. Tal vez por eso no la suelta, como si se fuera a ir. De pronto abre los ojos, levanta el vaso y brinda con el primero que pasa a su lado. Yo he querido ser este hombre. Un príncipe dueño de nada y a cuya salud alguien bebe.

Eusebio Ruvalcaba1

Poeta y escritor autor, entre muchos otros títulos, de El sol le hace daño a los ancianos, Chavos: fajen, no estudien y Sangre de mujer, editados por Molino de Letras. 1

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La vie en vert Todo verde. El viento verde, los sonidos verdes, mis recuerdos verdes. Verde como la sangre o las rosas o como el cielo verde. Verde como tus pasos o como tu voz y tu mirada verde. Como el pavimento verde y los dolores, como mis sueños verdes. Como los poemas verdes o verde como mi vida verde. Verde como la sopa o los gusanos o como mariposas verdes. Verde como los olores verdes y verde como las tardes verdes. Todo verde. Como en francés verde, que está a una letra de verte.

Morning Los silencios sólo son claros en la mañana, muy temprano. Es cuando realmente puedes escuchar una ciudad dormida y un corazón solitario. Los silencios no son más que el modo en que la naturaleza nos ayuda a cerrar los oídos como cerramos los ojos. Los silencios, porque afortunadamente son muchos, nos pueden llenar de paz o de terror, de esperanza o de odio pero eso depende nada más de nuestra conciencia. Los silencios son como mariposas que cuesta trabajo atrapar pero cuando los tienes, cuando están en tus manos, o quizá sea mejor decir en tus oídos, es cuando realmente comenzamos a saborearlos. Sí. Porque los silencios también tienen sabor y éste que me embarga, sabe a ti. Blas Torillo1

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Poblano. Fotógrafo y poeta. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana.

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A veces creo A veces, creo creer, a veces pienso creer. A veces siento que todavía existe algo en ti, a veces creo sentir que también piensas en mí. A veces creo y te pienso cerca de mí. A veces creo verte sonreír, en tu soledad, pensando estar cerca otra vez tan cerca de lo que alguna vez fue, de lo que todavía puede ser, de lo que alguna vez el cielo fue testigo, del amor que existió, que todavía existe, que todavía puede existir. A veces creo que te alejas deseando no sentir, que te alejas para no mentir y aceptar que todavía existe en ti el amor que nos veía sonreír. A veces pienso que quisieras estar otra vez cerca de mí, como yo lo deseo tanto de ti. A veces creo que tú también sientes esa necesidad. A veces siento que renuncias al amor entre nosotros a cambio de la costumbre que te tiene a él. A veces siento que haces a un lado lo que existe en tu corazón. A veces siento que me alejas de ti, por el miedo a verte sonreír otra vez junto a mí, por el miedo al amor que puede renacer, del amor que puede florecer, del amor que todavía existe en ti. A veces siento que estamos a tiempo de ser uno solo, como lo fue alguna vez. A veces creo que esto de nuevo puede ser, a veces creo que voy a enloquecer, a veces quisiera no estar equivocado. A veces creo que nunca sabré saber si no sé saber lo que aún sientas por mí, si no me das la oportunidad de estar cerca de ti. Quisiera estuvieras aquí…

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Estudió en la UACh y es Maestro en Ciencias en Estadística.

Yoni Miguel Castillo Tzec1


Molino de Letras Somos lo mismo. Coeficientes en la tierra, unidades en el cielo Y hermanos en todas partes […] Hugo de Sanctis

I

Manos agrestes de maíz ojos certeros de jade pequeñas aves melancólicas buscando lugar entre los pinos urbanos. Me nombraron Adán y me dieron una luna para esconder la tristeza. De maíz se formó mi lengua y fui hombre Círculo infinito, tierra fértil , yo: el hombre Me llamaron Ulises y aún recuerdo entre sueños la dulce canción de las sirenas Ahora que todo es tan próximo y que mis oídos despiertan…

II

Hombre pequeño en esta ciudad-selva Busco lugar a media tarde, el oriente duerme. Sandalias desgastadas que me recuerdan que ya no tengo tierra. Ícaro de fuego cayendo en medio del mar…

Liliana Muñoz Sandoval

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III Había que morir para probar el agua en los labios. Había que morir para encontrar la salvia en el ocre de esta tierra. Había que buscar… Hombre: cúbrete con el canto de la luna cúbrete con agua de gorriones Manos de maíz ojos de jade hombre que canta…..

Liliana Muñoz Sandoval1

Nació en Aguascalientes en 1981. Es Licenciada en Letras hispánicas de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Actualmente estudia la Maestría en Arte Contemporáneo en la Universidad de las Artes del ICA. Es profesora de bachillerato en la UAA. Obtuvo el primer lugar en los Juegos Florales de la Feria de la Revolución en Pabellón de Arteaga en 2008. Ha publicado en revistas locales y sus poemas forman parte del libro colectivo Primera tentación. 1

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poemas náuticos

La Barca de Cristal Capitán de tu barca, errando perdido vas, en busca de ti mismo recorres tu propio mar. En la noche más oscura –¡ay, eterna soledad!– a la luz de plata pura tiras redes de pescar. Apresas a la luna, la metes en un dedal. Cielo sin sol ni estrellas: ninguna luz brilla más. Aunque sigas tratando nunca lo sondearás, es de aguas cambiantes el mundo donde estás. Capitán de su barca, errando cada uno va. Muchos por la ribera, muy pocos por alta mar: sólo un alma marina no teme el naufragar: surca lo más profundo sin saber si volverá. Allá donde reside el secreto inmortal, zozobramos cautivos sobre barcas de cristal.

Motivos del Caribe Cuerpo hermoso de mujer morena. Una hamaca bajo dos palmeras.

Sátiro Mar

I

Métete, niña, en el agua, ven, no tengas miedo; goza el vaivén de las olas, ven, que yo te quiero. Desviste tu cuerpo de dudas, exhíbelo al firmamento; te observan sólo mis ojos y aquel voyerista lucero.

II

Niña, que ahora duermes tan tranquila en la playa, con el corazón sereno y la cintura mojada, torna al vaivén de las olas, prueba mi esencia salada, deleita mi cuerpo crecido bajo la luna de plata.

Tres barquitos recorren la ribera. Cuatro hombres discuten por tenerla. El cielo azul y el mar turquesa. Blanca la sal y blanca la arena. Ningún dolor en el alma de ella. Cuerpo hermoso de mujer morena.

Raúl Orrantia Bustos1 1

Escritor y poeta texcocano. Estudió Letras italianas en la unam y actualmente realiza una maestría en Francia.

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Tropos del corazón Cansada por deambular en lugares comunes, manidos, con el rostro ajado, tropecé contigo. La melopeya que irradiaba de tus cuerdas vocales, se propagó en cada una de mis células. Hubo una cesura, nuestros hemistiquios se sobresaltaron; tomaste mis manos, me guiaste y juntos formamos la onomatopeya. Una catacresis transformó el momento de mi baladí existencia. Tus labios se volvieron prosopopeya de mis anhelos, hipérbole de mi vida, paradoja de mi ser, confusión de mis egos. De mis sentidos emergió el sensismo, por mí desconocido, con tu lengua limpiaste la broza de mi cuerpo, con la sinécdoque me entregaste el universo, morí dulcemente. Oxímoron yo, epíteto tú.

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Fuiste antítesis devolviéndome la vida, nuestras sombras se fusionaron como un solo tropo. Conexión sin sentido. El eterno, efímero tiempo, nacimiento y muerte se condensó conmigo. Signos musitados, copulando con saliva del deseo que brota al mirarme. Los traduce tu mirada, los leen mis ojos, y los canto. Abandono de nuestros cuerpos entretejiendo versos enseñoreando a la lujuria laudable como tus palabras que pululan con mis pensamientos, y me abandono a tu firmamento.

Aracely Ordóñez Cordero1

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Pintora que gusta de las expresiones plásticas. Estudió creación literaria en la uacm, del valle, participó en un taller de creación literaria en la biblioteca Iberoamericana de Mixcoac, coordinado por el profesor Alfredo Mc Kelligan, egresado de la sogem. A mediados de enero del próximo año será expuesto al público su primer libro de cuentos infantiles, con partituras musicales, por la editorial Delfín.

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Dueto para una canción que sueña con caballos en luz Gildardo Montoya1 Maya Islas2

Me preguntan... Gildardo: Me preguntan nocturno si me gustan los gatos y yo respondo al aire mi paisaje definitivo con la presencia de los perros. Escribo íntimo: he pasado tantas tardes inciertas, esperando la voz de mi abuela... envuelta viva melodía, de sus gatos. Maya: Mientras te sigo hasta los lugares del Faraón, encuentro en las arenas una pared con puerta. En ese aire de animal en tierra aparecen los gatos voladores que son como sueños atravesando las barreras de la mañana. La abuela amanece detrás de las flores; ella misma es una flor en un país extraño que la coloca al pie de tu sangre, niño poeta, figura constante entre los vivos. Cuando llegas a los caminos de esa abuela-cabeza-luz, te conviertes en el rey de la incertidumbre, te elevas como ave a dibujar el silencio de la atmósfera y el gato mágico se convierte en tu perro de paz. Tu perro que ronda los jardines como Rilke.

(Sinaloa, México, 1959) Poeta y periodista. Labora en la Universidad Autónoma Chapingo. Libros: El ladrón que sobornó a la luna y Armónica para desnudar el sueño. 2 (Cuba, 1947) Libros de poesía: Sola…Desnuda…Sin Nombre, 1974; Sombras-Papel, 1978; Altazora acompañando a Vicente, 1989; Merla, 1991; Lifting the Tempest at Breakfast, virtual, 2001; Quemando Luces, 2004. Su poesía ha sido publicada en diversas antologías, revistas y periódicos de América Latina, Estados Unidos y Europa. Vive en Texas, EUA. 1

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Intemperie Gildardo: ¿Se viene, se llega, de alguna parte. Existe algo o alguien... Lo podría llamar quizá, caballo en luz o música inagotable, presagio, imán de la infancia? Maya: quizás en un arco detrás de las cortinas el hogar resbala con el agua se entrega a la memoria al ojo del niño que lo mira

Octubre

Gildardo: Nunca sabré qué me detuvo, besar tu frente, padre mío, ahí, inerte, ausente, solitario, en el mentecato camastro, como si te hubieras cansado de esperarme; no pude. Volaba, era, soy tuyo, en el aire, corría a ti; pero nunca sabré qué me detuvo, que me detiene, padre, padre... Maya: pudiera comprender ese deseo de libertad que es ala o aire... la manera de tocar tu piel es mi tierra de flores, piedras colgadas a tu cuello. No dejaré que saltes con tus ojos en blanco... soy buen pintor, hijo transparente, árbol único para tu sombra

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Hombre precavido... Gildardo: Hace un momento aquí en la calle del poema, vi delante de mis pasos a la muerte viva, nos unía a ambos la lluvia incesante, un domingo sin nadie, nos separaba su alarmante delgadez en abrigo gris, sombrero negro, tan elegante al aire, iba cantando, intenso, alegre, muy alegre, bajo el torrencial, pero: ¿dónde escondía la guadaña del cuento? Por supuesto nunca quise intentar rebasarle, hombre precavido... Sin más, la muerte viva, en alguna esquina desapareció, hacia otra calle, otro destino y yo me fui de frente, a paso veloz. Maya:

Mala pata Gildardo:

Así evitamos el encuentro de una piel que quiera explicarnos esa ida... No podrías con el canto, con el ojo enternecido que conozca esa elegancia de la muerte y su aire cayendo como un sol dibujada en nuestras caras. La línea es de papel, de rosas asustadas en un jardín

Irracional montuno tensó su nombre con la mala pata el fuego irreversible de Orfeo que dejó en el nido un clamor alta tensión preguntas sin respuesta error o errancia se sabe plumas señor dibujando el viento Maya:

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Pasó el tiempo. Corta la cara de los elegidos. Se siente el vuelo de Altazor, suena su ala clásico rumor lleno de espadas. La ruina en la montaña habla. Volar es un gesto. Toda vida no es mala suerte. Inclinada la inmortalidad se orienta hacia el “no te equivoques” pequeño animal de bosque. Entra en la cápsula y vete al cosmos antropólogo de piedras. Eres testigo del vagar de las creencias. Punto en boca. En las sombras, enciende la flor para que ilumine tu camino.


La vida impensable


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Las Garlopas*

Apartado de los inéditos

Selección y nota introductoria de

Eusebio Ruvalcaba

Cuento de Karin Balzaretti Heym Profesora del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara, Karin Balzaretti Heym es narradora a ultranza. Este cuento refleja las preocupaciones fundamentales de su estilo: tensión dramática, personajes de hondura, lenguaje apegado a su contexto narrativo, trama climática. En fin. Un texto que provoca reflexión y emoción a la par. En el que la presencia del agua es la constante inequívoca.

Jacinta1

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sa mañana Jacinta se despertó más temprano que de costumbre, debía prepararse para la larga jornada que le esperaba. Sería un día de mucha actividad, más valía comenzar desde buena hora para cumplir con todos los pendientes y labores. Se levantó de la cama escuchando el maullido suave de sus gatos que aún permanecían adormilados sobre el sillón. Puso a calentar agua en la hornilla y esperó a que estuviera calientita. La vació en la pequeña tina que usaba para asearse a jicarazos. Cada mañana ella disfrutaba de su baño. Al terminar secó con energía todo su cuerpo. Al tiempo que se vestía ordenaba rápidamente en su mente las actividades del día. Acicaló su cabello cano mientras contemplaba a través de la ventana los primeros rayos de sol que despuntaban a lo lejos. Ese era uno de los momentos del día que más disfrutaba Jacinta. Se deleitaba con el hermoso paisaje del valle, inundado en un santiamén por la luz del sol, que pasaba de un rojo encendido a un deslumbrante amarillo. A partir de ese momento, las gotas de rocío brillaban con intensidad sobre las hojas y ramas de las plantas, era como si la noche hubiera esparcido escarchas de plata por doquier y al contacto con la luz del sol despidieran un intenso brillo. El paisaje era realmente admirable.

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* Sombrío burdel de Veracruz. 1 Este cuento aparecerá en una próxima antología bajo el sello de la Universidad de Guadalajara.


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Jacinta vivía en el pueblo de Manzanilla de La Paz, ubicado entre Mazamitla y Concepción de Buenos Aires. Era un lugar sereno; las montañas estaban cubiertas de encinos y, en lo más alto, por pinares, pero también era común encontrar manchones de árboles de tejocote o manzanilla. Jacinta siempre decía que los árboles eran algo bueno para quienes habitaban en el pueblo y que había que cuidarlos de los taladores que buscaban los fustes más fuertes para hacer negocio en los aserraderos de los alrededores. Ella estaba contenta de haber nacido en ese lugar, sabía de las bondades de esa tierra, pues el suelo de los valles y planicies aún era fértil, y las aguas de los ríos Guadalajarita y de La Pasión, aunque a veces escaseaban, durante el temporal de lluvias daba gusto ver sus caudales rebosantes. Para suerte de los pobladores todavía era común encontrar algunos arroyos y manantiales. Jacinta estaba segura que eso, hacía de su pueblo un buen lugar para vivir. Mientras se arreglaba, recordó que cuando era niña su tierra era aún más pródiga, con mucha agua y tierra fértil, y con menos casas. Animales había por todos los rincones, era común ver venados y zorrillos, conejos y ardillas; muchos pájaros poblaban los cielos como el jilguero y el cenzontle. En las parcelas, las milpas crecían macizas y después del temporal de lluvias, el agua que nacía en los manantiales se encauzaba para regar huertos y hortalizas. La gente siempre tenía qué comer, ya fuera por lo que cultivaba o por lo que pescaba en los ríos. No hace mucho los pobladores de Manzanilla de La Paz lo consideraban un vergel. En la actualidad, las cosas estaban cambiando, pues algunos nacimientos de agua ya se habían secado y los ríos ya no eran caudalosos, sino hasta que comenzaban las lluvias. Cuando Jacinta recordaba la fecundidad y abundancia que se perdía en su tierra, sentía nostalgia. Ya despabilada, terminó de prepararse y enseguida desayunó apresuradamente, pues ya se le hacía tarde para la misa de las ocho de la mañana. Salió a toda prisa, no sin antes tomar su paraguas por si acaso se venía la lluvia. Apuró el paso y llegó a misa muy puntual, ahí se encontró a Rosa, la esposa de Pedro Carpintero. Ella se veía feliz, justo había cumplido la cuarentena, y ya traía en el trajín al pequeño Andrés a quien llevaba en brazos, y quien al día siguiente recibiría el sacramento del bautismo. Jacinta estaba invitada y por supuesto no faltaría ni al bautizo ni a la fiesta. Ella apreciaba mucho a Pedro y a Rosa, los vio crecer desde pequeños y hasta le tocó ayudar a organizar su boda hacía ya doce años. Al acabar la misa buscó al sacristán para pasar por agua bendita, pues Tomasa, su prima, le había hecho el encargo de que le llevara una botella. Caminó rumbo a casa de su prima, pero antes se detuvo en la presidencia municipal, pues había escuchado de sus vecinas que en unos días vendrían al pueblo unos médicos de la ciudad de Guadalajara a dar pláticas de nutrición y de cómo alimentarse sanamente. A ella le gustaba estar bien informada y aprovechó para inscribirse. Mientras la atendían, recordó que cuando era joven, una vez leyó un libro que trataba de cómo el agua ayudaba a mantener la salud. Desde entonces, tuvo el cuidado de beber cada día el agua suficiente.

