Molino 89 Maíz

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Molino

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多etras

L Revista de Literatura y Humanidades A単o 16 No. 89 mayo-junio de 2015 $35.00

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Era el amor al ixtle en una tierra de magueyes y de flores Son sus m a n o s las o tra s raíces. Suya es la h isto ria . T o d o el ayer v u e lv e a los o jo s c o m o hojas caídas d e un tie m p o q u e c a m b ia d e ru m b o . D ista n cia te jid a . En el paso d e l tie m p o caen in e x o ra b le m e n te las c o s tu m b re s . Pero a u n e n las m a n o s d e D o n G ra cia n o , se m ira n los m o n te s en su p ie l e n v e je c id a y se a c u ñ a n los años. Y labra el c ie lo e n el c o ra z ó n d e l ixtle . En un a tie rra d e m a g u e y e s y d e flores. C a n ta n sus m a n o s d e m aíz, sus o jo s d e m o n ta ñ a . A los fru to s se les m ira d e s d e fo n d o d e los o jo s d e la tie rra . H ay m ile s d e h u e lla s y d e fa n ta s m a s q u e fu e ro n ta lla d o s y h o y va n q u e d á n d o s e sin m e m o ria al fin a l to d o es o lv id o .

Fernando Hipólito M endoza 1

1 O riginario d e la ciudad d e M éxico, Del. Iztacalco. Es cronista d e la colonia Gabriel Ramos Millán, do cum entalista, p o e ta y artista de la Universidad A u tó n o m a de la Ciudad de M éxico. Ha p u b lica d o en la editorial in d e p e n die n te Eheccatl, en 2014, El a m o r viene de morirse en otros brazos y en otros cuerpos. y en este 2015 el p o e m a rio Irremediablemente México es... C olaborador del program a De Raíz Luna de canal 22 y se ha sum ado a los talleres d e cine d o cu m en ta l en Unicosta (Universidad de los pueblos d e la costa en Pinotepa de D on Luis costa chica Oaxaca, en 2013), y en este año en el m useo co m u n ita rio d e San M iguel Teo to ng o Iztapalapa, y en la u a c m plantel Centro Histórico. Su labor llega a las calles en la intervención d e nuevos espacios culturales en las colonias populares del orien te del valle d e M éxico.


editorial directorio

Somos de maíz

Director fundador M oisés Zurita Zafra

En la tra d ició n m esoam ericana los prim eros hom bres fueron hechos de barro, pero no tenían fuerza, eran com o de barro h úm edo ; los segundos hom bres fueron hechos de madera, resultaron tan duros que no podían reírse, estos hom bres son los m onos; fin a lm e n te fuim os hechos de maíz y el m u n d o fue. Según el Popol Vuh el m u n d o ya existía y los hom bres son una parte de todo. La ya famosa vitam ina T sigue siendo nuestra to rtilla de cada día, pues ¿a quién le dan to rtilla que llore? o ¡a falta de tortilla , pan! El taco es por excelencia nuestra form a de alim entarnos, to d o va a nuestra tortilla ; la cuchara nos ayuda a form ar el taco, a veces cuchaream os nuestro guisado con nuestro taco en la mano. La lista es m u y larga: tostadas, tlayudas, tlacoyos, sopes, huaraches, potzol, chileatole, esquites, chilaquiles, pinole, palom itas, tam ales de verde, de m ole y de dulce. La diversidad genética de nuestro maíz nos da tam años, colores, texturas, resistencias, dureza, m aleabilidad. Nuestra generación está obligada a preservarlo para las generaciones futuras. Sin maíz no hay país.

Dirección Juan Jorge Díaz Rivera Edición Patricia Castillejos C onsejo E ditorial Ignacio Trejo Fuentes Eusebio Ruvalcaba Rolando Rosas Galicia Estrella del Valle Isolda Dosamantes Minerva Aguilar Temoltzin José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte Miguel Ángel Leal Menchaca Marcial Fernández Marco Antonio Anaya Pérez Fabiola García Hernández Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Alberto Chimal Gildardo Montoya Castro Pablo Ortiz del Toro C orresponsales Mónica Palacios Pedro Cabrera José Luis Herrera Arciniega Raúl Orrantia Bustos Raúl de León Eduardo Villegas Will Rodríguez Adrián Mendieta Moctezuma Samantha Martínez Maya Inform ación David Zuriaga Jiménez Diseño G ráfico Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado Mendoza Álvaro Luna Castillejos F otografía Juan David Sánchez Espejel Jorge Enrique Ibarra Sánchez C ap tu ra Amaranta Luna C. Publicidad Tel. (01 595) 9556977 Cel. 5519546810

Portada: M aíz Grabado: Á ngel A guilar García F o to grafía: Jorge Ibarra Sánchez C om posición: Álvaro Luna Castillejos

«▲ C O N A C U IT A

4 A FO N CA


sumario TALON DE AQUILES

Poesía

Misael Gaona Jiménez 6 Gildardo Montoya 8 Álvaro Luna Castillejos 9 Oliverio Rozado 10 Miguel Ángel Flores Rodríguez 12 Samantha Martínez Maya 14 Fe de erratas: Montanacristina 16

La vida impensable

Narrativa

L as Garlopas - Selección de Eusebio Ruvalcaba Jamonudo y Antolín —Pterocles Arenarius 17 i —Luriel Lavista 26

carbonera

Teresa Necoechea 28

Morfina en autoservicio —Pavel García/Oliverio Rozado 33

este número:

MAIZ

Banco Nacional de Germoplasma —Mario González Sandoval 38 Nancy Juglar. Sueños Verdes Colectivo 40 Retablo de los maizales —Raúl Orrantia Bustos 43 ¡Qué bello es el maíz! —Silvio Bolaño Robledo 44 Glosario maicero —Samantha Martínez Maya 48

Ensayo Si nadie me lo pregunta lo sé... —Gildardo Montoya 52 Efraín Huerta y José Revueltas: dos autores invaluables —Arturo Trejo Villafuerte 54 Tomóchic y Villa: Dos momentos de una revolución frustrada (1a. parte) - Miguel Ángel Leal Menchaca 59 Para todo mal mezcal y para todo bien también Marco Antonio Anaya Pérez y Refugio Bautista Zane 66

SOBREMESA

Recomendaciones/Reseñas

Molino de Novedades Editoriales —Arturo Trejo Villafuerte 69

M o l i n o d e L e t r a s , Año 16, N o. 89, m ayo-junio 2015, es una publicación bimestral editada por Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle M iguel Negrete 336 L. 15 C . 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@ hotmail.com. Editor responsable: Fortunato Moisés Zurita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo N o. 04-2011-062209030200­ 102, IS S N : 2007-5650, am bos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado por la Com isión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de G obernación. Impresa por Imprensel, S.A. de C.V. Av. Catarroja N o. 4 43 Int. 9, Col. M aría Esther Z uno de Echeverría,Iztapalapa, D.F., México C.P. 09860 Tel. 58661835. Este número se terminó de im prim ir el 15 de mayo de 2015 con un tiraje de 3 00 0 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. Esta revista es producida gracias al Programa “Edm undo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2014, del Fondo Nacional Para la C ultura y las Artes. En el padrón N acional de Revistas de Arte y Cultura del C O N A C U L T A : http://sic.conaculta.gob.mx/

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Tenochtitlan bajo nosotros Espejo que humea, serpiente em plum ada: han dejado en el peor de los m undos a sus m acehuales. H u itzilo p o ch tli asoma su cu e rp o desesperado, a veces nos grita, otras apenas susurra su presencia. De C oyolxauhqui siem pre se sabe. Entera, en pedazos que ahora parecen sonrisas. Y no destrozada, co m o aquel su herm ano la dejó. Nos han arrebatado la dicha de nom brarnos tenochcas; ya no existe M ictlán. Lo sim plificaron a un reino de un ángel que tra icio n ó la divinidad. Dueños de ninguna gota de Tláloc, de ninguna sensualidad de Xochiquetzal. Hace no m ucho vi por prim era vez el cadáver del Huey teocalli. Cada piedra olía a ustedes, indios mexicas. El co lib rí zurdo asom ándose apenas en la cúpula de la catedral nos m iraba con el m iedo a que lo vuelvan a conquistar.

M isael Gaona Jim énez

6

TALON DE AQUILES

Molino

¿etras


ta p a ta pasada de moda “D em asiado suave para ser mezcal, dem asiado fu e rte para ser tequila" Con tus ojos asiste mi cuerpo al instante m e m etam orfoseaste en hum o de hachís. Me detuviste entre tus d ie n te s ... ...d e sp a cio soltaste la bocanada. Fui deshaciéndom e, yén d o m e cada vez más arriba, más arriba, al techo, al cielo, soy la noche. ¿Qué me hice? Desde aquí en lo alto haces ver la vida tan fácil, tapatía; a un que abajo tú m ism a creas to d o lo contrario. Me ofrezco a ser víctim a de tu encendedor, mas no de tus manos, flam a ineludible, enciende la vida que ninguna dura más de cien años.

1 N ació en el Distrito Federal, en 1997. Atraído por la lectura desde muy pequeño con textos clásicos como E l Principito, cuentos de E d gar Allan Poe y poem as de Baudelaire decide iniciarse en el arte de la escritura a la edad de 13 años. H a participado en talleres con el maestro y poeta Eduardo Cerecedo, donde recibió buenos comentarios por sus creaciones. H a colaborado en diversas antologías con otros poetas, de las cuales destacan: Cómo cuesta morirse... Actualmente estudia su últim o año de preparatoria viviendo una intensa vida de escritor.

M isael Gaona Jim énez1


Gráfica No hiede, no huele; acaso nieve, o paseo; sólo cal viva ardiente, sin reclamo. N unca te hallará el destino.

#

Gildardo Montoya Castro1

1 Poeta que reside en Texcoco desde hace muchos años.


¿Será la noche o la luna la lluvia o el hum o del cigarro la distancia o tu silencio? pero todo me dice que no estás. Yo que creí guardar cada fragm ento de ti y al vaciar los bolsillos resulta que no tengo nada. ¿Dónde quedaron las miradas, el roce de las manos, las palabras? ¿Dónde estás, m ujer lejana? Sigo nom brándote esta noche y no apareces Mientras tú respiras otros aires yo remuevo la memoria y me hago el trágico y te pienso y te extraño com o si la vida no me hubiera enseñado aún que eso no sirve. No me basta la noche

ni la luna para escribir, no son suficientes las palabras para llamarte. Que no im porta cuantas veces diga tu nombre eso no basta, mujer lejana com o no bastan todas las noches para recordarte ni todos los minutos para vivir.

Álvaro Luna Castillejos1

1 Diseñador gráfico y músico, integrante de M uerte Chiquita. Trabaja en el Departamento de Publicaciones de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma Chapingo. Colabora en el sitio electrónico: www.labibliotecaestelar.com

¿Qué se hace en la vida sino buscar? yo te busco o lo intento pero no estás, todo me dice que no estás, y a todo le respondo que no importa, siempre es un buen día para seguir buscando. ¿Dónde estás, m ujer lejana? ¿Tú, a dónde vas?


No me pidas que no (que hay demasiado motivo) No recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos tem blores salvo la vez que tiré mi vaso de leche sobre el mantel nuevo y mi madre con esa mirada inefable... ¡qué terror! qué terror mi prim er recuerdo mi escena primaria

No recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos temblores: mis rodillas autómatas com o derritiéndose mi taquicardia y tu manita en mi pecho para cerciorar para sentir mi Parkinson prem aturo

No recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos tem blores nadie salvo mi madre hoy te lo dije: soy un niño edípico enam oradizo-enam orizante soy una niña, una niña borracha, reitero y debo aceptarlo

Eres la predestinación de un paralelismo m ínim am ente angulado im predecible-im prescindible polarizado ¿para qué? paradoja relativista sí, te hablo a ti, cabrona einsteiniana ¿pará qué juegas con lo vulnerable si sabes que soy maleable?

No recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos tem blores y eso, bajo cualquier circunstancia, es dem asiado m otivo no recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos tem blores mentales: dem asiado m otivo para com ponerte una canción no sé si será de am or o desamor, qué aburrido querida, pero no hay remedio hay dos opciones, pero el matiz sería lo indicado: congruencia cósmica, ritm o y tensión sexual sí, nítida y pura tensión sexual rockandroll con un porrito bajo la lluvia ácida gravedad y luz un blues cachondísim o bajo la sangre


sea un inconsciente Y viene la melodía al mediodía:

No recuerdo que una m ujer me hiciera sentir trem endos tem blores y más con el desconcierto de tu partida: y yo superyoico (maldita dictadura) y más aún con el beso en el pasillo vacío de alumnos, con el deseo inconsciente de ser sorprendidos, qué adrenalina: el Ello (delicia anarquía) y más ahora, que pienso en tu canción inédita que casi escucho sobre mis hom bros dislocados: el Yo (puta democracia, además de puta) mi cuerpo autóm ata mierda ¿sistema nervioso autónom o simpático? (ja ja ja, qué simpática ironía)

No recuerdo una m ujer que me provocara tanto dirás que soy un loco apasionado así soy con la vida contigo idilio mío de hoy Tiritan mis rodillas m ujer y eso es demasiado m otivo para que no me pidas que no sea un inconsciente Que nada de esto es en v a n o .... no me pidas que no sea un inconsciente

(coros y solo bluesérgico, con fade out hasta el infinito, hasta tu hoyo negro que alucino)

1

Psicoterapeuta.

Catedrático

de

la

Universidad Privada del Estado de México. Músico-compositor e integrante de Muerte Chiquita;

bluesero

psicoerótico-musical.

y

poeta

callejero

Oliverio Rozado1


Compartir... Dicen lo que de esto saben que co es co m p a rtir ir ju n to aparejar, entonces, sin tanta reflexión es com prensible y fácil de aceptar que corazón es aceptar ir ju n to a la razón por tanto, corazón es apoyar a la razón es darle valor y es darle sentido a la razón. Por tanto, ya no hay peros existe la razón estoy de acuerdo pero ésta debe siem pre solicitar apoyo al corazón y en asuntos de am or éste siem pre siem pre tendrá razón.

M iguel Angel Flores Rodriguez

12

talón de aquiles

/Wolinoff>¿etras


El lejano azul de mi memoria He soñado tu no m b re y lo he olvidado. En algún recoveco de m i historia, he visto tu m irada y m e he prendado en los lejanos tie m p o s de la gloria. Por tanto, pienso en ti y m e he que dado en el lejano azul de mi m em oria p u n to d o n d e no te n g o escapatoria d o n d e disfruto incluso mi pasado. He perdido el espacio en el que habito ya no te n g o nociones suficientes porque tú sabes que te necesito. Y en estas confusiones de pasado y presente se co n fu n d e m i voz y se apaga mi grito de este in fin ito am or callado e ¡nocente.

©Ligia Chan Brito

M iguel Angel Flores Rodríguez1 Profesor de Huatusco, Ver.


Memorial de Lago l

Habito un pedazo de lago en las reverberaciones telúricas de su alma rota. Las tardes de lluvia reviven espejos que agónicos se niegan a la m uerte. A u nque sólo sea un m o m e n to aquí en la tierra que el cielo nos regale la eternidad del agua M adre C halchitlicue m adre de los jades robados padre Tláloc padre ausente miles de años sagrados guardados en un rincón de m useo No aquí d o n d e hacen falta en los peces en la tierra en la m ilpa en la huella de sequía que dejó su partida Mis ojos se hun den en sueños lacustres en las noches de vientos que silban desesperación ausencia vacío la m orada perdida.


Su alma vaga con la sal y sus recuerdos de ahuautle y te q u e zq u ite de chichicu ilo tes y garzas. Toca las ventanas fu rib u n d o se revuelve en tolvaneras que se alm acenan en puertas y ventanas Lleva un canto de vie n to con el que nos grita todos los días nos grita y sobre to d o de m adrugada grita

^

A veces pienso que regresará la fuerza del agua que un día se rom perán los diques y serán libres las almas de los indígenas que m urieron en el cólera que un día vendrá la destrucción de la cuenca y nos colapsarem os El ruido de los aviones m e despierta el ho m b re de hoy sigue planeando su extinción.

Sam antha M artínez M aya1

1Nació en la Ciudad de M éxico, D.F. en 1989.


Fe de erratas: Por un error en nuestro número anterior pusim os estos dos poem as como uno solo. Corregimos nuestra falta y nos disculpam os con la autora y con nuestros lectores.

Sombras

Apagaste la luz de la pasión y encendiste la llama del o lvido Rom piste la cadena de m i fantasía Desataste m i ser en tropelía Vaciaste el c o n te n id o de m i sueño a un precipicio, provocando el vé rtig o del a b a n d o n o m ism o Im aginaste con tu p od er to d o el e n to rn o veleidoso co m o eres siem pre, tú, m i pensam iento

Un sueño Te soñé recargada lá n guidam ente sobre la reja que lu ce ... m ilenaria sobria, bella y m ajestuosa to d o to d o de otra época Rom ántica distante con la m irada perdida en ese bosque que vislum bro desde mi alm ohada

1Licenciada en Administración de Em presas por la Universidad L a Salle, con maestría en Economía A grícola en el Colegio de Postgraduados.

M ontanacristina1


* a p a r t a d o d e l o s in é d it o s

Selección y nota introductoria de E u s e b i o

R M W a lc a b a

C uento

d e P t e r o c l e s A r e n a r iu s De pronto da la sensación de que se está ante la vista de una montaña. De que para subir hasta la cima hay que armarse de inmejorable condición física. Eso acontece con los textos de Pterocles Arenarius. Escritor que brega con las palabras. Como un luchador con su rival. Cuento tan ambicioso como entretenido, sumergirse en su trama y en su trauma implica apropiarse de un estilo ambicioso. Que cuando se avista el final, una dosis de satisfacción invade al lector.

Ja m o n u d o y A n to lín #

# E l acto más íntimo es el asesinato. Publicidad para una olvidada película que se exhibió en los años 80. E l amor y el odio son una y la misma cosa. La diferencia estriba en que son de polaridades opuestas y extremas. Y ambas suelen ser igualmente devastadoras. Porque el Diablo y Dios uno y el mismo.

l día de su horrible muerte Antolín Sagredo llegó a la casa enrojecido después de beberse tres caguamas. Eso era extraño, porque él empezaba a emborracharse — si era con cerveza— después de la sexta de las “tamaño familiar”, denominación que refiere como si la familia mexicana tomara cerveza en pleno, pero, para evitar malentendidos, se adoptó la denominación para tal dimensión de envase que — por culpa de un intelectual— dieron en llamar tamaño caguama. Y es que el famoso Pelón Sagredo había estado enfermo, cursillento, luego de unos tacos de tripa de un puerco que aquí en la misma casa mataran mal, a pedradas, dos semanas atrás, porque el animalito se les escapó cuando

E

* Sombrío burdel de Veracruz.


fue acuchillado fallidamente, sin la exactitud de los matanceros que al primer tajo dejan agonizando al inocente irracional. Era una noble bestia que, como muchos más, había convivido con nosotros, las familias o retazos de familias que aquí, juntos, dejamos correr el tiempo. Se llamaba Jamonudo por los formidables perniles que mostró desde chiquito y era uno más de la familia. El mismísimo Pelón fue el ejecutor del cerdito Jamonudo. Pero temulento como estaba en la ocasión, no dio el golpe de muerte en la cruz de las venas, donde el chancho no se puede mover cuando le atinan, porque no puede respirar, se desangra muy rápido y, aunque chilla feamente, se vence en menos de dos minutos mientras uno acapara el chorro de sangre para la moronga. En la casa mucho se habló del Jamonudo. Era un cerdo real y tuvo vida de rey. Com ía lo mismo que nosotros y por ser de raza, era alquilado para engendrar. Y no hubo puerca en esta colonia de la que no gozara. Y vaya que los cerdos gozan. Sin exagerar yo creo que fue ayuntado con más de cien marranitas y sus hijos pasan de los tres mil, si no me falla el algoritmo multiplicador. Un verdadero gran cerdo. Pero en la familia estábamos bien advertidos que un día nos teníamos que comer a Jamonudo. Fue como premonición. Antolín Sagredo, a sus veintiocho años, y habiendo acuchillado ya a cantidad de cristianos (había, además, acribillado gente tanto a patadas como a balazos), por matar borracho, y puesto que los borrachos todo hacen mal, no ejecutó el golpe certero de filo contra el inocente Jamonudo, ese animalazo de noventa kilos, que luego de la cuchillada empezó a chillar, lo que es normal, al verse herido. Luego pataleó al sentir que ya era su muerte, lo que también hacen todos los puercos; pero éste, fuerte animal y conste que ya era viejo, se zafó de las amarraduras con que lo liaran mal, lo que también hizo Antolín, El Pelón, Sagredo. ¿Por qué?, porque él era el único grande de edad en la comisión de matar a nuestro marrano y es que no se debe hacer trabajo serio, como es ultimar un cochino y menos si era de la familia, sin traer pecho sano, entiéndase El Pelón andaba más bútago que buenisano. Con lo que Antolín, El Pelón, Sagredo, también demostró que matar cristianos o intentarlo (a cuchilladas en su adolescencia, a golpe limpio de mano en su etapa de boxeador, a patadas y balazos en su primera juventud y en tortura cuando fuera judicial) se permite borracho. Marranos, no. El puerquito logró zafarse de tan malograda atadura y en la desesperación de morir escapó de los que, luego de darle fin, habrían de lanzarlo al perol de aceite que, hirviente, ya estaba listo, esperando el desollamiento y la descuartización. Lo cual se hacía no sin dolor. Pero más nos valía comérnoslo nosotros, su propia familia que dejarlo morir de viejo y sin utilidad. Al Pelón le ganó la risa cuando se le escapó el animalito y en vez de aplicarse a agarrarlo, se dedicó a ver cómo la chiquillada de sus cuñaditos, los primos de éstos y hasta sus amiguitos vecinos, trataban, no de amacizar al cerdo, re-anudarlo, sino que — puesto que además ni tenían las fuerzas para hacer el sometimiento— se dedicaron a darle de palos y pedradas hasta que el inocente animal se venció por fatiga, desangramiento y golpes. Era como si estuvieran entrenándose. Y es que siempre se ha dicho entre la gente de razón que el que es capaz de matar un puerco también lo es de finiquitar a un cristiano. Pero no era un acto de odio o enfermedad mental colectiva. Tenían que matar a Jamonudo para que no se muriera de viejo, se pudriera y acabaran echándolo a la basura. Mil veces mejor comérselo. Porque era uno de nosotros. Lo único malo es que se le estaba dando una muy mala muerte a nuestro querido marrano. No menos que la que — nadie teníamos idea— le esperaba al Antolín. Pero tantito peor para el Jamonudo, pues no estaba embriagado.


