Suplemento: Venezuela de cara al futuro

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SUPLEMENTO I LE MONDE DIPLOMATIQUE EN ESPAÑOL I SEPTIEMBRE 2012

VENEZUELA DE CARA AL FUTURO En apenas trece años (1999-2012) de gobierno bolivariano, la República Bolivariana de Venezuela ha vivido un cambio copernicano. En positivo. La nueva democracia establecida por el presidente Hugo Chávez se ha ampliado a millones de ciudadanos pobres hasta entonces excluidos de los procesos electorales. Las libertades se han extendido y garantizado. Todos los índices sociales han mejorado de manera espectacular. La pobreza disminuyó en más del triple. La mortalidad infantil se redujo en un 50%. El analfabetismo fue totalmente erradicado. El número de maestros en las escuelas públicas se multiplicó por cinco. La sanidad y la educación gratuitas se generalizaron. La construcción de viviendas se amplificó. El salario mínimo es el más alto de

América Latina. Se concedieron pensiones de jubilación a todos los trabajadores, incluso a los informales y a las amas de casa aunque nunca hubiesen cotizado. La deuda externa disminuyó. El ecosocialismo se impulsó… En el ámbito geopolítico, los éxitos no han sido menos formidables: creación de Petrocaribe, de Petrosur, del Banco del Sur, del ALBA, del Sucre (sistema único de compensación regional), de la Unasur, de la CELAC, el ingreso de Caracas en el Mercosur... En la nueva etapa que se anuncia, Venezuela se propone mejorar esos objetivos. Así lo ha declarado recientemente el presidente Chávez: “Todo lo que hemos hecho hasta ahora es pequeño con respecto a lo que vamos a hacer”.

ENTREVISTA A BERNARDO ÁLVAREZ, EMBAJADOR DE VENEZUELA EN ESPAÑA

“Hay que consolidar los cambios” Tratemos de hacer un corto balance de cómo las políticas de la revolución bolivariana han transformado Venezuela en este último decenio. ¿Cuáles fueron las principales medidas que se adoptaron desde el principio para cambiar el curso político? Bernardo Álvarez: En la Venezuela de antes de Hugo Chávez, los modelos de nuestros adversarios reclamaban más neoliberalismo y menos soberanía, apoyaban las iniciativas del ALCA (Tratado del Área de Libre Comercio de las Américas, impulsado por Washington), le daban la espalda al Sur y buscaban alianzas sólo con países del Norte. La victoria democrática del presidente Chávez y del movimiento Bolivariano en 1999 significó una diferencia muy importante, principalmente porque se empezó a recuperar la soberanía nacional, el papel del Estado como promotor del desarrollo y a impulsar la integración latinoamericana. ¿Qué importancia tuvo el petróleo? B.A.– Una importancia decisiva, porque la punta de lanza de la estrategia neoliberal se basaba en el petróleo. Y el presidente Chávez la detuvo. Ellos querían convertir PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.) en una empresa integrada en el capitalismo internacional y totalmente autónoma respecto a las políticas del Estado y a los intereses nacionales. Cuando llegamos al gobierno, nuestra gran tarea fue detener ese proyecto de privatización de PDVSA que suponía la pérdida de control del Estado sobre los recursos naturales. El presidente Chávez decía: “Si no lo detenemos, no podremos hacer nada desde el Gobierno y dejaríamos de tener patria”. Pero detener la privatización de PDVSA fue muy dramático y produjo el golpe de Estado de abril de 2002 y un sabotaje petrolero orquestado por los gerentes de la industria petrolera y todos sus aliados. ¿Por qué se aferraban tanto al petróleo venezolano? B.A.– Porque su control les procuraba ganancias astronómicas, sin hablar de los aspectos estratégicos. Por ejemplo, las regalías. Para la faja del Orinoco se habían reducido al 1%. Es decir, la compañía petrolera sólo le entregaba el 1% del valor del petróleo al Estado, a pesar de que la ley vigente de 1943 fijaba un mínimo del 16,7%... Con Chávez, no sólo hemos recuperado la regalía del 16,7% sino que la subimos al 34% y establecimos, además, mecanismos para garantizar aportes al Estado en caso de ganancias súbitas y/o extraordinarias. Lo importante de todo este esfuerzo es: si no tienes un control de los recursos naturales, si no tienes un control de la política, si no tienes un sistema fiscal adecuado ¿cómo vas a llevar adelante