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Al llegar a casa de su prima, se dirigió a los lavaderos del traspatio, pues ya sabía que ahí la encontraría; todas las mañanas lavaba la ropa sucia de su marido y de sus hijos, decía que “así no se le juntaba tanto el quehacer”. Al ver a Tomasa tan atareada, Jacinta le ayudó a enjuagar lo que quedaba de ropa. Y como todavía tenía tiempo antes de llegar al museo, terminó también por ayudarla a limpiar la casa. Jacinta se apuró a trapear el piso de abajo y el de la terraza, además de regar las macetas y las jardineras. Entre las dos, terminaron rápido. Tomasa le agradeció su ayuda, pues con su pequeño hijo no le rendía el tiempo. Ofreció de almorzar a Jacinta, aunque ella sólo aceptó una taza de champurrado caliente. Aprovechó para entregarle la botella de agua bendita, pero antes agarró un poco para santiguarse con devoción. Se despidió y prometió regresar a comer para después ir juntas a la parcela. Se encaminó a toda prisa al museo, pues quedó de estar ahí a las 11 en punto, la cita era con unos investigadores expertos en cuencas y que tenían la intención de incluir una sala “del agua”. Decían que Manzanilla de La Paz era un sitio clave para hablar del tema, pues su ubicación geográfica le había favorecido con abundancia de agua, aunque ahora ya escaseaba, y otra razón era su cercanía con el lago de Chapala. A ella la invitaron a ese proyecto por varias razones: siempre había vivido en el pueblo y fue maestra de geografía e historia por más de 25 años, se había especializado en el estudio de la región sureste de Jalisco y conocía muy bien la localidad. Cuando recibió la invitación no dudó en participar, estaba segura que su opinión sería importante. La exposición fue interesante, a Jacinta le entusiasmó. Tanta falta que hacía cuidar y valorar el agua —pensaba ella— con tanta taladera de árboles, ya no llovía como antes y los ríos apenas si se llenaban durante el temporal. Así que estaba segura que este sería un buen proyecto. Ya pasaba de la una de la tarde cuando regresó a casa de Tomasa, la encontró atareada preparando la comida, ella aprovechaba el tiempo mientras que su pequeño tomaba la siesta del medio día. Como ya casi llegaban el marido y los hijos de la escuela, y aún no había terminado, Jacinta se dispuso a ayudarle. Buscó verduras en el canasto, y sacó papas, zanahorias, tomates y chícharos. Salió al patio y cortó calabacitas frescas, pues no podían faltar en la sopa. Lavó muy bien las verduras y las picó finamente y las puso en una olla con agua suficiente para que alcanzara para todos, le agregó un puño de arroz y la sazonó con sal, cilantro y orégano. Quedaría lista en unos minutos. Mientras, Tomasa terminaba de preparar quelites con carne. Llegaron primero sus sobrinos, Saúl y Martha, que venían de la secundaria, enseguida entró Apolinar, el marido de Tomasa, quien se veía hambriento; el trabajo en la parcela era arduo, sobre todo en esos días que empezaba a enyerbarse la milpa. Todos se saludaron con abrazos, les daba gusto que su tía los visitara. Se sentaron a la mesa y mientras comían, Jacinta les platicó lo del proyecto del museo, los muchachos comentaron que los maestros de la escuela ya les habían dicho acerca de la sala del agua y que sería algo bueno para el pueblo. Los investigadores estaban preparando una serie de conferencias

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y pláticas que darían próximamente a los estudiantes de la secundaria y de la preparatoria. Pensaban que la nueva sala del museo serviría no sólo para atraer turistas, sino para que los habitantes de La Manzanilla y de los pueblos cercanos se interesaran por conocer un poco más de su historia y de la importancia del líquido. Al terminar de comer, recogieron apresuradas la mesa con la ayuda de Saúl y Martha y las señoras se pusieron a lavar los platos. Una vez terminado el quehacer, Tomasa y Jacinta se fueron rumbo a su parcela, dejando al pequeño encargado con sus hermanos. Cuando salieron de la casa eran las cuatro de la tarde. Tenían que darse prisa, pues Jacinta quería alcanzar a los dos muchachos que estaban desenyerbando la milpa para pagarles la jornada de trabajo, y de paso recoger algunas mazorcas tiernas. Al llegar al maizal, encontró a los trabajadores, les pagó y les dijo que hasta dentro de diez días los volvería a contratar, al cabo ya le habían aventajado al desyerbe. Ella y Tomasa caminaron entre las milpas a ver si encontraban algunas mazorcas buenas, pero todavía les faltaba madurar, apenas comenzaban a jilotear; ya pronto estarían listas para la cosecha. Se encaminaron al guamúchil y se sentaron un rato bajo su sombra a platicar, la tarde estaba tibia, la lluvia de anoche había amainado el calor, la tierra aún estaba húmeda y eso hacía que se respirara un aire refrescante. Las dos estaban contentas por el temporal de lluvias, este año se veía bueno y las milpas crecían fuertes, la cosecha iba a ser buena. Jacinta se sentía agradecida. Recordaron con tristeza el temporal de lluvias de hacía cuatro años, que había sido devastador. Esa tarde del 10 de agosto sería trágica, sobre todo para Jacinta quien había perdido a dos de sus alumnos. El río había crecido tan de repente, que los chiquillos que andaban cerca no tuvieron tiempo de resguardarse, la fuerza del agua los arrastró, sus cuerpos los encontraron varios kilómetros río abajo. Todo comenzó con la tromba que cayó. La gente estaba desesperada, el agua caía del cielo a cántaros; de las colinas cercanas, bajaban torrentes enormes de agua, quedando inundadas casi por completo las planicies y las parcelas. El pueblo de La Manzanilla sufrió fuertes daños, muchos de sus pobladores perdieron por completo sus cosechas, entre ellos Jacinta. El marido de Tomasa no había podido salvar a la vaca que estaba atascada hasta el pescuezo entre el lodazal que se formó en el establo; finalmente terminó por sacrificarla. Jacinta comprendía que así era la naturaleza, impredecible y a veces destructiva. Así como este temporal de lluvias prometía ser muy generoso, el de hacía cuatro años nadie lo quería recordar. Decidieron regresar, pues a lo lejos se veía cómo comenzaban a formarse unas enormes nubes y no querían que las agarrara la lluvia. A mitad del camino se despidieron, quedando de verse al otro día en el bautizo del hijo de Rosita.

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Iba apresurada de regreso, cuando a lo lejos vio a los hijos de Pedro y Rosita. Los dos niños disfrutaban felices retozando en el arroyo empapados por el agua, se recreaban del juego en medio del griterío y la algarabía. Verlos le hizo recordar su niñez y cómo ella se había divertido tantas veces al bañarse en ese mismo arroyo. La única diferencia es que ese pequeño arroyo antes era un río al que nunca se le acababa el agua. Sin duda, su pueblo y la región estaban cambiando. Se hallaba embelesada con la alegría de los niños, cuando llegó Pedro por sus hijos, la saludó con entusiasmo y amabilidad, y aprovechó para recordarle que al día siguiente no faltara al bautizo de su pequeño Andrés, y que después de la ceremonia religiosa, las hermanas de su mujer tendrían preparada la tamaliza y la elotiza para festejar la alegría del nuevo crío. Apuró el paso y desplegó su paraguas, pues comenzó a caer una fina llovizna. Veía cómo el viento deslizaba con rapidez las nubes cargadas de agua y que avanzaban sobre los cerros y planicies; ya casi estaban posadas sobre el pueblo. Con ese paisaje imponente, sintió nostalgia por su abuela. En su memoria guardaba con mucho cariño, el recuerdo de las visitas a casa de sus abuelos; una de sus diversiones favoritas había sido recorrer incontables veces el huerto de árboles frutales y la maravilla de ver cómo crecían poco a poco las hortalizas que sus abuelos sembraban en hileras de tierra; pero lo que recordaba con ternura, era el placer que le causaba sentarse a la sombra del enorme árbol de nogal, acurrucada sobre el regazo de su abuela para escuchar atenta las historias que le narraba. Una de sus favoritas era en la que le contaba cuando desde niña llegó de Zacatecas a vivir a La Manzanilla; la descripción que hacía del paisaje con sus montañas llenas de árboles, los campos y praderas siempre pintados de verde y de flores de colores; la abundancia de agua de los ríos y manantiales que se encontraban por doquier, era como ver ante sus ojos un paisaje colmado de colorido. Al final de la historia, su abuela siempre le recalcaba las palabras que le escuchaba decir a su padre: “Aquí sí hay buena tierra para sembrar la milpa y mucha agua, hay que cuidar el agua, hay que cuidarla”. Así continuó su camino, entre recuerdos nostálgicos y la lluvia que ahora amenazaba convertirse en tormenta. Por fin llegó a su hogar, en la terraza la esperaban su par de silenciosos gatos. Subió con un poco de dificultad los cuatro escalones de la casa, la humedad del clima le producía dolencias en sus huesos y además estaba cansada del ajetreo del día. Justo cuando abrió la puerta, escuchó un fuerte tronido que retumbó en el cielo, había empezado a relampaguear y la lluvia se desató con mayor fuerza. Sintió la calidez de su hogar. Preparó un té de anís y sentada frente al ventanal disfrutaba del espectáculo junto a sus gatos. Aún quedaba un poco de luz para apreciar cómo caía la lluvia. Se quedó en sosiego maravillada por el agua.

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Desconcierto Jorge Cano Ureña1

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ecibí una llamada de Rebeca, su marido estaría fuera del país por quince días. Me dijo que podríamos aprovechar para pasar un fin de semana juntos, como le había propuesto. Le pregunté las fechas y asombrado colgué. No daba crédito a lo que había escuchado. Hicimos amistad en la universidad, pero ya han transcurrido algunos años; los dos estamos casados. Rebeca siempre ha sido atractiva y su hábito para el ejercicio la conserva apetecible. En la última comida de egresados de la generación a la que pertenecemos, coincidimos en la misma mesa y después de algunos brindis, ya con el valor de las copas, me atreví a decirle que siempre me gustó más de lo que ella imaginó. –Maricón, me soltó a bocajarro. ¿Cómo esperaste tanto tiempo para salir con esta batea? –Oh, pues tú siempre rodeada de tanta gente; me inhibía, balbuceé, pero qué tal si nos damos una escapadita a Cancún? –Te da miedo, mandilón, dijo casi a carcajadas. Al día siguiente confirmé con Rebeca las fechas e hice reservaciones de vuelos y hotel. Me preguntaron el nombre de mi pareja y si celebraríamos algo en especial, sin rubor mentí que era el aniversario de nuestra boda. –Le reservaremos una suite nupcial para fecha tan especial– me dijeron. Faltando una semana para lo programado, recibió mi esposa una llamada en mi domicilio. Me confirmaban que debía ir a dar un curso al estado de Quintana Roo. Cuando me enteró puse cara de fastidio, fingí enojo ya que las fechas comprendían el día de su cumpleaños.

Administrador de Empresas, originario del D.F. Ha participado en cursos de Creación Literaria. Textos suyos se han publicado el la revista Plenamente. 1

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–No te aflijas, dijo ella, tiempo es lo que sobra en esta vida. Mal dormí la noche anterior a la partida, el vuelo salía a las ocho de la mañana temía quedarme dormido. No descansé. Nos encontramos en la sala de abordar. Estaba radiante, el color de porcelana de su rostro mostraba cierto sonrojo en las mejillas que la hacía ver hermosa. Vestía informal, con jeans y una blusa escotada que mostraba parte de los senos. –Estás preciosa –le dije. La saludé con un beso y abrí los brazos atrayéndola hacia mí. –Y tú pálido y ojeroso, me susurró al oído, ¿qué, todavía tienes miedo? –No, sólo que tuve una mala noche, respondí. Nos tomamos de la mano y avanzamos hacia un área de café. –Ahora sí: como novios, dijo ella y acercó sus labios a los míos. El vuelo transcurría sin contratiempos –llegaremos muy temprano– mencioné, sin que ella me prestara atención. Ya en el hotel hice el registro y me informaron que la habitación estaría disponible hasta las quince horas, por lo que optamos por ir a almorzar a otro sitio. Regresamos cerca de las cinco de la tarde, nos dirigimos a la suite asignada y grande fue la sorpresa para Rebeca. En la entrada había un camino de pétalos de rosas rojas que se extendía hasta la cama, sobre ésta dos corazones con nuestras iniciales formados con la misma flor, lo que desprendía un aroma exquisito. En la mesa redonda un recipiente con hielos, una botella de champagne sumergida y dos copas flauta. –¡Guauuu! dijo ella brincoteando como niña, no sabía que fueras tan detallista. –Fuimos hasta la cama, tumbados y abrazados nos besamos apasionadamente, sentí mis ropas húmedas y la piel pegajosa de sudor. Lentamente me separé, ¿porqué no nos damos un baño?, propuse. –Va –dijo ella– báñate tú primero mientras yo desempaco. –El baño no era la excepción, también tenía pétalos de flor. Me duché brevemente e hice uso de las pantuflas y bata de cortesía. Al salir a la recámara ella ya entraba con un pequeño neceser. Ya en la alcoba corrí las cortinas y abrí el ventanal, la vista era grandiosa. Escuché el romper de las olas y aspiré la sal del mar que flotaba en el ambiente. Me dejé caer en uno de los sillones de la terraza, me encontraba relajado, estiré las piernas sobre la mesilla y levanté los brazos por arriba de la cabeza. Cerré los ojos y me dejé llevar por el golpeteo del agua. Me incorporé al oír que abría la puerta del baño. Salió apenas cubierta con un negligé negro que hacía resaltar la blancura de su piel. No tenía sostén, solo una pequeña tanga de encaje que traslucía el vello púbico depilado. Con lascivia observé la redondez del busto, las aureolas y pezones. Me arrobé en su cuerpo esbelto. Estás hermosa –le dije– esto merece un brindis. Pero antes ven a disfrutar de esta vista maravillosa. Al acercarse me desabroché el cinturón de la bata, abrí su atuendo para acercar su senos a mi pecho, su piel aún estaba húmeda y me

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embriagué con el dulce aroma que emanaba. Ella permanecía callada, como expectante. Se dejó llevar, la acerqué a la mesa. Descorché la botella y serví las copas, hicimos un brindis por lo que llamamos la pequeña aventura. Tomamos asiento uno enfrente del otro, sentí el roce de su pie sobre mi pierna, el cual deslizó hasta mi miembro que ya en ese momento se encontraba erecto. –Tienes buena dotación dijo sonriendo. Acerqué mi silla a su lado, llene su copa ya vacía, bebimos y nos pusimos de pie, le retiré el negligé y me despojé de la bata. La abracé de frente, sentí la dureza de sus senos, mis manos recorrieron sus mejillas y poco a poco las deslicé sobre su espalda. Besé su cuello y hombros, ella se dejaba hacer, me besaba. Pase las manos por debajo de la tanga y sentí la redondez de sus nalgas, las acaricie y la apreté hacia mí, cubrí un seno con una mano y comprobé que eran firmes, con la otra la oprimía por la cintura hacia mi sexo. Nos besábamos ardientemente, ella pidió que fuéramos a la cama, pero antes le sirviera otra copa. Caminamos lentamente, la acosté e introduje su erecto pezón en mi boca jugueteé a intervalos con uno y otro, besé su vientre plano hasta llegar a la entrepierna. Dude entre quitarle la tanga o seguir con la excitación. Al regresar a sus labios, noté una inusual expresión en su rostro, estaba pálida, su corazón latía de prisa, toqué su muñeca y comprobé que tenía taquicardia. Me alarmé, de súbito todo cambiaba, la tomé por los hombros. Y con ligeras sacudidas le hablaba sin que me respondiera, en mi mente todo era confusión. De inmediato me vestí y llamé para pedir ayuda, la cubrí con la bata del hotel y esperé la llegada del médico. El doctor se acercó a la cama, le tomó el pulso, le abrió uno de los párpados. Me interrogó sobre lo que había ingerido, atiné a decir, una botella de champagne. –No es algo delicado –refunfuñó– solo espere a que se le baje la borrachera. El cansancio me vencía, frustrado me acosté a su lado “hay más tiempo que vida” recordé y me quedé dormido.