— Vayan a la chingada. Ora agárrenlo y cuando ya lo tengan me hablan — les dijo El Pelón a la parvada de los chamacos cuando veía entre carcajadas que el inocente cuadrúpedo corría con desesperación por el gran patio derribando triques, cojeando porque no se alcanzara a librar del todo de los amarres, sangrando por la cuchillada imprecisa del Pelón y lanzando chillidos horrísonos como un demonio condenado por Diosito a los ardorosos infiernos y salpicando sus erráticos caminos con sangre. Y se largó el cabrón. Así como era de voluntarioso, mal ordenado y baquetón, se largó a seguir el camino de la embriagadera, el único que siempre le interesó recorrer. Ya hasta se le había olvidado que el puerco se quedó herido y huyendo y la chiquillada persiguiéndolo a pedradas. Sería hora y media después que lo fueron a llamar. — Antolín, que ya vayas a matar a Jamonudo. — Ah chingao, ¿pues qué no lo han matado? — Sí, ya lo matamos, pero no se quiere morir hasta que le saquen toda la sangre. — Pinche escuincle pendejo... — mejor ya ni alegó El Pelón— . ¿Cómo que no se quiere morir si ya lo mataron? ¿Quién entiende a un escuincle de éstos? — Pero cuando llegó se dio cuenta de que difícilmente le hubieran dicho con más certidumbre lo que pasara. En el patio entero había encharcamientos de la sangre del puerco que había luchado por su vida hasta que su natural energía ya no dio para más. Quizá entre el desconcierto y el terror de que su propia familia quisiera darle la muerte. Y luego de qué forma. Estaba casi derrumbado en un rincón lodoso bramando ya débilmente, vacío por el desangramiento y sobremagullado por la pedradiza, le temblaban los perniles pero chillaba peormente de horrible y más lastimero que nunca. Y como ya no se defendía, los escuincles, casi tan inocentes como el propio animal, además de pegarle a pedradas, también lo pateaban, le jalaban la cuerda para derribarlo y, con palos, piquetes y garrotazos, hacían del tormento su desesperación. Tenían que matarlo y Jamonudo no se dejaba morir. Ya no querían causarle dolor, pero no podían tampoco matarlo. Las niñas ya más bien lloraban diciendo “Mátenlo rápido y ya no le peguen”. El cochino ya no podía ni correr. El Pelón salió de la casa al patio y vio aquello. Hasta él, que siempre fuera desalmado, sintió feo. La sangre salpicaba las paredes. El animal estaba arrinconado gritando ya más de terror que de fuerzas, negándose a morir o a la mejor, más bien suplicando que le quitaran la vida y con ella tanto dolor. — H ijos de su pinche m a d r e . — dijo a los niños al ver aquello; le horrorizaría lo que pensó como la inocente crueldad asesina de las criaturas o quién puede decir que no estaría oscuramente presintiendo. No entendió que no querían provocarle el martirio, sólo matarlo, pero no tenían tantas fuerzas— son bien ojetes, miren nada más qué santa putiza le han dado a este pobre marrano. Fue directo al puerco vencido y dicen — yo no estoy seguro de que haya que creerlo— que estaba llorando con el cuchillo en la mano. Que agarró al animal de una oreja y lo sometió. Luego le dejó ir la daga profundamente. El infeliz Jamonudo, moribundo, resistió sabiendo que ahora sí y a . iba a morir y El Pelón no se decidía a darle fin, a menearle el cuchillo para destrozarle las venas de abastecer el corazón. Así batalló unos minutos, forcejeando con el animalito, suficientes para que él también acabara batido de sangre como las paredes, los utensilios o triques regados por todo el patio y los charcos que empapaban de coágulos rojos a lo largo y ancho el solar.


Todavía con el cuchillo encajado en el cuello se le escapó una vez más, ahora al Pelón Sagredo, pero ya nada más para echar un final berrido de cerdo que nos provocó escalofríos y echarse a medio patio a dejar que se le fuera la vida. La suegra del Pelón, doña Nicanora viuda, mi ex nuera, llegó a decir que el puerquito lloró tanto porque era, en otra existencia, un niño que mal murió y que había encarnado en ese pobre cerdo para ser parte de nuestra familia. Se cocinó el animal en el enorme perol de cobre luego de desollarlo y destazarlo entre lágrimas de algunos. El cuero se guardó para chicharrón y las pezuñas para tallar las avemarías de rosarios. La carne salió muy fea — sería de tanto que martirizaran al cerdo— y al Pelón le hizo daño, le provocó la cursera que lo mantuvo enfermo hasta dos semanas y fuera luego causa de su borrachera precoz, efecto de sólo tres caguamas. Pero El Pelón, buen alcohólico, en vez de curarse lo cursillento, lo tomó como pretexto para no “salir a trabajar”. Lo cual era el infierno para la familia de esta bonita muchacha que debiera quizá decirle mi nieta, Liset Berenice Pérez López, mujer de Antolín, a la que no es posible llamar de otra manera pues no están casados. Y es que cuando no “salía a trabajar” , El Pelón se quedaba en casa exigiendo que se le cumplieran caprichos de loco, echando trago con sus amigotes, reconviniendo a la familia que por jodidos y mugrosos, que por güevones y cobardes o que porque no faltaba y, cuando ya estaba borracho, burlándose de los chiquillos, haciéndoles bárbaras travesuras o, lo menos peor, echándolos a pelear para su diversión y la de los otros borrachos, sus compañeros. Por lo menos así los chamacos aprendían a defenderse. Cada “salida a trabajar” de Antolín (que, mientras no lograra colocarse en corporación policiaca, ejercía el mal oficio, que por buen nombre se conoce como la ratería. Oficio que Antolín desempeñaba a mano armada y en transporte público, como ex policía con experiencia en confrontaciones a bala) representaba para la familia desde unos doscientos pesos por lo bajo, hasta los dos mil. No más, porque la gente de este domicilio, él así lo dijo siempre, “No es de mi raza” y como no tenía a quien más darle — pues el Pelón creció en orfanato y ni tiene raza ni conoció madre (no es gratis que le digan pelón de hospicio)— , le gustaba ser el que más daba dinero en la casa. Desde que se llevó a Liset y luego viniera a vivir con la familia de ella así lo hizo. Y también vaya que se lo cobró. Liset tiene ocho hermanos y es la tercera en el orden. La mayor es Yésica Alín, que a sus dieciocho años se quedó madre soltera y tiene tres niños. El segundo es Yónatan Cutberto. Luego va la susodicha y siguen Cristian Anacleto, Michel Jeremías, de quien sigue otra niña que se llama Rósalin Aurora, que a sus trece añitos es una flor — para su desgracia a la vista y a la mano de su malviviente cuñado El Pelón Sagredo— y así, hay otros cuatro más chicos aparte de los tres hijitos de Yésica Alín y los dos de Liset Berenice, la mujer que de firme tuviera Antolín, El Pelón, Sagredo. Tantos niños que mejor ni nombramos porque sería cosa de nunca acabar. Yónatan, a sus diecisiete, casi nunca tiene trabajo. H a aprendido oficios varios, pero no se ha aplicado el tiempo que lo llevara hasta ser maestro en ninguno y es que le pasa lo peor, es tan joven que, aunque se hubiera aplicado en sólo uno, todavía no llegara a ser maestro. No terminó la secundaria y a veces se va a esquinear limpiando parabrisas para ganarse un mermado billete porque los buenos cruceros están muy peleados. Yésica se mantiene a un paso de la putería profesional que ahora llaman sexoservicio. Nunca lo ha dicho pero muchas veces se ha acostado con el tendero o el farmacéutico para que le regalen leche, medicina o víveres varios para sus hijos. La familia, ciertamente, es muy pobre. Lo que Yésica ya no pudo ocultar


es que El Pelón también la somete a cometer coito con él casi cada que (a él) se le antoja y más o menos contra la voluntad de ella pero con la furia del pleno familiar Pérez López, porque “cómo voy a creer que este desgraciado se agarra a las dos muchachas” ha dicho hasta el cansancio la mamá Nicanora. Pero tampoco le tenía mucha fe a su inquina contra su doble yerno El Pelón, porque con lo que le recibían de dinero ya les iba muy bien y casi nunca se quedaban sin comer y si todavía les llegó a ocurrir el ayuno obligado fue por descuido y desorganización, porque dinero, aunque fuera recibido del Pelón, lo había. Por más que muy caro pagaban los beneficios de aceptarle billetes, no sólo con las dos muchachas. Y es que peor todavía es el hambre. Lo que pagaban los Pérez López al pésimo hombre que fue Antolín Sagredo a cambio de su dinero no sólo era en cuerpo de muchachas, sino en la sangre de, principalmente, Yónatan, al que el Pelón traía juido, o séase, atemorizado, bajo amenaza perenne, pues lo ha golpeado en su propia casa y también encontrándoselo en la calle abusando de su fuerza y edad mayores y sus muchas más malas mañas. A los más chiquillos también les llega a dar unas cuantas patadas, pero no en serio, como sí ha golpeado a Yónatan sin piedad. Hasta que llegó aquel día en que apenas con tres caguamas que se estuvo tomando en la calle se dejaba ver ya medio entontecido de briago, pues llevaba como desventaja acumular ya dos semanas completas de cursera intensiva. Como no había “salido a trabajar” no tenía dinero. Mala entraña como siempre, vino a la casa a pedir billete. — ¿Dónde está tu madre, tú, güey? — le dijo a Cristian Anacleto. El Cleto que, como todos los de la casa le guardaba un enorme talego de odio, se hizo el tarugo y no le contestó. — Te estoy hablando, hijo de tu chingada madre, ¿estás pinche sordo o qué, pendejo? — N o’stés chingando ’orita, g ü e y . — Pos dime dónde chingados está tu puta madre, c a b r ó n . — No sé, chingada m a d r e . — Pos véla a buscar, hijo de tu pinche madre, pero muévete, pendejo. ¿O qué, tengo que soltarte unos patines por el culo, güey? Órale, pinche escuincle rezongón, y le dices que me mande cien varos porque estoy chupando y ya se me acabó el billete. — Yo no voy. — Te voy a c h in g a r. Cristian Anacleto se echó a correr. — Hijo de tu puta madre— le gritó El Pelón y agarrando lo primero que alcanzó su mano se lo aventó — un plato de barro que estaba en la mesa— con tan impresionante tino y cuantimás para estar medio borracho que le abrió una ranura como de alcancía en el centro izquierdo del cráneo. Pero el Cleto más fuerte corrió aunque desangrándose con tal de ponerse a salvo. Luego pasó lo definitivo. Antolín Sagredo se quedó sentado, riéndose de que su cuñado el mediano saliera herido y sangrante con tan poco de su esfuerzo: apenas aventarle un plato casi como sin querer. Disfrutó su risa un par de minutos. No pensaba, porque él era de esa clase de personas que no piensa, sino se mueve y si acaso siente, aunque por la ley de la vida, cada vez menos. Y ya se iba a la calle a seguir bebiendo cerveza con sus amigos, cuando vio a la chiquita Rósalin Aurora bañándose a jícara en el cobertizo de palos que deja ver la cabeza y los pies de quien está adentro; como ese baño está junto al escusado, es común que mientras alguien se baña, con frecuencia otro se mete a las necesidades de hacer


en retrete. Por eso ella no se extrañó de verlo llegar. Pero además su desnudez no le era vergonzosa porque siempre había vivido y dormido entre muchos hermanos que la veían en calzones y, a veces, hasta sin ellos, como también ella los había visto no menos en cueros. Pero no dejó de extrañarle que Antolín se asomara con tanta insistencia a mirarla con sus pechitos que seis meses antes eran todavía de chupón, pero para el momento ya definían volumen y un pezón de círculo mediano en dibujo perfecto; su vello en el pubis, finísimo y pequeño todavía, como terciopelo, sus nalgas ya redondeándose en modelado de preciosismo. La miró y siguió mirándola. Sin pensar. Hemos dicho que esos individuos no piensan, hacen y las más de las veces hacen mal. Pero, además, ante la belleza en pleno o mejor aún, despuntando, nadie piensa, como aquí era el caso. Entonces ella notó. Y su naciente y natural pudor de muchacha hizo que reaccionara: — Sácate de aquí, Pelón, no me estés mirando — y se cubría los pechitos con el antebrazo y el pubis con la otra mano. Pero su gesto era como nunca agresivo, tanto que hasta ella se sorprendía— . No me gusta que me veas. Lárgate, por favor. — No, morra, ven pa’cá que te quiero enseñar algo. Na’más tápate con la toalla pa’que no salgas tan encuerada. — No quiero. Ya vete, con una chingada... — y sin descubrirse se acercó a la pared, agarró la toalla y se la puso al frente. El otro, calmudo, se metió al cobertizo con gesto de perro endiablado. — Ven acá, dije, pinche escuincla putita... — y la agarró de una mano y de los cabellos. Ella empezó a llorar, a pegar de gritos. — Déjame, Pelón, déjame, no me agarres — y se acuclilló haciéndose bolita en un rincón enredándose en la toalla, chillando de odio y terror como un perrito atropellado. Antolín, tomado por la lujuria, terco y obtuso como un cerdo, la agarró a dos manos de sus cabellos mojados y la arrastró desnuda y aferrada a su toalla. Mientras ella chillaba más fuerte que nunca en su vida. Llamada por la desesperante grita llegó madre Nicanora, suegra de Antolín por partida doble, la que en tal momento Antolín estaba empeñado en hacerla triple. — Ay, cabrón éste, deja a mi niña, desgraciado maldito. Auxilio, auxilio, se llevan a mi niña. — Y enloquecida de furia con desesperación lo agarró del cabello y jaló aprovechando la inercia de sus ochenta kilos. El Pelón tuvo que soltar a la muchachita que se fue corriendo a vestir, hermosísima y muy mal cubierta por la toalla y el terror. El Pelón se le enfrentó a doña Nicanora a los golpes. Los dos gritaban: ¡Perro maldito!, ella y El Pelón ¡Cálmese, pinche vieja! Se zafó de manos de la doña gracias a haber cedido sendos puñados de pelo pero también a que le asestó un terrible bofetón de revés que la derribó al tiempo que le rompió la boca. Y Antolín era tan fuerte de instintos y tan terco de genio que todavía se encaminó, dejando a su suegra en el suelo, a buscar a la chiquita que se había ido a vestir al cuarto de las mujeres. Estaba intentando abrirle la puerta a Rósalin cuando sintió un batacazo entre los lomos y la nuca. Alcanzó a ver al descalabrado Anacleto que luego de correr oiría la grita, primero de la hermana, luego de la madre y se armó de cierto bate de béisbol que pernoctara en el patio por meses. Y le dio a Antolín a mansalva o sea sin buscarse riesgo y con el odio de la sangre que le había corrido por la cara. Antolín Sagredo perdió hasta el aliento aunque no se derrumbó, se agarró de la puerta que forzaba y se volvió para hacer gesto de asombro y ver que el bate venía de nuevo, ahora directo a su cabeza, lo que le permitió, como animal


matrero que era, medio esquivar el impacto que le alcanzó a dar en un hombro. Se le fue encima a Cristian Anacleto y rodaron. El muchachito sentiría que ya lo iban a matar. Pero llegó su madre Nicanora con un tubo que halló a la pasada en el fregadero y alcanzó a encajar tres tubazos en la espalda del Pelón mientras éste trataba — con dificultad por los dolores— de someter al Anacleto. Los tres gritaban haciendo un ruido que se volvió indiscernible. Se agregó Rósalin Aurora que, ya semivestida, regresara a agarrar al Pelón de los cabellos con fuerzas que se desconocía buscando estrellarlo contra el suelo. Com o milagro entró Yónatan Cutberto, distraído, de pronto miró la escena que se le dificultaba creer: Antolín sobre su hermano Cleto, su hermana sobre Antolín columpiándose de sus greñas y la mamá Nicanora dándole con el tubo en los lomos. Caminó y casi corrió calculando los pasos como saltador olímpico y ejecutó una patada de futbolista que sonó seco y horrible en la cara del Pelón. Lo volteó bocarriba, lo que permitió a su hermano salir y ponerse de pie, recuperar el bate beisbolero y acometer por su cuenta. Rósalin soltó la cabeza que traía de los cabellos y dio dos pasos atrás. Antolín estaba atontado, adolorido, medio borracho y debilitado por quince días de cursera. Mamá Nicanora y Cristian Anacleto sacudían al Antolín con toda energía, como si fuera un colchón percudido, ella con un tubo y él con el bate. Rósalin lo apedreaba sin tino, pero le dio la idea a Yónatan que agarró una piedra de doce kilos que, al pie de la puerta del patio, servía de asiento en las tardes cuando ya iba refrescando el día. La cargó sin demasiado trabajo hasta acercarse al sitio del linchamiento. Le midió para no fallar porque Antolín se movía con mucho vigor tratando de huir de la felpa y cuando iba corriendo a gatas se la estrelló en la nuca. La fuerza y la precisión harían modelo del golpe. Antolín se derrumbó pero no se venció. Los más chiquitos, jubilosos, tomándolo a juego, también lo apedreaban desde mediana distancia. Eran unas diez personas metiéndole mano al Pelón, como si hubiera sido pila de agua bendita, según se dice. Aparecieron una tras otra las dos hermanas, sus mujeres, la una de firme, Liset Berenice; la otra, Yésica Alín, la que, con pretexto de que ya no la agarró señorita, la usaba para satisfacer antojo de hembra. A la primera ya le había encajado dos criaturas, a la otra apenas uno. Las dos muchachas vieron la escena. No quisieron participar. Sólo miraban. Yésica dijo azorada: — ¿Por qué le estarán pegando, Bere? — S a a b e . Algo les h a r í a . — ¿M á a a s.? — Ya d é je n lo ., ya no le p e g u e n . — les pidió Liset aunque sin exagerada convicción. Yésica no se atrevió mucho m á s . — Pos ¿qué les haría, oigan?, pérense ta n t it o . — El hijo de su chingada madre quería cogerse a R ó s a lin . — les informó de un grito Cristian mientras se preparaba para seguir tundiendo con lo que daban sus fuerzas en el ya martirizado cuerpo del Pelón Sagredo. — Mmmmmmmmmmmhhhhhhhhhhhh — no era un chillido, no era una queja. Era un mugido para tratar inútilmente de meterse aire, pero sin lograrlo porque borboritaba sangre por boca y nariz. Indefenso Antolín no pudo hacer nada cuando Yónatan le arrimó una tanda de patadas recorriendo desde el vientre hasta la cabeza. Antolín pujaba ¡m h h m m ., m h h m m ., m h h m m .! respondiendo a cada golpe, mientras su cuñado inquiría: — ¿Esto era lo que querías, hijo de tu chingada madre? ¿Quieres más, hijo de tu puta madre? ¿Ya estás a gusto, culero?


— Ya le dieron a su antojo, ’ora sí ya d é je n lo . — casi suplicó Yésica. — ¡Es que se quería coger a la niña, el hijo de su puta madre se quería coger a la niña! — le dijo en la cara Cristian que también es llamado Anacleto, para justificar convenciendo a su hermana de que la masacre debía continuar. Le pegaban con odio, no como a Jamonudo a quien se lo hicieran por compasión. Es decir, en principio, por amor. Para que su vida se volviera más útil de lo que ya había sido. Los golpes para Antolín sí eran de odio, porque su vida les había llegado a ser no sólo inútil, sino una pesada carga. Lo agarraron, Cutberto de las greñas, mamá Nicanora de la camisa empapada de sangre; Cristian, el descalabrado, de una mano y se lo llevaron arrastrando hasta la entrada de la casa y, exhausto, lo echaron junto a la puerta; marcaron un caminito de sangre. Ya era ese momento en que la tarde se vuelve noche y allí se quedó. Alcancé a verle los ojos cuando pasaba, aunque seguía sacando aire, su mirada era como de aquél que ya no es de este mundo. “A ver si no se les muere”, me dije, porque no puedo — ni quiero— decirle nada a nadie más. Pudiera, si quisiera, porque sé escribir y puedo, como se ve. Pero no, aquí no vale la pena. Mejor se lo digo a ustedes que leen como yo que e sc r ib o . Los vecinos no le tomaron demasiada atención a pesar de que estaba ostensiblemente molido a tubazos, batazos, pedradas e insultos. Allí se quedó tirado y la familia se dedicó a sus quehaceres u ocios, según. Nicanora a acabar de lavar su día, Liset Berenice a bañar a sus chiquitos, Yésica Alín a continuar su interrumpido planchado de ropa, Cristian Anacleto a ver televisión y luego a patinar en tabla, los niños a diversos juegos en el patio, Rósalin Aurora a ponerse bonita porque tenía que ir a un baile de adolescentes, para el cual se bañara cuando empezó el jaleo. O sea, la familia como si nada. Yo seguí, como siempre sentado en mi silla de ruedas que camina muy despacio y rechinando. Desde mi sitio, que me deja ver la casa casi entera, divisaba un cacho sanguinolento del Antolín que se asomaba por la puerta de entrada. En algún momento lo vi moverse tanto que dije “Levántate y anda, no vayas a causar un problema”, pero ya que lo pienso, a la mejor era el m o m e n to ., el único momento único de esta v i d a . Más tarde merendamos café negro y tacos de arroz con frijoles. Nadie quiso acordarse del Pelón que seguía al pie de la puerta. Cuando, al terminar la televisión, alrededor de la medianoche mamá Nicanora mandó a Cristian cerrar, éste regresó a decir si “metemos al Pelón porque ahí sigue tirado” . — Que se meta el cabrón cuando se le antoje, si se le a n t o ja ., además ¿quién lo va a meter? — Dijo madre Nicanora, todavía con rabia. Y cada uno se fue a hacer su cama porque muchos duermen en el suelo. Recliné mi silla y me eché encima la cobija que llevo amarrada a un ladito. Y nadie se acordó de Antolín hasta que iba entrando la mañanita porque muchas gentes vociferaban en nuestra puerta y le hacían bola al Pelón. Tocó a manazos sobre la puerta de lámina el Ministerio Público preguntando que “cómo había muerto el cristiano que estaba afuerita, que si lo conocíamos” . “Puta madre, si lo conoceremos” , hubiera yo dicho, si pudiera hablar. Pero como no puedo na’más oí: — Sí, cómo no, este muchacho vive a q u í . Válgame Dios, pero cómo voy a creer que está ahí t ir a d o . Sí, si hasta es el señor de una de mis h i ja s ., pero no, fíjese usté que anoche que lo v i . , sí, venía medio borrachillento, sepa usté que le gusta el t r a g o . ¿¡cómo que ya se murió!? Ay, no me d i g a . , sería de f r í o . , pobrecito. ¿Cómo que todo golpeado? Virgen purísima de G u a d a lu p e . ¿quién pudo, quién pudo? — decía M amá Nicanora mintiendo con la sangre fría de un político encumbrado.