un proceso de desarrollo nacional? ¿Esa fue la razón del golpe de Estado del 11 de abril de 2002? B.A.– Sí, pero ese golpe fracasó, y lanzaron un sabotaje petrolero para colapsar el país. Venezuela producía 3.200.000 barriles de crudo al día y lo hicieron bajar a 25.000, cero exportación y una escasez dramática del suministro de gasolina y gas al mercado interno. En cualquier otro país se hubiera declarado el estado de emergencia para atender una situación de esa magnitud. En Venezuela, ese sabotaje se combatió con la fuerza del pueblo, la participación de las Fuerzas Armadas y sin declarar la emergencia. También ha habido grandes progresos en el proceso de integración de América Latina. B.A.– Tras más de una década de gobierno Bolivariano bajo la presidencia de Hugo Chávez, no hay duda de que ese proceso de integración ha avanzado, como lo demuestran la creación del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) o la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). La Revolución Bolivariana tenía una vocación estratégica: contribuir a la creación de un mundo multipolar frente al mundo unipolar que nos caracterizó los últimos decenios. ¿Por qué? Porque un mundo multipolar es la mejor garantía de paz. ¿En qué medida la influencia de Chávez ha sido determinante para pasar del Consenso de Washington al Socialismo del siglo XXI? B.A.– Bueno, basta con ver el cambio acaecido entre 1994 y 2012. En 1994, se celebra la Primera Cumbre de las Américas en Miami y en esa cumbre se oficializó el llamado “Consenso de Washington”, que implicaba adoptar el modelo ideológico neoliberal y el modelo político llamado “democracia de las elites”. También suponía el retraimiento del Estado o el suicidio del Estado. Por otro lado: “mercados libres” con un comercio exterior obligatoriamente abierto al libre cambio. Y, entre otras cosas, se afirmaba también el aislamiento de Cuba que siempre ha sido como una carta para poder mantener una especie de Guerra Fría permanente. Y se hablaba de un supuesto “consenso”. Hoy todo eso ha cambiado. Hemos avanzado en la exploración de modelos mucho más populares y directos de democracia real. Porque pensamos que la verdadera democracia va mucho más allá de la democracia representativa. Para garantizar que haya una democracia estable tienes que equilibrar la sociedad y los

poderes de esa sociedad. Eso pasa por la asunción del rol tan importante del Estado. Si Venezuela no hubiese tenido ese cambio cualitativo no hubiésemos podido superar la crisis del capitalismo internacional financiero. América Latina ha conseguido distanciarse de las políticas de ajustes y de recortes impuestas por el FMI. Ahora tenemos una mayor autonomía en el diseño de nuestras propias políticas económicas, sin las imposiciones que hubo en el pasado y que se ven hoy de nuevo en las recetas que se están aplicando en Europa. ¿Cuál ha sido el papel de Venezuela en la creación de la CELAC? B.A.– Desde el principio, Venezuela fue uno de los promotores de la idea de una Comunidad latinoamericana y caribeña de naciones. La primera presidencia recayó en México, pero fue en Venezuela donde se consolidó, en diciembre de 2011, la creación formal de la CELAC. El papel de Venezuela ha sido clave. Porque, desde el primer día, el presidente Chávez se planteó que el gran reto estratégico era la integración suramericana, latinoamericana y la creación de un mundo multipolar. ¿Cuál es el principal desafío de América Latina hoy? B.A.– Consolidar esos cambios de los que hablo. Para ello, la reelección del presidente Chávez es la mejor garantía de seguir avanzando, porque quedan tareas pendientes. Por ejemplo, en lo interno, terminar de superar la brecha que nos dejó el modelo fracasado anterior. Los datos demuestran lo que hemos avanzado en el Índice de Desarrollo Humano, en cultura, en deporte, en integración, en vivienda, en empleo, etc. No hay duda de que vamos en el camino adecuado. ¿Para el resto de América Latina, es importante la reelección del presidente Chávez? B.A.– Es determinante. Porque es la garantía de que este proceso siga avanzando para favorecer el desarrollo y la estabilidad de toda la región. Desde las misiones humanitarias y sanitarias hasta los programas de cooperación con países como Argentina, sin hablar de los esfuerzos de Petrocaribe con un programa que significa 40.000 barriles de petróleo diarios que van a todo el Caribe oriental y a países como República Dominicana, Jamaica, El Salvador, Nicaragua y Honduras, en un proceso que permite a esos países no sólo tener acceso a sus necesidades energéticas, sino utilizar parte de ese dinero en fondos de desarrollo interno. ¿Qué nos puede decir de las relaciones entre Venezuela y Colombia?