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Fake prizes Cristina García Ramírez1

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ablo respira profundo, son las ocho de la mañana. La gente recién entra al hotel, firma en la mesa de registro de la chica rubia que nunca puede faltar. Los niños ingresan dando giros y saltos. Alguno lo empuja, como de costumbre. La recepcionista le da sonriente una etiqueta de identificación y le permite el acceso. A las ocho con quince, las familias entran presurosas a grandes salones etiquetados con rangos de edad. Los adultos, uniformados con camisetas que tienen el nombre de sus hijas en el frente, acomodan banderitas, grabadoras para un último ensayo y ajuares coloridos. Arrastran a las niñas que quieren seguir jugando en el maletero de la recepción y sus corazones comienzan a latir cada vez más rápido. El maletín de Pablo inicia su habitual recorrido, asomándose a los salones llenos de niñas que lo miran por el rabillo del ojo, sentadas en bancos. La primera voltea de golpe. —¡Candies, mommy, candies! —grita, provocando que el lápiz se le corra hasta la oreja. La madre hace un ademán y le pide cuatro tubos de Sugarmix. La niña corre a arrebatarle la primera entrega del día y su madre se la quita para evitar que la abra con los dientes. Luego de cortar la punta superior con unas tijeras, le vacía el contenido directamente a la garganta. A partir de ese momento, niñas por todos los salones ingieren grandes cantidades de las pequeñas bolitas de azúcar pintadas de cualquier color, para permanecer despiertas las siete horas restantes. Adultos las secundan agitando los tubos y llevándoselos a la boca cada cinco segundos. Alternan las ingestas con regaños por no ejecutar correctamente los pasos y con mayores suministros de azúcar a las alteradas concursantes. Como en cada certamen, Pablo ha pensado que podría conseguir un empleo donde aprendiera más sobre computadoras, pero no se queja, entre los concursos de los últimos cuatro años y su trabajo de rebanador/mesero/cajero en McDonald’s, ha aprendido a observar a la gente y a temerle un poco menos. Aún no se acostumbra a la euforia de las madres detrás del jurado, como no se acostumbra a la de los niños por las cajitas felices.

Licenciada en Sociología y también en Derecho. Participa en el taller de producción literaria del Centro Cultural Casa de las Musas en Morelia, Mich. 1

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Los percibe como costales de azúcar hechos de carne y le parece cada día más evidente la similitud entre ambos empleos. En el local entran adultos de todas complexiones con niños soltándose de sus manos al entrar y corriendo como dementes con los ojos resplandeciéndoles por los colores vivos de las golosinas, de donde brotan pequeñas ganzúas que se les enganchan y los jalan bruscamente hasta que sus rostros se hunden en helados cremosos y albercas de pelotas. En el hotel, es el maletín de Pablo el que escupe largas manos pegajosas con la capacidad de adherirse enseguida en las cabecitas llenas de hairspray y extensiones de cabello rizado. A las once de la mañana, las madres parecen predadoras, sus miradas amenazantes escudriñan a cada contrincante, enmarcadas por melenas acicaladas. Niñas lloran. Adultos les detienen las lágrimas con pequeños toquecitos en las comisuras de los ojos evitando así la caída sobre sus cachetes rosados y brillantes. Las madres dan los últimos toques a peinados y vestidos. Una mujer mete los pulgares en la boca de su hija para asegurar que las fundas se peguen bien a los caninos —la dentadura blanca les da puntuación extra, pero nadie quiere correr el riesgo de que caiga sobre los piececitos de su portadora—. Otra hace un recorrido con la espalda erguida, recordándole a la pequeña cómo caminar. Las largas horas del concurso se reproduce en la mente de Pablo: las familias se sientan a esperar que sus niñas salgan disfrazadas de adultos editados y sonrientes. Pablo se para en un extremo, sosteniendo los tubitos de plástico a una altura que permita a todos ver que aún está ahí y tiene lo que cada uno necesita para sobrellevar la ansiedad. Ya no pone atención al concurso —al menos no a las presentaciones musicales preparadas por madres claramente proyectadas en el acto— como lo hacía al principio. Ahora sólo se para y observa a los hermanitos corriendo o llorando, a la madre que baila frente a su hija para que no olvide los pasos, al padre orgulloso, la anciana dormida, las juezas haciendo anotaciones… observa a su mercado, cada vez más decepcionante y pegajoso. Terminada la exhibición, la gente se amontona afuera del salón de hotel. Sus vahos se mezclan en el pasillo y los murmullos les llenan las orejas. El jurado, encerrado, discute quiénes obtendrán los codiciados premios. El maletín naranja y gastado se cierra luego de un servicio rápido y eficiente. Pablo se lleva la mano a la cara y se limpia el sudor, mirando la bola de gente pegada a la puerta: carnes acumuladas que apuestan y se felicitan con los pies sobre la alfombra, entre montones de tubos plásticos babosos y hormigas que salen en busca de los restos. Eight, please, balbucea un niño pequeño que ha logrado salir de entre el gentío amontonado. Pablo hace la última entrega, recibe su pago y ve al niño perderse de nuevo entre los cuerpos que finalmente entran, más eufóricos que hace siete horas, a escuchar el veredicto. Pablo no se mueve. Oye las premiaciones desde afuera y luego ve salir familia por familia: sonrientes cargando sobres de dinero y trofeos en las manos, tristes jalando a sus hijas que protestan y gritan, indiferentes con bebés llorando porque la crinolina les pica las piernitas.

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Más sabe el diablo… Montana Cristina1

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ran los inicios del siglo xxi, muchos festejos en la revista tenían a sus colaboradores contentos, esperanzados con que la situación mejoraría, las aportaciones crecerían y los ingresos también. En los últimos tiempos se habían sentido bocabajeados, con frecuencia sus artículos eran censurados; la política –decían los jefes– no nos permite publicar estos contenidos, lamentablemente esto repercute en sus retribuciones, pero qué se puede hacer, la mordaza no es sólo para nosotros… Qué simpleza de respuesta, pensaba Enzo, mientras acá nosotros que nos jodamos, total seguimos comiendo chatarra, nuestros hijos que estudien en la pública, las mujeres que hagan malabares con nuestro escaso peculio y se vistan con ropa de segunda o que sigan andrajosas. A mí por suerte, me van a dar ese grupo de cadetes del Colegio Militar, a ver cómo me va con ellos. Espero que bien, hace rato que no veo la mía, siempre aguardando a una mejor oportunidad, ni el premio que acaban de darme ha servido para algo interesante, que me saque de este marasmo de porquería. Me estoy cansando del arte… Enzo, un profesor de pintura y dibujo, además, periodista autodidacta, con un reconocimiento nacional en su especialidad de caricaturista. Con su entrenamiento empírico pudo incursionar en los medios masivos de comunicación. Luego de un par de décadas bregando en estos menesteres, logró conectarse con un político importante que lo introdujo con algún otro de mayor peso y así se fue colando en el intrincado medio de las relaciones públicas. De repente, tuvo un golpazo de suerte, le cayó bien a un poderoso influyente, le gustó su arte, también sus escritos, leyó alguna de sus columnas, se le ocurrió que tal vez Enzo podría entrenar a esos muchachos para que aprendieran a hacer retratos hablados —por qué no, tal vez si puedo con eso— pensaba él.

Licenciada en Administración de Empresas por la Universidad La Salle; cursó maestría en Economía Agricola en el Colegio de Posgraduados. Fue secretaria particular del último director de la ena y primer rector de la uach, también trabajó en Radio Chapingo. Actualmente está pensionada y participa en un taller de creación literaria en la Biblioteca Iberoamericana en la Delegación Benito Juárez, DF. 1

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Enzo, un hombre maduro, aunque sin madurar, se decía él mismo. No era guapo pero su cabello blanco mediterráneo y los rasgos típicos de sus ancestros, pertenecientes a algún pueblo campesino italiano, lo hacían lucir diferente del resto de sus compañeros en la revista. Presumía de haber actuado junto a un compatriota suyo, en telenovelas del siglo pasado, Aldo Monti. Él y yo íbamos juntos a castings, decía. Me escogían a mí, yo le daba chance… Sí seguro, que le dabas chance, se burlaban sus compañeros, pero Enzo era así, chacoteaba todo el tiempo. Tenía buen carácter, lo ayudaba a soportar la vida de penurias, a sus mujeres esto no les gustó para nada. Todas me dejaron —se lamentaba— y siempre fui monogámico: una por una. Ahora estaba frente a un gran reto —por una platota— decía. Lograr que esos diez cadetes aprendieran a dibujar a posibles criminales en dos semanas; tendrían que ser capaces de dibujar retratos hablados. Descontando los fines de semana, eran solamente diez días, un día para cada uno. ¿Cómo voy a lograrlo? –se preguntaba. Llegó el esperado y temido día para Enzo. Pasó una semana entera preparándose para recibir y enseñar a ese selecto grupo de la “realeza militar” del paisito —como le gustaba llamar a México. Los cadetes no rebasaban los veinte años, algunos tendrán esos tal vez, yo ya tengo credencial de viejo. Intentó esmerarse en su arreglo, dio una última mirada al espejo, no le gustó lo que reflejaba viendo su abultado vientre cervecero, sin camiseta —cómo los chavos— pero en vez de torso de lavadero miró su piel llena de venitas azules sobre su cuerpo flácido, se cubrió rápido con la camisa blanca de mala calidad. Notó que le faltaba un botón, buscó aguja e hilo –no tenía del mismo color– ni modo, lo cosió de todas formas. Decidió ir sin corbata, solamente el traje de color azul al que se le veían unos lamparones de planchados mal hechos, empezó a sentirse deprimido, tomó un trapo humedecido que pasó por sus zapatos. Salió presuroso, era su mejor cita de los últimos tiempos. Se dirigió temprano hacia el Centro Histórico de la Ciudad de México, al Museo de la Caricatura. Los jóvenes ya habían llegado, le ganaron la entrada —disciplina militar— pensó. No iban con uniforme, se habían puesto sus mejores prendas seguramente. Se escuchaban risas entre ellos, Enzo sentía que las piernas no le respondían, se le habían vuelto de trapo, necesitaba pensar qué iba a decirles, se sentía disminuido ante la belleza de la juventud que desbordaban los chicos regiamente ataviados, sus vestimentas costarían lo que el viejo profesor no había visto junto en años. Los escasos metros que lo separaban de ellos —que no lo conocían— lo hicieron agitarse. Lo miraban intercambiando miraditas maliciosas riendo de cómo lucía, despreciándolo a priori. Enzo llegó hasta ellos resoplando, su cara enrojecida subió el tono de su nariz que se veía como una gran fresa comestible. Los cadetes se cuadraron entre divertidos y disciplinados, el maestro se presentó mirándolos apenas y antes de que el cuchicheo pudiera continuar entre ellos, Enzo airosamente dijo —soy su modelo, vine vestido de caricatura—. Entre los jóvenes sonaron fuertes aplausos…

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Salvador Alba (w.S.alba.r.) Nació el 17 de enero de 1978 en la ciudad de México. Salvador Antonio Alba Rodríguez radica en Texcoco, Estado de México desde 1985, donde ha desarrollado la mayor parte de su labor con gran apoyo de su familia y amigos, sus estudios fueron orientados en el área de ciencias físico-matemáticas, en análisis de sistemas y programación, pero se desarrolla como diseñador gráfico y artista plástico por vocación desde hace 17 años. Es nieto del pintor e ilustrador Raúl Alba e hijo del artista plástico Arturo Alba. Salvador ha colaborado con el Museo Nacional de Agricultura de la Universidad Autónoma Chapingo en el desarrollo de las salas permanentes, en donde realizó trabajo de museografía e ilustración tradicional y digital, ahí conoció al Arqueólogo Luis Morett Alatorre, quien ha influenciado mucho su trabajo. De igual manera ha trabajado para el Museo Nacional del Agrarismo en Chinameca, Morelos, ha expuesto parte de su obra en el Centro Regional de Cultura de Texcoco y en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario en Texcoco, Estado de México. Trabaja como diseñador independiente y para el despacho gráfico Sonata Estudio elaborando cartel, logotipo, web, etcétera. Su más reciente participación fue en la exposición colectiva de fotografía y pintura “Pinta tu Calavera” en el Centro Regional de Cultura de Texcoco.

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Waltz por un sex

(Por un blues, un rockprogre, y por qué no, de un funk&roll)

Atenaida Olivares A los Muertes, que hacen vivir… Y a ella, quien evita que mueran. “No necesito una amante ahora, déjame tranquilo… …no me digas que te desvista, no” (José Cruz)

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ramadol Olvidamos las muletas cerca de Coatzacoalcos. ¿Cómo un lisiado puede olvidar sus propias muletas? No imagino los pensamientos del mortal que se las encontró: “atropellaron a un desvalido”, o “asaltaron a un paralítico”; y en el periódico matutino: “no se encuentra el cuerpo del discapacitado, se sospecha secuestro”. Como el viaje ameritaba, por la distancia y su especial motivo, parar en cada Oxxo por cerveza y whisky para rellenar la hielera, obvio teníamos que bajar a orinar y estirar las piernas unos minutos a cada rato. Fue cuando a Martín, pasándole las muletas por el toldo del auto, le recordé hacer la maniobra que habíamos hecho durante siete horas para acomodar las muletas de su lado, Álvaro, siempre al pendiente de todo, hizo lo propio con Valdos. Yo no podía acomodarlas de mi lado porque le estorbarían al piloto y tenía que acomodar mi pierna derecha estirándola sobre el hueco del freno de mano. Todos cerramos las puertas, arrancamos y seguimos cantando. Doscientos kilómetros más adelante, a la hora de descargar el líquido sagrado, ¿y las muletas?, se habían quedado arriba del auto. Nos quedamos viendo en silencio por dos segundos, con incertidumbre, pero inmediatamente miramos hacia el frente: este

mínimo percance, pequeño descuido, llámese distracción eufórica, no nos iba a arruinar el resto del camino; ahora tendríamos que reír con más ganas y cantar con más fuerza: nos esperaba una espléndida recta en carretera. Ya veríamos de dónde sonsacábamos otras muletas, a fin de cuentas tenía tres amigos de quien me podía apoyar aunque se quejaran. Después de un amanecer, quinientas canciones, un atardecer y un bloqueo zapatista a las afueras de San Cristóbal, llegamos a Comitán, Chiapas. Ya con nuevas muletas y lejos de querer seguir la fiesta, preferí quedarme en el hotel a descansar y hacer mi rehabilitación con agua hirviendo en la hielera de los whiskies, mientras me tomaba el último, para estar con todo al día siguiente; los otros tres de la banda optaron por salir y aprovechar el resto de la noche; después me enteré que hubo hasta ligues. Yo solo en mis sueños escuchaba “tramadol, tramadol, tramadol”, no dudo que Valdos cantaba muy a su estilo y con todas sus vísceras “rockanrol, rockanrol”. Que más adelante les contaré, es casi lo mismo. II. Cuando cada uno somos los dos El día del concierto anduvimos en chinga, tuvimos que desocupar el hotel e instalarnos en otro por cuestiones de contrato y qué se yo, luego

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fuimos a Casa Calli para ver lo del concierto del día siguiente; comimos, cheleamos, teníamos que dar el rol por aquello del “taco de ojo” (¡ah pero qué lindas comitecas!) antes de realizar el souncheck para la noche. El plus afectivo de cada concierto es cuando todos los artistas nos juntamos tras bambalinas, esta vez no fue la excepción. Apenas se acercaron los músicos de “La Lupita” y yo: “¡Lino, saca las chelas!”, ¡pues no se regresó el liro de La Lupe a su camerino para compartirnos un six! Y ya sabes, fotos, fans, band aids… pero lo más importante era calentar los dedos (no para las band aids, sino para tocar el bajo, que quede claro), garganta y alma para subir al escenario. Y ahí estábamos los cuatro calentando con un silencio inaudito: eran los nervios. Me di cuenta porque se me salió un instinto en forma de grito: ¡¡huuuuuu!! Nos miramos los cuatro (como en el carro cuando olvidamos las muletas) y sin saber exactamente de dónde provenía aquél grito comenzamos a aullar al unísono disonante. Más que gritos parecían ladridos desesperados de un coyote hambriento texcocano a punto de devorar a su presa, quizá como gruñidos nerviosos de un perro que va a pelear con toda una manada para quedarse con su hembra, con su escenario, con algo que lamer después de la batalla. Después de las flores que sin reparo nos aventó la presentadora (nuestra Chaparrita cuerpo de uva, a partir de ahora), gritó con sus últimas fuerzas: Y ahora, con un camino de 23 horas para tocar solamente para ustedes, ¡imagínense!, directamente desde texcoco para la feria de comitán, ¡muerte chiquita!: ¡eheheheheheh! Los gruñidos nerviosos cesaron cuando, al ver las 5 mil almas, presenté la primer canción: “Queremos estrenar esta rola en esta su tierra, se llama Kukulkán Blues“. El resto del concierto no lo puedo describir, verás por qué, idilio: cuando sonó el primer re nos convertimos todos en uno: yo también era el público, desde aquél wey distraído hasta el cabrón brincando al ritmo del funk; yo era el ingeniero de audio, la Chaparrita cuerpo de uva y los insectos que pululaban curiosos alrededor del sudor; yo era la plumilla de Martín, la voz de Valdos y las

baquetas de Álvaro; yo era la marihuana que se daba “La Lupita” en su camerino esperando que Muerte chiquita terminara su última rola; era, sin saberlo aún, la cerveza que se tomaba Aura. III. No te conozco lo suficiente Ahora recuerdo que unos chavos frente a mí me gritaban, brinque y brinque “bajista, bajista, una plumilla”. Esa noche me despojé de mi alma, de mi plumilla y del set list, todo lo aventé al público. Las muletas prestadas no, las usé para bajar del escenario. Antes de ello presenté a Martín con mucha euforia por ser oriundo y sentirse en casa; todos hicimos nuestros solos respectivos. ¡Qué duro se escuchaba, brothers!: querido público de comitán, gracias por aplaudir, brincar y cantar a pesar de que no conocían ninguna rola nuestra, puro amor con ustedes.