— Se los dije, se los dije — lloraba Liset Berenice, pero: — Cállate, pendeja, porque nos llevan al bote a todos — le dijo su hermano Yónatan y ella siguió chillando, pero mejor decía “pobrecito, cómo me lo dejaron” y se puso, simulando que barría, a echarle tierra al caminito de sangre que hicieran la tarde-noche anterior al sacar de la casa al ahora difunto Antolín. Yésica Berenice también lloró pero, más discreta, se alejó para no crear sospechas y escondió un bate y un tubo ensangrentados. Rósalin Aurora lloraba y lloraba sin saber bien por qué, en mucho era de susto porque estaba segura que nos iban a llevar a la cárcel a todos. Lo bueno es que no decía nada. — Cómo no, fíjese licenciado que venía algo tomado el muchacho, pos para serle franca, como casi siempre; y tengo idea que sí venía golpeado de por sí, como algunas veces; también por eso me extrañó un poco que se quedara tirado al pie de la puerta como casi nunca, que sí lo llegó a hacer alguna vez endenantes. Sabe Dios dónde lo golpearían así, mire nomás, no le dejaron cachito sano. — Dijo la vecina de al lado. Médicos y licenciados revisaron su cuerpo por encimita y apuntaban en sus libretas como durante una hora y media; lo manosearon hasta metiéndole el dedo en la boca, lo trasculcaron para echar sus cosas en una bolsita de plástico. Al fin fue subido en una camilla y en ésta, colocado dentro de una ambulancia, ¿ya para qué? Tanta lágrima de mujeres les daría certeza de que lo golpearían en sitio distinto y gente desconocida. Pero pienso que no sería tan raro que hayan mejor querido hacerse de la vista gorda. Dirían, ni modo de llevarnos bajo acusación de asesinato tumultuario a la familia entera, y es que no era tan difícil de colegir lo ocurrido. Dijeron que teníamos tres días para ir por el cuerpo. Nadie quiso ir a hacer el reclamo. A la semana nos mandaron un papel para que fuéramos a recogerlo y para no despertar sospechas por sentimientos de culpa mamá Nicanora y Liset Berenice lo fueron a ofrecer en donación a la escuela universitaria de medicina, saben que ahí se les recibirá el cuerpo de Antolín Sagredo, para que sirva en la enseñanza de los practicantes siendo descuartizado pieza por pieza. Más o menos igual que el Jamonudo, nuestro puerquito con que empezó esta narrativa. Como para cuadrar la historia, porque Antolín, de alguna manera, era otro cerdo — nomás que él sí era malo— y como tal murió y no menos igual acabó siendo el destino de sus restos con la diferencia que aquel cerdito fue al perol, muy caliente, para la cocción de su carne que luego sería nuestro alimento; mientras el Pelón dio en un refrigerador, muy frío, para guardar aquellos muertos que a nadie generan interés y para servir también de alimentación, cómo no, pero su cuerpo habría de nutrir el conocimiento de tantos muchachos que en la universidad se preparan porque habrán de ser médicos. Y así, por lo menos que en algo haya sido útil eso que fue en este mundo Antolín.


\dencia Luriel Lavista1

C

on un endeble gesto de admiración le hago esto. Uno de sus poemarios me ha satisfecho de una manera inequívoca. Como quizás mi goce en nada se asemeja a lo que realmente quiso llegar a dar a entender, me tomaré la libertad de narrarle a manera de anécdota como encontraron mis manos tal ejemplar. No acostumbro ser deslumbrado bajo las mañanas comunes, a no ser que me lleven a la visita del siguiente jolgorio a los que acostumbro frecuentar. Esa mañana no era tal caso. Tenía que tramitar unos papeles de último momento. Desperté en la madrugada. La idea era llegar temprano para quedarme dormido en la fila. Caminando de regreso por estas cloacas en las que ahora habito no soportaba el ruido de vida que se comenzaba a encender alrededor. Mi cenizo pellejo se empezaba a contraer a cada paso. La gente apurada arrojándose frente a su transporte me ofrecía su grotesca cara, todo el trayecto fue así. Sólo quería meter la llave, arrumbar mi nuca en la alfombra y escupir el anterior cigarrillo. Pasé por un tianguis, noté que sólo tenía treinta pesos que pretendía hacer rendir hasta el final de la semana. No me decidí a trastocar algunas plantas que pensaba adquirir desde hace algún tiempo. Sólo pasé por las orillas en donde se encontraba las chácharas y entre aquellos artefactos encontré la seductora muerte. Claro que revisé casi todo lo que se encontraba en el piso (manuales de computación, ejemplares de cómo hacer dinero, guías de cocina, revistas

1 Oriundo del Estado de México. Autodi­ dacta. Lim piaparabrisas. Dibujante oca­ sional. G usta de la M úsica Concreta.


de estilo y vida, libros de aparador y de autoayuda). Cuando levanté el ejemplar y me quité las gafas oscuras para abrirlo. ¡Poesía!, lo cerré rápidamente. La señora que atendía me había estado escudriñando la mente “a diez pesos manito, llévatelo para poder persignarme” me dijo. No practico ninguna cábala así que su singular manera de cerrar las manos me conmovió. Así seguí mi camino tratando de leer algunas líneas entre calles. Nada pasaba. Algo me impedía encontrar el eminente murmullo de esas letras. Me dirigí rápidamente a una licorería, gasté los últimos pesos en un té helado y licor de caña. Me aproximé de nuevo al bullicio del tianguis, me dispuse a leer entre un trago y otro. Así fue como los semblantes insatisfechos de la gente me parecieron de lo más lógico. Pues no siempre se tiene la salida de la poesía junto a la embriaguez en una comunidad como esta, en donde todo falta y mucho se desea. No sé cuánto tiempo estuve ahí. Cuando llegué a mi morada lo primero que hice fue limpiar el libro, noté que tenía algunas marcas de gotas transparentes. Me sorprendió encontrar las 71 páginas inmaculadas. Pareciera que sólo había sido hojeado un par de veces. Su portada presentaba hendiduras como si hubiera sido pisoteada en una superficie granulada. Tenía en su contraportada un pedazo de cinta adhesiva en donde colgaba un cabello largo y lacio, lo cual desprendí lo más despacio que me fue posible. Me pregunté cómo hacer desaparecer la suciedad de las pastas. Así que revolví alguna ceniza que tengo como cabecera y encontré la goma de migajón que uso al dibujar. Después de varias pasadas pude rescatar algo de su tono original. Espero quedarme un tiempo repitiendo la misma fórmula entre otras calles.


Jorge Ernesto Delgado Mendoza Fotógrafo autodidacta que nace en la ciudad de Texcoco y hoy radica en la colonia Nezahualcóyolt, mejor conocida como Boyeros. Su aventura comienza en la adolescencia al ver a un tío aficionado a la fotografía crear en la casa su propio laboratorio fotográfico y experimentar, sin ningún estudio sobre el revelado e impresión de las fotos, en este momento inicia una afición que a la larga se convertirá en amor por la fotografía y que a la fecha da sus frutos. El camino de esta afición pasa por muchas etapas en las cuales se va consolidado y fortaleciendo a través del acierto y el error. Comienza en una empresa donde tiene que tomar fotos del producto terminado para formar un catálogo; tiempo después al ingresar a la Universidad Autónoma Chapingo, en la cual a lo largo de su estadía ocupa tres categorías (dibujante, diseñador gráfico y técnico audiovisual), se vuelve a encontrar con la fotografía debido a su trabajo como diseñador, para el cual es muy importante la imagen. Al no encontrar alguien que plasme sus ideas, toma nuevamente la cámara, como una herramienta en su trabajo. A partir de este momentoy al pasar a la categoría de técnico audiovisual, toma más fuerza su necesidad de plasmar la mayor cantidad de imágenes a través del lente de sus cámaras. Jorge tras la búsqueda de aquello que lo llama, va en pos de todo lo que al paso de su lente se encuentra. Se le verá con cámara en mano, como una extensión de su espíritu, buscado la naturaleza de lo orgánico e inorgánico, fotografiando tanto un desnudo como un edificio colonial. H a compartido sus fotos en exposiciones tanto colectivas como individuales en varios lugares de Texcoco, Centros Culturales y la Universidad Autónoma Chapingo. Esta vez nos presenta una serie de fotografías sobre el tema arqueológico, tomando como elemento las zonas más conocidas del área circundante a Texcoco, donde busca el contraste de luces, los ángulos para resaltar la esencia de su construcción, su fuerza, que al paso del tiempo, nos muestran el poder arquitectónico del nuestros ancestros

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Morfina en autoservicio Pavel García Gatica1/Oliverio Rozado2

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ecostado en la cama, esperando a que la anestesia pasara y volviera a sentir mi cuerpo, fue el primer momento en que pude pensar. Fue entonces cuando comencé a tratar de elucidar cuándo empecé a romperme la pata. Algo me pareció claro, había ido demasiado lejos y no había sido en el instante estúpido en que mi pie se atrancó en la piedra, ni cuando me fui de bruces dejando la pierna atrás. Me plegué entonces, di un giro, el pie se liberó y caí en forma de L, pero podía ver la suela de mi zapato. Para entonces el dolor había explotado como cien fuegos artificiales, amplificado por aquella visión de mi suela que podría haber lamido. Después, ya no pude pensar igual. Por suerte, o no, había dos hombres más con nosotros. Hasta que se atoró el tobillo, mientras subíamos aquella colina que nunca debí subir, no pude descubrir cuál de los dos era el que había invitado a mi casi ex-novia a emborracharse a un lugar prehispánico. Ella sólo dijo «ya no somos novios» y «voy a ir a tomar unas chelas con un amigo y uno de sus amigos». Para entonces, ya daba igual, no conocía a ninguno de los dos y les había aguado la fiesta. De hecho por eso estaba ahí, más que para subir a los baños de Netzahualcóyotl a observar el valle de México, con su capa gris de contaminación entre los edificios, las montañas y el cielo. Quizá empecé a romperme la pata desde que me colgó en la cara y yo salí como un rayo para esperarla afuera del trabajo, para ir con sus «amigos». De nada sirve todo eso, afortunadamente estaban ahí. Y la suerte dentro de la mala suerte no se acaba con su presencia, todavía quedaban algunos reveses. El que yo creo que la invitó, fue el que me acomodó la pata. Creo que era él, dado que tenía cierta formación militar. No quiero entrar en perfiles psicológicos porque con el cuerpo anestesiado todavía hasta el cuello, no sé, no es lo mismo, por decirlo de alguna manera, aunque no trabaje propiamente con el cuerpo. D a igual, estoy solo, puedo pensar lo que quiera. Creo que era él, porque a ella siempre lehan atraído los 1 De la agronomía a la literatura. Estudió en uniformados, salvo yo, y a eso esa lo que iba; yo la UACh y ahora está terminando la maestría no se lo diría, pero teniendo un padre que es agente en Literatura general y comparada. Trabaja federal, con esa historia del abandono de la familia, como profesor de francés con jóvenes inmigrantes recién llegados a París. es muy probable que fuera él. 2 Psicoterapeuta. Catedrático de la Qué bueno que estaba ahí, porque, para Universidad Privada del Estado de México. cuando la pierna se puso a pegar gritos desde Músico- compositor e integrante de Muerte dentro, yo no tenía la más puta idea de lo que debía Chiquita; bluesero y poeta callejero que hacer. Era una pena, porque a lo largo de mi psicoerótico-musical.


vida me he roto los dos brazos, la otra pierna, la clavícula; me he dislocado varias veces el hombro derecho y no han faltado un par de costillas; cómo olvidar el dedo meñique del pie. Y cada vez es igual, el puto dolor que me nubla la razón. Claro que no se suponía que yo iba a ir con ellos y por eso estaban sorprendidos al verme, pero seguramente no asustados. Ambos eran más fuertes y altos que yo, humilde bajista rockero psicólogo, así que no creo que hayan temido que se armaran los putazos. Para que no quedaran dudas, me presenté como su novio. Los dos se miraron, la miraron y me miraron. Ahora que lo pienso, debe haber sido el militar el que la invitó, porque es él el que cargaba la mochila con las chelas. Macho proveedor de chelas, es una actitud elemental. Yo, en la prisa, no había agarrado suficiente dinero y aunque tenía unas ganas inmensas de una chela para aquel calor seco de abril, no iba a ser tan rastrero como para pedirle una al enemigo. Las dos o tres frases que fueron lanzadas las acribillé con ironía. Al ver que parecían conocerme, casi podía verla diciéndole al teléfono «ya terminé con él, nos vemos cuando termine el trabajo». No podía dejar que eso sucediera, sobre todo porque estaba convencido de que lo nuestro no podía terminar así. No lo sé, es una de esas convicciones que le aparecen a uno tan evidentes como su propio nombre. La discusión en que me había pedido que la dejara en paz tenía algo de falso, de frase con una coma, de comunicación inversa, de grito de ayuda en forma de insulto. Al menos eso decidí creer. Cuando mi pie se atoró, la estaba mirando y pensando en eso, tratando de saber si iba a ser tan hija de puta como para mantener aquella situación por más tiempo, sabiendo que no insistiría en hablar con ella mientras estuvieran ellos ahí. El alma se me estiraba como una mujer quitándose las medias con premura y sin destreza. No tenía ningún plan. El camino de acceso hacia los baños nunca ha sido pavimentado. Los viejos baños prehispánicos, mirador ancestral, nunca han sido tomados a cargo; se sube a ellos como quien entra a su casa. Ni siquiera llegamos. No estábamos lejos, ya era la última subidita. Después fueron mis gritos y ese extraño alivio cuando aquel cabrón que quería salir con mi novia me dijo «tengo algo de entrenamiento, parece que se dislocó, te lo voy a acomodar y vas a quedar bien». Para entonces, ya no había orgullo que valiera. No tengo ni una pizca de guerrero, no soporto el dolor ni los malos aromas. Uno no elige ciertas cosas. Le dije «vas, vas entonces, cabrón». Eso fue lo último que pude articular. Sólo para quitarme el zapato y el calcetín fue un acto heroico (mío, no de él) A partir de entonces, entré en fase primitiva, entre gemidos, gritos, y partes de insultos a todos los dioses, que me probaban su inexistencia en aquel momento. El «amigo» militar me gritó hasta que pude escuchar su voz nuevamente, pidiéndome que me concentrara en ella: “No dejes de escuchar mi voz. Mira, te voy a cambiar de posición, estás doblado, te voy a acostar. Así, bien. Ahora voy a acomodar tu pie, va a doler, muerde éste suéter Te dije que iba a doler.” No pude más y les pedí una chela que su amigo me tendió mientras el militar hacía una fosita en el suelo para que mi talón se apoyara. Ella lloraba para entonces, o eso me pareció. Luego pedí otra, y otra y otra, y me acabé las ocho chelas de un jalón en menos de media hora, entre gritos que me agarraban a veces a medio trago, oscureciendo la tierra en proyecciones acuosas oscuras sobre la tierra gris. El camino era tan estrecho que la ambulancia no podría subir. Y nunca supe por qué nadie llamó a una ambulancia en aquel momento para que me bajaran los camilleros. Recuerdo que había una razón además de la estrechez del camino, pero


no la podría convertir en frase ahora. Estaba medio borracho por las chelas y ebrio de dolor. El plan era entonces llegar hasta la base del cerro y de ahí agarrar un taxi hacia el hospital. Durante la bajada, que nos tomó tres horas, el militar me pidió que apoyara el pie que él suponía curado. Era imposible, apenas lo acercaba al suelo, el dolor se hacía insoportable, un fuego seco. Debió pensar que era un llorón. Ya no tenía nada que probar, sólo quería que me dieran un balazo en la cabeza para que se parara el sufrimiento de estar ahí con ella, lastimado como un perro, y sin ella a la vez. No obstante su insistencia militar, no apoyé más el pie. Fue lento, todos maldijimos, pero llegamos al hospital. Ahí me di cuenta del mal seguro social que tenía. La espera fue larga, perdí el conocimiento por momentos. Me dieron unos calmantes que me hicieron efecto sólo unos minutos, apenas para que no me moviera tanto en la radiografía. Desde que llegué al hospital, perdí la sensación de sus presencias. También olvidé que me habían traído, y cómo. Olvidé todo. Yo era dolor, dolor puro, presente puro, cuerpo puro, en aquel instante. Me inyectaron morfina cuando el diagnóstico fue hecho. Todo quedó en silencio cuando se difundió por mi cuerpo, como un sueño acuoso. Pude estar atento y tranquilo, como nunca en clase, para cuando el doctor me dijo: “Su amigo le salvó la pierna, porque si no lo hubiera cambiado de posición y acomodado el tobillo, quizás le hubiéramos tenido que amputar la pierna; pero le rompió el tobillo y la tibia al hacer esto. El fémur se lo rompió cuando la pierna hizo palanca al inicio. Tiene mucha suerte, pero tenemos que operar. Tres operaciones en una y tiene que ser rápido, para evitar que haya hemorragias”. Él no sabía que le había puesto comillas a «amigo» al escucharlo. Estaba demasiado débil como para moverme, pero entrelacé mentalmente mis manos detrás de la cabeza, con los codos apoyados sobre la almohada, para escuchar lo que aquel doctor me decía. Tenía la impresión de estar hablando de un caso clínico con Jesús y Magnolia, o de mirar un paisaje fresco. Me acordé de la mesa y las sillas de mi consultorio, del aroma a tabaco, de la ventana de vidrio pulido, del color de las paredes. Y por eso no lo escuché, la morfina y su ola de nube me impedían comprender que era de mí de quien se trataba. Por eso pude responder con desapego: “pues haga lo que sea necesario, yo firmo lo que sea, me parece lógico”. El efecto no duró mucho y volví otra vez a desear estar muerto. Me prepararon para la operación. Unos sedantes menos fuertes pero igual un tanto eficaces me mantuvieron un mínimo consciente. Me desvistieron, me limpiaron, me pusieron una bata y me condujeron al quirófano. El dolor no era tan intenso para entonces, pero tampoco pensaba en ella ni en ellos en aquel momento. Otra inquietud me asaltaba. Una reminiscencia de alguna lectura para un caso de adicciones surgió en aquel momento. Tenía que decirle a alguien que fumaba mota todos los días y que las chelas no faltaban. No sabía si era cierto o no que eso te crea una tolerancia a la anestesia, pero no era, sin duda alguna, el momento en que quería descubrirlo. Eso me distrajo un poco mientras esperaba en un cuarto adjunto al quirófano, según me explicó la enfermera al cerrar la puerta. Hasta entonces, no me había acordado de mi madre. Se me apareció como la virgen. Bajé la mirada y traté de concentrarme en lo que iba a hacer. La imaginé llamando a mi madre a la salida del hospital, deshaciéndose del lastre y yéndose con ellos, con él. El corazón se me acongojó. Al menos me había bebido sus chelas. Un doctor entró para repetirme el programa de la destajada que me iban a infligir, lo de los clavos del tobillo y lo de la barra que iba a sujetar mi fémur mientras crecía. Lo que ya me habían dicho y que había firmado. No me pareció que fuera la persona adecuada, tenía cara de interno que no toca


los instrumentos quirúrgicos. Decidí esperar al anestesiólogo. Poco después, entraron las enfermeras y dos doctores. Eran ellos los que me iban a tasajear. Me colocaron sobre una superficie fría que no pude ver. Me desvistieron y me pidieron que me pusiera en posición fetal. Yo seguí sus órdenes sin chistar, la desnudez, el dolor y el frío ayudan a concentrarse. Me quedé calladito y bonito hasta que lo vi acercarse con la aguja para decirme que me iba a inyectar la anestesia. Fue entonces cuando le dije: — Oiga, tengo algo que d ecirle. — ¡Qué bueno que me avisas! Te voy a anestesiar localmente, si sientes algo, me dices y te pongo otra dosis para que te duermas. Y así comenzaron. De pronto el dolor se apagó. Nunca me hubiera imaginado que se está despierto en una operación así, aunque lo pongan a uno en una posición que no deja ver de frente la sangre. Decidí que iba a aguantarme. El estómago estaba anudado, la adrenalina de saber que me iban a abrir hacía latir mi corazón como una estampida en plena sabana. Pero sí sentía algo, como un gis escribiendo sobre una pizarra, una sensación calcárea, lisa, de tiza: el ruido chillón de mis huesos rotos. — Doctor, creo estoy sintiendo algo. — ¿Te duele? — No, pero puedo sentirlo, y no se siente chido. ¿No me dijo que me iba a poner a dormir si sentía algo? — Sí, mira, ahí está, ya está cargada y conectada a tu brazo. — ¿Dónde? — Ahí, la perfusión de tu brazo izquierdo, vas, ¡date! — ¿Neta? — Sí, vas, date No me dolía de verdad, pero no quería estar más ahí. Pensé entonces en un disco malo, en la enfermera de la portada de Blink 182. En realidad, hubiera preferido una morena, pero fue la primera imagen que pasó por mi mente. Sin pensarlo dos veces, apreté la jeringa, creyendo que era ella quien lo hacía. Un calor llenó mi cuerpo y después me desperté en esta cama sin cruda por haber pensado en discos malos. Estaba en la preocupación de la calidad moral del anestesiólogo, con el cuerpo dormido hasta el cuello, cuando ella entró. La verdad yo pensé que sería mi madre y que tendría que contar una historia larga. Fue un alivio verla, en todos los sentidos. Nos quedaban aún algunos años por recorrer. La recuperación nos hizo conocernos y amarnos. También me sirvió para reunir a mi familia como nunca la había visto, todos en el mismo cuarto, incluido mi padre quien viajó cientos de kilómetros. Ahora, sólo espero que esta doble dosis de anestesia, no sea permanente, porque la enfermera dice que no es normal. De ahí a dar consejos y recomendar romperse la pata para arreglar un poco su vida, sería incapaz. ¿Quién soy yo para dar consejos?


