Breivik durante la matanza en Utøya: “¡Tenéis que morir todos!” Mónica G. Álvarez 20/07/2018 06:30
Anders Breivik durante la matanza en Utøya: “tenéis que morir, tenéis que morir todos” (AP)
“Actué en nombre de mi pueblo, mi religión y mi país”, exclamó el ultraderechista Anders Breivik, que en julio de 2011 atentó contra la ciudad de Oslo y que posteriormente asesinó a setenta y siete personas en la isla de Utøya. Durante el juicio dio muestras de su altivez, egocentrismo y sinrazón. Dijo no sentirse responsable de la matanza porque en ocasiones es necesario “cometer una barbarie para frenar otra aún mayor”. El tribunal y los que se encontraban en la sala se llevaron las manos a la cabeza. No era ningún perturbado ni tenía trastorno grave alguno, su único problema era su ideología: el ultraderechismo. Así lo demostró elevando el
brazo derecho y ejecutando el saludo nazi.
Anders Breivik en una imagen de Facebook (FB)
Era como retroceder ochenta años, a la Segunda Guerra Mundial, y escuchar a Adolf Hitler parafrasear la necesidad de una raza aria y de un mundo mejor sin tanta “escoria” (inmigrantes). Tal fue la obsesión y el convencimiento ideológico de Breivik que llegó a operarse la nariz para que fuese más aria. E incluso utilizó maquillaje para palidecer su rostro. Según sus propias palabras, él fue el primero en ponerse en acción, pero aseguraba que había más “hermanos” planeando nuevos ataques. Para el autor de esta masacre: “Una persona con una creencia equivale a la fuerza de cien mil que sólo tienen intereses”. Así lo expresaba en su cuenta de Twitter cuatro días antes de cometer el atentado.
Defendía a víctimas de ‘bullying’ La infancia y la adolescencia de Anders Behring Breivik transcurrieron con total normalidad. Había nacido un 13 de febrero de 1979 en la ciudad de Oslo (Noruega) -aquella contra la que atentaría años después- y, aunque sus padres se habían separado cuando él tenía un año de edad, nunca tuvo carencia alguna. Su padre ejercía como diplomático de la Embajada Real de Noruega en Londres y después en la de París, y su madre trabajaba como enfermera. Tuvo cuatro hermanastros y convivió con una hermanastra y con su madre en Oslo después de que ésta abandonara a su marido en la capital inglesa. Sus antiguos compañeros de colegio describían a Breivik como un chico inteligente, buen estudiante, defensor acérrimo de aquellos que sufrían acoso escolar y, en definitiva, “un amigo excepcional”. En ningún momento observaron en él un comportamiento racista.
Breivik cuando era un niño (YouTube)
Estudió en la Escuela de Comercio de Oslo y en la Escuela Noruega de Administración, e hizo el servicio militar en el ejército noruego. Fue por aquel entonces cuando comenzó a coquetear con la masonería, afiliándose a la Logia de San Juan San Olaf de las tres columnas -de la que fue expulsado tras los atentados-. Por eso podemos ver por Internet numerosas fotografías del criminal vistiendo indumentaria masónica. Ciertos medios de comunicación intentaron desprestigiar a esta organización argumentando que sus reuniones incitaban al racismo, pero el gran maestre Ivan Skar se desvinculó de todas esas acusaciones expulsando automáticamente al criminal de Oslo.
Conservadurismo latente Todo apunta a que, en los últimos años y movido por el distanciamiento de su padre, Breivik empezó a forjarse una personalidad extremista. Él mismo se definía en su perfil de Facebook como cristiano luterano, conservador y fundamentalista. Entre los años 2000 y 2007 fue miembro de un partido derechista llamado Fremskrittspartiet (Partido del Progreso), que abandonó cuando sus ideas empezaron a ser cada vez más
radicales. Entonces decidió dejar constancia de ellas en Internet. Escribió en páginas como las de la revista Document.no donde explicaba que la política actual no consistía en una lucha entre el socialismo y el capitalismo, sino entre el nacionalismo y el internacionalismo. De ahí que se declarase nacionalista.
Breivik vestido según la Logia Masónica (- / Scanpix Denmark)
Respecto a su tendencia xenófoba, publicó comentarios donde atacaba a determinados medios por no ser más críticos con el Islam. Su único objetivo era crear una especie de movimiento ultraderechista/nazi pero en versión noruega. Por otro lado, Breivik no tenía antecedentes penales, pero guardaba en su domicilio una pistola Glock, un rifle y una escopeta. Se estaba preparando para cometer acciones violentas. Lo primero que hizo fue alejarse de su familia y sus amigos para que no sospecharan de él. De este modo, inició una serie de experimentos con bombas de fabricación casera. Aparte de declararse gran admirador de Winston Churchill, Max Manus y del político holandés Geert Wilders -líder, en su opinión, del “partido único y verdadero para los conservadores”-, escribió un manifiesto de más de mil quinientas páginas titulado 2083: Una Declaración Europea de la Independencia .
