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Una mochila pesada
Antes de la pandemia, solo un 7% de la población más pobre de Perú tenía acceso a internet. Foto: El País.
SIN INTERNET EN CASA
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La mochila pesada de no tener recursos
Escribe: José Cayetano Fotos: Valeria Vicente
Maestros de distintos colegios públicos de Lima sostienen que muchos de sus alumnos tenían dificultades para estudiar porque no contaban con un celular, no tenían internet, o no podían ver los programas de Aprendo en casa porque sus padres vendieron el televisor para pagar deudas. Ellos terminarán este año escolar sin lograr las aptitudes mínimas de aprendizaje. ¿Qué se hará para cambiar su situación?
El martes 12 de octubre, el profesor Ramiro Vásquez envió un nuevo mensaje por WhatsApp a la madre de Juliana. Toda la semana pasada no había asistido a clases. Vásquez se preguntaba por qué.
Ramiro es profesor en un colegio de San Juan de Lurigancho. Juliana siempre se conectaba a las clases y enviaba sus tareas, hasta que en cierto momento desapareció. Él se enteró, luego, de que su madre había sufrido una parálisis facial. El lunes, finalmente, la madre respondió. Habían tenido problemas. Por falta de pago las habían desalojado de la casa en donde vivían. Ella había conseguido un trabajo y ahora tenía que llevarse el celular, el aparato por el que la pequeña se conectaba a clases. El profesor le dijo que entonces resolviera las tareas del programa Aprendo en casa. La madre le dijo que no podría hacerlo: no tienen radio y por la falta de dinero, habían tenido que vender el televisor. Vásquez dice que este podría parecer un caso extraordinario, pero que no lo es. Entre sus alumnos proliferan las historias de chicos que se quedaron sin televisor, que no tienen radio o, lo que es más frecuente, que se quedaron sin acceso al celular desde que se levantó la cuarentena y sus padres, que no pertenecen al pequeño sector de peruanos que puede darse el lujo de teletrabajar, tuvieron que salir a ganarse el pan en las calles. Lo que ocurre en el salón de este maestro está sucediendo en muchos colegios públicos del país. La falta de conectividad era un problema que ya se había reportado en las zonas rurales, pero no se tenían evidencias de que los mismos problemas estuvieran ocurriendo en la capital (y ocurren).
Rodolfo Zevallos, director de la Institución La Visitación De Nuestra Señora del Cercado de Lima, calcula que solo la mitad de las estudiantes se puede conectar a las clases sincrónicas con sus profesores. Hay otro grupo con el que se trabaja con la televisión y con mensajes y llamadas telefónicas. Y hay un 20% –ase-
gura– con las que no se han logrado contactar. Están “perdidas”.
Sara Paredes, directora del colegio 541 Divino Niño Jesús de Independencia, dice que el 10% de los más de 900 alumnos que se matricularon este año no están participando en las clases.
–A inicios de año los padres dejaron sus datos, sus números de teléfono, pero parece que sus teléfonos dejaron de funcionar o cambiaron de plan o algunos deben estar en provincias. No los podemos contactar– dice.
Son decenas de estudiantes en cada colegio que, a causa de la pandemia, parecen haber quedado fuera del sistema educativo. Ellos son las principales víctimas de la suspensión de las clases presenciales. Sus maestros y los directores de sus instituciones educativas no tienen claro qué va a pasar con ellos a fin de año. –Están en una situación de preinicio– dice Rodolfo Zevallos. –Es como si el año escolar no hubiera comenzado para ellos.
Barreras que no se derrumban
Los docentes que entrevistamos calculan que, en promedio, alrededor de la mitad de sus estudiantes pueden conectarse con ellos por videollamadas y revisar la plataforma web de Aprendo en casa. La otra mitad tiene niveles de conectividad diversos: los hay que ven el programa por televisión y complementan su aprendizaje con mensajes y llamadas telefónicas de sus profesores; los que solo reciben mensajes y llamadas; los que solo contestan y hacen sus tareas los fines de semana; y los que están desconectados.
Sara Paredes dice que muchos de sus alumnos tienen celulares con planes limitados de Internet, por lo que no pueden ver videos ni descargar archivos de PDF. Él tiene que convertir los archivos en imágenes y esperar que los chicos puedan leerlos. Además, debido a que los padres están trabajando todo el día, los chicos recién hacen sus tareas por las noches y las envían en el transcurso de las horas, a veces hasta de madrugada o, si no, la mañana siguiente. Algunos solo pueden enviar sus evidencias los fines de semana.
Fabiola Becerra, profesora de Matemáticas del colegio Daniel Alcides Carrión, de San Juan de Lurigancho, calcula que debe hacer llamadas telefónicas al 50% de sus estudiantes –los que no pueden conectarse de forma sincrónica– para explicarles la clase de la semana, hacerles preguntas y considerar sus respuestas como parte de la evaluación. –En un salón, de 31 alumnos, tengo 11 que todavía no se pueden conectar, les he dejado mensajes y no me contestan. En algunos teléfonos, incluso, me han contestado otras personas– cuenta. Lucero Zambrano, docente del colegio 624 Virgen del Carmen, de San Juan de Miraflores, dice que muchos de sus estudiantes vienen de asentamientos humanos donde no hay Internet y, en algunos casos, tampoco tienen televisor o radio.
Él piensa que en esas zonas la estrategia probablemente llegue a solo una tercera parte de los menores en edad escolar.
–Lo que vamos a ver es que aquellos alumnos que en cierto momento abandonaban la escuela, que se pasaban a la educación básica alternativa o que se dedicaban a ayudar a papá o a trabajar, van a ser cada vez más– dice. –La brecha de pobreza y la brecha de ignorancia se van a agrandar y perjudicar a quienes todavía no entienden de ambas.

Las brechas se mantendrán
La opinión de la profesora Zambrano es la misma que tiene el experto en temas educativos Cristopher Solorzano.
–El reto de la inequidad educativa, marcada por la pobreza y la desigualdad, era ya el reto más importante que teníamos que abordar. Ahora, con la pandemia, se ha hecho todavía mayor– dice el investigador, quien, a través de los docentes con los que viene trabajando un programa de educación virtual, ha podido conocer los problemas de los estudiantes para acceder a las clases virtuales.
¿Estarán los chicos que llevan clases con mensajes de WhatsApp y llamadas telefónicas en capacidad de alcanzar los logros y competencias requeridos para el grado que cursan?
–Siendo honestos, tal vez un 25 o 30% estarán en condiciones de lograr sus competencias– dice Solorzano. –Y hay un 40 o 45% que están en un nivel de inicio, como empezaron el año, y no tanto por la dificultad de los contenidos ni por problemas de los docentes, sino por causa de los problemas socioeconómicos que ha traído esta pandemia.