Fotografías: ©Jorge Ibarra


Banco Nacional de Germoplasma Vegetal Entrevista al Dr. Jesús Axayacatl Cuevas Sánchez M ario González Sandoval

El Banco de Germ oplasm a de Especies Nativas se inauguró el 22 de febrero de 1979. Al año siguiente, por iniciativa y con apoyo de la Com isión N a­ cional para el Conocim iento y Uso de la Biodiversidad se le convierte en el Banco Nacional de Germoplasma Vegetal. Se encuentra ubicado dentro de la Universidad Autónom a Chapingo, cuenta con dos cámaras frías aisladas, una ubicada en el Departamento de Preparatoria Agrícola a 4 °C y otra a -20°C en el Departamento de Fitotecnia. El Banco Nacional de Germ oplasm a Vegetal surgió para la conser­ vación de parte de la diversidad genética que se utiliza en distintas zonas del país ya que la domesticación de éstas ha llevado incluso milenios de años y actualmente la agricultura moderna, los monocultivos e intereses de algunas empresas están haciendo que las especies nativas comiencen a desaparecer. Banco N acional de Germoplasma


Se cuenta con aproximadamente 34 845 accesiones de semillas ortodoxas, las cuales se espera que se conserven vivas por lo menos un siglo, esto según las ecuaciones y estudios realizados en otros países. Este banco reparte semilla sin mayor burocracia en pequeñas cantidades a otros bancos y productores que lo soliciten, siempre y cuando sea en beneficio de México y no con intereses particulares o empresariales, si así fuera el caso, se estaría hablando de un convenio con el solicitante. Es importante señalar que este banco también hace conserva­ ción in situ, es decir, también se realizan labores de conservación en el lugar de origen de la especie vegetal. Se trata de conservar no sólo su material genético, sino también la cultura que acompaña a estas especies: su reconocimiento en el campo, sus usos, cultivo y su forma de producción. Se trata de conservar la continuidad de la cultura evaluándola de manera que cada vez se sepa más de una especie y su aprovechamiento. Dr. Jesús Axayacatl Cuevas Sánchez en el Banco Nacional de Germoplasma Vegetal.

Banco N acional de Germoplasma


Nancy Juglar Sueños Verdes Colectivo Entrevista

¿Cómo te llamas y a qué te dedicas? Mi nombre es Nancy Juglar, me dedico a instalar huertos urbanos en residencias, edificios, oficinas, negocios y escuelas; también me dedico a elaborar y comercializar productos ecoamigables y hago contabilidad para cooperativas y asociaciones civiles, y facilito talleres de educación ambiental y de elaboración de productos. ¿Por qué te interesa la agricultura? Desde que era niña quise crear un club ecológico con unos amigos, en la primaria tuve reconocimientos por mi trabajo en jardines y en el bachillerato aprendí agrono­ mía y producción pecuaria, luego estudié producción Orgánica en FMVyZ y Permacultura. Me interesa la agricultura porque en un principio fue una actividad llevada a cabo por mujeres desde la época de las cavernas y es lo que nos da vida, alimento, medicinas y recreación. Me interesa cómo actividad, terapéutica, cultural, social, espiritual y revo­ lucionaria. Me interesa sobre todo porque me da autonomía y la certeza de saber de dónde provienen los alimentos con los que nutro mi cuerpo y el de mi familia y amigos. También me da empleo y la libertad de ser mi propia jefa y tener mis propios horarios adaptados a los tiempos y horarios de la luna y de la Madre Tierra. ¿Qué crees que sea necesario para que la gente valore el campo? Quizá primero llegar a tocar fondo en su salud y su economía. Luego pues la búsque­ da de las distintas formas de trabajo, conocer los efectos de los modelos actuales de desarrollo y producción de alimentos que consumen día a día. Conocer las historias de vida de los campesinos que hacen posible que las ciudades pueda recibir alimen­ tos. También necesitan conocer las verdaderas cifras de lo que los jornaleros reciben a cambio de tan valiosa labor. Por ejemplo: A losjornaleros de San Quintín lespagan $30 por cubeta dejitomate (20kg). Es decir, el kilo dejitomate les cuesta a lospatrones $1.50, suponga­ mos que le sumamos $2 por costos relacionados con la produccióny distribu­ ción: esto daría un total de $3.50/kg. Hoy vimos el kilo dejitomate en Superama en $26. Mientras tanto losjornaleros (muchos de ellos niños) trabajan sin ningún tipo deprestaciones, jornadas de más de 8 horas a pleno rayo de sol, alejados de sus lugares de origen, viviendas verdaderamenteprecarias sin ningún tipo de servicio. Es decir, necesitan ser más conscientes de lo que consumen.

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N ancy Juglar


¿Qué opinas sobre la situación del maíz en México? Opino que debido a la falta de consciencia e interés por parte de la mayoría de las per­ sonas éste peligra gravemente, Hay grupos y personas, sobre todo mujeres involucradas en la defensa del maíz. Existen una enorme falta de ética en las legislaciones y en la población para entender la profundidad del impacto que leyes de semillas promovidas por Monsanto pueden tener en nuestro país, en nuestra tierra y en la salud de todos. Con éstas leyes ya están afectando a campesinos que están siendo multados por no usar “semillas certificadas”, pues ésta ley y Monsanto quieren patentar la vida y prohibir el patrimonio genético de los campesinos , es decir ; quieren e intentan prohibir el uso de semillas nativas mal llamadas “criollas”, para autorizar solamente el uso de semillas paten­ tadas de Monsanto, modificadas genética­ mente, a pesar de que ya hay muchas pruebas científicas que muestran el efecto nocivo de la inserción de éstos organismos en los ecosiste­ mas y también los graves efectos en la salud de quienes los cultivan y de quienes lo consu­ men, y hasta de los insectos que polinizan las plantas y de los cuales dependemos directa­ mente, estoy hablando de la abejas. ¿Qué opinas sobre los transgénicos? Opino que estos organismos ya existen des­ de hace mucho tiempo y han sido usados y probados y aún no detienen la hambruna ni la pobreza ni la desnutrición en el mundo, como prometen sus creadores y defensores. Éstos no solo están modificados genéticamen­ te sino que están programados para necesitar más insumos cómo fertilizantes y pesticidas de síntesis química y derivados del petróleo que implican más gastos, más contaminación y más riesgos a la salud de quienes los admi­ nistran, aplican y de los consumidores finales. Hace tiempo el varón que inició el debate en contra de los transgénicos se retrac­ tó de su postura en contra, dejando ver que se vendió, que le llegaron al precio y quien haya leído un poco más allá de esa noticia sabrá que éste hombre tiene muy dudosa ética, y no porque un varón lo diga eso quiere decir que las investigaciones y pruebas científicas se anulen, hay que analizar más detenidamente, investigar y sobre todo asistir a conferencias, pláticas, cursos y ver muchos documentales para tener una lectura y un análisis más com­ pleto al respecto.

En éste momento existe una demanda colecti­ va contra el maíz transgénico

Se ha entrado en una nueva etapa en la defensa del maíz después de 21 meses de lucha judicial. El Poder Judicial Federal mexicano acep­ ta iniciar el juicio del maíz transgénico. -Se han ganado 19 juicios de amparo entre las 91 impugnaciones intentadas por la agroindus­ tria y las dependencias gubernamentales, en un total de 17 tribunales. ¿Qué le podrías recomendar a la gente para que lea más sobre este tema? Pues primero recomiendo estar más seguido en contacto con la verdadera naturaleza, ale­ jarse de destino turísticos estéticos, falsos y da­ ñinos para el ecosistema, y acercarse de lleno a la naturaleza y al campo, vivirlo y reconec­ tarse, reconsiderar que la naturaleza es nuestra verdadera madre y que merece atención y res­ peto, profundizar más en estos temas y darle el uso correctos las redes sociales y a las tec­ nologías que son de acceso a la información y acceso a la educación. Recomiendo seguir y leer en redes sociales a verdaderos medios de comunicación que no estén coptados ni censurados y no dar tanta atención a comercio, moda y famosos , si no usar las redes para lo que en verdad va­ len, tener acceso a buena información. Recomiendo dejar de ver tanta televisión y re­ comiendo sigan y lean La Jornada del campo, la campaña Sin maíz no hay país y sobre todo a Adelita San Vicente Tello que es un gran ejemplo de lucha contra Monsanto además de ser una mujer ejemplar para todas nosotras por su gran trabajo. https://www.facebook.com/lajornada.delcampo www.facebook.com/pages/Campaña-Nacional-Sin-MaízNo-Hay-País http://revoluciontrespuntocero.com/adelita-san-vicente-lamujer-que-enfrento-a-monsanto/ http://www.derechoshumanos.org.mx/spip.phpiarticle366 http://www.losangelespress.org/no-se-puede-hablar-debioseguridad-con-transgenicos/

Les recomiendo también entrar a mis páginas: www.facebook.com/GreenDreamsMexico www.facebook.com/GreenDrinksTexcoco www.facebook.com/XiuTonanzi www.facebook.com/pages/Laboratekio-Colectivo-Espiral

N ancy Juglar



Retablo de los maizales R aúl O rrantia Bustos1 Tintinea entre los maizales, como campanillas de catedrales, la música del viento lento. Las doradas espigas con cadencia se agitan y colorean las hojas rojas. Un gorrión con su trino sobrevuela el camino que recorta al horizonte el monte. Sobre la tierra fecunda avanza en zigzag una oruga librando hiedras y piedras. En la hora matutina una hermosa campesina baña su seno en el río: la miro. Me escondo en el maizal. Ella me ve y dice: “Sal, mi padre el labriego es ciego” Nos amamos a hurtadillas, acostados y de rodillas. Su cuerpo desprende olores de flores. Se vuelve rumbo a su casa para empezar la labranza. “El maíz fue testigo” , me digo. Yo también regreso a mi aldea sin que nadie me vea. El sol resplandece. Amanece.

1 Estudió Letras italianas en la UN AM y una M aestría en Literatura europea en Italia. Retablo de los maizales y !

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¡Qué bello es el maíz! Invitación a la lectura de las Memorias del cultivo del maíz en Antioquia,

del poeta Gregorio Gutiérrez González Silvio Bolaño Robledo1

Amigos mexicanos, que tenéis una relación sagrada con el maíz: me dirijo a vosotros para presentaros un bucólico poema con denominación de origen en el país de Antioquia. Señor corrector, está bien escrito así: Antioquía es una colonia griega en la que predicara San Pablo, ubicada en el actual territorio de Turquía; la Antioquia que nos concierne, la del acento grave o llano, es un departamento de Colombia que limita al norte con el mar Caribe en el golfo de Urabá, uno de los primeros puertos de los territorios que en lengua española fueron nombrados el Nuevo Mundo. Esta tierra sufrió el paso del Mariscal Jorge Robledo, héroe de las guerras de Sicilia, conquistador de Centroamérica, esbirro de Pizarro en la búsqueda de Eldorado y enemigo de Belalcázar. Su profesión era la de conquistar a diestra y siniestra, acompañado por una jauría de sabuesos antropófagos. Cuando el Reynaldo lo dejó regresar a las colo­ nias, Robledo aprovechó para fundar Santa Fe de Antioquia, ‘la cuna de la raza’; la capital de un país donde nuestro gentilicio es el de antioqueños pero sobre todo el de paisas. Los ímpetus de Robledo en el Nuevo Mundo lo hacían perder la cabeza y únicamente obe­ decer a su Rey, así fue que Belalcázar se la mandó a cortar: ¡zaz!, rodó monda y oronda la testa de mi antepasado, continuando la sangrienta escritura de la historia de la región en donde habría de nacer el poeta Gregorio Gutiérrez González. Durante los años que separan la fundación mítica de Santa Fe de Antioquia (1541) y el nacimiento del bardo antioqueño G G G (La Ceja del Tambo, 1826), la región experimentó cambios paralelos a los de otras colonias en las que no había un imperio indígena dominante (familias de caribes y quimbayas): minería, latifundio, guerras entre las tribus en provecho de los colonizadores, hambrunas en los pueblos, enfrentamientos políticos, incipiente desarrollo agropecuario, importación de esclavos africanos, mestizaje (con la mácula en la conciencia del concepto de bastardez, lo que el filósofo antioqueño 1Poeta y narrador colombiano nacido en 1981. Es maestro en Literatura Italiana por la Università di Bologna y doctor en Literatura Francesa por la Universitè de Haute-Alsace.


Fernando González llamará ‘el complejo de hijueputa’ en su libro Los Negroides, ensayo sobre la Gran Colombia, 1936); y la evo­ lución de una identidad criolla, construida sobre los cimientos del trabajo, la propiedad, la raza, la familia y la religión (esto es, de una mentalidad conservadora, o lo que en Co­ lombia llamamos godo).

-Barrientos no descienden de reyes sino que reyes descienden de nos..., me decía entre risas un octogenario miembro de la Academia antioqueña de historia, a media­ dos del año 2000. Si esta frase funcionaba a inicios del siglo xxi para denotar la nobleza de una estirpe que, en el fervor de los na­ cionalismos del siglo xx, fue definida por estudiosos como Luis López de Mesa o mi bisabuelo Emilio Robledo como ‘La raza antioqueña’ (editorial UPB, 1963), en la época de Gregorio Gutiérrez González los paisas no eran menos orgullosos de sí mismos y de la nobleza de su cuna. La llegada del visitador Juan An­ tonio Mon y Velarde como corregidor de Antioquia en 1784 fue trascendental en la configuración de esta visión del mundo de los paisas. En su ortodoxa visita, el oidor y corregidor se topó con una población en decadencia, e hizo bien en oírla y corregirla. Mon y Velarde, ‘el reformador de Antioquia’, impulsó la colonización de las tierras olvida­ das, desarrollando la agricultura y la ganade­ ría. Esta cultura colonial se expandió por lo que hoy son los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío, el norte del Valle del Cauca y del Tolima. Hablamos de una cultura de mon­ tañeros, hermanos mexicanos. De ahí el que uno de los símbolos de la antioqueñidad sea el del arriero, el ancestro negociante y bella­ co que abriera el monte a punta de hacha y machete, para encontrar su tierra prometida. Todavía hoy, entre los niños y las gentes bienpensantes, uno de los espantos más temibles es el de la Madremonte: un ser legendario que se le aparece a quienes hacen daño a la naturaleza. La obra de arte más representati­ va de esta cultura se llama Horizontes (óleo, Francisco Antonio Cano, 1913, Museo de Antioquia, Medellín) en el que una pareja de campesinos contempla una cordillera de colores pastel: ella lleva al hijo en los brazos mientras él señala hacia más allá de las mon­ tañas. El himno del Departamento (letra del

poema Canto del antioqueño del bardo Epi­ fanio Mejía, a quien sus contemporáneos encerraran en el manicomio) dice en una de sus tantas estrofas: “A la luz de alegre tarde/

pálida, bronceada, fresca/ de la montaña en la cima/ nuestras cabañas blanquean ’. Los paisas descendemos de las montañas; en la memo­ ria de todos hay un relato ancestral sobre una casa abandonada en la Antioquia profunda. El poeta Gregorio Gutiérrez Gon­ zález afirmaba: “yo escribo en antioqueño”. Este godo gacho, abogado del Colegio Ma­ yor de San Bartolomé de Bogotá, recalci­ trante en sus ideas hasta ser beligerante en política, conocía tan bien la lengua castellana como para que su afirmación sea entendida ahora como soberbia. En su Memoria cientí­

fica sobre el cultivo del maíz en los climas cá­ lidos del Estado de Antioquia, por uno de los miembros de la Escuela de Ciencias i Artes i dedicada a la misma Escuela, publicada en 1886, g g g se expresa con la auténtica musi­ calidad de la lengua que usaba el antioqueño para referirse a los frutos y costumbres de su tierra. Este es un proyecto bucólico, virgi­ liano, romántico, en el que un joven poeta describe los diferentes momentos del cultivo del maíz, celebra las fiestas domésticas que se producen en torno al grano y ennaltece la be­ lleza del lenguaje de una cultura campesina. Esta fue la memoria científica que presentó, con audacia poética, como su deber al for­ mar parte de la academia. Los versos de este extenso canto:

“...¡Salve, segunda trinidad bendita!/ ¡Salve, frisoles, mazamorra, arepa!..” , todavía pue­ den escucharse como un refrán en la tradi­ ción oral de algunas familias; siendo una loa a los alimentos principales de la dieta paisa, en la que el maíz es el alfa y el omega, el ser de la platónica arepa así como el de la natilla con canela de Navidad y el de la fermentada chicha antioqueña. Sin embargo, tanto su ex­ tensión como el empleo de regionalismos que ya son arcaicos, han condenado a estas me­ morias del cultivo del maíz a su poca lectura, distribución y popularidad, aunque se trate de un texto asequible en su cabalidad con la ayuda de un glosario, como es presentado habitualmente. Diferente suerte han tenido los poemas Aures, A Julia y ¿Por qué no can­ to?, que durante años fueran aprendidos de memoria por los jóvenes lectores de poesía, y que en la actualidad resultan de fácil acceso

¡Qué bello es el m a íz!


para todo aquel que quiera iniciarse en la líri­ ca antioqueña. La poca difusión y lectura de estas memorias del maíz entre los antioqueños puede parecernos algo extraño, al tratarse de gente que cultiva el regionalismo hasta la soberbia; pero a la vez es explicable, en tan­ to ni sus dirigentes ni su burguesía han sido dadas a la promoción de un arte de mediana complejidad estética. Ya la voz de Gregorio Gutierrez González amonesta a sus contem­ poráneos y reta a los miembros de la Acade­ mia, incapaces de contemplar la belleza del maíz, de admirar su noble uso, su gracia y la armonía que logra como símbolo de un pacto divino entre el hombre y la naturaleza.

"...¡Qué bello es el maíz¡ Más la costum bre no nos deja a d m ira r su bizarría, n i agradecer a l cielo ese presente, sólo porq u e lo da todos los días. El don p rim e ro que con m a n o larga a l nuevo m u n d o el h acedor destina; el m ás vistoso pabellón que ond ula de la virgen A m érica en las cimas. C ontem plad una m ata. A cada lado de su caña robusta y am arilla, penden sus tiernas hojas arqueadas, p o r el a m bie nte ju g u e tó n mecidas. Su pie desnudo m uestra los anillos que a trecho ig u a l sobre sus nudos brillan, y racim os de dedos elegantes en los cuales parece que se em pina. Más distantes las hojas h acia abajo, m ás rectas y agrupadas hacia arriba, d on de em pieza a m o strar tím ida m en te sus blancos tilos la p rim era espiga. Sem ejante a una jove n de quince años, de esbeltas form as y de frente erguida, rodeada de alegres com pañeras rebosando de salud y ansian do dicha. Form a el viento a l m over sus largas hojas, el ru m o r de la dulzura indefinida de los trajes de seda que se rozan en el baile de bodas de una niña. Se despliegan a l sol y se levantan ya doradas, tem blando, las espigas, que sobresalen c u a l penachos jaldes de un escuadrón en las revueltas filas. Brota el b lo n do cabello del filote, que m uellem ente a l despu nta r se inclina; el m anso viento con sus hebras ju e g a y cariñoso el sol las tuesta y riza. La m a ta el seno suavem ente a bu lta donde la tusa a prisionada cría,

y a llí los granos co m o blancas perlas, cuajan envueltos en sus hojas finas. Los chócolos se ven a cada lado, c om o rubios gem elos que reclinan, en los costados de su jove n madre, sus doradas y tiernas cabecitas. ¡Salve, segunda trin id a d bendita! ¡Salve, frisoles, m azam orra, arepa! Con n om braros no más se siente hambre. ¡No m uera y o sin que o tra vez os vea! Pero h a y ¡gran Dios! a lgunos petulantes, que sólo porq u e han ido a tierra ajena y han co m id o ja m ó n y carnes crudas, de su com id a y su niñez reniegan. Y escritores parciales y vendidos de las papas pregonan la excelencia, pretendiendo m e n g u a r la m azam orra, con la c a lu m n ia vil, sin conocerla. Yo quisiera m irarlos en A ntioquia, y presentarles la to tu m a llena, de m a za m o rra de esponjados granos, m ás blanco que la leche en que se mezclan; que m etieran en ella la cuchara, y la sacaran del m a n ja r repleta, c u a l isla de m a rfil que flo ta en leche, c om o m azorca de nevadas perlas. Y dejando chorrear el claro y a com ieran después, y que dijeran, si es que tienen pudor, si con las papas a lg u n o h abrá que com p ararla pueda. ¡Oh, co m p a ra r con el m aíz las papas, es u na atrocidad, u na blasfem ia! ¡C om parar con el rey que se levanta la ridicula chiza que se entierra! Y ¿qué dirían si frijoles verdes con el m o te de chócolo com ieran, y con u na taja da de aguacate blanda, am arilla , m antecosa, tie rn a ...? ¿Si una postrera de espum osa leche


con arepa de chócolo bebieran?, una arepa dora d a envuelta en hojas, que h a y que sop lar porq u e a l p a rtirla hum ea ¿Y la n a tilla ...? Oh, ¡la m ás sabrosa de todas las com idas de la tierra!, con a quella dureza tentadora con que sus flancos ruborosos tie m b la n ... Y tú tam bién la ferm entada en tarros, rem edio del calor, chicha A ntio qu eñ a y el m ote, los tamales, los masatos, el guarrús, los buñuelos, la conserva. y m il y m il m anjares deliciosos que da el m aíz en variedad inm ensa em pero con la papa, la vil p a p a ¿que cosa puede hacerse? No comerla. A veces el p a tró n lleva a la roza a los niños pequeños de la hacienda, después de conseguir con m il trabajos que conceda la m a dre la licencia. Sale la turba gritadora, alegre, a asistir ju g u e to n a a la cogienda, con carrieles y jiqueras terciados c u a l los peones los costales llevan. Quién puede calcula r los m il placeres que p ro p o rcion a tan sabrosa fiesta. A m a laya volver a aquellos tiempos, A m a laya esa edad p ura y risueña. Avaro g u a rd a el corazón del hom bre esos recuerdos que de n iñ o quedan; ese rayo de sol en una cárcel es el tesoro de la edad provecta. También la ju v e n tu d g u a rd a recuerdos de placeres sin f in... pero con mezcla. Las m em orias campestres de la infancia tienen siem pre el sab or de la inocencia. Esos recuerdos con o lo r de helecho son el idilio de la edad prim era, son la p la n ta parásita del hom bre, que a ún seco el á rb o l su verdor conservan.