B.A.– El acercamiento con el presidente Juan Manuel Santos de Colombia tiene una connotación trascendental porque frenó a los sectores que se oponen al proceso de reafirmación suramericano. Se intentó criminalizar a Venezuela por “violación de Derechos Humanos”, por “ataques a la libertad de prensa”, por “antisemitismo”, por “tráfico de personas”, por cualquier cosa… La llegada de Santos coloca las relaciones Caracas-Bogotá en función de la realidad de los intereses de ambas naciones en un proceso de respeto mutuo y de esa manera desmonta la estrategia de promover una nueva guerra fría regional promovida por Washington. O sea, no consiguieron aislar a Venezuela. B.A.– No, no lo consiguieron. Al principio éramos como un accidente. Estaba Cuba y después llegó Venezuela. Sola. Hasta que eligieron al presidente Lula en Brasil no había más gobiernos progresistas en América Latina. Después vinieron Bolivia, Uruguay, Argentina, Ecuador... Pero ya Venezuela no es un accidente. Con la Unasur y la CELAC, esa idea de que había que aislar a Venezuela dejó de tener efecto. ¿Cómo se explica la elección de tantos gobiernos progresistas al mismo tiempo en América Latina? B.A.– A dos causas: una, los fracasos de las políticas neoliberales; y dos, el abuso de pretender que se podía despolitizar una sociedad. Pasamos de una sociedad que querían presentar como totalmente adormecida a sociedades que empezaron a movilizarse. Hay que pensar lo que significó la movilización argentina con el “corralito” o las movilizaciones en Ecuador, en Perú, en Venezuela, en Bolivia... Los pueblos comenzaron a exigir una democracia real, en lo económico, en lo social, en lo cultural, así como en lo político. ¿Cómo están reaccionando los sectores conservadores que perdieron democráticamente el poder? B.A.– Esos sectores representan ese mundo del poder internacional y de los grandes intereses de la derecha, de las grandes élites. Y siguen ahí. En América Latina se está produciendo una confrontación por el poder. Nosotros hemos sido electos legalmente, hemos respetado la Constitución, las leyes. Lo que no hace la derecha. Son sectores que no aceptan un modelo de desarrollo diferente. Golpean más duro en los países más débiles. Cuando el golpe de Estado en Honduras, en 2009, el argumento que dieron en Washington era que el presidente Manuel Zelaya había “acumulado mucho

poder”. Pero cuando se ven las cosas en perspectiva, resulta que Zelaya no controlaba ni las Fuerzas Armadas, ni los medios de comunicación, ni el Congreso, ni el Tribunal Supremo, ni los sindicatos, ni nada... El caso reciente de Paraguay, el golpe contra Fernando Lugo demuestra que la consolidación de los procesos progresistas sigue siendo un desafío. Desde 2002, ha habido cinco golpes de Estado, de cinco modalidades distintas y todos tienen como factor común la participación de los poderes de facto, fundamentalmente los medios de comunicación, en Venezuela, Bolivia, Honduras, Ecuador y Paraguay. ¿Qué nos puede decir de la salud del presidente Chávez? B.A.– La única fuente creíble sobre la salud del Presidente es él mismo. Ha declarado recientemente que “está libre de enfermedad”, y él entiende que tiene una responsabilidad muy grande con su país y con la región. El Presidente está en la mejor forma para la actual contienda electoral. ¿Cómo están las relaciones entre España y Venezuela? B.A.– Venezuela siempre apuesta por el respeto mutuo. Tenemos relaciones con los Gobiernos, independientemente de su naturaleza ideológica. En el caso de España hay muchos temas y asuntos que tienen que ver con una comunidad venezolano-española o española-venezolana muy amplia, de venezolanos que viven aquí y de españoles que viven allá. Hay la participación de muchas empresas españolas en Venezuela. Hay una tradición cultural... Seguimos con la mayor atención la situación de Europa en general y de España en particular. Y parafraseando al presidente Chávez decimos: “No se pueden tener unas buenas relaciones económicas si no se tienen unas buenas relaciones políticas”. Y éstas pasan por el respeto mutuo. Llevo un año aquí. Llegué a seis meses de las elecciones del 20 de noviembre pasado en España y ahora estamos en víspera de las elecciones presidenciales venezolanas. Vamos a esperar este escrutinio, para el cual hemos invitado a acompañantes internacionales de diversos países, así como a organizaciones regionales como la Unasur, y ver cómo evolucionan las cosas. Pero la relación entre Caracas y Madrid es normal, < con buena comunicación. Teresa Stancanelli


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VENEZUELA DE C

SUPLEM

Estabilidad, continuidad y cambio por RAÚL MORODO Ex embajador de España en Venezuela. Catedrático de Derecho Constitucional. ENTRO DE POCAS SEMANAS, el 7 de octubre, culminará en Venezuela la fase principal del periodo electoral democrático en curso: las elecciones presidenciales. El actual Presidente, Hugo Chávez, se presenta a un nuevo mandato constitucional y los principales partidos encuadrados en la oposición –con ideologías diversas, pero ya aglutinada– han designado, en primarias, como alternativa, a un joven gobernador, Henrique Capriles, de orientación centrista. Las encuestas apuntan, con variaciones lógicas, que Hugo Chávez, su partido-movimiento (el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV) y sus aliados, siguen manteniendo una preferencia muy significativa de mayoría social –por fidelización personal, programas sociales, percepción de estabilidad– y, en consecuencia, si hay traducción con respecto al voto, el “chavismo” continuará con su proyecto general de cambio. La campaña electoral que está finalizando es, desde luego, beligerantemente competitiva, en donde se mantiene todavía una polarización y en donde, también, la rumorología sigue formando parte de la identidad nacional. Sin embargo, hay motivos que afectan al fondo: no suenan ruidos de sables, tambores apocalípticos, ni, como en Europa, amenazas invasoras de recortes. En otras palabras, la estabilidad se considera un valor seguro, que hay que mantener, aunque coexistan rumores e ilusio-