Al bajar del escenario volvieron los aullidos con toda la adrenalina: el grito del triunfo. Aterrizar, sonreír, compartir; vender discos y firmar autógrafos. Más cerveza. Sube “La Lupita”, y a escuchar; al trance de nuevo, a volvernos todos uno otra vez. A martillar con las muletas, señores, que lo que sigue fue todo gracias al Valdos. “Yo digo que todos nos vayamos al camerino de La Lupita”, escupí otra vez por la euforia. Y ‘ai vamos todos en el mismo estado subiendo a la camper de lujo, bendito Lino. Fue cuando la vi. Idilio absoluto. Tuve la sensación de que podía caer dentro de aquellos ojos (gracias Chinasky). No hay por dóndes ni cómos, pero se sentó frente a mí; escuché de nuevo los gruñidos en mi cabeza…. Aghaghagha, maldita sea. Le regalé un disco firmado, nos miramos, ella con sus ojos desérticos, desconcertantes; y platicamos y platicamos… El resto no lo puedo contar (ver fragmentos y poesía barata de Atenaida Olivares y rechazos implacables de Victor Valdovinos punto com). Mi doctora espectacular, digo, particular (la expresiva contenta, escultural, de paroxisante sonrisa provocadora de magnetismo nervioso, de epifánica mirada y como con


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desesperada ansiedad de vivir y sentir), fue nuestra anfitriona aquélla madrugada. Dios, ¡Qué accesibles los de “La Lupe”! respondiendo todas nuestras dudas, dando consejos neta; cuánta chamba implica el rock… Ya lo del antro, lo de quién me ayudó a caminar y a subir y bajar escaleras, de cómo se despidió la doctora de mí, o de cómo fue que llegamos al hotel y Álvaro vomitó en el momento exacto para decirnos que nos quería y que la Caro lo había engatusado, se queda en la banda. Valdos, tu lema es solo tu lema; chido carnal, eres la bandota. Atte. Álvaro y Patachín. Nosotros, sí te conocemos lo suficiente. IV. ¡Caritoooo! ¿Qué me hiciste? No conozco ninguna rehabilitación que no sea deprimente, más que la mía en Comitán. La caminata que me aventé en una muleta (ya que la otra, de tanta pachanga, quién sabe dónde quedó; ojalá quién la haya encontrado estuviera cojeando por cualquier circunstancia), sirvió a la perfección para ir ejercitando el tobillo esguinzado. Inmediatamente que desperté, con una resaca amable y ciertamente satisfactoria, me comuniqué con mi doctora. Me sorprendió el gusto que le dio saber de mí. ¡Qué grato es que lo quieran a uno! Así que ya sabrán, todo el día estuvimos platicando (vía mensajitos porque Aura tenía guardia en el hospital y no nos pudimos ver) y como ella no iba a poder ir al concierto de esa noche decidí dedicarle, ya que me lo pidió, no sólo una canción sino todo el condenado concierto, y más carajo: -mi doctora, le dije, te dedico toda mi aventura comiteca, faltaba más bendito idilio de la salud y el bienestar, inevitablemente ya soy tuyo a partir de antes y por el resto de nuestros días. Sí, lo sé, se escuchó un poco efusivo, pero no recuerdo un día que me haya sentido tan especial. Ya imagino la cara de imbécil que tenía yo (que si de por sí…). Después de dar el rol con nuestra respectiva y curadora chela con clamato y tramadol, por la sinuosa verticalidad de las calles de Comitán, fuimos a comer a la casa de los papás de Martín: ¡santísima señora su

madre! ahora entendemos al dependiente de Martín Blues, ¡con esa consentidera…! ¡Ah pero qué rico comimos! Como la señora Lucy sabía que íbamos a llegar crudos nos preparó un caldito picosito que hasta sudamos; lastimosamente ya no me cupo el postrecito. Y como mi pie estaba hinchadísimo por el nocturno rockanrol, decidí ocupar una cama y descansar toda la tarde mientras seguía platicando con mi doctora predilecta que bien delicado me consintió: “mi niño, ponte la pomada tal, abundante, descansa y tómate tu tramadol”. Los demás veían, pestañeando, un maratón de “Dr House” en la sala. Qué rico se siente dar órdenes con las muletas mientras los demás montan el escenario: Martín allá con el ampli, muletazo por acá, Valdos te falta aquello, Álvaro, órale cabrón que no puedo caminar (la verdad es que ya podía pero tenía que aprovechar la situación). El público comenzó a llegar a Casa Calli, el lugar se llenó. Minutos antes de ponerme el bajo y comenzar a darle al rockprogre, Aura me escribe “no sabes qué bonito siento con todo lo que me dices, márcame para escucharte”. Y otra vez los gruñidos en mi cabeza. Yo iba a hacerle compañía toda la noche en su guardia, eso ya me hacía muy feliz, pero nunca imaginé lo que me iba a proponer cuando escuché su voz: “¿mañana te vas Oli? No te vayas, pido incapacidad y nos vamos a la playa una semana” Imagínense con qué intensidad toqué aquella noche; ya no solo eran gruñidos o aullidos instintivos, eran verdaderos chillidos humanos, como conscientes. Fue cuando al Valdos le di un tramadol para su rockanrol deprimido y cansado; ¡yeah men! ¿A poco no?: ¡con ustedes Victor Valdovinos! Fue la noche del mejor blues de toda Chiapas, de idilios veraniegos irreparables e irresistibles-irreductibles requintos tropezados por el tartamudeo emocional; puro amor colocho, puro humor-puro amor, autógrafos y bailongo; son cubano y reggae. Y al escenario de nuevo, ¡vamos a la cima del mundo muertes! Otro set, pero ahora con algunos covers muertechiquitezcos: de bajos retumbantes al ritmo cardiaco. 4:00 am:

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¡otra, otra, otra!, pues otra pues, falta más querida doctora somnolienta. Un blues más para los dos. Un funk para todos. No supe bien qué pasó exactamente aquella madrugada, mis pensamientos estaban completamente invadidos por una diosa chiapaneca vestida de blanco con olor a hospital, hasta podía olerla en mis recuerdos (eso me confundía a las cinco de la madrugada). Sólo escuchaba muy a lo lejos cómo Álvaro gritaba borracho: ¡Carito! ¿Qué me hiciste?

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V. La doctora Por supuesto que no dormí, ya andaba blúsido, bluesérgico y bluesódico; y predeciblemente sin saldo en el celular (maldita sea, gruñidos y más gruñidos). Mejor me quedo con Daniel a limpiar la Casa Calli, es mi mejor amigo y casi nunca lo veo, pensé. Los muerte muertos y yo con pila: el Valdos fue el primero en caer (tenía que manejar tempra); luego, como a las cinco y media, Martín; Álvaro, después de llevar a Caro a su casa y malacopear (también tenía que manejar, pero en el segundo turno) se jeteó como a las siete; y yo, después de bailar y sentir la seducción de una peculiar bruja de estilo borracha colocha (la May comiteca) y que llevaba a su hija de catorce años, me encontraba barriendo y dándole con la muleta a las latas vacías de Sol (como con un palo de golf) hacia el Dany, para que las aplastara y luego las vendiera en los próximos días junto con el kilo de pet. 10:00 am: órale cabrones, despierten que nos espera un casting en DF. Idilio, deja que hubiera perdido mi trabajo y a mi chica de Tex, que como quiera (a lo mejor) tenían solución, la banda nunca me hubiera perdonado la plantada e irme a la playa con mi Aura-Aura, ¡a pesar de sus borrachales vómitos entusiastas!: “no seas pendejo, greñas, quédate pinche patachin”. Aura-Aura, mi doctora-doctora (porque cada uno somos los dos), me mandó un mensajín: “Oli, ya no alcancé a despedirme de ti, voy saliendo del hospital”. Para esto, después de curarla (la cruda, no mi alma ni mi pata ni a mi Aura) con la santísima doña Lucy con el caldo tlalpeño pero más concentrado,

ya era pasado el mediodía. En chinga hice una recarga y le marqué “qué crees, bonita, apenas me voy, ¿puedes estar en cinco minutos en el videocentro? ¿Pues no llegó a despedirse de mí? Nadie lo podíamos creer: los muerte (y la muerte) me veían incrédulos, desconcertados. Casi corrí, todos se dieron cuenta que ya podía caminar; la carrilla sigue, no lo puedo negar. No pude hacer lo que quería, sólo nos abrazamos. Y olí su olor a hospital que ya conocía desde horas antes, era mágicomagnéticamente el mismo. Yo no sé si lo escuchó, porque mis labios no pudieron probar los suyos y decir más, pero lo pensé con todas mis fuerzas. Y se fue. Vi cómo se alejaba con su batita blanca, chaparrita y con un vaivén inseguro, como si quisiera regresarse e irse a la playa, o ya de ya, irse con nosotros y hacer su maestría en el DF. Si mi doctora escuchó lo que pensé, seguramente también escuchaba mientras se alejaba: “voltea, voltea”. Qué arrepentido estoy de no haberle dado un muletazo en su tobillo izquierdo, machín y con los ojos cerrados para que pidiera su incapacidad; para que la abrazara por su dolor y lágrimas cocodrilezcas; para apapacharla en la playa, en nuestra marea alta desconocida. Todavía ahorita estaríamos limpiándonos la arena por la revolcada de las olas, encueraditos, en el hotel de las desgracias irrealizables. VI. Odio de lunes, Aura; odio los lunes, banda; banda, no odien su lunes Mira Martín, tú puedes hacer una canción sobre quedarse sin saldo o casi perder el celular y el drama de no poder comunicarse con la domadora, ya no nos estés chingando, graznó Álvaro con su frustrada cruda mientras manejaba de noche llegando a Orizaba. Pinche frío. Bien claro me dijo la doctora dormida: Oli no te vayas a enfermar porque la cortisona que te inyecté te va a bajar las defensas. Pues ‘ai me tienen puteadísimo. Ni me di cuenta cuando el carro se nos paró y de cómo el federal nos ayudó. Nada más escuchaba a lo lejos los ladridos del Valdos al volante: quítate pedazo


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de porquería, ándale pendejete acelera, o ‘abrón idiota por ahí no es. Yo dormitando y semisoñando con mi doctora, temblando en el asiento de atrás tratando de cantar las rolas de Queen: Ooh you make me live Whatever this world can give to me It’s you you’re all I see Oooh you make me live now honey Oooh you make me live Ooh you’re the best friend that I ever had I’ve been with you such a long time You’re my sunshine and I want you to know That my feelings are true I really love you Oh you’re my best friend… Ya estoy en Copilco dormilonAura, you make me live. Apenas susurraba en mi mente, pero no dudo que me sentía. Y yo ya tan lejos, como a unos 900 km de nuestro rush and roll. Desperté listo para bañarme y para el casting. Betsy Pecanins me miraba como queriendo encontrar algo que ella ya sabía: Texcoco tres años antes. El liro del Haragán y el ruco de la mata gris miraban a Martín como si fuera de su banda, su súbdito. Valdos se aventó a capela “The Letter” de Joe Cocker y en seguida nos trepamos a bluesear la poderosa “Soledad” de Muerte Chiquita; todos ganamos menos el Valdos: le dijeron que era muy atascado. ¿Qué pasó bro, no qué “no te conozco lo suficiente”? Leve leve… Así como entramos salimos: con todo el power comiteco. Y vámonos al depa del Valdos a festejar con pizzas y caguamas. VII. Hoy: los amo aunque no me escuchen Aquí. Comitequeando en Tex. Ensayando en mi guarida (y en tu guardia de cada semana) “Yo pensé que este viaje, después de tantos años y de tantas broncas, nos iba a reunir o de plano a mandarnos a la chingada”

(Martín blues). ¿Que no me dejo ir por dónde? ¿Que por dónde me dejo ir? “Puedo resistirlo todo, menos la tentación” (Oscar Wilde) ¿Hecha trizas su espera, tristeza hecha trizas, su risa echa tristeza y espera su triza? Así es, aquí pensando en ti. Listo para hacer más canciones y juntar palabras, escritas, cantadas, pensadas; de todos modos sé que me sientes. “Every little thing is going to be alright” (Bob Marley) Doctora, Caro, Daniel, Doña Lucy; Chaparrita cuerpo de uva; la May comiteca; mis cómplices del camino de nuestro blues; y toda la demás banda amorosa que nos aplaudió: allá nos vemos. O por acá. Me curé, no sólo de amor (por mas cursi que se escuche), sino del rockanrol y por él. VIII. Epílogo de a sorbitos “¿Qué demonios saca un hombre de pensar? Sólo problemas (…) Al carajo con la verdad. El estilo es más importante” (Charles Bukowski) Si no existiéramos aquí, ya sin siquiera con palabras, ni gruñidos ni riquezas ni nada, todos seríamos nunca, todos seríamos siempre. Todos seríamos música, canciones o géneros. Así serían las clases sociales y los individuos, aunque de todos modos acabaríamos señalándonos unos a otros, no lo dudo: “mira, ‘ai va let it be”, “allí va la quinta de Beethoven”, “y ese otro es esa rola de muerte chiquita que ya no me acuerdo cómo se llama”, o “ya viste esa nena, es “red house, tsss”. O ya sé: “aquéllos pertenecen a la clase de los metaleros, estos otros son clásicos, no te juntes con ellos; los de allá son poperos, ni los voltees a ver, mejor vente con los gruncheros o bluseros, son la neta”. Mmm… creo que eso pasa en nuestro tiempo y espacio, ¿verdad doctora?

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Ángelus Ligeia Balladares Saavedra (1927-2012): no abandonen nunca la poesía1 Gildardo Montoya Castro2

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o abandonen nunca la poesía”, nos dijo Ligeia Balladares Saavedra, periodista, luchadora social y poeta chilena, pocos días antes de su viaje sin retorno, ocurrido el 18 de noviembre de 2012, aquí en este valle texcocano, tan distante de su solar natal; aunque a la vez, en México, ella encontró auténtica calidez, camaradería y profundidad espiritual, como el canto impetuoso, vivo, garboso, del rey poeta Netzahualcóyotl... Yo Netzahualcóyotl lo pregunto: ¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? Nada es para siempre en la tierra. Sólo un poco aquí.