Pero en ta n to vosotros pobres socios de una escuela de artes y de ciencia siem pre en m edio de libros y papeles y viviendo en ciudades opulentas. Nacidos en a lco ba em palelada de una casa sin p atios y sin huerta, que ja m á s conocisteis o tro á rbo l que el n a ra n jo del p a tio de la escuela. Vosotros ¡ay! Cuyos prim eros pasos se dieron en alfom bras y en esteras y lo que es m ás horrible, con botines, vosotros que nacisteis con chaqueta. Vosotros que n o os criasteis en cam isa cruzando m ontes y salta n d o cercas, ¡oh, no podéis saber, desventurados, c u a n ta es la dich a que un recuerdo encierra! Con cuál, decidm e, alegraréis vosotros de la helada vejez las horas lentas, si n o tuvisteis perro n i gallinas n i disteis m uerte a p atos n i culebras. No endulzarán vuestros postreros días el sabroso b a la r de las ovejas, de las vacas el n om b re uno p o r uno, la im agen del solar, piedra p o r piedra. Las sabaletas conservadas vivas sirviendo de vivero una batea; las m oras y guayabas del rastrojo, el c o lu m p io del g u a m o de la huerta; la g o lo n d rin a a la oración volando alrededor de las tostadas tejas, la queja del p ich ón aprisionado, la siem pre dulce reprensión m aterna; la com eta enredada en el papayo, los prim eros perritos de M a rb e lla ... En f in... vuestra vejez será horrorosa, pues n o habéis asistido a una cogienda..."

Gregorio Gutiérrez González Fragm ento ¡Qué bello es el m aíz!


M A

I Z

Glosario Maicero Sam antha M artínez Maya*

Banco de maíz: colección de granos para preservar su contenido genético y que éste pueda ser utilizado para fines de mejoramiento y cruza. En México, uno de los pioneros en este trabajo de recolección fue el maestro Efraím Hernández Xolocotzi, sus colecciones son las más grandes que se conocen contando con 12 500 y 11 000 ejemplares. Actualmente su trabajo se puede encontrar en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo ( c i m m y t ) , así como en la Uni­ versidad Autónoma Chapingo. Centli. Denominación náhuatl para nombrar al maíz. Criollo. Que se ha desarrollado por mucho tiempo en un lugar con la adaptación natural de su medio. Cuexcomate. Construcción en forma de una pequeña aldea para guardar diversi­ dad de semillas, principalmente de maíz. Efraím Hernández Xolocotzi (Amaxac, Tlaxcala 1913-1991). Maestro investiga­ dor de la Universidad Autónoma Chapingo. Estudió en la Escuela de Agricultura de la Universidad de Cornell (E.U.) regresó a México para especializarse bajo el plan de estudios de la Escuela Nacional de Agricultura y regresa a la Universidad de Harvard para concluir sus estudios de maestría en la facultad de Biología. Fue catedráticos del Colegio de Postgraduados, la u n a m , Chapingo y de la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”. Especialista en Maíz y en agrosistemas ecológicos, así como en el estudio de etnobotánica y usos tradicionales en la agricultura. Su labor es casi incansable, por más de diez años se dedicó a colectar en todo el territorio mexicano las variedades de maíz con las que construyó el banco de germoplasma. Su trabajo lo convirtió en un pionero de la investigación genética de nuestro país. Actualmente, sus investigaciones y la creación de los bancos genéticos siguen siendo de gran ayuda para el mejoramiento y preservación genética de esta planta. Falleció en Chapingo, sus últimos años de vida las dedicó a la enseñanza e investigación agrícola. Su trabajo se encuentra en la biblioteca central de dicha universidad en la obra Xolocotzia, tomos I y II, así como vía web en páginas de c o n a f o r y s a g a r p a .

* Nació en la Ciudad de M éxico, D.F. en 1989.


Huemác. Último gobernante del Tollan (Tula). Una de las tantas historias que narra la caída de esta dinastía1 hace referencia a la pelea que sostuvo este personaje con los tlaloques (dioses de la tierra y el agua), quienes lo pusieron a prueba ya que cons­ tantemente era criticado por su ambición desmedida. Se enfrentaron en un juego de pelota y la recompensa que había pedido Huemác contemplaba jades y plumas de quetzal, elementos preciosos incluso en nuestro tiempo. Al salir vencedor, los dioses le regalaron una ofrenda de maíz, símbolo de origen de la humanidad. Sin embargo. Huemác renegó de dicha ofrenda y exigió le otorgaran lo que habían pactado en un principio. Los tlaloques levantaron su ofrenda, le dieron los jades y las plumas. Después de este acto de avaricia, la desgracia cayó sobre el Tollan con cuatro años de destrucción natural: en el primero hubo mucha nieve, tanta que los campos se cu­ brieron y fue imposible sembrar algo; en el segundo año hubo tanto sol, que la nieve se evaporó rápidamente dejando una huella desértica que secó todo lo vivo sobre la tierra; el tercero fue de sequía: en el último los hombres del Tollan murieron de ham­ bre. Huemác nunca se percató que el maíz era para “re-sembrar” a los hombres y la vida en el hoy extinto reinado tolteca. Jilote. Son los estambres que crecen alrededor de las mazorcas de maíz. Cuando la planta entra un periodo de madurez, el jilote, al contacto con el polen, genera la fe­ cundación y desarrollo de una mazorca de maíz. El término jilotear hace referencia a la gente joven que está en sus mejores etapas de reproducción sexual. Milpa. Sistema agrícola tradicional mexicano. Técnicamente se describe como un policultivo asociado, un espacio de tierra donde se siembra maíz, haba, frijol, que­ lites. Por mucho tiempo ha sido el sostén de las sociedades agrícolas que habitan en México. El hecho de que se asocien plantas como el maíz y el frijol, impide el rápido desgaste de los suelos, genera que la naturaleza cree sus propias barreras de protección natural ante plagas, así como la disminución del uso de fertilizantes y riego. Monsanto. Sinónimo de cáncer y muerte, pero también, una empresa transnacional que se fortaleció después de la primera guerra mundial y en el periodo del siglo xx conocido como “La Revolución Verde”(décadas de 1940 y 1950). Se convirtió en líder de agroquímicos y fertilizantes sintéticos que han causado serios problemas a la salud. También fue un buen amigo del gobierno estadounidense participando en distintas guerras, en las que fabricó bombas biológicas como el Agente Naranja, el cual sigue afectando a millones de personas de Vietnam, por ejemplo. Actualmente se especializa en la fabricación de semillas transgénicas y en su imposición -introduc­ ción- en los campos agrícolas de distintas latitudes del planeta. Busca la justicia -eso sí- demandando a los agricultores a los cuales contamina con su polen transgénico y exigiéndoles un cobro de piso -o resarcimiento del daño, si suena a algo lógico- por “usar” sus registros genéticos. Países latinoamericanos con megadiversidad natural peligran ante dicha empresa, debido a que también son muy innovadores y pretenden generar monocultivos de maíz destinados a producir etanol, para beneficio de quienes ni carro tienen. México, Brasil, Argentina, Bolivia; entre algunos más, han generado núcleos de investigación y denuncia social ante el grave riesgo que corre la agricultura, el patrimonio cultural y la riqueza natural de la humanidad de cara a esta empresa y a la creciente industrialización del campo. Patrimonio de la Humanidad. Título de la UNESCO que extrañamente no ha reci­ bido el maíz en México. Desde 2012 se pretende impulsar este título, por medio de iniciativas ciudadanas y de agricultores tradicionales con la idea de proteger el maíz, ante el peligro que corre en los últimos tiempos. Pinole. Harina de maíz. Se mezcla con clavo, canela y piloncillo. Se prepara en bebi­ das calientes y frías, así como en panes y galletas. 1 Los toltecas no eran una “cultura”, sino un linaje familiar que influenció el desarrollo cultural de la zona centro-norte.


Popol-Vuh. Libro de la cosmogonía Maya­ Quechua, donde se narra la historia de la crea­ ción del mundo, el tiempo y la humanidad. El mito fundacional habla sobre cómo los dioses crearon a los hombres a partir del maíz.

Temporal. Forma tradicional de la agricul­ tura en México que subsiste de la lluvia. Co­ mienza por los meses de marzo, al terminar las sequías, y concluye por el mes de octu­ bre, cuando se levantan las cosechas.

Pozol. Bebida del sureste mexicano que con­ templa Chiapas y Tabasco. Se prepara con maíz, cacao y canela. Es una bebida refrescan­ te, en general, usada antes de labores agrícolas.

Teozintle. (Teo) Sol- (Centli) Grano. Es una planta muy similar al maíz: un pasto hecho caña, de tamaño mediano y con pequeñas mazorcas en sus axilas. Genéticamente son familiares muy cercanos. El teocintle tie­ ne una semilla sumamente dura, en forma triangular, colores pardos- oscuros y mucho menos desarrollada que un grano de maíz. Se piensa que fue el antepasado de esta planta, que al paso del tiempo la domesticación la volvió más eficiente y con mayor potencial para el consumo humano. En Centroamérica, el teocintle se consume de forma muy similar al maíz. Su principal problemática, es que sigue siendo un grano muy duro.

Pozole. Platillo famoso por sus granos de maíz reventados y por su peculiar sabor a carne de cerdo. Se cuenta que en Guerrero el pozole se preparaba con carne humana de los guerreros capturados en batalla y sacrificados de ofrenda a los dioses. Se creía que aporta­ ba fuerza física y espiritual según la parte que se comieran. Esta comida era de guerreros nobles, por ello no ocurría a diario y era un platillo que se tenía que socializar de forma comunitaria por medio de rituales. Tascalate. Bebida chiapaneca preparada con cacao, maíz y axiote. Se puede preparar en caliente o frío, siendo esta última muy re­ frescante para el cuerpo. Tehuacán. (Puebla) Lugar donde se han en­ contrado los primeros vestigios de maíz en el mundo. Esto ocurrió hacia el año 10 000 a.C. y se piensa que para entonces, ya era una planta domesticada. Tejate. Bebida oaxaqueña preparada con maíz, cacao, rosita de mamey, canela, pilonci­ llo y clavo. Es sumamente hidratante, además de contener varios nutrientes para el cuerpo y también se usa antes de labores agrícolas.

Foto: ©Samantha Martínez Maya

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Tezhuino. Bebida de maíz fermentado que se consume en el norte del país. Particularmente en periodos de rituales y fiestas patronales. Tlaxcal. Pan de maíz. No es propiamente una tortilla, se parece más bien a lo que co­ nocemos como “gorditas”. La idea del tlaxcal, es ponerle algún ingrediente de relleno. Totomoxtle. Hoja de maíz seca. Donde se envuelven tamales, mixiotes, etc.


Transgénico. Es una form a de “m ejorar” plantas y animales, por medio de la mezcla de a d n (características naturales) de organismos totalmente distintos, para conseguir propiedades deseadas, sobre todo en cuanto a producción se refiere. Se ha demostrado que al igual que la industrialización del cam po en los años cuaren­ ta, esta nueva faceta de la Revolución Verde no ha resuelto problemas de hambre y desnutrición en el m undo, ni ha generado nuevos núcleos de sociedades agrícolas que puedan producir su alimento, ni tam poco podría alcanzarse bajo este modelo una soberanía alimentaria. Lo que sí ocasiona son daños a la salud, un riesgo no bien revelado sobre los efectos en la naturaleza y fenómenos fuera de control en los ecosistemas. Se ha visto en donde se siembran dichos cultivos la muerte de polinizadores como abejas y pájaros; así como la resistencia a plagas donde se tienen que usar fertilizantes de amplio espectro que contaminan toda la cadena trófica. A quí el problem a no es la falta de alimento, sino la distribución del m is­ mo. Sólo una pequeña parte de la población m undial (15- 25% ) puede acceder a alimentos de calidad, mientras en los mercados, centrales de abastos y malls, toneladas y toneladas de basura (fruta, verdura y carnes que se echan a perder) son tiradas indiscriminadam ente porque no hay recursos económicos para que la gen­ te pueda acceder a ellos. ¿H a pensado usted cuánta energía, agua, tierra, mano de obra se pierden cuando se echa a perder un kilo de jitom ate o de aguacate o de pollo? Los transgénicos se siguen colocando en el modelo económico actual debido a que su experimentación e introducción, generan ganancias millonarias para grandes corporativos como M onsanto, Nestlé, C oca-C ola, etc. M uchos de estos organismos llegan en form a de com ida chatarra, fast food, alimento para ani­ males, cosméticos, de tal manera que no podam os percatarnos que ahí están. Las iniciativas ciudadanas y organizadas, han resultado ser las estrategias más fuertes para im pedir la expansión de estos cultivos.

Tziri. M aíz en purépecha. Z ub a . M aíz en zapoteco.


Si nad ie me lo pr eg u n ta lo sé ... Gildardo Montoya1

E

xisten libros, auténticos faros de sa­ biduría, que suelen representar ver­ daderas islas del tesoro, por las pró­ digas alusiones, enseñanzas, interminables cabalgatas hacia lo profundo, incluso igno­ to, de la experiencia hum ana, deteniéndose de manera especial en las preocupaciones de aquellos hombres y mujeres que sienten una inquieta inclinación por la vocación ar­ tística. M e refiero, por supuesto, a Cartas a un joven poeta de Rainer M aría Rilke. Estoy convencido que si el posible lector o aspi­ rante a “bordar” versos gira el picaporte de la propuesta rilkiana, habrá de viajar por un paginario que le regalará pasajes de impere­ cedero, vívido placer y un continuo escrudiñar en lo que som os o podem os ser: “Si su vida cotidiana —anota el autor de Las elegías del Duino, Sonetos a Orfeo— parece pobre, no la culpe, cúlpese usted: dígase que no es lo bastante poeta para suscitar sus riquezas.

1 Periodista y escritor, vecino de Texcoco.

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Para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre, indiferente” ; y en otro párrafo pun­ tualiza: “N o basta tam poco tener recuerdos. H ay que saber olvidarlos si son muchos, y con gran paciencia esperar hasta que vuel­ van. Los recuerdos, en sí, nada son, si se vuelven sangre en nosotros; sólo entonces puede suceder que surja de ellos la primera palabra de un verso” . ¿Pero qué tipo de palabra deberá ser incluida en el verso al que alude Rilke? Dice Octavio Paz: “La poesía, sin dejar de ser lenguaje, es un más allá del lenguaje” . Expresado así, ¿se referirá Rilke a aquella palabra concebida con las tantas, indispen­ sables intensidades que requiere un poema: sonido, sentido, ritmo, silencio, emoción, intuición, dolor, soledad, angustia, tributo a la vida, pasión, salvación? Sí, de acuerdo, se­ ñor, puede observar alguien al paso, parece convincente su apreciación pero me quedo insatisfecho, y, ni m odo, debo formularle la eterna pregunta: “¿Qué es la poesía ?... Y, ciertamente, a inquirimientos eternos, el

ANGELUS

Molino

¿etras


abanico de posibles respuestas nunca será conclusivo. Al respecto, recuérdese el de­ cir de San Agustín que aquí parafraseamos, por su agudo sentido lúdico: “si nadie me lo pregunta lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé” , pero la idea, hoy, es buscar, aventurar claridades, la pa­ labra es de los poetas. Alexander Blok: “el poeta crea del caos armonía” . Andrei Tarko­ vski: “la poesía nos revela el sentido de la existencia” . O ctavio Paz: “La poesía nos ilu­ mina, nos revela rostros secretos, puede en­ cantarnos. Y sobre todo, puede volver otro el m undo, puede m ostrar la otra cara de la realidad. Yo no podría vivir en un m undo sin poem as porque la poesía salva el tiempo, salva el instante” ... Realmente resulta fas­ cinante intentar dilucidar, asir una posible luz cierta del fenómeno poético; el cubano Eliseo D iego lanza la flecha envenenada: “la poesía es algo indefinible. Si alguna vez se logra definir, se habrá acabado la poesía” . N o obstante, sobre la materia en cuestión hay opiniones que irradian una frescura es­

timulante, como las expresadas guna vez por el inolvidable vate inglés Dylan Tho­ mas, quien afirmó: “Poesía es lo que me hace reír o llorar o bostezar, lo que hace vi­ brar las uñas de mis pies, lo que hace desear hacer esto, aquello o nada, y conténtese con eso. Lo que im porta con respecto a la poesía es el placer que proporciona por trágico que sea. Lo que im porta es el movimiento eter­ no que está detrás de ella” . Por todo el soporte argumentativo recién expresado, es plausible subrayar que la poesía nunca cumplirá un papel de mero ornamento u ociosidad “optativa” en los ám ­ bitos académicos o de la vida toda; cumple, creo, una indiscutible labor en la muchas veces incom pleta educación integral de los estudiantes o en cualquier ser tocado por lo humano. La poesía es, debe ser, palabra que va más allá de la palabra. Palabra-Palabra, que hace reír, que hace llorar, sensaciones, obsesiones, sentimientos, recuerdos, inda­ gaciones, tocadas desde el sentir en busca de plenitud terrenal.


Efraín Huerta y J osé Revueltas : d o s a u t o r e s in v a l u a b l e s Arturo Trejo Villafuerte *

Efraín Huerta (1914-1982) UNO

La primera vez que supe de Efraín Huerta (EH) no fue en una revista de literatura, ni leí unos poemas suyos, sino en un semanario de nota roja (¿Alarma!, tabloide de color amarillo, o Alerta!, de color rojo intenso, no recuerdo bien en cuál de los dos?), donde se escribía sobre una exitosa intervención quirúrgica a un enfermo de cáncer de laringe en el Centro Médico La Raza. Leyendo la nota, supe que el operado fumaba mucho y como mi abuelo materno también, recorté la nota con la información que daban sobre esa enfermedad que, en aquel entonces, era muy rara, con la idea de enseñarla y leerla a mi abuelo. Pasó el tiempo, no se la mostré pero poco después me comenzó a inte­ resar la literatura, entonces encontré la nota en un cúmulo de papeles que guardaba y ahí vi el nombre del enfermo, y que lo supe años des­

1 Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del i i s e h m e r de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Á rbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2013. 124 pp.), Amar es perder la p ie l (Ed. Molino de LetrasUACh, México, 2013. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2013. 267 pp.), Á rbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2013. 108 pp), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.) y Cartas marcadas (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp).

pués, era el poeta y periodista Efraín Huerta. Pero para llegar literariamente a él, intervinieron muchas personas, pero sobre todo Gustavo Sainz, mi maestro de Literatura y Sociedad en la FCPys de la u n a m , quien me recomendó que leyera a Alejandro Aura por­ que había obtenido el Premio Aguascalientes de Poesía y le publicó Joaquín Mortiz. Gusta­ vo me dijo que fuera a “Libros Escogidos” en Avenida Hidalgo 81 y que preguntara por Polo Duarte. Así lo hice y resultó que el libro de Aura, Volver a casa, aún no llegaba, pero Polo me preguntó por qué lo quería leer y le comen­ té que por el uso del lenguaje coloquial y la for­ ma tan desenfadada de expresarse. Entonces el viejo y sabio librero me extendió otro libro y dijo: “Ahora vas a leer y conocer al maestro”. Era la Poesía 1935-1968 (Joaquín Mortiz) de Efraín Huerta y fue el libro que me hizo más feliz en ese año: 1974. Sin darse cuenta el librero me había otorgado uno de los disfrutes más preciados y queridos de mi juventud y de mi vida literaria (En alguna nota y en mi libro La esponja y la lanza (Conaculta, 1996), he dicho errónea­ mente que buscaba Espejo humeante, un libro de Juan Bañuelos, pero ahí la memoria me hizo una mala jugada, y el libro del integrante de “La Espiga Amotinada” ya lo tenía desde hace algún tiempo). Recuerdo que tomé mi destartalado pero sin embargo amable camión Peralvillo-


Cozumel para regresar a la casa y ya no solté el libro: había encontrado al poeta que me ataba a la literatura, o más bien EH había encontrado a un lector que se volvería fiel a su literatura. Y debo señalar que el contenido me deslumbró, que esa era la poesía que quería hacer, desde los poemas de amor hasta los poemas de índo­ le social y político. En ese momento vivíamos una efervescencia de cuestiones políticas, el 68 -quiérase o no-, había hecho que nosotros fuéramos otros y la FCPys de la u n a m ayudaba también bastante. Un poco después, entre 1975 y 1976 se forma el Taller de Poesía Sintética en la pro­ pia Facultad, cuyo nombre deriva de los poemínimos de EH, aunque el término “mínimo” se volvió “sintético”. Rafael Vargas, teórico del TaPoSin, inmediatamente se dedicó a armar una explicación lógica, sensata y coherente del nombre, pero todos sabíamos que detrás de ella estaban los poemas en su expresión más sintéti­ ca o mínima Y dos años después, cuando trabajaba en la Dirección de Literatura del i n b a comen­ zamos un ciclo titulado “El poeta y su obra”, el cual se celebraba en la Galería Lourdes Chumacero de las calles de Estocolmo, y uno de los primeros poetas invitados fue EH, aunque me enteré que él no podía leer, por las razones que expongo líneas arriba pero que lo haría en su lugar la excelente y educada voz del actor Este­ ban Escárcega. La lectura fue un rotundo éxito y el más feliz de esa reunión era quien esto es­ cribe, quien por fin había conocido a uno de sus autores favoritos. Recuerdo que me firmó su libro y ahí comenzó una amistad que duró hasta los últimos días de “El Gran Cocodrilo” de la poesía mexicana. Muchas veces me envío sus libros: uno de ellos fue uno rojo y pequeño que contenía lo más selecto de sus poemínimos que le publicó Martín Pescador, con la respec­ tiva dedicatoria, y Amor, Patria mía, una bella edición publicada por Ediciones de Cultura Popular, y del cual pidió que lo presentara. In­ merecido honor. Ahí venía un poema que cau­ só escozor y escandalizó a más de 20: el “Mani­ fiesto nalgaísta”, hoy por desgracia olvidado. DOS

Siento que en el terreno de la poesía Huerta hace, con Los hombres del alba, lo que Carlos Fuentes en la narrativa hace con La región más transparente: ambos ponen en primer plano a

la ciudad, que se vuelve personaje y parte in­ tegral de la existencia de los poemas y de los personajes, del narrador y del poeta -por eso son tan sentidos para mí los poemas “Decla­ ración de odio” y “Declaración de amor” (a la ciudad de México)-. Ambos autores son citadinos y cosmopolitas, hablan de las condiciones propias que nos ofrece la ciudad de México de los años cincuenta y sesenta: sus vicios y virtu­ des que se desparraman lo mismo por el Puen­ te de Nonoalco-Tlatelolco que en la Plaza de Garibaldi, señalan la efervescencia de los años del desarrollo estabilizador, de los nuevos ricos, de los contrastes, de quienes viajan en un auto de mucho cilindraje y de quienes lo hacen en un camión de la línea Juárez-Loreto. Ambos nos describen una ciudad que ya se volvía fría y descarnada pero seguía teniendo un mucho de provinciana y que, por fortuna para muchos miembros de mi generación (José Francisco Conde Ortega, Vicente Quirarte, Rolando Ro­ sas Galicia y otros) aún pudimos disfrutar de ella y, además, plenamente, porque todavía nos tocó caminarla, recorrerla en camiones y vivirla entre calles y banquetas. Huerta no deja de lado nunca a la querida y odiada ciudad y entonces le can­ ta al Circuito Interior, al Metro y, claro, a sus personas y personajes (la del piernón loco, la muchacha del Metro, la muchacha ebria), y a su propia calle de Lope de Vega, donde tenía su cómodo departamento y donde siempre vis­ tió con una bata azulgrana o de vivos rojos con azules, lo que para él representaba y significaba el gran amor que le tenía a un equipo de fútbol sóccer: los “prietitos” , los potros del Atlante, el equipo del pueblo. Quizá la poética de Huerta queda plasmada en su texto-poema llamado “Justifi­ cación”: “Escribo, porque escribir es un placer y una necesidad para mí. No sé para quien escri­ bo. Hace tiempo lo ignoro. Escribo con fervor, diría, religioso, casi místico; sintiéndome un poco demonio, un poco ángel, un poco hom­ bre, un poco niño, un poco mujer. Me sien­ to con alma de detective sentimental. Así me justifico. Cuando yo muera, que me incineren: me encogeré, a 2000 grados de fuego, por últi­ ma vez. Se oirán mis canciones, chillará mi piel. Arderán mi ojos, mi boca. Ceniza. Final”1. 1 En Efraín Huerta, P erm iso p a ra e l amor. B revísim a antología. SeCult, Sedu, Conaculta. A LD F, 2014.