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nes de futuro. Por fortuna, han pasado ya las etapas en que la Oposición rehuía de la participación electoral. Error, sin embargo, que no era compartido por todos –y soy testigo cualificado, en uno de estos escenarios– y que, con buen criterio, la oposición ha rectificado. Si esto es así, ¿en qué consiste, entonces, la “excepcionalidad” del “caso venezolano”? La singularidad, gradualmente, adquiere, desde hace años, una extensión que la va convirtiendo en una generalidad, no total, pero sí creciente, no idéntica, sino con diferencias con otros países latinoamericanos. En algunos sectores, políticos y mediáticos europeos, sigue prevaleciendo la simplificación. Directa o indirectamente, se sigue pensando en términos eurocéntricos, aunque ya menos ideologizados ahora, en la medida en que América Latina es un buen mercado: el pragmatismo, a veces, clarifica. Pero, sobre todo, porque en Europa muchas cosas empiezan a cambiar: la seguridad comienza a dar paso a la perplejidad, y los temores al antiguo optimismo. Desde diversos lugares, desde diferentes puntos de vista, se empiezan ya a extender posiciones críticas y autocríticas para buscar, no ya salidas coyunturales, sino soluciones firmes. Que, por ejemplo, un gran exponente intelectual, como es el filósofo alemán Jürgen Habermas, hable ya frontalmente de una “asamblea constituyente europea” es bien significativo. Desde Venezuela, el problema, tal vez, sea más complejo. Complejidad por razones históricas y por los discursos políticos en juego. Durante décadas, Venezuela, tuvo efectivamente una estabilidad, con luces y sombras, pero funcionó, coadyuvando a desarrollar una cultura democrática que, en estos últimos años, se ampliará con

mayor inclusión de los excluidos. Fue un avance, en principio, pero se agotó, más aún: se autodestruyó, perdiendo así funcionalidad y legitimidad. La aparición de Hugo Chávez fue la respuesta a este agotamiento, y altamente generalizada, no sólo de una clase social: lo antiguo necesitaba revisión modernizadora con apoyos más amplios. Montesquieu, gran anticipador de la modernidad liberal, en su canónico libro, El Espíritu de las Leyes, algo dirá benignamente sobre la ingenuidad infantil de mirar al pasado: “A aquellas gentes –dice– que quieren hacer modernos los siglos anteriores, yo diría lo que los sacerdotes egipcios dijeron a Solón: ¡Oh, atenienses, no sois más que unos niños” (E.L., XXX, 14). Esta intuición de estabilidad con cambio, evitando conflictos que pueden ser graves, y, al mismo tiempo, transformar por vía democrática, se mantiene y es aceptada por una gran mayoría social: aceptación directa o solapada. Parece que hay, así, un consenso oculto –con discrepancias externas, teóricas y prácticas– para que la sociedad venezolana se asiente en la paz y con cambios pacíficamente a realizar. Ciertamente, en el plano teórico, sigue existiendo una barrera política grande entre Poder y Oposición. Por el momento, infranqueable: no coinciden en el concepto de democracia o, al menos, plenamente. ¿A qué contenidos prácticos lleva la distinción entre representación clásica y representación participativa? Mucho hay de nominalismo, pero no es nuevo: en los orígenes de la modernidad revolucionaria europea ya se encuentra. Si Montesquieu abrió caminos (libertad frente al despotismo monárquico), el abate Mably y Jean Jacques Rousseau avanzarán (libertad más

igualdad). Rousseau, sobre todo, con más profundidad crítica. Si se parte de un nuevo triunfo de Hugo Chávez, la estabilidad con cambios seguirá su curso. Pero, en este escenario, ¿cuáles podrían ser las actitudes de la Oposición y del Gobierno respecto a la Oposición? Pasar de una polarización, aunque ya no sea tan radical, por la presencia de sectores intermedios, al consenso es todavía ilusorio. El disenso, sin radicalidad excluyente, forma parte de la democracia: los partidos no pueden dejar a un lado sus metas programáticas. Pero, la coincidencia en un punto fundamental, es decir, en que, en democracia, el pueblo es el ostentador de la soberanía, y, por tanto, el que otorga las confianzas a una determinada opción, significa que puede haber territorios a explorar. Más aún, aunque haya discrepancias en la ejecución, existe otra coincidencia: que la estabilidad (el no-conflicto) es un supuesto necesario para la paz y para la convivencia reglada, pero no suficiente: entran también los cambios transformadores, internos y externos, por exigencias de una globalización errática. La dinamización del proceso integrador en América Latina cada vez es más urgente, y no es problema sólo partidista. Así, tanto en Europa como en América Latina –porque no es sólo Venezuela– empiezan los retos a ser comunes: la generalización desbanca a la excepcionalidad. En definitiva, revalorizar lo público y la política, frente a la deificación del mercado, reflexionar crítica y autocríticamente sobre los valores de una democracia actualizada, que tiene que ser avanzada, asentar un republicanismo cívico, de cambios, son, entre otros, asuntos para fortalecer el nuevo “contrato social”. <