La granja donde Breivik ideó la matanza de Utøya (en Aasta, 2011) (AFP)
En el texto, Andrew Berwick -pseudónimo de Breivik- se confesaba un liberal económico, revolucionario aunque conservador, que había dedicado nueve años a plasmar sus ideas. Si analizamos el texto del ultraderechista, nos daremos cuenta de que en realidad se había dedicado a plagiar lo escrito por otros terroristas cambiando palabras como “izquierda” por “marxistas culturales” o “pueblo negro” por “musulmanes”. Su principal anhelo era que Europa se liberase de la inmigración y que se convirtiese en una nación como Japón y Corea del Sur.
Fanáticas creencias contra Zapatero y España El extremista noruego también tuvo palabras para España. Acusó al que fuera nuestro presidente en aquel momento, José Luis Rodríguez Zapatero, de haber sucumbido al islamismo y de haber llegado al gobierno gracias a Al Qaeda. Le recriminó ser una “comadreja apaciguada” y haber olvidado el pasado de reconquista de su país: “Rindió el país a los musulmanes y a la inmigración masiva”. Del Partido
Socialista dijo que tenían la “fantasiosa visión [...] de convertir Europa en una utopía de multiculturalismo posmoderno”. Nadie escapó de su inquina, como quedaba claro en su perfil de Facebook, donde colgaba a diario comentarios racistas y radicales. Destacamos uno en el que Breivik dice que quiere pasar a la historia “como el monstruo más grande desde la Segunda Guerra Mundial”. Para él la única forma de despertar a las masas era el “uso del terrorismo”, doctrina que sorprendentemente circuló por la red en veinticuatro países, entre ellos Inglaterra, Holanda, Francia, Alemania, Austria, México y España.
Dijo de Zapatero: “Rindió el país a los musulmanes y a la inmigración masiva” En sus perfiles de las redes sociales también aseguraba ser el dueño de una empresa de cultivo de vegetales. Sus extraños movimientos despertaron las sospechas de los servicios secretos noruegos que, tras advertir la compra de seis toneladas de fertilizantes y otros productos químicos susceptibles de poder ser utilizados en la fabricación de explosivos, empezaron a vigilarle. Aquel episodio se saldó con el pago de una multa, pero le siguieron vigilando.
El plan perfecto A principios de julio de 2011, Breivik decidió trasladarse a su granja, la “Breivik Geofarm”, ubicada en la pequeña localidad de Rena (condado de Hedmark), a unos ciento cuarenta kilómetros al noroeste de Oslo. La situación era inmejorable, en medio de un bosque y rodeada por el río Glomma, y allí el ultraderechista inició la estrategia terrorista que teñiría de negro a la ciudad noruega de Oslo. Ya tenía todo el material -el cargamento de fertilizantes- y sólo quedaba fabricar los explosivos. El 22 de julio, hacia las diez de la mañana, Breivik avisó de sus violentos actos. Subió un vídeo a YouTube donde podemos verle vestido con una traje de neopreno -en su brazo se puede leer la frase “Cazador de marxistas”- mientras apunta con un fusil. En su diatriba instaba a los
conservadores a “abrazar el martirio”, declarar la guerra al marxismo y luchar contra el Islam. Dos horas después escribió en su diario: “Éste es el gran día que he estado esperando durante tanto tiempo. Incontables horas e incluso años de preparación quedan recompensados por esta oportunidad”. Todo estaba en marcha. El plan debía ejecutarse.
Anders Breivik vestido con traje de asalto (FB)
Perpetra la matanza disfrazado de policía A las dos de la tarde, Breivik llegó a Oslo en un coche negro cargado de explosivos caseros. Se dirigió al centro de la ciudad, concretamente a la zona donde están emplazados la mayoría de edificios gubernamentales, y programó la explosión para las 15.26 horas. El estallido del coche bomba sembró el terror en las calles de la ciudad, dañó varios edificios e hirió a numerosos viandantes. Oslo estaba repleta de escombros, polvo y confusión. Los gritos de los supervivientes poblaban las calles y comenzaron a descubrirse los primeros cadáveres. Murieron ocho personas.
Poco antes de que Breivik cometiese su segundo atentado, el grupo yihadista Ansar Al Jihad Al Alami aprovechó el desconcierto para reivindicar el acto terrorista en respuesta a las caricaturas que algunos medios habían publicado como burla del Islam. Esta teoría se vendría abajo pasadas las cuatro de la tarde.
Lugar en Oslo donde explotó la bomba que puso Breivik antes de la masacre (AP)
Eran las 16.07 horas cuando Anders Breivik desembarcó en la isla de Utøya. Según declaraciones de Stine Renate Haheim -miembro del Parlamento noruego que se encontraba en la isla- al periódico El País: “Los jóvenes empezaron a reunirse en pequeños grupos para hablar del atentado en Oslo, cuando escucharon a alguien que decía que venía la policía, por lo que pensaron que ellos estarían protegidos”. Ésa fue su estrategia, hacerse pasar por policía y dar a entender a los miembros del campamento juvenil del Partido Laborista que estaban a
salvo. Decidió reunirlos para explicarles lo ocurrido en el centro de Oslo y, a medida que estos jóvenes se acercaban al lugar, Breivik les disparaba. Lo único que repetía sin cesar era: “¡Los mataré a todos!”.