CUATRO

Sigo leyendo a Huerta, ahora con ese dejo de melancolía y nostalgia. Añoro las tardes que pasé con él bebiendo Habana 7 Años - a los Infras les ofrecía siempre Bacardí blanco- y sobre todo el apoyo siempre fraternal que nos brindó a todos los de nuestra generación, al comen­ tar nuestros libros, al abrirnos las puertas del periódico El Día y además porque siempre fue solidario con las mejores causas. Efraín no ha muerto, sigue con nosotros en sus poemas, en sus prosas y sobre todo en nuestros recuerdos. Huerta por siempre.

Y no fue incinerado como era su última voluntad sino velado y sepultado en un panteón desde donde se veían los volcanes espléndidos y llenos de nieve. Ahí estuvo Cris­ tina y José Emilio Pacheco, José Rafael Calva, algunos Infras, Ignacio Trejo Fuentes, muchos amigos del periodismo, el cine y mucho pueblo auténtico. Por eso, cuando se velaban sus res­ tos no nos extrañó que llegara un encapuchado -¿el sub Marcos?, ¿un guerrillero salvadoreño, nicaragüense o guatemalteco con quienes tuvo una buena amistad? -, saludara militarmente y dejara una bala de M-1 sobre el féretro. TRES

Cuando lo enterraron y David Huerta leyó con voz entrecortada “Borrador para un testamento”, que está dedicado a Octavio Paz, su amigo de generación -a quien vi defender gallardamente, poniéndose de pie y cerrando los puños, cuando dos jóvenes le chiflaron durante un recital de poesía en el Palacio de Minería, uno, un ex amigo mío llamado Sergio Monsalvo, y el otro, un cineasta a quien quiero mucho-, y me conmovió precisamente porque estaba pensando en lo que había sido hasta ese momento mi generación y en lo que podría ser muchos años después, ya que él mismo lo decía de la suya: “Fuimos jóvenes promesas y ahora somos tristes realidades” (También fui testigo de cuando el Infrarrealista Pedro Damián increpó a Paz en la Casa Universitaria del Libro, de Insurgentes esquina con Sonora, y lo defendió otro Huerta: David).

José Revueltas (1914-1976) No tuve la suerte de frecuentarlo como sí me sucedió con el gran Efraín Huerta, por ejem­ plo, con quien conviví mucho tiempo en su departamento de calle de Lope de Vega. Las veces que me lo encontré fueron esporádicas y siempre en trance de ocuparse de algo y a las carreras. Como cuando lo vi por primera vez con Gustavo Sáinz, quien quería proponerlo para que diera clases en la Facul­ tad de Ciencias Políticas y Sociales de la u n a m , y el cerrado y obtuso director en ese entonces de nuestra Escuela, Julio del Río Reynaga, dijo que no, porque “causaría muchos conflictos a la escuela”(sic), como si la vida universitaria y la vida misma no estuviera llena de conflictos. En la siguiente ocasión fue cuando Gustavo Sainz y quien esto escribe pasamos, en el Volcho azul de mi querido maestro de Ciencias Políticas, a su departamento, para que participara en un programa del Canal 13 de televisión, que aún era del Estado Mexicano, la que sería -y no lo sabíamos- la última entrev­ ista que se le hiciera en vida, donde Revueltas abordó los grandes temas de su obra literaria y las inquietudes vitales que siempre lo movieron a la generosidad y al sacrificio por los demás -cosa que mucha gente no entiende y que le da otra dimensión a su quehacer político y lit­ erario. No me pudo autografiar mis libros y tampoco pude tener un diálogo que, quizás, hubiera sido muy provechoso para este apren­ diz de escritor que era en ese entonces y que sigo siendo ahora. Pero el verdadero, fructífero y cordial diálogo que tengo, sostuve y sostengo con José Revueltas es con sus libros, sobre todo con tres


de ellos -y no por que los otros desmerezcan-:

Los días terrenales, Los Errores y Los motivos de Caín, tres de sus novelas que, desde mi punto de vista son las más significativas de su narrativa y sobre todo para quien esto escribe. También cuando me lo encuentro en fotos de periódicos y revistas sobre todo del Movimiento Popular Estudiantil de 1968 y en novelas, como per­ sonaje, como sucede en Arma Blanca del maese José Agustín. Con Los días terrenales aprendí la dialéctica de la vida y la muerte, la relación tan estrecha entre Eros y Tanatos; pero también a no confundir las cosas y a no mezclar sentimientos y emociones con cosas de la razón. Acaso esa lectura tan provechosa me permitió separarme de ciertas situaciones sentimentales que me afectaban y que no me dejaban actuar y pensar con claridad y lucidez. También para eso sirven los libros. En medio de todo lo que le sucede a Fidel, uno de los personaje principales de la novela, éste no puede dejar de pensar, de organi­ zar mentalmente lo que es una realidad militan­ te y comunista de la otra realidad que es amarga y que tiene qué ver con su hija muerta, Bandera, con su mujer, Julia, a la que aún desea. Los dilemas que pone en la novela son conflictos y dilemas a los que constantemente nos enfrentamos, nos tenemos que enfrentar, como seres humanos y que son siempre pruebas a -y sobre- nuestra inteligencia y sentido común. Con Los días terrenales aprendí mucho de la vida sin tener aún las experiencias vitales, sino tan sólo las librescas, las lecturas, las cuales luego ya se volverían parte de mi vida y de mi desarrollo como ser humano. No en vano nuestra vida sobre la tierra bien podría ser llamada genéricamente Los días terrenales Con Los errores descubrí que nada es como parece ser y que hacemos una imagen de nosotros mismos, que somos presencia y no esencia, hasta que descubrimos el sentido de lo que nos rodea. Sin ninguna duda es una novela intensa y cruda que nos va proporcionando los elementos para que nosotros mismos formemos la sicología de Mario “El Muñeco”, de el enano, de la amante del primero, del usurero y del militante comunista que maneja el taxi donde se encontrará con su destino. Los motivos de Caín es otra gran nove­ la que debería de haber tenido más atención

y más crítica y éxito, incluso en los Estados Unidos y con los chicanos. Aunque muchos la consideran una de sus obras “chicas” o “fallidas” o “menores”, siento que no es así, que el interactuar del chicano que lucha con el ejército de Estados Unidos en Corea y el coreano nacido en México, y que se siente profundamente mexicano y que, además, le hace comentarios ácidos y muy sólidos al soldado que defiende la bandera gringa, lo hace reflexionar al respecto y se da cuenta de las múltiples contradicciones con las que vive y vivirá como “greaser”, como “méxico-norteamericano”. No en vano y con clara muestra de admiración, mi querido amigo y maestro Evodio Escalante lo describe así: “Cuentista, novelista, dramaturgo, periodista, guionista de cine, ensayista, teórico de la política, filó­ sofo autodidacto, José Revueltas representa en América Latina acaso el ejemplo mejor logrado de que los caminos de la disidencia política y de la literatura no necesariamente se contrapo­ nen. Marxista comprometido y miembro del Partido Comunista desde los primeros años de su juventud, Revueltas es todo lo contrario del escritor conformista al que le basta saber que la literatura ha de subordinarse ante las tareas que le impone la Gran Política”.2 Con el maestro Revueltas, he aprendi­ do mucho de la ética que debe tener un escritor ante su sociedad, ante su materia de trabajo y ante el compromiso que sigue siendo el escribir para que los otros tengan voz, porque esa sigue siendo una de las funciones y urgencias princi­ pales de quien se sabe parte importante de la comunidad que representa, de la clase social a la que pertenece. El escritor debe tener muy en alto su conciencia social, sobre todo ante sus lectores, porque él -en mucha o poca medidalos representa y tiene que darles la voz, compar­ tir con ellos el eco de lo que dicen y lo que él mismo dice a favor de ellos o para ellos. Henry Miller en uno de sus libros de ensayos más interesantes y conmovedores, El Tiempo de asesinos,3 menciona que en el siglo xix los escritores, los filósofos, los poetas, eran los modernos cristos que daban lo mejor de sí mismos para los demás, para el hombre, para 2 En Jo sé Revueltas. L o s días terrenales. Edición crítica. Evodio Escalante. Coordinador. u n e s c o Era. Col. “Archivos” No. 15. México. 1992. 360 pp. 3 Miller. Henry. E l tiempo de los asesinos. A lianza Editorial. Madrid. 1983.


la humanidad; y para muchos de los que so­ brevivimos al 68, al 71 del siglo xx y toda la barbarie que siguió después, como el querido maestro Revueltas se volvió para nosotros un cristo del siglo xx, que entregó lo mejor de sí mismo para los demás que éramos nosotros, sus lectores, nosotros los que no teníamos nada -ni tenemos-, los que aún queremos tener como usted- esperanzas de que esto cambie, que el país cambie, que nuestras vidas sean me­ jores y que haya un mejor futuro, si no ya para nosotros, para nuestros hijos o nietos. Por todo lo que nos ha enseñado con su ética y estética y moral, entiendo perfectamente su respuesta cuando le preguntó un periodis­ ta: “¿Cómo define su obra señor Revueltas?” Y usted contestó: “Yo hubiera querido de­ nominar a toda mi obra Los días terrenales. A excepción tal vez de los cuentos, toda mi novelística se podría agrupar bajo el denomi­ nativo común de Los días terrenales, con sus diferentes nombres: El luto humano, Los muros de agua, etcétera. Y tal vez, a la postre eso vaya a ser lo que resulte, en cuanto la obra esté ter­ minada o la dé yo por cancelada y decida ya no volver a escribir novela o me muera y ya no pueda escribirla... ”

Porque en efecto, el cielo y el infierno están en la tierra, no podemos tomar al cielo por asalto, cuando aquí seguimos en este valle de lágrimas con muchas carencias y todas las tribulaciones. José Emilio Pacheco (1939-2014) en un ensayo sobre su obra señaló: “El dolor queda escrito; la alegría y el placer se bastan a sí mismos, no requieren constancia literaria”... (Revueltas) “tuvo la mirada trágica que le permitió ver en su interior y en el nuestro, la mirada que se corresponde totalmente con la densidad de una prosa que nunca remansa y siempre va hacia adelante proliferando como una mancha de aceite”4 Por todo lo que usted luchó, maestro, aún está pendiente y debemos de pugnar por lograr el gran cambio para que nada de lo huma­ no nos sea ajeno. Por eso José Revueltas es digno de estimación y cariño, por eso lo admiré y quise desde la primera lectura que hice de su obra. Chapingo, Méx.,-Iztapalapa-Bondojito, DF, a 10 de octubre de 2014 4 Citado por Luis Hernández Navarro: “JEP: describir el mundo”, L a jo rn a d a , martes 28 de enero, pág. 5


t o m ó c h ic y

V ill a :

d o s m o m e n t o s de u n a r e v o l u c ió n fr u st r a d a * (Primera parte)

M iguel Ángel L eal Menchaca** Para José Em ilio Pacheco, siempre M aestro, siem pre a m i g o . D ondequiera que te encuentres Sigues siendo una llam a infatigable.

L

a lectura de la biografía de Villa escrita por Friedrich Katz me animó a inves­ tigar sobre la historia de Chihuahua. Luego pude leer el texto de Paco Ignacio Taibo II, acerca del Centauro y me animé a escribir unas líneas, primero del gobierno efímero de Villa en el norte y luego sobre sus últimos días en la hacienda de Canutillo, en Durango. En enero del 2013, tuve la oportunidad de visi­ tar Ciudad Guerrero, un pueblo en la sierra de Chihuahua, que forma parte de la cuna de la Revolución mexicana. Recordé, casi por aña­ didura, que una de las esposas de Villa (fueron tantas), Guadalupe Coss, había nacido ahí. También fui invitado a Tomóchic, el pueblo mítico destruido en 1892 por la intolerancia del Porfiriato y cuyo crimen de estado marcó acaso uno de los grandes acontecimientos que propició el estallido de la Revolución mexica­ na. Fue entonces que decidí hacer este trabajo

* Este trabajo es parte de una investigación que se inició en 2014 y que pretende apoyar el program a de Literatura II, que se imparte en la Preparatoria Agrícola de Chapingo. ** Profesor investigador de la Preparatoria Agrícola de la Universidad Autónom a Chapingo.

en que conjuntaba dos estampas por demás trascendentales en la historia de México: La historia de Tomóchic en dos tiempos: a) b)

El gran levantamiento La publicación de la novela en El

Demócrata Tomóchic: el gran levantamiento En la actualidad todavía abundan los histo­ riadores que ponderan el Porfiriato como un periodo de “tranquilidad y progreso” para México, esto, sin la mínima reflexión sobre la gran disparidad que había en la repartición de la riqueza. El comentario es actual porque se­ guimos siendo un país sin soberanía y por ello vivimos al amparo de los capitales que vienen del exterior. La canción no se gasta con el tiem­ po: “todo al servicio de la inversión extranjera” “Debemos hacer lo posible por no ahuyentar el capital que viene a hacernos mejores” “El dinero, aunque venga de canallas, debe ser ve­ nerado como si fuera un Dios” “No dar una imagen negativa del país porque los capitales se espantan” La vieja consigna de hace ciento treinta años, sigue campeando alegremente en los discursos políticos y económicos de quienes nos gobiernan.


Ciertamente, durante el Porfiriato, la plutocracia vivió uno de sus mejores momentos (cuándo ha tenido malos momentos) salpicada por los avances tecnológicos y culturales que tocaban a las puertas del país y que venían de Europa y de los Estados Unidos; no cabía en el orgullo cosmopolita ilusionada en que la ciudad de México no desmerecía en nada frente a París, Londres, Roma o Madrid. El gobierno de Díaz, respaldado por el capital y la prensa norteameri­ canos gozaba de gran prestigio a nivel mundial. La gran fachada con que se mostraba al país al exterior, hacía la magia de ocultar la realidad: no hay monopolios, no hay injusticias, no delin­ cuencia, cero desorden, ésta es la tierra de la gran promesa para los inversionistas: usted traiga su dinero, y por poco que sea, se lo multiplica­ mos. Según J. Turner (México bárbaro) había en México cerca de novecientos millones de dólares de capital norteamericano, que a cambio de esa inversión exigía un cúmulo de canongías: terre­ nos fértiles, mano de obra barata, tasas de im­ puestos minúsculas y absoluta protección. Los dueños del dinero eran también quienes ponían las condiciones. Baste hacer un recuento de las propiedades que alcanzaban los Limantour y Randolp Hearst, en Chihuahua, ante las cuales no palidecían las del clan Creel-Terrazas. Ellos eran quienes movían todos los resortes de la eco­ nomía de ese estado y se adjudicaban el dere­ cho, casi divino, de quitar y poner, a su antojo, cualquier tipo de autoridad, desde presidentes municipales, hasta el propio gobernador. Ellos también sostuvieron la dictadura porfirista que les permitió sumar una descomunal fortuna. Ahora quiero referirme al poblado en cuestión y concretamente, al año de de 1891, en que oficialmente se inició el conflicto en Tomóchic, año también de crisis agrícola, de sequía y de hambre en el estado de Chihuahua. Año en que a los funcionarios oficiales ya les era imposible mantenerse en un pueblo en que la inconformidad y la irreverencia campeaban por todas partes. En Tomóchic se presentó la re­ nuncia del único maestro de escuela, Santiago Simonet, luego la del juez Francisco Ledezma, quien ya llevaba un buen tiempo sin ejercer funciones. Todo esto concluiría con la gesta­ ción de una rebelión que marcaría un parteaguas en la historia de México. Con no más de doscientos habitantes, enclavado en las montañas occidentales de Chi­

huahua, el pueblo de Tomóchic, perteneciente al distrito de Guerrero, se habían distinguido du­ rante el siglo XIX por su espíritu de combate en contra de los apaches, así como por su capacidad de estar unidos frente a las adversidades que pa­ recían confabularse en su contra. Se mantenían de la agricultura y de la caza; casi siempre an­ daban armados de un Winchester, y eran reco­ nocidos como buenos tiradores. También vivían inconformes con las condiciones que ofrecía la dictadura y con la casi nula capacidad de las au­ toridades locales para solucionar sus problemas más elementales; si tenían noticias del gobierno, era porque éste se hacía presente sólo a la hora de cobrar los impuestos con estricta puntuali­ dad, y de lanzar una serie de leyes y decretos que siempre iban en perjuicio de la población. Por ejemplo, en ese 1891, se promulgó uno que qui­ taba la autonomía a las capitales distritales para elegir a sus presidentes municipales, éstos serían nombrados por el gobernador o autoridades que dependieran de él. La promulgación dio la pau­ ta para que Joaquín Chávez, hombre poderoso de la región, nombrara presidente municipal a Juan Ignacio Chávez, pariente suyo, que ni si­ quiera era oriundo de la zona, las protestas no se hicieron esperar y fue el propio presidente quien las atizó con una serie de abusos, que si bien eran propios de las autoridades de cualquier zona rural en México, se acentuaron, acaso para reafirmar el perfil del poder: salarios miserables, usurpación de tierras y la prohibición de que los jóvenes buscaran trabajo en las minas veci­ nas, en donde recibían mejores salarios, so pena de enrolarlos al ejército. No fueron los abusos, sin embargo, los que encendieron la luz roja en la presidencia. La nota discordante en el gobier­ no fue la exagerada riqueza de algunas familias, sobre todo el poder político y económico que había acumulado Luis Terrazas. Esto fue lo que preocupó al general Díaz, quien siempre aspiró a ejercer un control total sobre toda la nación. Era necesario tomar alguna medida que mostrara la fuerza del poder. Primero decidió frenar las am­ biciones políticas del hacendado, quien preten­ día volver a la gubernatura del estado (ya había sido removido de ese privilegio en 1884 cuando el oaxaqueño retomó la presidencia del país, y esa afrenta había quedado tatuada en la memo­ ria de Terrazas, quien no disimulaba su rencor al héroe de la batalla del dos de abril y que se cebaba en la procedencia humilde del oaxaque-


ño), Díaz promovió a un incondicional, Lauro Carrillo, que además, se sabía de sobra, también era enemigo declarado del clan Creel-Terrazas. Cada uno contaba con sus medios informativos y de autohalago: El Norte, El Chinaco y El Obre­ ro, de Terrazas, mientras que a Carrillo lo favo­ recía El Diario de Chihuahua, dirigido por Luis Díaz Couder. Si bien coincidían en que Porfirio Díaz gobernara el país en el siguiente cuatrienio, la disputa se cifraba en quién iba a privilegiar­ se con la gubernatura de Chihuahua, porque también ambos esperaban que el oaxaqueño los ungiera con ese título. Carrillo por repetir y Terrazas por reaparecer, ambos a la sombra y a la vigilancia estricta del Coronel Miguel Ahu­ mada, hombre de armas y de mano dura, quien también tenía aspiraciones a gobernar el estado. El encono entre el gobierno federal y los hacendados no se hizo esperar, sólo que éstos no se enfrentaron directamente a Díaz, prefirieron utilizar a los indios y a los ranche­ ros desposeídos, alentando subrepticiamente un sentimiento de inconformidad y de rechazo hacia el Presidente. Ellos tenían bastantes ra­ zones para estar descontentos con el gobierno, pues habían sido, arbitraria y sistemáticamente despojados de sus tierras en decretos que siem­ pre favorecían a los latifundistas, quienes fue­ ron apropiándose poco a poco de toda la tierra.