Éxitos y logros del chavismo por MARCOS ROITMAN profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid Hugo Chávez Frías en las elecciones presidenciales de 1998 no dejó a nadie indiferente. Su irrupción en la política venezolana, a ojos de la sociedad internacional y buena parte de la clase política criolla, respondía a la imagen de un “militar golpista”. La derecha lo catalogó como un off-sider, personaje caricaturesco que no merecía atención. Su victoria, para los dos grandes partidos que controlaban la vida política del país, COPEI (cristiano-demócrata) y Acción Democrática (social-demócrata), fue una sorpresa. Y para la izquierda tradicional, era un batiburrillo liderado por un exteniente coronel. Su acceso democrático al poder ejecutivo destapó el frasco de las esencias de quienes vieron amenazado el orden de la IV República. Tildado de “populista”, más adelante “caudillo” y “dictador”, la oposición ha tratado, incluidos el magnicidio y la técnica del golpe de Estado, de acabar con Hugo Chávez y el proyecto emancipador que representa. La Revolución Bolivariana genera odios, resentimientos y desafección. Odio entre la vieja clase política, las elites dominantes y los grandes empresarios, acostumbrados a mandar sin contrapesos; resentimiento y desafección entre quienes buscaban un cambio de “manual” afincado en la ideología de la globalización y se quedaron en el camino. En este contexto se dieron los primeros pasos de un proyecto democrático. Las decisiones fueron valientes. Políticas sociales, inversiones públicas, redistribución de la riqueza, nacionali-

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L TRIUNFO DE

zaciones, reforma agraria, acceso a la vivienda, salud, educación. En esta vorágine de cambios, la estructura social y de poder tradicionales se vio afectada, removiendo los cimientos de una sociedad piramidal y excluyente. La mejora en las condiciones de vida de las clases populares requería un nuevo marco constitucional, ese fue el primer escollo que franquear. El desarrollo de la alternativa tuvo que vencer temores, convocar una Asamblea Constituyente y plebiscitar el proyecto democrático. El 15 de diciembre de 1999, por primera vez en la historia política del país, sería aprobada, en referéndum, con un 71,78% de votos afirmativos, una nueva Constitución. Y lo hacía marcando diferencias con su predecesora, vigente desde 1961 y aprobada sólo por el Parlamento, sin pasar por la prueba democrática de un refrendo popular. Fue el primer triunfo de la revolución en marcha. 1999 marcó el comienzo de nuevas prioridades. La derecha, anclada en el pasado, tardará en salir de su asombro y reconocer el nuevo marco jurídico, renunciando durante casi un lustro a participar en los comicios electorales. Su rechazo a la Carta Magna se expresó durante el frustrado golpe de Estado de 2002, dejándola en barbecho. El ADN de la Constitución se fundamenta en la articulación de una ciudadanía plena, cuyos valores se encuentran en la democracia participativa. Este enunciado diferencia la propuesta de otros órdenes políticos existentes en la región. "La búsqueda de la igualdad social como objetivo explícito es una de las diferencias que tiene la actual democracia venezolana con otras democracias de la región, y es uno de los sentidos que se le puede dar al término “Revolución” con que se autoidentifica esta experiencia. Es así como

la Constitución de 1999, establece en su artículo II, los principios fundamentales de la república: 'Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” (1). La configuración de un poder fundado en la participación de las clases populares destinado a favorecer la solución de los problemas básicos que enfrenta la sociedad venezolana supone el diseño de políticas públicas orientadas a disminuir la desigualdad social e impulsar el desarrollo de una cultura democrática e incluyente. Con este marco se han creado las “misiones”, herramienta fundamental para resolver la carencia de una administración de los recursos públicos y definir proyectos tendentes a la inclusión, la transformación económica y social. Asimismo, el control de los recursos naturales y energéticos, como el petróleo, han permitido tener los fondos necesarios para llevar a cabo las políticas redistributivas. A lo que debe sumarse, en política exterior, el carácter antiimperialista y emancipador que hunde sus raíces en el pensamiento de los Libertadores. La Revolución Bolivariana marcha a contracorriente. En América Latina y el mundo, tiene enemigos que insisten en acallar su voz y minimizar sus logros tachándolos de “populismo”, sin diferenciar lo popular-nacional, la construcción de un sujeto político autónomo, de lo que configura el populismo, un discurso obrerista, que renegocia la dependencia y cuyo liderazgo está en manos de las burguesías criollas y no cambia las desiguales estructuras sociales y de poder.

