Los espíritus de la Navidad

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Diario del Misterio

Periódico semanal G R A T U I T O - Diciembre Nº5

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Los espíritus de la Navidad (El Diario del Misterio) Mónica González Álvarez Si hay un cuento por excelencia y más por estas fechas, ése es sin lugar a dudas el de Charles Dickens: “Cuento de Navidad”. Una obra que aunque escrita para niños, esconde tras sus líneas claros mensajes de solidaridad y fraternidad y pone a prueba nuestro verdadero espíritu navideño. Sin embargo, habría que recalcar que no sólo debemos acordarnos de Santa Bárbara cuando truena, sino también el resto del año. EL ÁVARO SCROOGE Esta es la historia del señor Ebenezer Scrooge, un hombre tacaño y avaro al que no le gusta la Navidad. Bueno, si solo fuera eso… En realidad, solo le importa su trabajo y ganar dinero, mucho dinero. Todo lo demás, le sobra. Ni siquiera osa preocuparse de su fiel empleado Bob Cratchit, al que trata como el más mísero de los sirvientes. Sin embargo, parece que el destino pretende gastarle una mala pasada al mezquino de Scrooge. Una noche, la víspera de Navidad, recibe la visita del fantasma de su mejor amigo y socio Jacob Marley, fallecido siete años atrás. El espectro le avisa que su maldad es tan grande que cuando muera, ésta se convertirá en una larga y pesada cadena que tendrá que llevar por toda la eternidad. También le anuncia que durante las próximas horas, le visitarán los tres espíritus de la Navidad, su única oportunidad de salvarse. Con la prepotencia que le caracteriza, Scrooge acepta el reto y sin ningún temor, desafía la predicción. La primera de las apariciones corresponde al Pasado. Gracias a ella, el avaro empresario logra remontarse a su niñez, una época llena de melancolía y soledad, donde el pequeño de los Scrooge consigue superarla con gran alegría en su juventud. Es entonces, cuando el espíritu del Pasado le hace ver cómo sus días se han convertido en una enfermiza adicción por el trabajo. Tras el primer impacto de los recuerdos pasados, llega el espíritu del Presente que le muestra la situación familiar de su empleado Bob Cratchit. Curiosamente, a pesar de su pobreza y de la enfermedad de

su hijo Tim, éste se siente feliz por Navidad. Pero el Presente no sólo quiere mostrarle la vida de Bob, sino también del resto de personas que le rodean y que a pesar de los malos momentos, se unen alegremente para celebrar estas fechas. Uno de ellos es su propio sobrino Fred, quien de una manera irónica se reúne con toda la familia. Nadie requiere la presencia del mayor de los Scrooge. LLEGA EL CAMBIO Y finalmente tras la medianoche, aparece el último de los espíritus. El Futuro, mudo y de carácter sombrío, muestra al mezquino cómo sería su destino si él desapareciese. La imagen logra impactarle. Su casa sería saqueada por los pobres, sus amigos de la Bolsa de Valores tendrían un recuerdo sobrio de él, Tim moriría y lo más espantoso de todo, cómo sería su tumba. Finalmente, Scrooge horrorizado, intenta convencer al fantasma del Futuro de que está dispuesto a cambiar si le invierte el

destino. Por suerte, el tacaño despierta de su pesadilla y de la noche a la mañana, se convierte en un hombre totalmente diferente. Ahora es dadivoso y afable, generoso con los que le rodean, pero sobre todo se siente feliz. Lo primero que hace es comprar un pavo y enviárselo de forma anónima a su empleado Cratchit. Después, sale apresuradamente a la calle para saludar a la gente y desearles una “Feliz Navidad”. Entra en casa de su sobrino Fred, asombrando a todo el allí presente. Con respecto a Cratchit, finge regañarlo por haber llegado tarde al trabajo, pero acaba aumentándole el sueldo y ayudándole con la enfermedad de su hijo Tim. Todos acaban celebrando juntos el día de Navidad y como no, haciendo memorable aquella maravillosa frase del pequeño Tiny Tim: “Y que Dios nos bendiga a todos”. MENSAJE OCULTO A pesar del final feliz de la obra, Charles Dickens no sólo quería

transmitirnos ese espíritu navideño, que como decía al inicio, todos llevamos dentro, sino reflejar de forma tácita, la situación angustiante de muchos ingleses durante la época Victoriana. Hablamos del año 1843. En este caso, el dramaturgo quería plasmar el maltrato que se ejercía a la juventud y a la infancia, quienes trabajaban y estudiaban en condiciones denigrantes. Es bien cierto que Dickens siempre abogó por la benevolencia con los más débiles, de ahí su lucha contra la prostitución y la mendicidad infantil. Han pasado casi 170 años desde que este genio de las letras, plasmara sobre el papel una de las realidades más candentes de ésta y otras épocas: el maltrato infantil. Un cuento donde se utiliza a la Navidad como telón de fondo y cuyo mensaje principal sigue siendo: “cuida de nuestros hijos”. ¿Realmente es posible que nuestra vida cambie gracias a un cuento?


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