“No abandonen nunca la poesía”, brotó, brotaba, en aquella ocasión que hoy rememoro, de la voz de una mujer, con toda la experiencia, con toda la sabiduría que le otorgó su continuo bregar en el camino

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Texto leído en la presentación del libro Exilio de Ligeia Balladares Saavedra, el jueves 10 de octubre de 2013, en el marco de la xxix Feria del Libro Chapingo 2013. 2 Periodista y poeta. Trabaja en la UACh.

florido, encantado o trágico, el camino impostergable cuando se tiene una auténtica convicción por un mundo más pleno, más justo. Y a propósito de la Feria del Libro Chapingo en su edición xxix, les cuento que con frecuencia varios amigos acudíamos a casa de Ligeia y Guillermo Ravest, su compañero de los asuntos del amor y ejemplar periodista y camarada de la lucha política en esas lides de “jugar a la vida”, sabiendo, como diría la cantante Amparo Ochoa, que “a veces duele”; acudíamos para escuchar a Ligeia hablar de sus pasiones literarias; por ejemplo, de su muy querido poeta Pablo Neruda. Viene al caso darles a conocer lo que ella comentó en una entrevista: “Conocí a Neruda cuando yo tenía ocho años de edad, allá en Temuco, en 1936; desde entonces lo he seguido leyendo en sus libros; nunca fui de su círculo de amigos, pero siempre hubo entre él y yo una cercanía de sureños; participé en 1969 en la campaña presidencial de Neruda, y recorrimos todo el país; recuerdo que en casa del poeta Gonzalo Rojas nos llegó la noticia de que Salvador Allende sería el candidato de la Unidad Popular; Neruda


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dimitió por él. Gracias al Partido Comunista conocí realmente a Neruda. Finalmente, cuando salimos al exilio lo único personal que saqué de mi casa fueron las Obras Completas de Neruda, con una bella dedicatoria muy personal del poeta: ‘con una flor y vieja amistad’; en Migración (en el año 1974) un militar me preguntó qué traía en mis manos, y yo le dije que poesía; me arrebató el libro al ver que era de Neruda, lo pateó, por eso viste los dos tomos maltratados.” Seguidamente, me permito compartirles que en esas inolvidables tertulias nuestra amiga también solía mencionar un libro que leyó, siguió leyendo, Pedro Páramo de Juan Rulfo, obra maestra que para Ligeia representó lo más hondo, lo más radical y visionario sobre nuestro país, el cual merecería, en su opinión, un mejor destino; asimismo, un día conversamos acerca de La confesión, un texto de Javier Sicilia, quien, como se sabe, perdió a su hijo, asesinado, en estos tiempos violentos, y por lo cual Ligeia apreciaba la apasionada lucha del poeta cristiano en pro de la dignidad del ser humano; en otro momento, nos habló, también con entusiasmo, de un libro del cubano Leonardo Padura: El hombre que amaba a los perros, novela que da cuenta, con notable capacidad narrativa e indudable lucidez ético-estética, del violento asesinato de León Trosky, quien fuera ultimado en Coyoacán, México, por Ramón Mercader, un militante comunista español, enviado ex profeso por José Stalin. Recuerdo la palabra de Ligeia: “Es un material, el escrito por Padura, muy intenso, totalmente recomendable; y, créanme, a ratos me sentí muy cercana a Trosky, su visión del mundo; Trosky, ese brillante pensador y lÍder, tan odiado, tan criticado por todos nosotros, en el entonces inflexible Partido Comunista de Chile”. En aquellas charlas solía intervenir con enjundia Guillermo Ravest, para señalar que han pasado 40 años del golpe pinochetista que truncara, que dejara inconclusos, los

ideales justicieros de un gobierno de aliento democrático y con vocación socialista; 40 años, decía, y subraya hoy Ravest, en los cuales continúan desplegandose, ondeando en el lienzo invisible, memorioso del tiempo, y como tarea pendiente, las lúcidas, enérgicas, limpias, últimas palabras del recordado presidente de la dignidad, la heroicidad sin mácula, Salvador Allende: “Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor...”. Señalé al principio que la poeta Ligeia Balladares se ha ido seguramente para seguir dialogando en la otra orilla de la realidad o del sueño, allá donde transitan Pablo Neruda, Víctor Jara y tantos otros hombres y mujeres que vivieron por estos lares terrestres, ajenos al tan arraigado y acendrado individualismo, esa proverbial insensibilidad respecto de lo que sucede en nuestro entorno inmediato, mediato o el que se quiera. Pero yo les hablaba de aquellos hombres y mujeres, que nunca echaron por la borda la esperanza, aquella de la que hablaba con tanta lucidez el escritor y expresidente checo, Václav Havel: “La esperanza es una orientación del espíritu, una orientación del corazón, y no porque se crea ciegamente que las cosas saldrán bien, sino por la certidumbre de que algo tiene sentido, sin importar el resultado final”. Ligeia se ha retirado, insisto, pero, por fortuna, acaso mínimo grato consuelo, queda el testimonio de sus libros, como Exilio, mismo, que a continuación abordo con ustedes, para seguir recordándola... para subrayar el compromiso de no olvidar la tragedia chilena de hace 40 años, compromiso grabado en la pétrea memoria del tiempo con el buril flamígero de la poesía, el arte que descubre la trascendencia de lo cotidiano y nos revela las grandezas y las miserias humanas.

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Amiga mía, siéntate a mi lado y recuerda mi asombro de hace dos o tres años (cuando salió publicado este bello libro y estuvimos juntos para comentarlo). Después de todo, quien dice las palabras que siguen soy yo mismo conmovido por la sublimación de tu dolor y tus sueños. Sólo estoy recordando... Ustedes disculpen. Sólo estoy recordando los versos en exilio de Ligeia Balladares, que muestran a plenitud lo que anota Rainer María Rilke en su memorable Cuadernos de Malte, lo cito: “Para escribir un solo verso es preciso haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; es necesario conocer a los animales; hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimientos hacen las flores al abrirse por la mañana. Hace falta poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que desde antes se veían llegar.” Y esta latencia o enseñanza rilkiana, que apenas subrayé, la descubrí conmovido al asomarme al paginario que Ligeia nos ofrece. Así, dispuesto, leí lo que ella escribe con agobio y templanza lírica, interrogativa, sobre los sucesos en su país natal, aquel 11 de septiembre de 1973: ¿Dónde quedó el mantel –el rojo, a cuadros– que extendí esa mañana? ¿Adónde se fue la tarde de ese día?

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Es decir, me enteré de cómo los soldados aplastaron con estrépito el aroma del jazmín, la savia creciendo, los paraísos terrenales, allá en su casa del sur; para luego detenerme en El poeta y la muerte, texto signado, debo decirlo, con otra fecha reveladora: 23 de septiembre de 1973, de cuando en Isla Negra un poeta esperaba a la muerte y ésta quizás ignoraba que habría de llevarse a un hombre, un tejedor de versos que incitó hasta

el final a la buenaventura, a una verdadera residencia del ser humano en la tierra; sin embargo, como apunta Ligeia, al ausentarse Pablo Neruda “Desde entonces la muerte/ ya no sabe/ dónde empieza a morir/ su propia muerte”; es posible inferir, pensar, que la vida y la obra luminosa del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada seguramente despertaron en ella su vocación poética y su militancia indomable que la obliga a tomar la pluma, a imprecar: Yo quiero un día justo con veinticuatro justas horas con su noche y su luz con su jilguero cantando igual y que lo escuchen todos. Un día sin soldados un día sin ausencias un día sin ganancias un día con ganancias para todos. Un día que no sea demasiado para nadie ni escaso para nadie.

Exilio es “una rigurosa y pura composición del espíritu, dicha en pocas palabras”, tal como afirma, certero, Volodia Teitelboim en el hermoso prólogo. Vale comentar que a su autora le costó 36 años concebir este Exilio, debido a que su peso real, las palabras, los poemas reunidos, necesitaban, inevitablemente, el golpe cincelado, la huella, esa estela nostálgica, insomne, una perpetua vigilia, la herida insepulta, el llanto adentro que arroja el saberse trashumante, desterrado. Exilio, insisto, plasma en la blancura del papel la manera en que Ligeia abre los sentidos hacia la luz del sol, la gente, los pájaros, los parques de tantos sitios del mundo que la hospedaron, aunque no pudiera olvidar que únicamente le estaban siendo prestados, pues ¿cómo abrir con libertad gozoza la puerta ajena, la ventana del día a día, si hiere en el vientre la no presencia de los hijos y su escalera, colibrí, de nietos


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y bisnietos? Asimismo cómo olvidar a los compañeros caídos, ay, Víctor Jara: Tanta vida creciendo en la agonía del joven torturado y su guitarra

Dicho así, quizá sólo resta escribir una carta, soltarla como paloma en Griesheim, decir con el viento: Estamos bien. Vivimos y no nos falta nada sino todo.

Pero también quiero manifestarles, hoy, en esta tarde de jueves, empezando octubre, que viajar por los versos en exilio de Ligeia Balladares, significa reconocer, con ella, que si crías ausencias, sábelo, se te secarán los ojos; que así como hay mañanas sin campanas y días deshabitados, a la par en el libro de mi amiga es posible encontrar un portentoso paraje en donde el lector puede pedirle su ancla mágica a un globero en la plaza de Texcoco, encontrar otra vez el murmullo de la primavera o quizás un nido cálido en favor de las palomas, y varias páginas que invitan, cristalinas, a que no riña el amor, pues Ligeia vive, vivió, convencida de que algún día a su país y al mundo volverá el abrazo, es decir, un perfume clarividente, la alegría de las rosas. Por eso su espíritu no nos abandona y sigue acompañando a Guillermo mientras ambos musitan, despliegan su canto, no sé si en grave sonoro o en silencio, pues sólo percibo sus manos unidas, como si el amor, como si la esperanza. Escuchemos: Aquí podremos amansar una costumbre nueva. Quedémonos aquí desamorémonos de la nostalgia. Inauguremos el olvido.

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Enrique González Rojo Arthur: Toda una vida dedicada a la poesía* Arturo Trejo Villafuerte**

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uve la suerte de trabajar en la Dirección de Literatura del inba cuando su titular era el escritor, novelista y melómano Gustavo Sainz, y coordinar las actividades de dicha instancia, entre las que sobresalía un ciclo titulado “El poeta y su obra”. El formato era muy sencillo: se leía el currículum del autor y éste podía leer sus poemas o hablar sobre su trabajo y su vida. Ahí estuvieron Efraín Huerta, Octavio Paz, Tomás Segovia, Eduardo Lizalde, Alí Chumacero (el dueño del local, porque

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* Texto leído en el Centro Cultural “La Carmelita” (Elsa No. 37, Col. Guadalupe Tepeyac, México, DF), el pasado sábado 31 de agosto. ** Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del iisehmer de la misma institución. Sus trabajos recientes se han publicados en: Alas de lluvia (Poemas, 2010), Sueños al viento (Poemas, Antología, 2010), Ecos del tiempo (Poemas, Antología, 2011), Poemas para un poeta que dejó la poesía (Antología, 2011), Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 136 pp.) El tren de la ausencia (cuentos, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 124 pp.), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 174 pp.), Árbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2013. 124 pp.) y Amar es perder la piel (Ed. Molino de Letras-uach, México, 2013. 194 pp.)

las lecturas se celebraban en la galería de Lourdes Chumacero, su esposa), Alejandro Aura, Raúl Renán, Marco Antonio Montes de Oca, Jaime Sabines, Carlos Isla, Guillermo Fernández y muchos otros más. No siempre coincide lo que escribe el poeta con lo que es el poeta, debemos de saber distinguir siempre entre lo que es el autor y lo que son los personajes; pero me llamó mucho la atención la sabrosa y estimulante lectura de Enrique González Rojo Arthur (Ciudad de México, 05/ 10/1928), porque se salió de lo normal: la mayoría de las lecturas y de los poetas que se presentaron en ese ciclo fueron solemnes, serias, académicas, rigurosas y resulta que nuestro autor, fue irreverente, leyó textos donde había desparpajo, humor, pero que no estaban exentos de crítica al status quo y a la sociedad conservadora de ese entonces, que sigue siendo en esencia la misma de ahora y, según parece, de siempre. El maestro González Rojo, quien es nieto del autor que sepultó a El Modernismo, el cual en esos momentos ya era decadente y decimonónico (recuerden una de sus líneas al respecto: “Tuércele


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el cuello al cisne del engañoso plumaje”); hijo de uno de los grandes poetas del grupo de Contemporáneos y que, por desgracia, murió muy joven y sus trabajos no son muy conocidos), podría ser el más solemne y serio de todos los lectores pero lejos de eso, sus lecturas siempre han sido y son chispeantes y en sus versos siempre hay filo y chispa, hay sarcasmo y siempre una fina ironía, lo cual hace que el lector se sienta complacido y a gusto con los textos. Y eso nos pasó a todos los ahí presente en la Galería “Lourdes Chumacero”, cuando lo oímos leer “La clase obrera va al paraíso”, “Súbete ya la falda” y “Discurso de José Revueltas a los perros de El Parque Hundido”, entre otros tantos poemas regocijantes y licenciosos, pero repito, no exentos de rigor e intencionalidad, con que nos deleitó esa noche. Poniendo atención y leyendo con cuidado sus versos, sus libros, hay una gran coherencia discursiva que muy pocos poetas mexicanos sostienen y mantienen. Desde Para deletrear el infinito (1972), pasando por Dimensión imaginaria (1973), El antiguo relato del principio (1975), El quíntuple balar de mis sentidos (1976, Premio Xavier Villaurrutia), A solas con mis ojos (Antología, 1979), Por los siglos de los siglos (1981), La larga marcha (1982), El tercer Ulises o en cierto gris sentido y otros poemas (1982), Las huestes de Heráclito (1988), Apolo Musageta (1989), El junco (2000), La cantata del árbol que camina (2000), Memoralia del sol (2002) y hasta llegar a Criaturas de la tinta alada. Cuentos, minicuentos y cuentemas (Instituto Sinaloense de Cultura, México, 2012. 106 pp.), encontramos la feliz unión de los sentidos y la razón, del desparpajo y las cosas serias de la vida pero tratadas de una manera chispeante, dinámica, creativa.

Antes de seguir hablando de su obra, debo comentar que en su vida pública siempre ha sido coherente y su militancia de toda la vida con la izquierda, así lo describe y pregona, por lo que me hace decir que al maestro González Rojo Arthur, sí le creo todo lo que me diga y lo que no también. Pero volviendo a la literatura debo destacar que en la mexicana no es frecuente el humor, aunque claro que hay sus excepciones, y una de ellas, de las mejores, es la que nos presenta el maestro González Rojo en sus irreverentes textos. Esa frescura que nos otorga en sus poemas no es obra del azar, no es fácil, tiene qué ver con un lector, él, que aprendió con avidez, pero también tiene qué ver –y mucho– con su vocación y formación filosófica, con la reflexión profunda y sensata que nos lleva a descubrir el meollo de las cosas, el cual muchas veces no es serio ni solemne, sino como decía Jorge Portilla en su libro Fenomenología del relajo, “una parte importante del ser del mexicano que tiene qué ver con la fiesta, la pachanga, el desmadre”. Pero no sólo hay eso: sus contenidos también son políticos y belicosos, nos señala que la función del poeta también es empuñar la pluma y usarla para defender las mejores causas; y otra vertiente que es muy importante dentro de sus poemas es la que le dedica al fabuloso, terrible y delirante tema del amor y la reflexión al respecto, el cual, sin ninguna duda, es el pan de la vida, de nuestras vidas. Creo que hay muchos textos del maestro González Rojo Arthur, que por su discurso y por su formación rigurosa, me recuerdan a los textos de José Revueltas, sobre todo en algunos de los contenidos y continentes. Nuestro autor, sobre todo en el sentido de “la contingencia” –como lo planteara Jean Paul Sartré–, así lo hace en

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muchos de sus textos que están en presente y siempre muy bien digeridos, no se notan las discrepancias, son los textos que ahora, completamente, nos dan su esencia y su presencia, es la literatura y la poesía González Rojo, y eso lo hace un poeta original y único, y por lo mismo grande en el sentido de que cuenta con una obra muy personal. Los poemas y textos de nuestro autor siempre están por suceder, siempre están por decirnos algo, siempre están en tiempo presente, esas son sus singularidades y su aporte a la literatura de nuestro tiempo. Además que reconocemos a muchas personas que él menciona en sus textos y que no nombramos para no herir susceptibilidades. Así pues estamos ante uno de nuestros grandes poeta vivos, ante un poeta que ya es clásico para sus lectores y que debe ser leído con mucha atención por todos los que se precien de conocer la poesía universal contemporánea y lo mejor de la poesía nacional. Y tan se le quiere y se le estima que el pasado sábado 5 de octubre del 2013, en Museo Nacional de las Artes (munal) se le rindió un cálido homenaje por su cumpleaños. Pero ahí no quedó todo, en

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la Feria Internacional del Libro de El Zócalo capitalino, cuando le tocó leer, el pasado domingo 20 de octubre, la gente no lo dejaba bajar del pódium, quería que siguiera leyendo. En pocas palabras: es un poeta entrañable y que cuando hace sus lecturas públicas, todo el mundo se queda clavado en ellas porque además es mucho muy elocuente, didáctico e ilustrativo. Por eso me dio mucho gusto participar en este acto poético-pictóricomusical: muy bien titulado “Toda una vida dedicada a la poesía” con la presencia de nuestro querido maestro Enrique González Rojo Arthur, la participación de Janitzio Villamar, la Exhibición de una muestra de la obra plástica de Ocaranza/ Artista Plástico/, hijo de un querido poeta comunista Ramón Martínez Ocaranza y la fina guitarra flamenca del maestro Javier Sámano. Le agradezco a Guadalupe Rodríguez, directora del Centro Cultural “La Carmelita”, que me haya permitido esta oportunidad de comentarle al maestro González Rojo Arthur cuánto lo aprecio y que desde siempre, desde la primera vez que leí un poema suyo, soy su lector y su amigo. Muchas gracias.