Piénsese en Berlusconi, Aznar, Putin, Calderón, Uribe, Piñera, etc. Las políticas implantadas en Venezuela son populares no “populistas”, no son beneficencia, ni calla bocas, ni buscan comprar votos. Es una acción tendiente a erradicar la miseria, devolver la dignidad a un pueblo y hacerlo partícipe de su destino. Los datos sobre desigualdad, pobreza y marginalidad social lo demuestran. Durante el periodo 1999-2010, la inversión social acumulada se sitúa en 330 mil millones de dólares (20% del PIB), mientras que, en la década de 1988-1998, sólo alcanzó el 8% del PIB. Según el Banco Mundial, la pobreza disminuyó del 70% en 1996 al 23,9 en 2009 y la pobreza extrema se redujo de un 40% a un 5,9%. El índice de Gini, para medir la desigualdad, se redujo en un punto, situándose en 0,4068, el más bajo de toda América Latina. La tasa de desempleo no supera el 6,2% y el salario mínimo pasó de 185 dólares en 1998 a 462 dólares en 2010. En 1998 los beneficiarios del sistema de pensiones eran 387.000 personas, hoy suman 1.916.618 personas, con una pensión homologada al salario mínimo, inexistente hasta la revolución. Igualmente el crédito a microempresarios y sectores populares ha tenido un gran impulso. En 2011, la banca pública aumentó en un 50% sus fondos de préstamos, pasando de 40.200 millones de bolívares a 60.346 millones. En salud, en 2011 se realizaron 113 obras de nueva construcción, cuatro hospitales, nueve maternidades y se incrementó en un 21,1% el número de camas. Por otro lado, la Misión Milagro, programa conjunto cubano-venezolano, cuyo lema “una visión solidaria del mundo”, desde 2004, opera a población de bajos recursos en patologías oculares de córnea, cataratas, glaucomas, oftalmología

pediátrica y oncológica y ha devuelto la visión a un total acumulado de 1.413.708 personas de casi todos los países latinoamericanos. Venezuela tiene hoy una deuda externa saneada y sus reservas mundiales acumuladas se han duplicado en diez años, siendo de 30.000 millones de dólares aproximadamente. Pero sus logros se volatilizan en medio de una propaganda espuria que oculta la realidad y presenta un país sumido en la violencia, el caos y la represión. Su control sobre los medios de comunicación es abrumador. De 111 estaciones televisivas, 61 son privadas, 13 públicas y 37 comunitarias con alcance limitado. En las emisoras de radio AM, el 87% pertenecen al sector privado, el 3% a comunitarias y el 10% son públicas. Y en FM el 57% son privadas, el 31% comunitarias y la minoría es pública. Y en la prensa escrita un 80% está en manos de la oposición. Pero la imagen es la contraria. Sin embargo, hoy, la derecha venezolana a regañadientes reconoce la Constitución, participa en las elecciones, pide referéndum y se auto-define como “moderada”. Su candidato en las elecciones presidenciales del 7 de octubre, Henrique Capriles, declama no desconocer los logros de la revolución en materia de derechos políticos, sociales, económicos y culturales, y se presenta como “progresista”. En este escenario se juega el futuro de Venezuela. Pero no olvidemos que Capriles, entre los suyos, tiene un proyecto desmovilizador, que busca romper los avances democráticos, impulsando un proyecto neoliberal acorde con los intereses de las oligarquías y el capital transnacional. < (1) Margarita López Maya y Luis. E. Lander: “El gobierno de Chávez: democracia participativa y políticas sociales”. Revista Ágora. Valencia Nº14. pp. 9-29. 2006.


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MENTO

Revolución y democracia por JESSE CHACÓN Director de la Fundación GISXXI, ex ministro de Interior y Justicia. cuál ha sido el principal saldo de la Revolución Bolivariana en estos doce años de gobierno del presidente Chávez, podemos decir sin cortapisas que ha sido la “democracia”. Sin embargo, a pesar de la constante práctica democrática, diversos actores como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), siguen afirmando que Hugo Chávez encarna un “régimen totalitario y dictatorial donde se viola e irrespeta la libertad de expresión”. Pero la realidad es tozuda, y ese gobierno revolucionario que ellos definen como “totalitario”, ha desarrollado una profunda pluralización y democratización de la libertad de expresión y la comunicación en Venezuela. Hoy concurren libremente actores comunitarios, privados y públicos al hecho comunicacional. Antes del proceso de la Revolución Bolivariana los privados tenían 331 concesiones de radio difusión; ahora, durante este ciclo, han aumentado a 473; pero también han surgido 244 comunitarias y las públicas han aumentado de 11 a 83. En las concesiones abiertas de televisión, la pluralidad lograda es también palpable, de 36 canales privados antes de 1998, hoy existen 65 privados; además han surgido 37 canales comunitarios y los públicos han pasado de 8 a 13 Televisoras. Curiosa dictadura, abre medios, no los cierra. También circula con mucha fuerza en los me-

