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En la cultura popular
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el orden del alfabeto puede resultar mucho más fuerte: con una llave del tamaño del alfabeto mismo, y un alfabeto de 26 caracteres, ¡puede llevarse el universo de búsqueda por fuerza bruta a 26!, esto es, 26 x 25 x 24 x…, esto es, 403 cuatrillones de posibilidades.
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Hace dos milenios, parte importante de la protección que llevaba un mensaje cifrado era la baja tasa de alfabetización. En el siglo IX, el científico árabe Al-Kindi publicó su “Manuscrito para descifrar mensajes criptográficos” (Al-Kadit, 1992), el primer texto conocido que aborda al criptoanálisis, esto es, el análisis de las propiedades de un texto cifrado para a partir de éste recuperar ya sea la clave de cifrado o el mensaje original. En particular, el trabajo de Al-Kindi introdujo el “Análisis de frecuencia (ver figura 1.3): En cada idioma, la probabilidad de que un texto incluya cada una de las letras es diferente. Todo mensaje que ha sufrido una substitución mono alfabética mantendrá la misma distribución, y un atacante no tendrá que hacer una búsqueda por fuerza bruta.
Hacia la edad media, gracias al trabajo de Al-Kindi entre otros, apareció una generación completamente distinta de mecanismos de cifrado: Los basados en la substitución polialfabética. Estos mecanismos siguen siendo aptos para su aplicación manual (tanto para el cifrado como para el descifrado), y se siguen considerando arte y no ciencia; derivan de la aplicación del ingenio más que de la aplicación del método científico para demostrar su fuerza.
La principal característica de estos cifradores es que, siguiendo distintas reglas, van cambiando la correspondencia de sím-
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Figura 1.3: Frecuencia de uso de cada letra en distintas lenguas: árabe, inglés y español; (Wikipedia inglesa: Frequency Analysis; créditos respectivos: Usuarios Mohsen Madi, Nandhp, Tico)
bolos conforme avanza el mensaje de forma que no sea posible romper el cifrado analizando la frecuencia de los símbolos. Algunos de los cifrados polialfabéticos más conocidos son el de Alberti (1466) y el de Vigenère (1553); la famosa máquina Enigma, empleada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, implementaba a fin de cuentas un cifrado de substitución polialfabético.
En la cultura popular
Hacia el siglo XIX, la criptografía se había convertido en un tema conocido, e incluso en un pasatiempo para mucha gente con inclinaciones matemáticas. En la serie de historias de detectives Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, la Aventura de los hombres danzantes, la historia gira alrededor de una serie de dibujos aparentemente sin sentido que aterrorizan a uno de los protagonistas (véase la figura 1.4).