Lo paradójico es que el propio, Luis Terrazas, ahora gran latifundista, alentara los reclamos, cuando en apariencia éstos lesionaban sus pro­ pios intereses. Cierto es que Terrazas era reco­ nocido por haber acaudillado las luchas en con­ tra de los apaches, y su prestigio era tan sólido como la gran fortuna que había amasado. Uno tiene derecho a sospechar que estas manifesta­ ciones de inconformidad contribuían a la caída del gobernador. Esta rebelión en Tomóchic no fue la única, pero sí la más significativa en una zona que ardía por las desigualdades extremas en el reparto de la riqueza. Como se ha dicho ante­ riormente, Tomóchic era un pueblo tranquilo y trabajador, aunque ya había antecedentes de rebelión dos siglos atrás, de los vecinos de la re­ gión, en su mayoría indios tarahumaras, como lo constata Antonio Saborit, a fines del siglo xvii, el visitador Joseph Neumann se enteró de una conspiración y: El jefe militar de la guarnición de Parral, capitán Juan Fernández de Retana, enfiló sus efectivos para cegar la sedición tarahumara. Primero les hizo treinta prisioneros que, al interrogarlos <confesaron que los rebeldes eran más de noventa flecheros>. Luego les hizo sesenta prisioneros más,


entre los cuales figuraban dos hechiceros, y los pasó por las armas, les cortó la cabeza y las fijó, ensartadas como pomos sobre lanzas, en Cocomórachic y en el camino de Yepómera. Los jesuitas intercedieron a fin de aplacar el celo del capitán Fernán­ dez de Retana, pero al poco tiempo, en Tomóchic precisamente, los tarhumaras dieron otra muestra de pasmosa vitalidad de su oposicionismo al saquear la iglesia y la casa del padre Jirí Hostinsky y el maíz de la misión y matar el ganado.1 Aunque no muy convencido, el propio Saborit afirma que la rebelión pudo tener también su origen en recelos religiosos, cuando a fines de ese 1891, casi a dos siglos de aquella rebelión, se de­ sató la querella con la llegada, en visita pastoral, del padre Costelo, cura entonces de Uruáchic , quien recibió no sin cierta desconfianza, la noti­ cia de la aparición del Santo Cristo de Chopeque, así como la de los cientos de peregrinos de todas partes, incluyendo Tomóchic, que arriba­ ban a esa ranchería para postrarse ante el nuevo mesías a cambio de un milagrito que no siempre llegaba. El padre esperó paciente el regreso de los tomoches, los reunió en la iglesia y empezó un sermón en el que enfatizaba que cualquier culto de esa naturaleza, sólo contribuía a profanar su iglesia. La reacción de los tomoches fue violenta; salieron exasperados, reclamando su derecho a la creencia y, al pasar por el púlpito, Cruz Chávez, su líder escupió una maldición en contra del pa­ dre Costelo. Si esta situación se hubiese dado en el siglo xvii (que es cuando se origina el mito del Cristo de Chopeque) concluye Saborit, tanto el Sr. Carmen María López y Valencia como Teresa Urrea, llamada la santa de Cabora, hubieran sido llevados a las llamas, acusados de herejía, sin ma­ yor averiguación y sin remordimiento de nadie, pero se estaba viviendo en México la alborada de la filosofía positivista encaramada en el pedestal de una dictadura que prometía “orden y progre­ so”. Ciertamente la religión no era asunto suyo, pero tampoco podían darse el lujo que otros la utilizaran para denostar su autoridad y mucho menos renunciarla, por eso aquella irreverencia fue codificada como un acto de sedición, tam­ bién penado y perseguido. Sin descartar esta tesis, consultemos a los historiadores. Francisco R. Almada en La re1 Antonio Saborit, Lo s doblados de Tomóchic, un episodio de historia y literatura, México, Cal y Arena, 2010, p.53.

belión de Tomóchic (1939), narra que la pacien­ cia de los tomochitecos se agotó cuando el go­ bierno local descalificó cualquier actitud que no obedeciera sus ordenanzas. Así, en noviembre de 1891, se realizó la primera gran manifestación en la que los serranos desconocían la autoridad del presidente municipal y declaraban que úni­ camente estarían a las órdenes de Dios. Silvano González, jefe político de la región, movilizó unos cincuenta hombres, entre soldados y vo­ luntarios para apaciguar la zona. El combate no se hizo esperar y los serranos fueron ahuyentados hacia la montaña. El pueblo fue ocupado por la autoridad y las casas cateadas dando muerte a tres personas y una mujer violada. Es probable que en este repliegue los tomochitecos hayan emprendido el viaje a Cabora, para entrevistarse con Teresa Urrea, y que en el camino, en Ocam­ po y Pinos Altos, se enfrentaran a las fuerzas de Ramón G. Ochoa y Liburio Vázquez, que esta­ ban comisionadas para someter y aprehender a los sublevados. Sin embargo, los tomochitecos, más hábiles en el conocimiento y el manejo de la sierra, emboscaron a las fuerzas federales en El Álamo de Palomares el 26 de diciembre causán­ doles serias bajas. Se dice que al no encontrar a la santa, emprendieron el regreso al pueblo y ahí fue donde los vio el padre Costelo. Por otra parte, la población se manifes­ tó abiertamente en contra de todo lo que repre­ sentara una autoridad externa, tanto civil como eclesiástica. Las represalias reclamaban su partici­ pación, pues el jefe político aprovechó la circuns­ tancia para asestar un gran golpe moral al pueblo, al modificar el itinerario del transporte anual de la plata (La Conducta) que pasaba regularmente, de la mina de Pinos Altos, por Tomóchic, rumbo a la capital del estado. El argumento fue que los tomochitecos eran unos ladrones y belicosos, ha­ ciendo hincapié además que “la carga estaba en peligro”. La indignación de los serranos se tradu­ jo en cuestionamientos directos a las autoridades ante los cuales Juan Ignacio sólo atinó a enviar un escandaloso y falso parte al gobernador en el que daba cuenta de una rebelión en contra del gobierno federal, enfatizando que los “revolto­ sos” podrían apoderarse de la plata. La mayoría de los testimonios que se dan sobre estos sucesos dejan al margen la idea de que los tomochitecos intentaran robar la plata, pero es obvio que para las autoridades representó un momento político rentable, pues si lograban preocupar al gobierno,


éste mandaría tropas para someter a los presun­ tos rebeldes. Esta actitud del gobierno no es nada extraña, de suyo sabemos que nuestros mandata­ rios se han caracterizado históricamente, incluso en la actualidad, porque ponen más atención en la defensa de los inversionistas extranjeros que en la de la población que presuntamente los llevó al poder. Hay otro suceso que no se menciona en todas las fuentes, pero que también pudo ser sustantivo para que el pueblo y las comunida­ des vecinas apoyaran a los insurrectos: el hecho de que Carrillo haya ordenado al mayor Manuel Cárdenas, sustraer unas imágenes de San Joa­ quín y Santa Ana, de la iglesia, lo cual indignó a la población. El intento de despojo representaba el nulo respeto que se tenía para la gente del pue­ blo y se planteaba como una muestra del poder que podía ejercer el gobierno sobre ellos. Con todos estos problemas, la sangre aún no llegaba al río, pues para el gobierno federal, Tomóchic sólo era una pequeña población, tan alejada de la ilusión civilizadora de los científicos porfirianos que en apariencia, no representaba mayor peli­ gro. Todavía en febrero de 1892, el gobernador Carrillo ofreció amnistía a los rebeldes y las ga­ rantías necesarias para que regresaran al pueblo y reanudaran su trabajo, pero la llaga se extendía, la infección de la rebelión era irreversible. Por otra parte, no debemos olvidar que en ese año se ce­ lebraban elecciones, tanto federales como estata­ les, y que las municipales había pasado con gra­ ves incidentes, pues los tomochitecos entregaron las boletas en blanco. Por eso Díaz, en cuanto fue reelecto, invitó a Carrillo a que tomara una licencia, a cambio lo premió con una curul en el senado. En estas condiciones, después de otorgar un breve interinato a Pimentel, le obsequió la gubernatura al coronel Miguel Ahumada. Me­ nos de seis meses fueron insuficientes para que el interino siquiera se asomara a la problemática que se vivía en el norte, además tenía la certeza de que iba de pasada, así que se hizo a la idea de que esos problemas lo solucionarían autoridades locales. Finalmente pasarían lista en el archivo del olvido como era costumbre. La realidad, sin embargo, superaba como siempre las expectativas que los políticos tenían de ella; en los mensajes del presidente mu­ nicipal se advertía una constante alarma. Estaba presente el hecho de que los tomochitecos, eran un foco infeccioso y un mal ejemplo para las otras

comunidades que, si bien no vivían en mejores condiciones, no eran “tan alebrestados”. Impe­ raba por encima de todo, la consigna de que “la plata corría peligro”. Como ya se ha menciona­ do, era y sigue siendo una verdad lapidaria que, cuando el capital extranjero se ve amenazado, el gobierno federal está obligado a tomar medidas más extremas y aleccionadoras. El viernes 2 de septiembre de 1892, el general Rangel, al man­ do de no más de cien hombres, emprendía su salida, de Ciudad Guerrero rumbo a Tomóchic. Una pregunta con sentido común que se me ocurre es: ¿De qué tamaño era la rebelión en un pueblo de escasos doscientos habitantes para que mereciera tal contingente? El propio Rangel así lo pensaba, pues se negó a esperar a las fuerzas de apoyo y se dice que “subestimó al enemigo” que concretamente no pasaban en ese momento de cuarenta. Sin embargo, la sorpresa se abrió paso e hizo rodar a la lógica por el piso. Los tomochitecos ahuyentaron a las fuerzas del general Rangel, que perdió a varios oficiales y aunque hacia afue­ ra, como suele ser en estos casos, los informes ofi­ ciales empañaban la realidad, lo serranos disfru­ taron la victoria y se dedicaron con mayor fervor al rezo y a la adoración de sus santos. La derrota de Rangel, verdaderamente lamentable, aunque no tan pírrica como la que se había propinado anteriormente al general Cruz, amigo personal de Díaz, quien ya había sido enviado a la cabeza de un destacamento de caballería para sofocar la rebelión. Y es que este general, más famoso por sus desbordamientos etílicos, que por las glorias bélicas, a decir de Katz, ni siquiera conoció el pueblo: Tras dos días de camino durante los cua­ les consumió incontables botellas de licor, Cruz alcanzó finalmente el estado de estu­ por alcohólico que confundió unas milpas con los habitantes de Tomóchic. Como Don Quijote, en su asalto contra los mo­ linos de viento, Cruz arremetió contra el sembrado a la cabeza de sus tropas, segan­ do el maíz a golpes de sable. Luego regresó a Chihuahua y escribió un espectacular informe a sus superiores de la Ciudad de México, en el que decía que había some­ tido finalmente al pueblo de Tomóchic.2 En la actualidad contamos con muchas versio­ nes al respecto, una de ellas, que salva el honor 2 Friedrich K atz, P ancho Villa, M éxico, ER A , (2011), p. 40.


del general Cruz es retomada en la cinta titu­ lada Longitud de Guerra, dirigida por Gonzalo Martínez Ortega, en la cual se justifica la con­ ducta del general, gran amigo del presidente, porque simplemente no quería masacrar a la población serrana. Incluso, después de un diá­ logo telegráfico fallido en el que se rompen “la amistad y los ideales de juventud”, Cruz es de­ gradado públicamente y luego ejecutado. Otras batallas se libraron, sin embargo, lo aparatoso de los tiroteos no fue suficiente para resolver el problema, pero sí contribuyeron a alarmar al gobierno federal que se dio cuenta de que la re­ belión era irreversible y, sobre todo que, de no segarla, se extendería por toda la región: varios muertos anónimos entre la tropa y la huida de los tomochitecos a las montañas era una prue­ ba irrefutable de que estas conjeturas habían sido superadas por la realidad. Y aunque los in­ formes que el gobernador rendía al presidente estaban llenos de triunfalismo y un entusiasmo sobrado para tranquilizarlo; la insurrección no había sido conjurada y más allá del allanamien­ to a las casas, el decomiso de algunas armas y los malos tratos a los habitantes de la región, el ejército no podía presumir de otros triunfos. Nada más falso, los tomochitecos estaban de­

cididos ahora sí a la insurrección, su inconfor­ midad social y política se hizo extensiva a su creencia religiosa cuando decidieron protegerse espiritualmente la Santa de Cabora, Teresa o Teresita Urrea. El mismo Katz, afirma que: En Tomóchic, para el momento de la re­ belión, se había desarrollado una especie disidente de catolicismo con raíces popu­ lares, la mayoría de los habitantes eran se­ guidores del culto surgido en torno a una muchacha de dieciocho años en Sonora: Teresita, conocida como la santa de Cabora (por el pueblo en que vivió). Teresita tenía visiones de Cristo, predicaba un credo humanista y se decía que realizaba milagros y curas.3 Cruz Chávez, que no tenía ningún parentesco con los anteriores del mismo apellido, era el lí­ der de los insurrectos y junto con el repudio al gobierno, les inyectó la idea de que la santa los protegía, y de que mientras estuviera con ellos, serían invencibles. Así, declaró abierta­ mente que no reconocían más autoridad que la de Dios. A todas las agravantes anteriores, el 3 Friedrich K atz, Pancho Villa, M éxico, Ediciones Era, (2011), p. 38.


gobernador sumó otra: recrudeció el juicio del sacerdote, que aunque ya iba para un año, se convirtió en parte obligatoria en donde se pa­ rara el clérigo, y se hizo verdad oficial que los tomochitecos eran sólo un grupo de fanáticos y de esta manera, se justificaba cualquier tipo de medidas en su contra. La represión se hizo cada vez más radical, pues inmediatamente se man­ daron tres batallones, con la consigna de acabar con ese foco de infección. Los tomochitecos, por su parte, estaban decididos a luchar, ahora sí, por los sagrados principios de la divinidad y su único líder espiritual era Teresa Urrea. Ahora sólo obedecerían órdenes de Cruz Chávez, ade­ más, estaban convencidos de su fuerza y por ello emprendieron una expedición a Cabora para ver a la “santa”, aunque infructuosa, porque no la encontraron, no obstante, ya nadie les podía arrancar de la cabeza que sus problemas con el gobierno y la iglesia, eran irresolubles. Por eso la reunión que se dio entre Díaz y el coronel Ahumada a principios de octubre, después de la penosa derrota de Ran­ gel, ya no era para correr riesgos. El objetivo primordial se cifraba en la destrucción de ese foco de infección que representaba Tomóchic. Se hizo un recuento acerca de los diferentes fac­ tores que determinaron las primeras derrotas de las fuerzas federales, se habló de la aversión que la población tenía hacia el ejército y de la falta de apoyo de las tropas federales de Chi­ huahua. Los tomochitecos se habían refugiado en las montañas y estaban dispuestos a morir por sus convicciones; repelieron las agresiones del gobierno que tuvieron que ir creciendo en la medida en que la situación se le salía de con­ trol. Como la primera parte de las expediciones de sometimiento fueran infructuosas y, como se ha dicho anteriormente, hasta pírricas,4 Díaz tuvo que ordenar la depauperación del conflicto “a cualquier precio” esto implicaba la destrucción del pueblo. El diecisiete de octubre se dio una avanzada a las órdenes del general Márquez, quien distribuyó sus fuerzas en dos sectores, por un lado el general Rangel debía ir directamente contra el pueblo y exterminar a todos los “sediciosos”, por el otro lado, des­ 4 No dejo de reiterar la aventura del general Cruz, porque constituyó la nota cómica que ponía en ridículo al gobierno y la autoridad de Díaz, de ahí la venganza que tomó el Presidente contra alguien a quien ya no necesitaba y que por lo tanto había dejado de ser su amigo.

de Pinos Altos, el coronel Lorenzo Torres, por el poblado de Tosanachic, pues era sabido que ahí tenían los serranos un cuartel de depósito. Más de mil doscientos soldados, al mando de treinta y nueve oficiales, para socavar una rebe­ lión de ochenta serranos. No obstante, no op­ taron por combatir en guerrillas, convencidos de que estaban ungidos por la santa y por la mano de Dios, los rebeldes decidieron esperar­ los e idearon varias estrategias, sabiendo de an­ temano que proporcionalmente era uno contra más de diez del ejército. La derrota estaba a la puerta, era inminente, pero ellos, cobijados en su creencia que ya era una seña de identidad, pensaban que otra vez la victoria se iba a sentar en sus piernas. Los ataques fueron múltiples y, ciertamente, aunque el ejército se vio diezma­ do, la diferencia numérica y su artillería fueron determinantes, como los hombres resistieran heroicamente los ataques, el ejército recurrió a otras medidas emprendidas ahora en contra de la población, siendo el blanco las casas, habita­ das por mujeres y niños solamente; incendiar, destruir, saquear. Ere necesario dejar un testi­ monio de que la autoridad estaba presente. Las tropas porfiristas tomaron el cerro de la cueva, uno de los últimos bastiones de los serranos y éstos, en lugar de huir a la montaña, se refugiaron en las casas y desde ahí continua­ ban infatigables disparando, ajenos a que el ejér­ cito los había reducido a menos de una docena. Luego fueron incendiadas las casas, incluso la iglesia, en donde se habían replegado los últi­ mos rebeldes, que inmediatamente fueron pasa­ dos por las armas. Las tropas federales, sin ma­ yor estrategia que la pronunciada superioridad numérica, se habían cubierto de gloria una vez más al aplastar de manera soberbia la rebelión tomochiteca, asesinando a los últimos líderes y dejando el pueblo en llamas. El ejército porfirista cumplía otra de sus grandes hazañas, que sólo tenía parangón con aquellas en que se dieron a la tarea de exterminar a los yaquis y a los mayas. La prensa oficial todavía asumió este aconteci­ miento como una manifestación del poder porfirista que buscaba el orden a cualquier precio. Sobrevivieron casi medio centenar de mujeres y acaso setenta menores de edad. Para exterminar a los cien insurrectos, el ejército porfirista había perdido a más de medio millar de efectivos. Sin embargo, no debería quedar sombra de duda de que “para tener un país tranquilo, había que go­ bernar con mano dura”.


Pa r a t o d o mal m ezcal y para t o d o b ie n t a m b ié n M arco Antonio Anaya Pérez Refugio Bautista Zane*

I

ntroducción Los magueyes también son conocidos como agaves o mezcales, aprovechados desde hace por lo menos diez mil años en México donde, de un total de 210 especies, localizamos 159, de ellas 119 son endémicas. Los encontramos a lo largo del territorio en caminos, linderos de terrenos de cultivo o como plantas de ornato. También se localizan en pequeñas y grandes plantaciones como son los casos del maguey espadín en Oaxaca, el agave azul en Jalisco, el henequén en Yucatán y los magueyes pulqueros en Hidalgo, Tlaxcala, Guanajuato, Estado de México y Puebla.1 Los localizamos entre los mil y dos mil metros de altitud en planicies, montañas y acantilados, así como en dunas costeras. Aunque de los nueve géneros de Agave que existen en el país se obtienen alimentos, materiales de construcción, sustitutos de jabón, entre otros, a los productores les interesa obtener básicamente bebidas fermentadas o destiladas. En 1753 el sueco Carlos Lineo propuso y fue aceptado el nombre científico

* Profesores de la Preparatoria A grícola de la Universidad Autónoma Chapingo. 1 A bisaí Josué García Mendoza. “M éxico, país de magueyes.” L a Jo rn a d a del Campo. M éxico, 18, febrero, 2012. 2 Íbidem . 3 Catarina Isley y Jorge Larson. “M ezcal, tequila, bacanora, pulque y sotol.” Op. cit.

de Agave para “ . reconocer aquellas plantas americanas con hojas suculentas, arregladas en espiral alrededor de un tallo corto, en cuyos bordes se encuentran espinas marginales y una terminal en el á p i c e .”2 Desde entonces, con el nombre de Agave se reconocen plantas cuya bebida puede inducir a la embriaguez. La explotación del maguey para producir destilados de los mostos fermentados de las piñas o cabezas cocidas de al menos 28 especies de agaves, se hace en 26 estados de la República.3Por ello, existen una gran cantidad de mezcales según la especie o combinación de ellas y los instrumentos y procesos de elaboración que utilicen. Los más comunes son: tequila, bacanora, raicilla, minero, de pechuga, tobalá, tuche y tuxca. El mezcal, según la Denominación de Origen Mezcal ( d o m ) declarada en 1994, sólo se puede producir en siete estados: Guerrero, Zacatecas, San Luis Potosí, Durango, seis distritos de Oaxaca, un municipio de Guanajuato y once de Tamaulipas. Su Norma Oficial Mexicana ( n o m ) , la 070, menciona únicamente cinco especies de agave. Quedan, pues, excluidas de la protección y del uso del vocablo mezcal, que tiene raíces históricas y culturales, muchas más regiones del país. Son múltiples y variados los usos que tiene el mezcal, en este artículo presentaremos el uso medicinal del mezcal, al cual cada día se le encuentran más virtudes, aunque paradójicamente su consumo excesivo trae


consigo problemas de salud, desintegración familiar y muchas cosas más. Para todo mal mezcal y para todo bien también Mucha gente acostumbra tomar un poco de mezcal antes del desayuno y otro tanto en la noche, con ello el cuerpo se siente bien. También dicen que su consumo previene, cura o ayuda a controlar un sinfín de enfermedades o malestares materiales y espirituales, como: presión arterial alta, estrés, colesterol, obesidad, problemas circulatorios, diabetes, cáncer de colon, osteoporosis, heridas, luxaciones, fracturas, dolores de estómago, gripe, mal de aire o espanto. También es fundamental en rituales medicinales, agrícolas y otros. Muchas de las propiedades milagrosas atribuidas al mezcal han sido validadas científicamente por instituciones académicas. Por ejemplo, “ ... El Centro de Investigación de Estudios del Instituto Politécnico Nacional ha descubierto que sustancias del agave que se usan para hacer tequila permiten combatir la obesidad, mejorar la diabetes y reducir la osteoporosis. Sus investigaciones han demostrado que los fructanos, contribuyen a generar saciedad y, por este medio, controlar la ingesta de alimentos, razón que permite regular la producción de insulina y favorece la calcificación de los huesos”. Por su parte el “Centro de Investigación y Estudios Avanzados (ciNVESTAv)-Unidad Irapuato, descubrió que los carbohidratos del agave son azúcares saludables, ya que pueden ser utilizados como endulzantes naturales, pero no son digeridos por el organismo humano.” “ . De igual forma se determinó que el fructano acelera la hormona incretina, también presente en los seres humanos, que produce y controla hasta un 60 por ciento de la secreción de insulina. Los resultados también señalan que dichos carbohidratos son saludables, ya que este azúcar no se va a la sangre porque no es metabolizado, es decir, no es absorbido. Que su consumo no causa caries porque no se metaboliza por las enzimas de la cavidad bucal, puede llegar al intestino delgado, donde se absorben la mayoría de los nutrientes, y tampoco pasa nada, y en el intestino grueso es donde estos azúcares son fermentados por los

probióticos (bacterias b en éficas).”4 Es diurético, depurativo, digestivo y desinfectante. Tiene propiedades antisépticas, por ello, se utiliza en el tratamiento de desórdenes digestivos causados por el crecimiento de bacterias en el estómago y el intestino, causantes de úlceras como el Helicobacter pilori. Es estimulante del crecimiento de la flora intestinal, inhibe el crecimiento de bacterias patógenas (E. coli, Listeria, Shigella, Salmonella).5 Sabemos que el mezcal tiene muchas bondades y además, tiene un alcohol totalmente perfecto, señaló Luz María López, química farmacobióloga de Licores Veracruz.6 La entrevistada participante en el foro “Mezcal, gotas de tradición”, comentó que el mezcal contiene cadenas de polisacáridos que permiten que una persona diabética lo pueda consumir una copa al día porque no va a afectarle. Curaciones con mezcal en el Centro del estado de Guerrero Según un estudio realizado en la región Centro de Guerrero, el 33 por ciento de las personas que entrevistaron manifestaron utilizar las pencas de maguey (Agave potatorum Zucc.) para desinflamar heridas o para disminuir dolores por torceduras o luxaciones. Para padecimientos de los bronquios se emplean la pulpa de las pencas asadas y preparadas a manera de infusión, y se toma una taza del preparado por la noche. También utilizan el mezcal para aliviar el dolor de estómago o como tónico para “abrir” el apetito. Para curar la gripe consumen mezcal con limón y miel; otras personas lo ponen al fuego a casi hervir, luego le exprimen un limón, apagan el fuego y lo beben calientito.7 Es también importante señalar que el mezcal es preventivo y correctivo de muchos 4“Agave:propiedadesy usostradicionales.”Inkanatural. http://www.inkanatural. com/es/arti. asp?ref=agave (Consulta 31, X, 2014) 5“Agave:propiedadesy usostradicionales.” Inkanatural. http://www.inkanatural. com/es/arti. asp?ref=agave (Consulta 31, X, 2014). 6 “Mezcal, benéfico para la salud; ayuda a la función circulatoria.” http://www.alcalorpolitico. com/ informacion/mezcal-benefico-para-la-salud-ayudaa-la-funcion-circulatoria-117224.html#.VGCImTSGqg (consulta: 31- X-2014)


males y para vivir muchos años. Una copita en la noche es relajante y ayuda a conciliar el sueño; si se le agrega damiana se tiene una vida sexual activa. Para personas mayores de 50 años se recomienda el consumo de una copita tres veces al día después de cada comida. Sorprendentemente, se dice que las personas que consumen el mezcal moderadamente son longevas y sin achaques propios de la edad.8 Es excelente para el piquete de alacrán. Después del piquete, se corta una penca de maguey se abre a lo largo, y la parte blanda se pone sobre el piquete, de inmediato se siente mejoría, pues la pulpa absorbe el veneno del animal. Para sacar el mal de amores o embrujo de amor, es bueno tomar mezcal de avispa de color rojo. En una botella con mezcal, se introducen avispas muertas y se deja macerando, ya lista se le da una copita diaria al paciente hasta que se alivie. Esta alcoholatura también se usa para curar varicela, salpullido y viruela. El espanto se contrarresta con una copa de mezcal, al hacerlo acompañada del consumo de un pan blanco, también se está evitando que por el susto a la persona le dé diabetes. Una copita recoge el coraje que se alojó en el estómago. Se cree que los corajes hacen que el cuerpo y la sangre se pongan calientes, un sorbo regula la temperatura y sangre. Para atender torceduras o fracturas, se tiene que tostar la penca de maguey, posteriormente se exprime su jugo. Luego, el jugo se pone en un recipiente a fuego lento, una vez que comienza a hervir y se pone espesa, se coloca en vendas que se pondrán en la parte afectada. Miguel Ángel Domínguez Ortiz, investigador y profesor de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica, dice que “... ha realizado estudios con esta planta mezclado con alcohol etílico en tejidos de cáncer de mama, próstata y piel con resultados sumamente positivos ” 9 7 Atiztatzin. El mezcal en la cultura popular en la Región Centro de Guerrero; consumo y producción cultural, p. 99. http://ciesasdocencia.m x/Tesis/ P D F /4 8 3.p d f (Consulta 7, X I, 2014). 8 Íbidem . p. 96. 9 Íbidem , p. 102.