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I NOS PREGUNTARAN

dios de comunicación controlados por las burguesías del mundo, la afirmación de que Hugo Chávez, está “desmantelando la democracia” en Venezuela. La mayor resonancia en esta denuncia la han tenido los venezolanos de Miami agrupados en la organización “Un Mundo sin Mordaza” y la muy conservadora Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), que preside José María Aznar, ese gran “demócrata” español defensor de la herencia franquista. Pero es un contrasentido que se hable del “desmantelamiento de la democracia” en un país que cumple estrictamente las reglas procesales y formales mínimas que caracterizan una democracia: el derecho al voto lo más extendido posible; la regla de la mayoría; el repeto de las libertades públicas (opinión, expresión, reunión, asociación, etc)… Pareciera que estos llamados “dictadores del siglo XXI”, son muy peculiares, cumplen estrictamente las reglas de la democracia y tienen un gusto enfermo por la voluntad popular, personalmente el presidente Chávez ha pasado por seis procesos electorales entre elecciones, revocatorios y reformas. En la evaluación de la condición democrática del sistema político venezolano, ha participado el Centro Carter validando reiteradamente, en sus informes, el sistema electoral venezolano. Pero ahora, también es la Fundación para el Avance de la Democracia (FDA) de Canadá, quien sitúa a Venezuela en el primer lugar de justicia electoral en un estudio comparativo con diversos sistemas de todo el mundo realizado en el 2011. En él, Venezuela obtiene una calificación de 85, seguida por Finlandia con 40,75, Dinamarca 35, Estados Unidos 30, Canadá 25,75, México 22,5.

En el plano de la democracia sustantiva, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), en su informe de enero de 2012, reconoce los grandes avances de Venezuela en la reducción de la pobreza. Según la CEPAL, Venezuela es el segundo país de América Latina donde más se ha reducido ésta en los últimos doce años, situándose detrás de Ecuador, que entre 1991 y 2010 la redujo en un 26,4%. Las cuentas son claras, mientras en la amarga noche neoliberal liderada por la oposición, la pobreza llegó al 70,8% de la población en 1996, para el año 2010 la RevoluJÓVENES RESIDENTES DE CIUDAD CARIBIA, PROYECTO DE VIVIENDA SOCIAL DENTRO DE LA GRAN MISIÓN VIVIENDA VENEZUELA, QUE HASTA LA FECHA HA ENTREGADO APROXIMADAción Bolivariana logró disminuirMENTE 250.000 HOGARES //MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA VIVIENDA Y EL HÁBITAT la hasta el 26,8%. El nuevo modelo de política social del gobierno renos. Sin embargo, aún son muchos los retos y nuvolucionario y su aplicación progresiva nos brinda dos críticos que tiene la democracia venezolana. Es los positivos resultados que hoy todos los organisun proceso vivo, de ensayo-error. Sin embargo, desmos internacionales y los investigadores metodolóde ya, es un modelo obligado de estudio para todos gicamente orientados validan. los pueblos latinoamericanos y del mundo que busEl modelo de política social realizado por la Recan superar la exclusión y la inequidad. volución Bolivariana ha trascendido el modelo poEstamos pues ante un formidable proceso de pulista, pues su característica es la dádiva y la transformación social que ha recuperado la demoanulación de los sujetos sociales. Por el contrario, cracia como elemento sustantivo de la construcción la ampliación del tejido social y configuración de socialista, a la par que supera la condición de lo poactores políticos protagónicos es la característica pular y los trabajadores como simples coreografías central de la Venezuela de hoy. políticas. Ante una nueva crisis del capitalismo gloEn Venezuela la palabra derecho dejó de ser una balizado, estamos ante un nuevo reto y una nueva palabra escrita en un papel, para convertirse en reesperanza: el socialismo del siglo XXI. < alizaciones tangibles en el día a día de los ciudada-

Una geopolítica que prioriza el eje Sur-Sur por TAHINA OJEDA MEDINA Investigadora asociada al Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación de la Universidad Complutense de Madrid. L SISTEMA-MUNDO

vigente atraviesa por momentos de turbulencia que pueden derivar en importantes cambios y oportunidades para los países del Sur, y replantear la geopolítica desde una perspectiva crítica. Actualmente, la interacción Norte-Sur –caracterizada tradicionalmente por una marcada asimetría en las relaciones de poder entre los Estados– se perfila en el marco de un escenario político internacional en el cual muchos países del Sur alzan la voz para reivindicar un sistema más justo y pluripolar, que les permita una real independencia política y económica. El sistema presenta unos desajustes con relación a la forma como fue planificado tras la Segunda Guerra Mundial. Al inicio del siglo XXI, Estados Unidos pierde el monopolio del poder económico mundial y su carácter hegemónicoideológico se ve amenazado por la emergencia de nuevas potencias económicas e industriales, quienes exigen coparticipación en la toma de decisiones internacionales y mejores condiciones para el comercio. Hoy más que nunca sigue vigente la reivindicación que, en su momento, planteaban el Movimiento de los No alineados y el Grupo de los 77 por la construcción de un Nuevo Orden Económico Internacional y la reestructuración del sistema financiero internacional. Esto, sin duda alguna, influye en el imaginario y la práctica de la política global contemporánea. No obstante, los países del Sur continúan enfrentando grandes