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La Pintura Mural en Turquía: Algunas Pinturas al Fresco y al Mosaico en Estambul y Capadocia* Juan Manuel Zepeda del Valle**

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ntecedentes En una primera impresión, Turquía no parece un destino tan atractivo como Egipto, con sus imponentes edificaciones piramidales. En las tierras del Nilo, puede uno encontrar en Abu Simbel o Karnak o en el Valle de los Reyes en Ghizé, magníficos edificios o pirámides, salpicadas de misterio. No, tal vez no exista nada igual en el mundo, pero, sin lugar a dudas, cada lugar tiene sus encantos. Tal es lo que ocurre con Turquía. A medida que se conoce la historia del territorio que hoy ocupa la República de Turquía, la visita a ese país cobra mayor interés y atractivo. Turquía es un país en donde confluyen el continente asiático y el continente europeo. Estambul, la antigua Constantinopla, a la que su constructor Este artículo corresponde a un producto del proyecto de investigación, La Obra Mural de Diego Rivera en la Capilla de Chapingo, con Clave de registro ante la Dirección General de Investigación y Posgrado N° 135916001, del año 2013. ** Profesor-Investigador del Centro Regional Universitario Centro Norte de la Universidad Autónoma Chapingo y docente de la Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regional sede Zacatecas. *

denominó Nueva Roma, se nutre de la cultura europea, pero también de la cultura asiática. Un solo río separa ambos continentes y un par de puentes los unen físicamente, salvando la distancia que el Bósforo significa; pero culturalmente siguen existiendo diferencias entre ambos pueblos. Esa diversidad es parte de la riqueza del pueblo turco. Estambul, la ciudad misteriosa, la que tiene más de 3 000 mezquitas1 y un buen número de templos cristianos, muchos de ellos convertidos en museos, que fueron construidos durante el imperio romano y el imperio bizantino, constituye un reservorio de arte de diferentes épocas. Cabe señalar, como dato histórico, que en el año 330, el emperador romano Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio, designándola como la nueva capital del imperio romano y le llamó Nueva Roma, aunque en realidad, popularmente, se le conoció como Constantinopla o sea, la Ciudad de Constantino. Constantinopla 1

Istambul in Numbers. 2010. Istanbul Metropolitan Municipality Recuperado en la página web: http:// www.ibb.gov.tr/sites/ks/en-US/0-Exploring-The-City/ Location/Pages/IstanbulinNumbers.aspx

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estaba llamada a sustituir a la vieja Roma y constituirse en el centro del poder del imperio.2 Pero, el nacimiento del imperio Bizantino, ocurre realmente en el año 395 y se extiende hasta mediados del segundo milenio, alrededor del año 1500. Durante la época del imperio Bizantino, la pintura, manifestación del arte bizantino, floreció por todo el imperio e influyó en la pintura mural de otras regiones del mundo. Como éste, la pintura, evolucionó a partir del arte paleocristiano y fijó su carácter desde el siglo vi, correspondiente al imperio de Justiniano I, continuando hasta el fin del Imperio bizantino en el siglo xv, e incluso en la Edad Moderna con la escuela cretense. Nos señala Qantara, que existen más de 2 500 frescos3 inventariados en el área del Imperio bizantino, así como en el territorio que quedó bajo su influencia, cuantificados por las investigaciones sobre el arte bizantino a través el espacio y el tiempo, que nos dan cuenta de la magnitud de la obra. Lamentablemente la mayor parte de la producción pictórica de la primera época se destruyó durante la iconoclasia de los siglos viii y ix, de modo que sólo han sobrevivido ejemplos en territorios que ya no son controlados por el imperio bizantino, como es el caso de Italia o el Oriente Próximo, particularmente Jordania. También la pintura tradicional rusa y de otras naciones eslavas constituyen una prolongación de la bizantina. Las principales técnicas de la pintura bizantina fueron el mosaico, el temple sobre 2

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López Melero Raquel. 2012. La Nueva Capital del Imperio. La Fundación de Constantinopla. Revista Historia. National Geographic. Número 100. España. Pp. 65-63. 3 La Pintura Mural. Publicado por Qantara Patrimonio Mediterráneo. Recuperado en la página web: http://www. qantara-med.org/qantara4/public/show_ document. php?do_id=585&lang=es#/_ ftn2

tabla (iconos), el fresco y la iluminación de manuscritos. Dentro de la pintura mural destacan la pintura realizada con mosaico o azulejo y la pintura al fresco. Pero la pintura mural bizantina que realmente se distingue, es la que se realizaba, al mosaico, era un concepto pictórico exquisito, por la riqueza de materiales que se empleaban, con abundancia de oro que se aplicaban en mosaicos vítreos y dorados y, desde luego, la fastuosa ornamentación. Sin embargo, la mayoría de las obras realizadas al mosaico, han desaparecido, ya sea por el rigor del tiempo o por las guerras que en dicho territorio se escenificaron o durante el periodo iconoclasta. A pesar de ello, todavía se pueden admirar algunas muestras de tan magnífico arte. Un ejemplo se tiene en la Basílica de Santa Sofía, en Estambnul, en donde se conservan algunos murales. Uno de ellos, de gran belleza es el alusivo a la Adoración de los Reyes de Oriente, que se presenta en la figura 1.

Figura 1.

También se puede apreciar en la misma Basílica de Santa Sofía, hoy convertida en museo, pero que en un tiempo de su historia fue una Mezquita, un panel de una pintura mural al mosaico, que hace alusión a la Sagrada Familia, figura 2.


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Figura 2.

Velandia nos dice, que no es posible hablar del arte mural bizantino sin hacer referencia a una de sus más hermosas creaciones: el mosaico. Señala la autora que esta técnica “…consistía en la composición de grandes escenas, generalmente religiosas, pero no pintadas sino hechas con pequeñas piezas de cerámica o de mármol de colores (llamadas teselas), que se iban pegando a una base debidamente preparada, sobre la que se había hecho el dibujo previo de las figuras que se querían representar…”.4 Con relación a la temática de la que trata la pintura mural bizantina, podemos apreciar que el tema religioso domina la escena. En la mayoría de los casos, se trata de composiciones monumentales dedicadas al tema religioso. Tales obras se realizaban en los grandes espacios formados por bóvedas y cúpulas; así como en los muros laterales, y en ellas generalmente se representaban escenas alegóricas a los pasajes de las escrituras, en donde ocupaban un lugar muy importante la Virgen María, en su carácter de Madre y su Hijo Jesús, el Cristo. Se relatan en esos murales temas como el de la Sagrada Familia, la Trinidad, la Resurrección, el Juicio Final, la Gloria y otros. En cuanto a la perspectiva de las formas y la proporción en la pintura mural bizantina, es de notar que las figuras de los personajes se presentan generalmente 4

Velandia Lluvia. Época Bizantina. lluviadelv@hotmail. com Recuperado en la página web: http://www.arqhys. com/articulos/bizantina-epoca.html

estilizadas y erguidas y un tanto alargadas. En la mayoría de los casos de pie y con los brazos en movimiento o llevando algún objeto. Por lo que se refiere a la proporción, unas figuras humanas aparecen con mayor tamaño que otras, esto no se debía a un efecto de perspectiva sino de jerarquización en función de la categoría religiosa del personaje pintado.5 Al referirse a los colores que se empleaban, nos comenta nuevamente Velandia que “…la gran diversidad de colores y matices de estas teselas permitía dar a las figuras todos los efectos de la pintura, en lo que se refiere a tonalidades, sombras, formas, etc…”. 6 El valor simbólico religioso es, sin lugar a dudas, claro en la pintura mural bizantina. No puede ser de otra manera, por cuanto la mayoría de las pinturas murales son realizadas al interior de los templos. Resulta también evidente que la representación pictórica, tanto en la cultura bizantina, como en la cristiandad oriental, ejercía una función particularmente importante, pues se la consideraba materialización de la misma divinidad (revelación de lo divino o teofanía), en algunos casos incluso con la consideración de “realizada por manos no humanas” (acheiropoieta). En la cristiandad occidental esa misma función se reservaba más habitualmente a las reliquias.7 En este trabajo nos vamos a referir a una porción del territorio que ocupó el Imperio bizantino, al territorio que hoy ocupa la República de Turquía y se va a tratar, específicamente, el caso de la pintura mural al fresco, ya que las pinturas 5 http://www.slideshare.net/RFA2009/arte-bizantino-11424519 6 Velandia Lluvia. Época Bizantina. lluviadelv@hotmail. com Recuperado en la página web: http://www.arqhys. com/articulos/bizantina-epoca.html 7 Pintura Bizantina. Wikipedia Enciclopedia Libre. Recuperado en la página web: http://es.wikipedia.org/ wiki/Pintura_bizantina

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realizadas con las otras técnicas son escasas y nuestro objeto de investigación es la pintura mural. La Pintura Mural al Fresco en Turquía Con respecto a la pintura al fresco, son muchos los restos que pueden observarse en lo que hoy es el territorio de Turquía. Si avanzamos en el tiempo, yendo desde la prehistoria hasta antigüedad y de allí a la edad media, los estudiosos de la pintura mural pueden recibir una grata sorpresa, pues en Turquía se localiza, la pintura mural más antigua de todo el mundo, que ha sido descubierta hasta ahora, realizada sobre el muro de una vivienda. La Pintura Mural de Catal Hoyuk Esta pintura mural se encuentra en lo que fuera el asentamiento humano de Katal Höyüc, considerada por un buen número de arqueólogos como la primera ciudad del mundo, localizada en la parte central del territorio de Turquía, en las cercanías de la ciudad de Konya. El sitio arqueológico aún se encuentra en proceso de investigación, tarea en la que participan el University College London de Reino Unido y la Universidad de Stanford de los Estados Unidos de América. El mural de la ciudad de Catal Hoyuk, pintado al fresco, fue pintado aproximadamente en el año 6200 a. C., y de acuerdo con la interpretación más aceptada, representa las casas de la localidad con los dos picos gemelos del Hasan Daği, uno de ellos humeante. Debido a la antigüedad con la que fue datado, se considera que es el fresco más antiguo del mundo. Actualmente está expuesto en el Museo de las Civilizaciones de Anatolia en Ankara, la capital de Turquía.8 8

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Recuperado en la página Web: http://j-g-sansegundo. over-blog.es/article-estambul-y-capadocia-relato-deun-viaje-2009--37518313.html

Fig. 3. Fresco del año 6200 a. C. de la ciudad de Catal Hoyuk, en Capadocia.

Al hablar de este descubrimiento, el Director del Proyecto, el Dr. Ian Hodder, señala que “…es, de lejos, la pintura más intrincada y elaborada que hemos encontrado durante las excavaciones desde mediados de los años 90…”, agregando el Dr. Hodder que han estado esperando bastante tiempo para obtener algo así tan elaborado. Añadiendo enseguida que las pinturas de la Edad de Piedra no vienen con etiquetas explicando lo que son. Precisó el investigador que “… un aspecto interesante de algunas de las pinturas de Çatalhöyük es que son muy enigmáticas y llenas de ambigüedad, muy difíciles de interpretar…”. Si bien las pinturas rupestres, como las de Altamira en España o en el sur de Francia,9 se pueden considerar pinturas murales, éstas se realizaron en las paredes de las cuevas. Sin embargo; las pinturas de Katal Höyük fueron realizadas en paredes de viviendas construidas por el hombre. Ésa es la diferencia. No hablaremos de la calidad artística de las pinturas de Catal Höyük, que corresponden al Neolítico, pero no podemos dejar de mencionar el complejo contenido simbólico que encierran. Al respecto se dice que en los muros de los santuarios de Katal Höyük “…se encontraron frescos que mostraban escenas de caza, danzas rituales, hombres con penes erectos, representaciones en rojo de los ahora extintos uros (Bos primigenius 9

Hallaron en Francia las pinturas rupestres más antiguas del mundo. Recuperado en la página web: http://www. clarin.com/sociedad/Hallaron-Francia-pinturasrupestres-antiguas_0_700729998.html


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o toro salvaje) y ciervos, así como buitres precipitándose sobre figuras descabezadas. Un fresco que aparentaría ser la aldea con los dos picos gemelos del Hasan Daği al fondo se cita frecuentemente como el “mapa más antiguo del mundo” y la primera pintura paisajística. Pero algunos arqueólogos cuestionan tal interpretación: Stephanie Meece, por su parte, argumenta que el fresco es más parecido a la piel de un leopardo que a un volcán, a un diseño geométrico decorativo que a un mapa…”.10 No obstante, la pintura de mayor antigüedad, tal vez constituya, además, el paisaje más antiguo que se haya pintado en un muro. Las pinturas murales de Katal Höyük deben su importancia a la antigüedad de su realización, pero la mayor parte de la obra mural de Turquía no data de la prehistoria, sino que ocurre precisamente en la época del imperio Bizantino. Es en esa época, principalmente, en donde se realizan la mayor cantidad de obras murales y se alcanza la más alta calidad en la pintura. Los Murales de Goreme en Capadocia Desde los murales al fresco, que se pueden encontrar en Capadocia, en las iglesias de Göreme y otras, todos ellos de contenido religioso cristiano, hasta los frescos de la capilla lateral de San Salvador de Cora, la parekklesion, –construida bajo el mecenazgo de Teodoro Metoquites a comienzos del siglo xiv–, en cuya realización este arte alcanza su máximo esplendor,11 muchos motivos fueron pintados en las paredes de templos católicos o musulmanes. En Capadocia, la región de las Chimeneas de las Hadas o de las ciudades subterráneas de Sarat Aksaray, Derinkuyu, 10

Catalhöyük. Wikipedia Enciclopedia Libre. Recuperado en la página web: http://es.wikipedia.org/ wiki/%C3%87atalh%C3%B6y%C3%BCk 11 Iglesia de San Salvador de Cora (Estambul, Turquía). Anastasis. Recuperado en la página web: http://www. artehistoria.jcyl.es/v2/obras/9229.htm

Ozkonak, Tatlarin o de Kaymakh se localizan también diversas iglesias, construidas en el interior de los cerros y cuyas fachadas e interiores, no son obra de la naturaleza, sino del trabajo humano.12 No se puede pasar por alto al buscar una explicación del sentido religioso del arte mural, que fue precisamente en aquellas tierras, en donde nació la Iglesia Católica –en Nicea–, la cual se nutrió del cristianismo existente, tanto en Capadocia, como en Estambul; en Éfeso, como en Esmirna; en Nicea, como en Tarso, durante el Imperio Bizantino y aún antes, pues de acuerdo con los datos disponibles y los monumentos existentes, el actual territorio de Turquía fue el domicilio de los últimos días de la Virgen María, Madre de Jesús y de Juan el Apóstol; de Pablo de Tarso y de tantos seguidores de la religión fundada por Cristo. En la mayoría de estas iglesias, se pueden encontrar pinturas murales en distinto estado de conservación y de calidad y que presentan una complejidad diversa. Por ejemplo, en la iglesia de Tokali, la más antigua y que data de principios del siglo x, se conserva un mural en donde se narran diversos pasajes de la historia de Cristo y se representan distintas escenas de importancia en la vida religiosa. Desde el punto de vista pictórico, los murales menos complejos en cuanto a su técnica, que no a su significado, son los que se encuentran en la Iglesia Yilanli o San Onofre, que data del siglo xi y cuyos frescos fueron pintados directamente sobre la pared. Los personajes que aparecen en estos murales son, en primer lugar Cristo y sus seguidores. Dentro de ellos aparecen Constantino y Santa Helena, entro otros personajes. Pero la pintura que da el 12 Ertugrul Gülyaz Murat. 2012. Capadocia. Patrimonio Mundial. 5ª. Edición. Digital Dünyasi. Estambul. Turquía.