Conclusiones Realmente es sabia la conseja popular que dice que “para todo mal mezcal y para todo bien también”. Numerosos males son tratados con mezcal, aquí sólo hemos dado cuenta de algunos en los que lo utilizan principalmente en el Centro de Guerrero. Para prevenir y curar, el mezcal puede ser bebido, rociado, frotado crudo, hervido o tostado y en muchas ocasiones va acompañado de otras yerbas u elementos. En casi todos los casos las plegarias religiosas están presentes, al igual que en rituales diversos como el de fertilidad en la agricultura guerrerense donde el uso del mezcal es fundamental.


muchos de éstos, la mayoría, jóvenes que aquí nos presentan los antologadores.

Cuentos pequeños. Grandes lectores

olino de Novedades Editoriales Arturo Trejo Villafuerte* Itinerario nómada. Cuentos de viaje (Ed. Molino de Letras/ UAch, México, 2015. 150 pp.) es un libro reunido por el escritor yucateco Will Rodríguez y por nuestro querido director Moisés Zurita Zafra. Como en toda antología hay altas y bajas, aunque aquí hay más altas que bajas. Es probable que el primero que se ocupó de los viajes fue el griego llamado Homero, primero en La Iliada y luego en La Odisea, en la primera donde nos narra la travesía de Agamenón y los otros reyes, príncipes y héroes griegos a Troya para hacer la guerra, y en la segunda —si es que lo escribió el mismo rapsoda—donde habla del atribulado viaje de Ulises u Odiseo a haca, donde los espera su mujer y su bien amado hijo. No podemos dejar de pensar en que nuestra vida es un viaje, donde sólo estamos de paso. Y ese es el sentido de muchos de los cuentos aquí reunidos, donde los autores nos invitan a conocer sus propios viajes interiores y exteriores, los subjetivos y objetivos. Vale la pena conocer a los veinte autores aquí presentados,

* Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del i i s e h m e r de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 136 pp.) E l tren de la ausencia (cuentos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Arbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2013. 124 pp.), Am ar es perder la piel (Ed. Molino de Letras-UAch, México, 2013. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2013. 267 pp.), Arbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2013. 108 pp), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.) y Cartas marcadas (Antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp).

(La minificción explicada a los niños) de Agustín Cadenas y Amélie Olaiz (Ed. Cofradía de CoyotesInstituto Mexiquense de Cultura, México, 2014. 76 pp.) es una antología que reúne a 52 autores y temas variados de la literatura universal que pueden disfrutar todos los niños que sepan leer. A través de estas minificciones, los niños que ya conozcan o sepan algunos temas de la literatura, verán reforzados sus saberes sobre ellos. Aquí destacan varios autores que son teóricos y practicantes de este tipo de ficciones que nos permiten apreciar más el dicho de Gracián: “Lo bueno si es breve, dos veces bueno” . Los editores dicen muy bien lo que es el contenido de este libro: “Un bello racimo de historias donde se dice mucho en pocas palabras”. Una crítica a los mismos es que en la contraportada hay una leyenda que dice “Cuentos para pequeños grandes lectores de 7 a 8 años”, y entonces ¿los de seis, nueve o más años no los pueden leer? ¿Yo no los puedo leer? Pues ya los leí y me gustaron mucho. Es lo mismo que en el número anterior le señalamos y criticamos a nuestro querido amigo Edgar Escobedo: mal que nosotros mismos delimitemos a nuestros lectores. M urió el querido escritor M iguel D onoso Pareja (Guayaquil, Ecuador, 1931­ 2015) a los 83 años de edad. Miguel Donoso fue uno de los escritores más reconocidos e importantes de Ecuador en la segunda mitad del siglo xx. Vivió exiliado en México durante 18 años, en los que se destacó enseñando literatura y fundando una gran cantidad de Talleres Literarios con el apoyo de Don Víctor Sandoval y la Dirección de Promoción Nacional del i n b a , de donde salieron una gran cantidad de jóvenes autores que obtuvieron Premios Nacionales de Poesía y Narrativa, y que ahora son escritores reconocidos: Alberto Huerta, José de Jesús Sampedro, David Ojeda e Ignacio Betancourt, entre otros. En su amplia trayectoria de escritor, se destacó también por sus novelas, ensayos y artículos periodísticos. Entre sus publicaciones se encuentran Henry Black (1969), Sin ánimo de ofender (1986), Última canción del exiliado (1989), Todo lo que inventamos es cierto (1991), Ecuador: identidad o esquizofrenia (1998), A río revuelto (2001), y Leonor (2006). En México formó parte de un grupo de escritores que editó la revista Cambio, cuyo Consejo Editorial lo


integraban Juan Rulfo, Pedro Orgambide, Julio Cortázar y José Revueltas. Enseñó literatura, desde la década de los setenta, a jóvenes tanto de la Facultad de Filosofía y Letras de la u n a m como del interior de nuestro país. El Fondo de Cultura Económica publicó hace algunos meses la recopilación de todos sus cuentos. El escritor guayaquileño recibió diversos reconocimientos: el Premio Nacional Eugenio Espejo, en el año 2007, el Doctorado Honoris Causa de las Letras que le fue otorgado por la Universidad Eloy Alfaro de Manabí (Uleam), en el 2012, por su trayectoria literaria y por el trabajo formativo desarrollado en sus talleres literarios. Descanse en paz, el incansable Donoso Pareja. G onzalo Celorio (México, 1948) se ganó el Premio M azatlán de Literatura con su novela E l metal y la escoria (Tusquets, México, 2014), a la cual próximamente le meteremos ojos. Por lo pronto disfrutamos mucho otra novela de él: Tres lindas cubanas (Maxi Tusquets, México, 2009. 382 pp.) en el cual relatan la zaga y el periplo familiar por el lado materno y todas las vicisitudes que vivieron las tres hermanas aludidas al hacer su vida como mujeres casadas: una en Cuba, otra en Miami, Florida, Estados Unidos, y la madre de Celorio en México. Si algo tiene los libros de Celorio es su sólida narración, la contundencia de sus párrafos, las verosímiles anécdotas y los desarrollos de las historias siempre muy interesantes. Sin ninguna duda un premio muy bien merecido que honra a quienes lo otorgaron. Participé en dos presentaciones de Los herederos de la prom esa libro de Josefina García Paredes. La primera se celebró en la Preparatoria “Mártires de Tlatelolco“, donde la autora cursó su Preparatoria, y la segunda en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. En la primera, la estudiante de Derecho, modelo y ex alumna de García Paredes, Rubí Nápoles, leyó un breve texto que reproducimos a continuación: “Los Herederos de la Promesa, es un ensayo que llega a nuestras manos en el momento justo, en medio de un contexto político que ya se había visto antes: el Movimiento Estudiantil de 1968. Esta obra se enfoca en la corriente narrativa de La Onda, la cual desde mi punto de vista es una de las más representativas de la literatura mexicana contemporánea y con la que nos podemos sentir más identificados los jóvenes, sobre todo por el uso del lenguaje desenfadado, la lucha y la reconciliación constante con los adultos, y por

una búsqueda insistente de cambios./ La autora de este libro, Josefina García Paredes (Ciudad de México, 19 de abril de 1964), nos presenta en este estudio un interesante enfoque de esta corriente literaria, la cual nos permite entender mejor los porqués de los autores al manifestarse de esta manera. Podemos observar que los más destacados de ésta corriente crecieron leyendo obras trascendentes como Pedro Páramo y con la influencia de personajes como José Revueltas. Fueron testigos de grandes obras que de alguna manera revolucionaron la literatura mexicana contemporánea y posteriormente ellos fueron quienes con sus obras definieron una nueva corriente literaria./ El surgimiento de la literatura llamada de La Onda, como bien se explica en Los herederos de la promesa. La corriente narrativa de “La Onda” (1964-1971) (Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 212 pp.), es a partir de la década de los sesenta y concluye al inicio de la década de los setenta. Durante esta etapa, surgieron obras escritas por jóvenes que se dedicaron a plasmar sus anécdotas con un lenguaje cotidiano, juegos de palabras y el mundo visto desde la perspectiva de adolescentes que nos narran problemas a los que todos nos enfrentamos en la pubertad, de ahí la aceptación que tuvieron algunas obras publicadas en esta etapa, ya que son textos que están demasiado plantados en la realidad y de esta manera, los lectores se sintieron identificados con ellos./ La Tumba de José Agustín y Gazapo de Gustavo Sainz —y luego De Perfil—, son un claro ejemplo de los elementos que se manejaron en la literatura de “La O nda“, nos describe como un joven ve el mundo de una manera complicada en el aspecto de la familia, los amigos, la pareja, nos narra detalladamente lo que piensa, lo que le sucede, pero de una manera coloquial. Tal como lo haría cualquier joven./ Son autores que no solamente se basaron en los factores culturales que rodeaban la década de los sesenta, sino que también tuvieron la influencia de la literatura norteamericana, son dos destacados autores que en su momento mostraron su irreverencia por la cultura y arrancaron desde cero partiendo de su propia experiencia para hacer obras tan importantes en la literatura mexicana. A pesar de que las obras de los anteriormente mencionados, en algún momento fueron reducidas por muchos críticos, lograron ocupar un importante espacio en el valioso material bibliográfico de la literatura mexicana./ Otro de los temas relevantes para esta corriente


literaria, y que me parece importante mencionar debido a los problemas que actualmente tienen que enfrentar los jóvenes, es el movimiento estudiantil del 68 y sus manifestaciones en la literatura. El movimiento del 68 como todos sabemos, se presentó de una manera violenta y en donde la represión era característica de la época, debido a esto, los estudiantes no tuvieron otra opción para levantarse en contra de la opresión más que manifestarse mediante la palabra. De ahí que las protestas generadas de esta época fueran una manifestación simbólica de los estudiantes que se aferraron a que se podía dar un cambio significativo mediante el uso de la palabra. Este movimiento tiene relevancia para la literatura mexicana porque se da en medio de la corriente narrativa de La Onda, que al igual que los estudiantes, iba en contra de lo establecido y presentaron una manera de expresarse muy distinta a la que se había manejado con anterioridad en obras que ahora son consideradas como clásicas. Por otra parte, los estudiantes también se manifestaron en contra de lo que el gobierno establecía. De esta manera tanto la literatura, como la sociedad mexicana se veían envueltas en un cambio importante./ Para concluir, me gustaría invitarlos a que lean Los Herederos de la Promesa, con la finalidad de profundizar en una de las corrientes literarias que es de gran importancia para México, y que en su momento fue escrita por jóvenes que al igual que nosotros, se encontraban llenos de inquietudes y problemas. Eran jóvenes que plasmaron en distintas obras su manera tan peculiar de ver el mundo y que con esas obras dieron paso a un movimiento literario de gran importancia como es la narrativa de la onda. Les aseguro que al igual que yo, la literatura de la onda hará que se sientan identificados con las historias, personajes y situaciones que se manejan, así que este libró será un gran apoyo para que profundicen y conozcan antecedentes y desarrollo de este movimiento literario tan importante./ Gracias” . Escribíam os estas notas cuando nos inform aron que m urió la poeta y ensayista Isabel Fraire (5 de abril), conocida también como traductora de la lengua inglesa. Un trabajo sumamente importante de ella fue Siete poetas de Lengua Inglesa publicado por Sep setentas y además de que se le otorgó en aquel entonces el importante Premio Xavier Villaurrutia “de escritores para escritores” . Su libro y la Antología de Poesía Norteamericana del también poeta

Agustí Bartra, publicado por la u n a m , nos acompañaron durante varios meses y fueron libros de cabecera de quienes éramos aprendices de poetas, esas “jóvenes promesas” como nos señalaba Efraín Huerta, y que ahora formamos parte de “las tristes realidades” . Otro descanse en Paz para la querida Isabel. En el número anterior escribim os que en el 2 0 1 4 se conmemoró el Bicentenario de la muerte del Divino Marqués: Donatien Alphonse Francois de Sade (2 de julio de 1740­ 2 de diciembre de 1814), pero no debemos dejar de señalar que una de las editoriales que se ha dedicado a publicar su obra y por quien lo conocimos, y gracias a Gustavo Sainz, es Juan Pablos Editores. Cada quincena en esos agitados años setenta, nuestros pasos nos llevaban a las calles de Mexicali, en la Roma-Condesa, donde se encontraba la casa editora, para comprar uno o varios libros de Celebración. Poesía erótica en lengua inglesa y los volúmenes del Divino Marqués a precios sumamente accesibles. Años después, por Luis Mario Schneider y porque trabajaba en la Editorial Oasis, pude conocer a Blanca Sánchez, homónima de la actriz, y al ensayista José Alfredo Álvarez, quienes hacían una labor titánica por sacar a luz esa literatura llamada por los mochos como “Maldita”. Y fue una sorpresa encontrar bajo el sello de la Casa Juan Pablos, en la f i l de Minería, cinco libros de ilustraciones galantes: Arte erótico del siglo X X , Dibujos eróticos del marqués Von Bayros, La gran danza macabra de los vivos, Dibujos eróticos de M. Zichy y uno dedicado a uno de los personajes cruciales del Divino Marqués: Ilustraciones para Juliette , de Sade, a precios sumamente accesibles. A partir del libro y la película Cin­ cuenta som bras de Grey de A. L. James, comen­ zó a circular entre nosotros la “Sensual Collec­ tion” (sic) de DycoME, la cual se vende en puestos de periódicos y con un precio muy accesible: $ 57.90. Colección que, por cierto, es muy irregu­ lar sobre todo con la primera novela E l secreto de lo prohibido de Maribel Pont, donde una mujer se atormenta por hacer de su marido un Grey, un sujeto que haga de ella un objeto sexual. No logra jalar al lector —o al menos a mí—, cosa que sí suce­ de con Recuerdos de Ramón Cerda, E l primer caso de Cate Maynes y Prométeme que serás mía , éstas últimas atrapan casi desde las primeras páginas y en ellas hay personajes paradójicos —como una detective privada que es muy macha, un viejo que recuerda sus aventuras eróticas pero no como


él cree desde una casa de reposo para ancianos sino desde el pabellón siquiátrico de una cárcel y la historia de un casanova que seduce a varias mujeres y que, de pronto, se encuentra en una encrucijada vital—. Por su precio y tamaño vale la pena acercarse a ellas, novelas de autores poco conocidos y con temas novedosos —de ahí viene el nombre de “novela”-. H ay libros que siempre son actuales: los de historia, pasajes de la historia o frases alusivas a la historia. Decía José Emilio Pacheco que la historia siempre se volvía literatura y yo también así lo creo. Tengo ante mi tres libros que valen mucho la pena por los temas que se abordan: el primero es uno de mis compañeros profesores de la Universidad Autónoma Chapingo titulado Resistencia y lucha popular. Historia del mundo contemporáneo coordinado por Refugio Bautista Zane y Marco Antonio Anaya Pérez (Ed. UAch, México, 2014. 300 pp.), con la colaboración de Álvaro González Pérez, Fortunato Moisés Zurita Zafra, Gloria Ximena Anaya Trujano, Lucía Daniela Anaya Trujano, Irma Antognazzi, Petra Queitsch Reinert, Alonso Azocar Avendaño y Juan González del Castillo, y como su nombre lo indica es la historia actualizada de lo que ha sucedido en el mundo llegando hasta el golpe de estado al presidente Manuel Zelaya de Hondura. Un libro digno de lectura atenta donde conseguiremos la información que los medios de comunicación electrónicos luego nos niegan —no está de más decir que el libro es, antes que nada, un medio de comunicación—. El segundo libro es Quién es quién en el mundo clásico. Vidas célebres y anécdotas de la antigüedad griega de Pancracio Celdrán Gomariz (Temas de Hoy, Ed. Planeta, México, 2011. 468 pp.) donde se dan cita las biografías y anécdotas de los protagonistas en política, arte, ciencia y sociedad —incluso las chicas malas de la antigüedad griega—, los cuales son importantes en la medida en que les debemos mucho de lo que somos como cultura occidental. El tercer libro es una mezcla del saber mexica antiguo donde se incluye la filosofía, la historia y un tanto de narración que podríamos considerar como de “ciencia ficción” —porque es algo que podría ser—: La rendija de la intemporalidad del nahual de José Ayala Márquez (Cofradía de Coyotes, México, 2014. 240 pp. Serie Pergaminos 4) donde además presenta una toma de conciencia de los que profesan la cultura mexica y que es elaborada a partir del

conocimiento del autor quien se dedicó de lleno a esa cultura, la cual también es fundamental en nuestra formación intelectual aunque poco apreciada. Se quedan sobre nuestra m esa en espera de la lectura y del comentario respectivo: el volumen que mi muy querida amiga Nedda G. de Anhalt tuvo a bien enviarme, su libro de relatos Déjame que te cuente. Colección de cuentos 1980­ 2009 ( f c e , México, 2013. 428 pp.); E l libro de los seres no imaginarios (Minibichario), antología de José Manuel Ortiz Soto (Ficticia, 2012. 94 pp., con muy bellas ilustraciones); La falsa esposa de Maritza Macín (Editorial Praxis, México, 2014. 228 pp.); ¡Auxilio, un palindromo me acecha! Volumen I I del Magnun opus Enciclopedia del aquelarre humano de Fernando Figueroa Sánchez (Ediciones Pan Comido, México, 2014. 256 pp.); Gatatumba. Insula de Soledad (poemas), Preparativos de viaje. Trilogía melodramática y Fulana. La bruja de mis sueños (poemas) y las antologías Rincón de cenobitas (compilación de cuentos eróticos, 2013. 80 pp.), Cartas marcadas (Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp) y Abrevadero de Dinosaurios (minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.), del Coyote Mayor, Eduardo Villegas, quien sigue aullando con mucha fuerza en estas obras, demostrando que el que es coyote en cualquier género lo es; Embosque (poemas) de Iliana Rodríguez; igual se quedan aquí los necrófilos cuentos de Cumpleaños y Curso de verano de Esmeralda Vela; también encontré en un tiradero de libros E l dilema de Bukowsi (Ediciones sin nombre, México, 2004. 362 pp.) de Rogelio Villarreal, el cual contiene ensayos, artículos, muy afortunados e interesantes que vale la pena leer; también tengo en mi mesa Final de poesía de Arturo Medellín Anaya (Ed. La Criba, México, 2013. 196 pp.). Y po r cierto desde estas páginas, reitero mi apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas y a los trabajadores de Mexicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y mezquinas del Estado Mexicano: ¡No a la nueva Ley Laboral, a la Reforma Educativa y Energética!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo!, ¡ya basta de gasolinazos! Igual sigue mi protesta por la desaparición de los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, Gro. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.


NOVEDADES EDITORIALES Itinerario nómada s de viajes

Compiladores: Will Rodríguez Moisés Zurita Zafra

La vida es un viaje, pero también el medio de transporte al que nos apresuramos a subir y en el que deseamos permanecer. Este libro recopila una serie de relatos de artistas de la pluma que ven en el viaje un motivo de vida. Resultado de una convocatoria entre camaradas y amantes de la literatura, se trata de una antología contemporánea donde convergen escritores de trayectoria diversa en la República de las Letras. Damos cabida a los textos que dicen algo, que dicen mucho, y los lanzamos como quien lanza al mar un libro que, tal vez, llegará a playas habitadas por náufragos. Soltamos amarras para navegar a la deriva, pues lo que importa no es el destino, sino el viaje mismo.

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