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retos que, de forma individual, es imposible sortear. Dentro de esos grandes retos podemos destacar, en primer lugar, que las asimetrías entre el Norte y el Sur son cada vez mayores en cuanto a la distribución del poder, lo que frena las oportunidades de desarrollo autónomo y sostenido. En segundo lugar, en la práctica política que predomina en la escala global las naciones ricas y poderosas del Norte imponen sus ideas al resto del mundo y se han autolegitimado para utilizar el poder coercitivo de la fuerza en caso de que sus ideas sean contrariadas. En tercer lugar, los Organismos Internacionales, sobre todo aquellos dedicados al comercio y las finanzas, son controlados por los Estados ricos y los intereses corporativos de sus capitales. En cuarto lugar, las elites políticas transnacionales están fortaleciendo una hegemonía económica sin rostro que reduce el campo de acción para el establecimiento de políticas de desarrollo viables en el Sur. Y por último, la evidencia histórica revela que ninguna potencia renuncia voluntariamente al poder, con lo cual, las acciones de rechazo a la subordinación política y económica deben ser colectivas e implican un claro enfrentamiento. En este contexto, la República Bolivariana de Venezuela, bajo el gobierno de Hugo Chávez, plantea alternativas al modelo imperante en las escalas nacional, internacional y global para impulsar un modelo de relaciones internacionales basado en la equidad, la pluralidad y el respeto mutuo, que permita a los países del Sur una posición más favorable en el escenario internacional y hacer frente a los actuales desequilibrios. La visión estratégica para la construcción de un nuevo modelo de relaciones internacionales que plantea Venezuela co-

mienza por casa, en un claro ejercicio de coherencia entre el discurso y la acción. En el plano legislativo da prioridad al eje geopolítico de relaciones Sur-Sur, con especial atención al espacio sudamericano, tal y como queda reflejado en la Constitución Nacional de 1999 (preámbulo y la sección quinta en sus artículos 152 al 155) así como en los Planes de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, 2007-2013 y 2013-2019. El gobierno bolivariano es consciente de la necesidad de incrementar la autonomía política y económica conquistando su real independencia, y que ello sólo es posible bajo un esquema de acciones coordinadas con otros países del Sur con quienes comparte el mismo lugar en el mundo. El nuevo enfoque geopolítico en los lineamientos de la política/acción exterior venezolana consigue su marco de referencia en la doctrina del Socialismo del Siglo XXI y en la convicción de que es necesario crear una nueva geopolítica mundial en contraposición a la visión clásica que explica el mundo bajo sus aspectos territoriales. Por ello, el modelo de relaciones SurSur bolivariano apoya el planteamiento de que la construcción de un mundo multipolar no se base sólo en los aspectos territoriales sino que incluya la interacción de los fenómenos políticos, económicos y sociales, superando así la heredada visión estado-céntrica de las relaciones internacionales. De esta forma, el modelo bolivariano presenta características de gran valor para la construcción de una nueva arquitectura internacional, como lo son, su fuerte carácter antiimperialista y antihegemónico, así como su clara vocación internacionalista. Dichos caracteres le permiten impulsar espacios de solidaridad y complementariedad con sus vecinos del Sur y desarrollar espacios como

la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América -Tratado de Libre Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el fortalecimiento del Mercosur, así como, esquemas de asociación estratégica como Petrocaribe, entre otros, constituidos como espacios comunes para el fortalecimiento de la autoestima regional, confianza mutua y cooperación internacional para el desarrollo en marcos regionales. Finalmente, con la estrategia geopo-

lítica bolivariana se pretende influir –en la medida de lo posible– en la idea de que el desarrollo es promover el “vivir bien, con justicia y dignidad”, contribuir a la creación de un mundo multipolar y promover la integración sudamericana en un clima de paz y solidaridad. Bajo esta óptica, Venezuela colabora en todas las iniciativas que permitan a los países del Sur, y en especial a los latinoamericanos y caribeños, asociarse y alzar la voz para ejercer sus derechos como países y sociedades soberanas, libres e independientes. <

Venezuela de cara al futuro mesa redonda miércoles, 26 de septiembre a las 19h30

Bernardo Álvarez. Embajador de Venezuela en España

Raúl Morodo. ex embajador de España en Venezuela. Catedrático de Derecho Constitucional

Ignacio Ramonet. director de Le Monde diplomatique en español

Marcos Roitman. profesor titular en Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid

Tahína Ojeda. investigadora asociada, Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, UCM

Círculo de Bellas Artes // Sala Ramón Gómez de la Serna // c/ Alcalá 42, Madrid // entrada libre hasta completar aforo.


4 I VENEZUELA DE CARA AL FUTURO

LE MONDE DIPLOMATIQUE EN ESPAテ前L I SEPTIEMBRE 2012


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