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nombre a la iglesia, es precisamente la que representa la aniquilación de la serpiente por San Jorge y San Teodoro. En la figura 4 se puede apreciar una vista de esta capilla.

Ascensión. También se incluyen algunas escenas del Antiguo Testamento, una de ellas relacionada con la hospitalidad de Abraham. En la Figura 5 se puede apreciar una vista de la iglesia de Elmali.

Figura 4. Iglesia de Yilanli o San Onofre. Gorme. Capadocia. Turquía. 2013.

Otra de las capillas, cuya pintura fue realizada, básicamente, en color ocre, es la de la Iglesia de Santa Bárbara, cuya planta fue construida en forma de cruz y decorada con símbolos cristianos, en donde predomina la figura de la cruz, pero que incluyen diversas figuras geométricas, así como animales mitológicos. En este caso la pintura fue aplicada directamente sobre la roca, sin previa preparación de los muros. En uno de los paneles se representa a San Jorge y San Teodoro, enterrando al dragón. Desde luego, no puede faltar la imagen de Santa Bárbara, que se localiza en el ala oeste de la iglesia. La calidad de las pinturas realizadas en Goreme, Capadocia, a principios del milenio pasado, se puede apreciar mejor en la Iglesia de Elmali, cuyos frescos fueron pintados a finales del siglo xi y principios del xii. La pintura fue aplicada sobre la roca tallada y pulida, en colores diversos, pero en donde predomina el ocre o rojo. Muchas son las escenas del cristianismo que se representan en esta iglesia, cuyo tema central, como corresponde, lo ocupa Cristo. Podemos apreciar desde el nacimiento, hasta la crucifixión de Cristo; así como la

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Figura 5. Frescos de la Iglesia de Elmali. Goreme. Capadocia. Turquía.13

Los mejores frescos de Goreme se localizan en la Iglesia de Karanlik, una capilla que se encuentra al fondo del sitio de Goreme y que su visita requiere de un pago especial extra. Los murales de esta capilla fueron realizados también, a finales del siglo xi y principios del xii. Su nombre, Iglesia de Karanlik o Iglesia Oscura, se deriva de la condición de que solo cuenta con una pequeña ventana situada en el nártex y recibe poca luz. A la entrada de la Iglesia se puede apreciar un mural realizado en tonos ocres, color predominante en las pinturas de Goreme. En este mural, como en el resto de las pinturas de Goreme, se aprecia el simbolismo cristiano. En la Figura 6, se puede observar el daño causado, no solo a esta pintura, sino a muchas de las que estuvieron expuestas, por la ignorancia de quienes no pudieron apreciar la belleza de tales obras. 13

López Jesús. Iglesia de Elmah. Blog de Xesús López. Imagen recuperada del sitio Web: http://xesuslopez.blogspot.mx/2011/11/encontro-coacapadocia-2.html


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Figura 7. Iglesia de Karanlik. Goreme. Capadocia. Turquía.

Figura 6. Mural exterior de la Iglesia de Karanlik. Goreme. Capadocia. Turquía.

A pesar de la penumbra, desde que uno ingresa a lo que fuera en su tiempo un templo cristiano, puede apreciar la calidad del conjunto de las pinturas realizadas en esa iglesia, la más bella por su colorido y sus innumerables detalles en el conjunto de iglesias de Goreme. La calidad artística y simbólica de los murales existentes en este centro espiritual de Goreme, se sublima en esta iglesia. Resulta difícil expresar con palabras, las sensaciones que se producen al contemplar esta obra. Al igual que los frescos de la mayoría de las iglesias de Goreme, el tema central es Cristo, como se puede apreciar en la figura 7, situada al frente de la Iglesia de Karanlik, en donde se presenta una imagen de la crucifixión. Sin embrago, también aquí se narra la vida de Cristo y se incluyen escenas, tanto del Antiguo Testamento, como del Nuevo Testamento.

La última cena y el beso de Judas ocupan un lugar importante en la iconografía de esta capilla que narra la vida de Cristo. Pero nuevamente, en la cúpula central se aprecia la imagen de Cristo Santificado impartiendo sus bendiciones y rodeado de sus apóstoles, como puede observarse en la figura 8.

Figura 8. Iglesia de Karanlik. Goreme. Capadocia. Turquía.14

Lo Mejor de la Pintura Mural en Estambul Regresando a Estambul, se puede encontrar 14

Grizurburg. A fresco in Dunkle Church, the Open Air Museum Cappadocia Travel Pictures. Goreme, Urgup, Kapadokya, Turkey. Recuperado en la página Web: http://www.bugbog.com/gallery/turkey_ pictures/ turkey_ pictures_12.html#ixzz2S59hGHgu

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un templo cuyo nombre original era iglesia de Chora o de San Salvador del Campo, que se encuentra localizada en los barrios occidentales de la ciudad. Esta iglesia fue construida en el siglo xi y posteriormente se le reconstruyó y adaptó, al igual que otros templos como la Basílica de Santa Sofía, para usarle como mezquita, en el año de 1500 aproximadamente. En esta iglesia se pueden admirar un conjunto de murales al mosaico, en donde se representan la vida de Jesús y de María. “…En la nave hay tres mosaicos, dedicados a Cristo, a María con el Niño y a la Asunción de la Santísima Virgen. Para ver este último hay que girarse, ya que se halla sobre la puerta principal; el infante en brazos de Jesús es en realidad el alma de la Virgen María. A la derecha de la nave, una capilla lateral decorada con frescos de escenas del Antiguo Testamento…”.15

Figura 9. Mosaicos y frescos en el interior. Iglesia de Chora. Estambul. Turquía.16

La calidad de estos murales se puede apreciar en la figura 9, en donde se presenta una cúpula con diversos motivos. 15

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Lopezmontesana. 2013. Kariye Museum. Un Guiño a Turquía. Recuperado en la página Web: http:// winkatturkey.wordpress.com/tag/frescos/ 16 Turquía 2012. Mosaicos y frescos en el interior de San Salvador en Chora Imagen recuperada en: http://2012turquia. wordpress.com/2013/01/06/iglesia-de-san-salvador-enchora/

Conclusiones Es muy probable que los murales al fresco, encontrados en las viviendas de Catal Hoyuk sean las primeras pinturas murales pintadas sobre los muros de viviendas construidas por el hombre con sus propias manos y atendiendo a un diseño específico o plan arquitectónico. Definitivamente Turquía constituye un reservorio de importancia para el arte, en especial para la pintura mural, tanto al fresco, como al mosaico. Se hace notar que al estudiar la pintura mural en Turquía, no se mencionan a los autores. Aquí, a diferencia del arte mural del Renacimiento Italiano, los autores del esos bellos cuadros pintados sobre las paredes, tanto en Capadocia, como en Estambul, así sea al fresco, como al mosaico, fueron realizados por grandes artistas anónimos, que inspirados en la divinidad, sacrificaron su nombre para alcanzar la gloria, la eternidad. Tanto en Europa, especialmente en Italia; como en Turquía, la pintura mural se asocia a la Religión Cristiana, en particular a la Iglesia Católica. La pintura mural estudiada en Turquía, que fue realizada entre el siglo x y el xii, y que corresponde a la Edad Media es una expresión del arte plástico de gran calidad, pero también de un profundo simbolismo, del cual alcanzamos a percibir con meridiana claridad los motivos que hacen alusión a los pasajes de la vida de Cristo y del cristianismo. Sin embargo, para entender los significados de la simbología que se encuentra plasmada en todos y cada uno de tales murales, es necesario continuar la investigación que permita desentrañar algunos de los misterios que escapan a nuestros sentidos, especialmente nuestros ojos.


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Chinola Kid: narcotráfico, vaqueros y heroísmo puro Jorge Iván Garduño

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l estado de indefensión ante el crimen organizado en el que nuestro país ‒por desgracia‒ ha caído, sin lugar a dudas es motivo suficiente para que ciudadanos movidos por su entorno busquen exorcizar los demonios que se encuentran sueltos a lo largo y ancho del territorio nacional, y sobre este tema, en los últimos años el ejercicio literario es buena muestra de ello. Una sociedad herida, lacerada, siempre estará sedienta de buenas historias con finales conmovedores, aunque en el camino se derrame sangre... ¡mucha sangre!, gente inocente muera o pierdan a sus seres amados y posesiones que por Fotografo, escritor y periodista mexicano. jorgeivangg@hotmail.com 1

años acumularon gracias a su trabajo honesto; siempre que el relato brinde una bocanada de aliento... eso es vital. Chinola Kid (Random House Mondadori, 2012), del escritor mexicano Hilario Peña (1979), no solo proporciona al lector aire fresco en medio de un ambiente fúrico, sino que además es una obra que cuenta con elementos bien estructurados en el ambiente del narcotráfico y sólidas bases en las aventuras de vaqueros, dando como resultado una novela reflexiva con altos niveles de adrenalina e hilaridad. Peña, quien reside en Tijuana ‒fronteriza ciudad del norte de México‒, nos lleva con su relato por intrincados senderos que se bifurcan en agrestes escenarios donde el narcotráfico, la

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violencia y la seducción de las mujeres, acechan por los caminos transitados por hombres, de los que el único pecado ha sido ser asesinos a sueldo. El Tecolote, población sinaloense nacida de la inventiva de Hilario Peña, es una comunidad donde el índice delictivo es extremadamente alto, y bien puede representar la actividad habitual de muchas comunidades de hoy día, donde las figuras de autoridad son capos del narco y oscuros personajes de la política involucrados siempre en negocios de mala caña. Los pocos pobladores se han convertido en minoría comparados con el constante peregrinar de las balas de las que son presa, así que es necesaria una figura que haga respetar la ley y devuelva la tranquilidad en la zona, por lo que al puro estilo de aventuras del Viejo Oeste, surge enfundado en botas de piel, camisa y pantalones vaqueros, y su reluciente sombrero Stetson, Rodrigo Barajas alias

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el Chuck Norris, quien de ser un mal encarado personaje vomitado por el submundo del narcotráfico pasa a ser quien buscará su redención como alguacil de El Tecolote. Chinola Kid, un narcowestern que disfrutará de principio a fin, con personajes castigados por la rivalidad y el odio, la avaricia y el deseo, el rencor y la osadía, y siempre ante el pasmo y la impotencia de la legalidad. Una obra salvajemente escrita, Chinola Kid está impregnada de pólvora, sangre, pero sobre todo de mucho heroísmo, tan necesario y eficaz en tiempos tan convulsos como los que vivimos hoy en día. En definitiva, Hilario Peña ha recreado una obra literaria con los trágicos elementos del narcotráfico y el arrojo de los personajes de las narraciones vaqueras, pero que no es menos que una voz inteligente que se eleva en medio de un salvaje y cruel desierto fulminante.


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olino de Novedades Editoriales Arturo Trejo Villafuerte* Nuestro querido hermano mayor y maestro, José Emilio Pacheco, sigue cosechando logros literarios y su ya larga trayectoria de premios se engrandece ahora con el Premio Internacional de Poesía Corona de Oro 2013, el cual se entrega durante el Festival de Poesía de Struga, República de Macedonia, y le fue otorgado “por su distinguida trayectoria en el ámbito de la poesía y la literatura”. Este Festival es considerado como uno de más antiguos, se fundó en 1962, los premios se comenzaron a otorgar a partir de 1963 y desde 1971 se entrega a lo mejor de la poesía mundial. En ese año lo obtuvo el poeta estadounidense WH Auden (1907-1973); al año siguiente lo recibe Pablo Neruda (1904-1973); los españoles Rafael Alberti (1902-1999), en 1978, y Justo Jorge Padrón, en 1990. Además de Joseph Brodsky y otros tantos poetas de la auténtica Primera División o Grandes Ligas. Nuestro querido José Emilio ha recibido, entre otros premios, el Xavier * Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del iisehmer de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Alas de lluvia (Poemas, 2010), Sueños al viento (Poemas, Antología, 2010), Ecos del tiempo (Poemas, Antología, 2011), Poemas para un poeta que dejó la poesía (Antología, 2011), Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 136 pp.) El tren de la ausencia (cuentos, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 124 pp.) y Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 174 pp.

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Villaurrutia (México, 1973), José Donoso (Santiago de Chile, 2001), Iberoamericano Ramón López Velarde (México, 2003), Octavio Paz (México, 2003), Alfonso Reyes (Monterrey, 2004), Pablo Neruda (Santiago de Chile, 2004), Federico García Lorca (Granada, 2005), Reina Sofía (Salamanca, 2009), Cervantes (Alcalá de Henares, 2009) y Alfonso Reyes (México, 2011). Siguen los muy merecidos homenajes a René Avilés Fabila, nuestro querido maestro de la FCPyS de la unam. El Comité Organizador de la Feria Universitaria del Libro de Tabasco (fultabasco), que preside el Dr. José Manuel Piña Gutiérrez, Rector de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, lo eligió como el escritor a homenajear dentro de los festejos en la edición 2013, así como otorgarle el Premio Nacional Malinalli, por la Promoción de las Artes, los Derechos Humanos y la Diversidad Cultural, que también otorga esta Casa de estudios en el marco de los festejos del 55 aniversario de su fundación. Este homenaje es un reconocimiento a la brillante trayectoria de Avilés Fabila, que ya alcanza las cinco décadas, como escritor de un conjunto de obras importantes que forman parte de lo mejor de nuestra literatura nacional y latinoamericana; además de su destacada labor periodística y académica, de firme vocación humanista, y su gran capacidad de interlocución con los jóvenes. Otros de los escritores homenajeados en las ediciones anteriores de la fultabasco son: Juan Villoro (2009); Héctor Aguilar Camín (2010); Mónica Lavín (2011) y Federico Reyes Heroles (2012). En relación con el Premio Nacional Malinalli, éste ha sido otorgado a: Juan Villoro, Cristina Pacheco y Luis Barjau (2009); Héctor Aguilar Camín, Margo Glantz y Eduardo Matos Moctezuma (2010); Mónica Lavín, Jaime Labastida, José Ramón Cossío Díaz y Dora María “La chaparrita de Oro" (2011); Federico Reyes Heroles, José Sarhukán,

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Diego Valadez, Dionicio Morales y Gloria Mestre (2012). Como parte del programa de la fultabasco 2013: “Homenaje a René Avilés Fabila. 50 años, entre la palabra, la imaginación y la cátedra", se realizará un Maratón de Lectura con una selección de su obra, una mesa redonda sobre la contribución de su quehacer intelectual y una charla-conferencia que ofrecerá Avilés Fabila a los jóvenes universitarios. La fultabasco se celebrará los días lunes 11 y martes 12 de noviembre de 2013, en la Zona de la Cultura Universitaria de aquella Casa de Estudios, en la bella ciudad de Villahermosa, Tabasco. Baudolino de Umberto Eco es un auténtico novelón (Ed. Lumen, España, 2001. 552 pp. Traducción de Helena Lozano Mirales), tanto por su extensión como su contenido, es una historia ubicada en el año mil y fracción de nuestra era, un momento oscuro de la humanidad, pero también estimulante porque comenzaba, de alguna manera, un proceso que algunos años después se llamaría Renacimiento. Y Baudolino es el antecedente del pícaro irredento que se da en las historias de El Lazarillo de Tormes y La vida del buscón don Pablos. Además tiene la facilidad de aprender las lenguas que escucha por lo que logra tener un lugar especial en la corte del Emperador Federico, quien está en pleito continuo con los Papas de Roma, quien además muere de manera no clara. Esta novela se emparenta mucho con El nombre de la Rosa, pero si tuviéramos que escoger entre una y otra nos costaría mucho trabajo, aunque El nombre, por los homenajes que hace y la intertextualidad que conlleva, sería nuestra favorita aunque, repito, no es la mejor puesto que en cuestión de calidad ambas creo que son muy paralelas. El cuerpo de la Patria de Alejandro García (México, 1970) publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura (México, 2012. 104 pp.) es un libro sumamente

ilustrativo, excelente contenido y lleno de información sobre los dolores que nosotros, los mortales, le causamos a la Nación. Hechos y sucedido curiosos, poco conocidos o que son parte del mito y la leyenda que van desde cuando México todavía no lo era hasta que fue Tenochtitlán, luego el virreinato de la Nueva España, su paso por la Independencia y la Revolución. Un libro muy bien elaborado y documentado sobre lo que hay atrás de las frases celebres, las grandes decisiones y de los hombres célebres. Es un volumen que no tiene desperdicio y que es de muy fácil lectura, sin ninguna duda recomendable para todos los lectores pero, sobre todo, para quienes quieren saber más de la micro historia de México y para los estudiantes de Historia. Y a propósito de la historia de México, hay un libro de Paco Ignacio Taibo II que vuelven a aparecer en la colección “Para leer en Libertad” AC: El cura Hidalgo (México, 2013. 74 pp.), pero ahora con el apoyo de la Delegación Iztacalco de la Ciudad de México, donde nos presenta a un “Padre de la Patria” — y a otros miembros de las fuerzas insurgentes— humano, impulsivo, enamorado pero sobre todo compasivo y dispuesto al sacrificio con tal de que los mexicanos tengan otras condiciones de vida. Ese libro viene acompañado de otros dos: el excelente e ilustrativo México indómito de Fabrizio Mejía Madrid (Delegación Iztacalco, México, 2013. 62 pp.), donde nos presenta casos de la violencia que ahora ya es cotidiana y lo que está pasando en nuestro país en el sur (el caso de la trágica muerte del joven periodista norteamericano Brad Will, el centro (los terribles sucesos de Atenco, estado de México) y el norte (las pavorosas historias de las muertas de Juárez). Casos de violencia que lo mismo vienen del Estado que de los pueblos iracundos, porque no hay justicia, o del llamado crimen organizado, o de ambos. Y la antología que le da nombre a la Brigada seleccionada por Paco Ignacio Taibo