Su primera víctima fue Monica Bosei, organizadora del campamento conocida como “la Madre de Utøya”. A partir de ese momento los disparos fueron indiscriminados. Las balas que utilizaba eran expansivas, por lo que las víctimas acababan destrozadas. Después de una primera ronda se encaminó al centro de la isla disparando a todo lo que se movía. Llegó a la cafetería, donde continuó lanzando fuego a discreción. “Llevaba un uniforme negro con bordes negros. Parecía nazi con uniforme de policía”, explicaba a la policía uno de los testigos. Durante las casi dos horas que duró la cacería, setenta y siete personas perdieron la vida. No fue hasta las 17.52 horas cuando llegó la primera patrulla.
El rescate fue un desastre, dado que la policía no tenía helicópteros disponibles ni botes suficientes. Tuvieron que pasar veinte minutos para que la Unidad Antiterrorista Delta de Oslo se personase en la isla y un helicóptero sobrevolase el campamento. Las autoridades desembarcaron a las 18.25 horas y a su paso se encontraron una sucesión de cadáveres. Sólo se oían disparos y los gritos de las víctimas. Dos minutos después, Anders Breivik se entregó sin oponer resistencia.
Anders Breivik disfrazado de policía y una vez arrestado tras la matanza (22 de julio de 2011) (AFP)
Ni perdón ni remisión Tuvieron que pasar varios meses para que este criminal compareciese ante un tribunal. Dada la complejidad del caso y los puntos ciegos con los que las autoridades se habían encontrado tras la detención, el fiscal de la Policía Noruega Christian Hatlo decidió posponer el juicio para el año 2012. Tenían que recopilar de forma exhaustiva toda la información posible sobre el acusado, lo sucedido en la isla y no dejar nada al azar. Se trataba de un “trabajo laborioso”, como después resumiría el fiscal. ́crímenes contra la Además, querían acusar a Breivik de “ humanidad”, por lo que la pena aumentaría de los veintiún años de cárcel que recoge el código penal noruego a los treinta.
El 16 de abril de 2012 se inició la vista judicial contra Anders Behring Breivik, que saludó a los asistentes con el brazo derecho extendido y el puño cerrado. Él mismo pidió que fuese en audiencia pública, durante la cual no mostró signos de arrepentimiento ni se retractó de los setenta y siete crímenes cometidos. Todo lo contrario, se disculpó ante otros militantes nacionalistas por “no haber matado a más gente”.
Anders Breivik, durante el proceso que le condenó a 21 años de cárcel en el 2012 (ARCHIVO LV)
Cuando le preguntaron por la preparación de la masacre, el acusado explicó que su mejor entrenamiento consistió en encerrarse durante un año entero con juegos de ordenador. Aquellas partidas al juego de guerra Call of Duty: Modern Warfare le sirvieron para simular cómo tenía que disparar a la “invasión” islámica que estaba azotando Europa. La indignación de la población noruega ante el comportamiento de Breivik en el tribunal era indescriptible. Numerosos ciudadanos se congregaron a la salida del juzgado para recriminar al abogado de Breivik su defensa del autor confeso de los crímenes. “¡Dile a tu cliente que se queme en el infierno!”, le gritaban. Todo el país estaba sobrecogido por las setenta y siete muertes, y así lo demostró tres días después de la masacre en la llamada “Marcha de las Rosas”. Más de ciento cincuenta mil personas
desfilaron por Oslo con rosas y antorchas en homenaje a las víctimas.
Tras diez semanas de juicio, el 24 de agosto, Breivik fue condenado a veintiún años de cárcel prorrogables si tras finalizar dicho período las autoridades le seguían considerando peligroso para la sociedad. A pesar de los intentos de su abogado para que lo incapacitasen mentalmente, el tribunal de Oslo le había declarado “sano” y, por tanto, responsable en el ámbito penal. El joven simplemente acató el veredicto con una amplia sonrisa. El ultraderechista se encuentra aislado y bajo custodia en el centro de máxima seguridad en el penal de Ila, al oeste de Oslo. Aparte de estudiar ciencias políticas y de preparar una autobiografía donde dará detalles de la planificación de los atentados –llevará por título Los diarios de Breivik-, el terrorista ha cambiado de nombre por el de Fjotolf Hansen. Incluso, demandó al gobierno noruego por el trato recibido en prisión en 2017. Aunque hace unos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó su recurso. Parece que nada ha cambiado. En cada aparición pública Breivik se muestra desafiante alzando el brazo y haciendo el saludo nazi.
Anders Breivik hace el saludo fascista al inicio del juicio de apelacion del proceso civil contra el Estado en enero 2017 (AFP)