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II y el querido y malogrado Juan Hernández Luna: Para leer en Libertad (México, 2013. 80 pp.) donde se reúnen poemas, textos y relatos de Jorge Enrique Adoum, Jaime Gil de Biedma, Bojidar Bolijov, Bertolt Brecht, Howard Fast, Rubem Fonseca, Juan Gelman, Manuel Vázquez Montalbán, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Manuel Scorza, Edmundo Valadés y quien esto escribe. Incluirme aquí con todos estos grandes de la literatura me honra mucho -gracias por ello a Hernández Luna y a Taibo II- y ojalá me manden algunos ejemplares. Estos libros se presentaron y se regalaron en el marco del Décimo Festival Cultural “Viva la Izquierda”, el cual se celebró del 17 al 24 de junio de este 2013 en la Delegación Iztacalco, la cual está ahora bajo la batuta de Elizabeth Mateos Hernández. Debo comentar que Crónica Otomí del Estado de México de Margarita de la Vega Lázaro y Lourdes de la Cruz Miranda -otro muy buen título- y El cuerpo de la Patria de Alejandro García, además de otros libros que aquí consignaré y comentaré, me fueron obsequiados en el Pabellón del Estado de México, durante la pasada Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Agradezco a Elisena Ménez Sánchez —quien es presidente del Centro Toluqueño de Escritores—, la entrega de Escritofrenia. Antología poética (UNAMFES-Zaragoza, México, 2006. 258 pp.), la cual reúne a siete autores y a la propia Elisena; ella también me entregó Mar adentro de Oliverio Arreola (Centro Toluqueño de Escritores-Los 400s, México, 2012. 88 pp.) y Cantar bajo la nieve, selección de Oliverio Arreola (Ayuntamiento de Toluca-CTE-Los 400s, México, 2012. 174 pp.), libro en el que se dan cita 67 autores. Gracias por estos libros que son muy dignos de lectura. Hay dos novelas que plantean una misma situación: qué hacer con nuestras atribuladas vidas. Una es muy reciente: Sheila. Semáforo de media noche (Ed.

Cofradía de Coyotes, México, 2013. 90 pp.) de Jorge Antonio García (Progreso de Obregón, Hgo., 1956) y Nada que ver (Ed. Era, México, 2001. 126 pp.) de Jorge Dorantes (Tampico, Tam., principios de los años 70). En la primera son unos chavos que andan en el reventón, como brújulas sin rumbo, descubriendo el sexo, el alcohol y las drogas; en la segunda son unos adultos que andan igual y, en ambos casos, los personajes no saben qué hacer con sus vidas. Los personajes principales, Sheila, en una, y Rodrigo en la otra, tendrán finales casi trágico, en la de Jorge Antonio y trágico en la segunda, sin embargo, el impulso que los motiva es el mismo: qué hacer con mi vida. Sheila pregona que se quiere morir pero no suicidar y Rodrigo no dice nada pero con todo lo que hace se puede comparar a un suicidio. La novela de Dorantes recién la conseguí y no está mal narrada, se sostiene en base a la angustia que le causa al lector saber que un tipo que lo tiene todo, no sabe qué hacer con ese todo: una esposa joven y bella, dos amantes ibidem, dinero, amigos, buen trabajo, etc., mientras que en la otra novela, la de Jorge Antonio, también bien narrada, nos presenta a unos chavos que, como lo estamos viendo en la actualidad, están a punto de desplomarse de manera inmisericorde, porque no hay valores que los aten a la vida, porque no hay esperanzas de un mundo mejor, porque ven que todo se acaba, sobre todo desde la familia que ahora, en su gran mayoría, son disfuncionales: el padre en Estados Unidos, la madre haciendo la labor de ambos y luego prematuramente fallece, el hermano mayor borracho, tíos abusivos y la falta de oportunidades para crecer de manera armoniosa. Ambas novelas tienen lo suyo, la de Jorge Antonio se suma a los múltiples trabajos escriturales que éste ha publicado en años recientes y que hemos consignado aquí; por desgracia del autor Jorge Dorantes ya no sabemos nada, ojalá siga escribiendo.

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Tema y variaciones de Literatura es una publicación de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana - Azcapotzalco y que en cada número desarrolla un tema central. Tengo frente a mi el número 38 y 39, el primero titulado Galería de Fantasmas (Semestre 1, 2012, coordinado por Vicente Francisco Torres y José Francisco Conde Ortega) se hace un recuento de muchos escritores que nos abandonaron, algunos prematuramente, dentro de todos los géneros literarios. Hay trabajos sobre Tomás Segovia, Daniel Sada, Emilio Carballido, Guillermo Fernández, Francisco Cervantes, Alí Chumacero, Ramón Rubín, Margarita Villaseñor, Luis Spota, Alejandro Rossi, Juan García Ponce y Severino Salazar. El número 39 (Semestre 2, 2012, coordinado por Elena Madrigal y Alejando Ortiz Bullé Goyri) está dedicado a Mujeres en la dramaturgia Mexicana y en ella aparecen sendos ensayos y estudios sobre Elena Garro, Sor Juan Inés de la Cruz, Luisa Josefina Hernández y otras dramaturgas además de que se ocupan del trabajo de la mujer dentro de este género. Sin ninguna duda son volúmenes interesantes para los lectores comunes y también para quienes estudian literatura o teatro. Gardenias para María de Clara Guadalupe García (Ed. Sentido Contrario, México, 1993. 98 pp.) es un volumen que en su momento, cuando apareció, no la pude leer y ahora a casi 20 años de distancia la encuentro y la disfruto verdaderamente. Es una novela negra que se deja leer de manera vertiginosa, porque lo que nos narra la autora son hechos que suceden diariamente, que los vemos y que los leemos en las páginas de la nota roja de cualquier periódico. Y en esa novela el persona principal, un joven pintor que vive en el Convento de la Merced —como en un tiempo lo hizo Gerardo Murillo “El doctor Atl”—, es testigo de un crimen y sabe que no puede hacer nada contra los asesinos

porque ellos son la ley, sin embargo hay un joven investigador que quiere llegar al fondo del asunto e investiga. El personaje llamado María, a quien se le entregarán las gardenias, es una joven fotógrafa que se ve envuelta en la vorágine de la situación ya que, además, es la novia del pintor. Si bien es cierto que se publicó bajo el sello de “Hoja Casa Editorial”, cuya directora era la ahora denostada Consuelo Sáizar, en 1993, es muy actual, sobre todo para quienes gustamos de caminar por esos lados de la Merced (Jesús María, Manzanares, Venustiano Carranza, Correo Mayor, Corregidora, etc.) y para quienes nos gusta el género negro. Circula nuevamente por los pasillos de nuestra Universidad, y sobre todo por los territorios de Sociología Rural, Littera. Revista temática de cuentos hiperbreves, animada sobre todo por René Fernando Ruiz Aguilar (a quienes muchos conocemos como el verdadero y joven René Aguilar), debido a que quienes la dirigen firman con sus iniciales. El número uno, de mayo del presente año, está dedicado a los sueños y no tiene desperdicio: dan ganas de dormir y soñar. Sus número serán monotemáticos y los que siguen serán dedicado a “Miradas” y “Muerte”. Quienes quieran colaborar deberán de buscar las bases en www. facebook.com/revistalittera. Es bueno que nuestra uach tenga muchas publicaciones de este tipo. Felicidades al joven René Aguilar. Escribimos en una nota anterior de una visita que hicimos al Centro de Capacitación de la Policía Auxiliar, pero lo que no comentamos es que la Biblioteca, muy bien surtida, lleva el nombre de nuestro querido amigo Juan Hernández Luna, con quien convivimos en Nezahualcóyotl, en su oficina del prd de la colonia Roma y, claro, con la Brigada “Para Leer en Libertad”. Tampoco comenté que que con los libros que hice caravana son los cinco volúmenes de las antologías de Letras en guardia, que se


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realizaron para los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública durante el periodo del Carnal Marcelo, todos los cuales con relatos de todas las grandes plumas de la literatura policiaca y negra: Barletta, Brecht, Valadés, Maupassant, Chejov, London y muchos otros pero, además, vienen cuentos de auténticos policías de nuestra ciudad que participaron en un concurso de cuento y resultaron los ganadores o recibieron las menciones honoríficas, y debo de decir, en honor a la verdad, que son muy buenos relatos. Álvaro Mutis siempre se declaró “conservador y monárquico” y su seguidor y amigo más fiel fue Francisco Cervantes, quien también siempre así también se declaró. Tuvieron una época de una amistad fraterna y borracheras intensas, pero los intereses de Mutis eran más elevados. Supe de él por el Diario de Lecumberri (Ed. Era) que lo tenían en su librero, por una muy extraña razón mis tíos Mario y Enrique que no eran lectores y que no sabían que Mutis era poeta, aunque sospecho con el pecho y calculo con un ábaco que mi queridísimo tío Beto, lector empedernido, lo haya llevado a la casa de mi tío Román y Margarita, donde yo lo leí cuando iba en la Prevocacional No. 1 y eran los fabulosos años 60 y, claro, antes del Movimiento Popular Estudiantil y el 2 de octubre en Tlatelolco que, de verdad, nunca se me olvidará. Luego por recomendación de Gustavo Sainz leí los poemas de Los elementos del desastre y toda la saga de Maqroll el gaviero que tiene una deuda enorme con mi querido Joseph Conrad. Comentarios a favor y en contra durante los días posteriores a su fallecimiento el pasado septiembre, sin embargo, debo de reconocer que me llevé muy bien con él, conviví en varias ocasiones gracias al querido maestro Jorge Ruiz Dueñas, sobre todo cuando era secretario académico de la Universidad Autónoma Metropolitana y Carlos Montemayor era director de Difusión Cultural, aunque lo conocía desde los años

70 por el ciclo “El poeta y su obra” de la Dirección de Literatura del inba, cuando Gustavo Sainz era su titular y yo coordinaba las actividades. También falleció otro autor que tuve la fortuna de tratar en uno de los Festivales Internacionales de Poesía de Morelia, el Primero en 1981, y se trata de Seamus Heaney, bardo irlandés, a los 74 años de edad. Excelente poeta, muy franco y directo, nos unen a Irlanda la religión católica y que ellos al igual que nosotros hemos sentido el pesado lastre de tener a nuestro país invadido: ellos por Inglaterra y nosotros por Estados Unidos. Nunca terminaremos de agradecerle a el Batallón de San Patricio sus altos méritos y esfuerzos para defender a México de la invasión gringa (hay una novela espléndida de Patricia Cox así llamada: El batallón de San Patricio en Populibros La Prensa y se retoma el tema en la excelsa novela de Leopoldo Zamora Plowes: Quince uñas y Casanova aventureros). En Morelia, Seamus y su esposa Marie hicieron muy buena migas con Bert Schirt, el poeta holandés, y su esposa; y fueron tan buenas que cada uno se metió a la habitación con la esposa del otro. No soy chismoso pero estaba exactamente en una mesa del bar, enfrente de los cuartos del Hotel don vasco, entrevistando a José Vázquez Amaral —traductor de los Cantos de Ezra Pound y por cierto maestro de Sandro Cohen en la Universidad gringa donde estudió— y con Elías Nandino cuando vi el intercambio de parejas, que sólo sucede entre gente muy civilizada y ellos lo eran. Descanse en paz el cervecero amigo y Premio Nobel de Literatura 1995. Híjole pero también murió Lou, el pasado 27 de octubre, y eso sí fue un golpe para mi cultura rockera ya que lo seguí con ahínco y ánimo desde casi 1974, cuando oí su primer disco con “Velvet Underground” y Nico, producido por Andy Warhol y cuya portada era un platano pintado por él. Ya después en casa del “creaturón” Roberto

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Diego Ortega, oíamos todos sus otros discos de manera ensimismada, arrobados y con un respeto que sólo se tiene con los grandes. Luego lo vi en vivo en el Auditorio Nacional y mi fe en él y su música creció como la espuma. No es necesario agregarle el Reed, para saber que estoy hablando de un rockero que le gustó siempre camina por el lado salvaje de la calle. Y apenas tenía 71 años, pero los excesos de alcohol y drogas lo llevaron a necesitar un transplante de hígado y luego a la definitiva muerte. Allá nos veremos pronto querido maestro, para ver si nos cantamos “Vicius” o “Heroin”. Enrique González Rojo Arthur leyó sus poemas y textos el pasado sábado 31 de agosto en el Centro Cultural “La Carmelita” (Elsa 35, Col. Guadalupe Tepeyac) y fue un agasajo, un placer, un deleite escucharlo. Uno de nuestros grandes poetas mayores vivos. Con un lleno impresionante de jóvenes alumnos de Preparatoria del Instituto Ateniense (que por cierto cumple ya 60 años de fundado) —¡gracias maestra Josefina García Paredes, por invitar a sus alumnos!—, quienes ya sabían muy bien de quién se trataba, más aparte la guitarra flamenca y gozosa del maestro Javier Sámano —bravo maestro— y la obra plástica de Ocaranza, se formó un happening poético-plástico-musical que fue bien recibido por los asistentes y que culminó con dos bailadoras de flamenco y la algarabia de todos los presentes. Moderó la mesa Guadalupe Rodríguez y los comentarios fueron de Janitzio Villamar y de quien esto escribe. Debemos de decir que el maestro González Rojo Arthur — hijo de poeta y nieto de poeta— es uno de nuestro más grandes poetas vivos, además de filósofo, fundador del Grupo Espartaco —junto con José Revueltas, Eduardo Lizalde y otros y, desde siempre, un luchador social. Fue un honor estar al lado del querido maestro Enrique González Rojo Arthur, además de que todo lo que

leyó fue muy interesante y emotivo (ver la nota que se publica aparte). Se quedan sobre nuestra mesa en espera de la lectura y del comentario respectivo el interesante libro de Oscar Wong: El secreto del verso. Manual para la enseñanza-aprendizaje en los talleres de creación poética; El regreso de Eddy Tenis Boy. Tres relatos policiacos, Gatatumba. Ínsula de Soledad (poemas), Preparativos de viaje. Trilogía melodramática del Coyote Mayor, Eduardo Villegas, quien aulla con mucha fuerza en esas obras; Condición de nube (poemas) de Eduardo Cerecedo; Embosque (poemas) de Iliana Rodríguez; y acaba de aparecer la sensacional antología de cuentos amorosos para adolescentes: Amar es perder la piel, preparada por Rolando Rosas Galicia, Moisés Zurita Zafra, Miguel Ángel Leal Menchaca y quien esto escribe. Y por cierto desde estas páginas, reitero mi apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas y a los trabajadores de Mexicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y mezquinas del Estado mexicano: ¡No a la nueva ley laboral y a la Reforma Educativa!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo!, ¡ya basta de gasolinazos!


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